historia reciente en argentina

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Capacitación secundaria sobre historia Argentina

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  • Historia reciente en Argentina

    AUTORASCristina MantegariPaula Luciani

    DIRECCION EDITORIALBenjamin Hamra

    CORRECCION Vanesa Garcia

    DISEO Y DIAGRAMACIONSoledad Cacio

    Novelibro S.A www.novelibro.com

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    Mdulo introductorio

    Bienvenidos a la propuesta de Formacin Continua para educadores de NOVELIBRO S.A.

    Nos complace integrarlo a nuestro proyecto de Educacin a Distancia, estamos seguros que de este modo podremos

    contribuir a la demanda de perfeccionamiento y actualizacin profesional docente en el contexto de nuestra sociedad.

    Nuestra propuesta:

    La capacitacin a distancia facilita a los/as docentes la realizacin de un proceso de aprendizaje y de actua-lizacin acorde con las posibilidades de cada situacin personal y profesional. Permite a los cursantes organi-zar sus tiempos y espacios, adecuar los horarios de estudio de acuerdo a sus posibilidades, sin la necesidad de concurrir a las aulas tradicionales. Esta modalidad propicia el aprendizaje autnomo en dilogo perma-nente con el tutor ya sea va mail o por medio de las alternativas virtuales de capacitacin; favorece tambin el continuo intercambio con los pares por medio de la participacin en los foros de nuestro campus virtual.El/la tutor/a trabaja en la motivacin, seguimiento y facilitacin de los aprendizajes. Los contenidos son abordados a partir de actividades y propuestas de reflexin que dan lugar a la revisin de la propia prctica para construir estrategias superadoras de la misma en funcin de los grupos de alumnos de los/as docentes y de los diferentes contextos de su desempeo. Los contenidos se abordan de modo progresivo a partir de variadas propuestas que dan lugar a la decons-truccin construccin continua por medio de las actividades de auto aprendizaje. Se proponen instancias de autoevaluacin para orientar al cursante acerca de su proceso de aprendizaje.

    Gua para el capacitando

    El objetivo de esta gua es acompaarlo en el recorrido de esta capacitacin.Ofrecemos diferentes vas para la comunicacin con el/la tutor/a y con sus pares.Podr consultar y recibir la respuesta por medio del correo electrnico o ingresando al campus virtual me-diante el chat y los foros de participacin. Sus inquietudes y dudas, se respondern a la brevedad. Al consultar va e mail usted deber colocar los siguientes datos:

    Apellido y Nombre completo:DNI N:Curso por el que consulta:Consultas al tutor:

    Correo electrnico para consultas: [email protected]

    Tambin podr intercambiar con sus pares o con su tutor en lnea en el chat y en los foros accediendo al campus virtual www.novelibro.com, colocando DNI y contrasea.

    Modalidad de la cursada

    La misma se realizar por medio de la propuesta contenida en los mdulos impresos, del acompaamiento del tutor y del acceso al campus virtual.

    El tutor lo acompaar en todo el proceso, por lo cual le sugerimos que no dude en enviar un e mail ante sus necesidades de consultas e inquietudes. Inmediatamente despus de su inscripcin por favor envenos un correo a [email protected] para que el tutor pueda registrarlo.Recuerde : El tutor es referente para todas sus consultas

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    El campus virtual

    Se trata de un espacio virtual elaborado para instancias de capacitacin. En l podr realizar consultas por medio del chat y de los foros o enviando e mails ingresando al mismo. En el chat y en los foros podr ampliar conteni-dos mediante el intercambio con los pares y los tutores.En el campus encontrar toda la informacin correspondiente al curso.Los mdulos impresos:Los mismos contienen el desarrollo terico que corresponde a la propuesta de capacitacin , lecturas, activi-dades de autoaprendizaje que podr realizar en el las lneas punteadas en el cuadernillo y las actividades de autoevaluacin. Tambin remiten a la bibliografa obligatoria y de consulta.Al final del cuadernillo encontrar las consignas para la realizacin del trabajo prctico obligatorio.Trabajo Prctico Integrador: Se trata de un trabajo de integracin de todos los mdulos que componen el trayecto de capacitacin del curso.

    Requisitos de aprobacin del curso:

    Haber realizado la totalidad de actividades propuestas en el curso y de trabajos prcticos Entrega del trabajo prctico integrador y la realizacin de la evaluacin final - presencial.ENTREGA DEL TRABAJO PRCTICOEl plazo de entrega es hasta la fecha de la evaluacin final presencial y obligatoria pudindolo entregar ese mismo da o con anterioridad. EVALUACION FINAL

    La asistencia es obligatoria.La evaluacin es presencial, individual, escrita y obligatoria.Es requisito de aprobacin del curso junto con la entrega del trabajo prctico.La evaluacin se realizar en la fecha y lugar que le informaremos con anterioridad.Deber presentarse al encuentro de evaluacin con DNI para registrar los datos correctamente y poder emitir correctamente los certificados.

    Requisitos para la obtencin de los certificados:Haber cumplimentado los requisitos de inscripcin.Haber realizado la totalidad de actividades y trabajos prcticos propuestos en los mdulos.Aprobacin del trabajo prctico integradorAprobacin de la Evaluacin Final.

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    Presentacin

    La comprensin de historia reciente del pas implica adentrarse en el estudio del contexto poltico, social y econmico acontecido entre las dcadas del sesenta y setenta. Durante esos aos, se produjeron muchos de los cambios ms notables que configuran la Argentina actual. La sociedad pas de estar integrada en trminos de un bienestar general, con pleno empleo y un modelo productivo industrial inclusivo, a sufrir la desarticulacin social y econmica bajo un creciente autoritarismo. Por lo tanto, un cabal entendimiento de estas dcadas habilita una doble finalidad: otorgar un sentido al presente y, al mismo tiempo, posibilitar una reflexin que permita al pas superar la honda fractura social an existente.Emprender la tarea de recorrer la historia argentina reciente demanda evaluar los escenarios sociales, eco-nmicos, polticos y culturales en los que los hechos se produjeron y el rol desplegado por distintos actores individuales y colectivos que actuaron en l.A lo largo de los Mdulos, proponemos trazar un recorrido histrico que permita advertir cambios y continui-dades entre los distintos temas abordados y las etapas establecidas. Asimismo, la propuesta intenta combi-nar mltiples aproximaciones: desde la historia poltica hasta la social, pasando por la economa, la cultura y las ideas. Si bien toda periodizacin puede ser puesta en discusin y verse as rectificada, lo cierto es que la aqu sugerida posibilita un manejo idneo de la temporalidad histrica en el trabajo ulico.Las dimensiones polticas, sociales, culturales y econmicas son convenientes para favorecer una compren-sin y administracin del conocimiento, todo lo cual no implica de ninguna manera generar compartimentos estancos entre tales aproximaciones. La interaccin de estas variables y la dependencia de los acontecimien-tos son vitales para desarrollar una mirada compleja y, a la vez, precisa de la historia abordada.En la actualidad, la tarea del historiador se ha visto enriquecida con la posibilidad de estudiar aquellos ac-tores y contextos ms prximos a su tiempo. Frente a las visiones decimonnicas, pero todava vigentes que enuncian la imposibilidad de abordar la historia prxima dada la cercana y la influencia que generara en la objetividad de la labor historiogrfica, hoy la perspectiva de anlisis parece ser otra. El historiador no solo puede aportar, tal como lo hacen la Sociologa y la Antropologa al saber de nuestras sociedades contempo-rneas, sino tambin posee una forma de aproximacin nica e irremplazable. Un mtodo de estudio sobre los documentos, una forma de organizar los materiales y de narrar, son los aspectos ms significativos y los que fundamentan su particularidad al conocimiento de lo social. Pero tambin la cada vez ms asidua visita del historiador al pasado reciente implica participar en la construccin colectiva en la memoria de su poca y, de esta manera, desplegar una intervencin en el espacio de la rememoracin junto al resto de la sociedad. Los tres Mdulos que presentamos se adentran en la poltica, la cultura y la sociedad argentina desde fines de la dcada del cincuenta hasta principios de la de la del ochenta. En el primero, se analiza la historia po-ltica nacional desde la cada del peronismo en el gobierno en 1955 hasta los ltimos aos de la dictadura iniciada en 1976. En el segundo, nos adentramos en el anlisis de las ideas y la cultura. Finalmente, en el tercero, la mirada reposa en aquellos aspectos de la sociedad que caracterizaron los cambios ms significa-tivos que afectaron al pas desde la mitad del siglo XX.Hemos incluido bibliografa clsica y actualizada sobre los distintos temas, que permita al capacitando ad-vertir las particularidades de esta produccin historiogrfica, y propuesto varias actividades con el fin de que tomen contacto con diversos recursos, todos ellos aplicables al estudio del tema pero tambin al ejercicio profesional de la transposicin didctica.

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    APRTURA DE MODULO 1

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    Introduccin

    La historia poltica argentina durante buena parte del siglo XX estuvo jalonada por una tensin irresoluble. La constitucin de sistema poltico moderno caracterizado por elecciones peridicas, el voto secreto y la participacin de partidos polticos se vio en ms de una oportunidad traccionada por la dificultad que expe-rimentaba la clase poltica nacional de otorgar estabilidad, previsin y garantas tanto a las decisiones de los ciudadanos votantes, como a los actos de aquellos que ejercan la autoridad de forma legtima. A partir del surgimiento del peronismo, en 1945, la ampliada y plena participacin poltica no solo pareca volver a ser un rasgo central de la escena nacional sino tambin a redoblarse con la incorporacin de vastos sectores subal-ternos a travs de la adquisicin de importantes derechos sociales. Sin embargo, en las dcadas posteriores, la inestabilidad poltica, la violencia y el autoritarismo volvieron a emerger y a teir la vida cvica nacional. Eran signos de una dificultad para la plena vigencia del sistema poltico, de los partidos y de la democracia republicana y representativa tal como haba establecido la Ley Sanz Pea en 1912.La vida poltica argentina encontr sus puntos ms altos de tensin y conflicto, pero tambin de esperanza de transformacin en las dcadas del sesenta y setenta. Fue durante esos aos cuando se entremezclaron vientos de cambio impulsados por actores polticos junto a la accin conservadora y represiva representada por sectores como las Fuerzas Armadas, la Iglesia Catlica, empresarios y distintos dirigentes partidarios de fuerzas como el peronismo, la Unin Cvica Radical y de la izquierda.

    Objetivos

    Identificar acontecimientos y problemas importantes que permitan trazar una mi-rada analtica de la poltica argentina durante las dcadas del sesenta y setenta. Desarrollar una mirada comprensiva sobre el pasado reciente, en s mismo y en tanto proceso histrico a partir del cual nace el actual proceso democrtico argentino. Analizar el rol desplegado por el peronismo, los militares y los partidos polticos en torno a la vigencia del sistema democrtico y la emergencia de un creciente autoritarismo. Examinar y relacionar informacin procedente de fuentes escritas. Disear actividades a partir del hallazgo de distintas fuentes para trabajar con sus alumnos/as en clase.

    Contenidos

    La poltica y sus actores durante el posperonismo (1955-1958) Democracia, autoritarismo y radicalizacin (1958-1973) Peronismo, dictadura y represin (1973-1983)

    La poltica y sus actores durante el posperonismo (1955-1958)

    Segn Juan Carlos Torre y Liliana de Ritz, los integrantes de la coalicin que derrocaron al gobierno legtima-mente electo de Juan Domingo Pern el 16 de septiembre de 1955 tenan como objetivo comn desmantelar el sistema de controles autoritarios creado por Pern.1 Este proceso, llamado por Torre como la peronizacin de las instituciones, reposaba en la bsqueda por parte del peronismo de cooptar y lograr un apoyo definitivo de instituciones como las Fuerzas Armadas, la Iglesia Catlica y las ligas empresariales, a travs de un duro intervencionismo sobre sus reglas de funcionamiento y actividades. La reaccin de estos actores frente al avance del peronismo fue de creciente oposicin desde un comienzo hasta que, a mediados de 1955, entr en confluencia con la aversin que los partidos polticos tradicionales desplegaron frente al gobierno. El en-cuentro entre los antiguos aliados a Pern y las fuerzas polticas opositoras determin, finalmente, el fin del peronismo en el gobierno, decretado por el golpe de estado de septiembre. Sin embargo, lo ms significativo para a vida poltica argentina en las dcadas siguientes es que esta victoria gener una enorme dificultad por parte de las fuerzas triunfantes para definir el perfil del nuevo orden social y econmico que habra de emerger de la urgente tarea de reconstruccin. 21. TORRE, Juan Carlos y DE RITZ, Liliana (2002) Argentina desde 1946, en Leslie Bethell (Comp.), Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Crtica.2. Ibdem, p. 238.

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    Nacionalistas, radicales intransigentes y unionistas, conservadores y socialistas coincidan en la necesidad de poner fin al gobierno de Pern. A diferencia de los golpes militares de 1930 y 1943, esta vez el apoyo de las fuerzas polticas al golpe de 1955 fue total. La asuncin del general (RE) Eduardo Leonardi implic el lide-razgo inicial del nacionalismo antiliberal y catlico y el comienzo de una poltica hacia el movimiento obrero bajo la comn idea, segn Torre y De Ritz, de que sin Pern el peronismo no sobrevivira como fuerza poltica despus de la cada del rgimen que lo haba creado y que a partir de all se concretara la vieja idea del nacionalismo popular de luchar contra las influencias izquierdistas, con apoyo obrero y partidario.3 El lema Ni vencedores ni vencidos que el nuevo presidente de facto enunciara a fines de septiembre de 1955 y el nombramiento de funcionarios nacionalistas en importantes puestos ministeriales en donde se destacaba Luis Cerruti Costa en el Ministerio de Trabajo y Previsin quien haba decidido no intervenir los sindicatos fueron las expresiones tempranas de una poltica que lentamente comenz a ser observada con recelo por parte de los otros integrantes del golpe de estado. El acercamiento al movimiento sindical y la par-ticipacin en el gabinete de antiguos miembros del gobierno de Pern, gener una crisis poltica que llev a la renuncia de toda la Junta Consultiva creada por el almirante Isaac Rojas para controlar la distribucin de los puestos ministeriales y de la administracin pblica y a habilitar una fuerte presin para que Leonardi renunciara, tal como sucedi finalmente el 13 de noviembre de 1955. La asuncin a la presidencia de Pedro Eugenio Aramburu con apoyo de los partidos tradicionales configur un nuevo escenario poltico en el pas. La derrota del proyecto nacionalista de Leonardi implic por parte de las Fuerzas Armadas acentuar la bsqueda de una regeneracin democrtica de la vida poltica nacional con el fin de borrar la pesadilla totalitaria del peronismo y buscar el disciplinamiento de las masas peronistas. Esto implicaba, en palabras de Csar Tcach, la disolucin de su identidad poltica y su absorcin gradual por las sedicentes fuerzas democrticas bajo el supuesto de que la viabilidad de esta tarea se alimentaba de una concepcin del peronismo, concebido como mero fruto de un lder demaggico dotado de un eficaz aparato de propaganda. 4Esta idea de regeneracin de las masas peronistas y la insistencia para que abandonaran su vieja lealtad y asumieran una identidad democrtica asociada a los partidos democrticos tradicionales, se tradujo en una poltica amparada en la represin y la proscripcin poltica. Entre las medidas ms notorias, el gobierno de la autodenominada Revolucin Libertadora impuls la intervencin por decreto de la Confederacin Ge-neral del Trabajo (CGT), la disolucin del partido peronista, la inhabilitacin de sus integrantes para obtener empleos en la administracin pblica y la proscripcin de la representacin gremial a quienes haban ocu-pado cargos sindicales a partir de 1952. 5 Junto a estas medidas polticas y sindicales, el gobierno de facto tambin afront una batalla simblica contra el peronismo, a travs de la prohibicin de la utilizacin de sus smbolos e incluso de la mencin del nombre de Pern en actos pblicos. En un extremo del antiperonismo ms cerril, la Revolucin Libertadora implant la ley marcial, situacin que llev al fusilamiento de varios militares y grupos de obreros acusados de sublevacin, tal como Rodolfo Walsh retrat en su investigacin Operacin Masacre.Pero si, por un lado, el gobierno de Aramburu emprenda una dura poltica para atender a lo que en la poca comenzaba a denominarse como la cuestin peronista; por el otro, lo que quedaba todava sin resolver era la manera que emplearan los partidos polticos para ganar la adhesin y movilizacin de esas masas de cara a unas elecciones que los militares tardaran en convocar.El asunto del voto peronista y las disputas internas sobre qu posicin tomar frente al gobierno envolvieron a varios partidos y figuras polticas de peso en la escena nacional. El caso ms resonante fue el de la Unin Cvi-ca Radical (UCR). Desde principios de la dcada del cincuenta, el partido haba estado dividido internamente entre los seguidores del dirigente Amadeo Sabattini, quien apadrinaba una lnea abstencionista y conspirati-va en su lucha contra el peronismo, y el Movimiento de Intransigencia y Renovacin que tena a Arturo Frondi-zi como su ms destacada figura y era el centro de las crticas de los sabattinistas por su supuesta tibieza en la lucha contra Pern. Frondizi, amparado en un discurso antiimperialista y nacionalista, era un ferviente opositor del gobierno de Pern, pero no de sus objetivos sino de sus dudas para encarar una poltica frente al capital extranjero y las relaciones internacionales con el fin de allanar un acelerado proceso industrial. Respecto de este punto, Frondizi sealaba en un pasaje de su libro Petrleo y poltica publicado en 1954 que:una potente industrializacin es la segunda base de todo cambio en la estructuracin econmico-nacional. Necesitamos una fuerte industria nacional independiente, es decir, que no sea un apndice de los centros imperiales. Su desarrollo tiene que fundarse especialmente en el ahorro, en el trabajo, en la voluntad y en la inteligencia del pueblo argentino. Como necesitamos una industria que utilice las formas tcnicas ms ade-

    3. Ibdem, p. 240.4. TCACH, Csar (2003) Golpes, proscripcin y partidos polticos, en Daniel James (Dir.), Violencia, proscripcin y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editoriales Sudamericana.5. Ibdem, p. 24.

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    lantadas ser indispensable importar mquinas modernas para lo cual, las divisas que resulten del comercio exterior debern ser usadas fundamentalmente para importar bienes de produccin. A fin de ir liberando al pas de la dependencia en materia de mquinas, deber asegurarse la creacin y el funcionamiento de una industria pesada que ser clave de nuestro desarrollo econmico en base al esfuerzo del pueblo y del Estado argentinos o sea, sin ser entregada a las influencias imperialistas. Todo plan de industrializacin est necesariamente ligado a un gran consumo de energa. Debemos, pues, alcanzar autonoma energtica, para lo cual se aprovecharn las fuentes hidroelctricas, se impulsar la bsqueda del carbn, y se entregarn en forma exclusiva a YPF el abastecimiento. 6La reeleccin de Frondizi como presidente del Comit Nacional del partido en marzo de 1956 profundiz la divisin interna. La creacin en el verano de 1957 de la UCRI (Unin Cvica Radical Intransigente) liderada por Frondizi y de la UCRP (Unin Cvica Radical del Pueblo) bajo el mando del viejo dirigente Ricardo Balbn, decre-t la fractura del radicalismo que pervivi por dcadas y que tuvo en la cuestin peronista su principal foco. Pero el radicalismo no fue la nica fuerza que sufri rupturas a raz de establecer posiciones frente al peronis-mo. El Partido Socialista fue otra fuerza poltica que ya haba experimentado bajo el peronismo discusiones y lneas internas opositoras. Si durante los aos de la Revolucin Libertadora, como indica Mara Cristina Tortti, en el partido, se gener una nueva expectativa ante la posibilidad de volver a tomar contacto con los trabajadores, hacia fines de la dcada del cincuenta la juventud partidaria no solo encontr que la vieja di-rigencia no tena ninguna intencin de entablar dilogo con el sindicalismo identificado irremediablemente con el peronismo sino que tampoco bregaba por tomar distancia del gobierno de facto y su poltica represiva.7La convocatoria para elegir representantes en la Asamblea Constituyente de julio de 1957 fue el primer test que permiti observar en la prctica este reordenamiento del cuadro poltico y el alcance de la despero-nizacin impulsada por el gobierno de facto. El resultado fue previsible. La fragmentacin de las fuerzas antiperonistas se hizo evidente en la dispersin de los votos que cada frmula obtuvo: 2.400.00 fueron votos en blanco; 2.100.000, votaron por la UCRP; 1.850.000 por la UCRI, mientras que el Partido Socialista obtuvo algo ms de 500.000. La Asamblea se llev a cabo pero prontamente las diferencias entre distintas fuerzas polticas e incluso entre aquellos que tena una misma procedencia partidaria impidieron que las sesiones se realizaran con norma-lidad, al punto que, con el retiro de los conservadores, el cuerpo qued sin qurum para sesionar. Si bien se derog la Constitucin de 1949 fin de la reeleccin presidencial y ampliacin de derechos sociales como el derecho a huelga y el reparto de ganancia en las empresas, su fracaso puso en evidencia dos cuestiones claves de la poltica argentina de entonces. En primer lugar, los votos en blanco representaban la innegable supervivencia del movimiento proscripto y su importancia a la hora de proyectar erigir un gobierno demo-crtico. En segundo lugar, la incapacidad de las fuerzas polticas antiperonistas para ponerse de acuerdo en torno a las reglas que deban imperar en el perodo posperonista, como su impotencia para disolver la identidad peronista.8 El llamado a elecciones para febrero de 1958 fue producto del cuadro poltico analizado pero tambin de los problemas que evidenciaba el gobierno en materia econmica, incapaz de frenar la inflacin heredada del peronismo y atraer capitales extranjeros. En este marco, el apoyo que recibi Ricardo Balbn de la UCRP por parte del oficialismo estableci un nuevo eje para el antiperonismo. Frente a esta situacin, el otro can-didato con posibilidades reales presidenciables, Arturo Frondizi, estaba atado a diagramar una respuesta a una difcil pregunta: si bien era cierto que el apoyo de Pern era determinante para aspirar a la presidencia, y lograrlo no era una empresa menor, de qu manera podra al mismo tiempo diferenciarse del peronismo y marcar una diferencia con el Lder? A esta tarea, Frondizi y su equipo asesor liderado por el director de la revista Qu sucedi en siete das, Rogelio Frigerio, se lanz desde mediados de 1957 hasta principios de 1958. Segn evidencian varios autores, el lder de la UCRI tom dos iniciativas. La primera se vincul con abrir un dilogo directo con Pern y as ganar el favor del voto peronista. El acuerdo entre Frondizi y Pern contemplaba el compromiso por parte de la UCRI de poner en prctica una amnista, reconocer legalmente al justicialismo y restaurar las leyes sindicales. En segundo lugar, el dirigente radical despleg un discurso que intentaba asimilar las banderas histricas del movimiento nacional-popular y, al mismo tiempo, diferenciarse. En virtud de ello, se meti de lleno en el debate pblico sosteniendo la tesis de que el dilema argentino no pasaba por escoger entre peronismo y antiperonismo (); la verdadera disyuntiva nacional estaba entre la industrializacin y el subdesarrollo.9 Ahora bien, y como plantea Csar Tcach, las promesas de Frondizi eran suficiente garanta para Pern? Seguramente no, dado que era difcil prever que el levantamiento de la 6. FRONDIZI, Arturo (1955) Petrleo y poltica, Buenos Aires, Editorial Raigal. Extracto de la introduccin tomado de Carlos Altamirano (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Emec, p. 170.7. TORTTI, Mara Cristina (2009), El viejo partido socialista y los orgenes de la nueva izquierda, Buenos Aires, Editorial Prometeo, ver en especial cap. 2 y 3.8.TCACH, Csar (2003) Golpes, proscripcin y partidos polticos, op. cit., p. 28.9. TORRE, Juan Carlos y DE RITZ, Lilliana (2002), op. cit., p. 244.

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    proscripcin afectase la estabilidad del gobierno electo.10 Dos eran los objetivos que impulsaron al lder exi-liado a establecer este acuerdo. Por un lado, el pacto colocara al peronismo como el actor poltico principal en el escenario nacional, mientras que por el otro, le permita a Pern reafirmar su posicin de dominio en el interior del justicialismo, amenazado por algunos gobernadores y lderes sindicales.Las elecciones celebradas el 23 de febrero de 1958 dieron triunfadora a la frmula de la UCRI encabezada por Arturo Frondizi y Alejandro Gmez, superando a su principal competidor Ricardo Balbn por ms de un milln y medio de votos. Con ello, se inici una nueva etapa en la poltica argentina. Durante las dcadas del sesenta y parte de la del setenta, los gobiernos democrticos, frgiles en sus bases de votantes y con voltiles apoyos partidarios, tuvieron que convivir con el autoritarismo militar y un creciente proceso de radi-calizacin poltica abrigada por un sector de la izquierda y del peronismo juvenil.

    Democracia, autoritarismo y radicalizacin (1958-1973)

    El gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) asumi con apoyo del peronismo, pero tambin de los nacionalis-tas, comunistas y catlicos. Dada esta heterognea base de sustentacin, Frondizi tuvo casi inmediatamente que resolver los intereses contrapuestos que incluan el recelo de los militares por su pacto con Pern. Sus medidas durante los primeros aos de gobierno reflejan las tensiones que marcaron a toda su gestin y la bsqueda por integrar polticamente a varios sectores pero principalmente al peronismo, como piedra fun-damental para el despliegue de un plan econmico condensado en la idea del desarrollismo. Respecto a su alianza con Pern, el gobierno electo revoc el decreto que prohiba las actividades peronistas, promulg una ley de amnista y derog las inhibiciones gremiales. Adems, concedi un aumento salarial del 60% y elimin el decreto que prohiba el uso de smbolos peronistas, aunque no levant el que pesaba sobre la figura de Pern y la posibilidad de que ste volviera al pas. Tambin, en su campaa presidencial haba buscado en la Iglesia Catlica un respaldo que, rpidamente, se tradujo en el envo al Congreso de un proyecto que estipu-laba la posibilidad de legitimar y reglamentar el funcionamiento de universidades privadas, en contra de la tradicin laica de la Reforma de 1918 que el mismo radicalismo haba impulsado.Hacia mediados de 1959, sin embargo, esta alianza multipartidaria y social estaba frgilmente sostenida. La ley de inversiones extranjeras acorde con el objetivo de allanar el progreso econmico que impulsaba la radicacin de capitales extranjeros con ventajas impositivas y gananciales en conjunto con la aprobacin de la ley educativa y la negacin a levantar la proscripcin que pesaba sobre Pern, implic una crisis del go-bierno que lo alej del apoyo del peronismo y de fracciones de las izquierdas. Este viraje adems contempl, gracias a su concesin a los intereses extranjeros, el lanzamiento de un plan de estabilizacin comandado por el reciente ministro de economa, el liberal lvaro Alzogaray, y una poltica represiva bajo el nombre de plan Conintes (Conmocin Interna del Estado) ante un movimiento obrero que, lentamente, comenzaba a oponerse a la poltica econmica gubernamental.El gobierno de Frondizi, ya sin apoyo del peronismo y con el creciente malestar militar, ahora tambin acica-teado por el impacto de la Revolucin Cubana, encontr una nica salida en su objetivo de permanecer en el poder. Despus del fracaso de la estrategia de integracin, el llamado a elecciones para marzo de 1962 brindaba una excelente oportunidad para enfrentar al peronismo y derrotarlo a travs del voto popular y, de esta manera, erigira a la UCRI como el nico partido con capacidad para vencerlo. Para ello, dispuso la auto-rizacin de su participacin en los comicios a travs de varios partidos neoperonistas que, reunidos todos, tomaron el nombre de Frente Justicialista. Su triunfo, en la provincia de Buenos Aires y en varios puntos del pas, signific un revs profundo para la estrategia del gobierno y un debilitamiento aprovechado por los par-tidos polticos que exigieron en un primer momento su anulacin para despus reclamar su destitucin. En este contexto, fue la Marina el brazo ms antiperonista de las Fuerzas Armadas quien rpidamente tom la decisin. El 29 de marzo de 1962 Frondizi fue depuesto y enviado a la isla Martn Garca como muchos otros presidentes argentinos.

    10. TCACH, Csar (2003), op. cit., p. 29.

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    Actividad de autoaprendizaje

    1. Analice los fragmentos extrados y caracterice las polticas emprendidas por la Revolucin Libertadora y el gobierno de Arturo Frondizi frente a la cuestin polti-ca y el peronismo. Realice un breve texto al respecto segn los conceptos utilizados en el Mdulo.

    Considerando: Que en su existencia poltica el Partido Peronista () se vali de una intensa propaganda des-tinada a engaar la conciencia ciudadana [y de] la difusin de una doctrina poltica que ofende el sentimiento democrtico del pueblo Argentino () Queda prohibida en todo el territorio de la Nacin () la utilizacin de las imgenes, smbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artculos y obras artsticas [representa-tivos del peronismo]. Se considerar especialmente violatoria de esta disposicin la utilizacin de la fotogra-fa, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronistas, el nombre propio del presidente depuesto.

    Extracto del decreto-ley 4161 firmado por Pedro Eugenio Aramburu el 5 de marzo de 1956. Extrado de NOVA-RO, Marcos (2010), Historia de la Argentina (1955-2010), Buenos Aires, Siglo XXI Editores, p. 4.

    He llegado a la Presidencia de la Nacin como candidato de la Unin Cvica Radical Intransigente, pero he sido votado por vastos sectores del pueblo argentino que quieren bienestar, libertad, paz y progreso. A partir de hoy, gobernar para todos los argentinos y reclamar el concurso de cuantos comparten los anhelos del pueblo, cualquiera sea su militancia poltica y sin otra condiciones que su honestidad y su capacidad.Abandono toda tarea partidista y declaro solemnemente que desde la Casa de Gobierno no se har poltica de partido. La Argentina necesita que se establezcan las condiciones de una profunda convivencia civilizada, comenzando por una efectiva convivencia poltica. Debemos termina con el sectarismo y la intolerancia, para emprender una tarea fecunda basada en el respeto hacia el adversario, el estudio en comn de los grandes problemas nacionales y la participacin de los ms capaces en las tareas concretas. El Poder Ejecutivo contribuir a estos propsitos promoviendo reuniones y consultas con los partidos polticas, con dirigentes gremiales del trabajo y de la produccin, con hombres de ciencia, tcnicos y profesionales, con instituciones regionales representativas y con las expresiones ms destacadas de la vida espiritual y cultual argentina.

    Fragmento del mensaje inaugural ledo ante la Asamblea Legislativa reunida el 1 de mayo de 1958. Extra-do de FRONDIZI, Arturo (2008), Su proyecto de integracin y desarrollo nacional a travs de sus principales

    discurso y declaraciones (1954-1995), Buenos Aires., Editorial Claridad, p. 53.

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    La asuncin del presidente del Senado, Jos Mara Guido en reemplazo de Frondizi, ofreci una nueva opor-tunidad para que el peronismo fuese integrado de manera subordinada. A diferencia de la poltica empleada por el expresidente, Guido intent apelar a la opinin de Pern en la conformacin de un frente electoral. De esta manera, se reconoca la imposibilidad de soslayar su presencia en el escenario poltico argentino y la necesidad imperiosa de contar con su apoyo para solucionar la crisis imperante. Sin embargo, esta estrategia prontamente revel su fracaso. Si, por un lado, las Fuerzas Armadas no dejaban de sealar el lugar subordinado de las decisiones que Pern expresase, por el otro, la incorporacin de la UCRP, tradicionalmente antiperonista, desbalanceaba la parti-cipacin de los interesados militares, peronistas, intransigentes y demcratas cristianos. La negativa del UCRP de participar y la imposibilidad de elegir un candidato presidencial de manera consensuada termin de empantanar esta propuesta.A pesar de este cuadro crtico, las Fuerzas Armadas, devenidas tutoras de la democracia, siguieron apos-tando por encontrar una salida poltica a la crisis desatada a partir del golpe de 1955. En 1963, el triunfo de la UCRP liderada por Arturo Illia fue la apuesta por parte de los militares y de ciertas fuerzas polticas por encauzar el marasmo poltico.A meses de asumir, el nuevo gobierno despleg una serie de acciones tendientes a recuperar la capacidad del estado en materia econmica fin de los contratos petroleros con empresas extranjeras firmados por Frondizi y la prudencia con el mbito militar al mantener al general Juan Carlos Ongana como comandante en jefe del Ejrcito. No obstante, el tema que garantizara su continuidad en el gobierno era atender, lo antes posible, la cuestin peronista. Pese a no ser nunca explicitado, tal como afirma Catalina Smulovitz, el gobier-no emple una nueva estrategia para integrar al peronismo a la vida poltica nacional pero, a diferencia de las acciones de Frondizi y Guido, la apuesta radicaba en no apelar a Pern sino a los cada vez ms influyentes y poderosos lderes sindicales y a varios polticos heterodoxos. El xito de esta estrategia de incorporacin si-lenciosa dependa de que los polticos peronistas locales aceptaran acceder a cargos electivos secundarios a cambio de renunciar al liderazgo personal de Pern.11El objetivo de neutralizar la capacidad de gravitacin poltica de Pern, sin embargo, no tuvo el resultado es-perado. El enfrentamiento entre polticos neoperonistas y ortodoxos y entre sindicalistas vandoristas y leales se agudiz en torno al control de la estructura partidaria. Este enfrentamiento tuvo su punto ms significativo en las elecciones a gobernador en Mendoza en abril de 1966. All, mientras Pern apoyaba a un candidato con pocas chances de triunfo como era Ernesto Corvaln Nanclares, Vandor haba elegido a Alberto Ser Gar-ca. Aunque el triunfador fue del Partido Demcrata, los 102.000 votos conseguidos por el primero contra los 62.000 del segundo no solo demostraban la autoridad y fortaleza electoral que el viejo lder todava posea, sino tambin que la va de la integracin silenciosa auspiciada por el gobierno haba muerto.El golpe de estado de 1966 hundi su raz en este cuadro. La idea de que la integracin del peronismo no poda efectuarse por va del sistema poltico sino a travs de la cooptacin administrativa haba ganado con-senso, en especial en el interior de la Fuerzas Armadas. Como afirma Tcach, ya no se trataba de reemplazar al peronismo por un sistema de partidos trunco como en 1955, sino de sustituir la poltica por la administracin. Por consiguiente, el antiperonismo trocaba en un antipartidismo generalizado.12 As las cosas, el gobierno de la autodenominada Revolucin Argentina traz como objetivo reemplazar a los partidos polticos por un sistema tecnocrtico-corporativo en el que la bsqueda de eficiencia, racionalidad econmica y administra-cin aparecieron como las herramientas ms idneas para salir de una crisis poltica que pareca no tener fin.Las medidas empleadas por el nuevo gobierno de facto respondan a estas coordenadas sobre la poltica, la cultura y la sociedad. Se redujo personal en la administracin, en los ferrocarriles y en varias empresas estatales. En el plano cultural y educativo, intervinieron universidades, reprimieron estudiantes y se impuso una reglamentacin de la vida cotidiana a travs de la censura de las minifaldas y el uso del pelo largo. Los sindicatos no estuvieron ajenos a esta poltica general. En marzo de 1967, la Unin Obrera Metalrgica y la Unin Ferroviaria perdieron su personera jurdica y el ministro de Economa, Krieger Vasena, congel los sala-rios y suspendi las negociaciones colectivas. Sin embargo, la principal oposicin al onganiato no provino de los partidos polticos, sino de un polo social en donde el movimiento obrero tuvo un papel significativo junto con sectores de las clases medias en franco proceso de politizacin.13 En marzo de 1968, la CGT eligi como secretario general a Raimundo Ongaro, de una lnea poltica comba-tiva. Esto motiv el abandono de los vandoristas de la central obrera y la creacin de otra CGT denomina-da Azopardo. Tambin el Movimiento de Sacerdotes Para el Tercer Mundo, impulsado por el cura Miguel

    11. SMULOVITZ, Catalina (1991), En bsqueda de la frmula perdida, en Desarrollo Econmico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 3, abril-junio de 1991, p. 120.12. TCACH, Csar (2003), op. cit., p. 48.13. SPINELLI, Mara Estela (2013) De antiperonistas a peronistas revolucionarios. Las clases medias en el centro de la crisis poltica argentina (1955.1973), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 148.

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    Ramondetti, con un claro compromiso con los pobres, fue un polo social opositor a la dictadura y con gran presencia militante en los sectores ms dbiles de la sociedad. Al mismo tiempo, durante el gobierno de On-gana, surgieron las guerrillas ms fuertes de la historia del pas: en 1968, las Fuerzas Armadas de Liberacin (FAL), de origen marxista; en 1970, Montoneros y el Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP).Pero el fin de esta poltica, autoritaria en lo poltico y modernizante en lo econmico, estuvo vinculado con la explosin social que la historiografa ha denominado como el Cordobazo. El 29 de marzo de 1969 una movilizacin de trabajadores industriales acompaados por estudiantes universitarios y sectores medios derrot a la polica y ocup la ciudad, forzando la intervencin federal. Despus de tres das de combates y represin, finalmente el Ejrcito pudo tomar el control de la ciudad y realizar las detenciones necesarias para garantizar el mismo. No obstante, pareca que algo haba cambiado en el panorama poltico argentino. El Cordobazo, y otros acontecimientos similares ocurridos en Rosario y en Corrientes, ponan en consideracin que a la violencia reaccionaria de los explotadores y de la dictadura, la violencia popular o revolucionaria de los explotados poda ser contrapuesta como forma de lucha. De all que la violencia pregonada por la guerrilla tuviese un grado de legitimidad considerable, en especial entre sectores de las clases medias.La renuncia de Ongana se vincul con la dilapidacin de su capital poltico vinculado con el orden y la eficien-cia. Los acontecimientos sociales de 1969 y el asesinato del expresidente Aramburu, socavaron su legitimi-dad ante las clases dominantes. La Revolucin Argentina continuaba con el nombramiento a la presidencia del general Roberto Marcelo Levingston en junio de 1970. La consecuencia ms notable de esta crisis fue, al haber Ongana erosionado las bases mismas del sistema poltico y la convivencia, la liberacin de fuerzas animadas por una estrategia de violencia hasta entonces desconocidas en el pas. La cpula militar, entre tanto, enfrentaba estos problemas a travs de la puesta en marcha de una nueva estratgica, pero a diferencia de las otras analizadas en donde lo importante se vinculaba a la cuestin pero-nista, ahora lo urgente era canalizar las protestas populares y neutralizar el accionar de las guerrillas a travs de la legalizacin de los partidos polticos, la firma de un acuerdo con distintas fuerzas polticas y el llamado a elecciones. La novedad de esta convocatoria es que inclua por primera vez desde 1955 al peronismo. Ahora el peronismo no era la principal amenaza al poder de las clases dominantes y los lderes polticos, sino las franjas juveniles de clases medias, o en otras palabras, la juventud radicalizada alentada por Pern que haba adoptado al peronismo como medio de identificacin con los intereses populares.

    Peronismo, dictadura y represin (1973-1983)

    El gobierno de facto liderado por el general Agustn Lanusse desde 1971 auspici una nueva salida institu-cional a la crisis poltica, pero con varias condiciones: el peronismo poda presentarse a los comicios pero Pern no poda ser candidato a presidente. Asimismo, el viejo lder tena que desautorizar pblicamente a la guerrilla y apoyar a un candidato elegido en comn con militares y partidos polticos. El manejo ambiguo del jefe del movimiento popular antes de las elecciones a veces alentando a la guerrilla, a veces no aceptando lo acordado con otros jefes polticos pareci poner en peligro esta estrategia. Finalmente, y ante la debilidad que cosechaba Lanusse entre los militares, Pern finalmente cedi y comenz una serie de acuerdos con ra-dicales, socialistas, frondizistas y el Partido Conservador Popular. El nombramiento de Hctor Cmpora como candidato le permiti una buena llegada a la juventud peronista, al mismo tiempo que colocaba a un hombre de suma confianza pero sin poder dentro del peronismo. El triunfo fue aplastante. El peronismo obtuvo el 49% de los votos contra los 21% de los radicales. Sin embar-go, a poco de ascender Cmpora a la presidencia la crisis institucional se hizo manifiesta. Las movilizaciones de la juventud se repetan, el accionar de la guerrilla continuaba y las bases obreras se rebelaban contra los lderes bajo el signo de que la liberacin nacional, finalmente, estaba en marcha. La preocupacin entre la ortodoxia del peronismo se acrecent y la presin para que Cmpora renunciara y habilitara as la vuelta de Pern a la presidencia tambin. Su triunfo en las elecciones de septiembre de 1973 le otorg el dominio poltico que haba esperado tanto. Con ello, adems pona fin a una dictadura de siete aos. Para los milita-res, las clases dominantes y la jerarqua eclesistica, Pern en el ltimo dique de contencin ante la marea de radicalizacin poltica y social. Sin embargo, las cosas siguieron su curso pero ahora el escenario poltico se defina al interior del peronismo: entre la ortodoxia y los heterodoxos, representados por la guerrilla y la juventud. El objetivo poltico de Pern, ya en la presidencia, fue desarrollar una democracia integrada a partir de acuerdos programticos con los militares y otras fuerzas polticas.14 En lo social auspici un pacto entre empresas y sindicatos bajo el mando del ministro de Economa Juan Gelbard. Pero fue la crisis mundial de 1973 la que en parte puso en duda este proyecto poltico y social, al incrementarse los precios de bienes

    14. TORRE, Juan Carlos y DE RITZ, Liliana (2002), op. cit., p. 280.

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    importados y encarecer los costos de las empresas. El traslado de este aumento a los precios de los bienes de consumo erosionaba el salario por lo que los sindicatos demostraron su rechazo y amenazaron romper el pacto social de Gelbard. Las bases obreras, en tanto, lanzaban una serie de huelgas y ocupacin de fbricas que amenaz con generar una rebelin general. Solo la presencia de Pern evit llegar a esta situacin. Sin embargo, su muerte en julio de 1974 sell el fin de los acuerdos polticos y del proyecto dedemocracia integrada.

    Actividad de autoaprendizaje

    1. Identifique cules fueron las polticas empleadas hacia el peronismo por parte de los distintos gobiernos, el resultado de dichas medidas y su impacto en el sistema poltico argentino. Escriba un breve texto explicativo y confeccione un cuadro com-parativo, sintetizando la informacin.

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    Los sucesores de Pern en el liderazgo del peronismo, encabezados por su esposa y vicepresidenta Isabel Pern, dieron marcha atrs con los lazos establecidos con otras fuerzas polticas pero sobre todo con los sostenidos con la juventud radicalizada y las bases obreras peronistas. La represin paraestatal hizo su aparicin a travs de la creacin de la Alianza Argentina Anticomunista (Triple A), dirigida por el ministro de Bienestar Social Jos Lpez Rega. El giro a la derecha del peronismo, su asociacin con las Fuerzas Armadas y la casta empresarial, implicaron el incremento del accionar guerrillero y la movilizacin sindical.En este cuadro, la opcin autoritaria volvi a aparecer en el horizonte poltico. El apoyo empresarial, poltico, religioso, de la prensa y de la sociedad a esta posibilidad era manifiesto. Un posible nuevo golpe de estado y su legitimidad social no era nuevo en el pas. Como vimos, esta situacin tuvo precedentes en aos an-teriores. El fin del gobierno peronista en marzo de 1976 y la asuncin de las Fuerzas Armadas del control del gobierno y del estado reposaron en un consenso histrico que se actualiz en un momento de profunda crisis poltica y social. La salida institucional propuesta por el peronismo haba fracasado. Las dudas en la capacidad del sistema poltico de canalizar los conflictos sociales se reinstalaron. Tambin las ansias de los militares de reformar por va autoritaria a la sociedad. La novedad del proceso que se inici en 1976 tuvo que ver con que el problema del orden en Argentina intent resolverse con la aplicacin inmediata de una drstica violencia estatal sobre los actores polticos y a travs de un plan de reestructuracin social a largo plazo.Las medidas iniciales de la Junta de Comandantes liderada por el general Jorge Rafael Videla apuntaron di-rectamente a clausurar la vida poltica y sindical.15 Se decret el estado de sitio, la suspensin de los partidos polticos, la creacin de consejos de guerra y se reinstal la pena de muerte. Se intervinieron los sindicatos y la prensa estuvo supeditada a un intenso control. La escalada represiva se centr en la liquidacin de la guerrilla y en la persecucin y exterminio de militantes polticos, sindicales y estudiantiles. La desaparicin de personas, las torturas y las amenazas sobre un sector de la poblacin se conjug con un control laxo pero ms molecular sobre la vida social y cultural de la poblacin. En contraposicin con las otras dictaduras ob-servadas, sta no tuvo ningn inters ni estrategia tendientes a trazar andamios con la sociedad poltica ni a integrar a ninguna fuerza poltica. La clausura de la poltica se confundi con la aniquilacin del cuerpo del adversario poltico como forma de resolucin de los conflictos sociales y polticos que, desde la Revolucin Libertadora en adelante, haban configurado el escenario nacional.En el plano econmico, el ministro Jos Alfredo Martnez de Hoz traz una poltica econmica cuyo objetivo era alejar al Estado de la esfera econmica productiva a partir de una serie de medidas acordes con el paradigma neoliberal que, desde principios de los aos setenta, comenzaba a ganar adeptos en los pases centrales. Derogacin de precios mximos, desnacionalizacin de depsitos bancarios, libre ingreso de ca-pitales, endeudamiento internacional y un levantamiento a la restriccin de las importaciones, fueron solo algunas de las acciones que mejor sintetizan la intencin de los sectores econmicos vinculados al mundo de los negocios, las finanzas, terratenientes e importadores. La reestructuracin del papel del Estado estaba en sintona con la bsqueda de un cambio del sistema industrial que con el tiempo cambiara la economa nacional hacia una faz ms competitiva y abierta al mundo, segn se anunciaba constantemente desde ese ministerio. En el fondo, esto implic el inicio de una reestructuracin de las bases socioeconmicas del pas que se inici con la dictadura de 1976 y continu en la dcada del noventa.Una vez conseguidos los objetivos polticos, la represin de la dictadura a partir de 1979 se atenu. El movi-miento guerrillero haba sido destruido, la mayora de los militantes e intelectuales de izquierda y peronistas haban sido desaparecidos, detenidos o forzados a exiliarse. Con la asuncin del general Videla al cargo de presidente, la Junta daba por finalizado el perodo de excepcionalidad con el cual haba asumido y comen-zaba una etapa de mesura. Este giro se explica en parte por el logro de sus mximos objetivos, pero tam-bin por el desgaste interno producido con el paso de los aos y la presin que ejercieron organismos como la Comisin Interamericana de Derechos Humanos y asociaciones como las Madres de Plaza de Mayo, fundada en abril de 1977. A partir de 1980, la cada del consenso interno en las Fuerzas Armadas, el resurgimiento de la actividad poltica y sindical, y finalmente, la desastrosa aventura de la guerra de Malvinas sealaron los momentos finales de la dictadura ms sangrienta de la Argentina moderna. El triunfo posterior del radical Ral Alfonsn sell la suerte de esta dictadura y el inicio de la recuperacin democrtica en el pas.

    15. SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2000), Atlas Histrico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, ver en especial p. 501 y ss.

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    Actividades de autoevaluacin del Mdulo

    1. Lea y compare los dos fragmentos que siguen y establezca los puntos de contacto que evidencian la postura de los Montoneros y Pern. Para una mejor comprensin de los discursos, tenga en cuenta el contexto poltico que el Mdulo reconstruye.

    Por ser conscientes de esta encrucijada histrica es que hemos elegido el camino de la resistencia armada para abrir paso al acceso de los trabajadores al poder. No nos gua ninguna intencin de jugar a la guerra y si tomamos las armas es a pesar nuestro. No somos nosotros los que inventamos la violencia, sino que la violencia es cotidiana, propia del sistema.Violencia es el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la mortalidad infantil, la explotacin, la represin. Violen-cia es cerrar todas las vas pacficas de cambio. Violencia es el fraude, los golpes palaciegos, la proscripcin.Por eso nuestra decisin no es gratuita, sino profundamente responsable, honesta y coherente con nosotros mismos y con el pueblo. Es ms, consideramos inmoral la conducta de quienes predican la violencia y son incapaces de cumplir con lo que dicen.Asimismo recordamos a los que hablan de lucha armada pero se horrorizan ante los hechos, que la violencia no es abstracta, que los hombres luchan y mueren tanto en 1970 como a travs de toda nuestra historia. Y lo decimos con pleno conocimiento de causa, no en vano tenemos tres bajas y el pueblo llora cientos de mrtires.Nuestra aspiracin es la de constituirnos junto con las FAP y otras organizaciones fraternas en el brazo arma-do del pueblo. Esto significa ser la vanguardia poltico-militar de la ms amplia base popular posible. Por eso la tarea militar no est divorciada en ningn momento de la tarea de organizacin del pueblo. Y sta no se agota en la construccin de una infraestructura funcional eficaz, sino que se dirige a abrir canales de comu-nicacin, a ganar lo favorable y neutralizar lo desfavorable, a extender la organizacin a todos los niveles de accin: el poltico, el sindical, el estudiantil y el militar. De esta manera nuestra lucha y la lucha de las masas debern correr parejas, alimentndose y mantenindose mutuamente.Detrs nuestro no hay ningn cerebro maquiavlico como pretende el gorilaje, ningn general oportunista, ninguna potencia extranjera, detrs nuestro solo puede estar el pueblo y el general Pern. No respondemos a ninguna de las tendencias en pugna dentro del Movimiento, solo acatamos un tipo de peronista, el que pelea sin cuartel y sin componendas por las banderas populares con todos los medios y posibilidades que su puesto de accin le ofrece. Es con estos compaeros y con todo argentino que lucha que nos identificamos, porque sentimos que en todos ellos alienta el espritu montonero. Por eso nuestro peronismo es el peronismo de la Resistencia, del Conintes, de los planes de lucha, de Evita, de Vallese, de Bengochea. El que hoy se ha hecho sangre en Ferrari, Maza, Abal Medina y Ramus. As el pueblo no se engaa, porque cuando decimos Pern, hablamos del lder, del Movimiento y de las luchas de liberacin de los pueblos del Tercer Mundo, y cuando decimos Muerte afirmamos nuestra decisin de ser leales hasta el fin a la causa popular.Es por esta conviccin de guerra o muerte y por tener conciencia de que igual conviccin tuvo en anteriores oportunidades el pueblo argentino, que nos llamamos Montoneros y que nuestra lucha es la resistencia ar-mada. Va en esto nuestro homenaje y reconocimiento a los que protagonizaron esas luchas por la patria, y va nuestra decisin de morir peleando, la asimilacin del ejemplo que ellos nos dejaron. Sabemos que la lucha ser larga, que no habr paz ni unidad total para el pueblo argentino hasta el triunfo final. Tambin sabemos que el rgimen nos va a tender trampas, la trampa electoral para volvernos a estafar, o la trampa golpista para que vuelvan los gorilas a encaramarse en el poder. Pero no nos engaemos, del ejrcito solo esperamos que nos reprima, corrompido por los dlares yanquis y adoctrinado por los boinas verdes para hacer la guerra interna al pueblo, como ya lo ha demostrado la llamada Revolucin Argentina.Por eso es que nos trazamos el objetivo de ir constituyendo con otras organizaciones el movimiento armado peronista, que junto a otros grupos armados desarrollar la guerra popular para la toma del poder y la puesta en marcha del socialismo nacional en el que se hagan realidad nuestras tres banderas: Independencia Eco-nmica, Justicia Social y Soberana Poltica.

    Fragmento del artculo publicado por la agrupacin guerrillera Montoneros en la revista Cristianismo y Re-volucin a fines de 1970. Extrado de ALTAMIRANO, Carlos (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973),

    Buenos Aires, Editorial Emec, pp. 402-403.

    Deseo comenzar estas palabras con un saludo muy afectuoso al pueblo argentino, que ayer desgraciada-mente no pude hacerlo en forma personal por las circunstancias conocidas.Llego del otro extremo del mundo con el corazn abierto a una sensibilidad patritica que solo la larga ausen-

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    cia y la distancia pueden avivar hasta su punto ms lgido. Por eso al hablar a los argentinos lo hago con el alma a flor de labios y deseo que me escuchen tambin con el mismo estado de nimo. Llego casi desencar-nado; nada puede perturbar mi espritu porque retorno sin rencores ni pasiones, como no sea la que anim toda mi vida: servir lealmente a la patria y solo pido a los argentinos que tengan fe en el gobierno justicialista. Porque se ha de ser el punto de partida para la larga marcha que iniciamos.Tal vez la iniciacin de nuestra accin pueda parecer indecisa o imprecisa. Pero hay que tener en cuenta las circunstancias en las que la iniciamos. La situacin del pas es de tal gravedad que nadie puede pensar en una reconstruccin en la que no deba participar y colaborar. Este problema, como ya lo he dicho muchas veces, o lo arreglamos entre todos los argentinos o no lo arregla nadie. Por eso deseo hacer un llamado a todos, al fin y al cabo hermanos, para que comencemos a ponernos de acuerdo. Una deuda externa que pasa los 6 mil millones de dlares y un dficit cercano a los 3 billones de pesos acumulados en estos aos, no han de cubrirse en meses sino en aos. Nadie ha de ser unilateralmente perjudicado, pero tampoco ninguno ha de pretender medrar con el perjuicio o la desgracia ajena. No son stos das para enriquecerse desaprensivamente, sino para reconstruir la rique-za comn, realizando a una comunidad en la que cada uno tenga la posibilidad de realizarse. El Movimiento Justicialista unido a todas las fuerzas polticas, sociales, econmicas y militares que quieran acompaarnos en su cruzada de liberacin y reconstruccin del pas, jugar su destino dentro de la escala de valores es-tablecida: primero la patria, despus el movimiento y luego los hombres, en un gran movimiento nacional y popular que pueda respaldarlo. Tenemos una revolucin que realizar. Pero para que ella sea vlida ha de ser de reconstruccin pacfica y sin que cueste la vida de un solo argentino. No estamos en condiciones de seguir destruyendo frente a un destino preado de acechanzas y peligros. Es preciso volver a lo que en su hora fue el apotegma de nuestra creacin: de casa al trabajo y del trabajo a casa; porque solo el trabajo podr redimirnos de los desatinos pasados. Ordenemos primero nuestras cabezas y nuestros espritus, reorganicemos el pas y dentro de l al Estado, que preconcebidamente se ha pretendido destruir, que debemos aspirar a que sea lo mejor que tengamos, para corresponder a un pueblo que ha demostrado ser maravilloso ()Los peronistas tenemos que retornar a la conduccin de nuestro movimiento. Ponerlo en marcha y neutrali-zar a los que pretenden deformarlo de abajo o desde arriba. Nosotros somos justicialistas. Levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes. No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay nuevos rtulos que califiquen a nuestra doctrina, ni a nuestra ideolo-ga: somos lo que las veinte verdades peronistas dicen. No es gritando la vida por Pern que se hace patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos. Los viejos peronistas lo sabemos. Tampoco lo ignoran nues-tros muchachos que levantan banderas revolucionarias. Los que pretextan lo inconfesable, aunque cubran sus falsos designios con gritos engaosos, o se empeen en peleas descabelladas, no pueden engaar a nadie.Los que no comparten nuestras premisas, si se subordinan al veredicto de las urnas, tienen un camino honesto que seguir en la lucha que ha de ser para el bien y la grandeza de la Patria. No para su desgracia. Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado, se equivocan. Ninguna simulacin o encubrimiento por ingeniosos que sean, podrn engaar a un pueblo que ha sufrido lo que el nuestro, y que est animado por una firme voluntad de vencer. Por eso, deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal. As aconsejo a todos ellos, tomar el nico camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de argentinos, sin dobleces ni designios inconfesables. Nadie puede ya escapar a la tremenda experiencia que los aos, el dolor y los sacrificios han grabado a fuego en nuestras almas para siempre. Tenemos un pas que a pesar de todo no han podido destruir. Rico en hombres y rico en bienes. Vamos a ordenar al Estado y a todo lo que de l dependa, que pueda haber sufrido depredaciones u olvidos. sa ser la principal tarea del gobierno. El resto lo har el pueblo argentino, que en los aos que corren ha demostrado una madurez y una capacidad superior a toda ponderacin. En el final de este camino est la Argentina poten-cia, en plena prosperidad. Con habitantes que pueden gozar del ms alto standard de vida. Que la tenemos en germen y que solo debemos realizar. Yo quiero ofrecer mis ltimos aos de vida a un logro que es toda mi ambicin. Solo necesito que nos crean y nos ayuden a cumplirla.

    Fragmento del mensaje de Pern publicado en por el diario Clarn el 22 de junio de 1973. Extrado de ALTA-MIRANO, Carlos (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial

    Emec, pp. 415 y 418.

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    2. Lea atentamente el discurso pronunciado por el presidente de facto Jorge Rafael Videla y detecte los conceptos fuerzas que posibilitan comprender su punto de vista ideolgico y poltico.

    Hace exactamente dos meses, las Fuerzas Armadas debieron asumir el poder. Una gravsima crisis poltica, moral y econmica amenazaba la integridad nacional. El desorden, la corrupcin y la ineptitud dominaban todos los mbitos, y nos llevaban a la disgregacin de la Repblica. Frente a la falta de soluciones en el plano institucional y ante los riesgos de un mayor agravamiento de la situacin, los hombres de armas dimos el paso inevitable y decisivo que las circunstancias y nuestra responsabilidad imponan ()El da 24 de marzo ltimo, las Fuerzas Armadas se hicieron cargo del poder. Lo hicieron con humildad, sin apetencias personales, sectoriales o de grupo, pero con la firmeza propia de quien asume un acto de servicio, y con el calor propio de quien se vuelca con vocacin al servicio de la Nacin. Asumido el poder, es nuestra responsabilidad ejercerlo a travs del gobierno, y este ejercicio del gobierno est inspirado en dos circuns-tancias: crear las condiciones necesarias para que el hombre argentino pueda realizarse con plenitud como persona, con dignidad y en libertad, y adems, encuadrar a este hombre argentino en un contexto social que apunte al bien comn y al inters nacional.Estamos convencidos de que esas condiciones ideales a crear se dan en el sistema democrtico de vida. Entendemos que la democracia es para los argentinos el canal idneo a travs del cual puede transitar, sin inconvenientes el estilo de vida nacional, inspirado en nuestra tradicin histrica en nuestra concepcin cristiana del mundo y del l1ombre. Por eso, decimos que el objetivo final de este proceso es reimplantar una democracia en la Argentina que sea seriamente republicana, autnticamente representativa v con verdadero sentido federalista.Lamentablemente, el sistema democrtico de vida dentro de nuestro pas estaba sensiblemente deteriorado. Era como si aquel canal se hubiera obstruido, y algn mal externo hubiese corrodo sus bordes lo que provo-caba que el estilo de vida nacional, lejos de circular libremente, se desbordara con frecuencia. Un factor ha-ba contribuido notablemente a este deterioro de nuestro estilo de vida democrtico, y si hubiera que definirlo en una sola palabra, dira que es demagogia. La demagogia, agitada con fines puramente electorales a travs de eslganes, rtulos, frases hechas, no hizo ms que enfrentarnos en antinomias estriles y confundirnos profundamente, a punto tal, que hoy es difcil distinguir dnde est el bien y dnde est el mal.Esa demagogia, adems, por ser complaciente, dio origen a la corrupcin, concebida sta en la ms amplia acepcin de la palabra, que lleg a generalizarse en todos los estamentos del Estado. Esa corrupcin justa-mente por ser generalizada motiv el trastrocamiento de los valores tradicionales; es decir, subversin. Por-que subversin no es ni ms ni menos que eso: subversin de los valores esenciales del ser nacional Pero no

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    todo era negativo en este proceso. Haba tambin aspectos positivos dignos de ser rescatados. Uno de ellos era un alto grado de madurez logrado en el Pueblo Argentino, a travs de esta ltima frustracin. El otro era que permaneca subyacente en todos los espritus de los argentinos un profundo sentido de unidad nacional. Con ambos factores: madurez del sentido de unidad, es fcil pensar en la recomposicin del ser argentino.

    Extrado de Mensajes presidenciales. Proceso de Reorganizacin Nacional (1976), Presidencia de la Nacin, pp. 31 y 43-45.

    3. Lea atentamente la carta que el escritor Rodolfo Walsh escribi a la Junta Militar en 1977, antes de ser asesinado por sta. Considere qu aspectos son centrales en su argumentacin en torno a la caracterizacin que realiza de la dictadura, la repre-sin emprendida y los sectores sociales beneficiados con el golpe de marzo de 1976.

    1. La censura de prensa, la persecucin a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la prdida de una hija que muri combatindolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresin clandestina despus de haber opinado libremente como escritor y perio-dista durante casi treinta aos. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la accin de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crmenes y lo que omiten son calamidades. El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contri-buyeron como ejecutores de su poltica represiva, y cuyo trmino estaba sealado por elecciones convocadas para nueve meses ms tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martnez sino la posibilidad de un proceso democrtico donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.Ilegtimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el pro-grama en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresin objetiva de la voluntad del pueblo, nico significado posible de ese ser nacional que ustedes invocan tan a menudo.Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minoras derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nacin. Una poltica seme-jante solo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amorda-

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    zando la prensa e implantando el terror ms profundo que ha conocido la sociedad argentina.2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.Colmadas las crceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del pas virtuales cam-pos de concentracin donde no entra ningn juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigacin, convierte a la mayora de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin lmite y el fusilamiento sin juicio. (1)Ms de siete mil recursos de hbeas corpus han sido contestados negativamente este ltimo ao. En otros miles de casos de desaparicin el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo despus que los cincuenta o sesenta que lo hacan fueron a su turno secuestrados.De este modo han despojado ustedes a la tortura de su lmite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez das segn manda una ley que fue respetada aun en las cum-bres represivas de anteriores dictaduras.La falta de lmite en el tiempo ha sido complementada con la falta de lmite en los mtodos, retrocediendo a pocas en que se oper directamente sobre las articulaciones y las vsceras de las vctimas, ahora con auxiliares quirrgicos y farmacolgicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el submarino, el soplete de las actualizaciones contemporneas. (2)Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafsica en la medida que el fin original de obtener informacin se extrava en las mentes perturbadas que la administran para ceder al im-pulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdi el verdugo, que ustedes mismos han perdido.3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemtica ejecucin de rehenes en lugares descampados y en horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehculos que se incen-dian son los estereotipos de un libreto que no est hecho para ser credo sino para burlar la reaccin inter-nacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carcter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Polica de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Ao Nuevo que si-gui a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosin que destruy la comisara de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la poltica que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sin-dicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas segn la doctrina extranjera de cuenta-cadveres que usaron los SS en los pases ocupados y los invasores en Vietnam.El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un ao atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y solo 10 o 15 heridos, proporcin desconocida en los ms encarnizados conflictos. Esta impresin es confirmada por un muestreo periodstico de circulacin clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla63 muertos. (3)Ms de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco est destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y a los partidos de que aun los presos recono-cidos son la reserva estratgica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo segn la marcha de los combates, la conveniencia didctica o el humor del momento.As ha ganado sus laureles el general Benjamn Menndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejrcito, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Crdoba, despus con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y na-rradas sin pudor. (4)El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisio-neros en jurisdiccin del Primer Cuerpo de Ejrcito que manda el general Surez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la poltica misma que ustedes planifican

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    en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto despus que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros pases, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas. (5)Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequea parte quizs del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecnica de la Armada, fondea-dos en el Ro de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 aos, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, con lastimaduras en la regin anal y fracturas visibles segn su autopsia.Un verdadero cementerio lacustre descubri en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Crdoba, acudi a la comisara donde no le recibieron la denuncia y escribi a los diariosque no la publicaron. (6)Treinta y cuatro cadveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Ro Lujn el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muer-tos a 15 kilmetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.En esos enunciados se agota la ficcin de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de Lpez Rega, capaces de atravesar la mayor guarnicin del pas en camiones militares, de alfombrar de muertos el Ro de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Area (7), sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre violencias de distintos signos ni el rbitro justo entre dos terrorismos, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y solo puede balbucear el discurso de la muerte. (8)La misma continuidad histrica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan Jos Torres, Zelmar Michelini, Hctor Gutirrez Ruz y decenas de asila-dos en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democrticos en Chile, Bolivia y Uruguay. (9)La segura participacin en esos crmenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Polica Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a travs de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejrcito, encabezados por el general Menndez, en la creacin de la Logia Libertadores de Amrica, que reemplaz a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitn Horacio Gndara, quien desde hace una dcada investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de Prensa Libre Horacio Novillo apualado y calcinado, despus que ese diario denunci las conexiones del ministro Martnez de Hoz con monopolios internacionales.A la luz de estos episodios cobra su significado final la definicin de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: La lucha que libramos no reconoce lmites morales ni naturales, se realiza ms all del bieny del mal. (10)5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufri-mientos han trado al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la poltica econmica de ese gobierno debe buscarse no solo la explicacin de sus crmenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.En un ao han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participacin en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar (11), resucitando as formas de trabajo forzado que no persisten ni en los ltimosreductos coloniales.Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamacin colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupacin al rcord del 9% (12) prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotra-do las relaciones de produccin a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. (13)Los resultados de esa poltica han sido fulminantes. En este primer ao de gobierno el consumo de alimen-tos ha disminuido el 40%, el de ropa ms del 50%, el de medicinas ha desaparecido prcticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas

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    deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pblica a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de mdicos, profesionales y tcnicos se suman al xodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la racionalizacin.Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante poltica la convirti en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monoplicas saquean las napas subterrneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes solo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el ro ms gran-de del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martnez de Hoz arrojan en l sus residuos industriales, y la nica medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibira la gente que se bae.Tampoco en las metas abstractas de la economa, a las que suelen llamar el pas, han sido ustedes ms afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dlares por habitante, una inflacin anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre lleg al 9%, una baja del 13% en la inversin externa constituyen tambin marcas mundiales, raro fruto de la fra deliberacin y la cruda inepcia.Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura ane-mia, una sola crece y se vuelve autnoma. Mil ochocientos millones de dlares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Polica Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelacin ni desocupacin en el reino de la tortura y de la muerte, nico campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotizacin por guerrillero abatido sube ms rpido que el dlar.6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional segn una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la poltica econmica de esa Junta solo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarqua ganadera, la nueva oligarqua especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales en-cabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que estn ligados personalmente el ministro Martnez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.Un aumento del 722% en los precios de la produccin animal en 1976 define la magnitud de la restauracin oligrquica emprendida por Martnez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: Llena de asombro que ciertos grupos pequeos pero activos sigan insis-tiendo en que los alimentos deben ser baratos. (14)El espectculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin traba-jar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la maana duplicaron su capital sin producir ms que antes, la rueda loca de la especulacin en dlares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el inters por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que vena a acabar con el festn de los corruptos.Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crdito nacional en manos de la banca extranjera, in-demnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupacin en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quines son los aptridas de los comunicados oficiales, dnde estn los mercenarios al servicio de intereses forneos, cul es la ideologa que amenaza al ser nacional.Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, an cabra pedir a los seores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al pas tras la ilusin de ganar una guerra que, aun si mataran al ltimo guerrillero, no hara ms que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace ms de veinte aos mueven la resistencia del pueblo ar-gentino no estarn desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelacin de las atrocidades cometidas.Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al com-promiso que asum hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difciles.

    Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.

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    Referencias:1. Desde enero de 1977 la Junta empez a publicar nminas incompletas de nuevos detenidos y de libera-dos que en su mayora no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposicin pero siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son an secreto militar y las condiciones para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas.2. El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya muerto a palos, el ex diputado Muiz Barreto desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o rezaba... Cada veinte minutos abran la puerta y me decan que me iban hacer fiambre con la mquina de sierra que se escuchaba.3. Cadena Informativa, mensaje Nro. 4, febrero de 1977.4. Una versin exacta aparece en esta carta de los presos en la Crcel de Encausados al obispo de Crdoba, monseor Primatesta: El 17 de mayo son retirados con el engao de ir a la enfermera seis compaeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel ngel Mosse, Jos Svagusa, Diana Fidelman, Luis Vern, Ricardo Yung y Eduardo Hernndez, de cuya muerte en un intento de fuga inform el Tercer Cuerpo de Ejrcito. El 29 de mayo son retirados Jos Pucheta y Carlos Sgadurra. Este ltimo haba sido castigado al punto de que no se poda mantener en pie sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen tambin fusilados en un intento de fuga.5. En los primeros 15 das de gobierno militar aparecieron 63 cadveres, segn los diarios. Una proyeccin anual da la cifra de 1500. La presuncin de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1976 la informacin periodstica era incompleta y en el aumento global de la represin despus del golpe. Una estimacin global verosmil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente. Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios. 100. Total: 4.000.6. Carta de Isaas Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.7. Programa dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Area del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27.8. El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por La Opinin el 3-10-76 admiti que el terroris-mo de derecha no es tal sino un anticuerpo.9. El general Prats, ltimo ministro de Ejrcito del presidente Allende, muerto por una bomba en septiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutirrez Ruiz aparecieron acribillados el 2-5-76. El cadver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareci el 2-6-76, despus que el ministro del Interior y ex jefe de Polica de Isabel Martnez, general Harguindeguy, lo acus de simular su secuestro.10. Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli segn La Razn del 12-6-76. Jefe del Grupo I de Artillera de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977.11. Unin de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Despus la situacin se agrav an ms.12. Diario Clarn.13. Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalrgicos y navales.14. Prensa Libre, 16-12-76.

    Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, por Rodolfo Walsh. Extrada de: http://conti.derhuman.jus.gov.ar/_pdf/serie_1_walsh.pdf

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    4. A lo largo del Mdulo, se ha trabajado sobre varias problemticas asociadas con la situacin poltica argentina de las dcadas del sesenta y setenta. Teniendo en cuenta lo analizado, realice las siguientes actividades:

    a) Seleccionar una unidad didctica dentro del perodo que trabajan comnmente. Realizar una seleccin de los conceptos que ayudaran a los alumnos a identificar ms claramente el proceso analizado. Explicar brevemente por qu.

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    b) Precisar qu problemas aqu abordados pueden complementar o renovar su traba-jo en el aula.

    c) Indicar qu otras actividades y recursos trabajara en el aula para afianzar la ense-anza de contenidos de este Mdulo, adecundolos a las caractersticas de su grupo de alumnos.

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    Bibliografa obligatoria para los/as capacitandos/as

    ALTAMIRANO, Carlos (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial Emec, cap. I a III. FRONDIZI, Arturo (2008), Su proyecto de integracin y desarrollo nacional a travs de sus principales dis-cursos y declaraciones (1954-1995), Buenos Aires., Editorial Claridad, pp. 5-240. SMULOVITZ, Catalina (1991), En bsqueda de la frmula perdida, en Desarrollo Econmico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 3, abril-junio de 1991, pp. 113-134. SPINELLI, Mara Estela (2013) De antiperonistas a peronistas revolucionarios. Las clases medias en el centro de la crisis poltica argentina (1955-1973), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, primera y segunda parte. SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2000), Atlas Histrico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, captulos IX a XI. TCACH, Csar (2003) Golpes, proscripcin y partidos polticos, en Daniel JAMES (Dir.), Violencia, proscrip-cin y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 17-62. TORRE, Juan Carlos y DE RIZ, Liliana (2002), Argentina desde 1946, en Leslie BETHELL (Comp.), Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Crtica, pp. 238-299. TORTTI, Mara Cristina (2009), El viejo partido socialista y los orgenes de la nueva izquierda, Buenos Aires, Editorial Prometeo, captulos 1 a 4.

    Documentos

    Carta del escritor Rodolfo Walsh a la Junta Militar, 1977. Diseo Curricular Jurisdiccional para la Formacin del Docente de Grado. Res. 13.259. Profesorados en Geografa e Historia. Diseo curricular para la Educacin Secundaria. Ciclo Superior. D.G.C. y E., La Plata, Pcia. de Bs. As., 2010. Extracto del decreto-ley 4161/1956. Fragmento de mensaje del Gral. Pern, junio de 1973. Fragmento del discurso del presidente de facto Jorge R. Videla, 1976. Fragmento del mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativa, 1 de mayo de 1958. Ley N 13.688 de Educacin Provincial. Ley N 26.206 de Educacin Nacional. Marco general de poltica curricular. Niveles y Modalidades del Sistema Educativo Resolucin N 3655/07 1.D.G.C. y E. de la Pcia. de Bs. As., La Plata, 2007. Seleccin de artculos de revista Cristianismo y Revolucin.

    Bibliografa de consulta para los/as capacitandos/as

    CARNOVALE, Vera (2011) Los combatientes. Historia del PRT-ERP, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, captu-los 1 a 3. CAVAROZZI, Marcelo (1983) Autoritarismo y democracia (1955-1983). Buenos Aires, Editorial Ariel, pp. 7-71. DE RIZ, Liliana (2000) La poltica en suspenso 1966-1976, Buenos Aires, Editorial Paids, primera y se-gunda parte. _____ (1981) Retorno y derrumbe: el ltimo gobierno peronista, Mxico, Folio, pp. 1-151. NOVARO, Marcos (2010) Historia de la Argentina 1955-2010, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, captulos 1 a 6. _____ y Palermo, Vicente (2003) La dictadura militar, 1976-1983. Del golpe de Estado a la restauracin democrtica, Buenos Aires, Editorial Paids, captulos I a VII. QUIROGA, Horacio (2005), El tiempo del proceso, en SURIANO, Juan (Dir.), Dictadura y democracia, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 33-142. O DONNELL, Guillermo (1972), Un juego imposible: competicin y coaliciones entre partidos polticos en Argentina, 1955-1966, en Modernizacin y autoritarismo, Buenos Aires, Editorial Paids, pp. 180-213. _____ (1982), El estado burocrtico autoritario, Buenos Aires, Editorial Belgrano, cap. VIII a X. POTASH, Robert (1981) El Ejrcito y la poltica en la Argentina, 1945-1962, Buenos Aires, Editorial Suda-

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    mericana, cap. III a V. ROTH, Roberto (1981) Los aos de Ongana. Relato de un testigo, Buenos Aires, Ediciones La Campana, pp. 5-100.

    Bibliografa del capacitador

    ALTAMIRANO, Carlos (1998) Frondizi, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica. _____ (2011) Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI. CARASSAI, Sebastin (2010), Antes de que anochezca. Derechos humanos y clases medias en la Argen-tina antes y en los inicios del golpe de Estado de 1976. Disponible en: http://historia