Hoy nos espera un día muy duro. Papá es un ateniense libre y ciudadano, y esta mañana ha salido, como siempre, a atender sus negocios públicos (no es ningún idiota).

Mamá se dedica a todo lo privado, y mi hermana Mirrina le ayuda en estas tareas domésticas y así aprende lo que la convertirá en una esposa y madre ejemplar…

Falta le hace; dentro de tres días recibiremos en casa a Diógenes, seleccionado por nuestro padre entre los mejores muchachos de la polis (se dedica a la arquitectura) para ser su esposo.

Ahora voy con nuestra esclava al mercado. Por el camino paso ante la puerta de mi amigo Filipo, que está adornada con una madeja de lana… ¡Vaya, parece que tiene una nueva hermanita! Quizás a esta la expongan, ya son muchos en casa…

En el mercado nos ofrecen carne, olivas y vino de la tierra, y muchos productos llegados por mar al Pireo. Los cereales de nuestras colonias de Sicilia son de gran calidad.

Leucipa paga con una mina y le devuelven siete dracmas y dos óbolos.

Hay mucho movimiento por las calles y, en los talleres, los artesanos parecen hormiguitas: tejen, hornean, remiendan, modelan…

En cuanto llegue a casa terminaré mis deberes de ortografía y música, haré mis ejercicios gimnásticos y… todo estará preparado para recibir a mi hermano mayor, que viene de Delfos. Apolo le ha concedido la victoria en los juegos y celebraremos una fiesta monumental.

Ha quedado primero en pentatlón: corrió, saltó, luchó y lanzó mejor que ninguno, así que se ha llevado la corona de laurel y todo el honor y la gloria. De mayor quiero ser como él.