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EL GRUPO DE DISCUSION (ESTRUCTURA) SEGUNDA PARTE: PROCESO DE INVESTIGACION (El cómo del grupo de discusión)

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Page 1: Ibáñez, J. (1979. Más allá de la sociología. Madrid. Siglo XXI. (El grupo de discusión. Segunda Parte. Proceso de investigación. Diseño. Estructura y formacion. Proceso de

EL GRUPO DE DISCUSION ( E S T R U C T U R A )

S E G U N D A P A R T E :

PROCESO DE INVESTIGACION (El cómo del grupo de discusión)

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«Se llama situación de discurso el conjunto de las circunstan-cias en medio de las cuales se desarrolla un acto de enun-ciación (escrito u oral). Tales circunstancias comprenden un entorno físico y social en que se realiza ese acto, la imagen que tienen de él los interlocutores, la identidad de estos últimos, la idea que cada uno se hace del otro (e incluso la representación que cada uno posee de lo que el otro piensa de él), los acontecimientos que han precedido al acto de enunciación (sobre todo las relaciones que han tenido hasta entonces los interlocutores y los intercambios de palabras donde se inserta la enunciación)» ( D U C R O T , en Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje).

El contexto existencial del discurso del «grupo de discusión» (la situación de discurso) es un proceso de producción. El discurso del grupo es el producto de una producción, no de una recolec-ción: en el discurso queda memoria de las huellas de ese proceso. Y no hay ningún modo de evitarlo: no hay técnica inocente, no es posible que el discurso pase por el contexto existencial como «un rayo de sol pasa por un cristal sin romperlo ni mancharlo» (y que, por cierto, deja huellas, aunque difíciles de captar).

Los lingüistas utilizan el contexto existencial como reserva de significaciones: hay que recurrir a menudo a él para deshacer la ambigüedad, para interpretar el discurso. Pero hay un caso en que el contexto existencial —plano de la enunciación— penetra en el contexto convencional —plano del enunciado—: es el caso de los deícticos, y especialmente el de los pronombres personales (la expresión «yo prometo» puede tener la misma significación que la expresión «Fulano promete», si se sustituye la función «yo» por el nombre del que enuncia en una situación particular, si se despeja esa función; pero la primera expresión, además de signi-ficar, cumple un acto, y el cumplimiento es una penetración del lenguaje por la situación —entre las dos expresiones se despliega toda la distancia entre la «confesión» y la «convicción»—). Cuan-do se comunican los resultados de estudios sociológicos o psicoso-ciológicos, se suelen decir cosas como ésta: «El 40 por 100 de

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los ciudadanos están satisfechos con la gestión del gobierno.» Es-tas expresiones constituyen una falsificación, pues se han elidido términos fundamentales; habría que haber dicho: «El 40 por 100 de los ciudadanos dicen que están satisfechos con la gestión del gobierno, y lo dicen bajo tales y tales condiciones»; la expresión «dicen» señala el contexto lingüístico, define el hecho como un enunciado; la expresión —que habría que explicitar— «bajo ta-les y tales condiciones» señala el contexto existencial, describe la situación de producción del discurso (pues los mismos ciudadanos habrían dicho algo muy distinto en otra situación). La descripción de las técnicas no es un repertorio de prescripciones, no es una descripción normativa. Describir la técnica es estructurar como un sistema de transformaciones el conjunto de los elementos operan-tes en el contexto existencial en la situación de producción. La técnica aparece como un instrumento manipulable —lo que no es malo, pues con lo que no es manipulable no se puede operar—, pero un instrumento manipulable a conciencia. Aplicar la técnica del «grupo de discusión» para cumplir unos objetivos concretos en una situación concreta no implica el encontrar una forma ca-nónica de proceder. Todas las fórmulas son buenas, pero unas tienen unas consecuencias —producen unos efectos— y otras, otras; el investigador debe estar simplemente en disposición de poder calcular los efectos que produce aquélla sobre la que decide.

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5. EL DISEÑO

Las investigaciones mediante «grupos de discusión» difieren en dos aspectos fundamentales de las investigaciones mediante encues-ta estadística: el diseño es abierto, y en el proceso de investigación está integrada la realidad concreta del investigador (constituyen una tecnología «concreta»).

En la encuesta estadística (y, en general, en todas las técnicas distributivas) el diseño es cerrado y la suerte está echada antes de empezar —sin que quede ninguna vía de acceso al azar—: cuan-do se inician las entrevistas tienen que estar formados todos los instrumentos de la investigación (para la producción de datos —muestra y cuestionario— y para el proceso de esos datos —tra-tamiento o puesta en forma de la matriz, análisis o transformación de esa matriz—); la información excedente del plan de diseño —contexto del posible azar— se pierde como ruido. La realidad concreta de las personas integradas en el proceso de investigación es considerada como coeficiente de rozamiento (hay que reducir su «ecuación personal», robotizarlos): la información excedente del plan de diseño queda retenida en su memoria, canalizada fuera del estudio (al pantano de la «ecuación personal»).

El «grupo de discusión» exige, en cambio, un diseño abierto y una integración de los investigadores, como seres concretos, como sujetos en proceso, en el proceso de investigación: frente a la tecnología abstracta de la encuesta supone una tecnología con-creta. Precisamente el diseño es abierto porque el investigador interviene en el proceso de investigación como sujeto en proceso: los datos producidos por el proceso de investigación se imprimen en el sujeto en proceso de la investigación —modificándolo—; esta modificación le pone en disposición de registrar la impresión —y digerir mentalmente— de nuevos datos, y así se abre un pro-ceso dialéctico inacabable.

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I . E S T R U C T U R A A B I E R T A D E L D I S E Ñ O

Podemos considerar —por analogía con la encuesta— tres series básicas de operaciones de diseño: selección de actuantes (análoga al muestreo: es un muestreo estructural en vez de estadístico); es-quema de actuación (análogo al cuestionario: es un cuestionario, un repertorio de cuestiones, pero elástico en la forma paradigmá-tica de cada cuestión y en la secuencia sintagmática de las cues-tiones); interpretación y análisis (análogos al tratamiento y aná-lisis: pero se refiere al contenido, captado inmediatamente en la interpretación, captado mediante deducción —pues es latente— en el análisis).

El diseño se abre al azar al menos por tres puertas: en la selección de actuantes, por la indeterminación de las unidades; en el esquema de actuación, por la retroacción de los fenómenos sobre la estructura y la génesis; en la interpretación y análisis, por la intuición del investigador.

A. Selección de actuantes y, en general, producción del contexto situacional: acotamiento al nivel de las relaciones y relativa indefinición de este acotamiento (carácter hologramático de la situación)

En el muestreo estadístico las unidades (entrevistados como indivi-duos o como representantes de conjuntos sub o supraindividuales) son seleccionadas en cuanto elementos clasificables (sólo implicados en relaciones algebraicas, como elementos de un conjunto o sujetos de un predicado). En la selección de actuantes para un grupo de discusión se tienen en cuenta más las relaciones —de algún modo se van a reproducir en el grupo— que los elementos. Los criterios del muestreo estadístico (heterogeneidad y representatividad) 1 son criterios de extensión, se refieren al número de unidades y a su dispersión: incluir en la muestra de todo lo que hay, y más de lo que más hay. Los criterios de la selección de actuantes en «grupos de discusión» son criterios de comprensión (de pertinencia), se re-fieren a los conjuntos —a su estructura y a su génesis—: incluir en el grupo a todos los que reproduzcan mediante su discurso relaciones relevantes. Una metáfora óptica puede aclarar la dife-

1 «(...) la heterogeneidad garantiza que los valores relevantes en cada va-riable individual estén representados, y la representatividad garantiza que las combinaciones estarán representadas y, siendo necesario, en la proporción exac-t a » (GALTUNG, 1 9 7 3 , p . 5 2 ) .

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rencia2: entre ambos modos de muestreo (estadístico y estructu-ral) hay una diferencia comparable a la que existe entre un foto-grama (obtenido por reflexión de una iluminación incoherente, como la luz solar en la que las radiaciones no están en fase) y un holograma (obtenido por reflexión de una iluminación coherente, como la del «láser» en la que todas las radiaciones están en fase); cada parte del fotograma contiene información sobre una parte del objeto (si se parte por la mitad, queda toda la información de la mitad correspondiente del objeto); cada parte del holograma contiene información sobre todo el objeto (si se parte por la mi-tad, queda una información sobre todo el objeto la mitad de defi-nida). En la encuesta estadística cada unidad de información es independiente de las demás (por eso hay que unirlas después con el cemento lógico del análisis estadístico) —como la luz incoheren-te—; en el «grupo de discusión», en cambio, obtenemos un dis-curso que está estructurado —como la luz coherente—. Así como en la encuesta estadística debe estar determinada con precisión la probabilidad de selección de cada unidad, en el grupo de discusión es relativamente indiferente, pues la lengua es común, en última instancia cualquiera puede hablar de cualquier cosa; pero como la competencia lingüística de los diferentes individuos y grupos es variable, los discursos serán diferentes (aunque traducibles unos a otros en el espacio común de la lengua). La selección de los actuantes pertinentes es un problema de enfoque: cuanto más en-focada esté la selección, más definida será la información que obtengamos, pero aún una selección muy desenfocada proporciona alguna información. Los sectores del espacio/tiempo social de los que extraemos a los hablantes funcionan como perspectivas —pues forman parte del contexto existencial de los discursos de los miem-bros del grupo—; unas perspectivas permiten una visión diferente de otras (pero no se puede decir que mejor ni peor: no se trata de ordenar las perspectivas, sino de seleccionarlas con vistas a la posible integración de- todas ellas en una perspectiva más totaliza-dora). Esta indefinición del proceso de selección deja, por todas partes, puertas abiertas al azar: nunca se sabe muy bien quién va a venir, y siempre puede venir alguien que nos sorprenda.

2 Véase nota 25 del capítulo 3, p. 149: PRIBRAM propone el holograma como modelo de la inscripción según FREUD. Inscripción de una huella —en el sen-tido de DERRIDA— que, utilizando la terminología de WILDEN, habr ía que cali-ficar de análoga. Inscripción que, por lo tanto, retiene el sentido y no sólo la significación (véase también nota 65 del capítulo 6, p. 163). El modelo holo-gramático describe la actividad del investigador que t rabaja con grupos de dis-cusión desde una perspectiva metodológica abierta, porque —en esa perspectiva— la significación se supedita al sentido, lo digital se supedita a lo análogo.

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B. Esquema de actuación y, en general, producción del contexto lingüístico: construcción por el grupo de la estructura y la génesis de la discusión (provocación y revocación institucionales del discurso del grupo)

En la entrevista con cuestionario, las preguntas están definidas en su redacción y en su secuencia (en su dimensión paradigmática y en su dimensión sintagmática), así como el espacio de las posibles respuestas: esto contribuye a cerrar el habla, la situación es un enrejado multidimensional, todo está atado y bien atado; se pro-duce una revocación del discurso. En el «grupo de discusión» el discurso es provocado: hay una pro-vocación explícita por el pre-ceptor (que pro-pone el tema); y todos los elementos de la situa-ción (canal de selección, estructura del espacio/tiempo de reunión, composición del grupo) tienden a pro-vocarlo implícitamente. Es cierto que los elementos provocadores son factores institucionales, a través de ellos se instituye el grupo, anclan en la realidad las fantasías grupalistas de los participantes; las provocaciones están orientadas, el grupo es directivo; tienden a limitar el ámbito del discurso (para que se ciña a los objetivos del poder que dan razón de la intervención), pero a excitarlo dentro de este ámbito.

Una vez instituido el tema, es abordado por el grupo, que pro-duce no sólo las referencias, sino el marco y el proceso de las refe-rencias. El preceptor no especifica el marco (no construye el espa-cio de las respuestas, no hace preguntas: puede provocarlas median-te estímulos —reformulaciones o interpretaciones—, pero el espa-cio de la respuesta lo construye el grupo) ni el proceso (el orden de la discusión: el grupo determina de qué se va a hablar y en qué orden). La discusión queda indeterminada en el espacio —en su dimensión paradigmática— y en el tiempo —en su dimensión sintagmática—.

El marco referencial —la estructura sincrónica de las cuestio-nes— es el producto de la puesta en discurso de los deseos del grupo, deseos que inscribe en la demanda al Otro (representado por el preceptor). Es un proceso de construcción de abajo a arriba.

Si, por ejemplo, queremos preguntar mediante encuesta la opi-nión sobre el presidente S U Á R E Z , tenemos que pedir que le juzguen desde puntos de vista muy definidos: si es listo o no, guapo o no, democrático o no, desde hace mucho o poco tiempo, competente o incompetente, etc. Si proponemos a un grupo que hable de SuÁ-REZ, el grupo determina los aspectos de él que va a considerar. En el primer caso inducimos al grupo a considerar aspectos que a lo mejor no son pertinentes y a dejar de lado aspectos que a lo

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mejor son pertinentes (el cuestionario pone en discurso el deseo del que lo redacta, no el deseo de los que lo contestan). El grupo de discusión puede tener una utilidad también como fase previa en la redacción del cuestionario: para que en esa redacción se tenga en cuenta la estructura del deseo de los que van a contestar.

El proceso de la referencia (la génesis diacrónica de la secuen-cia de cuestiones) se produce por iteración retroactiva: como en todo intercambio conversacional, cada emisión modifica a los receptores —y también al emisor, que es modificado al evacuar-la—; cada uno, y el conjunto, se transforma al hablar3 . El discurso abierto (aunque direccionalmente) por la provocación inicial es revocado —cerrado, al término se funde con la lengua— por la exigencia, como tarea del grupo, del consenso. La exigencia de consenso estructura la trama lógica de la discusión del grupo: la urgencia del consenso —como fin— enfila el discurso en un pro-ceso productivo, en una maquinación; constituye el grupo de tra-bajo (captación, por la realidad, de los fantasmas).

C. Interpretación y análisis y, en general, articulación del contexto situacional y el contexto lingüístico: diseminación a lo largo del proceso (relación dialéctica entre empiria y teoría)

Así como en la encuesta, antes de empezar el proceso de produc-ción de los datos, hay un plan casi exhaustivo de tratamiento y análisis, en la interpretación y análisis del discurso del grupo no hay ningún plan previo.

Por una parte, la interpretación y el análisis se abaten sobre la situación de producción del discurso (en la encuesta forman parte de una operación separada); a lo largo de la discusión hay opera-ciones de interpretación y análisis; no sólo a cargo del preceptor (y/o observador), sino también a cargo de los participantes (sus

' El locutor ( = emisor, destinador —J. I.—) recibe la información de retorno que proviene del alocutario ( = receptor, destinatario —J. I.—•), incorpora esa información a su propia conducta y modifica su emisión de acuerdo con ella. Pero en psicosociología, la retroalimentación íjeed-back) significa mucho más (...). Es una identificación progresiva con el interlocutor y un intercambio per-sonal enriquecedor con éste: el principio ideal de la comprensión, durante una discusión (. . .) , sería que cada uno dijera lo que debe decir sólo después de haber re-expuesto las ideas y re-encontrado los sentimientos de su interlocutor con una exactitud suficiente (ROGERS)» (ANZIEU, 1977, p. 114). En la entrevista con cuestionario, los mecanismos de retroalimentación son rudimentarios (si con-testa «x», pase a «n»).

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resultados se integran en la capacidad de «in-sight» del grupo)4; se diseminan a lo largo de todo el proceso.

Por otra parte, cada momento interpretativo y /o analítico, en vez de suponer la aplicación de un esquema previo sobre el ma-terial (formalismo metodológico), implica una relación abierta y retroactiva entre el investigador y su campo: proceso dialéctico abierto entre empiria y teoría.

I I . I N T E G R A C I O N D E L A S U B J E T I V I D A D D E L I N V E S T I G A D O R :

M O M E N T O H A C I A U N A T E C N O L O G I A C O N C R E T A

Y N O E S P E C I A L I Z A D A

El diseño puede estar abierto al azar porque hay un sujeto en proceso (el investigador como ente concreto, material) que refleja ese azar y lo transforma en sentido; de otro modo la información se perdería (como se pierde la información cuya captación no está planificada en la encuesta).

La tecnología del «grupo de discusión» es concreta; la de la encuesta, abstracta. Los conceptos de tecnología abstracta y tec-nología concreta han sido construidos por S I M O N D O N 5 : un objeto técnico abstracto es la reificación material de un esquema simbó-lico (primero se piensa en términos de leyes científicas y luego se buscan los materiales que las apliquen; hay un doble ensamblaje, lógico y material, y cada elemento es, a la vez, una unidad de los dos ensamblajes; entre los dos ensamblajes hay contradicciones, pues como elemento material puede tener relaciones con otros elemen-tos materiales no previstas en el esquema lógico de ensamblaje —como cuando un motor se calienta sin que el calentamiento cumpla ninguna función—; por lo que es preciso acoplar al es-quema inicial una estructura de defensa que disuelva en un espacio de coherencia esas contradicciones •—como el circuito de refrige-ración en el caso anterior—); un objeto técnico concreto es lógica-mente más complicado pero prácticamente más simple, su génesis parte de las propiedades de la materia empleada y todas ellas son utilizadas en el esquema de funcionamiento. Es la diferencia que existe entre una lámpara y un cristal de galena en radiofonía, entre un investigador que utiliza la encuesta y un investigador que

4 El término «insight» proviene de la psicología gestaltista (véase KOHLER, 1967, p. 259 —traduc ido por «intuición»—); a través de LEWIN pasa a la psico-sociología. Es «inteligencia directa, concreta, resultante de la organización internu y espontánea de una percepción o una representación de conjunto» (PIÉRON, 1964). La capacidad de intuición se desarrolla con la «dinámica de grupos».

5 SIMONDON ( 1 9 6 9 , p . 19 y s i g . ) .

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utiliza el «grupo de discusión» en sociología. En la encuesta (es-quema teórico abstracto), la subjetividad del investigador, coeficien-te de rozamiento o ruido de fondo, está escindida del proceso ob-jetivo de su trabajo; es sujeto gramatical, pero no sujeto en proce-so). En el grupo de discusión (tecnología concreta), el investigador es integrado en el proceso de investigación como sujeto en pro-ceso; las modificaciones que experimenta son momentos del proceso de investigación.

Por una parte, no son precisas (o lo son en menor grado) las estructuras de defensa: en este caso la presión burocrática para que todas las personas que participan en el proceso de investiga-ción marquen el paso (para reducir su ecuación personal y adap-tarlos al esquema abstracto). El proceso de investigación tiene una cierta dinámica interior, pues capta los deseos (las pulsiones libi-dinales están representadas en el objeto de deseo) y no sólo los intereses (la retribución, en dinero o en prestigio, que se le asigna como compensación exterior a su trabajo).

Por otra parte, el dispositivo práctico de investigación concreto tiene una capacidad mayor de captar información que el dispositivo práctico de investigación abstracto, pues el cerebro humano (aun-quea sea superable en dimensiones particulares por máquinas de información artificiales) es el mejor transductor de la información en sentido.

Max P A G É S 6, parafraseando a R O G E R S , señala tres momentos

ea el proceso histórico de despliegue de la investigación en las ciencias sociales. El primer momento (corresponde al desarrollo metodológico de las ciencias físicas y naturales: el enfrentamiento con una realidad no hablante) hay separación entre la subjetividad del investigador y su investigación objetiva, el sujeto en proceso es eliminado del proceso de investigación (queda confinado en su vida privada). El segundo momento (corresponde al desarrollo me-todológico de las ciencias humanas: el enfrentamiento con una realidad hablante, a la que se trata de silenciar poniendo entre paréntesis el habla, reduciéndola) hay comunicación entre la vida privada y la actividad investigadora —el científico necesita ana-lizar sus componentes inconscientes para llegar a una mayor obje-tividad en la percepción y tratamiento de la realidad objetiva—, pero ambos planos permanecen separados. El tercer momento (co-rresponde al desarrollo metodológico de las ciencias sociales: el enfrentamiento hablante a una realidad hablante) no hay separa-ción entre la actividad profesional y la subjetividad del investigador —que ya no es investigador, sino interlocutor humano— (cada

11 M a x PAGÉS ( 1 9 7 6 , p . 7 9 )

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acto incluye ideas, sentimientos y valores). El investigador aca-démico, el psicoanalista y el terapeuta no directivo podrían ser modelos de los tres modos de proceder. La actividad del que tra-baja con grupos de discusión se adapta al segundo modelo, aunque la ideología grupalista pretenda que se adapta al tercero 7.

El que trabaja en grupos es, según A N Z I E U , una persona muy narcisista (con una gran hipertrofia del «yo» y muy sensible a las heridas que pueda sufrir su omnipotencia), que se defiende contra los grupos tratando de conocerlos, soñando con planear omnipo-tentemente sobre ellos. Su trabajo constituye uno de los residuos del trabajo artesano (del trabajo concreto) en un mundo en el que ya no hay lugar para este tipo de trabajo. Cumple provisional-mente una tarea necesaria al sistema, inventándola e introducién-dola, para ser reabsorbido más tarde: cuando el conocimiento so-bre los grupos se formalice, el trabajo sobre los grupos será un trabajo tan impersonal (abstracto) como otro cualquiera. Es el sino que corresponde a todas las generaciones perdidas.

7 IBÁÑEZ, Del algoritmo al sujeto (perspectivas de la investigación social), Siglo X X I de España , 1985.

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6. ESTRUCTURA Y FORMACION DEL GRUPO DE DISCUSION

El «grupo de discusión» es un grupo simulado y manipulable. Simulado porque es un grupo sólo imaginario, un grupo que

sólo llega a ser grupo como esperanza. Sobre el deseo de regresión a la madre pesa la urgencia del trabajo: el trabajo —producción de un discurso— es, a la vez, la única vía de acceso al grupo y la única vía de salida del grupo. La única vía de acceso al grupo, pues sólo podrán estar reunidos mientras hablen; sólo les estará asignado el espacio de la reunión mientras dure el tiempo de la d i s c u s i ó n p a r a ser en el espacio —y el grupo es del espacio— tendrán que agarrarse al tiempo, apurarlo hasta las heces. La úni-ca vía de salida del grupo, pues la amenaza de la fusión y del ensarte —cuya posibilidad se manifiesta en los silencios y discon-tinuidades de la discusión, como grietas por las que podrían caer al abismo— sólo puede ser conjurada hablando; el discurso es un modo de tapar esos silencios y esas discontinuidades. Empareda-dos entre la angustia que produce la posibilidad de entrar en y de salir del grupo: entrada en el grupo para no salir de él, salida de él para no caer en él, ambas posibilidades sólo se dan en el discurso.

Manipulable, porque el «preceptor»2 tiene en la mano todos los hilos que mueven el grupo. Tiene poder para asignarles el es-pacio y, controlando el tiempo de esa asignación, controlar su

1 Por eso hemos sustituido la denominación usual de «reunión de grupo» por la denominación «grupo de discusión», pues la primera es ideologizante (ya que se refiere al grupo básico, a la esperanza y al deseo de estar reunidos); la segunda se refiere al hecho real de tener que discutir. El grupo se convoca para que discuta y se les deja estar reunidos sólo el tiempo en que discuten.

2 Por eso hemos sustituido la denominación usual de «monitor» por la .de «preceptor». «Monitor» (de «monere» = avisar) designa el papel manifiesto: avi-sa-indica lo que hay que hacer, pero ¿por qué y para qué?, ¿en nombre de quién? «Preceptor» (de «pre» + «capere» = adelantarse a asir —a agarrar los hilos—) designa el sentido de ese papel: la relación asimétrica, pues representa al poder instituido, la jerarquía fundada en un adelantamiento (connotaciones presentes en «preceptor» —pedagógico— y en «precepto» —legal—); un «precep-to» es una «prescripción» ( = pre + escritura), el «preceptor» se adelanta a aga-rrar a los otros mediante la «escritura» (los tiene cogidos, cogiendo, adelantán-dose a coger, los hilos de la escritura).

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tiempo. Pero tiene también poder para determinar el grupo: él prescribe cuántos y quiénes van a venir. El grupo nace y muere dónde y cuando quiere el «preceptor».

Veamos ahora cuáles son esos hilos y cómo se manejan. Pri-mero («estructura») señalaremos los invariantes: componentes —universales— que se repiten en todos los grupos. Luego vere-mos el sistema de variaciones («generación») —de combinación de elementos— en el que se definen los casos particulares entre los que se puede optar para engendrar un grupo singular.

I . E S T R U C T U R A : L A S F R O N T E R A S D E L G R U P O

El repertorio de manipulaciones está limitado al ámbito de posibi-lidades de existencia del grupo.

Señalaremos las fronteras del grupo en cuatro dimensiones: • Tamaño del grupo: número de actuantes. • Duración de la reunión: duración acotada o no acotada y reco-

rrido de la acotación. • Composición del grupo: clases de actuantes entre los que la in-

teracción verbal es posible. • Relaciones entre el preceptor (que «provoca» la reunión y la

«preside», como instancia verdaderamente instituida por el po-der) y el grupo (que verosímilmente devora al «preceptor» para salir de la historia del padre y regresar al cuerpo de la madre).

A. Tamaño del grupo: por qué de cinco a diez actuantes

Para el grupo de discusión, como para todos los pequeños grupos, se suele prescribir un tamaño de cinco a diez actuantes. ¿Por qué?

El número de actuantes es una característica espacial: es necesa-rio que los actuantes puedan hablar unos con otros, y, para ello, deben estar ni muy próximos ni muy alejados, y ser ni pocos ni muchos 3.

Es obvio que dos no forman grupo: una relación entre dos es dual, especular4, inefable. A partir de tres surge la posibilidad

3 Hablando del grupo terapéutico, BION dice: «Sólo si los individuos se acer-can suficientemente unos a otros es posible dar una interpretación sin necesidad de gritar; de la misma manera es necesario que todos los miembros del grupo puedan comprobar elementos en los que se fundamentan las interpretaciones. Por estas razones el número y el grado de dispersión deben ser limitados» (1974, página 136).

4 Uno actúa como espejo para el otro: en la medida en que este espejo carezca de accidentes —sea una pantalla totalmente «neutral», domine totalmen-

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de un grupo: las diferencias entre dos se articulan sobre el tercero, como término excluido (falo). Es la triangulación edípica. Pero los pequeños grupos se construyen, precisamente, contra esa trian-gulación: para que cada actuante recupere la «libertad», la capa-cidad de permutarse con otros. En el triángulo edípico las rela-ciones (definidas por sus tres aristas: hijos/padres, hombres/mu-jeres, vivos/muertos) están congeladas. El pequeño grupo mínimo sería de cuatro actuantes: pero un grupo de cuatro (número mí-nimo para que haya la redundancia suficiente para permitir alguna permutación) para funcionar ha de estar a la máxima tensión; que todos participen con el máximo de atención (sólo funciona si todos sus canales están saturados). A N Z I E U 5 complementa este razona-miento —cualitativo, estructural— con un razonamiento cuantita-tivo —distributivo—: sólo a partir de cuatro actuantes el número de canales posibles es mayor que el número de elementos6.

A partir de cinco el grupo puede funcionar. Pero a medida en que el tamaño crece, el número de canales posibles crece en pro-porción geométrica —con diez actuantes hay cuarenta y cinco po-sibles canales—. El grupo se fragmenta, se esquizofreniza en sub-grupos.

Un razonamiento convergente es proporcionado por B R A N D A L 7 .

B R A N D A L se refiere a la capacidad de sincronización, en el mo-mento de la recepción de una cadena sintáctica; un receptor (o destinatario) sólo puede captar simultáneamente un máximo de seis términos; la discusión de un grupo exige para cada actuante la sincronización de las recepciones de las actuaciones de los otros, y es imposible atender a más de seis hablando. Un grupo de más de siete sólo funciona —sin esquizofrenizarse— si una par-te se calla.

te la con t ra t rans fe renc ia—, verá al otro lado del espejo algo idéntico a sí mismo. LACAN propone imaginar «lo que pasar ía en un paciente que viera en su analista una réplica exacta de sí mismo»: compara la s i tuación con una expe-riencia de «doble», que desencadena una angustia irreversible (1966, p. 109). La especular idad pura se ref leja en esta imagen de LAUTREMONT: ¿ Q u é ref le jan dos espejos, uno enf ren te del otro, sin nadie que los mire?

S ANZIEU ( 1 9 7 7 , p . 1 6 ) . 4 Ent re dos (A, B) cabe una relación (AB). En t re tres (A, B, C) caben tres

relaciones (AB, AC, BC). Ent re cua t ro (A, B, C, D) caben seis relaciones (AB, AC, AD, BC, BD, CD). En general , entre «n» caben «n(n - l ) /n !» relaciones. El análisis cuant i ta t ivo del número de canales y de relaciones inter individuales p o s i b l e p u e d e e n c o n t r a r s e e n HARÉ ( 1 9 6 2 ) .

' GREIMAS ( 1 9 7 3 , p . 1 1 5 ) .

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B. Duración de la reunión: necesidad de puntuar el principio y la conclusión

Duración es el tiempo en que se asigna al grupo de discusión un espacio en el que pueda hacer cuerpo: es el tiempo del discurso. El grupo es del espacio, el discurso del tiempo; el grupo de dis-cusión está en el espacio, tiene cuerpeo, sólo el tiempo en que habla.

Sólo se le asigna espacio durante un breve segmento de tiem-po: la convocatoria y la revocatoria están provocadas por el pre-ceptor (que dice: «Vamos a empezar» y «Ya podemos terminar»).

Los hilos que señalan los límites del tiempo de reunión están en las manos del preceptor, y los actuantes lo saben. Saben, obvia-mente, el momento en que se inicia, pues es la hora a que han sido citados. Pero suelen saber, también, el momento en que va a terminar: el grupo de discusión se empotra en la realidad como un paréntesis —puesta entre paréntesis de la realidad—; las ur-gencias reales exigen a los actuantes el conocimiento de la exten-sión de ese paréntesis («obligaciones» laborales, familiares, etc.); y, como en los cuentos medievales, es preciso que el deseo sepa el plazo que se le asigna para su realización. Si el deseo es, como el grupo, del espacio, sólo la limitación del tiempo —concluido el tiempo su espacio se reabsorbe— instituye la urgencia: sólo un conocimiento anticipado del tiempo de concluir precipita el con-senso, insertándolo en un vector de urgencia (en la convergencia de la realidad y el placer sobre ese momento se juega la muerte del grupo)8.

El tiempo que puede transcurrir entre el inicio y el término —la longitud del vector temporal asignado— puede variar. Los límites de la variación están comprendidos entre dos urgencias prácticas: el hueco que pueden hacer los actuantes en su vida real y la envergadura del trabajo que tienen que cumplir en el grupo. La duración «normal» suele ser de una a dos horas. Pero se ensayan técnicas en las que la reunión dura días enteros (hasta un fin de semana).

En general, el tiempo del grupo se abate sobre el tiempo de ocio de los actuantes en la realidad: su duración reproduce las lon-gitudes de sus segmentos de ocio.

' LACAN, cuya separación de la Sociedad Psicoanalítica se jugó en una discu-sión sobre la duración de la sesión: «Por eso, la suspensión de la sesión, de la que la técnica actual hace una parada puramente cronométrica y como tal indi-ferente en la trama del discurso, juega el papel de una escansión que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los momentos concluyentes» (1966, página 252).

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C. Composición del grupo: clases de actuantes (homogeneidad y heterogeneidad —excluyente e inclusiva—)

En el grupo de discusión se articulan la homogeneidad (la signifi-cación) y la heterogeneidad (la información): es una fábrica de producción de homogeneidad, pero a partir de lo heterogéneo (que es homogeneizado en la realidad por mediación de una homoge-neización imaginaria).

Para que la Interacción verbal —la discusión— se produzca es necesario que pueda producirse: su positividad se funda en su posibilidad. El grupo es un espacio de «encuentro» (de ahí el nom-bre de «reunión» de grupo —traducción de «meeting»—), pero el encuentro en la microsituación del grupo sólo se produce entre «clases» de hablantes cuya interacción verbal no está proscrita en la macrosituación (sociedad global). El campo social se abate sobre el campo del grupo9 . La estructura topológica del campo social genera clases algebraicas de individuos, y la posibilidad y la pro-babilidad de interacción verbal entre ellos ha de ser tenida en cuenta en la estrategia de composición del grupo.

El grupo —que como objeto para el deseo se inscribe en un horizonte de homogeneidad absoluta, identificación y permutabi-lidad— se abre como posibilidad entre la articulación de dosis va-riables de homogeneidad y heterogeneidad.

Una excesiva homogeneidad entre los actuantes puede poten-ciar el grupo básico pero inhibir el grupo de trabajo: por eso es necesario que haya diferencias entre los actuantes (diferencias y/o contradicciones que se homogeinizan en el proceso de consenso, que se «intercambian»).

Pero una excesiva heterogeneidad hace imposible la interacción verbal —y, mucho más, el consenso—. Podemos distinguir una heterogeneidad excluyente (relaciones sociales generadas por una

' LEWIN (1959, pp. 245-246) distingue entre «campo» —concepción topológi-ca— («se considera el acontecimiento social como produciéndose en —y siguiendo el resultado de— un conjunto de entidades sociales coexistentes, tales como los gru-pos, los subgrupos, los miembros, las barreras, los canales de comunicación, etc.») y «espacio de fase» —concepción algebraica— («sistema de coordenadas correspon-diendo cada una a diferentes valores de intensidad de una sola propiedad»). El «campo» es un espacio concreto y el «espacio de fase» es un espacio abstracto. En general, el espacio de las técnicas de investigación social que se inscriben en la perspectiva distributiva es abstracto (algebraico). Al plantear la «selección» de actuantes para un grupo de discusión se abate un espacio algebraico (el espa-cio de las «clases» de actuantes) sobre un espacio topológico (el campo concreto del grupo). Claro que antes —para generar las «clases»— ha habido que abatir el espacio topológico sobre el espacio algebraico.

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barra [ / ] como la que separa el significante del significado) y una heterogeneidad inclusiva (relaciones sociales generadas por un guión [—] como el que articula los códigos que se combinan): relaciones, respectivamente, asimétricas y simétricas. Entre las re-laciones excluyentes tenemos: las relaciones de clase social, las relaciones edípicas (edad, sexo), las relaciones ecológicas (ciudad/ campo, centro/periferia). La oposición fundamental de clase («pro-pietarios/proletarios») hace imposible la interacción verbal: entre los dos polos sólo cabe el silencio —«echar balones fuera»— o la guerra; aunque en las zonas intermedias de la estructura de clases —clases medias y/o intermedias— se genera un espacio para la transacción y el intercambio. Las oposiciones fundamentales edí-picas («padres/hijos» y «hombres/mujeres») tienen un valor dife-rente: la oposición entre «padres/hijos» es excluyente (el hijo es designado precisamente como «in-fans» —el que no habla: «tú, niño, cállate cuando hablan las personas mayores»—), ningún gru-po es posible entre padres e hijos (o personas que, por su dife-rencia de edad, reproduzcan esa relación); pero entre hombres y mujeres existe al menos una relación en profundidad de penetra-ción, que puede ser sublimada en discurso (lo que hace posible la interacción verbal, aunque no sobre todos los temas). Las oposi-ciones fundamentales ecológicas —que constituyen una especie de transporte a un contexto secundario de las relaciones edípicas pri-marias («ciudad/campo»; «centro/periferia»)— tienen, también, un valor diferente: es prácticamente imposible la interacción verbal entre hombres de la ciudad y hombres del campo; pero es posible, siempre dentro de un fondo de heterogeneidad que no se resuelve, la interacción verbal entre personas de diferentes nacionalidades.

El grupo funciona siempre como exclusión del «padre» (del «poder», de lo que está al otro lado de la barra): por eso sólo puede estar presente como castrado o castrable; como «castrado», y es, por ejemplo, el caso de los grupos de hombres y mujeres en que todos ellos aparecen como «unisexo» —para que haya agru-pamiento y no copulación, que destruiría el grupo—; como «cas-trable», y es, por ejemplo, el caso de la presencia en el grupo del «preceptor», simulacro imaginario del padre, que el grupo devora —aunque sea su verdadero representante en la realidad—.

Para que el grupo funcione es preciso una composición hete-rogénea (un grupo homogéneo no produciría discurso o produciría un discurso totalmente redundante): pero la heterogeneidad tiene que ser inclusiva (para que permita la transacción y/o el intercam-bio). Pues el grupo produce la transversalidad, la comunicación en las direcciones y en los sentidos en que es posible: la producción de la homogeneidad por intercambio de diferencias heterogéneas.

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D. Verdad y verosimilitud del grupo: límites de tolerancia al desvelamiento de la verdad

El grupo de discusión es verdaderamente una fábrica (fábrica de discursos), pero aparece verosímilmente como una escena (en la que se representa el deseo de regresar a la madre) .

El «preceptor» tiene los hilos de la fábrica, dirige el proceso de producción del discurso. Pero en la escena juega el papel de títere: es el simulacro del padre que el grupo devora (alimentán-dose del tema que le propone) .

Cualquier signo que revele la verdad del grupo (el preceptor devora al grupo consumiéndolo, en el análisis de su discurso) hace imposible el intercambio de su verdad por su verosimilitud: des-truye la ideología del grupo (sobre la que el grupo puede funcionar como un «nosotros» —soporte del consenso—); los actuantes se confinan en un discurso crítico (su sujeto es «yo» consciente: sujeto trascendental) o poético (su sujeto es «yo», como sujeto en proceso).

El preceptor no puede manifestar su autoridad (que desvelaría su condición de autor del grupo): a no ser que esa manifestación sea una provocación consciente, una amenaza suspendida sobre el grupo 10. Pero el terreno en que se manifiesta y / o se oculta simbó-licamente la verdad del grupo es el intercambio de productos —desde el pago franco de sus servicios a la espiral de don y con-tra don entre la instancia instituyente del grupo y sus miembros—.

El pago franco en moneda contante y sonante revela peligro-samente la verdad del grupo: que el grupo trabaja para la insti-tución. Pero la relación franca de don —servicio gratuito prestado por los actuantes— hace imposible ese trabajo: ¿por qué trabajar a cambio de nada? 11 Venir a un grupo es pagar una deuda: nadie

10 Las provocaciones autori tarias más frecuentes son: la l lamada de atención cuando hablan todos al mismo t iempo o en subgrupos; la interpretación mani-fiesta. Ambas manifiestan el poder del preceptor , en una dirección, respectiva-mente, sintagmática y paradigmática. Pero ambas tienden a bloquear el funcio-namiento del grupo. El papel del preceptor —su papel visible— debe ser «ma-yéutico», de par tera , provocar indirectamente, poner al grupo en la pista de la autodisciplina y de la autocomprensión (para que se autoordene y se autointer-prete).

11 En el estudio «Conciencia sani tar ia . . .» , el GD-1 se seleccionó entre amigos de los técnicos de la empresa encargada de su realización, pidiéndoles su asis-tencia como un favor . Desde el primer momento cuestionan la situación: por qué se les ha seleccionado a ellos precisamente («y ¿qué motivos habéis tenido para escoger a las personas?»), para qué se les ha convocado («No, no. En este caso es para quejarse, nosotros, de los médicos y de . . .» —el final de la frase

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vendría si no se viviera inconscientemente como culpable. Pero es también venir a un lugar donde se puede pedir todo: el lugar de la madre, donde se sacian las avideces. La explicitación de la «deuda» manifiesta la relación imaginaria con el padre (darlo todo), la explicitación de la «avidez» manifiesta la relación imaginaria con la madre (recibirlo todo); la explicitación del «contrato» ma-nifiesta la relación real con la institución (dar algo equivalente a lo que se recibe). En los dos extremos —don y cambio— se tra-baja demasiado (los actuantes se ponen en la perspectiva de la institución que instituye el grupo: al querer hacer un buen trabajo hacen un trabajo vacío —su posición es demasiado razonable, el consenso aplana las diferencias—, producen un discurso tautoló-gico) o se trabaja demasiado poco (los actuantes se afirman en su posición subjetiva de deseo, lo reprimido por la institución in-siste convulsivamente). Por eso se suelen intercambiar prestaciones semánticamente ambiguas —que no despejan el carácter de pago o de don—: un regalo en forma de «cheque-regalo» (pues es «re-galo» y/o «dinero»); invitación a comer y beber («pago en espe-cie» y /o «don gratuito»); etc.

I I . F O R M A C I O N : E S T R A T E G I A P A R A L A I N S T I T U C I O N

D E L G R U P O

Dentro de sus fronteras —aunque el grupo necesita también darse contra sus límites— queda un amplio repertorio de posibilidades, manejando los diferentes elementos, para la estrategia de forma-ción de los grupos.

La estrategia de formación maneja sobre todo los componentes del espacio que se asigna al grupo. Espacio que se concentra en dos círculos concéntricos, soportes de la doble corporalidad del gru-po: corporalidad biológica —por incorporación de los cuerpos de sus miembros—, y corporalidad ecológica —por incorporación de una base material, de un territorio—.

queda ahogado en risas—). Los hablantes adoptan una posición crítica, se sitúan a nivel meta en posición «irónica»: «nosotros» define un conjunto de individuos que se preguntan y no un grupo. 1.a dinámica de! grupo está subtendido de una fuerte agresividad: la agresividad que se manifiesta siempre que se da una pres-tación gratuita. En el extremo"opuesto, los grupos a cuyos miembros se paga discurren con perfecto orden, toda manifestación emocional queda bloquead». El exceso o el defecto de emociones inhiben el desarrollo del grupo.

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A. Estrategia de selección: determinación abstracta de, y relación concreta con, los participantes

En la estrategia de selección hay un primer movimiento algebraico y un segundo movimiento topológico: primero se determinan las «clases» de actuantes y se pre-distribuyen en grupos; luego se po-nen en funcionamiento canales concretos de relación topológica por los que acuden al grupo.

1. Operación algebraica: determinación de las clases de actuantes y de su contexto de actuación

En una encuesta estadística se seleccionan sólo clases de informan-tes y representantes individuales de cada clase. Para una investi-gación realizada mediante grupos de discusión hay que decidir —además de sobre la selección de las clases de actuantes— sobre su distribución en grupos.

Tanto al determinar las clases de actuantes como su predistri-bución en grupos, realizamos operaciones algebraicas mediante un cálculo simbólico (estamos en el dominio de lo abstracto).

a. Determinación de las clases de actuantes: tendencia a la saturación estructural y no a la representatividad estadística

La selección de una muestra estadística está regida por la exten-sión: se busca un subconjunto de una población que reproduzca la forma extensiva del conjunto; la relación entre el conjunto y el subconjunto es analógica (isomórfica). La selección de una mues-tra estructural está regida por la comprensión: se busca el subcon-junto pertinente para generar el conjunto de relaciones que se investigan; la relación entre el subconjunto y el conjunto es homo-lógica (homomórfica).

En la muestra estadística el paso de las informaciones produ-cidas sobre la muestra a las informaciones sobre la población se opera mediante una inducción analógica: la simple extrapolación mecánica (limitada por un borde de incertidumbre ligado al error de muestreo). En la muestra estructural el paso se opera mediante una proyección transductiva.

Para una muestra estadística las clases de unidades son rele-vantes en función de su extensión: las clases de tamaño reducido son dejadas de lado (con lo que se deja de lado tanto el poder en la cúspide como la marginación en la base). Para una muestra

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estructural son relevantes los términos de cualquier oposición y las fases de cualquier proceso (lo minoritario y lo emergente seña-lan la presencia del poder y del cambio: lo mayoritario y lo tra-dicional existe como fondo y/o inercia contra lo minoritario y lo emergente que se destaca).

El criterio de pertinencia señala, en dirección al espacio, las zonas polarizadas (lugar de manifestación de las contradicciones), y en dirección al tiempo las fases transicionales (tiempo de mani-festación del cambio) 12. Queremos saber cómo se articulan las dife-rencias —en el espacio y en el tiempo— y no cómo se repiten las identidades.

b. Distribución de los actuantes en grupos: tendencia al manejo de la heterogeneidad posible

Cuando se han determinado las clases de actuantes, hay que dis-tribuirlos en grupos. Lo que plantea dos problemas: cuántos gru-pos se forman y cómo se componen.

Número de grupos de discusión: tendencia a un número reducido de grupos (monotonía y redundancia del discurso del grupo)

Contra lo que piensan los que consideran el problema desde una óptica estadística (dominada por la ley de los grandes números), con relativamente pocos grupos se puede realizar una investi-gación.

El acceso estadístico es un acceso desde la extensión: se re-construye la «lengua» desde el habla desplegada en extensión (fre-cuencia de los términos y de sus combinaciones); lo que exige una gran extensión. El acceso estructural es un acceso desde la com-prensión: detección del sistema de oposiciones (la frecuencia de los términos constituye un problema menor); la presencia de un término implica la del término opuesto.

Dos grupos de composición semejante discutiendo sobre un mismo tema producen un discurso monótono y redundante: apenas

12 Por ejemplo, en el estudio «Remodelación de la imagen de "Calisay"» —se trata de transformar la imagen de un licor generado en el capitalismo de producción y acumulación a las condiciones del capitalismo de consumo— se buscan conjuntos polares (por ejemplo: en el polo regresivo, «personas de edad, de clase media tradicional, en una pequeña ciudad de la meseta»; en el polo progresivo, «jóvenes m, de profesión emergente, en una gran ciudad con desarrollo del sector terciario de producción») y transicionales (por ejemplo: «inmigrantes de una zona agraria subdesarrollada a una zona industrial desarrollada»; «habi-tantes en una zona recientemente paralizada, pero que está experimentando un gran crecimiento industrial»).

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el segundo grupo añade nada al primero. El lenguaje del incons-ciente es monótono y redundante, lo reprimido insiste idéntico aun-que con distintos ropajes (pues los significantes se desplazan y/o condensan: en un proceso continuo de metonimias y/o metáforas). La insistencia se puede captar a partir de dos repeticiones.

Determinadas las composiciones de grupos que parecen con-venientes, basta un grupo o dos para cada composición.

Composición de cada grupo: grupos homogéneos para el reflejo de la identidad y grupos heterogéneos para la comunicación de las diferencias

La distribución de los actuantes en grupos plantea dos problemas: las clases de actuantes incluidas en cada grupo y el número de actuantes de cada clase incluida.

• Clases de actuantes incluidos en cada grupo

La distribución del conjunto (algebraico) de actuantes en grupos (concretos, topológicos) juega con la homogeneidad y la heteroge-neidad. Un grupo homogéneo es más coherente, pero su discurso es más redundante. Un grupo heterogéneo (composición a partir de partes heterogéneas) es menos coherente pero su discurso es más rico para el análisis (precisamente porque el análisis se apoya en los huecos y discontinuidades, lugares de manifestación de la incoherencia, de las contradicciones).

El grupo homogéneo refleja la identificación que se produce por la ablación imaginaria de las diferencias (ideología de «unise-xo», de «ya no existen las clases sociales»: la sociedad de consumo tiende a producir identidades imaginarias por homogeneización, de modo que todos los elementos sean equivalentes y conmutables; utilización técnica de las diferencias —acopladas a los aparatos de producción y consumo— en un contexto mítico de ausencia de diferencias). El grupo homogéneo es el verdadero grupo, pues el grupo corta siempre las diferencias; la presencia del preceptor -—en cuanto «intruso» o «explorador» en el sentido de C O N S E N T I U S —

es siempre un elemento de heterogeneidad (un agujero en el grupo)13.

11 En el estudio «Relación alumnos/profesores en la facultad de Sociología» se plantea la posibilidad de realizar grupos de discusión: «sólo de profesores», «sólo de alumnos», «de alumnos y profesores» (no hablan igual —semiótica ni simbólicamente— los profesores y los alumnos cuando están solos que cuando están unos con otros). Pero si el estudio es realizado por los alumnos, éstos están en el grupo, o presentes en la figura del preceptor o ausentes —como oyentes

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El grupo heterogéneo proporciona un espacio para la comuni-cación de las diferencias, por la transversalidad. Pero también para su comunicación verosímil, para la homogeneización. El gru-po homogéneo refleja la homogeneidad producida, y el grupo hete-rogéneo el proceso de producción de la homogeneidad.

La heterogeneidad que es posible manejar en la estrategia de composición de grupos es la heterogeneidad inclusiva. La hetero-geneidad excluyente (presencia en el grupo de partes separadas por relaciones de exclusión —«propietarios/proletarios» en la pers-pectiva del interés, o «padres/hijos» en la perspectiva del deseo—) inhibe la interacción en grupo.

Veamos dos ejemplos, uno comercial y uno político. Un pro-ducto del mercado puede consumirse en situaciones homosexuales (masculinas o femeninas) o heterosexuales; un grupo homosexual, masculino o femenino, tenderá a referirse a las situaciones res-pectivas homosexuales de consumo, identificándose los miembros del grupo con ellas o manifestando la herida de la ausencia del otro sexo (por no ser el falo o no tenerlo); un grupo heterosexual tenderá a referirse a las situaciones heterosexuales de consumo, en las que pueden comunicarse las diferencias o estar el grupo escin-dido por la tensión que producen las diferencias no comunicadas14. El feminismo puede intersecar con la lucha de clases: una «mujer-obrera» es «mujer» y «obrera», su condición femenina puede ser excluyente de su condición proletaria («mujer u obrera») o in-cluible con ella («mujer y obrera»); una investigación sobre el feminismo debería utilizar grupos que explicitaran todas las com-binaciones entre «clase» y «sexo» (mujeres de la misma clase, mu-jeres de diferentes clases, hombres de la misma clase, hombres de diferentes clases, hombres y mujeres de las mismas y de diferentes clases).

Las posibilidades de juego están limitadas por las posibilidades de correlación entre la microsituación y la macrosituación, entre la

presentidos— aunque se utilice un preceptor sustituto. La perspectiva institucional del estudio rompe necesariamente la intimidad del grupo. La misma perspectiva —aunque en un sentido inverso— opera en casi todos los grupos: la realidad del preceptor, como vicario del poder, es presentida.

14 Por ejemplo, en el estudio «Imagen de una marca de bebida de cola» se realizaron grupos de: «hombres, empleados» y «hombres, obreros» (situación homosexual masculina, referencial de la situación de consumo en grupos de hom-bres: que puede manifestar la huida de las mujeres —frecuente en ciertos tipos de casados—, o la herida de su ausencia —frecuente en grupos de jóvenes tradi-cionales reprimidos—); «mujeres, empleadas» (situación más o menos simétrica para el otro sexo); «amas de casa y cabezas de familia» (situación heterosexual en contexto familiar: reunión en casa y excursión a la Sierra); «chicos y chicas de los que van a clubs» (situación heterosexual grupal: guateque, sala de fies-tas.. .); «amas de casa» (contradicción entre los papeles de «mujer» y «madre»).

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composición del grupo y el tema de discusión. Un grupo homose-xual de estudiantes universitarios y un grupo heterosexual de cam-pesinos pequeños propietarios siempre resultarán chocantes, pues en la macrosituación no suelen darse los grupos homosexuales de estudiantes, ni los grupos heterosexuales de pequeños propietarios (las diferencias sexuales tienden a ser, respectivamente, superco-municadas o infracomunicadas). Un grupo homosexual para hablar de «bailes», o un grupo masculino para hablar de «tricot», o un grupo femenino para hablar de «fútbol», resultarían igualmente chocantes (el baile que no implica una comunicación de las dife-rencias sexuales es sospechoso; el «tricot» se atribuye en España a las mujeres; el «fútbol» es en España masculino como actividad, y unisexo —o masculino— como espectáculo). Aunque siempre será posible jugar con estos límites como provocación: hacer que el grupo se dé contra sus propios límites para investigar la dimen-sión de lo posible (la reivindicación por el otro sexo del tema, por ejemplo).

• Número de miembros de cada clase incluidos en cada grupo

El número juega en la composición del grupo como «cualidad», no como «cantidad» 15: o tiene un umbral inferior cualitativo y un umbral superior cuantitativo (como ya hemos analizado al hablar del tamaño del grupo).

El número de componentes de cada clase en un grupo no es indiferente. Un hombre y seis mujeres no constituyen un grupo heterosexual: es un hombre embutido en un grupo homosexual femenino (un intruso). Dos parece el tamaño mínimo absoluto para una parte, y tres el tamaño mínimo conveniente.

Pero se abre otra posibilidad de juego combinando la relativa no pertinencia cualitativa con la cantidad. Si, por ejemplo, se in-cluyen en un grupo dos partes, una más coherente y otra menos coherente con el tema de discusión, se pueden incluir más miem-bros de la parte menos coherente con el tema 16. Si, por ejemplo, se incluyen en el grupo dos partes, una que tendría más tendencia a callar (por estar atada por relaciones de poder: en la dirección niños, mujeres, proletarios, marginados...) y otra que tendría más tendencia a hablar (pues el estar al lado de acá de la baira les

15 Véase LEVI-STRAUSS (1970a). " Por ejemplo, en el estudio «Estructura del mercado automovilístico», los

grupos heterosexuales incluían más mujeres que hombres: el tema «automóvil» es, en nuestra sociedad, relativamente más pertinente para los hombres, 7 si las mujeres son menos que los hombres, tenderán a callarse; hay que reforza- —sig-nificativamente—• la posición de las mujeres en el grupo.

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confiere la posición de sujetos), para que el grupo funcione como lugar de emergencia de la palabra reprimida, habrá que cargar cuantitativamente la parte silenciada.

2. Operación topológica: puesta en funcionamiento de redes concretas de relación con los actuantes

Una vez determinados (abstracta y algebraicamente) los actuantes, hay que poner en funcionamiento redes topológicas concretas de selección: producción de un canal por el que nos vamos a comu-nicar con ellos y por el que van a venir al grupo.

Por una parte, discutiremos las consecuencias de la forma del canal, de que el canal sea «artificial» (producido como producto «primario», por el proceso de investigación) o «natural» (recogi-do como producto secundario de un proceso de producción exte-rior al proceso de investigación).

Por otra parte —tanto en la hipótesis de que el canal sea «arti-ficial» como en la de que sea «natural»—, discutiremos las con-secuencias del contenido del canal, de que el canal sea una red implicando relaciones asimétricas (y que su sentido sea ascendente o descendente) o una red implicando relaciones simétricas.

a. Forma del canal: tendencia a utilizar una red preexistente de relaciones (el canal construido como agujero para el padre)

En la encuesta estadística los canales de relación con los entrevis-tados son construidos por el proceso de investigación: el entrevis-tador irrumpe en el territorio del entrevistado por una vía impre-vista (la irrupción es un verdadero «escalo»). Cualquier irrupción aleatoria —cualquier «atraco con escalo»— manifiesta la fuerza de lo que irrumpe. El poder se reserva siempre la posibilidad de abrir caminos de información («vinieron de madrugada», como canta María del Mar B O N E T ) , y estos caminos son más efectivos cuanto más inesperados. En la medida en que la encuesta es un examen (y el examen pone de manifiesto que los subditos están siempre y en todo lugar al alcance del punto de mira del poder), la irrupción aleatoria del entrevistador es metodológicamente co-herente.

El grupo de discusión es un espacio aparente de libertad: el sue-ño que subtiende a todo grupo es, precisamente, encontrar un lugar fuera del alcance de la mirada del padre (del poder). La

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convocatoria «anónima» revela, paradójicamente, la rendija por la que se filtra el ojo del padre: el grupo es un juego perverso con el nombre (jugar al escondite con el nombre, con el nombre median-te el cual el orden simbólico nos identifica; pero, aunque ausente, el nombre está); pero si a alguien le llama por su nombre uno que no le conoce (pero ha leído ese nombre en una lista —guía telefónica, censo general o profesional—), o le llama sin pronun-ciar su nombre (llama simplemente a la puerta: «llama un ins-pector»), en ambos casos le está inutilizando el nombre, porque se lo roba o se lo mata, y ya no le queda nombre con que jugar.

Por eso —a no ser que se quiera provocar el horror de la pérdida del nombre (por ejemplo, para investigar una situación en la que nadie está seguro de que cuando llaman a la puerta a las seis de la mañana sea el lechero: el nombre se pierde por el mismo agujero por el que el grupo se derrama)— se utilizan como canal de comunicación con los actuantes redes de relaciones pre-existentes (la producción del canal es una deducción de lo ya pro-ducido). Redes que pueden ser públicas o privadas. La red pri-vada —de familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, de militancia política o sindical...— es más coherente con las fanta-sías que permite desplegar el grupo: regreso a un recinto clausu-rado, fuera del alcance de las miradas. La red pública —sólo uti-lizable para hombres o mujeres públicos— coloca al grupo en un ámbito de visibilidad (designa el desierto —en el que todo se ve—, en vez del círculo que se cierra sobre los hermanos, y que los acoge y oculta)

La red de relaciones que constituye el canal de comunicación con los actuantes puede tener más o menos pasos. La red de pocos pasos (el mínimo son dos, pues si los actuantes conocen al precep-tor, éste no podrá jugar el papel de padre ausente) puede ser incon-veniente, tanto porque se corre el riesgo de que los actuantes se conozcan (y el grupo no puede preexistir en la macrosituación), como porque las relaciones concretas puestas en juego por la red pueden interferir en el funcionamiento del grupo. La red privada de varios pasos («de un vecino - de un compañero de trabajo - de un amigo - de...») parece el canal más conveniente.

17 Un hombre público seleccionado por una red privada vendrá al grupo más como persona —pr ivada— que como papel —público—. Un hombre privado seleccionado por una red pública —en la medida en que es posible— vendrá al grupo como papel más que como persona (henchido de carga representativa).

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b. Contenido del canal: redes conteniendo relaciones asimétricas —descendente (canal represivo) o ascendente (canal depresivo)— y redes conteniendo relaciones simétricas —coherentes con el orden instituido (canal conversivo o diversivo) o no coherentes con el orden instituido (canal subversivo)—

El contenido de las relaciones implicadas en la red de comunica-ción por la que los actuantes vienen al grupo tiene un efecto homo-geneizador o heterogeneizador sobre él.

Si las relaciones implicadas son asimétricas (de poder: vía je-rárquica), pueden ser descendentes (de arriba a abajo) o ascenden-tes (de abajo a arriba).

Un canal asimétrico descendente tiende a provocar la homogenei-zación del grupo: imposición del orden instituido. El grupo puede aceptar ese orden o rebelarse contra él —o echar balones fuera—, pero en cualquier caso su funcionamiento se producirá en el ele-mento del orden. Este tipo de canal —a no ser que sea elegido por razones estratégicas, para analizar el efecto de una praxis re-presiva— viene determinado, por vía de economía (en tiempo y dinero), como cortocircuito o circuito de facilidad: es un modo de «obligar» a los actuantes a participar. Es el caso, por ejemplo, de una convocatoria de empleados a través de la dirección, de militantes a través de los cuadros, de vecinos a través del Ayun-tamiento, o de fieles a través del párroco ls.

Un canal asimétrico ascendente tiende a provocar una homo-geneización de segunda potencia en el grupo: fijación de la jerar-quía en su papel de jerarquía. Este tipo de canal viene obligado en toda situación en que la posición social del preceptor (y la de los órganos burocráticos encargados de la selección de actuan-tes) es «inferior» a la posición social de los actuantes. El grupo está en posición de poder respecto al preceptor en el orden de las relaciones sociales, aunque esté subordinado a él en el orden de las relaciones técnicas. Situación conflictiva, por ambivalente, que puede generar una agresión sádico-masoquista —o afirmar la

18 En el caso discutido en la nota 216 del capítulo 3, p. 215 (grupo de dis-cusión en Zamora para el estudio «Conciencia sanitaria de la población espa-ñola») se utilizó para la selección de actuantes la colaboración de la directora de una prestigiosa institución cultural paraoficial: el canal era semipúblico e implicando relaciones asimétricas descendentes. Los actuantes aparecían en el grupo como papel —«fuerzas vivas»— (y por eso es difícil que traten sus pro-blemas personales), y en situación subordinada respecto al preceptor —al que interpretan conscientemente como representante del poder central— (lo que, por cierto, facilita la estructuración de su discurso como demanda al Otro, pero inhibe la posibilidad de que el grupo tome una posición de sujeto).

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discusión en un plano rígidamente técnico, por emergencia de un mecanismo de control de esa agresión—.

Si las relaciones implicadas son simétricas (de cooperación), pueden ser coherentes con el orden instituido (según la ley, si son abiertas, y fuera de la ley, si son íntimas), o no coherentes con el orden instituido (contra la ley, clandestinas).

Un canal simétrico coherente con el orden tiene un efecto «cero» sobre el grupo, con la ambigüedad de todos los valores «cero» (valores de las posiciones «neutrales», pues «cero» es el centro de todo poder invisible); el canal es verosímilmente «neu-tro», pero verdaderamente marcado. El efecto es invisiblemente homogeneizador si el canal es abierto (canal conversivo); el efecto homogeneizador es obvio: es el caso de selección de consumidores a través del tendero, de vecinos a través de vecinos o de trabaja-dores a través de un compañero de trabajo. Si el canal es íntimo (en la «intimidad» se refugia la heterogeneidad), el efecto homoge-neizador es relativo (canal diversivo): es el caso de los canales que implican relaciones de «amistad» (incluido el «amor»). Es el canal «normal»: aunque normalizado (por ser implícitamente nor-mativo), recoge la normalidad producida sin sobredeterminarla ni potenciarla.

Un canal simétrico no coherente con el orden instituido tiene un efecto heterogeneizador sobre el grupo: es subversivo, liberador del desorden 19.

B. Estrategia de asentamiento: ecología y semiología del espacio significado

El grupo sólo existe por y para el espacio: «el espacio es su com-pulsión y su pulsación fuera de él; el espacio lo organiza, pues recoge su sueño; el grupo es un móvil en busca de su lugar, al que ordena y desordena sin cesar» 20. El espacio (la base material eco-lógica, igual que la biológica) le es asignado al grupo de discusión sin que haga ni pueda hacer nada para conquistarlo. La conquista

" En el estudio «Conciencia de clase de los trabajadores españoles» se formó un grupo de discusión en el que eran potenciados todos los componentes sub-versivos: se trataba de estructurar una situación que permitiera explorar el límite de la conciencia posible. En la determinación algebraica de los actuantes, se decidió buscar una zona en la que se reificase el polo de la explotación: trabajadores parados, de una profesión y de una zona en que el paro es endémico (construcción/Sevilla). El canal topológico de relación con ellos fueron las «Co-misiones Obreras» —era en 1974 y este sindicato, rigurosamente clandestino, era la vanguardia de la lucha obrera—, para generar una complicidad subversiva entre el grupo y la instancia investigadora.

25 KAES ( 1 9 7 7 , p . 1 7 9 ) .

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del espacio es sólo imaginaria, es un despliegue de los fantasmas del grupo concomitante a la compulsión a estrellarse contra los límites del espacio asignado.

Analizaremos la ecología (su aspecto cóncavo, el espacio como útero o matriz, como recinto que se habita, como «casa» —«oi-kos»—) y la semiología (su aspecto convexo, el espacio como falo, lo que se ve desde fuera, la «marca» —«sema»—).

1. Ecología del local de reunión: disposición de las cosas y acoplamiento de las personas

El espacio, como recinto asignado al grupo, es el lugar que ocupa —provisionalmente—, que habita —su habitar— con sus gestos y sus movimientos; pero la provisionalidad de la ocupación no permitirá que esos gestos y movimientos lleguen a constituir hábitos, que lo habiten permanentemente.

Pero la habitabilidad del espacio no sólo está limitada en el tiempo: en la disposición espacial de los elementos hay una doble presión, represiva y depresiva. Represiva, porque la estructura to-pológica del espacio configurado por la disposición de las sillas y la mesa inhibe los movimientos del grupo. Depresiva, porque la posición del micrófono y el magnetofón, signos del gran ausente —el padre—, constituyen agujeros por los que la historia penetra en el grupo y por los que el grupo se derrama en la historia.

a. Disposición topológica del recinto: rección asignada y posibilidades de corrección conquistada

Cuando el grupo llega al local de reunión se encuentra ya con las sillas y la mesa en una disposición determinada. Se inicia una contradicción entre ese espacio —asignado— y el espacio conquis-table. Contradicción que puede resolverse: en la realidad, modifi-cando la topología21; en la imaginación, desplegando fantasías o fantasmas de ocupación imaginaria.

Topología del espacio asignado: la mesa y las sillas como elementos rectores

La mesa (más o menos circular) y las sillas (más o menos confor-tables) son los elementos rectores de esa disposición.

21 En cierta ocasión, el difunto Eugenio D'ORS tenía que dar una confe-rencia en la Universidad de Verano de Santander. Antes de llegar el público pidió a los bedeles que colocaran las sillas en el extremo del salón opuesto a su asiento, a su cátedra. Cuando las sillas estaban llenas, dijo a sus oyentes: «Por favor, acérquense, para que podamos estar en 'más intimidad.»

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La mesa confiere al grupo su forma topológica. Las sillas acoplan a esa forma el cuerpo biológico de cada

actuante.

• La mesa: su circularidad como designante de la circularidad del grupo y rectora de la circulación en el grupo

La circunferencia (indiferencia total de sus puntos en relación al centro invisible: simetría) es la forma arquetípica del grupo: la circunferencia que describen los cuerpos de los actuantes com-pleta en la mesa sus puntos interiores, su círculo.

Cuando S Ó C R A T E S cuenta la conversación que mantuvo en casa de Polemarco —cuyo relato constituye «La República»—, dice: «Ocupamos a su lado los asientos que estaban dispuestos en círcu-lo» 22 —en realidad estaban dispuestos en circunferencia—. El espa-cio del grupo es un círculo: los cuerpos de los asistentes cierran el espacio de un círculo; pero sus puntos interiores pueden estar ocupados por una materia rígida —la mesa— o quedar libres para el movimiento de los cuerpos —como debió de ocurrir en la me-morable reunión en casa de Polemarco—.

La mesa cierra el círculo, pero a la vez cierra a los actuantes el acceso al círculo. Ya L E W I N

23 señalaba la tensión que produce en el grupo la «falta de espacio de libre movimiento». La mesa es una defensa imaginaria y una barrera real contra el exceso de aproximación entre sus miembros, contra la fusión del grupo.

La mesa inhibe el grupo básico y potencia el grupo de trabajo: el discurso como defensa contra el grupo —enfilarse en su tempo-ralidad, en vez de hundirse en su espacialidad— y como producto del trabajo del grupo. Por una parte, al limitar los movimientos, orienta la expresión del grupo hacia un contexto lingüístico —de-trayéndola de un contexto proxémico y controlando sus contextos kinésico y prosódico—24. Por otra parte, el discurso es una defensa contra la fusión, aun imaginaria.

La mesa se puede suprimir —para provocar la amenaza de la fusión, de la proximidad, para liberar la expresión proxémica—.

Y se puede jugar —metafóricamente— con su forma: con el juego perverso de las mesas ovales y elípticas —que estiran el espacio por dentro, distendiendo el centro— o de las mesas hiper-bólicas y parabólicas —que abren el espacio hacia afuera—, para provocar, respectivamente, la distocia y el estallido; con el juego

22 PLATÓN ( 1 9 7 6 , p . 4 3 6 ) . 23 LEWIN (1959, p. 219). 24 GUIRAUD (1972, p. 65 y sig.)

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irónico de las mesas cuadradas o rectangulares (que manifiestan la cuadriculación real frente a la circularidad imaginaria); incluso con el juego humorístico de la mesa perfectamente redonda (pas-tiche de la «mesa redonda», modelo fantasmático y cultural del grupo).

Y se puede jugar —metonímicamente— con su tamaño (altura y radio). Cuanto más grande más visible es su papel rector, de mantener a los actuantes en el camino recto (puede ser tan grande que el grupo sea expulsado del espacio —encajonado—); la mesa ampulosa de los Consejos de Administración no es sólo una exhibi-ción fálica hacia fuera, sino también hacia dentro •—-manifiesta el falo de la madre pregenital que encaja a los consejeros en su papel—. Una mesa baja y breve —ya signo más que cosa— pro-duce la máxima distensión en el grupo: baliza el espacio imagi-nario sin apenas balizar el real.

• Las sillas: su confortabilidad —cara cóncava— como designante de la regresión al grupo, y su movilidad —cara convexa— como vehículo para circular por el grupo

Las sillas son los ámbitos de asentamiento de cada cuerpo indi-vidual. Las dimensiones de su manejabilidad •—-en la estrategia de formación de grupos-—- son su confortabilidad y su movilidad.

Una silla confortable •—el cuerpo se adapta y se hunde— po-tencia la regresión2S. Una silla rígida inhibe la emergencia del grupo básico y recuerda la obligación de trabajar.

Una silla móvil facilita los movimientos; una silla fija los in-hibe, impidiendo el intercambio de papeles y de plazas.

Correcciones conquistadas del espacio asignado: corrección real y corrección imaginaria

El espacio asignado, rígido y balizado, constituye una frontera para el grupo: frontera que el grupo puede modificar realmente (en cuanto incluye elementos rectores móviles, como las sillas), y que, en todo caso, puede modificar imaginariamente desplegando sus fantasmas a través de ella.

23 En «La silla» (cuento de ciencia-ficción de O. H. LESLIE), una llamada Compañía Sillera fabrica y vende un artefacto para la regresión absoluta: al que se adapta para el descanso cada músculo del cuerpo y que además tiene algunos curiosos accesorios («sistema musical multifónico incorporado», «televisión tridimensional», «refrigerador y suministrador de bebidas», «masajista, muscu-latorio y circulatorio», «inodoro automático con Sanitized Quimic-o-Magic», «sis-tema alimento-o-Matic»...). «La silla» es el asentamiento imaginario del individuo en la sociedad de consumo.

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Esta frontera es necesaria para el grupo («la frontera asegura al grupo su identidad y su distinción contra la incertidumbre de sí y de los demás. Inmovilizada, considerada infranqueable, sig-nifica y provoca la apatía o la agresión esterilizadora, la descom-posición bajo la apariencia de unidad. Demasiado fluctuante e in-asible, inquieta y anonada todo deseo y todo orden» 26.

• Corrección real: las sillas como vehículo

El espacio asignado se puede modificar en la realidad topológica. Los dos vectores de modificabilidad vienen determinados por las sillas: elección espontánea o reglada de asiento y cambio de lugar del asiento.

Dejar que cada actuante ocupe espontáneamente su asiento potencia el despliegue imaginario del grupo —espacio de «liber-tad»—, pero potencia también la formación de subgrupos (la es-quizofrenización del grupo). Asignar asiento a cada miembro (como se hace en los banquetes de postín, para facilitar la transversalidad aparentemente, pero en realidad para fijar los cuerpos al protocolo) es coartar manifiestamente la libertad de movimientos y producir artificialmente una situación tensa.

En el movimiento de las sillas (aproximación o alejamiento al o del centro en dirección radial y/o aproximación o alejamiento entre los interlocutores en dirección circular) se condensan las posibilidades de corrección del dispositivo rector del grupo. Esta movilidad prefigura la permutabilidad de los miembros.

• Corrección imaginaria: la frontera entre el espacio real y el espacio imaginario como lugar propio del grupo de discusión

Pero el espacio vivido por el grupo no es un espacio topológico. El espacio topológico es el espacio donde el grupo trabaja: como una frontera —pero también como un espejo— devuelve continua-mente al grupo su propia imagen; pero el grupo necesita traspasar la frontera, pasar al otro lado del espejo («El revés de la mesa de discusión es el espacio donde cada cual vive secretamente»)27.

El grupo construye en lo imaginario su «propio» espacio: un 26 KAES (1977, p. 179). En la exposición montada por el grupo urbaníst ico

de BOFILL para la presentación de la «Ciudad en el espacio», el espacio de asentamiento para el grupo de oyentes era un espacio sin fronteras: una estera blanca, extendida en el suelo. Un modo dramático de prefigurar la mercancía ofrecida: un asentamiento móvil (horizontal y verticalmente) que contrasta con la rigidez de las casas tradicionales. Pero quizá, por inasible, amenazante.

" KAES (1977, p. 179).

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«espacio para la memoria, el olvido, las raíces: bodegas y gra-neros» 2S.

El dispositivo rector centra a cada uno en la realidad: define un centro (el centro del círculo), y respecto a él direcciones y sentidos (arriba/abajo, izquierda/derecha, adelante/atrás). Sobre este espacio el grupo debe excavar en lo imaginario un espacio apropiado: un espacio sin estructura, en el que cada plaza esté descentrada y sea permutable con todas las otras29.

El paso continuo de uno a otro espacio —el paso a través del espejo, la transgresión de la frontera— es el verdadero asenta-miento del grupo: ambigüedad entre el verdadero estar a este lado y el verosímil estar al otro lado. Es el espacio en que se produce el discurso, que es transgresión (incesto sublimado) en el deseo, y trabajo en la realidad.

b. El micrófono y el magnetofón, un agujero cronológico en el dispositivo topológico: por ellos —oído del padre— la historia penetra en el grupo (el registro de la historia como coagulación del padre ausente)

Para registrar el discurso del grupo —y en general su expresión— son necesarios receptores mecánicos, pues el discurso —y la expre-sión— para ser analizados deben tener una forma espacial (el cuer-po humano escande la recepción en el tiempo, sólo se espacializa en la memoria —subconsciente o inconsciente—). El dispositivo más normal de registro —sólo para la expresión lingüística— es el magnetofón30.

Pero, además de esta función técnica necesaria, el magnetofón cumple una función mítica. Indica la dimensión laboral del grupo, pues en él se va a depositar el producto de su trabajo. Y, en cuanto tal, ya está en la historia (de ahí los temores a su indiscreción: rompe la intimidad del grupo). Y, como registro, transforma el grupo en historia. B I O N observa cómo el padre —designado como ausente en el supuesto básico de dependencia— se coagula en el registro de la historia del grupo: «un grupo que se queja por su falta de habilidad para recordar lo que había sucedido en ocasio-nes previas, se estabiliza al hacer un registro de sus reuniones» 31;

21 Ibidem. " Para liberar el deseo latente de proximidad se han desarrollado, ya en un

campo terapéutico de intervención, numerosas técnicas: expresión corporal, gru-pos de contacto, de encuentro, de eutonía, de relajación.. .

30 El magnetofón registra el componente lingüístico del discurso y su auxiliar prosódico. Mediante «tomavistas» o «video-tape» se pueden registrar sus auxilia-res kinésico y proxémico. Al oído del padre se suma el ojo del padre.

31 B I O N ( 1 9 7 4 , p . 1 2 5 ) .

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así surgen las «biblias», los «textos», en los que se encarna el padre muerto. El registro es la huella del grupo, su escritura; pero es una escritura invisible, una escritura para el «Otro» 32.

Muchos investigadores piensan que el micrófono y el magneto-fón deben ser ocultados33. Aparte de razones éticas (el derecho de los actuantes a sus imágenes acústica y visual), el ocultamiento es técnicamente peligroso: en ciertos casos (que más adelante dis-cutiremos) cabe la desconexión provisional; pero una presencia sospechada es inasimilable, una presencia patente es asimilada por el grupo como uno de los componentes de su situación real. Es también una de las fronteras del grupo, su frontera temporal, y el proceso de estrellarse contra ella e intentar pasar al otro lado enriquece la vida del grupo.

2. Semiología del local de reunión: tipología de los locales según su marca social (locales privados —asignados a relaciones según la ley, fuera de la ley o contra la ley—, y locales públicos —asignados a relaciones instituidas o conquistados por relaciones instituyentes—)

El local asignado al grupo portará una marca social: esa marca es un signo que se ve e interpreta desde fuera. Cuando los actuan-tes vienen al grupo tienen enfrente esa marca. Esa marca, exterior al grupo, le marca (pues es la marca del espacio en el que toma cuerpo).

El local de reunión es también un significante. Los locales pueden ser privados, asignados por el orden insti-

tucional a relaciones heterogéneas. Estas relaciones pueden ser: según la ley (es el caso de los «hogares» privados, recintos de la intimidad normativizada), fuera de la ley (es el caso de los «hote-les», recintos más allá de la normatividad —por eso pueden acoger

32 El registro magnetofónico es upa memoria para el padre (en la dimensión del supuesto básico de dependencia). En grupos creativos —la creación del grupo reifica el supuesto básico de apareamiento— se producen respuestas plásticas: murales, graffiti , f i lmes. . . LAPASSADE (1971, p. 51 y sig.): estos registros cons-tituyen una superficie mediúmnica de expresión, que permite enfocar al inves-tigador social como «vidente» y no como «mirón».

33 Ya en la pendiente del ocultamiento, la práctica comercial de la técnica del grupo de discusión produce una catarata de aberraciones: cristales polariza-dos que el grupo ve como espejos y a través de los cuales el cliente observa al grupo; conexión invisible del cliente con el preceptor a través de un sistema miniaturizado de radiotelefonía. . . En el estudio «Introducción en España de un nuevo fármaco», el preceptor tuvo que negarse a continuar la investigación y rescindir el contrato, por la actitud inquisitorial de un observador representante del cliente (los actuantes —médicos— preguntaban: «Y este señor, ¿es un policía?»).

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relaciones tanto normativizadas como no normativizadas—), con-tra la ley (es el caso de las «casas de citas», recinto de relaciones no normativizadas). Los locales pueden ser públicos: asignados por el orden institucional a relaciones homogéneas (sobre el modo de la castración: por ablación de las diferencias). Estas relaciones pueden ser instituidas (políticas —es el caso del «Ayutamiento»— o civiles —es el caso de un «casino» o un «club»—) o instituyen-tes (es el caso de la sede de un sindicato o partido revolucionarios).

En el caso de locales asignados a relaciones privadas contra la ley o públicas instituyentes —relaciones precisamente generadoras de la ley—, la marca social es negativa: generan un contexto sub-versivo (subversión libidinal si la reunión es en una «casa de citas», subversión ideológica si es en la sede de un sindicato o par-tido revolucionarios). En el caso de locales asignados a relaciones privadas según la ley o públicas instituidas, la marca social es positiva; pero el espacio privado potencia la heterogeneización (y la transversalidad) y el espacio público potencia la homogeneiza-ción, generando, respectivamente, un contexto diversivo y conver-sivo. En el caso de locales asignados a relaciones privadas fuera de la ley, la marca social es ambigua.

Pero el orden instituido instituye locales que se caracterizan, precisamente, por una marca social que tiene la apariencia de no marca: el valor de esa marca es «cero» (ni «más» ni «menos»). Son los locales de entidades de investigación, a los que se aplica la ideología de la supuesta neutralidad. Y son, efectivamente, loca-les relativamente neutros. Su neutralidad es suficiente cuando la investigación se emprende en un contexto de manipulación: pro-paganda política o publicidad comercial. Pues reunirse en uno de esos locales es asumir la posición de objetos —que la investigación asigna al grupo—, renunciar a la posición de palabra.

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7. PROCESO DE FUNCIONAMIENTO DEL GRUPO

El grupo es del espacio, pero el discurso del grupo (su trabajo) se produce en el tiempo.

La temporalización del grupo de discusión se escande en dos momentos: un momento interior al grupo (una historia en el gru-po) y un momento exterior al grupo —interior a la historia de la institución— (una historia del grupo); el primero constituye una microonda del segundo, que es una macroonda.

El grupo representa —se escenifica— una historia al hacer su trabajo: el ámbito de esa historia es cerrado por el campo grupal —campo de intervención—; el relato de esa historia es el pro-ducto ideológico —y/o mitopoético— del grupo (el contenido ma-nifiesto de su discurso). Es la historia de la reabsorción de lo instituido y de su inscripción en el fantasma del grupo —el grupo actuando con arreglo al principio de placer—. Pero esa historia es un momento —un eslabón en la cadena— de otra historia (his-toria verdadera frente a la primera verosímil): la historia del fan-tasma del grupo trabajando para un fin socialmente útil.

La verdadera historia empieza antes del grupo —cuando el preceptor empieza a mover los hilos para formar el grupo, asignán-dole su espacio— y continúa después del grupo: cuando el pre-ceptor se convierte en analista, objetiva el producto de su trabajo —lo espacializa—, cerrando su discurso como texto-para-analizar. Y no termina, pues el resto producido por el trabajo de análisis se recicla en nuevos procesos de manipulación —a nivel macro— que serán investigados mediante nuevos grupos de discusión; y así en un proceso dialéctico inacabado.

En este capítulo («Funcionamiento del grupo») analizaremos la historia que se representa en el grupo. En el siguiente —y fi-nal— («Análisis del discurso del grupo») reemprenderemos el aná-lisis de la historia del grupo, de su proceso como momento del proceso social.

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I . R E L A C I O N E S I N T E R N A S A L A S I T U A C I O N

Los actuantes presentes en la situación son el preceptor y los miembros del grupo. Entre ellos (más la entidad fantasmática que produce la situación: el grupo) se anudan relaciones simétricas y asimétricas.

Hay una doble relación asimétrica de los miembros del grupo: a los polos de transferencia (al polo real, representado por el preceptor; al polo imaginario, representado en el grupo); y de unos con otros (competencia transitiva, en la que cada uno intenta asumir una posición de poder respecto a los otros, adelantándose a ellos).

Hay una relación simétrica entre los miembros del grupo: en cuanto el grupo se constituye efectivamente y todos ellos pasan a ser sus piezas reversibles y transitorias (el grupo como entidad transnarcisista).

A. Relaciones asimétricas: de poder

Los miembros del grupo de discusión están sometidos en dos di-mensiones: por la relación de transferencia (que se juega en una dialéctica oscilante entre la transferencia real al preceptor —que controla su trabajo— y la transferencia imaginaria al grupo —que hace posible su vinculación afectiva a la situación, la catectización de sus pulsiones—) están sometidos a una instancia parental ambi-valente; por la comunicación (que se juega en una dialéctica transitiva y circular, de proyectos de dominación unos sobre otros, subtendidos por la envidia) están sometidos cada uno al otro como instancia fraternal.

En todos los casos la aceptación de la asimetría —la dialéctica de las relaciones de poder— es producto del deseo de ser y del temor a caer en la nada: cada uno «se pregunta, en su manera singular, cómo él, que se siente con una felicidad (o infelicidad) muy desigual, siendo uno más o menos distinguido, se sitúa en la red de los otros "cada uno", muertos o vivos, y en suma, qué vacío haría aparecer su desaparición, o qué lugar ocupa su "pre-sencia"» Cada uno quiere, o articularse como letra en el con-junto de los otros y el mundo (buscando su sentido en la interro-gación a un otro singular mudo, o en la competencia con un

1 LECLAIRE (1970, p. 177)

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conjunto plural de otros hablantes), o negar su literalidad (fun-diéndola).

Cada uno, cada sujeto, sólo puede existir en una fórmula o cifra que articula con las fórmulas o cifras de otros «cada uno» el «uno» que quiere ser y el «cero» que le cerca. Esta articulación articula dos modos: uno estable y otro oscilante2. El modo, esta-ble se manifiesta en la permanencia a lo largo del proceso sintáctico de las permutaciones alternativas: es el modo de la comunicación con cada uno de los otros miembros o hermanos (con los que puede permutarse, por la reversibilidad de la relación «yo/tú», apareciendo como el mismo al término de cada permutación). Pero la permutación de «uno» con cada uno de los otros «uno» gira sobre un «cero» —el guión o el nexo—: cero que, en el orden simbólico, es significado como falo; el falo es, a la vez, significante del pene y significante de la falta del pene —de la castración—; es significante y significante del significante, letra y guión que sig-nifica la articulación de las letras 3. La fórmula que constituye al sujeto se despliega, pues, en dos dimensiones: la dimensión de la permutación con los otros (como colectivo), en la que uno per-manece como uno, el ser permanece como ser; la dimensión de la castración que gira sobre el cero (lo que falta y a la vez el nexo de unión), que aparece en la transferencia.

1. La transferencia

El término «transferencia» significa originalmente transporte (de «trans» + «ferre»). En este sentido lo utiliza F R E U D para designar el transporte de la energía de catexia de unos representantes a otros de la pulsión: el afecto aparece en una situación, y referido a un objeto, diferente de aquellos en que se generó. Al principio habla de transferencia como un síntoma al lado de los otros, pero el concepto acaba centrándose en la relación analista/analizado y cubriendo todo el espacio de la relación psicoanalítica4. Desde

2 «(...) Lo que hay que analizar en la vida psíquica es la relación del sujeto con el conjunto teórico de las letras (. . .); el término letra es utilizado como función tética de un sistema que comprende correlativamente una función estable y una función oscilante» (LECLAIRE, 1970, p. 178).

3 «Pero si el falo como letra (u objeto) subraya la juntura, constituye el trazo de unión que representa comúnmente el hecho de la articulación, el punto de vista de la castración pone el acento, como acabamos de verlo, en el espacio, el intervalo o la falta (separación, pérdida) que hace aparecer la articulación privilegiada entre el término fálico y el conjunto de los otros términos» (LE-CLAIRE, 1 9 7 0 , p . 1 8 8 ) .

* Pero arrastrando las dos dimensiones esenciales del concepto: transporte de una situación a otra, de un objeto a otro («El medio de vencer la transfe-rencia es demostrar al enfermo que sus sentimientos no son productos de la

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L A C A N esta relación se concibe como un efecto de la no respuesta del analista a la demanda del analizado5.

El grupo de discusión repite, para sus miembros, experiencias anteriores, y en ese sentido la situación es transferencial. El pre-ceptor que no participa en el grupo ocupa una posición semejante a la del psicoanalista —posición de padre silencioso, que no res-ponde a la demanda—. Pero el grupo es también para cada miem-bro término de una relación transferencial: como recinto o útero, como simetría de los miembros, repite la experiencia de la relación con la madre (en cuyo interior —como posibilidad— se esconde otro padre).

a. Transferencia al preceptor: el silencio del preceptor como poder y la palabra de los actuantes como deber

La relación transferencial con el psicoanalista se reabsorbe en la cura sin dejar resto: cuando el analizado comprende que no hay respuestas posibles a su demanda, que no hay nada que interpre-tar (que el sentido es efecto y no causa, que es algo a analizar).

En el grupo de discusión, la relación transferencial al preceptor no se reabsorbe: deja un resto y este resto se recicla. El preceptor no ayuda a comprender al grupo la falta de sentido de su deman-da: su silencio es el del que «sabe-todas-las-respuestas-pero-no-quie-re-decirlas», y ese silencio pesa sobre el grupo (señalando el camino de la búsqueda eterna del padre perdido). El preceptor debe pro-vocar otra relación transferencial a él: la transferencia del cliente, al que debe seducir con su supuesto-saber. Esta segunda relación es la que no puede nunca reabsorberse (pues se quedaría sin tra-bajo): el preceptor-en-el-grupo permanece siempre como preceptor-en-potencia en el campo institucional o en el del mercado; lo que genera una valencia que le deja disponible para recibir encargos para intervenir en nuevos grupos de discusión.

Esa transferencia da que decir: hace hablar al grupo sin parar. Y anonada a cada miembro, como castrado irreversible: su palabra será eternamente una palabra debida. Cada uno queda rodeado por el cero, por la nada, por la falta: mónada incomunicable.

situación del momento ni se refieren, en realidad, a la persona del médico, sino que reproducen una situación anterior de su vida» —1967, p. 475).

s Efecto no sólo del silencio (que puede descansar en su voluntad subjetiva), sino de la imposibilidad de responder —«una respuesta, aun y sobre todo apro-badora, a la palabra vacía, muestra a menudo por sus efectos que es mucho más frustrante que el silencio»—. («¿No se trata más bien de una frustración que sería inherente al discurso mismo del sujeto?») El ser del sujeto no es más que su obra en lo imaginario, y por eso no puede reposar sobre ninguna certidumbre (LACAN, 1 9 6 6 , p . 2 4 9 ) .

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Situación de la que no podrán salir más que devorando al pre-ceptor, eliminándole6. Devoración simbólica que constituye la dis-cusión del tema propuesto.

b. Transferencia al grupo: la respuesta del grupo como cifra del padre

En el grupo hay escondido otro padre (en la dimensión del su-puesto básico de dependencia): está escondido, precisamente, en la discusión («de la discusión sale la luz»); de la discusión, por el consenso, saldrá la respuesta, no como algo producido, producto de un trabajo, sino como el hallazgo de un objeto perdido que ya estaba allí, como algo deducido, como el resultado de una inter-pretación, en lugar de un análisis.

En la discusión el grupo está a la escucha de la voz que le ilumine. Su posición es de lectura, no de escritura 7.

2. La comunicación: el proceso de comunicación entre los actuantes está subtendido por una guerra larvada

La discusión se despliega en una dimensión parental en cuanto constituye una búsqueda de la luz. Pero se despliega también en dirección a los hermanos —a los otros miembros del grupo— en cuanto competencia transitiva.

6 Los grupos de discusión suelen empezar interpelando al preceptor, hacién-dole preguntas. En el estudio «Desarrollo posible en el contexto español de un comic sudamericano», el preceptor plantea el tema de discusión sobre el término «historietas a base de dibujos». Inmediatamente es interpelado: «¿A qué llamas histo.. . historietas a base de dibujos? —Pues yo.. . —¿Comics o revistas de hu-mor? —No, yo, yo.. . —A ver, especifiquemos.. .» Pero, poco a poco, la presencia del preceptor va siendo olvidada y los miembros hablan entre ellos.

7 Los grupos no terminan en una posición práxica: no alumbran una deci-sión: el supuesto básico de apareamiento impide cualquier resultado genital. Al final de los grapos es el simulacro de la iluminación: terminan bañados por la transparencia del consenso; por una luz que alumbra sin que se sepa de dónde viene ni para qué alumbra. En el estudio «Conciencia de clase de los obreros españoles», el GD-10 (Barcelona) termina así: «...si quieren, si quieren que los de la izquierda suban y los de la derecha se queden donde están, entonces no conseguiremos nada. —No, eso es verdad (. . .) . —Es que lo ha dicho usted al revés. —. . .No , no, él ... él se ha referido no a izquierdas ni a derechas, sino ... él no se ha referido a izquierdas ni a derechas.. . — N o me he referido a puntos políticos.. . —No, no, ya te hemos comprendido». Si analizamos la con-jugación de las personas, veremos que el campo práxico global está designado en tercera persona («... si quieren. . .»); la primera persona (singular, «me», o plural, «hemos comprendido») sólo tiene como referente la práctica discursiva; el único momento en que la primera persona plural aparece designando un campo prác-tico («conseguiremos»), indica una posición meramente receptiva (en dirección a la madre que satisface todas las necesidades). El grupo se confirma como sujeto de un discurso y objeto de una práctica.

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En la discusión se invierte el deseo de cada uno de ser reco-nocido por los otros: deseo que sólo puede manifestarse en la urgencia de adelantarse a ellos, afirmándose como uno (como participando de la esencia humana).

La comunicación no es nunca transparente. Su modelo es la guerra: el enfrentamiento de los contrincantes sincroniza la emi-sión y la recepción, su distribución entre vencedores y vencidos distribuye la palabra y el silencio (no todos hablan al mismo tiem-po: mientras unos hablan, otros escuchan).

B. Relaciones simétricas: fusión y degradación del grupo

Esta distribución entre la palabra y el silencio genera los grupos y su distribución entre las diferentes clases de grupos.

H E G E L 8 y S A R T R E

9 han sentado las bases para pensar el pro-ceso dialéctico de la generación de los grupos.

S A R T R E analiza el paso de la serie (conjunto que recibe su uni-dad desde fuera: como la cola de un autobús o el público de un cine) al grupo de fusión (que constituye la emergencia de un prin-cipio de unidad interna frente a la dispersión de la serie). El grupo se constituye contra la serie —contra la dispersión— y el proceso de constitución del grupo es un proceso siempre inacabado: el grupo es un proceso de totalización, nunca una totalidad hecha. El grupo no es un ser que trascienda a los miembros, sino un acto: el trabajo permanente del grupo sobre sí mismo.

El trabajo del grupo está siempre condicionado por la produc-ción de un discurso: «el intercambio verbal es una función del grupo de trabajo» 10. Lo que distribuye a los grupos posibles es su posición de discurso.

G U A T T A R I 11 distingue entre grupos/sujeto (los que tienen de-

recho a la palabra) y grupos/objeto (grupos sometidos: que ale-gan, que hablan para otro, demandan o se quejan).

' HEGEL (1973, p. 643 y sig.). ' SARTRE ( 1 9 6 0 ) . 10 BION (1974, p. 150). Para el grupo básico el lenguaje es sólo una forma

de acción, un arma. «El grupo de t rabajo entiende la particular manera de usar los símbolos que está implícita en la comunicación; el grupo de supuesto bási-co, no.» El grupo básico rebaja el lenguaje: una vez más, como ejemplo, el lenguaje del «Rrollo».

11 GUATTARI (1965). Sobre grupos-sujeto, véase nota 38 del capítulo 4, p. 233.

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1. Grupos-sujeto: el grupo de discusión como sujeto sólo lingüístico

El grupo-sujeto se constituye mediante la liberación de la transver-salidad contra la verticalidad formal y jerárquica y la horizonta-lidad informal y cooperativa. Cada miembro se pone en situación de reflejarse en el grupo como en un espejo: en posición de inter-pretarlo, en vez de meramente expresarlo. El grupo-sujeto es el paradigma del grupo terapéutico.

El grupo de discusión nunca asume verdaderamente el estatuto de grupo-sujeto. Sus miembros no estarán nunca en posición de interpretar y analizar el grupo, de interpretarse y analizarse a sí mismos. El grupo nunca será para ellos el instrumento de una prác-tica, a no ser la práctica discursiva.

2. Grupos-objeto: grupos depresivos (burócratas) y grupos paranoicos (sectas/bandas)

L O U R A U 12 señala la posibilidad de dos tipos de grupo-objeto: de-

presivos y paranoicos. El grupo paranoico se contempla en el espejo de una unidad

positiva, tratando de excluir —en una dimensión sincrónica o es-tructural— a los desviantes, tratando de congelar —en una dimen-sión diacrónica o histórica— todo cambio. Son las sectas (produc-tos de la escisión de otro grupo: el narcisismo del grupo tiende a mantener perpetuamente abierta, contra la sociedad global, la he-rida que lo generó) y las bandas (productos de una huida —«pa-ren el mundo, que me quiero bajar»—, ven en la sociedad global sólo el peligro de la desbandada). Son grupos paranoicos porque reifican fundamentalmente el supuesto básico de ataque y fuga: tratan de someter a los que no son del grupo y de aterrorizar a los que son del grupo.

El grupo depresivo no se reconoce a sí mismo como unidad positiva: sólo como reflejo de una unidad más vasta (de la so-ciedad global). El grupo juega el papel que le ha sido asignado por el orden institucional: el rol que le confiere la división social del trabajo (o del consumo). Son grupos depresivos porque reifican fundamentalmente el supuesto básico de dependencia: tratan de someterse a las normas, a la autoridad.

El grupo de discusión, en la medida en que llega a constituirse como grupo, es un grupo predominantemente depresivo. Juega el papel que se le ha asignado en la producción (como microgrupo: la producción de un discurso para ser analizado) y en el consumo

U LOURAU ( 1 9 7 5 , p . 2 6 6 ) .

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(como macrogrupo: el consumo del buen objeto). El grupo para-noico puede aparecer como límite, como horizonte de posibilidad: prefigura la secta de los que han cambiado de marca o de par-tido, o la banda de los que, irónicamente, tienden a jugar a con-sumir desmarcándose del círculo del consumo 13.

I I . ACTUACIONES EN EL GRUPO

En este marco situacional se producen las actuaciones en el gru-po: la actuación autónoma del preceptor (en la medida en que se la permite el poder institucional exterior al grupo) y la actuación de los miembros del grupo, en parte inducida o controlada por la del preceptor (que, aunque no habla, está en todo momento en posición de palabra).

Situación paradójica, pues los que hablan no tienen poder para hablar (pero sí obligación), y el que tiene poder para hablar no puede hablar.

A. Actuación del preceptor

El preceptor trabaja sobre el discurso del grupo, sin participar en él. El trabajo lo realiza en dos momentos: durante el tiempo de la discusión, provocando y catalizando la emergencia de ese discur-so: en el análisis, cuando el discurso del grupo se convierte —para su trabajo— en puro objeto.

El preceptor actúa de dos modos: por una parte —y es su actuación manifesta— actúa a cuerpo descubierto, provocando la emergencia del tema de discusión y catalizando su discusión; por otra parte actúa —como sujeto invisible— mediante dobles escin-didos de él, personales (observador) y no personales (magnetofón y/o cámara).

15 En el estudio «Imagen del arroz», las consumidoras de un arroz largo pro-fundizan la ruptura sectaria con la masa de las consumidoras: «A mí me dio el americano una ca ja . . . , era un arroz extranjero, aquí no lo venden, que viene en unas cajas que cuestan 70 pesetas (...) y me sabe muchísimo más...»; se ale-jan de la masa en una dirección super-normalizadora, enfatizando la asunción de los valores dominantes («extranjero», «70 pesetas»). En el estudio «Pretest de un anuncio de agua de colonia para hombres» entre el grupo de consumidores de una conocida marca —«Varón Dandy»—, hay una configuración de banda camp: «a un sector que sea un tanto romántico, ¿no? (. . .) , vueltos hacia lo de antes, hacia lo ... la caballerosidad como ellos la ent ienden. . .» .

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1. Actuación personal: provocación y catalización de la discusión

En el grupo de discusión, el preceptor debe provocar al grupo con la propuesta del tema a discutir: en esto se diferencia esta técnica de cualquier técnica no directiva. Y debe controlar (mediante re-formulaciones y/o interpretaciones) la discusión de ese tema.

a. Provocación inicial

La provocación 14 inicial del preceptor incluye dos niveles: un ni-vel visible, el planteamiento del tema; un nivel invisible, su inser-ción subjetiva (de sus deseos y sus intereses) en la situación.

Que embragan, respectivamente, con el grupo de trabajo y con el grupo básico.

Propuesta del tema a discutir: directa (al mismo ¡superior nivel lógico) o indirecta (por vía metafórica/metonímica)

La propuesta del tema implica la colocación del grupo en el cam-po del discurso. Lo que puede hacerse: directamente, colocando al grupo en el campo lógico del discurso; indirectamente, colocan-do al grupo en el campo semántico del discurso (en un campo que lleva al discurso por un desplazamiento metonímico o por una condensación metafórica).

El primer camino es el planteamiento patente del tema, de modo que la referencia consciente coincida con la referencia in-consciente. Lo que tiene dos posibles inconvenientes, uno a nivel consciente y otro a nivel inconsciente. Inconveniente a nivel cons-ciente: se pierde en parte el contexto de emergencia del tema (lo que se puede obviar planteando un tema de mayor potencia lógica, que lo contenga: proponer «bebidas» para estudiar la cerveza o proponer «partidos» para estudiar el partido comunista). Inconve-niente a nivel inconsciente: el planteamiento franco del tema per-mite defensas narcisistas, en forma de elaboraciones de una res-puesta racionalizada al tema.

El segundo camino, es el planteamiento de un tema que lleva al tema sin contenerlo. No por la vía consciente de la inclusión

" El término provocación es introducido por LEWIN (1959) y recogido por KAES ( 1 9 7 7 , p . 1 8 5 ) y LOURAU ( 1 9 7 5 , p . 2 7 3 ) . S u e t i m o l o g í a ( d e « p r o » + « v o -care» = llamar antes, adelantarse a sacar el tema por su boca) indica ya el carácter instituyente —como reflejo de lo instituido— de esta intervención: como en toda relación de poder, el preceptor se adelanta para ocupar el lugar superior, en este caso para ocupar el lugar de la palabra legítima.

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lógica, sino por la vía inconsciente del desplazamiento metonímico o de la condensación metafórica.

Tanto en la metáfora como en la metonimia, un término es sustituido por otro con el que se relaciona a través de un tercer término intermediario (común a los campos semánticos de ambos). En la metáfora, el término intermediario está englobado —una in-tersección de sus campos semánticos—; por ejemplo, «Coca-Cola» y «Avecrem» están en relación metafórica,.por intermedio de se-mas comunes, englobados en el campo semántico de cada uno: productos «modernos», que tienen la estructura de «simulacro»; de hecho muchas veces, en los grupos de discusión, el ataque a uno de ellos es un desplazamiento del ataque al otro. En la metonimia, el término intermediario es englobante —un campo semántico que los incluye a los dos—; por ejemplo, «automóvil» y «gasolina» es-tán en relación metonómica, por intermedio de un campo semán-tico que los engloba: «el mundo del motor», del que forman ambos parte; de hecho, en los grupos de discusión se pasa a menudo de un término a otro 15.

En una dirección metafórica es posible plantear como tema de un grupo de discusión otro que tenga partes comunes con él. En una dirección metonímica es posible plantear un tema con el que está incluido en otro tema de mayor potencia.

El conjunto de entradas al tema puede representarse en el si-guiente gráfico:

Si queremos tratar el tema A podemos designar como tema: «A», designación del propio tema, o «D», designación de su contexto,

" La «metonimia» y la «metáfora» son definidas con rigor, por primera vez, en DUBOIS (1970, p. 118). «Metáfora» y «metonimia» son los dos polos del lenguaje. LOCKE hablaba de asociación de ideas por similaridad y contigüidad; JAKOBSON y LACAN han desarrollado hasta el límite la intuición lockeana. Anthony WILDEN (1972b, p. 48) generaliza a todos los procesos comunicacionales: pues toda comunicación exige dos. operaciones, selección de códigos (operación meta-fórica y paradigmática) y combinación en el mensaje (operación metonímica o sintagmática).

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ambas designaciones son directas y patentes; «B», designación de un tema metafórico, o «C», designación de un tema metonímico, ambas designaciones son indirectas y latentes. Podemos designar conjuntos de temas entre los que se dan esas relaciones, por ejem-plo: «A» = P S O E , «B» = PCE, «C» = elecciones municipales, «D» = izquierda; «A» = «Coca - Cola», «B» = «Avecrem», «C» = ¿la publicidad engaña o no?, «D» = el consumo en la so-ciedad de consumo.

Hasta ahora hemos considerado sólo la estructura del campo lingüístico (lógica y semántica), que planea sobre el tiempo. Desde el punto de vista concreto, del aquí y ahora en que se instituye el grupo, la estructura del campo existencial es también determi-nante del tema. No sólo a nivel micro (por ejemplo, un grupo de discusión reunido en un «Ayuntamiento» tenderá más a temas públi-cos que a temas privados), sino también a nivel macro (por ejem-plo, aquí y ahora es más posible que se hable de la «solidez de la democracia» o del «paro e inflación», que de la «tortura» o de la «corrupción» —temas de los que tanto se hablaba no hace mucho—. La estructura del campo existencial genera las líneas de fuerza por las que se producen los desplazamientos y condensacio-nes en el campo lingüístico. Por ejemplo: es más fácil pasar de « I ' S P » a « P S O E » —en una dirección metafórica— que a la inversa (lo mismo que en la vida « P S P » se ha ido a « P S O E » y no a la in-versa); es más fácil pasar de «crisis energética» a «inflación y paro» —en una dirección metonímica— que a la inversa (pues el efecto es más visible que la causa).

El tema planteado, por cualquiera de estas vías, puede ser co-herente o no con la composición del grupo: hay modelos sociocul-turales de pertinencia, temas que se consideran referenciales legí-timos para unos u otros grupos. La provocación de un tema no pertinente potencia el carácter de intruso del preceptor: el grupo se pone a la defensiva 16.

Provocación emocional: la transferencia al preceptor provoca en el grupo el deseo de discutir el tema (control de la contratransferencia)

La provocación inicial del preceptor no se limita a la propuesta del tema.

" En el estudio «Pretest de campaña publicitaria para un agua de colonia para hombres», el grupo masculino se desmarca del tema: «No, no se está habi tuado a ello, es un tema que no. . . tratas con frecuencia. . . —Es que cuando hay varios hombres reunidos así normalmente no hablan de cosas así . . . —Es que hay otros temas más habituales. El del automóvil principalmente.» El preceptor debe utilizar casi fórceps para que el grupo para el discurso.

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Su propia presencia en el grupo es provocadora: tanto como papel (pues figura el papel del «intruso»: posible «explorador» en nombre del «padre») como persona (pues sus deseos —libidi-nales— y sus intereses —ideológicos— están invertidos en la si-tuación: de ahí el juego de la contratransferencia).

No basta poner el tema sobre la mesa: es preciso anudar a él el deseo de y/o el interés en discutirlo; para lo que tienen que articu-larse con el deseo y/o el interés del preceptor. Cuando se plantea el tema, el conjunto de los miembros o algunos de ellos van a res-ponder a su planteamiento porque ese tema —o la persona del que lo propone— provoca su deseo en la dimensión de alguno de los supuestos básicos: «los que así articulan su deseo inconsciente con el del preceptor pasan a ser los portadores del fantasma orga-nizador del grupo, que será puesto en escena en el curso del proceso grupal por él organizado» 17. Desde que el preceptor entra en la sala —e incluso mientras le esperan— se produce una tupida red de complicidades, y/o enfrentamientos, inconscientes, en la que se catectiza la energía libidinal de los interlocutores: el manejo de esa red implica el manejo de la contratransferencia por el pre-ceptor.

L O U R A U 18 subraya la necesidad de que el analista realice un

análisis permanente de la demanda (de las condiciones del campo social global —macrosituación— en el que su intervención es re-querida) y de la relación transferencia/contratransferencia (de las condiciones del campo de su intervención —microsituación—). Se refiere al análisis institucional, pero lo que dice es aplicable al tipo de intervenciones que aquí tratamos: aunque, obviamente, como se trata de una intervención manipuladora (sólo parcial y/o aparentemente analítica), aquí el riesgo es menor, ya que las po-sibles desviaciones introducidas por inversiones ideológicas o libi-dinales no controladas juegan en el mismo sentido de la inter-vención.

Incluso las interpretaciones del preceptor se apoyan en su con-tratransferencia: «las interpretaciones cuyas mayores evidencias se apoyan no en los hechos observados en el grupo, sino en las reac-ciones subjetivas del analista, tienen mayor posibilidad de encon-trar su explicación en la psicopatología del analista que en la dinámica del grupo»19. B I O N habla del análisis terapéutico, pero su observación se puede transportar a nuestro campo, pues en la

" KAES ( 1 9 7 7 , p . 1 8 5 ) . " LOURAU ( 1 9 7 5 , p . 2 7 3 y s ig . ) " BION ( 1 9 7 4 , p . 1 2 1 ) .

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interpretación juega un papel preponderante la intuición del pre-ceptor; y esto es bueno, pero debe ser controlada a posteriori.

b. Provocación continuada: catálisis y control

Aunque el preceptor no interviene en la discusión (trabaja a nivel «meta», sobre el discurso del grupo), sí interviene en su cataliza-ción, deshaciendo bloqueos y controlando en cierto modo su desarrollo.

La actuación del preceptor se orienta hacia dos objetivos. Por una parte, debe provocar positivamente la catálisis de la discu-sión: deshaciendo los bloqueos o nudos que la inhiben (reprimen). Por otra parte, debe mantener el ámbito de la discusión en el recinto del tema (que el grupo no se salga: aunque, como hemos visto, la posible salida puede ser un modo de estar en el tema, por desplazamiento metonímico o condensación metafórica).

Podemos discutir la forma y el contenido de sus actuaciones: la forma, que remite al contexto existencial, a la relación transfe-rencia/contratransferencia; el contenido, que remite al contexto lingüístico, a lo que hace o dice al actuar.

Posición central del preceptor ante el grupo: pantalla que refleja el discurso (frente a posiciones normativas: positivas —represivas— o negativas —subversivas—)

Las provocaciones del preceptor oscilan sobre una posición «neu-tral»: semejante a la del analista, que, como pantalla, recoge el discurso del grupo (sus actuaciones son un reflejo —en forma equivalente— de ese discurso).

L A P A S S A D E 20 propone el ejemplo siguiente —en un contexto

diferente, interindividual y pedagógico, pero convergente—: «un niño golpeado por su padre, se confía a un amigo, quien respon-de: "A mí también"»; «en la misma situación, su profesor res-pondería: "No debes decir eso"»; «es posible una tercera actitud; consiste en decir al niño, por ejemplo: "Crees que tu padre no te comprende"». La primera respuesta es subversiva (complicidad subversiva de los hermanos contra el padre). La segunda respuesta es represiva (manifestación de la autoridad del padre, que es la fuente de todos los valores). La tercera respuesta se sitúa más allá del bien y del mal: escucha e interpreta (aunque es una res-puesta ambigua, pues al dejar hablar se comporta como alterna-tiva al padre que hace callar; y al no responder reproduce la figura del padre, silencioso y perdido).

" LAPASSADE ( 1 9 7 7 , p . 3 0 4 ) .

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Esta tercera respuesta es el punto de equilibrio, el pivote sobre el que giran todas las provocaciones.

Contenido de las actuaciones: reformulación y/o interpretación (reflejos del deseo manifestado o latente)

El preceptor puede reflejar el discurso mediante dos tipos de ac-tuación: reformulación y/o interpretación.

La reformulación es una devolución al grupo de su deseo ma-nifestado. Consiste en repetir (en los mismos términos: literalmen-te) actuaciones o partes de actuaciones de los miembros del grupo. Mediante la reformulación se asegura la discusión sólo del tema (reformulando una actuación anterior cuando el grupo se sale del tema) y de todo el tema (reformulando una actuación en relación a un aspecto por el que el grupo pasa como sobre alfileres).

La interpretación es una devolución al grupo, en forma mani-fiesta, del deseo latente. Consiste en deshacer nudos sintácticos (el silencio del grupo o de una de sus partes) o semánticos (el emba-rullamiento terminológico y/o conceptual). Mediante la interpreta-ción se asegura, también, la discusión sólo del tema y de todo el tema y la participación de todo el grupo21.

El preceptor debe tender a lo largo de todo el grupo a mante-ner una posición de pantalla: recogiendo el deseo manifiesto o interpretando el deseo latente. Todas sus provocaciones deben girar sobre ese punto, que debe ser el punto de retorno, la síntesis final.

"2. Actuación no personal: escisiones del preceptor

La persona del preceptor está escindida en el grupo: en cuanto proyecta fuera de sí partes personales (observadores) o no perso-nales (magnetofón y/o cámara).

Esas partes proyectadas fuera de sí juegan un papel técnico y un papel mítico.

Técnicamente: los observadores constituyen puntos de vista sub-jetivos alternativos (con ellos puede discutir después); el magne-tofón y /o la cámara constituyen instrumentos de registro (temporal y /o espacial) para la objetivación del discurso (necesaria para el análisis).

Míticamente, sobre ellos proyecta el grupo los objetos malos

21 En el estudio «Pretest de un anuncio de sopas en sobres» se analiza un slogan que dice: «Quede como una reina con una sopa que lo tiene todo.» Unii señora, por cierto jan del slogan, monopoliza la discusión. El preceptor intei preta: «Parece que usted quiere quedar como una reina también aquí.» La señoril vuelve al rango y las demás señoras empiezan a hablar.

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del preceptor, lo que puede restaurar una relación de confianza (y, en el límite, la reabsorción del preceptor en el grupo, como hermano: «happy end» de la escenificación imaginaria que se re-presenta en el grupo).

a. El observador: semejanza (metafórica) y contigüidad (metonímica) de los observadores al preceptor

Es frecuente la introducción de un observador en el grupo de dis-cusión. La demanda de esa inclusión viene determinada por las relaciones del preceptor en el campo social total: puede ser un representante de la instancia cliente (que, en el orden de las rela-ciones técnicas de producción, facilita la comunicación entre las instancias cliente e investigadora; que, en el orden de las relaciones sociales de producción, controla el desarrollo del estudio); puede ser un alumno o colega (y entonces la observación se inscribe en el proceso didáctico asimétrico o simétrico).

El observador cumple una función técnica y una función míti-ca. Es una parte escindida del preceptor. El grupo orienta en él al principio sus agresiones: pidiéndole cuenta de su silencio o tra-tando de inducirle a hablar (juega aquí como metáfora del pre-ceptor, cuyo svJencio pesa). La relación con el observador oscila entre una posición perversa (mantenerlo en su lugar, ignorándolo) y una posición paranoica (integrarlo para, mediante él, integrar al preceptor). La integración del observador después de haber con-cluido la discusión, como respuesta a esa actitud paranoica, hace posible una post-discusión como colofón (al modo de un «acting out») del grupo. Incluso algunos profesionales utilizan falsos ob-servadores que participan en la discusión para cumplir algún papel provocador asignado. Pero el control de estas actuaciones es muy complejo y escapa de la competencia de los que no sean psicoana-listas (o esquizoanalistas) profesionales.

El observador es un elemento traumatizante para el grupo. Figura —en el fantasma de escena primitiva— al niño (y, por tan-to, a cada uno de los miembros del grupo) que observa las relacio-nes sexuales de la pareja progenitora22. Por eso muchas veces —cuando el preceptor no es competente en su control— lo escon-de, asignándole una función complementaria: suministrar explica-ciones técnicas complementarias, atender al magnetofón y/o la cá-mara, etc. Con lo que se convierte de metáfora del preceptor en metonimia, de parte visible en parte invisible (visiblemente, en ins-trumento o apéndice).

22 KAES (1917, p. 203)

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b. El magnetofón (y/o la cámara): función técnica —registrar las actuaciones— y función mítica —superficies mágicas de puesta en memoria—

El magnetofón y/o la cámara constituyen memorias del grupo. Esas memorias cumplen una función técnica: retienen el conte-

nido lingüístico (magnetofón) y el no lingüístico (el magnetofón el prosódico, la cámara el kinésico y el proxémico) de la discusión. El análisis exige una textura espacializada de su objeto: las cintas y las películas (y sus transcripciones) se la proporciona. Así fun-cionan como auxiliares de la memoria corporal del preceptor, en el doble sentido de suplirla (pues su extensión es más amplia) y acusarla (hacerla más aguda, analizándola; pues la psicopatología del preceptor puede inhibir su atención a elementos pertinentes, o desplazarla a elementos no pertinentes).

Pero cumplen también una función mítica. Ambos instrumen-tos son proyecciones mineralizadas del preceptor: su oído y su ojo mecánicos. Por una parte señalan la intrusión del padre en el grupo: en cuanto tales, son partes malas del preceptor proyecta-das fuera (la escisión proyecta la agresividad hacia los aparatos y facilita la reabsorción del preceptor como casi-hermano); desco-nectarlos durante un momento, cierra el círculo de la intimidad 21. Por otra parte, cabría plantear la posibilidad de utilizarlos de otro modo: aquí son el oído y el ojo del padre (lo que se graba queda fuera del alcance del grupo); pero podrían ser (junto a carteles, murales, etc.), superficies para la expresión del grupo, para la ins-cripción de su deseo.

L A P A S S A D E 24 ha planteado la posibilidad de «técnicas mediúm-

nicas» (de «médium»: «técnicas que se apoyan sobre mecanismos analizadores para explorar y liberar lo imaginario social»), Pero, para que funcione así, el grupo ha de estar, en relación a las posi-bles superficies de inscripción imaginaria de su deseo, en posi-

2J Alfonso ORTI (en un trabajo inédito) articula tres componentes en la rela-ción de cada «ego» con el «otro» (representado por el preceptor): R / l sería la relación convencional (relaciones de clase); R /2 sería la relación proyectada sobre el magnetofón (como parte escindida del «otro»: en la que se reifica el «superyó»); R / 3 sería la recuperación del «otro» (del vicario del «otro») como hermano —desposeídos ya de «superyó»—. En el estudio «Desarrollo del mercado de una bebida carbónica en Canarias», uno de los actuantes atribuye a esa bebida una gran «fuerza»; en un momento de la discusión pide que se desconecte el mag-netofón y cuenta una anécdota: «Por las noches dejó un vaso en la mesilla por si tengo sed.. . , y cuando voy a beber por la mañana, ¡aún tiene fuerza!» Desconectado el magnetofón, como parte superyoica, se recupera una complicidad fraternal con el preceptor.

24 LAPASSADE ( 1 9 7 1 , p . 5 8 ) .

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ción de escritura. En el grupo de discusión son sólo instrumentos de lectura.

B. Actuación de los miembros del grupo: un discurso colectivo entre el grupo que no fue y el grupo que no será

En el campo de discurso abierto por la provocación del preceptor, el grupo inicia la discusión.

Analizaremos tres dimensiones de la actuación de los miembros para producir el discurso: la dimensión institucional (el grupo debe formarse y desformarse en la situación de discurso); la di-mensión estructural (el discurso está subtendido por una lógica colectiva, producto de la urgencia que estructura la situación: el colectivo se defiende del grupo a la vez que desea el grupo); la dimensión genética (el grupo emerge de la nada para retornar a ella, lo que plantea el problema del ciclo temporal de su generación y degeneración).

1. El grupo como proceso de producción del grupo: imposibilidad de su preexistencia y de su subsistencia

El grupo existe —apenas—- sólo como borde de la situación: esperanza o amenaza de la fusión. El que no preexista y el que no subsista manifiestan claramente el dominio del preceptor (y de las instancias a que representa): la institución del grupo es para, y sólo para, la discusión. El grupo no coge ni deja ninguna huella institucional. El grupo no puede preexistir ni subsistir.

No puede preexistir: no deben existir relaciones grupales pre-vias entre los miembros del grupo.

No debe subsistir: debe disolverse una vez terminada la dis-cusión.

No tiene padre (en el contexto del supuesto básico de depen-dencia) ni hijos (en el contexto del supuesto básico de apa-reamiento).

a. Peligros de la preexistencia del grupo: preajuste ritualizado del discurso

Si el grupo preexiste (si hay relaciones topológicas grupales previas entre sus miembros), el discurso del grupo está ya estereotipado: no hay, propiamente, retroacción; todos saben lo que va a venir;

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el curso temporal del grupo está ritualizado, no hay lugar para el acontecimiento25.

La preexistencia del grupo puede ser de varios tipos: el grupo presente es parte de un grupo más amplio; el grupo presente pre-existe tal cual como grupo; hay en el grupo presente subgrupos preexistentes.

El tipo intermedio es el límite máximo de preexistencia: lo que le excluye del ámbito de posibilidades, casi ni siquiera como pro-vocación.

El primer caso se da siempre que se quiere utilizar el grupo de discusión en contextos secundarios (en el sentido de C O O L E Y ) :

en un pueblo, en una universidad, en una empresa. Es inevitable que entre los miembros existan relaciones, al menos laxas y espo-rádicas.

El tercer caso genera un peligro de esquizofrenización del gru-po. Aunque se puede admitir en el grupo pares (o incluso tríos) preexistentes como gérmenes de agrupamiento. En todo caso, esta práctica facilita la venida al grupo de personas de ciertos estratos sociales.

Lo mismo que no debe preexistir el grupo, no debe preexistir el conocimiento del tema de discusión: se acentuarían las raciona-lizaciones y las defensas (incluso —si el tema es provocativamente no pertinente— puede inhibir la venida al grupo).

b. Peligros de la subsistencia del grupo: metodológico (el grupo no debe ser realidad) y epistemológico (el grupo no debe tomar la palabra)

El grupo se disuelve cuando termina la discusión. Cualquier intento de hacer, o dejar, subsistir al grupo —lo que

implicaría una institucionalización real— niega los fundamentos metodológicos de la técnica (el grupo básico que alimenta al grupo de trabajo no puede tener padre ni hijos) y desborda sus presu-puestos epistemológicos (pues, si subsiste, podría devenir grupo-sujeto, sujeto de una praxis, y tomar la palabra)26.

" BRECHT, en «La boda de los pequeños burgueses», satiriza una de estas situaciones (su intención es reforzada por la versión que ofrecieron «Los Go-liardos»).

16 Edgar MORIN realizó un estudio sobre la comuna de Plodemet (Finistére) en 1965 (1967). Para su realización se constituyó un equipo de trabajo —sujeto del estudio— con habitantes de la comuna. Ese equipo subsistió al estudio para emprender la toma de decisiones pertinentes teniendo en cuenta sus resultados. En mayo de 1968 ese grupo constituyó el detonador de la insurrección.

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Sólo como «acting-out» se le puede asignar un breve colofón de subsistencia después de terminada la discusión y apagado el mag-netofón: en este momento el preceptor y los observadores se reab-sorben en el grupo; se genera un ámbito de confianza «fraternal».

2. Estructura colectiva del discurso del grupo: el nombre propio como indicante de la frontera entre la colectividad y la singularidad

La forma colectiva del discurso genera una relación circular tran-sitiva entre los miembros del grupo.

Los actuantes rivalizan por apropiarse lo general humano —por reflejarse en los valores dominantes—, buscando cada uno el reco-nocimiento de los otros cada uno.

La situación se mantiene en el borde entre el colectivo (de individuos) y el grupo (que funde las individualidades). Como analizador podemos considerar el uso de los nombres de los miem-bros en la discusión. ¿Es conveniente comunicar a cada uno los nombres de los otros y que en la discusión se llamen por su nombre?

El nombre (pues cada uno recibe su identidad —simbólica— en el nombre del Padre) es el soporte simbólico de la individuali-dad. El uso del nombre propio manifiesta la situación de frontera entre la individualidad y el grupo: deseo narcisista de conservarlo y peligro —transnarcisista— de perderlo. F R E U D

27 señala el tabú del uso del nombre propio en muchos pueblos primitivos y en mu-chos neuróticos obsesivos: los pueblos primitivos hacen tabú el nombre de los muertos; los enfermos obsesivos hacen tabú su nom-bre propio; peligros, respectivamente, de resurrección del muerto o de la pérdida —al perder el nombre, porque se lo arrebaten— de la propia identidad.

Desde el primer punto de vista, el uso de nombres propios revela la radical asimetría entre el preceptor y los miembros del grupo. Aunque entre ellos se llamen por sus nombres, ¿cómo lla-mar al preceptor? Si está en el lugar del padre muerto, su nombre es impronunciable.

Desde el segundo punto de vista, el uso de nombres propios revela, para los actuantes, el peligro que el grupo representa para su narcisismo. Al usar el nombre se arriesgan a perderlo (el ano-nimato permite acariciar la fantasía de que el nombre —y la iden-tidad— está a salvo).

No hay duda de que, desde el punto de vista del grupo de

" FREUD (1969, p . 76 y sig.)

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trabajo, el uso de nombres propios facilita la discusión2S. Pero los traumas inherentes a los peligros imaginarios del uso del nom-bre podrían —en una perspectiva inconsciente— inhibirla. Dejar que el grupo decida (se plantee o no se plantee, y resuelva como quiera, el problema) parece una solución ecléctica, pero coherente con la estructura ambivalente de la situación.

3. Tiempo de actuación: plegamiento al tiempo del discurso

Durante su proceso de actuación, el grupo pasa del no ser al ser y del ser al no ser: es una actuación con comienzo y término.

La temporalidad del grupo se pliega a la temporalidad del dis-curso: habla arrancada de la lengua, que se despliega entre un comienzo paradigmático —que envuelve la elección del discurso, qué discurso tener y por dónde empezar— y un final sintagmático —el sintagma se refunde en el paradigma, en la lengua, el habla se refunde en el silencio—.

El despliegue imaginario del fantasma del grupo se pliega al tiempo del discurso. Cuyo comienzo y cuyo fin están instituidos, contenidos en el tiempo de la institución. La posibilidad de acceder a la lengua mediante el grupo está encerrada en el tiempo-asignado-para-hablar. Nunca el grupo accederá a la lengua: sólo el precep-tor, por el análisis.

Contradicción entre dos temporalidades. La temporalidad —real— de la institución: en la que el grupo es sólo paréntesis, pero paréntesis controlado. La temporalidad —imaginaria— del grupo: que se funde, en sus dos bordes, con. la otra. En definitiva, una sola temporalidad.

a. El comienzo: adelantamiento a los otros para ser reconocido por ellos

Comenzar un discurso es una operación paradigmática: atribuirse algo que decir. Comenzar un discurso en un grupo es, también, adelantarse a los interlocutores: afirmarse como ser humano antes de que los otros convenzan a uno de que no lo es. Dos problemas: por dónde comenzar y quién comienza.

Los grupos de discusión suelen empezar patinando: comienzan preguntándose por el comienzo29. El comienzo determina la con-

28 BION (1974, p. 118) analiza un grupo terapéutico en el que se plantea la cuestión: no hay duda —dice— de que «la discusión se vería facilitada si los miembros se llamaran por sus nombres». Pero el grupo —básico— no acepta la propuesta.

29 Exactamente, cómo se ha comenzado el discurso que es este trabajo (en el «Prefacio»), En el estudio «Conciencia de clase.. .», el GD-9 empezó así:

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tinuación («salir con pie derecho»): pues sobre lo primero que se diga se anudará el discurso. Es una aplicación de la lengua (de la ley), en tanto que se dice algo de lo que se puede decir. Pero es también una transgresión, en tanto que entre lo que se puede decir hay que elegir una cosa, y el que primero lo dice impide que los otros lo digan antes que él (en cuanto es un acto de afirmación temática o individual).

El comienzo puede ser colectivo o grupal. Colectivo: cuando uno se adelanta en nombre propio para marcarse un tanto sobre los otros cada uno, y asumir, frente a ellos, una posición de po-der30. Grupal: cuando el que se adelanta, se adelanta en nombre de los otros cada uno, para representarlos3 '.

Quién habla primero y qué diga es un acontecimiento cargado de azar. Pero no es de azar, porque también el azar está cargado: cargado estructuralmente por la composición del grupo, que genera el juego de adelantamientos y esperas. Esperar el momento de adelantarse: el momento en que uno se ha cerciorado (mediante la espera) de que ninguno podrá adelantarse con mayor derecho. La espera y el adelantamiento tienen un valor lógico (la espera funda la certidumbre del adelantamiento como aserción) y práctico (esperar el tiempo justo, ni más, pues se adelantaría el que ha esperado el tiempo justo, ni menos, pues uno al adelantarse con premura puede adelantarse en falso): tienen un valor metodológico y epistemológico.

En el momento del comienzo, el preceptor no puede más que esperar: esperar a que los interlocutores hagan su juego.

«Es decir, tenemos que empezar por cada uno. . . —Pues cada uno en su em-presa tendrá problemas. . . diferentes (. . .) . —Entonces, usted nos ambienta un poco, a lo mejor (...).» Tres momentos: 1. Preguntan por el comienzo (por dónde comenzar). 2. Intuyen que el comienzo enfrenta a «cada uno» con todos los demás (quién empieza). 3. Demandan al «otro» (temor a empezar, a atribuirse una posición de palabra).

30 En el estudio «Usos y sentidos del encendedor» se pide que en cada uno de los tres grupos de discusión haya usuarios de encendedores tipo «Dupont», tipo «Ronson», tipo «Flaminaire» y tipo «Bic». Así ocurre en GD-1: un usuario de «Dupont» saca inmediatamente su encendedor como diciendo: «ahí queda eso». En GD-2 no ha venido ningún usuario de «Dupont»: hay una vacilación inicial hasta que un usuario de «Ronson» enseña su instrumento (ha esperado por si hubiera alguno mejor, y no meter la pata). En GD-3 no hay ni «Dupont» ni «Ronson»: se tarda bastante hasta que uno, casi subrepticiamente, extrae su «Bic» (con el que no puede pisar a nadie, pero puede ser pisado por todos).

31 En el estudio «Conciencia de clase. . .», en GD-8 un participante empieza así: «Yo quiero decir una cosa: me levanto todos los días a las seis de la mañana. . . y t rabajo casi. . . entre una cosa y otra. . . catorce horas. . . —Hombre , estamos de acuerdo. . . ; joder. . . y trabajando, ¿eh?» Lo que dice lo podría decir cualquiera, pero al decirlo se marca, de todos modos, un tanto.

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b. La continuación: articulación de la competencia transitiva entre los interlocutores y la demanda al preceptor como representante del «Otro»

Pero juega un papel marcado —porque carga los dados— en la continuación: no sólo cuando visiblemente interviene (mediante reformulaciones y/o interpretaciones) como parte del discurso, sino también porque su presencia como cuerpo carga la situación.

En el juego del grupo de discusión, que se juega entre el des-pliegue imaginario de sus fantasmas (que obedece al principio de placer) y el trabajo real de los cuerpos (que, al producir un dis-curso, obedece al principio de realidad), el preceptor juega un papel privilegiado: su presencia (significante de la falta, de la dis-continuidad, pero también y por eso de la articulación, del nexo) hace posible la articulación entre ambos planos.

La competencia entre los interlocutores (para ser reconocidos como líderes) se establece en un campo cargado por la presencia del preceptor: pues, al fin y al cabo, será líder aquel que embrague sus fantasmas personales con los fantasmas personales del preceptor (aquel que, respondiendo a la provocación inicial del preceptor, pueda llegar a jugar como organizador del fantasma grupal). Re-lación inicial de transferencia que —a lo largo de la dinámica del grupo— se va reabsorbiendo.

El preceptor aparece en figura de padre al provocar el tema y el deseo de discutir el tema. Pero va siendo suplantado por el tema y, en la discusión, acaba siendo olvidado (aunque esporádi-camente resucite, generalmente representado por el magnetofón —«¡atención!, se está grabando»—-, pero también directamente in-terpelado —«Y usted, ¿no dice nada?»—).

La discusión del tema es una devoración simbólica del precep-tor, subtendida por la búsqueda inconsciente de una figura susti-tutiva, el consenso, padre ideal que sólo aparece en el elemento de la idea. Así el grupo renuncia a buscar el acuerdo del preceptor, para ponerse ellos de acuerdo (y ese acuerdo es como un ámbito maternal que los constituye como hermanos, objetos permutables en el cuerpo de la madre). El «nosotros» de la comunicación per-fecta es el verdadero sujeto grupal.

c. La conclusión: valor lógico y práctico de la asignación de un tiempo-para-concluir

Si la discusión no tuviera un término asignado podría ser infinita (pues infinito es el tiempo que necesita un grupo para cumplir sus deseos: encontrar al padre que siempre estuvo perdido, generar al hijo que nunca nacerá).

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Es necesario que se le asigne un límite, y ese límite lo puede asignar (cuando crea que el discurso está maduro) el preceptor o puede haber sido asignado de antemano.

El curso temporal de la discusión está puntuado: los signos de puntuación son las balizas temporales; el momento de la conclu-sión es el punto final. ¿Quién puntúa? Si puntúa el preceptor, que al tener la palabra tiene todas las respuestas, su decisión sería un signo de aprobación, una indicación de que, a su juicio, el consenso está logrado32. Si puntúa el grupo, el consenso nunca llegará. Una puntuación establecida de antemano —instituida— permite al grupo organizar el tiempo del consenso.

En psicoanálisis es preceptivo: el analista, del que se espera la respuesta, es por eso responsable ante el analizado (pues no sólo aprueba o rechaza lo que el otro dice, sino que cada vez que interviene puede «reconocerle o abolirle como sujeto») Su mi-sión consiste en restituirle la palabra, hacerle comprender que no hay respuestas y nadie es, por tanto, responsable de él, que no es un significado del que estaría a la escucha, sino que, como sujeto lingüístico, es el dueño del significante, como lo comprendía H U M P T Y - D U M P T Y

34. Pero el preceptor del grupo de discusión no es responsable de alumbrar la responsabilidad de los interlocuto-res: inscribe su práctica en un campo en el que más bien se trata de fijarlos a su alienación; por eso puede jugar con los signos de puntuación, decir «ya basta» o «necesito más», y, en particular, fijar el momento de la conclusión, precipitarlo o dilatarlo.

3! Hablando de la suspensión de la sesión psicoanalítica, LACAN observa: «La suspensión de la sesión no puede dejar de ser experimentada por el sujeto como una puntuación de su propio progreso» (1966, p. 313).

3J LACAN ( 1 9 6 6 , p . 3 0 0 ) . 34 «Cuando yo empleo una palabra —dijo Humpty-Dumpty, en tono algo

despectivo—•, esa palabra significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ¿comprendes? —La cuestión es —di jo Alicia— si puede usted hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas. —No, te equivocas.. . La cuestión es saber quién es el amo aquí, eso es todo» (CARROLL, «Detrás del espejo», p. 261).