historia del mundo actual

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TEMA 4 EL STALINISMO Y LAS DEMOCRACIAS POPULARES EN EUROPA, 1945-1975. CRISIS Y DISIDENCIAS EN EL BLOQUE COMUNISTA, 1961/1968-1980. Las Democracias Populares Al finalizar la contienda, toda la Europa Central y Oriental, con excepción de Grecia, Yugoslavia y Albania, estaba sometida a la ocupación soviética. Todos ellos, salvo Grecia, entraron en un proceso de uniformización político-ideológica, en el que no faltaron propuestas heterodoxas como la opción yugoslava. El proceso de sovietización fue eficazmente impulsado por la presencia del Ejército Rojo, que sirvió de respaldo para la conquista y consolidación en el poder de los respectivos partidos comunistas. La alternativa política que se iba a establecer en este conjunto de Estados iba a recibir un nombre concreto: Democracia Popular. La Expansión del comunismo en Europa del Este (o la conquista del poder por los comunistas a partir de 1945) La Europa central y la Europa del Este fueron para Stalin preocupaciones esenciales a lo largo de toda de la guerra. A partir de su final, quiso definir un espacio de seguridad propio. Lo que se produjo en Europa del Este, más que una exportación de la revolución, fue una extensión geográfica de la misma por procedimientos militares, llevándola a cabo desde arriba y por presión exterior. De esta manera se constituyó, desde el momento de la victoria sobre Alemania y hasta mediados de 1948, un círculo o glacis de protección de la URSS dirigido por 1

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El Stalinismo y Las Democracias Populares en Europa 1945-1975. Crisis y Disidencias 1968-1990

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Page 1: Historia del mundo actual

TEMA 4

EL STALINISMO Y LAS DEMOCRACIAS POPULARES EN EUROPA, 1945-1975. CRISIS Y DISIDENCIAS EN EL

BLOQUE COMUNISTA, 1961/1968-1980.

Las Democracias Populares

Al finalizar la contienda, toda la Europa Central y Oriental, con excepción de Grecia, Yugoslavia y Albania, estaba sometida a la ocupación soviética. Todos ellos, salvo Grecia, entraron en un proceso de uniformización político-ideológica, en el que no faltaron propuestas heterodoxas como la opción yugoslava.

El proceso de sovietización fue eficazmente impulsado por la presencia del Ejército Rojo, que sirvió de respaldo para la conquista y consolidación en el poder de los respectivos partidos comunistas.

La alternativa política que se iba a establecer en este conjunto de Estados iba a recibir un nombre concreto: Democracia Popular.

La Expansión del comunismo en Europa del Este (o la conquista del poder por los comunistas a partir de 1945)

La Europa central y la Europa del Este fueron para Stalin preocupaciones esenciales a lo largo de toda de la guerra. A partir de su final, quiso definir un espacio de seguridad propio.

Lo que se produjo en Europa del Este, más que una exportación de la revolución, fue una extensión geográfica de la misma por procedimientos militares, llevándola a cabo desde arriba y por presión exterior.

De esta manera se constituyó, desde el momento de la victoria sobre Alemania y hasta mediados de 1948, un círculo o glacis de protección de la URSS dirigido por políticos de su confianza, estrechamente vinculados a la URSS.

La política exterior de estos países siguió los dictados de la soviética, y en la interior se reprodujo la fórmula que había aplicado Stalin desde el poder en la URSS.

Se discute acerca de si se produjo la guerra fría por la toma del poder por los comunistas en esta región del mundo o si, por el contrario, hubo toma del poder porque había guerra fría; de lo que no cabe la menor duda es de que las dos realidades estuvieron estrechamente relacionadas.

En lo que, en cambio, existe una coincidencia completa es en considerar que en la mayoría de estos países nunca se hubiera llegado de forma espontánea a una revolución.

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En ningún momento los comunistas alcanzaron victorias electorales que les permitieran ejercer el poder de forma abrumadora, de modo que fueron los procedimientos que emplearon los que les permitieron llegar a conseguirlo:

Principalmente utilizaron la táctica del “caballo de Troya” -introducción de infiltrados en los partidos socialistas- y la "del salami", es decir, ir fraccionando al adversario de forma sucesiva hasta reducirlo a la impotencia.

Pero todavía más importante fue el puro y simple uso de la fuerza, a partir del control de las fuerzas de seguridad y del Ejército.

La estrategia de los comunistas

La estrategia de los partidos comunistas para conquistar el poder, aun con variaciones nacionales, siguió un modelo similar. En una primera fase, alentaron una breve experiencia de pluralismo político. Moscú, que no pretendía una bolchevización inmediata, insistía en formalizar con otros partidos amplias coaliciones gubernamentales (Frente Patriótico, Bloque Nacional, Frente Popular...), respetando las formas democráticas pero donde los militantes comunistas ocupasen puestos claves (Interior, Defensa, Información...). Paralelamente se aplicaba un programa económico socialista radical. En una segunda fase a partir de 1947, los aliados gubernamentales fueron eliminados y se estableció el completo dominio comunista. El Ejército Rojo garantizaba un apoyo que, aunque no se traducía en intervenciones directas, tenía un gran valor político y psicológico. La ruptura aliada y el comienzo de la Guerra Fría fue lo que empujo a la absoluta de comunistización.

Rumanía

En Rumania, el partido comunista tenía escasos seguidores y la población mostraba un amplio sentimiento nacionalista y antisoviético. La alianza con el III Reich hacía necesario, según la Unión Soviética, reemplazar a la vieja clase política. En agosto de 1944, el rey Miguel, con la ayuda de comunistas y antiguos líderes democráticos (Iuliu Maniu, del Partido Nacional Agrario, y Constantin Bratianu, del Partido Liberal), terminaba, mediante un golpe de Estado, con los dirigentes colaboracionistas. Fruto de la nueva situación se formaba en diciembre, un gobierno de coalición -Frente Democrático Nacional-, presidido por el general Radescu. La solución no satisfizo a la URSS por las discrepancias de Radescu con sus ministros comunistas. En febrero de 1945, sólo días después de Yalta, Moscú intervino directamente sobre Bucarest: el subcomisario de Asuntos Exteriores, Vishinski, exigió al rey Miguel la formación de un nuevo gabinete encabezado por Petru Groza, líder del Frente de los Labradores, y ampliar el poder de los comunistas, amenazando, en caso contrario, con no garantizar la continuidad de Rumania como Estado independiente. Miguel cedió. Las elecciones celebradas el 19 de noviembre de 1946 dieron el triunfo al Frente Nacional (comunistas, socialistas y campesinos) con un 89% de los votos y marcaron el proceso de liquidación de la oposición democrática y de la propia monarquía. En 1947, el control comunista sobre Rumania era completo.

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Bulgaria

Bulgaria, al contrario que Rumania, era un país de tradición filorrusa, con una importante implantación del partido comunista; era quizá el único lugar de Europa Oriental donde los comunistas habrían alcanzado el poder a través de unas elecciones libres. La Resistencia, dirigida por el Frente Patriótico, contó con el apoyo del Ejército Rojo para la realización de un golpe de Estado y la formación de un gobierno de Unidad Nacional, presidido por el coronel Kimon Georgiev, iniciándose así el control comunista en Bulgaria. A pesar de la escasa colaboración con los alemanes, la antigua clase dirigente, conservadora y monárquica, fue durísimamente perseguida. La transformación política fue rápida. En las elecciones de octubre de 1946, los comunistas -y grupos vinculados a ellos- obtuvieron el 78% de los votos: su líder Georgi Dimitrov, ex secretario general del Komintern, fue nombrado primer ministro. Un mes antes, a través de un referéndum, se había declarado la caída de la monarquía y la proclamación de la República Popular. En septiembre de 1947, el dirigente opositor Nikola Petkov fue ahorcado tras ser acusado de conspiración contra el Estado.

Hungría

El control comunista en Hungría resultó más lento y gradual, y sin la represión de Bulgaria y Rumania. Social y culturalmente, existía una tradicional desconfianza hacia Rusia, sobre todo entre una consistente clase media, mayoritariamente católica. Desde una perspectiva política, el partido comunista no había logrado una sólida implantación durante la etapa de entreguerras. Tras la ocupación soviética y la formación de varios gobiernos, en noviembre de 1945 se celebraron las primeras elecciones relativamente libres, correspondiendo el triunfo al Partido de los Pequeños Propietarios -un 57% los votos-, en una de las victorias más notables conseguidas por un partido anti-izquierdas en Europa. El 1 de febrero de 1946 quedaba aprobada la nueva Constitución que establecía un sistema parlamentario, según un modelo occidental. Zoltán Tildy y Ferenc Nagy, ambos del partido agrario de los pequeños campesinos, se convertían, respectivamente, en jefe del Estado y primer ministro. Nagy confeccionó un gabinete con mayoría de representantes del partido agrario que incluía cuatro comunistas y cuatro socialdemócratas. Estados Unidos y Gran Bretaña reconocieron de inmediato el nuevo Gobierno. Hungría parecía encaminarse a un modelo en el cual la importante presencia soviética podía compaginarse con prácticas políticas pluralistas, en medio de un clima de colaboración internacional.

Sin embargo, la política de compromiso de Nagy desapareció cuando los comunistas cambiaron de actitud. Comenzaron a actuar autónomamente dentro del Gobierno, alentaron la división de los partidos gobernantes y controlando los ministerios de Interior y Defensa desencadenaron, en diciembre de 1946, una ola de detenciones contra los militantes del Partido de los Pequeños Propietarios (entre ellos, Kovacs, otro de sus dirigentes). Aprovechando un viaje de Nagy al extranjero, los comunistas obligaron a dimitir al ejecutivo y tras convocar nuevas elecciones en agosto de 1947 a las que se presentaron en un bloque de partidos populares, obtuvieron una amplia mayoría. En julio de 1948 el presidente Tildy, último representante del régimen pluralista, fue obligado a abandonar el cargo y el partido comunista pasó a dominar la vida política.

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Polonia

En Polonia, siguiendo el marco fijado en Yalta, el 28 de junio de 1945 tras largas discusiones, se logró la formación del gobierno provisional de unidad nacional integrado por 21 ministros (16 pertenecientes al comité de Lublin y el resto miembros de la emigración o de otros partidos burgueses) presidido por el socialista Edward Osobka-Morawski y con dos vicepresidentes, Gomulka, comunista, y Stanislaw Mikolajczyk, líder del Partido de los Agricultores Polacos.

El gabinete actuó en dos direcciones. Por una parte, prosiguió la reforma agraria y distribución de tierras del año anterior y emprendió una operación cauta de nacionalizaciones y de reconstrucción e industrialización, con la ayuda de la URSS. Por otra, debían celebrarséjas elecciones, tal y como se aprobó en la reunión de Crimea y en torno a las cuales presionaban británicos y norteamericanos. Los comunistas -y su partido el Poup- intentaron elaborar una lista única del bloque gubernamental, sin éxito dado el rechazo de Mikolajczyk, representante de los ideales de una Polonia democrática, libre e independiente, amiga de la URSS pero no sometida al comunismo. Su partido que había comenzado por ser de izquierdas fue convirtiéndose en un símbolo de resistencia nacionalista.

El dominio comunista se había hecho evidente desde la liberación del territorio, y con él, la influencia de la Unión Soviética. El 19 de septiembre de 1945, el gobierno ratificaba el Tratado de amistad, asistencia mutua y colaboración firmado el 21 de abril con Moscú. Gradualmente, pero de forma inexorable, a través de arrestos y manipulación de las listas electorales, el Poup se convirtió en la fuerza dominante del bloque democrático que preparaba los comicios. En enero de 1947, cuando el gobierno se sintió seguro de la victoria, realizó las elecciones. Su resultado completó la comunistización de Polonia: los partidos coaligados (comunistas, socialistas, partido democrático y partido agrario) obtuvieron el 80% de los votos y 392 escaños mientras el Partido de los Agricultores Polacos, el 10,3% y 27 escaños. Londres y Washington acusaron al gobierno de no haber respetado los compromisos de Yalta y Potsdam y declararon que las elecciones no podían ser consideradas como un exponente de la voluntad popular. Pero no hubo reacción. La derrota en las urnas obligó a Mikolajczyk a huir a Londres, mientras se confirmaba el dominio comunista.

Yugoslavia

Los acuerdos de Yalta preveían asimismo el pluralismo para Yugoslavia. Tampoco aquí se cumplieron sus objetivos. Este país balcánico presentaba una situación de partida especial. A diferencia de otras zonas, Yugoslavia había sido liberada sin intervención de tropas extranjeras, por la acción guerrillera de las fuerzas partisanas -Frente Popular de Liberación- de Josep Broz (Tito), secretario del Partido Comunista desde 1937. Cuando el Ejército Rojo entró en Yugoslavia ya se había expulsado a los alemanes. Este triunfo permitió a Tito gozar de una independencia superior a cualquier otro líder comunista y completa libertad para implantar un poder absoluto desde el cual emprender un proceso de transformación político-social. Pocos dudaban, al final de la guerra, que Yugoslavia tendría un régimen socialista. No obstante, Tito en principio prefirió seguir las formas democráticas para no contrariar a las grandes potencias: el 5

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de marzo de 1945 formaba un gobierno de unidad nacional, fijando las elecciones para el 11 de noviembre. En realidad, de los 28 ministros, 23 pertenecían al partido comunista y fuerzas aliadas, incluidos en un llamado Frente Popular.

El panorama cambió de inmediato. Tito, verdadero libertador de su país y que no se mostraba dispuesto plenamente a seguir los consejos soviéticos, descartó una vía gradual para la afirmación del poder comunista. Durante la campaña electoral los partidos de la oposición -radicales, demócratas servios y Partido Croata de los Campesinos - fueron perseguidos y sus mítines boicoteados. Ante esta situación, optaron por retirar sus listas, presentándose únicamente las candidaturas del Frente Popular. Desde ese instante el proceso de legitimación del régimen de Tito se aceleró. El 1 1 de noviembre de 1945, el Frente Popular triunfó en las elecciones obteniendo el 90% de los votos; el 29, la nueva Asamblea Constituyente proclamó la República Popular Federativa de Yugoslavia y eligió un nuevo gobierno presidido por Tito. El 31 de enero de 1946 se aprobó la nueva Constitución según el modelo de la soviética de 1936. Junto al cargo de primer ministro, Tito asumía la cartera de Defensa, se convertía en comandante en jefe del ejército, líder del Frente Popular y del Partido Comunista. Paralelamente, contenía el problema nacionalista al asegurar a los distintos grupos nacionales yugoslavos una representación específica en la Cámara de las Nacionalidades, uno de los órganos de la Asamblea.

Checoslovaquia

La construcción de un Estado democrático de corte occidental y las buenas relaciones con la Unión Soviética eran las principales características de la Checoslovaquia restaurada. Ambas aspiraciones no resultaban nuevas: en los años previos al conflicto, Checoslovaquia había sido un ejemplo de experiencia democrática -que contrastaba con las fórmulas fascistas del entorno-, esforzándose por establecer vínculos de buena vecindad con Moscú: Eduard Benes, presidente en el exilio firmaba en 1943 un tratado de amistad con la URSS. En la posguerra, Praga veía en la creación de un área de influencia soviética en el Este una garantía de seguridad para el país. Por estas mismas razones -tradiciones democráticas y colaboración con la URSS- los comunistas, a pesar de su fuerte presencia optaron por no obstaculizar el proceso político.

Cuando Benês regresó al país confió el gabinete al socialdemócrata Fierlinger quien constituyó un gobierno de coalición donde los comunistas tenían sólo 8 carteras de un total de 25, aunque controlaban, por ejemplo, la de Interior, en manos de Gottwald. Las elecciones celebradas en un clima de normalidad en mayo de 1946 dieron un triunfo a los comunistas: el nuevo gobierno, presidido por Gottwald, seguía teniendo una minoría de miembros del partido comunista que seguía apostando por la equidad y la moderación. Desde Occidente se contemplaba a Checoslovaquia como un ejemplo de convivencia y pluralismo: la presencia en el gabinete de Jan Masaryk -ministro de Asuntos Exteriores- y de Eduard Benes en la jefatura del Estado eran garantías suficientes. En 1947, Checoslovaquia estaba fuera de la comunistización de Europa Oriental. Sólo el cambio de estrategia de los comunistas en 1948, en un clima de Guerra Fría terminó dramáticamente con esta experiencia.

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La estalinización fue un proceso más que un plan

La prioridad fundamental de Stalin fue establecer un Gobierno adicto en Polonia, el país más reacio al comunismo, pero no está claro si verdaderamente trató desde un principio de hacerlo en todo el conjunto del Este de Europa. Es posible que en el resto de la zona sólo pretendiera sacar una neta ventaja del resultado de la guerra. En este sentido, quizá pueda decirse que "la estalinización, vía la satelización de toda la Europa del Este, fue un proceso más que un plan".

El predominio de los intereses soviéticos derivó en gran medida de la presencia del Ejército Rojo. Sólo así puede explicarse que los minúsculos partidos comunistas de Rumania y Hungría consiguieran llegar al poder.

Las nuevas Democracias Populares

En 1945 junto a la expresión Estado soviético surgió el de Democracia Popular. El término Democracia Popular fue perfilado durante la reunión de los principales partidos comunistas que se celebró en Polonia en septiembre de 1947. Para uno de los principales ideólogos soviéticos, Jdanov, este concepto definía a un régimen donde «la clase obrera, aliada con otras clases trabajadoras (campesinos, artistas e intelectuales), y constituyendo la gran mayoría, ocupan las posiciones claves en el poder del Estado, asegurándole a la clase obrera y a su vanguardia, los partidos comunistas, el papel dirigente de la sociedad, y donde la estabilidad del poder y sus realizaciones están aseguradas por las nacionalizaciones de la gran industria, los transportes y los bancos».

Este concepto fue reformulado por el dirigente búlgaro Dimitrov en el año 1948 de esta manera: «El régimen soviético y el régimen de democracia popular no son más que dos formas de un solo y mismo poder: el de la clase obrera, aliada con los trabajadores de las ciudades y los campos y combatiendo a su cabeza. Son dos formas de dictadura del proletariado».

Los ocho países que se encontraban en la zona de influencia soviética (Albania, República Democrática Alemana, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania y Yugoslavia), se fueron convirtiendo entre 1946 y 1949 en Democracias Populares.

La presión soviética a través del Ejército Rojo, el inicio de la Guerra Fría y el poder creciente de los partidos comunistas, que no desaprovecharon la ocasión histórica para realizar la revolución a imagen y semejanza de la realizada en Rusia en 1917, así lo permitieron.

El Pacto de Varsovia

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La política exterior de las Democracias Populares estuvo fuertemente ligada a los objetivos que desde Moscú establecieron los diferentes dirigentes soviéticos. Las dos excepciones en este período fueron Yugoslavia y Albania.

A pesar de la cohesión que en general existió por la vía de la fuerza y la presión, los dirigentes soviéticos manifestaron un constante interés por fomentar la integración de los Estados socialistas europeos a través de la vía militar. La trayectoria de ese proceso, cuya fase inicial se desenvolvió a través de acuerdos bilaterales, experimentó un salto cualitativo desde 1955 al emprender el camino de la multilateralización en la concepción y el diseño de la seguridad colectiva del bloque socialista.

La creación del Pacto de Varsovia, el 14 de mayo de 1955, tal y como se defiende en la literatura socialista, obedeció a una reacción de la Unión Soviética y sus aliados ante los Acuerdos de París de octubre de 1954, que regulaban las relaciones entre los aliados de la OTAN y la República Federal de Alemania, posibilitando a esta última su integración en la Alianza Atlántica (OTAN).

Los Acuerdos de París fueron ratificados y la República Federal de Alemania ingresó en la OTAN el 5 de mayo de 1955. La URSS, tal y como había advertido, denunció el 7 de mayo, los tratados de alianza y ayuda mutua contraídos con Gran Bretaña y Francia en 1942 y 1943. Las reacciones fueron in crescendo hasta la celebración de una reunión de los representantes soviéticos, germano-orientales, polacos, checoslovacos, búlgaros, rumanos y albaneses, en Varsovia donde se firmó el 14 de mayo de 1955 el Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua, más comúnmente conocido como Pacto de Varvovia.

El Pacto fundamenta su razón de ser, como institución supranacional defensiva, en el art. 52 de la Carta de las Naciones Unidas y hacía constar, de acuerdo con la filosofía de la Carta, la no utilización de la violencia en las relaciones internacionales, salvo para enfrentarse a posibles agresiones que sufrieran los países firmantes.

El texto del Pacto está claramente inspirado y concebido como respuesta directa a la OTAN, de manera que, también aquí, en el caso de una agresión por parte de cualquier Estado o grupo de Estados en Europa, el Tratado obligaba a la asistencia al Estado agredido por todos los medios, incluido el uso de la fuerza (art. 4). La formulación de este artículo, luego invocado para justificar la intervención en Hungría (1956) y en Checoslovaquia (1968), es contradictoria con la del art. 8 que proclama el respeto mutuo de la independencia y la soberanía de los signatarios, así como de la no injerencia en sus asuntos interiores. Como la OTAN, el Pacto de Varsovia tuvo una estructura dual civil y militar. Así se establecía la creación en la estructura militar de un Mando Unificado de las fuerzas armadas (art. 5) y en la estructura civil un Comité Político Consultivo (art. 6).

Con la creación del Pacto se perfeccionó el sistema de seguridad y la hegemonía soviética en la Europa Central y Oriental. Una seguridad entendida, a la luz de los acontecimientos históricos, no sólo como una proyección exterior hacia el otro bloque antagónico, sino como instrumento de garantía de la ortodoxia y de coacción para neutralizar cualquier fisura interna en el seno del bloque liderado por Moscú.

Pero el Pacto se manifestó, asimismo, como una reacción ante un problema más amplio derivado de la propia expansión del socialismo, dada la competencia que a su hegemonía supuso la República Popular China. La URSS vio con inquietud en 1955 -el

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año de la Conferencia de Bandung-, el papel que el liderazgo chino podía jugar en el Tercer Mundo.

Características de las economías socialistas

De forma resumida se pueden caracterizar por los siguientes rasgos: a) son economías nacionalizadas o estatificadas, en las que se desarrolló una socialización de los medios de producción, permitiéndose de forma limitada la propiedad privada, especialmente en la agricultura, los servicios y el comercio al por menor; b) se estableció una planificación centralizada o imperativa, que eliminó la acción del mercado a través del establecimiento centralizado de los grandes objetivos que debían alcanzarse para un período determinado y por cada una de las unidades económicas de producción; c) se buscó el desarrollo de una industrialización acelerada, basada fundamentalmente en la industria pesada, considerada la «construcción de la base material del socialismo», acompañada de un desarrollo industrial más especializado en función de los recursos nacionales; d) la agricultura se colectivizó y organizó en la URSS bajo la fórmula de los Koljovs o cooperativas socialistas y los Sovjovs o granjas estatales, un modelo que se exportó a los países del área y que pretendía cubrir las necesidades alimenticias de la población sirviendo de fuente de acumulación socialista, junto con el ahorro forzoso de la población, ante la falta de bienes de consumo; e) predominó socialmente el trabajador industrial poco motivado, que recibía bajos sueldos a cambio de unos incentivos sociales; y f) el objetivo final de este sistema económico fue el logro de una autarquía económica y la superación de las economías capitalistas.

El CAME

El estallido de la Guerra Fría provocó que la URSS impulsara la creación, en 1949, de uno de los primeros instrumentos de control del bloque socialista: el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). En medios periodísticos se intentó presentar al CAME como el Mercado Comíin del Este, pero ni pretendió serlo ni de hecho lo fue. Fue más bien una organización económica regional, esencialmente europea pero abierta a países extraeuropeos, animada po el principio de la división socialista internacional del trabajo, establecido en 1955, que proveía a la URSs de un instrumento de control sobre las economías de Europa Central y Oriental, y potenciaba la expansión del modelo soviético en la esfera política, económica y social de los Estados integrantes.

El CAME estuvo integrado originariamente por la URSS, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria. En febrero de 1949 se incorporó Albania. La República Democrática Alemana lo haría en 1950, Mongolia se integró en 1962 como miembro de pleno derecho, Cuba en 1972 y Vietnam en 1978. La República Popular China, observador desde 1956, se retiró en 1961, lo mismo que Albania y la República Democrática de Corea. Yugoslavia desde 1964 tuvo el estatus de «Estado asociado». En calidad de observadores figuraron Afganistán, Angola, Etiopía, Laos, Mozambique, Nicaragua y Yemen. Finlandia, Irak y México establecieron acuerdos de cooperación.

Durante diez años el CAME careció de unos Estatutos y su funcionalidad fue escasa. Por fin, el 14 de diciembre de 1959 el CAME dispuso de unos Estatutos, que no

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entrarían en vigor hasta el 13 de abril de 1960, fijándose la sede en Moscú. Eran una declaración de intenciones sobre: la necesidad de reforzar las relaciones comerciales entre los países signatarios para relanzar sus economías; la creación de un frente común para neutralizar las consecuencias negativas del Plan Marshall y la política comercial de los países capitalistas en las nacientes economías socialistas; y el internacionalismo, caracterizado por la solidaridad y la fraternidad, entre el proletariado de los Estados socialistas; se revisaron en 1962, 1971 y 1974. No obstante, los objetivos fundamentales del CAME fueron los siguientes: a) la creación de un mercado mundial socialista independiente del mercado mundial capitalista; b) el logro de la cooperación e integración desde la premisa de la división socialista internacional del trabajo; c) la coordinación de planes económicos a medio y corto plazo; d) la superación de las diferencias en el grado de desarrollo de los Estados miembros; y e) la amistad fraternal y la ayuda mutua para llevar a buen término la creación y consolidación del mercado socialista internacional y hacer un frente solidario ante las amenazas externas.

En la evolución del CAME podemos distinguir cuatro grandes fases: a) un período inicial entre 1949 y 1953, en el que la Organización no experimentó ningún progreso tras su fundación, limitándose a registrar los acuerdos bilaterales entre los Estados miembros; b) una segunda fase entre 1954 y 1962, marcada por un ritmo más dinámico en el que se inició la vía de los «acuerdos de especialización» y el avance en la institucionalización de sus estructuras, en el contexto inmediato al Tratado de Roma en 1957; c) una tercera que se inicia en 1962 y termina en 1971, en la que se intenta profundizar en la interdependencia entre sus miembros e iniciar un efectivo proceso de integración económica, que comenzaría en 1962 con la aprobación de los «Principios básicos para la división internacional del trabajo» y culminaría en la aprobación del «Programa completo de profundización y perfeccionamiento de la Cooperación y el Desarrollo de la Integración Económica Socialista» en 1971; d) y un cuarto período entre 1971 y su definitiva disolución el 28 de junio de 1991, cuando las dificultades estructurales derivadas de su situación de subordinación a la URSS, se agravaron por el contexto de crisis económica en la década de los setenta y los ochenta y la quiebra del orden bipolar, y todo ello pese al gran intento de reflotar el CAME en 1986 con el «Programa Complejo para el avance científico y económico en el año 2000».

1949-1953: EL STALINISMO

 

El stalinismo reúne todas las características del modelo totalitario: partido único omnipresente, ideología oficial única y excluyente, sindicato único subordinado, monopolio absoluto de los medios de comunicación social, terror de Estado y policía política a tal fin, liderazgo carismático supremo y estatalización centralizada de la economía. El propio Trotsky reconoció que Stalin «puede decir justificadamente "la sociedad soy yo"».

La URSS, como hemos visto, sale muy fortalecida, a pesar de las bajas humanas y las destrucciones materiales, de la Segunda Guerra Mundial. Ha ampliado su territorio, ha sido reconocida como una gran potencia, ha intervenido en la elaboración del nuevo orden internacional , ha creado el tan deseado glacis de seguridad en tomo suyo y ha difundido su modelo político-económico por 12 Estados de Europa y Asia. En 1949, a

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su vez, había conseguido hacer estallar la primera bomba atómica con lo que, a su vez, había conseguido el tan deseado equilibrio nuclear.

Sobre estas bases, la URSS se nos presenta como un Estado socialista, poblado con cerca de 178 millones de habitantes de más de 100 nacionalidades diferentes. La Constitución de 1936 parecía contribuir también a reforzar el poder de Stalin en la URSS, al tener en sus manos todos los resortes del mismo: primer secretario del Partido, presidente del Consejo de Ministros, comandante en jefe de las fuerzas armadas y el título de mariscal. El culto a la personalidad se reforzó tras la guerra y en 1949 cuando se celebra su setenta cumpleaños se le presenta como «el hombre más grande de todos los tiempos. Estratega, constructor de la sociedad, primer dialéctico del marxismo».

En 1952, en el xix Congreso del Pcus, después de catorce años sin reunirse, se decide sustituir el Politburó por un Presidium del Comité Central. Esta reforma institucional pretendía eliminar a algunas personalidades del partido: Mikoyán, Mólotov y Vorochilov, con el fin de relanzar a Malenkov, que había de ser su sucesor. Las persecusiones y las purgas continuarían hasta la desaparición de Stalin.

En la política económica los dirigentes soviéticos habían decidido en 1945 restaurar los planes quinquenales. El IV Plan (1946-1950) era muy ambicioso y preveía un aumento de la renta en un 38%, un aumento en la producción industrial en un 48% y un 27% de la producción agrícola. Los objetivos no se cumplieron , a pesar de las previsiones y de las continuas reformas de los objetivos, y fue más favorable para la industria que para la agricultura. En agosto de 1952, con veinte meses de retraso, se presentó el texto del V Plan (1951-1955); las razones de este retraso se debieron a la reforma que se realizó en el GOSPLAN, por las modificaciones que hubo que realizar en relación con las llamadas «grandes obras del comunismo» (centrales hidroeléctricas), por la guerra de Corea y el rearme y, en especial, por las discusiones ideológicas resumidas por Stalin en su folleto sobre los Problemas económicos de socialismo en la URSS.

Los objetivos en política exterior, en el contexto de la Guerra Fría: desde 1950 junto al fortalecimiento del bloque socialista en la Europa Central y Orienta, los dirigentes soviéticos trataron de consolidar las buenas relaciones y de conceder una importante ayuda económica a la República Popular China, en especial tras la visita de Mao a Moscú en 1949. Por otra parte, las ayudas a Corea del Norte, en forma de armas y consejeros militares, aumentaron desde el momento en que se inició la Guerra de Corea en 1950.

1953-1961: LA DESESTALINIZACIÓN¨La muerte de Stalin en marzo de 1953 y el posterior proceso de desestalinización abren una nueva era bajo la que aflorarán con claridad las diferencias entre Moscú y sus satélites europeos, aunque los estrechos límites de la tolerancia soviética acabaron abortando las experiencias aperturistas de algunos de sus socios más cualificados.

Los cambios en la planificación económica

La desestalinización tuvo importantes consecuencias sobre el modelo económico stalinista. Las reformas promovidas por Kruschev, a partir de mayo de 1957, tendían a racionalizar el modelo, especialmente en lo concerniente a la gestión y planificación a

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escala regional. Con ello se pretendía fomentar la cohesión dentro del bloque y mejorar la coordinación dentro de los sectores productivos superando los intereses específicamente locales. Aquellas reformas apenas sobrevivieron al propio Kruschev, y las reformas adoptadas en septiembre de 1965 suprimían la gestión regional para retornar a los ministerios sectoriales. Por debajo de estas estrategias, el objetivo de fondo era asociar aún más estrechamente la economía de los diferentes Estados mediante estos mecanismos multilaterales y fortalecer el liderazgo de la URSS.

Pero los fracasos en las sucesivas reformas en los órganos de gestión y de planificación fueron poniendo en evidencia las fisuras del sistema en su totalidad. La cuestión residía en la posibilidad de sustituir el modelo extensivo de crecimiento por un crecimiento intensivo, amparado en la mejora de la eficacia y la productividad. Para ello debía replantearse la relación entre las empresas y la burocracia estatal, para generar los estímulos necesarios y evitar las decisiones arbitrarias de esta última, en numerosas ocasiones contradictorias con los criterios de eficiencia económica. 

En el fondo de la cuestión se estaba planteando la viabilidad de la planificación imperativa, cuyas raíces se encuentran en la era estalinista, que establecía un programa de actuación política a largo plazo a través de una dirección activa y coercitiva, para dirigir la actividad económica.

 

Las crisis anunciadoras

La nueva era se iniciaba en la Europa Central y Oriental con un capítulo crítico en la República Democrática Alemana. A mediados de junio se produjo una manifestación en Berlín en contra del aumento de los índices de la producción. El día 17, la huelga se generalizaba en Berlín y otras ciudades -Leipzig, Rostock, Dresden y en la mayoría de los centros industriales del país-, reclamando la convocatoria de elecciones libres. Las manifestaciones acabaron degenerando en una protesta antisoviética que culminó con la intervención de los carros de combate del Ejército Rojo. Aquella crisis tuvo como desenlace el encumbramiento a la dirección del país de Walter Ulbricht, quien permanecería en el poder hasta su muerte en 1973, y mantendría a la Alemania Oriental bajo una escrupulosa ortodoxia respecto al Kremlin. Una vía a la que no fue ajena la propia necesidad de los líderes alemanes de promover un sentimiento de identidad nacional frente a la Alemania Occidental.

Estos y otros acontecimientos, pusieron en evidencia dos realidades: en primer ténnino, la constatación de que el modelo soviético tal y como se había desarrollado en la URSS, no era aplicable totalmente a los países de la Europa Central y Oriental; y en segundo lugar, el final del mito de la solidaridad intemacionalista del proletariado auspiciado por Stalin y sus seguidores. Este revisionismo puede considerarse, en gran medida, como un primer escalón hacia la desintegración del sistema del socialismo real en el Este de Europa.

Este episodio no impedirá que se inicie en esta fase una flexibilización en las estructuras políticas, especialmente si se compara con el férreo dirigismo de la era estalinista.

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El revisionismo pretendía profundizar en las esencias del sistema socialista y acabar con la tutela soviética.

El Informe Secreto de Kruschov en el XX Congreso del PCUS, 23 de febrero de 1956

La inflexión, iniciada con la muerte de Stalin, adquirió carta de naturaleza con la política iniciada por las nuevas direcciones de los partidos comunistas en 1956, alentadas por el nuevo talante de los dirigentes del Pcus. En el XX Congreso del Pcus, reunido en Moscú en febrero de 1956, Kruschev leyó un informe secreto, el Informe Kruschev de 104 páginas, donde se denunciaba el culto a la personalidad de Stalin y enumeraba los abusos cometidos por éste. El informe una vez difundido dio lugar a diversas interpretaciones y puso en tela de juicio el orden impuesto tras la Segunda Guerra Mundial en Europa Centro-Oriental. El dirigente soviético fortaleció su posición en la URSS y en el mundo, y dentro del bloque socialista se abrieron esperanzas de que una nueva era estaba comenzando.

La coexistencia pacífica

En política exterior el líder soviético introdujo una expresión en el lenguaje internacional que será reiteradamente utilizada hasta la actualidad: coexistencia pacífica. Una expresión objeto de un amplio debate sobre su contenido pero que, en síntesis, venía a significar lo siguiente: a) se iniciaba desde 1956 una nueva era en las relaciones internacionales; b) la guerra entre el imperialismo capitalista y el socialismo había dejado de ser fatalmente inevitable; c) la competencia entre los dos sistemas seguiría principalmente en el campo económico y ello conduciría al triunfo del socialismo; d) en el Tercer Mundo la URSS seguiría apoyando las guerras de liberación nacional; y e) la disuasión nuclear debería seguir teniendo un papel central en las relaciones entre las dos superpotencias, aunque habría que tender a la limitación en la proliferación del armamento nuclear. Desde su anuncio, la política exterior soviética utilizará reiteradamente este principio en especial como alternativa a la «agresividad imperialista y militarista de Occidente».

Los límites de la desestalinización

Uno de los primeros Estados en iniciar el camino del revisionismo fue Hungría. Allí la Secretaría General del Partido fue asumida por una dirección colegiada, en la que figuraban el estalinista Mathias Rakosi y el aperturista Imre Nagy. El 4 de julio de 1953 Nagy presentó su programa de gobierno en el que se pretendía frenar el ritmo de las colectivizaciones. En marzo de 1954 se aprobó la nueva línea política por él planteada frente a la oposición de los rakosistas. Sin embargo, el 4 de abril de 1955 Nagy, acusado de «desviacionista», fue relevado de sus funciones y reemplazado por un leal a Rakosi, A. Hegedus. Sin embargo, el clima aperturista se había extendido por la sociedad húngara, y desde círculos intelectuales de la capital se reclamó públicamente el regreso de Nagy.

En Polonia, los cambios se introdujeron con mayor lentitud. A la altura de marzo de 1954, como en otros Estados del bloque, se procedió a separar el Partido del Estado. De este modo, mientras el estalinista Bierut continuó controlando el Partido, la Presidencia del Consejo de Estado sería ocupada por Alejandro Zawadzki. Este cierto

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aperturismo vino acompañado de una amnistía a varios miles de presos políticos, entre ellos el ex secretario del Partido, Gomulka. Como en Hungría, los nuevos aires de apertura se extendieron con rapidez, especialmente entre los círculos intelectuales.

En los demás Estados la desestalinización fue mucho más tímida o prácticamente imperceptible, como en el caso alemán. En Checoslovaquia el restablecimiento de una dirección colegiada no mermó la influencia de los ortodoxos que dominaban el Partido, a cuyo frente se encontraba Antonin Novotny. En Rumania, la desestalinización prácticamente quedó reducida a una amnistía parcial y la dirección del Partido continuó en manos de Gheorghiu-Dej, a la que había accedido en 1945. En Bulgaria la apertura fue muy superficial; el secretario general del Partido Comunista Búlgaro desde 1950, Valko Chervenkov, permanecería en el cargo hasta 1956, asumiendo simultáneamente la Jefatura del Gobierno. En Albania la dirección del Partido siguió en manos de Enver Hoxha.

Otro ejemplo ilustrativo de este nuevo clima fue la reconciliación entre la URSS y Yugoslavia, sellada en el viaje de Bulganin-Kruschev el 26 de mayo de 1955 a Belgrado. Allí Kruschev reconoció que el Partido yugoslavo era un auténtico partido marxista-leninista. Se reconocían explícitamente desde Moscú las vías nacionales del comunismo.

Los límites y las contradicciones de la desestalinización

Sin embargo, el reconocimiento por parte de Kruschev de ciertos errores en las relaciones entre los países socialistas se quedó finalmente en un gesto carente de contenido. La involución en los aires de apertura frente a los revisionistas se consumó en las Conferencias de Partidos Comunistas celebradas desde octubre de 1957, tras la disolución de la Kominform el 18 de abril de 1956. En ellas se apeló a la disciplina del Partido para combatir los desviacionismos. Con aquellas directrices ideológicas, junto a los instrumentos bilaterales y multilaterales de acción, la URSS pretendió asegurar la normalización, es decir, una línea ortodoxa que garantizase su hegemonía sobre el bloque.

Todo ello definió los límites y las contradicciones de la desestalinización. Los testimonios más evidentes de esta limitación fueron los casos de Hungría y Polonia.

La revolución húngara de 1956

En Hungría, desde mediados de 1955, recordemos, comenzó a exigirse en el seno del Partido una renovación de los cuadros dirigentes. No obstante la dirección del país estuvo en manos de hombres leales a Moscú -primero Rakosi y luego Ernö Gero. En pleno proceso de desestalinización, se suscitó un amplio debate en el que ciertos intelectuales dirigidos por Nagy hicieron públicas sus críticas al régimen. Nagy, además, había evocado a los ciudadanos imágenes como la apertura de las cárceles, la descolectivización de las tierras y un giro liberalizador. El 14 de octubre de 1956 el Comité Central rehabilitó y reincorporó a Nagy al Partido.

En un clima previo de agitación, en el que los estudiantes de Szeged, Debrecen y Budapest habían jugado un destacado papel, el día 23 de octubre de 1956 trabajadores y

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estudiantes protagonizaron una manifestación en la capital en la que exigieron una reforma política y que Nagy tomara el poder. Los sucesos de Budapest acabaron degenerando en un motín y en la intervención del ejército en favor de los huelguistas. Desde Moscú se destituyó a Gerö y la dirección del Partido de los Trabajadores Húngaro, reunido durante aquella noche para hacer frente a la crisis, decidió nombrar a Janos Kadar como secretario general del Partido y a Nagy jefe del gobierno. Los dirigentes soviéticos prometieron que retirarían las tropas rusas estacionadas en las principales ciudades del país.

El nuevo primer ministro, Nagy, intentó promover un gran pacto nacional con los grupos de oposición e inició conversaciones con la URSS para lograr la retirada de sus tropas de la capital. La formación de un gobierno de coalición el día 26, en el que figuraban ministros ajenos al partido y la retirada de la capital de las tropas soviéticas tres días más tarde, contribuyeron a crear un coyuntural clima favorable a una posible reforma del sistema. Nagy optó por avanzar en esa dirección, declarando el final del monopolio del Partido y rebautizándole con el nombre de Partido Socialista Obrero Húngaro. Pero poner en tela de juicio la hegemonía del Partido no fue una perspectiva bien asumida por el Kremlin, que respondió con la amenaza militar. Nagy optó por la huida hacia adelante solicitando la ayuda de las Naciones Unidas; denunció el Tratado de Varsovia y proclamó la neutralidad húngara. 

La intervención soviética en Hungría

El abandono de Hungría del bloque comunista podría ser el gertnen de la desintegración del mismo, expectativa ante la que Moscú se decantó por el uso de la fuerza. El 4 de noviembre de 1956 el ejército soviético compuesto de 200.000 hombres y 2.500 tanques y carros blindados comenzaron la ocupación de Hungría, para restablecer el orden socialista y acabar con el gobierno de Nagy, y todo ello ante la impunidad de Occidente. En el interior, el protagonismo político recaería en un hombre fiel a Moscú, el contrarrevolucionario Janos Kadar. El balance fue trágico: 22.000 húngaros abandonaron el país y 25.000 murieron.

 A pesar de este balance, los sucesos del 56 condicionaron la evolución de la política interior húngara, impulsando un espíritu relativamente liberal en los políticos y el desarrollo de un modelo económico mucho más flexible que el soviético. Los dirigentes, a pesar de este violento desenlace, fueron conscientes de que no podía restablecerse la situación anterior y suscitaron de forma gradual una polftica apeirturista. Así Kadar, entre 1956 y 1958, procuró crear un clima de mayor confianza con sus aliados, afianzando los vínculos con el Pacto de Varsovia y con el CAME. En su política interior trató de construir una vía inten-nedia, justificando la intervención soviética por el peligro desviacionista hacia la derecha, pero reconociendo los errores de Rakosi. Desde 1959 procedió a una liberalización considerable del régimen, tanto en el ámbito político como el económico.

Los acontecimientos de Polonia

La desestalinización también tuvo sangrientas consecuencias en Polonia, donde desde bien pronto habían surgido numerosas discrepancias entre los comunistas polacos y sus correligionarios del bloque oriental. En el caso polaco, es necesario tener en consideración la fuerza que había adquirido el Partido Socialista en el período de

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entreguerras, y las características de la historia polaca y su actitud de rebeldía. Las diferencias entre las tendencias dentro del Partido y el marco de desestalinización, se tradujeron en la apertura de un proceso de liberación y renovación. La primera consecuencia del xx Congreso del Pcus fue la elevación a la dirección del Partido de un «centrista», E. Ochab, sucediendo a Bierut, quien profundizó en la apertura y la liberalización del sistema.

Los acontecimientos sufrieron un giro en junio de 1956 en Poznan, con el telón de fondo de los bajos salarios y el aumento de los índices de producción para recuperar la economía. Allí una manifestación obrera culminó con el incendio del edificio del Partido, y la posterior matanza de los manifestantes por el ejército. Para los dirigentes polacos lo indispensable era buscar una vía posible entre el mantenimiento del modelo socialista y la satisfacción de las reivindicaciones populares. El símbolo de los nuevos tiempos, Wladyslaw Gomulka, fue sometido a juicio y encarcelado, pero más tarde volvería a la Secretaría General en octubre de 1956. Él encabezaría las conversaciones con la delegación soviética a cuyo frente se encontraba Kruschev. Los soviéticos acabaron aceptando la posición de Gomulka, quien les garantizó que Polonia seguiría manteniendo el régimen socialista y las alianzas con la urss y el resto de los estados del bloque. Gomulka, por su lado, marcaría los pasos hacia la vía polaca del socialismo en los años 1957 y 1958.

La Polonia de Gomulka describió una trayectoria opuesta a la de Hungría, en el sentido en que éste fue constrifiendo cada vez más las medidas de liberalización adoptadas en 1956-1957. Este proceso fue claramente perceptible en las tensas relaciones con la Iglesia Católica, con la que formalmente se mantuvieron los acuerdos de 1957, pero cuyos contlictos locales tenderían a crecer, deteriorándose gravemente sus relaciones. Los años posteriores mostraron el escaso trayecto de aquel espíritu de reforma, enfriado desde Moscú, puesto que el comunismo no había arraigado en las masas y su permanencia se debía más a la coherencia de la política de bloques de Moscú que a las demandas y las bases internas.

 Los acontecimientos de Hungría y Polonia fueron los testimonios más llamativos del reflujo en la desestalinización, cuya estela afectó de un modo u otro a todos los países de la Europa Central y Oriental.

Como contrapunto a Hungría y Polonia, en Checoslovaquia persistió el modelo estalinista tras la muerte del dirigente checo, Antony Novotny, quien había sucedido en la jefatura del Partido a Gottwald a su muerte en 1953.

Yugoslavia había normalizado sus relaciones con los demás países del bloque desde 1955. La crisis húngara, aunque generó ciertas reticencias en Tito, no modificó sustancialmente la política de aproximación hacia la URSS.

En Bulgaria y Rumania esta coyuntura fue aprovechada para poner fin a la tímida desestalinización. En Bulgaria el pleno de abril de 1956 del Comité Central del Partido Comunista Búlgaro eligió a Todor Zhikov, quien se convertiría en el hombre fuerte del régimen asumiendo seis años más tarde el cargo de primer ministro. El dirigente búlgaro forrnuló la llamada tesis de abril, por la que se regiría el país durante 33 años. Ésta consistía en un alineamiento riguroso con Moscú y el mantenimiento de una escrupulosa ortodoxia, manifiesta en la actividad política y económica.

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En Rumania, en diciembre de 1956, Gheorghiu-Dej afirmaba categóricamente que en su país «no habría liberalización». Durante el período en que ocupó el cargo hasta su muerte en 1965 mantuvo su fidelidad a las directrices de Moscú.

En el caso de Albania, ésta se mostró firme ante los sucesos de Budapest. Hoxha aceptó sin reservas la intervención militar soviética en Hungría e incluso más adelante llegaría a afirmar que aquellas crisis fueron consecuencia directa de las nuevas líneas perfiladas en el xx Congreso del Pcus. Hasta 1960 Hoxha siguió manteniendo una actitud ortodoxa y unas relaciones formalmente amistosas con Moscú. Sin embargo, aquel mismo año se haría perceptible la tensión entre ambos por el acercamiento de Moscú a Belgrado, las reticencias de Tirana hacia las propuestas para la división socialista internacional del trabajo y la condena a las tesis sostenidas por China frente a las de la URSS. Las consecuencias internas no se harían esperar puesto que Hoxha procedió a la depuración de los miembros prosoviéticos dentro del Partido de los Trabajadores Albano. La ruptura entre la URSS y Albania se consumó en noviembre de 1960 en la Conferencia de Partidos Comunistas en Moscú.

1961/1968-1980: CRISIS Y DISIDENCIAS EN EL BLOQUE COMUNISTA

¨Esta 2ª fase nos sitúa en un período de transición entre dos épocas en la URSS, el final de la era Kruschov, el cual se vio obligado a dimitir el 14 de octubre de 1964 y el inicio de un nuevo período marcado por la personalidad de Leónid Bréznev (1964-1982).

¨Entre la reforma y el estancamiento soviético 

¨El comienzo de la década de los sesenta delimita el momento culminante del poder de Kruschov. Así queda reflejado en el XXII Congreso del PCUS, en el que hizo una exposición grandilocuente de los planes futuros de la URSS.

¨Sus previsiones se proyectaban veinte años hacia adelante, y vaticinaban el desarrollo pleno de la sociedad comunista en la URSS. En esa nueva etapa debería desaparecer el Estado tras un proceso de transición que habría de iniciarse en 196l. El Partido, por su parte, debía convertirse en el motor de la nueva sociedad. Las positivas previsiones económicas realizadas conforme a los datos de los dos primeros años del plan septenal, eran muy demagógicas y no estaban fundamentadas en cálculos realistas.

¨La debilitación de Kruschov

¨Las dificultades económicas en los años sesenta, manifiestas en el estancamiento de los salarios y la inflación junto a las crecientes demandas de la sociedad, más los problemas externos dentro del bloque, así como la ruptura con China y Albania o la creación del Movimiento de los No Alineados, más las consecuencias de la Crisis de los Misiles de Cuba (1962), desbordaron la capacidad de respuesta de los líderes soviéticos y provocaron el cambio de líderes y de política.

¨La oposición contra Kruschov fue cobrando más consistencia tras el XXII Congreso del PCUS. El epílogo acaecería en 1964 cuando Kosyguin y Bréznev

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capitalizaron el descontento existente y obligaron a Kruschov a abandonar el poder tras una reunión del Comité Central del PCUS.

¨La Nomenklatura se sobreponía al personalismo de los líderes. Las acusaciones vertidas contra Kruschov se basaron en los siguientes argumentos: el culto a la personalidad, intromisión en la actividad de los especialistas, propensión a la realización de reformas administrativas inadecuadas y el desarrollo de una política exterior imprudente y débil.

La sucesión de Kruschov

Kruchov  fue sustituido por una Dirección colegiada formada por Breznev, Kosyguin, Mikoyán y Podgorny.

El elemento más caracterizador de la gestión de los sucesores de Kruschov fue el estancamiento (Zastoi) en que se vio inmersa la sociedad soviética.

El inmovilismo de los nuevos dirigentes soviéticos se manifestó en la escasa audacia para buscar soluciones a los problemas económicos o en la paralización de la política de revisión del pasado estalinista.

Las nuevas directrices en política exterior

La inercia en el ámbito de la política exterior, se materializó en una política de consolidación del bloque socialista. En septiembre de 1965 Bréznev planteó en un discurso, por primera vez, el «perfeccionamiento» del Pacto de Varsovia, lo que implicaba un reforzamiento de la disciplina y la cohesión de los aliados en torno a Moscú.

Más adelante se aceptará la iniciativa de polacos y alemanes de reemplazar los Tratados bilaterales firmados anteriormente, por otros nuevos destinados a reforzar la cooperación y la coordinación de sus respectivas políticas exteriores en el marco del Pacto de Varsovia. Esta iniciativa fue secundada por los demás Estados, salvo Rumania que se mantuvo al margen. Con estos Tratados el Pacto de Varsovia ganaba en cohesión interna, aunque se debilitaba su carácter colectivo.

La evolución del Bloque Oriental Endurecimiento en la RDA 

En la Europa Central y Oriental la década iniciaba su andadura con la agudización del problema de Alemania. En la República Democrática Alemana, Walter Ulbritch mantuvo su política stalinista. Expresión elocuente fue el levantamiento del Muro de Berlín en la frontera con los sectores occidentales de Berlín el 13 de agosto de 1961. De este modo se obstaculizó la emigración de los descontentos del régimen (2,7 millones desde 1949). La tensión entre el Este y el Oeste se agudizó.

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A su vez, los dirigentes alemanes trataron de paliar el malestar de la población alemana impulsando mejoras en el nivel de vida, amparados en la capacidad productiva de la industria alemana y su capacidad de exportación de productos de alto valor, que experimentó un notable crecimiento en la década de los sesenta. Esta década, la última de Ulbricht, hasta 1971, fue un período de progreso económico, la época del «milagro económico rojo». Aquella política económica se encaminó hacia la modernización y el aumento de su capacidad productiva. Un proyecto que adquirió carta de naturaleza en 1963 en el «Nuevo Sistema Económico de Planificación y Gestión», mediante el cual se intentó armonizar la planificación con una cierta liberalización en la gestión empresarial. Los resultados fueron muy significativos, como revelan los datos del PNB que ascendió del 3,7% en 1961 al 9,5% en 1965, o el crecimiento de la producción industrial que entre 1964 y 1968 aumentó más del 6%.

La primavera de Praga

A lo largo de estos años volvieron a aflorar nuevas disidencias en el seno del bloque soviético, consecuencia de las propias tensiones internas generadas por la propia personalidad de los dirigentes y la defensa de los propios intereses nacionales.

El capítulo más grave de este rebrote nacional y de reivindicación de la identidad propia tuvo como escenario la República de Checoslovaquia. La desestalinización y el agitado panorama político en Europa Oriental a mediados de los cincuenta, acabó con la unidad del Partido Comunista aflorando tendencias divergentes. El debate, en manos de escritores, científicos, estudiantes y periodistas, se trasladó desde principios de los sesenta de los foros políticos a la calle.

A partir de 1962, Novotny adoptó tímidas medidas aperturistas, como la creación de una comisión para la revisión de los procesos políticos de la década anterior, la apertura de la frontera a los turistas occidentales desde 1963-1964 y una censura menos estricta. Estas medidas contribuyeron a generar un clima de mayor apertura en el que comenzaron a plantearse abiertamente críticas a Novotny y su entorno.

El rumbo de la economía contribuyó a degradar la estabilidad del orden social. A la culminación de la colectivización que tuvo lugar entre 1959 y 1960 y la resistencia pasiva de los trabajadores del campo, se sumaron las malas cosechas, el entorpecimiento de la producción por la presión de la burocracia o los reajustes en la política productiva de acuerdo con las necesidades del CAME y no las específicamente nacionales. En junio de 1967 afloró a la luz pública la crisis que se estaba gestando. En el IV Congreso de Escritores reunidos en Praga a partir del día 29, se exigió la libertad de prensa. Novotny reclamó duras sanciones contra aquellos intelectuales, lo que provocó la inmediata reacción de los liberales checos y eslovacos liderados por Alexander Dubcek.

Dubcek en el poder

 El 5 de enero de 1968 Alexander Dubcek fue nombrado primer secretario del Partido. Entre las primeras medidas adoptadas por Dubcek destacaron la abolición de la censura y concesión de la libertad de opinión y la libertad religiosa, reconocida en la Constitución pero nunca plasmada en la práctica. Se intentó, asimismo, dar una solución al problema eslovaco comprometiéndose a elaborar un estatuto particular que crease un marco de igualdad respecto de los checos. Mientras, en la nueva composición del gobierno aparecían los liberales más destacados como Oldrich Cermik como jefe del Gobierno o Jiri Hajek en Relaciones Exteriores y el general Dzur en Defensa. El 21 de

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marzo con la dimisión del presidente Novotny y la elección del general Svoboda en su puesto se despejaba el horizonte para la ampliación y aplicación de las reformas.

 Pronto comenzó la aplicación de un programa de acción más intenso que sería aprobado por el Comité Central del Partido en el mes de abril. El programa pretendía la transformación gradual de las estructuras burocráticas socialistas para la constitución de un socialismo de rostro humano. En el interior de Checoslovaquia el clima de apertura estimuló la reaparición de movimientos que demandaban mayor libertad, como los Sokols, los propios socialistas o la Iglesia. Los intelectuales, que habían jugado un papel de primera magnitud hicieron públicas sus reivindicaciones el 27 de junio en el «Manifiesto de las dos mil palabras», en el que se criticaba el uso que el PCCH había hecho del poder desde 1948.

 

Las amenazas de la URSS

La primavera de Praga se convirtió de cara al exterior en un eje de atención preferencial de las otras democracias populares y una amenaza para sus Gobiernos, al constatar cómo los ecos reformistas de Praga llegaban a los sectores progresistas de sus respectivos países. Las críticas no se hicieron esperar. La percepción de amenaza que desde Moscú se tenía y el peligro que la actitud reivindicativa de Checoslovaquia podría tener para el bloque soviético, despertó las reticencias de los dirigentes soviéticos.

Inicialmente procuraron que Dubcek controlara la situación. Posteriormente, Moscú procuró por la vía diplomática la configuración de un frente común de sus aliados, contando con el total respaldo de la Alemania Oriental, Polonia y Bulgaria, y el apoyo más reticente de Hungría, para hacer frente a una amenaza directa al bloque. Finalmente se pasó a la acción al comprobarse el acercamiento de Praga a Tito y a Ceaucescu, recibidos a lo largo de la primera quincena de agosto de forma calurosa y triunfal en Checoslovaquia, lo que fue interpretado por el Kremlin como el esbozo hacia una nueva Pequeña Entente.

 La invasión de la URSS

La reacción fue, de nuevo, contundente. En la noche del 20 al 21 de agosto de 1968 se inició la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia. Junto a las fuerzas soviéticas, soldados y tanques polacos, húngaros, alemanes y búlgaros invadieron el país; en total más de 600.000 soldados. Dubcek, Cemik y Smrkovsky fueron arrestados y enviados de inmediato a Moscú, mientras la población civil se manifestaba contundentemente en las calles.

Dubcek fue destituido del cargo y detenido, junto con otros líderes con la excepción del general Svoboda. El eslovaco Gustav Husak, fue nombrado nuevo secretario general, tras lo cual inició una depuración masiva. Los dirigentes soviéticos acordaron con los nuevos líderes el mantenimiento de las tropas soviéticas en Checoslovaquia. Se cerraba así otro nuevo capítulo en el que la disidencia hacia un socialismo de rostro humano fue neutralizado, pero cuyas consecuencias se dejarían sentir durante mucho tiempo.

Reacciones y condenas de la invasión

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En Europa Occidental las protestas de los partidos comunistas de Francia, Italia, España y Austria fueron duras y contundentes contra la URSS, iniciándose un distanciamiento que se aceleraría paulatinamente. Las condenas internacionales por la intervención armada se repitieron durante mucho tiempo. En la ONU la URSS vetó una resolución que condenaba la intervención.

 Los sucesos de Praga condicionarían el final de la década, que se saldaba con el mantenimiento de la hegemonía soviética en los países de la Europa Central y Oriental, excepto Albania y Yugoslavia. No obstante, para confirmar esa hegemonía se elaboró una nueva política a desarrollar con los países del área que vino en denominarse como Doctrina Breznev o Doctrina de la “soberanía limitada”, que estuvo vigente hasta la llegada de Gorbachov al poder.

La RDA y Polonia

La República Democrática Alemana se mantuvo leal a las directrices de Moscú en el contexto de la primavera de Praga.

En Polonia, sin embargo, aparecerán a lo largo de la década de los sesenta nuevas manifestaciones de un creciente movimiento de oposición al régimen, que inicialmente arraigó en la oposición intelectual de marxistas heterodoxos. Los ecos de los sucesos de Praga no pasaron inadvertidas y pronto comenzaron las propuestas de cambio. Los movimientos de protesta de los círculos intelectuales y universitarios comenzaron a tener un mayor apoyo lo que provocó una contundente represión por las fuerzas de seguridad; estas acciones fueron presentadas por la propaganda del régimen como fruto de una conspiración de «elementos sionistas» contra el sistema comunista y contra el Estado.

Los coletazos de la crisis de 1968 afectaron al propio gobierno que procedería a una reestructuración ministerial, en la que accedería al ministerio de Defensa el general Wojciech Jaruzelski.

Hungría

Hungría, que había mantenido una actitud de apoyo pero con ciertas reservas al Kremlin durante la crisis checoslovaca, experimentó durante la época de Kadar una importante transformación socioeconómica y un cierto inmovilismo político. El objetivo de Kadar fue, por un lado, estrechar los lazos políticos con la URSS, y, por otro, ganarse a la población húngara mediante la mejora del nivel de vida. En el ámbito interno, asimismo, intentó la conciliación nacional actuando en dos frentes: contra la izquierda estalinista y contra la derecha reformista. La primera fue neutralizada en 1962 con la marginación del gobierno y del Partido de Marosan, mientras que el arrinconamiento de los reformistas llegaría en 1973.

Los mayores logros de la Hungría de Kadar se concretaron en el ámbito de la economía. En 1962 las resoluciones del VIII Congreso del Partido apuntaban hacia la necesidad de impulsar el progreso económico, una vez que se encontraban sólidamente asentadas la dirección colectiva de los sectores productivos y la unidad de criterio dentro de la organización comunista. El 1 de enero de 1968 se ponía en marcha un plan macroeconómico conocido como el Nuevo Mecanismo Económico, cuyo objetivo era descentralizar las decisiones en los ámbitos productivos y agilizar la presencia de la

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burocracia para dinamizar la economía. Así a las empresas se les permitió una mayor autonomía financiera, para mejorar su rendimiento, y se les permitió mayor libertad para establecer vínculos con agentes económicos extranjeros para mejorar su capacidad exportadora. Se aplicó asimismo una mayor flexibilidad en el control de precios por parte del Estado, que seguiría siendo muy estricto en las materias primas y los productos alimenticios de primera necesidad.

 La conjunción entre el control estricto del Partido sobre la sociedad y el sometimiento a la URSS, con una matizada autonomía cultural y la práctica de ciertas reformas en la economía, en opinión de R. M. MARTIN y G. A. PÉREZ SÁNCHEZ, contribuyeron a un cierto reconocimiento social dentro del país y una cierta estabilidad del régimen de Janos Kadar.

Bulgaria

Bulgaria siguió bajo la dirección de Zhikov una política de estrecha amistad y servil sumisión hacia la URSS tanto en la era Jruschov como en la de Bréznev. De hecho llegó a proponer en dos ocasiones, a ambos dirigentes del Krem]in, la anexión de Bulgaria a la URSS, rechazada sin embargo por esta última por las reacciones que pudiera desencadenar en Occidente. Otra muestra elocuente de ese servilismo se manifestó con motivo de la primavera de Praga, a raíz del envío de tropas búlgaras para invadir Checoslovaquia. Asimismo, durante los años sesenta, Bulgaria tuvo que hacer frente a los problemas nacionales suscitados con Yugoslavia.por la región de Macedonia. La Unión Soviética, por su parte, apoyó la renovación profunda que Zhikov protagonizó en los órganos de dirección.

La política económica búlgara comenzó a dar claras muestras, en la segunda mitad de la década, de una menor ortodoxia en la aplicación de los planes y el control de la burocracia del Partido sobre los sectores productivos. En 1968 se aprobó un Nuevo Régimen de Gestión que confería mayor libertad a los centros de producción en la toma de decisiones, promovía la modernización y el aumento de la productividad de la industria nacional. Sin embargo, su limitado alcance no modificó los hábitos centralizadores y el excesivo burocratismo del Partido en la gestión económica.

 Rumanía

En Rumania, Gheorghiu-Dej había negociado con Kruschev la retirada de las tropas soviéticas en mayo de 1958, el mismo año en que se produjo la última oleada de estalinismo, depurando a los «desviacionistas» y «revisionistas» del Comité Central y del Partido, del Ejército, la Administración y los círculos intelectuales. En 1961, en el «pleno de la segunda desestalinización», se criticó la política de Gheorghiu-Dej y tres años más tarde se anunciaba la liberación de más de siete mil personas. El 19 de marzo de 1965 moría Gheorghiu-Dej y tres días más tarde Nicolae Ceaucescu, miembro del Politburó desde 1955, fue nombrado Secretario General del Partido por el Comité Central.

Su llegada al poder no supuso una alteración de la esencia autoritaria del régimen, aunque sí se imprimió un estilo personal. El Partido recuperó su nombre tradicional, Partido Comunista de Rumania, y se aprobó en agosto de aquel año la tercera Constitución desde 1945, en la que se definía el país como una República Socialista. El

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poder legislativo quedaba en manos de la Gran Asamblea, y éste era ejercido por el Consejo de Estado, a cuyo frente se encontraba el Presidente de la República, cuando aquélla no se encontrase reunida. El poder ejecutivo era desempeñado por el Presidente del país y el Consejo de Ministros, cuyo nombramiento y cese concernía a la Asamblea o el Consejo de Estado. La Constitución privilegiaba la posición del Partido en toda la maquinaria del Estado y legitimaba el liderazgo de Ceaucescu, quien fue acaparando los principales cargos del Estado-Partido. El líder rumano fue nombrado jefe de Estado en 1967, dirigía personalmente la política exterior, era el jefe supremo de las fuerzas armadas -presidente del Consejo de Defensa creado en 1969- y designaba personalmente a los altos signatarios del país.

Desde el poder se estimuló una política de culto personal y de intenso sentimiento nacionalista, manifiesto en el plano ideológico en la búsqueda de una vía propia hacia el socialismo, lo que le acarrearía no pocos problemas con el Kremlin. Uno de los capítulos de esta tensión tuvo lugar con motivo de la negativa, en abril de 1964, a apoyar la resolución del CAME para llevar a cabo su política de planificación o su rechazo a participar en las Conferencias de Partidos Comunistas celebradas en Moscú (1965) y Karlovy Vary (1967). Además no sólo no rompió relaciones con los comunistas chinos sino que condenó sin reservas la intervención en Checoslovaquia, dejando en adelante de participar en las maniobras del Pacto de Varsovia.

Albania

En Albania, la oposición al abandono del estalinismo culminaría con la ruptura soviético-albanesa de 1961. Albania, a diferencia de Hungría y Polonia en 1956, sí protagonizó con éxito su desviacionismo con respecto a la URSS. Todo ello favorecido por el apoyo de Pekín a Tirana en el contexto de la tensión chino-soviética y por la situación geográfica de Albania, que hacía difícil una intervención soviética directa. El comportamiento de Tirana bien pudiera deberse al deseo de no convertirse en un objeto de permuta entre la URSS y Yugoslavia, y la búsqueda de un nuevo aliado-protector China. En 1961 la URSs rompió sus relaciones con Albania. Este mismo año, el 12 de septiembre, el Gobierno de Tirana abandonó el Pacto de Varsovia.

La ayuda económica china a Albania fue un importante factor para estabilizar la economía albanesa. Hoxha procedió desde 1966 a la realización de su revolución cultural con la cual pretendía acabar con la influencia de la religión, las costumbres y hábitos burgueses y cualquier otro factor que obstaculizara la construcción de un Estado marxista-leninista.

Yugoslavia

En Yugoslavia los recelos hacia la URSS prosiguieron a pesar de que Kruschev se distanció de las condenas de la Komintern y fomentó una política de aproximación a Belgrado. Tito, de origen croata-esloveno intentó edificar una nueva Federación basada en el equilibrio político entre las nacionalidades. En este sentido, la Macedonia yugoslava se convirtió en una de las seis repúblicas de la Federación. El territorio de Serbia se rectificó, a su vez, con la creación de dos provincias autónomas (Voivodina y Kosovo). Por último, Tito reconoció una nueva nacionalidad, la musulmana, para Ja población de religión islámica en la República de Bosnia-Herzegovina. La política de descentralización, de autonomía y la autogestión, por otro lado, ya iniciadas en la década de los setenta fueron reforzadas con la Constitución de 1963. La nueva Ley fundamental aligeraba más la intervención pública en la economía. Yugoslavia siguió

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manteniendo una situación muy peculiar en el panorama político-ideológico de la Europa Central y Oriental. Fue la expresión más elaborada de una línea heterodoxo en relación a la línea oficialista del Kremlin. Prueba de ello fue su ausencia del CAME, su asociación a la OCDE desde 1961 y al FMI. Tito orientó su proyecto político hacia la búsqueda de una «tercera vía» entre la planificación centralizada y la economía de mercado, y una «tercera vía» en la política internacional entre los dos bloques al adherirse y asumir un importante protagonismo en el Movimiento de Países No Alineados.

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