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I. Enfrentamientos entre labradores yGanaderos '
Las relaciones entre agricultores y ganaderos durante la edad
moderna no fueron nada cordiales. L;os enfrentamientos entre
ambos sectores se agudizaban cada vez que un nuevo impulso
demográfico ponía en peligro el difícil equilibrio entre la su-
perficie cultivada y la de pastizales. Jean Paul Le Flem (1)ha
comprobado que a lo largo del siglo XVII se produjo un retro-
ceso de la gran trashumancia en Castilla e insinúa la idea de
que se dió una cierta transformación de ganados trashuman-
tes en estantes, dado que el abandono de las tierras de cultivo,
como consecuencia del descenso demográfico, hizo posible el
aumento de los pastos en cada pueblo. García Sanz ha demos-
trado este hecho en la provincia de Segovia (2). El incremento
de la ganadería ovina estante durante todo el siglo XVII no
originó mayores problemas a los campesinos que soportaban
la creciente despoblación de la mesetas mientras vieron satis-
fechas sus demandas de tierra cultivatile. Sin embargo, los pro-
blemas comenzaron a darse cuando, desde mediados del sete-
cientos, tal situación se fué modificando. Era lógico pensar cómo
(1) Le F7em: Las cuentas de la Mesta: 1510-1709. En Moneda y Créditon° 121, 1972.
(2) García Sanz: Desarsollo y crisŭ de subsŭtencia en Castilla la Vieja: Econo-mía y sociedad en tienas de Segoaia: de 1500 a 1814. Madrid, 1977.
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iban a desatarse las iras campesinas, cuando la presión demo-
gráfica hiciera necesario incrementar la superficie cultivada;
la actitud de los ganaderos fue la de opósición a las nuevas ro-
turaciones, continuando acaparando tierras, en detrimento de
las aspiraciones campesinas.
Las acusaciones de los labradores comenzaron por cuestio-
nar el régimen de privilegios que conservaban los ganaderos
mesteños a la vez que mostraban la necesidad de reemprender
su habitual trashumancia, dejando libres las dehesas de pasto
y labor en aras de un incremento de la extensión agrícola. La
respuesta de los hermanos del honrado Concejo de la Mesta
no fué la deseada por los agricultores, pues querían continuar
disfrutando la comodidad de los pastos estantes -a los que te-
nían derecho por el privilegio de tasación-, a la vez que no
deseaban mermar sus sabrosos privilegios mesteños. No pue-
de extrañarnos, por tanto, que en 1751 el ganado ovino estan-
te representase los dos tercios de toda la cabaña provincial de
Segovia (3), y que tal situación fuese la más extendida en otras
tradicionales zoñas mesteñas de Castilla la Vieja. Los infor-
mes de los intendentes de Palencia y Avila (4) mostraban el
predominio en los mesteños de prácticas sedentarias frente a
la trashumancia.
«La gran mayoría de las tierras de pasto de estas tierras,están en manos de los mesteños y no pasan puertos como estradición y práctica de los trashumantes».
En tal situación, presionados los campesinos por la ansia-
da ampliación de la superficie cultivada que hiciese posible sa-
tisfacer la creciente demanda de granos, fueron abundantísi-
mos los memoriales al Consejo denunciando «el egoísmo» de
los ganaderos.
En la protesta de los campesinos destacaron tres cuestio-
(3) Ibidem: pág. 114.(4) Informe al Consejo en 1767; en A.)-I.N. Consejos; leg. 1841.
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nes: 1) la estructura de las cañadas, 2) la prioridad de los mes-
teños sobre los agricultores en los arrendamientos de tierras
de comunales y dehesas de pasto y labor, y 3) la deficiente uti-lización y aprovechamiento de los despoblados.
En efecto, las ordenanzas mesteñas dadas por los Trasta-
maras definían la superioridad del ganado, competidor en los
arrendamientos de esas tierras, sobre cualquier labrador. Este
se sentía en evidente situación de inferioridad ante el ganade-
ro mesteño. Así, los vecinos de Casasola de la Encomienda (Sa-
lamanca) al ver cómo numerosas dehesas de pasto y labor se
dedicaban sólo a pastizales denunciaron en 1769 cómo Isabel
Maldonado poseía permanentemente en las tierras del lugar
800 cabezas de lanar, 200 reses vacunas y 300 caballerías
«cuando se llama trashumante, para destruir a los labrado-
res del lugar que ven cómo las tierras labrantías del pueblo
van convirtiéndose en tierras de pasto para sus ganados,
aumentando la miseria de los trabajadores» (5).
Esta situación de creciente control de la tierra en manos
ganaderas fué relevante en las provincias de Zamora, Toro Sa-
lamanca; precisamente de donde procedieron la mayoría de los
memoriales de los agricultores. Un alegato conjunto de los la-
bradores de estas tres provincias, enviado al Consejo en 1771,
denunciaba, como hecho grave, el control de esa tierra en ma-
nos de 20 ó 30 ganaderos mesteños que habían hecho dismi-
nuir la superficie cultivada provincial, obligando a la fuerza
a los labradores a convertirse en subarrendatarios suyos (6).
(5) A.H.N. Consejos; leg.: 1841, pieza 3a, fol. 124.(6) Un memorial conjunto de labradores de todo Zamora y Salamanca
enviado al Consejo en 1771, denunciaba comó situación extremadamentegrave la existencia de 20 ó 30 ganaderos que habían hecho disminuir la su-perficie arable de las tierras, haciendo muy difícil la vida a los campesinosque se veían impulsados a ser, a la fuerza, sus subarrendatarios. En A.H.N.Consejos; leg.: 1841.
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También eran bien explícitos los testimonios del viajero
Ponz, referentes al campo extremeño: '
«el lugar de las Corchuelas, que le falta poco para despoblar-se del todo, al que el señor ha reducido todos sus suelos parapastos de sus ganados, por lo que a los vecinos no les quedatierra chica ni grande donde arar» (7).
Parecido cuadro presentaba el Corregidor de Trujillo al dar
cuenta del grave descenso de la producción cerealista de la ciu-
dad, consecuencia del control creciente de las dehesas y tierras
de pasto y labor en manos de los ganaderos mesteños:
«Sólo se han producido en el quinquenio 1749-53, 14.144fanegás de trigo en la cilla de Trujillo, cuando cien años an-tes se habían diezmado en la misma cilla 46.407 fanegas» (8).
Este notorio descenso de la producción de granos era la notadominante en toda la diputación de Extremadura. Según lostestimonios del diputado Paino (9), el descenso en Badajoz eraalarmante: de 390.460 fanegas de trigo obtenidas entre 1721y 1725 se había disminuído a 234.500 fanegas en el quinque-nio 1759-63.
Pero el acaparamiento de tierra en manos de los mesteños
no sólo hacía difícil la supervivencia de los labradores; tam-
bién los pequeños ganaderos que no podían ser hermanos del
honrado Concejo se veían discriminados; así lo expresaba un
pequeño ganadero extremeño:
«Como los pastos de los pueblos están en manos de los«trashumantes» -sean tierras de baldíos, del común o delabranza- el labrador que por San Miguel se ve con gana-do y sin bellota se encuentra en la cruel necesidad de entre-gar su ganado a un precio vil o tomar la bellota a un precioinmoderado. EI mesteño espera la ocasión, enriqueciéndosecon la ruina del pequeño ganadero» (10).
(7) Ponz: Viaje de España. Madrid, 1784. Tomo IV. Pág. 158.(8) Memorial Ajustado entre Don Vicente Paino... y el Honrado Concejo de la
Mesta. Madrid, 1771. Tomo I. Pág. 8.(9) Ibidem: pág. 174. •
(10) Ibidem: pág. 11.
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Por similares problemas pasaban los vecinos de la provin-
cia de Segovia, en notoria inferioridad respecto a los privi^,e-
gios mesteños. Los segovianos eran víctimas anualmente, enlos meses de abril y mayo, del esquileo de las grandes cabañas
mesteñas; puesto que aprovechaban los pastos comunales de
sus concejos sin tener que pagar cantidad alguna al muni-
cipio (11). Consecuentemente, las posibilidades expansivas de
la cabaña de los vecinos eran reducidas, intimidados por la in-
tromisión de los ganados mesteños.
El análisis documental muestra cómo la táctica corriente
de los hermanos de la Mesta fué arrendar ventajosamente tie-
rras de pasto y labor, aprovechándose de sus privilegios, y su-
barrendar a altos precios las tierras de calidad mediana a los
labradores del pueblo. El beneficio era seguro. Con las altas
rentas pagaba al dueño a la par que mantenía, sobradamente,
sus ganados ahorrándose los costosos desplazamientos de la tras-
humancia. Mientras tanto, los agricultores eran los directamenteperjudicados.
El informe del intendente de Sevilla, Olavide, corrobora-
ba cómo la situación de Andalucía no era ajena a estas prácti-cas:
«Las dos terceras partes de Andalucía están incultas, re-ducidas a pasto. Así los ganaderos críán sus ganados en pás-tos gratis. Además monopolizan las tierras de propios y bal-díos y hacen granjerías con las de pasto y labor» (12).
Muchas dificultades y tensiones entre labradores y gana-
deros surgieron en la tierra de Ciudad Rodrigo, en donde es-
caseaba especialmente la tierra arable. En efecto, el 63% de
la tierra labrantía permanecía inculta, en manos de un deter-
(11) García Sanz: o.c., pág. 118.
(12) A.H.N. Consejos; leg.: 1844, informe fechado en 1768.
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minado número de ganaderos y comerciantes (13). Por eso,
ésta fué una de las zonas protagonistas de la conflictividad ru-
ral -como el resto de la provincia de Salamanca- cuya abun-
dancia de latifundios constituía una excepción dentro de la sub-
meseta norte. El elevado número de despoblados provinciales
fué la respuesta evidente del ejercicio de poder efectuado por
los terratenientes y mesteños (14).
Salamanca, Extremadura y Andalucía occidental, zonas con
predominio de la gran propiedad y con amplia cabaña gana-
dera iban a verse especialmente resentidas por la ruptura del
equilibrio agropecuario que, en cierta medida, se había desa-
rrallado durante el siglo XVII. Por ello no puede extrañar que
la protesta rural se asiente de forma preferente en estas zonas.
Los ilustrados, como más tarde los hombres de la II Repú-
blica (15), vieron en estas regiones un elevado número de pro-
blemas agrarios que las hacían sobre manera atractivas comó
modelo en el que desarrollar los planteamientos reformistas del
agro español. '
Tantos fueron los abusos de los ganaderos mesteños en el
(13) A.H.N. Consejos; leg.: 1534. Memorial de los labradores de Ciudad Ro-drigo al Consejo. Datos obtenidos del análisis comparativo entre la superficiecultivable que proporciona el Catastro de Ensenada y la realmente cultiva-da que explicitan los labradores; en A.H.N. Hacienda: libros 7.476, 7.477y 7.478, para la provincia de Salamanca.
(14) García Zarzar: Los despoblados -dehesas- salmantinar en e[ siglo XVI77.Salamanca, 1978. Se explica cómo era el latifundio una realidad en la Sala-manca del siglo XVIII; asemejándose su paisaje más a Extremadura y a An-dalucía occidental que al resto de Castilla en donde predominaba la peque-ña y mediana propiedad.
(15) Malefaquis: Reforma agraria y revuelta campesina tn [a España d^l sigloXX. Barcelona, 1970. Se explica aquí como en los planes de la II Repúblicase englababan las zonas semejantes de Salamanca, Extremadura y Andalu-cía occidental como elementos esenciales sobre los que desarrollar la refor-ma agraria; como antes lo había tomado los ilustrados.
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control de la tierra arable que un memorial de los sexmerossalmantinos enviado en 1760 al Consejo solicitaba:
«Que los privilegios de los hermanos del Concejo de laMesta sean sólo para los verdaderos trashumantes, de los quepocos se conocen y no para los muchos ganaderos que sólose sirven de pretendida trashumancia para hacer granjeríascon los dichos privilegios y dejar a los labradores sin tierray en creciente miseria» (16).
^ Era este un desconocimiento de las leyes mesteñas o másbien un alegato contra las prácticas monopolísticas que utili-zaban para arrendar la tierra en frente de los intereses de los
labradores? Parece, más bien, entroncado con la segunda cues-tión.
Las alegaciones de los ganaderos
Los ganaderos dieron una versión diferente de las acusa-
ciones de los campesinos. Admitieron, en su descargo, que al-
gunos se habían apoderado -con mayor o menor lieterodoxia-
de ciertas tierras de labor convirtiéndolas en pastizales; pero
que de ello no era posible inferir generalizaciones. Pero en nin-
gún caso, decían, era la táctica habitual de los ganaderos mes-
teños. A la vista del extremado encono de las relaciones entre
agricultores y ganaderos, los mesteños salmantinos enviaron
un memorial en 1759 explicando las causas de la despoblación
y decreciente productividad de la provincia. Algunas de estas
alegaciones eran de tipo demográfico: a) la excesiva emigra-
ción a América, b) el incremento de las vocaciones religiosas,
que despoblaba al campo de trabajadores y c) la persistencia
de las guerras con Portugal; las restantes alegaciones eran un
claro ataque al modo de producción que practicaban los terra-
tenientes y labradores: a) el absentismo y falta de control di-
recto de las tierras realizado tanto por la nobleza como por el
(16) A.H.N. Consejos; leg.: 1841.
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clero, b) un régimen contractual excesivamente corto en los
arrendamientos de la tierra, que desarraigaba al labrador per-
manentemente del campo y c) un elevado número de ataques
a la incidéñcia y escasa laboriosidad de los labradores (17).
Era evidente el deseo de señalar a las autoridades ilustra-
das que la raíz de la escasa productividad agraria no estaba
en los posibles abusos de los ganaderos mésteños -como mos-
traban las peticiones campesinas- sino en una agricultura ar-
caica, reflejo de la irresponsabilidad de los terratenientes y en
una deficiente planificación de la política poblacional del Des-
potismo Ilustrado.
Las mutuas acusaciones de unos y otros subrayaban la di-
ficultad de reformular el difícil equilibrio de las relaciones en-
tre labradores y ganaderos, profundamente trastocado en la se-
gunda mitad del siglo XVIII por el incremento demo ŭráfico
de la sociedad preindustrial en la que estaban inmersos. Difí-
cil equilibrio, que no se supo encontrar en Castilla y que enra-
re• ió las ya nada cordiales relaciones de los miembros de la
sociedad rural.
Pero en las argumentaciones de los ganaderos existió una
contundente crítica a la escasa profesionalidad de los labrado-
res españoles, y una crítica harto real. Efectivamente el cam-
pesino, descapitalizado, poco podía hacer para desarrollar ade-
cuadamente.su trabajo cotidiano. La falta de abonado y de un
ganado de tracción suficiente, el deficiente nivel de las tecno-
logías agrícolas y el excesivo predominio del cultivo cerealísti-.
co no eran las mejores premisas para obtener un incremento
de la productividad agraria. ^
En Nieva (Segovia) se abandonaron 500 fanegas de sem-
bradura en 1791 que habían sido roturadas en 1768
(17) A.H.N. Consejos; leg.: 1534. Memorial al Consejo de los ganade-ros mesteños de Ciudad Rodrigo, respondiendo a las acusaciones de los la-bradores de esa zona.
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«pues a pesar de los muchos sudores que costaban a los tra-bajadores, no rendían siquiera dos veces la sementera» (18).
Y era lógico que estas tierras de larga tradición de baldíos
tuvieran tan exiŭuos rendimientos, tratándolas con un régimen
de explotación tan poco apropiado como el extensivo. Y, sin
embargo, el continuo tirón de la demanda hizo necesario re-
currir a cualquier sistema que posibilitase incrementar la pro-
ducción peninsular. Ninguno podía encontrarse menos com-
plicado que aumentar la superficie cultivada rozando nuevas
tierras. Además, la ampliación de la superficie cultivable se pro-
pició, sin apenas condicionantes, desde las autoridades guber-
nativas y municipales. Klein ha demostrado como fué relati-
vamente fácil roturar tierras sin licencia previa a partir de
1750 (19). En la provincia de Segovia se roturó generalmente
sin licencia real y en medio del silencio y la complicidad de
la administración local. García Sanz ha señalado cómo se pu-
sieron así en cultivo eñ torno a 2.887 obradas. Y este indiscri-
minado sistema de roturar las tierras de pasto hizo levantar
la guardia a los ganaderos mesteños que vieron sus privilegios
seriamente amenazados.
Porque si se atacaban las superficies de pasto significaba
el fin no sólo de su cómoda y barata situación de ganaderos
estantes, sino el inicio del fin de la privilegiadá instittición mes-
teña, imbatible por ley en la utilización de las tierras de pasto^.
La crítica que realizaron los «trashumantes» tenía como obje-
tivo fundamental ce"rcenar la rutilante valoración que el sete-
cientos dió a las actividades agrarias y cuestionar la eficacia
de sus resultados.
(18) A.H.N. Consejos: leg.: 1840. Memorial del ayuntamiento del lu-gar al Consejo de Castilla.
(19) Klein: La Mcsta. Pág. 341. No siempre los labradores sacaban suslicencias, pues no existió un serio control de la administración en ese punto.Del mismo modo se pronuncia García Sanz, en la obra citada anteriormen-te.
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Porque si la expansión de la superficie cultivada fué un he-
cho en la segunda mitad del siglo XVIII, la produ ŭción agra-ria no se vió acompañada de un incremento real dé la produc-
tividad (20). En este sentido la crítica de los ganaderos fué per-
sistente. Se podrían aducir infinito • textos recopilados en el ex-
pediente reforzando tal argumentación. Los ganaderos de Be-
teta (Cuenca) explicaban en 1780 cómo veían comprometidos
sus pastos comunales y la capacidad de su cabaña a causa dé
una fiebre roturadora que hacía disminuir constantemerite sus
pastizales, añadiendo:
«pues aunque han roturado y sembrado en la mayoría de lastierras del territorio, por sus pocas calidades ven crecer pocosus resultados, tanto que con el tiempo han tenido que aban-donar parte de lo rozado» (21).
Y el alcalde de Don Benito, pueblo eminentemente gana-
dero, añadía por esas fechas:
«Con el ansia de sembrar no dejan monte ni breña que noacometan y depositando en ellas sus caudales, la tierra, de-sagradecida, les corresponde con muy pocas utilidades» (22).
Obviamente, la ley de rendimientos decrecientes empezó
a ponerse pronto de manifiesto en unas tierras sin tradición
de cultivos y con unas técnicas extensivas nada propicias para
incrementar la productividad (23). Labradores de Cabañas de
Sayago, Ubeda, Burgos, Toró y de toda (Gastilla (24) mostra-
(20) Anes: Las c^isis agrarias... Sobre todo, en el capítulo VI.(21) A.H.N. Consejos; leg.: 1840, pieza 3a. Memorial de los ganaderos
de Beteta (Cuenca) en 1780.(22) Memorial ajustado ent^e Don Vicente Paino... y[a Mesta. Volúmen II.
Pág. 312, Madrid, 1771.(23) Boserup. E.: Las condiciones del desaisollo en la agricu[tura. Madrid, 1974.
Se muestra contúndente en esa tesis.(24) Abundante masa documental extendida por todo el expediente. En
especial en A.H.N. Consejos; legs: 1842 y 1843.
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ron amargamente la ineficacia de estas «falsas» soluciones que
se pusieron en marcha para gestionar problemas a corto plazo
y que podían inducir a aparentes triunfalismos en el equipoilustrado.
No hay que olvidar que las motivaciones últimas del refor-
mismo agrario propugnado por el Despotismo Ilustrado, des-
mitificada la rentabilidad de las explotaciones laneras, no eran
otras que un aumento -cualitativo y cuantitativo- del nú-
mero de los vasallos pecheros (25) que había de traducirse en
el incremento de la participación del fisco en la renta agraria.
No fué tampoco ajeno a ese espíritu la solicitud y posterior ob-
tención ante la Santa Sede de la recaudación del diezmo en
las nuevas tierras de cultivo. Se abrían así importantes expec-
tativas a la Real Hacienda; aunque en algunas zonas hubie-
ron de abstenerse ante las contundentes razones de los terrate-
nientes (26).
Diferentes status ganaderos
Los ganaderos no formaban un sector homogéneo. En el
expediente se mostraban serias diferencias entre: a) los gran-
des ganaderos mesteños y los pequeños ganaderos, vecinos de
los pueblos de Castilla y b) los grandes mesteños y los gestores
de las grandes cabañas castellanas.
El primer caso es fácilmente comprensible. Los pequeños
ganaderos se veían privados de sus comunales y dehesas de pasto
y labor por los privilegios de los mesteños que, con su derecho
de posesión, obtenían, a bajos precios, las dehesas y tierras de
pasto apetecidas. La consecuencia más tangible fué el eviden-
te freno a la expansión de la cabaña ganadera vecina y, por
(25) Tomás y Valiente: Prólogo al Tsatado de la Regalía de la Amo^tizaciónde Campomanes. Madrid, 1975.
(26) García Sanz: Obra citada; explica cómo el cobro de los diezmos no-vales fué imposible ante las consideraciones del obispado segoviano que, alfinal, los obtuvo para sí.
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tanto, el descenso de la capacidad arable de los pueblos de Cas-tilla, que se veían frenados en sus deseos de ampliar sus gana-dos de tracción imprescindibles en el laboreo agrícola. Los ^ha-bitantes de varios pueblos abulenses mostraron su preocupa-ción «por las muchas granjerías y daños que periódicamente
hemos de soportar los vecinos, ante la invasión de los ganadosde los todopoderosos mesteños, que hacen estar a muchos ve-cinos sin posibilidades de pasto y en próxima ruina» (27). Ade-
más, los procesos «legales» que empleaban los ganaderos mes-teños a través de los alcaldes de cuadrilla expropiando con fa=cilidad las tierras apetecidas, dejaban al campesino vecino delas rutas mesteñas en clara indefensión. Mickun (28) ha de-mostrado la facilidad con la que los alcaldes de cuadrilla obte-nían sentencias favorables a los ganaderos mesteños, de gra-vosas consecuencias para los habitantes de los pueblos priva-dos de sus pastizables con harta frecuencia. Sentencias que,obviamente, salían de la jurisdicción natural del alcalde ordi-
nario del pueblo, por lo que los vecinos sé veían juzgados -encasos de conflicfo- por personas ajenas a su entorno y a susintereses.
Las respuestas de los ganaderos trashumantes fueron ale-
gatos soberbios de su inmemorial y sostenido poder, refutan-
do las acusaciones de los vecinos de los pueblos próximos a las
cañadas mesteñas. Era algo así como mantener una pelea en-
tre un gato y un ratón. En un memorial de los ganaderos de
Ciudad Rodrigo se seguía invocando la utilidad de los privile-
gios mesteños como si todavía fuese la lana el pilar de la Real
Hacienda castellana. ^
(27) A.H.N. Consejos; leg.: 1841. Memorial de los sexmeros de Avilaal Consejo.
(28) Mickun N.: La Mesta au XVII éme. siécle. Budapest, 1984. Pág. 236.Explica cómo ante cualquier litigio entre campesinos y ganaderos mesteños,los alcaldes entregadores dictaminaban a favor de los segundos. Las reticen-cias de los campesinos ante esa institución eran muy notables.
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«La envidia de los vecinos ganaderos de este partido mues-tra a Su Majestad la exactitud de la situación provincial, Latradición y supremacía de nuestras acciones hace que las la-nas salmantinas y bejaranas sean orgullo y gloria y envidiade las demás potencias extranjeras, que no han podido fo-mentar -aunque sí lo han intentado- nuestras especies deganados» (29).
Sin embargo, la delimitación del enfrentamiento en el se-
gundo caso señalado no es tan sencillo y permaneció más con-fuso. Los grandes trashumantes pertenecían -mayoritaria-mente- a los estamentos privilegiados o a la ascendente bur-
guesía y ellos eran los que controlaban el Concejo de la Mes-
ta, privado de representantes de ganaderos modestos. En la
provincia de Salamanca, por ejemplo, eran ocho las cabañas
de ganado de la nobleza y del clero, que ocupaban el vértice
de la pirámide (30) -en cuantía y poder- de lá sociedad mes-teña:
• Conde de Casasola del Campo. ^• Gonde de Villagonzalo.• Marqués de Coquilla.• Marquesa de Almansa.• Comendador de Casamayor.• Convento de San Esteban. ,• Da Isabel Maldonado.Sin embargo estos grandes propietarios trashumantes no
solían realizar una gestión directa de sus bienes, dejando a los
administradores la organización y explotación de sus cabañas.
Y ahí fue donde se centraron las bases de su conflicto. El ab-
sentismo de estos estamentos privilegiados provocó no escasas
tensiones entre ellos y sus gestores, como sucedió también en
la organización de las tierras de cultivo entre propietarios y
(29) A.H.N. Consejos; leg.: 1841. Memorial de los ganaderos de Ciu-dad Rodrigo y Salamanca al Consejo en 1787.
(30) A.H.N. Consejos; leg.: 1841. Memorial al Consejo en 1768.
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arrendatarios. Pero si en la explotación agraria ese enfrenta-
miento fué perceptible, en el sector ganadero se mostró con
mayor ambigiiedad.
Los propietarios de las cabañas castellanas achacaron, con
frecuencia, a sus administradores las causas del mal funciona-
miento del sector, respondiendo a las protestas campesirias. El
marqués de Coquilla, por ejemplo, que dijo hablar «por mí y
por otros muchos ganaderos de Salamanca», expuso su punto
de vista de esta forma:
«Veo con tristeza las muchas granjerías que se hacen en
el pueblo de Pedraza por parte de mi administrador Juan de
la Peña, pero he de decir, con pena, que yo soy el primero
que sufre tales granjerías más no puedo arrojarle -como
quisiera- pues está presente un arrendamiento que no ter-
mina hásta dentro de seis años y no puedo privarle de lo que
allí se estipuló, aunque en mi ánimo sería feliz rompiendo
ese contrato» (31).
Esta situación, insostenible, para las aspiraciones expansi-
vas de los campesinos era, sin embargo, perfectamente legal
ante el ordenamiento jurídico que regulaba las actividades de
los ganaderos mesteños. Nina Mickun ha explicado cómo no
era imposible ni imprescindible para pertenecer a la Mesta ser
obligatoriamente trashumante, sino que las premisas funda-
mentales se concentraban en pagar a la Real Hacienda el im-
puesto de servicio y montazgo y en solicitar que los jueces mes-
teños entendiesen en sus litigios (32). Pedro García, en un tra-
bajo en curso sobre la Mesta en el siglo XVIII (33), coincide
en señalar la importancia del servicio y montazgo para la per-.
(31) A.H.N. Consejos; leg.: 1840. Respuesta de los ganaderos de Sala-manca a las acusaciones de los labradores, en 1770.
(32) Mickun, N.: La Mesta... Pág. 301.(33) García, P.: Sociología de la Mesta en el siglo XVIII. Tesis doctoral en
curso realizada en el Departamento de Historia Moderna de la U.A.M.
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tenencia a la privilegiada institución que, habida cuenta de la
crítica situación hacendística de las monarquías absolutas, ha-
bía de sellar con mayor fuerza la alianza entre ganaderos mes-
teños y monarquía. Por tanto, mientras para el campesino la
no realización de la trashumancia implicaba ilegalidad en la
percepción de los privilegios mesteños, tal hecho era perfecta-
mente legal dentro de la institución de la Mesta. Podemos com-
prender mejor el grado de tensiones originadas por esta causa
si subrayamos que en 1780, según las cuentas de la Mesta, exis-
tían 8.227 ganaderos trashumantes y la cifra de ganaderos es-
tantes mesteños alcanzaba los 37.954 (34).
Del análisis del expediente se deducen serias dificultades
y enfrentamientos en la gestión de las empresas pecuarias aun-
que no hay indicios concretos de ese enfrentamiento. Sin em-
bargo en la respuesta del Marqués de Coquilla subyacía un
complejo enfrentamiento con el gestor de sus propiedades co-
mún a otros propietarios mesteños. Habida cuenta de la capa-
cidad terrateniente de muchos poderosos mesteños, Coquilla
no se presentaba, solamente, como un gran ganadero meste-
ño, sino también como propietario de tierras de pasto y labor
que arrendaba a una segunda persona que había desatado las
iras del vecindario por sus abusos de poder tanto entre los pe-
queños ganaderos como en los campesinos.
El mutuo interés por la tierra de grandes propietarios y de
ganaderos poderosos, reunidos no pocas veces en una misma
persona, hacía más complejo, si cabe, detectar unas definidas
posturas entre los estamentos más poderosos de la sociedad ru-
ral. Mickun ha subrayado los frecuentes pactos que entre es-
tas oligarquías se desarrollaron -tácita o explícitamente
formulados- a la hora de arrendar dehesas o ampliar exten-
siones de tierras de pasto y labor (35). Mas, en algunos casos,
(34) Ibidem: Datos cedidos por el autor y extraídos del A.H.N. Conse-jos; leg.: 7086. Agradezco mucho al autor el acceso a estos trabajos aún iné-ditos.
(35) Mickun, N.: La Mesta... Pág.: 216.
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esos pactos tácitos salían a la luz por la protesta de los trabaja-dores marginados, a tenor de una organización que excluía defacto los intereses de los vecinos más débiles.
La respuesta que esbozaron los mesteños a los memoriales
de agravio que los campesinos realizaban fué casi siempre mo-
notemática. No era la institución, en sí misma, la causante del
retraso económico provincial sino la mala administración de
unos gestores inadecuados. No se quería entrar, por tanto, en
las consideraciones de fondo sobre la eficacia y productividad
del sector primario, ya que podía hacer peligrar una sostenida
relación de privilegio que todos querían prolongar. La vieja
sociedad del Antiguo Régimen castellano quería ponerse an-
teojeras y buscar causas más o menos irrelevantes que desvia-
sen el deseo reformista del gobierno y de amplias entidades ru-
rales. Como hicieron los terratenientes, los ganaderos meste-
ños torpedearon cualquier intento dé cambio, bien desde el Con-
cejo de la Mesta, o bien desde sus memoriales al Consejo de
Castilla, y tuvieron en la dilación y lentitud de la máquina ad-
ministrativa del estado absoluto uno de sus más preclaros alia-
dos.Por su parte los ganaderos-gestores atacaron, en no pocas
ocasiones, la tesis de los mesteños. Criticaron su fuerte desco-
nexión de la explotación de sus bienes y su ambición en incre-
mentar sus beneficios, sin comprender los elevados costos so-
ciales que éstos Ilevaban consigo.En un memorial de 1787 se les acusaba de
«gran desconocimiento de la actividad ganadera de esta co-marca de Salamanca; aunque su desconocimiento no es lu-gar para desear ampliar sus dehesas de pasto y labor y obte-ner más crecidos beneficios, a costa de malvivir sus adminis-tradores que han de aguantar, además, las quejas de los ve-cinos y labradores de todos sus sexmos» (36).
(36) A.H.N. Consejos; leg.: 1841. Memorial y alegaciones de los gana-deros de Ciudad Rodrigo al Consejo de Castilla en 1787.
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C on criterios tan dispares y planteamientos tan sesgados
era muy difícil formular las líneas básicas de la reforma del sec-
tor primario. La vía de la supresión de la Mesta fué largamen-
te acariciada por el equipo ministerial ilustrado, pero encon-
tró demasiadas resistencias que no pudieron -o no supieron-
remontar. Por tanto, la polémica sería heredada, íntegramen-
te, por la sociedad liberal.
Peticiones y éxitos campesinos
Los campesinos pronto comprendieron la dureza de la lu-
cha que les esperaba. Conocían el poder de los hermanos del
honrado Concejo de la Mesta y si en algún momento pidieron
su abolición, su realismo les hizo ver que su actitud preferente
había de encaminarse a cortar una serie de privilegios que cho-
caban, frontalmente, con los intereses agrarios.
Uno de ellos fué solicitar la preferencia de los vecinos resi-
dentes sobre los forasteros en los arrendamientos de tierras.
esta petición, formulada con habilidad, dejaba fuera de juego
a los grandes mesteños y a sus administradores. Una elevada
masa documental, encaminada a ese fin, se envió al Consejo
de Castilla entre 1760 y 1783. Después de un largo pleito ga-
nado por los labradores del pueblo granadino de Santa Fe, se
obtuvo una importante victoria campesina con la Concordia
de 1783. Campomanes logró obtener, desde su privilegiada po-
sición de presidente del Concejo^de la Mesta, la preferencia
de los labradores vecinos frente a cualquier forastero en los
arrendamientos de tierras y dehesas de pasto y labor (37). Desde
ese momento quedaban sin efecto una buena parte de los pri-
vilegios de los mesteños en los arrendamientos de tierras y fué
el comienzo del fin de tan poderosa institución.
(37) EI largo pleito entre forasteros y vecinos de Santa Fe se sentencióen octubre de 1763. La concordia de 1783 mostraba la preferencia de losvecinos más antiguos sobre cualquier <^mañero» pretendiente. A.H.N. Con-sejos Leg.: 1840.
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Otro denominador común de las protestas campesinas fué
extender el sistema de vallados por las tierras cultivadas, para
frenar los destrozos producidos por los ganados estantes o tras-
humantes. La oposición en este tema de los ganaderos fué tan
extraordinaria como tenaz la actitud reivindicativa del cam-
pesinado castellano y andaluz. García Fernándes (38) ha de-
mostrado la larga tradicción de campos cercados que el oeste
de la meseta poseía en concordancia con la abundante existen-
cia de dehesas y tierras de pasto y labor. Sin embargo, en el
este de Castilla todavía las tierras abiertas -de «pan llevar»-
eran la tónica dominante de su paisaje agrario. Tanto unos co-
mo otros desearon incrementar las tierras cercadas, no sólo para
estar más resguardados de las «granjerías» de los ganaderos,
sino como medio de asegurar su mejor productividad agraria.
Especialmente significativas fueron, en este sentido, laŭ pe-
ticiones.de los pelentrines andaluces. La reconversión del tér-
mino de Jerez de la Frontera en tierras cercadas, en íntima co-
nexión con su espectacular expansión vitícola supuso un nota-
ble incremento de la productividad de sus tierras y un modelo
fácilmente exportable -pensaban los campesinos- a otras em-
presas agrarias regionales. .Con cierta ingenuidad mostraba que
así, era posible aumentar los rendimientos agrarios. Decía un
memorial de 1769 «que en Jerez de poco acá se han doblado
los rendimientos, alcanzándose con largueza hoy ocho veces
la sementera en cualquiera de sus cercados» (39). zQuizás ig-
noraban el completo modelo de transformación capitalista del
campo jerezano que estaban llevando a efecto una emprende-
dora burguesía inglesa? Los vallados habían de venir acompa-
ñados de nuevas técnicas de producción si de verdad se quería
(38) García Fernández: Champs ouaerts et champs cláturés en vieille Castille.
Annales, 1975.(39) A.H.N. Consejos; leg.: 1844. Las peticiones de los labradores de
Ubeda, Ecija, Arjona, Arjonilla, Barrios, iban en ese sentido de impulsarla extensión del vallado para incrementar la productividad de las tierras an-daluzas.
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intensificar la productividad agrícola. En los memoriales del
campesinado y en las prácticas cotidianas de los trabajadores
agrícolas parece que se olvidaba -o se desconocía- la impor-
tancia de aquellas.
Sin embargo, en esta «fiebre de cercados» los labradores
no iban a estar solos. Una vez más sus intereses iban a correr
parejos a los deseos de los ilustrados. El gabinete ministerial
había valorado positivamente las realizaciones de la revolución
agraria (40) inglesa y pretendía impulsar y desarrollar sus lo-
gros en España-(41).
Los testimonios de los intendentes andaluces y manchegos
eran muy significativos del grado de receptividad guberna-
mental ante la necesidad de llevar a efecto esas acciones. Elintendente manchego exponía en 1768 la urgencia de impul-
sar los vallados en la Mancha, no solamente por los problemas
que acarreaba el tránsito ganadero, sino porque, además, im-
pedía la reconversión de parte del secano en regadío, al no po-
der utilizar racionalmente los manantiales de agua, «pues eran
utilizados con frecuencia cómo abrevaderos» (42). Los inten-
dentes de Jaén, Sevilla, Córdoba y Granada, consideraban im-
prescindible la extensión del vallado como condición priorita-
ria para incrementar la productividad de las tierras anda-
luzas (43).
Pero, una vez más, la presión de los ganaderos mesteños
(40) Fontana: La quiebra de la Monarquía Absoluta. Barcelona, 1974. El mo-delo inglés va a estar muy presente en las mentes de los ilustrados españo-les.
(41) Hill: De la r^f'orma a la reuolución industrial: 1530-1781. Barcelona, 1980.Stone: La crisŭ de la aristocracia. Madrid, 1976. Han mostrado las bases fun-damentales sobre las que descánsaba el modelo de desarrollo inglés y delque tan lejos se estaba en España.
(42) A.H.N. Consejos; leg.: 1844. Informe del intendente de la Man-cha al Consejo de Castilla en 1768.
(43) Los informes de los intendentes andaluces hacen un gran hincapiéen la necesidad de extender los cercados por toda Andalucía. Todos ellosestán en A.H.N. Consejo; leg.: 1844, pieza 4a.
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impidió que el equipo ilustrado de Carlos III llevase a efecto
un proyecto que concitaba tantos intereses. No se sintieron con
la fuerza necesaria para promulgar una ley que chocaba con
las expectativas de los grandes ganaderos. El Procurador Ge-
neral del Reino, Saenz de Pedroso, aconsejaba prudentemen-
te a los miembros del Consejo de Castilla «meditar cuidadosa-
mente la utilidad y cordura de ponerla en efecto» (44). Dentro
del agitado mundo rural del último tercio del siglo, se pensó
que esta ley podía haber enconado, hasta extremos insospe-
chados, las dificiles relaciones de los distintos estamentos ru-
rales. Y el equipo ilustrado, una vez más, huyó de unas postu-
ras violentas que su temple moderado y reformista desechaba
de plano.La ley de vallados y cercados se promulgó, por fin, como
consecuencia de la acción liberalizadora de las Cortes de Cá-
diz, en 1813. El expediente recopiló numerosísimas protestas
de ganaderos de toda España que veían, a la par que el fin de
su privilegiado status, cómo los éxitos campesinos, peldaño a
peldaño, se iban incrementando. Un memorial de los ganade-
ros del campo de Criptána solicitaba en 1814
«que se tiren los vallados y acotados de los campos de sem-bradura, realizados por la malicia de los campesinos, paraque las tierras vuelvan a estar abiertas, como estaban antesde la ley de 1814» (45).
U na vez más, el expedierite había acogido la amplia pro-
testa de Extremadura, Castilla la Nueva y norte de las provin-
cias andaluzas, de tradicional actividad ganadera. Mientras tan-
to, los labradores aplaudieron la obra del Consejo y se reafir-
(44) Informe realizado tras el análisis pormenorizado de los trabajos delos intendentes del sur de España. Se le encomendó, por parte del Consejode Castilla, dictaminar sobre la operatividad de ]levar adelante lo solicitadopor los intendentes meridionales. A.H.N. Consejos; leg.: 1844, pieza 3a.
(45) A.H.N. Consejos; leg.: 1840.
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maron en la conveniencia de potenciar y respetar la ley decercados (46). La polémica continuaba.
1. La acción estatal: actitud yrealizaciones gubernamentales
Las repoblaciones
El incremento de la población del setecientos ocasionó una
subida verdaderamente inusitada de los precios agrarios y de
la demanda de 'tierra arable. Todos los grupos sociales vieron
en la tierra, además de un medio básico de subsistencia, un
evidente y sabroso negocio. Los tradicionales detentadores de
la propiedad revisaron, con sumo interés, sus privilegios seño-
riales a la vez que generaron sofisticados medios de encarecer
los arrendamientos de la tierra, que tan sustanciales beneficiosles proporcionaba.
Uno de ellos, no poco interesante, fué fomentar la existen-
cia de despoblados para, a la par, incrementar el costo de la
tierra arable. Por su parte, también los ganaderos mesteños
fueron provocando, desde sus posibilidades arrendatarias pri-
vilegiadas, la despoblación de numerosas zonas de Castilla que
no pudieron aguantar la amenaza constante de las prácticasde los mesteños.
Y los repartimientos fiscales mantenidos por el gobierno,
no hacían sino agudizar problemas que en ciertas zonas como
Extremadura, reduplicaban el proceso de despoblación (47).
(46) Es extraño encontrar un cuadernillo posterior a los márgenes tem-porales del expediente, incrustado en el legado 1840. Fué añadido con pos-terioridad a la recopilación documental y, sin embargo, es especialmenteútil para seguir la polémica desatada con la formulación de la L.ey de losCercados en toda España y sus márgenes temporales alcanzan hasta 1815.
(47) Otazu: La Refo^ma Fŭca[ en Extrcmadusa: 1749-1779. Madrid, 1978.AI no existir una práctica estadística, los repartimientos se hacían de formaarbitraria, tomando como muestra la última contribución realizada, haciendomuy dura la participación fiscal de los vecinos pecheros, al existir una dis-minución general de la población en numerosas zonas del occidente extre-meño. Pág. 205 y ss.
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