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SEM AN ARIO PIN TO RESCO ESPAÑ O L. IUOG II AFI A ESP AXOL A. DON I - ‘ estrella (le la prosperidad se habia ido eclipsando para la España en vida del Ultimo monarca de la dinas- tía austríaca , imbécil y menguado heredero del nombre ó imperio del triunfador de Pavía. Las arles y las letras, que tan alto habían elevado el nombre español durante dos siglos . representada^ por los Herreras , Tolcdos y Ber rugue te», por los Cervantes, Lopes y Calderones, habían sufrido la misma decadencia que nuestras armas y nuestra política , y cedieron también el cetro á la in- fluencia de la corle reguladora de Luis el Grande. «Zu Thaha española , dice Jovellauos, habia potado ¡os Piré- ticos para inspirar al gran Molière:* Zamora y Cañizares recojíau los últimos suspiros de las musas de Rojas y Blo- relo , y con ellos desaparecieron también en las artes las buenas tradiciones de Murillo y Velâzquez , de Ucr* naudez y Pcreyra , de Luis de la Vega y Gaspar de Mora. Todo vacia envuelto en la misma (¡niebla y contra- dicción: religion y política , economía y administración, artes y literatura. La superstición ocupaba el lugar de la sólida piedad ; la intriga palaciega habia robado el ec- Aio Vil tro a la política: la pedantería se disfrazaba con la mas- cara de la ciencia: los ridículos exorcismos hechos al cadáver coronado , v las oscuras intrigas del P. Xitard ocupaban la corte , mientras la literatura varia envuelta en los alambicados conceptos de Sor- Juana ó de Gerardo Lobo , y gemían las artes con los delirantes monumen- tos de Donoso y Chin rigucra. La muerte del monarca herhitado , la dilatada guer- ra de sucesión , y el cambio de dinastía, fueron causas suficientes para dar por tierra con todo lo existente, v hacer surgir de aquel oscuro caos una nueva sociedad, que aunque no tan potente ni tan original como la an- terior en sus buenos tiempos, era, á no dudarlo, mas vigorosa y racional que aquella en su decadencia. A osla sociedad, pues. restaurada . pertenece la primera mitad del siglo XV1I1 . y los uombres de AJberoui y P.C fa en la política, de liarceló y Sin. Crtlz en las armas, de Luza'n y Montiano. de Jubara y de Rodríguez ea las le- tras y las artes, son timbres gloriosos para aquella alad, que aun Ja nuestra debe mirar con respeto. Limitados por boy a tratar de este último , después * ó* uoviaaibre i* ]|t 2.

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S E M A N A R I O P I N T O R E S C O E S P A Ñ O L .

IUOG II A FI A ESP A XOL A.

DON

I - ‘ estrella (le la prosperidad se habia ido eclipsando para la España en vida del Ultimo m onarca de la dinas­tía austríaca , imbécil y menguado heredero del nombre ó im perio del triunfador de Pavía. Las arles y las le tras, que tan a lto habían elevado el nom bre español duran te dos siglos . representada^ por los H erre ras , Tolcdos y Ber rugue te» , po r los C e rv an te s , Lopes y Calderones, habían sufrido la misma decadencia que nuestras arm as y nuestra política , y cedieron también e l cetro á la in­fluencia de la co rle reguladora de Luis el G rande. «Zu T haha española , dice Jovellauos, habia potado ¡os Piré­ticos para inspirar a l g ran M olière:* Z am ora y Cañizares recojíau los últim os suspiros de las musas de Rojas y Blo- re lo , y con ellos desaparecieron tam bién en las artes las buenas tradiciones de M urillo y Velâzquez , de Ucr* naudez y Pcrey ra , de Luis de la Vega y G aspar de Mora.

Todo vacia envuelto en la misma (¡niebla y con tra­dicción: religion y política , economía y adm inistración, a rtes y lite ra tu ra . La superstición ocupaba el lugar de la sólida piedad ; la intriga palaciega habia robado e l ec-

A io V il

tro a la po lítica : la pedantería se disfrazaba con la mas­cara de la c ienc ia : los ridículos exorcismos hechos al cadáver coronado , v las oscuras intrigas del P. X itard ocupaban la corte , m ientras la literatu ra varia envuelta en los alambicados conceptos de Sor- Juana ó de G erardo Lobo , y gemían las a rte s con los deliran tes monumen­tos de Donoso y Chin rigucra.

La m uerte del monarca herh itado , la dilatada guer­ra de sucesión , y e l cambio de d inastía, fueron causas suficientes para d a r por tie rra con todo lo ex is ten te , v hacer su rg ir de aquel oscuro caos una nueva sociedad, que aunque no tan potente ni tan original como la an­te rio r en sus buenos tiem pos, e r a , á no d u d a rlo , mas vigorosa y racional que aquella en su decadencia. A osla sociedad, p u e s . restaurada . pertenece la prim era mitad del siglo XV1I1 . y los uom bres de AJberoui y P .C f a en la po lítica , de liarceló y S in . Crtlz en las a rm as, de Luza'n y M ontiano. de Jubara y de Rodríguez ea las le ­tras y las a r te s , son tim bres gloriosos para aquella a la d , que aun Ja nuestra debe m irar con respeto .

Limitados po r boy a tra ta r de este últim o , después * ó* uoviaaibre i* ] | t 2.

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354 S E M A N A R I O P I N T O R E S C O E S P A Ñ O L .

-<íe haber indicado ligeram ente la fisonomía general de la ¿poca en que le locó fig u ra r , vengam os, p u e s , á dar a conocer á nuestros lectores algunos de sus trabajos a r ­tísticos para la grande obra de la regeneración del buen g a s to cu nuestro pais.

Vori V entara Rodríguez T izón nació en Ciem pozuc- Jos. ó cinco leguas de Madrid , e l dia 11 d e julio do 1717, y futí hijo de Don Antonio Rodrigué* y doña Gerónimo Tizón , los cuales «le^de muy niño le pusieron a' delinear

-con el iugcuiero l l . kiste va o Marcbaud , que dirigía las obras reales en A raujuez. Allí perm aneció algunos años estudiando V delineando bajo la dirección del diebo Mar­cbaud , de G aluci y B onavin, basta que el abate Jubara , «pie formaba por entonces los planos del nuevo real pa­lacio de M adrid , p rénda lo de ulguuos Lrobajos que vio d e l joven R odrigue* , le llamó para que fuese su deli­neador , y le ayudase en la ejecución del magnifico m o­delo del palacio , que continuó Rodríguez después de la m uerte de ju b i r a , y aun se conserva cu e l Mateo to­pográfico lie Madrid.

Encargado luego de la obra del palacio e l italiano S achetli , continuó valiéndose de los auxilias de R odri­gue* , que de este modo tuvo una gran purtc del in d i to en aquella herm osa construcción.

Con este y otros muchos trubajos que hizo por en­tonces . creció su justa fama oii té rm inos, que en 1 7 4 7

fué nom brado académ ico de S . Lúea» do •lom a, t f l R l V arquitecto delineador de 1« fubrk» de Palacio , y erigida la academia de S. Fernando cm l 7 5 i , m ereció el sin­gu lar honor de ser nom brado prim er d irec to r de arqu i­tec tu ra .

O cupado constantem ente en la euseñauza, ya en In Academia , ya en su propia can» . «i* I ■ cual recibí» con la m ayor atención y dirigía los paso* de los jóvenes que m anifestaban disposición par» fus urto». presentando con­tinuam ente vastos y debciiiino planes de obra», no solo para la co rte , sino para toda» la» ciudades y »illas del re ino , pues do toda» portea r.e le consultaba como un oréenlo , asistiendo con exactitud é h.» debutes y con­sultas de las sociedades económicas y urlístiea» , y form an­do cotí sus discípulos mi plantel esM jido dv propagadores del gusto y la razón , tuvo tal influenció, y fijó de tal m anera con sus numerosas obras los sólidos principios del a rte . que ¡i una voz fué aclamado con el titu lo de res­ta u ra d ir de la arquitectura española, titu lo que la poste­ridad confirma b o y , y que aun seria mas justificado, si la en v id ia , que nunca aparta la vista de los genios supe­r io r e s , le hubiera dejado poner en p lau la las grandes obras que ideó.

P ero desgraciadam ente , v en medio de aquel g ran cré­d ito y opinión general , y de los honores y di-.tiuci.mes que se acum ularon en sn persona , como d irec to r do los .icnde- iriins d e S. Fernando de Madrid , y de S . Curios de V alen­cia, m aestro m avor de Madrid, del cabildo d e Toledo, y de o tra s muchas corporaciones, todavía tuvo que luchar cons­tan tem ente con In perseveran te intriga d e sus émulos infe­rio res ; v baste decir que en la misma capital sufrió e l in­justo desaire de ver preferidos los p lanas de aquellos a los varios y magníficos que presentó para muchos edi­ficios públicos. Sin em bargo , la opinión de su superio­r id a d era ta l , que »penas le bastaban los momentos para responder á los innum erables encargos y consultos que se le liocian de ledos punto» del reino , y asombra ver­daderam ente leer la relación gigantesca de los trabajos

-con qHe Rodrigue* supo responder u aquella universal dis­tinción. Bien quisiéram os dar oqui un traslado de ella, para que nuestros lectores furmasen una idea dé la infatiga­ble laboriosidad dé aquel hom bre superior , p e ro no lo

perm iten los estrechos lím ites de este articulo , y asi nos lim itarem os á algunas ¡udicacíoues , rem itiendo á los que gusten saber el resto á la misma relación de las obras de Rodríguez que form o el S r . Ccau cu su cscclenlc his­to ria de les arquitectos españoles.

De los infinitos planes que trazó Rodrigucz para eje. cu tarse en M adrid, solo tuv ieron efecto la iglesia p a r­roquial de S . Marcos ; la fachada de la iglesia de los Mosteases (boy d em o lid a); e l adorno in terio r , e l a lta r m ayor v e l tabernáculo de la iglesia de la Encarnación; la capilla de la úrden tercera del convento de S . G il, que no ex iste ; la iglesia de los padres dv l'S alvador, hoy de la cárcel de co rte ; y la casa del Saladero ; reedificó el tea tro de los Caños del p e ra l , que no ex iste ; y tuvo á su cargo el a rreg lo del a lta r m ayor de S . Isidro el rea l; el palacio del duque de L iria ; y empezó á constru ir la fachada del del condcde Altninira c u lo s térm inos de que . aun se ve m uestra en una p arte de ella que dá á la calle de la F lor A lta ; trazó y diseñó las bellas fuentes del P rad o ; y ana cloaca que desagua fuera de la puerta de A tocha ; la facn le llamada de los Galápagos en la calle de Hortaleza ; y algunas o tras obras.

Mas por desgracia todas fueron muy inferiores en im ­portancia á las magníficas cuyos planos trabajó y p re ­se n tó , y no fueron ejecutadas. — Tales fueron bis de un edificio iumcuso para hospital general , galera , inclusa y desam parados. O tro para la casa d e C orreos. O tro para iglesia y convento de ki. F rancisco el grande. O tro s cinco p..rn la puerta de Alcalá. O tro do un precioso peristilo para el paseo del Prado que se bahía de constru ir de­lante de las eaballerúi.rs del R e tiro , á lo largo del sa­lón , con el objeto de pudor serv ir de pasco c u b ie r to , y contener gran núm ero de cafés , botillería», y un gran lerrndo para músicas. O tro para una biblioteca púb li­ca y sem inario , y o tros infinitos para todo lo que fal­ta en Madrid, pero lodo grande , bollo y propio de una ca­pital ; cuyos preciosos planos creem os que yacen en al­gún archivo , olvidados de los que mus debieran estu­diarlos.

En las p rov inc ias , lejos d e las intrigas de la corte , se hizo inas justicia á su m é r ito , y se le encargó de ejecutar obras de la m ayor im portancia. En Zaragoza renovó com pletam ente el herm oso tem plo del F ilar , y construyó en él la preciosa capilla ile la V irg e n , con un gusto y magnificencia que en nada ceden i las mas sun­tuosas obras de H erre ra . E n Cucuca dirigió e l magní­fico retablo de mármoles de S. Ju lián , en la catedral, obra singular en su género. Hizo los diseños de la lina lachada de la C atedra l de Santiago de G alic ia ; constru ­yó la capilla del Sagrario en la catedral de Málaga , y otras infinitas obras para las catedrales de T o ledo , Pam­plona , Osma , M urcia y Aímcrínv Ademas trazó la igle­sia colegial de In ciudad de Stn. Fá ; la difícil y adm i­rab le obra del Santuario de GóVadonga-; las de Slo. Do­mingo y de los Misioneros en Valladolid ; la iglesia par- roqninl *de S . Sebastian de A zpeylia ; arregló la iglesia parroquia de F u tm carrn l, y construyó , reparó y dio tra ­zas para otras infinitas en tpdo el reino.

En Córdoba tuvo bnena p arle en la construcción del colegio de Niñas p o b res , y en Toledo en el de Donce­llas nobles, qne reform ó'con mucho gusto, dirigió y cons­truyó el lindísimo polacio de ilohadilla para el infante Don liu is ; en los hospicios de Oviedo , d e Olot, de Gerona v- olroS-varios, trazó‘lo»plnfios ód irijid y concluyó la obra: para cazas consistoriales de la Curuña , lletanzos , T oro, Burgos, M iranda de E bro, C orral de A lm agucr y otras mu­chas poblaciones , hizo bellísim os d iseños; asi bien como plazas públicas eti Avila , Burgos y Pnerto R e a l, cuar-

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teles en Rueda , Medina de! C am po, Isla do León y A ra- baca , las cárceles en Burgos y Rrihuego , tea tros par» M urcia , Sevilla , la Cnrufla y Palencia , aunque ninguno de Jo» cua tro se c o n stru y ó ; y una infinidad de o tros pro­yectos para construcciones n u ev as , reparación de obras, ilc cam inos, puentes, y obras h idráulica», que seria p ro­lijo enum erar.

La prodigiosa actividad de R odrigue* , so esquisito gusto y sus muchos viajes i¡ todas las provincias del rei­no , le’ produjeron tal suma de conocimientos , tan acer­tado fru to de observaciones , que le hacían m u y superior á su misma época , y aun á las que la han seguido , y CS de lam entar que estos estud ios, oslas preciosas obser­vaciones de aquel gran filósoío y a rtis ta , que atestiguan sus obras y proclam an las concienzudas plum as de Jovc- llanos , Pon/, y Ccan Bermtidoz , no fuesen consignadas po r él cu un libro que pudiese serv ir de código precioso á los cultivadores del a rte m oderno , con lo cual el nom­bre de Ilooniaurz acaso no desdeciría a l lado de los de l ’aladio y de V itrub io .

Este célebre a rq u ite c to , y cscclcnte español, m urió en Madrid i los 68 años de su edad en 1785, y filé sepultado en la iglesia parroquial de S . M arcos, única que la envi­dia le dejó constru ir en esta capital. Su sobrino y dis­cípulo I>. M anuel M artin R odrigue/ (á quien tuvimos el gusto de conocer en sus últim os años), finí un digno continuador de la fama do su tío , como lo acreditan en esta corto los bellos edificios del Depósito hidrográfico; el C onservatorio de a rle s ; el convento , boy cnartcl de S. G il ; la aduaua de Málaga , y otros fuera de Madrid.

M .

■ ♦ StOH

VENTAJAR D E I.A CIENCIA.

El saber es un bien que no |iuetlcn quitarnos

N .I o: el esplendor de los m etales que vienen de las regio­nes mas rem otas a nuestro co n tinen te ; los favoresquo una ciega diosa dispensa tal cual vez ; los títulos que tanto lison­jean el orgullo de on am bicioso.... nada de esto tiene atrac­tivos para el ro í (ladero sabia. Está bien persuadido deque un* tem pestad C6 lias la o le para v e r sum ergirse Ins rique­zas que Chile nos envía. Sabe que las mayores fortunas no esldu al abrigo de losrcveses , y que el tiem po destructo r, ú la nogra covidia , borran los dictados mas pomposos. I Cuáles son , pues , los bienes que su alma desea ? Los conocimientos que se adquieren á costa . os c ie r to , de un trabajo asiduo , pero que una vez adquiridos le acompañan después hasta el sepulcro. lié aquí el único objeto de sus desaos; lié aquí el escudo im penetrable que opone á todos los dardos que una su erte rigurosa puede lanzarle.

En cualquiera posiciou que situéis a l hom bre verdade­ram ente sab io , sabrá formarse una felicidad independiente de los caprichos de la fortuna . de la inconstancia de las ondas irr itad a s , y de la ¡ujiisticia de sus perseguidores. A unque le encierren en la prisión mas horrib le , su alm a goaara siem pre de una dulce tranquilidad. Los rayos de los astros no penetrarán cu la profundidad de su calabozo; pero su ijnagiuaciou, rom piendo con vuelo rá­pido e l i n m e n s o espacio que los separa , oirá los con­ciertos armoniosos de su m archa , y aun los dii'ijirá en su curso irregu la r.

Nn temáis que estando solo le abrum e el fa s tid io co n - som idor. Desde el subterráneo que le encierra guia d e l especl»rulo mas v.uiado ; vé el fuego di: las pasiones , ios- reso rtes serrelos que las hacen o b ra r , las vicisitudes d e ja s cosas humanas . y las revoloc Iones y cuidas de los im perios. C onversa cou los hom bres de todos los siglos y de lodos los países , v llevando consigo mismo sus lu ce s , es decir, sus bienes y sus ventajas , luego que tiene el conocim iento de su ex istencia , mi dicha no puede ser a lterada en cual­quiera circunstanció Incómoda que pueda ballarsa.

S i fr a c lu t M abatur e i í is Irn/itii iiluiii fe r ien ruina.

A quellos, p u e s , cuya alma entorpecida fué siem ­pre envuelta en los lim ites estrechos de In ignorancia, lio pueden pre tender tener pin te en la esquís ¡tu fruición que procuran al eiiteruliuueolo las reflexione» sobre d i­ferentes objetos , de las ciencias. Los hom bres que p o r desgraciaban nucido cou esta antipatía Inicia las le tra s ,, están condenados ¡i Ver co rre r su» dias cuti o disgustos cou- tiuuos , y una ociosidad y dejadez, un no su lcr <¡uc hacerte, mil veces mas fastidioso que la aplicación mus asidua.

Pues á la verdad no encuentro fatiga tan im portuna, como lo» de mi ignorante sin ocupación ninguna.

Cuando decía nuestro Alfonso \ , á quien l.i posteri­dad con tan ta justicia dio el M ulo de sabio , <,ue t i la sutil- duria se vendiese, agotaría n i in stan te t lis te taros ; uo igno­raba cuan delicioso» son los momentos que se em plean en un estudio útil ó interesante. E sto m isino liabrii esperi.- mentudu R oberto ( 1 ) , aquel m onarca com parable cou e I precedente, pues como él fue filósofo , orador , fisico, m e- tofíaico y poeta ; el cual confesaba que «i hubiera »ido n e ­cesario op tar entro hi pérdida de su reino , o hi de sus c o ­nocimientos , hubiera sacrificado gustoso su corona an te» que verse privado de ettos últim os tesoro*.

En vano lo» amigos de A ñau ja» le arom e jaban que em ­please alguna» horas da tiem po para poner en orden sus uegociosdoméstieos, que estaban muy desarreglados por su negligencia, úuieam uutc ocupado en lo» encantos del es­tud io : él les respondió; ¡O h amigos luios 1 ¿ cómo dividiría vo uu tiempo en tre el estudio y los negocios , yo que p re ­tiero una sola gota do sabiduría ú m il le u d e s enture» de riquezas’.’...»

Aludió tiem po ¡ni que so busca una panacea universal, y estamos persuadido» mía aquellos que aman el e .tcd io la bao bailado. El dulcifica nuestros males , dn ipa nues­tros p esares , vivifica tu la s la s facultades de nuestra alm a, y la dá (pcriuiliiseuic esta frase) una rcplucciou que r.o pueden procurarla nunca lo» dema» placeres a que pedia en tregarse. Esto es , sin duda , lo que un celebre co rte ­sano (2) quiso dar á entender cuando respondió á Li.is \ l \ que le p reguntaba d e que le servia lauto leer: S ire , la lectura huec á m i espíritu , ¡o <¡Uc vuestras perdices á m is corrillos.

¡Olí vosotros, á quicucs funestas iucliuaciooes i o ai r a : - tran todavía. Vosotros que aun sois libre» y que , por d e ­cirlo a s í , podéis escojer vuestros guatos y d ec id ir; en tre­gaos á lus le tra s , aficionaos al estud io , sem brad en vuc .- tra juventud conocimientos cuya abundaule cosecha sea la a le g r ía , y pasto de vuestra vejez. M irad que los que se ¡la­

t í ) Rolierlo, rey ée Ñipóte», honró A ledo» k>» »ot.im rti * ’ t ie m p o , y ro n ptefercD ai» i F rancisco P rtrm c» . M o n o cu t ] i i llorado óe iu> vtwlhis, ¿e quien»« h»Lia hecho la írüfiéaé.

(a) Kl duque ó» Vivoniu : o to seiior tenia la lez olrcuuuianicn- le Ireífa y cncsiiuila. (V. el Enrojo m ire e!si¡Io óe Lui» XIV pw Mr. de V. aot. Jtontnjinn.)

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336 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

i bellos dios pasan como una som b ra ..., ¡ Por cuán fcli- o» tendréis, si habéis sabido economizar recursos para el te rrib le tiem po en que e l hombre que ha sido eue-

de las c iencias, no \ é o tra perspectiva que la ver* zu cu a .i , el te d io , ebdolor y el sepulcro!

G. R.

UTOPIA DE TOMAS MORO.

X j . t U topia de Tomas Moro , C anciller del rey de Ingla­te r ra bajo liee rique V i l i , se compuso á principios del «iglú X V I en idioma latino , único que entonces usaban too sabios ; supone Tom as Moío que se encontró en Amhe- re s con un viajero in s tru id o , llamado R afael, con quien coatrajo estrecha am istad, ha» conversaciones de ambos ji- ran com unm ente sobre In filosofi» y el gobierno. Rafael ataca íigorosnm cnte los abusos de Jas m ouurquiaseuropeas, declama contra su despotism o y males que acarrean, con tra e l servilism o ile los palaciegos, la venalidad de los em pleos, la manta de las conquistas, e l r . , e le . l’ero se de­clara sobre todo su indignación con tra los magnates, t e s acusa de todos lo i males públicos, y de que su loto invadía y lo destru ía ' lodo. J.us propiedades con­centrada» cu sus manos ermi la causa del monopolio quu producía el a lto precio d e los granos , privando al pobre de su subsistencia , y obligándole á quu se reliase al volui : pues en su sentir la inylilitnl d e robos dimana de la ■iiscria de los 'p a rticu la res y do la rodiriu’do los grandes qOa pnsciau los terreno» ; y erban de ellos a los p rop ieta­rios pequeños á fueria do Vejaciones, llalli» cu seguida del rigo r de las 'luyes represiva» , y prueba Ipib éste mismo ri­g o r las litici/ i Iteli Caces. '» I n a estrem a justicio; ilice , es una uíjnMfeiS estrem a si cón e l mismo rigor se rnslign a un fad rín i|uc áu n asesino, nrcctliriuliiciilc rfuccglí-rií que luVya mas asesinos que ludroócs , no deteniéndose tiiiigún liotn- b re perverso 'en un delito .qué; 1« ley castigado la m ism a m anera que un crim en. » Dtklamn también contra la penado m se rte , apoyándose cdlfl.i ley de Moisés, tionclúyc de to­do lo dicho q íe ño pueilf haber felicidad ci» lè i estados en q ee existen sem ejantes MhUÍoí- . _ * ' *

A las objeciones qu'c le hace su in terlocu tor sobre lo d icho, contesta Rafael, refiriendo las maravillas del gobier­no de Utopia , isla situada en América (se acababa de des­cub rir aquella p a r te del mundo).

La isla U topia com prende cincuenta y cuatro ciuda­des populosas. S u forma de gobierno es republicana. Cada ciudad covi» á la capital llamada A m onrota (voz que en griego significa desconoeido) tres represen tan tes, que reunidos i K>s o tros diputados , constituyen el G ran Consejo. El jefe del gobierno le elige este scuado á perpe­tuidad. El estado distribuye en tre losriudadanosel te rreno por igualé» partes , y todo es allí com uu, la vid» , la p ro­piedad y e l terreno . Los ciudadanos dejan de d i t i en

• diez años l i casa que han habitado para ocupar I» que les adjudique la suerte . No hay distinción alguna e jte -

* » ¡or, ni. aun en los vestidos. que son todos de la mis­ma tela y hechura. No se tolera la ociosidad , y todo el moudo trabaja. La profesión principal es la agricultura; no se e jtrceu la» o tras sino cu utilidad g en era l, sin re - Iribuuion alguna, y jamás con esperanza rio lucro , no co­nociéndose allí el comercio. Sin em bargo , se cultivan b s r íe ncW*y a r le s , y loa sabio», a rtis tas y sacerdote» fo r­m an una clase a p a s to , en la que á nadie se adm ite si­no con dictam en de los m ájíslrados. Los trabajo» consi­derados como viles los desem peñan aquellos a quienes sus «fracciones de las leyes lia privado de su cualidad del

ciudadauos y reducido á la condición de esclavos. Si el núm ero de esclavo» no basta , Jos com pran en o tros paí­ses. La esclavitud es casi la única pcua que se impone á los crim inales. Eu cuanto á otros d e lito s , no hay ley especial para cada uno de e llo s , quedando al arbitrio de los m aji,irados señalar los castigos. Eu caso de enfer­medad incurable se aconseja y auu se ordena e l saicidio; pero eu o tra cualquiera circunstancia el que se sui­cida queda privado de sepultura . E s libre e l ejercicio d e toda religiou ; pero la del estado es el deísmo y la inm ortalidad del alm a. Lejos de desechar los p laceres se abandonan á e llo s , convencidos de que se fundan en la naturaleza misma del hom bre , y cu la voluntad de Dios. El que a ltera la tranquilidad pública con una m a­nifestación demasiado violenta de sus principios religio­sos , es preso , sea ca tó lico , deísta , ateo ó pagano. Eu un estado de este modo organizado no hay ¡amas guerra c i­v il , y mucho menos vslraiijcra. Por otra parte , la situa­ción de la isla es t a l , que no puede abordarse á ella sin el auxilio do los n a tu ra les , á lo que se añade que fimdadas .cu la justicia y la buena fé sus relaciones , ale- jau toda diferencia con lo» demas pueblos, l’ara concluir su p in tu ra añade Rafael que entre aquellos dichosos m ortales el o ro , absolutam ente in ú til, no se m ira sino como una supefUut'lu despreciable , y se le em plea en los destinos mus viles de !.■ vida doméstica.

Eu v i! 'p o r Ib dicho . que el libro de Tom ás Moro es una especio de apólogo pura com batir a su som bra la o r- guiiizaciun tic las sociedades m ollentas, y bajo este as­pecto 1« Utop'iA de Tomás M oro, osi Como I» república de P la tó n , un carece d e ingenio y oportunidad. Eu au­to r no fue perseguido por la publicación ale esta obra ; tes.tliii ademas que pitruuinuciú lie l ú la fé católica , y que prefirió m o r irá mimos del verdugo , ante» que reconocer la suprem acía de Henifique V III subru la iglesia de In ­g la te rra cuu detrim ento del Papa.

I.OS MONTEROS 1>K ESPINOSA.

L-Jos M onteros de .Espinosa , oficio antiguo v honorífico, que (Uvo principio desde I). Sancho G arcía , conde de Castilla , año de X III , hijo que era del conde 1). G arci Fernandez, que lo fu éd c l valero-o conde Fernán González y de Doña Sancha su esposa , bija de D. Sancho A lbarcn, re y de N avarra , pues queriéndole atosigar con y e rra s , su m adre , cual otra C leopatra , reina de S iria , á An- lioquio G rito , su h ijo , uu caballero , mayordomo de! conde D. Sancho G arcia , llamado Sancho , natu ral de la villa do E spinosa, lo descubrió , por cuya fidelidad adquirieron esta singular preem inencia , que piiso en p e r­fección la católica reina doña Isabel. Es patrim onial para hijos de la villa de Espinosa , y para en tra r á serv irle hacen información de nobleza y sangre. Salen de la iiiteeániara con e l mayordomo sem anero , cuando d e noche se c ierra la puerta y quedan de guarda en la saleta , donde duerm en. G ozan de grandes privilegios : en ellos les dá el Rey t i ta - ios de leales. Son libres de pechos , repartim ientos y alca­balas , que no las pagan de ninguna cosa que venden. A ntiguam ente 110 había cu Castilla mas guarda que de M onteros de Espinosa.

Q uien quisiere ver por estenso la honorífica autoridad de este oficio , la hallará doctam ente escrita en libro p a r­ticu lar del licenciado D. Pedro de la Escalera G uevara, fiscal de U Jun ta de aposen to , sugeto dignam ente vene­ra d o , en quien concurren nobilísima sangre , superiores c tr a s , singulares noticias , y re levau te erudición.

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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.—T* 337

ESPAÑA PINTORESCA.

**• *0 *11111110 DI rlID E l.

paso qne cautivan nuestra atención las cstanipas « a tran |c ras 411c icp rescn lan vistas de otros países, como los lagos y montañas de la Suiza , los castillos de Francia, lo s palacios de Italia y las catedrales de Alemania e In ­g la te rra , apenas nos dignamos echar una mirado sobre los encantadores paisages y las bellas conslrncciones de nuastra patria ; y por lo connm ui aun noticias tenemos de «Hos, si no los encontramos al paso , ó algún inteligente Hanoi sobre ellos nuestra atención. Mil bellezas Yacen es- confluías en nuestra patria , y otras mil bao s id i destru i­das, o están p róx im asá perecer, sin que e l lápiz del artis­ta baya sacado su m ascarilla , antes de qne vuelvan a la atada de que salieran . Por o tra parte al paso que trope- aamos por do quiera con vistas del E scoria l.de )u G iralda y • tro s varios puntos reproducidos basta lo in fin ito , a penás encontram os ni aun dibujos de o tros-pun to , no menos in­te résam e , . sino po r so grandeza , , | m eaos por su herm o­su ra y originalidad.

Esto sucede con el m onasterio de Piedra , qne en la ac tnahdad no* ocupa , d e l cual quizá será la vista que

3 É v c o ° n t ñ . r rÍT ' ' a' h3 0CUP3,L *l Lur¡1 Ííc r í , ^ ,n0Da5,cri° abrazaba en su dilata,re tin to rúam e pudiera apetecer una imaginación enlose, ta p o r bis bellezas , , priuc,pálm ente naturales. Allí e r ó n an a una so b ern a cascada cual „ 0 la hay en España ¿ -«ges e n c a n ta d le s , g ru ta , de esta lac tita ; , „ „ c S L j S grandiosos edificios (le d ife ren te , géneros y g u slM v . tin un golpe de vista apacible y delicioso ’ *

Este monasterio, que fue de mouges Berna, dos, está s litado en Aragón a 1 leguas de Calata»i.d y l « d e Za,-- g e « a c u ja provincia corresponde. Su fundación sc j-c moma a pr.nc.ptos ilcl siglo X U ien 1 2 . S d «233según Do

hiel i V r r, ° l - H<eS. ° r V M i e - * o r io ,,d o S d e í t blet de C ataluña , de donde salid «1 abad C anfrido con 1monges a 9 de mayo de 1191 , en ü em p o d e l rey D . A lónso II el Casto de Aragón. P rim eram ente estuvieron esto , monges eu v an o , pueblo , de tie rra de T eruel -v nri„« p á lm e n te en (S U ru c to de donde Jo, t M d J J f f l Sel re y D. Ja,m e el Conquistador en la época c itad ,

l o r esta razón se v e a su estatua jú n ta m e te con l

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«le I). Alfonso ú la p u e rta de la ¡glosa , estatuas que por c ierto lian sido liorrililcm cntc mutiladas a manos de la bru­talidad , ¡í pesar de los gratos recuerdos que ambos reyes inspiran á los aragoneses.

Ambos dotaron largam ente este m onasterio , que po­seía seis inagnificafgran jas, en tre elfns las de Caos Cilleruc- ta s , Xaragozilla y B n lleslar , la cual era donación de Dou Pedro de A zagra, Señor de A lbarrac in , g ran p ro tector de esta casa , como todos los de su fam ilia. Muchos individuos de ella se hallan en terrados en su panteón , como tam bién una hija de D. Alfonso 11, los infantes de Molina , el se­cre ta rio Pasam ente y varios caballeros de las familias de H ereilia, Junes y R evolledo, oriundas de los pueblos inme­diatos.

E n tre sus abades célebres figurón el P . V argas, funda­dor del m onasterio de Monte Sion en T o ledo , y reform a­dor de su orden en C astilla, y D. Fernando do Aragón, hi­jo natural de D. Fernando el Católico , que después fué arzobispo de Z aragoza , y uno de los hom bres mas céle­bres de Aragón, no solamente por sus ilustrados escritos, sino tam bién por lo m ucho que trabajó cu el a rreg lo y d e ­fensa de sus fueros y cu la aclaración do varios puntos in­teresantes de la historia. A é l debem os la creación del em pleo de Cronista de Aragón , tan útil no solamente pura aquel pais , sino para todo España pur los célebres escri­tos de Z u rita , blancas A rgensola , D orrnér, y olí as m u­chos célebres historiadores.

Por lu que hoce o bi fabrica del m onasterio es un con­jun to de edificios lio d iferentes géneros , que no deja de ser im ponente y agradable, ,1.a inmensa m uralla que lo sirve de cerca os toda de piedra muVinol sin pu lir, de 1« m a l hay grandes cantoras un los monte» que circundan el luu- nosterio. Do trech o en trecho te halla in terrum pida por algunos cubos ó torreones que le dan el aspecto de una for­taleza. El que sirve du en trada es sorber vio y airoso, y tie­ne sobre la puerta dos escudos, que creo senn del abad D on Foro ando : su in terio r servia de cárcel ó reclusión en tiempos an tiguos, lio solauiunta para lus monjes díscolos, sino tam bién para la numerosa se rv id u m b re , que vivia den tro del m onasterio, y que formaba una especie de pue­b lo , el cual elogia anualm ente su alcalde cuu aprobación del A bad , para su gobierno civil.

Lo prim ero que se presenta á la v ista del espectador es la hospedería (cBIrrcrm) con su fachada de estilo gótico germ ánico que indica haberse construido hacia la ép ica de Jos reyes cató licos, en «pie prevalecía aquel.

Eu seguida se en tra en una plaza formada por la fa­chada de la Iglesia , la hospedería y el palacio del Abad, que es de gusto moderno y no mala a rq u itec tu ra . La de la Iglesia ofrece poco notable , y sos a ltares y adornos seguram ente no eran del mejor g u s to , en especial las p in­tu ras que adornaba el trascoro eran indignas de aquel si­tio. No asi las del a lta r llam ado el R elicario , pintadas so­b re cam po llorado y pertenecientes ú la época en que principiaba a obrarse la restauración de las a r te s , dignos p o r tanto de la atención y observaciones de los inteligen­tes. La iglesia tiene la forma de una cruz latina perfecta y es de estilo gótico , aunque la m ayor .parle de los ador­nos apenas estaban en consonancia con él.

Poco mas ofrece de notable el m onasterio , a' no ser sus claustros anchurosos y tan dilatados cual no nos acorda­mos haber visto en o tra p a r te , una escalera monstruo-, saínente grande , celdas espaciosas y con bonitas galerías, sala capitu lar m ajestuosa y de estilo gó tico , oficinas f sa­lones cómodos y espaciosos. Por la parte de la huerta ofrece el m onasterio nna perspectiva ag radab le , por la trip le h ilera de tre in ta arcos , que forman sus galerías.

Un trozo contigao á ellas estaba Jestinado i serv ir de

recreo a los m onjes, dividido en pequeños jardines que cu l­tivaban por s í , recreo liarlo conveniente á unas personas que se veian privadas de toda sociedad y tra to , y siu po­ller e n tra r cu las celdas de otros , sino después de cu a reu - tajaños de Láb'rto.

Pero lo que mas llama la atención son las bellezas natu­rales qua agolpa den tro del recin to de su cerca : aun re­cordam os con p lacer un paisaje encantador que trac á la memoria las descripciones poéticas de nuestros clá­sicos. Después «le a travesar una espesura y pasar un arroyuulo sobre un puente im provisado con endebles m a­deros , entram os en un pequeño prado en forma de anfi­teatro , y rodeado por todas parles de árboles y de ma­leza. Teñíanlos delante un m ontccillo igualm ente arbo­lado , en medio del cual descollaba uu álamo am arillen­to , á cuyo pie so desprendía una cascada á unas 20 va­ras de elevación. C erca de ella varias g ru tas llenas de estalactitas producidas por la filtración de las mismas aguas que corren sobre ellns , imitaban lus caprichosas labores, agujas y cabidos de tem plete» góticos: la soledad del si­tio , el ruido iuoiMUouo «le la pequeña rascada , y el m ur­mullo del a rro y o cristul'ujo formado por ella , que en se­guida atraviesa el prado m ansam ente, contribuyen á re a l­zar este cuadro en can tad o r, en el cual natía lia prac­ticado la manó del ham bre , por fortuna las bellezas na- turala», aunque abandonada» « »i mismas , no se destruyen con la facilidad que la» obras del a rte .

O tra» vario* coscada» hay en la huerta de diferentes elevaciones y cap richos, ora cayendo pcrpeudicularm enle como cola do caba llo , ora quebrándose contra las rocas con espumosa furia. Poro la mas adm irable y so rp ren ­dente c» la que denominan las gentes del ñ au t i chorro palomero. Todos los díforenlea ram ales del rio piedra, reunido*dentro do la huerta , forman un caudal de agua» bastante Considerable, que se precipita por cu tre dos ro ­ca» ií una elevación do 70 vara*. Al asom arle p o r p ri­m era vez jun to al balconcillo suspendido sobre el abis­m o , cerca did arranque d é la cascada , se siente el es­pectador poseído de uu te rro r invo lun tario , «pie le obli­ga ca li u re tira rse . La vista se horroriza ni p enetrar has­ta el luíalo de aquel pozo de aguo espumosa que llega abajo casi reducida á vapor , y el oido y basta la im a- jiuaciott se aturden con aquel ronco estruendo que en­cajonado en tre las rocas , npen.15 tiene espansiou.

ISde estrnciM o se aum enta cuando no baja lodo el caudal de agua necesario para form ar bien la Curva y

.salvar la punta de uno roca contra la cual se estrella á la mitad de su caida , partiéndose en dos ram ales. D etrás de este chorro se ve tuta oscura gruta en medio del abis­mo , den tro do la cual anidan m illares «le palomos to r­caces, de donde so deriva el títu lo de chorro palomero.

En algunos «lias tem plados del otoño la gran cantidad de vapor levantado por la caidu impetuosa del agua, suele form ar en tre las rocas un fenómeno sem ejante ai arco i r i s , y por la misma razón do la retracción de los rayos solares en las gotas de rocío. C uando las palomas atraviesan por aquel vapor se las vé entonces bañarse de todos los colores del p rism a , y da«ulo en seguida una vuelta a l rededor de la cascaila se p recip itan rápidam ente den tro de la caverna. Son muy contados les que han teoido la audacia suficiente para descolgarse hasta ella, en ocasiones que por estar cortado el rio no bajaba agua por a llí. Es m uv notable este rio ademas de las bellezas referidas p o r la’ transparencia y frescura de sus aguas, por su abundante y sabrosa pesca , especialm ente de tru ­chas , y sobre tó«lo por la propiedad de petrificar los objetos que se m eten en su corriente , lo cual da lugar á mil raro» cap richos: un junco medio metido cu ella

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t i l e al poco tiempo la m itad petrificado y la otra mitad en su estado natural.

Para que lodo contribuya a' em bellecer este cuadro , tam poco le fallan sus trad iciones, para darle mas realce

Lrecrear la ¡majjnacíon. C erca del chorro d e que a ra ­mos de h a b la r , hay un gran peñón , ó por mejor d e ­

c i r , un cerro separado de los d em ás, que las gentes del pais llam an ta peña deI diablo. El origen de esta deno­minación es el siguiente.— De resu ltas de haber librado los monjes de este m onasterio á una señora energúmeno que vino desde tierra de Soria , con objeto de encomendarse a- nuestra Señora de Piedra , se dieron p o r agraviados los desposeídos huespedes, y determ inaron quem ar á lodo trance el monasterio. Como los operarios eran muchos y d iligen tes, arrancaron en una noche todo el p inar in­m ed ia to , y llenaron el convento de leña. Ya principiaban a' encender la m adera y sopla da , cuando dispertando los monjes al toque de maitines , se pusieron cu oración y lograron ahuyentar aquella chusm a. Futí esto u tiempo que venia p o r el aire un diahlnzo grande trayendo en tre sus manos aquella enorm e peña para echarla encim a del m onasterio ; pero al oir la campada la dejó caer en el sitio donde está. D etrás de ella hay un pequeño pero p ro ­fundo estanque que llaman la pesipieru , lo cual unido a otros indicios , hace c ree r (|ue su desprendim iento sea elec­to de alguna erupción volcánica. Este suceso lo refiere m uy detalladam ente un libro titulado Im djenes apareci­das de A ragón , y la gente del pais lo adorna ron algu­nos detalles inas.

Quisiéramos lio tener que decir nada acorra del os­lado actual del monasterio. En 1,822 so presentó al go­bierno una memoria sobre el m ucho provecho quo se po­dría sacar de la caída de aquellas agua» pura varias fa­bricaciones . allí se hacia subir su fuerza coniparadu » mi núm ero asombroso de miles de caballos , que parecerá increíb le á quien no la haya visto. Verdad es que la la lta de cam inos, transportes y o tros mil obstáculos liaceu ilusorias aquellas ventajas.

Por lo que hace á los objetos artísticos que llamaban la atención en este m onasterio , lodos han sido disper­sados como los miembros d e un coioso coido, del que cada uno se lleva un tro zo ; pero nos guardarem os bien de dep lo rar la su e rte de los que lian sido conservado», cualquiera que sea el objeto á que se los aplique. La si­llería del coro , algunos cuadros y libros con o tro s efec tos de m enor entidad . han sido transportados á la l ui- versidad de Zaragoza , la cual p o r desgracia llegó algo ta rde . O tros objetos han sido adjudicados á Calataym l. y finalmente el relicario (de (pie arriba hicimos mención) vá á ser trasladado a esta corte , según liemos o ido . don­de le verán cou gusto los aficionados. El a lta r m ayor, mole inmensa de m adera dorada , aunque no del mejor gusto , lia sido destrozado á principios de setiem bre de este mismo año , en v irtud de una con trata del gobier­no con unos cstranjeros , que pagan á 11 rs . la arrolla de m adera dorada. Al ver las efigies tiradas por el suelo, derrocadas las colum nas, y los adornos destrozados por el hacha para quitarles la ¡isa dorada , recordábam os con do lor aquellas palabras do im profeta , se verá en el templo la abominación de la desolación.

El edificio so halla en muchas partes ru inoso , v quiza' an tes de diez años apenas subsistirán de él mas (pie las partes sóbelas. J.a enferm ería se ha hund ido , la fachada de la Ig lesia se está desplomando po r momentos , v al­gunos trechos de los cláustros no se pueden a travesar va siii peligro. Los cstranjeros aficionados á los puntos de vista y á las bellezas n a tu ra le s , su d en reunir en sus

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jardines y casas de campo con muchos dispendios y tra - bajo , alguna qne o tra de las mochas qoe la naturaleza ha prodigado en tre estas rocas. A veces para decorar sos jardines elevan on palacio suntuoso , que 1 negó suelen volar con pólvora para ten e r una decoración de m inas. Ni aun este o rnato faltará d en tro de I» m uralla del m o­nasterio de Piedra , pues quizá den tro d e poco* añes no quedará allí mas qne la piedra del monasterio.

V. DE 1« F.

MISCELANEA -

ANDALUZADA.

¿E s posible , decía un m adrileño á uu andaluz amigo su y o , que después de seis meses que ha m uerto tu mu­jer !u lloras au n ? — ¿Cómo después de seis meses?, re ­puso el andaluz , la llo raré seiscientos añ o s; porque be embalsamado m i dolor para hacerle eterno.

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LA COFIA D E G A K C 1-PER EZ DE V ARGA S.

La historia de las d iferentes revoluciones y mudan­zas que bau usperim cnlado nuestras costum bres de cua­tro ó cinco siglus á cata p arle , serla , según e l parecer de algunos, uu presente m uy interesante para nuestra moral. ¿Culi qué p la c e r , d icen , no se vuria las p reocu­paciones de la ignoraucia y de la ba rb a rie , ir bacícudo sucesivam ente lugar á uua ruzon sana é ilustrada?

O tro s se creen con sobrado: fundam entos para dudar que hallásemos Hincha m ateria de triunfo en este para­lelo. Y á la verdad , el refinamiento de que al presente hacemos alarde , ¿nos indem nizaría de la rectitud y de la simplicidad que formaban el carác ter de nuestros abuelos?

Conocem os, p o r o tra p a r te , que no somos capaces de erigirnos jueces cu esta contestación ; adamas que toda com paración suele ser odiosa, l’ero no podemos ocu ltar que cnsndo vemq* en nuestras antiguas liislorias el cuadro de las costum bres de nuestros padres , desea­ríam os que se hubiese hallado un medio d e conservar­las y mezclarlas con las lu c e s , por las cuales nosotros nos lisonjeamos de sobresalir y distinguirnos.

¿ Por qué las obras do López de Ayala , de O cam po, de C uribay , de V elera , y o tros muchos escritores de tiem pos rem otos, nos agradan tan to en e l día aun a pe­sar de su lenguaje antiguo? Consiste en que el estilo de estos autores lia tomado e l barniz de las costum bres que pintan , y estas costum bres están en la misma naturaleza, lié a q u í, á nuestro ju ic io , el verdadero origen de su atractivo (1).

( i) U sencillez T ta verdad pura en cualquier siglo que sea ha­llan aiempre so oportunidad v su tiempo. St. nlagne.

{o) Paginas 5 y apéndice, p i j . S i l . Edición de Madrid, sC-~ folio.

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A este proposito osaremos c ita r aquí un rom anee an­tiguo que hallamos en e l apéudice de los a n n u iti de Se-v d h t de O rliz de Z iiñiga (2 ) , compuesto cou e l siguiente m otivo.

■ Los herveros , que la milicia moderna llama forra­jeros , salían cada dia escoltados de tropas, - que se allernahau cbikIHIos, fuélo en nuo ol famoso G arcl- Peros de V argas, acompañado de o tro caballero , que inferior en intrepidez no osó esperar siete moros . que huyeron •le G arci-Perc* ya solo , con-riéndolo al enlazarse la ce­lada , y cobrar cou repelóla bizarría una cofia , que al ponérsela se le había cu ido , d e que usaba de ordinario por se r muy c a lv o ; m irábate San Fernando (1 ) desde su tienda eminente ú la cam paña, y ain conocerlos los mandaba socorrer ; pero couoció á G arci-P crcz en las arm es D. Lorenzo S uu rcz , y adv irtió ni rey que para siete moros no necesitaba de socorro tal caballero , cu­y a valentía exageró S. F ernando , y mus Mi modestia, cuando reusó decir quicu era el que lo acompañaba , guar­dándole con e l silencio el honor de que él cuidó (un poco (2).»

E l rom ance dice a s i :Estando sobro Sevilla El rey Fernando T ercero ,Esc honrado G arci l’créz Iba con un caballero : • wSolos van por un camino ,Solos van por un scudcro ,Siete caballeros mores A ellos venian derechos:Dijo aquel d G erc ir l’eiicz.',No es bien que los nguardemos Que dos solos , pocos somos p ara tic te caballeros.Respondiera G a rc i-P c rez ,N o e» nqticsu de hom bres buenos.Mas si vos queréis seguirme A lodos les rom perem os :No quiso su eo/np,tuero ,Las rienda* vuelve partiendo.Pidió G arcía sus n n n n s ,Que las lleva su escudero : * ***•

( i ) Entonces Fernando III de Castilla. *(*’ lié aquí laminen como refiere « le herbó notable nuestro hit-

•oriadbr Mariana. •• - .Snhrc todo (vi baldando ilv los caballeros dr (nenia qnr

osas >«• distinguieron en la compiuta dr Se» illa). C llrí-lW z de Var***• natural de Toledo , dr cajo ndcorxo te refieren rusas gran- * » y ced ino rii,te» Al |iriqri|iio d d cerro i la ribera del rio, ik. teiiian toldados de guarda para reprimir los rebatos y salidas dé los moros. Garrì-IVrez y un rompaurio, «parlados de’ los demás, iban insté á que parte: eli nfo al improviso ven rerra de ti .dele mores a caballo: rl compañero ira de parecer que se retirasen : re pilcó Garrí-Perez que aunque se perdiese nu penaba volver alroa ni ron torpe buida dar mueslra de.robardio. Junta, eou esto , ido el cMopsñrro , toma sos armas, « la la sisera, y pao.- en el i’.sire <n h a a t : los rnmugoa . sábulo qnieu era , no quisieron pelear. (;,ml. asado que luibo adelante algún lanío . adsirlio que al enlaza*la ea- pellina y ponerse lo celada, se le cayo 1« .trofia: vuelve por Ij, nits- nas (usadas a buscali.. Maravilloso el rey que araso de.de los realrs fe uiiaba: pensaba volvía i pHear; mas él tomada su escofia , qnc los moro, todavía rsquivarou el encuentro , paso aule paso se volvió sano y salvo á las suyos par el camino rwneuzado. Fué tanto mayor la honra y prez de este herbó. que nuoea quiso declarar quien era su roeipaúrr... si bien murlias veces le biríeron instancia sobre ello : á la verdad , ¿i qué propósito con infamia .gena buscar par» si enemigos, y afrenta para su compañero sin ninguna !0j W jl> roma qturr que al contrario cou el silrnrio demás dr! esfuerzo dio maestre de la modestia y nuble término de que usaba.. *

Don Lorenzo G allinalo ( 1)Y ' el rey , están en un c e r r o ; Don Lorenzo dijo i el rey , V eo solo uu cab a lle ro ,Que sí los moros lo atienden , El liará un cebo m uy bueno: V eréis si no le conocen U n cscujido guerrero .A punto vn Gnrci-Pcrez ,Su camino vá siguiendo.Los moros en un tropel Ademanes van haciendo , Possase por medio de ello*Siu que le conozcan miedo.En las arm as le conocenY Do ussaron atcudello.El se vñ por su camino ,Las arm as dd al escudero . Echa menos una cofia Que traja so el tap ie lio : A cuerda volver por ella ,Fasta dó se puso el yelmo.El escudero llorando1.0 d ijo , non fagáis eso ,Que bi cofia vale p o co ,Y podéis perdernos cedo. Espera aquí no le curus ,Que es cofía de mucho precio , E labrada por mi amiga ,Non tu perderé si puedo , Volviendo por dó viniera ;A lianza los m eros p re s to ;Ello» que bien le conocen ,N o ossnrnn atendello.Allí hnlhirn la su cofia , V uélvese don ella ledo :Dijo el rey i Don Lorenzo ¡ A v D ios! que buen caballero.

C O LO R ES D E L I T O

USZIIOS (KTRR DIVERSAS VICIOSE*.

En Siria llevan el luto de color a z u l celeste: en E jipta color de hoja teca , ó aiuarillculu. Lo» etiopes lo usan ce • nieicnto blanco ; en el Jupón y en nuestra Europa se lleva negro. Cada nación cree tener hueltfls razones para obrar do oíste modo , pues dicen que el azul celeste deuota el lu­gar ó sitio que se desea i los muertos. La hoja seca rep re­senta el lin de la v id a ; porque las oja» de las plantas cuando se m architan ó m ueren , so vuelven am arillen­tas. El ceniciento significa la tie rra en la cual se con- \ ¡orlen los cadáveres. El blanco indica la pureza de la vida del d ifun to ; y e l negro manifiesta la privación de la luz y de la vida.

ADVERTENCIA.El 31 de octubre se ha repartido á los Sres. stts-

c rilo rc s p o r (untos al S emanario el d e 1838, y con ti­núa ab ierta tlirha suscricion por lom os en las lib rerías d e J o rd á n , ralle d e C a rre ta s ; y de Cuesta , calle Ma­yor eu lo s té rm inos anunciados en el prospecto.

(t) Llamábate D ot Lorenzo Sucree de GelBnalo, j era stima amigo y campaùiTo eo valor Je Garci-Perez Je TargJV.

MAMBID; IMPRENTA DE LA VIUDA DE JORDAN E MIJOS-