homenaje al maestro luis fernando luna guarneros
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Boletín dedicado a la música coral Año 18 No. 4 Enero 2015TRANSCRIPT
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Índice
Página 3. Carta Editorial
Por: Ana Patricia Carbajal Córdova
Página 4. Foto Sala Netzahualcóyotl
Por: Gelasio Acevedo
Página. 5. Luis Fernando Luna Guarneros: El Director que transformo
vidas a través de la música
Por: Pablo Diaz Cazares
Página 9. A la memoria de Luis Fernando Luna Guarneros
Por: Darinka Romero Ángeles
Página 12. Después de mucho ensayar
Por: Jazmín Valenzuela
Página 14. Gracias Maestro
Por: Ileana Seguí
Página 18. Me siento afortunada de haber sido testigo de su enorme
talento.
Por: Marisa Derbez
Página 19. Lo recordare toda mi vida, descanse en paz
Por: Maximina Guadalupe Herrera
Página 20. Nib óolal Luis Fernando
Por: Claudia Gisela Luna Guarneros
Página 25. Canción
Por: Aldo Bantó
Página 30. Aniversario del Programa Coral Universitario 2014
Por: Luis Fernando Luna
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Carta Editorial
Por: Ana Patricia Carbajal Córdova
Cuando perdemos a un ser querido, muchos pensamientos y preguntas
llegan, los recuerdos se agolpan y la impotencia se apodera de nosotros.
La sensación de saber que Luis, nuestro querido "pollo" estaba
desaparecido, nos carcomió durante varios días, y nos llenó de tristeza y
coraje.
Hoy sabemos que ya no está con nosotros, y entonces retomamos
aquellos momentos compartidos y los atesoramos para guardarlo en
nuestra memoria y agradecer el habernos topado con él en alguna etapa
de nuestra vida.
Hoy agradecemos a la música que lo acompañó siempre y que nos hizo
parte de su vida. La música coral se vio enriquecida siempre con su
trabajo, generosidad y entrega.
Con este boletín especial honramos la memoria del amigo, hijo,
hermano, maestro y gran ser humano, Luis Fernando Luna Guarneros.
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Cuando ensayamos para el Concierto del XV Aniversario del PCU
(Programa Coral Universitario), a escasa media hora antes de que
comenzara el concierto alguien hizo una entrevista al maestro Luna con
filmadora en mano y fue ese momento que aproveche ́ para retratarlo.
Espero les guste esta grafica tomada en la Sala Netzahualcóyotl de la
UNAM.
Por: Gelasio Acevedo
"Concierto XV Aniversario Programa Coral Universitario"
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Luis Fernando Luna Guarneros: El Director que
transformo vidas a través de la música
Por: Pablo Diaz Cazares
La reciente desaparición del Maestro Luna ha conmocionado a amigos,
familiares, alumnos y en general a toda la comunidad musical del país y
de muchas partes del mundo. A raíz de esto los medios de
comunicación, prensa y televisión han redimensionado su legado, la
pérdida que representa y el gran vació que deja.
Conocí al Maestro en el 2000 y eso me permitió vivir y estar en contacto
con el músico, con el ser humano y sobre todo con la visión del mundo
que tenía.
Luis Fernando vivía la música, vivía con la música y amó profundamente
a su prójimo, su talento excepcional no solamente se limitaba al área
musical, sino también a la de un gran visionario, creando proyectos de
promoción, investigación y educación musical. Durante 12 años de arduo
trabajo y por supuesto con la colaboración de diversas personalidades
estuvo involucrado en la creación de la actual Orquesta Sinfónica,
Orquesta Sinfónica Juvenil, la Escuela Superior de Artes de Yucatán, y la
Escuela de Música Popular dedicada al estudio formal de la Trova
Yucateca tradicional.
Su última creación fue el Programa Estatal de Bandas Sinfónicas y su tan
amada Banda Sinfónica Juvenil “Luis Fernando Luna Guarneros”. Digo
tan amada porque con su Banda viajo a diversas localidades de Oaxaca,
y miembros de la misma agrupación también hicieron varios viajes a
Iowa, Estados Unidos. Destaca también la creación del Coro Filarmónico
de Yucatán que abordaba de forma excepcional las obras sinfónicas
corales y operísticas.
Luis Fernando fue un hombre que creyó en la evolución del hombre
mediante la música y así era capaz de enseñar con toda paciencia desde
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un niño residente en alguna población marginada hasta un estudiante de
música de nivel superior. Su sólida formación académica adquirida en
Ciudad de México, Milán y Viena desarrolló en el músico su talento
natural que le permitía no solamente dirigir coros, bandas y orquestas,
sino también arreglar, componer, cantar y tocar el piano con una soltura
envidiable. Era siempre franco en su trato y sencillo, como en aquellos
grandes artistas dueños de sus habilidades. A pesar de haber sido blanco
de “rencillas políticas” él tenía muy claro la misión que se había
procurado desarrollar. En una sola frase, cambió radicalmente el
concepto musical en Yucatán. Durante este periodo muchos músicos
yucatecos pudieron salir a estudiar a Rusia, Austria, Italia, Canadá, Francia
y Estados Unidos.
A pesar de sus innumerables viajes y propuestas concretas de trabajo en
otros estados de la República él quería vivir aquí, él quería quedarse en
Yucatán. Aprendió los ritmos y las estructuras de la música popular
yucateca. Entendió que la espontaneidad musical de este estado radicaba
precisamente en la música popular y eso lo encantó, lo enamoró. Y lo
recuerdo todavía en su camioneta negra yendo a los pueblos con su
“montón de instrumentos” de banda, jóvenes, niños e instructores.
Muchos de ellos hicieron su primer viaje en avión con su maestro.
Tenía su casa en el centro de Mérida y él decía que así podía llegar en
poco tiempo a sus ensayos, por eso vivía allí. Alguna vez le pregunté que
hubiera sido si no se hubiera dedicado a la música y él me contesto, no
sé yo siempre supe que sería músico.
A prácticamente un mes de su desaparición, el ambiente que se vive entre
los músicos que lo conocimos de cerca es de: sentimientos encontrados,
de un profundo agradecimiento a la vida a Dios y por supuesto a la
Familia Luna Guarneros por habernos prestado al maestro. Es casi
imposible no encontrar a algún alumno que no se ría con lágrimas en los
ojos de sus locuras pero que al mismo tiempo que se pregunte ¿por qué
él? Pregunta que yo mismo me he hecho todos los días, sobre todo por
todo el bien que hizo a lo largo de más de una década de trabajo ligado
a las instituciones musicales yucatecas.
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Los restos del maestro Luna (como todos lo llamaban) descansan aquí, sé
que él está contento de finalmente tener su casa aquí en Mérida, donde
reposará eternamente. Sobre todo porque estoy seguro que es el “no
yucateco” que más amo y trabajo por estas tierras. La desconsolación se
hace más grande para el ambiente musical porque, acá las bandas, los
coros, las orquestas sus alumnos y sus niños, nos lo recuerdan todo el
tiempo.
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A la memoria de Luis Fernando Luna Guarneros
Por: Darinka Romero Ángeles
Coralista de “Fratelli” de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la UNAM
¿Cómo iniciar? Es siempre la pregunta constante, para la tarea, para pedir
algo, decir algo. Yo, a estas alturas de los acontecimientos, aun no sé
cómo.
Comenzaré diciendo que no iba a cantar en el concierto del XV
Aniversario del Programa Coral. Había entrado a un curso intersemestral
en la Facultad y era bastante pesado (tenía que asistir todos los días, por
las mañanas). Sin embargo a eso le sume los ensayos en la Escuela
Nacional de Música, una semana, todos los días por la noche. Aún
recuerdo mis palabras: Quisiera ir, pero no puedo. De lo que me hubiera
perdido.
Es aquí donde las lágrimas comienzan a salir y un nudo en la garganta
comienza a formarse, pues sin Luis Fernando Luna, me atrevo a decir, el
XV Aniversario del PCU no hubiera sido el mismo.
Esa semana llegaba a la ENM agotada por intersemestral, no obstante
después de cada clase salía más enamorada del canto coral. Cada noche
absorbía las experiencias y consejos de Luis Fernando Luna, supe por él
que había ido a China y su experiencia en los baños de allá, todo esto
para ejemplificar una técnica de respiración. Recuerdo su forma de bailar
al dirigir, su entusiasmo por hacernos cantor con pasión, por seducir a la
audiencia como soprano cada vez que cantáramos Adiemus de Karl
Jenkins. Gracias a él conocí a mis compañeros del PCU mientras nos ponía
a dar de vueltas por escenario, sus opiniones cada vez que nos invitaba a
participar, cada vez que nos ponía a trabajar en parejas para dejarnos
llevar por el movimiento del otro. Hice de todo, aprendí con él de todo.
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Recordar la presentación en la Sala Nezahualcóyotl trae a mí una
sensación de alegría, aun siento los nervios antes de comenzar a cantar,
sin embargo recuerdo a Luis Fernando Luna y su seguridad al entrar a la
Sala, la elegancia y humildad que emanaba esa noche, su pasión en cada
momento, su inmensa alegría al alzar los brazos, al voltear e invitar
aplaudir a la audiencia. En pocas ocasiones alguien me impresiona tanto.
Sé que varios me criticarían mis lágrimas diciendo: no era tu amigo, ni
siquiera hablaste más de cinco minutos con él, él solo los dirigió.
Inhumanos, si la música y el canto son lenguajes diferentes, difíciles de
significar, de entender, acaso ¿no es un don el poder acceder a ellos?
¿Acaso él no hizo lo posible por enseñarnos algo que él, con su esfuerzo
aprendió, entendió y amo? Por eso esa semana fue la mejor de todas,
porque él me hizo sentir profesional, porque él sin conocernos nos
valoró, nos respetó y nos quiso. Nos alentó y no gurdo nada para sí, nos
regañó cuando era necesario y nos aplaudió cuando lo logramos. Aún
recuerdo sus palabras: me gusta trabajar con gente como ustedes porque
son maleables, la gente profesional ya tiene sus mañas y te ponen peros.
Ustedes no, lo hacen. A cualquier otro le hubiera dado lo mismo, al final
son jóvenes que no se dedican a esto.
Por eso lloro, me enojo, por eso me entristezco, porque sin conocerle a
fondo le quise, le aprecié y aun lo hago, porque el sin dudarlo nos aceptó
tal y como somos, primero. Maestro Luis Fernando Luna, su luz brille
para siempre y sea ejemplo para muchos. Para mí el mayor ejemplo que
pudo darme fue su entrega y humildad ¿Qué impresionante, no lo cree?
Solo fue una semana y siento que le conocí toda mi vida.
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Por: Jazmín Valenzuela
Después de mucho ensayar con el Coro de la Facultad de Derecho, las
maestras Gaby e Ivette nos avisaron que con el fin de homogeneizar las
interpretaciones de todos los coros, íbamos a tener un taller que nos
permitiría mejorar nuestro trabajo y que las voces de todos se escucharan
bien. Las profesoras nos dijeron que íbamos a estar con un excelente
profesor, y que podríamos tener la oportunidad de mejorar en muchos
aspectos. Era importante que fuéramos.
Aunque realmente yo no hice ninguna suposición antes de llegar, el
trabajo en los talleres me sorprendió, ya que fue más de lo que yo
esperaba. El maestro Luna tenía un gran currículum, pero al trabajar con
eĺ, nunca pensé en ello, ya que era una persona muy sencilla. Fue una
experiencia muy agradable ser guiados por
el Mtro. Fernando Luna, porque siempre trabajaba con una sonrisa. Al
llegar hacíamos actividades que nos permitían, a la vez, relajarnos,
pero concentrándonos en la música. Cosa curiosa, porque muchas veces
concentración implica estrés. Creo que lo logró en parte porque sus
dinámicas nos hacían sentir en confianza, pero sobre todo por un fuerte
sentimiento de unión y pertenencia que imperaba en todos los coralistas;
hicimos actividades que nos permitieron vincularnos con nuestros
compañeros de coro de forma distinta a la habitual. Al estar practicando
en conjunto sentíamos que justo ahí era donde debíamos estar.
Debo resaltar que la mayor parte de los coralistas somos amateurs, sin
embargo, el Mtro. siempre fue muy paciente con nosotros, instándonos
siempre a esforzarnos más, animándonos, recordándonos que el XV
Aniversario del PCU era un evento nuestro, y que como tal debíamos dar
lo mejor, con ganas y disfrutándolo.
La culminación del trabajo, el evento en la Sala Nezahualcóyotl, fue algo
muy emocionante, y ser guiados por el Mtro. Nos dio seguridad para
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hacer aquello para lo que nos habíamos reunido, y al mismo tiempo
alegría, por hacer algo que nos gusta mucho, que es cantar.
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Gracias Maestro
Por: Ileana Seguí
Estas son las canciones que serán los cantos comunes en nuestro concierto
con el que se celebrará el XV aniversario del Programa Coral Universitario
en la Sala Nezahualcoyotl”, y nos entregaron “Adiemus”, “Tintinabulum”
y “Bethelehemu”. Lo primero que hice fue buscarlas en YouTube, me
emocionaron mucho y sobre todo “Bethelehemu”. La encontré con un
coro norteamericano, me la imaginé con toooodos nosotros y la piel se
me erizó al instante.
Se había organizado un taller de una semana para poner las canciones
con el director que vendría de Mérida para trabajar con nosotros.
Después supimos que se trataba de Luis Fernando Luna Guarneros
hermano del Víctor Luna Guarneros, director del Coro Convivium con el
que ya habíamos trabajado en otra ocasión y que nos dejó una impresión
magnífica.
Yo trabajo en la FES Acatlán y para mí era muy difícil poder asistir a todo
el taller, pero estudié mucho por mi lado, pues no quería quedar por
debajo del trabajo de mis compañeros y poder participar en este evento
por demás importante para mí, ya que he participado ocho de los quince
años en el Programa y, afortunadamente, pude asistir a los ensayos
próximos al concierto.
Por fin pude conocer al maestro Luna del cual ya había oído muchos
comentarios de mis compañeros que estaban fascinados con su trabajo,
su trato, su simpatía. Y bueno, para mí no fue distinto. Sólo hicieron falta
unas cuantas horas para admirarlo, respetarlo y guardar solo sentimientos
buenos en mi corazón por él. Un profesional impecable, respetuoso,
inteligente, simpático y muy paciente pues somos amateurs y estoy segura
que batalló más con nosotros que con las personas con las que está
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acostumbrado a trabajar. Pero eso no fue traba para que siguiera
buscando las formas de explicarnos lo que él quería escuchar de nuestro
gran grupo y siempre las encontró y el resultado era bueno cada vez. En
un momento nos dijo: “Vamos a repetirlo bien, porque si no se va a hacer
un “xe’ek”, ésta es una palabra maya que los yucatecos usan para decir
que algo está todo revuelto. Y me reí.
Salí de ese ensayo encantada por lo que acababa de vivir gracias al
maestro.
El día del concierto ensayamos antes, luego nos fuimos a preparar y por
fin llegó la hora que esperábamos desde el año anterior.
El maestro Luna salió muy elegante con una hermosa guayabera y
nosotros con la camiseta que se mandó a hacer ex profeso para ese día.
Con su sonrisa, su energía y todas sus instrucciones, señas, caras y
ademanes, que ya teníamos entendidos (y podría decir, pactados con él
previamente), nos lanzamos a cantar para mucha gente estas canciones
hermosas que preparamos para ese día.
La fuerza que pueden tener 300 personas cantando es impresionante, lo
sentimos nosotros y también el público. La energía fue creciendo con cada
interpretación. Nosotros muy pendientes del director que se hizo uno con
nosotros.
Para cantar la última canción que fue “Bethelehemu”, el maestro se
cambió su guayabera por una camiseta igual a la nuestra. Fue un detalle
lindísimo que nos conmovió y nos alegró a todos.
Esta canción es poderosa, imponente, te hace sentir cosas en la panza, te
eriza la piel. Y eso fue lo que Luis Luna Guarneros consiguió de nosotros,
para nosotros, para él y para el público.
Terminamos el concierto todos emocionados y felices.
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Coincidí con el maestro en los pasillos de la Sala y no pude aguantarme
las ganas de darle las gracias por todo, por sus enseñanzas, por su
esfuerzo, simplemente por haber aceptado venir desde Mérida a trabajar
con nosotros, le dije que fue un placer trabajar con él.
Le comenté que mi familia era de Yucatán y le dio mucho gusto y me
abrazó. Así somos los que amamos Yucatán cuando nos encontramos,
como si fuéramos familia. Le dije: “por eso cuando dijo usted que se iba
a hacer un “xe’ek”, fui la única se re rió”…Y reímos juntos. Le di las gracias
otra vez y nos despedimos con un beso y un abrazo.
Debo dar gracias otra vez a la vida, a Dios, al universo y a todos a quienes
haya que agradecer por haber tenido el honor de conocer y trabajar con
Luis Luna Guarneros, un hombre excepcional. Me siento orgullosa y
privilegiada.
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18 | P á g i n a
Por: Marisa Derbez
Bastó tan poco tiempo para ganarse el cariño y respeto de todos; por su
carácter afable, por su empatía, por su profesionalismo y exigencia, por
la paciencia por perfeccionar cada nota, cada compás; por enseñarnos a
conectar con cada uno de nuestros compañeros, porque como él nos
decía: "Las emociones se transmiten con el cuerpo, con las manos, con
la mirada, y no tengan miedo ni mucho menos vergüenza de
mostrarlas".
Porque llevo en el corazón todas sus divertidas dinámicas, sólo puedo
decir.....¡¡ Muchas gracias maestro Luis Fernando Luna Guarneros!!
Me siento afortunada de haber sido testigo de su enorme talento.
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Por: Maximina Guadalupe Herrera
Trabajar con el Maestro Luna, fue para mí una experiencia muy grata y
satisfactoria. Sus ensayos eran muy amenos, empezando con ejercicios de
respiración y relajación, con un gran sentido del humor, siempre
haciéndonos reír por todo...
Lo recordare toda mi vida, descanse en paz.
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Nib óolal Luis Fernando
Por: Claudia Gisela Luna Guarneros,
Vancouver, Canadá Diciembre 2014
Cuando yo llegué, él ya estaba ahí. Fue el primero de seis hermanos, el
líder. Todos los demás que lo seguimos fuimos cómplices y aliados de sus
travesuras. Robarse piñatas enteras en fiestas infantiles era una estrategia
cuidadosamente planeada y ejecutada por él. Todos admirábamos su
osadía.
En una ocasión nos confiscaron una bolsa llena de cohetes, no recuerdo
la razón, seguramente hicimos alguna diablura y nos mandaron a nuestras
habitaciones; esa noche no habría celebración. Con el desafío
característico de su personalidad, Luis aprovechó la ausencia de nuestra
madre para apoderarse del botín y junto con su aliado Víctor, se dieron
a la divertida tarea de quemar cohetes mientras los demás observamos
desde nuestras “celdas”.
Todavía era un niño cuando empezó a organizar grupos. La famosa
“Sinfonía Minina” fue obra de su creatividad interminable. Nos invitó a
participar en su aventura musical, imitando la conversación entre perros
y gatos sin importar las altas horas de la noche. Compartimos ésta obra
maestra con todo el vecindario, gruñendo y maullando de ventana a
ventana, recibiendo más de un aplauso en el trasero por interrumpir el
descanso de los vecinos y el de nuestros padres.
Las travesuras de la infancia pronto se transformaron en proyectos reales.
Intentó armar una Banda Bossa Nova inspirada por Sergio Mendez &
Brasil ‘66 como regalo de bodas para nuestros papás. “La promesa del
pescador” se quedó en promesa, nunca se tocó, pues la joven e inmadura
agrupación estaba muy entretenida en hacer rabiar a su director.
Lejos de detenerse, se motivó para salir de la rutina del hogar y lanzarse
al mundo. David desafiaba a Goliat en esos viajes diarios a la Ciudad de
México en busca de conocimiento e instrucción musical. Era duro y
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disciplinado en ésta batalla de todos los días y proyectaba ser muy serio
e inaccesible.
El paso inevitable del tiempo trajo consigo cambios para todos. La familia
Luna adoptó a La Ex-Hacienda de Santa Mónica como sede parroquial y
el ministerio de música llegó a manos de Luis Fernando. Lo que empezó
como un servicio litúrgico, pronto se transformó en fuente de inspiración:
El Coro Getsemaní se formó con jóvenes de la colonia, carentes de
instrucción musical.
Trabajando con alegría, amor y perseverancia, adiestró oídos sordos,
entonó voces discordantes, imprimió partituras modificadas para
iletrados musicales, grabó pistas de estudio para las diferentes secciones
del coro, regaló su sabiduría a todos los que se le acercaban. Abrió la
puerta exclusiva del conocimiento musical para dar acceso a todas las
personas, así músicos profesionales y gente común convivían en perfecta
armonía.
Getsemaní dejó huellas imborrables, participando en concursos y
conciertos, logrando brillante presencia en el Conservatorio Nacional de
Música, además surgieron carreras musicales, parejas fundadoras de
hogares sanos y buenas familias, se hicieron lazos de amistad que
continúan a pesar del tiempo y la distancia.
Llegó nuevamente el tiempo de cambios. Europa, la Meca de todo
músico, le atrajo para continuar sus estudios musicales. Lejos de la patria
puso a prueba sus talentos y capacidades; desafiando lo desconocido se
descubrió a sí mismo y transformó su rigidez en adaptación, armonía y
alegría.
Desconozco los motivos que lo hicieron regresar a México, tal vez vio el
potencial de la juventud mexicana y quería ser parte de ello; no lo sé. Lo
cierto es que se apoyaba en la familia como fuente constante de energía
renovadora, aprovechaba cualquier oportunidad para reunirse con
nosotros recordando cosas de la infancia entre bromas, ocurrencias y
anécdotas.
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Luis Fernando vivía en otra dimensión, pensaba en otra frecuencia; lo
entiendo ahora después de tantos años. Aceptaba los cambios de la vida
y los veía desde otro punto de vista: el paso de los abuelos al más allá
fue motivo de regocijo, no de pena; pues ya estaban liberados de la
limitación de sus cuerpos.
Recibió a los primeros sobrinos de la familia sin prejuicios, con la genuina
alegría del milagro de una nueva vida.
Pude reconocer su dimensión cuando aceptó a Víctor como músico y
colega. Fui testigo de su lealtad y amor a nuestro hermano. Compartió
con él sin reservas toda su sabiduría y experiencia con el genuino deseo
de verlo ser mejor.
Luis Fernando vive ahora en su dimensión de armonía perfecta. Nib óolal
es gracias en Maya. Nib óolal hermano, por dejarnos ser parte de tu
mundo mientras viviste en esta tierra. Querida familia Maya, Nib
óolal por recibirlo como a uno de los tuyos. Lo dejamos en el lugar
donde quería trascender: en la Blanca Mérida, hermosa ciudad de
gastronomía exquisita y costumbres pintorescas, toda llena de luz, color
y música. Descansa en paz querido hermano. Nib óolal Luis Fernando.
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Canción de Aldo Bantó
Yo vengo del silencio de mi tierra
de su belleza viva sin igual, y salgo del murmullo de ese viento
que sopla y mueve el campo, el pastizal.
Volando por los montes y los llanos para que el mar me enseñe su
cantar y cantaba en mi piel, cantaba en mi alma toda mi tierra alegre su
bondad.
Cantaba de aquel mar los vivos sones las marchas de los llanos cantaba,
la trova del camino de los montes y del hombre cantaba su cantar.
El cielo me enseñó a cantar de amores, la lluvia de la vida que vendrá el
fuego que rugía, y su corazón que ardía me dijo: “¡Nunca pares de
cantar!”
Pero han pasado muchos, muchos años desde que en mi canción solía
vivir mi tierra que vibraba y en su magia envolvía misterios y pasiones
hasta el fin.
-Hoy todo eso acabó -
Las selvas y los bosques son talados, los ríos ya no corren por el ancho
pastizal, los montes se derrumban, los llanos se requiebran, y el hombre
contra el hombre puesto está.
Las madres que no encuentran a sus hijos, los niños que no pueden salir
más a jugar, y en el campo las manos se cansan de esperar la lluvia que
jamás regresará.
Mi tierra ahora muere desangrada: saquearon sus entrañas y quemaron
su piel; y cambiaron mi canto por un intenso llanto un grito que no
deja de crecer.
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Callé durante mucho cualquier canto, se fue todo lo bueno y las ganas
de seguir y luego me di cuenta que si no canto yo ¿cómo se escucharía
este clamor?
Y aunque se hayan llevado mi alegría y aunque ya nunca pueda cantar
más al amor no cesará mi canto: retumbará mi voz buscando un mundo
nuevo buscando un nuevo sol…
Y aunque no tenga nombre, ni rostro, ni color cantaré a todos esos que
luchan como yo.
Mi voz que fue tan suave como niebla, hoy el mar que ruge, volcán en
erupción: un grito que se alza por toda la ciudad protesta por justicia y
libertad!
Y atrévete a llamarme por mi nombre y mirarme a los ojos si vienes a
decir que cantarás conmigo: tu voz será mi voz cantando todos juntos
luchando sin temor pues te daré mi vida, mis manos, mi dolor hasta que
nos escuchen… hasta que salga el sol…!
-¡que por ti canto mi Canción!-
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Noticias y eventos de la música coral
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Aniversario del Programa Coral Universitario 2014
Por: Luis Fernando Luna
Mérida, Yucatán 2014
El canto individual o en conjunto es una de las prácticas universales
presentes en todas las civilizaciones del mundo, que identifican al género
humano y que se constituyen como una de las manifestaciones culturales
más vivas de una comunidad al ser un vivo medio de expresión ya que a
través de la voz cantada se transmiten las más diversas emociones y se
cuentan las cosas del acontecer que de nuestro entorno tienen y han
tenido las generaciones actuales y antiguas.
El canto coral es un ejercicio cuyas bondades en todos aspectos saltan a
la vista al convocar voluntades y sumar la individualidad al gran todo, al
abrir brechas para el acceso, descubrimiento y disfrute de la actividad
artística que agudice los sentidos de coreutas y público hacia los diversos
lenguajes musicales que el repertorio coral propone, al ofrecer una
alternativa que incida en desarrollo integral de las personas
proporcionando bienestar físico y emocional, revitalizando y nutriendo
nuestra vida cultural.
Creo que tal es la experiencia en el reciente Encuentro de Coros del
Programa Coral Universitario en el que, gracias a la dirección de la Mtra.
Ana Patricia Carbajal, al apoyo de su equipo de directores, músicos y
entusiastas cantantes provenientes de coros de diversas facultades de la
UNAM, se dieron cita para refrendar la presencia de este programa y el
carácter humanista de nuestra máxima casa de estudios, celebrando así
un año más de vida del feliz proyecto cuyos frutos están a la vista.
Asumir nuevos retos solidariamente, explorar nuevos métodos, abordar
estilos, encontrar y proponer soluciones para los diversos problemas que
plantea la actividad coral es parte de una labor conjunta entre la sociedad
civil, comunidad artística, autoridades educativas y del ramo cultural, con
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el fin de dinamizar relaciones y favorecer el buen desarrollo del tejido
social.
El PCU es un espacio vivo de continua experimentación y aprendizaje,
un ambiente de apoyo entre colegas, donde la convivencia y la confianza
entre amigos, hacen del canto coral un refrescante y renovado ejercicio.
Agradezco la invitación a participar en este magno encuentro y
esperamos con interés y entusiasmo la edición 2015 y deseando que este
movimiento coral continúe ampliando su cobertura y ganando más voces
que quieran sumarse a la inigualable experiencia del canto coral.
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