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INCAE Excelencia y Liderazgo para América Latina

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INCAE

Excelencia y Liderazgo para América Latina

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Contenido Prefacio ................................................................................................................ 3 Roberto Artavia Nacimiento del INCAE: el punto de vista de Harvard ......................................... 5 George Cabot Lodge Historia del INCAE ............................................................................................. 11 Forrest D. Colburn y Eduardo Montiel Competitividad económica y desarrollo sostenible ............................................ 21 Forrest D. Colburn Estudiantes y egresados del INCAE .................................................................. 27 Roberto Artavia Perspectiva para el futuro .................................................................................. 30 Roberto Artavia

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Prefacio

Roberto Artavia

Esta colección de ensayos documenta la historia y la misión del INCAE, la

mejor escuela de postgrado en administración de empresas de Latinoamérica. En 1964, la cooperación entre los líderes centroamericanos, el Presidente John F. Kennedy, la Escuela de Negocios de Harvard y la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (AID) condujo a la creación de una pequeña escuela de administración de empresas para satisfacer las crecientes necesidades gerenciales del Istmo Centroamericano. Los centroamericanos que apoyaron el proyecto tenían un sentido del futuro. En ese tiempo ni siquiera Japón ni los países de Europa Occidental reconocían la creciente importancia de lo que se estaba enseñando en la Escuela de Negocios de Harvard, a saber, destrezas analíticas para administrar organizaciones grandes y complejas.

El INCAE ha prosperado. Hoy tiene prácticamente el mismo tamaño que

muchas de las diez principales escuelas de administración de empresas de Estados Unidos en términos de estudiantes, facultad, programas residenciales y seminarios ejecutivos. Además, el INCAE es verdaderamente internacional. Pienso en una reciente adquisición para nuestra facultad: un colombiano con un título de Maestría en Administración de Empresas del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) de Barcelona, un doctorado de Northwestern University y experiencia docente y de investigación en Japón y Francia (así como aquí en Latinoamérica). Actualmente en el INCAE tenemos estudiantes de Argentina y ofrecemos seminarios en Venezuela, mientras seguimos fieles a nuestra misión original de satisfacer las necesidades gerenciales de Centroamérica. Más importante aún, creemos que somos los mejores en nuestro campo en Latinoamérica: la enseñanza e investigación en administración de empresas, producción y diseminación de tecnología, economía, administración ambiental y desarrollo sostenible y gobernabilidad y política pública.

El éxito del INCAE se debe al apoyo de muchas instituciones y personas y

nosotros, los miembros del INCAE, estamos muy agradecidos por este compromiso con nuestro trabajo. Las instituciones que han apoyado al INCAE incluyen: la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) de Estados Unidos, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Fundación Interamericana, Stephan Schmidheiny y la Fundación AVINA, la Comunidad Europea, la Sociedad Alemana para la Cooperación Técnica (GTZ), la Autoridad Sueca para el Desarrollo Internacional, la Fundación Ford, la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur, la Fundación para la Educación Gerencial en Centroamérica, la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (de Venezuela) y los gobiernos de Latinoamérica. Asimismo, muchas corporaciones multinacionales han brindado su generoso apoyo, como también lo han hecho pequeñas y

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medianas empresas latinoamericanas. Los colaboradores individuales provienen tanto del sector privado como del público, destacándose entre ellos nuestros egresados.

Las siguientes páginas narran la historia del INCAE para reconocer

nuestros orígenes, dar fe de nuestro trabajo y sugerir a dónde esperamos llegar.

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Nacimiento del INCAE: el punto de vista de Harvard

George Cabot Lodge

Puesto que el nacimiento del INCAE estuvo estrechamente ligado con el

inicio de mi carrera en la Escuela de Negocios de Harvard, quizá el lector perdone el tono autobiográfico de estas reflexiones. Desde el principio se debería decir que ambos inicios estuvieron marcados por la incertidumbre; existían muchas razones para dudar de que cualquiera de los dos tuviera éxito. Me gusta pensar que ambos se apoyaron mutuamente.

En febrero de 1963 entré a formar parte de la facultad de la

Escuela de Negocios de Harvard (Harvard Business School, HBS), después de un intento fallido de pertenecer al Senado de Estados Unidos. Ya yo había dado conferencias en HBS, pero la Escuela tenía un nuevo Decano, el Profesor George P. Baker quien, según imagino, no estaba muy ansioso por aceptar a un no académico de alto riesgo como yo. No obstante, me contrató, enfatizando que sólo sería por un año, para dar clases sobre las relaciones gobierno-empresa y para ser el director asistente de lo que entonces se llamaba la División de Actividades Internacionales, bajo la dirección del Profesor Harry Hansen, ya fallecido. La División supervisaba las diversas escuelas de administración de empresas que Harvard había ayudado a iniciar en muchos países, por ejemplo en Filipinas, India, Turquía y, posteriormente, Irán. Hansen y el Decano Baker me pidieron que explorara lo que podríamos hacer en Latinoamérica.

Habiéndome desempeñado en la administración del Presidente

John F. Kennedy como Subsecretario de Trabajo para Asuntos Internacionales, yo tenía muchos amigos en Washington, uno de los cuales era Walt Rostow. En esa época, él era el Jefe de Planificación de Políticas del Departamento de Estado. Walt quedó encantado cuando le hablé del deseo de ayudar que tenía la Escuela y sugirió que Centroamérica podría ser un lugar apropiado. El Presidente Kennedy acababa de pronunciar un importante discurso en San José, Costa Rica, prometiendo la asistencia de Estados Unidos para el Mercado Común Centroamericano y para una serie de agencias de desarrollo regional. Walt dijo que existía una gran necesidad de gerentes y que el financiamiento para el proyecto de Harvard se podría conseguir, sin duda, a través de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID), como parte de la Alianza para el Progreso del Presidente Kennedy.

Centroamérica me parecía un sitio prometedor debido a las oportunidades

de investigación y aprendizaje que le ofrecía a la HBS: seis países muy diferentes, en diversas etapas de desarrollo, dedicados a crear nuevas organizaciones regionales para manejar su creciente interdependencia. Sin embargo, yo sabía que el Decano Baker y nuestros miembros de facultad se

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preocuparían por el financiamiento gubernamental. Las otras empresas internacionales de la Escuela habían sido suscritas por fundaciones. Esta sería la primera en la que participaría el Gobierno y los miembros de facultad que tendrían que apoyar el proyecto eran algo alérgicos a los contratos con el gobierno, le temían al papeleo, a la injerencia burocrática, etc. De manera que le pregunté a Walt si la invitación para emprender el proyecto podría provenir del Presidente, suponiendo, de manera acertada según resultó después, que dicha invitación nos daría la influencia deseable para negociar un contrato aceptable con la AID. El contrato normal de la AID para ese tipo de “creación de instituciones”, por ejemplo, estipulaba que un programa que otorgara títulos académicos debería estar funcionando en el término de tres años. Yo sabía que necesitaríamos un plazo mucho más prolongado para preparar material autóctono de enseñanza, capacitar a la facultad centroamericana y organizar a la comunidad empresarial para el gran esfuerzo que se requería para crear una institución exitosa.

Walt me dijo que su secretaria se había enfermado ese día, de modo que

yo podía usar su máquina de escribir para hacer cualquier carta que quisiera que el Presidente Kennedy enviara y que él se encargaría de conseguir la firma. Eso fue lo que hice. En parte, la carta decía:

“Mis recientes conversaciones con los presidentes de las naciones centroamericanas volvieron a enfatizar nuestra mutua preocupación por el rápido desarrollo de los recursos humanos en esta área crítica. La participación de la Escuela de Negocios en un programa que fortalezca la administración constituiría un paso vital hacia la sólida integración regional, que es un importante objetivo de la Alianza para el Progreso”.

Mis jefes en la Escuela --el Decano Baker, el Decano Asociado de Alto

Rango George Lombard y Harry Hansen-- se sintieron emocionados con la carta. Nombraron a dos profesores de alto rango, Henry Arthur y Thomas C. Raymond, y a mí para que nos reuniéramos con líderes empresariales y universitarios de Centroamérica, con el fin de evaluar el entusiasmo de los dirigentes empresariales y universitarios centroamericanos con la idea de que Harvard ayudara a establecer una escuela de postgrado en administración de empresas. Obviamente, sin compromiso regional el proyecto sería imposible.

Nuestra visita en la primavera de 1963 tuvo como resultado reacciones

diversas. Muchos de los empresarios no tenían una idea clara de lo que era la educación gerencial. De hecho, dudaban de que la administración se pudiera enseñar; era algo que se tenía que aprender por experiencia. Además, aunque fueron muy amables, claramente dudaban de que profesores de Estados Unidos, los cuales no conocían sobre Centroamérica, fueran muy útiles. Los funcionarios universitarios mostraron menos entusiasmo. Consideraban que el método de casos y la investigación de campo –ir a los campos y fábricas de Centroamérica para ver lo que hacían los gerentes-- estaban muy lejos de su

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concepción teórica de la educación superior. Sin embargo, a la vez, las universidades afirmaron unánimemente que cualquier escuela de postgrado en su país tendría que ser parte de su universidad. Para nosotros, casi no había duda de que cualquiera que fuese la institución que surgiera, esta no podría funcionar eficazmente dentro de una universidad nacional y que un enfoque regional tenía la enorme ventaja de brindarle independencia con respecto al sistema universitario y a cualquier nación en particular.

Antes de ir a Centroamérica, yo había entrevistado a una serie de líderes

empresariales estadounidenses que tenían experiencia en la región, para conseguir los nombres de las personas que ellos creían que yo debía visitar. En todas las listas se mencionaba al señor Francisco de Sola, de El Salvador, conocido afectuosamente solo como don Chico. La opinión general era que: “Si él está de tu lado, no puedes fracasar”.

Mi primera reunión con don Chico fue en una recepción en la residencia

de Murat Williams, que entonces era el embajador estadounidense en El Salvador. Don Chico me llevó a una pequeña habitación y me pidió que le describiera nuestro proyecto. Le dije que estábamos allí para averiguar si los líderes empresariales de Centroamérica estarían interesados en recibir la ayuda de la HBS para establecer una institución que capacitara gerentes. Esta sería su institución, no una institución de Harvard. Requeriría mucho trabajo y compromiso de parte de ellos. Harvard sólo podría ayudar. Iniciaríamos un esfuerzo de investigación en Centroamérica para generar el conocimiento y el material didáctico que garantizara que la institución estuviera concentrada en las necesidades y los problemas de Centroamérica. También ayudaríamos a capacitar profesores. Describí un caso de enseñanza y la forma en que funcionaba. Él me preguntó si podríamos realizar algunos programas cortos en la región para demostrarle a la comunidad empresarial lo que era la educación gerencial. Nuestra conversación continuó hasta cerca de medianoche. Finalmente, retrocedió y dijo: “No hay duda. Debemos hacerlo”. En mi opinión, ese fue el momento en que se concibió el INCAE.

Visitamos los seis países y encontramos un núcleo de gerentes

destacados que sentían tanto entusiasmo como don Chico. Ellos llegaron a ser el primer ente rector del INCAE, aunque en esa etapa la institución no tenía nombre ni forma.

Nosotros tres informamos a los Decanos Baker y Lombard que existían

buenas perspectivas para el desarrollo gerencial en Centroamérica. Sugerimos que el siguiente paso fuera un estudio profundo de dos meses de los problemas específicos que enfrentaban los gerentes centroamericanos en las diversas áreas funcionales: mercadeo, finanzas, relaciones laborales, política empresarial, etc. Durante el verano de 1963, llevé a Centroamérica un equipo compuesto por nueve candidatos doctorales y graduados de maestría en administración de empresas de la HBS. Con sede en la ciudad de Guatemala,

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cubrimos cada uno de los seis países, elaborando pistas para casos, empezando a escribir unos cuantos casos y entrevistando a más de 400 gerentes en cada país, para confirmar su apoyo al proceso que generó el INCAE.

Mi propia investigación en la provincia de Veraguas, en Panamá, fue

facilitada por Fernando Eleta, uno de los primeros en apoyar al INCAE, quien posteriormente se convirtió en Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá. Él me puso en contacto con el nuevo obispo de Veraguas, Marcos McGrath, quien luego llegó a ser el arzobispo del país. Junto con grupos de estudiantes de la HBS, trabajé con el obispo en Veraguas durante los tres años siguientes, en un estudio sobre cómo se introduce el cambio en las comunidades rurales. De este proyecto surgió una serie de casos y un libro, Engines of Change (Knopf, 1970). El libro ayudó a prolongar mi estadía en Harvard y contenía la idea de lo que llegó a ser la Fundación Interamericana, una nueva entidad gubernamental establecida en 1971, que se convirtió en una generosa donante para el INCAE.

El manejo de la introducción del cambio me pareció de suma importancia

para Centroamérica y, por ende, para el INCAE. Francisco de Sola y los demás miembros de lo que llegó a ser el Consejo Directivo del INCAE estuvieron de acuerdo conmigo. Este compromiso con el manejo del cambio, así como el método de casos en sí, ha significado que el INCAE nunca ha sido cautivo de ninguna ideología, ya sea capitalismo, socialismo o cualquier otra. También dejó establecido, desde el principio, que el principal interés del INCAE es capacitar gerentes, tanto para el sector público como para el privado, a fin de promover el bienestar de las comunidades a las que sirve.

El informe resultante del trabajo de verano se presentó a los miembros de

la facultad de Harvard en el otoño, junto con la recomendación de que la Escuela procediera con el proyecto mediante un contrato con la AID, en particular, un contrato que tuviera la garantía adicional derivada de la participación del Presidente Kennedy. Durante el verano el Decano Baker también había enviado al Profesor Abraham Zaleznik a Centroamérica, quien regresó con su propio informe en contra del proyecto. Según recuerdo, él argumentó que Centroamérica no era el lugar correcto, que teníamos pocos conocimientos útiles que impartir y que la región no estaba preparada para el desarrollo gerencial. Tuvimos un gran debate en la reunión de facultad del otoño de 1963, presidida por el Decano Baker y a la que asistió el Presidente de Harvard, Nathan Pusey. Después de la votación --que fue a favor-- nos reunimos en la residencia del Decano para tomar un refrigerio, celebrar y hacer una llamada de larga distancia a don Chico, quien estaba tan feliz como nosotros.

La siguiente fase tuvo varias partes relacionadas: una serie de

programas de tres a cinco semanas de duración para altos líderes de la empresa y el gobierno de los seis países, la selección de jóvenes profesores de

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Centroamérica que serían capacitados en Harvard y un amplio programa de escritura de casos e investigación. Los programas ejecutivos, que fueron impartidos por profesores de Harvard, le mostraron a los principales gerentes de la región lo que era la educación gerencial y por qué era importante para ellos y para sus compañías. Los programas también fueron una forma de prefabricar un grupo de egresados para lo que llegó a ser el INCAE, obteniendo apoyo y compromiso amplio y entusiasta en toda la región y abriendo puertas a la investigación y la escritura de casos. El primer programa se realizó del 1 de julio al 7 de agosto de 1964, en la ciudad colonial de Antigua, en Guatemala, en un antiguo convento que se había convertido en un precioso hotel. Los profesores de Harvard que enseñamos en ese programa tuvimos una experiencia excepcionalmente estimulante dada la inteligencia, el arduo trabajo y el apasionado interés de los participantes, encabezados por don Chico. El 30 de julio, durante ese programa, se formó el Consejo Directivo del INCAE entre los participantes y se tomó la decisión de establecer una institución permanente para capacitar gerentes, primordialmente en administración de empresas, pero también en el área de gobierno.

Los profesores de Harvard de estos primeros programas incluyeron a

Milton P. Brown, E. Raymond Corey, A. Richard Dooley, Thomas Kennedy, George A. von Peterffy, Dan Throop Smith, Renato Tagiuri, Philip H. Thurston, Hugo E. R. Uyterhoeven, Clark L. Wilson y John R. Yeager. Otros que han desempeñado importantes papeles en el desarrollo del INCAE a lo largo de los años incluyen a los Profesores Robert N. Anthony, James E. Austin, David F. Hawkins y James Heskett.

El programa de Antigua fue seguido por el programa en Boquete, un

pintoresco pueblo en las montañas del norte de Panamá. El programa se realizó en la escuela secundaria local, una estructura al aire libre con techo pero sin ventanas. Además de los participantes, a las clases asistieron muchas personas de la localidad que se sentaban en los costados, observando silenciosamente las extrañas actividades. Uno de los aspectos más emocionantes del programa de Boquete fue la construcción de pizarrones, que los profesores de Harvard usan prodigiosamente. Se tuvieron que clavar postes de 2 x 4 para alcanzar del piso al techo, el cual se encontraba a unos 12 metros de altura, y luego hubo que apuntalarlos, armarlos y hacerlos sostener los amplios pizarrones que llegaron por avión desde la Ciudad de Panamá, junto con una alfombra para amortiguar el ruido. Mi español no era nada bueno y mis destrezas de carpintería eran peores. Sin embargo, aunque los carpinteros locales consideraban pasmosas mis demandas, finalmente levantamos una estructura que resistió los golpes que le dieron mis colegas. Los intérpretes simultáneos --que eran en esos días de Nueva York-- llegaron para descubrir que ninguno de sus equipos funcionaba. Felizmente, un electricista muy diestro de la compañía telefónica local pasaba por allí en el momento crucial y todo se resolvió.

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Hubo muchos momentos como este en los primeros días del INCAE, momentos en que el proyecto parecía ser realmente frágil, pero en general su nacimiento fue favorecido por la buena suerte y fortalecido generosamente por la determinación de Francisco de Sola. Para él no había vuelta atrás. Durante los momentos de desaliento, con su estilo callado y pensativo, reanimaba a los desanimados y mantenía vivo el movimiento. El programa de Boquete fue seguido por los programas de San José, San Salvador y Managua.

En el otoño de 1964, los directores del INCAE decidieron que la institución

debía ubicarse en Nicaragua. Se había producido mucho debate y muchos países habían hecho propuestas para atraer al INCAE. Yo creo que el mismo don Chico se inclinaba por Guatemala, pero el Consejo se vio influida por dos factores: la promesa de la comunidad empresarial nicaragüense de donar tierras y $250.000 y el hecho de que Nicaragua tenía menos agencias regionales que los otros países. Llegó un equipo de la Escuela de Diseño de Harvard, el cual viajó por aire sobre el área central de Nicaragua, pasó días recorriendo varios lugares en carro y, finalmente, recomendó el sitio en el que se encuentra hoy uno de los campus del INCAE, en la región montañosa a 11 kilómetros de Managua.

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Historia del INCAE

Forrest D. Colburn y Eduardo Montiel

La misión diplomática del Presidente John F. Kennedy a San José,

Costa Rica, en marzo de 1963, fue lo que lanzó al INCAE. La visita de Kennedy tuvo un matiz apocalíptico. En el momento que aterrizaba su avión, el Volcán Irazú hizo erupción y empezó a arrojar cenizas sobre la capital. Durante su visita, y mientras el volcán continuaba haciendo erupción, Kennedy habló con los líderes de Centroamérica reunidos en la ciudad, acerca de la estabilidad política y el desarrollo económico.

En la reunión, los centroamericanos expresaron su deseo de tener una

escuela regional de administración avanzada. Los líderes políticos y económicos de la región habían estado esforzándose por cimentar un Mercado Común Centroamericano (MCCA) desde finales de la década de los 50, y se sugirió que las compañías que crecían en su mercado expandido se beneficiarían de la familiaridad con las prácticas administrativas modernas. Además, una escuela multinacional de administración de empresas contribuiría, por sí misma, a promover la integración económica.

El 19 de marzo de 1963, los Presidentes de Nicaragua, Panamá,

Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Estados Unidos firmaron un documento titulado “Declaración de Centroamérica”. Aunque el documento no mencionaba al INCAE por su nombre, decía en parte:

“Los Presidentes del Istmo [Centroamericano] resuelven fortalecer tanto como sea posible las instituciones regionales centroamericanas, para que puedan desempeñarse un papel fundamental en la capacitación del personal necesario para la realización de los planes de integración del Istmo”. Cuando regresó a Washington, Kennedy recurrió a sus contactos en

Harvard para iniciar el proyecto. En abril de 1963 se comunicó con el entonces Decano de la Escuela de Negocios de Harvard (HBS) George P. Baker, y le pidió que tratara de establecer un programa gerencial en Centroamérica basado en el modelo de Harvard.

Harvard estaba en una posición favorable para enfrentar el desafío de

crear una escuela de administración de empresas en Centroamérica. La HBS había creado una División de Actividades Internacionales en 1963. En Harvard, se le pidió a George Cabot Lodge, Exsubsecretario de Trabajo para Asuntos Internacionales, que explorara la factibilidad de una escuela administración de empresas en Centroamérica. Durante el verano de 1963, un equipo de nueve miembros, encabezado por Lodge, encuestó a 400 centroamericanos, entre ellos

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los rectores de las seis universidades nacionales, decanos seleccionados, funcionarios de los gobiernos del área y dirigentes empresariales.

Los líderes empresariales de Centroamérica formaron un

Consejo Directivo que representaba a Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Tres personas de cada país miembro se habían reunido con el grupo de investigación de Lodge en la Ciudad de Guatemala en 1963 y, al regresar a sus países, formaron comités nacionales para promover la idea del INCAE entre los dirigentes empresariales. Cada nación seleccionó a un representante para que viajara a San Salvador en julio de 1963. Los representantes reunidos eligieron al empresario salvadoreño Francisco de Sola como Presidente del Consejo Directivo del INCAE. Don Chico, como se le apodaba, había estado presente en la reunión entre Kennedy y los presidentes de Centroamérica en Costa Rica y tenía una idea clara de la forma en que debía evolucionar el desarrollo del INCAE. Él presidió el Consejo Directivo del INCAE hasta su muerte en 1983.

Por tanto, desde el establecimiento de la institución, el INCAE ha sido

internacional. Su logotipo, constituido por un hexágono, expresa la paridad entre sus seis miembros originales: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.

El Consejo Directivo se dedicó a buscar el apoyo político y financiero de la

comunidad empresarial centroamericana. A partir de junio de 1964, al mismo tiempo que se realizaba el primer Programa de Alta Gerencia (PAG), el sector privado centroamericano lanzó una campaña de recaudación de fondos cuya meta era de $2 millones. La comunidad empresarial nicaragüense donó los terrenos en los que se construiría el primer campus, una extensión de 100 manzanas (170 acres). La tradición de recaudación privada de fondos era nueva en la región y solo la tenacidad del Consejo fue la causa de su éxito.

El renombrado método de estudio de casos de la HBS se usó para el

primer evento del proyecto, un seminario de alta gerencia de seis semanas de duración que se ofreció en Antigua, Guatemala, del 1 de julio al 7 de agosto de 1964. Este fue financiado por la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) de los Estados Unidos, a través de su Oficina Regional para Centroamérica y Panamá (ROCAP), aunque cada uno de los 45 participantes pagó $1.000 por asistir.

El Profesor Emérito del INCAE Robert Mullins (que recibió su título de

Doctor en Administración de Empresas de Harvard en 1967) recuerda que surgió la necesidad de traducir y estandarizar la terminología de administración de empresas, que variaba de un país a otro. El Dr. Mullins comenta: “Pasamos muchas horas seleccionando la palabra más apropiada para la situación del caso, conscientes de que estábamos sentando el precedente para Centroamérica”. La terminología del INCAE, que los graduados llevan de

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regreso a sus países y diseminan, fue otra forma en la que el INCAE vinculó a la región.

Desde el principio, el método de Harvard le atribuía más valor a la

práctica que a la teoría. El Decano Baker dijo, en su discurso a los representantes de las 45 compañías presentes al inicio del programa: “Venimos con la esperanza de traerles algunos métodos de pensamiento, algunas técnicas para el análisis y algunos nuevos enfoques a sus problemas que serán de utilidad”. La facultad de la HBS daba las clases en inglés, con la ayuda de la interpretación simultánea de cuatro traductores de las Naciones Unidas. A pesar de su apretado horario, que iba de las 8 de la mañana a las 11 de la noche, los participantes se sentían entusiasmados con el seminario. El profesor de mercadeo de la HBS E. Raymond Corey informó que los participantes: “absorbían el material como esponjas”. La facultad de la HBS continuó dando seminarios en Boquete (Panamá) y en la Ciudad de Panamá, San Salvador y en San José. El segundo seminario, que se ofreció en Boquete, produjo una declaración de misión que en parte decía: “Debemos asegurarnos de que todo lo que hagamos en nombre de una evolución acelerada promueva la causa del progreso y la libertad en nuestros países”.

Construcción del campus

El Presidente John F. Kennedy, quien fue asesinado apenas ocho meses

después de su visita a Centroamérica, al parecer tenía planes limitados para la escuela de administración de empresas en Centroamérica. La carta de abril de 1963, dirigida al Decano Baker, solo había pedido “un programa de alto nivel para mejorar la administración”. Con base en el apoyo de más de 200 exalumnos que habían asistido a los seminarios de alta gerencia, Lodge empezó a ampliar la visión original hasta convertirla en el establecimiento de una institución permanente. Al mismo tiempo, la comunidad empresarial centroamericana continuó recaudando fondos, haciendo que los egresados de los seminarios solicitaran apoyo al sector privado de cada uno de los países miembros.

Mientras tanto, el Programa de Enseñanza Internacional (International

Teaching Program, ITP) de Harvard estaba preparando a diecisiete centroamericanos para que enseñaran administración usando el método de casos. Al principio, se esperaba que los profesores del INCAE tuvieran únicamente títulos de maestría, pero luego el Consejo pidió que todos los profesores tuvieran doctorados. Estos profesores eran el capital intelectual del INCAE y don Chico trabajaba afanosamente en reunir los fondos para establecer una sede para el INCAE.

La iniciativa para construir el primer campus del INCAE fue un esfuerzo tripartito entre Harvard, la AID/ROCAP, que proporcionó un préstamo de

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$10 millones al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y los líderes empresariales centroamericanos, quienes aportaron un fondo patrimonial de $2 millones. La comunidad empresarial nicaragüense brindó el apoyo que hizo posible el establecimiento del INCAE en Managua. La construcción se realizó con un préstamo otorgado por el BCIE.

El sitio escogido para el INCAE fue Montefresco, en las colinas cercanas

a Managua. Ubicado en la Carretera Sur, la vía que serpentea subiendo desde Managua hasta las montañas circundantes, el desvío hacia el INCAE se encuentra precisamente donde la carretera comienza a empinarse hacia la ciudad de Diriamba. El campus tiene una vista completa de Managua y del Lago de Managua.

De nuevo, las expectativas iniciales eran modestas. La idea era ofrecer

un programa de nueve meses que culminara en un título de maestría o en un certificado. Sin embargo, cuando el Decano Baker viajó por avión a Managua para la ceremonia de colocación de la primera piedra en julio de 1967, el INCAE (que ahora era el nombre oficial de la escuela) se estaba preparando para ofrecer un programa de estudio de dos años, equivalente al MBA que se ofrecía en las escuelas estadounidenses de administración de empresas. La audacia de esta decisión no estribaba únicamente en su trascendencia con respecto a las metas originales que existían para el INCAE, sino también en el aumento resultante del compromiso de la facultad y del derecho de matrícula para los estudiantes. De hecho, la decisión duplicó el monto del derecho de matrícula de los estudiantes, que ya era elevado para Centroamérica.

El INCAE fue la primera entidad educativa creada específicamente para

fomentar la unidad económica entre las naciones de la región. Su novedad también consistía en su carácter residencial. Rompiendo con la tradición latinoamericana, el INCAE se construyó para hospedar a sus estudiantes en el campus. Casas campestres con techo de tejas, un comedor, una biblioteca con 459 libros donados por la HBS y aulas equipadas para interpretación simultánea satisfacían las necesidades de los estudiantes de tiempo completo que venían, a menudo con sus familias, para el programa intensivo de estudio.

Durante 1967 el Profesor Clark Wilson, de la HBS, quien habría de ser el

primer rector del INCAE, viajó por toda Centroamérica para reclutar personalmente a muchos de sus primeros estudiantes. Ángel Interiano, uno de los miembros de la primera promoción, recuerda que un amigo le contó acerca del INCAE en un salón de cocteles de El Salvador. Clark Wilson se reunió finalmente con Interiano y lo convenció de que renunciara a su beca para estudiar economía en Bruselas y que más bien fuera a estudiar al INCAE. Interiano recuerda:

“Clark Wilson dijo que todo los graduados de maestría en administración de empresas de Harvard, después de regresar a la vida activa, siempre ganaban más que antes. Él sabía de un caso en que alguien había

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regresado a trabajar y se le pagó un dólar más que antes, pero era más. Asimismo, Wilson dijo que el INCAE nos daría la oportunidad de encontrar puestos interesantes cuando regresáramos a nuestros países”. Interiano y el resto de la primera promoción ingresaron al INCAE en enero

de 1968, aunque el campus todavía se estaba construyendo. Recibían clases en el sexto piso del Banco Central de Nicaragua en Managua, y vivieron en el Hotel Lido Palace, con vista al Lago de Managua, hasta que se terminó de construir el campus. El INCAE compró un bus para llevarlos y traerlos del Banco. Los 42 estudiantes matriculados provenían de los cinco países de Centroamérica, así como de Panamá. Entre ellos había tres mujeres (solo una de las cuales, Virginia Zecca de Costa Rica, se graduó y finalmente se casó con Interiano). En julio de 1968, Ernesto Cruz, un abogado nicaragüense que había recibido un doctorado en economía política y gobierno de Harvard, recibió la rectoría de manos de Wilson.

Conforme el Instituto empezó a cumplir con su misión, su carácter

peculiar evolucionó. Aunque muchos de los profesores de los primeros años eran norteamericanos, los latinoamericanos capacitados en la HBS ocupaban cada vez más estos puestos. Los profesores, algunos con la ayuda inicial de intérpretes, daban las clases cada vez más en español. Los estudios de casos escritos por la facultad del INCAE aumentaron los casos traducidos de Harvard.

El INCAE ofrecía los elementos esenciales de una educación de maestría

en administración de empresas, incluyendo política empresarial, finanzas y control, mercadeo, producción y organización. Además, los cursos diseñados específicamente, tales como Banca y Finanzas de Desarrollo y Administración Agroindustrial, satisfacían las necesidades locales. El Programa de Banca y Finanzas de Desarrollo fue un esfuerzo conjunto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del INCAE. La especialización en agroindustria, establecida en 1972, generó la colección más extensa de casos en toda Latinoamérica concernientes a la administración agroindustrial. Estos campos se convirtieron en especializaciones durante el segundo año del programa de maestría en administración de empresas, de modo que los estudiantes interesados podían graduarse con un conocimiento más profundo en estas áreas.

Desde el principio, la audacia del INCAE, y su fortaleza, ha estribado en

su compromiso inflexible con la excelencia académica. Al principio, algunos estudiantes potenciales eran lo suficientemente cautelosos respecto a la calidad del Instituto como para exigir que el nombre de Harvard se pusiera en el diploma del INCAE. Sin embargo, el INCAE rápidamente estableció una excelente reputación y un diploma del INCAE era, y sigue siendo, respetado en el sector público y en el privado de toda la región.

Crisis y política pública

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Durante la década de los 70, la inestabilidad natural en Nicaragua presagiaba la inestabilidad política. Dos días antes de la Navidad de 1972, un terremoto azotó Managua y dejó en ruinas el 80% de la ciudad. Aunque el terremoto solo dañó superficialmente el campus del INCAE, produjo un análisis de su estrategia. A raíz del enorme sufrimiento humano y de la muerte de más de 10.000 personas, el INCAE comenzó a dedicarse a la política pública.

Harry Strachan, quien fue Director Académico del INCAE tras recibir su

doctorado de Harvard en 1972, estableció una junta nacional de planificación en la biblioteca del INCAE después del desastre. Strachan trabajó con la facultad y los administradores del INCAE para evaluar el daño que el sismo había causado a Managua. La misión de política pública del INCAE nació en la biblioteca, durante los tres días posteriores al desastre. Dos semanas después del terremoto, los miembros de la facultad del INCAE, trabajando como voluntarios con la empresa privada y con altos funcionarios del gobierno de Nicaragua, concluyeron una evaluación preliminar, de 24 páginas, de los daños causados por el sismo. El documento sirvió como base para planificar la economía de Nicaragua después del terremoto.

En marzo de 1973, el INCAE creó un Centro de Asesoramiento mediante

contrato con el Servicio de Asesoría para el Desarrollo de la Universidad de Harvard, como parte independiente del INCAE dedicada a la política pública. El primer proyecto del Centro fue un contrato de dos años con la AID, para ayudar a reconstruir Managua. Las metas específicas del proyecto eran formular una estrategia para reconstruir la economía nacional, determinar las cantidades de ayuda externa que se necesitaban y crear nuevas ideas y proyectos para acelerar el proceso de recuperación.

El Profesor de Finanzas del INCAE, Nicolás Marín, quien recibió su título

de Doctor en Administración de Empresas de Harvard en 1972, dice que a raíz del enorme sufrimiento humano, “el INCAE se volvió más atento a los temas de gobernabilidad y política pública”. La visión del Instituto se amplió. Pronto el INCAE empezó a trabajar con los otros gobiernos de la región.

En los días posteriores al terremoto aumentó la oposición contra el líder

nicaragüense Anastasio Somoza. El país entró en una guerra civil. El costo de mantener un grupo internacional de estudiantes y miembros de facultad en esta atmósfera tan cargada era exorbitante. La situación disuadió a algunos miembros de facultad y estudiantes potenciales de trabajar en el INCAE o asistir al Instituto. En abril de 1979, los estudiantes le escribieron a Cruz para informarle que muchos de ellos no regresarían al INCAE para el año académico de 1979-1980. De acuerdo con la encuesta que llevaron a cabo, los siguientes porcentajes de estudiantes de cada país no regresarían al INCAE en Nicaragua: Costa Rica: 76%; Honduras: 29%; Guatemala: 84%; El Salvador: 78%; Nicaragua: 51% y otros países: 80%.

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No obstante, el INCAE estaba comprometido a permanecer en Nicaragua. Los estudiantes del segundo año de maestría regresaron el 15 de octubre de 1979 y un nuevo grupo empezó el 15 de enero de 1980. En agosto de 1979 el Consejo Directivo había votado a favor de mantener el Instituto en Nicaragua. En el discurso de graduación del MAE XII, el 14 de junio de 1980, Enrique Dreyfus, Presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) de Nicaragua, dijo:

“Asumimos nuestro compromiso histórico, que era permanecer en nuestros puestos, producir para el pueblo nicaragüense, contribuir de modo que la Revolución se canalice por una ruta que sea verdaderamente nicaragüense, amplia y democrática”.

A pesar del compromiso del INCAE con Nicaragua, muchos temían que el

triunfante régimen sandinista no viera con buenos ojos al Instituto. No obstante, muy pronto los sandinistas estaban acudiendo al INCAE en busca de ayuda para revitalizar la economía.

Durante estos años difíciles, la comunidad incaísta se dedicó

intensamente a la discusión política y sus estudiantes cubrían toda la gama, desde sandinistas hasta conservadores. No obstante, la institución se esforzó por mantener su neutralidad. Predeciblemente, muchos casos nuevos del INCAE se concentraron en industrias nacionalizadas, pero el INCAE no era ni opositor ni defensor político del régimen sandinista. En junio de 1980, el INCAE empezó a ofrecer seminarios para el Ministerio de Desarrollo Agrícola y Reforma Agraria y, a partir de estos seminarios, se creó una relación de trabajo entre el INCAE y el gobierno sandinista.

Cuando Harry Strachan asumió el puesto de rector en enero de 1981, se

reunió con los funcionarios sandinistas y dejó claro el compromiso del INCAE con la libertad académica. Strachan accedió a que el INCAE continuara funcionando en Nicaragua si los sandinistas respetaban la libertad académica de la institución, garantizaban la libertad personal de los estudiantes y la facultad y permitían que el Instituto mantuviera su independencia financiera. Estas demandas eran factibles, porque el INCAE ya había empezado a dar valiosos seminarios al gobierno sandinista.

Con todo, la situación en Managua a principios de la década de los 80 era

problemática. Muchos estudiantes potenciales eran disuadidos por la lucha política de Nicaragua. Algunos miembros de facultad también empezaron a sentirse nerviosos. Asimismo, la institución tenía crecientes dificultades financieras conforme la economía nicaragüense empezaba a sumirse en una espiral descendente.

Quizá uno de los casos más divertidos del INCAE que alguna vez se haya

escrito es acerca del esfuerzo de los estudiantes del INCAE en Nicaragua para venir a Costa Rica a un juego de fútbol en febrero de 1986. El costo del pago de

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las visas, que era entonces de $20, o una quinta parte del salario mensual de un profesional nicaragüense, era prohibitivo para muchos de los estudiantes. Los estudiantes de Nicaragua resolvieron este “problema financiero” comprando cada uno tres botellas de Flor de Caña (el famoso ron de Nicaragua), la cantidad que legalmente podían llevar al otro lado de la frontera, para luego venderlas con una amplia utilidad en Costa Rica.

A principios de la década de los 80, el INCAE se enfrentó con el dilema de

tratar de conservar la diversidad de su facultad y sus estudiantes, al mismo tiempo que servía a la comunidad nicaragüense. La respuesta se reveló lentamente. El INCAE empezó a considerar sitios en Panamá, Guatemala y Costa Rica para establecer un segundo campus. Otto Castro, que entonces era Director del Comité del INCAE en Costa Rica, cuenta cómo se estableció el campus en Costa Rica. En septiembre de 1981, el Presidente de Costa Rica, Rodrigo Carazo, se reunió con Otto Castro, así como con Walter Kissling, el costarricense que presidía el Consejo Directivo del INCAE, y con Jorge Walter Bolaños, un egresado del INCAE que era entonces Gerente de la Caja Costarricense del Seguro Social. En esta primera reunión, Carazo expresó su anuencia a garantizarle al INCAE la condición de misión internacional, lo que significaba que el INCAE sería reconocido como institución internacional, si establecía un campus en Costa Rica. Sus miembros de facultad disfrutarían de una condición similar a la de los diplomáticos.

En 1982, la presidencia de Costa Rica pasó a manos de

Luis Alberto Monge, quien había firmado una carta antes de asumir su cargo en la cual accedía a que se le permitiera al INCAE establecer un campus en Costa Rica. Monge tenía la impresión de que el Gobierno de Estados Unidos le había donado $25 millones a Costa Rica y dijo durante su campaña que si él ganaba las elecciones le daría $10 millones de esta suma al INCAE. La carta de Monge se presentó ante la AID cuyos funcionarios, impresionados, donaron $2,5 millones para fundar un campus en Costa Rica.

El terreno escogido para el INCAE en Costa Rica era reclamado por el

Banco Nacional de Costa Rica. Francisco de Sola y Walter Kissling negociaron la compra de la deuda por parte del INCAE, que entonces ascendía a unos $500.000, más ¢70 millones. Monge organizó un almuerzo con ministros selectos y miembros de la Asamblea Legislativa en el que el entonces Rector del INCAE, Marc Lindenberg, hizo una presentación sobre el Instituto. Se invitó a todos los diputados a una cena posterior, en la cual los miembros de la facultad y el comité nacional tuvieron la oportunidad de hablar personalmente con cada uno de los invitados. Poco después, el Gobierno de Costa Rica convino en asumir la deuda y darle al INCAE el terreno.

La donación de la AID financió la construcción de dos estructuras

principales, un edificio de administración y un edificio de aulas. Los estudiantes vivían en casas que ya estaban en el terreno (como parte del antiguo

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Racquet Club de Costa Rica). Monge colocó la primera piedra en la ceremonia de inauguración de la nueva construcción y recibió el título de Doctor Honoris Causa del INCAE, como reconocimiento a sus esfuerzos por establecer el campus del INCAE en Costa Rica.

En el otoño de 1983, los estudiantes de segundo año, que habían

empezado su primer año en Nicaragua, continuaron sus estudios en el campus de Alajuela. En enero de 1984, los estudiantes de primer año iniciaron su curso de estudios en Alajuela. En noviembre de 1983, el INCAE inició en Nicaragua un programa de administración de un año. Conocido como el PAF (Programa de Administración Funcional), este era un programa intensivo impartido por muchos de los mismos profesores que enseñaban en Costa Rica.

A pesar de la necesidad de enfrentar las repercusiones de las crisis de

Centroamérica, el INCAE respondió a iniciativas fuera de la región (y en ocasiones buscó esas iniciativas). Se ofrecieron seminarios en lugares tan distantes como el norte de México y en Paraguay. En particular, los ecuatorianos se mostraron sumamente interesados y agradecidos con el INCAE. El Instituto ofreció por primera vez su programa de alta gerencia para las naciones andinas en Ibarra, Ecuador, en 1974. En 1980, el INCAE y el Banco Central de Ecuador colaboraron en un programa de capacitación, en un esfuerzo conjunto que duró cuatro años.

Posteriormente el INCAE firmó un convenio con el Gobierno de Ecuador

en octubre de 1983. Para lograr este acuerdo, el INCAE trabajó con Alfonso Barrera, un Exministro de Relaciones Exteriores, y con FONAPRI, la agencia gubernamental que ejecutaba los estudios de factibilidad. Al concluir los programas de capacitación con el Banco Central, estos dos contactos contribuyeron a la creación de un comité nacional y a la incorporación de Ecuador como país miembro del INCAE (uniéndose a las cinco naciones centroamericanas y a Panamá). Ecuador empezó a enviar un considerable número de estudiantes al programa de maestría del INCAE, así como a sus programas de educación ejecutiva. Contribución a la resolución de conflictos

Aunque el INCAE había trasladado su campus principal a Costa Rica, el Instituto no olvidó las lecciones que había aprendido en sus doce años en Nicaragua. El INCAE enriqueció su programa de maestría con lecciones de economía empresarial y clases adicionales de política pública. Simultáneamente, inició un ambicioso programa para ayudar a las pequeñas empresas, inclusive a las del sector informal. Además, los seminarios de un día o hasta cuatro semanas de duración que impartía el INCAE en toda Latinoamérica con frecuencia reunían a miembros del sector público y el privado.

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En un esfuerzo por contribuir a la finalización del conflicto armado en

Centroamérica, el INCAE, con el liderazgo y la participación personal de Marc Lindenberg, organizó “seminarios de diálogo”, que eran seminarios especiales en los cuales se procuraba ordenar las demandas contrapuestas del gobierno, los partidos políticos de oposición, las fuerzas armadas, la empresa privada, la prensa, la iglesia, los sindicatos y, lo más sorprendente, los grupos guerrilleros. Después de una memorable “sesión” en El Salvador, los líderes guerrilleros y los representantes del sector privado confesaron que el evento del INCAE fue la primera vez que ambos bandos se habían sentado juntos y habían hablado entre sí. Ese fue el comienzo de las conversaciones que tuvieron como resultado los acuerdos de paz.

En la década de los 80, el INCAE desempeñó un papel esencial al apoyar

tanto al sector público como al sector privado de cada país. Esta labor fue significativa en una década que a menudo se ha llamado la “década perdida” para Latinoamérica, en la que la lucha y la violencia política debilitaron a Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Panamá.

En enero de 1988, el campus de Alajuela fue sede de las conversaciones

de paz que finalmente desembocaron en los acuerdos de paz regional entre los líderes centroamericanos. En los archivos del INCAE se encuentra una carta de gratitud firmada por todos los presidentes de los países centroamericanos, en la cual le agradecen al Instituto por su contribución a la paz en la región. La neutralidad política y la integridad intelectual le permitieron al INCAE contribuir a la resolución de las dolorosas crisis de la década de los 80 en Centroamérica. No obstante, a través de ese difícil período, el INCAE no eludió los problemas politizados de importancia económica. Además, el Instituto, mediante un hábil liderazgo, se las arregló en esta difícil época para continuar capacitando gerentes así como para mantenerse a flote.

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Competitividad económica y desarrollo sostenible

Forrest D. Colburn

En la década de los 80 Latinoamérica fue azotada por una recesión

económica de una magnitud que no se veía desde la Depresión de la década de los 30. La violencia en Centroamérica exacerbó dolorosamente las dificultades económicas del istmo. La derrota de los sandinistas en las elecciones de febrero de 1990 en Nicaragua fue, en retrospectiva, el final de las guerras civiles que asolaron a Centroamérica en la década de los 80. La paz trajo consigo la necesidad de recuperación económica. No obstante, la recuperación económica era aún más difícil, debido a que se trastornaron los paradigmas económicos y políticos reinantes. El liberalismo político y económico --democracia y libre mercado-- se arraigó en medio de grandes esperanzas de un futuro mejor.

El INCAE, bajo el liderazgo de Brizio Biondi-Morra, quien fungió como

rector de 1991 a 1999, llegó a desempeñar un prominente papel al explicarle a la comunidad empresarial y a la elite política de Centroamérica las implicaciones de pasar de economías “cerradas” a economías “abiertas”, incluyendo la necesidad consiguiente de reformas políticas. El INCAE también desempeñó un significativo papel en explicar la necesidad de desarrollo sostenible que tienen las sociedades y las economías en desarrollo, que no solo podrían encontrar un nicho en la economía mundial sino que podrían hacerlo con armonía social y con respeto por el medio ambiente. Para competir exitosamente en los mercados internacionales la necesidad de administradores competentes era mayor que nunca y el INCAE prosperó, con estudiantes que venían cada vez más de fuera de Centroamérica, incluso de México y, especialmente, de muchos países de Sudamérica. Se invitaba a profesores de regiones lejanas para impartir seminarios y capacitación interna especializada. El INCAE se volvió cada vez más “continental”.

Un profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA)

de Venezuela, comentó que el INCAE empezó la década de los 90 –una era decididamente nueva para Latinoamérica– con dos grandes ventajas. Primero, explicó él, en medio del fervor del nacionalismo político y el radicalismo de las décadas pasadas, el INCAE nunca rompió sus fuertes vínculos con prominentes universidades estadounidenses, y en particular con la Universidad de Harvard. Segundo, dijo, desde su creación el INCAE ha sido “internacional” y la crisis de Centroamérica en la década de los 80 lo obligó a ser aún más internacional, buscando estudiantes y oportunidades de investigación para la facultad (y financiamiento para la investigación) fuera del área. Si bien estas dos características del INCAE, aunadas a su compromiso con la excelencia académica, llevaron al Instituto a estar bien posicionado para la consolidación de la democracia y la recuperación económica de Latinoamérica, fue la visión de Brizio Biondi-Morra, compartida por la facultad, la que llevó al INCAE a hacer un

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aporte intelectual, a proporcionar un faro para comprender el cambio en las “reglas del juego”, tanto en el campo político como en el económico.

Con el avance hacia las economías abiertas, Latinoamérica necesitaba

tener al menos algunas industrias que pudieran ser competitivas y que generaran divisas para pagar las importaciones necesarias, así como para generar empleo y otros beneficios económicos. La estabilidad macroeconómica, medida comúnmente solo mediante el control de la inflación, obviamente no bastaba para garantizar el crecimiento económico. Los fundamentos “microeconómicos” del desarrollo implicaban --en una economía de mercado-- empresas y sectores exitosos de la economía. Sin embargo, la experiencia de Nicaragua demostraba que el crecimiento económico por sí solo no garantizaba un desarrollo de base amplia: durante unos 15 años Nicaragua mantuvo una impresionante tasa de crecimiento anual del 6%; sin embargo, el país sufrió una implosión. El desarrollo tiene que ser sostenible social, económica, y ambientalmente.

En 1994 Brizio Biondi-Morra viajó a Cambridge para invitar al distinguido

Profesor de la Escuela de Negocios de Harvard Michael E. Porter a visitar Centroamérica, sin ofrecerle dinero, sino solo, según recuerda el Dr. Biondi-Morra, “la oportunidad de cambiar el debate económico en una parte del mundo que lo necesita y lo merece”. Porter aceptó amablemente la invitación. Pronto vino a Costa Rica para reunirse con los presidentes de la región, los representantes clave de sus equipos económicos y los líderes del sector privado y presentó su marco conceptual del desarrollo económico de las naciones. Esta conferencia, de la cual una parte se limitó a los jefes de estado y a otra asistieron 350 personas prominentes de toda la región, fue seguida por un trabajo de investigación dirigido por el INCAE.

La investigación del INCAE se concentró en identificar los factores que

fomentaban (o inhibían) la competitividad de las compañías, los sectores y los países del Istmo. La meta era identificar los principales desafíos a los que se enfrentaban los países para alcanzar tasas altas y ambientalmente sostenibles de crecimiento económico. Los resultados de la investigación se presentaron a los jefes de estado de Centroamérica (y a sus equipos económicos) en el otoño de 1995, en una reunión realizada en la Escuela de Negocios de Harvard. Se propuso y se discutió una visión para posicionar a Centroamérica en la economía global. Con base en un marco común --diseñado por Porter y la facultad del INCAE-- los líderes gubernamentales identificaron una serie de áreas en las que el esfuerzo regional coordinado podía aumentar la productividad y, por consiguiente, las expectativas de crecimiento económico.

El INCAE se comprometió a proporcionar la investigación necesaria y a

servir como catalizador para las reformas de políticas en toda la región. Entre otras tareas, el INCAE coordinó el establecimiento de comités, formados por miembros del sector público y el privado, que formularon recomendaciones de

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políticas en áreas específicas, tales como infraestructura de transporte, servicios aduanales, promoción de inversiones y promoción de turismo.

En junio de 1996 se amplió el enfoque del proyecto con un acuerdo entre

el INCAE y el Instituto para el Desarrollo Internacional de Harvard (Harvard Institute for International Development, HIID). Se abordaron tres nuevas áreas: estabilización macroeconómica y desarrollo de mercados de capitales, política y regulación ambiental y reforma del estado. La legitimidad del proyecto fue realzada por la participación del Director del HIID, el Profesor Jeffrey Sachs, quien promovió una mayor estabilidad macroeconómica y sugirió cómo se podían desarrollar aún más los mercados de capitales en la región.

Los recursos financieros para sostener y fomentar el ambicioso proyecto

provinieron de una variedad de fuentes, pero principalmente del industrial suizo Stephan Schmidheiny, a través de su Grupo AVINA, y del Banco Centroamericano de Integración Económica. Como resultado del proyecto, el INCAE estableció el Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS), el cual se encuentra en un edificio propio que lleva el nombre de su donante, Stephan Schmidheiny. Este amplio edificio se inauguró en 1999. EL CLACDS forma parte integral del INCAE y toda la facultad del INCAE participa en sus múltiples actividades.

El apoyo de Stephan Schmidheiny al INCAE ha sido sumamente útil. El

Dr. Biondi-Morra recuerda cuando conoció a Schmidheiny en una cena ofrecida por el Expresidente de Panamá Guillermo Endara. Después de la cena, ambos continuaron su conversación hasta altas horas de la noche. Schmidheiny quedó impresionado con el trabajo del INCAE y se convirtió en su aliado, brindando apoyo financiero y su reconocido liderazgo en desarrollo sostenible.

El proyecto INCAE-Harvard para estimular la competitividad económica y

el desarrollo sostenible ha atraído mucha atención. La revista The Economist informó sobre el proyecto en su edición del 21 de junio de 1997:

El reciente intento de integración en Centroamérica es diferente y, en comparación con otras formas de vinculación regional en todo el mundo, inusual. Se concentra no solo en el libre comercio sino también en políticas microeconómicas comunes, tales como la desregulación y la armonización de impuestos. En lugar de acudir a los economistas liberales de la Universidad de Chicago, como lo han hecho los reformadores localizados más al sur, los centroamericanos se inspiran en la Escuela de Negocios de Harvard y en el INCAE, otra institución con la misma mentalidad. Michael Porter, un Profesor de Harvard que se ha convertido en el gurú de economía de la región... cree que la región debe concentrarse en reformas microeconómicas que incrementen la productividad. Estimulados por seminarios mensuales dirigidos por el INCAE, que actúa como una especie de secretaría de reforma, los ministros están diseñando estrategias comunes para desregular, atraer inversiones, reformar sus sistemas de pensiones y, más

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convencionalmente, unificar las redes eléctricas y de telecomunicaciones y construir caminos.

Aun más sugestivo es el hecho de que el proyecto INCAE-Harvard ha

generado solicitudes de información y sugerencias del Caribe, México, Brasil, Argentina e incluso el Medio Oriente.

El proyecto INCAE-Harvard generó una explosión de actividad en

Centroamérica. Promovió el diálogo respecto al desarrollo económico, tanto dentro de los países del Istmo como entre ellos. También introdujo al diálogo ideas y ejemplos estimulantes del extranjero sobre cómo promover el desarrollo. Incluso hay cambios identificables en la política pública que se pueden atribuir al proyecto, tales como regulaciones que gobiernan el comercio internacional. Sin embargo, tal como lo ha señalado el economista guatemalteco (y miembro del Consejo Directivo del INCAE) Richard Aitkenhead, el principal resultado del proyecto es que contribuyó significativamente a un cambio de mentalidad entre la elite económica y política de la región, una mayor conciencia de lo que implica, política y económicamente ser parte de la comunidad de naciones-estado en la era contemporánea.

Durante este período, el INCAE también llevó a cabo otros proyectos,

principalmente en Ecuador y Venezuela. En Ecuador, la facultad del INCAE trabajó con la AID en un ambicioso esfuerzo por fortalecer la administración de la economía del país y contribuir a un diálogo respecto a cómo abordar la paralizante fragmentación política del país. El sector privado de Ecuador, dirigido por Isabel Noboa, se ha comprometido a ayudar al INCAE a crear y mantener un centro de educación ejecutiva en Guayaquil, que sirva no solo a Ecuador sino también a otras naciones de Sudamérica.

En 1993, el INCAE firmó un contrato por muchos millones de dólares y

con un plazo de seis años con la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho de Venezuela. Este convenio financió la educación de estudiantes venezolanos en el INCAE, la capacitación de candidatos doctorales, la capacitación postdoctoral para profesores, cursos para profesores y administradores en universidades venezolanas e investigación y escritura de casos sobre Venezuela (para ser utilizados en las aulas del INCAE). El INCAE también ofreció un número cada vez mayor de seminarios --sobre temas que iban desde administración agroindustrial hasta mercadeo-- en Sudamérica e incluso, ocasionalmente, en México.

Todas estas actividades contribuyeron al crecimiento y la diversificación

de los estudiantes del INCAE. Un número cada vez mayor de estudiantes empezó a llegar de Sudamérica. Como respuesta a esto, ahora el INCAE no solo tiene oficinas en cada uno de sus seis países miembros sino que también tiene oficinas --y amigos-- en Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y la República Dominicana. Un aumento en el número de mujeres también ha contribuido a la diversidad del cuerpo estudiantil.

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En 1995, con el crecimiento del cuerpo estudiantil del INCAE y en un

esfuerzo decidido por colaborar en la reconstrucción de Nicaragua, el INCAE volvió a ofrecer un programa residencial de maestría en su campus situado en las afueras de Managua. Actualmente se ofrecen dos secciones del programa de maestría en administración de empresas en el campus de Costa Rica y una sección se ofrece en el campus de Nicaragua, todas las cuales reciben igual atención de la facultad del INCAE.

La facultad del INCAE continúa siendo la base sólida de la institución, tal

como ha sido desde que se ofrecieron las primeras lecciones en el Banco Central de Nicaragua. Los profesores provienen de toda Latinoamérica y Norteamérica y, ocasionalmente, algún miembro de facultad proviene de Europa o Asia. Casi toda la facultad tiene doctorados de Harvard o de otras universidades de renombre. También es sugestivo el hecho de que los miembros de facultad del INCAE han sido profesores visitantes en Harvard, Stanford, Princeton, la Universidad de Michigan y otras. La facultad toma en serio su compromiso con la enseñanza e incluso el Rector y los Decanos imparten lecciones. Los miembros de facultad del INCAE han producido más de 3.000 estudios de casos sobre administración en Latinoamérica. Los frutos de la investigación de la facultad se han diseminado ampliamente, tanto en inglés como en español.

Aunque el contrato formal entre la HBS y el INCAE concluyó en 1972,

ambas instituciones todavía cooperan, como lo demostró claramente el proyecto de competitividad con Michael Porter. Un comité asesor formado por seis miembros de facultad de Harvard ofrece orientación al INCAE. A su vez, el INCAE contribuye --al menos en pequeña escala-- a la riqueza de la HBS. El INCAE envía estudiantes prometedores al programa doctoral, los casos del INCAE se usan a veces en la HBS y la facultad del INCAE ocasionalmente ayuda a sus colegas de Harvard en la realización de investigaciones.

Harvard le brindó al INCAE un fundamento sólido, pero el INCAE ha

prosperado tanto a consecuencia de la innovación como de la respuesta oportuna a las cambiantes necesidades gerenciales de aquellos a quienes presta servicio. El INCAE ha demostrado su capacidad para ofrecer capacitación gerencial de calidad y, más ampliamente, para contribuir con el desarrollo económico de Latinoamérica.

Los esfuerzos directos del INCAE para promover el desarrollo económico,

incluyendo principalmente el proyecto INCAE-Harvard para la competitividad y el desarrollo sostenible, han enriquecido al INCAE y han fortalecido su capacidad para capacitar gerentes. La oferta de cursos y el contenido de las clases se han enriquecido, el reclutamiento y la diversidad de estudiantes se han fortalecido, los conocimientos y las destrezas de la facultad se han ampliado, los vínculos con el sector público y el privado de los países latinoamericanos se han

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intensificado y, finalmente, el bienestar financiero de la institución se ha incrementado. La teoría y la práctica –la educación y el trabajo-- se apoyan mutuamente en el INCAE.

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Estudiantes y egresados del INCAE

Roberto Artavia

Los estudiantes del programa residencial de maestría en administración

de empresas del INCAE comparten un riguroso programa académico de dos años en estrecha convivencia con sus compañeros. La naturaleza residencial del INCAE es una clara importación de Estados Unidos, ya que no es común en Latinoamérica. Aunque tanto el campus de Nicaragua como el de Costa Rica están alejados del bullicio urbano, la residencia en el INCAE es popular, lo que contribuye a una mayor concentración en el estudio y a la creación de vínculos más estrechos entre los estudiantes.

Aparte de la residencia en el campus, se percibe que el INCAE es

diferente de sus contrapartes latinoamericanas por su seriedad y su pesada carga de trabajo. Los estudiantes de primer año comúnmente no creen lo que se les pide. Solo con raras excepciones los estudiantes cumplen. Sin embargo, a veces titubean y tienen que recurrir a su ingenio para cumplir con la exigencia de la facultad del INCAE.

Los egresados más antiguos del INCAE se regocijan contando la

anécdota de un profesor europeo que inició su primera clase llamando a un estudiante de primer año que no estaba adecuadamente preparado. El estudiante miró nerviosamente al profesor y no respondió. El profesor, airado reprendió al estudiante y le dijo que si seguía actuando de esta forma estaba destinado al fracaso y que para llegar a ser un gerente uno tenía que estar listo a plantear y defender sus opiniones, que él estaba perdiendo su tiempo así como el de la clase y que, por tanto, lo mejor que podía hacer el estudiante era abandonar el programa. Desconcertado, el estudiante empezó a abandonar el aula. El profesor lo miró fijamente al salir, mientras que los demás estudiantes observaban asustados. Sin embargo, mientras salía, el nerviosismo del estudiante se convirtió en ira hasta el punto en que, precisamente antes de llegar a la puerta del aula, se volvió, miró al profesor y le dijo: “Antes de irme, quisiera decirle que en toda mi vida nunca he conocido a un hijo de puta como usted”. Ante el asombro de todos el profesor sonrió levemente y respondió: “Vuelve a tu asiento, hijo, ya has aprendido a hablar como un gerente”. El estudiante se graduó dos años después y llegó a ocupar puestos de importancia en su país.

Una generación más reciente de estudiantes cuenta de otro profesor, esta

vez local, que inició su clase de primer año llamando a un estudiante y preguntándole lo que pensaba de la lectura asignada para complementar el caso del día. El estudiante le respondió que había preparado el caso, pero que no

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había tenido tiempo de ver la lectura. El profesor simplemente dijo: “¡Strike one!” Al principio de la siguiente clase, mientras el profesor miraba por toda el aula, había varias manos levantadas que indicaban una serie de estudiantes que estaban ansiosos por iniciar la discusión del día, entre ellos el estudiante del incidente del día anterior. Él había dedicado varias horas a preparar el caso y, además, había hecho la lectura complementaria asignada. Pero el profesor lo miró y le preguntó: “¿Qué dice la lectura complementaria asignada para el caso de ayer?” El estudiante tuvo que confesar que, en su ansiedad por hacer un buen papel con el material de ese día, todavía no había tenido tiempo de ver la lectura complementaria que se asignó para el primer día. “¡Strike two!”, lo condenó el profesor. Hoy, como exitoso gerente de una empresa de considerable tamaño, el egresado recuerda: “Después de ese día, fui uno de los estudiantes mejor preparados en esa y en todas mis otras clases. Todavía me siento agradecido con el profesor por la lección que me dio”.

La capacidad que desarrollan los estudiantes del INCAE para defenderse

es notable. Después de una noche especialmente agotadora de estudios, un estudiante vino a clase tan cansado que se quedó profundamente dormido. A mitad de la clase el profesor decidió despertar al estudiante durmiente. Alzando la voz, lo llamó y le preguntó: “¿Qué piensa usted respecto a lo que han dicho sus compañeros de clase en relación con la situación de la compañía?” Al ver el pizarrón vacío el estudiante, sin vacilar ni un momento, dijo: “Profesor, encuentro que las opiniones que se han dado son vagas y que los argumentos presentados son incompletos. Quisiera pedirle a mis compañeros que aclaren lo que han dicho”. El profesor quedó tan sorprendido --e impresionado-- con la rápida respuesta que pidió a los estudiantes que volvieran a expresar sus opiniones sobre el caso en discusión. El estudiante soñoliento no tuvo ninguna dificultad en añadir su opinión y la clase continuó.

Cuando el mundo exterior se inmiscuye con los estudiantes del INCAE,

ellos a menudo son capaces de frustrar desafíos inminentes con las destrezas analíticas que han perfeccionado en el aula. Una vez, en horas avanzadas de la noche, un estudiante en Managua chocó contra una vaca que había vagado hasta llegar a la carretera sin iluminación que conduce al campus. Unas cuantas horas después la policía vino a buscar al estudiante, exigiendo que se presentara en la casa del agricultor, que vivía cerca del INCAE, para pagar la vaca muerta. El estudiante respondió que con mucho gusto lo haría, siempre y cuando el agricultor dueño de la vaca también se presentara a pagarle los daños del carro. La respuesta, que aparentemente era algo que la policía no había esperado, produjo un momento de incertidumbre y luego una discusión entre los dos oficiales de policía. Al final, la policía dijo que el caso estaba cerrado y que cada una de las partes debería cubrir sus propios costos.

Aunque los estudiantes del INCAE, al igual que los estudiantes de todas partes, aprecian sus momentos compartidos de humor e incredulidad, admiten

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de inmediato que el estudio intensivo del INCAE los deja con destrezas analíticas más agudas, les inculca experiencias gerenciales indirectas, capacidad para trabajar y un profundo sentido de camaradería con sus compañeros de clase. Dada la diversidad de los casos del INCAE y la conformación internacional de su facultad y su estudiantado, los estudiantes son también más experimentados en cuanto al mundo. Ellos salen del INCAE listos y con capacidades para contribuir con el desarrollo económico de sus respectivos países.

El INCAE considera egresados a todos los estudiantes que han pasado

suficiente tiempo en el Instituto como para absorber la esencia de la cultura del INCAE. Fieles a la recomendación de George Cabot Lodge durante la fundación del INCAE, nuestros egresados están comprometidos con el cambio y con el manejo exitoso del cambio y tienen el talento gerencial y analítico necesario para ser productivos en todas sus empresas. También saben que la renovación y el aprendizaje continuo son necesarios para manejar –e iniciar-- el cambio. Finalmente, tenemos la esperanza de que los egresados del INCAE tengan las más altas normas éticas.

Desde su fundación, a principios de la década de los 60, más de 4.000

administradores se han graduado de los programas académicos del INCAE y más de 125.000 ejecutivos han participado en los programas de administración ejecutiva del Instituto. Los egresados tienen sus propias asociaciones, organizadas nacionalmente (en Honduras y Ecuador se organizan por ciudad) y realizan actividades periódicas que los reúnen. También existe una federación que une estas asociaciones de egresados entre sí y con el INCAE.

Sin embargo, lo más importante es el trabajo de los egresados del

INCAE. Ellos realizan una importante labor en toda Latinoamérica, ocupando puestos de responsabilidad en el sector público y el privado de la región. Los egresados del INCAE generan riqueza y crean empleos. Reúnen y administran capital de inversiones, introducen nuevas tecnologías, combaten la degradación ambiental, administran la recaudación de ingresos públicos, planean e implementan programas sociales y hacen muchas cosas más. De hecho, donde quiera que haya organizaciones complejas que ejecutan tareas complicadas, los egresados del INCAE están trabajando. Y desde cualquier punto de vista tienen éxito, lo que es bueno, ya que no hay mejor medida del éxito del INCAE que el éxito de sus egresados.

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Perspectiva para el futuro

Roberto Artavia

En vísperas del siglo XXI asumí la responsabilidad de fungir como Rector

del INCAE. Soy costarricense con un antepasado guatemalteco y una esposa nicaragüense, a quien conocí mientras estudiaba para obtener mi título de maestría en el campus del INCAE en Nicaragua. Me considero “centroamericano” y espero que mis tres hijos lleguen a considerarse como “latinoamericanos”. Quizá mis nietos se consideren “ciudadanos de las Américas”. Al concluir mis estudios de maestría, trabajé como asistente de investigación en el INCAE. Ingresé al programa doctoral de la Escuela de Negocios de Harvard en 1987 y obtuve mi título en 1992. Regresé al INCAE para unirme a la facultad. Fungí como decano, supervisando el programa de maestría y dirigiendo el desarrollo de facultad; fui el primer director de nuestro Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS), promoviendo sus primeras iniciativas. Mi ascenso al puesto de rector es un testimonio de que el INCAE ha alcanzado la madurez institucional –y la independencia intelectual– necesaria para reclutar a sus líderes de entre sus propias filas. Yo conozco la institución.

Estoy al mando de una formidable institución con recursos considerables,

entre los cuales destaca prominentemente su prestigio en la comunidad empresarial de Latinoamérica. Estoy promoviendo nuestro compromiso institucional con la competitividad económica y el desarrollo sostenible. Aunque las dificultades en los países andinos están atrasando nuestros esfuerzos por llegar a ser “continentales”, perseveraremos. A pesar de que estamos muy conscientes de que nuestra misión original era satisfacer las necesidades de Centroamérica, la realidad de la globalización es que no podemos satisfacer esas necesidades a menos que nos proyectemos fuera del Istmo. Y hay muchas cosas útiles que estamos haciendo --y que podemos hacer-- en otros lugares de las Américas.

En nuestros esfuerzos por satisfacer las necesidades gerenciales de

Latinoamérica, debemos mantenernos en la vanguardia de la educación gerencial. Estamos revitalizando nuestro programa de maestría en administración de empresas y nuestros programas de educación ejecutiva, fortaleciendo el currículo existente y experimentando en nuevas fronteras, tales como el mercadeo y el comercio electrónico. También estoy esforzándome por fortalecer al CLACDS, consolidando sus actividades y, a la vez, integrándolo más plenamente con los múltiples programas académicos del INCAE. Finalmente, estoy comprometido a fortalecer nuestra relación con todos nuestros participantes, con el sector público y el privado de nuestros países miembros, con nuestros comités nacionales, con los egresados del programa de maestría y de nuestros programas de educación ejecutiva y también con nuestros valiosos

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empleados. Hemos logrado mucho, pero aún falta mucho por hacer. Siempre estamos ocupados. Y yo estoy siempre optimista en cuanto a lo que se puede lograr.

Por más de treinta años el INCAE se ha esforzado por satisfacer las

necesidades de Latinoamérica, tratando de promover el desarrollo económico, de corregir pasos equivocados, de fomentar la cooperación entre todas las partes interesadas y de implantar la visión de un futuro mejor. El INCAE continúa enseñando administración de empresas, pero ha aceptado nuevas responsabilidades de enseñanza e investigación: la producción y diseminación de tecnología, economía, manejo ambiental y desarrollo sostenible, así como gobernabilidad y política pública. El éxito del INCAE en estas áreas y, sobre toda, su anuencia a abordar la superposición entre disciplinas, ha conducido a una creciente demanda de sus servicios. El número de estudiantes y profesores ha aumentado, haciendo al INCAE aún más internacional.

En el futuro, el INCAE continuará desarrollando esta novedosa y exitosa

combinación de servicios. Asimismo, el INCAE continuará expandiendo sus programas y sus vínculos institucionales por toda Latinoamérica. Nuestra lealtad a nuestro principal don de Harvard --el compromiso con la excelencia en todo que hacemos-- seguirá siendo constante.

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Publicado por

INCAE

Apartado 960

4050 Alajuela

Costa Rica

www.incae.ac.cr

2001

Diseño y preparado por

Forrest D. Colburn

Todas las fotografías son de los archivos del INCAE

Revisado por

Luis Umaña y Ernesto Ayala