historia de la biblia 02

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fray Domingo Cosenza OP Cuando Israel era niño (Os 11,1) Historia de la Biblia 2

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La esclavitud en Egipto y la liberación

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fray Domingo Cosenza OP

Cuando Israel era niño(Os 11,1)

Historia de la Biblia 2

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La religión de Israel hace una referencia a los antepasados remotosdel pueblo al proclamar su fe en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.Esta creencia es la que también Jesús compartió y en la cual se apoyó

su predicación sobre el Reino de los Cielos (Mt 8,11) y su esperanza en laresurrección de los muertos (Mt 22,32).

Pero, más allá de la vinculación a la persona de sus antepasados, el Diosde Israel llegó a ser reconocido por las sucesivas generaciones de creyentesen referencia a una acción que determinó la historia del pueblo: la liberaciónde la esclavitud egipcia. En efecto, cuando un israelita ofrecía en las fiestaslas primicias de los frutos de la tierra pronunciaba la siguiente profesión defe: «Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí conunos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte ynumerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieronuna dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio a YHWH, el Dios denuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria, nuestrocansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de sumano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos yprodigios. El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche ymiel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú,YHWH, me diste» (Dt 26,5-10)

En un acontecimiento del pasado los israelitas reconocieron la manopoderosa de su Dios, que se mostró más fuerte que el soberano de Egipto.No había sido un logro de ellos superar la esclavitud, sino que había sidoYHWH quien los liberó de Egipto, de la Casa de la esclavitud (Ex 20,2). Esaintervención había hecho posible la supervivencia de un pueblo oprimidoy, por tanto, en esta certeza se apoyaría en lo sucesivo la existencia de lanación y su propia identidad.

La memoria celebrativa del israelita de tiempos posteriores hace refe-rencia a un ancestro «errante que bajó a Egipto y se refugió allí» (Dt 26,5). Elingreso de nómadas en Egipto aparece documentado ya en el relato delfugitivo Sinhué, compuesto a comienzos de la XII dinastía faraónica, talvez en la época de Sesostris I (1962-1928 aEC). En dicho texto se mencionaun dispositivo de defensa llamado los Muros del Príncipe. Edificado por elFaraón Amenemhet I (1991-1962 aEC), habría tenido la finalidad de evitar

Bajo la sombra del dominio egipcio

Extranjeros dominadores en Egipto

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invasiones al territorio egip-cio, de un modo semejante aotras construcciones posterio-res, como la Gran Muralla enChina o el Muro de Adriano enBritania. La existencia de esteMuro estaría manifestando quelas incursiones de extranjerosno constituían fenómenos espo-rádicos.

Pero el relato de Sinhué su-giere también que los extranje-ros no siempre llegaron a seruna amenaza, ya que este miem-bro de la corte faraónica encon-tró hospitalidad entre unos ha-bitantes del desierto que lo ha-bían conocido en anteriores vi-sitas al país del Nilo. A juzgarpor su reacción amistosa, estos

nómadas debieron haber sido acogidos también de una manera hospitala-ria en Egipto.

En el mismo sentido apunta la famosa escena pintada en la tumba deKhnem-Hotep, funcionario que también vivió como Sinhué durante la XIIdinastía. En ella un grupo de 36 nómadas, compuesto de hombres, mujeresy niños, son representados ingresando pacíficamente en el país con susanimales y con obsequios para el prín-cipe. El líder del grupo lleva un nom-bre semita, Ibsha, y ostenta el título dehikau khasut (dominador de un país ex-tranjero).

Sin embargo, pocos siglos más tar-de los llamados dominadores extranjerosse convertirán en objeto de pésimos re

Pintura de la tumba de KHNEM-HOTEP, enBeni-Hasam. El nombre de Ibsha, el jefe delclan representado, recuerda al nombre se-mita del servidor del rey David, «Abisay, hijode Seruyah» (1 Sa 26,6).

Un Muro para custodiar lafrontera egipcia

«Atravesé el río en una balsa sin ti-món, gracias a la brisa del viento deloeste, y pasé al este de la Cantera enlo alto de «La Dama de la MontañaRoja». Después que me pusé en ca-mino hacia el norte, alcancé los «Mu-ros del Príncipe», que habían sidoconstruidos para repeler a los Setyu ypara aplastar a los Corredores de Are-nas. Permanecí agachado en un ma-torral, temiendo que los centinelas deguardia ese día sobre la muralla pu-dieran verme. Me pusé de nuevo enmarcha por la noche»

La historia de Sinuhé.

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Los hiksos en Egipto

«Desde Oriente, un pueblo de raza desconocida tuvo la audacia de invadirnuestro país y, sin dificultades ni combates, se apoderó de él a la fuerza.Se apoderaron de los jefes, incendiaron salvajemente las ciudades, arra-saron los templos de los dioses y trataron a los indígenas con la mayorcrueldad, degollando a unos, llevándose como esclavos a los niños y alas mujeres de los demás. Al final, llegaron a hacer rey a uno de los suyosllamado Salitis. Este príncipe se estableció en Menfis, imponiendo tribu-tos al país y dejando una guarnición en las plazas más convenientes.Sobre todo fortificó las regiones del este, ya que preveía que los asirios,más poderosos algún día, atacarían el reino por allí. Como hubiera en-contrado en el nomo Setroítes una ciudad de una posición muy favorablesituada en el brazo Bubástico y llamada Avaris según una antigua tradi-ción teológica, la reconstruyó y la fortificó con murallas sólidas... Al conjun-to de esta nación lo llamaban hiksos, es decir reyes pastores».

Manetón de Sebennitos, Historia de Egipto.

Sello de Apofis, rey hikso de Avaris (1581–1541 aEC).

cuerdos para la historia de Egipto. Manetón de Sebennitos, autor delsiglo III aEC, se habría referido a ellos cuando dio globalmente el nombre dehiksos a los grupos invasores que sometieron el país a partir del siglo XVIII.La dominación de estos pastores del este se prolongó desde 1730 aEC,fecha que los situaría en la época de las migraciones que afectaron a todo elOriente Medio.

¿Cuál era el lugar de procedencia de estos invasores orientales? Untexto encontrado en 1935 por H. Chevrier en el templo de Karnak, narra elpropósito de reconquista por parte del faraón Kamosis, replegado en el surdel país. Para hablar de los ocupantes extranjeros utiliza el mismo vocabu-lario mediante el cual Sinhué designaba a loshabitantes del país adonde había huído: Aamusedentarios y Setyu seminómadas. Se trata, en-tonces, de la tierra de Canaán.

La historia bíblica de José, que narra su en-cumbramiento como visir del Faraón (Gn41,40ss), encajaría bien en este contexto de domi-nio extranjero, en el que no resulta extraño queun semita alcance un alto puesto en el gobiernode Egipto.

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Propósito de reconquista egipcia

«Su Majestad habló en el palacio al Consejo de los Grandes que están ensu séquito: «Yo estoy informado de lo que es mi poder. Un príncipe está enAvaris, otro en Kush y yo me siento en asociación con un Aamu y un Nubio.Cada uno de ellos posee su parte de este Egipto, repartiendo el paísconmigo. Yo no puedo llegar hasta Menfis, las aguas de Egipto. Mira, él (eljefe hikso) tiene Shemun y nadie puede establecerse, al ser despojadopor los impuestos de los Setyu. Yo combatiré con él de manera que puedaabrirle el vientre. Mi deseo es salvar a Egipto y derrotar a los asiáticos»

Estela de Kamosis.

Hacha del faraón Ahmosis, que mues-tra al rey abatiendo a un invasor hikso.

Pero a pesar de sus deseos, Kamosisno consiguió echar a los hiksos de Egip-to. Fue el Faraón Ahmosis quien se apo-deró de Avaris, persiguió a los invasoreshasta Asia y dio comienzo al ImperioNuevo. Con la toma de Sharuen (hacia1550 aEC) el dominio hikso en Egipto lle-gó a su fin.

La reconquista derivó naturalmenteen un brote de patriotismo, pero tambiénde xenofobia, que desató la sed de ven-ganza de los egipcios contra los invaso-res. Quedaría probablemente entre la po-blación de Canaán el recuerdo perpetuode aquella expulsión de sus ancestros dela tierra de Egipto. Allí puede estar unode los nucleos de la tradición del Éxodo(Ex 12,33).

A las expediciones punitivas en suelo asiático siguió, bajo Tutmosis III,la conquista sistemática de las plazas fuertes desde donde habían partidolos hiksos. Desde el año 1470 Tutmosis realizó una serie de diecisiete expe-diciones, que inmortalizó en las estelas del templo de Karnak. Una de esasinscripciones cuenta la batalla de Meguido, en la que el faraón tuvo queenfrentarse con una coalición de 300 príncipes. La estela menciona losnombres de 119 ciudades cananeas conquistadas, empezando por Kadesh,que capitaneaba la coalición. En Meguido, el botín fue inmenso, ya que laciudad era muy rica.

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Tutmosis III vence a la coalición de ciudades asiáticas

«El ala sur del ejército de su Majestad estaba sobre una colina al sur del ríoQuina y el ala norte estaba al norte de Meguido. Su Majestad se encontrabaen el centro, mientras que Amón era la protección de su cuerpo en lareyerta y la fuerza de Set estaba en sus miembros.Entonces su Majestad les venció. El miserable enemigo de Kadesh y lospríncipes de todos los países extranjeros hasta Naharina reunidos a sualdedor, a saber... los de Huru, los de Kode, sus caballos, sus ejércitos ysus gentes. Ellos huyeron precipitadamente hacia Meguido con los rostrosasustados, después de haber abandonado sus caballos, sus carros deoro y plata, para que se les pudiera subir a esta ciudad izándolos por susvestidos. En efecto, si el ejército de su Majestad no hubiera decidido apo-derarse de los bienes del enemigo, el ejército habría tomado Meguido enese momento».

Tutmosis abatiendo a sus enemigos.Debajo se enumera la lista de lasciudades conquistadas,representadas por el nombre escritoen jeroglífico en el cuerpo de loscautivos atados. Relieve del templode Karnak.

De este modo no sólo se concretó la formación de un imperio extendidoen suelo asiático, sino también se abandonó el aislamiento que había carac-terizado al estado faraónico desde su creación 1500 años atrás.

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Durante casi tres siglos(de 1460 a 1170 aproxima-damente), las tierras bíbli-cas estuvieron sometidas ala dominación directa delos egipcios. Esa larga do-minación tuvo repercusio-nes decisivas sobre variosaspectos de la vida políti-ca de la región. El controlegipcio era ejercido sobrelos reyezuelos locales, queconservaban su autono-mía como «siervos» o tri-butarios del faraón. Sólotres centros de la regióneran sede de gobernadoresegipcios: Gaza, Kumidi, ySumura. Había guarnicio-nes egipcias también enalgunas otras localidades:en Jope y en Bet-Shean.

A lo largo del siglo XIII,se produjo una renovada presencia. Se conocen diversas «residencias» egip-cias del período comprendido entre el reinado de Seti I y el de Rameses III.

La «ruta de Horus» en las representaciones egipcias de Seti I en Karnak. La ruta llega aSile (1) en el brazo oriental del Delta, a Rafia (2) a la entrada de Canaán, a través de una

1

A

B C

H I

Presencia egipcia en Canaán

Gaza

JopeBet-Shean

Rafia

Silé

Kumidi

Sumura

EGIPTO

CANAAN

Mar Mediterráneo

Ruta de Horus

ALASHIYA(Chipre)

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serie de fortalezas (A, B, C, D, E, F, G) y de pozos/estanques (H, I, J, K, L, M). El faraónregresa de su campaña en Canaán trayendo prisioneros (izquierda).

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D

E

G

F

J K L M

Estas fortalezas se hallan concentradas para vigilar las rutas comercia-les: la llamada «ruta de Horus», entre el Delta y Gaza, fortificada por Seti I,y luego las rutas caravaneras transversales que conducían al golfo de Aqa-ba y a las minas de cobre de Timna, explotadas directamente por Egiptodurante todo este período.

Conocemos las relaciones mantenidas entre los príncipes cananeos yla corte egipcia a través de la correspondencia que dirigían los vasallos alfaraón Amenofis IV (1379-1362). Unas 350 de estas cartas fueron descu-biertas en 1887 en Tell el Amarna, sitio de la antigua capital Akhetaton. Elfaraón les exigía a todos ellos un juramento de sumisión tan breve comoabsoluto: «No nos rebelaremos nunca [o nunca más] contra Su Majestad»,aparte del reconocimiento de su condición inferior, que los predestinaba ala sumisión total.

El juramento se concretaba en el suministro anual del tributo, en la obli-gación de hospedar a los mensajeros y las caravanas egipcias que estuvierande paso, en la obligación, también, de procurar las mercancías exigidas, eincluso de suministrarprincesas para el harénreal, acompañadas deuna rica dote. Y se con-cretaba además en elcompromiso de «prote-ger» la ciudad que leshabía confiado el faraón:protegerla de los enemi-gos externos, pero tam-bién regentarla con efi

Velando por los intereses de Egipto

«He oído las palabras del rey, mi señor y mi Sol,y aquí estoy, protegiendo a Meguido, ciudad delrey, mi señor, día y noche: de día protejo desdelos campos con los carros, por la noche protejolas murallas del rey, mi señor. Pero mira que esfuerte la hostilidad de los habiru en el país».

Carta (88) de Biridiya de Meguido

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cacia y en disposición de responder a las exigencias de los egipcios.A cambio de todo eso, el faraón concedía la «vida», cuyo monopolio

detentaba y de la cual era dispensador benévolo. La «vida» era, en sentidopolítico, el derecho a reinar como vasallo. Pero según la ideología egipciaera algo más preciso y concreto: era un «soplo vital» que salía de la bocadel faraón (con su aliento, con sus palabras) en beneficio de quien eraadmitido a su presencia o era destinatario de sus mensajes. Para los súbdi-tos egipcios, la «vida» era la entrada en un circuito redistributivo, pormedio del cual el faraón concedía el alimento necesario para vivir.

Pero en muchas ocasiones había que rogarle. El faraón era, en efecto,un dios lejano, que los reyes cananeos encontraban silencioso, incompren-sivo y poco fiable. Los reyes estaban entre ellos acostumbrados a un siste-ma de relaciones políticas basado en la reciprocidad, que no tenía corres-pondencia en la ideología egipcia. Estaban habituados a ser fieles a suseñor, pero esperaban recibir a cambio protección . Por consiguiente, pre-tendían tener el trono garantizado contra los ataques externos o contra lasinsurrecciones internas. Estaban acostumbrados a pagar su tributo, perotambién a ser ayudados en caso de necesidad. Estaban acostumbrados aresponder a los mensajes de su señor, pero esperaban que éste respondieraa su vez a los mensajes que ellos le enviaran. Nada de eso tenía lugar:antes bien, el faraón manifestaba disgusto ante sus constantes solicitudes,

Los reyes locales se dirigíanal faraón llamándolo «dios», yse prosternaban ante élrostro en tierra y deespaldas. Se declaraban

El faraón, luz del mundo

«Al rey, mi señor, mi dios, misol: así dice Milkili, tu siervo, elpolvo de tus pies. Me hepostrado siete veces y sieteveces a los pies del rey, miseñor, mi dios, mi sol».

De la carta (251) delrey Milkili de Gézeral faraón Amenofis IV.

a sí mismos «terreno que pisa» y «escabel situado a sus pies».Relieve de la tumba de Horemheb, en Sakara (1345-1318 aEC).

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y habitualmente no respondía. Y sobre todo, mostraba un desinterésabsoluto por la suerte que pudieran correr personalmente. El único interésdel faraón, en cambio, era tener bajo su control el sistema, consciente deque el usurpador del trono de una ciudad le habría sido tan fiel como elreyezuelo derrocado, al que, por consiguiente, no valía la pena defender.Sólo se decidía intervenir en caso de que estuviera realmente en juego lapermanencia de la autoridad egipcia en el país.

Todos los años un pequeño regimiento egipcio hacía la ronda de losreinos cananeos con el fin de recaudar el tributo y otras mercancías espe-cíficamente solicitadas. El regimiento iba precedido de un mensajero queanunciaba su llegada y pedía que se tuviera listo todo lo que debía serentregado. Dichos mensajes desencadenaban respuestas desesperadas,que denunciaban la imposibilidad en que se hallaban de proteger la ciu

Súplicas de unos vasallos despreciados

«Desde hace dos años ando escaso de grano, ya no hay grano que comerpara nosotros. ¿Qué puedo decir a mis campesinos?... Escuche el rey, miseñor, las palabras de su siervo fiel y mande grano en barcos y haga vivir asu siervo y a su ciudad».

Carta (154) de Rib-Addi de Biblos

«¡Mira, Turbasu ha sido muerto en la puerta de Sile, y el rey se ha quedadocallado/inerte! ¡Mira, a Zimrida (rey) de Laquis lo han herido unos siervosque se han hecho habiru! ¡A Yaptikh-Adda lo han matado en la puerta deSile, y el rey se ha quedado callado/inerte!»

Carta (41) de Abdi-Heba de Jerusalén

«Sepa el rey, mi señor, que está sana y salva Biblos, sierva fiel del rey, peromuy fuerte es la hostilidad de los habiru contra mí. ¡No permanezca callado/inerte el rey, mi señor, respecto a Sumura, que no pase todo al bando de loshabiru!»

Carta (132) de Rib-Addi de Biblos

«No es ya como antes, para las tierras del rey: todos los años las tropasegipcias salían a inspeccionar las tierras, mientras que ahora en la tierradel rey e (incluso) en Sumura vuestra guarnición se ha vuelto habiru, y tú, sinembargo, permaneces callado/inerte. Manda tropas egipcias en gran nú-mero, que expulsen al adversario del rey de su tierra, y entonces todas lastierras pasarán al rey. ¡Tú eres un gran rey, no permanezcas callado/inerterespecto a este asunto!»

Carta (151) de Rib-Addi de Biblos

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dad y solicitaban laprotección de su señor.Para eso pedían que lastropas cumplieran su co-metido asustando a losenemigos del reyezuelo,presentados como ene-migos del faraón.

Pero todo se revelabainútil: las súplicas dirigi-das al «dios lejano» que-daban sin respuesta. Yeso suscitaba dudas an-gustiosas respecto a si elcomportamiento con el fa-raón había sido el correc-to o si calumniadores ma-lévolos lo habían critica-do ante su señor.

Una delegación de las ciudades cananeas presenta tri-butos al Faraón. Tumba de Tutmosis IV (1422-1413 aEC).

La capital de las ciudades cananeas, rodeada de murallas, estaba cen-trada en el palacio real, residencia del monarca y de su familia, pero sedetambién de la administración, de los archivos, almacenes y talleres de arte-sanos especializados.

La población estaba dividida en dos grandes categorías. En la capitalestaban los «hombres del rey», que trabajaban para el monarca y recibíande él como recompensa los medios necesarios para su sustento. Por otrolado, en las aldeas, estaba la población «libre» (los «hijos del país»), quecontaba con medios de producción propios y proporcionaba al rey unaparte de la misma en forma de impuestos. Ambas categorías se diferencia-ban por sus características jurídicas, políticas y funcionales.

La población libre se componía mayoritariamente de familias que po-seían la poca tierra y el poco ganado que les permitía vivir y reproducirse.Pero podían caer también (en caso de malas cosechas) en el préstamo ainterés, con la garantía de la propia persona, y en una eventual esclavitudpor deudas.

Entre los hombres del rey existían diferencias socioeconómicas muygrandes, de acuerdo a una escala que iba de la aristocracia militar de loscombatientes en carro (maryannu), el sacerdocio, los escribas y los admi

La organización civil cananea

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nistradores, pasando por los distintos grupos de artesanos, mercade-res y guardias, hasta los siervos encargados del cuidado del palacio o losesclavos agrícolas de las haciendas palatinas. Todos estos eran siervosdel rey, pero los modos y la cantidad de sus retribuciones determinabansituaciones muy diferentes.

Alrededor del palacio real la clase alta tenía en sus manos el podereconómico, estaba emparentada con el rey, dirigía las actividades bélicasy disfrutaba los productos de una artesanía de lujo, ya fueran fabricadosen el país o llegados de lejos a través de intercambios comerciales o deregalos entre una corte y otra. Si se tiene en cuenta esta acumulación debienes, en contraste con la situación más precaria del territorio agrícola, sepuede suponer que la vistosa cultura cananea de los siglos XIV-XIII fuefruto de una presión socioeconómica cada vez mayor de las élites palacie-gas sobre la poblaciónagraria. La falta de unarelación equilibrada entreel palacio y su base terri-torial se haría a la largainsostenible.

La abundante cerámica deproducción chipriota ymicénica era traída a Canaánen parte como objetos de uso(vajillas finas de mesa) y enparte también como envasesde aceites aromatizados yresinas.

Placa de marfil procedente de Meguido (siglo XIII aEC). El príncipe bebe sentado en un trono«sobre querubines» (cf. Sal 99,1), mientras su mujer le ofrece una flor de loto y una toalla.Es asistido por servidores y lo acompaña una tañedora de lira.

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Hacia finales de la Edad delBronce (siglos XV-XIII), la desarro-llada cultura de las ciudades cana-neas sufrió una considerable deca-dencia, que contribuyó a precipitarsu ruina social. En ese clima de ines-tabilidad estallaron frecuentes insu-rrecciones contra la dominaciónegipcia, una de las cuales quedódocumentada en la famosa Estela deMerneptah del año 1219 (imagen).Junto a las ciudades cananeas deAscalón, Guézer y Yanoán, partici-pó también un grupo de gente de-signado como «Israel». El faraónMerneptah logró dominar las insu-rrecciones, de modo que su sucesorRamsés III pudo mantener por al-gún tiempo el control de Canaán.

Pero la situación ya no se pudomantener cuando la invasión de losllamados pueblos del mar arrolló alpoderoso imperio hitita y debilitótambién la soberanía egipcia sobreCanaán. En el curso de ese procesode desestabilización política y eco-nómica, un buen número de ciuda-des fueron sistemáticamente des-truidas alrededor del año 1200 aEC.Hacia el año 1150 la soberanía egip-cia sobre Canaán estaba eclipsadadefinitivamente. En consecuencia,las ciudades cananeas, con toda sufloreciente cultura de otros tiempos,no tuvieron más remedio que tratar

Una experiencia compartida de

liberación

«Los príncipes están postradosdiciendo: ¡Paz!. Entre ellos losNueve Arcos ni uno levanta sucabeza. Tehenu está devastado;Hatti está en paz; Canaán estádespojado de toda su maleficencia;Ascalón está deportado; nosapoderamos de Guézer; Yanoánestá como si no hubiese existidojamás. Israel está aniquilado y susimiente no saldrá jamás; Haruestá viudo ante Egipto».

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de mantener una precaria subsistencia en las llanuras de la costa, bajola influencia de los recientes invasores, los filisteos, que habían arribadocon los pueblos del mar.

Mientras tanto se habían formado en las montañas numerosos asenta-mientos rurales, al margen de los viejos núcleos urbanos. Los colonos defo-restaron las cumbres, abrieron terrazas, cavaron cisternas y, a pesar de susescasos recursos técnicos, hicieron posible una floreciente cultura agrícola.El desarrollo que experimentaron estos primeros asentamientos de la Edaddel Hierro fue, por una parte, una continuación del periodo anterior; pero,por otra parte, dejó la huella de una gran creatividad.

No están muy claras las causas de ese proceso de «desurbanización»,manifestado tan evidentemente por la arqueología. La investigación ha pre-sentado tres tipos de explicación: la invasión, la infiltración y la revolución.

La invasión podría probarse a partir de los vestigios de destrucciónque presentan varias ciudades excavadas. Corresponde, asimismo, a lapresentación que hace el libro de Josué (1-12) de la sistemática campañamilitar de conquista de la tierra. Pero esta teoría no explica por qué lasnuevas colonias surgen principalmente en lugares alejados de las ciuda-des destruidas, que no son ocupadas, sino que permanecen bastante des-habitadas.

A favor de la hipótesis de una progresiva infiltración pacífica de gru-pos nómadas, procedentes del desierto en busca de pastos para sus gana-dos, está el hecho de que la mayor parte de las nuevas aldeas se encuentranen zonas donde no había llegado la influencia política de los centros urba-nos y, en consecuencia, de la dominación egipcia. Sin embargo la teoría nologra explicar dos cuestiones importantes. Primero, ¿por qué los nómadashabrían buscado de repente una vida sedentaria, siendo que ya estaban

En el templo de Medinet-Abú inscripcio-nes de Ramsés III mencionan la confe-deración de los «pueblos del Mar», for-mada por los filisteos, los shekelesh,los denyen y los ueshesh. El mismo tex-to describe un recorrido de la invasiónque incluye amplias zonas de Asia Me-nor: Cilicia (Qode), Anatolia (Arzaua),Chipre (Alashiya) y el Líbano (la tierrade Amurru). Según la crónica, los egip-cios les opusieron resistencia por mary tierra, de modo que chocaron con «unfuego ardiente en las bocas del río, mien-tras que una empalizada de lanzas lesrodeaba en la playa». Imagen: Los in-vasores arrollan a los libios.

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integrados en la sociedad civil a través del comercio de su ganado? Lasegunda cuestión es la plena continuidad —probada por la arqueología—entre la cultura material de las colonias respecto a la tradición anterior.Esto hace suponer que estos primeros colonos no constituían una nuevainmigración, sino que formaban parte desde hacía muchísimo tiempo de lapoblación campesina de Canaán.

Por este motivo despertó interés la teoría de la «revolución», que seinclina a explicar el origen de esa nueva sociedad, no a partir de gruposvenidos del exterior, sino como un conflicto que estalló en el propio seno dela sociedad cananea. Según ese modelo, ciertos grupos de marginados so-ciales (los llamados habiru en las cartas de el-Amarna), en unión con loscampesinos y los pastores asalariados, se levantaron contra la aristocraciadominante de las ciudades y crearon por su cuenta una sociedad tribaligualitaria, al margen de la estructura feudal. Pero también este modeloencuentra algunas dificultades. Ante todo, la convicción con que las poste-riores generaciones israelitas afirman que son, como otros pueblos de laregión, hijos de inmigrantes: «¿No hice yo subir a Israel del país de Egipto,como a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir?» (Am 9,7; cf. Gn12,lss.; Jos 24). Por otro lado, la excavación de los nuevos asentamientosmuestra que éstos no estaban fortificados, lo que resulta extraño en uncontexto de luchas violentas.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, se podría suponer que, al clima deinseguridad política, se sumó principalmente la quiebra económica de lasciudades de finales de la Edad del Bronce. Eso fue lo que impulsó a la masade asalariados -campesinos, pastores y marginales (habiru)- a buscar unaalternativa a la situación que había desembocado prácticamente en la mi-seria. Así, habrían tratado de liberarse del cerco de influencia de la ciudad,

Los primeros asentamientos de la Edadde Hierro se construyeron con formaoval, con una hilera de habitaciones entorno a un amplio patio abierto, armandouna especie de cinturón continuo queprotegía el patio interior. El descubrimien-to de algunos silos, hojas de hoz y pie-dras de moler es señal de que sus habi-tantes se dedicaban en parte al cultivo decereales. En general, este tipo de cerca-do es similar a los campamentos de be-duinos, en los que una hilera de tiendascircundaba un aprisco abierto donde se guardaban de noche los rebaños. Las paredes depiedra fueron sustituyendo a las tiendas portátiles a medida que el trabajo agrícola trans-formó a los campamentos de pastores en poblados permanentes.

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creando una nueva base económica de vida, mediante una explotaciónagrícola de las regiones montañosas.

En este contexto algunos nómadas habrían participado también en esecambio social. La fuerte recesión del comercio que se produjo por entoncesprivó a los caravaneros de su principal fuente de ingreso, de modo quesehabrían visto en la necesidad de dedicarse plenamente a las tareas agrí-colas. Así se explica también por qué muchos de los nuevos asentamientosse remontan a una cultura nómada, mientras que otros son claramente decarácter agrícola.

Esa población de campesinos y pastores habría sido la que constituyóel núcleo del sistema de las doce tribus de «Israel». Precisamente en eseproceso social de superación irrumpiría con toda fuerza un grupo emigra-do desde Egipto. Con unas tradiciones religiosas de liberación, colaborósustancialmente en estimular ese proceso y a instaurar un nuevo ordensocial, que aseguró a los pobladores de la montaña una vida plenamentelibre durante más de un siglo.

La residencia típica de la fase madura delos nuevos asentamientos es la casa depilares con cuatro aposentos: uno a loancho, dispuesto al fondo, probablemen-te provisto de un segundo piso para dor-mir, y tres aposentos paralelos a lo largo(de los cuales el del medio se halla aldescubierto), separados por dos seriesde pilares y dedicados a zona de trabajo.La casa tiene entre unos cuarenta yochenta metros cuadrados, suficientepara albergar a unas cinco o siete perso-nas, que es la típica familia nuclear (pa-dre, madre, dos o tres hijos solteros, unoo dos siervos).

Sobre la composición y condiciones vida de ese grupo emigrado desdeEgipto, la tradición israelita conservó una serie de indicios muy significati-vos. Por ejemplo su falta de homogeneidad étnica. Los relatos del Éxodomencionan a «una muchedumbre abigarrada» (Ex 12,38) y a «la chusmaque se había mezclado con el pueblo» (Num 11,4).

También se relata que los egipcios explotaron al grupo como mano deobra en la construcción de las «ciudades granero Pitón y Ramsés» (Ex1,11), probablemente parte de la residencia que los faraones de la XIX Di-nastía construyeron en el delta del Nilo a mediados del siglo XIII.

Los esclavos hebreos

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La fe israelita recuerda que el antepasado común de la nación fue «unarameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante» (Dt 2,5), loque suele relacionarse con los nómadas que, empujados por la carestía,buscaban refugio en el delta del Nilo, como atestigua una conocida carta deun oficial de fronteras hacia el 1200 aEC (Papiro Anastasi VI). Allí se men-ciona a los shosu (beduinos), que buscaban agua y pastos para su ganado.Sin embargo la tradición bíblica no menciona costumbres nomádicas en elgrupo del éxodo. Al contrario, lo muestran perfectamente asentado, habi-tando en casas y no en tiendas (Ex 12,13). Aún más, al dejar el país, sufre lascondiciones de vida del desierto, extraña las comodidades de la ciudad(Num 11,5) y necesita la ayuda de un verdadero nómada madianita: «Porfavor, no nos dejes; tú conoces los sitios donde acampar en el desierto; túserás nuestros ojos» (Num 10,31).

Por otro lado Moisés lleva un nombre egipcio (con la misma raíz queTut-Mosis o Ra-Msés) y es considerado por los nómadas madianitas como«un egipcio» (Ex 2,19). Este hecho indicaría que el grupo se hallaba total-mente adaptado al sistema de vida de Egipto.

Nómadas refugiados en Egipto

«Otra satisfacción para mi señor: nosotros hemos terminado de hacerpasar a las tribus de los Shosu de Edom por la fortaleza de Merenptah-hotep-her-Maat, Vida, Salud, Fuerza, que está en Cheku, hasta los estan-ques de Pitom de Merenptah-hotep-her-Maat, que están en Cheku, con elfin de mantenerlos con vida y mantener vivos sus rebaños, según el placerdel Faraón, Vida, Salud, Fuerza, el sol perfecto de todo el país, en el año 8».

Papiro Anastasi VI.

«Distribuye raciones a loshombres de la cuadrilla y alos habiru que transportan lapiedra para el gran pilono deRamsés Meri-Amón»

Papiro Leyde 348

ESCLAVOS fabricando ladrillos.Tumba de Rekhmire.

Mano de obra habiru

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El grupo pudo estar constituido por prisioneros de guerra de diferenteorigen étnico. Los relieves de Karnak muestran al faraón regresando de suscampañas en Canaán trayendo prisioneros. En ese contexto, se podría consi-derar si el grupo del éxodo pertenecería al estrato de los marginados sociales,que en las cartas de el-Amarna son mencionados repetidamente como habiru,y que merodeaban en bandas, sembrando inseguridad por los caminos delMedio Oriente. La presencia de estas gentes en los campos de trabajo forzadose menciona en algunas fuentes egipcias de la época de Ramsés II (PapiroLeyde 348). Por eso cuando YHWH es presentado a los egipcios como «diosde los hebreos» (Ex 3,18; 5,3; 7,16), es probable que se esté recordando laoriginaria pertenencia del grupo del éxodo a la clase de los habiru.

Liberación como vivencia clave de orden religioso

El libro del Éxodo cuenta de diversas maneras cómo ese grupo de trabaja-dores extranjeros, sumido en una denigrante opresión servil, pudo llegar atener su propio caudillo y emprender una acción común de liberación.Obligado a huir al desierto, fuera del alcance del poder egipcio, Moisés esacogido por un sacerdote madianita (Éx 2,15-22) y entra en conocimientodel dios YHWH. En virtud de un oráculo del dios, vuelve a su gente en elmomento oportuno (Éx 4,19) y logra movilizar a los trabajadores para unaacción común de huida (Éx 14,5). Un destacamento de carros de guerraegipcios, que sale en persecución de los fugitivos, se atasca en las ciénagasdel «mar de los juncos». Finalmente, el acontecimiento es celebrado por elgrupo como un triunfo de su dios sobre los egipcios: «Cantad a YHWHpues se cubrió de gloria, arrojando en el mar caballo y carro» (Ex 15,21).

La narración —probablemente de la época exílica [s. VI aEC]— subraya

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el maravilloso poder divino sobre la potencia bélica enemiga. YHWHno sólo «sepulta a los egipcios en medio del mar» (Ex 14,27), sino que esaclamado como «guerrero» (Ex 15,3). De este modo, los transmisores de latradición proyectaron a esta vivencia inicial de liberación sus posterioresexperiencias de protección de YHWH contra los enemigos que fue encon-trando en la tierra de Canaán.

Cabe destacar que el grupo del éxodo adquiere el conocimiento de sudios YHWH en el contexto de su experiencia de liberación por medio deMoisés (Ex 3,l5; 6,2). Se puede suponer que anteriormente ellos poseían suspropios dioses familiares, porque YHWH se presenta a Moisés como «elDios de tu padre» (Ex 3,6). Pero con la liberación de Egipto surge la vincu-lación particular con el dios YHWH. Así lo recordaba el profeta Oseascinco siglos más tarde: «Yo soy YHWH, tu Dios, desde el país de Egipto. Noconoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo» (Os 13,4).

Pues bien, ¿quién era YHWH?, ¿cuál era su origen? Según la tradiciónbíblica, Moisés vivió su encuentro decisivo con ese dios en las montañasdesérticas al sur de Canaán, es decir, lejos del país de Egipto y de lo queposteriormente habría de ser la tierra de Israel (Ex 3,1-6). A eso hay queañadir otra tradición, según la cual Elías habría emprendido un viaje paraencontrarse con YHWH en el monte Horeb (1 Re 19), que estaría a cuarentadías de camino al sur de Beersheba. Incluso se designa a YHWH como «elque viene del Sinaí» (Jue 5,5; Sal 68,18). Todo parece indicar que la localiza-ción y el culto a YHWH ya estaban afincados en una lejana región monta-ñosa antes de que la divinidad se convirtiera en Dios de Israel.

EGIPTO

CA

NA

AN

MA

DIA

N

SINAÍHoreb

Parán

Temán

EDOM - Seír

«Cuando saliste de Seír, YHWH,cuando avanzaste por loscampos de Edom, tembló latierra, gotearon los cielos, lasnubes en agua se fundieron. Losmontes se licuaron delante deYHWH, el del Sinaí» (Jue 5,4-5)

«el Señor ha venido del Sinaí alsantuario» (Sal 68,18).

«Ha venido YHWH del Sinaí.Para ellos desde Seír se halevantado, ha iluminado desde elmonte Parán» (Dt 33,2).

«Viene Dios de Temán, el Santo,del monte Parán» (Hab 3,3).

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En ese mismo sentido van también las indicaciones sobre la estrechavinculación de Moisés con los madianitas, cuyo territorio estaba situado aleste del golfo de Áqaba, cerca de la mencionada región. A raíz de su huidade Egipto, Moisés se habría casado con una mujer madianita, cuyo padreera un sacerdote local (Ex 2,16; 3,1; 18,1). Aunque no se dice expresamenteque Jetró fuera sacerdote de YHWH, el hecho de que él invite a los israelitasa ofrecer un sacrificio a YHWH en la montaña sagrada (Ex 18,12) permitesuponer que los madianitas ya adoraban a YHWH, antes de que el grupodel éxodo se encontrara con ellos. Es probable que Moisés entrara en cono-cimiento de ese dios por mediación de su suegro, antes de recibir el oráculoque le enviaba a Egipto como liberador.

Lo importante es que YHWH era un dios extranjero, procedente de unaregión desértica que carecía de estructura política, un dios venerado sólopor tribus nómadas que se movían en plena libertad. Así, YHWH era lomás opuesto a un símbolo del poder organizado y, en cuanto tal, era capazde convertirse fácilmente para Moisés y su grupo en símbolo de liberación.

La vinculación incondicional con YHWH

En su liberación de la esclavitud, el grupo de Moisés había experimentadoel poder de YHWH en una circunstancia histórica concreta. Pero al llegar ala montaña de Dios se va a ver confrontado con la potencia divina en surealidad permanente. En ese monte, cuya gigantesca mole transmite por sísola una sensación de majestad, YHWH sale al encuentro de ese grupo defugitivos impresionado por la experiencia de su liberación y se le manifies-ta personalmente. A la experiencia histórica de Dios se añade la vivenciade su cercanía en el culto. Sólo en esa cercanía la relación con Dios, funda-da en una acción salvadora, se puede transformar en una unión definitiva.

Según una rama de la tradición, la manifestación de YHWH funda-menta el culto que la comunidad mantendrá más tarde en su templo nacio-nal. En el monte santo Moisés y los setenta ancianos celebran un banquetesacrificial en la inmediata presencia de Dios (Ex 24,1.9-11).

Según otra rama de la tradición, la teofanía tiene como fin transmitir losmandamientos y las leyes. Eso explica que en la narración del Sinaí sehayan introducido infinidad de mandatos y códigos legales de las másdiversas épocas: el Decálogo (Ex 20,1-17), el «Código de la alianza» (Ex20,22 - 23,19), el llamado «Decálogo cúltico» (Ex 34,11-26), el «Código desantidad» (Lv 17-26), y diferentes tipos de leyes sacerdotales.

Finalmente, la tradición posterior sobre los sucesos del Sinaí queríaservir de fundamento a la Alianza entre YHWH e Israel. Probablemente enaquella época primitiva la «alianza» aún no consistía en una institución

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YHWH, el Dios de Israel

La integración del grupo de recién llegados de Egipto con los campesinosde los nuevos asentamientos en Canaán pudo haber acontecido sin mayo-res dificultades. Una coincidencia de intereses unía a los que habían sufri-do la esclavitud de Egipto con los que habían vivido marginados en lasociedad cananea. Ambos se habían liberado de la sujeción, y ambos bus-caban una forma de sociedad que les permitiera vivir libres y sin cargas.Que la Estela de Merneptah diga: «Israel está baldío, y no tiene descenden-cia», puede suponer que el intento de procurarse una existencia nuevamediante la colonización de las tierras altas de Canaán parecía fracasar ydependía de nuevas oleadas de población. En esa situación, la llegada deun nuevo grupo, como el del éxodo, habría sido acogido con el mayor entu-siasmo ya que auguraba un futuro prometedor.

Lo mismo cabría decir del aspecto religioso. El dios «El», que hastaentonces había servido a los campesinos y pastores cananeos como símbo-lo de su liberación, estaba indisolublemente vinculado al ámbito de losdioses de las ciudades. Por eso no parecía el más adecuado para ser unsímbolo de una sociedad igualitaria, tan diferente del sistema sostenidopor esas ciudades. En cambio «YHWH», el dios procedente de los desiertosdel sur, que había dado muestras de su divinidad liberando de la esclavi-tud de un imperio a un grupo de oprimidos, que se había vinculado exclu-sivamente a los más marginados de la sociedad, ése sí que era capaz degarantizar la libertad recién conquistada.

Por consiguiente, se puede pensar que YHWH fue inmediatamente acep-tado por las tribus ya residentes en Canaán como la fuerza que daba soli-dez a sus aspiraciones sociales y religiosas. Así «YHWH» se fusionó con«El» y se convirtió en el Dios de Israel, como se dice ya en el libro de los Jueces(Jue 5,3.5). En torno a «YHWH», un Dios ajeno al panteón siro-cananeo, yque las tribus podían reclamar como en exclusiva, se consumó la indepen-dencia del grupo frente al exterior y se consolidó su unidad interna.

teológica y jurídicamente estructurada, sino sólo en esa peculiar rela-ción personal entre YHWH y la comunidad, nacida de la experiencia deliberación y ratificada por la teofanía en contexto litúrgico. Pero ya enton-ces el compromiso con Dios estimulaba la integración del grupo; aún sin laproclamación explícita de los mandatos, comprendía ya las normas funda-mentales de comportamiento en el interior del grupo; y sobre todo impulsa-ba a no desfallecer, a pesar de todas las dificultades que sembraban elcamino hacia la libertad completa. Había que mantener a toda costa unafidelidad inquebrantable a YHWH, el Dios de la liberación.