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Página 1 II Pregón Nazareno. Marzo de 1998 Por Juan Carlos Trujillo García Ante un pregón, son muchos los enfoques posibles. Se le puede dar un enfoque histórico. O un enfoque eminentemente religioso. O sobre las personas que de alguna manera han ligado su vida a la cofradía hasta convertirla en lo que es ahora. O un enfoque poético. O una mezcla de todo lo anterior. Pero para abordar cualquiera de los caminos indicados, es necesario ser una gran especialista, y yo, por supuesto, no lo soy en ninguno de ellos. Sin embargo, cuando me ofrecisteis hacer este pregón, acepté con la naturalidad del que vuelva a hacer algo por el Nazareno. ¿De qué puedo hablar? ¿Qué puede tener interés para mis hermanos nazarenos? Ya sé: hablaré con mis reflexiones, con mis recuerdos y con mis emociones y hablaré con mi Padre Nazareno y con su Madre, y que ellos mismos me vayan dictando lo que debo deciros. Nazareno, hace ya muchos años que eres una constante en mi vida. Una realidad permanente e incuestionable sin que la mayoría de la gente que me conoce sería incapaz de concebirme. Por acompañarte he comprometido, voluntariamente, mi calendario: no sólo porque tenemos una cita el Viernes Santo, sino varios meses antes, entregado a ensayar nuestro encuentro anual y varios meses después, para comentar las incidencias, los defectos y los nuevos proyectos para el futuro. Nazareno, eres la constancia de lo eterno y de lo incuestionable. Basta mirarte despacio, para comprender que siempre has estado y que siempre estarás ahí. ¡Qué difícil resulta no quedar cautivado por tu serenidad! A los que has atrapado como a estos, como a mí, qué profundamente nos hiciste los nudos, con qué fuerza nos retienes, con qué profundidad te has introducido en nosotros. Sabemos cuando te miramos, que esta relación tan asimétrica, tan inverosímil, en la que Tú cargas y sufres y nosotros sólo podemos acompañarte en tu caminar por Linares, es una relación para siempre. Es unan relación basada no sólo en los sentimientos y en las vivencias. Está basada en las impresiones y en los recuerdos exagerados de la infancia, en las incongruencias y en las pasiones de la juventud, y en las acciones definitivas y voluntarias de la edad adulta. Es una relación que dura, lo que dura una vida. Todos los que estamos aquí sabemos, que te hemos acompañado, que te acompañamos y quien no faltará quien te acompañe en los Viernes Santos del futuro. Tú, poderoso, sereno y tranquilo, como siempre. Los que vamos contigo y te llevamos cansados, emocionados, y nerviosos, pero ilusionados como siempre. Sabes que soy incapaz de retener las fechas y que debo contar hacia atrás para saber los años que han pasado. Pero sé que empecé a acompañarte el Viernes Santo del año 1.975. Lo sé porque ese año fue importante para todos, pues terminó un período histórico y comenzó el futuro. ¿Te acuerdas?, yo formaba parte de la Banda. Aquella que empezó ensayando en el cine España. ¡Qué pocos éramos, pero qué importantes nos sentimos cuando hicimos el primer pasacalles¡. ¡Qué importantes cuando llegamos a tu casa de la plaza de San Francisco¡. Los años posteriores fueron de ensayos difíciles y continuos cambios de local: el nuevo cine España, el que estaba en la Avenida; en la piscina Benidorm, bajo el escenario (¡qué locura aquello!); en la antigua fábrica de polos y helados, en los límites de Linares por la Fuente del Pisar, y ya por fin, en el

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Ante un pregón, son muchos los enfoques posibles. Se le puede dar un enfoque histórico. O un

enfoque eminentemente religioso. O sobre las personas que de alguna manera han ligado su vida a la

cofradía hasta convertirla en lo que es ahora. O un enfoque poético. O una mezcla de todo lo anterior.

Pero para abordar cualquiera de los caminos indicados, es necesario ser una gran especialista, y yo,

por supuesto, no lo soy en ninguno de ellos.

Sin embargo, cuando me ofrecisteis hacer este pregón, acepté con la naturalidad del que vuelva a

hacer algo por el Nazareno.

¿De qué puedo hablar? ¿Qué puede tener interés para mis hermanos nazarenos?

Ya sé: hablaré con mis reflexiones, con mis recuerdos y con mis emociones y hablaré con mi Padre

Nazareno y con su Madre, y que ellos mismos me vayan dictando lo que debo deciros.

Nazareno, hace ya muchos años que eres una constante en mi vida. Una realidad permanente e

incuestionable sin que la mayoría de la gente que me conoce sería incapaz de concebirme.

Por acompañarte he comprometido, voluntariamente, mi calendario: no sólo porque tenemos una cita el

Viernes Santo, sino varios meses antes, entregado a ensayar nuestro encuentro anual y varios meses

después, para comentar las incidencias, los defectos y los nuevos proyectos para el futuro.

Nazareno, eres la constancia de lo eterno y de lo incuestionable. Basta mirarte despacio, para

comprender que siempre has estado y que siempre estarás ahí.

¡Qué difícil resulta no quedar cautivado por tu serenidad!

A los que has atrapado como a estos, como a mí, qué profundamente nos hiciste los nudos, con qué

fuerza nos retienes, con qué profundidad te has introducido en nosotros.

Sabemos cuando te miramos, que esta relación tan asimétrica, tan inverosímil, en la que Tú cargas y

sufres y nosotros sólo podemos acompañarte en tu caminar por Linares, es una relación para siempre.

Es unan relación basada no sólo en los sentimientos y en las vivencias. Está basada en las

impresiones y en los recuerdos exagerados de la infancia, en las incongruencias y en las pasiones de

la juventud, y en las acciones definitivas y voluntarias de la edad adulta. Es una relación que dura, lo

que dura una vida.

Todos los que estamos aquí sabemos, que te hemos acompañado, que te acompañamos y quien no

faltará quien te acompañe en los Viernes Santos del futuro. Tú, poderoso, sereno y tranquilo, como

siempre. Los que vamos contigo y te llevamos cansados, emocionados, y nerviosos, pero ilusionados

como siempre.

Sabes que soy incapaz de retener las fechas y que debo contar hacia atrás para saber los años que

han pasado. Pero sé que empecé a acompañarte el Viernes Santo del año 1.975. Lo sé porque ese

año fue importante para todos, pues terminó un período histórico y comenzó el futuro.

¿Te acuerdas?, yo formaba parte de la Banda. Aquella que empezó ensayando en el cine España.

¡Qué pocos éramos, pero qué importantes nos sentimos cuando hicimos el primer pasacalles¡. ¡Qué

importantes cuando llegamos a tu casa de la plaza de San Francisco¡.

Los años posteriores fueron de ensayos difíciles y continuos cambios de local: el nuevo cine España, el

que estaba en la Avenida; en la piscina Benidorm, bajo el escenario (¡qué locura aquello!); en la

antigua fábrica de polos y helados, en los límites de Linares por la Fuente del Pisar, y ya por fin, en el

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almacén de la calle Cantina, donde pudimos alcanzar cierta tranquilidad, para trabajar hasta hacer que

nuestra Banda se convirtiera por méritos propios, en la que mejor pasea la música por las calles de

Linares.

Sé que te gusta verla a lo lejos, tras la Cruz de Guía, balanceándose lentamente mientras desfila,

formando un bosque de capiruchos, que se inclinan al unísono anunciando que vienes detrás. Puede

que no los oigas, pero los ves. Sabes que están allí, a lo lejos, por delante. Son tus anunciadores

porque evocan serenidad, sencillez y lentitud. Sencillez, majestuosidad y lentitud. Lentitud. Lentitud en

el paso y en el bamboleo. Profundidad, sentimiento y lentitud. Y música grande, verdadera y eterna.

Música como anuncio. Concierto como preludio.

Son los que recorren las calles solos, a los acordes de las marchas ligeras, emocionando a las gentes

que van hacia San Francisco. Sé que los oyes desde dentro, cuando llegan a tu plaza a los sones de

“Aída”.

¡Ya todo el mundo sabe que va a salir el Nazareno¡

Sé que pocas cosas en la vida son porque sí, todo tiene un porqué, como ocurre con la devoción que

Linares siente por ti.

Yo siempre te he conocido aquí, pero sé que viniste del Norte. Cargado de austeridad y de verticalidad,

sin los retorcimientos de las tallas del Sur del Sur. Y es tu verticalidad la que nos gusta a los de

Linares; con tu serenidad y tu placidez nos cautivaste, porque nosotros también somos del Norte,

aunque del Norte del Sur. ¡Por eso están tan bien aquí desde que llegaste!. No podía ser de otra

manera.

Como ocurrió al elegir una nueva túnica para la Banda Grande: Morada y blanca. ¿Por casualidad?:

Sales de noche y te encierras de día. Morado y blanco. Sufres y nos quieres. Morado y blanco. Te

acompañamos mayores y niños. Morado y blanco. Cansancio. Dolor. Sudor. Morado. Alegría. Emoción.

Fe. Blanco. Saetas y música. Morado y Blanco.

Te he visto salir, en lugar de a las 6 de la mañana, hacerlo alrededor de las 8 por la amenaza de lluvia.

La mañana era de niebla, y de entre la niebla surgiste, poco a poco, como si la procesión se estuviera

realizando en el mismísimo cielo. Procesión de sonidos y de olores. Trompetas, incienso, saetas, cera,

tambores, azahares, tintineos y campanillas, flores y primavera. Y después el sol. Calles y gentes.

Sonidos y olores y colores. Y brillos. Y otra vez la niebla, pero ahora de incienso y de velas. Y tú sereno

y tranquilo, como siempre.

Te acuerdas de aquella otra noche de lluvia ininterrumpida. Los de la Banda esperando que

“escampara” bajo la portada del Ayuntamiento. ¡Qué angustia sentíamos¡. No entendíamos lo que

estaba pasando: Al Nazareno nunca le llueve.

Vamos a la puerta de San Francisco. Allí el desconcierto era idéntico: Los trompeteros tocando para

espantar las nubes. El pueblo de Linares esperándote bajo la lluvia., Todos los de tu cofradía con el

alma en un puño:

“Al Nazareno nunca le llueve”

Vamos a esperar a que amanezca. Tú dentro. Tranquilo y sereno, como siempre, pero dispuesto a

salir, como cada año, por las calles de Linares. La lluvia arrecia y todo se hace definitivamente

imposible. Desazón, frustración, incomprensión en todos los nazarenos y en todos los linarenses.

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Y entonces se produce el milagro. El tiempo se detiene y el Sábado de Gloria se convierte en Viernes

Santo. El día particular en día festivo. La mañana lluviosa en mañana radiante. Y sales a pasear por

Linares como si nada hubiese pasado. Sales el Sábado por la mañana. Y porque tú quieres, el Sábado

se convierte en Viernes. Pero no hay milagro alguno. No hay nada extraordinario. Sólo una realidad

incuestionable que nos quisiste demostrar a todos: El Viernes Santo no es un día especial, ni una fecha

del calendario.

¡El Viernes Santo eres tú¡. Y todos los que vivimos aquella madrugada en Linares somos testigos

Es grandioso verte flotar sobre las cabezas de los linarenses, mientras los de la Banda tocamos

oración desde la puerta de Peñalver. Rodeado de música surges por aquella puerta angosta, despacio,

suavemente, rodeado de una nube de incienso, levitando sobre las cabezas de tus paisanos. Ya está

ahí. Ya nos vamos a tocar: atención. ¡Qué bien va este año! Atentos a la orden de tocar. Ya está fuera.

Va a dar la bendición. Tengo que estar atento a la orden de tocar.

¡Atento a la mano que bendice¡ ¡ Otro año más que me va a Bendecir!

No veo ni a Tomás ni a Antonio ni a Fernando ¿Dónde estará la mano que indicará el principio y el

ritmo del toque de oración? Ya empuja la gente ¿Está bendiciendo ya? ¿nos toca? Ya se levantan las

trompetas de los trompeteros. La gente aplaude. Una mano que Bendice y otra que ordena y miles de

manos que aplauden y los trompeteros, y…la música. Y Tú. Y siempre Tú. Allí, tranquilo, sereno

flotando sobre todos, repartiendo Bendiciones.

¡Ya está el Nazareno en la calle. Ya es Viernes Santo¡

(Toque de los trompeteros)

Hay otra forma de verlo salir: delante justo del trono que te va a llevar por las calles de nuestro pueblo.

Con una trompeta en la mano y aprisionado por los linarenses.

Los trompeteros hemos esperado, en las Ocho Puertas la llegada de la Banda. Rodeados de una

embriaguez de música y cadencia llegamos a la ya oscura plaza de San Francisco. Sintiéndonos parte

de algo importante e irrepetible. Y allí Linares. Y nuestra imposible llegada hasta tu trono, fundiéndonos

con el apretujado pueblo que te aguarda. Por fin delante.

¡Vamos a llamarlo! ¡Arriba!

Es imposible bajar las trompetas.

¡Vamos a llamarlo otra vez!

Ahí va ya Luis Rayo a llamar a la puerta de tu casa.

¡Vamos otra vez! ¡Arriba!

Se abre la puerta.

¡Ya está ahí! ¡Arriba otra vez!

No puedo seguir tocando tan seguido. La procesión es muy larga.

¡Vamos otra vez! ¡Qué más da! ¡Arriba!

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Ya te deslizas hacia nosotros. ¡Vamos arriba¡. No puedo apretar los labios. Aquí estás. Ya se oye la

Banda y las palmas de Linares. ¡Vamos arriba! Tranquilo Manolo que no terminamos. Aquí estás, tan

sereno, tan tranquilo, tan imponente, tan…Ya mueves la mano, ¡Arriba! Y el delirio, la música, le

Bendición, los empujones, las trompetas, las palmas el incienso y Tú…, tranquilo y sereno, como

siempre.

¡Qué andaluz eres aunque llegases del Norte¡

¿Cuánto te gusta este barroco que te espera en la puerta de tu casa, ¡aquí estamos otro año más.

¡Vamos otra vez! ¡Arriba! ¡Otra vez cuando levanten¡ ¡A esta es! ¡Arriba! E inicias tu paseo enfilando la

calle Peral. Rodeado de tus fieles, de la gente de tu pueblo.

Qué distinto es todo, si lo vives dentro de San Francisco.

Algunos años, algunos trompeteros hemos tenido la dicha y la suerte infinita de acompañarte, en el

interior de tu capilla, antes de salir a las calles. Yo fui uno de ellos. ¡Qué diferente es todo!. ¡Qué

silencio hay dentro! Qué recogimiento, qué serenidad, qué tranquilidad. Allí solo hay algo capaz de

captar la atención. Tú. Irradiando paz… placidez… serenidad… Los que te acompañamos,

contagiados, no tenemos prisa. Tenemos emoción contenida, pero de otro tipo. Estamos a gusto y no

tenemos prisa. Estamos muy cerca de ti, somos los privilegiados, los que gozamos de tu proximidad en

exclusiva, y … no tenemos prisa. Rezamos despacio. Llaman a la puerta. Oscuridad. Chirrían los

goznes al abrirse las puertas. Avisamos desde dentro los trompeteros. Nos contestan desde fuera las

trompetas. Y la luz. Y los linarenses. Y la música. Y sales: flotando, ingrávido, tranquilo y sereno…,

como siempre.

Tengo que confesarte algo que ya sabes: desde que soy trompetero he preferido acompañar a tu

Madre en lugar de acompañarte a Ti. Estoy seguro que lo entiendes. Desde que era niño y la veía

pasar bajo mi balcón del número 2 de la calle Argüelles, en la fría madrugada, me inspiró una gran

ternura. Tan sola, allí atrás, tan desvalida, tan “chiquitilla”.

Ya sabes que la mayoría de nuestros hermanos nazarenos y, sobre todo, la mayoría de tus hijos de

Linares quieren arroparte. Quieren ir muy cerca de ti, porque saben que lo que cargas sobre tus

hombros son sus pecados y a todos le gustaría ser tus Cirineos. Yo, sin embargo, voy junto a tu madre.

Allí atrás. Muy atrás. Desde casi no te vemos. Muy lejos del bullicio que te rodea. Siempre he querido ir

consolando a tu madre en su Mayor Dolor.

Ya sabes que sale a esperarte desde su retiro en los Juzgados, donde en la tarde del Jueves Santo,

tras verte pasar azotado y atado a una columna, su Amargura se torna en Mayor Dolor, porque ya

presiente lo que va a pasarte. Viene desde los Juzgados, porque las puertas de San Francisco, son

demasiado pequeñas para dejar salir tanta sencillez. Ella te espera detrás del tumulto, pero con los

ojos fijos en la puerta por la que tú aparecerás. Ella es una más que espera. Y, mientras lo hace,

recorre la plaza con su triste mirada, buscando alguna cara familiar, hasta que la encuentra, cuando al

otro lado ve a San Juan, al preferido, que la llama agitando una palma pero que se disculpa por no

poder llegar hasta ella. Él también espera. También detrás como uno más.

Me gusta acompañarla, porque cada vez que levanto la cabeza tropiezo con sus tristísimos ojos fijos en

mí. Agradecidos. Miramos hacia delante y allí te vemos caminar, rodeado de un prado de cabezas y

tras un bosque de capiruchos.

Levantamos los trompeteros y tocamos:

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¡Aquí viene la Madre de Aquel!. La Madre de todos

Atrás viene cansada. Despacio. Triste por su hijo y por todos nosotros.

Sus costaleros la sostienen y la ayudan a caminar despacito. Sin hacer ruido. Suavemente. Como

caminan las damas elegantes, manteniendo el tipo incluso en los momentos de Mayor Dolor. ¡Vamos a

dar un toque!, ¡Arriba!.

No os desaniméis Señora. Él sigue allí, delante. ¿Lo ves?: ahora camina. Allí, delante, marcándonos el

paso a todos. Dándonos ejemplo de sacrificio. ¡Qué fácil es seguir un camino cuando se lleva un buen

guía! Nosotros, tranquilos. Atrás. Sin perderlo de vista.

Y en estas conversaciones se nos va pasando la procesión. Y cada vez que me vuelvo: allí están sus

tristísimos ojos mirándome con agradecimiento.

Cuando la acompañé el primer año, con ilusión infantil, y fuimos dándonos ánimos mutuamente, supe,

con certeza, cuál sería mi sitio en la Procesión: Allí atrás. Donde queda poca gente. Donde no hay

empujones. Donde va la señora que mirando a los ojos de sus hijos les dice todo, y los consuela,

incluso en sus momentos de Mayor Dolor.

Todo Linares está en la calle Peral, y en la calle Argüelles. Y en la calle Espartero. Son momentos de

intensísimas emociones. De cansancio. De sueño. De frío. De nerviosismo. De incienso. De velas. De

penitentes oscuros. De músicas. De palmas. De oraciones. De lágrimas. De saetas. De Andalucía

profunda…

Quienes no creen, que oigan una saeta: el sentir de todo un pueblo en una sola garganta.

¡Qué soledad la del saetero en su balcón!

Te mira. Te pide permiso y se dirige a ti como solo Andalucía sabe hacerlo. De esa manera eterna,

emocionada y emocionante: por su profundidad, como a ti te gusta; por la evocación de las minas,

como a ti te gusta,

Ya se oyen los tres golpes,

Ya sale el Nazareno

Para dar su bendición,

ya todo el pueblo grita a voces:

¡Viva nuestro Redentor!

¡Qué fervor tiene Linares!

Cuando sales padre mío

Todo el mundo sale a verte

para hacer tu recorrido

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¿Canciones en Semana Santa?. ¿Palmas en Semana Santa?. ¿Gritos en Semana Santa?. ¿Piropos y

jaleos en Semana Santa? ¡Los andaluces no sois serios, solo pensáis en divertiros!.

En Valladolid y en Zamora sí que hay recogimiento, aquello sí que es religiosidad, los andaluces solo

piensan en divertirse, incluso en fechas tan señaladas como la Semana Santa. ¿Cuántas veces hemos

oído algo como esto?.

¿Por qué nos califican de una manera tan rápida?. Tan poco rigurosa. Tan superficial. Tú sabes mucho

de esos juicios rápidos: a ti te llevaron a la cruz solo porque no te comprendieron, por no pararse a

entenderte. ¿Verdad que a nosotros nos están haciendo algo parecido?

¡Tú sí que nos entiendes!

Por eso estamos aquí, como siempre haciendo las cosas a nuestra manera, a la manera que a ti te

gusta, porque nos conoces y nos comprendes. Porque nosotros, las gentes de Andalucía, sabemos

como tú, desde siempre, que resucitaste. ¡Por eso estamos contentos!.

Te acompañamos en los momentos difíciles, pero te guiñamos un ojo, cómplices, porque sabemos lo

que pasó después: que resucitaste. Sabemos que después de los momentos difíciles vino el premio.

Por eso te seguimos con pasión. Porque tú viniste a demostrar lo que nosotros siempre hemos intuido:

que no es triste el martirio si después viene el gozo eterno de la resurrección. Aquí, en Linares lo

sabemos muy bien. Por eso, vamos a seguir empujándote por las calles Peral y Argüelles envuelto en

música e incienso. Te seguiremos rodeando de saetas y de trompetas en la calle Espartero. Nos

seguiremos cansando contigo, y con tu madre, y no faltaremos nunca a la cita de la madrugada del

Viernes Santo.

A pesar del voto de acompañarte, y lo mismo que tus discípulos se durmieron de cansancio en el

Huerto de los Olivos, el pueblo de Linares y la mayoría de tus nazarenos te abandonan en la calle el

Tinte. Es mañana temprano. La noche ha sido larga e intensa. Hace frío y las gentes de carne y hueso,

se van a descansar. Y tus costaleros. Y tus Bandas. Y tus penitentes. Solo quedas en la compañía de

las promesas y de los linarenses de los balcones. La compañía se hace íntima y recogida en el

amanecer. Y los trompeteros hacemos sonar las trompetas, durante la larga parada, para recordarles a

todos que sigues en la calle. Que no tarden. Para recordarles a todos que la noche deja paso al día en

la calle el Tinte. Que allí se produce la metamorfosis mágica: aparecen los colores y los brillos. Los

mantos y las túnicas se hacen de terciopelo. Las flores en explosión de multicolor primavera, se tornan

rosas, u orquídeas o azucenas. Lo dorado se torna de oro. Lo plateado de plata. Lo negro se torna

morado. Y lo que fue oscuridad y velas, se torna luz y color. Y te comienzan a acompañar las

golondrinas y el sol, tras despedir a la luna. Y tú disfrutas del cambio, que te refresca. Porque tú no has

dejado para descansar la cruz que cargas. Esa que son nuestras culpas y que llevas sobre tus

hombros , como si tuvieras promesa, pero sereno y tranquilo, como siempre.

He de confesarte algo: también los trompeteros te abandonamos al final de la calle Tinte. También

estamos rotos. Nos juntamos los tres tercios para ir a desayunar. Pare reponernos y dejar que los

labios recuperen su forma, pues aún nos queda un largo camino.

Te esperamos en la calle el Pontón. En la nuestra, en la calle en la que todo lo que ocurre, es para

nosotros, para los nazarenos. Allí la procesión se recrea en sí misma.

Allí saludamos a la Banda grande, que baja majestuosa, compacta y lenta, dándose y dándonos un

concierto. ¡Qué bien suena la Banda en la calle el Pontón! Vamos a darle un toque, ¡Arriba!.

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Allí saludamos a San Juan y a sus costaleras, Aquellas que lo llevan acunado, como solo las mujeres

saben hacer: con suavidad y decisión, con fragilidad y con tesón. Vamos a tocar: ¡Arriba!. Rodeado de

verde y morado. De niños y de blanco se va San Juan. Vamos a tocar: ¡Arriba!.

Allí nos damos un baño de morado y de brillos, y de incienso, y de madera y de apreturas y de rojo, y

de ti. Radiante de sol vienes brillando, inmerso en una nube azul de incienso. Vienes, disfrutas de las

macetas de los balcones, caminando sobre los hombros de tus costaleros. ¿Has pensado alguna vez

que esos costaleros tuyos son los únicos de nuestra Semana Santa que cargan sobre sus hombros a

todo Linares en forma de trono y sobre él a ti, su alcalde eterno?. Vamos a dar un toque. Cuando

levanten. ¡Arriba! Vienes tranquilo y sereno, como siempre. Disfrutando de tu Banda chica. ¿Sabes una

cosa?: casi todos son hijos nuestros, ¡que pronto han crecido! ¡Que pronto han aprendido a

acompañarte!

¿Has visto qué entusiasmo? ¿Has visto qué resistencia?

Tambores y cornetas tocando marchas eternas. Son la Semana Santa hecha sonido. ¡Vamos a tocar!

¡Arriba!

Los del tercio de la Virgen aún permanecemos en la esquina de la calle San Francisco, esperando a tu

Madre. Ahí está ya, precedida de terciopelos morados y de capas blancas. Rodeada de primavera y de

brillos metálicos. Envuelta en música de palio. Mirándonos agradecida con sus tristísimos ojos. ¿Cómo

va? Parece que nos pregunta. Va bien, va tranquilo y sereno, como siempre. ¡Ánimo Señora!. Un toque

cuando levanten ¡Arriba!.

En el Pasaje y la Corredera, la procesión se torna desfile. Seriedad, orden, concierto, compas

equidistancia, perspectivas… La procesión se hace mayor, porque nuestros mayores dominan en las

aceras. ¡Qué bien te veo ahora caminar hacia el Paseo! Compás.

Gracia flamenca en los movimientos ¡ole! Buen paso. ¡Que bien te veo!

Señora, ¿lo ves?. Mira: por la puerta del Banco de España. Ánimo, vamos a tocar ¡Arriba!

Y el Paseo. Allí la procesión y los linarenses se hacen niños. Allí el desfile se convierte en romería y en

niños. En globos de colores y en niños. En sol y en niños. Allí el frío de la madrugada se transforma en

calor de los días espléndidos. Allí está Linares, tu Linares esperándote. Allí están sobre todo los niños.

Y sus abuelos hechos niños, y los que han vuelto desde tierras lejanas para verte llorando como niños.

Allí se conviertes en el único Cristo que camina bajo palio, pues los árboles del paseo forman uno que

te da sombra para que no sudes, quieren que estés esplendido, y sereno y tranquilo. Para que tu

pueblo te vea, te rodee, se apiñe a tu alrededor, se haga niño mientras lo bendices desde la Glorieta,

desarmando tu séquito por quienes quieren bañarse de tus bendiciones. Las Bandas no pueden

recomponer las filas para dedicarte un nuevo toque de oración. Los trompeteros intentamos llegar

hasta tu lado para saludar tu bendición. Ya no hay capiruchos. Hay que recogerse las capas. Y de

pronto, de entre el desconcierto, sobre un mar de fidelidad y emoción, como siempre, con la misma

tranquilidad y serenidad, repartes bendiciones. Tu mano vuelve a conjurar las desgracias. Los

linarenses ya sabemos que nada puede pasarnos:

nos ha bendecido el Nazareno

¿Has visto venir a tu Madre? ¿Has visto con qué emoción ha corrido hacia ti? ¿Has visto qué corto se

le ha hecho el Paseo, por verte? ¿Por mirarte a la cara mientras bendecías a tu gente?

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¡Qué tranquila se ha quedado! ¡Qué tranquilos todos! ¡Qué extraña sensación de fuerza interior nos

has hecho poseer, con solo mover una mano! Qué tranquilidad y serenidad nos invade a todos. Ya no

hay prisa. Ya todo está próximo a terminar.

Vamos hacia la Corredera y hacia la Tribuna. Nos volvemos a transformar en desfile. Nos miramos

todos de reojo. Cuidado. Que todo salga bien. No importa la larga noche de espera. Ni la madrugada

eterna. Ni la mañana, ni el propio día. No importan las emociones que nos han inundado, ni las dudas

que hemos tenido, ni los consuelos, ni, los desconsuelos. No importan las ganas de llorar reprimidas, ni

los llantos, ni las saetas, ni las promesas, ni el cansancio. ¡Aquí está el Nazareno y su compañía!.

Todos tranquilos y serenos, como siempre. Ingrávidos, sin prisa, tranquilos porque ya está saliendo la

Expiración.

Desde la tribuna estás viendo lo que te aguarda. Ese es el amargo cáliz que te estaba reservado.

Juan te espera. Tu madre se adelanta. Te flanquean. Los trompeteros y tus penitentes y tus Bandas te

rodeamos. Y Linares ahí. Todo apoyándote, para que no desfallezcas al final. Todo juntos rodeándote,

al unísono, en gozosa explosión te llevamos en volandas hasta tu casa. Te animamos hasta el final.

Todos rotos, todos emocionados. Ya se han mezclado los lugares. Ya se ha desintegrado una vez más

tu procesión. Y, de pronto te vuelves, nos miras a todos y, sereno y tranquilo como siempre, nos

bendices de nuevo.

Y estalla de nuevo el entusiasmo. Porque ya tenemos todos la certeza de que vas a resucitar.

Pero por encima de todos, es tu Madre la que más se alegra. Sabe que lo sabes y corre llena de

Esperanza hacia su patio del Juzgado, pues quiere arreglarse para el Domingo. Llora a raudales, pero

la visión del Domingo le permitirá soportar la larga tarde aún te aguarda a Ti.

Pero ella sabe como sabemos los andaluces, que el Domingo resucitarás y que todo tu sufrimiento no

habrá sido en vano. Sabemos que el Domingo empieza la eternidad y que tú nos has marcado el

camino

¿Y pretenden que estemos tristes …?

En Linares, Marzo, 1.998.

Juan Carlos Trujillo García.