jelin luchaspolíticasmemoria

15

Upload: fincasancayetanobuenavistaquindio

Post on 15-Nov-2015

22 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Luchas politicas de la memoria.

TRANSCRIPT

  • siglo veintiuno de espaa editores, s.a.

    siglo veintiuno de argentina editores

    Todos los derechos reservados. Prohibida la reproduccintotal o parcial de esta obra por cualquier procedimiento(ya sea grfico, electrnico, ptico, qumico, mecnico, fo-tocopia, etc.) y el almacenamiento o transmisin de suscontenidos en soportes magnticos, sonoros, visuales o decualquier otro tipo sin permiso expreso del editor.

    de esta edicin,junio 2002SIGLO XXI DE ESPAA EDITORES, S. A.Prncipe de Vergara, 78. 28006 MadridEn coedicin con Social Science Research Council

    2001, ElizabethJelinDERECHOS RESERvADOS CONFORME A LA LEY

    Impreso y hecho en Espaa. Printed a,,!d rnade in SpainDiseo de la cubierta: Juanjo Barco/Alins IlustracinISBN: 84-323-1093-XDepsito legal: M. 26.995-2002Fotocomposicin: INFORTEX, s. L.Julin Camarillo, 26, 1.628037 MadridImpreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polgono Igarsa.Paracuellos de Jarama (Madrid)

  • 3. LAS LUCHAS POLTICAS POR LA MEMORIA

    Paul Ricoeur plantea una paradoja. El pasado ya pas, es algode-terminado, no puede ser cambiado. El futuro, por el contrario,es abierto, incierto, indeterminado. Lo que puede cambiar es elsentido de ese pasado, sujeto a reinterpretaciones ancladas en laintencionalidad y en las expectativas hacia ese futuro 1. Ese sentidodel pasado es un sentido activo, dado por agentes sociales quese ubican en escenarios de confrontacin y lucha frente a otrasinterpretaciones, otros sentidos, o contra olvidos y silencios. Ac-tores y militantes usan el pasado, colocando en la esfera pblicade debate interpretaciones y sentidos del mismo. La intencines establecer / convencer / transmitir una narrativa, que puedallegar a ser aceptada.

    La investigacin del tema, entonces, no consiste en tratar conlos hechos sociales como cosas, sino en analizar cmo los hechossociales se tornan cosas, cmo y por qu son solidificados y do-tados de duracin y estabilidad (Pollak, 1989: 4). Se trata deestudiar los procesos y actores que intervienen en el trabajode construccin y formalizacin de las memorias. Quines son

    1 Aunque, en efecto, los hechos son imborrables y no puede deshacerselo que se ha hecho, ni hacer que lo que ha sucedido no suceda, el sentidode lo que pas, por el contrario, no est fijado de una vez por todas. Adems deque los acontecimientos del pasado pueden interpretarse de otra manera, lacarga moral vinculada a la relacin de deuda respecto al pasado puede incre-mentarse o rebajarse, segn tengan primaca la acusacin, que encierra al cul-pable en el sentimiento doloroso de lo irreversible, o el perdn, que abre laperspectiva de la exencin de la deuda, que equivale a una conversin del propiosentido del pasado. Podemos considerar este fenmeno de la reinterpretacintanto en el plano moral como en el del simple relato, como un caso de accinretroactiva de la intencionalidad del futuro sobre la aprehensin del pasado(Ricoeur, 1999: 49).

  • 40 Elizabeth Jelin Las luchas polticas por la memoria 41

    esos actores? Con quines se enfrentan o dialogan en ese pro-ceso? Actores sociales diversos, con diferentes vinculaciones conla experiencia pasada -quienes la vivieron y quienes la here-daron, quienes la estudiaron y quienes la expresaron de diversasmaneras- pugnan por afirmar la legitimidad de su verdad. Setrata de actores que luchan por el poder, que legitiman su posicinen vnculos privilegiados con el pasado, afirmando su continuidado su ruptura. En estos intentos, sin duda los agentes estatalestienen un papel y un peso central para establecer y elaborar lahistoria / memoria oficial. Se torna necesario centrar la miradasobre conflictos y disputas en la interpretacin y sentido del pa-sado, y en el proceso por el cual algunos relatos logran desplazara otros y convertirse en hegemnicos.

    zacin poltica de la etapa de conformacin de Estados nacionales,se expresan y cristalizan en los textos de historia que se transmitenen la educacin formal. Al mismo tiempo, se constituyen en losblancos para intentos de reformas, revisionismos y relatos alter-nativos. Porque la narrativa nacional tiende a ser la de los ven-cedores, y habr otros que, sea en la forma de relatos privadosde transmisin oral o como prcticas de resistencia frente al poder,ofrecern narrativas y sentidos diferentes del pasado, amenazandoel consenso nacional que se pretende irnponer ',

    Si el Estado es fuerte, y el policiarniento incluye controlarlas ideas y la libertad de expresin en el espacio pblico, las narra-tivas alternativas se refugian en el mundo de las memorias pri-vadas, a veces silenciadas aun en el mbito de la intimidad (porvergenza o por debilidad), o se integran en prcticas de resis-tencia ms o menos clandestinas (Scott, 1992).

    En este punto, el trabajo de los historiadores profesionalesocupa un lugar central. Porque en el mundo moderno, las narra-tivas oficiales son escritas por historiadores profesionales. El vn-culo con el poder es, sin embargo, central en la intencionalidadde la construccin de la narrativa de la nacin. Las interpreta-ciones contrapuestas y las revisiones de las narrativas histricasse producen a lo largo del tiempo, como producto de las luchaspolticas, de los cambios de sensibilidad de poca y del propioavance de la investigacin histrica.

    Con relacin a la historia de acontecimientos contemporneoso cercanos en el tiempo, especialmente cuando estuvieron sig-nadas por fuerte conflictividad social y poltica, la instalacin deuna historia oficial se torna difcil y problemtica. Durante losperodos dictatoriales de este siglo -el stalinismo, el nazismo,el franquismo, las dictaduras militares en Brasil, Chile, Argentinao Uruguay, el stronismo en Paraguay- el espacio pblico estmonopolizado por un relato poltico dominante, donde buenosy malos estn claramente identificados. La censura es explcita,las memorias alternativas son subterrneas, prohibidas y clandes-tinas, y se agregan a los estragos del terror, el miedo y los huecos

    LA CONFORMACiN DE UNA HISTORIA NACIONALY UNA MEMORIA OFICIAL

    En los procesos de formacin del Estado -en Amrica Latinaa lo largo del siglo XIX, por ejemplo- una de las operacionessimblicas centrales fue la elaboracin del gran relato de la na-cin. Una versin de la historia que, junto con los smbolos pa-trios, monumentos y panteones de hroes nacionales, pudiera ser-vir como nodo central de identificacin y de anclaje de la iden-tidad nacional.

    Para qu sirven estas memorias oficiales? Son intentos mso menos conscientes de definir y reforzar sentimientos de per-tenencia, que apuntan a mantener la cohesin social y a defenderfronteras simblicas (Pollak, 1989: 9). Al mismo tiempo, pro-porcionan los puntos de referencia para encuadrar las memoriasde grupos y sectores dentro de cada contexto nacional.

    Como toda narrativa, estos relatos nacionales son selectivos.Construir un conjunto de hroes implica opacar la accin deotros. Resaltar ciertos rasgos como seales de herosmo implicasilenciar otros rasgos, especialmente los errores y malos pasosde los que son definidos como hroes y deben aparecer inrna-culadas en esa historia. Una vez establecidas estas narrativas ca-nnicas oficiales, ligadas histricamente al proceso de centrali-

    2 Sobre la relacin entre memoria y nacin, y el anlisis de varios casosespecficos, ver el nmero especial de Social Science History compilado por J. Olick(Olick, 1998b).

  • 42 Elizabeth Jelin Las luchas polticas por la memoria 43

    traumticos que generan parlisis y silencio. En estas circuns-tancias, los relatos oficiales ofrecidos por los voceros del rgimentienen pocos desafos en la esfera pblica.

    Por lo general, los relatos de las dictaduras dan a los militaresun papel salvador frente a la amenaza (en el Cono Sur, en lossetenta, se trataba de la amenaza del comunisrno) y al caos crea-do por quienes intentan subvertir a la nacin. En este contexto,los relatos posteriores ponen el nfasis sobre los logros pacifi-cadores (especialmente notorios en la Argentina) o sobre el pro-greso econmico. Por ejemplo, las conmemoraciones del dcimoaniversario del golpe de Estado en Brasil, en 1974, fueron unaocasin para poner en la esfera pblica y en el sistema escolaruna versin donde el xito econmico del rgimen -el milagroeconmico brasileo- fue el relato excluyente. No hubo men-ciones sobre el sistema poltico o sobre libertades pblicas (Car-valho y Catela, 2002). El papel poltico y tico de los historiadorese intelectuales crticos es, en esos perodos, de una importanciaespecial:'.

    Las aperturas polticas, los deshielos, liberalizaciones y tran-siciones habilitan una esfera pblica y en ella se pueden incor-porar narrativas y relatos hasta entonces contenidos y censurados.Tambin se pueden generar nuevos. Esta apertura implica un es-cenario de luchas por el sentido del pasado, con una pluralidadde actores y agentes, con demandas y reivindicaciones mltiples.

    El escenario poltico es de cambio institucional en el Estadoy en la relacin Estado-sociedad. La lucha se da, entonces, entreactores que reclaman el reconocimiento y la legitimidad de supalabra y de sus demandas. Las memorias de quienes fueron opri-

    midos y marginal izados -en el extremo, quienes fueron direc-tamente afectados en su integridad fsica por muertes, desapa-riciones forzadas, torturas, exilios y encierros- surgen con unadoble pretensin, la de dar la versin verdadera de la historiaa partir de su memoria y la de reclamar justicia. En esos mo-mentos, memoria, verdad y justicia parecen confundirse y fu-sionarse, porque el sentido del pasado sobre el que se est lu-chando es, en realidad, parte de la demanda de justicia en elpresente.

    Son momentos en los que emergen pblicamente relatos ynarrativas que estuvieron ocultos y silenciados por mucho tiempo.Provoca gran sorpresa pblica la supervivencia, a veces durantedcadas, de memorias silenciadas en el mundo pblico pero con-servadas y transmitidas en el mbito privado (familiar o de so-ciabilidad clandestina), guardadas en la intimidad personal, ol-vidadas en un olvido evasivo -porque pueden ser memoriasprohibidas, indecibles o vergonzantes, como seala Pollak(1989: 8), o enterradas en huecos y sntomas traumticos-. Estascoyunturas de apertura muestran con toda claridad e intensidadque los procesos de olvido y recuerdo no responden simple ylineal o directamente al paso del tiempo cronolgico",

    Las aperturas polticas, por otra parte, no implican necesariay centralmente una contraposicin binaria, entre una historia ofi-cial o una memoria dominante expresada por el Estado, y otranarrativa de la sociedad. Son momentos, por el contrario, dondese enfrentan mltiples actores sociales y polticos que van es-tructurando relatos del pasado y, en el proceso de hacerlo, ex-presan tambin sus proyectos y expectativas polticas hacia el fu-

    3 [ ... ] ya no se trata de una cuestin de decadencia de la memoria colectiva[ ... J, sino de la violacin brutal de lo que la memoria puede todava conservar, dela mentira deliberada por deformacin de fuentes y archivos, de la invencin

    . de pasados recompuestos y mticos al servicio de los poderes de las tinieblas.Contra los militantes del olvido, los traficantes de documentos, los asesinosde la memoria, contra los revisores de enciclopedias y los conspiradores delsilencio, contra aquellos que, para retomar la magnfica imagen de Kundera,pueden borrar a un hombre de una fotografa para que nada quede de l conexcepcin del sombrero, el historiador [... ] animado por la austera pasin porlos hechos [... ] puede velar y montar guardia (Yerushalmi, 1989a: 25).

    4 La persistencia y apropiacin de los iconos de la msica de protesta yde las consignas prohibidas por parte de jvenes que no pudieron tener e"pe-riencias directas en espacios pblicos durante las dictaduras son ejemplo deesto. En la apertura espaola de la segunda mitad de los aos setenta, adolescentescantaban las canciones republicanas de la Guerra Civil y voceaban las consignasde la poca. En la transicin argentina, los jvenes careaban las canciones dela conocida cantante Mercedes Sosa (cuyas canciones estaban prohibidas en losmedios de difusin pblica durante la dictadura militar), como si hubieran teni-do un contacto directo con ella desde siempre. Pollak (1989) presenta varioscasos europeos de memorias silenciadas.

  • 44 Elizabeth Jelin

    turo. En estas coyunturas, el Estado tampoco se presenta de ma-nera unitaria. La transicin implica un cambio en el Estado, unnuevo intento fundacional, con nuevas lecturas del pasado. Den-tro mismo del Estado hay lecturas mltiples en pugna, que searticulan con la multiplicidad de sentidos del pasado presentesen el escenario social.

    LA CONFLICTIVA HISTORIA DE LAS MEMORIAS

    Las controversias sobre los sentidos del pasado se inician con elacontecimiento conflictivo mismo. En el momento de un golpemilitar o en la invasin a un pas extranjero, los vencedores in-terpretan su accionar y el acontecimiento producido en trminosde su insercin en un proceso histrico de duracin ms larga.Ya las proclamas iniciales y la manera como el acontecimientoes presentado a la poblacin expresan un sentido del aconteci-miento, una visin generalmente salvadora de s mismos. Comoseala Rousso, si queremos comprender la configuracin de undiscurso sobre el pasado, hay que tomar en cuenta el hecho deque ese discurso se construye desde el comienzo del aconteci-miento, que se enraza all (Rousso, en Feld, 2000: 32). Estediscurso se ir revisando y resignificando en perodos siguientes,dependiendo de la configuracin de fuerzas polticas en los es-pacios de disputa que se generan en distintas coyunturas eco-nmicas y polticas.

    Rousso estudia la memoria de Vichy en Francia. Ya en losprimeros discursos de De Gaulle, en 1940, la postura expresadaes que Francia (la verdadera) no fue vencida, y que el rgimende Vichy es un parntesis. A partir de 1944, se construye unamemoria mitificada de la guerra: los franceses son presentados..como los hroes de la resistencia, visin acompaada por los jui-cios a colaboradores y la depuracin despus de la guerra. Laprimera ola de juicios en la posguerra se centr en el crimende la colaboracin, definida como traicin a la patria. Slo acomienzos de los aos setenta se produce la primera inculpacinde un francs por crmenes contra la humanidad. La definicin

    Las luchas polticas por la memoria 45

    de la norma que se transgrede y el marco interpretativo cambian:pueden reconocerse crmenes cometidos por franceses en el mar-co de organizaciones fascistas francesas, crmenes no ligados ala nocin de traicin a la patria.

    En lugar de poner por delante la traicin a Francia y la relacin conAlemania, o sea una visin nacional del crimen [...] se va a tratar desaber hasta qu punto ellos eran fascistas y antisernitas, partiendode la idea, en gran parte exacta, de que el fascismo y el antisemitismopertenecan a la tradicin francesa, independientemente de la ocupacinalemana. En el extremo, en estas representaciones recientes, el alemn,el ocupante nazi va a pasar a un segundo plano, particularmente en elmarco de los juicios (Rousso, en Feld, 2000: 34).

    Otro punto que marca Rousso es que si al comienzo la acu-sacin provino del Estado, que necesit marcar una ruptura conel rgimen de Vichy anterior, dcadas despus quienes promo-vieron las acciones judiciales y los reconocimientos simblicosoficiales fueron actores sociales, ex deportados y ex resistentes,que lo hicieron como militantes de la memoria, en nombrede un "deber de memoria" cuyo objetivo era la perpetuacin delrecuerdo contra toda forma de olvido, que en esta perspectivase considera como un nuevo crimen (Rousso, en Feld, 2000: 36).Estas gestiones pblicas de la memoria deben ser entendidas, sinduda, en el contexto del escenario poltico francs, del surgimien-to y popularidad de discursos y prcticas de la derecha y sus ex-presiones antisemitas, y del contexto europeo ms amplio, temasque obviamente escapan a este trabajo.

    Los momentos de cambio de rgimen poltico, los perodosde transicin, crean un escenario de confrontacin entre actorescon experiencias y expectativas polticas diferentes, generalmentecontrapuestas. Y cada una de esas posturas involucra una visindel pasado y un programa (implcito en muchos casos) de tra-tamiento de ese pasado en la nueva etapa que es definida comoruptura y cambio en relacin con la anterior. En el caso de latransicin en Espaa, la memoria dolorosa de distintos actorespolticos, ms que avivar las diferencias y las confrontaciones,dieron lugar a la posibilidad de convergencia y negociacin. Agui-lar Fernndez sostiene que la existencia de una memoria trau-

  • 46 Elizabeth Jelin

    mtica de la Guerra Civil espaola jug un papel crucial en eldiseo institucional de la transicin al favorecer la negociacine inspirar la actitud conciliadora y tolerante de los principalesactores (Aguilar Fernndez, 1996: 56). La memoria de la guerra-sta es la hiptesis central de su trabajo- jug un papel pa-cificador en la transicin.

    Qu memoria? Cmo se construy? En primer lugar, laexistencia de una memoria colectiva traumtica de la Guerra Civil,la cual empujaba a la mayor parte de los actores a tratar de evitarsu repeticin a cualquier precio [...] (Aguilar Fernndez,1996: 57-58). En la transicin, los espaoles vieron la brutalidadde la Guerra Civil acontecida casi cuarenta aos antes como lo-cura colectiva, y la principal leccin que sacaron de esta visinfue el nunca ms. [ams debe repetirse en la historia de Espaaun drama semejante, y a esto deben contribuir todas las fuerzaspolticas, sociales y econmicas (Aguilar Fernndez, 1996: 359).Hubo una activacin muy fuerte de la memoria de la GuerraCivil en el momento de la muerte de Franco y la transicin.La asociacin entre e! momento que se estaba viviendo y el pe-rodo previo a la guerra (la Segunda Repblica) fue ~mportante,como parmetro para no repetir los errores cometidos". Al mismotiempo, se intent olvidar los rencores del pasado, en un olvidointencional, que permitiera retener e! aprendizaje de la historiasin hurgar en la misma. Era un olvido poltico, o ms bien unsilencio estratgico, que pudo ocurrir porque en el plano culturalla Guerra Civil se convirti en e! foco de atencin de cineastasy msicos, de escritores y acadmicos6.

    ; La sociedad espaola intent [... ) que no se reprodujeran los erroresque haban acabado con la Segunda Repblica, para lo que se evit, de formacasi supersticiosa [...) repetir su diseo institucional. sta es una de las razonesque mejor explican la preferencia de la forma monrquica de gobierno sobrela republicana, del sistema electoral proporcional sobre el mayoritario [...>

    (Aguilar Fernndez, 1996: 360).(, Esta interpretacin de la transicin espaola y el lugar del olvido poltico

    en ella puede ser leda en la clave que Nicole Loraux propone para la AntiguaGrecia: la amnista (y la amnesia) en el campo de la poltica, como medio paraconstruir el nuevo pacto o acuerdo, y la reaparicin del pasado conflictivo enforma simblica en el plano cultural, en la clsica tragedia, con una especificidad

    Las luchas polticas por la memoria 47

    Las transiciones en el Cono Sur fueron distintas y singulares,y las memorias de los conflictos sociales previos a la instauracindictatorial, as como la crudeza e inmediatez de las violacionesa los derechos humanos durante las mismas, crearon escenariospara la manifestacin de confrontaciones, en e! marco de un difcilintento de generar consensos entre los diversos actores polticos.Las voces censuradas y prohibidas comenzaron a hacerse or, perolas voces autoritarias no necesariamente desaparecieron del debatepblico. No se trataba -como pudo haber sido representado enFrancia en 1945- de un ejrcito de ocupacin que se retira, deuna comunidad poltica que se libera de yugos extraos. Eranactores y fuerzas polticas internas (como tambin lo eran en granmedida en Francia, pero llev dcadas poder reconocerlo y actuaren consecuencia), que tenan que convivir en e! marco de nuevasreglas de funcionamiento democrtico. La cuestin de cmo en-carar las cuentas con el pasado reciente se convirti entonces enel eje de disputas entre estrategias polticas diversas. En trminosde las cuestiones sobre la memoria, en las transiciones en e! ConoSur la diversidad de actores incluy una presencia fuerte y visibledel movimiento de derechos humanos como actor poltico ycomo gestor de memoria, un papel protagnico de los actoresautoritarios -los militares y la derecha (especialmente fuerte enChile)- y un papel a menudo ambiguo de los partidos polticostradicionales (notorio en Uruguay) 7.

    de gnero interesante para profundizar. Los hombres de la poltica olvidan yconstruyen instituciones; las mujeres de la tragedia expresan el dolor y llorana sus muertos (Loraux, 1989).

    7 El papel del movimiento de derechos humanos en la transicin argentina,tanto en relacin con la memoria, como con las demandas de justicia, es ana-lizado en Jelin (1995). Acua y Smulovitz analizan las relaciones cvico-militaresen las transiciones de Argentina, Brasil y Chile (Acua y Smulovitz, 1996).

  • 48 Elizabeth Jelin

    LOS AGENTES DE LA MEMORIA Y SUS EMPRENDIMIENTOS

    En un libro ya clsico de la sociologa norteamericana, HowardBecker propone una perspectiva que en su momento revolucionla manera de pensar el tema de la desviacin social, y que, a mientender, ofrece algunos puntos para pensar ana lgicamente loscampos de disputa sobre memorias y los actores que intervienenen ellos [Becker, 1971 (1963)]. Becker sostiene que en el procesode generar y enmarcar ciertas conductas como desviadas, al-guien debe llamar la atencin del pblico hacia estos asuntos,proveer el impulso necesario para que las cosas se hagan, y dirigirestas energas, a medida que van surgiendo, en la direccin ade-cuada para que se cree una regla ... (Becker, 1971: 151). Llamaa ese grupo moral entrepreneurs, empresarios o emprendedoresmorales, agentes sociales que -muy a menudo sobre la base desentimientos humanitarios- movilizan sus energas en funcinde una causa.

    Tomo prestada esta nocin de moral entrepreneur para aplicarlaal campo de las luchas por las memorias, donde quienes se ex-presan e intentan definir el campo pueden ser vistos, a menudo,como emprendedores de la memoria 8.

    La pregunta de cmo y por qu cierto tema se convierte enun momento y lugar dados en una cuestin pblica atrae la aten-cin de analistas, desde quienes trabajan sobre polticas pblicas

    H Prefiero el uso de la palabra emprendedor. a la de empresario. Esteltimo trmino puede provocar alguna confusin, dada la asociacin de la nocinde empresa con la idea de lucro privado. La idea de emprendedor, aqu elegida,no tiene por qu estar asociada con el lucro econmico privado, sino que pode-mos pensar en emprendimientos de carcter social o colectivo. Lo importanteen este punto, y que es algo que quiero rescatar y conservar, es que el empren-dedor se involucra personalmente en su proyecto, pero tambin comprometea otros, generando participacin y una tarea organizada de carcter colectivo.A diferencia de la nocin de militantes de la memoria (utilizada, por ejemplo,por Rousso), el emprendedor es un generador de proyectos, de nuevas ideasy expresiones, de creatividad -ms que de repeticiones-o La nocin remitetambin a la existencia de una organizacin social ligada al proyecto de memoria,que puede implicar jerarquas sociales, mecanismos de control y de divisindel trabajo bajo el mando de estos emprendedores.

    Las luchas polticas por la memoria49

    ~ast~ quienes intentan explicar el xito de una pelcula o el frae, a ~na mrcratrva que se crea deba provocar debate y a~aso

    cron. o que es claro es que la gestacin de una cuestin ,en-es un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo pblic,quiere energas y perseverancia. Tiene que haber al~i~n que r~-promueve, que empuja y dirige sus energas al fin deseado q~:to~son los moral entrepreneurs de los que habl B k ..su acepcin a la esfera pblica en diversos ;em:~. er, extendIendo

    ,En el campo que nos ocupa, el de las memorias de un asadopoltico reciente en un escenario conflictivo hay una I h Pemprendedores de la memoria ' uc a entre

    ~~top~::~yodyeqleugittimidba~polti;a q~: ~,::t~~~e:~~;~~O~~~i~i~~~. e am len se ocupan

    visible y activa la atencin social y pIK;ceao~~~:~~~re:pa~etenndelrmIento. -

    Quines son? Qu buscan? Qu los mueve? En distintascoyunturas y rnomenros, los actores en la escena son diversosaSI como sus mtereses y sus estrategias Podr d . '1 . , l . . la ecirse que conre acin a as dICtaduras del Cono Sur el .. d '

    humanos hd .. ) mOVImIento e derechos. a SI o y SIgue siendo un actor privilegiado. Su pre-

    sencia y accionar han SIdo sistemticos y permanentes en Ar-gentma, y con una men ti' h ... o,r uerza se an manIfestado en Chiley Uruguay ..La movllIzaclOn social alrededor de los d h hmanos h d . fi . erec os u-. a SI o sigm icanvamenre menor en Brasil . Ia partir d l 1' , especia mentee a mOVIizacron por la amnista en 1979 S d~~t~:or heterogneo, donde conviven -no sin tensioneest~~on~tiples ~ expen~n;las diversas y horizontes de expectativas ml-un . a t~m ien mtereses empresariales que se mueven por

    a mezc a e cntenos, donde lo lucrativo y lo moral ueden~omblnarse de m~neras diversas 9. Las fuerzas de la dereha 0-tica (la FundaClon Pinochet en Chile es posibl l pemente e caso

    9 Claudia Feld analiza la t .. , .las memori d la di d elevisin argentina y la espectacularizaci!1 de

    as e a ICta ura Cuando en 1998 I levisi .un progr . l a te evision abierta proyectama especia sobre la Escuela de M ,.

    centro d d . , . ecaruca de la Armada (principalla conoci~a e:~~c~on c1andestll1a durante la dictadura militar) conducido porlos diario .p fc o rsta y ex miembro de la CONADEI',Magdalena Ruiz Guiazex s 111ormaron del evento con el ttulo: La memoria [el .uicio '

    Comandantes 1 tiene rating (Fe Id, 2002). J a los

  • 50 Elizabeth Jelin

    emblemtico) y grupos polticos diversos tambin pueden jugarun papel. El debate acadmico y el mundo artstico ofrecen tam-bin canales de expresin a partir de marcos interpretativos yoportunidades performticas novedosas.

    No cabe duda del protagonismo privilegiado de un grupo es-pecial, el de las vctimas o afectados directos. En Francia podrnser ex deportados o ex resistentes, podrn ser grupos de veteranosde guerras (de Vietnam o de Malvinas) o sobrevivientes de ma-sacres. Sus frentes de demandas y de luchas varan. Pueden in-tentar influir y cambiar el sentido y el contenido de la historiaoficial o dominante sobre un perodo con el fin de eliminar dis-torsiones histricas o hacer pblicos y legtimos los relatos quehaban estado en las catacumbas, ocultos, censurados y silen-ciados. Pueden buscar reivindicaciones y reparaciones materiales,centrados en su lugar de vctimas de daos que el Estado debereconocer y frente a las cuales debe asumir su responsabilidad.Pueden buscar comunidades de pertenencia y contencin per-sonal en grupos de pares. Pueden elaborar rituales, participar enconmemoraciones, reclamar marcas simblicas de reconocimien-to en memoriales, monumentos, o museos.

    En realidad, en el planteo de la accin de los emprendedoresde la memoria est implcito el uso poltico y pblico que sehace de la memoria. Y aqu cabe distinguir, siguiendo a Todorov,entre usos buenos y malos de la memoria. Un grupo humanopuede recordar un acontecimiento de manera literal o de maneraejemplar. En el primer caso, se preserva un caso nico, intrans-ferible, que no conduce a nada ms all de s mismo. 0, sinnegar la singularidad, se puede traducir la experiencia en deman-das ms generalizadas. A partir de la analoga y la generalizacin,el recuerdo se convierte en un ejemplo que permite aprendizajesy el pasado se convierte en un principio de accin para el presente.

    El uso literal, que torna al acontecimiento pasado en indispensable, su-pone someter el pasado al presente. El uso ejemplar, en cambio, permiteusar el pasado en vistas del presente, usar las lecciones de las injusticiasvividas para combatir las presentes [...] El uso comn tiende a designarcon dos trminos distintos que son, para la memoria literal, la palabramemoria, y para la memoria ejemplar, justicia. La justicia nace de lageneralizacin de la ofensa particular, y es por ello que se encarna en

    Las luchas polticas por la memoria51

    la ley impersonal, aplicada por unuez ,.personas que ignoran a la ersona ~el anommo,y puesta en acto por(Todorov, 1998: 31-32). P ofensor aSI como la ofensa [...]

    Sobre la base del anlisis de la rem . , .de guerra en el siglo XX ( . . I emoracm- de las sItuacionesSivan (1999) plantean que~nnClpa mente ,en Europa), Winter ymultifactica en la que el E at rdemen:oraClon es una negociacin. s a o esta sIempre prnecesanamente es el nico . . esente, pero no. actor ru es omrn t Gciales diversos pueden esta . . po ente. rupos so-r partIcIpando co .gentes o contrarias a las polticas de E ' n estrategIas ~onver-algunas ms altas que otras stado. Son voces dIversas,

    -por estar m' I d Ipor autocensura, o por falta de legitimidad ~ eJ~~ e micrfono,Muestran tambin que los ' . ora rente a otros-o

    proposltos manIfiestos de unq.ue rememora no necesariamente coinciden grupoeras de sus acciones Pu d h b con las consecuen-. e e a er actores ' .sonales (recordar la muert . , d con propOSltos per-e en accin e un hii .que terminan teniendo con s .. IJO,por ejemplo)ceso de recuerdo pblico ecu~nlclTasInesperadas sobre el pro-

    y SOCIa. ambi'haber momentos en que 10 en, agrego yo, puedees una saturacin de mem que se produce en el mundo pblico

    oria con un efe t dIo rechazo, contrarios a lo esperado 10. c o e conge amlento

    ALGUNAS MARCAS DE LAY LUGARES MEMORIA: CONMEMORACIONES

    El papel de los emprendedor dI.la dinmica de I fli es e a memona es central enOna primera rut:s a~on ICtOSalrededor. de la memoria pblica.siste en analizar I Pda ,explorar los conflIctos de la memoria con-I . a inarruca social en] f h I .Y as conmemora . Al as. ec as, os anIversarios

    __ crones, gunas fechas tienen sigrficados muy10 E

    nla introduccin libbiogrfico, la saturac.' d su 1 ro, Ernst van Alphen relata, en tono auto-adolescencia en Hola~~: e me~ona del nazismo que rode su infancia yJal11ientoy aUn rech ' en los anos sesenta y setenta, y la reaccin de ale-1997). azo que esto provoc en l y en su generacin (Van Alphen,

  • 52 Elizabeth Jelin

    amplios y generalizados en una sociedad, como el 11 de sep-tiembre en Chile o el 24 de marzo en Argentina. Otras puedenser significativas en un nivel regional o local. Finalmente, otraspueden tener sentido en el plano ms personal o privado: el ani-versario de una desaparicin, la fecha de cumpleaos de alguienque ya no est.

    En la medida en que hay diferentes interpretaciones socialesdel pasado, las fechas de conmemoracin pblica estn sujetasa conflictos y debates. Qu fecha conmemorar? O mejor dicho,quin quiere conmemorar qu? Pocas veces hay consenso socialsobre esto. El 11 de septiembre en Chile es claramente una fechaconflictiva. El mismo acontecimiento -el golpe militar- es re-cordado y conmemorado de diferentes maneras por izquierda yderecha, por el bando militar y por el movimiento de derechoshumanos. Adems, el sentido de las fechas cambia a lo largo deltiempo, a medida que las diferentes visiones cristalizan y se ins-titucionalizan, y a medida que nuevas generaciones y nuevos ac-tores les confieren nuevos sentidos (Jelin, ed., 2002). .

    Las fechas y los aniversarios son coyunturas de activacin dela memoria. La esfera pblica es ocupada por la conmemoracin,con manifestaciones explcitas compartidas y con confrontacio-nes. En trminos personales y de la subjetividad, son momentosen que el trabajo de la memoria es arduo para todos, para losdistintos bandos, para viejos y jvenes, con experiencias vividasmuy diversas. Los hechos se reordenan, se desordenan esquemasexistentes, aparecen las voces de nuevas y viejas generaciones quepreguntan, relatan, crean espacios intersubjetivos, comparten cla-ves de lo vivido, lo escuchado o lo omitido. Son hitos o marcas,ocasiones cuando las claves de lo que est ocurriendo en la sub-jetividad y en el plano simblico se tornan ms visibles, cuandolas memorias de diferentes actores sociales se actualizan y se vuel-ven presente.

    Aun en esos momentos, sin embargo, no todos compartenlas mismas memorias. Adems de las diferencias ideolgicas en-tre los oponentes en el momento del conflicto poltico y entresus sucesores, las diferencias entre cohortes -entre quienes vi-vieron la represin o la guerra en diferentes etapas de sus vidaspersonales, entre ellos y los muy jvenes que no tienen me-

    Las luchas polticas por la memoria 53

    morias personales de la represin- producen una dinmica par-ticular en la circulacin social de las memorias. Por ejemplo,a lo largo de los aos, los 24 de marzo han sido conmemoradosde distintas maneras en Argentina (Lorenz, 2002). Durante ladictadura, lo nico que apareca en esa fecha en el espacio pblicoera un Mensaje al pueblo argentino en que las fuerzas armadasdaban su versin de lo que haban hecho, enfatizando su papelsalvador de la nacin amenazada por un enemigo, la subver-sin. Dada la represin, no haba actividades o relatos alter-nativos, excepto fuera del pas, entre exiliados y en el movi-miento solidario. A partir de la derrota en la guerra de Malvinas(1982) las conmemoraciones oficiales perdieron su vigencia, einclusive el ltimo ao antes de la transicin (1983) no huboMensaje.

    Las organizaciones de derechos humanos elaboraron una ver-sin antagnica de lo ocurrido el 24 de marzo de 1976, y fueronqurenes ocuparon la escena pblica de la conmemoracin a partirde la transicin. El Estado estuvo ausente de las mismas durantemuc?os aos, hasta mediados de los noventa 11. Las marchas yactividades conmemorativas han ido cambiando, tanto en la con-figuracin y orden de quienes marchan como en las presenciasy ausencias. Los primeros aos de la dcada de los noventa fueronde escasa actividad, para reactivarse a partir de 1995, en los pre-paratrvos del 20 aniversario y en los aos posteriores. Nuevosactores juveniles, nuevas formas de expresin y de participacin(la agrupacin IIJOS, las murgas) marcan las transformaciones dela fecha.

    Este breve y resumido relato sirve para mostrar que en la Ar-gentina la conmemoracin del 24 de marzo en la esfera pblicano es un espacio de confrontacin manifiesta y conflicto abiertoentre versiones radicalmente diferentes del pasado. Unos habla-~a~ y otros callaban en un perodo, y al cambiar el contexto po-lItICO,cambian los actores, que siguen sin enfrentarse abierta-

    . 11 El 23 de marzo de 1984, un da antes del aniversario del golpe, el pre-sIdente Alfonsn dirigi un mensaje a la nacin con motivo de los 100 dasde su gobierno. El discurso, publicado el 24 de marzo de 1984 en todos losdiarios, no hace ninguna alusin al aniversario del golpe (Lorenz, 2002).

  • 54 Elizabeth Jelin

    mente 12. Los carriles del conflicto poltico sobre cmo encararlas cuentas con el pasado son otros: las demandas de la corpo-racin militar frente al Estado y, fundamentalmente, los casosque se dirimen en la justicia. .

    El contraste entre esta conmemoracin en Argentma con larealidad de cada 11 de setiembre en Chile es notorio. En Chile,la confrontacin entre actores con visiones y proyectos contra-puestos se da en las calles, a veces inclusive con considerableviolencia (Candina, 2002; Jelin, 2001; para Uruguay, Marchesi,2002).

    Adems de las marcas de las fechas, estn tambin las marcasen el espacio, los lugares. Cules son los objetos materiales olos lugares ligados con acontecimientos pasados que son elegidospor diversos actores para inscribir territorialmente las memorias?Monumentos, placas recordatorias y otras marcas son las manerasen que actores oficiales y no oficiales tratan de dar materialidada las memorias. Hay tambin fuerzas sociales que tratan de borrary de transformar, como si al cambiar la forma y la funcin deun lugar, se borrara la memoria. .

    Las luchas por los monumentos y recordatorios se des~lIegaabiertamente en el escenario poltico mundial. Toda decisin deconstruir un monumento, de habilitar lugares donde se come-tieron afrentas graves a la dignidad humana (campos de concen-tracin y detencin, especialmente) como espacios de memoria,o la construccin de museos y rccordatorios, es fruto de la im-ciativa y la lucha de grupos sociales que actan como cmprcn-

    12 Esto no significa la ausencia de conflictividad en el espacio pblico enlas conmemoraciones del 24. Pero se trata de confrontaciones entre actoresdiversos dentro del campo del movimiento de derechos humanos. Desde hacems de una dcada, existen al menos dos convocatorias diferentes a dos eventosconmemorativos distintos: la Asociacin Madres de Plaza de Mayo no compartela marcha con el resto de las organizaciones de derechos humanos y la multitudde organizaciones sociales (alrededor de 200) que se han agrupado para organizarla marcha central en Buenos Aires. Aun dentro de la misma marcha, existendisputas sobre la ubicacin de los diversos grupos y las diversas consignas. Estomuestra con claridad que la fecha y la conmemoracin tienen sentidos diferentesincluso para la gente que est en el mismo bando .-para los distintos gruposy las distintas identidades que se juegan en ese espacio.

    Las luchas polticas por la memoria55

    dedores de la memoria. Hay entonces luchas y conflictos porel reconocimrenn, pblico y oficial de esos recordatorios mate-rializados, entre quienes lo promueven y otros que lo rechazano no le dan la prioridad que los promotores reclaman. y esttambin .la lucha y la confrontacin por el relato que se va atransmitir, por el contenido de la narrativa ligada al lugar 13.

    Tomemos un par de ejemplos del destino de lugares y espaciosdonde ocurri la represin, de los campos y crceles de las dic-taduras. Hay casos en que el espacio fsico ha sido recuperadopara la memoria, como el Parque de la Paz en Santiago, Chile,en el predio que haba sido el campo de la Villa Grimaldi durantela dictadura. La iniciativa fue de vecinos y activistas de los de-rechos humanos, que lograron detener la destruccin de la edi-ficacin y el proyecto de cambiar su sentido (iba a ser un con-dominio, pequeo barrio privado). Tambin se da el caso con-trario, los proyectos que borran las marcas y destruyen los edi-fiCIOS, y no permiten la materializacin de la memoria, como lacrcel de Punta Carretas en Montevideo, convertida en un mo-derno centro de compras. Otros intentos de transformar sitiosde represin en sitios de memoria enfrentan oposicin y des-truccin, como las placas y recordatorios que se intentaron po-ner en el lugar donde funcion el campo de detencin El Atltico,en el centro de Buenos Aires 14.

    I.l El anlisis de este tipo de conflictos ha sido objeto de trabajos ya clsicosen la crtica cultural. Young (1993 y 20(0) es quien ha analizado en profundidadlos conflictos alrededor de los diversos monumentos y obras de arte que con-memoran el exterminio nazi. Yoneyama (1999) los analiza en el caso del Memo-rial de Hiroshima. Para el museo del Holocausto en Washington, ver Linenthal,1995. El Memorial de Vietnam en Washington es analizado por Sturken (1997).Algunos estudios de casos del Cono Sur, entre ellos el monumento TorturaNunca Mais en Recife, Brasil, el edificio de la UNE (Unin Nacional de Estu-diantes) en Ro de Janeiro, el Palacio de la Moneda y varios monumentos enSantiago, el Parque de la Memoria y la Plaza de Mayo en Buenos Aires, sernpublicados en Langland y Jelin (eds.), en preparacin.

    14 En ese caso, hubo varios eventos pblicos de conmemoracin, en loscuales se instalaron algunas marcas -murales, placas con nombres de represores,esculturas conmemorativas, etc.- En sucesivas oportunidades, estas marcas fue-ron destruidas durante la noche siguiente a su instalacin. Finalmente, se logra-

  • Elizabeth Jelin Las luchas polticas por la memoria 5756

    Estos lugares son los espacios fsicos donde ocurri la repre-sin dictatorial. Testigos innegables. Se puede mtentar borrarlos,destruir edificios, pero quedan las marcas en la mel~on: per-sonalizada de la gente, con sus mltiples sentidos. ,Que pasacuando se malogra la iniciativa de ubicar fsicamente el acto de!recuerdo en un monumento? Cundo la memona no puede ma-terializarse en un lugar especfico? Parecera que la fuerza o lasmedidas administrativas no pueden borrar las memonas perso-nalizadas y los proyectos pblicos de emprendedores activos. Lossujetos tienen que buscar entonces canales alternativos de ex-presin. Cuando se encuentra bloqueada por otras fuerzas so-ciales, la subjetividad, el deseo y la voluntad de las mujeres yhombres que estn luchando por matenahza~ su memona se po-nen claramente de manifiesto de manera pblica, y se renuevasu fuerza o potencia. No hay pausa, no ha~ descanso~ porquela memoria no ha sido depositada en nmgu~" lugar; tlen~ quequedar en las cabezas y corazones de la ~ente ". La cuesnon detransformar los sentimientos personales, umcos e mtransfenbles,en significados colectivos y pblicos queda abierta y activa. Lapregunta que cabe aqu es si es posible destruir lo que la genteintenta recordar o perpetuar. No ser que el olvido que se qUIereimponer con la oposicin/represin policial tiene el efecto pa-radjico de multiplicar las memonas, y de actuahzar las pregunta:el debate de lo vivido en el pasado reciente? Enfrentamos aqui

    ~uevamente e! tema de la temporalidad y las etapas por las c~alestransitan las memorias: es posible que este efecto paradjicoocurra en un tiempo personal o biogrfico especfico, qu~ lasenergas y e! desasosiego existan en un grupo humano especficoque vivi un perodo y una expertencia dada,. y que no sean trans-feribles o transmisibles a otros que no lo VIVIeron. .

    La controversia y e! conflicto de interpretaciones no se aquie-tan necesariamente una vez construido el memonal, el museoo e! monumento, con la versin de! sentido del pasado que qme-

    ron instalar algunas seales que han perdurado y no han sido vandalizadas Qelin

    y Kaufman, 2000). , .1; Esta falta de materializacin se hace mucho mas crucial cuando se trata

    de memorias de desaparecidos, ya que la ausencia de cuerpos y la incertidum-

    bre de la muerte tornan imposible el duelo.

    nes lograron su cometido impusieron o negociaron. El paso deltiempo histrico, poltico y cultural necesariamente implica nue-vos procesos de significacin de! pasado, con nuevas interpre-taciones. Y entonces surgen revisiones, cambios en las narrativasy nuevos conflictos.

    Un caso extremo de esta conflictividad y este cambio es loocurrido en Alemania, a partir de la reunificacin, especialmenteen la ex ROA. Segn Koonz (1994), los relatos que se oan enlas visitas a los campos de concentracin en Alemania Orientalcuando estaba bajo la rbita sovitica enfatizaban tres puntos b-sicos: primero, la responsabilidad de los crmenes de guerra delfascismo y el capitalismo monopolista; segundo, que la clase obre-ra alemana, liderada por el PC y ayudada por las tropas soviticasresisti con bravura e! dominio nazi; tercero, que esta herenciaheroica es la base para las luchas futuras contra el capitalismointernacional. No haba referencia a los judos, a los gitanos oa vctimas no marxistas en los campos. En el lado occidental,la narrativa era muy diferente.

    La reunificacin bajo el dominio de Alemania Occidental pro-voc, por parte de grupos de ciudadanos de la ex RDA, reaccionesde rechazo a rehacer sus historias segn el molde occidental. Serompieron los consensos oficiales de un lado y del otro, y elresultado fueron conflictos localizados (por ejemplo, intentos deconmemorar a las vctimas de los campos soviticos instaladosen la posguerra en los mismos campos nazis, por un lado; intentosde reivindicar o reparar a vctimas judas por otro). Tambin huboexpresiones de protesta de comunidades cercanas, que no queranver sus lugares daados por imgenes de horror, e intereses eco-nmicos que intentaron capitalizar el horror en iniciativas po-tencialmente lucrativas por la atraccin turstica. Como concluyeKoonz: Loscampos de concentracin siguen embrujando (haun-ting) e! paisaje alemn, pero las categoras de vctimas se han ex-pandido ms all de los antifascistas recordados en el Este y lasvctimas del Holocausto por las que se hace duelo en el Oeste.y termina con una exhortacin ms general:

    Los paisajes de la brutalidad nazi retienen su poder de horrorizar. Lasatrocidades nazis deben permanecer en el centro de la memoria pblicacompartida, aun mientras confrontamos la compleja herencia que con-

  • 58 Elizabeth JelinLas luchas polticas por la memoria 59

    usos y ABUSOS DE LA MEMORIA, LA PROPIEDAD Y LOS SENTIDOSDEL NOSOTROS

    La memoria literal, por otro lado, queda encerrada en s mis-ma. Todo el trabajo de memoria se sita en la contigidad directa.Las bsquedas y el trabajo de memoria servirn para identificara todas las personas que tuvieron que ver con el sufrimiento ini-cial, para relevar en detalle lo acontecido, para entender causasy consecuencias del acontecimiento, para profundizar en l. Perono para guiar comportamientos futuros en otros campos de lavida, porque los recuerdos literales son inconmensurables, y estvedada la transmisin hacia otras experiencias. El uso literal, dirTodorov, hace del acontecimiento pasado algo insuperable, y afin de cuentas somete el presente al pasado (Todorov, 1998: 31).

    Los usos que se hacen de la memoria corresponden a estasdos modalidades. En el caso literal, la memoria es un fin en smismo, en oposicin a lo que pide Koonz. La accin se explicay justifica como deber de memoria, y hay un mandato moralde perpetuacin del recuerdo contra toda forma de olvido. Roussose queja de estos militantes de la memoria, cuya accin tendrefectos diferentes segn el contexto ms amplio que los recibems abiertamente o se niega a escuchar 16. La nocin de em-prendedor de la memoria, que planteamos ms arriba, implicauna elaboracin de la memoria en funcin de un proyecto o em-prendimiento, que puede significar la posibilidad de un pasajehacia una memoria ejemplar.

    El problema pblico y social que acompaa a estas dos pos-turas refiere, de manera directa, a la conformacin de la comu-nidad poltica y a las reglas que la rigen. Y aqu podemos in-troducir el guaran. En guaran hay dos vocablos para expresarla idea de nosotros. Uno ---ore- marca la frontera entre quieneshablan y su comunidad y el otro, el que escucha u observa,que queda claramente excluido. El otro -ande- es un nosotrosincluyente, que invita al interlocutor a ser parte de la misma co-munidad. Voy a sugerir que las dos formas de memoria, y sus

    forma nuestro mundo de la pos posguerra. Para lograrlo, los memorial,esen los campos deben conmemorar tanto el rol sovitico en la liberacinde los aliados como reconocer que algunos alemanes muneron InJus-tamente en los campos especiales.El legado persistente de los campos,sin embargo, debe servir como alerta contra todas las formas del terrorpoltico y del odio racial (Koonz, 1994: 275).

    Volvamos a Todorov por un momento, cuando establece la dis-tincin entre recuperar un pasado o sus huellas frente a Intentosde borrarlos, y el uso que se hace de ese pasado recuperado, osea, el rol que el pasado tiene y debe tener en el presente. Enla esfera de la vida pblica, no todos los recuerdos del pasadoson igualmente admirables. Puede haber gestos de revancha yde venganza, o experiencias de aprendIzaJe. y la pregunta sIgUIen-te es, sin duda, si hay maneras de distinguir de antemano losbuenos y los malos usos del pasado (Todorov, 1998:.~O).

    Como ya se ha dicho, Todorov propone la distincin entrememoria literal y memoria ejemplar como punto de arranquepara avanzar en el tema. Y la frase final del texto de Koonz esun buen caso de esta distincin. Cuando ella pide que el legadode los campos sirva como alerta contra todas las formas del terrorpoltico y del odio racial est exhortando a un uso umversahzadorde la memoria de los mltiples horrores de los campos, en con-traste con quienes se quieren apropiar de uno solo de esos horro-res -el de los horrores nazis contra judos, gitanos o comumstas,o los horrores soviticos contra alemanes- lo cual llevara a unapoltica de glorificacin de unos y la infamia de otros, al mismotiempo que traera la identificacin de vctimas pnvJlegladas.

    Se trata de una apelacin a la memona ejemplar. Esta posturaimplica una doble tarea. Por un lado, superar el dolor causadopor el recuerdo y lograr marginalizarlo para que no Invada lavida; por el otro -y aqu salimos del mbito personal y pnvadopara pasar a la esfera pblica- aprender de l, denvar del pasadolas lecciones que puedan convertJrse en prmcipios de accion parael presente.

    1(, Rousso seala que el problema no es la militancia en s, sino el peligrode que para el militante, el fin justifica los medios, y los militantes aceptana veces mentir sobre la historia, muchas veces intencionadamente, para sal-vaguardar una idea pura y simple del pasado, con buenos y malos bien iden-tificados, fuera de toda la complejidad de los comportamientos humanos (Rous-so, en Feld, 2000: 37)

  • 60 Elizabeth Jelin

    dos usos, corresponden a estas dos nociones de nosotros o decomunidad -una inclusiva, la otra excluyente 17.

    Tanto en las conmemoraciones como en el establecimientode los lugares de la memoria hay una lucha poltica cuyos ad-versarios principales son las fuerzas sociales que demandan mar-cas de memoria y quienes piden la borradura de la marca, sobrela base de una versin del pasado que minimiza o elimina elsentido de lo que los otros quieren rememorar. Tambin hayconfrontaciones acerca de las formas o medios apropiados derememorar, as como en la determinacin de qu actores tienenlegitimidad para actuar, es decir, quines tienen el poder (sim-blico) de decidir cul deber ser el contenido de la memoria.Estos conflictos pueden resumirse en el tema de la propiedado la apropiacin de la memoria.

    En un nivel, hay una confrontacin acerca de las formas apro-piadas y no apropiadas de expresar la memoria. Existen estn-dares para juzgar las rememoraciones y los memoriales? Pero,y esto es lo ms importante, quin es la autoridad que va a decidircules son las formas apropiadas de recordar? Quines encar-nan la verdadera memoria? Es condicin necesaria haber sido vc-tima directa de la represin? Pueden quienes no vivieron encarne propia una experiencia personal de represin participar delproceso histrico de construccin de una memoria colectiva? Lapropia definicin de qu es vivir en carne propia o ser vctimadirecta es tambin parte del proceso histrico de construccinsocial del sentido.

    Nadie duda del dolor de la vctima, ni de su derecho a re-cuperar las verdades de lo ocurrido. Tampoco est en discusinel papel protagnico (en trminos histricos) que en diferentescasos tuvieron las vctimas directas y sus familiares como vocesiniciales en los emprendimientos de las memorias. El tema, msbien, es otro, y es doble. Por un lado, quin es el nosotroscon legitimidad para recordar? Es un nosotros excluyente, enel que slo pueden participar quienes vivieron el acontecimien-

    17 He aprendido esta distincin de Line Bareiro, colega paraguaya con quiencompartimos inquietudes y preocupaciones en estos temas. Los vocablos enguaran no estn acentuados, ya que en esa lengua toda palabra que terminaen vocal es aguda. La pronunciacin es or y and.

    Las luchas polticas por la memoria 61

    to? O hay lugar para ampliar ese nosotros, en una operacinpor la cual comienzan a funcionar mecanismos de incorporacinlegtima -sobre la base del dilogo horizontal ms que de laidentificacin vertical, tema sobre el cual volveremos al hablarde testimonios- de (nos)otros? Se trata de un ore o un ande?Por otro lado, est el tema planteado por Todorov, es decir, enqu medida la memoria sirve para ampliar el horizonte de ex-periencias y expectativas, o se restringe al acontecimiento? Aquel tema de la memoria entra a jugar en otro escenario, el de lajusticia y las instituciones. Porque cuando se plantea la genera-lizacin y universalizacin, la memoria y la justicia confluyen,en oposicin al olvido intencional (Yerushalmi, 1989a y 1989b).

    Una hiptesis preliminar, que deber ser objeto de investi-gacin futura, relaciona los escenarios de la lucha por la memoriacon la accin estatal. Cuando el Estado no desarrolla canales ins-titucionalizados oficiales y legtimos que reconocen abiertamentelos acontecimientos de violencia de Estado y represin pasados,la lucha sobre la verdad y sobre las memorias apropiadas se de-sarrolla en la arena societal. En ese escenario, hay voces cuya le-gitimidad es pocas veces cuestionada: el discurso de las vctimasdirectas y sus parientes ms cercanos. En ausencia de parmetrosde legitimacin sociopoltica basados en criterios ticos generales(la legitimidad del Estado de derecho) y de la traduccin o trasladode la memoria a lajusticia institucional, hay disputas permanentesacerca de quin puede promover o reclamar qu, acerca de quinpuede hablar y en nombre de quin.

    La cuestin de la autoridad de la memoria y la VERDAD puedellegar a tener una dimensin an ms inquietante. Existe el pe-ligro (especular en relacin con el biologismo racista) de anclarla legitimidad de quienes expresan la VERDAD en una visin esen-cializadora de la biologa y del cuerpo. El sufrimiento personal(especialmente cuando se vivi en carne propia o a partir devnculos de parentesco sanguneo) puede llegar a convertirse paramuchos en el determinante bsico de la legitimidad y de la verdad.Paradjicamente, si la legitimidad social para expresar la memoriacolectiva es socialmente asignada a aquellos que tuvieron una ex-periencia personal de sufrimiento corporal, esta autoridad sim-blica puede fcilmente deslizarse (consciente o inconsciente-

  • 62 Elizabeth Jelin

    mente) a un reclamo monoplico del sentido y del contenidode la memoria y de la verdad 18. El nosotros reconocido es, en-tonces, excluyente e intransferible. Adems, en aquellas situacio-nes en que prevalece el silencio y la ausencia de espacios socialesde circulacin de la memoria (mecanismos necesarios para la ela-boracin de las experiencias traumticas) las vctimas pueden ver-se aisladas y encerradas en una repeticin ritualizada de su dolor,sin elaboracin social. En el extremo, este poder puede llegara obstruir los mecanismos de ampliacin del compromiso socialcon la memoria, al no dejar lugar para la reinterpretacin y laresignificacin -en sus propios trminos- del sentido de lasexperiencias transmitidas.

    Hay aqu un doble peligro histrico: el olvido y el vaco ins-titucional por un lado, que convierte a las memorias en memoriasliterales de propiedad intransferible e incompartible. Se obturanas las posibilidades de incorporacin de nuevos sujetos. Y la fi-jacin de los militantes de la memoria en el acontecimientoespecfico del pasado, que obtura la posibilidad de creacin denuevos sentidos. Elegir hablar de emprendedores de la memoriaagrega aqu un elemento de optimismo. Porque los emprende-dores saben muy bien que su xito depende de reproduccionesampliadas y de aperturas de nuevos proyectos y nuevos espacios.y all reside la posibilidad de un ande y de la accin de la memoriaejemplar.

    18 Los smbolos del sufrimiento personal tienden a estar corporeizados enlas mujeres -las Madres y las Abuelas en el caso de Argentina- mientrasque los mecanismos institucionales parecen pertenecer ms a menudo al mundode los hombres. El significado de esta dimensin de gnero del tema y lasdificultades de quebrar los estereotipos de gnero en relacin con los recursosdel poder requieren, sin duda, mucha ms atencin analtica. La investigacinfutura tambin deber estudiar el impacto que la imagen prevaleciente -enel movimiento de derechos humanos y en la sociedad en su conjunto- dedemandas de verdad basadas en el sufrimiento y de las imgenes de la familiay los vnculos de parentesco (Filc, 1997) tienen en el proceso de construccinde una cultura de la ciudadana y la igualdad, temas a los que tambin aludeCate la (2001).