importancia del hoy
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Tema de exposición del Curso Aprender a Desaprender para Aprender de mi AutoriaTRANSCRIPT
Importancia del Hoy… en la Inmediatez del Ahorita
El Factor de Tiempo Existencial
Todo cuanto es, está en el tiempo. Pero no
todo cuanto es tiene conciencia del tiempo. Estar
en el tiempo y no tener conciencia del mismo,
equivale a ser sin saber que se es.
Cuando nacemos, somos y tenemos vida. Pero no tenemos conciencia de
una cosa, ni de la otra. La conciencia de sí mismo, cada hombre la descubre más
tarde, en la comunidad de otros prójimos, que por tal es convivencia y reciprocidad.
Por formar parte de esa comunidad, el hombre puede llegar a saber de su ser y del
de los otros seres. (oportunidad del Ego para poner la Trampa);Lo más curioso es
que la conciencia de sí mismo la adquiere por integrar la comunidad y por descubrir
el ser de otros, antes que el propio; en una inconciencia del verdadero sentido
existencial del Ser Interior.
Todo cuanto venimos descubriendo,
transcurre. No son fenómenos estáticos que se
dan de una sola y única vez. Ser y saber que
se es, se dan y sobreviven en el tiempo (solo
existe una realidad existencial, somos eternos,
somos substancia en un contenido o recipiente
temporal, ante tiempo lugar y circunstancia; por
voluntad). Las cosas están en el entre tejido del
tiempo espacial.
En este universo, todo cambia.
Nada es de una manera y para siempre.
El hombre es el único que toma
conciencia del tiempo, y de los cambios
en el tiempo. Puede comprender que todo
cambia. Cuando el hombre comprende
que transcurre, ha asumido conciencia
del tiempo. Así es, y aunque quisiera,
jamás podría evitar está realidad
esencial. A medida que va viviendo,
detecta que el tiempo se le manifiesta de
tres maneras. El tiempo que fue: pasado.
El tiempo que es: Presente. El
tiempo que aún no es: futuro. El
Pasado, es irrecuperable e
inmodificable. El presente es vivencia
fugaz, pero intensa conciencia
palpitante. El Futuro, una posibilidad
hacia la que nos proyectamos desde
el presente, con la fuerza del pasado,
con la expectativa que llegue a ser, y
con la esperanza que sea como lo
imaginan nuestros sueños y nuestra
fe.
El presente es el punto de inflexión del tiempo. Es el único escenario en que
vivimos el tiempo. Inclusive, la recordación del pasado y la confianza en el futuro.
Por la memoria, recordamos parte del pasado, y desde la perspectiva que lo
apreciamos hoy. Con todo nuestro ser, vibramos y tomamos conciencia del
presente. Por la imaginación, nos proyectamos hacia el porvenir. En el presente,
sentimos que lo que fue ya fue. Nunca más será. La nostalgia o el olvido son
nuestras actitudes ante el pasado que no retornará.
El pasado que se recuerda es inmensamente menor que el que yace en el
olvido. En la historia de la humanidad, es mucho más lo que ha quedado en el olvido
que lo que permanece en el recuerdo. Recordar es rescatar apenas algo de lo que
fue y que nadie recordará totalmente.
En el presente, podemos llegar a comprender que, en su fugacidad, está el
puente existencial, que debemos asumir como tal. Esto es: la memoria del pasado,
donde están las raíces, unas veces muertas, otras latentes, otras vivientes. Es
asumir la intensidad del tiempo, que vivenciamos aquí y ahora. Es la capacidad de
dirigirnos al tiempo aún no vivido, hacia el que nos proyectamos y al que destinamos
nuestros proyectos. El presente tiene una tarea, que es misión trascendente:
entender el papel e importancia del pasado. Vivir intensamente y entender el
significado del presente, y fundamentalmente, no desperdiciarlo. Preparar el futuro
con optimismo, pero cuidando las previas etapas del tiempo, y comprendiendo
algunas verdades fundamentales.
El futuro nunca lo vivimos como tal. Si llega, y cuando llegare, dejará de serlo.
Será el presente del mañana. Casi siempre, si llega y cuando llega, será distinto a
como lo hemos imaginado en aquel presente en que lo pensamos. Pese a sus
frecuentes pretensiones, al hombre se le ha dado el don de pensar el tiempo, pero
no ser su soberano total.
El único momento del tiempo en el cual
puede ejercer real soberanía, es el presente.
No puede cambiar el pasado, ni imponer el
futuro o saber de antemano como será. El
tiempo, al manifestarse en el ser, tiene valor.
Tiene significado. Y como tal, tiene sentido.
Sentido quiere decir a la vez, valor y
dirección. Al tiempo, debemos respetarlo y
cuidarlo como un precioso don. El tiempo se
dirige siempre hacia adelante. Nos proyecta
hacia un permanente enigma, mientras
vivimos.
El sentido subjetivo del tiempo hace que
tengamos una noción del pasado, del
presente y del futuro. Cuando hablamos de
la importancia de un factor de tiempo
tenemos que resaltar una verdadera
cosmovisión de la naturaleza misma del
impacto en la vida cotidiana de todo ser.
Ya que dependiendo del sentido espacial dimensional que se encuentre su
percepción será el tipo de eventos almacenados con una carga especifica de
procesos internos como ideales, emociones, experiencias, programas conductuales
y creencias que albergara ese ser dentro de sí; y así vivirá.
El factor tiempo lo utilizamos para entender el curso y la duración de los
acontecimientos, situarlos en su momento y generar expectativas sobre ellos. Es un
sentido espacial que se desarrolla en nuestra mente que nos sirve también para
cosas como apreciar la velocidad de lo que se mueve, valorar el tamaño de un objeto
cuando lo exploramos por el tacto, o ejercer la prosodia, el mensaje emocional que
va en la entonación y el curso de las palabras habladas y acontecimientos del diario
vivir.
Este factor de tiempo estimula nuestra sensibilidad para percibir y responder
al tiempo está implicada también en tareas mentales complejas, como atender a lo
que pasa, pensar para solucionar problemas o tomar decisiones, planificar
cuestiones de otro tipo espacial como el futuro o incluso entender las mentes ajenas.
La percepción subjetiva que tenemos
del tiempo es influenciada por muchos
factores externos e internos a nuestro
organismo. El tiempo vuela cuando lo
estamos pasando bien, cuando nos gusta lo
que hacemos, cuando estamos motivados,
cuando lo que hacemos es novedoso o
cuando estamos ocupados.
Las experiencias previas también influyen en nuestra percepción del tiempo.
Eso es lo que ocurre cuando, por ejemplo, una película nos parece más corta al
verla por segunda vez. Contrariamente, el tiempo pasa más lentamente, es decir,
se nos hace más largo, cuando lo estamos pasando mal, cuando esperamos con
impaciencia, cuando tenemos prisas, cuando estamos enfermos, cuando nos duele
algo o cuando estamos cansados o incómodos. Se nos hace asimismo eterno
cuando llevamos una carga pesada encima y, sobre todo, cuando estamos en
peligro.
Nuestra percepción subjetiva del
tiempo depende mucho de la situación
emocional en que nos encontremos. Si
estamos emocionados nos equivocamos
mucho al valorar el tiempo transcurrido.
Eso es lo que pasa cuando llega por fin la
persona o la noticia ansiosamente
esperada y sentimos que la hemos
esperado una eternidad, cuando en
realidad fue mucho menos tiempo. Del
mismo modo, si tenemos prisa sentimos
que el autobús tarda mucho más en llegar
y que el semáforo está mucho más tiempo
en rojo. Cuando estamos disgustados el
tiempo pasa también con más lentitud.
Buena parte de las percepciones que tenemos son posibles gracias a
receptores especializados de nuestro organismo que captan los estímulos
correspondientes y los convierten en señales eléctricas que envían al cerebro.
Pero es bien cierto que todos tenemos un sentido del paso del tiempo que
nos hace distinguir muy bien lo que pasó hace años o días de lo que pasó hace un
rato o acaba de suceder. Precisamos más todavía, pues podemos distinguir minutos
de segundos y éstos de milisegundos.
Nuestro cerebro tiene relojes biológicos, como el núcleo supraquiasmático
del hipotálamo o la glándula pineal, que controlan los ciclos de sueño y vigilia y la
producción de hormonas y neurotransmisores que influyen en nuestra fisiología y
comportamiento. Pero esas estructuras, aunque colaboran, no son las encargadas
de percibir el tiempo subjetivo.
Una clave para descubrirlo la tenemos en los
diferentes sentidos, pues el tiempo que percibimos tiene
mucho que ver con ellos. Por ejemplo, evaluamos con
más precisión lo que dura un sonido que lo que dura una
imagen visual o un estímulo olfatorio. Lo cual no es
extraño, pues, por su naturaleza, el sistema auditivo es
el sistema sensorial humano con más especialización y
capacidad para percibir el tiempo. Pero la evaluación del
tiempo transcurrido es siempre mejor cuando
combinamos diferentes modalidades sensoriales.
Nuestra capacidad para formar recuerdos es otro componente esencial de la
percepción del tiempo, pues la memoria es siempre necesaria para medirlo. Una de
las cosas que pierden los enfermos amnésicos es precisamente capacidad para
percibir el tiempo, tanto de periodos cortos como largos del mismo.
Todo ello nos hace pensar que en el cerebro humano no existe un único reloj
biológico que marque el tiempo subjetivo, sino quizá diferentes relojes que incluso
pueden no estar sincronizados. De hecho, son muchas las partes del mismo que
han sido involucradas en la percepción del tiempo. Entre ellas podemos citar,
además de las cortezas auditiva y visual, la corteza prefrontal, los ganglios basales
e incluso el cerebelo. Una amplia red de neuronas podría estar entonces implicada
en la percepción subjetiva del tiempo.
Los niños de menos de ocho años
tienen una precisión temporal pobre, debido
probablemente a falta de madurez de los
circuitos neuronales que lo permiten, y al
llegar la vejez hay también cambios
neuronales que hacen que los marcadores
internos se enlentezcan haciendo que el
tiempo subjetivo pase más rápido. Es
entonces cuando los años se hacen cortos y
la vida en general va más deprisa.
Las observaciones y razonamientos anteriores nos ayudan a comprender el valor
que tiene la percepción del tiempo en nuestras vidas. Es por ello que controlar los
factores que influyen en esa percepción resulta muy importante para nuestra salud.
Como muy bien ha explicado el profesor Ramón Bayés (El reloj emocional;
Barcelona: Alienta Ed. 2007), gestionar el tiempo interior, es decir, el que
apreciamos subjetivamente, es algo muy importante para conseguir bienestar.
El tiempo que percibimos no siempre coincide con el deseado. A veces
queremos que corra y en muchas ocasiones desearíamos detenerlo. Conocer sus
características y razonar sobre los factores que determinan el tiempo subjetivo
puede ayudarnos a equiparar el tiempo que sentimos con el esperado, o a modificar
nuestro sentimiento para adaptarlo al tiempo objetivo, al que marcan los relojes.
Cuando no es así se disparan los sistemas emocionales del cerebro y si ello perdura
se genera un estado de estrés que perjudica nuestra salud.
Hay que recordar que en situaciones de estrés las glándulas suprarrenales
liberan hormonas como el cortisol que dañan el organismo ya que pueden producir
alteraciones cardiovasculares, depresión del sistema inmunológico y muerte de
neuronas en el cerebro. En general no es bueno estar muy pendientes del tiempo.
El trabajo a destajo o contrarreloj es un buen ejemplo, pues cuando se
perpetúa puede acabar castigando al organismo y debilitando la salud somática y
mental de quien lo realiza. Controlar nuestros tiempos o, por lo menos, tener la
sensación de que los controlamos, es un factor clave del bienestar somático y
mental de las personas.
Para el hombre que está aún consciente, su último momento es su póstumo
presente. Para quien sigue vivo, pero sin conciencia, su último presente se anticipó
en el tiempo a su momento final como ser vivo.
Cuando se pierde conciencia del tiempo, el alma ha quedado sin vida. El
cuerpo seguirá su destino biológico, pero sólo otros podrán saber que ha
pertenecido a alguien, cuya alma hace tiempo dejó de estar vigente.
Recordar, vivir y soñar son rostros diferentes de la misma vida en el tiempo.
Cobran distintas intensidades y trascendencias, según las viva cada quien. Vida y
tiempo se tornan en historia única, en la inconfundible e irrepetible existencia de
toda persona.
Toda persona tiene sus propio Sentidos
Dimensionales de su Existencia. Es la combinación
inigualable de factores físicos, biológicos, sociales, y
espirituales, que la convierten en un ser único e
irrepetible. Conforman la circunstancia única de
cada persona. En la persona humana, identidad y
unicidad son como sinónimos. Por su identidad,
podemos identificar a cada persona. La distinguimos de
toda otra persona. Su rostro inconfundible simboliza el carácter y el destino singular
de cada ser humano. Lo único igual entre las personas, es el misterio que nos torna
desiguales. La identidad personal es la misma desde el nacimiento hasta la muerte.
Pese a su permanencia, va cambiando en el decurso del tiempo de cada existencia.
El tiempo de cada uno es exclusivamente personal. Nunca hay dos tiempos
iguales. Se lo vive desde el centro de la conciencia. Una de las peores desgracias
es vivir habiendo perdido la conciencia de la propia identidad. En suma: identidad
humana es lo que permanece en el tiempo, pese al cambiante devenir personal y
temporal. El tiempo, en la existencia, lleva nombre y apellido.
En la vida efectiva, la temporalidad pesa sobre nosotros en su plenitud fugaz.
Con el aburrimiento, la sorpresa o el júbilo, adquirimos clara conciencia del «ahora».
Lo mismo acontece con el temor y la esperanza de lo que «será» y con la nostalgia
y el arrepentimiento de lo que fue».
En la vida intelectual, en cambio, el
momento presente palidece y pierde su
consistencia temporal. El ejercicio del
pensamiento discursivo desvincula el alma del
inmediato y concreto acaecer, para ligarla con la
intemporal, con lo idéntico, con lo invariable.
En la vida volitiva, la conducta prefijada hace perder al tiempo su novedad y
sabor virginal. Pero si en uso de la libertad la voluntad se convierte en acción
creadora, la existencia se siente cumplida y el tiempo se vuelve plenitud.
El abandono y las prisas son las formas de la
temporalidad vulgar. El sibarita huye de todo esfuerzo
-sobre todo si es penoso- y se esclaviza al ritmo de su
pasión que oscila entre el deseo y el hartazgo. O se
entrega, negligente, al fluir de las tentaciones, o se
agita desordenadamente por el ansia de placeres.
Cada existencia concreta se desenvuelve en una situación también concreta.
Al lado de situaciones continuas y objetivas, tenemos situaciones cambiantes y
subjetivas. Y si bien es cierto que las situaciones vitales influyen sobre el hombre,
no lo es menos que el hombre reobra sobre su situación
«Las situaciones -afirma el pensador peruano Honorio Delgado- constituyen
lo que puede llamarse la trama dramática de la temporalidad humana. Toda
situación vivida encauza de algún modo la continuidad anímica, insertándola en la
sucesión de los hechos del mundo y despertando resonancias y movimientos
especiales en la intimidad personal. El conjunto vicisitudinario de las situaciones
fluye en un horizonte mudadizo, representado tanto por el escenario objetivo
cuanto por el fondo del mundo subjetivo».
Además de mi «tiempo inmanente» que vivo en cualquier instante de una
manera íntima y más o menos adjunta a todo fenómeno psicológico, tengo
conciencia de codevenir con el proceso de la naturaleza y de los demás seres
particulares. En esta forma se articula el tiempo anímico del yo con el tiempo físico,
con el tiempo fisiológico, con el tiempo histórico, etc. Pero en este sincronismo
vivido, el tiempo «inmanente» -usando los términos introducidos por Hönigswald- lo
vivimos de manera primaria, mientras que el tiempo «transeúnte» u objetivo (métrico
y del mundo) lo vivimos de manera secundaria.
Normalmente, el niño vive en la
plenitud del presente, sin recuerdos y sin
proyectos que le enturbien el instante
actual. El joven vive tan esperanzado en el
futuro que descuida el presente y no presta
atención al pasado. A medida que el hombre
progresa en edad y disminuyen las
expectativas del porvenir, aumenta la importancia
e idealización del pasado. «La más profunda tragedia de la existencia humana -
asegura Berdiaeff- reside en que el acto realizado en el instante presente nos liga
para el porvenir, para toda la vida, tal vez para la eternidad. ¡Aterradora objetivación
del acto consumado, que por sí mismo no tiene a la vista está objetivación! Es el
problema del destino proyectado al porvenir».
“Frente a este grave problema del tiempo subjetivo temporal para nuestra
mente y sentir, debe prevalecer la actitud más valiente y valiosa, que es asumir
con plena responsabilidad la carrera de la vida, conllevando los sacrificios
inherentes al cumplimiento de nuestra más alta y genuina vocación de nuestro ser
interior (Alma) que es vivir, gozando, aprendiendo con entendimiento y amando, el
tiempo presente en la inmediatez del ahorita; solo así perpetuamos ese momento
como «un momento eterno»”. El Despertar del Ser Interior. LFVA
Cuando entendemos y
asumimos el tiempo, en la intensidad
del presente, valorado y respetado,
aparece muchas veces un “llamado”.
Entonces, el momento presente se
torna instante. El momento, lo registra
el reloj. El instante, lo supera y
trasciende. Está envuelto en misterio.
El instante es el engarce del tiempo con
la eternidad. El tiempo emana de lo
eterno. Lo eterno lo acompaña
mientras transcurre. Pero se manifiesta
sin saber cuándo, ni cómo. Es la
revelación inesperada del mensaje. Es
preciso estar atento para captarlo. Hay que asumirlo, para tratar de descubrir su
significado. El mensaje siempre se dirige a alguien concreto. Puede asumirlo o no.
Es una opción de su condición libre. Las consecuencias no son las mismas. Cada
opción genera sus propias consecuencias. Como enseñó Martin Buber, “cuando se
asume el instante, no seguimos siendo como éramos antes de él”. Se produce, por
esta decisión, un cambio trascendente.
El mensaje eterno, asumido en el
tiempo personal, transforma el sentido
de la existencia. A pesar de su fugaz
presencia, el instante trascendente,
cambia y otorga nuevo sentido a nuestra
vida.
En el Hoy, Es Despertar a una
Consciencia Vivida, real y tangible en
todas las dimensiones ya que está integrado; La conciencia y el sentido del tiempo
abrirán desde ahora nuevos rumbos. El ser humano asediado por la incertidumbre,
sentirá mayor seguridad y plenitud por haber asumido el riesgo de haber escuchado
el mensaje y haberse unido a su destino.
Que es Vivir Consciente
Unificado e Integrado en Plenitud de
sus Dones, Cualidades y Virtudes a
la fuente en toda su Omnipresencia
en la Inmediatez del Ahorita.
Nacemos con un Abanico de
Aptitudes, muchas de las cuales ni
siquiera sabemos que tenemos…
Pero provisto de todo para esta
experiencia consciente y nuevo
camino.
La vida es una sucesión de momentos… Depende de ti como las Vivas
Hazlo conscientemente en el Ahorita
Luis Fernando Vargas Argaez