jose manuel de goyeneche y barreda

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1 JOSE MANUEL DE GOYENECHE Y BARREDA A MANERA DE INTRODUCCION “Azotar corderos no quita los piojos”. Artús, el Bardo Cuéntame, ¡Oh Clío!...., cuan valientes, dignos y capaces eran nuestros enemigos, para comprender mejor la gesta de nuestros mayores. EL PERSONAJE José Manuel de Goyeneche y Barreda nació el 12 de Junio de 1776, en la ciudad de Arequipa. Su padre, Juan de Goyeneche y Aguerrevere, español vasco, oriundo de Baztán, Navarra, era Capitán de Caballería y Sargento Mayor de Milicias Disciplinadas, acaudalado hacendado y rico minero, noble en España. Su madre, María Josefa de Barreda y Benavides, era una criolla, hija de Nicolás de Barreda y Ovando, Maestre de Campo de las Milicias Disciplinadas y uno de los mayores terratenientes en Arequipa. Siguiendo la tradición, a José Manuel le tocó ingresar en el ejército, mientras que su hermano mayor, Pedro Mariano, estudiando jurisprudencia llegó a ser Oidor en la Real Audiencia de Cuzco, y el menor, José Sebastián, fue sacerdote, Obispo de Cuzco y posteriormente Arzobispo y Primado en Lima. Ingresando al ejército español como cadete de la 3a. Compañía del 1er. Batallón de Milicias de Infantería de Arequipa a los ocho años, luego de algunos meses fue nombrado teniente de menor edad en la 4 a Compañía del Regimiento de Milicias de Caballería de Cumaña. En 1788 viajó a Sevilla, donde finalizó sus estudios de cadete de las milicias disciplinadas y de filosofía, obteniendo el doctorado a sus 21 años. Continuando luego su carrera militar, fue nombrado capitán del Regimiento de Granaderos del Estado y destinado como agregado al Real Cuerpo de Artillería de Cádiz, donde se destacó en combate en 1797 y 1800, como consecuencia de los intentos de la escuadra británica de tomar esa plaza, que fueron rechazados. En 1802 recibió el Hábito de Santiago, como merced del rey Carlos IV, previas pruebas de legitimidad, cristiandad y nobleza de sus primeros cuatro apellidos, siendo apadrinado por un destacado aristócrata potosino, el Marqués de Casa Palacio.

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Page 1: Jose Manuel de Goyeneche y Barreda

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JOSE MANUEL DE GOYENECHE Y BARREDA

A MANERA DE INTRODUCCION

“Azotar corderos no quita los piojos”. Artús, el Bardo

Cuéntame, ¡Oh Clío!...., cuan valientes, dignos y capaces eran nuestros enemigos,

para comprender mejor la gesta de nuestros mayores.

EL PERSONAJE

José Manuel de Goyeneche y Barreda nació el 12 de Junio de 1776, en la ciudad

de Arequipa. Su padre, Juan de Goyeneche y Aguerrevere, español vasco,

oriundo de Baztán, Navarra, era Capitán de Caballería y Sargento Mayor de

Milicias Disciplinadas, acaudalado hacendado y rico minero, noble en España. Su

madre, María Josefa de Barreda y Benavides, era una criolla, hija de Nicolás de

Barreda y Ovando, Maestre de Campo de las Milicias Disciplinadas y uno de los

mayores terratenientes en Arequipa.

Siguiendo la tradición, a José Manuel le tocó ingresar en el ejército, mientras que

su hermano mayor, Pedro Mariano, estudiando jurisprudencia llegó a ser Oidor en

la Real Audiencia de Cuzco, y el menor, José Sebastián, fue sacerdote, Obispo de

Cuzco y posteriormente Arzobispo y Primado en Lima.

Ingresando al ejército español como cadete de la 3a. Compañía del 1er. Batallón

de Milicias de Infantería de Arequipa a los ocho años, luego de algunos meses fue

nombrado teniente de menor edad en la 4a Compañía del Regimiento de Milicias

de Caballería de Cumaña.

En 1788 viajó a Sevilla, donde finalizó sus estudios de cadete de las milicias

disciplinadas y de filosofía, obteniendo el doctorado a sus 21 años. Continuando

luego su carrera militar, fue nombrado capitán del Regimiento de Granaderos del

Estado y destinado como agregado al Real Cuerpo de Artillería de Cádiz, donde

se destacó en combate en 1797 y 1800, como consecuencia de los intentos de la

escuadra británica de tomar esa plaza, que fueron rechazados.

En 1802 recibió el Hábito de Santiago, como merced del rey Carlos IV, previas

pruebas de legitimidad, cristiandad y nobleza de sus primeros cuatro apellidos,

siendo apadrinado por un destacado aristócrata potosino, el Marqués de Casa

Palacio.

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Fue comisionado por la Corona, en 1803, para estudiar los progresos de la táctica militar en diferentes países de Europa, conjuntamente con el marqués de Casa Palacio. A este efecto visitó Alemania y Prusia, donde presenció las maniobras de los ejércitos de Federico Guillermo III de Prusia, en Austria las del ejército del Archiduque Carlos y las de los ejércitos de Napoleón en Bruselas y Paris. También recorrió Inglaterra, Holanda, Suiza e Italia, presentando a su regreso un detallado informe en sus “Quadernos Manuscritos y los planos y láminas que a él acompañan” y una traducción por él realizada del “Manual de Instrucción del Ejército Prusiano”. Este informe, en que se trataban temas de organización, logística, reemplazos, sueldos y gratificaciones y preparación para la guerra, presentado al “Principe de la Paz”, don Manuel Godoy, fue aprobado por el Gobierno español en Junio de 1805 y declarado “adaptable a nuestro adelantamiento militar” por el Inspector General de Infantería.

El 22 de Junio de 1805, José Manuel de Goyeneche fue ascendido al grado de Coronel de Milicias Disciplinadas, en carácter de agregado y como reconocimiento al exitoso cumplimiento de su comisión.

EL CAOS POLITICO EN LA METROPOLI

En 1805, las flotas combinadas de Francia y España fueron prácticamente destruidas por la flota británica en la batalla naval de Trafalgar. Los restos de la marina española, que no participaron en ese combate, estaban a disposición de Napoleón Bonaparte en virtud al tratado de alianza entre aquellos dos países.

España estaba gobernada por Manuel Godoy, Primer Ministro del Rey Carlos IV y posiblemente amante de la Reina María Luisa. Godoy ostentaba los títulos de “Príncipe de la Paz”, Generalísimo de los Ejércitos y Almirante de la Marina. La nobleza, el clero y la ciudadanía españoles sentían un gran desagrado por la forma voluntariosa y despótica en que este ministro conducía el gobierno, llegando a culparle por todo lo malo que ocurría en el reino, aun del mal tiempo, los desastres y las epidemias.

La nobleza resentida rodeó a Fernando, Príncipe de Asturias y heredero de la Corona, haciéndole notar que ya no era el único príncipe en el reino, que Manuel Godoy, ostentando también el título de príncipe y estando unido por matrimonio con María Teresa de Borbón, prima hermana de los reyes, bien podía aspirar a la corona, aprovechando la debilidad de carácter del rey Carlos.

Alarmando, Fernando prestó oídos a los intrigantes y envió una misiva a Napoleón, fechada el 11 de Octubre de 1807, solicitándole la mano de una princesa de la familia Bonaparte, con el propósito de asegurar el apoyo del Emperador, en calidad de suegro, cuando le tocara reclamar el trono de España. Napoleón no creyó a Fernando digno de recibir una respuesta y se guardó la carta.

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No faltó en la corte del buen rey Carlos un anónimo vasallo fiel que se atreviera a poner en conocimiento del débil monarca las noticias de lo que se tramaba en los aposentos del príncipe heredero, acaso exagerando un tanto las intenciones de la oposición, ya que se terminó acusando a ésta de tramar el derrocamiento del Rey y el envenenamiento de la Reina. Carlos IV enfrentó a su hijo, mandó construir una celda en el convento contiguo al palacio y encerró en ella a Fernando. A continuación escribió a su aliado, Napoleón Bonaparte, poniéndole al tanto de lo ocurrido y pidiéndole consejo, el 29 de octubre de 1807. Poco tardó Fernando en arrepentirse, delatar a los caballeros que le dieran tan malos consejos y pedir perdón a su padre, en el dia en que el rey cumplía años, el 5 de Noviembre de 1807. Carlos IV, padre al fin y al cabo, de un retoño que fue esperado y cuidado como ninguno para asegurar la continuidad de la dinastía, otorgó el perdón mediante Real Decreto, aunque con algunas reservas, en el mismo día.

Napoleón, entre tanto, invadía el reino de Portugal, atravesando sus tropas por el reino de España, en uso de sus derechos de aliado de este pais. La Corte Lusitana de los Braganza cambió su residencia a Rio de Janeiro, en el Nuevo Mundo. Una de las viajeras era la Infanta Joaquina Carlota de Borbón, feísima princesa española casada con el no menos feo hijo de los reyes de Portugal.

Como la situación en la corte española no garantizaba la estabilidad del gobierno y menos la confiabilidad que Napoleón necesitaba en el aliado que le vigilaba las espaldas, vio por conveniente asegurar el reino peninsular invadiéndolo y colocando en el gobierno a su hermano José Bonaparte, rebautizado por los españoles como Pepe Botella, en clara muestra de rechazo a este cambio de dinastía. Previamente Carlos IV había abdicado a favor de su hijo Fernando, quien se apresuró a pedir el reconocimiento de Bonaparte a su reinado, sin recibir respuesta, como era ya costumbre del Emperador, sino invitado a ir a Bayona a entrevistarse con Napoleón, que se suponía estaría esperándolo. En realidad el Emperador no estaba en esa ciudad, pero demostraba con ese desplante a Fernando el desprecio que sentía por la casa reinante de España. Al final, los franceses hicieron una redada en España para reunir en Bayona a los Reyes y el resto de su Corte y obligarla, así secuestrada, a ceder la corona a los Bonaparte.

Tal tratamiento a sus gobernantes y a su patria, cayó mal a los españoles, que no tardaron en sublevarse formando juntas de gobierno en las provincias, mientras Madrid derramaba sangre a raudales en defensa de Fernando VII. La superioridad militar de los franceses se impuso en la capital española. En Sevilla se constituyó la “Junta Suprema Gubernativa de España e Indias” en oficiosa representación de las otras juntas provinciales y le declaró la guerra a Francia el 6 de Junio de 1808.

LA COMISION EN AMERICA

El 17 de Junio de 1808, la Junta de Sevilla nombra a José Manuel de Goyeneche

y Barreda su comisionado y representante plenipotenciario en América, para

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asegurar la proclamación de Fernando VII en los virreinatos del Rio de La Plata y

del Perú, el reconocimiento de la Junta como gobierno interino y para buscar el

sostén económico necesario para sostener la guerra contra los franceses.

A un día de su viaje, el 24 de Junio, la Junta de Sevilla le otorga el ascenso al

grado de Brigadier del Ejército. Es intrigante el hecho de que la Junta eligiera a un

Criollo para ser representada ante las autoridades americanas nacidas en España,

dada la evidente discriminación que existía en la Colonia. Como sea, el hecho es

que Goyeneche se embarca en el puerto de Cádiz el día 25 de Junio a bordo de la

goleta Nuestra Señora del Carmen, provisto de salvoconductos ingleses,

necesarios debido a que después de Trafalgar, los mares ya no eran españoles

sino dominio de la armada y los corsarios ingleses. Luego de la invasión francesa,

la Junta de Sevilla había iniciado conversaciones de paz con Inglaterra.

En su viaje a Buenos Aires, Goyeneche hace escalas en las Islas Canarias y en

Montevideo, proclamando rey a Fernando VII. Llega a Buenos aires el 23 de

Agosto, informando a las autoridades virreinales y a la población sobre la situación

en la península, la declaratoria de guerra a Francia y la firma de la paz con

Inglaterra.

Durante el viaje y no es claro exactamente donde, Goyeneche había recibido

correspondencia de la Infanta Carlota en la que le pedía hacer conocer su

pretensión de regentar las colonias españolas mientras su padre Carlos y su

hermano Fernando fuesen prisioneros de Napoleón, llevando para ello cartas a

distintas autoridades en el continente. Goyeneche respondió que respetaba sus

derechos como miembro de la familia real española, que sería portador de la

correspondencia pero que su misión era la de proclamar a su augusto hermano.

Goyeneche informó a la Junta de Sevilla sobre las pretensiones de Carlota.

Es posible que Goyeneche, al igual que muchas de las autoridades a las que llevó

la correspondencia, consideraran que las pretensiones de la Infanta pudieran ser

una opción de gobierno válida a falta del rey Fernando, cuyo destino era

imprevisible. Se acusa a Goyeneche de considerar como otra posibilidad la

consolidación de los Bonaparte en el trono Español, hecho que dependería de la

actitud de los españoles tanto en Europa como en América, sin embargo no hay

evidencia de tal actitud de parte del Brigadier, quien a lo largo de su vida demostró

más bien ser un hombre leal a la corona.

Luego de entrevistarse con el Virrey Jacques Antoine Marie de Liniers et Bremond,

francés al servicio de la corona española, y las demás autoridades en Buenos

Aires, y de la proclama de Fernando VII como único y deseado soberano de los

reinos de uno y otro lado del mar, Goyeneche se pone en camino hacia Charcas,

el día 22 de Septiembre de 1808. Desde Jujuy hace saber al Presidente de la Real

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Audiencia de Charcas, don Ramón Garcia Pizarrro, que se encuentra en camino,

llegando a Chuquisaca el 18 de Noviembre de 1808, siendo muy bien recibido por

la población, el presidente Pizarro y el Arzobispo don Benito de Moxó y Francoli,

quien le aloja en su propia residencia. Tanto los Oidores como el fiscal, que se

encuentran desavenidos con Pizarro y Moxó, se niegan a reconocerle como

delegado del gobierno español en tanto no vean las credenciales firmadas por el

Rey, las cuales, naturalmente, no existen.

Ante la conminatoria del presidente Pizarro de recibir al delegado de la Junta de

Sevilla, los oidores y el fiscal se ven obligados a presentarse en la reunión

convocada en casa del presidente para escuchar a Goyeneche, haciéndolo en

traje de calle, mostrando así su desdén por el brigadier y su comisión. El fiscal

Miguel López Andreu pone en duda la legitimidad del representante y de la

representada Junta de Sevilla, Goyeneche acusa a los descreídos de infieles al

rey, provocando que el decano de la Audiencia y yá anciano Boeto se exalte e

insulte a Goyeneche, quien no se queda callado y responde también a gritos y de

muy mala manera. Dicen que Boeto muere días después a consecuencia de la

colerina recibida por culpa del arequipeño. Logrado el reconocimiento de la Junta

de Sevilla y la proclama de Fernando VII en Chuquisaca, el dia 25 de Septiembre

de 1808, Goyeneche sigue camino hacia Lima, pasando por Potosí y La Paz con

igual resultado, dejando también detrás de sí la correspondencia de Carlota, un

verdadero reguero de pólvora que serviría de excusa para inflamar la historia del

Alto Perú.

A los pocos meses de la llegada de Goyeneche a Lima, el Virrey José Fernando

de Abascal lo nombra Presidente Interino de la Real Audiencia del Cuzco, en un

hecho que va contra los usos y costumbres en América, ya que ese nivel de

cargos estaba reservado solo para los españoles nacidos en la península. Este

solo hecho sirve para demostrar que Goyeneche distaba mucho de ser un simple

aventurero, tal como lo califican algunos historiadores bolivianos.

LAS CIRCUNSTANCIAS AMERICANAS

Pasados trescientos años de historia colonial, América está poblada por nativos

sojuzgados y sometidos pero no transculturizados, mestizos sin mayor futuro,

españoles nacidos en América y españoles nacidos en la península. Los más altos

puestos de la administración secular, religiosa y militar están reservados para los

chapetones, los españoles nacidos en España. Un abogado de la Real y Pontificia

Universidad de San Javier de La Plata, por muy bien preparado que esté, nunca

podrá aspirar a ser un Oidor en la Audiencia de Charcas. La discriminación es

total. La metrópoli también monopoliza la industria y el comercio. Para viajar a

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España hace falta una autorización real. Para viajar de una ciudad a otra, han de

tenerse permiso y salvoconducto del gobernador.

La población, exceptuando a los nativos, es católica. Nadie cuestiona ni la

legitimidad ni la autoridad del Rey o del Papa, exceptuando una docena de

personas en toda la colonia, de las cuales la mitad están en Chuquisaca y uno en

Sica Sica, como párroco del pueblo. Entre los españoles, algunos de ellos

militares, hay unos pocos que tienen ideas afines a las de la revolución francesa,

que piensan en monarquías constitucionales, gobiernos locales autónomos o tal

vez yá, repúblicas. Son denominados jacobinos.

Lo que le duele al criollo es no tener las mismas oportunidades que el peninsular

para ocupar altos cargos en las jerarquías civil, religiosa y militar , aunque se sabe

tan español como el otro. La soberbia de las autoridades españolas es insufrible,

especialmente la de los oidores. Tampoco pueden los americanos dedicarse a la

industria o al comercio de ultramar, que son monopolio de la península.

Han habido rebeliones y revueltas locales de nativos y mestizos, considerados

hechos delictivos merecedores de patíbulo: horca y descuartizamiento. Es una

buena razón para no decir todo lo que uno piensa. Las ideas circulan en forma de

panfletos anónimos, son muy peligrosas para expresarlas en voz alta. Hay un

grupo de criollos, varios de ellos abogados de la Universidad de Charcas que

discute apasionadamente sobre el futuro de las colonias y el gobierno que

conviene darles, ante la ausencia de la autoridad real y bajo la influencia de la

ilustración y de las revoluciones francesa y norteamericana. Entre ellos están

Manuel y Jaime Zudañez, Mariano Michel, José Francisco Xavier de Orihuela,

Matías Terrazas, Pedro Ignacio de Rivera, Patricio Malavia, Manuel de la

Coscuera y otros

Pero, pese a todo, la población en general es leal a la corona española y católica

sin discusión. La patria para muchos sigue siendo España.

LA GUERRA EN AMERICA

Las desavenencias entre las autoridades españolas en Chuquisaca, con los

oidores Antonio Boeto, Regente de la Audiencia, José de la Iglesia, José Agustín

de Ussoz y Mozi, José Vázquez Ballesteros y el fiscal Miguel López Andreu por

una parte, y el Presidente de la Audiencia y Gobernador, don Ramón García

Pizarro y el Arzobispo Benito Maria de Moxó y Francoli Marañoza Zabater Sanz de

Latras por el otro, se hacían mas profundas, siendo los móviles de orden personal,

sin que ninguno acepte darle la razón al otro, en temas muchas veces triviales.

Entre los motivos de orden político, se acusaba al presidente y al arzobispo de

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“carlotistas”, por lo tanto traidores al monarca de España, Fernando VII, al intentar

entregar las colonias a la regencia de la ambiciosa infanta Carlota.

En el mes de Mayo de 1809, el dia 24, los Oidores decidieron pedir la renuncia del

presidente, so pena de obligarle por la fuerza a dejar el cargo. Al día siguiente, el

25 de Mayo, al enterarse Pizarro de las pretensiones de la Audiencia y de varios

ciudadanos relacionados con ella, emitió órdenes de aprensión para varios

personajes, entre ellos los hermanos Zudañez, siendo Jaime el único que fue

habido y detenido. El pueblo se volcó a las calles para pedir su liberación,

inflamados los ánimos tanto por los oidores cuanto por el grupo de abogados

criollos que veían la oportunidad para desestabilizar el gobierno de la corona. El

toque a rebato, los gritos de la multitud y el cerco a la casa de gobierno hacen

pensar a Pizarro que finalmente no hay mas remedio que liberar a Zudañez para

calmar el motín. De nada sirve esta medida, ya que continúa la conmoción en el

pueblo. A las tres de la mañana Pizarro se ve obligado por las circunstancias a

firmar su renuncia y el gobierno queda formalmente en manos de los Oidores de la

Real Audiencia que así quedan, de hecho y sin pensarlo, alineados en las filas de

la revolución chuquisaqueña, al grito de “Viva Fernando VII, Mueran los traidores

carlotistas”.

La Audiencia envía delegados a Cochabamba y La Paz, para pedir el apoyo de

estas ciudades al movimiento chuquisaqueño. Mariano Michel y su hermano José

Antonio Medina, cura de Sica Sica, que se encuentran entre los revolucionarios

más radicales esgrimiendo el concepto de independencia de la corona española,

participan del grupo encabezado por Pedro Domingo Murillo en la sublevación de

La Paz, el 16 de Julio de 1809.

Nuevamente se escucha el grito de “Viva Fernando VII” y la acusación que se

hace al Intendente de La Paz, Tadeo Dávila y al Obispo Remigio de la Santa y

Ortega, de ser carlotistas y traidores a España, pretendiendo entregar las colonias

a la casa de los Braganza de Portugal.

El Virrey de Lima, Abascal, comprendiendo la amenaza que representa para Lima

la sublevación en las provincias altas del Virreinato de Buenos Aires, instruye al

Brigadier Goyeneche que reúna tropas en el Cuzco y avance sobre La Paz para

reprimir el movimiento subversivo.

Otro tanto hace el Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros en Buenos Aires, enviando

tropas a Chuquisaca, al mando del Mariscal Vicente Nieto, a quien nombra

Presidente de la audiencia y Gobernador de la plaza.

Goyeneche cruza el rio desaguadero el 13 de Octubre y después de un breve

combate entre su vanguardia y una pequeña fuerza de los sublevados paceños,

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entra a la ciudad el 25 de Octubre. Algunos de los cabecillas huyen a los yungas, y

son perseguidos y tomados prisioneros por un destacamento español mandado

por Pio Tristán, lugarteniente de Goyeneche.

Mientras Nieto ingresa a Chuquisaca sin resistencia y pone orden con algunas

detenciones y deportaciones, Goyeneche somete a juicio sumario a los cabecillas

de La Paz y los condena a muerte por la horca, entre ellos estaba el cura de Sica

Sica, a quien por ser sacerdote, no puede ahorcar y envía al destierro junto con

otros curas y civiles. El ahorcamiento de nueve de los cabecillas, entre ellos Pedro

Domingo Murillo, tiene lugar el 29 de Enero de 1810.

Goyeneche mostró en otras oportunidades que podía ser misericordioso y

perdonar a los alzados. ¿Por qué fue tan drástico en aquella oportunidad? Había

una razón de fondo: desde Julio hasta Octubre el alzamiento de la ciudad de La

Paz parecía no haber tenido mayor repercusión, excepto la divulgación de una

proclama manuscrita atribuida a la Junta Tuitiva, aunque los historiadores se

inclinan por dar al cura Medina la paternidad de la misma, la que junto a otro par

de documentos, el “Diálogo entre Atahuallpa y Fernando VII” y la “Apología de la

conducta de la ciudad de La Paz”, tienen un lenguaje mucho más radical y

direccionado que los pasquines, libelos y otros.

La proclama copiada varias veces y con ligeras variaciones es un llamado a la

independencia de la corona, a la que trata de despótica, tirana y usurpadora. Solo

por este hecho podríamos considerar que Goyeneche consideró que la revolución

paceña debía ser aplastada, porque traspasaba los límites de una rencilla entre

caballeros. Era la mecha que podía hacer explotar a las colonias.

Apagó efectivamente Goyeneche esa mecha? La historia dice que nó, que fue

ardiendo lentamente hasta el año 1813, en que la idea libertaria empieza a tomar

su forma definitiva.

Volviendo a nuestra historia: Goyeneche deja en La Paz al benemérito don Juan

Ramírez con una guarnición de 500 hombres de infantería, 50 de caballería y 2

piezas de artillería y retorna a sus funciones en el Cuzco.

El 25 de Mayo de ese año de 1810 destituyen en Buenos Aires al Virrey Cisneros,

se forma una Junta Provisional Gubernativa para ejercer autoridad sobre las

Provincias del Rio de La Plata mientras se reúna un congreso de diputados que

defina la forma de gobierno que se instauraría hasta el retorno de Fernando VII al

trono. Las autoridades realistas de Potosí y Chuquisaca, tan pronto como supieron

de la destitución de Cisneros, pidieron al Virrey Abascal retomar el dominio de la

Audiencia de Charcas para la corona española.

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Entre tanto, la Junta de Buenos Aires que no estaba dispuesta a perder las ricas

tierras de Charcas y el Potosí, dispuso que un pequeño ejército bajo el mando de

Juan José Castelli se dirigiera a las provincias del norte. Mientras estas se

aproximaban al territorio de la Audiencia, se produce un levantamiento indígena en

Oruro, bajo el liderazgo del cacique de Toledo, Victoriano Titicocha. El gobernador

de Cochabamba, José Gonzales Prada envía a Oruro un batallón de 300 soldados

bajo el mando del Coronel de Milicias Francisco del Rivero y los Oficiales Esteban

Arce y Melchor Guzmán, conocido como “el Quitón”. Estando cerca a Oruro,

Rivero, Arce y Guzmán deciden retornar a los valles altos de Cochabamba,

reclutan más tropas en Tarata y toman la ciudad, destituyendo al gobernador el 14

de septiembre de 1810. Los sublevados organizan una Junta de Gobierno que se

pone a disposición de la Junta de Buenos Aires.

Rivero decide tomar también la plaza de Oruro, hecho que corta en dos a las

tropas españolas, posibilitando que Castelli triunfe en la batalla de Suipacha sobre

las milicias de Paula Sanz y Nieto, el 6 de Noviembre de 1810. A los pocos días, el

14 de noviembre, se lleva a cabo la batalla de Aroma, en la que las tropas

cochabambinas acantonadas en Oruro derrotan a un destacamento español

comandado por Fermín de Piérola.

A la sazón gobernaba La paz Domingo Tristán, primo de Goyeneche y hermano

de Pio Tristán, lugarteniente del Brigadier. Vistas las circunstancias y ante la

presencia del ejército de Castelli y las tropas insurgentes, Tristán decide reconocer

la autoridad de la Junta de Buenos Aires, con lo que Castelli queda de dueño

absoluto de las provincias del norte. La despótica conducta de Castelli y los

excesos de la soldadesca bajo su mando se ganaron la mala voluntad de la

población en todas las ciudades por las que pasaron. Castelli comenta que el

siguiente paso a dar es avanzar sobre Puno, Arequipa y el Cuzco.

Ante la amenaza que supone la presencia del ejército auxiliar, y las intenciones

manifestadas por Castelli, para las localidades del sur del Perú, el Virrey Abascal

ordena a Goyeneche que se acantone con las tropas del Cuzco en Zepita, en el

lado peruano del rio Desaguadero, para frenar el avance del ejército de Castelli.

A principios de 1811, Castelli traslada su cuartel general a Laja, en las

proximidades del lago Titicaca. Desde allá abre negociaciones con Goyeneche

para un armisticio de 40 días, las que son aceptadas por el Brigadier quien firma el

documento el 14 de Mayo en el poblado de Desaguadero, siendo ratificado con la

firma de Castelli en Laja, el día 16. Ambos esperaban acontecimientos que les

fueran favorables: Castelli reforzar su ejército y difundir su propaganda entre las

tropas contrarias; Goyeneche, que el nuevo Virrey de las Provincias del Rio de La

Plata con sede en Montevideo, Francisco Javier Elio, sometiera militarmente a la

Junta de Buenos Aires.

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Dos días después de la firma del Armisticio, llega Francisco del Rivero con un

importante cuerpo de caballería y, deseoso de entrar en combate, se aproxima al

Desaguadero. Castelli le manda acampar en Jesús de Machaca, en la retaguardia,

sin informarle de la existencia del Armisticio con Goyeneche. Posteriormente,

Castelli ordena a Rivero a construir un puente sobre el río, ya que el existente se

encontraba en manos de Goyeneche, y cruzar a la otra orilla para ocupar un

sector que cortara una eventual retirada del ejército español. Así lo hace Rivero, y

una vez pasado el rio, ataca a un destacamento de avanzada de 300 soldados,

derrotándolo y tomando prisioneros y parque. Castelli ordena a Rivero a liberar a

los prisioneros y devolver todo el armamento tomado a los españoles, en respeto

al armisticio. Recién se entera Rivero de la existencia del armisticio y se da cuenta

del desdén con que es tratado por Castelli.

Viendo Goyeneche que Castelli no era de fiar, decide atacar faltando cinco días

para la conclusión del armisticio, derrotando al ejército americano. Después de la

victoria, se entera que Castelli estaba preparándose a atacar al día siguiente.

Siguiendo con el mal trato a Francisco del Rivero, Castelli le ordena ir al campo de

batalla a recuperar cañones y armas que habían sido abandonadas en la jornada

anterior y luego replegarse a la ciudad de La Paz para esperar órdenes. Rivero

recupera el parque y molesto por el trato descomedido de Castelli se retira a

Cochabamba, donde en compañía de Esteban Arce y algunos militares argentinos

que se retiraron de Guaqui después de la derrota, se prepara a enfrentar

nuevamente a Goyeneche, que avanzaba sobre el valle de Cochabamba.

La batalla se da en los campos de Amiraya, cerca a Sipe Sipe el dia 13 de agosto

de 1811, siendo otra fácil victoria para Goyeneche. Francisco del Rivero decide

hablar con Goyeneche, deponiendo su actitud de rebeldía contra la Junta de

Sevilla y el régimen español imperante, a cuya cabeza solo quedaban en América

los virreyes Abascal y Elio. Goyeneche no se hace problemas, pide la rendición de

Cochabamba y entra en ella tomar ninguna represalia. Nombra gobernador a

Antonio Allende y deja a Francisco del Rivero con su grado militar y las

preeminencias correspondientes. Para Goyeneche, Cochabamba no representaba

un peligro de fondo, ya que no se hablaba en ella de emancipación sino solo del

desconocimiento de la Junta de Sevilla y la espera de la restauración de Fernando

VII en el trono de España.

De regreso Goyeneche al Altiplano, pasa por La Paz, donde recibe el

reconocimiento de Domingo Tristán, nuevamente alineado en las filas realistas y

obediente al Virreinato del Perú. Goyeneche se vá a Potosí, donde establece su

cuartel general y se prepara para resolver el incordio que representa Buenos Aires

y su Junta, que ya está preparando una nueva incursión al Alto Perú, que se

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presenta dura, porque sus tropas tendrán que enfrentar al ejército de Goyeneche,

que no conoce la derrota.

Pero Cochabamba, la que no concede tregua, vuelve a caer en manos de Esteban

Arce, repuesto del la derrota de Amiraya. El gobernador Allende es destituido

apenas dos meses después de haber sido posesionado en el cargo. Mariano

Antezana se hace cargo de la gobernación, mientras Arce se dirige al sur ya que

Goyeneche se vé obligado a retornar a la rebelde ciudad. Es el mes de Mayo y la

batalla se presenta en el Quehuiñal, por Pocona. Arce es derrotado y la ciudad

queda desprotegida. Así lo entiende Antezana, que anuncia al pueblo que se rinde

y manda guardar en el cuartel todo el armamento que le resta: cincuenta fusiles,

veintiún cañones de estaño y una culebrina de bronce. Esta actitud no le cae bien

a la población, formada prácticamente por puras mujeres, que se arman de

garrotes, piedras, cuchillos y barretas, buscando a Antezana para matarle: un

grupo ataca su casa, sin encontrarle, que ya se hallaba escondido en la Iglesia de

La Merced; otro grupo ataca el cuartel, del que se abren las puertas dejando a las

mujeres sacar el armamento almacenado e ir a fortificarse en la colina de San

Sebastián, en los extramuros de la ciudad. Es la tarde del 26 de Mayo.

Goyeneche se aproxima a la Ciudad y anoticiándose de los aprestos defensivos

de la población, envía un mensajero, que entrega la carta en la que se intima la

rendición de la ciudad, al único oficial capitán de caballería, don Jacinto Terrasas,

que estaba presente entre los defensores de la ciudad. Este pregunta a las

mujeres si aceptan rendirse, ellas dicen que no, que antes morirán matando, y

como ejemplo, dan muerte al mensajero de Goyeneche. El Brigadier Goyeneche,

muy molesto por la situación, ordena el ataque a la colina. El combate dura tres

horas, habiendo sido disparada la primera ronda por las aguerridas ciudadanas.

Mueren treinta mujeres, seis hombres de garrote y tres fusileros. Terminado el

combate, las tropas entran a la ciudad y allanan violentamente las casas,

buscando a cabecillas y rebeldes. A Mariano Antezana le encuentran escondido

en la iglesia de la Recoleta, le fusilan, decapitan su cadáver y alzan su cabeza en

la punta de una lanza, expuesta en la plaza principal por días, en señal de

escarmiento. Algunos días más tarde, mientras se celebraba una ceremonia

religiosa, Goyeneche distingue entre la gente a dos de sus antiguos detractores en

Chuquisaca: el ex Oidor José Agustín de Ussoz y Mozy y el ex fiscal Miguel López

Andreu. Producto del rencor que contra ellos tenía, atropelló con su caballo a

Andreu, dándole sablazos que lo hirieron en la cabeza y el brazo. Unos días

después, ambos españoles se presentaron ante Goyeneche, recibiendo una

reprimenda de éste por no haber sabido comportarse como dignos españoles

peninsulares. Luego los envió a Lima para que el Virrey Abascal dispusiese de

ellos.

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Dejando en Cochabamba al coronel Lombera con alguna tropa, Goyeneche se fue

a Potosí, pasando por Chuquisaca, ciudad que le recibió como a un héroe,

colmándole de halagos. Una vez en Potosí, envió a su lugarteniente Pio Tristán

hacia el sur, con un ejército de 3500 soldados, para que dominara las plazas de

Salta, Jujuy y Tucumán. En esta última ciudad, Pio Tristán sufrió una inesperada

derrota, perdiendo soldados, oficiales y armamento, Se retiró hacia Salta, donde

se encontró con las tropas de Manuel Belgrano, volviendo a ser derrotado.

Anoticiado Goyeneche de estas dos derrotas y desconfiando de la lealtad de los

chuquisaqueños y potosinos al acercarse un nuevo ejército expedicionario de

Buenos aires, decidió replegarse hasta una base mas confiable: Oruro, a donde

llega el 13 de marzo de 1813, abandonando a su suerte a Chuquisaca y Potosí,

también se le unen las guarniciones de Tupiza y Cochabamba. No teniendo mas

que unos cinco a seis mil hombres, Goyeneche considera necesario llegar a una

transacción con el gobierno de Buenos Aires y hace la consulta al Virrey Abascal,

quien se niega a cualquier conversación de paz. Goyeneche, viendo la inutilidad

de ir contra la historia, ya que se empieza a hablar abiertamente de la

emancipación, presenta su renuncia al Virrey del Perú, y se retira hacia España,

donde es muy bien recibido en la Corte.

Aceptada la renuncia de Goyeneche, el Virrey Abascal deja a cargo del ejército

español en las tierras altas al Brigadier Joaquín de la Pezuela, que había de lograr

algunos triunfos como los de Vilcapugio y Ayohuma y aguantarse la guerra de

guerrillas de las republiquetas del Alto Perú.

EL PERSONAJE

José Manuel de Goyeneche, es el personaje más vilipendiado en la historia de la

independencia boliviana. Un hombre a todas luces inteligente, culto, sin duda

conocedor, en su calidad de Doctor en Filosofía, de las corrientes del pensamiento

de la Ilustración de François Marie Arouet, Charles Louis de Secondat, Señor de la

Brède y Barón de Montesquieu y las doctrinas republicanas de Jean Jacques

Rousseau, mas que muchos de los combatientes en la guerra por la

independencia de América.

Algunos de nuestros historiadores han menospreciado su condición de militar, tal

vez ignorando el hecho de que tuvo un papel destacado en ese campo, tanto por

combatir en Cádiz contra la flota inglesa como por haber recibido una comisión de

mucha confianza al ser enviado a estudiar las tácticas de los principales ejércitos

europeos, para mejorar las del ejército español.

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La dureza de los métodos utilizados por Goyeneche para intentar controlar la

subversión en la América meridional no era cosa extraña en su tiempo. La horca y

el descuartizamiento, a más de castigo, era un espectáculo público tan popular

como las corridas de toros.

En la sublevación de Cochabamba de 1810, después de la Batalla de Sipe Sipe,

Goyeneche muestra misericordia hacia la ciudad rebelde, liberando a los

prisioneros y respetando la ciudad. En la sublevación de 1812 su actitud es

menos misericordiosa: victorioso en Pocona, estaba dispuesto a perdonar una vez

más a la ciudad rebelde, hasta que fue recibido con fuego de fusiles y cañones,

acaso furioso, ordena atacar la colina y posteriormente entrar allanando la ciudad

para buscar a los rebeldes y dar un castigo tan ejemplar como el de La Paz.

Cuando Goyeneche se retira de Cochabamba hacia Potosí es ya bastante claro el

hecho de que la ola de revoluciones que sacude a las poblaciones de las tierras

altas ha dejado de ser una revuelta de criollos contra el estatus colonial o la Junta

de Gobierno de Sevilla. No es ya una guerra civil entre españoles…se empiezan a

definir los enemigos. Es la América criolla contra la España colonialista. Al hablar

los criollos de emancipación, sabe Goyeneche que el final de la dominación

española ha llegado y que será inútil seguir combatiendo.

José Manuel de Goyeneche y Barreda fue un hombre leal a su nación, a su

gobierno, a su Rey. Peleó por preservar la integridad del Reino, amenazada por

aquellos que deseaban participar del poder político y económico que les negara la

discriminación de la Metrópoli. Cuando vio que la lucha no tenía futuro favorable al

bando que defendía e intuyendo que el final de la dominación española llegaba a

su fin y que era inútil seguir combatiendo, decidió renunciar a la guerra y retirarse

a España, actitud razonable y lógica en el hombre que conoce las limitaciones de

su persona y sus circunstancias. Así José Manuel de Goyeneche y Barreda llegó a

Grande de España, colaborador inmediato del Rey en su corte y hombre de

envidiable fortuna.

Cabe preguntar lo siguiente: si José Manuel de Goyeneche hubiera tomado el

partido de los criollos, criollo como era él, apoyando la causa de la independencia

cuando estaba al mando en el Cuzco, tal como lo hicieron Francisco del Rivero,

Manuel Belgrano y otros…. ¿habrían llegado los ejércitos de la Gran Colombia

hasta el Perú?. ¿Habrían habrían recibido el título de Libertador San Martín y

Bolívar? ¿Qué nombre hubiera recibido el Alto Perú?.

Arturo Echeverría Zenteno, 2010.

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BIBLIOGRAFIA

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CHARCAS, Mario Urquidi Urquidi, Librería Editorial Los Amigos del Libro,

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5. La mesa coja, Historia de la Proclama de la Junta Tuitiva del 16 de

Julio de 1809, Javier Mendoza Pizarro, Plural Editores, La Paz, 2009

6. La dramática insurgencia de Bolivia, Charles Arnade, Librería Juventud,

La Paz, 2004

7. Ni con Lima ni con Buenos Aires, José Luis Roca, Plural Editores, La

Paz, 2007.

8. .ULTIMOS DIAS COLONIALES EN EL ALTO PERU, Gabriel René

Moreno, Librería Editorial “G.U.M.”, La Paz.