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I BIBLIOTECAI11III
UNIVERSIDAD DE MEX1CO
Alegoría que represen/a las bodas místicas del1J1iblico )' SIL t.ea / ro
septiembre, que tomé la precaución deasistir al desfile. Hizo un programamonstruoso, con Anouilh, Sófocles, Novo, Shaw, Usigli y no sé quién m,ís, ycasi lo llevó a cabo. Sus estrellas fueronel escenario giratorio y Julio Prieto. Estrenaron no sé cuántos teatros en la república, por lo cual damos gracias aDios todos; hasta Bellas Artes.
El año pasado, también asistimos alNacimiento, Desarrollo, Pasión y Muertede la Compañía de Repertorio de BellasArtes, que en la Sala Chopin, intentócompetir, como sólo los hombres pueden hacerlo, con el Seguro Social. Programó seis u ocho obras (una de ellasmía, hélas!) y murió, como vulgarmentese dice, en la raya.
Si algún escultor minucioso se ocuparade hacer una galería de autores mexicanos estrenados durante 1961, a m¡ís dela mitad tendría que ponerles laureles:Basurto, Novo, Usigli, Sánchez Mayáns,Cantón, Santander, Gonález Caballero,Carlos Prieto, Hugo Argüelles, Margarita Urueta, y otros. El más notable detodos es probablemente Felipe Santander, que, cosa única en la historia delteatro universal, escribió una obra y salió en ella de galán joven. A pesar de laabundancia de obras mexicanas, es posible que ni siquiera la mitad de ellashayan sido fracasos económicos, lo quesignifica un cambio radical en las fortunas de nuestro teatro. Si autores comoBasurto y Sánchez Mayáns logran quelos mexicanos vayan al teatro a ver obrasde otros mexicanos, ya habrán cumplidocon una función más que digna.
Luego, "los dramaturgos aztecas", como dicen los argentinos, hicieron susmaletas y se fueron a Buenos Aires, endonde lo primero que les pasó fue que
se ~luemó el teatro con vestuario y utilena, lo cual ya había sucedido cuandoIfolenos a otra compañía de visita en esaclUd~d. Par contre, una compañía arge~tma llegó a México, sin vestuario ni~ttlería que que1?arles, y se ganó másaplausos que nadie en el año.
Nu.nca, excepto quizá durante el Centenano, habían venido a México tantosgrupos extranjeros. Bellas Artes se llenóco~ t?do BúcelOl~ette y el IFAL, paravel como Jean Vtlar movía la manitay meses después, la. colonia americana:que aunque parezca asombroso es muchomen?s provinciana que la francesa, presenCió, llena de escepticismo, las doscompañías de su país que vinieron aMéxico.
El más notable de los Comprometidosdel año fue lbsen, quien cayó en manosde un adaptador solemne, empeñado enha~er de todo una tragedia griega. No séq~le pretendía el adaptador, ni qué eldirector, pero sí puedo decir que los cua·tro actores que estaban en la sala gritando majaderías contra el "enemigo delpueblo", se salvaron de ser linchados gracias a la paciencia del respetable. De repente entraba un borracho y subía hastael escenario; León Felipe, que estaba ami lado y que no me conoce de nada,decía: "¿Pero quién es éste?", y yo lecontestaba: "Es Pepet." Y él exasperado,decía: "¿Y quién demonios es Pepet?" Yen otro momento él decía: "¿Y qué haceeste tonto con una capa espariola, si estáen oruega?" Y luego, el "enemigo delpueblo", moviéndose en escena con pasovacilante, y diciéndoles a sus hijos: "Voya enseiiarles lo que es un hombre", ymanejándose todo el tiempo con unairresponsabilidad y una falta de previ-
Por Ernesto MEJíA SÁNCHEZ
HENRY FIELDING EN EL NrUNDO HISPÁNICO
Il
N unca segundas partes fueron buenas,dice el vulgo, y con eso comulgo. Perohagamos un esfuerzo. Terminaba de es·cribir mi anterior "Biblioteca Americana" (UdM, julio de 1961, xv, núm. ll,pp. 30-3l), cuando Andrés se apareció ala puerta. Se dejó leer esas páginas y consu espíritu y memoria generosos las aprobó. Pero al salir de casa me deja entrelas manos, como al descuido, otro nombre hispánico relacionado con Fielding:MOJ1lalvo; por mayor escarnio: mi Montalvo (cL NRFH, 11, 360-372; XI, 666-685;Y XII, 394-396). Para no errar por millares de páginas, fui directamente al indice de nombres de El arte de la prosaen 111an M on talvo, de Enrique AndersonImbert (México, 1948) , en cuya p. 86se incluye el nombre ele Fielding, entreuna lista indiscriminada de "autores,que Montalvo cita, y en su mayor parteleyó". Europeos y norteamericanos delXVlIl y elel XIX. No hace al caso dar lalista. Anderson asegura que "forman unaconstelación común a su tiempo ... Parecen muy diferentes, pero ante Mm]talvo se aparecían cogidos de la mano,en una ronda de dos siglos". Ningul1'lpista segura.
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s!ón, que ~acían que uno tomara el part~do del Villano. Si quieren hacer alegonas, que nos las hagan buenas.
Los Ex~erimentales, excepto Alexandro, estuvle.ron como quien dice en receso, s~ dedicaron a viajar, y aparecierona mechados de año, sin dinero, y monta.ron obras que ya habían puesto. Alexandro, en cambio, sin dinero tambiénmontó más obras que el Seguro Sociai,y _probablemente la mejor y la peor delano.
La ,universidad es probablemente elor/?amsmo que más obras montó, a lachl.ta !Sallando, y además organizó unasene de conferencias de los críticos deteatro en las que éstos acabaron por declararse a sí mismos casi incompetentes.Gloria Alma Mater!
El teatro Comercial abandonó Broadway el aiio pasado para explorar Madridy París, lo cual significa un cambio delocalidad pero no de categoría.
La nueva tendencia más importanteentre los autores, consiste en "... éste esel nuevo género, comedia musical", como lo expresó Felipe Santander tan elocuentemente. Es una vergüenza que unautor crea que la comedia musical es unnue,:o género, y una lástima que la comecha que escribió le saliera tan mal;sin embargo, m¡ís vale una mala comediamusical que \lnas malas Co(;fums.
Es probable que los direclOres sean larama que más adelaJ1ló duranle el (Ilio,y aunque algunos quedan que todavíacreen que montar una obra consiste enque cada actor aprenda de memoria susparlamentos y no choque con otro al mo·verse en escena, queda n corno fúsi les, recuerdo de un pasado lamentable.
Hay que echarse en la noche sobreLOdo Mol1lalvo. Y no lo tengo a manocompleto por desgracia. La menor prudencia aconsejaría comenzar por los CItpitulos que se le olvidaro/l fI Cervantes,pero la edición póstuma de 1895 nuncala he tenido y la moderna, que llevauna introducción de Ángel Rosenblat,d~ 1944, ahora no va conmigo. O por losSute tratados (1882), pues el tomo 1I
inserta El buscapié o prólogo a los Capítulos; sólo encuentro el tomo I de la edi·ción de París, 1912. Y felizm.ente un:¡selección de los Siete tratados, muy biellhecha por Antonio Acevedo Escobeelo(México, Secretaría ele Educación Pública, 1947; "Biblioteca Enciclopédica Popular", núm. 143), que trae unos frag.mentas de El buscapié: en la p. 85, elnombre de Fielding, también entre unalista de novelistas y novelas inglesas delXIX. Montalvo cita con incorrección eincompleto el título de una novela satí·rica de Fielding, menos conocida quelas otras suyas, incluida en uno de losvolúmenes de sus M.iscellanies de 1743:The Life of Jonathan Wild the Great.Increíblemente, Montalvo no alude alcervantismo de Fielding ni a sus otrasnovelas más cervantinas. No parece dalse cuenta de lo uno ni de las otras. (Nose crea que pueda ser defecto de la edi·ción popular que manejo; al día siguiente consulté en la Biblioteca de Alfonso
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los "titanes que conducen en sus robustos hombros el orbe literario inglés",de Saintsbury. y en cuanto a éste, yahemos visto .la anterior redacción, queno es para recomendarse; y su juicio sobre los cuatro grandes de la literaturainglesa puede aún sostenerse, si el número se rebaja a los tres pri~eros, esdecir, si se excluye a Fielding, que visiblemente desentona en la lista. Menosmal que tal acopio de opiniones sirveen último término a ?érez de Ayala paracontarnos de sabrosa manera algunas costumbres gastronómicas de Saintsbury vdel club londinense que lleva su nombre. Con apasionada modestia Pérez deAyala se refiere así al Saintsbury's Club:"Lo constituyen cuarenta y dos miembros, ni uno más ni uno menos ... Yotengo el inmerecido hopor de pertenec~r
a ese club.". "Fielding y su joseph Andrews", else~undo artículo de Pérez de Ayala, co~Ienza ~e .este modo: "Fielding comenzo a. escnbÍ~ s~ f?seph AndTews sin preten~lOnes, III slqUlera sospechaba de estarhaCIendo una gran novela. Su intenciónno .iba m,á~ allá de componer una parodl~ satInca de otra novela inglesa,pubhca~a un, ~ño antes y que habí.1con~egUldo subItamente. estrepitosa celebndad: Pamela, o la vl.rtud recompensada, por Richardson ... existe ya, desdeluego, u~a semejanza, quizá todavía involuntana, o acaso subconsciente entrela ~énesis de foseph And,'ews y'la delQUIJote: el remedo satírico ele un género novelesco que se presta a lo ridículo y que goza de popularidad. En el casode .Fielding, la ~o.vela que pretende serrefmada y exqUlSIta; en el de Cervantes, los disparatados libros de caballeríasen su degr~dación postrera" (pp. 17-18):Don .FranCIsco A. de lcaza, en 1918, dijolo mismo, en cuatro palabras, como puede verse más arriba.
Sin embargo, no se crea que Pérez deAyala escribe por su cuenta las m{ls delas veces. Muy honradamente lo recon:)c~ así: "Como quiera que estos ensayos~Ienen a~te todo un modesto propósitomfor~atlvo y de recordación, prefieroadUCIr el mayor número de autoridadesajenas, y co~traer hasta la máxima parquedad la mterpolación de glosas personales, propias mías" (p. 21). Ya hemos visto en lo que ha quedado la"parquedad" y en cuanto a las "autoridades ajenas", no son muchas ni suficientes. Utiliza el prólogo de Saintsburya "la úl,~ima edición .ele Pamela que yoconozco; un Out/me of Literature(Londres, 1942), de J ohn Drinkwater,donde se reproducen, y Pérez de Ayaladeclara aprovecharlas, citas de LeslieStephen y de Gibbon, sobre Fielding ysus obras y personajes. Más adelante Jeapoya en el "profesor Entwistle" (p. 64)Y en lo que éste llamó "milagro colectiv<;>", segú~ Pérez de Ayala, el "pequeñoUlllverso VIVO, condensado y bullentedentro del breve perímetro de PickwickPapeTs",. de Dic~ens, para comprobar enellos la mfluenCIa mediata de Cervantes~ tr~vés de Fielding.. Pérez de Ayala pud(;mdlc~r que tal opmión de William J.Entwlstle se encuentra en The Litemtul'eof !-.nglan~ A. D. 500-1950, A SUnJey ofBntlsh Lltemture fmm the beginningsto the present (London-New York-Toronto, Lo~gmans, Green and Co., 1943),obra escnta en colaboración con EricGill~tt, traducida ya al español por Florentmo M. Torner y publicada en Mé-
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"RichaTdson: La virtud ,'ecompensada"
"Fielding no escribió sino cuatro novelas"
By. HA ti ~ Y F 1.1'(. Il 01 'c, E{qu¡r~,..
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TIlliN'lNl'll El>l';ro~,;;"--¡¡:;¡;~dcou.efutl.
lo voluminosas que son y que su autorno pasó de los 47 afios, es tener un criterio cuantita'tivo de la valorización literaria y una desconsiderada evaluacióndel trabajo físico del escribir, inexplicables en un escritor como Pérez de Ayala,que ha escrito más de cuatro novelas,muchos volúmenes de poesía y ele crítica, y que todavía sigue escribiendo (enel ABC) para ganarse el pan.
Dejemos )0 elel "círculo más selecto del olimpo literario británico", quemás parece cursilería que influencia de
Reyes el tomo il de los Siete tratados,edición príncipe de Besanzón, Imprent~
de José J acquin, p. 308, Y el texto estáahí en las mismas condiciones.)
Por la tarde, en mis coloquios con elcervantino Ermilo Abreu Gómez, salióa relucir el tema de Fielding entre nosotros. Me dio dos nombres, que aquí leagradezco. El del olvidado Francisco A.de Icaza y el del "curandero de su honra", Ramón Pérez de Ayala. Comencemospor el primero en edad y gobierno. Enla Biblioteca de Reyes consulté todas lasobras cervantinas de !caza, con dedicatorias manuscritas por mayor señ<\. En El"Quijote" durante tres siglos (Madrid,Renacimiento, 1918), en su capítulo lJ
sobre la "Influencia del Quijote en laliteratura inglesa", pp. 33-49, cita Icazavarias veces a Fielding. En la p. 38 seapoya en una opinión de Morel-Fatio.En la 39, trata de la imitación deliberada del joseph Andrews. En la 40, muestra un juicio original: "La carcajada deFielding, que intenta hacer con la novelística empalagosa de Richardson ysus Pamelas lo que Cervantes con los libros de caballerías ..."; al final, el examen es negativo, p. 42: "el humorismoa ras de tierra de Fielding y su carcajadaalegre y sana" poco tienen que ver conel verdadero Cervantes. Los extremos dePérez de Ayala sobre Fielding puedenhallarse en sus Principios y finales de lr¡,novela (Madrid, Taurus Ediciones, S. A.,1958). No pensaba ocuparme de esteperegrino y discreto señor, pero la honesta investigación obliga el comentariode sus capítulos sobre "Fielding (paréntesis sobre el gusto) ", "Fielding y sujoseph Andrews", y aun de "La novelapsicológica, sal to mortal de Richardsona J oyce", pp. 13·26, del libro arriba citado, "trabajos recogidos [ahí] ... [peroque antes] "aparecieron en el diarioABC de Madrid, de 1952 a 1957, y hansido revisados especialmente por su autorpara esta edición", como se complace endeclarar una nota anónima (p. 153, s.n.), anterior al índice. Vale la pena hacer un especilegio de las opiniones allícontenidas.
En el primer ensayito apunta: "Fielding no escribió sino cuatro novelas, cuatro magníficas novelas [:] joseph Andrews~ jonathan Wilde, Tom Iones yAmelza. Este parco número fue sufi~
ciente para arrogarse el derecho naturale imprescindible de ocupar un sitialpropio en el círculo más selecto del olimp? literario británico. Jorge Saintsburyd~ce .que Shakespeare, Milton, Swift yFleldmg son los cuatro titanes que conducen en sus robustos hombros el orbeliterario inglés; y no como los demAsescritores, que fueron allegados, si nocomo parásitos, sí como habitantes temI?o.rales, sobr.e ese mismo orbe. Lo queSamtsbury dIce debe entenderse estricta~ente¡ de la literatura inglesa, hasta Fieldmg; pe~o. ~o después de él. Apruébeseo no .ese ,JUICIO, es (hgno de tener en cuenta, slqUle.r~ p,?r la autoridad de quienlo ha e~ltldo (pp. 13-14). Las opiniones de Perez de Ayala y de George Saintsbury es claro que eleben tenerse en cuenta, sÍl}uiera por el nombre que tuvieronun dla esos. autores, pero hoy por hoyno ~ueden smo desaprobarse, incluso ensu Simple redacción. Llamar magníficas.a las novelas de Fielding es un tantoexagerado, aunque sean realmente muyestim~bles.,~reer que cuatro "es un parfO numero de novelas,' si se considera
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ABIERTOS
Agusli J];:rJ.ra, f1Uior d.: Uclneter
EXPLICIT: Agustí Bartra, Deméter. Universidad Veracruzana (Colección Ficción, 30), Jalapa, 1961. 84 pp.
CALIFICACIÓN: Mediano.
EXPLlCIT. Carlos Valdés. 'El nombre eslo de me~os (cuentos). Colección Letras MeXicanas, 70. Fondo de CulturaEconómica. México, 1961. 115 pp.
NOTICIA. Es el tercer libro de cuentos deCarlos Valdés. Le preceden Ausencias(1955) y Dos y los rnue¡'tos (1960). Elprimero de ellos sirvió para fijar la atención en su nombre, disculpando debilidades muy naturales en obra primeriza.El segundo demostró que Carlos Valdésse había desembarazado ya de buena parte de la hojarasca que impedía la natural fluidez de su fantasía, y lo convirtióen uno de nuestros más prometedoresjóvenes cuentistas. (Es editor, junto conHuberto Batis, de los Cuadernos delViento.)
-T. S.
esa casa, siempre apartada y llena de silenciosa sabiduría terrena, que tiene unaaventura con un viajero, de quien se esconde después, y que finalmente prosigue. su viaje, dejando a la adolescenteCahxta e.l recuerdo de una figura ejemplar. Cahxta a su vez repetirá con Ulisesla misma .historia. Los pasajes del relato de Cahxta se alternan con otros enque el autor narra los hechos directa~ente, procedimiento un poco innecesano, porque no se aprecia ninguna diferenCia entre unos episodios y otros.
~a idea general del libro es francamente mteresante. Transformar el mito deDeméter, encarn~~iónde la tierra, que vaen bu.sca de su hIp Cara, encarnación dela pnmaver~, encontrándola y perdiéndola cada ano; transformar este mito en~n episo?io de vida campesina, ver a latIerr~ gnega como una granja catalana,a ~hses como un segador nómada, a Demeter como una mujer madura y terren,a, sexual y materna, cargada de sabiduna campesma ~ con los pies bien puestos SObI e esa tierra que en ella se encarna; todo esto, junto con algunos sucesos del argumento: la repetición de laaventura~ la ~ntrega de Doso al viajeroy luego su hUIda de él, la escena inclusodel acoplamiento del caballo blanco conla )'egu~l la Dorada, son temas de la misma .calldad que los del Odiseo de esteescntor.
, 1:a rea I il.acióll, en ca mbio, es menos!ehz ~jue el~ aquel otro li.brC? El ddlogoes I!JaS tOl pe, fas descn pClones Illel10sse~Hldas, Pero sobre todo la fusión d '1n1lto con la vida cotidia Ila no aca ba deJogra~'se: ~J ambiente no aClba <le sercatalan ni acaba de ser helénico; Dosoes delllaslado símbolo, demasiado "ma~lre-n~OI~tafia" y "mujer-tierra" para ser".c~pt'ldd COIIIO verd;ldera campesina deC<~I ~le . y hueso, )' demas!ado campesin;1I~"I a Imponerse como dIOsa lllitoJÓo-icl.~I resuJta~lo e;s que el Illito pierde fuerza y el epIsodIO rural pierde realidad, apesar de que, como decíamos, la idea lit.:q~le s~ partió es buena. Es una de esasIllS~?naS gu~ resultan mejores "platicadas que leulas, que es quiz:í el únicocaso. e.n que se puede hacer, aunq ue superfICialmente, la separación de fondoy forma.
LIBROS ]I LOS
NOTICIA: Agustí Bartra es uno de losmás no~ables representantes de algunast~ndenClas muy características de la poesla catalana y provenzal. La revalorización de ~a tradición. mediterránea y dela alcurma de su antigua cultura dio a lapoesía de esta área, desde la época deMistral, de Verd~guer y de MaragaIl, generalmente conSiderada como la iniciación de un verdadero Renacimiento, unaoriéntación especial que puede caracterizarse principalmente por una vuelta alos orígenes griegos, un intento de afirmar el mundo mediterráneo como unidad cultural y, en el plano formal, lareintroducción de algunos temas y pro-
cedimientos propios de la épica. La fusión de estas tendencias con los rasgospropios de la poesía y la literatura modernas ha producido algunos resultadosinteresantes, entre los que deben colocarse los libros de Agustí Bartra. Autor, entre otras obras, de un largo poema encatalán, l11arsias i Adila, que ilustra conexactitud los rasgos que acabamos dedescribir, y de otro extenso poema sobre Quetzalcóatl, donde esta "neoépica"y esta revitalización de la mitología estransportada a la tra~1ición mexicana; sulibro más logrado es quizá Odiseo, querelata, en verso, prosa y diálogo escénico, algunos episodios de la leyenda delhéroe viajero, verdaderamente "vividas"por el autor, también mediterráneo, también alejado de su tierra después de unaguerra, y también nostálgico de ella.Todo lo cual da al relato una frescuray una autenticidad extraordinarias.
EXAMEN: El librito que nos ofrece ahora .la_ Universidad Veracruzana obedecea una intención muy parecida a la queanimó a Odiseo. La joven Calixta, tendida en la yerba junto a Ulises, le relata la estancia en aquella tierra de unamujer, Doso, que anda en busca de suhija, Cara, que vive una temporada en
xico por el Fondo de Cultura Económica(1955, p. 78).
Ahora veremos algo de las glosas personales y de las autoridades ajenas. DicePérez de Ayala: "Luego añade Drin\;.water que Goldsmith 'copió al curaAdams [del Joseph Andrews] en su Vicario de Wakefield'. y no menciona aCervantes para nada, como si Fieldingy su cura Adams hubieran surgido porgeneración espontánea, o caído del cielo como un bólido" (p. 19). Más adelante""Fielding declara que en adelanteseguirá escribiendo a la manera y conla técnica de Cervantes. El cura Adams.que llega a ser el personaje central, esdefinitivamente un Quijote inglés, dela orden de los levitas. Dickens no declara nada de eso. Pero, no menos definidamente, mister Pickwick es otro Quijote inglés, del cuarto estado, o claseburguesa londinense" (p. 64). El simple profesor Entwistle, ya lo hemos visto,es quien ve "Este milagro colectivo [dela Bartholomew Fair, de Jonson, que]no vuelve a presentarse otra vez hastalos Pickwick Papen", de Dickens (p.78) Yquien ha puntualizado debidamente el débito cervantino de Fielding:"Pero en el segundo libro [Ioseph 1111drews] Fielding se sujeta al poderosomagisterio de Cervantes, cuyo Don Quijote (primera parte) le sirve de guí.lpara el desarrollo de la acción. los incidentes, los personajes, la composición.la ironía y el estilo. Fielding declara estainfluencia en la portada de su libro, )'es significativo, porque su 'imitación' esfundamentalmente inglesa. Su párrocoAdams es una especie de Quijote, peroes completamente inglés; y su p<ÍrrocoTrulliber es una figura de vitalidad sorprendente que no debe na([;¡ a Cervantes. Aunque describe a su patria tal comose la ve en los caminos, lo mislllo queCervantes describe a España, la Inglaterra de Fielding no es una Inglaterrahispanizada. Muchas veces apela al pincel de Hogarth para hacer visibles susdescripciones. A esta novela, como hemos clicho, le perjudica la división mental de su autor y es inferior al 1'011/
Iones, que Coleridge suponía poseer elasunto más bello desarrollado en nuestro idioma [inglés] y que Gibbon pro[etizó que duraría mús que El Escorial yque las águilas de los Austrias" (p. 123) .Es inútil decir que Pérez de Ayala utilizó hasta la profecía de Gibbon. Véasesu p. 19.
Augusto Monterroso, que figura enla I~ parte de este trabajo, y que seha leído como Don Quijote, me diceque Cervantes y Fielding han influenciado inconscientemente estas páginas.En efecto, ese "aire de casualidad", quesubrayaron W. Paton Ker y Alfonso Reyes, parece darse aún en las líneas presentes; el dicho de Monterroso sin dudame es halagüeño, y se agradece, perocreo que se trata de un espejismo. Lo quese ve en la I~ y la II~ partes de esta historia es la, investigación y a la vez lahistoria -de la investigación, caso análogo a la historia de la novela y lanovela que es el Quijote. O si se quierela novela de la novela (para no mencionar. y ya lo estoy haciendo. el acto III
del Hamlet, Les Faux-MonnayeUl's yPoint Counter Point) , como lo han querido las letras modernas. Post factum,nullum consilium.