historias de perros - herriot james

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Historias de perrosJames Herriot

Ttulo original DOG STORIES Traducido por MARA ANTONIA MENINI de la 1 edicin de Michael Joseph Ltd., Londres, 1986 1986, JAMES HERRIOT 1986, VCTOR AMBRUS (por las ilustraciones) 1987, EDICIONES GRIJALBO, S. A. Arag, 385, Barcelona Primera edicin Reservados todos los derechos ISBN: 84-253-1943-9 Depsito legal: B. 27.246-1987 Impreso en Hurope, S. A., Recared, 2, Barcelona

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RECOMENDACINSi te ha gustado esta lectura, recuerda que un libro es siempre el mejor de los regalos. Recomindalo para su compra y recurdalo cuando tengas que adquirir un obsequio. y la siguiente

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A mi nieta pequea Katrina, con amor

Nota Las historias de esta coleccin se publicaron por primera vez como captulos 11, 13, 21 y 30 de If Only They Could Talk; captulos 12, 19, 27 y 29 de It Shouldn't Happen To A Vet; captulos, l, 7, 8 y 21 de Let Sleeping Vets Lie; captulos 2, 3, 4, 17, 18, 21, 22, 26, 27, 28, 34 y 35 de Vets in Harness; y captulos, 2, 13, 15, 25, 27, 34 y 36 de The Lord God Made Them All.

ndiceIntroduccin......................................................................................................7 1 Tricki Woo....................................................................................................28 2 La vigilia de Tristn......................................................................................34 3 Un triunfo de la ciruga.................................................................................41 4 Fmese un purito.........................................................................................46 5 Instinto maternal..........................................................................................50 6 Dan y Helen..............................................................................................55 7 Tip................................................................................................................61 8 La tarjeta sobre la cama...............................................................................65 9 Clancy..........................................................................................................73 10 La seora Donovan....................................................................................80 11 La exposicin de Darrowby........................................................................90 12 Un parto trascendental............................................................................100 13 Jock..........................................................................................................108 14 Acoso sexual............................................................................................114 15 Granville Bennett.....................................................................................126 16 Abandonado.............................................................................................137 17 Penny.......................................................................................................147 18 Cindy........................................................................................................153 19 Slo un guau............................................................................................159 20 Los Dimmock............................................................................................166 21 Magnus y compaa.................................................................................178 22 La ltima visita.........................................................................................189 23 Myrtle.......................................................................................................196 24 Venus.......................................................................................................206 25 Amber......................................................................................................217 26 No te quejes de tu suerte.........................................................................226 27 Rip............................................................................................................236 28 Ruffles y Muffles.......................................................................................244 29 El perro de la basura................................................................................250

IntroduccinMientras paso las pginas de este libro, me parece estar viendo una rueda que completa su crculo. De nio, me fascinaban los perros y experimentaba el ardiente deseo de convertirme en mdico de perros; despus me pas la vida tratando las dolencias de vacas, caballos, ovejas y cerdos; y aqu estoy ahora, en el ocaso de mi vida, publicando un libro sobre mis historias de perros. Considero, por tanto, ms necesaria una explicacin que una introduccin. La historia es muy sencilla. Mi infancia en Glasgow estuvo rodeada de perros, los mos y los de otras personas. Puesto que viva en el extremo oeste donde la ciudad se perda en la campia, vea, desde las ventanas de mi casa, las colinas de Kilpatrick y los pramos de Campsie al norte y, al otro lado del ro Clyde, el territorio del Camino de Neilston y las lomas de ms all de Barrhead, al sur. Aquellos verdes oteros ejercan una poderosa atraccin en m y, a pesar de la distancia, me acercaba hasta ellos a pie, atravesando los ltimos grupos de casas hasta llegar a las cumbres desde donde poda divisar los lagos y los montes de Argyll. Ahora, al recordarlo, las distancias se me antojan enormes a menudo, ms de cincuenta kilmetros diarios, y en ellas me acompaaba siempre mi perro

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Don. Era un fino, reluciente y hermoso setter irlands que comparta conmigo los goces de la campia. A menudo me acompaaban mis compaeros de escuela y, durante aquellos largos y soleados das, nuestro mayor placer era observar los juegos y retozos de nuestros perros. Ya a aquella temprana edad, me intrigaba el carcter y el comportamiento de estos animales. Nunca acababa de entender a los perros. Por qu eran tan fieles a la raza humana? Por qu se deleitaban con nuestra compaa y nos reciban en casa dando brincos de jbilo? Por qu se complacan en estar con nosotros en nuestras casas y dondequiera que furamos? Al fin y al cabo, slo eran animales y yo pensaba que su principal ocupacin hubiera tenido que ser buscar comida y proteccin; en su lugar, nos prodigaban un afecto y una lealtad aparentemente ilimitados. Adems, sus formas, tamaos y colores eran muy variados, y, sin embargo, todos posean las mismas caractersticas fundamentales. Por qu? Consult mi libro de referencia preferido, la Enciclopedia Infantil de Arthur Mee, y no me sorprendi averiguar que los perros eran fieles amigos del hombre desde haca miles de aos. Los egipcios los tenan en gran estima y es probable que formaran parte de la vida familiar en las cavernas de la Edad de Piedra. Comprob, asimismo, que descendan, al parecer, de los lobos o los chacales. Todo ello resultaba muy interesante, pero no me explicaba del todo la especial fascinacin que me producan. Senta, en mi fuero interno, el confuso deseo de estar siempre con los perros y pasar la vida trabajando a ser posible con ellos, cuidndoles, sanando sus enfermedades y salvando sus vidas, pero no saba cmo podra conseguirlo. Todo empez a cristalizar cuando le un artculo en la revista Meccano Magazine, La carrera de ciruga veterinaria. Como veterinario, podra estar siempre con los perros, cuidarles, sanar sus enfermedades y salvar sus vidas. La cabeza empez a darme vueltas. An estaba tratando de asimilar la nueva idea cuando el anciano doctor Whitehouse, director del Colegio de Veterinaria de Glasgow, vino a mi escuela para pronunciar una charla. Ser muy doloroso sin duda para los cientos de jvenes que hoy en da tratan intilmente de matricularse en una escuela de veterinaria saber que, en aquellos tiempos estos centros suplicaban en vano a chicos y chicas que acudieran a ellos. La razn era muy sencilla. En 1930, el pas se encontraba sumido en una terrible depresin econmica, la gente no poda permitirse el lujo de tener animales domsticos en la medida en que hoy lo hace y, sobre todo, los caballos de tiro, otrora la glora y el principal soporte de la profesin veterinaria, iban desapareciendo de las calles y de los campos. A nadie le interesaban los veterinarios. No obstante, el doctor Whitehouse se negaba a admitir que la profesin hubiera entrado en su agona. Nos dijo que, como cirujanos

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veterinarios, nunca nos haramos ricos, pero que nuestra vida sera muy variada y satisfactoria por diversos conceptos. Me sent irremediablemente preso. Saba con exactitud lo que deseaba hacer en la vida, pero los obstculos parecan insuperables. Era una profesin cientfica y yo no senta una especial inclinacin por las ciencias. A m, lo que mejor se me daba era la literatura y los idiomas. Ya me haba separado de los alumnos que estudiaban asignaturas tales como fsica y qumica, tena casi catorce aos y, en cuestin de dieciocho meses, debera someterme a los exmenes de bachillerato superior en Escocia. Ya era demasiado tarde para cambiar. Slo poda hacer una cosa. Acud al Colegio de Veterinaria para hablar con el doctor Whitehouse. Era un anciano maravilloso, que posea una fuerte y bondadosa personalidad y un fino sentido del humor. Me escuch con paciencia mientras yo le expona mis problemas. Me encantan los perros le dije. Quiero trabajar con ellos. Quiero ser veterinario. Pero yo hago bachillerato de Letras y estudio literatura inglesa, francs y latn. De ciencias, nada. Podra estudiar veterinaria? Pues claro que s me contest, sonriendo. Si tienes aprobadas dos asignaturas del bachillerato superior y dos del inferior, puedes matricularte con toda normalidad. No importa de qu asignaturas se trate. Podrs estudiar fsica, qumica y biologa durante el primer curso. A los estudiantes actuales les parecer increble, pero, para m, eso fue la salvacin. Estoy seguro de que podr aprobar tres asignaturas del bachillerato superior. Estupendo me dijo. No tienes por qu preocuparte. Tendr que esforzarme mucho para que me aprueben las matemticas inferiores aad en tono dubitativo. Soy un desastre en matemticas. Me harn falta para ser veterinario? Slo para sumar los ingresos del da me contest el doctor Whitehouse con una ancha sonrisa en los labios. Asunto resuelto. Tena ante m un objetivo muy claro. Trabaj con ahnco durante el cuarto y el quinto curso, y ahora recuerdo con nostalgia las horas que me pas empollando aquellas asignaturas aparentemente intiles. Sobre todo, el latn. Me encantaba este idioma y me pasaba casi todas las noches estudiando a Virgilio, Ovidio y Cicern. Hacia el final, creo que hubiera podido mantener una conversacin inteligente con un romano antiguo, aunque yo me segua preguntando de qu me iba a servir todo aquello cuando empezara a estudiar veterinaria. Algunas personas me animaban. Ya vers, te servir para comprender muchos trminos mdicos me decan.

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Creo qu as fue, en efecto, aunque yo hubiera preferido mil veces estudiar biologa. Tal como esperaba, consegu aprobar tres asignaturas del bachillerato superior e incluso las matemticas del inferior. Soy tan negado para los nmeros que no logro comprender cmo me aprobaron, aunque haba odo decir que, si un alumno aprobaba el latn superior, solan aprobarle en todo lo dems. Por consiguiente, debi de ser por eso. Por aquel entonces, yo no estaba preocupado. Ya haba puesto el pie en la escalera. Estudiaba en el Colegio de Veterinaria de Glasgow. Iba a convertirme en mdico de perros. Saba muy bien qu clase de mdico iba a ser. Durante las vacaciones de verano que mediaron entre mi salida de la escuela y mi matriculacin en el Colegio de Veterinaria, me sola imaginar de pie, con bata y mascarilla en una relumbrante sala de quirfano. Me rodeaban varias enfermeras y sobre la mesa yaca un perro al que yo estaba devolviendo la salud por medio de una brillante operacin. Otras veces, me vea en bata blanca, entre las inmaculadas paredes de un consultorio, atendiendo a toda una serie de perros grandes, pequeos, meneadores de rabo o desconsolados, pero todos encantadores y necesitados de mis servicios. Era una visin celestial. Sin embargo, cuando me matricul en el Colegio con los nuevos estudiantes para comenzar el trimestre de otoo, descubr que las autoridades acadmicas no abrigaban la menor intencin de animarme en mi propsito. Tenan otros planes para m y queran que fuera veterinario de caballos. Los estudios de veterinaria no haban variado ni un pice a pesar de los cambios ocurridos, y todos los estudios giraban en torno al caballo. Las prioridades estaban muy claramente definidas. Caballo, buey, oveja, cerdo, perro. Era un estribillo que se nos repeta sin cesar mientras leamos los libros de texto. El voluminoso tomo de Sisson, Anatoma de los animales domsticos, nos proporcionaba exhaustivas descripciones de los huesos, msculos, aparato digestivo, etc., del caballo, y luego, dedicaba aproximadamente una quinta parte del espacio en primer lugar al buey, y despus, en orden decreciente a la oveja, el cerdo y, por fin, el pobre perro, situado en el ltimo lugar de la lista. Lo mismo suceda con el importante tema de la Cra de Animales Domsticos. Cuando repaso las amarillentas pginas de mi libro de texto de hace ms de cincuenta aos, observo que est dedicado casi por completo a los excrementos de los caballos, a su figura, a los establos, al aseo, las guarniciones y las sillas de montar y, sobre todo, a las herraduras. Tenamos que aprender a herrar a los caballos, retirando la herradura vieja y colocando la nueva. Nos pasbamos horas y horas en medio del acre humo de las herreras. Y tenamos que guarnecer un caballo de tiro sin cometer ni un solo error: collera, horcates, arneses, silla y grupera, brida, riendas y cincha.

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Todo aquello constituy una sorpresa para m, lo mismo que la actitud radicalmente distinta que all se observaba en relacin con el trabajo y el aprendizaje. En la Escuela Superior de Hillhead, yo estaba acostumbrado a un rgimen muy severo. El nivel acadmico era muy alto y los profesores se tomaban muy en serio su tarea. Estaban firmemente decididos a conseguir que dominramos los temas y el menor fallo iba seguido invariablemente de una tanda de azotes. Ahora, en cambio, me senta transportado a un mundo en el que a nadie pareca importarle un bledo que aprendiramos o no. El actual Colegio de Veterinaria de la Universidad de Glasgow est justamente considerado uno de los mejores del mundo; posee toda clase de modernos aparatos y equipos y un brillante claustro de profesores. El Colegio de Veterinaria de Glasgow de hace cincuenta aos no se le pareca en nada. Era un alargado y ruinoso edificio situado en un barrio bajo de la ciudad, utilizado, al parecer, en otros tiempos como establo de caballos cuando los tranvas de Glasgow eran de traccin animal. Desde luego, lo pareca. En un intento de mejorar su aspecto, lo haban pintado de un enfermizo color amarillo, pero todo fue intil. A finales de los aos veinte, el Gobierno, ante la escasa demanda de veterinarios, decidi clausurar el Colegio de Glasgow, retirndole las subvenciones econmicas. Sin embargo, una junta de Gobierno trat de mantener el Colegio en pie y, cuando yo llegu all, la situacin era muy precaria. Nuestros profesores eran, con pocas excepciones, ancianos veterinarios retirados. Algunos eran unos autnticos carcamales: sordos, miopes y no sentan ningn inters especial por lo que enseaban. El profesor de botnica y zoologa daba clase, limitndose a leer en voz alta el libro de texto. A menudo, pasaba dos pginas por error y no se daba ni cuenta hasta que los alumnos le llamaban la atencin a gritos; entonces, nos miraba por encima de las gafas, sonrea con indulgencia y pasaba a la pgina anterior con el mayor desparpajo. Le queramos mucho y le vitorebamos al trmino de cada clase en que nunca dejaba de pronunciar su graciosa frasecita habitual. Bien, caballeros murmuraba, olvidando que entre nosotros haba una chica, veo en mi reloj de oro de cadena que el tiempo ha terminado. Despus, aceptaba complacido nuestra atronadora ovacin. Los estudiantes de entonces eran asimismo distintos de los de ahora. Muchos de ellos eran hijos de campesinos, y algunos procedan de las lejanas islas Hbridas. Me encari de veras con aquellos mocetones del norte, educados y serios, que vestan prendas de sarga y hablaban un ingls de marcado acento que se trocaba sin el menor esfuerzo en galico cuando hablaban entre s. El resto eran chicos de la ciudad, como yo, procedentes de distintos lugares de Gran Bretaa.

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Me asombr de que muchos de ellos llevaran tanto tiempo en el Colegio sin apenas haber hecho progresos. Un chico apellidado McAloon llevaba all catorce aos y estaba todava en el segundo ao de carrera. En aquellos momentos, era el que ostentaba la marca aunque los dems no le iban muy a la zaga. La explicacin era muy fcil. El Colegio necesitaba dinero. Puesto que no haba becas para los alumnos y no era el caso de expulsar a los muchachos tras fallar un examen, mientras los padres siguieran pagando las matrculas sin rechistar, aquellos veteranos eran unos apreciados miembros de la comunidad estudiantil. El de catorce aos de antigedad era especialmente estimado y, cuando por fin se fue para ingresar en el cuerpo de polica, todo el mundo le ech de menos. El anciano doctor Whitehouse, que enseaba anatoma, se conmovi visiblemente. El seor McAloon nos dijo posando sobre la mesa un crneo de caballo y sealando con el puntero un sitio vaco ha estado sentado durante once aos en aquel taburete. La vida ser muy extraa sin l. Los alumnos veteranos formaban un alegre grupo y dedicaban buena parte de su tiempo a jugar al pquer sobre un piano de cola que haba en la sala de descanso. Por cierto, que entre ellos no figuraba jams ni un estudiante de las Tierras Altas de Escocia. Los chicos del norte asistan a todas las clases, vivan en humildes casas de vecindad de Glasgow, coman gachas de avena y arenques salados, y ganaban medallas al finalizar el curso. Como parte de nuestra educacin equina, tenamos que iniciarnos en los principios del dominio del caballo, lo cual consista en el hbil manejo y monta de los animales. Una vez a la semana nuestra clase se trasladaba a la localidad de Motherwell, donde los alumnos galopbamos por los campos, montados en una especie de jamelgos y bajbamos ruidosamente por las callejas, entre las aceras, como si furamos una carga de caballera, mezclndonos con el trfico de las calles principales. Pocos alumnos haban montado antes y, puesto que nadie se tomaba la molestia de instruirnos como es debido, muchos ramos arrojados en todas direcciones y suframos frecuentes conmociones cerebrales porque no llevbamos casco protector. Un ataque de amnesia me dur varios das y mis padres se preocuparon muchsimo por l, temiendo que hubiera olvidado para siempre lo que hasta entonces haba aprendido. En el laboratorio de anatoma, casi todas las disecciones se hacan con caballos, y lo mismo ocurra en la amplia y complicada asignatura de la Materia Mdica, que estudiaba los efectos y aplicaciones de todas las sustancias utilizadas en el tratamiento de las enfermedades de los animales. Ahora eso se denomina farmacologa y gira en buena parte en torno a los antibiticos, las sulfamidas y los esteroides. Pero, en mi libro de texto de los aos treinta, no se hablaba de todo eso porque no se haba inventado. Ahora, mientras paso las pginas, levantando cuidadosamente las muchas flores prensadas que mi hijita

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puso all hace treinta aos, descubro una lista casi interminable de medicamentos que hoy en da ya no se utilizan. Los lcalis, los metales, los elementos no metlicos, los cidos, el carbn y sus derivados, el reino vegetal y, en cada grupo, un aterrador catlogo de frmacos individuales con sus denominaciones en latn, y despus una descripcin de sus efectos en los caballos, el ganado, las ovejas, los cerdos y, por ltimo, los perros. Los mdicos slo tienen que aprenderse una cantidad determinada de dosis para sus pacientes; en cambio, el veterinario tiene que conocer cinco. El orden de importancia sigue en mi viejo libro, con la deprimente letana de siempre: caballo, buey, oveja, cerdo, perro. Pese a ello, el ambiente general del Colegio no era en modo alguno sombro. Se respiraba, por el contrario, una atmsfera de total despreocupacin. A nadie pareca importarle que asistiramos o no a las clases. La decisin nos corresponda por entero a nosotros. Muchos preferan jugar a las cartas sobre el piano de cola y, en caso de que asistieran a clase, proseguan all la partida. A veces, apenas se poda or el montono zumbido de la voz de los viejos profesores sobre el transfondo del tintineo de las monedas en la parte de atrs. Creo que les hacamos la vida francamente imposible a aquellos pobres ancianos; gritbamos, reamos y nos arrojbamos objetos unos a otros y les gastbamos toda clase de bromas pesadas. Nuestro profesor de histologa estaba casi completamente sordo, pero el ruido no pareca importarle lo ms mnimo y prosegua, impertrrito, su clase en medio de un barullo fenomenal. Todo aquello me resultaba extraordinariamente atractivo comparado con la dureza de mis estudios de bachillerato. No tard en dejarme arrastrar por el nuevo ambiente. Puesto que los veteranos jugadores del piano de cola acogan con agrado a los novatos, en seguida empec a intervenir en las partidas de cartas, llegando a la conclusin de que el pquer era la ms emocionante de todas las ocupaciones. Lo malo era que perda dinero. Y no slo eso, sino que, encima, contraje deudas. Hechizado por el juego, ped crditos cuando se me termin el dinero para los viajes y la comida y, poco despus, descubr que le deba a todo el mundo varios chelines y no tena con qu pagarles. Agobiado por la culpa, estudi mi situacin. A los diecisis aos, las novelas ejemplares seguan vivas en mi memoria. Eric o Poquito a poco. Las aventuras de un reloj de tres guineas En ellas se relataba la perdicin de un muchacho a travs del juego y otros vicios. Cuando pens en lo mal que les estaba pagando sus esfuerzos a mis padres, gastando mi juventud alrededor de aquel piano, no pude por menos que aplicarme la historia. Me apart del juego e inici un severo rgimen econmico. Ahorraba el dinero de los autobuses y de los tranvas, recorriendo a pie parte del camino hasta el Colegio, y almorzaba exclusivamente un solo trozo de una incomible tarta de

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manzana que nos proporcionaban en la cantina. Me costaba un penique y era suficiente para saciarme el apetito para el resto del da. Al fin, consegu pagar mis deudas. Los interesados parecieron gratamente sorprendidos cuando les devolv escrupulosamente el dinero. Sus sentimientos quedaron probablemente expresados en las palabras que me dirigi un chicarrn de Glasgow, mientras se guardaba los peniques en el bolsillo: Pagar las deudas del juego! exclam, soltando una risotada . T acabars muy mal! Las partidas de cartas siguieron sin m, aunque las observaba desde lejos. Les tena mucha ley a aquellos joviales veteranos de miles de exmenes suspendidos, y an hoy les recuerdo con afecto porque son una raza extinguida. A medida que pasaban los aos y yo segua adelante en mis estudios de veterinaria, les vi caer gradualmente a casi todos. Varios se convirtieron en vendedores de las modernas aspiradoras recin salidas al mercado y yo me preguntaba a menudo cunto deban de ganar. McAloon, el decano de todos ellos, estaba a sus anchas en las fuerzas de polica; sola saludarle muchas veces con la mano cuando l diriga el trfico en George's Cross. Tal como ya he dicho, la enseanza en el vetusto Colegio era una autntica tomadura de pelo y haba detalles de autntico oscurantismo, pero, en contrapartida, la situacin tena tambin su lado bueno. Adquiramos mucha prctica porque no tenamos clnica y nos veamos obligados a salir y observar el tratamiento de los animales en el mundo real. De hecho, durante el ltimo curso, slo tenamos una clase por la maana, y despus pasbamos el resto del da con un veterinario. En el mundo real, haba muy pocos caballos y muchos perros. Tuve suerte. Estudi con Donald Campbell, de Rutherglen, hombre excelente y estupendo veterinario; aunque mi mejor oportunidad, dada mi aficin a los perros, se me present cuando entr a trabajar en al clnica del gran Weipers, en el mismo centro de la ciudad. Bill Weipers, en la actualidad sir William Weipers, ms tarde decano de la nueva Escuela de Veterinaria de la Universidad de Glasgow, era un hombre que se adelantaba mucho a su poca. Mont un consultorio exclusivamente dedicado a pequeos animales y estableci unas pautas inimaginables en aquella poca. Era un hombre brillante, extraordinariamente simptico y rebosante de energa, y sus alumnos le haban puesto en un pedestal. En cuanto a m, me qued hechizado. Me pasaba todo el da en compaa de perros y gatos. Cuando vi la magnfica sala de operaciones, los avanzados mtodos quirrgicos, el aparato de rayos X y el laboratorio donde se efectuaban los anlisis bacteriolgicos y de otro tipo, una idea empez a martillearme en la cabeza: yo hara aquellas cosas algn da.

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Aquella experiencia prctica fue una bendicin de Dios que, adems, tuvo otra ventaja para m. Por aquel entonces, no existan normas legislativas sobre los cirujanos veterinarios y era legal que los estudiantes trabajaran por su cuenta. Algunos ayudbamos a los veterinarios los fines de semana, y yo incluso llegu a hacer una suplencia de dos semanas seguidas a la edad de diecinueve aos. El veterinario se fue de vacaciones y me dej su consultorio, a m que era un novato. Las dos semanas parecieron durar una eternidad, pero me fueron de mucha utilidad. Me enorgullec muchsimo de poder aplicar nuestros conocimientos cientficos en la prctica, porque la verdad es que algo habamos aprendido en el Colegio a pesar de sus deficiencias. Habamos aprendido, por ejemplo, patologa. El temible profesor Emslie insista mucho en ello. No era un anciano y decrpito veterinario, sino un dinmico intelectual en la flor de la vida, un hombre apasionado de su asignatura y un personaje impresionante. Corpulento, de negras cejas y ojos encendidos, era capaz de acobardarnos con una simple mirada. Los alborotadores que atormentaban a los viejos con sus trapisondas se convertan en ratoncitos asustados en presencia de Emslie. Y nos ense patologa. Con su exuberante ingenio y sus aterradores estallidos de clera, consigui inculcarnos los conocimientos necesarios. Yo le tema tanto como los dems, pero le agradec su inters porque la patologa es la esencia de todo tratamiento animal y, en aquella poca en que yo atenda a animales aquejados de neumona y dolencias renales y cardacas, intentando averiguar qu haba detrs de ellas, sus enseanzas fueron para m como la revelacin de un misterio. Cuando termin los estudios y sal del Colegio por ltima vez, experiment una aguda sensacin de prdida y la conciencia de que una parte muy agradable de mi vida haba acabado para siempre. En aquel viejo y destartalado edificio haban transcurrido algunos de los aos ms felices de mi vida y, aunque mis estudios de veterinaria eran anticuados y poco tiles en muchos aspectos, conservo en mi memoria el dorado recuerdo de aquella poca despreocupada y dichosa. Cuando, muchos aos ms tarde, desped en la estacin de York a mi hijo Jimmy, que iba a iniciar una nueva vida como estudiante de veterinaria, me limit a decirle: Que lo pases muy bien. S que as fue, pero nadie se lo pas mejor que yo. Con el flamante ttulo de cirujano veterinario detrs de mi nombre, me lanc al ancho mundo; pero ste se troc muy pronto en un ambiente fro y hostil. Deba llevar una venda sobre los ojos durante mis aos de aprendizaje, puesto que an conservaba intacta m visin infantil. An me vea con bata blanca o con bata de

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quirfano bajo la cegadora luz, rodeado de solcitas enfermeras. Mi ambicin era ilimitada. Me colocara de ayudante en un pequeo consultorio y, cuando tuviera experiencia y un poco de dinero, me buscara un socio o incluso abrira un consultorio en Glasgow. El futuro era de color de rosa. En todas partes haba perros esperndome. Sin embargo, en seguida tropec con la dura realidad. La depresin de los aos treinta segua causando estragos en nuestra profesin y el trabajo escaseaba. Para cada plaza vacante que se anunciaba en la publicacin Veterinary Record, haba ochenta aspirantes, y los que conseguan trabajo cobraban una paga a menudo miserable. Los cirujanos veterinarios ganaban treinta chelines a la semana, ms comida y alojamiento, y era terrible leer en los anuncios de ofertas la terrible frase Trabajar a cambio de la manutencin. Esas palabras eran un grito de desesperacin de los que, como yo, hubieran sido capaces de hacer cualquier cosa con tal de no depender de sus padres. Vea que mis compaeros aceptaban empleos como vendedores de comercio o trabajadores en los astilleros de Clydeside, y ya casi haba perdido la esperanza cuando me ofrecieron una entrevista para conseguir un puesto de trabajo en los Valles de York. Tuve suerte de que me contrataran. Para m, fue la salvacin, pero, a pesar de mi euforia, no pude evitar un sentimiento de tristeza. Era un consultorio muy grande, dedicado casi exclusivamente a los caballos, las vacas, las ovejas y los cerdos, Dnde estaba ahora mi sueo? No tuve tiempo de pensar demasiado en ello y pronto olvid la inmaculada imagen del joven veterinario que se mova en un ambiente estril. Me pasaba el rato en mangas de camisa y calzado con botas altas, pisando el fango y el estircol, bregando con bestias enormes, recibiendo coces y pisotones. El hecho de que un chico de ciudad como yo se viera de repente inmerso en una remota comunidad rural conocida tan slo a travs de los libros, fue algo as como si una persona que apenas supiera nadar tratara de mantenerse desesperadamente a flote en aguas profundas. Mis antecedentes agrcolas eran nulos y tena que abrirme camino en medio de unos granjeros que se haban pasado la vida con el ganado y a menudo adoptaban una actitud despectiva haca lo que ellos llamaban la sabidura de los libros. El trabajo me ocupaba todo el da. Y, sin embargo, a pesar de todo aquel ajetreo, haba un elemento mgico en mi vida. Trabajaba constantemente al aire libre, bajo el sol y el aire puro; y el paisaje que me rodeaba haba sido una agradable sorpresa para m. Me extraaba que nadie me hubiera comentado jams las bellezas del condado de York; con sus majestuosas peas cubiertas de hierba elevndose sobre los guijarrosos ros, las grises aldeas y las grandes extensiones de los pramos con su ondulante mar de brezos purpreos. Aquel pas maravilloso me pareca un lugar

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inexplorado porque a menudo me vea completamente solo en medio de aquellas vastas extensiones. La sensacin de soledad y la naturaleza salvaje me hicieron comprender que, si el destino quera que fuera veterinario rural en lugar de urbano, las compensaciones seran enormes. A medida que transcurran los meses, aquel sentimiento se convirti en una firme conviccin. Mi vida estaba all. Jams regresara a la ciudad. Sera una lstima que no consiguiera ver cumplido mi deseo inicial. Lo estuve acariciando largo tiempo, pero poco a poco lo fui empujando hasta la parte ms recndita de mi mente. Ms tarde se me ocurri pensar que all tambin podra trabajar con perros. Haba en las aldeas de los valles un encantador mundillo perruno. La gente que viva all tambin tena animales domsticos. No en tan gran nmero como en la ciudad, pero el suficiente como para permitirme desarrollar una agradable actividad complementaria. Descubr, asombrado, que aquellas gentes estaban muy necesitadas de mis servicios porque los curtidos veterinarios rurales de aquella poca consideraban un poco cursi atender las necesidades de los perros y los gatos. Recuerdo que un anciano veterinario me mir despectivamente cuando le coment el caso de un animalito. Eso no es ciruga veterinaria mascull. Pero para m lo era. Vaya si lo era. Afortunadamente, gozaba de bastante libertad porque mi jefe, que andando el tiempo se convertira en mi socio, era especialista en caballos y me dejaba todos los perros y gatos para m. Al cabo de un ao, ya tena un consultorio particular de animalitos, y los clientes acudan desde muy lejos a nuestra localidad para recabar los servicios de un veterinario que no desdeaba atender a los animales domsticos. Esta parte de mi trabajo era la luz que iluminaba mis agotadoras tareas cotidianas. El trabajo de un veterinario rural es muy duro, pero lo era mucho ms hace medio siglo, cuando no existan los frmacos actuales, las sujeciones metlicas y los tranquilizantes que tanto facilitan el manejo de los animales de gran tamao. Yo era un joven fuerte y sano y aceptaba de buen grado la dureza de aquella vida, aunque era un alivio para m abandonar, de vez en cuando, el fro y el fango para tratar las dolencias de los dulces animales procedentes de los salones domsticos. No era la clase de asistencia veterinaria con la que yo haba soado de nio. No haba sala de quirfano ni enfermeras uniformadas. Recuerdo un perro labrador rubio que se rompi una pata y al que tuve que anestesiar en el suelo de una oficina de correos, la camada de cachorros que ayud a venir al mundo en un oscuro rincn de un establo para vacas, y las numerosas intervenciones quirrgicas que tuve que realizar sobre mesas de la cocina o tablas de escurrir la ropa de aisladas casas de campo. Puesto que me pasaba el noventa y nueve por ciento del tiempo recorriendo

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las granjas, no dispona de horas para practicar operaciones y la gente me llevaba sus animales cuando saba que me iba a encontrar en casa, o sea, a la hora de las comidas o a primera hora de la maana. Mi mujer tena que abandonar a menudo la preparacin de sus guisos para sujetar a algn paciente recalcitrante. Tal como ya lo he dicho, la realidad no se pareca para nada a mi sueo, pero, aun as, tena una enorme ventaja. Mi consultorio perruno, pese a estar muy concurrido, nunca fue lo bastante grande como para convertirse en una prctica impersonal. Mientras que un consultorio urbano sola ser una annima e ininterrumpida corriente canina, el mo nunca lo fue. Conoca a todos mis pacientes por su nombre. Recordaba sus dolencias y me encantaba tropezarme con ellos por las calles de las aldeas y comprobar lo bien que se haban recuperado. A lo largo de los aos, nuestra profesin, como la veterinaria rural de todos los pases del mundo, ha cambiado poco a poco. La poblacin de animales domsticos se ha incrementado considerablemente y ahora el cincuenta por ciento de nuestra labor corresponde a los pequeos animales. En la actualidad, tenemos sala de quirfano, equipo de rayos X y consultorio como los que yo soaba en mi infancia. Y tambin, por descontado, todos los modernos medicamentos que yo no tena entonces. Como a todos los veterinarios, me satisface poder hacer por nuestros pacientes muchas cosas que antao nos hubieran sido imposibles. Me considero afortunado por el hecho de poder atender a los perros y gatos que nos traen a nuestro consultorio. Aparte el aspecto mdico, el amante de los animales experimenta un constante placer observando las distintas personalidades de los animales domsticos. Porque hay que decir que los veterinarios aman a los animales. De no ser as, no se hubieran convertido en veterinarios. Muchas personas piensan que mantenemos una actitud distante y que slo sentimos un inters clnico por nuestros pacientes, pero eso no es cierto. Poseemos una autntica vocacin. Esta actitud mental se pone a menudo de manifiesto en la relacin que mantenemos con nuestros propios animales domsticos. He observado con frecuencia, en algunos de mis colegas ms curtidos, un rasgo intensamente sentimental. En cuanto a m, soy tan feliz con mis perros como pudiera serlo la ms solcita de las ancianas, y esta caracterstica me ha sido siempre extremadamente til en mis tratos con los clientes. Muchas personas se avergenzan cuando tienen que revelarle al veterinario el cario que sienten por sus animales, su preocupacin por su bienestar y la angustia que experimentan cuando sus cortas vidas terminan. No tienen por qu desconfiar de m. Y, en palabras de una antigua cancin, no hace falta que me lo digan, yo tambin lo s.

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Cuando contemplo el pasado, me doy cuenta de que he tenido mucha suerte con mis perros. Cualquiera que compre tino tiene que enfrentarse con la realidad de que stos no viven demasiado y de que, ms tarde, tendr inevitablemente que sufrir. En el transcurso de mi trabajo, he sido testigo de muchas pequeas tragedias cuando esta breve vida resulta cruelmente acortada a causa de una enfermedad o un accidente. Sin embargo, todos mis perros han vivido entre los diez y los veinte aos, y, aunque la separacin final fue quiz ms dolorosa, siempre he agradecido haber podido disfrutar tanto tiempo de su compaa. Recuerdo a menudo sus distintos temperamentos y la felicidad que sent a su lado. El hermoso setter irlands que me acompaaba en mis correras infantiles por las colinas escocesas, el pequeo bastardo blanco, cuya progenitura resultaba imposible de establecer, pero que rebosaba de inteligencia y personalidad, mi amado beagle, cuyos hmedos y grandes ojos parecen mirarme todava desde tantas tarjetas de cumpleaos. Despus vinieron Hctor y Dan. Dediqu mi libro Un veterinario en la RAF A mis perros Hctor y Dan, fieles compaeros en mis rondas diarias. Eso es lo que fueron para m. Su vida era la ma. Todas las maanas despus del desayuno, salan corriendo de la casa y saltaban al interior de mi automvil, ansiosos de iniciar la jornada laboral. Hctor era un terrier Jack Russell y Dan, un Labrador negro. La vivacidad del uno y la dignidad del otro formaban un fuerte contraste. Hctor le llevaba dos aos a Dan. Cuando muri mi beagle, segu el consejo que yo mismo haba dado a otras personas: buscar inmediatamente otro perro. Veinticuatro horas de investigaciones no me permitieron llegar a ninguna parte. Entonces, vi un anuncio en un peridico de la tarde en el que se ofrecan unos cachorros de Jack Russell. Curiosamente, haca unos das haba hablado con un amigo, el cual me aconsej que nunca tuviera en casa un Jack Russell. Son unos autnticos demonios me dijo. Te toman el pelo en cuanto te echan un vistazo. En efecto, yo haba tratado a algunos de ellos en mi consultorio, llegando a la conclusin de que los Jack Russell de Darrowby eran unos perros de cuidado. Pese a ello, me acerqu a la granja en mi automvil y ped ver la camada. Haba cinco cachorros de siete semanas, agrupados alrededor de la madre. Cuatro me miraron con indiferencia, pero el quinto me sali trotando al encuentro, mene la corta cola y empez a lamerme furiosamente la mano. Me quedar con ste dije, iniciando en aquel instante mi asociacin de quince aos con Hctor. ste result ser un perro muy bonachn, amante de todas las personas y de todos los dems perros. Todo el mundo se enamoraba de l a primera vista y, por su parte, l siempre estaba expuesto a las miradas de todos porque, en aquella poca, yo utilizaba vehculos

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descapotables. Cuando llegaba a las granjas, los hijos de los granjeros salan corriendo para acariciar al carioso animalito que asomaba la cabeza desde el vehculo. Sus padres, se sentan invariablemente intrigados por aquel Jack Russell tan pacfico y siempre me repetan las mismas palabras: Qu perro tan estupendo tiene usted. Me lo dejar cuando mi perra est en celo? A lo largo de los aos, fue creciendo la fama de semental de Hctor, el cual produjo una larga serie de alegres y bonachones cochorros; los cuales, a su vez, tuvieron cachorros, todos ellos con los mismos rasgos temperamentales de Hctor, con lo cual se fue ampliando cada vez ms el radio de accin de mi perro. No es exagerado afirmar que Hctor cambi l solito las caractersticas de la raza Jack Russell en toda la comarca. Incluso ahora, muchos aos despus de su muerte, se me alegra el corazn cuando veo entrar en mi consultorio a pequeas rplicas de Hctor. Tena un rostro inslitamente largo y puntiagudo y un cuerpo fino, con las caractersticas patas Chippendale, y muchas veces los hijos de sus hijos me recuerdan casi dolorosamente los felices das que pas con l. Dan lleg a m por casualidad. Cuando mi hijo Jimmy finaliz los estudios de ciruga veterinaria, recibi varios regalos de la familia y de los amigos. Uno de mis colegas le regal un billete de cinco libras. Con este dinero, Jimmy se compr un Labrador al que puso por nombre Dan. El primer trabajo de Jimmy fue como ayudante del famoso Eddie Straiton, el veterinario de la tele, y Dan era el compaero de su ajetreada actividad veterinaria tanto diurna como nocturna. Cuando se incorpor a nuestro consultorio, trajo consigo a Dan y, de este modo, tuvimos dos perros en casa. Ambos se hicieron amigos inmediatamente. Hctor mordisqueaba con juguetona alegra las patas del enorme perrazo, y Dan lo toleraba con bondad. Dan era un perro precioso de noble cabeza, serena expresin y tena el negro pelaje ms brillante que yo jams hubiera visto. Jimmy aseguraba que el brillo se deba a la gran cantidad de leche que consuma en la institucin de Straiton. En el hospital de animales de Eddie haba una numerosa colonia de gatos, y Dan sola beberse con el mayor descaro sus cuencos de leche. Me encantaba verle lanzarse en pos de una vara, tensando los msculos bajo la lustrosa piel. Era su mayor placer, y as le recuerdo siempre ahora. Cuando Jimmy abandon nuestra casa para casarse, me dej a Dan. Saba que me haba encariado mucho con el perro y quiso tener esta delicadeza tanto conmigo como con Hctor. Me consol al pensar que el sacrificio no le pesara demasiado porque su nuevo hogar se encontraba apenas a dos kilmetros de distancia y, adems, l trabajaba conmigo en el consultorio y vera a Dan todos los das. Despus, Jimmy se compr una encantadora Heeler, de Lancashire,

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que ms tarde apare, quedndose con uno de los cachorros hembra. De este modo, Sophie y Chloe se convirtieron en sus asiduas acompaantes durante sus recorridos en automvil por la campia. En cuanto a m, inici una era que recuerdo afectuosamente como la poca de Hctor y Dan. Para un veterinario rural como yo que se pasaba la vida en los caminos y senderos, aquellos perros fueron muy importantes. La escena era siempre la misma: Dan se tumbaba sobre el asiento del pasajero y apoyaba la cabeza en mi rodilla, y Hctor miraba a travs del parabrisas y pona las patas sobre mi mano posada en la palanca del cambio de marchas. Su cabeza se mova de un lado para otro cuando yo cambiaba de marcha, pero sus patas jams resbalaban de mi mano. Una de las ventajas que tena mi vida era poder tomarme un descanso entre visita y visita, y, puesto que trabajaba en una de las mejores zonas de Inglaterra en cuanto a perros se refiere, aquellas pausas eran muy especiales. Admiro a los miles de propietarios de perros que viven en las ciudades por las muchas dificultades que tienen que soportar y por los obstculos que tienen que vencer. En cambio, mis paseos me llevaban por caminos cubiertos de hierba hasta las cumbres de las colinas y entre los brezos. Haba una interminable cantidad de veredas, suaves para las patas y los pies, remotas y solitarias, libres de automviles, gente y ruidos. Me pareca imposible poder hacer un alto en el camino en el transcurso de mi jornada y descender del automvil para sumergirme en la serenidad del ambiente. En unos segundos, me vea rodeado por la belleza del condado, y paseaba bajo el sol y el aire puro mientras mis dos compaeros trotaban frente a m. Menuda suerte tienen estos perros, pensaba a veces, y menuda suerte tengo yo. Una de las cosas en las que Dan insista durante aquellos paseos era en sostener una vara en la boca. Si no tena ninguna, se pona muy triste y, puesto que, por regla general, nos encontrbamos en zonas sin rboles donde no es fcil encontrar lea, se pasaba el rato buscndola, desesperado. A veces, me vea obligado a partir un grueso tallo de brezo para que lo llevara, aunque eso no le haca mucha gracia. l no quera una vara cualquiera, sino una de las grandes, por cuyo motivo adquir ya, desde un principio, la costumbre de llevar una buena provisin de ellas en el maletero de mi automvil. Un da, mientras buscaba las botas y la jeringa, un granjero estudi con curiosidad las gruesas ramas que yo guardaba entre los medicamentos. Para qu demonios las quiere usted? me pregunt. Aunque Hctor no era muy aficionado a las varas, le encantaba agarrar con la boca las de Dan y tratar de arrebatrselas. De este modo, solan producirse innumerables batallas en cuyo transcurso me diverta observar las distintas reacciones de ambos perros. Para Hctor, la cosa iba muy en serio y l se agarraba a la rama con la

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tenacidad propia de los terriers, gruendo como una fiera mientras agitaba el cuerpo sin cesar. Centraba desesperadamente toda su atencin en aduearse de la vara. Dan lo consideraba, en cambio, un simple juego y un ejercicio de relajacin. De vez en cuando, me miraba como diciendo: Qu tal lo hago?, pero no soltaba la vara ni a la de tres. La llevaba en la boca durante varios kilmetros, y la primera seal de que empezaba a envejecer se produjo cuando ya haba cumplido los catorce aos y regresaba a veces de sus paseos sin ella. Otra seal fue, ms adelante, el escaso aprecio por las ramas grandes. Es ms, sus gustos se fueron inclinando poco a poco por ramas cada vez ms pequeas. Hay una fotografa recortada en la portada de mi libro sobre la regin inglesa del Yorkshire. En ella aparece Dan, levantando los ojos hacia m. Ya era viejo entonces y haba transcurrido un ao desde la muerte de Hctor. Sus ojos estaban clavados en algo que yo sostena en la mano: una ramita Siento la misma sensacin de la rueda que completa el crculo cuando contemplo a mi perro actual, Bodie. Es un Border terrier y quise tener uno desde que llegu por primera vez al condado de York, hace unos cincuenta aos. Siegfried tena un socio en Leyburn, llamado Frank Bingham. Leyburn se encuentra a la entrada de Wensleydale y yo sola trasladarme all algunos das a la semana para efectuar las pruebas de tuberculina de Frank. Cada vez que entraba en la casa, un pequeo Border terrier llamado Toby se me acercaba brincando, se tenda panza arriba y me miraba solemnemente, a la espera de que le rascara la tripa. Siempre me han gustado los perros que se ponen panza arriba de esta manera considero que es seal infalible de bondad, y en seguida me encari con Toby. Por si fuera poco, me atraa su cara bigotuda, rematada por unas orejitas negras. Algn da tendr un Border le dije a Frank. Se lo dije a mucha gente a lo largo de los aos, sobre todo a m mismo; pero, cada vez que perda a uno de mis perros, nunca encontraba a ninguno de esta raza que estuviera disponible. Cuando muri Hctor y, al cabo de un ao muri Dan, deb de quedarme un poco aturdido ya que no segu m precepto de buscar inmediatamente otro perro. Pens, tal vez, que nunca podra sustituirlos porque eran maravillosos y llenaban mi vida por completo. Por m parte, yo tena ms de sesenta aos, era menos flexible y no aceptaba la posibilidad de poder sentir por otro perro lo mismo que haba sentido por ellos. Me pas meses en un estado de aturdimiento el nico perodo de mi vida en que no tuve perro, y mis paseos hubieran perdido todo su sabor de no haber sido porque mi hija Rosie, que viva en la casa contigua, se compr un precioso cachorro hembra de Labrador rubio. Le puso por nombre Polly y yo tuve quien me acompaara. Pero

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mi automvil estaba muy vaco cuando sala a efectuar mis rondas por la campia. Un sbado, a la hora del almuerzo, Rosie me dijo muy excitada: Hay un anuncio en el Darlington and Stockton Times sobre unos cachorros de Border. Lo ha puesto una tal seora Mason, de Bedale. La noticia cay como una bomba y en seguida me puse en marcha, pero la reaccin de mi esposa me sorprendi. Aqu dice observ, estudiando el peridico que estos cachorros tienen ocho semanas, lo cual significa que debieron nacer por Navidad. Recuerda que siempre dijiste que, despus de esperar tanto tiempo, sera mejor que tuviramos un cachorro que hubiera nacido en primavera. S, es cierto contest. Pero, Helen, son unos Borders! Puede que no se nos vuelva a presentar otra ocasin! Estoy segura de que encontraremos uno en el momento oportuno, si tenemos paciencia dijo Helen, encogindose de hombros. Pero, pero repliqu mientras mi esposa me daba la espalda y se inclinaba sobre una sartn llena de patatas. El almuerzo estar listo dentro de diez minutos dijo mi mujer . T y Rosario podis salir a dar un paseo con Polly. Mientras pasebamos por el camino que bordeaba nuestra casa, Rosie se volvi a mirarme. Qu curioso! No lo entiendo. Mam desea tanto como t tener otro perro, y aqu est una camada de Borders, precisamente lo que estabais esperando. Sera una lstima perderlos. No creo que los perdamos murmur. Qu quieres decir? Ya oste lo que ha dicho mam. Muchas veces has odo decir a tu madre que me conoce por dentro y por fuera. Puede adivinar de antemano todo lo que voy a hacer? S, pero Bueno, lo que olvida es que yo la conozco tambin a ella por dentro y por fuera. Apuesto a que, cuando volvamos a casa, ya habr cambiado de idea. Rosie enarc las cejas. Lo dudo mucho. Me ha parecido que hablaba muy en serio. Cuando abr la puerta, vi que Helen hablaba por telfono. Se volvi a mirarme y me dijo muy nerviosa: Tengo a la seora Mason al aparato. Slo le queda un cachorro y va a venir gente desde ciento cincuenta kilmetros para verlo. Tenemos que darnos prisa. Pero, cunto habis tardado! Nos saltamos el almuerzo, y Helen, Rosie, nuestra nieta Emma y yo nos dirigimos a toda prisa a Bedale. La seora Mason nos acompa a la cocina y nos seal una minscula criatura leonada, que se retorca bajo la mesa. Ah le tienen nos dijo.

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Me agach y tom al cachorro que curvaba el cuerpecillo en un intento de agarrarse la cola con la boca. Pero la cola se agitaba sin cesar y la rosada lengecita empez a lamerme una mano. Comprend que sera nuestro antes de someterle a un rpido examen para averiguar si padeca hernia o tena la mandbula superior saliente. Cerramos rpidamente el trato y salimos para echar un vistazo a la familia del cachorro. Su madre y su abuela estaban all. Vivan en unos barrilitos que les servan de perreras y ambas se nos acercaron, meneando alegremente la cola. Me qued muy tranquilo. Con aquella parentela tan sana y feliz, nuestro perro no tendra ms remedio que ser un ejemplar de primera. Mientras regresbamos a casa Emma tena el cachorro en los brazos, pens que la rueda haba completado efectivamente el crculo. Al cabo de casi cincuenta aos, yo tena al fin un Border terrier. La eleccin del nombre nos tuvo ocupados varios das en los que tuvieron lugar sugerencias, discusiones y contrasugerencias. Al fin, nos decidimos por Bodie. Helen y yo ramos muy aficionados a la serie televisiva Los profesionales, y nuestro hroe particular era Lewis Collins, que interpretaba el personaje de Bodie. Conocamos personalmente a Lewis y, al principio, no nos atrevimos a decirle que habamos bautizado a nuestro perro como su nombre. Sin embargo, no le import saberlo porque nos conoce y sabe el lugar de honor que ocupa un perro en nuestro hogar. Helen y yo nos acostumbramos en seguida a Bodie. Nos sentamos perdidos sin un perro en la casa y fue un alivio poder llenar aquel hueco. A pesar de su pequeo tamao, aquella minscula criatura parda y de rostro hirsuto obr el milagro sin el menor esfuerzo. Helen ya tena de nuevo a un perro al que dar de comer y cuidar, y yo ya tena un compaero para mis recorridos en automvil y para mis paseos nocturnos durante los cuales casi resultaba invisible al final de la correa. Su primer encuentro con Polly fue un acontecimiento trascendental. Ya he hablado de la amistad instantnea que se produjo entre Hctor y Dan. A Bodie le ocurri otra cosa. Se enamor. No es una exageracin. Polly se convirti y sigue siendo todava la criatura viviente ms importante de su mundo. Puesto que sta viva en la casa de al lado, Bodie poda vigilarla desde la ventana de nuestro saln y, cada vez que su adorada sala al jardn, la acoga con ladridos de jbilo. Afortunadamente para su paz espiritual, Bodie paseaba con ella todos los das y, durante los fines de semana, ms de una vez al da. Cuando creci, comprendimos que esta costumbre era lo ms significativo de su vida. Un da en que yo paseaba con ambos perros por una vereda, me vino a la memoria el recuerdo del noble Labrador y del pequeo terrier caminando el uno al lado del otro. De repente, Polly tom una

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rama, Bodie mordi el otro extremo y en seguida se inici una tremenda batalla por la posesin de la misma. El pequeo Border ruga concentrado en su tarea, mientras Polly me miraba con aire risueo. En aquel instante, tuve la extraa sensacin de haber recuperado a Hctor y a Dan. Cuando Bodie empez a acercarse a la edad adulta pude valorar mejor sus cualidades. Mi Enciclopedia del perro, utiliza, al describir a los Borders, palabras tales como fuerte, noble, abierto. No dice que es bonito; en realidad, indica que no posee la elegancia de los miembros ms conocidos del grupo terrier. No tengo ms remedio que reconocerlo. El hirsuto y bigotudo rostro de Bodie resulta casi cmico, pero a m me encanta. Cuando lo contemplo ahora, veo en l un enorme carcter y una gran personalidad. En el libro se describe asimismo la raza, calificndola de muy leal y bondadosa con los nios. Eso tambin es cierto, aunque Bodie se considera a todas luces un hombre duro y, como tal, se muestra un poco remiso a hacer demostraciones de afecto. Si me siento en el sof, l se tiende a mi lado como por casualidad, pero se me acerca todo lo que puede; y, a la hora de comer o cuando escribo, tiene la curiosa costumbre de meterse discretamente entre mis pies. Est ah en este momento y, puesto que me encuentro sentado en un silln giratorio, me tengo que mover con cuidado para no lastimarle. Una de las consecuencias ms desagradables del amor que siente por Polly son los celos. Su afn posesivo es tan violento que se abalanza sin dudar contra cualquier macho que se le acerque por muy grande que sea, lo cual nos obligar a pedir repetidamente disculpas a sus airados propietarios. Su conducta es de lo ms imprudente en un perro de su tamao, ya que normalmente lleva las de perder. Pese a ello, nunca se rinde. Precisamente la semana pasada le quit los puntos del hombro, tras un violento choque que tuvo con un enorme alsaciano cruzado. Cuando pude intervenir, el perrazo ya le agitaba en el aire agarrndole por una pata, pero l, con la boca llena de pelos, segua buscando pelea. No cabe duda de que es imprudente, pero tambin muy valeroso. Mi enciclopedia explica que estos pequeos terriers llevan muchos siglos en la zona de la frontera (border, en ingls) entre Escocia e Inglaterra, dedicados a la caza del zorro, y puede que sta sea la razn de su temeridad. Sea como fuere, yo tengo que estar ojo avizor cada vez que salgo con l y Polly. En contra de todas las apariencias, no es en modo alguno un perro agresivo. Con las perritas es simpatiqusimo, se agita a su alrededor y levanta la cola, sonriendo por entre los bigotes. Si acceden a jugar con l, se comporta con la mayor galantera, brincando y retozando alegremente. Pueden derribarle y pisotearle a voluntad. l se somete de buen grado a todo, esbozando una plcida sonrisa de felicidad.

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Sigue retorciendo extraamente el cuerpo como la primera vez que le vi. Cuando est contento de ver a alguien, se le acerca de lado como si fuera un cangrejo, con el rabo casi rozndole el hocico. Jams he visto semejante caracterstica en ningn otro perro. Puesto que Dan fue su inmediato predecesor, las diferencias de comportamiento resultaron muy evidentes. El gran Labrador, como todos los de su raza, tena una inclinacin innata a obedecer. Me observaba anhelante en todo momento, ansiando cumplir mi voluntad, e incluso en las pequeas cosas como bajar del automvil o pasar de una habitacin a otra, esperaba mi gesto de autorizacin. Bodie es muy distinto. Tras un prolongado esfuerzo, he conseguido que responda a rdenes tales como quieto o aqu, aunque lo hace cuando quiere y, si de verdad est absorto en algo que le interesa, casi nunca me hace caso. Cuando ya me ha odo gritar unas diez veces, me mira con expresin levemente inquisitiva, lo cual me desconcierta bastante porque la gente siempre se imagina que los veterinarios tienen perros bien adiestrados. Hace poco, un chiquillo de cinco aos, vecino nuestro, me dijo solemnemente: Est usted siempre gritando Bodie! Bodie! Bodie!. Me temo, por tanto, que mis gritos desesperados resonando por todo el pueblo ya se han convertido en una tpica caracterstica del lugar. Y, sin embargo, este pequeajo tiene un carisma muy especial, un tosco atractivo que hechiza, al parecer, a todos los propietarios de Borders. No es una raza demasiado comn y, siempre que veo alguno por la calle, me lo quedo mirando con inters. S que no soy el nico, porque otros propietarios se sienten igualmente atrados por Bodie. Existe, sin duda, un vnculo especial entre todos nosotros. El verano pasado, mientras paseaba con Bodie por las inmediaciones de un motel situado a medio camino entre mi pueblo y Glasgow, un hombre asom la cabeza por la ventanilla de su automvil al salir del aparcamiento. Qu Border tan bonito! exclam. Me hinch como un pavo. En efecto, tienen ustedes alguno? pregunt. Claro que lo tenemos! contest, saludndome con una mano mientras se alejaba. Experiment inmediatamente una sensacin de camaradera. Se produjo otro encuentro muy agradable durante nuestras vacaciones de primavera de este ao. Yo acababa de aparcar el automvil en la cubierta de vehculos del transbordador que une Oban y la isla de Barra en las Hbridas Exteriores cuando vi a un norteamericano de plateado cabello, observando atentamente a Bodie, tendido en su posicin preferida en la parte trasera del automvil. Era otro aficionado, y en seguida me empez a hablar de su Border. Al parecer, al otro lado del Atlntico escasean todava ms que en Europa, y me cont que l slo conoca tres perreras de esta

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raza en los Estados Unidos. Antes de marcharse, ech una prolongada mirada al interior de mi automvil. Soberbios perritos musit en tono reverente. Sus palabras expresaban mis propios sentimientos, pero, cuando pienso en Bodie, no me detengo en considerar los mritos de su raza. Lo que ms me reconforta y me llena de gratitud es el hecho de que haya podido ocupar por completo el lugar de los queridos animales que le han precedido. Eso confirma una gran verdad que debera consolar a todos los propietarios de perros; estas breves vidas no dejan un vaco ilimitado: El vaco se puede llenar, sin que por ello se borren los buenos, recuerdos. Es lo que le ha ocurrido a nuestra familia con Bodie. Le queremos tanto como a todos los dems. Aqu termina la introduccin. La empec con el propsito de explicar de qu forma un veterinario de vacas pudo acabar, escribiendo un libro sobre historias de perros, pero ms bien se parece a una de las muchas cartas que recibo de mis lectores de todo el mundo. Todos me hablan de sus perros, de sus gracias y de la alegra que aportan a sus hogares. Me hablan tambin de sus inquietudes y tristezas, de la variada gama de experiencias que conlleva la posesin de un perro. Puede que esa sea una buena manera de contestarles. Porque todas estas cosas tambin me han ocurrido a m.

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1 Tricki WooCuando otoo se transform en invierno y en las altas cumbres aparecieron las primeras nieves, las molestias del ejercicio de mi profesin en los Valles empezaron a hacerse sentir en toda su agudeza. Conducir horas y horas el automvil con los pies helados; subir a los establos en medio de un viento huracanado que aplastaba la hierba de la colina; cambiarme de ropa en edificios llenos de corrientes de aire y lavarme las manos y el trax en cubos de agua fra, utilizando jabn de lavar la ropa y, a menudo, un trozo de harpillera como toalla. Saba muy bien lo que era tener las manos agrietadas. Cuando tena mucho trabajo, nunca poda secarme las manos debidamente y las pequeas fisuras enrojecidas me llegaban casi hasta los codos. Fue entonces cuando experiment el alivio de empezar a trabajar un poco con los pequeos animales, lo cual me permiti hacer una pausa en mi duro esfuerzo, entrar en cmodas salitas de estar en lugar de hacerlo en establos de vacas, y atender a algn personaje algo menos voluminoso que un toro o un caballo. Entre todos aquellos encantadores salones, ninguno tan acogedor como el de la seora Pumphrey.

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sta era una anciana viuda. Su difunto marido, un barn de la cerveza, cuyos bares y cerveceras se hallaban diseminados por todo el condado de York, le haba dejado una cuantiosa fortuna y una soberbia casa en las afueras de Darrowby. All viva con un nutrido ejrcito de criados, un jardinero, un chfer, y Tricki Woo, un pequins y la nia de los ojos de su duea. De pie ante la impresionante puerta, me frot furtivamente los zapatos en la parte posterior de los pantalones y me sopl las fras manos para calentrmelas. Ya me imaginaba el mullido silln junto al fuego de la chimenea, la bandeja de pastelillos de cctel y la botella de excelente jerez. Mi aficin a este vino, me induca a efectuar las visitas media hora antes del almuerzo. Una doncella me abri la puerta, me mir sonriendo como si fuera un husped de honor y me acompa a la sala atestada de magnficos muebles, relucientes revistas y las ltimas novedades editoriales. La seora Pumphrey, sentada en el silln orejero junto a la chimenea, dej el libro que estaba leyendo y lanz una exclamacin de alegra. Tricki, Tricki, aqu est tu to Herriot. Yo me haba convertido en to ya desde un principio y, comprendiendo las ventajas de aquel parentesco, no puse la menor objecin. Como siempre, Tricki abandon su cojn, salt sobre el respaldo de un sof y me puso las patas encima de los hombros. Despus me lami exhaustivamente la cara, antes de retirarse, completamente agotado. Se agotaba en seguida porque le daban el doble de comida necesaria para un perro de su tamao. Y por si fuera poco, la comida no era la adecuada. Oh, seor Herriot! dijo la seora Pumphrey, mirando a su perrillo con inquietud, cunto me alegro de que haya venido. Tricki ya vuelve a tener el trasero flojo. Esta dolencia, que no se hubiera podido encontrar en ningn libro de texto, era su forma de describir la inflamacin de las glndulas anales de Tricki. Cuando estas glndulas se llenaban, el animal revelaba la molestia, sentndose de repente en el suelo a medio caminar. Su ama corra entonces al telfono, presa de gran agitacin. Seor Herriot, por favor venga en seguida! Tricki ya vuelve a tener el trasero flojo! Coloqu al perrillo sobre la mesa y, ejerciendo presin sobre el ano con una torunda de algodn, le vaci las glndulas. Me sorprendi mucho que el pequins estuviera siempre tan contento de verme. Un perro capaz de mostrar aprecio por un hombre que le agarraba y le comprima el trasero con fuerza cada vez que le vea, tena que ser increblemente magnnimo. En realidad, era un animalito de lo ms carioso y muy inteligente y yo le quera muchsimo. Era un placer ser su mdico personal.

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Una vez finalizado el procedimiento, levant a mi paciente de la mesa y not el incremento de peso y la capa de grasa que le cubra las costillas. Le ha vuelto a dar demasiada comida, seora Pumphrey. No le dije que no le diera tantos pasteles y que aumentara la cantidad de protenas? Es cierto, seor Herriot gimote la seora Pumphrey, pero, qu puedo hacer? Est tan harto del pollo. Me encog de hombros porque era un caso perdido. La criada me acompa a un lujoso cuarto de bao donde yo siempre efectuaba el ritual de lavarme las manos despus de mi actuacin. Era una espaciosa sala con un tocador muy bien abastecido, piezas de porcelana de color verde y varios estantes de cristal llenos de artculos de aseo. Mi toalla personal se encontraba junto a una costosa pastilla de jabn. Cuando regres al saln, ya me haban llenado una copa de jerez. Me sent en un silln que haba junto a la chimenea para escuchar a la seora Pumphrey. Aquello no hubiera podido calificarse de conversacin porque slo hablaba ella, pero, aun as, yo lo pasaba bien a su lado. La seora Pumphrey era muy simptica, contribua con gran generosidad a toda clase de obras benficas y ayudaba a cualquier persona que se encontrara en dificultades. Era inteligente, divertida y encantadora, pero, como todo el mundo, tena su punto dbil, que, en su caso, era Tricki Woo. Las historias que me contaba de su perro eran pura fantasa, y yo aguardaba siempre con inters la siguiente entrega: Oh, seor Herriot, tengo una noticia extraordinaria! Tricki ya tiene un corresponsal! S, escribi una carta al director de Doggy World (Mundo perruno) incluyendo un donativo, y le dijo que, aunque descenda de una larga estirpe de emperadores chinos, haba decidido bajar de su pedestal y mezclarse libremente con los perros plebeyos. Le pidi al director que le buscara un corresponsal entre los perros que conociera para que ambos se pudieran escribir en mutuo beneficio. A tal fin, Tricki adoptara el nombre de Seor Utterbunkum. Y, a que no sabe? Recibi una carta preciosa del propio director ya me imaginaba yo al hombre saltando de jbilo ante aquella mina de oro en potencia, el cual le manifest su deseo de presentarle a Bonxo Fotheringham, un solitario dlmata que estara encantado de poder cartearse con un nuevo amigo del condado de York. Tom un sorbo de jerez mientras Tricki roncaba sobre mis rodillas. La seora Pumphrey prosigui diciendo: Estoy muy decepcionada con la nueva glorieta. Como usted sabe, la mand hacer especialmente para Tricki, con el fin de que pudiramos sentarnos juntos en las tibias tardes. Es un precioso refugio de estilo rstico, pero l le ha tomado autntico aborrecimiento. La odia con toda su alma y se niega a entrar. Pone

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una cara terrible cuando la mira. Y, sabe cmo la llam ayer? Casi no me atrevo a decrselo la seora Pumphrey mir a su alrededor antes de susurrarme al odo: La llam cochina barraca! La criada aviv el fuego y volvi a llenarme la copa. El viento arroj un puado de cellisca contra la ventana. Eso es vida, pens, disponindome a escuchar las siguientes palabras de la seora Pumphrey. Y no le he contado, seor Herriot, que Tricki volvi a acertar ayer en las carreras de caballos? Yo estoy segura de que se lee las pginas de las carreras del peridico porque, desde luego, es un juez infalible. Me dijo que apostara por Canny Lad en la carrera de Redcar de las tres en punto y, como de costumbre, gan. Apost un cheln y ha ganado nueve. Las apuestas se hacan siempre a nombre de Tricky Woo y yo me compadec al pensar en la reaccin de los corredores de apuestas del lugar. Los corredores de apuestas de Darrowby eran unos desdichados. Colocaban un tablero en alguna calleja, invitando a la poblacin a invertir con Joe Downs para gozar de completa seguridad. Joe viva unos meses sobre el filo de fina navaja, tratando de superar con su ingenio a los expertos del lugar, pero el final era siempre el mismo: ganaban unos cuantos favoritos seguidos y Joe desapareca en la noche, llevndose el tablero. Una vez le pregunt a un habitante de un pueblo la razn de la sbita partida de uno de aquellos desgraciados nmadas. Le dejamos pelado me contest sin el menor asomo de emocin. Perder habitualmente los chelines en competicin con un perro debi de ser una cruz muy dura de llevar para aquellos hombres. La semana pasada me ocurri una cosa tremenda dijo la seora Pumphrey. Estuve a punto de llamarle. Mi pobrecito Tricki se qued completamente espatuzado! Anot mentalmente esta nueva enfermedad canina junto a la del trasero flojo, y solicit ms informacin. Fue horrible. Me llev un susto tremendo. El jardinero le estaba arrojando anillos a Tricki Y sabe, lo hace media hora todos los das. Yo haba presenciado el espectculo varias veces. Hodgkin, un hurao y encorvado yorquino que pareca odiar a todos los perros en general y a Tricki en particular, tena que salir diariamente al jardn y arrojarle a Tricki unos pequeos anillos de goma una y otra vez. Tricki brincaba tras ellos y se los devolva, ladrando como un loco hasta que se iniciaba de nuevo el proceso. Las profundas arrugas del rostro del anciano se iban marcando cada vez ms a medida que prosegua el juego. Mova constantemente los labios, pero no se poda or lo que deca. La seora Pumphrey aadi: Bueno, pues, estaba jugando a eso que tanto le gusta cuando, de repente y sin previa advertencia, cay espatuzado. Se olvid de

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los anillos y empez a correr en crculo, ladrando de una manera muy rara. Despus, cay cuan largo era y se qued inmvil como si estuviera muerto. Le aseguro, seor Herriot, que le di por muerto. Pero lo que ms me doli fue la risa de Hodgkin. Lleva conmigo veinticuatro aos y jams le he visto sonrer y, sin embargo, al ver la pequea forma inmvil, rompi en una estridente carcajada. Fue horrible. Estaba a punto de correr al telfono cuando Tricki se levant y empez a caminar como si tal cosa. Un ataque de histeria, pens, provocado por la alimentacin inadecuada y la excitacin. Dej la copa en la mesa y mir severamente a la seora Pumphrey. Es lo que le vengo diciendo siempre. Si insiste en darle todas estas porqueras a Tricki le va a estropear la salud. Tiene que administrarle una dieta especial para perros o, por lo menos, dos pequeas comidas diarias a base de carne y pan integral o una galleta. Entre medio, nada ms. La seora Pumphrey se hundi en su silln, abrumada por el remordimiento. Por favor, no me diga eso. Yo procuro darle lo ms adecuado, pero es muy caprichoso. Cuando me pide golosinas, no se las puedo negar me dijo, secndose los ojos con un pauelo. Muy bien, pues, seora Pumphrey coment sin ablandarme, all usted. Pero le advierto que, como siga alimentndole de esta manera, Tricki se ir quedando cada vez ms espatuzado. Abandon a regaadientes aquel agradable, refugio y me detuve en la calzada de grava para mirar a la seora Pumphrey que me estaba saludando con la mano y a Tricki que, como siempre, se haba situado junto a la ventana, ensanchando la boca como si estuviera a punto de soltar una sonora carcajada. Mientras regresaba a casa en mi automvil, pens en las muchas ventajas que me reportaba el hecho de ser el to de Tricki. Cuando el perrito iba con su ama a la costa, me enviaba cajas de arenques ahumados; y, cuando maduraban los tomates en su invernadero, me enviaba uno o dos kilos cada semana. Adems, me mandaba constantemente latas de tabaco, acompaadas a menudo de una fotografa y de una cariosa dedicatoria. Cuando lleg la cesta de Navidad de la casa Fortnum and Mason's, llegu a la conclusin de que tena que hacer algo. Hasta entonces me haba limitado a llamar por telfono a la seora Pumphrey para agradecerle los obsequios. Ella sola mostrarse ms bien fra, y me indicaba que las cosas las enviaba Tricki y era a l a quien yo deba darle las gracias. Al recibir la cesta, comprend que haba cometido un grave error tctico. Entonces, decid escribirle una carta a Tricki. Evitando la irnica mirada de Siegfried, le agradec a mi perruno sobrino los regalos de Navidad y su pasada generosidad, expresndole mi sincera esperanza de que las fiestas navideas no trastornaran su

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delicada digestin y aconsejndole que, en caso de que sintiera alguna molestia, tomara los polvos negros que su to le recetaba siempre. La vaga sensacin de vergenza profesional qued inmediatamente eclipsada por las deliciosas visiones de los arenques, los tomates y las cestas. Envi la carta al seorito Tricki Pumphrey, Barlby Grange, y la ech al buzn sin experimentar ningn remordimiento. Cuando hice la siguiente visita, la seora Pumphrey habl conmigo un momento a solas. Seor Herriot me dijo en voz baja, a Tricki le encant su preciosa carta y piensa guardarla como un tesoro, pero una cosa le disgust. Usted la envi al seorito Tricki y l insiste en que le llamen seor. Al principio, se ofendi mucho y se puso fuera de s, pero, cuando vio que se la enviaba usted, se le pas el enfado. No s por qu tendr estos prejuicios. Ser porque es perro nico Me parece que stos son ms quisquillosos que los que pertenecen a una familia numerosa. Entrar en Skeldale House era como regresar a un mundo ms fro. Siegfried se tropez conmigo en el pasillo. Ah, mira quin est aqu, Pero si es el querido to Herriot! Y qu has estado haciendo, to? Supongo que trabajando como un loco en Barlby Grange. Pobrecito, debes de estar cansadsimo. Crees que merece la pena matarte a trabajar a cambio de otra cesta? Incluso en un gran consultorio de animales domsticos y gran variedad de clientes, la seora Pumphrey hubiera llamado la atencin, pero, a m que trabajaba diariamente en las granjas en penosas condiciones me pareca, un personaje casi de otro planeta. Su saln era un clido refugio que me compensaba de la dureza de mi trabajo, y Tricki, un paciente encantador. El pequeo pequins con sus excntricas dolencias se ha ganado el afecto de personas de todo el mundo y yo he recibido numerosas cartas en las que me hablan de l. Vivi muchos aos, con el trasero flojo, pero feliz hasta el final. La seora Pumphrey muri a los ochenta y ocho aos. Fue una de las pocas personas que se reconoci en mis libros y yo s que eso le gustaba porque, cuando dej de mencionarla, me escribi: Ahora ya no tiene gracia. A veces, me pregunto si no me estuvo tomando el pelo desde un principio.

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2 La vigilia de TristnDej la aguja de sutura en la bandeja y retroced para examinar el resultado. Bueno, aunque me est mal el decirlo, creo que la cosa ha quedado bastante bien. Tristn se inclin sobre el perro inconsciente y estudi la fina incisin que presentaba una regular hilera de puntos. Estupendo. Yo no lo hubiera podido hacer mejor. El gran Labrador negro yaca inmvil sobre la mesa, con la lengua fuera y los ojos vidriosos. Nos lo llevaron con un bulto muy feo sobre las costillas y yo pens que era un simple lipoma, totalmente benigno y de fcil extirpacin. Y eso fue en efecto. El tumor se pudo eliminar con pasmosa facilidad, redondo, intacto y reluciente como un huevo duro descascarado. No hubo hemorragia ni peligro de reproduccin. El desagradable bulto haba cedido el lugar a una pulcra cicatriz que resultara invisible en unas semanas. Me senta muy satisfecho. Ser mejor que le tengamos aqu hasta que despierte dije. chame una mano para colocarle sobre estas mantas. colocamos al perro delante de una estufa elctrica y yo me fui para iniciar mi ronda matinal.

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Durante el almuerzo, omos un extrao rumor. Era una mezcla de gemido y aullido que empezaba de modo casi imperceptible y suba hasta adquirir una penetrante estridencia, bajando de nuevo en la escala hasta alcanzar el silencio. Pero, qu demonios es eso? exclam Siegfried, mirndome sobresaltado mientras interrumpa la tarea de tomarse la sopa. Debe de ser el perro que oper esta maana contest. Lo provocan los barbitricos. Espero que acabe muy pronto. Pues, yo tambin dijo Siegfried, mirndome con expresin dubitativa, porque es que no podra soportarlo. Me ataca los nervios. Fuimos a examinar al perro: pulso fuerte, respiracin profunda y regular, coloracin normal de las membranas mucosas. An permaneca estirado y completamente inmvil, y el nico signo de la recuperacin del conocimiento era aquel extrao aullido que emita cada diez segundos. S, est perfectamente bien dijo Siegfried. Pero menudo ruido! Vmonos. Terminamos rpidamente de almorzar sobre el trasfondo de los gemidos. Siegfried se levant de la mesa, dispuesto a marcharse. Bueno, me voy volando porque tengo mucho que hacer esta tarde dije yo. Tristn, sera conveniente que trasladramos al perro al saln y lo colocramos junto a la chimenea. As podras estar con l y echarle un vistazo de vez en cuando. Quieres decir que tendr que pasarme toda la tarde con l en la misma habitacin, soportando este ruido? me pregunt Tristn, mirndome con asombro. Pues, eso, ni ms ni menos. No podemos mandarle a casa tal como est y no quiero que le pase nada. Necesita cuidados y vigilancia. Quieres que le sostenga la pata o que le lleve a pasear en cochecito por la plaza? Djate de bromas. Te quedars con el perro y sanseacab! Tristn y yo arrastramos al animal por el pasillo, tirando de los extremos de las mantas sobre las que se encontraba tendido, y despus me fui a visitar a mis pacientes. Antes de irme, me volv a contemplar la enorme mole negra junto a la chimenea y a Tristn, sentado con resignacin a su lado. El ruido era tremendo. Me apresur a cerrar la puerta. Ya era de noche cuando regres, y la negra casa apareci ante mis ojos, oscura y silenciosa, recortndose contra el glido cielo. Silenciosa, de no haber sido por el estruendo que resonaba en el pasillo y se filtraba hasta la desierta calle. Consult el reloj y cerr la portezuela del vehculo. Eran las seis y, por consiguiente, Tristn llevaba cuatro horas de suplicio. Sub corriendo los peldaos, avanc por el pasillo y, cuando abr la puerta del saln, el ruido me martille la cabeza. Tristn se encontraba en

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pie, de espaldas a m, contemplando a travs de la puerta vidriera la oscuridad del jardn. Mantena las manos en los bolsillos y le salan de las orejas unas torundas de algodn. Bueno, qu tal va? pregunt. Al no obtener respuesta, me acerqu a l y le di unas palmadas en el hombro. El efecto fue espectacular. Tristn peg un brinco y gir en redondo. Tena el rostro ceniciento y temblaba de pies a cabeza. Maldita sea, Jim, por poco me matas. No oigo nada con estos tapones de algodn, como no sea al perro, claro. Eso no tiene remedio. Me arrodill junto al Labrador y le examin. Su estado era excelente, pero, aparte unos ligeros reflejos oculares, no daba la menor seal de recuperar el conocimiento. Y segua aullando a intervalos regulares. Le cuesta mucho despertar dije. Lleva as toda la tarde? Pues, s. La situacin no ha variado en absoluto. Y no vayas a compadecerte de este bribn. Est ms contento que unas pascuas tendido aqu, frente a la chimenea. No se entera de nada. En cambio, yo tengo los nervios a punto de estallar de tanto orle aullar horas y horas. Como tenga que aguantarle ms, me tendrs que anestesiar tambin a m dijo Tristn, pasndose una temblorosa mano por el cabello mientras un tic nervioso le contrara los msculos de la mejilla. Bueno, vamos a cenar le dije, tomndole de un brazo. Te sentirs mucho mejor cuando hayas comido algo. Tristn me acompa al comedor sin oponer resistencia. Siegfried estuvo muy animado en el transcurso de la cena. Se le vea de muy buen humor y monopolizaba toda la conversacin, aunque no mencion ni una sola vez los estridentes ruidos de la otra habitacin. Tristn estaba hecho un manojo de nervios. A punto de salir, Siegfried me apoy una mano en el hombro. Recuerda que esta noche tenemos una reunin en Brawton, James. El viejo Reeves hablar sobre las enfermedades de las ovejas Sus conferencias suelen estar muy bien. Lstima que t no puedas venir, Tristn, pero me temo que tendrs que quedarte con el perro hasta que despierte. Tristn peg un respingo, como si le hubieran propinado un puetazo en pleno rostro. No puedo soportar otra sesin con este maldito animal! Me est volviendo loco! Pues no habr ms remedio. James o yo hubiramos podido sustituirte esta noche, pero tenemos que asistir a la reunin. Quedaramos muy mal si no furamos. Tristn regres a trompicones a la otra habitacin y yo me puse el abrigo y me detuve un instante para escuchar. El perro segua aullando a ms y mejor.

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La reunin fue un xito. Se celebr en uno de los mejores hoteles de Brawton y, como de costumbre, lo ms agradable fueron las conversaciones que ms tarde mantuvieron los veterinarios en el bar. Resultaba infinitamente consolador or hablar de los problemas y los errores de los dems Sobre todo, de los errores. Me diverta mirar a mi alrededor e intentar adivinar de qu se hablaba en los distintos corrillos. Aquel hombre que estaba all, doblando el espinazo y cortando el aire con la mano, deba de estar castrando a un potrillo. El que mantena el brazo extendido y mova gilmente los dedos deba de estar ayudando a parir a una yegua, corrigiendo seguramente una flexin carpiana sin el menor esfuerzo. La ciruga veterinaria era una materia casi pueril en la clida atmsfera de un bar y con unas cuantas copas en el coleto. Eran las once cuando todos nos metimos en los automviles para regresar a nuestros distintos lugares de residencia en el condado de York, algunos a las grandes ciudades industriales del West Riding, otros a las localidades de la costa oriental, y Siegfried y yo recorriendo alegremente la estrecha carretera que serpeaba entre paredes de piedra a travs de los montes Peninos del Norte. Me senta culpable porque, en las ltimas horas, me haba olvidado por completo de Tristn y de su vigilia. La noche habra sido mejor, pens. Seguramente el perro ya se habra calmado. Pero, al saltar del vehculo en Darrowby, me qued paralizado al or el dbil gemido que se escapaba de Skeldale House. Me pareca increble. Ya era pasada la media noche y el perro segua igual. Y Tristn? No quera ni pensar en cmo estara. Gir casi temerosamente el tirador de la puerta del saln. La silla de Tristn formaba una pequea isla en medio de sin mar de latas de cerveza vacas. Vi una caja apoyada contra la pared. Tristn me mir muy serio, rgidamente sentado en su silln. Bueno, ha sido muy duro, Triss? Qu tal te encuentras ahora? Hubiera podido ser peor, muchacho, mucho peor. En cuanto os fuisteis, me acerqu a la tienda de los Drover y compr una caja de cervezas Magnet. En seguida me encontr mejor. En cuanto hube bebido tres o cuatro, el perro dej de preocuparme En realidad, llevo varias horas devolvindole los aullidos. Hemos pasado una velada muy interesante. Ahora ya se est empezando a despertar. Mralo. El perrazo haba levantado la cabeza y nos miraba como si nos reconociera. Haba dejado de aullar. Me inclin, le di unas palmadas, y la larga cola negra hizo un leve amago de movimiento. As est mejor, muchacho dije. Pero ahora procura portarte bien. Le has dado a tu to Tristn un da de campeonato. El Labrador reaccion inmediatamente y trat de levantarse. Dio unos pasos vacilantes y se desplom entre las botellas de cerveza.

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Siegfried apareci en la puerta y mir con expresin de reproche a Tristn, muy serio y comedido, y al perro intentando levantarse entre las botellas. Pero qu barbaridad! Podras haber hecho el trabajo sin necesidad de organizar una orga. Al or esa voz, el Labrador se incorpor con gran esfuerzo y, en un exceso de confianza, trat de correr hacia l, meneando dbilmente la cola. No consigui llegar muy lejos. Cay pesadamente al suelo, empujando una botella vaca de Magnet hacia los pies de Siegfried. Este se inclin y le acarici la lustrosa cabeza negra. Qu animal tan simptico. Es un perro estupendo cuando tiene conocimiento. Maana por la maana ya habr vuelto a la normalidad, pero tenemos que decidir qu hacer con l ahora. No podemos dejarle tambalendose por ah se podra romper una pata Siegfried mir a Tristn, que no haba movido ni un solo msculo. Permaneca sentado, rgido e inmvil como un general prusiano. Mira, yo creo que lo mejor sera que te lo llevaras esta noche a tu habitacin. Ahora que ya ha pasado lo peor, no conviene que se lastime. S, eso, puede pasar la noche contigo. Se agradece, hombre dijo Tristn, con la mirada perdida en la distancia. Siegfried le mir un instante con los ojos entornados y dio media vuelta para marcharse. Bueno, pues, ahora limpia toda esta porquera y vmonos a la cama. Mi dormitorio y el de Tristn se comunicaban por medio de una puerta. El mo era el principal, una espaciosa estancia cuadrada que tena un techo muy alto, una chimenea flanqueada por columnas y unos pequeos gabinetes como los de la planta baja. Me senta all como un marqus. El de Tristn era el antiguo cuarto de vestir, alargado y estrecho y tena la cama adosada a la pared como si tratara de esconderse. No haba alfombras sobre el reluciente entarimado y, por consiguiente, coloqu al perro encima de unas mantas y contempl el plido rostro de Tristn, que ya se haba acostado en la cama. Parece que est tranquilo Duerme como un nio y, probablemente, seguir as toda la noche. Ahora podrs disfrutar de un merecido descanso. Regres a mi habitacin, me desnud rpidamente y me met en la cama. Me dorm en seguida y no pude precisar cundo empezaron los ruidos en la habitacin de al lado, pero me despert de repente al or un encolerizado grito. Despus se oy un resbaln y un golpe, seguidos de otro enfurecido grito de Tristn. Rechac la idea de entrar en el otro cuarto de todos modos, no poda hacer nada y me acurruqu entre las sbanas. Me dorma y despertaba a intervalos en medio de los golpes y gritos procedentes de la otra habitacin.

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Al cabo de unas dos horas, los ruidos empezaron a cambiar. El Labrador ya haba recuperado el uso de las patas y caminaba arriba y abajo de la habitacin, produciendo un interminable tactac sobre el entarimado. De vez en cuando, se escuchaba la ronca voz de Tristn: Ya basta! Sintate de una vez, maldito perro! Deb de caer profundamente dormido porque, cuando me volv a despertar, la griscea y fra luz del amanecer ya penetraba en la habitacin. Me tend boca arriba y prest atencin. An se oa el tac tac de las patas del perro, pero el ruido era ahora irregular, como si el Labrador se paseara por la habitacin en lugar de caminar sin rumbo de uno a otro extremo de la estancia. A Tristn no se le oa para nada. Me levant temblando en medio de la glida atmsfera del dormitorio y me puse la camisa y los pantalones. Cruc de puntillas la estancia, abr la puerta de comunicacin y estuve a punto de caerme cuando dos enormes patas se me posaron sobre el pecho. El Labrador se alegraba de verme y pareca encontrarse completamente a sus anchas. Sus hermosos ojos castaos brillaban de inteligencia y bienestar y su impecable lengua sonrosada asomaba por entre los dientes. En el otro extremo de su cuerpo, la cola se mova sin cesar. Vaya, te veo muy bien, chaval dije. Djame echar un vistazo a la herida. Retir las patas de mi pecho y examin la hilera de puntos sobre las costillas. Perfecto! exclam. Ests como nuevo. Le di al perro una palmada en el lomo y l empez a brincar de jbilo, se me ech encima y empez a darme lengetazos. Estaba tratando de zafarme de sus caricias cuando o un dbil gemido procedente de la cama. A la dbil luz del amanecer, Tristn ofreca un aspecto espantoso. Yaca tendido boca arriba, agarrando el cobertor con ambas manos, y tena los ojos desorbitados. No he podido pegar el ojo ni un momento, Jim me susurr. Menudo sentido del humor tiene mi hermano, obligndome a pasar la noche con este animal. Se lo pasar muy bien cuando se entere de lo ocurrido. T fjate en l. Te apuesto lo que quieras a que se alegrar. A la hora del desayuno, Siegfried se enter de la terrible noche que haba pasado su hermano y le manifest su pesar. Lament lo ocurrido y le pidi disculpas por las molestias que el perro le haba causado, pero Tristn tena razn. Siegfried se lo pas muy bien. Yo siempre insisto en decir que los animales son imprevisibles, hasta el punto de que esta caracterstica constituye el ncleo de buena parte de mis escritos. Ello se pone especialmente de manifiesto en sus variadas reacciones a la anestesia. S que algunas personas anestesiadas se ponen a cantar o sueltan palabrotas. Aquel perro se limit a aullar y ya conservo el incidente grabado en mi

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