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1 INDICE I. FILOSOFIA DEL ESPIRITU Y CIENCIAS DEL ESPIRITU, CIENCIAS CULTURALES Y CIENCIAS SOCIALES II. EL METHODENSTREIT: GUSTAV VON SCHMOLLER VERSUS CARL MENGER. 1. La Escuela Histórica Alemana de la Economía hasta el Methodenstreit. 2. Las cuestiones disputadas en el Methodenstreit. 3. Carl Menger: del Methodenstreit al marginalismo. III. DESARROLLOS Y SÍNTESIS. 1. Ludwig von Mises y Friedrich Augustus von Hayek. 2. La “Economía Social del Mercado” (Soziale Marktwirtschaft). 3. La “Economía Etica” (Ethischen Ökonomie) de Peter Koslowski. CONCLUSIÓN: LA ECONOMÍA COMO CIENCIA SOCIAL. BIBLIOGRAFIA NOTA BIOGRAFICA

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INDICE I. FILOSOFIA DEL ESPIRITU Y CIENCIAS DEL ESPIRITU, CIENCIAS CULTURALES Y CIENCIAS SOCIALES II. EL METHODENSTREIT: GUSTAV VON SCHMOLLER VERSUS CARL MENGER. 1. La Escuela Histór ica Alemana de la Economía hasta el Methodenstreit . 2. Las cuest iones disputadas en el Methodenstreit . 3. Car l Menger: del Methodenstreit al marginal ismo. III. DESARROLLOS Y SÍNTESIS. 1. Ludwig von Mises y Fr iedr ich Augustus von Hayek. 2. La “Economía Social del Mercado” (Soziale Marktwirtschaft). 3. La “Economía Et ica” (Ethischen Ökonomie) de Peter Koslowski. CONCLUSIÓN: LA ECONOMÍA COMO CIENCIA SOCIAL. BIBLIOGRAFIA NOTA BIOGRAFICA

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I. FILOSOFIA DEL ESPIRITU Y CIENCIAS DEL ESPIRITU, CIENCIAS CULTURALES Y CIENCIAS SOCIALES Un acercamiento exclusivamente metodológico a la F i losof ía de la Economía -caracter íst ico de la tradic ión angloamericana- ha revelado unas cuantas def ic iencias fundamentales que la tornan improseguible. Hay todo un conjunto de autores que, s in l legar a consumar un cisma con el ampl io espectro de la “escuela económica establecida”, no obstante, s í que propugnan unas doctr inas que podr ían cal i f icarse, como mínimo, de “herét icas”. Incluimos en esta l ista a economistas como Thorstein Veblen, Frank Knight o Gunnar Myrdal. Veblen se rebela contra el indiv idual ismo metodológico acr í t icamente aceptado en la c iencia económica y en su lugar propone -en cuanto fundador del “Inst i tucional ismo”- una v is ión más “hol ista”; es decir , una consideración del “ fenómeno económico” como comportamiento humano, comprensib le sólo a partir de su contexto social pecul iar. Knight lucha contra los determinismos f ís icos e ideológicos operantes en las concepciones v igentes de la act iv idad económica y re iv indica un espacio para la l ibertad indiv idual, creadora de valores. Myrdal denuncia la falsedad de la aparente “neutral idad” u “objet iv idad” del sabereconómico y aboga por la admisión o el reconocimiento expl íci to, en toda circunstancia, de su v inculación con una postura pol í t ica determinada. Estas voces d iscordantes parecen exig ir la rest i tución de un rasgo importantís imo de la c iencia económica, su carácter de una discip l ina humana, social , moral, cultural , pol í t ica e histór ica. Precisamente estas notas forman la c lave en la cual s iempre se ha cult ivado el saber económico en el ámbito austro- germánico. Un acceso directo al problema de la F i losof ía de la Economía en el contexto austro-germánico en cuanto ref lex ión sobre la Economía como “Ciencia Social” ser ía e l estudio del Met- hodenstreit (“conf l icto de métodos”). Este s ingular debate se l ibró part icularmente entre Gustav von Schmol ler, representante de la Escuela Histór ica Alemana, por un lado, y Car l Menger, de la Escuela Austr íaca, por otro. Mas nos parece conveniente indagar antes sobre el Begr i f fsgeschichte de la misma “c iencia social”, que al ser poco confuso puede ser or igen, a su vez, de otras equivocaciones. Nos moveremos preferentemente dentro de la tradic ión alemana, e ludiendo las pecul iares di f icultades de las Sciences Morales,

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Pol i t iques et Sociales francesas, por una parte, y las de la Moral Phi losophy ( integrada por la ét ica, la economía y la pol í t ica) escocesa y br i tánica, por otra. Los antecedentes remotos de la noción de una “ciencia social” por contraposic ión a la de una “ciencia natural o f ís ica” podr ían si tuarse en la separación neta que estableció Kant entre la esfera de la l ibertad y la esfera de la naturaleza, como los objetos respect ivos de aquél las. Ya en la “Cr ít ica de la Razón Pura” el f i lósofo de Königsberg esboza su noción de la l ibertad trascendental que reclama para s í un reino independiente de toda causal idad natural , f ís ica biológica, psicológica e incluso “sociológica”: es exactamente el campo de la moral, del derecho y de la re l ig ión “puras”. En la “Cr ít ica de la Razón Práct ica” así como en la “Metaf ís ica de las Costumbres” expl ica un concepto más acabado de la l ibertad como “autonomía de la voluntad”, reconociendo expl íc i tamente su inspiración rusoniana (el f i lósofo ginebr ino concibe la l ibertad en “El Contrato Social” como la obediencia a la ley autoimpuesta). La “c iencia social” kantiana es, por tanto, una “ lóg ica de la l ibertad”; es el saber que regula aquel las act iv idades en las que el hombre se muestra propiamente como el ser l ibre y racional que es, con independencia de su condic ión mater ial y hasta de sus determi- naciones histór ico-cul turales (en cuanto que éstas no son fruto de su querer absoluto). Es todo lo contrar io a la “c iencia natural” o “ lógica de la necesidad”, donde el hombre se comporta como un objeto mater ia l , sujeto a las fuerzas f ís icas, a sus impulsos psicológicos y a las costumbres c iudadanas prevalentes. Hegel contr ibuye a la formación del concepto de “ciencia social” mediante su exposic ión sobre el “Espír i tu Objet ivo”. Este representa el término medio entre el “Espír i tu Subjet ivo” ( la Naturaleza) y e l “Espír i tu Absoluto” (el ámbito del arte, de la re l ig ión y de la f i losof ía) por donde pasa la Razón en la conquista dialéct ica de su autoconciencia plena. En la medida en que, según el s istema hegel iano, toda ciencia culmina en y propiamente es f i losof ía, cabría hablar ahora de una “F i losof ía del Espír i tu”. Los lugares donde encontramos la doctr ina hegel iana acerca del “Espír i tu Objet ivo” son en algunos párrafos de la “Encic lopedia”, en los apuntes sobre la “F i losof ía de la Histor ia” publ icados póstumamente, en algún capítu lo de la “Fenomenología del Espír i tu” que resume el contenido del anter ior, y en la “F i losof ía del Derecho”, que representa su

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formulación más madura. E l “Espír i tu Objet ivo” pasa por tres momentos: e l del derecho (Recht), e l de la moral idad (Moral i tät) y e l de la et ic idad (Sitt l ichkeit). En la esfera del derecho, e l hombre se muestra como persona, es decir , como sujeto de derechos y deberes, en contraste con las cosas naturales que no exhiben ni los unos n i los otros. En v irtud de su ser persona, e l hombre es capaz de adquir ir propiedades, de entrar en contratos con otras personas y de ser sujeto pasivo de cast igo, en caso de que no respete dichas propiedades o contratos. En la esfera de la moral idad, e l hombre se comporta no ya como una persona legal y abstracta, s ino como un sujeto dotado de conciencia, capacidad decisor ia e intenciones indiv iduales. Se pone mayor énfasis en los deberes part iculares que en los derechos surgidos de la voluntad universal. Por últ imo, en la esfera de la et ic idad, la conciencia indiv idual encuentra su pleni f icación a l insertarse en el “espír i tu del pueblo” (Volksgeist) . La et ic idad a su vez progresa mediante tres fases: la de la famil ia, la de la sociedad civ i l y la del Estado. La famil ia representa una unión puramente sentimental; mientras que la sociedad civ i l , una unión de intereses puramente indiv iduales como la sat isfacción de las necesidades básicas y la garantía del b ienestar de los c iudadanos. Sólo al f inal adviene el Estado, como la sustancia ét ica por excelencia, donde se reconci l ian la Razón abstracta y universal con la Voluntad concreta e indiv idual, los sentimientos famil iares con los intereses societales, la necesidad de la ley con la l ibertad de la conciencia: es la encarnación de Dios en el mundo; y por eso, la f i losof ía social hegel iana puede l lamarse con propiedad una “teodicea del Estado”. En los escr i tos hegel ianos acerca del “Espír itu Objet ivo” hal lamos referencias profusas a fenómenos y act iv idades económicas — por ejemplo, ref lex iones sobre el derecho a la propiedad, la l ibertad de los contratos, la composic ión de la sociedad en los estamentos (Stände) agrar io, burgués y el funcionar iado, e l ideal de la l ibre acción empresar ial , etc.— pero s iempre están hechas desde el punto de v ista pol í t ico. Aunque Hegel sea un buen conocedor de las doctr inas de la economía pol í t ica br i tánica (en part icular, de las de James Steuart y de Adam Smith), no podr íamos af irmar que tuviera propiamente una “ciencia económica” alguna. Al menos, nunca la ha cult ivado como una “ciencia autónoma”, al margen, no sólo de la pol í t ica y del derecho,

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sino también de la f i losof ía y de la histor ia como “saber absoluto y universal”. Para Hegel no hay verdadera c iencia que no sea “universal y absoluta”, es decir , “ f i losóf ica”; y por tanto, la “ f i losof ía del Espír i tu Objet ivo” -el correlato de la “c iencia social”, objeto de nuestra indagación- no puede ser s ino una mera fase dialéct ica entre el “Espír i tu Subjet ivo” que se manif iesta en la Naturaleza (y su correspondiente “c iencia natural”) y e l “Espír i tu Absoluto” que se revela consumadamente en la F i losof ía. Las impl icaciones de las enseñanzas hegel ianas para lo que ahora denominamos las “c iencias sociales” han sido recogidas y desa- rrol ladas por la corr iente histor ic ista a lemana, sobre todo, por Wi lhelm Di l they. Los personajes de este movimiento, como Wilhelm Windelband y Heinr ich Rickert, además de su in ic iador, e l propio Di l they, son todos contemporáneos de los protagonistas del Methodenstreit , von Schmol ler y Menger. Este hecho convierte a los doctr inas histor ic istas en algo especialmente s igni f icat ivo para e l tema que estamos intentando esclarecer , a saber, la concepción de la economía como ciencia social en la tradic ión austr íaco-alemana. E l h istor ic ismo comienza con la separación entre la h istor ia y la naturaleza como objetos de t ipos de conocimiento especí f icos. (Aquí se reconoce deudor tanto del kantismo como del hegel ianismo.) E l conocimiento histór ico -protot ipo de la “c iencia social”- mira la indiv idual idad de los productos de la cultura humana, como los mitos, las leyes, las costumbres, las obras de arte, los valores, las f i losof ías, etc. E l conocimiento natural , por otra parte, se f i ja en el carácter uniforme y repetib le de los fenómenos f ís icos. Los métodos propios de cada uno son, para el conocimiento histór ico, la comprensión (verstehen), y para el conocimiento natural , la expl icación (erk lären). Di l they expone su pecul iar noción de las “c iencias del espír i tu” (Geisteswissenschaften) en la obra “Introducción a las Ciencias de l Espír i tu”, fechada en el 1883. Al pr incip io, real iza una cr í t ica contra la f i losof ía de la histor ia hegel iana, la cual acusa de haber reducido el mundo histór ico-humano a mera naturaleza con su esquema causal determinista. Reiv indica la separación tajante entre las “c iencias de la naturaleza” y las “c iencias del espír i tu” en v irtud de su objeto, método y categor ías de ju ic io. Las “c iencias de la naturaleza” t ienen por objeto los fenómenos

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exter iores al hombre; las “c iencias del espír i tu”, e l mundo de las re laciones entre indiv iduos, los s istemas culturales y sociales histór icos. Las “c iencias de la naturaleza” s iguen el método de la observación externa; las “c iencias del espír i tu”, la observación interna o conciencia inmediata completada por la reconstrucción inter ior o re-vivencia de los fenómenos. Las “c iencias de la naturaleza” enjuic ian su objeto según la categor ía de la causal idad; las “c iencias del espír i tu”, según la categor ía de valor, f inal idad y s igni f icado. Las “c iencias del espír i tu” s iempre l levan aneja su propia teor ía de los valores o axiología. La modif icación que introduce Windelband en “Histor ia y Ciencia Natural” (1894) al pensamiento de Di l they está en establecer la d ist inción entre la c iencias exclusivamente en razón de su método. Las “c iencias nomotét icas” tratan de determinar las leyes generales que expresan las regular idades propias de los fenómenos; mientras que las “c iencias id iográf icas” centran su atención en el fenómeno singular, procurando comprender su especi f ic idad e indiv idual idad. Ambos métodos según Windelband pueden apl icarse al estudio de un mismo objeto. R ickert en “Los l ímites de la formación de los conceptos c ient í f icos” (1896-1902) s igue a Windelband en su dist inción de las c iencias y abunda en la importancia de los “valores culturales” (Kulturwerte) como objeto propio de la c iencia h istór ica-id iográf ica. Sólo por referencia a valores culturales s ingulares se pueden comprender los fenómenos histór icos y humanos. Como no nos interesa conocer los antecedentes histór icos del Methodenstreit por un supuesto valor que tengan en sí mismos, s ino en cuanto que nos puedan faci l i tar la comprensión de los términos del d icho conf l icto, acudamos ahora a un autor cronológicamente poster ior pero cuyo p lanteamiento de las ”c iencias sociales” resulta muy esclarecedor: Max Weber. Weber recib ió una ampl ia formación en las denominadas “c iencias del Estado” (Staatswissenschaften) como e l derecho, la economía, la h istor ia y la f i losof ía en las universidades de Heidelberg y Estrasburgo. En el campo de la economía, era un alumno directo de Gustav von Schmol ler, e l abanderado de la nueva generación de la Escuela Histór ica. Al formular, más tarde, su propio pensamiento en esta mater ia, re iv indicar ía la autonomía de la c iencia económica con respecto a ent idades cuasimetaf ís icas como el h ipotét ico “espír i tu del pueblo”

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(Volksgeist) . Aquí se enfrenta no sólo a las doctr inas de Roscher, Knies y Hi ldebrandt de la ant igua Escuela Histór ica, s ino también a la cosi f icación di l theyana del “Espír i tu Objet ivo” de Hegel. Recoge la d ist inción establecida por Windelband entre el método general izante de las “c iencias nomotét icas” y el método indiv idual izante de las “c iencias id iográf icas”; así como la propuesta de Rickert de un “pol i te ísmo de los valores”. Muchas de las obras de Weber han sido reunidas, organizadas y publ icadas después de su muerte. Las más destacables para nuestros propósitos son: “La cognosci t iva de la c iencia social y de la pol í t ica socia l” (1904), “Estudios cr í t icos alrededor de la lógica de las c iencias sociales” (1906) y “El s igni f icado de la objet iv idad de las c iencias sociales y económicas” (1917). Estos escr i tos le han ganado a Weber la fama, sobre todo, de ser un “metodólogo” — en el sent ido de la “teor ía de la c iencia” (Wissenschafts lehre)- de las c iencias sociales. ¿Cuáles son los saberes que const i tuyen las “c iencias sociales” (Sozialwissenschaften)? Además del derecho, la economía, la f i losof ía y la h istor ia - la pol í t ica para él parece tener una acepción eminentemente práct ica- habr ía que inclu ir la sociología. Las “c iencias sociales” buscan la comprensión de las real idades externas al hombre, pertenecientes al mundo mater ial , a la luz de su sentido, propio del ámbito cultural . La comprensión en real idad hace de puente entre el mundo natural de real idades mater iales y el mundo cultural de real idades espir i tuales. La histor ia y la sociología representan, senci l lamente, grados di ferentes de abstracción del sent ido: la h istor ia se f i ja en el sent ido de la acción part icular, mientras que la sociolog ía estudia e l sent ido construido cient í f icamente mediante “t ipos ideales” o promedios. Las “c iencias sociales” son “objet ivas”: proporcionan un conocimiento sobre la real idad efect iva (Wirk l ichkeitwissenschaft) en términos de lo que sucede por lo general y según causas adecuadas; aunque este conocimiento de fenómenos v itales sólo sea disponible a la luz de valores culturales asumidos. Los valores culturales part iculares, por su parte, se s i túan más al lá de la c iencia, casi como presupuesto -al menos epistemológico- suyo. Tras haber hecho las precis iones léx icas necesar ias entre la “F i losof ía del Espír i tu”, las “Ciencias del Espír i tu” y las “Ciencias Histór ico-Sociales” procedemos ahora a su

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apl icación pecul iar a la c iencia económica mediante el estudio del Methodenstreit . II. EL METHODENSTREIT: GUSTAV VON SCHMOLLER VERSUS CARL MENGER E l Methodenstreit (“conf l icto de métodos”) es un debate histór ico bien del imitado sobre el modo apropiado de cult ivar la c iencia eco- nómica. Se in ic ia con la publ icación de los Untersuchungen über die Methode der Sozial- wissenschaften und der Pol i t ischen Ökonomie inbesondere (“Problemas sobre el método de la c iencia social y de la economía pol í t ica en part icular” o s implemente, “Problemas de la Economía y la Sociología”) por Car l Menger en 1883, como cr í t ica a Wi lhelm Roscher, representante de la “v ieja” Escuela Histór ica Alemana de la Economía. Sin embargo, e l que se encarga de responder a Menger por parte de la Escuela es Gustav von Schmol ler, que lo hace por medio del Jahrbuch für Gesetzgebung (Anuar io de la legis lación). La contrarrépl ica de Menger no se hace esperar con Die Irrthümer des Histor ismus in der deutschen Nationalökonomie (“Las falacias del h istor ic ismo en la economía pol í t ica alemana”) fechada en 1884. Poster iormente, parece como si tanto el uno como el otro autor se alejaran de este tema, dedicándose Menger a escr ib ir sobre la economía monetar ia, y von Schmoller, a la preparación de su monumental Grundr iss der a l lgemeine Volkswirtschafts lehre (“Esquemas para una economía pol í t ica general”) del 1900 al 1904. Mas aquel intercambio de opiniones ha sido suf ic iente para plantear, en l íneas generales, una controversia que hoy en día aún se ha quedado sin resolver, a pesar de los múlt ip les intentos de superación o de síntesis de posturas. E l tratamiento que vamos a dispensar al Methodenstreit se s ingular iza por la atención, más que a los puntos conf l ict ivos, a los comunes entre von Schmol ler y Menger. De esa manera pretendemos just i f icar su adscr ipción a la misma “tradic ión” económica, d i ferente y hasta “extraña”, por lo menos al pr incip io, de la otra “tradic ión” angloamericana y predominantemente neoclásica. 1. La Escuela Histórica Alemana de la Economía hasta el Methodenstreit

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La Escuela Histór ica Alemana, tanto en su capítu lo jur íd ico (Savigny) como en el económico, es deudora del ideal ismo kantiano, por su fe en la c iencia y en el progreso, y del romantic ismo hegel iano, por su noción de la histor ia como “Espír i tu Objet ivo”. Los fenómenos humanos sólo podr ían comprenderse en el contexto de sus condic ionamientos histór icos; y es a estos rasgos únicos e irrepet ib les de la real idad histór ica que la c iencia, puramente descr ipt iva, debe prestar una atención especial . Queda vedado todo esfuerzo especulat ivo por e laborar una teor ía general que expl ique la dependencia de unos factores de otros, l imitándose el invest igador únicamente a real izar estudios monográf icos sobre fenómenos puntuales. De este modo se ensaya en el cont inente -en las is las br i tánicas, ya lo ha hecho David Hume- la apl icación del método histór ico a la economía pol í t ica. La c iencia económica no es una discip l ina independiente que versa sobre la producción de r iqueza solamente; en cuanto saber pol í t ico, su verdadera naturaleza se revela en su conexión con las otras fuerzas - la ley, e l estado, la cultura, etc.- que actúan sobre los fenómenos económicos. Se suele dist inguir entre la “v ieja” Escuela Histór ica Alemana de los 1840 en adelante, con Kar l Knies, Bruno Hi ldebrandt y Wi lhelm Roscher, y la “ joven” Escuela, act iva a part ir de los 1880. La “joven” Escuela, a su vez, t iene dos ramas: una conservadora, representada por Adolf Wagner, y otra l iberal , con Gustav von Schmol ler en la frente. Mientras que la rama conservadora carecía de ambición cient í f ica y era teór icamente estér i l , la rama l iberal procuraba superar la desconf ianza hacia la teor ía y desarrol lar propuestas que cubr ieran la total idad de los fenómenos económicos. Lógicamente es con esta segunda con la que vamos a tratar. Gustav von Schmol ler nació en Württemberg en 1838 y estudió en la Universidad de Tübingen, graduándose en 1860. Ejerció como profesor de Ciencias Pol í t icas y de Economía Pol í t ica desde el 1864 hasta el 1913 en var ias c iudades alemanas: Hal le, Estrasburgo y Ber l ín. Mientras tanto, fundó una especie de part ido pol í t ico, Verein für Sozialpol i t ik (“Unión para la pol í t ica social”) y se al ió con los Kathedersozial isten (“social istas de cátedra”), un grupo de profesores reformistas. Mur ió en 1917- Durante una pr imera época denominada “ iconoclasta” se dedicaba a combatir -en consonancia con el método histór ico-

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f is io lógico de Roscher- un supuesto tratamiento “c ient í f ico” de la v ida económica, optando por real izar una pura narrat iva, descr ipción o recogida de datos estadíst icos sobre la misma. Estudiaba el desarrol lo de inst i tuciones, empresas, gremios y of ic ios especí f icos, así como las pol í t icas económicas de estados y la composic ión y evolución de ciudades part iculares, todo el lo s in perder de v ista su s ingular idad h istór ica, pol í t ica y psicológica. La c iencia económica es un saber que no puede desl igarse del lugar, del t iempo o de la id iosincrasia nacional, e l fundamento de los cuales hemos de indagar, no ais ladamente sino en la histor ia. Así descubr ió, por ejemplo, en contra del sent ir común del pensamiento laissez faire inglés, una mult ip l ic idad de consideraciones ét icas tales como la l ibertad del pensamiento y el imperat ivo categór ico kantiano, aparte del interés propio o el afán de lucro, que motivan la acción económica de los indiv iduos. Pensó que el re lato bien documentado de una ser ie de fenómenos culturales del pasado tendr ía, con respecto al futuro, la misma fuerza o “val idez” como la de cualquier ley f ísica para los fenómenos naturales. La segunda época en el pensamiento de Schmol ler está caracter izada por su desvinculación del “opt imismo” histór ico tan metido en el pensamiento hegel iano, es decir , la convicción pseudo-cient í f ica de que la cultura progresa y mejora indef in idamente. Ya no es tan tajante a la hora de negar la existencia de una verdad universal y necesar ia, como tampoco la importanc ia de las general izaciones empír icas. De hecho, su inspiración metodológica pr incipal b ien podr ía ser la baconiana, que consiste en descr ipciones meticulosas y general izaciones a part ir de una enumeración exhaust iva. 2. Las cuestiones disputadas en el Methodenstreit E l objeto pr incipal de la controversia era el estatuto que había que conceder le al saber económico: s i era una ciencia social y humana, asimi lable a las c iencias histór icas y culturales (Schmol ler) o s i era una c iencia natural y autónoma, independiente de los cambios de lugar y t iempo (Menger). De camino, se preguntaba por las re laciones de la histor ia, de la pol í t ica, de la estadíst ica y de la administración públ ica o gobierno con la c iencia económica. Mientras que Schmol ler abogaba por e l método induct ivo, estudiando real idades empír icas, h istór icas y

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concretas para luego der ivar de el las unas general izaciones, Menger proponía para la c iencia económica la deducción de conclusiones a part ir de unos pr incip ios axiomáticos abstractos. Schmol ler insiste en la re levancia de “ los campos af ines de invest igación” (Nachbargebiete) como la histor ia, la pol í t ica y la estadíst ica para la ciencia económica; Menger, por su parte, no se preocupaba tanto de e l las cuanto de una teor ía universal, pues sin ésta cualquier re lato histór ico ser ía, según é l , inút i l . Schmol ler pensaba que la unidad de anál is is económico era la total idad (Gesamtheit), la soc iedad o el estado nacional; Menger, e l indiv iduo ais lado - una especie de Robinson Crusoe- l ibre de todo v ínculo real. Por poner el énfasis en lo propio y s ingular de las economías nacionales, Schmol ler había s ido tachado de “colect iv ista”; y Menger, de “ indiv idual ista cosmopol i ta” , por acentuar más los rasgos esenciales y universales del ser humano al margen de su grupo. Sin embargo, ambos planteamientos no son en absoluto tan contrar ios como in ic ialmente podr ían parecer. Desde luego, no son contradictor ios y los dos podr ían darse, al menos en sucesión. La inducción a part ir de real idades empír icas no es incompatib le con la deducción desde unos pr incip ios abstractos: só lo es cuest ión de pr ior idad en el t iempo. Como tampoco es incompatib le e l prestar atención a lo accidental , a los detal les s ingulares y contingentes de la real idad histór ica, con tener en la cabeza lo esencial del fenómeno, lo que se v iste de carácter universal y necesar io. En cierto sentido ya lo había previsto Schmol ler cuando en respuesta a las cr í t icas de Menger decía que el modelo que éste presentaba ser ía aceptable en el “ futuro”, en un estado de desarrol lo poster ior de la c iencia económica, pero no entonces, cuando esta discip l ina aún se hal laba en ciernes. Era necesar io pasar por aquel la fase de estudios meticulosos y conclusiones parciales para luego l legar a los pr imeros pr incip ios de esta c iencia y poder real izar deducciones r igurosas. Weber, que no sólo era alumno de Schmol ler s ino también un gran amigo suyo (había organizado incluso una reunión cient í f ica en su honor), y a pesar de e l lo, un “ indiv idual ista” confeso en lo metodológico (o sea, part idar io de Menger), expresó bastante bien la resolución de este conf l icto cuando di jo que la economía era una “ciencia social todavía por terminar”. Schmol ler empezó bien, aunque le faltó t iempo, para l legar al

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lugar desde donde Menger había part ido; en una consideración puramente atemporal, Menger estaba en lo c ierto, por lo que al método cient í f ico se ref iere, pero histór icamente necesitaba de los estudios previos de Schmol ler. La c iencia económica necesi ta de una parte empír ica e induct iva, en la que examina los fenómenos económicos integrados funcionalmente en la real idad histór ica con las otras dimensiones psicológicas, pol í t icas y culturales, etc. Pero tampoco puede renunciar a otra parte abstracta y deduct iva que tenga como punto de mira el comportamiento “natural” del ser humano. 3. Carl Menger: del Methodenstreit al marginalismo Car l Menger in ic ió su andadura en la c iencia económica de la mano de la Escuela Histór ica Alemana. La más temprana de sus obras importantes, los Grundsätze (“Pr incip ios”) en su edic ión or ig inal de 1871 estaba dedicada concretamente a Roscher, como reconocimiento expl íc i to de la deuda que había contraído con dicha Escuela. Las escasas referencias metodológicas se encuentran en el prefacio, donde af irmaba que la c iencia económica era una ciencia empír ica: anal iza los fenómenos complejos, reduciéndolos a los e lementos const i tuyentes más simples, para luego recomponer los de acuerdo con sus leyes propias de desarrol lo. Fue en 1875 cuando Menger tuvo un cambio de opinión y se rebeló contra e l dogmatismo y e l “ imper ial ismo metodológico” de los economistas histór icos. Como fruto de aquel la d isensión, empuñó la p luma para escr ib ir los Untersuchungen (“Problemas de la Economía y la Sociología”) y Die Irrthümer (“Las falacias del h istor ic ismo”) dir ig idos contra la Escuela Histór ica estab lecida en el ya famoso Methodenstreit . La mayor parte de las enseñanzas metodológicas de Menger, por tanto, nos l legan en clave cr í t ica por medio de estos dos escr i tos. Tanto los Untersuchungen como Die Irr hümer recogen la tradic ión alemana de las Wissenschaften como cualquier cuerpo o s istema de conocimientos accesib le al públ ico sobre una mater ia. Hay una tr i furcación de las Wissenschaften en la histor ia y la estadíst ica, la teor ía, y las c iencias práct icas o artes. La histor ia y la estadíst ica estudian los fenómenos indiv iduales y concretos así como sus relaciones; la teor ía, los Wesen (“t ipos” o “formas generales”) subyacentes a los

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fenómenos y sus Gesetze (“ leyes”); y las c iencias práct icas o artes, e l modo de alcanzar un objet ivo previamente f i jado. Aunque la po l í t ica económica y las f inanzas públ icas pertenecen al ámbito de las c iencias práct icas o artes, la c iencia de la economía pol í t ica como tal pertenece propiamente al ámbito de la teor ía. La teor ía, a su vez, se subdiv ide en las c iencias real istas y empír icas y en las c iencias exactas. Las conclusiones de las c iencias real istas y empír icas permiten predecir resultados que son probables solamente; es decir , admiten excepciones, máxime cuando se ref ieran a las acciones humanas l ibres. En cambio, las c iencias exactas, a part ir de unos axiomas, der ivan conclusiones c iertas e invar iables: ni los axiomas ni las conclusiones son empír icamente contrastables, no por defecto alguno suyo, s ino por la inadecuación e irre levancia de la ver i f icación empír ica con respecto a e l los. Podr íamos decir que el método propuesto por Menger para las ciencias exactas -el mismo que para la c iencia económica- es, en real idad, e l método resolut ivo-composit ivo pref igurado ya en los Grundsätze. Después del Methodenstreit ya quedan suf ientemente perf i lados los rasgos pr incipales de la c iencia económica de Menger: ante todo, e l indiv idual ismo metodológico que presupone la posib le reducción de los fenómenos más compl icados en elementos s imples y no empír icos; la identi f icación de “ formas” o “t ipos” cual i tat ivos y esenciales de entre esos elementos s imples; y la no absolut ización de la histor ia, en la medida en que dichas “formas” o “t ipos” así como las relaciones entre el las la trascienden. Menger nunca pone en duda la val idez ni de los estudios histór icos ni del método histór ico; só lo lucha contra el “ induct iv ismo ingenuo” de que verdades atemporales vayan a aparecer únicamente por e l hecho de almacenar innumerables monograf ías histór icas. De este modo también se opone a la importancia desorbitada que se concedía a los estudios sobre fenómenos histór ico-económicos en Alemania. Temáticamente, entre las contr ibuciones más importantes de Menger está su teor ía “subjet iva” del valor; es decir , un relato según el cual la “ut i l idad” de los bienes económicos no depende de los objetos ni del trabajo que se hayan empleado para su producción sino de su capacidad para sat isfacer las necesidades (Bedürfnisse) humanas. Lo podemos encontrar en la Lehre von den Bedürfnissen (“Teor ía de las necesidades”), un anexo a la edic ión póstuma de los

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Grundsätze de 1923, a cargo de su hi jo, e l también economista Car l Menger junior. La c iencia económica menger iana es pr imordialmente una “ lógica de necesidades”. La naturaleza humana se considera esencialmente como una haz de necesidades; y en éstas -como en su causa- se basan todas las act iv idades humanas en general, y la act iv idad económica indiv idual en part icular. Así , la teor ía de las necesidades cumple con el papel de puente que une las “c iencias naturales” con las “c iencias del espír i tu”. Las necesidades son “naturales” en el sent ido de espontáneas, más su encauzamiento y sat isfacción corre a cargo de la razón del iberat iva. A pesar de que haya habido autores que opinan que la fundación de una “Escuela Austr íaca de Economía” -al igual que el comienzo de una “revolución marginal ista”, como luego veremos- no es más que una racional ización ex post facto, está c laro que Menger aunó fuerzas intelectuales en torno a s í y a su modo de entender la c iencia económica. Se reconocen hasta tres generaciones di ferentes de economistas austr íacos: Eugen von Böhm-Bawerk y Fr iedr ich von Wieser de la pr imera, Ludwig von Mises y Joseph Schumpeter de la segunda, y Fr iedr ich von Hayek y Fr i tz Machlup, entre otros, pertenecientes a la tercera. En la actual idad contamos con Ludwig Lachman, Israel Kirzner, Murray Rothbard y Mar io Rizzo, entre otros, como sus representantes más destacados. Entre los seguidores de Menger de pr imera hora, Böhm-Bawerk es el más prol í f ico y el más propagandíst ico. Es también el menos f i losóf ico: en su discurso no t iene cabida nigún “esencial ismo” (“formas” y “t ipos”) n i “te leología” (“causas”). La economía para é l es inconfundiblemente objeto de una “ciencia natural” (Naturwissenschaften). Von Wieser, por su parte, tampoco admite “esencia l ismo” alguno, ni una versión “te leológica” de la causal idad. En lo poco que ha escr i to acerca de la metodología, está c laro que la economía es mater ia de una “ciencia del espír i tu” (Geisteswissenschaften) -una suerte de “psicología apl icada” cuyo procedimiento es la introspección-. Además de abandonar el “esencial ismo”, tanto Böhm-Bawerk como von Wieser introducen elementos objet ivos en la teor ía del valor. Práct icamente, aparte del “ indiv idual ismo metodológico” y el rechazo del h istor ic ismo de la Escuela Alemana, no hay nada más que just i f ique la inclusión de estos autores en una “Escuela Austr íaca” independiente. Igualmente controvert ida es la pertenencia de Menger al grupo pionero de un supuesto

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“movimiento marginal ista”, junto con el inglés Stanley Jevons (The Theory of Pol i t ical Economy, 1871) y el francés Léon Walras (Eléments d ’économie pol i t ique pure, 1874). Trabajando cada uno por su lado, descubren que el valor de los bienes económicos no se basa en algo objet ivo, como el coste de producción, s ino en un elemento subjet ivo -las necesidades humanas que conf iguran la demanda-. Emplean asimismo el “pr incip io de ut i l idad marginal decreciente” como clave para real izar sus cálculos económicos. Este pr incip io re laciona la importancia de los bienes económicos para cada consumidor indiv idual con la importancia de los posib les usos alternat ivos de esos bienes según un plan que dicho consumidor ya ha establecido previamente. Al adquir ir o consumir unidades sucesivas de un bien sin lapsos importantes de t iempo, cualquier persona der ivará de cada unidad menor “ut i l idad”, “placer”, “grat i f icación”, “sat isfacción”, “benef ic io” u “ofel imidad” que la unidad inmediatamente precedente. Un comportamiento racional en lo económico es, por def in ic ión, e l que se conforma con este pr incip io del iberat ivo o calculador. Por lo que a sus d i ferencias se ref iere, d ir íamos que Menger propone una versión antropológica del marginal ismo, Walras, una matemática, y Jevons, una f ís ica. Como Menger es, de formación, abogado y jur ista, carece del conocimiento matemático formal que posee Walras, aunque es admirador de la exact i tud y la precis ión de las matemáticas, las cuales desea ref lejar, de algún modo, en sus exposic iones puramente verbales. Para Walras, la c iencia económica, al igual que las matemáticas, versa sobre cantidades independientes: por tanto, las leyes de intercambio económico se expresan adecuadamente con ecuaciones matemáticas. Para Menger, en cambio, la c iencia económica no invest iga propiamente cantidades independientes s ino la “esencia” (he aquí muestras de su “ar istotel ismo”) del valor, de las rentas, de los benef ic ios, de la d iv is ión del trabajo y demás fenómenos económicos. Las ecuaciónes matemáticas no pueden agotar la “esencia” de tales fenómenos requir iendo, por consiguiente, e l complemento de un momento resolut ivo o composit ivo poster ior. La c iencia económica construye un “sistema” a part ir de elementos como los bienes, las necesidades y las sat isfacciones - n inguno de los cuales existe independientemente de las decis iones humanas indiv iduales- . Walras insiste mucho en la noción de “equi l ibr io”, sobre

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todo, de un “equi l ibr io general” que afecta todos los mercados de bienes y servic ios; mas por importante que parezca este concepto, resulta que está ausente tanto en Menger como en Jevons. Para Jevons, la teor ía económica que ha dado lugar al marginal ismo es el resultado de una analogía con las fuerzas mecánicas de la f ís ica moderna. En def in it iva, así como para Walras y Jevons, e l hombre es para las cuest iones económicas un calculador instantáneo de placeres, para Menger, es una cr iatura errante, mal informado, p lagado de dudas e incapaz de decis iones f inamente cal ibradas -mucho menos, infal ib les- en la búsqueda de sat isfacciones. Con independencia de la falta de acuerdo sobre puntos tan esenciales, lo c ierto es que estos autores del marginal ismo han efectuado una rebel ión microeconómica ef icaz contra las doctr inas r icardianas. También han impulsado otras corr ientes de invest igación económica, como la que se centra en la ut i l idad marginal en Inglaterra y América, e l subjet iv ismo en Austr ia y la que anal iza el “equi l ibr io general” en Suiza e Ital ia. En conjunto han preparado el camino para el neo-clasic ismo económico, cuya f igura más sobresal iente es Al fred Marshal l . La contr ibución más propia de Menger al neo-clasic ismo, más que la formulación de un pr incip io marginal ista omniabarcante, es la propuesta del indiv iduo -el que más tarde se l lamaría el “homo oeconomicus”- como el centro y el or igen de todas las decis iones y act iv idades económicas. E l valor es algo subjet ivo y psicológicamente determinado. E l indiv iduo -que es, ante todo, un consumidor- se da cuenta de una necesidad, descubre un objeto con la propiedad de sat isfacer esa necesidad y ejerce control sobre dicho objeto, s irv iéndose de él . III. DESARROLLOS Y SINTESIS CONTEMPORANEOS En v irtud de todo lo que l levamos dicho hasta ahora, parece ser que von Schmol ler mismo contemplaba una cierta evolución en el objeto y en el procedimiento de su discip l ina, desde una pr imera fase más h istór ica e inductiva, al est i lo de la “Economía Pol í t ica Alemana”, hasta una fase poster ior más atemporal, anal í t ica y deduct iva, a guisa de una “Ciencia Económica”. Otro asunto es que él efect ivamente l legara a esta segunda fase, y no se quedara a mitad del camino, como de hecho sucedió. En la misma l ínea

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interpretat iva, resulta que Menger no adoptaba tampoco una postura tan “antih istór ica” como una “antih istor ic ista” -sobre todo, por lo que se ref iere al h istor ic ismo que reconducía todo, como a su culmen, hacia los fenómenos socio-culturales alemanes-. Por muy “universal ista” y anal í t ico-deduct ivo que Menger pretendiera ser en sus estudios, a d i ferencia de Böhm- Bawerk y von Wieser que luego conf iguraron la Escuela Austr íaca, é l s iempre mantenía la pr imacía del sujeto indiv idual que, con su act iv idad económica, buscaba sat isfacer unas necesidades determinadas, s iempre de un modo pecul iar. Igualmente, Menger se ale ja de los otros pioneros del “movimiento marginal ista” precisamente por suponer una “esencia” o una “naturaleza” -sujeto de necesidades- que es humana: la c iencia económica nunca puede reducirse, s in más, a un cálculo matemático (Walras) n i a un equi l ibr io de fuerzas mecánicas (Jevons). Una comparación entre las enseñanzas fundamentales de Menger y de la Escuela Neo-clásica revela, junto a algunos puntos de acuerdo, unas cuantas discrepancias ser ias. Menger y los neoclásicos concuerdan en la val idez universal del pr incip io de ut i l idad marginal decreciente como estructura pr inc ipal de la racional idad económica; pero por lo que se ref iere al papel del t iempo, de la información y del r iesgo, t ienen opiniones divergentes. Para Menger, la consideración del t iempo y del espacio en la act iv idad económica es esencial; para los neoclásicos, no pasa de ser per i fér ico. Para Menger el agente económico nunca funciona con una información completa, y por tanto, la incert idumbre y el r iesgo son intr ínsecos a sus acciones; para los neoclásicos, se supone que dispone de una información completa en un contexto estát ico, y por tanto, no hay incert idumbre ni r iesgo en sus acciones. Por eso mismo, cabe hablar en Menger, a pesar de su indiv idual ismo, de ciertos elementos “ inst i tucional istas”; o sea, de doctr inas reaccionar ias al neoclasic ismo. Citamos, a modo de ejemplo, su énfasis en la posib i l idad de elecciones equivocadas y en la inf luencia de las pasiones en esas e lecc iones, en la preocupación por e l desarrol lo de las necesidades humanas y su comprensión de la i rreducib i l idad de éstas, en el cambio de preferencias de los consumidores, etc. Dicho de otra forma, Menger jamás había perdido del todo el componente de verstehen (comprensión), la captación de la “total idad”, en la c iencia económica; más aún, reconoce que sólo es

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posib le e l erk lären (entendimiento), la atención al detal le, s i se t iene en cuenta un contexto mayor, una v is ión del conjunto. Pasamos ahora a hablar de los desarrol los poster iores, así como algunos intentos de síntesis de las dos tradiciones pr incipales en la c iencia económica centroeuropea, la Escuela Histór ica Alemana y la Escuela Austr íaca. A causa de la d istancia temporal con los momentos or ig inarios y fundacionales de éstas, necesar iamente, se han introducido no pocas modif icaciones sobre el las. Tengamos en cuenta, ante todo, las dos guerras mundiales que afectaron con especial v iru lencia esta parte del continente europeo, e l fenómeno del nacional social ismo, la humil lación alemana y su poster ior reconstrucción y despegue hasta ocupar un puesto hegemónico en el mundo. Era inevitable que todos estos sucesos h istór icos condic ionaran e l modo pecul iar en que se pensó y se real izó la economía en este ámbito geográf ico y cultural . 1. Ludwig von Mises y Friedrich Augustus von Hayek A f inales de los años 30 y a comienzos de la década de los 40 hubo una revital ización de la Escuela Austr íaca en los Estados Unidos, e l art í f ice pr incipal de la cual era Ludwig von Mises. Antiguo profesor de la Universidad de Viena y del Inst i tuto Super ior de Estudios Internacionales (Graduate Inst i tute of Internat ional Stud ies) de Ginebra, emigró a los Estados Unidos y ocupó una cátedra de economía en la Universidad de Nueva York, desde el 1945 hasta su jubi lación en 1969. Aparte de ser “dist inguished fe l low” de la Asociación de Economistas Americanos, también era miembro fundador de la Sociedad Mont Peler in, una asociación internacional de economistas l iberales de la post-guerra. Se cuentan entre sus obras más importantes Epistemological Problems of Economics (1933), Human Act ion. A Treatise on Economics (1940) y The Ult imate Foundation of Economic Science: An Essay on Method (1962). Mediante estos escr i tos consumió la ruptura doctr inal de los “nuevos austr íacos” con la corr iente neoclásica dominante. Rechazó por completo la estadíst ica apl icada a la economía o la econometr ía, su ut i l ización para la predicción y la p lani f icación de la economía y la teor ía del equi l ibr io general. En su lugar, recalcó la importancia del agente económico -fundamentalmente, e l empresar io- verdadero motor de la

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competencia, que al lanzarse sobre oportunidades lucrat ivas va creando situaciones de “equi l ibr io parcial”. Epistemological Problems of Economics const i tuye la parte cr í t ica, e l prolegómeno imprescindib le para la exposic ión de su “praxeología” o “c iencia de la acción humana”, contenida en Human Act ion. A Treat ise on Economics . Su pensamiento se caracter iza como una radical ización del apr ior ismo y del indiv idual ismo o subjet iv ismo metodológico ya presentes en Menger. Pr imero, Mises arremete contra el h istor ic ismo o toda apl icación del método histór ico a las c iencias humanas. En este ampl io apartado incluye el inst i tucional ismo, el marxismo, el fabianismo y cualquier aproximación “natura- l ista” ( i .e. , cortada según el patrón de las c iencias empír icas) a las acciones humanas. Niega la posib i l idad de que pueda der ivarse a poster ior i o induct ivamente a part ir de la exper iencia histór ica, unas leyes de la histor ia en general, o unas leyes de algún fenómeno histór ico como la acción económica en part icular. Por la “econometr ía” no ent iende otra cosa que la indagación o la descr ipción histór ica de fenómenos h istór icos mediante números. De semejante procedimiento no puede or ig inarse ninguna teor ía o general ización vál ida alguna. Más aún, argumenta convincentemente que ni s iquera puede recabarse dato histór ico alguno sin que se hal le operante una teoría de la acción, la cual, con mayor razón t iene que ser a prior i . La “praxeología” es precisamente la c iencia pura a pr ior i acerca de la acción humana en general. (La economía -que para Mises es s inónimo de la sociología- no es más que su rama más desarrol lada.) Estudia las leyes universalmente vál idas de la acción humana; es decir , las que v igen con independencia del lugar, t iempo, raza, nacional idad o c lase social del actor . Es una “ lógica de la acción”: considera lo esencial , y mediante un método formal y axiomático, l lega a una comprensión de lo universal en las act iv idades humanas. En este sentido, adopta una postura contrar ia a la de la Escuela Histór ica Alemana, así como a la de Windelband, R ickert y Weber para quienes -según la interpretación de Mises- la economía y la sociología no dejan de ser una suerte de “histor ia”: una general ización o resumen de los rasgos más sobresal ientes de actores indiv iduales y sus act iv idades espacio-temporalmente contextual izadas. Entre las tesis sustantivas de su “praxeología” encontramos,

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en pr imer término, la subsunción plena de la acción racional a la acción económica; o dicho de otra forma, la identi f icación de cualquier t ipo de racional idad con la racional idad económica. No hay más acción - intento de sal i r del descontento- que la racional; y no hay más acción racional que la económica -aquel la que, entre las múlt ip les alternat ivas, e l ige la solución más sat isfactor ia-. E l objeto últ imo sobre el cual depende la sat isfacción del agente - los valores, los f ines o los b ienes- se encuentran más al lá de la racional idad (aquí coincid ir ía, cur iosamente, con Weber y con Knight). Ya no es cuest ión de la economía n i de la praxeología s ino de la opción individual. En def in it iva, e l mundo social , con sus eventos e inst i tuciones, por muy complejo que pueda parecer, no es más que el resultado de las acciones de indiv iduos, que son sus últ imos const i tuyentes. La acción económica es una acción indiv idual: esta es su segunda gran tesis. F inalmente, con respecto a estos f ines, b ienes o valores, v ige la “catalaxia”: un proceso de l ibre elección, in ic iat iva, competencia e intercambio; la absolut ización del mercado junto con una ingente dosis de opt imismo. La catalaxia expl ica, entre otras cosas, la formación de los precios. Esta es la base de la cr í t ica de Mises al social ismo (Social ism: An Economic and Sociological Analysis, 1922). Una sociedad social ista nunca real izará una asignación racional de recursos por fal ta de un s istema adecuado para la determinación de precios. Obra bajo e l supuesto falaz de un “conocimiento perfecto” ( i .e., completo y exacto) y de un modelo estát ico de equi l ibr io general de las fuerzas del mercado (o sea, ignora el cambio, incluso los lapsos de t iempo entre la recogida de información, la formulación de una pol ít ica económica concreta y su implementación) para la d istr ibución de recursos. Part ic ipan en este s ingular debate, a favor del cálculo social ista, Taylor, Dick inson, Lange y Lerner, invocando la autor idad de predecesores como Walras y Marshal l ; mientras que como defensores del l ibre mercado, están Mises, Robbins y Hayek. E l también v ienés Fr iedr ich Augustus von Hayek, doctor en derecho y en estudios pol í t icos, es el que le ha cogido el re levo a Mises, por lo que a la propagación de las ideas austr íacas en la economía se ref iere. Part ic ipó en el Pr ivatseminar de Mises, junto con personajes tan insignes como Gottfr ied von Haber ler, Fr i tz Machlup, Oscar Morgensten y Car l Menger, junior en la economía, Al fred

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Schütz en la sociología y Er ic Voegl in en la f i losof ía pol í t ica, entre otros. Al conseguir su t í tu lo en leyes, trabajó con Mises en la Of ic ina Austr íaca de Compensación de las deudas anter iores a la guerra; y tras una estancia académica en Nueva York donde conoció a economistas norteamericanos como Jeremiah Jenkins, Wesley Mitchel l y John Bates Clark, volv ió a estar con su maestro en el recién fundado Inst i tuto Austr íaco para la Invest igación de los Cic los Empresar iales (Austr ian Inst i tute for Business Cycle Research). La invitación para dictar unas conferencias en la London School of Economics por parte de su director, L ionel Robbins, como répl ica al Treat ise on Money de J.M. Keynes, se ampl ió al desempeño de un puesto docente f i jo. De aquel la época es su obra Pr ices and Product ion, donde def iende tesis monetar istas contrar ias a la intervención estatal , así como sus cr í t icas al social ismo, Col lect iv ist Economic P lanning: Cr it ical Studies on the Possib i l i t ies of Social ism, The Counter-Revolut ion of Science y Indiv idual ism and Economic Order. Vuelve a cruzar e l at lánt ico para ocupar una cátedra de ciencias morales y sociales en la Universidad de Chicago en 1950. En 1960 publ ica su magnum opus t i tu lado The Const i tut ion of L iberty, una formulación magistral del l iberal ismo moderno. En 1962 se hace cargo de la cátedra de Pol í t ica Económica en la Universidad de Freiburg en Breisgau, Alemania, y en 1968 retorna a Austr ía, esta vez a la Universidad de Salzburgo, donde permanece hasta su jubi lación en 1977. Al l í es donde escr ibe Law, Legis lat ion L iberty en 1973. En 1974 gana el premio Nobel de eco- nomía ex aequo con el sueco Gunnar Myrdal. La obra hayekiana es tan vasta como es densa. E l Festschr i f t que le ha dedicado la Hoover Inst i tut ion de la Universidad de Stanford con ocasión de su 85 aniversar io d iv ide su producción intelectual en cinco apartados: la economía hayekiana, su refutación del social ismo, su contr ibución a la h istor ia de las ideas, las bases teór icas de su sistema y su economía pol í t ica (Chiaki Nish iyama & Kurt R. Leube, eds., The Essence of Hayek, Stanford: Hoover Inst i tut ion Press, 1984). Ser ía suf ic iente para nuestros propósitos considerar tres aspectos de su pensamiento: su economía (porqué existen y cómo funcionan los mercados, los efectos pernic iosos de la intervención estatal en asuntos monetar ios y credit ic ios, etc.), su pol í t ica (su interpretación y defensa del l iberal ismo) y las bases epistemológicas de ambas.

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Cuando sale a la luz la obra Economics and Knowledge en 1937, se detecta un distanciamiento entre Hayek y Mises. Hayek cr i t ica que la praxeología de Mises sea una discip l ina absolutamente a pr ior i , una pura lógica de la e lección, mientras que el mismo proceso de intercambio en el mercado que regula sea, por contra, algo empír ico. Hayek propone, más bien, una síntesis metodológica de lo a pr ior i y lo a poster ior i . Según su versión del conocimiento sensib le, sólo podemos conocer e l mundo exter ior a nosotros gracias a algunos presupuestos a pr ior i , necesar iamente verdaderos. No obstante, estos presupuestos son, a su vez, e l resultado de exper iencias pasadas, las reproducciones genér icas de nuestras relac iones con var ios elementos del mundo circundante ( i .e., a poster ior i). Ni lo a pr ior i n i lo a poster ior i , por tanto, s igni f ica ya lo mismo que signi f icaba para Kant, Menger o Mises. Para Hayek, parte de nuestro conocimiento es verdadero a pr ior i , en la medida en que no está sometido a las nuevas exper iencias s ino que es, más bien, la condic ión necesar ia para hacer esa exper iencia posib le. En cuanto basado en exper iencias pasadas (o sea, a poster ior i), este conocimiento puede transmit irse cultural- mente entre nosotros, por ejemplo, mediante la inst i tución famil iar. Cada uno de nosotros luego se da cuenta de la val idez de estos conocimientos mediante nuevas exper iencias personales, es decir , a poster ior i . Por lo tocante al rechazo de las funciones matemáticas en la economía, Hayek se l imita a reaf irmar lo ya dicho por Mises. Perf i la mejor e l individual ismo metodológico común a toda la Escuela Austr íaca porque dist ingue entre la versión racional ista y continental que da lugar al social ismo (e.g. los encic lopedistas, Rousseau, los f is iócratas) y la versión ant irracional ista y br i tánica que da or igen al l iberal ismo (e.g. Locke, Mandevi l le, Hume, Ferguson, Smith, Burke, Tocquevi l le y Acton). Se al ía c laramente con esta segunda tradic ión. No es que hubieran exist ido alguna vez indiv iduos ais lados y autosuf ic ientes; sólo existen de hecho hombres cuya naturaleza está determinada por la sociedad. Simplemente def iende que en las c iencias sociales hayamos de empezar con las act i tudes indiv iduales y no con una supuesta act i tud del grupo como tal , independiente de las anter iores y de sus interacciones. Aun en el caso de que exist iera, ese sentir común del grupo como tal , ser ía tremendamente comlicado e inabarcable para un solo indiv iduo, máxime s i se t iene en cuenta su carácter

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dinámico. En conclusión, e l conocimiento que podemos alcanzar de la real idad social s iempre será incompleto, inexacto e imperfecto. Entre las categor ías a pr ior i para la exper iencia moderna está la del orden. Los gr iegos ant iguos discernían entre un orden natural , espontáneo y evolut ivo, physis, y un orden art i f ic ia l , convencional, del iberado y construct iv ista, nomos o thesis. De algún modo, hemos recogido estas dos nociones bajo la forma de cosmos y de taxis respect ivamente. E l gran error del social ismo -que comparte por igual la Escuela Histór ica Alemana y el Inst i tucional ismo- está en hacer depender el ámbito moral y pol í t ico de taxis y no de cosmos, de un diseño del iberado y no de un proceso evolut ivo natural . Asimismo, la economía str ictu sensu se conf igura según taxis; es decir , una organización del iberada de un acervo de recursos al serv ic io de una jerarquía unitar ia de f ines. Mas el mercado funciona según cosmos, o sea, un orden espontáneo que surge de la interacción de sus agentes. La catalaxia -et imológica- mente, “trueque” o “ intercambio”, “admit ir en la comunidad”, “convert ir e l enemigo en amigo”- es una especie de cosmos. E l orden que genera la catalaxia no depende de ningún acto del iberado o consciente, n i de ninguna unidad de f ines. La catalaxia só lo f lorece en un régimen de gobierno l iberal (no total i tar io) y democrát ico (no autor i tar io). Le perjudica tanto una democracia absoluta como un l iberal ismo decimonónico; precisa de l ímites. E l marco más apropiado para el funcionamiento de la catalaxia es el “estado de derecho” (ninguna voluntad indiv idual arbitrar ia por encima de la ley), que a su vez está posib i l i tado por la separación de los poderes -el ejecut ivo, e l legis lat ivo y el judic ial- que se regulan mutuamente en el gobierno. En mater ia económica, e l papel del gobierno se reduce a ut i l izar su poder coercit ivo para preservar e l orden natural del mercado y para salvaguardar la competic ión necesar ia para su ef ic iencia. Además de estas condic iones, Hayek suele mentar la adhesión a unos “pr incip ios generales” aunque nunca especi f ica el contenido de éstos. En real idad, según sus presupuestos epistemológ icos, parece como si tales pr incip ios no permit ieran especi f icación alguna, o cualquier especi f icación ir ía en contra del espír i tu l iberal que pretenden asegurar. 2. La “Economía Social del Mercado” (Soziale

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Marktwirtschaft) Bajo la denominación de la “Economía Social del Mercado” inclu imos los movimientos socioeconómicos y pol í t icos neo-l iberales u ordo-l iberales, la Escuela de Freiburg y la Escuela de Colonia. Su órgano of ic ia l , e l “Anuar io Ordo”, comienza a publ icarse en 1948. Por el epíteto “ordo” no debe entenderse ni exclusiva ni predominantemente un orden formal, jur íd ico-legal y estatal , s ino ante todo, un orden v ital en la comunidad que abarca desde la famil ia hasta el estado. Los antecedentes más directos de la “Economía Social del Mercado” se encuentran en el “social ismo l iberal” de F. Oppenheimer, sociólogo de la Escuela de Frankfurt y en la “sociedad formada”, o sea, la apl icación de la “teor ía de la forma” (Gestalt lehre) a la real idad socioeconómica por W. Vershofen. E l núcleo or ig inar io de la “Economía Social del Mercado” está const i tu ido por Walter Eucken, Franz Böhm, Wi lhelm Röpke y Alexander Rüstow; en un segundo momento se les unen Alfred Mül ler-Armack y Fr iedr ich Lutz. No obstante, su f igura más conocida sin duda es Ludwig Erhard, ministro de economía de la Repúbl ica Federal Alemana en el per íodo de la reconstrucción desde el 1948 hasta el 1963, y Canci l ler Federal desde el 1963 hasta el 1966. Recoge, por asimi lación, entre sus “textos canónicos” (Horst Fr iedr ich Wünsche, ed., Standard Texts on Social Market Economy, Stuttgart/New York, Gustav F ischer, 1982) los escr i tos de A. Smith, J .B. Say, A. Ferguson, J .H. von Thünen, H.H. Gossen, L. von Wiese, L. von Mises y F.A. von Hayek. Walter Eucken comienza su l ibro Die Gründlagen der Nationalökonomie (“Cuest iones Fundamentales de la Economía Pol í t ica”) con una cr í t ica dir ig ida, por una parte, a la Escuela Histór ica Alemana, y por otra, a la Escuela Austr íaca o “Escuela Teór ica” (s ic). La pr imera ha decaído en una “atomización” de la real idad social , de modo que sólo ve una mult i tud de hechos indiv iduales, de formas y procesos cambiantes, pero s in percib ir re lación alguna entre el los. La segunda adolece de un “racional ismo”, y por preocuparse en demasía por sus construcciones conceptuales, p ierde de v ista la v ida en toda su r iqueza y var iedad. Eucken, por su parte, aboga por una “economía real, auténtica y v iva”, capaz de aprehender la var iedad histór ica gracias, precisamente, a la unidad que un sistema teór ico le dota. Como la quemazón

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producida por e l Methodenstrei t en los economistas aún está lo suf ic ientemente v iva, Eucken reduce a un mínimo sus ref lex iones metodológicas. De hecho, no pasan de ser una mera declaración de pr incip ios o de buenos deseos. En el Manif iesto Ordo de 1936, la inf luencia de Schmol ler y de la Escuela Histór ica es patente. Apela al “razonamiento c ient í f ico” tal como aparece en la jur isprudencia y en la economía pol í t ica para reorganizar y construir e l s istema económico. Este s istema económico ha de entenderse como una decis ión pol í t ica general sobre cómo la v ida económica de la nación debe estructurarse. Reconoce la interdependencia entre los órdenes económico, pol í t ico-legal y cultural; únicamente pide que entre el los se establezcan las barreras necesar ias contra el surgir del total i tar ismo en cualquiera de sus formas ( la ideologización de la economía, e l intervencionismo estatal , e l monopol io, la p lani f icación central de la producción, la pretensión a un conocimiento perfecto y exhaust ivo acerca de los elementos del mercado y, por consiguiente, sobre los precios etc.). A lejándose del p lanteamiento de Schmol ler, no obstante, se rebela contra toda suerte de fatal ismo histór ico, así como de una act i tud relat iv ista no comprometida. La c iencia económica es una ciencia moral cuya condic ión posib i l i tante es la l ibertad de los agentes indiv iduales. En este sentido, se acerca un poco a las ideas de la Escuela Austr íaca, aunque sin caer en la absolut ización e idolatr ía del mercado, y menos todavía, en la creencia de que dicha si tuación sea la única en la que cabe la l ibertad personal. Histór icamente, podemos dist inguir en la Economía Social del Mercado un per íodo in ic ial propio de una Alemania todavía muy her ida por sus exper iencias bajo el régimen total i tar io del nacional social ismo, humil lada por su derrota en la Segunda Guerra Mundial , preocupada por cuest iones de subsistencia económica, y otro poster ior, cuando terminada ya la época de la reconstrucción se encamina hacia una posic ión de l iderazgo entre las naciones. Es comprensib le, por tanto, que durante el pr imer momento el énfasis recaiga sobre la garant ía de la l ibertad, como medio necesar io para alcanzar e l b ienestar, mientras que en el segundo se hable más de un bienestar ya consol idado, desde el cual, no obstante, aún puede perfeccionarse la l ibertad ya conquistada. Como cabe esperar de la primera época antes descr ita, Eucken real iza e l s iguiente alegato a favor de la l ibertad

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como “meta f inal” de la Economía Social del Mercado: Pr ivado de la l ibertad - la posib i l idad de una acción espontánea- el hombre no es un “ser humano”. En la base de toda moral idad está la l ibertad de tener deseos y de actuar sobre el los, de hacer opciones y de tomar decis iones. Sólo una persona l ibre que cavi la por su cuenta es capaz de acercarse a la verdad. Y sólo una persona que, haciendo uso de su l ibertad (la cual es un don de Dios) conoce la verdad, es capaz de desarrol lo. Su “ l iberal ismo” se manif iesta en que c i ta como único l ímite a la l ibertad indiv idual, e l respeto por las l ibertades y los derechos ajenos. La formulación teór ica de los objet ivos de la Economía Social del Mercado en su segunda fase corre a cargo de Erhard y de Mül ler- Armack, los cuales anuncian un “bienestar para todos”. Su noción de b ienestar, s in embargo, es pecul iar en que no es igual i tar ia: no se trata de que el estado redistr ibuya por igual entre los c iudadanos los bienes básicos; s ino que es humana y “moral”. Se conf ía en la in ic iat iva indiv idual, se respeta el mecanismo del mercado y se fomenta la acción social sol idar ia y de voluntar iado; la acción estatal se plantea como puramente subsid iar ia a la de las otras inst i tuciones. Independientemente de que se ponga el acento en la l ibertad o en el b ienestar, lo c ierto es que una condic ión necesar ia para conseguir ambos es la existencia de un mercado l ibre. En e l n ivel especí f ico de las re laciones internacionales, habr ía que tener una voluntad pol í t ica inambigua hacia la autonomía del banco emisor con respecto a l estado en su función de regular las act iv idades monetar ias, f inancieras y credit ic ias del país. Se ha de promocionar la competencia entre los agentes económicos, evitando la formación de monopol ios, carteles y la d ispensación de tratos de favor por parte del gobierno. Se ha de respetar la propiedad pr ivada de los medios de producción así como la l ibertad de las partes que entran en con- trato. Pero a di ferencia del l iberal ismo decimonónico así como de la catalaxia de Mises y Hayek, desconf ía de la real ización espontánea, “evolut iva”, de un orden natural en la economía. Una Economía Social del Mercado es un sistema de l ibre mercado mundial conscientemente pensado, del iberado y diseñado. Se fundamenta en el pr incip io de que la mejor coordinación de los intereses económicos consiste en una l ibre competencia en el mercado; mas en una “ l ibre competencia” d ist inta del la issez faire. Esta di ferencia se ve en que at iende a un marco

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antropológico-sociológico; es decir , guarda las exigencias de la opción ind iv idual y de la just ic ia social . Rüstow y Röpke incluso se atreven a hablar de una “ intervención l iberal” que dist ingue entre subsid ios para el mantenimiento y las ayudas para la adaptación, entre las medidas of ic ia les en conformidad con el mercado y las que no lo están; a la vez que se interesa por la d istr ibución de rentas y de pro- p iedades, del tamaño de las empresas y del equi l ibr io entre la c iudad y e l campo, la industr ia y la agr icultura, y entre las c lases sociales. 3. La “Economía Etica” (Ethischen Ökonomie) de Peter Koslowski En la actual idad ha habido muchos intentos de síntesis ét ico-económico-pol í t icas, como el de Amartya Sen (On Ethics and Economics, Oxford: Blackwel l , 1987) con elementos de la economía del b ienestar, de la economía posit iva y de una ét ica al menos f i loar istotél ica, y la socioeconomía de Amitai Etz ioni (The Moral Dimension: Towards a New Eco- nomics, New York: The Free Press, 1991), sobre la base de presupuestos kantianos. Dentro de la tradic ión alemana, la versión que mayor interés ha suscitado tanto entre f i lósofos como entre economistas probablemente sea la “Economía Et ica” (Pr inz ip ien der Ethischen Ökonomie. Grundlegung der Wirtschaft und der Ökonomie bezogenen Ethik, Tubingen: J .C.B. Mohr, 1988; “Ethical Economy as Synthesis of Economic and Ethical Theory” en Ethics in Economics, Business and Economic Pol icy, Ber l in: Spr inger Ver lag, 1991) desarrol lada por Peter Koslowski desde su Inst i tuto en Hannover. Koslowski parte de una def in ic ión de la teor ía económica como aquel la que trata de la asignación de recursos escasos y con usos alternat ivos a unos f ines previamente dados. La teor ía ét ica, por otra parte, estudia cuáles de entre los f ines indiv iduales y sociales son racionalmente just i f icables. La ét ica es relevante para la economía en la medida en que le proporciona los f ines y las preferencias tanto indiv iduales como sociales, al igual que una valoración de los medios o las acciones para alcanzar los. En sentido inverso, la ét ica es relat iva a la economía en cuanto que sean cuáles sean estos f ines, s iempre tendrán una dimensión pol í t ica, cultura l e histór ica. La Economía Et ica precisa tanto de una parte posit iva, no-normativa y cultural como de otra parte normativa,

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prescr ipt iva y universal. Koslowski der iva su inspiración para la pr imera parte de la Volkswirtschafts lehre (“Economía Pol í t ica” o “Economía de la Nación”) de Gustav von Schmol ler. Sin el la, la economía pierde su integración sociocultural y se l imita a ser, s implemente, una “ciencia económica” ascéptica. Esta segunda se contenta con estudiar s in más las re laciones entre los precios y las cantidades de bienes disponibles en el mercado, ignorando las motivaciones y las razones ét ico-cul turales que también condic ionan la formación de dichos precios. Una teor ía adecuada de precios necesar iamente exige su correspondiente teor ía de valores; mientras que la pr imera pueda ser una mera función de la oferta y la demanda, la segunda es, a la fuerza, ético-cultural . (Por ejemplo, la caída del precio del azúcar provoca un aumento en su consumo en Inglaterra, pero no así en Alemania, debido a hábitos al imentic ios dist intos en los dos países.) En la descr ipción de la economía posit iva es menester prestar una atención esmerada a dos grupos de factores, a saber, las condic iones naturales y técnicas y las causas psicológ ico-ét icas. En este punto, Koslowski real iza no sólo una cr í t ica s ino que también propone una superación de los planteamientos marxista y austr íaco. Los marxistas caen en el determinismo económico al considerar exlusivamente las condic iones naturales y técnicas; los austr íacos elaboran una teor ía económica “pura” y “angel ical” por olv idarse de los desarrol los histór icos. Koslowski sortea el pel igro del h istor ic ismo al insist i r en la importancia de la parte normativa de la Economía Etica. Aunque los f ines y las preferencias son ciertamente indiv iduales, resulta que provienen de un psiquismo que está te leológicamente or ientado. Este psiquismo, a su vez, forma parte del género humano y es, por tanto, universal. En consecuencia, cabe deducir -hasta determinado punto- cuáles sean los f ines indiv iduales a part ir de una concepción de la naturaleza humana. La parte normativa de la Economía Et ica se subdiv ide ulter iormente en un componente formal y en otro mater ial . Su aspecto formal se ref iere a la coordinación de las e lecciones y preferencias indiv iduales razonables hasta l legar a un consenso social general izado. E l mecanismo que propone para l legar a dicho consenso no es otro que el imperat ivo categór ico kantiano: “Obra de tal forma que la máxima de tu acción pueda elevarse en regla general para todos los seres racionales y l ibres.” E l aspecto mater ial de

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la Economía Et ica se encarga de remediar las d i f icultades de la fórmula kantiana al tratar de una recta formación de f ines y preferencias en el contexto de la acción económica. Admite la d ist inción entre bienes económicos (escasos, con usos alternat ivos y esencialmente mediales o instrumentales) y b ienes ét icos (quer idos en s í mismos y por s í mismos, compart ib les s in que disminuyan en “tamaño” ni en “ intensidad”); a l t iempo que def iende la pr imacía jerárquica de los segundos sobre los pr imeros. Con respecto a ambos t ipos de bienes, Koslowski previene contra el engaño del cálculo maximal ista por la incompletud de la información sobre el mercado de la que actualmente cualquiera puede d isponerse, por la fal ta de certeza acerca del futuro, por e l desconocimiento sobre las preferencias subjet ivas legít imas de los agentes económicos y por la inconmensurabi l idad de dichos bienes. LA ECONOMIA COMO CIENCIA SOCIAL E l gran logro de la F i losof ía de la Economía en el ámbito austro-germánico ha sido la comprensión de la economía como una cienc ia social ; o al menos, e l haber faci l i tado la d iscusión para su establecimiento como tal . C iertamente, el propio status de una “c iencia social” -que abarca no sólo la economía, s ino también la histor ia, la pol í t ica, la sociología, e incluso, en algunos aspectos, la psicología y la ét ica- conl leva ser ias di f icultades con respecto a la def in ic ión de su objeto y su método de invest igación. Mas el alejamiento que tal p lanteamiento supone de un modelo f ís ico-matemático de la c iencia ya es, en sí mismo, un gran acierto. E l mayor pel igro para la perspect iva austro- germánica en la c iencia económica es el del re lat iv ismo. El af i rmar que la val idez de cualquier teor ía económica está en función del sujeto indiv idual que la formula (su estado psicológico), del lugar que ocupa en e l entramado social ( la c lase o el estamento al que pertenece), del per íodo histór ico en el que v ive, de la cultura (ethos) en la cual habita, etc. mina la verdad cient í f ica en sus mismos fundamentos. Se pierden las notas esenciales de la “necesidad” y de la “universal idad”; la comunicación intersubjet iva se vuelve imposib le. Justamente por e l lo es menester apelar - también en el caso de la c iencia económica- a una base antropológica común. Este es precisamente e l hueco que pensadores como

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Menger y Mises intentan cubr ir, cada cual con su versión del homo oeconomicus, y corolar iamente, con un modelo de la “racional idad económica”. E l ps iquismo indiv idual, racional y l ibre, que el ige, decide y actúa, resulta que es “humano”; o sea, que part ic ipa de un “género” o una “naturaleza”. La naturaleza no es sólo un “pr incip io de operaciones” s ino también una “comunidad de f ines”. Sólo con el recurso a una antropología adecuada que estudie la const i tución, la ef ic iencia y la te leología del ser humano conseguir íamos una fundamentación acabada, verdaderamente “f i losóf ica” -al lende de lo que la sociología y la h istor ia puedan ofrecer- de la c iencia económica. BIBLIOGRAFIA Además de las obras ya c i tadas en el texto, también se han consultado los s iguientes fuentes, comentar ios, monograf ías y recopi laciones:

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Stuttgart/New York: Gustav F ischer, 1982. NOTA BIOGRAFICA Alejo José Sison es doctor en F i losof ía. Ha desempeñado su tarea docente en la Facultad de F i losof ía y Letras (Pamplona) y en el Inst i tuto de Estudios Super iores de la Empresa (Barcelona), ambas de la Universidad de Navarra, así como en el Center for Research and Communicat ion en Mani la, F i l ip inas. Es invest igador del Seminar io

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Permanente Empresa y Humanismo. Su campo de interés y estudio se ha centrado en la ét ica fundamental-especialmente desde las c laves proporcionadas por la f i losof ía c lásica gr iega-, en la ét ica en el mundo de la empresa, y en las re laciones entre la ét ica, la economía y la pol í t ica en la sociedad contemporánea. Este es su segundo cuaderno en nuestra colección.