informe sobre la ley moral como patron del orden justo

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UCAB DE ABREU, Juan Maestría en Filosofía, mención Filosofía de la Práctica Filosofía del Derecho ÁLVAREZ, Tulio Caracas, 23-04-2012 LA LEY NATURAL COMO PATRON DEL ORDEN JUSTO Tras la lectura del artículo que lleva el nombre del presente informe, elaborado por el Dr. Tulio Álvarez (2009), inspirado en el documento vaticano A La Recherche D´une Elhique Universelle: Nouveau Regard Sur La Loi Naturelle, en el cual desarrolla toda una postura argumentativa en defensa de la Ley Natural y del Derecho Natural como basamento y validación del orden legal justo, encontrando en ésta no sólo el horizonte que deberá inspirar la actividad legislativa, ya no como una mera declaración y/o reconocimiento de los valores objetivos universales que dignifican la naturaleza del ser humano y que brotan de ésta, sino como un juicio de la razón práctica que sirva de guía al legislador y a los demás factores de poder, para cumplir con su obligación de alcanzar el bien común. La justicia deja de ser un concepto elaborado por el legislador cientificista divorciado del principio natural, para convertirse en un concepto más antiguo que el derecho positivo, 1

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Page 1: Informe sobre la ley moral como patron del orden justo

UCAB DE ABREU, Juan

Maestría en Filosofía, mención Filosofía de la Práctica

Filosofía del Derecho

ÁLVAREZ, Tulio Caracas, 23-04-2012

LA LEY NATURAL COMO PATRON DEL ORDEN JUSTO

Tras la lectura del artículo que lleva el nombre del presente informe, elaborado por el

Dr. Tulio Álvarez (2009), inspirado en el documento vaticano A La Recherche D´une

Elhique Universelle: Nouveau Regard Sur La Loi Naturelle, en el cual desarrolla toda una

postura argumentativa en defensa de la Ley Natural y del Derecho Natural como basamento y

validación del orden legal justo, encontrando en ésta no sólo el horizonte que deberá inspirar

la actividad legislativa, ya no como una mera declaración y/o reconocimiento de los valores

objetivos universales que dignifican la naturaleza del ser humano y que brotan de ésta, sino

como un juicio de la razón práctica que sirva de guía al legislador y a los demás factores de

poder, para cumplir con su obligación de alcanzar el bien común. La justicia deja de ser un

concepto elaborado por el legislador cientificista divorciado del principio natural, para

convertirse en un concepto más antiguo que el derecho positivo, inherente a la naturaleza del

ser humano, por ende, escapa del ámbito normativo para sentarse en el ámbito de lo ético.

Pero, -¿Cómo llegar a esas conclusiones?- -¿Qué está ocurriendo en el mundo que ha

motivado la revisión del reino del positivismo? Si se acepta la tesis de que las sociedades están

en crisis, ¿qué ha producido todo esto?, ¿Acaso la precisión y la liberación de lo científico ha

perdido su horizonte? ¿No somos acaso hijos de los postulados de la Revolución Francesa

donde la declaración de la dignidad del hombre iluminó todas las ramas del conocimiento?

¿En qué momento se dejó de recurrir al Derecho Natural para seguir el tecnicismo riguroso del

positivismo, muchas veces manipulado por el hombre en su afán de dominación y en

discrepancia con las leyes naturales?

En el presente informe tipo ensayo se intentarán responder dichas interrogantes,

algunas de manera directa, otras indirectamente. Se utilizará como método la reflexión, por lo

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que se mezclarán de manera muy sutil las ideas expresadas por el Dr. Tulio Álvarez en el

referido artículo con las opiniones personales del autor del informe.

Para nadie es un secreto las situaciones de injusticias y deshumanización vividas por el

hombre en contra del mismo hombre durante toda la historia de la humanidad, provocando el

horror y el llanto en su mayor expresión, hasta el punto de configurar verdaderos momentos

históricos atroces nunca antes olvidados, como es el caso siempre recordado de las leyes de

Núremberg, la institución de la Esclavitud en todas sus formas que se remonta a civilizaciones

antiguas y que hoy en día pudieran estar reviviendo con algunos matices sin dejar de ser

abominables. Todo esto permitido bajo la mirada silente del Derecho Positivo, de la mano de

la ambición desmedida del hombre, acompañado también, por el afán de dominio y

superioridad de unos sobre otros. Características que según algunos estudiosos como Nicolás

Maquiavelo (1469-1527), son parte de sí, al expresar en su libro El Príncipe “que el hombre es

perverso y egoísta por naturaleza. Y como lo afirma también el filósofo Inglés Thomas

Hobbes (1588-1679) al sostener que “el ser humano es egoísta y malo por naturaleza”.

Pareciera entonces que la pérdida y desconocimiento de los valores éticos que derivan de la

misma naturaleza del hombre, lo está deshumanizando, hasta el punto de volver al libertinaje

inicial que caracterizó las inclinaciones del ser humano, consideradas por algunos como

innatas en estado natural. Afirmación que pudiera ser muy discutida y contra-argumentada

ampliamente, pero que no constituye el eje de discusión del presente informe. Sino que

pretende mencionar la existencia de posturas que afirman que el hombre, en algún momento,

no siempre, tendió a lo bueno; al contrario de como lo define la Comisión Teológica

Internacional; sin embargo, el autor del presente informe está convencido que la naturaleza del

hombre se inclina hacía lo bueno, hacia el bien y que las situaciones atroces que ha vivido la

sociedad, no son producidas por el hombre en estado natural, sino por el hombre viviendo en

sociedad y bajo el imperio de la razón.

Tal vez, de allí surge todo el problema de fondo que pretende descubrir este informe.

Ya que considerar al hombre malo por naturaleza, como lo define El filósofo Inglés Thomas

Hobbes y Nicolás Maquiavelo, pareciera justificar la necesidad de pasar de un supuesto

estado de naturaleza (malo) al estado de la sociedad, donde surge la figura del Estado, con su

imperio normativo, produciendo un divorcio mal interpretado entre los valores éticos

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provenientes de la figura artificial del Estado (los que crea el Estado), y los valores éticos

objetivos y universales inherentes al ser humano, casi contrapuestos, que pudiera justificar de

alguna manera la deshumanización que los factores de poder y el propio legislador ha asumido

en su fuero interno y subjetivo, ya que al interpretar como malo todo aquello natural del

hombre que no se encuentre normado por el Estado, pareciera en una primera leída, encontrar

la razón por la cual existe la tendencia a la independencia absoluta y degradante de apartarse

del horizonte que proporciona la Ley Natural inherente a la naturaleza del hombre. ¡Claro!

está conclusión tampoco es absolutamente cierta desde el punto de vista declarativo y

representativo, ya que el Estado Moderno a raíz del hecho histórico de la Revolución

Francesa, comienza a reconocer la dignidad del hombre y a incorporar a las legislaciones

principios basados en el Derecho Natural, tal y como bien lo apunta el Dr. Tulio Álvarez en su

artículo; sin embargo, como también lo advierte el articulista, cabe la posibilidad y el peligro

de quedarse sólo en la simple declaración normativa y no pasar al ámbito práctico subjetivo,

motivado al interés particular de los factores de poder, pero también a la soberbia intelectual y

antinatural de pretender normar y definir los valores de conformidad con nuestras preferencias

que en nada procuran el bien común, la paz, la armonía y la felicidad individual y social.

Por consiguiente, todo esta situación trágica que vivió y sigue viviendo la sociedad es

causada, entre otras cosas, por la vulnerabilidad y deshumanización del Derecho Positivo,

quien pretende bajo el estandarte de la formalidad y la liberación intelectual del hombre,

convertir a éste en el dios dador de verdad, en el dios capaz de decidir lo que es justicia y lo

que no, y en el dios capaz de normar la sociedad a su antojo, determinando la forma y manera

de comportarse, al margen y en total desconocimiento de los valores universales y objetivos

que brotan de la Ley Natural, que son comunes a todos los seres humanos, sin importar

diferencias culturales, raciales, generacionales o ideológicas, y que están dirigidos a garantizar

el bienestar y la paz.

Ante este consciente descuido por parte del hombre en general, pero muy

especialmente de los que ostentan el poder, surge como bien se indicó ya, la necesidad de

buscar un horizonte permanente, no artificial, constante, objetivo, imperecedero, universal,

inalienable y por ende anterior a la configuración del Estado, capaz de proporcionar con su

aplicación la paz, la armonía y la tolerancia en la convivencia ya perdida, es decir, una fuente

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objetiva que sirva de guía para el desarrollo de la sociedad y muy especialmente para validar

el ordenamiento jurídico, evitando que las ideologías e intereses particulares vulneren la

naturaleza misma del hombre, convirtiendo a la Ley que está llamada a ser justa, en injusta y

por ende, inexistente parafraseando las palabras de Santo Tomas de Aquino.

Ante la búsqueda del horizonte, viene la idea de aceptar la Existencia de Valores

Objetivos y Universales comunes a todos los hombres con basamento en la Ley Natural. Pero

surge al mismo tiempo otra diatriba: ¿no brotan los valores morales del contexto social? ¿No

es imposible encontrar estabilidad en dichos valores, ya que las realidades cambian? El

artículo en análisis nos responde invocando la similitud de comportamientos y la coincidencia

de conductas que se pueden observar entre hombres de diferentes contextos sociales, cultura,

raza, credo, tiempo, lo cual nos informa que de la naturaleza del hombre mismo se pueden

encontrar valores comunes, entre los que destaca, de conformidad con la Doctrina Social de la

Iglesia: la Libertad, la Justicia, la Verdad y la Solidaridad.

Del mismo análisis de las coincidencias, es decir, de las acciones humanas, se puede

descubrir vía razón una cierta inclinación a buscar el bien, un fin necesariamente bueno como

precepto natural y común a todos, presentado por Santo Tomas de Aquino como: -Haz el bien

y Evita el Mal- sobre el cual parece haber consenso entre los académicos e intelectuales de

todos los tiempos en considerarlo como lo expresa el Dr. Álvarez Tulio (2009) como “el

precepto sobre el que se fundan todo los otros” y que de alguna manera configura un código

de conducta sobre la cual el hombre basará su actuar de manera libre, como un anhelo de

conocer lo bueno y donde las obligaciones que se desprendan de ese fin vendrán conforme al

dinamismo natural del hombre, los cuales suelen ser: a) Conservación y desarrollo de la

existencia b) Reproducirse para conservar la especie c)Vivencia en sociedad y d)

Conocimiento de la verdad de Dios. De allí brotan preceptos naturales, que no provienen de

consenso, sino que son inherentes a todos y que además tienen la capacidad de variar según las

culturas y las épocas, adaptándose a las condiciones concretas de la realidad.

Ante esta búsqueda del hombre por responder a las interrogantes arriba formuladas, y

luego de un análisis interior, encuentra en la Ley Natural el horizonte a seguir, tras advertir en

él el camino para alcanzar la verdadera armonía y paz individual y social. Asumiendo un

nuevo enfoque en la interpretación de la utilidad e importancia de la ley natural, que le 4

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permita asumirla como guía, ya no como una simple declaración y/o reconocimiento de su

existencia, sino como un verdadero cambio subjetivo en la práctica y en el ejercicio del poder

en todas sus funciones. Ya que de los mismos postulados en los que descansa la Ley natural

se puede extraer su contenido ético universal, que constituye una norma moral que actualiza la

razón y que deberá ser utilizado para la verdadera conformación del ordenamiento jurídico, si

pretende ser considerado justo y capaz de obligar e incluso de existir. Seguir expulsando el

contenido ético de las normas jurídicas, es perder toda capacidad de validación justa, es

continuar construyendo un orden legal rígido, peligroso y, en el peor de los casos,

deshumanizado, ciego antes las atrocidades que el hombre puede llegar a cometer sin una guía

(proveniente de su misma naturaleza) que determine su conducta tras su afán de dominación.

No habrá por ende horizonte, ni trascendencia.

No se puede olvidar que el hombre y la mujer al decidir vivir en sociedad deben

traspasar de la esfera personal el bien, entendido como acción contra el mal, a un bien común

que la sociedad toda debe perseguir, siempre dirigido a hacer del individuo más persona, y es

en este paso de lo abstracto (ley natural) a la vida en sociedad es donde encuentra su campo de

acción el Derecho Natural, entendido como “un juicio de la razón práctica que estima lo que

es justo de acuerdo a las situaciones cambiantes en las cuales vive el ser humano. Es la

expresión jurídica de la ley natural y medida de las relaciones justas entre los hombres”

Por ende, el Estado, dominado por una clase élite, no está facultado moralmente para

definir lo que es justo o no. El criterio de justicia como bien apunta el articulista, no puede ser

simple voluntad de un hombre en funciones de legislador, sometido a ideologías políticas y

ansías de dominación. Se requiere de un criterio ético que nace de la Ley Natural capaz de

servir de guía para los factores de poder y jamás desvinculado de la política, de tal manera que

el orden jurídico no sea otra cosa que la aproximación a la ley moral superior.

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