inventores espaÑoles menos conocidos...números de nueve dígitos, ad-mitiendo hasta seis números...

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INVENTORES ESPAÑOLES MENOS CONOCIDOS E l primero de los personajes sobre los que vamos a hablar se llama- ba Ramón Silvestre Verea Aguiar y García, más conocido por Ramón Verea. Nacido el 11 de diciembre de 1833 en San Miguel de Curantes, pe- queña aldea del concejo de A Estra- da, en Pontevedra. Pertenecía a una familia de labriegos con recursos; fue educado por su tío cura, Francisco de Porto; ingresó, en 1846, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi- dad de Santiago de Compostela y, en 1848, inició la carrera eclesiástica en el Seminario Conciliar de la misma ciudad. Era un muchacho con un ex- pediente académico excepcional, que, al parecer, no se adaptaba bien a las normas. Así pues, pese a haber obtenido una beca, algunas fuentes indican que en 1854 fue expulsado del seminario, lo que no le habría pro- ducido sino satisfacción; otras seña- lan que fue llamado al servicio militar y que por ello se le acabaron cerran- do las puertas seminaristas. Lo cierto es que un año más tarde, en 1855, emigró a Cuba, donde estu- vo trabajando como profesor. Hacia 1860, aprendió inglés y periodismo pasando por todas las fases profesio- nales: corrector, redactor y, finalmen- te, director (en 1862) en la revista El Progreso, publicando dos novelas, La Cruz de Piedra y Una mujer con dos maridos, de las que poco se conoce, aunque hay constancia de que con- siguió aumentar el número de lec- tores. En 1863, inventó una máquina de plegar periódicos que reducía el tiempo de producción y abarataba los costes de distribución. Tras una breve estancia en Puer- to Rico, en 1865 se trasladó a Nueva York donde trabajó como profesor de español, traductor y viajante de maquinaria e intentó patentar su ple- gadora sin éxito y acabó vendiendo la idea. En 1874, trabajó de cambis- ta entre La Habana y Nueva York y, se dice, que en aquellos momentos fue cuando se planteó la necesidad de un aparato capaz de calcular las equivalencias entre oro y dinero, y entre las distintas divisas. En 1877, se convirtió en director del periódico El Cronista, el primero que se había editado en castellano en los EE.UU. (1842). Verea escribió sobre las má- quinas de finales del XIX, el puente de Brooklyn, los submarinos, los nuevos linotipos, y se preguntaba dónde es- taban los ingenieros de España. Para demostrar que los españoles eran capaces de inventar, diseñó una máquina que fue la antesala de los modernos ordenadores. Su calcula- dora – que pesaba unos 26 kilos y me- día 35,5 cm de largo por 30,5 cm de ancho y 20,3 cm de alto – era capaz de sumar, restar, multiplicar y dividir Los siglos XIX y XX están plagados de personajes españoles interesantes. Quizás sorprende que sean poco conocidos haciendo cierto el dicho de que nadie es profeta en su tierra. Este artículo quiere ser un pequeño homenaje a todos ellos. SPANISH INVENTORS LITTLE KNOWN The nineteenth and twentieth centuries are plagued with interesting Spanish characters. Perhaps it is surprising that they are little known by saying the truth that no one is a prophet in their land. This article wants to be a small tribute to all of them. NUCLEAR ESPAÑA 71 DIVULGACIÓN BEGOÑA PEREIRA PAGÁN Responsable de Análisis de Datos de APS. Departamento de Seguridad. EMPRESARIOS AGRUPADOS Ingeniera industrial, especialidad Técnicas Energéticas, por la ETSIIM de la Universidad Politécnica de Madrid. JAVIER HURTADO MARTÍNEZ Ingeniero de Telecomunicaciones por la ETSIT de la Universidad Politécnica de Madrid.

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INVENTORES ESPAÑOLES MENOS CONOCIDOS

El primero de los personajes sobre los que vamos a hablar se llama-ba Ramón Silvestre Verea Aguiar

y García, más conocido por Ramón Verea. Nacido el 11 de diciembre de 1833 en San Miguel de Curantes, pe-queña aldea del concejo de A Estra-da, en Pontevedra. Pertenecía a una familia de labriegos con recursos; fue educado por su tío cura, Francisco de Porto; ingresó, en 1846, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi-dad de Santiago de Compostela y, en 1848, inició la carrera eclesiástica en el Seminario Conciliar de la misma ciudad. Era un muchacho con un ex-pediente académico excepcional, que, al parecer, no se adaptaba bien a las normas. Así pues, pese a haber obtenido una beca, algunas fuentes indican que en 1854 fue expulsado del seminario, lo que no le habría pro-ducido sino satisfacción; otras seña-lan que fue llamado al servicio militar y que por ello se le acabaron cerran-do las puertas seminaristas.

Lo cierto es que un año más tarde, en 1855, emigró a Cuba, donde estu-vo trabajando como profesor. Hacia 1860, aprendió inglés y periodismo pasando por todas las fases profesio-nales: corrector, redactor y, finalmen-te, director (en 1862) en la revista El Progreso, publicando dos novelas, La Cruz de Piedra y Una mujer con dos maridos, de las que poco se conoce,

aunque hay constancia de que con-siguió aumentar el número de lec-tores. En 1863, inventó una máquina de plegar periódicos que reducía el tiempo de producción y abarataba los costes de distribución.

Tras una breve estancia en Puer-to Rico, en 1865 se trasladó a Nueva York donde trabajó como profesor de español, traductor y viajante de maquinaria e intentó patentar su ple-gadora sin éxito y acabó vendiendo la idea. En 1874, trabajó de cambis-ta entre La Habana y Nueva York y, se dice, que en aquellos momentos fue cuando se planteó la necesidad de un aparato capaz de calcular las equivalencias entre oro y dinero, y entre las distintas divisas. En 1877, se convirtió en director del periódico El Cronista, el primero que se había editado en castellano en los EE.UU. (1842). Verea escribió sobre las má-quinas de finales del XIX, el puente de Brooklyn, los submarinos, los nuevos linotipos, y se preguntaba dónde es-taban los ingenieros de España.

Para demostrar que los españoles eran capaces de inventar, diseñó una máquina que fue la antesala de los modernos ordenadores. Su calcula-dora – que pesaba unos 26 kilos y me-día 35,5 cm de largo por 30,5 cm de ancho y 20,3 cm de alto – era capaz de sumar, restar, multiplicar y dividir

Los siglos XIX y XX están plagados de personajes españoles interesantes. Quizás sorprende que sean poco conocidos haciendo cierto el dicho de que nadie es profeta en su tierra. Este artículo quiere ser un pequeño homenaje a todos ellos.

SPANISH INVENTORS LITTLE KNOWN

The nineteenth and twentieth centuries are plagued with interesting Spanish characters. Perhaps it is surprising that they are little known by saying the truth that no one is a prophet in their land. This article wants to be a small tribute to all of them.

NUCLEAR ESPAÑA 71

DIVULGACIÓN

BEGOÑA PEREIRA PAGáNResponsable de Análisis de Datos de APS. Departamento de Seguridad.EMPRESARIOS AGRUPADOSIngeniera industrial, especialidad Técnicas Energéticas, por la ETSIIM de la Universidad Politécnica de Madrid.

JAVIER HURTADO mARTÍNEz Ingeniero de Telecomunicaciones por la ETSIT de la Universidad Politécnica de Madrid.

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números de nueve dígitos, ad-mitiendo hasta seis números en el multiplicador y quince en el producto. E l aparato podía resolver 698.543.721 x 807.689 en veinte segundos, siendo la calculadora más ve-loz y precisa de la época.

Lo novedoso consistía en el empleo de un método directo de multiplicación, pues hasta entonces esta operación se realizaba mediante sumas re-petidas. La máquina de Verea podía multiplicar sin recurrir a sumas. Consiguió optimizar el mecanismo de multiplicación directa (pero con varios movi-mientos de manivela y menor capacidad de cálculo) pa-tentado entre 1872 y 1875 (en EE.UU., Gran Bretaña y Fran-cia) por Edmund D. Barbour (1841-1925). Mientras que el sis-tema de Barbour empleaba ocho cilindros, el de Verea dis-ponía de un único prisma de diez caras, cada una con una columna de agujeros de diez diámetros diferentes (al esti lo de los telares Jacqard o del alfabeto Braille)1. La calculadora fue conoci-da como la Verea Direct Multiplier. Baste decir que, a finales del siglo XIX, todas calculadoras cambiaron al modelo directo de Verea.

Le concedieron la patente de in-vención en los Estados Unidos el 10 de septiembre de 1878 (nº 207918), y obtuvo la medalla de oro en Exposi-ción Mundial de Inventos de Matan-zas (Cuba). En un artículo fechado en Nueva York el 1 de abril de 1881 explicó por qué lo había hecho: «Mi objeto al emprender una invención, a primera vista imposible no fue la esperanza de reembolsar jamás ni una parte de los varios miles de centavos que he gastado; ni soñé tampoco con la fama que otros, por menos, adquirieron, y que yo no ambiciono; mis motivos fueron: 1º un poco de amor propio; 2.° mucho de amor nacional, el deseo de probar que el genio inventivo de un espa-

ñol puede dejar atrás a las eminen-cias de las naciones más cultas; 3º el afán innato de contribuir con algo al adelanto de la ciencia; y 4.° y último, un entretenimiento conforme con mis gustos o inclinaciones.»

El verdadero progreso, decía, debía ser tanto a nivel científico como social e intelectual. Verea abogaba por una mejora de las condiciones sociales y económicas de la humanidad.

Nuestro hombre nunca comercia-lizó su máquina calculadora, pese a patentarla. Bastante mermada su for-tuna, abandonó Nueva York a prin-cipios del año 1895, para instalarse en Guatemala, donde fue recibido con todos los honores. En 1896 publi-có, entre otros, un folleto titulado En defensa de España, combatiendo la propaganda negativa que contra Es-paña difundían los grandes medios es-tadounidenses, en los prolegómenos de la guerra de Cuba. Finalmente, en 1897 se trasladó a Buenos Aires, don-de continuó publicando El Progreso. Murió el 6 de febrero de 1899. Se le en-terró por caridad en el cementerio del Oeste de la capital argentina.

Su invento sentó una base en la historia de la informática. Como cu-riosidad diremos que su máquina se conserva en los depósitos de la sede central de IBM, en White Plains (Nue-

va York) formando parte de la colección iniciada en 1930 por el fundador de IBM, Thomas J. Watson2.

El segundo personaje del que vamos a hablar es móni-co Sánchez nacido en Piedra-buena (Ciudad Real) en 1880. Su familia tenía una pequeña fábrica de tejer y ladrillos. Era el menor de cuatro hermanos y ayudaba a su madre en el acarreo de la ropa cuando iba a lavarla al río en la Tabla de la Yedra. Por aquel entonces, Piedrabuena era una locali-dad que no llegaba a los 4.000 habitantes con una economía rural empobrecida, agraria de secano y ganadera.

Pronto destacó como un gran estudiante en el colegio aunque sabía que, como cuar-to hijo menor de una familia humilde no podría estudiar en la universidad si no conseguía ingresos propios. Para obtener-los, con 14 años, salió a traba-jar a otros pueblos como chico

de los recados y dependiente. Su maestro le animó a proseguir los es-tudios en Madrid, adonde acudió en 1901, sin haber acabado siquiera el bachiller elemental, en la época en que se estaba implantando el alumbrado público y se estaba elec-trificando el tranvía para sustituir los carruajes de tracción animal.

Quería entrar en las Escuela de In-genieros Industriales, pero no tenía los estudios mínimos requeridos, por lo que durante dos años intentó es-tudiar el preparatorio. Al no conse-guir el acceso a la Escuela, Mónico se dedicó a leer libros sobre electri-cidad y se acabó por apuntar a un curso a distancia, impartido desde Londres por The Electrical Institute of Correspondence Instruction. Ni que decir tiene que tampoco sabía inglés, lo que no fue óbice para que buscara la forma de aprender lo necesario y comprender las leccio-nes que recibió durante 3 años. El ingeniero que dirigía el curso, Jo-seph Wetzler, que conocía a Edison, le animó a proseguir su andadura en el mundo de la electricidad en EEUU, recomendándole para un tra-bajo.

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Foto 1. Busto de Ramón Verea en A Estrada.

2Thomas J. Watson (1874-1956) fue quien supervisó el crecimiento de la empresa hasta convertirla en una multinacional.

1Quizás Verea se inspiró en el primer cal-culador mecánico con éxito comercial, el ar itmómetro inventado en 1820 por el financiero francés Charles X. Thomas (1785-1870), o en la máquina diferencial del ingeniero estadounidense George B. Grant (1849-1917), patentada en 1872 y presentada con éxito en la Exposición de Filadelfia de 1876.

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Démonos cuenta de que, aunque era capaz de comprender textos téc-nicos en inglés, no tenía ni idea de cómo se pronunciaban; partió para las Américas un 12 de octubre de 1904 con 23 años y sólo 60 dólares por capi-tal. Llegó a Nueva York y se comunicó con las autoridades de inmigración, escribiendo en una pequeña pizarra que el objetivo de su viaje era el estu-dio.

En la Gran Manzana empezó traba-jando de delineante, poco después se matriculó primero en un Instituto de Ingenieros Electricistas, una especie de centro de formación profesional, y más adelante en un curso de electrotecnia de la Universidad de Columbia, con-siguiendo finalmente en 1907 el título de ingeniero. Trabajó entonces para diversas empresas, ideando un apa-rato portátil de rayos X que pesaba 10 kg en lugar de los 400 kg típicos de los modelos de la época.

La Collins Wireless Telephone Com-pany contrató a Mónico Sánchez co-mo ingeniero jefe, con la intención de vender su aparato portátil de rayos X, que pasó a llamarse The Collins Sán-chez Portable Apparatus. Collins ofre-ció 500.000 dólares a Mónico Sánchez por su invento. La propia Madame Cu-rie, durante la Primera Guerra Mundial,

compró varias unidades portátiles de rayos X para 20 coches llamados los “Petit Curie”. Con ellos, Marie y su hija Irene recorrieron el frente haciendo radiografías a los heridos3.

Tras una incursión en la telefonía sin hilos (que acabó fracasando4), Mónico rescindió su contrato (1912) y se volvió a España, a Piedrabuena, donde fundó la European Electrical Sanchez Company para fabricar su aparato de rayos X portátil. Es curio-so que no eligiera una gran ciudad para proseguir con sus investigacio-nes y favorecerse de lo que esta le podía proporcionar. Dotó a su pue-blo natal de agua y electr icidad, trayendo agua potable desde Pilar Nuevo y construyendo una central eléctr ica, abastecida por carbón que llegaba en carros tirados por mulas. Allí, en 1913 instaló el Labora-torio Eléctrico Sánchez con un área

de 3.500 m2 y animó a sus paisanos mon-tando hasta un cine en Piedrabuena.

Como parece ser habitual en estos in-ventores, hacia el fi-nal de su vida dejó de vender sus apa-ratos y tuvo ciertas dif icultades econó-micas. La mayor ía de las máquinas que fabricó en su pueblo a partir de 1913 se ex-ponen en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, con se-des en A Coruña y Madrid. Y muchas de las exposiciones que hoy en día se hacen

sobre Tesla tienen prototipos del in-ventor reproducidos por él.

Falleció en Piedrabuena el 6 de noviembre de 1961. Tras su muerte el Laboratorio Eléctrico Sánchez se ce-rró. En la actualidad está ocupado por un colegio, un centro de salud y un centro cultural.

La tercera de estos personajes po-co conocidos es ángela Ruiz Robles, nacida en León en 1895, donde de-sarrolló su profesión desde 1915 a 1917 en el Colegio Normal de Maes-tros y Maestras de León. En 1918 ob-tuvo una plaza de maestra en Santa Uxía de Mandía, Ferrol (A Coruña) donde permanecería diez años. En 1934 fue nombrada gerente de la Escuela Nacional de Niñas del Hos-picio de Ferrol.

Las ci rcunstancias sociales no eran propicias para poder desarro-llar sus aptitudes intelectuales y, al enviudar joven, tuvo que asumir sola el cuidado y la educación de sus tres hijas. Pero tenía una gran voca-ción pedagógica y era una trabaja-dora incansable. Escribió numerosos libros (en total 16) y dio muchas con-ferencias, editando ella misma la mayor parte de su obra entre 1938 y 1946. Desde 1945 a 1975, fue profeso-ra de la escuela obrera gratuita del Instituto Ibáñez Martín y de la aca-demia de adultos Elmaca (nombre compuesto por las primeras letras de los nombres de sus hijas), que ella fundó y donde preparaba para las oposiciones de Aduanas, Correos y Telégrafos, así como para el examen de ingreso en las Escuelas de Altos Estudios Mercantiles. En 1947, se le otorgó la Cruz de Alfonso X el Sabio

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Inventores españoles menos conocidos

Fotos 2 y 3. Mónico Sánchez Moreno y su aparato de rayos X.

3 El invento no fue muy prudente ya que no se usaban protecciones adecuadas, lo que provocó enfermedades debido a la radia-ción en casi todos los médicos y enferme-ros que los utilizaron.4Collins se volcó en la telefonía sin hilos. Sus aparatos podían comunicarse sin cables a más de 100 kilómetros pero su teléfono, con un micrófono de carbón, se calentaba poco a poco y terminaba ardiendo a los 15 minutos de hablar sin interrupción. La em-presa de Collins comenzó una campaña de propaganda para vender acciones, su-giriendo que la telefonía móvil en coches, trenes y barcos ya era una realidad. Cuatro ejecutivos de la compañía, incluido Collins, acabaron en la cárcel. Cuando estalló el escándalo, Mónico ya había abandonado la empresa.

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en reconocimiento a su carrera pro-fesional.

A su capacidad didáctica se le añade la de inventora, siendo la primera mujer española de la que se tiene constancia en ese ámbi-to. Entre sus inventos se encuentran el atlas científ ico gramatical que consistía en un desplegable con da-tos sobre España y la Legua Espa-ñola (gramática, fonética, sintaxis y morfología); el método taquimeca-nográfico que proponía una nueva taquigrafía y un máquina específi-ca para su implantación; y el más famoso de todos, la Enciclopedia mecánica, que según sus propias palabras, pretendía ahorrar “ener-gías intelectuales y físicas” por “la correcta y agradable sensación vi-sual”. Este último está considerado como el primer prototipo del e-book con tres objetivos en mente: aligerar el peso de los libros y cuadernos de los estudiantes, hacer atractivo el aprendizaje y adaptar la enseñanza al nivel de cada alumno.La Enciclo-pedia mecánica constaba de dos partes:• La primera, de conocimientos bá-

sicos como la lectura, escritura, numeración y cálculo, El alumno presionaba letras y números para formar sílabas, palabras y realizar cálculos.

• La segunda, por materias, a través del texto e ilustraciones, contenidas en carretes y bobinas, con graba-ciones de las explicaciones corres-

pondientes a cada tema, incluso en diferentes lenguas, que se podían contemplar con un cristal de au-mento y hasta leer en la oscuridad puesto que estaba dotado de luz. En 1949, el Registro de la Propiedad

Industrial le concedió la Patente de Invención de la Enciclopedia mecá-nica. De la descripción de su paten-te se extraen muchas ideas, algunas de las cuales se pudieron implantar y otras no: distribución por materias en un solo libro; cada materia en una bobina siendo el libro el soporte; por-tabilidad y de poco peso; interacción del alumno mediante botones; al no existir una calculadora de pequeño tamaño, dejó un hueco para incorpo-rarla cuando la tecnología lo permi-tiera; etc.

En 1959, consiguió el puesto de gestora delegada de la Agrupación Sindical de Inventores Españoles. La rumorología cuenta que la inventora recibió una oferta de “los america-nos” para la compra de su patente que rechazó con la ilusión de que su invento se desarrollara y comercia-lizara en España. Lo cierto es que se fabricó en cobre un primer prototipo en el Parque de Artillería de El Ferrol. Sin embargo, en la década de los sesenta la prensa consideró que «ro-zaba el mundo de la abstracción». Doña Ángela pasó los últimos años de su vida luchando para hacerlo realidad sin éxito por la falta de in-versores.

A parte de los honores menciona-dos, recibió muchos reconocimientos:

– 1952. Medalla de Oro. 1ª Exposición Nacional de Inventores Españoles.

– 1956. Lazo de la Orden de Alfonso X el Sabio. Ministerio de Educación Nacional.

– 1957. Óscar a la invención en la Fe-ria Oficial y Nacional de Zaragoza.

– 1957. Medalla de Bronce en la Expo-sición Internacional de Bruselas.

– 1958. Medalla de Bronce por las novedades pedagógicas. Bruselas.

– 1963. Medalla de Plata en la Expo-sición Internacional de Invenciones de Bruselas.

– 1964. Diploma y Medalla en Sevilla.– 1970. Exposición en el Salón de la

Inventiva en el Palacio de Cristal de Madrid.En 1973, Ángela fue nombrada jefa

provincial de la Federación Politéc-nica Científica de la Inventiva Inter-nacional. Murió el 27 de octubre de 1975. A finales del s. XX aparecieron los primeros libros electrónicos. En la actualidad, el e-book contempla mu-chas de las ideas que había avanza-do doña Ángela en su patente.

Por último, no podemos olvidarnos de Francisco Torrent-Guasp, aunque sólo hagamos un pequeño esbozo, este genio merece un gran recono-cimiento. Nacido en Gandía en 1931, estudió Medicina en Madrid y Sala-manca. Desde que era estudiante se interesó por la cardiología. Hizo los cuatro últimos cursos de la carrera en un año. Y nunca creyó que la san-gre pudiera entrar en el ventrículo izquierdo si no era succionada. Mien-tras hacía el último curso, publicó su primera monografía El ciclo car-diaco (1954), llamando la atención de un famoso cardiólogo Gerhard A. Brecher que le ofreció una beca en Estados Unidos. En 1958 escribió un estudio anatómico la estructura cardiaca (Anatomía funcional del corazón) y en 1959 Torrent Guasp via-jó a Augusta (Georgia, EE.UU.) ob-teniendo en poco tiempo brillantes resultados, que fueron publicados en la obra Experimental Approach on Heart Dynamics. Sin embargo, temiendo que se apropiaran de su trabajo volvió a España.

Vivió e investigó en Denia, donde pasaba consulta como médico de fa-milia y dedicaba el resto de su tiempo a diseccionar corazones de todo tipo de animales, durante muchos años sin subvenciones de ningún tipo, dando a conocer sus descubrimientos ana-tómicos en no menos de cuarenta universidades de prestigio, tanto eu-

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Foto 4. Enciclopedia necánica (Proyecto IDIS).

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ropeas como americanas, y también japonesas5, pagándose de su bolsillo la mayoría de las veces los gastos de tales eventos. En 1972, finalmente, reci-bió una ayuda de la Fundación Juan March.

En 1973 esbozó su teoría de que el corazón no era sino una banda mus-cular que comenzaba en la arteria pulmonar y finalizaba en la salida de la aorta, enrollándose en una doble hélice. En 1974 recibió el premio Mi-guel Servet y en 1978 fue propuesto como candidato al Premio Nobel. En 1993 diseñó un prototipo plegable de la banda miocárdica ventricular para que los cardiólogos pudieran visualizar su modelo.

La Sociedad Española de Cardio-logía le concedió la Medalla de Oro en 1996. En 1997 emitió una teoría que permitía explicar cómo la contracción progresiva de la banda era capaz de explicar la expulsión y la succión de la sangre. Su teoría de la contracción del corazón causó un gran impacto en el mundo científico. En 2002 el Na-tional Institute of Health organizó un workshop multidisciplinario en su sede de Bethesda, EE.UU., en el que reunió durante una semana a 30 científicos europeos y americanos de primer nivel que discutieron, y sobre todo aporta-ron, datos analógicos y digitales que

apoyaban la teoría de la función car-díaca del Dr. Torrent-Guasp.

En el año 2005 fue invitado a un congreso de cardiología en Madrid. Allí realizó, como venía siendo ha-bitual en sus conferencias, la disec-ción de un corazón, desplegándolo como una banda. Los participantes, al acabar, se levantaron y aplaudie-ron. Era la primera vez que sus com-pañeros de profesión le hacían tal reconocimiento. Paco Torrent-Guasp falleció poco después en su hotel. Le había dicho a Teresa, su esposa, que estaba muy satisfecho del am-biente, del trato, de la atención y

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Inventores españoles menos conocidos

• http://es.wikipedia.org.• https://gim.unex.es/blogs/pablogr/2013/02/19/el-gallego-ramon-verea-paten-

to-en-1878-en-new-york-una-calculadora-que-multiplicaba-y-dividia/• http://www.geocities.com/SiliconValley/Horizon/1404/patvere.html (patente

de la máquina calculadora de Verea).• http://www.elespanol.com/cultura/20160212/101740115_0.html• http://www.diarioresponsable.com. Artículo • http://www.uh.edu/engines/epi1297spanish.htm. No. 1297. LA CALCULADORA

DE VEREA de John H. Lienhard. Traducción de Helena Talaya–Manso y Ay-mará Boggiano.

• El gran Mónico. Manuel Lozano Leyva. Ed. Debate, 2013.• Francisco Torrent-Guasp (1931-2005). Artículo de Juan Cosín Aguilara. Centro

de Investigación La Fe. Valencia. España.• La gloria de un heterodoxo de la investigación científica, Francesc Tor-

rent-Guasp. El médico que revolucionó la cardiología clásica. Josep Lluís Barona. Núm. 70 MÈTODE.

• 200 años de patentes. OFICINA ESPAÑOLA DE PATENTES Y MARCAS.• Historia de Piedrabuena. Juan Jiménez Ballesta y Nicolás del Hierro. • http://www.piedrabuena.es/cultura/monico_sanchez.htm B

IBLI

OG

RA

FÍA

Foto 5. Modelo del corazón como banda muscular (Fundación Torrent Guasp).

5 Solía llevar un corazón, normalmente de cerdo, que desenrollaba delante de los pre-sentes, demostrando cual reality show que el corazón era una banda elástica.

del respeto que había recibido de los organizadores y de los asisten-tes. Había valido la pena ir a Ma-drid aun estando en una silla de ruedas. Siempre había tenido mu-cho interés en hablar a los electro-fisiólogos para que vieran cómo la contracción del corazón em-pezaba en el miocardio del tracto de salida del ventrículo derecho y terminaba en alguna zona del ápex ventricular izquierdo hacien-do funcionar lo que su gran amigo Pedro Zarco de la Real Academia de Medicina, había denominado el «pistón cardiológico». También había podido explicar a algunos sus atrevidas teorías acerca de la circulación eléctrica y había deja-do bien claro que la contracción de las últimas zonas de la banda miocárdica producía la succión de la sangre desde la aurícula al ventrículo izquierdo.

Quienes le conocieron lo descri-ben como un ser libre, dueño de su tiempo y de sus argumentos, que para escucharle se requería de una mente abierta. Sus investiga-ciones tuvieron siempre el apoyo incondicional de su esposa y de to-da su familia, pese a la resistencia que ofrecieron muchos profesiona-les a sus teorías.

Los cuatro profesionales de los que hemos hablado hicieron gran-des aportaciones a la ciencia y, por tanto, a la humanidad. Desde aquí les lanzamos un profundo agradeci-miento y plasmamos nuestra admi-ración por sus esfuerzos.