Y ella, con la lentitud ladeante de las anémonas, acercándose con la torpeza del vidente ante la penumbra, pronunció las dos palabras más generosas, más amables, del idioma español: ESCABIO GRATIS. Las pronunció con marcada interrogación: ¿ESCABIO GRATIS?, mientras me acercaba una copa de vino; y porque con la otra mano se acomodaba el pelo supe que (lo) compartiríamos. La noche rozaba su mediana edad, o más rápido alcanza mediana edad la noche / cuando la hora a la que uno juzga decente retirarse es todavía suficientemente nocturna. Eso quiere decir que no éramos jóvenes, o por lo menos yo no lo era; y de no ser por su mirada engrosada por las lágrimas, por la endebilidad alérgica al humo del tabaco, hubiera arriesgado que ella tampoco.