informativo cirm. noviembre-diciembre 2013

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Noviembre-diciembre 2013 2 Editorial Juana Ángeles Zárate Celedón Reflexión teológica 3 ¿En qué creen los laicos de Tlapa? Interacción entre fe y religiosidad popular Hno. Gustavo Llaguno, msps 8 Retos actuales para transmitir la fe Ismael Bárcenas Orozco, sj 14 Jóvenes y evangelización. Una reflexión sobre la misión evangelizadora en medio de los jóvenes Patricia Castilleja de León CONTENIDO Para reflexionar 35 Año de la fe… vamos en la barca Hertha Hampl, fsps DIRECTORIO CIRM Presidente: P. Fernando Torre, msps Primera Vicepresidenta: Hna. Juana Ángeles Zárate, csc Segundo Vicepresidente: Hno. Ricardo Reynoso, fms Vocales femeninas: Hna. Georgina Zubiría, rscj Hna. Luz Angélica García, osr Hna. Lucila Martínez, stj Hna. Patricia Pérez, cfmm Hna. Anastasia García, macic Vocales masculinos: P. Carlos Morfín, sj P. Gonzalo Ituarte, op P. Enrique Castro, ocd Hno. Eduardo Navarro, fms P. Salvador Rodea, cr Secretaria General: Hna. Ilse Mayer W., hsjl [email protected] Tesorero: Hno. Manuel Arróyave Ramírez, sfc CIRM Nacional Amores 1318, Col. Del Valle, Del. Benito Juárez, 03100 México, DF Tel (55) 56.04.54.14 Fax (55) 56.04.95.55 www.cirm.org.mx Revista Informativo CIRM: Coordinador del Departamento de Comunicación: Hno. Sergio Argüello Vences, ssp Director: P. Guillermo Uribe Aceves, ocd Editor: Hno. Sergio Argüello Vences, ssp Corrección de estilo: Jorge Hernández Mejía, ssp Diagramación y diseño: DG Fernando Daniel Perera E. Webmaster: Lic. Miriam Elena Canchola Impresión: Editorial Progreso S.A. de C.V. Tiraje de 500 ejemplares más sobrantes para reposición. Atención a suscriptores De lunes a viernes de 9 a 14 hrs. Tel (55) 56.04.54.14 Fax (55) 56.04.95.55 Email: [email protected] Testimonios 50 Miguel Agustín Pro: Jesuita testigo en el Año de la Fe Sebastián Mier, sj 56 Padre Andrés Solá Molist: Claretiano testigo de la fe De la CIRM 61 Experiencia sobre el curso: “Un alto en el camino” 22 Adviento, tiempo del corazón y de la esperanza J. Marcos Alba, msps Creo en 27 Creo en un solo Dios en tres personas distintas Hna. Marina Guzmán, oesm 28 Creo en Dios Padre Hno. Eduardo Suanzes, msps 29 Creo en Jesucristo Fray Gerardo Ángeles, ofm 30 Creo en el Espíritu Santo Hna. Rocío Montes, fsps 31 Creo en la Iglesia Hna. Nayeli Reyes, svcfe 32 Creo en la comunión de los santos Hna. Rosa Margarita Mayoral B. csc 33 Creo en el perdón de los pecados P. Estaban Rosado, msps 34 Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna Hna. Alicia Margarita Cortés, hc Expresiones de fe de las Nuevas Generaciones en la Vida Religiosa 38 Anhelo que todos los hombres sean felices al estar llenos de Dios Hno. Luis Alberto Tirado Becerril 40 Mi fe en Dios me impulsó a elegir la Vida Religiosa Hna. Heidi Aguirre 42 Mi encuentro con la fe Hno. Sergio Argüello Vences 44 Vivencia de la fe Hna. Aidina Tubari Mencari Voces Jóvenes 46 Momento privilegiado para la Vida Religiosa Hna. Silvia Gómez Nolazco nformativo Cirm

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Page 1: Informativo CIRM. Noviembre-diciembre 2013

Noviembre-diciembre 2013

2 Editorial Juana Ángeles Zárate Celedón

Reflexión teológica 3 ¿En qué creen los laicos de Tlapa? Interacción entre fe y religiosidad popular Hno. Gustavo Llaguno, msps

8 Retos actuales para transmitir la fe Ismael Bárcenas Orozco, sj

14 Jóvenes y evangelización. Una reflexión sobre la misión

evangelizadora en medio de los jóvenes Patricia Castilleja de León

C O N T E N I D OPara reflexionar 35 Año de la fe… vamos en la barca Hertha Hampl, fsps

DIRECTORIO CIRMPresidente: P. Fernando Torre, msps

Primera Vicepresidenta:Hna. Juana Ángeles Zárate, csc

Segundo Vicepresidente:Hno. Ricardo Reynoso, fms

Vocales femeninas:Hna. Georgina Zubiría, rscjHna. Luz Angélica García, osrHna. Lucila Martínez, stjHna. Patricia Pérez, cfmm Hna. Anastasia García, macic

Vocales masculinos: P. Carlos Morfín, sjP. Gonzalo Ituarte, opP. Enrique Castro, ocdHno. Eduardo Navarro, fmsP. Salvador Rodea, cr

Secretaria General:Hna. Ilse Mayer W., [email protected]

Tesorero:Hno. Manuel Arróyave Ramírez, sfc

CIRM NacionalAmores 1318, Col. Del Valle,Del. Benito Juárez,03100 México, DFTel (55) 56.04.54.14 Fax (55) 56.04.95.55www.cirm.org.mx

Revista Informativo CIRM:Coordinador del Departamentode Comunicación: Hno. Sergio Argüello Vences, ssp

Director:P. Guillermo Uribe Aceves, ocd

Editor:Hno. Sergio Argüello Vences, ssp

Corrección de estilo:Jorge Hernández Mejía, ssp

Diagramación y diseño: DG Fernando Daniel Perera E.

Webmaster: Lic. Miriam Elena Canchola

Impresión:Editorial Progreso S.A. de C.V.Tiraje de 500 ejemplares mássobrantes para reposición.

Atención a suscriptores De lunes a viernes de 9 a 14 hrs.Tel (55) 56.04.54.14 Fax (55) 56.04.95.55Email: [email protected]

Testimonios 50 Miguel Agustín Pro: Jesuita testigo en el Año de la Fe Sebastián Mier, sj

56 Padre Andrés Solá Molist: Claretiano testigo de la fe De la CIRM 61 Experiencia sobre el curso: “Un alto en el camino”

22 Adviento, tiempo del corazón y de la esperanza J. Marcos Alba, msps

Creo en27 Creo en un solo Dios en tres

personas distintas Hna. Marina Guzmán, oesm

28 Creo en Dios Padre Hno. Eduardo Suanzes, msps

29 Creo en Jesucristo Fray Gerardo Ángeles, ofm

30 Creo en el Espíritu Santo Hna. Rocío Montes, fsps

31 Creo en la Iglesia Hna. Nayeli Reyes, svcfe

32 Creo en la comunión de los santos Hna. Rosa Margarita Mayoral B. csc

33 Creo en el perdón de los pecados P. Estaban Rosado, msps

34 Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna Hna. Alicia Margarita Cortés, hc

Expresiones de fe de las Nuevas Generaciones en la Vida Religiosa 38 Anhelo que todos los hombres sean felices al estar llenos de Dios Hno. Luis Alberto Tirado Becerril

40 Mi fe en Dios me impulsó a elegir la Vida Religiosa Hna. Heidi Aguirre

42 Mi encuentro con la fe Hno. Sergio Argüello Vences

44 Vivencia de la fe Hna. Aidina Tubari Mencari

Voces Jóvenes 46 Momento privilegiado para la Vida Religiosa Hna. Silvia Gómez Nolazco

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Editorial

Editorial

El Año de la Fe nos ha regalado el profun- dizar, discernir y dinamizar nuestra expe- riencia de Dios y su impacto en nuestras

realidades personales e institucionales a nivel eclesial y social. El Espíritu Santo dador de vida, nos ha sorprendido con la elección del Papa Fran- cisco que nos ha inspirado con su palabra y sus gestos de amor, cercanía y profecía, a transmitir nuestra fe no sólo con palabras sino con la vida, su testimonio nos permite afirmar que la fe que brota del interior de la persona es capaz de ilumi- nar los más aciagos escenarios de desesperanza. La encíclica Lumen Fidei en el número 37 expresa esta realidad afirmando que “Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí. La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan fecunda, que se convierte en un gran árbol que es apaz de llenar el mundo de frutos”.

La lectura del presente boletín, nos introdu- ce en esos maravillosos caminos de la fe expresa- dos en una rica y sabrosa narrativa de lo que Dios ha hecho en la condición humana de algunas hermanas y hermanos nuestros que describen con brevedad y hondura su fe hecha vida; la lec- tura nos introduce en el misterio que se hace historia, nos envuelve en la actual y asombrosa historia de salvación y nos invita a narrar nues- tras propias historias de amor y liberación. En esta misma línea, encontraremos el credo de la iglesia encarnado en motivos de vida y misión desde otro conjunto de personas que nos comparten sus razones para creer en el proyecto de Iglesia desde sus propios caminos de fe, así vamos entre- tejiendo un credo colectivo que expresa no sólo la posibilidad, sino la realidad de unidad en la di- versidad como un cuerpo místico y profético

que encarna en el mundo de hoy la presencia de la Trinidad actuante, santificadora y salvadora.

El aire fresco de un lenguaje sencillo y jovial al abordar los retos que tenemos para transmitir la fe, de manera especial a los jóvenes y nuevas generaciones de Vida Consagrada, nos coloca pa- radójicamente y gozosamente en una nueva for- ma de hacerlo. Las preguntas que los autores se formulan, son preguntas que nos estimulan a recorrer los caminos de la descomplicación y de abismarnos en la sencillez de la vida y desde ahí contemplar y hablar de un Dios real y encarnado en estas nuevas realidades urbanas y cibernéticas que nos invitan a hacernos nuestras propias pre- guntas y a buscar a Dios en la cotidianidad de este mundo en cambio.

El Papa Francisco sigue siendo el nuevo vien- to que irrumpe en nuestro caminar, por eso lo encontraremos citado en textos y en una suer- te de exégesis de sus gestos al hablar de la fe y de su presencia en diversos eventos de Iglesia y de sociedad.

Ésta, sin lugar a dudas, es una edición entra- ñable que nos coloca ya en una saludable nostal- gia del Año de la Fe, que aunque ya termina en el reloj del tiempo humano, ha dejado una huella imborrable y sobre todo el deseo de seguir pro- fundizando y acrisolando una auténtica experiencia de Dios que nos coloque en los nuevos senderos de una fe personalizada, profunda, comprometida y gozosa. El Año de la Fe, es al mismo tiempo el inicio de una nueva era de espiritualidad y espe- ranza para la Iglesia y para la Vida Consagrada que se inserta en su vida y misión. ¡Disfrútalo…! y deja que sus artículos se conviertan en motivo de hacer la narrativa de tu propia fe.

Juana Ángeles Zárate CeledónVicepresidenta de la JDN

“Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos” (Cfr. 2 Co 4,13)

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Reflexión teológica

Antes de responder a la pregunta “¿en qué creen los laicos de Tla- pa?”, primero quisiera hablar bre-

vemente del contexto en el que viven dichos laicos para comprender mejor sus creen- cias religiosas.

Contexto loCalTlapa pertenece a la zona de la Montaña del Estado de Guerrero, la cual tiene una población integrada en su mayoría (70%) por indígenas; es una ciudad que está te- niendo un crecimiento demográfico acele- rado, pues hace tan solo 11 años tenía 30

mil habitantes y actualmente superan los 80 mil. Desde la época prehispánica, Tlapa ha sido centro de referencia de muchos pueblos indígenas de la Montaña que bajan para hacer sus compras, conseguir cosas y acudir a oficinas del gobierno; actualmente hay mucha migración de gente de los pue- blos de la Montaña que lleva a sus hijos a estudiar en las escuelas de Tlapa. Se dice que Tlapa es el “embudo” de la Montaña, pues allí conviven las diferentes culturas de la región: nahuas, mephaas (o tlapanecos), nasavis (o mixtecos) y mestizos. En Tlapa hay unas cinco colonias tradicionales del centro

1 El Hno. Gustavo lleva seis años de vivir en Tlapa, Gro., y trabaja pastoralmente en esa Diócesis.

¿En qué creen los laicos de Tlapa? Interacción entre fe y religiosidad popular

Hno. Gustavo Llaguno, msps1

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¿En qué creen los laicos de Tlapa?

integradas en su mayoría por mestizos, y más de cincuenta colonias integradas en su mayoría por indígenas; todavía existe un fuerte racismo de los mestizos hacia los in- dígenas, tachándolos de gente ignorante, sucia y desordenada.

CaraCterístiCasEn ese contexto se mueve la fe y religiosi- dad de la gente de Tlapa, en medio de una compleja realidad que está en constante cambio. Ahora sí vamos a describir algunas de las características que integran la fe y religiosidad de los laicos en Tlapa.

1. Principio de reciprocidadUn sacerdote antropólogo nos explicaba que el principio que rige a occidente es el de “no contradicción”, el cual es muy sim- ple: “A” es igual a “A” y también es dife- rente de “B”. En las culturas indígenas de Tlapa no es así; ellos más bien se rigen por el principio de “reciprocidad”, el cual consiste en corresponder a todos los nive- les: corresponderse entre pueblos, entre familias, corresponder a la madre tierra, a Dios, a los santos, etc. Esa característica

está a la base de la fe y religiosidad de la gente de la región, por lo que la gente no vive una fe de tipo racional, abstracta, con- ceptual y “ortodoxa”, como en la Iglesia católica occidental, sino más concreta, re-lacional y experiencial.

2. GratitudEl principio de reciprocidad lleva a que la gente sea muy agradecida. Ella sabe que Dios les muestra su amor y también la Virgen, los santos, la tierra, el fuego, la naturaleza. En respuesta a esa acción de Dios la gente le corresponde con agradecimiento a través de muchas expresiones y manifestaciones de fe: peregrinaciones, danzas, flores, velas, acciones de gracias, entre otras. Como ejem- plo hay pueblos que tienen la bonita cos- tumbre de tirar un poco de agua o refresco al suelo en agradecimiento a la tierra antes

En las culturas indígenas de Tlapa no es así; ellos más bien se rigen por el principio de “reciprocidad”, el cual consiste en corresponder a todos los niveles: corresponderse entre pueblos, entre familias, corresponder a la madre tierra, a Dios, a los santos, etc. .

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¿En qué creen los laicos de Tlapa?

de beberlos; hay otros que le echan algunas tortillas al fuego en agradecimiento; hay otros que danzan con las primeras milpas en agradecimiento a Dios por las cosechas.

3. PeticiónA Dios, la Virgen y los santos les agradecen pero también les piden. También ofrecen mi- sas, peregrinaciones, velas, flores, etc. para pedirles por sus necesidades. En general, la gente les pide necesidades básicas de la vida: por la salud de la familia, el estudio de los hijos, que Dios los cuide cuando emi- gran a Estados Unidos, por el trabajo, por una buena siembra, etc. Hay poblaciones que les falta evangelización pues hay gente que piensa que Dios y los santos están como el gobierno del país: para dar ayudas o para que cumplan lo que se les pida, sin importar qué. Incluso hay gente que les pide a los san- tos que muera alguien, y como no se puede en la Iglesia católica, acuden a la santa muer- te o a malverde.

4. sacramentos y sacramentalesLa gente se acerca a los sacramentos para recibir la bendición y “protección” de Dios; incluso buscan mucho el bautizo para que el niño no tenga enfermedades o malos sue- ños. Generalmente las eucaristías son mo- mentos para acompañar al sacerdote para que pida a Dios por los presentes; casi na- die pasa a comulgar, pero todos quieren recibir agua bendita, siendo como una forma de comulgar con la bendición y pre- sencia de Dios. El sacramento de la recon- ciliación lo practican en cuaresma, cuando se les pide o en contextos de retiros es- pirituales.

5. Vida y muerteEl otro día leía a un filósofo francés que decía que la palabra “tabú” en occidente antes era la sexualidad, pero ahora no es la sexualidad, sino la muerte. Para occidente envejecer y morir es una especie de fra- caso y mejor se le prefiere “dar la vuelta” y no hablar de eso. No es así con los lai- cos de Tlapa; la muerte es parte de la vida y la vida parte de la muerte. Una mani- festación muy clara de ello es el festejo del

La gente se acerca a los sacramentos para recibir la

bendición y “protección” de Dios; incluso buscan mucho el bautizo para que el niño no tenga enfermedades o

malos sueños .

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¿En qué creen los laicos de Tlapa?

“día de muertos”, que en esta región no se hace por “folklore”, sino se cree verda- deramente que sus familiares difuntos los visitan y conviven con ellos, y que es muy importante recordar a los difuntos. Cuando muere una persona, la familia llena la casa de manifestaciones de vida: toca la banda, se encienden las velas, se llena de flores, se reza y se pone el humo del copal.

6. los sueñosLa forma de interpretar los sueños en la gente de Tlapa es algo que todavía no lo- gro entender del todo. Los sueños no son, como decía Freud, “expresiones de deseos y miedos que tiene el sujeto”, sino realida- des que se viven en otro plano de la existen- cia o anuncios de cosas que van a suceder. En las misas la gente pide mucho no tener malos sueños, pues si se sueña que alguien muere, tienen mucho miedo que realmente suceda. Se acude a los ancianos de los pue- blos ya que sus sueños indicarán cómo será ese año para ese pueblo.

7. Causas metafísicas de hechos físicosÉsta es una característica que todavía no logro darle nombre o no logro comprender del todo. Mucha gente que se enferma o le sucede algo malo, no lo atribuye a causas físicas (una bacteria, un virus, un accidente sin más, etc.) sino a causas metafísicas, es decir, una envidia, un “mal de ojo”, un cas- tigo divino o por no cumplirle a un santo. Yo entiendo que hay ocasiones que los su- cesos físicos tienen que ver con una gran variedad y complejidad de elementos fisio- lógicos, biológicos, relacionales… pero también he vistos que mucha gente atribuye

causas de ciertos acontecimientos que me parecen equivocadas… o tal vez no lo he logrado comprender del todo, pero ésta es una característica que permea su fe.

8. la juventudLos jóvenes están viviendo un fenómeno muy extraño. Sus padres o abuelos tienen una fe con características indígenas, y beben de ella; pero al mismo tiempo los jóvenes

Los jóvenes están viviendo un fenómeno muy extraño. Sus padres o abuelos tienen una fe con características indígenas, y beben de ella; pero al mismo tiempo los jóvenes tienen contacto con la cultura occidental y la dinámica globalizadora de nuestra sociedad .

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¿En qué creen los laicos de Tlapa?

tienen contacto con la cultura occidental y la dinámica globalizadora de nuestra so- ciedad. Eso lleva a que tengan una crisis de identidad y cada uno la resuelva de forma diferente. Algunos deciden negar todo lo “indígena” creyéndose que es sinónimo de ignorancia y solo se quedan con lo “occi- dental”; otros defienden lo “indígena” y se sienten orgullosos de ello. En los grupos juveniles se busca que los jóvenes se que- den con lo mejor de lo indígena y lo mejor de la sociedad occidental, para que cons- truyan una nueva identidad, pero es todo un reto. Muchos chavos deciden adoptar una identidad de “cholos” o chavos banda, se visten como cholos, y se pelean con otras bandas de cholos, pero siguen manteniendo expresiones de fe indígena, especialmen- te la devoción a la Virgen de Guadalupe y a los santos.

9. la Virgen y los santosLa Virgen y los santos tienen mucha impor- tancia, y no pocas veces, más que la del mismo Jesús. Se le tiene una devoción muy importante a la Virgen de Juquila (se en- cuentra en el estado vecino de Oaxaca) y a la de Guadalupe. Muchas divinidades pre- hispánicas fueron sustituidas por los san- tos católicos; por ejemplo antes se le pedía la lluvia a Tláloc y ahora es sustituido por San Marcos; San Miguel Arcángel tiene la espada pues mata el hambre y con él se dan las primeras cosechas del maíz. Algu- nos santos o devociones de importancia son: Santo Entierro, Santa Expiración, San Salvador, Santiago Apóstol, San Juan Bau- tista, San Lucas, San Judas Tadeo, Santa Cecilia, entre otros.

10. xiñásEn los pueblos casi siempre hay una per- sona encargada de hacer los rezos, pedir por la gente, quemar la vela y hacer los ritos para pedir lluvia. En algunos se les llama rezadores, en otros cantores y en otros Xiñás Xuajis; generalmente son ancianos que el pueblo reconoce que tienen el caris- ma de saber rezar y hablarle a Dios. A ve-ces se la pasan rezando casi todo el día en las fiestas. Algunos rezan tanto que yo es- toy seguro que se llenan de Dios, pues mu- chos de ellos transmiten una enorme paz en sus vidas y miradas.

Pues éstas son algunas de las caracterís- ticas de la fe y religiosidad de los laicos de Tlapa, la cual todavía sigo tratando de com- prender y no me canso de maravillar por su fuerza y profundidad.

Algunos rezan tanto que yo estoy seguro que se llenan de Dios, pues muchos de ellos transmiten una enorme paz en sus vidas y miradas .

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Reflexión teológica

Retos actuales para transmitir la fe

Ismael Bárcenas Orozco, sj1

Después de las JMJ (Jornadas Mundia- les de la Juventud) una pregunta que me sigue rondado es precisamen-

te esta: ¿Cómo podemos transmitir la fe a los jóvenes? Claro, no nada más a los jóve- nes, también a nuestros contemporáneos, a toda mujer y hombre, creyente o no, que en esta época está buscando esperanza y desea vivir, experimentar a Dios, especial- mente ante las adversidades del presente.

Gracias a las redes sociales, en internet, contamos con diferentes espacios para com- partir nuestra fe. Podemos mandar mensajes e imágenes por Facebook y Twitter, también subir fotos en Instagram o videos en You- tube y tener amplias audiencias de segui- dores en dichas vías. La tecnología está al

alcance de la mano -literal- a través de los nuevos teléfonos celulares, cada vez más potentes y accesibles, y podemos dar cuenta de un evento mientras es visto -en vivo- y comentado por miles de personas, vol- viéndose viral. Los medios y las herramien- tas están ahí. El punto es qué queremos comunicar.

¿Qué transmitir? ¿A quién? ¿En qué con- textos? ¿Qué queremos suscitar? Cierta- mente el ser humano, en todas las épocas, se ha visto movido por alegrías y tristezas, dudas y certezas, esperanzas e incertidum- bres, pero son muy diferentes los cuestiona- mientos y ambientes en que se desenvuelven los adolescentes de la actualidad, a los de décadas o siglos pasados.

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Retos actuales para transmitir la fe

Antes de empezar a mandar textos vía Twitter, por ejemplo, creo que es fundamental el revisarnos a nosotros mismos. Hay que hacer examen de conciencia y decirnos con sinceridad qué realmente nos sostiene e impulsa .

¿Cómo podemos compartir nuestra fe, por ejemplo, a estos jóvenes a través de las nuevas tecnologías? Este desafío implica varias vertientes, es conveniente seleccio- nar contenidos pues creo que lo importante es ayudar a despertar y detonar los mejo- res recursos internos de quien nos lee o escucha, invitando a vivir con mayor inteli- gencia, amor, libertad y confianza.

Al mismo tiempo, antes de compartir la fe, antes de empezar a mandar textos vía Twitter, por ejemplo, creo que es funda- mental el revisarnos a nosotros mismos. Hay que hacer examen de conciencia y de- cirnos con sinceridad qué realmente nos sostiene e impulsa. Es muy purificador, cada tanto, hacer alto y reconocer cuál es, hoy, la razón de nuestra esperanza. Recordar nuestro llamado, verificar los cambios y re- planteos que ha sufrido en el transcurso de los años. Teniendo esto claro, será más sen- cillo plasmar y exponer, en breves frases, dónde y en qué radica nuestro deseo de ca- minar en la vida religiosa. Aparte de que estas perlas podremos expresarlas en len- guaje y símbolos afines con quienes compar- to la misma fe, a la vez podré exponerlas en otros códigos, sintonizándome a la frecuen-

cia de quienes tienen otros credos o simple- mente no los tienen. Qué mejor manera de ser ecuménicos y estar a tono para comuni- car, interactuar, también descubrir, saborear y nutrirnos de las semillas evangélicas espar- cidas e inmersas en otras culturas, como bien exhorta el Concilio Vaticano II.

Regresando al reto de ir al núcleo de la razón de mi esperanza, hace poco, plati- cando con un compañero que trabaja en parroquias de hispanos en EUA, me com- partió una oración que no ha dejado de inspirarme y lanzarme a la reflexión por la manera en que resume su fe, poniéndo- la como algo que vamos cimentando en la propia historia y que sigue siendo tarea pendiente a realizar en el día a día:

• Creo en Dios que vive dentro de mí.• Creo que se me invita a ser imagen

del Dios vivo y verdadero.• Creo en la vida que es lucha y cons-

truir.• Creo que soy libre y dueño de mi

propia vida.• Creo que soy yo quien construye la

persona que quiero ser.• Creo en ti que me das la mano.• Creo en la verdad que es la luz en la

oscuridad.• Creo en la comunidad que construye

la verdad.• Creo en la compasión que me hace

espiritual.• Creo en la humildad que me hace

uno con los demás.• Creo que ser mensajero de la paz

me hace más humano.• Creo en la esperanza como signo

espiritual.

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Retos actuales para transmitir la fe

Creo que la fe es la gran guía que nos ayuda a encontrar límites entre lo que nos destruye y reconstruye, a la vez que nos da horizontes de esperanza .

• Creo en la comunión de los santos vivos y difuntos que me hace eterni-dad.

• Creo que el Espíritu Santo me da po- der para hacer grandes cosas.

• Creo que soy uno con Cristo que es camino, verdad y vida.

• Creo que soy futuro para los demás.

Decían los filósofos existencialistas que la vida no tiene sentido y que no somos co- mo los animales, que están determinados por sus instintos. Que el ser humano, al perder dichos instintos, es libre y que cada quien tiene que irle encontrando sentido a su propia vida. Podremos estar de acuerdo o no con ellos. Es dramático -y gran desa- fío- captar la falta de sentido, la pérdida de brújula en muchos, jóvenes o viejos, unos dando rienda suelta a sus excesos, otros su- midos en depresión, ansiedad y amargura. Creo que la fe es la gran guía que nos ayuda a encontrar límites entre lo que nos destru- ye y reconstruye, a la vez que nos da hori- zontes de esperanza. Es muy importante darnos cuenta que como seres humanos contamos con la libertad para diseñar y bos- quejar nuestra vida, dentro del poco o mu- cho margen de maniobra que ésta nos dé. Por lo mismo, la oración de nuestro amigo que trabaja con migrantes me inspi- ra y ayuda a ser consciente de esta gran responsabilidad: tengo que tomar la vida en mis manos, esta vida que Dios nos da -junto con la vocación-. Soy yo quien tiene que valorar lo que se me ha dado en el pasado, captando lo que soy en el presente y lo que quiero hacer y dejar a los demás en el futuro. Transmitir la fe es compartir,

creo, estas perlas que he experimentado como gran regalo de Dios y como grandes bendiciones en mi vida. Permítanme esta expresión: Compartir la fe es como tener gripa, si tengo este virus se lo propagaré a quienes me rodean y con quienes me rela- ciono por contagio.

La gran invitación que hace el Papa a que, como pastores, olamos a oveja, impli- ca, si pensamos en los jóvenes, estar con ellos -y contagiarlos-. Ahora bien, hay que conocer y escuchar sus sueños, sus ale- grías. Hay que detectar los modos en que

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Retos actuales para transmitir la fe

se relacionan. Entender para ellos qué es lo importante, qué cosas valen la pena, qué aprecian, qué les llama la atención, qué los entusiasma y qué los aburre; cuáles son sus frustraciones, sus tristezas y sus enojos; qué les aprieta el corazón por dolor o im- potencia, qué piensan del mundo, de la polí- tica, de la religión, de la educación, quiénes son sus ídolos y quiénes sus villanos. Hay que tratar de ver el mundo como ellos lo ven e intuir por qué lo perciben de dicha manera.

El Santo Padre también decía que la me- jor manera para evangelizar a un joven es otro joven. Cierto. Ahora bien, en lo que respecta a nosotros, en nuestra conviven- cia con ellos, para generar empatía y ser dignos de su confianza, de entrada, no hay que juzgarlos, ni condenarlos, ni regañarlos a la primera. Hay que escuchar y entender, aun cuando no estemos de acuerdo. Estar presentes junto a ellos. No imaginarlos des- de el escritorio. Ir, convivir, platicar para después dialogar, y es aquí, hablándonos de tú a tú, dejándonos desafiar también por sus cuestionamientos, donde se surge la amis-tad y el cariño.

El joven es noble, sabe escuchar, sabe valorar y sabe detectar lo auténtico. Cuan- do en ambiente de confianza, abriendo nues- tro corazón, compartimos las esperanzas que nos han dado vida, consistencia y sen- tido de futuro ellos lo agradecen. Cuando comunicamos las luces que nos ayudaron a enfrentar los momentos de oscuridad o adversidad, ellos lo aprecian y lo toman como buena noticia pues saben que les es- tamos compartiendo esa perla por la que hemos vendido todo. Al bajar a lo más pro-

fundo de nuestro corazón y detectar nues- tra experiencia de Dios, es ahí donde mejor podemos comunicar y transmitir nuestra fe en Jesús, y es desde ahí donde podemos propiciar y suscitar en el corazón de quien nos escucha ese deseo por recorrer los cami- nos del Resucitado, es decir, los senderos de la compasión, el servicio, la solidaridad, la confianza y el amor.

Hace poco, estando presente en una misa de xv años, me preguntaba qué le diría el sacerdote, en la homilía, a la jovencita que tenía enfrente. Me encantó el modo, su tra- to, verla a los ojos con la gran ternura de Dios –como dice San Pablo en su carta a los Romanos- y que le haya dicho: “Mi niña, la vida es muy difícil y complicada, tenemos que ser muy listos con las decisiones que tomamos pues no todo da lo mismo. El problema de la vida es que podemos hacerla más difícil si nos equivocamos. Por eso es muy importante desa- rrollar nuestra autoestima ya que, a veces, arrui- namos nuestra vida porque no nos queremos, no nos valoramos y tomamos malas decisiones. Date cuenta que vales mucho, Dios te ha re- galado el cariño de tu familia y también te ha dado la capacidad de pensar, de amar y la fuer- za de voluntad. Si no estudias, no desarrollas tu inteligencia. Estudiando reconocemos nues- tras capacidades, nuestras habilidades y nos re- tamos a mayores metas. Vences un obstáculo y es como si mataras al tigre, al constatarlo te das cuenta que sí puedes y así tu autoestima sube. Por eso es importante aprender a pensar, para distinguir lo bueno de lo malo, lo que nos perjudica y lo que nos ayuda a abrirnos puer- tas a un mejor futuro posible y alcanzable. Y para eso es importantísimo decidir estudiar, no es fácil, requiere un esfuerzo continuo. Así

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Retos actuales para transmitir la fe

aprendemos a tomar buenas decisiones. Una mala decisión no nomás a ti te afecta, también arrastras a tus seres queridos. ¿Quién sufre más: al que meten a la cárcel por traficar con drogas o su mamá? Es importante aprender a no equivocarte. Y si le atinas, eres bendición para los que te rodean. Por eso, supérate, vence obs- táculos, conviértete en Buena Noticia”.

Durante el sermón, la quinceañera refle- xionaba y asentía con la cabeza. Me llamó la atención el brillo de sus ojos mientras se le dirigían estas palabras. Se le hablaba con sinceridad y aprecio, se le decía una gran verdad, quizá difícil, pero al mismo tiempo se le hacía notar que tenía los recursos sufi- cientes para enfrentar adversidades y supe- rarlas, se le daba futuro. Quizá aquí radica, lo digo a título personal, el reto de la Evan- gelización a las nuevas generaciones. Necesi- tamos darles futuro, partiendo de la dura realidad. Necesitamos darles alas. Decirles que Dios cree en ellos y que Jesús los acom- paña, invita, sostiene e impulsa. Un compa- ñero que trabaja en cárceles tiene un dicho: “A los jóvenes hay que darles todo el amor, toda la confianza y toda la liber- tad”. Creo que tiene razón pues Dios ha hecho esto mismo con cada uno de noso- tros en el transcurso de nuestras vidas. Dios ha creído en nosotros, que somos vasijas de barro, y nos ha confiado este tesoro, la fe que nos da sentido y esperanza. Nos ha dado a Jesús, como hermano, como amigo y como guía.

Así las cosas, quizá, al utilizar las nuevas tecnologías, más que darles las respuestas, a los jóvenes hay que darles las preguntas que los reten y les ayuden a entender y re- configurar sus vidas, por ejemplo: ¿Qué es

lo que quieres conseguir en la vida? ¿Cuá- les son tus metas? ¿Cuál es la razón de tu esperanza? ¿Cuáles son los temores que po- nen barreras a tus deseos y sueños? ¿Cuáles son tus actitudes desordenadas en palabras y acciones que dañan a otras personas y ha- cen de tu familia y ambiente algo disfuncio- nal? ¿Cuáles son las cadenas que limitan tu libertad para decidir sobre tu vida y fu- turo? Estas preguntas ayudan a revisar la propia historia. Y junto con estos cuestiona- mientos, también, hay que estar con ellos

Así las cosas, quizá, al utilizar las nuevas tecnologías, más que darles las respuestas, a los jóvenes hay que darles las preguntas que los reten y les ayuden a entender y reconfigurar sus vidas .

para agradecerle a Dios, de todo corazón, lo que tenemos y lo que somos. Pedirle nos ayude a abrir los ojos e ilumine nues- tra inteligencia para que podamos distinguir el mal del bien. Solicitarle al Señor que nos dé sabiduría para poder escoger la mejor forma posible de moldear nuestras vidas y nuestro futuro.

Remitiéndome nuevamente al Papa y a la JMJ, hay una imagen que me parece sintetiza el reto que tenemos como Iglesia. Nathan de Brito es un niño que, con su playera de equipo brasileño de fútbol salió al encuentro del papamóvil. Llena de ter-

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Retos actuales para transmitir la fe

nura el abrazo que se da con Francisco. Conmueve ver a ambos llorar de alegría. Este niño quedó marcado por este instante y quedó marcado para bien. Este hecho lo acompañará, lo sostendrá, lo impulsará co- mo grato recuerdo. El encuentro con el Pa- a será una bendición para su vida. Esta es la invitación y el reto que tenemos como vida religiosa: Ser bendición, ser mensajeros e instrumentos de paz.

Quiero terminar con otra oración, una adaptación que me encontré de la bellísima oración de la paz de San Francisco de Asís, y que me encanta pues invita a transfor- marnos y a decidir, asumir, vivir y transmitir nuestra fe, con silencios y palabras, o tra- vés de imágenes, videos y textos, siendo testigos de la Buena Noticia:

• Dios y Padre bueno, lléname de tu Espíritu porque: Voy a ser mensajero de tu paz.

• Cuando encuentre odio y venganza: Voy a ser portador de tu amor.

• En los pleitos y divisiones: Voy a ofre- cer perdón y reconciliación.

• Cuando encuentre dudas y proble- mas: Voy a compartir mi fe.

• En las tristezas y penas: Voy a ser signo de alegría y amistad.

• Donde exista desánimo y frustración: Voy a llevar esperanza y verdad.

• Dios y Padre bueno, que la fuerza del Espíritu Santo llene mi corazón de tu compasión y ternura, porque: Voy a ser mensajero de tu consuelo y libertad.

• En las oscuridades que la dureza de la vida nos da: Mi vida va a ser un signo de luz.

• Padre Santo: Mi vida va a ser un tes- timonio de tu presencia, de tu bon- dad y de tu acción en el mundo.

• Sólo con la fuerza de tu Espíritu lo pue- do lograr.

Ismael Bárcenas Orozco, [email protected]

en Twitter: @elmayo 

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Reflexión teológica

Jóvenes y evangelización. Una reflexión sobre la misión evangelizadora

en medio de los jóvenesPatricia Castilleja de León

Servicios a la Juventud A.C. - México

1. Introducción

Pensar la pastoral juvenil hoy precisa indiscutiblemente de una reflexión profunda sobre el significado y los

desafíos que la Iglesia, todos nosotros, en- frentamos para orientar la presencia evange- lizadora en el mundo de las juventudes.

Sin duda la nueva evangelización está ín- timamente relacionada con la misión en

tanto que nos invita a descubrir los aerópa- gos, es decir, las realidades socioculturales con las que precisamos entrar en diálogo para la evangelización.

Para asumir estas realidades novedosas es necesario salir a su encuentro, descu- brirlas, estudiarlas, reconocerlas para pro- poner el evangelio como Buena Nueva que plenifica la vida humana, de las personas en lo particular pero también en sociedad.

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Reflexiones

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Jóvenes y evangelización

Mucho se ha dicho que es tiempo de que la Iglesia salga al encuentro de los jóvenes y, sin embargo, todavía encontramos resis- tencias para asumir esta necesidad. He es- cuchado argumentos como que a la Iglesia no le toca hacerse cargo de acciones que ayuden a resolver necesidades vitales de los jóvenes como la superación de la pobre- za en que viven millones de ellos en nues- tro país. Parece que quienes esgrimen estas excusas ignoran deliberadamente que la evangelización implica la realidad vital de las personas. Jesús en su práctica nos muestra que la Buena Nueva transforma realidades de enfermedad, exclusión, explotación y es precisamente por eso que su presencia y su acción adquieren sentido como Buena No- ticia. Esas situaciones que Jesús sintió y trans- formó son situaciones muy concretas que siguen presentes hoy.

Los obispos de América Latina, en la V Conferencia hacen a la Iglesia un llamado a colocarse en misión, surge así una pro- puesta denominada Misión Continental. A

partir de ahí se han publicado diversos in- sumos, desde el CELAM y también desde las Conferencias Episcopales de diversos paí- ses, retomo aquí algunas ideas que me pare- cen relevantes1:

La misión es parte constitutiva de la identi- dad de la Iglesia llamada por el Señor a evange- lizar a todos los pueblos. “Su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y trans- formarse en familia de Dios” 2. Por eso, la misión que se realice como fruto del encuentro de Apa- recida debe, ante todo, animar la vocación mi- sionera de los cristianos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad para que todas las comunidades cristianas se pon- gan en estado de misión permanente. Se trata de despertar en los cristianos la alegría y la fe- cundidad de ser discípulos de Jesucristo, cele- brando con verdadero gozo el “estar con-Él” y el “amar-como-Él” para ser enviados a la misión. No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las perso- nas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del en- cuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!3 Así, la misión nos lleva a vivir el en- cuentro con Jesús como un dinamismo de con- versión personal, pastoral y eclesial capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, y de atraer a quienes han abandonado la Iglesia, a quienes están aleja- dos del influjo del evangelio y a quienes aún no

Jesús en su práctica nos muestra que la Buena Nueva transforma realidades de enfermedad, exclusión, explotación y es precisamente por eso que su presencia y su acción adquieren sentido como Buena Noticia .

1 Textos tomados del documento “La misión continental para una Iglesia Misionera”, CELAM. 2008.2 GS 40.113 DA 548

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han experimentado el don de la fe. Esta ex- periencia misionera abre un nuevo horizon- te para la Iglesia de todo el continente que quiere “recomenzar desde Cristo” recorriendo junto a Él un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la solidaridad.

Una dimensión irrenunciable en el au- téntico seguimiento de Jesús –el discipulado en el que se insiste actualmente- es la de- nuncia de todo aquello que atenta contra la dignidad humana y que imposibilita la ple- nitud de vida a la que estamos llamados.

Además de los gestos cristianos de la fraternidad y la solidaridad, hace falta que la fe viva se traduzca en obras de justicia y paz, tan necesarias en nuestro México hoy. Así pues el anuncio de la Buena Noticia que se nos revela en Jesús adquiere dimensio- nes históricas, culturales y sociales que nos invitan a repensar el significado de evange- lizar a las juventudes que hoy se encuentran en situaciones de exclusión y vulnerabilidad

que reclaman una acción urgente que ge- nere esperanza y sentido de vida.

2. La misión evangelizadora en medio de las juventudes.

A partir de lo anterior quiero llamar la aten- ción sobre varios aspectos especialmente significativos para quienes trabajamos con los y las jóvenes que son válidas tanto para el ámbito eclesial como en el civil.a. la misión es una invitación a ac-

tuar como fermento entre los y las jóvenes, si tomamos la analogía, el fer- mento tiene una acción contundente pero silenciosa y paulatina. Esto es im- portante cuando trabajamos con las ju- ventudes, la presencia que impacta es la que escucha, acompaña, ayuda a crecer, tal como la acción de la levadura en la masa, la que despierta las interrogantes sobre el sentido de la vida, no la que da respuestas infalibles.

b. Colocarnos en estado de misión impli-ca pasar por un proceso de conver- sión personal, pastoral y eclesial, en continuidad con lo antes dicho, la

La misión es una invitación a actuar como fermento entre los y las jóvenes, si tomamos la analogía, el fermento tiene una acción contundente pero silenciosa y paulatina .

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pastoral, me parece que este encuentro es un momento privilegiado donde esa conversión se hace tangible, donde las actitudes afloran y aún sin ser del todo conscientes, hablan de nuestra experien- cia de Dios, ¿cuáles son las actitudes que marcan mi encuentro con el otro – otra?, ¿desde dónde me acerco y con qué intención?

Descubrimos entonces que para encon- trarnos con otras personas requerimos capacitarnos: desarrollar las habilidades, apropiarnos de los conocimientos para aprender a hacer. Habilidades para la co- municación: escucha y expresión. Cono- cimiento de la realidad, de la cultura que viven las otras personas, en este caso los y las jóvenes y el manejo de herra- mientas y metodologías que faciliten el diálogo de cara a la evangelización. Todo un desafío de renovación pastoral por-

que con frecuencia el acercamiento al mundo de los jóvenes carga con precon- cepciones nada favorecedoras, imágenes

comunicación de la Buena Nueva es pri- mero en dirección a la escucha atenta y libre de prejuicios para saber qué, cómo y cuándo comunicar el evangelio. Esto supone que estuvimos -antes y ahora- abiertos a escuchar al Espíritu, dejarnos conducir y transformar. Todos en al- gún momento hemos dicho o escuchado que nadie da lo que no tiene. De eso se trata la conversión, de dejar al Espíritu hacer lo suyo, si lo hace en mi persona, esto se reflejará en mi práctica pastoral y si sucede en mi práctica, sucede en mi experiencia de ser Iglesia junto a otros. Entonces la conversión se vive en una acción sistémica que se contagia y re- troalimenta.

c. La experiencia misionera. Experiencia proviene del vocablo latino experiri que significa comprobar. La experiencia enton- ces supone algo que se ha vivido, sentido, observado, algo que se ha aprendido de la vida misma porque se ha captado por los sentidos y luego pasado a la razón. No se trata de discursos ni de co- nocimientos abstractos, se trata de una práctica que se lleva a cabo por suficien- te tiempo o con tal profundidad como para poder reflexionarla y apren- der de ella.

d. La necesidad de capacitarnos para encontrarnos con otras personas. La misión necesariamente lleva al en-cuentro con el otro, que es igual a mí, pero diferente de mí. Ese otro y otra que tiene una historia, una cultura, una serie de expectativas en relación al en- cuentro que son tan valiosas como las mías. El encuentro es diálogo e inter- cambio, comunicación de inquietudes, experiencias, saberes, anhelos, proyectos.

Antes hablé de la conversión personal y

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propagadas por los medios masivos de comunicación que atribuyen al ser joven una serie de características vistas como negativas: superficialidad, como- didad, desinterés, entre otras.

Encontrarnos con los jóvenes de hoy exi- ge en primer lugar asumir que el mundo en el que viven es diferente al de otras épocas, ellos y nosotros compartimos la influencia de una cultura que propone como valores el interés propio, el éxi- to, el consumo y el placer. Compartimos un ritmo de vida acelerado, en muchos casos mediado por las tecnologías de la información y la comunicación. La rea- lidad y características de las juventudes de hoy son también realidades y carac- terísticas de la sociedad en su conjunto.

Este mundo vital de las personas jóve- nes con frecuencia satanizado también posee rasgos de solidaridad, apertura al otro, de creatividad, crítica a las institu- ciones, incluida la Iglesia estas son opor- tunidades para el diálogo y desde ahí la presentación del mensaje de Jesús.

e. La importancia de un lenguaje que es acción: testimonio, fraternidad y soli- daridad. Obras son amores, reza la sa- biduría popular. La evangelización que comunica a Dios amor no puede sino estar marcada de gestos concretos que hacen patente este amor y generan la esperan- za en quienes se sienten tocados por Él. Si bien el anuncio explícito del evangelio es fundamental, lo que lo hace creíble es el testimonio de los cristianos y en primer lugar el de aquellos y aquellas quienes he- mos hecho una opción de seguimiento de Jesús entre los jóvenes.

Testimoniar la acción de Dios en la vida de cada uno nos lleva a vivir en una ac-

titud de búsqueda de fidelidad que se traduce en la capacidad de acogida, la solidaridad y la misericordia entendida como la capacidad de conmovernos ante el dolor y el sufrimiento de la humanidad.

Son variadas y apremiantes las realidades que viven las y los jóvenes en nuestra América que reclaman de los agentes de pastoral una actitud misericordiosa y solidaria, de nuestra capacidad de vi- virlas genuinamente depende en muchas ocasiones la apertura de los jóvenes al mensaje del evangelio.

La evangelización que comunica a Dios amor no puede sino estar marcada de gestos concretos que hacen patente este amor y generan la esperanza en quienes se sienten tocados por Él .

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3. el papel de las juventudes en la misión evangelizadora entre los y las jóvenes.

Encontramos en el documento La misión con- tinental para una Iglesia Misionera una des- cripción del papel de los laicos en la misión y que es extensiva para las y los jóvenes. A continuación lo que el texto propone:

el papel privilegiado de los laicos. Cualquier esfuerzo misionero exige, de ma- nera particular, la participación activa y com- prometida de los fieles laicos en todas las etapas del proceso. Hoy, toda la Iglesia en América Latina y El Caribe quiere ponerse en estado de misión. La evangelización del Continente, nos decía el papa Juan Pablo II, no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos4. Ellos han de ser parte activa y creativa en la elaboración y ejecu- ción de proyectos pastorales a favor de la comunidad. Esto exige, de parte de los pas-

tores, una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el “ser” y el “hacer” del laico en la Iglesia, quien, por su bautismo y su confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo. En otras palabras, es necesario que el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y par-ticipación5.

Ante la pérdida de identidad juvenil, influenciada por las tendencias juveniles, ajenas a América Latina y las alienantes formas de pertenencias culturales que deshonran al joven latinoamericano, nos vemos desafiados a reconocer y promover nuestra identidad y capacidades para vincularnos con los demás, sin perder nuestra autenticidad .

4 Cfr. EAm 44.5 DA 213.

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La Misión Continental debe tener espe- cial penetración en los sectores culturales, políticos y de dirigentes sociales y econó-micos que identifican a nuestra sociedad globalizada. Para que esto sea posible, de-bemos reafirmar vigorosamente la misión peculiar y específica del laico en el mundo secular6, evitando la tentación de motivar a los laicos más comprometidos con su fe, tan sólo a involucrarse en los servicios que necesita la comunidad eclesial para for- marse, sostenerse y crecer.

Las Pastoral Juvenil participa de esta iden- tidad laical y como tal debe capacitar a las y los jóvenes para hacer una presencia activa y efectiva en el mundo secular, proponien- do experiencias concretas de participación en estos ámbitos. Aquí tenemos un gran de- safío, como se descubre al analizar las con- clusiones del III Congreso Latinoamericano de Pastoral Juvenil, en los desafíos relativos a las culturas juveniles: Ante la pérdida de identidad juvenil, influenciada por las ten- dencias juveniles, ajenas a América Latina y las alienantes formas de pertenencias cul- turales que deshonran al joven latinoame- ricano, nos vemos desafiados a reconocer y promover nuestra identidad y capacidades para vincularnos con los demás, sin perder nuestra autenticidad.

Ante el limitado acompañamiento de la Pastoral Juvenil en los actuales escenarios culturales, nos vemos desafiados a impulsar un proceso de encarnación de los agentes de Pastoral Juvenil en la realidad del joven de hoy para saber acompañarles e inculturizar

el evangelio en los nuevos escenarios juve-niles, animándoles en su desarrollo perso- nal y social.

Este desafío en su primera parte hace un juicio temerario: la pérdida de la identi- dad juvenil, dice además las alienantes for- mas de pertenencias culturales -¿desde dónde es que los jóvenes participantes en la pas- toral juvenil del continente, y en particular los jóvenes y asesores que participaron en el III CLJ están mirando la realidad ju- venil? ¿Será que tienen una mirada de jó- venes o por el contrario son partícipes de una mirada adultocéntrica que juzga y criminaliza?

El papel de las personas jóvenes en esta misión permanente pasa por ayudarnos a recuperar la capacidad de mirar el mundo de los jóvenes con una mirada transparente que nos permita reconocer lo valioso y lo positivo que ellos y ellas viven, anhelan y construyen. No se puede establecer el diá- logo con las culturas juveniles desde el desconocimiento y mucho menos desde la incomprensión que denota un juicio como el antes visto.

La dimensión social de la pastoral juve- nil requiere como ya he señalado una mira- da limpia pero crítica sobre la realidad en la que pretende actuar. Exige perder el mie- do a “contaminarnos” en esta realidad tan perversa, si deseamos transformarla a la luz del evangelio que propone los valores de la justicia, la paz, la solidaridad, la igualdad entre los seres humanos y la paz, todos estos valores tan urgentes en nuestro país.

6 Cfr. DA capítulo 10. LA MISIÓN CONTINENTAL PARA UNA IGLESIA MISIONERA.

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La pastoral juvenil requiere que sus agentes se reconozcan como ciudadanos con derecho y obligación de hacer presencia en el mundo de la política, la economía, la cultura .

No es casualidad que en muchos pro- cesos formativos de la pastoral juvenil el compromiso social se reduzca a las accio- nes asistencialistas frente a la pobreza y el sufrimiento, lo cual resulta insuficiente en la formación de ciudadanía de las y los jó- venes creyentes.

La pastoral juvenil requiere que sus agen- tes se reconozcan como ciudadanos con de- recho y obligación de hacer presencia en el

mundo de la política, la economía, la cultu- ra para que desde esta identidad asumida busquen los medios (conocimientos, herra- mientas, metodologías) para formar esta dimensión ciudadana y por tanto social que nos permita actuar como fermento que pro- voca cambios en la sociedad y la acerca al sueño de la civilización del amor: una patria más justa y más fraterna donde todos cons-truyamos la unidad...

Queremos darte voz, y por eso en el ponemos a tu disposición

una nueva sección: “Voces nuevas” a donde podrás mandarnos artículos, poemas, pensamientos, propuestas, reflexiones, oraciones, etc. y todo lo que de tu imaginación salga y que pienses puede ayudar a que la Vida Religiosa en México sea verdadera sal de la tierra y luz del mundo.

Envía tus archivos al Departamento de Comunicación, por fax al 01.55.56.04.95.55 o al correo: [email protected], con atención al Hno. Sergio Argüello Vences, ssp.

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Reflexión teológica

Ponernos en el tiempo de Dios

existe el tiempo y existe el reloj. Lo conocemos bastante bien. Marca, en nuestra vida, el crecimiento, los en-

cuentros, los proyectos y decisiones, las an- siedades, las tensiones y las obsesiones… El tiempo del reloj mide sobre todo nues- tra finitud, nuestro breve paso por esta tie- rra. El caer de la tarde, los cambios de esta- ción, los primeros signos de la vejez, están ahí recordándonos que el tiempo es limi- tado. Esta finitud del tiempo nos debería

Adviento, tiempo del corazón y de la esperanza

J. Marcos Alba, msps

despertar sentimientos de humildad. «To- dos tienen un reloj, y nadie tiene tiempo», escribe el filósofo francés Michel Serres, que irónicamente añade: «cambiad las dos cosas: dejad vuestro reloj volved a tomar vuestro tiempo».

Pero hay un tiempo del alma. El tiem- po del reloj pasa de modo regular, impasi- ble, como el curso de los astros. El tiempo del alma, en cambio, tiene un ritmo discon- tinuo, lo sentimos lento o acelerado, den-so o leve, dependiendo de la experiencia

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que estamos viviendo. Y bueno, estamos de nuevo en el tiempo de Adviento. Por supuesto, la cosa no es sólo cuestión de fechas; es cambio de ritmo en el corazón, es dejar que sea tiempo de Dios en el co- razón, permitir que nos enseñe a desear con sus deseos.

Empezamos a entrar en sintonía con es- te tiempo bendito. A muchos les he com- partido cuánto me significa. Se ha ido vol- viendo para mí un emblema, una parábola, una síntesis de lo que es la vida. Bienvenido Adviento, que nos da la oportunidad de advertir el deseo insatisfecho de una pre- sencia de Dios que se nos escapa y nunca alcanzamos del todo. Es una bendición que podamos experimentar esa nostalgia de en- contrarnos con Dios en la profundidad del corazón. Es una gracia sentir la añoranza de su presencia en nuestro mundo. Ojalá que este Adviento sea, para todos, un tiempo del corazón, tiempo de estar despier- tos, lúcidos, vigilantes, vivos, dejando que el anhelo de Él nos lleve más allá de nues- tros caminos trillados.

De nosotros depende que este tiempo sea Adviento. Adventus = venida, llegada. De hecho, Dios viene siempre. Pero no siem- pre estamos nosotros en su tiempo. Se

trata de actitud, no de calendario, de dejar que el tiempo se dilate en nuestra alma, de acoger este tiempo como don para permitir que nuestra existencia se gobierne no por el latido del reloj sino por el latido del co- razón de Dios.

¡Ven, señor Jesús!Qué espontáneo se nos hace decir Ven, Se- ñor Jesús cuando nos vemos inmersos en esta historia tan necesitada de salvación. Con cuánta vehemencia nos brota esta ple- garia cuando volvemos la mirada al propio corazón y nos encontramos con la miseria de nuestra condición humana, con nuestros lados sombríos, con nuestra debilidad… Tengo la convicción de que en nuestra profunda verdad somos más precarios y desvalidos de lo que parecemos y aparen- tamos. Cuánta necesidad tenemos de Él. Ven, Señor Jesús, porque sin ti nos vamos quedando marchitos, atrapados en un va- cío entristecido.

Y si volvemos la vista a nuestro mundo, tan quebrantado, ¡qué natural nos viene decirle que venga, y que lo haga pronto! A veces no resulta fácil amar a un mundo tan desorientado, que arrincona la verdad y los valores, encandilado por luces fatuas,

Ojalá que este Adviento sea, para todos, un tiempo del corazón, tiempo de estar despiertos, lúcidos, vigilantes, vivos, dejando que el anhelo de Él nos lleve más allá de nuestros caminos trillados .

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tro barro. Ven, Señor Jesús, haznos sentir tu amor compasivo y ayúdanos a ser canal de tu compasión, aquí, donde abunda tanto sufrimiento.

Una humanidad así necesita más com- pasión que condena. Los cristianos partici- pamos de esas heridas, pero también de la misión sanante de Jesús. Podemos ser para la humanidad herida compañía, esperanza, consuelo, ternura, escucha, palabra. Necesi- tamos curar heridas, ser más compasivos que críticos, más misericordiosos que jue- ces. Para esto, Ven, Señor Jesús.

Ante este “mundo tan inmundo” la ten- tación es dejarnos llevar por el pesimismo y el desánimo. Los signos de muerte son evi-

que sabe tanto de precios y tan poco de valores, que consigue fácilmente lo que quiere y que no logra saber lo que debería querer.

En estas horas sombrías, tal vez no nos toca tanto lanzar condenas al mundo cuan- to llorar por él, como Jesús lo hizo por Je- rusalén; no gritarle al mundo mi desprecio y su perdición, sino gritarle a Dios en favor de su pueblo. Gritarle a Jesús con todo el corazón: ¡ven, Señor Jesús!

Es fuerte la tentación de juzgar, pero nuestro mundo necesita más de nuestro llanto que de nuestra condena. La sangre y el llanto del mundo, ¿no los sufrirá Dios más que nosotros? La violencia que tanto nos hiere, ¿no lastimará más su Corazón? Hemos de sentirnos privilegiados de que Él nos llame a participar de su amor y su dolor por la humanidad. Su amor y su dolor por mí, pues “el mundo” no está allá y yo acá, del otro lado. El mundo soy yo, somos todos nosotros, esta “comunidad de he- ridos”, y muchos están aún más heridos: las víctimas, los migrantes, los amenazados, los delincuentes, las mujeres y los niños maltratados, los enfermos psicóticos, los niños hechos mercancía sexual… Le gri- tamos Ven, Señor Jesús y le pedimos que muestre toda su compasión en nuestra historia.

Recordamos en este tiempo la encar- nación, lo cual es recordar que Él cargó con nuestro “cochinero”… Se metió en nues- tros zapatos, vino a poner amor y com- pasión donde sólo había miseria. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia… Él es el que nos conoce de veras, por dentro, el que asumió nuestros límites, todo nues-

Recordamos en este tiempo la encarnación, lo cual es recordar que Él cargó con nuestro “cochinero”… Se metió en nuestros zapatos, vino a poner amor y compasión donde sólo había miseria. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia…

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dentes. Pero podemos, movidos por la fe, hacer la experiencia de san Pablo en Asia, en un momento de turbación y peligro: Sen- timos en nosotros una sentencia de muerte, pero eso fue sólo para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. Él nos libró de ese peligro de muerte tan grande y nos seguirá protegiendo. En Él hemos puesto nuestra esperanza… (2Co 1, 9-10).

Lo que estamos viviendo, ¿no será más bien una ocasión propicia para la esperanza, un tiempo de gracia y un reto para confiar no tanto en nosotros mismos y en nuestros medios, sino confiar en ese Dios capaz de resucitar a los muertos y en quien hemos puesto nuestra esperanza?

no es fácil la esperanza Es tiempo de esperanza. Pero la esperanza cristiana no es ni ha sido fácil, como no lo es la fe. Vivir como humanos tiene su fati- ga. Estos tiempos que nos ha tocado vivir son complejos. Vivimos en un mundo que no es ciertamente el mejor de los mundos posibles, estamos en un mundo quebranta- do, pero tampoco es en él todo tan lóbrego y deprimente que no nos deje lugar para la esperanza.

Ciertamente la vida no es fácil, como solemos oír y decir muchas veces. Así lo constataba san Agustín de Hipona en la ma- durez de sus días, cuando escribía las Confe- siones: «Complicada cosa es la vida de los mortales... ¿qué otra cosa es nacer sino in- gresar en una vida de fatigas?»; constatación que coincidía con el diagnóstico conciso y acertado del libro de Job, cuando describe la vida del hombre sobre la tierra como

«hombre nacido de mujer, corto de días, harto de inquietudes, como flor se abre y se marchita, huye como la sombra sin pa- rar» (Job 14, 4). Cada vez somos más lucidos para reconocer que la vida no es fácil; vivi- mos en un mundo atribulado, quebrantado por el sufrimiento, las luchas, la frustración y el desencanto. Pero, a pesar de todo, como cristianos sabemos que siempre es posible la esperanza, que siempre hay un mañana mejor y que hay motivos para pronunciar la plegaria de alabanza y de Acción de Gra- cias; una esperanza, apoyada y garantizada en las promesas de Dios, que es fiel y que está entre nosotros.

«Por la fe, Abraham siguió esperando cuando ya no había ninguna esperanza…» Quien vive desde Dios es capaz de levan- tar la mirada hacia lo alto aunque muchas circunstancias parece que nos empujan a

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quedarnos en la tristeza y en la muerte de los anhelos. Sin embargo, con san Pablo noso- tros sabemos que la esperanza es realmente esperanza cuando no tenemos motivos para esperar, cuando todo pareciera contrario a lo que soñamos y queremos, cuando la rea-

lidad parece contradecir todos nuestros anhelos. En este mundo tan complejo, tan desorientado y a veces tan trágico, hemos de seguir llenos de esperanza, afirmando que la justicia tiene que ser posible, que otra Iglesia y otro mundo son posibles.

Nuestra experiencia de Dios se tiene que reflejar en nuestra capacidad de recu- perar y transparentar la esperanza en horas de tinieblas, en la capacidad de no perder la ilusión en medio de realidades desilusio- nantes. Desde el fondo de las incertidum- bres del tiempo que nos ha tocado vivir, desde esta historia confusa, tenemos que seguir apostando por Jesús, y con Él, ser un canto de esperanza para tantos hombres y mujeres que van por la vida con el corazón lleno de tristeza.

Un buen abrazo, y feliz y esperanzado tiempo de Adviento.

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Creo en

Creo en un solo Dios en tres personas distintas

Hna. Marina Guzmán, oesm

1. ¿Qué quieres decir cuando dices: “Creo en Dios-Trinidad (en un solo Dios en tres personas distintas)”?

Que es mi Dios, amoroso y misericordioso, que se hace donación en Jesús, para

convivir conmigo y estar conmigo, por amor, por el Espíritu Santo, y me invita a vivir esta misericordia y donación hacia mis herman@s por amor a Él, por el Espíritu Santo.

2. ¿Qué suscita en ti creer en la Trinidad?Gratitud por todo lo que encierra este misterio de nuestra fe: un Padre amoroso, que me cuida y que vela por mí; tengo un hermano, un amigo: el Señor Jesús, quien es modelo para mi vida, y tengo además la fuerza del amor, el Espíritu Santo, quien es mi compañía, mi confortador, quien me impulsa cotidianamente en mi esfuerzo por vivir con autenticidad mi fe.

3. ¿A qué te impulsa?¡A asumir, en el pensar y en el actuar, la lógica trinitaria, siempre envolvente, siempre comunitaria, siempre acogiendo las diferencias e impidiendo que se transformen en desigualdades!

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Creo en

Creo en Dios Padre Hno. Eduardo Suanzes, msps

1. ¿Qué quieres decir cuando dices: “Creo en Dios Padre”?

Quiero decir que me adhiero por fe y por amor a un Dios que es implacable en su amor. Es decir, a un Dios que me ama de una manera intensa, constante, absoluta, sin disminución, inflexible e

inexorable. Un Dios que está empecinado en amarme.

2. ¿Qué suscita en ti creer en Dios Padre?Provoca sentimientos de abandono, pertenencia, protección, confianza y pequeñez; también de transcendencia, de abismo acogedor, respeto y adoración. Además, deseos de unión, contemplación e intimidad. Anhelos de completa pertenencia.

3. ¿A qué te impulsa?A poner los medios que de mi parte están para que se cumpla en mí su sueño. A trabajar, siguiendo el Evangelio, para que un día, cuando pronuncie mi nombre, no me vea a mí sino a su Hijo Amado, a su Verbo Encarnado. Ese es también mi sueño.

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Creo en

Creo en Jesucristo Fray Gerardo Ángeles, ofm

1. ¿Qué quieres decir cuando dices: “Creo en Jesucristo”?

Quiero decir que todos mis proyectos, ilusiones, trabajos y actividades en general, solo tienen sentido si Jesucristo, mediante su palabra revelada y descubierta en el pobre y desposeído, está presente mi camino.

2. ¿Qué suscita en ti creer en Jesucristo?Suscita en mí una fuerza que me impulsa continuamente a renovar mi vida, y recomenzar de nuevo en mi proyecto señalado por Él. También un sentimiento de responsabilidad hacia los demás que esperan sea testimonio de vida en Jesucristo.

3. ¿A qué te impulsa?Me impulsa a trabajar por el Reino, mediante la palabra y el testimonio de vida. Me impulsa a hacer todo lo posible para que, teniendo como base una vida de oración y contemplación, fermente el reino entre todos los hombres y mujeres.

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Creo en

Creo en el Espíritu Santo Hna. Rocío Montes, fsps

1. ¿Qué quieres decir cuando dices: “Creo en el Espíritu Santo”?

Quiero decir que creo en el amor de Dios hecho PERSONA que dinamiza, crea y recrea en el corazón humano, por el don de la fe, la imagen de Jesús. Creo que, por el bautismo, habita en nuestros

corazones como en su casa, capacitándonos para amar a los demás con un amor más fuerte que la muerte.

2. ¿Qué suscita en ti creer en el Espíritu Santo?Creer en el Espíritu Santo me llena de gratitud, alegría y esperanza, porque el mismo amor de Dios está derramado en mi corazón, por lo que mis pobres fuerzas para amar se enriquecen para amar al estilo de Jesús, especialmente a los más pobres y a los que no quisiera amar.

3. ¿A qué te impulsa?Me siento invitada a relacionarme con esa Persona como con una amiga íntima, escuchándola, dejándome ayudar y confiando en su cariño.

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Creo en

Creo en la Iglesia Hna. Nayeli Reyes, svcfe

¿Qué quiero decir cuando digo “creo en la Iglesia”?Afirmo, confirmo y estoy convencida de la presencia de Cristo cabeza y cuerpo en la comunidad de los creyentes. Creo en la salvación universal emanada del costado de Cristo y realizada plenamente en la Virgen María. Creo y apuesto por la espiritualidad de comunión, por la unidad en la diversidad y por la santidad en la debilidad, que es la búsqueda comunitaria del rostro de Dios, vivificada por la oración y Eucaristía, acción sacerdotal por excelencia.

¿Qué suscita en mí creer en la Iglesia?Gozo y gratitud al saberme no sólo parte, sino hija muy amada de la Iglesia, que me cuida, alimenta, protege y guía con cariño, decisión y firmeza. Responsabilidad y solidaridad al reconocerme hermana de la humanidad. Consuelo y esperanza al palpar nuestra fuerza en la debilidad, nuestra fuerza en la hermandad, nuestro barro común moldeado por el Espíritu. Compromiso y fecundidad al experimentarme madre de la Iglesia, cuando desde mi ser y quehacer doy vida y la pongo en juego en la trinchera que Dios me confía.

¿A qué me impulsa?A dar la vida por Ella, a amarla y hacerla amar; y a gritar, con mi vida, que Jesús hecho Iglesia es la razón de nuestra existencia.

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Creo en

Creo en la comunión de los santos

Hna. Rosa Margarita Mayoral B. csc

¿Qué quieres decir cuando dices: “Creo en la comunión de los santos”?

Que todos los justos-santos forman un solo cuerpo, que los bienes de unos se comunican a los otros, se enriquecen con los dones de sabiduría, belleza y santidad. Que son personas Teo-céntricas, el

justo como contrapeso del mal, testimonio de vida en medio de la muerte, testimonio discreto de coherencia.

¿Qué suscita en ti creer en la comunión de los santos?Alegría, esperanza, apertura y disponibilidad para enriquecernos mutuamente.

¿A qué te impulsa?A tener el Reino de Dios como un fin común para todos los pueblos de la tierra. A creer que el Espíritu trabaja en todas las personas, en todos los pueblos en la medida que nos dejamos transformar.

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Creo en

Creo en el perdón de los pecados

P. Estaban Rosado, msps

¿Qué quieres decir cuando dices: “Creo en el perdón de los pecados”?

Yo quiero decir: creo que el Padre Dios tiene los brazos siempre abiertos para recibirme cuando me salgo de su Camino de Vida… Lo creo y busco su perdón.

¿Qué suscita en ti creer en el perdón de los pecados?

En mí, despierta confianza, seguridad. Estoy seguro que soy amado por Dios y puedo seguir el Camino… Y lo sigo… Así ha sido hasta hoy; así quiero que sea toda mi vida…

¿A qué te impulsa?Me impulsa a perdonar, a comprender, a esforzarme por hacer llegar el amor de Dios a mis hermanos, especialmente a través del sacramento de la reconciliación. A través del trato con ellos. A través del consuelo.

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Creo en

Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna

Hna. Alicia Margarita Cortés, hc

1. ¿Qué quieres decir cuando dices: “Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna”?

Por la resurrección de Jesucristo, confío en la belleza de la vida que nos ha dado Dios, creo en

la vocación de hacer posible que esa vida sea compartida con quienes la tienen más amenazada.

2. ¿Qué suscita en ti creer en esto?Creer en la resurrección de la carne y la vida eterna me fortalece y da esperanza en las dificultades. Es sorprendente cómo la vida, la misión, ofrece la oportunidad de actualizar la encarnación en la historia concreta de cada día, los amigos y enemigos reclaman un testimonio novedoso del Reino.

3. ¿A qué te impulsa?La fe en Jesucristo me impulsa a mantener la memoria del amor de Dios, de su llamado. También a mantenerme unida a Él a través de su

Palabra, de la Eucaristía; a discernir personal y comunitariamente lo que sucede, buscar las luces, abrirme a las mediaciones ofrecidas por mis Hermanas y Hermanos que me permitan caminar en la Voluntad de Dios.

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Para reflexionar

De seguro que nuestro querido papa emérito, Benedicto XVI, cuando planeaba la propuesta del Año de

la Fe, ya sabía algo de lo que seguiría, y el resto, claro que lo intuía. Conocía a fon- do la realidad de la Iglesia y además sabía que ésta es de Jesús y que quien lleva el timón de su barca es sólo un instrumento de Él. Además que tal dueño sabe suscitar y aprovechar a la persona que surge en cada etapa de la historia. A nosotros, los nave- gantes, nos corresponde abrir los ojos y estar atentos a las indicaciones del Capitán, a fin de poner en juego corresponsablemente

Año de la fe… vamos en la barca

Hertha Hampl, fsps

A nosotros, los navegantes, nos corresponde abrir los ojos y estar atentos a las indicaciones del Capitán, a fin de poner en juego corresponsablemente nuestras capacidades, porque ciertamente Él quiere contar con ellas en la aventura evangélica de remar mar adentro .

nuestras capacidades, porque ciertamente Él quiere contar con ellas en la aventura evangélica de remar mar adentro.

El icono propuesto habla por sí solo. Una gran luz circular que todo lo abarca, el espíritu santo. Una barca aparentemente pequeña, lanzada a merced de los vientos y del oleaje, la iglesia. Un mástil firme y austero, la cruz inherente al amor. Y sos- tenidas en este madero bastante rústico, las indispensables velas que aprovecharán los vientos, el monograma de Jesús sa- cerdote y víctima. Como base, una peque- ña porción de las aguas del mar… y allí,

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Año de la fe… vamos en la barca

nuestro mundo sumergido en aguas tran- quilas o encrespadas según el momento: la humanidad… el hombre en su ansia por ser feliz, por servir, por amar.

A unos meses de esta propuesta de Bene- dicto, vienen sorpresas y acontecimientos que sacuden con fuerza. Dos tremendamente estrujantes e insospechados. ¡Valientemen- te ambas rompen esquemas, costumbres, tradiciones… muros no fáciles de derribar! Sólo el soplo del viento impetuoso del Es- píritu hace brotar el valor y la audacia para gestar cielos nuevos y tierras nuevas. ¡Esta es la realidad, no estamos soñando! Y yo diría que sí lo estamos, porque sólo aque- llo que nos atrevemos a soñar se va ha-ciendo realidad.

¡El Papa renuncia! Qué oportunidad para proferir toda clase de comentarios y juicios. Generalmente a quienes navegan en la barca de la fe y más típicamente a los hombres y mujeres consagrados, este esla- bón de la cadena de la historia nos produ- ce sorpresa, admiración, ternura, alegría y grande esperanza. De verdad que el Evan- gelio ha sido y sigue siendo la pauta de con- ducta de nuestro Pontífice Emérito, y de allí brota para todos el reto de redescubrir que sí se puede saber dejar con dignidad: el puesto, el mando, el liderazgo… cuando así lo inspira para el bien de la humanidad, el soplo del Espíritu.

Francisco es su nombre. ¿Francisco? ¡Pero ningún otro Papa había llevado este nombre!

Desde el primer momento y aprove- chando lo ya sembrado por sus anteceso- res, especialmente por el inmediato, decide

continuar la novedad y lo sorpresivo del Evangelio. Antes que nada, hace saber al pueblo que sugiere una acción conjunta, “el Papa con el pueblo… el pueblo con el Papa” Pide la asistencia del Espíritu transmitida desde la multitud que aguarda su bendición nueva… ¡Primero ustedes! Oren y bendigan al papa. Cuento con uste- des. acude a una mujer, a la gran Mujer, para que vaya a su lado en esta tarea que de fácil no tendrá nada. Se empieza a des- pojar de elementos que dada su situación considera innecesarios. Transporte público por mencionar el principio de una dinámica de austeridad limpia de privilegios. Se per- cibe ya que su sola presencia, sin dejar de producir ruidos y comentarios destruc- tivos, atrae, jala a la unidad de los hombres de todas las ideologías, de todas las postu- ras, de todos los niveles sociales. Sabe que dividido, el cuerpo se debilita. Ha puesto en acto ya algunas de las estrategias que ha aprendido de Jesús de Nazaret. Cuando sea el caso, también las que incomodan.

La promesa viene desde el Antiguo Tes- tamento. Isaías escribe: “Yo voy a realizar algo nuevo. Ya está brotando. ¿no lo notan?”

Vamos todos en la barca. Mujeres y hom- bres consagrados, dejemos que el Espíritu de Jesús inflame nuestro corazón, sigamos de la mano con la humanidad entera, en ca- mino hacia el Padre, construyendo juntos el reino de la misericordia, de la compasión, del amor. Tenemos además una estrella que no se deja ver en el icono, pero que está silenciosamente presente, María de Naza- ret. ¡Vamos todos! No caigamos en la tre-

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Año de la fe… vamos en la barca

Vamos todos en la barca. Mujeres y hombres consagrados, dejemos que el Espíritu de Jesús inflame nuestro corazón, sigamos de la mano con la humanidad entera, en camino hacia el Padre, construyendo juntos el reino de la misericordia, de la compasión, del amor .

ta de lamentarnos por la oscuridad, se está gestando algo nuevo… abramos los ojos y esbocemos una sonrisa de alegría. Es el primer gesto que convence y abre puer- tas. Somos parte del pueblo y Francisco nos necesita. Y además no nos amedrente- mos ante la persecución… “es una de las patas esenciales del reino”, afirma el je- suita Cabarrús. Pero eso sí, no la generemos nosotros. Basta de ruinas en la Iglesia, sea- mos, por lo menos, ladrillos disponibles para la construcción. La fe, clima que gratuitamen- te nos regala el Espíritu, nos garantiza la forta- leza y nos compromete con entusiasmo.

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Expresiones de fe de las Nuevas Generaciones en la Vida Religiosa

Anhelo que todos los hombres sean felices al estar llenos de Dios

Hno. Luis Alberto Tirado Becerril Misionero del Espíritu Santo

Me han pedido escribir sobre mi vivencia de Fe, pero creo convenien- te expresar primero, en unas bre-

es líneas, cuál es mi fe, es decir, qué es aquello en lo que creo con una radicalidad tal, que da contenido a mi vida cotidiana y a mi existencia toda.

Pues bien, creo en Dios que es mi Pa- dre, que me ama apasionadamente y me guía constantemente por el camino que me ple- nifica y me hace madurar; Padre que me conoce tal como soy y me acepta, que siem- pre me observa pero que noz me invade in- trusivamente, sino que me respeta y sacia. Creo en Dios Hijo, mi amigo, mi amado, mi amante, mi compañero de camino, aquél que me aconseja, me guía y me corrige, aquél que siempre me acompaña en las buenas y en las malas, esté siguiendo sus consejos o no, aquél que ha dado la vida –y la si- gue dando– para que yo tenga vida en abun- dancia. Creo en el Santo Espíritu que me da vida pero que me ayuda a vivirla apasio- nadamente, ese amigo siempre fiel, que saca lo mejor de mí, que me ayuda a vencer mi tendencia a la comodidad y a mi egoísmo

y que me impulsa a salir a los demás, aún y cuando no siempre le haga caso.

Creo que este Dios-amor, está en todo y en todos, creo que se me revela en cada rostro, conversación, sonrisa o lágrima, en cada exclamacizón de agradecimiento o re- clamo, en cada paisaje y ser viviente de la tierra, en cada respiración y palpitar de mi corazón, en cada experiencia que tengo y, precisamente, desde cada experiencia me habla, me interpela, me llama, me corrige, me invita, me detiene y me impulsa a amar como Él me ama.

Sí, en esto creo, aunque a veces lo ol- vide un poco, y es que, he de confesarles, que seguido permito que la vida cotidiana, con todas sus implicaciones y responsabili- dades, me distraigan e impidan maravillarme de todo cuanto existe y es manifestación de aquél que es mi razón de ser: Dios.

Alimento mi fe viviendo apasionadamen- te cada día y cada encuentro, pero descubro plenamente a Dios, en ello, en esos momen- tos de oración que, a veces, descuido pero que me ayudan a vivir en autenticidad, ver- dad y felicidad; alimento mi fe, también, a

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Anhelo que todos los hombres sean felices…

Saberme tan amado por Dios, me impulsa a luchar a tiempo y a destiempo por tener siempre el gesto y la palabra oportuna y por hablar de Él, con quien me sea posible .

través de algunas lecturas que me hablen y recuerden de la grandeza de Dios: tra- tados o experiencias, que me ayuden a re- cordar en quién he puesto mi confianza y que no soy el único loco que se siente des- bordado por el amor de Dios.

Curiosamente, también alimento mi fe en la mediocre respuesta que doy a su lla-mado, y es que me resulta imposible tener plena conciencia del amor de Dios hacia mí y no sentirme responsable de ser pre- sencia de Dios entre los demás; sé que mi carácter, en ocasiones, es difícil y compli- cado, pero saberme tan amado por Dios, me impulsa a luchar a tiempo y a destiem- po por tener siempre el gesto y la palabra oportuna y por hablar de Él, con quien me sea posible. En efecto: “siempre”, con mis hermanos de comunidad y con mis superio- res, más allá de sus mañas, ideas, modos o formas y de nuestras simpatías o antipa- tías; con las personas con las que me rela- ciono por mis ministerios pastorales, mi familia, compañeros de la facultad o con quien me encuentre en la calle: pobres o ricos, amigables o huraños. Creo que así se manifiesta mi fe y, al mismo tiempo, se alimenta.

Pero, ¿qué he hecho frente a las llamadas “crisis de Fe”? Creo que más bien, lo que he experimentado son crisis de esperanza o crisis personales. Personales, porque con- sidero que en aquellos momentos de no- che oscura, gracias a Dios, no he dejado de creer en Él, sino de creer en mí, en mi res- puesta, en mis capacidades; poniendo más énfasis, en aquellos deseos “buenos” pero egoístas y mundanos, que en la obra que Dios ha hecho en mí; más bien, he deja-

do de creer en lo que realmente soy, per- diéndome en lo que el mundo puede decir que es un joven de mi edad. Crisis de es- peranza, porque ocasionalmente quiero que todo sea a mi medida, que sea cuándo y cómo yo lo quiera, olvidándome de que quien más me conoce es Dios y que, si soy dócil, las cosas sucederán en el momento y de la manera que más redunde en mi pro- pia felicidad y en la de quienes me rodean. Me recupero de estas crisis retomando mi historia o, más bien, cuando retomo la his- toria de Dios en mí; me “recupero” recor- dando los detalles más significativos de mi experiencia de Dios y de mis experiencias de Dios y de los sueños y anhelos que han ido alimentando nuestro caminar juntos.

Parecen palabras y sólo palabras, pero es que la experiencia de fe difícilmente puede compartirse, más bien tiende a contagiarse. Por lo demás, creo que la concretización más clara de esta experiencia es mi gran anhelo de que todos los hombres sean felices al estar llenos de ese Dios que a mí me ha conquistado, razón por la que me he he- cho Misionero del Espíritu Santo –con todo lo que ello implica– y por la que quiero tra- bajar cada día de mi existencia. Espero, sim- plemente, haber sido capaz de transmitirles un poco, de lo que Dios ha ido haciendo en mí.

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Expresiones de fe de las Nuevas Generaciones en la Vida Religiosa

Mi fe en Dios me impulsó a elegir

la Vida ReligiosaHna. Heidi Aguirre

Hermana de San José de Lyon

Compartir mi vivencia de fe me lleva a decir que las Nuevas Ge- neraciones en la Vida Religio-

sa no nacimos en una familia cien por ciento católica, como hace algún tiem-

po. Por eso iniciaré diciendo que nací en el seno de una familia de diferente de- nominación cristiana, ahí crecí y apren- dí el valor del respeto a otras manifes- taciones religiosas, lo importante, decía

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Mi fe en Dios me impulsó a elegir la Vida Religiosa

Esta fe en Dios me impulsó e invitó a elegir la Vida Religiosa como estilo de vida, un estilo que produce alegría por saberse colabora en la

construcción de un mundo en justicia y solidaridad .

mi abuelo “es creer en Dios, y que esta fe te haga mejor persona”, máxima que ha acompañado mi vida y trabajo.

Defino mi fe como el tener puesta la vida, la esperanza y los sueños en Dios, un Dios que es incluyente, solidario y cercano y que desde ese “creer” reali- zo, decido, pienso, oriento mis deseos… esto sólo lo experimento posible des- de una relación cercana, continua y de conocimiento a Jesús como camino para llegar al Padre y de aquello que vislum- bro y percibo como el sueño de Dios para la humanidad.

Mi fe se alimenta en el Encuentro con Dios a través de la oración, la cual me lleva a vivir, a relacionarme y a compro- meterme en las diferentes realidades a las que he sido enviada por mi Congre- gación: campesinos (as) en Honduras, niñas (os) en situación de calle y con ten- dencia a ser “mareros”, con migrantes, en la casa de hermanas mayores, etc.

El compartir aquello que desea el co- razón, con la comunidad de hermanas, de amigos, de compañeros, de trabajo, etc. ha sido parte fundamental para man-

tener mi fe en la vida cotidiana, cuando las cosas no son fáciles, consoladoras, sino de retos, de preguntas sin res- puestas, de no llegar a la meta espera- da, es la comunidad quien confronta y cuestiona.

Esta fe en Dios me impulsó e invitó a elegir la Vida Religiosa como estilo de vida, un estilo que produce alegría por saberse colabora en la construcción de un mundo en justicia y solidaridad en donde todos los hombres y mujeres seamos iguales.

Hoy en día comparto la vida con jó- venes universitarios quienes confron- tan mi fe, con respeto y tolerancia, y me doy cuenta que para los jóvenes hoy en día no les dice nada los discursos sobre Dios, ellos reclaman un testimonio ale- gre y libre.

Termino diciendo que al ir maduran- do en la fe descubro una invitación con- tinua a poner ésta de manifiesto en una vida de compasión y perdón; valores Evan- gélicos tan necesitados y esperados en la realidad que vivimos de violencia, de intolerancia, de inseguridad.

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Expresiones de fe de las Nuevas Generaciones en la Vida Religiosa

Haciendo eco de las palabras del Papa Francisco y Benedicto XVI en Limen Fidei: “La fe nace del

encuentro con el Dios vivo, que nos lla- ma y nos revela su amor” (LF 4), quiero comenzar hablando de mi experiencia de Dios, antes de mi experiencia de fe y es que ¡es tanto lo que Dios me ha entregado y me sigue entregando! Aho- ra más que nunca puedo afirmar que en cada momento de mi historia Dios ha estado presente, y me entristece decir que no siempre he sido el discípulo fiel que se deja moldear en las manos del Maestro... más lo maravilloso es que Dios sigue estando allí, confiando, guiando, acompañando...

Este año he consagrado mi vida al Buen Dios como religioso paulino de forma perpetua, un poco después que

Mi encuentro con la feHno. Sergio Argüello Vences

Sociedad de San Pablo

mis compañeros, porque he querido de- tenerme un poco a orar, en medio del ajetreo de mi vida, para re-descubrir la experiencia de Dios en mi historia, y puedo afirmar sin titubear que lo he logrado, he re-descubierto, re-experi- mentado y re-dimensionado su presen- cia, descubriendo que Él siempre ha es- tado a mi lado, aunque a veces no lo veía, no lo quería sentir o cuando ni siquiera pensaba en Él.

Durante mucho tiempo recriminé mis debilidades, mis problemas, mi suerte... no entendía por qué yo, por qué a mí, pero en un instante de tregua, de Kairós, se ha desvelado en mi corazón que allí, justo allí, era donde Dios más se hacía presente, y es que ¡soy lo que soy por su infinita misericordia y amor! Sería una de las personas más egoístas del mundo si

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Mi encuentro con la fe

dijera, en este momento, que estoy aquí y soy quién soy por mí mismo, por mi inteligencia, fuerza o no sé qué cosa, ¡no! El Buen Dios me ayudó y me sigue echando la mano, como nunca siento las palabras de san Pablo: “Con mucho gusto me preciaré de mis debilidades, para que me cubra la fuerza de Cristo” (2Co 12,9).

Esta es la historia de mi fe, la historia de re-conocimiento de la presencia de Dios en mi vida, soy sincero y me uno a todos los que conocían la fe sólo en los libros; pero con una sonrisa, ojos mo- jados y mi garganta apretada de emo- ción puedo compartir que ahora no sólo sé qué es la fe, sino que la siento y vivo.

Retomando de nuevo a san Pablo, reconozco que llevo el tesoro de mi fe en una vasija de barro, y en una de barro delgadito y mal cocido; podría contarles las muchas veces que se me ha agrieta- do, roto o de plano desbaratado entre mis manos, pero no quiero cansarlos. Cuando leo la parábola del Hijo Prodigo, siento que Jesús me ve con una sonri- sa, ¡la hizo para mí! Le he dado la es- palda tantas veces, tantas otras me he ido orgulloso, y esas mismas he regresa- do con lágrimas a pedirle que me acoja de nuevo.

En mi camino de pecador perdonado he sentido su misericordia y he apren- dido, que para mí, la mejor forma de hacer nueva mi fe es compartiendo lo

que he visto, oído y sentido de Dios en mi persona con los demás; por eso he elegido la Vida Religiosa, porque con mi apostolado, mi oración, mi vida co- munitaria renuevo mi experiencia de Dios, mi fe. Y es que escuchar a alguien que se siente como yo me sentía, y po- der compartirle mi experiencia y mi fe en Dios para ver cómo poco a poco su vida cambia, se transforma, se llena del Dios de la Vida... me plenifica tanto.

Más sé que el camino no termina aquí, falta mucho que vivir, varios tro- piezos para levantarme, y aunque sé que con una fe firme en Dios puedo supe- rarlos, reconozco que esta firmeza par-te del hecho de que no soy yo quien posee la fe, sino que es ella, en la expe- riencia de Dios, quien me abraza. Mi gran tarea entonces es ejercitarme en la fe para no alejarme de las experiencias que me descubren a Dios: el encuentro con su Palabra, la oración sincera y cons- tante, y el acercarme al otro(a), a mi her- mano(a).

Esta es brevemente la historia de mi fe y el cómo me esfuerzo por mantener- la viva ahora. Para terminar y redimen- sionar lo que sabemos y hacemos con nuestra fe, resuenan en mi corazón las palabras que leí en Lumen Fidei y que re- presentan un gran reto: “La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver” (LF 18).

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Expresiones de fe de las Nuevas Generaciones en la Vida Religiosa

La comunidad es uno de los ejes principales, en el que podemos manifestar la fe que profesamos, donde podemos constatar esa unidad Trinitaria en el amor .

Vivencia de la feHna. Aidina Tubari Mencari

Misionera Eucarística de la Santísima Trinidad

en este año de la fe hemos oído muchas expresiones y experien- cias sobre la fe, tanto personal

como comunitaria. Para compartirles mi experiencia de fe y cómo he ido cre- iendo en esta virtud tan valiosa, que ca- da día se tiene que ir fortaleciendo, es muy significativo para mí el pasaje bíblico de Pedro donde intenta caminar sobre las aguas para ir hacia Jesús; es donde

he constatado que mi fe tiene que ali- mentarse de actos concretos, salir de mis esquemas y seguridades, enfrentar las tempestades de la vida. Con frecuencia nos encontramos con miedos e incerti- dumbres, esperando que otros realicen lo que nosotros no nos animamos a to- car, y cómodamente nos quedamos en nuestra barquita, sabiendo que es Jesús el que viene hacia mí. La iniciativa de

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Vivencia de la fe

Pedro es una gran motivación para no- sotros, que a veces no hacemos el me- nor intento de salir a su encuentro, ex- perimentando las tempestades que se presentan en el camino, para fortalecer nuestra confianza en él.

En la Vida Religiosa comúnmente nos encontramos con diversas tempestades de inseguridad, miedo, incertidumbre, etc. Es muy importante tomar en cuenta en este caminar la fuente de energía que nos ayuda a vivir nuestra consagración, la constancia en el encuentro con Dios en la oración, haciéndolo vida en mis relaciones fraternas en mi comunidad y ambientes de apostolado. La comunidad es uno de los ejes principales, en el que podemos manifestar la fe que profesa- mos, donde podemos constatar esa uni- dad Trinitaria en el amor, el vivir en esa unidad. Nuestra fe se alimenta de lo más cotidiano que realizamos con la mayor confianza y alegría para la gloria del Pa- dre. La comunidad es la que nos ayuda a crecer en nuestra fe, es donde pode- mos compartir las virtudes que por pura misericordia de Dios nos ha dado, den- tro de ellas está la fe, es la que nos ve caminar hacia el encuentro de Jesús y está al pendiente de ayudar a levantar- nos cuando por algún motivo senti- mos que las tempestades nos atacan.

Mi fe se manifiesta en el reconoci- miento de la presencia de Dios en las

calmas y tempestades que la Vida Consa- grada me presenta; cada día es nuevo y sorprendente, al que tenemos que res- ponder con una fidelidad creativa, cap- tando lo que nos presenta la realidad y respondiendo con alegría y libertad a Aquel que es fiel y no se arrepiente de su promesa. En repetidas ocasiones he- mos reflexionado lo que nos dice el apóstol Santiago “la fe sin obras está muerta”; no nos quedemos solo en las palabras, toda la situación tibia y a vec- es fría que vive nuestra sociedad de la falta de encuentro con Jesús en la ora- ción, su palabra y la eucaristía, y, por qué no decir, también nuestras comu- nidades religiosas, para hacer vida lo que creemos.

La situación novedosa de muchos cam- bios en la que estamos pasando, de insen- sibilidad y desconocimiento de nuestra fe nos tiene que doler, indignar y llevarnos a la acción. Si nuestra fe es verdadera, espontáneamente seremos sensibles a las necesidades de los demás. Seamos sinceros con nosotros mismos y veamos cuáles son las consecuencias de nuestra fe. Las nuevas generaciones en la Vida Religiosa debemos tomar en serio que estamos viviendo y somos afectados por un cambio de época, y tenemos que mi- rar la realidad del mundo en el que que- remos construir el reino de Dios, somos hijos de nuestro tiempo.

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Voces jóvenes

Momento privilegiado para la Vida Religiosa

Hna. Silvia Gómez NolazcoMisionera Catequista de los Sagrados Corazones de Jesús y de María

Puedo decir que la Vida Religiosa joven en México está pasando por un tiempo privilegiado, el cual implica el seguimiento radical a Jesucristo en un mundo globalizado con una eco-crisis alarmante, y un sistema neoliberal que hace cada vez más urgente la presencia del Resucitado .

siendo una persona que ha estado en la Vida religiosa por 29 años, no pue- do considerarme joven, a pesar de

que la edad media en mi Congregación re- base mi edad cronológica. Sin embargo, ten- go una visión de los cambios sucedidos en las 3 décadas pasadas de mi vida, y puedo decir que la Vida Religiosa joven en México está pasando por un tiempo privilegiado, el cual implica el seguimiento radical a Je- sucristo en un mundo globalizado con una eco-crisis alarmante, y un sistema neolibe- ral que hace cada vez más urgente la presen- cia del Resucitado. Nuestra sociedad tan sumamente desigual, donde existen millo- nes de hermanas y hermanos pobres, y en

situación de miseria, con pocos ricos, muy ricos e incluso con el hombre más rico del mundo conviviendo en un mismo país, con magnates custodiados hasta el pulimiento del suelo en que pisan, y cientos de miles de personas muertas y desaparecidas sin tener quien atienda su gemido que pide justicia y el grito que clama por la paz, es un contexto que clama la presencia del Salvador.

En otras épocas, cantidades no muy pe- queñas de jóvenes mujeres ingresaban a la Vida Religiosa. Los motivos de esta afluen-cia eran la búsqueda de prestigio, asegurar la salvación de la familia, ser “perfecta” (pues se llamaba a la Vida Religiosa como el

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camino de la perfección), poder acceder al conocimiento, tener un estatus sin estar casada, sobrevivir en una sociedad andro- céntrica, etc. Al decir esto no trato de nin- guna manera de deslegitimizar la vocación de tantas consagradas, solamente subrayo que las condiciones sociales facilitaban, por así decirlo, las condiciones para escu- char el llamado de Dios y responder a él sin vacilaciones ocasionadas por confron- taciones externas a la joven que se sentía atraída por este estilo de vida que era bien apreciado.

Las condiciones sociales han cambiando definitivamente. Nuestro mundo está influi- do y gobernado por el pensamiento neoli- beral es radicalmente opuesto al Camino de vida que marca el Señor Jesús en el Evan- gelio, y por lo tanto contrario a la consa- gración religiosa que busca vivir con radical el seguimiento a Jesús. Aparentemente el liberalismo está fundado en valores univer- sales… quizá practicado con buena volun- tad estaría acorde al Evangelio. Pero sus características principales llevadas al extre- mo en el NEO-liberalismo, son valores a medias. No obstante tienen una aceptación indudable en la mente de las nuevas gene-raciones, lo que hace chocante el ideal de la consagración.

El liberalismo destaca el individualismo; considera al individuo primordial, como per- sona única y en ejercicio de su plena liber- tad, por encima de todo aspecto colectivo. Su extremo, es colocar a la persona antes que a la comunidad considerando como “persona” sólo a quien tiene o puede ad- quirir posesiones. Subraya la libertad como un derecho inviolable y que abraza la liber-

tad de pensamiento, de expresión, de aso- ciación, de prensa, etc., su único límite con- siste en no afectar la libertad y el derecho de los demás, y que debe ser una garantía ante la posible intromisión del gobierno en la vida de los individuos.

Su extremo, es que todo es relativo a lo que dice, piensa y siente la persona. Una sola persona: Yo. En este extremo no hay referentes. Todos los valores se multiplican por tantos individuos como los haya, ne- gando los valores universales. El liberalismo defiende el principio de igualdad entre las personas, en el campo jurídico y político; todos los ciudadanos son iguales ante la ley y ante el Estado. Pero en el extremo, la per- sona, es decir, quien tiene posibilidad de ad- quisición, está por encima de la ley, que ha vuelto relativo al poder económico.

El liberalismo recalca y defiende el derecho a la propiedad privada a la que considera fuente de desarrollo e iniciativa indi- vidual, y como derecho inalterable. Pero

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en su extremo este derecho pertenece al que “puede” ser propietario, y no impor- ta despojar a quien tenga una propiedad que sea apetecible para un rico empresario. El liberalismo insiste en el establecimiento de códigos civiles, constituciones e institu- ciones basadas en la división de poderes, y en la discusión y solución de los problemas mediante asambleas y parlamentos. Pero en su extremo, la división de poderes no es ya un contrapeso que los limite y los haga escuchar al pueblo, sino un poder fáctico que centraliza el poder. Lo que se divide entre ellos es la ganancia de las leyes a favor de los poderosos. Por último, señalo que el pensamiento liberal promueve la tolerancia religiosa en un Estado laico, lo

que ha generado en su extremo neo-li- beral, que el vacío existencial mueva a la búsqueda espiritual, pero sin estructuras fundantes, ni compromiso de vida.

En este contexto histórico y sociocul- tural, nada parece ser más contradictorio, que una mujer joven, que tiene ante sí un sin fin de posibilidades para disfrutar de su vida en el goce sin límites como el que propone la cultura dominante, se decida a vivir en total dependencia a la Providencia divina para estar disponible al servicio de los más necesitados y vulnerables. Es desen- cajado del modelo actual de vida, que una joven desee vivir de cara a Dios y de cara a los hermanos y hermanas en afecto, cordia- lidad, respeto y amor especialmente hacia los más necesitados, y que busquen cum- plir la voluntad de Dios Padre- Madre ante la autoridad de los que sufren y piden una entrega generosa en el servicio.

Las jóvenes se pueden preguntar ¿Có- mo vivir sin sexo, sin dinero y sin placer? Y aquellas que se han encontrado con el Maestro y ha descubierto el verdadero sen- tido de la vida, dirán con su testimonio que la verdadera vida la han encontrado en Jesús de Nazaret, el que alivia los sufrimiento, el que quita la penas y desgracias, el que de- vuelve la vida a quien la tiene limitada o ame- nazada, el que se dispone a hacer el bien a los oprimidos y desafortunados. Contesta- rán que la salvación de Dios se sigue dan- do hoy, que Jesús vive los sufrimientos y las miserias de la humanidad de nuestros días, y quiere contar con muchas personas generosas que le permitan amar a través de su corazón, acariciar con sus manos, cami- nar por los caminos de los pobres y afligidos

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con sus pies, consolar y besar a los nece-sitados con su boca. Dirán que Jesús se si- gue encarnando en el corazón y la vida de mujeres valientes que escuchan su llamado y responden con generosidad, con todo lo que son y tienen. Mujeres que hacen de su vida una donación a Dios y para los demás, alcanzando con ello la plenitud de su ser.

El nuestro es un tiempo privilegiado, por- que es más cuestionante que nunca que la juventud se decida por la Vida Religiosa. Es un tiempo privilegiado porque para es- tar en la Vida Religiosa hay que SER Reli- giosa, no por ponernos un hábito, no por profesar públicamente los votos en un día de celebración, no por vivir en una casa religiosa y seguir al mínimo las normas de un Instituto, sino por vivir el Camino de la Vida: el cristianismo, y eso de manera radical, in-

virtiendo todo: inteligencia, voluntad, liber- tad, amor… lo mejor de uno misma.

La Vida Religiosa hoy requiere hacer presente el fuego que quema el Corazón humano y divino de Jesús, con la pasión por el Reino, en el que los más desprotegidos, vulnerables, excluidos y diferentes son su prioridad. La Vida Religiosa joven tiene la capacidad de ser el nuevo y visible vivir de Jesús en el aquí y ahora. Siendo una cristia- na auténtica. Un seguimiento que abarque toda su vida, en el que ningún rincón de su existencia quede fuera de su consagra- ción a Dios y a los demás. Siendo una vida totalmente habitada por Dios y realizada en su proyecto de salvación.

Cuando todo el ambiente es menos propicio y favorable para llevar la Vida Religiosa, es cuando más se puede ser Religiosa convencida y convincente .

Cuando todo el ambiente es menos pro- picio y favorable para llevar la Vida Religio- sa, es cuando más se puede ser Religiosa convencida y convincente. “El buen soldado no prueba en la paz, sino en la guerra”, dice mi Madre Fundadora, Sofía Garduño Nava. La radicalidad de la verdadera Religiosa no se aprecia en un ambiente cien por ciento religioso. Su verdadero brillo y valor se ma- nifiesta en un ambiente secularizado, mate- rialista, individualista, hedonista. Porque la Vida Religiosa no es ninguna de estas co- sas sino la presencia, en el aquí y ahora, de Jesús de Nazaret.

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Testimonios

El modo de comportarse de los cristianos suscita la admiración de quienes los rodean y entonces éstos tienen curiosidad-deseo de saber por qué la/os seguidores de Jesús viven con tal esperanza .

Miguel Agustín Pro: Jesuita testigo en el Año de la Fe

Sebastián Mier, sj

el año de la Fe, una oportunidad de auténtica renovación

Considero fundamental comenzar es- ta reflexión sobre el padre Pro y el Año de la Fe convocado por el

papa Benedicto XVI, a partir de la reco- mendación de la carta de Pedro (1P 3,15): “Estén preparados para dar a todo el que se la pida razón de la esperanza que viven ustedes”. El apóstol está suponiendo, y lo experimentó él mismo en los primeros años allá en Jerusalén, que el modo de compor- tarse de los cristianos suscita la admiración de quienes los rodean y entonces éstos tie- nen curiosidad-deseo de saber por qué la/os seguidores de Jesús viven con tal esperanza. La cual se manifiesta fundamentalmente en

vivir el amor fraterno a pesar de todas las dificultades que conlleva tanto al interior mismo de la comunidad como en el ambien- te externo.

Son muy conocidos los pasajes de los Hechos de los Apóstoles que nos describen ese amor fraterno: Hech 2,42-47; 4,32-37. La descripción es más amplia e incluye varios aspectos que compartían cordialmente, pero aquí subrayo lo económico porque mu- chas veces lo hemos despreciado como ‘ma- terialismo’: “la multitud de los fieles tenía un sólo corazón y una sola alma. Nadie con- sideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común […] Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues los que pose- ían campos o casas los vendían […] y los

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Miguel Agustín Pro: Jesuita testigo en el Año de la Fe

Era un jovencito muy alegre, trabajador y optimista. Tenía predilección por la música y la poesía. Al escucharle sus discursos en las veladas estudiantiles, las ancianas decían: Este sí que serviría para sacerdote predicador .

apóstoles lo repartían según las necesida- des”. Y eso despertaba la admiración de la gente.

Ahora bien, en este Año de la Fe, hemos de preguntarnos si es esa la imagen preva- lente que proyectamos los católicos, la Igle- sia en la actualidad; si nuestra fe tiene esas manifestaciones indispensables. ¿Qué tanta admiración suscitamos? ¿Cuántos se han visto impulsados a pedir que les comparta- mos la razón de nuestra esperanza para con- tinuar en su lucha por la vida y la justicia?

Miguel agustín Pro, testigo de una fe alegre, valiente y creativaPara afrontar las cuestiones anteriormente planteadas puede ayudar una mirada dete- nida a esa “nube de testigos” que han ido delante de nosotros y siguen inspirando nues- tra propia respuesta de fe. En ese sentido proponemos rescatar aquí zpara México el testimonio que nos sigue dando Miguel Pro, beatificado el 25 de septiembre de 1988. Él vivió también, en circunstancias sumamente adversas tanto para el país como en espe- cial para los cristianos, un proceso de cre- cimiento en la fe. Un proceso que lo llevó a la muestra de amor más grande, dar la vida por Jesús, dar la vida por sus amigos.

Era un jovencito muy alegre, trabajador y optimista. Tenía predilección por la mú- sica y la poesía. Al escucharle sus discursos en las veladas estudiantiles, las ancianas de- cían: “Este sí que serviría para sacerdote predicador”. Con sus hermanos y hermanas organizó una pequeña orquesta que ame- nizaba las reuniones del barrio. Por su en- fermedad no pudo continuar sus estudios y regresó a la casa paterna. El señor Pro

se llevó a Miguel a trabajar con él en la ad- ministración de los negocios. Le gustaba char- lar con los mineros y, así, fue conociendo los problemas del pueblo pobre y se iba en- cariñando con los más necesitados.

En 1911, con 20 años de edad ingresa al noviciado jesuita en Michoacán; pero de- bido a la guerra de revolución tiene que huir con todos sus compañeros primero a Estados Unidos y después a España donde continúa su formación. Aprovechando sus cualidades naturales, Miguel hace de payaso, actor, equilibrista y caricaturista, y así distrae mucho a los demás compañeros y hasta a los superiores, en aquellos años de guerras y pestes mortíferas.

Fue después enviado a Granada, Nica- ragua, para sus 2 años de magisterio. Llegó al Colegio Centro América del Sagrado Co- razón, el cual estaba a media construcción. No tenía enladrillado, y los salones y ofici- nas tenían piso de tierra. Tuvo a su cargo a los más pequeños y la vigilancia de los ex- ternos y semi-internos. A la una de la tarde, bajo pleno sol se le veía jugando y saltando con los niños para distraer a los que notaba tristes. A veces, se retiraba discretamente

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a su cuarto, para sufrir en soledad los do- lores de estómago que no lo dejaban, y después regresaba animoso y alegre. Los do- mingos y festivos iba a los barrios pobres a enseñar catecismo a los niños y se encariñó grandemente con esta gente abandonada.

Volvió a Europa, ahora a Bélgica, para los estudios de teología y recibió la ordena- ción sacerdotal en 1925. Por lo delicado de salud sus superiores consideraron enviar- lo a México para que muriera en su patria. Dios tenía otro camino para él, no moriría a causa de su enfermedad.

La situación persecutoria en México arre- ciaba, el presidente Elías Calles se había propuesto acabar con la religión católica y prohibió toda actividad pública religiosa haciendo valer las leyes anticatólicas. Mu- chos sacerdotes habían sido expulsados del País. El padre Pro, conociendo los peligros que podrían presentarse en el viaje de Eu- ropa a México, llegó disfrazado de comer- ciante y con carnet de ganadero. En la aduana no se dieron cuenta de que era sacerdote y lo dejaron entrar.

En México los católicos se unieron para defender la libertad religiosa y fundaron la “Liga Defensora de la Libertad Religiosa”. Recogían ayudas en alimento, ropa y dinero y las llevaban a las familias cuyos jefes ha- bían sido llevados a la cárcel.

El padre Pro en plena persecución ejer- ció su sacerdocio sin ningún temor a las amenazas del gobierno. Celebraba la misa con gran devoción, aunque siempre a escon- didas, porque el gobierno anticatólico ha- bía prohibido la celebración. Llegó a dar hasta 1,600 comuniones diarias. Llevaba la comunión también a los católicos prisio-

neros, y con obsequios a los guardianes conseguía que los trataran mejor. Organizó en la Ciudad de México una tanda de re- tiros espirituales por tres días a un gran número de empleadas domésticas. Disfra- zado de mecánico iba a los garajes y talle- res a dar conferencias de religión a los obre- ros, y vestido a la última moda llegaba a las casas de los ricos a dictar conferencias de religión a las señoras allí reunidas.

Disfrazado, vivió en distintas casas, reco- rrió la ciudad en bicicleta o en un “forcito”, organizó el sustento para casi 100 familias desamparadas por las venganzas políticas y el odio religioso. Organizó un sistema mo- netario de vales para canjear entre los cató- licos y hasta colocó más de una treintena de huérfanos entre familias adoptivas.

Un testimonio coherente con la línea del Vaticano iiEl testimonio alegre, creativo y valiente del padre Pro nos impulsa a buscar, en el Con- cilio Vaticano II, las líneas para una mejor respuesta personal, comunitaria y eclesial, a los desafíos que hoy se presentan a nuestra fe y a nuestra misión evangelizadora.

El Vaticano II, principalmente en sus cua- tro constituciones, realizó un cambio profun- do en relación a la teología y a las prácticas católicas anteriores que eran básicamente coherentes entre sí. Y todo ello no por puro afán de cambiar, sino precisamente por fi- delidad. Una doble fidelidad creativa, por un lado a la enseñanza misma de Jesús de Nazaret y por otro a los “signos de los tiem- pos”, a las voces del Espíritu en la actuali- dad. Antes nos habían inculcado que la au- téntica fidelidad era mantener firmemente

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El testimonio alegre, creativo y valiente del padre Pro nos impulsa a buscar, en el Concilio Vaticano II, las líneas para una mejor respuesta personal, comunitaria y eclesial, a los desafíos que hoy se presentan a nuestra fe y a nuestra misión evangelizadora .

El amor a Dios con toda el alma y todas las fuerzas, se manifiesta en tener misericordia sencilla y efectiva con toda/os los asaltados en el camino .

lo anterior, no cambiar nada; aunque las palabras de Jesús y la realidad gritaran otra verdad.

Y eso no en puntos secundarios, sino fundamentales. En la escena del juicio final, en coherencia con su actividad mesiánica (“El Espíritu de Yavé me ha enviado a lle- varles buenas noticias a los pobres…” Lc 4,16), Jesús había proclamado con toda claridad que el criterio de pertenencia al reinado de su Padre era el amor servicial a nuestros hermanos necesitados: “Vengan benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me dieron de comer…”. Y añadía que muchos lo habrán hecho sin tener conciencia de que en los pobres estaban alimentando a Jesús: “¿cuándo te vimos hambriento…?”

En la parábola del buen samaritano Je-sús profundiza su respuesta a la pregunta de qué es lo más importante de toda la Biblia y nos hace caer en la cuenta de que hemos de entender de otra manera la centralidad dada anteriormente a la ortodoxia y a los sacramentos. El amor a Dios con toda el alma y todas las fuerzas, se manifiesta en tener misericordia sencilla y efectiva con

toda/os los asaltados en el camino, y vaya que si todavía existen e incluso se han mul- tiplicado. Por eso la CLAR nos exhorta ac- tualmente: “Escuchemos a Dios donde la vida clama”.

Por este camino llegamos a tomar con- ciencia de que el reino de Dios y su voluntad incluyen como ingredientes centrales la “opción por los pobres y la justicia social”. En consonancia con María de Nazaret que alaba a Diosito porque “derribó a los poten- tados de sus tronos y exaltó a los humi- llados… y a los hambrientos los llenó de bienes”.

Volvemos al testimonio del padre Pro siguiendo a Jesús “nadie tiene mayor…”El 13 de noviembre de 1927 hubo un aten- tado dinamitero contra el reelecto general Obregón y acusaron de complicidad al padre Pro y a sus hermanos. El 18 de ese mismo mes fueron aprehendidos y encar- celados. Al enterarse de esto el ingeniero Luis Segura Vilchis, verdadero autor, se pre- sentó voluntariamente en la inspección de policía, declarando que los hermanos Pro no tenían ninguna participación. A pesar de esto, no se les otorgó la libertad.

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El 22 de noviembre el general Cruz lle-vó a los detenidos ante un grupo de perio- distas, a los que el padre declaró: “Señores, juro ante Dios que soy inocente de lo que me acusan”. Al día siguiente, sin haberle probado delito, más aún sin haberle hecho el proceso judicial de rigor y ni siquiera haber terminado el acta policíaca, Calles ordenó que fuera pasado por las armas, junto con sus hermanos y los culpables del atentado. La verdadera intención de Calles, según él mismo declaró en una oca- sión, era atemorizar a los demás sacerdotes mexicanos.

Así, el 23 de noviembre de 1927, a las diez de la mañana, un policía gritó el nom- bre del padre Pro a la puerta de la celda. Miguel Agustín salió, se encontró con un patio lleno de tropa y de invitados como a un espectáculo, una multitud de personas, unos seis fotógrafos y varios miembros del cuerpo diplomático. Miguel Agustín caminó sereno, y tuvo tiempo de oír a uno de sus aprehensores que le decía: “Padre, perdó- neme”. –No sólo te perdono; te doy las gracias. Le preguntaron su última voluntad.

–Que me dejen rezar. Se hincó delante de todos, y con los brazos cruzados estuvo unos momentos en recogimiento. Se levan- tó, abrió los brazos en cruz, pronunció cla- ramente, sin gritar: “Viva Cristo Rey”, y, ante los soldados que le disparaban, cayó al sue- lo, para recibir luego el tiro de gracia.

El pueblo adivinó de inmediato el verda- dero motivo de su fusilamiento y no dudó en darle el título de mártir. Así lo reafirmó la extraordinaria multitud que se reunió para acompañar sus restos al cementerio. Su fa- ma de mártir se expandió no sólo en Méxi- co sino también en el extranjero.

entonces ¿qué caminos nos inspira Miguel agustín Pro para este año de la Fe?Ante todo queda claro que la renovación y fortalecimiento de nuestra fe ha de tener un carácter a la vez firme y humilde, alegre, dinámico y creativo.

Creemos en Jesús, y queremos dar tes- timonio de Él, como expresión privilegiada del Amor de Dios Creador y Liberador, en su cercanía a nosotros, los seres humanos,

Se hincó delante de todos, y con los brazos cruzados estuvo unos momentos en recogimiento. Se levantó, abrió los brazos en cruz, pronunció claramente, sin gritar: `Viva Cristo Rey´, y, ante los soldados que le disparaban, cayó al suelo .

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sus hermanos y quien nos enseña que toda/os tenemos una común Fuente Amorosa y que nos invita a reconstruir una y otra vez la fraternidad universal destruida por todos nuestros egoísmos, ambiciones, in- justicias, prepotencias…

Para realizar esa inspiración fundamen- tal Jesús sigue siendo Verdad, Camino y Vida. Verdad no ya plenamente formulada ni en- cerrada en fórmulas; sino viva, iluminadora y motivante. Camino que nos da las pautas fun- damentales sobre cómo lograrlo mediante el ejemplo de toda su vida: desde su pobre nacimiento en Belén, su prolongada cotidia- nidad en Nazaret, su atención por los enfer- mos, endemoniados, hambrientos, su perdón a los pecadores, su denuncia de toda hipo- cresía e injusticia, su entrega generosa, fiel y valiente hasta la muerte y resurrección… Vida que no nos trata como siervos sino como amiga/os y nos comunica auténtico espíritu de servicio…

Y a esa luz hemos de recomprender todo nuestro credo, mandamientos y sacramentos; tomando en debida cuenta las formulaciones históricas previas pero conscientes también de ese su carácter histórico. Y en consecuen- cia abiertos a las voces actuales del Espíritu en todas las culturas no sólo las modernas y posmodernas, sino también las culturas “indígenas”.

En la búsqueda del reinado de Dios y su justicia, en la realización de la voluntad de Dios, según nos lo enseña Jesús con sus pa- labras y obras tienen prioridad el amor y la justicia que “dan de comer al hambriento, etc.” y atienden “samaritanamente a las multi- tudes asaltadas cotidianamente en el cami-no”. Y recuerdo de nuevo la exhortación de

nuestra CLAR: “Escuchemos a Dios donde la vida clama.”

Eso no significa que la vivencia de los sa- cramentos y la enseñanza de la verdad del Evangelio no tengan razón de ser; sino que precisamente han de ser alimento fortale- cedor y luz iluminadora para que seamos capaces, como lo fue Miguel Agustín Pro, de “entregar nuestro cuerpo y derramar nues- tra sangre” de manera análoga a como Jesús mismo nos dio ejemplo y no seamos enga- ñados por las seducciones del dinero, el poder y la gloria.

Han de ser alimento fortalecedor y luz iluminadora para que seamos capaces, como lo fue Miguel Agustín Pro, de “entregar nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre” de manera análoga a como Jesús mismo nos dio ejemplo y no seamos engañados por las seducciones del dinero, el poder y la gloria .

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Testimonios

“En este año de la fe nosotros recogemos la memoria de nuestros hermanos mártires y nos sentimos llamados a seguir escribiendo, conscientes

de nuestra pequeñez y con todas nuestras limitaciones pero con audacia y generosidad, la historia misionera de la Congregación que ellos adornaron con

la belleza de su testimonio” Josep M. Abella, cmf.

Padre Andrés Solá Molist

Claretiano testigo de la fe1

Molist Benet, campesinos. Tercero de 11 hermanos, dos de ellos serían sacer- dotes: Andrés y Eudaldo, y otro, sería Hermano Misionero en el Chocó, Co- lombia.

1 Este apunte es un resumen de los folletos: Los Mártires de San Joaquín, Diócesis de León, y R. padre Andrés Solá y Compañeros Mártires, de Pedro García, cmf.

nació en una aldea llamada Vila- rrasa, del municipio de Tara- dell, Provincia de Barcelona,

España, el 7 de Octubre de 1895. Hijo de Buenaventura Solá Comas y Antonia

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Padre Andrés Solá Molist: Claretiano testigo de la fe

Su vocación se originó a partir de escuchar la predicación de un Misionero Claretiano, de ahí su determinación: “Yo también quiero ser Misionero”. Formado en los seminarios claretianos emitió sus Primeros Votos el 15 de Agosto de 1914 y fue ordenado sacerdote el 23 de Sep- tiembre de 1922.

Con su sacerdocio, aún fresco, fue destinado a México a donde llegó, con otros cinco compañeros misioneros, el 23 de Agosto de 1923, desembarcando en el puerto de Veracruz. El 28 llegó a la capital de la nación y el 29 estaba a los pies de Santa María de Guadalupe ofrendándose sin reservas a su nueva patria, México.

Hombre joven, de carácter fuerte, al- go violento, que aunque le ocasionara algún que otro problema en la comuni- dad y fuera de ella, quizá ese carácter le ayudaría en el momento supremo de la prueba.

Algunos testimonios de sus compa- ñeros son: “Sin ser un santo siempre se conformó con las reglas, horarios y costum- bres de la Vida Religiosa”. “No se le tuvo que avisar dos veces una falta”. “De tem- peramento bilioso y sanguíneo, tuvo peque- ños roces que él era el primero en recono- cer y que le dieron ocasión para ejercitarse en hermosos actos de humildad”. “Bajo la adusez de su carácter se escondía un co- razón de oro”. ”Era generoso, y no paraba

en sacrificios a trueque de dar gusto a sus compañeros”.

Después de una breve estancia en Toluca, Méx., alternando la enseñanza en el seminario menor claretiano con la predicación misionera, fue destinado a finales de l924 a León, Gto., punto de re- ferencia de su actividad misionera apos- tólica y de su consagración martirial.

Eran tiempos en que arreciaba la per- secución religiosa. Vino el cierre de los templos por orden del Episcopado. Los misioneros claretianos de León se refu- giaron en casas de amigos. El padre An- drés fue a casa de las señoritas Josefina y Jovita Alba en los primero días de Fe- brero de 1926. Ese piadoso refugio ha- bía de ser el punto de encuentro de tres compañeros de martirio y de beatifica- ción: el padre Andrés, el padre José Tri- nidad Rangel sacerdote diocesano y el laico señor Leonardo Pérez Larios.

El padre Andrés, desde su refugio salía a atender cuanta solicitud de atención sacerdotal le hacían llegar. De carácter decidido, sin miedos; algunos llegaron a calificarlo de imprudente. Pero podía más su celo sacerdotal, como dice un testigo: “Llevaba muchas Comuniones, ha- cía Horas Santas, se sacrificaba mucho po- niendo en peligro su vida”. Conocedor de ese espíritu, hasta cierto punto rebel- de, escribe su Superior Mayor: “No le impuse ningún precepto para no exponerlo

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a una desobediencia en tan críticas cir- cunstancias, me contenté con una simple indicación”.

Un testigo excepcional atestigua: “Del padre Solá me consta que era un sacer- dote celoso, sobre todo en los días aciagos cuando no había sacerdotes en León; yo lo acompañaba en su ministerio de bauti- zar, confesar, llevar comuniones con grande peligro de su vida y a pesar de que sabía que andaban unos espías detrás de él. Todo indicaba que estaba muy bien preparado para el martirio”.

El padre Rangel a solicitud de su su- perior eclesiástico fue a San Francisco del Rincón para celebrar la Semana San- ta de 1927 con las Hijas Misioneras de María Inmaculada. Permaneció ahí algu- nos días más hasta que el 22 de Abril,

viernes de la octava de Pascua lo detu- vieron las fuerzas federales y lo llevaron preso a León.

La noticia corrió de boca en boca y el domingo 24 después de celebrar la Misa en un domicilio particular, el padre Solá organizó una Hora Santa en casa de las señoritas Alba para rogar por la li- beración del padre Rangel. Dos piadosas mujeres pidieron y recibieron autoriza- ción del padre Andrés para ir a la Co- mandancia Militar y pedir la libertad del padre Rangel. Leonardo Pérez quien fre- cuentaba el domicilio para oír Misa, co- mulgar y visitar al Santísimo, se quedó en oración cuando las mujeres salieron a su cometido.

La respuesta de la Comandancia no sólo fue negativa sino injuriosa y, al sa- lir, el General Daniel Sánchez ordenó a un piquete de soldados: “¡Sigan a esas beatas y registren!” Las mujeres no se per- cataron de que eran seguidas y al llegar a la casa, antes de que cerraran las puer- tas, entraron los esbirros.

El padre Andrés disimuló un momen- to su condición de sacerdote, pero en el minucioso registro dieron con orna- mentos, manteles, vasos sagrados y apa- reció una fotografía del padre dando la Primera Comunión a una niña y exclama- ron: “¡Este es el españolito que andábamos buscando!” A Leonardo, aunque honesta- mente lo negó, lo tomaron como sacer- dote y le dicen: “¡Si no puedes con esa cara de cura!”

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Cargaron pues con el padre Andrés, el Sr. Leonardo y tres jóvenes que ha- bían ido a visitar al Santísimo. Los esbi- rros además arrasaron con todo, aun un copioso dinero que al padre Andrés le habían entregado por sus ministerios y que por encargo de la Curia Diocesana debía repartir entre los sacerdotes es- condidos.

La noche del sábado al domingo, 23 al 24 de Abril, los “cristeros” hicieron descarrilar el tren del General Amarillas en el kilómetro 491 de México a Ciudad Juárez. La máquina quedó cruzada en la vía, y el chapopote corrió abundante por la hondonada. ¡Magnífica excusa se le presenta al General Sánchez!, encar- nizado anticlerical, para, hipócritamente acusar a los detenidos como causantes del descarrilamiento, enviando al Gene- ral Amaro un telegrama en los siguien- tes términos: “He sorprendido tres frailes en complot contra autoridades constituidas y tres curiosos, consecuencia del complot descarrilamiento de ayer”. La respuesta fue rápida y contundente: “¡Fusílese para es- carmiento a los frailes en el lugar de los he- chos, curiosos dense libres!”

Quedaban una horas de viacrucis a nuestros mártires: pasadas las 8 de la noche del domingo 24, los dos padres con Leonardo y los tres jóvenes fueron llevados a la estación del ferrocarril en un camión de basura; subidos a una gón- dola o vagón descubierto y escoltados, viajaron a Lagos de Moreno Jalisco. En

ese vagón y en esa estación pasaron la noche.

Muy de mañana del 25 el tren partió de Lagos rumbo a Encarnación de Díaz, Jalisco, deteniéndose entre las estacio- nes de Los Salas y Mira, pasando el mo- jón del kilómetro 491, en el paraje del rancho de San Joaquín, donde había des- carrilado el tren hacía dos noches. Allí empezaba el descenso de barranco en línea oblicua, por donde se había derra- mado con abundancia entre árboles y matorrales el chapopote hasta formar un charco mezclado con tierra.

Mandan bajar a los seis presos, pero dejando a los tres jóvenes en la parte alta, hacen descender a los dos Sacerdo- tes y al señor Leonardo; éste es animado por el padre Andrés pues parecía un po- co inquieto y allí en medio del charco de chapopote los asesinaron por la espalda

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Padre Andrés Solá Molist: Claretiano testigo de la feCir

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mientras bajaban, sin darles tiempo de lanzar su grito de “¡Viva Cristo Rey!”, como se habían propuesto.

Leonardo murió en el mismo instan- te. El padre Rangel, al recibir los balazos, dio media vuelta poniendo las manos en la cara y cayó. El padre Solá, con las balas en el cuerpo, hace por dos veces el esfuerzo de incorporarse, pero cae después inmóvil en la tierra mezclada de chapopote. El oficial que les había dado el tiro de gracia muy certero al padre Rangel y a Leonardo, al Padre Solá, ape- nas si le hizo una raspadura en el cráneo. Creyéndolo muerto también, el pistole- ro dio media vuelta sin preocuparse de más.

Al padre Solá le quedaban aun tres horas de penosa agonía sufridas, como Cristo en la cruz, con plena lucidez y fortaleza de ánimo, y tendrá todavía fuer- za para hablar dificultosamente con los que se acercaran a verle, trabajadores todos de la vía, dándoles datos de sus compañeros y suyos, y enviando un re- cuerdo a su madre.

Valioso en especial es el testimonio de Petronilo Flores: “Murieron con paciencia y buena disposición y, sobre todo, lo afirmo del padre Solá que sobrevivió como unas tres horas durante las cuales repetía con fre-cuencia estas palabras: “Jesús mío, por ti muero”… Yo lo saqué de en medio del chapopote, porque él ya no podía, por las

heridas y por lo pegajoso del chapopote, no lo vi morir, pues me fui a mandarle agua que me pedía porque me dijo que tenía mu- cha sed”.

Los trabajadores de la vía hicieron en el lugar tres fosas y los sepultaron devotamente. El día 28 llegaron al lugar algunos familiares de Leonardo y del pa- dre Rangel, para identificar el lugar y las sepulturas provisionales. Y el domingo 1 de Mayo fueron desenterrados y, co- locados cada uno en su caja, fueron tras- ladados en un armón a Lagos donde los esperaba un gran número de fieles para honrar a los mártires y entre vítores, cantos y flores darles sepultura en el Pan- teón Municipal.

oración a los Mártires de san JoaquínDios todopoderoso y eterno que diste a los beatos Mártires de San Joaquín: J. Trinidad Rangel, Andrés Solá, cmf y Leonardo Pérez, un amor singular a la Santísima Eucaristía, infundiendo en ellos el valor de aceptar la muerte por el nombre de Cristo y de Santa María de Guadalupe, concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que a ejem- plo de ellos, sepamos hoy ser fieles, confe- sando tu nombre con nuestra palabra y nuestra vida. Pedimos al Señor, que llegue el momento en que podamos gozarnos de su gloriosa canonización. Por Jesucristo Nues- tro Señor. Amén.

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Reflexiones

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De al CIRM

Experiencia sobre el curso:

“Un alto en el camino”Verano 2013

"ofrécele al Señor tu gratitud”, dice así el salmo responsorial de hoy. Y con ésta quisiéramos iniciar lo que significó para nosotras este curso.

El lunes 1º de julio, llegamos de diferentes Congregaciones y lugares a recibir el Curso que la CIRM, para quienes queríamos hacer un alto en el camino y ver lo que el Dios de la Vida ha regalado a cada una de nosotras.

La Hna. Eva, amablemente nos indicaba el lugar donde se impartiría el curso, ahí nos esperaban las Hermanas Betty y Lina, dándonos la bienvenida y deseando que disfrutáramos al máximo estas cuatro semanas.

En la primera semana la Hna. Marilú, nos introdujo a esta experiencia y nos ayudó a ser conscientes del Paso de Dios en nuestra vida, especialmente con nuestra familia de sangre. Nos invitó a cerrar círculos para poder pasar adelante y recuperar el equilibrio interior. A valorar nuestro ser de mujer y ponerle más atención a nuestro cuerpo.

En el siguiente módulo la Psicóloga Ana Ma. Aguilar, con su dinamismo, nos llevó a ejercitar los movimientos de nuestro cuerpo, a sentirlo.

Formó comunidades de vida, donde cada día compartíamos y nos íbamos conociendo y queriendo. Fuimos viendo lo que nos aportó nuestra familia y nuestra Congregación y lo que nosotras aportamos a las mismas.

Terminamos recogiendo los frutos recibidos durante nuestra Vida Religiosa, que nos llevó a AGRADECER el Paso de Dios en la vida de cada una de nosotras.

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Experiencia sobre el curso: “Un alto en el camino”

En el tercer módulo, la Hna. Mercedes Casas, nos compartió vida y con su bondad, paciencia y acogida, nos fue llenando de paz, para poder así descubrir que nuestra comunidad es un lugar de perdón y de reconciliación. Deseos de retomar: la consagración, vida fraterna y misión, pero en el AMOR.

En éste último módulo la Maestra Claudia Leveroni, nos fue llevando para cerrar todo lo vivido. El ser conscientes que hemos pasado a otra etapa de la vida y que debemos dejar de hacer, PARA SER. Quitarnos las etiquetas.

Formar nuestro Proyecto personal de vida, que nos ayudará a caminar con un rumbo firme y un paso constante y ligero.

¿Qué nos ha dejado y cuál es nuestra experiencia?El sentir del grupo es: • Ha sido un regalo de Dios, pues a esta edad en la que estamos entrando al

otoño de nuestra vida se nos da la oportunidad de hacer “UN ALTO EN NUESTRA VIDA”, para retomar nuestra ESENCIA Y SER más que el quehacer.

• Nos ha dado luces y ganas de seguir, dándonos la oportunidad de caer en la cuenta de que nunca es tarde para restaurar lo perdido.

• Ha servido para evaluarnos y valorar lo vivido, nos ha abierto horizontes y nos ayuda para continuar y hacerle frente a lo que nos toque vivir.

• Hemos comprendido que es importante hacer más humana la Vida Religiosa, para ser así más creíble.

• Que debemos ser más compasivas empezando por nosotras mismas, para valorarnos y valorar a los demás.

• Caemos en la cuenta de toda la riqueza que tienen nuestras Congregaciones y de que es tiempo de AGRADECER.

Le damos las GRACIAS a nuestras ponentes y muy especialmente a las Hermanas Betty y Lina que cada día estuvieron pendientes de lo que necesitábamos, siempre cercanas, alegres y amables.

Que Jesús el Señor se los agradezca por nosotras.

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