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JURISPRUDENCIA PROVINCIAL
DOCTRINA PLENARIA
QUIEBRA: Resolución de primera instancia que rechaza el pedido de quiebra
solicitada por acreedor. Inapelabilidad.
CAUSA: “DURÁN ANDRÉS VICENTE – QUIEBRA SOLICITADA POR LA
COMPAÑÍA INDUSTRIAL CERVECERA S. A.” (Expte. N°C-33802/99 del Juzg. de 1ª
Inst. C. y C. 3ª Nom; Expte. N° 4455/99 de la Sala 4ª de la Cámara; y Expte. N° 301/99 de
la Cámara de Apelaciones Civil y Comercial).
LA CÁMARA DE APELACIONES EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE LA
PROVINCIA DE SALTA:
I.- RESUELVE que es inapelable la sentencia de primera instancia que rechaza
el pedido de quiebra formulado por acreedor.
II.- CÓPIESE, regístrese, notifíquese y VUELVA a la Sala de origen.
FALLO COMPLETO
Salta, 06 de Abril de 2000.-
En la cuidad de Salta, a los seis días del mes de abril del año dos mil en la Cámara
de Apelaciones en lo Civil y Comercial de la ciudad de Salta, integrada por los Doctores
Susana Graciela Kauffman de Martinelli, Liliana Loutayf, Luis Ramón Casermerio,
Roberto G. de Loutayf Ranea, Marcelo Ramón Domínguez, Graciela Carlsen, José Gerardo
Ruiz, Mario Ricardo D’ Jallad, Oscar Gustavo Koehle, bajo la Presidencia del doctor
Alfredo Ricardo Amerisse, siendo horas diez, formando Tribunal pleno en autos “DURAN,
Andrés Vicente – QUIEBRA solicitada por la Compañía Industrial Cervecera S.A.” Expte.
C-33802/99 del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y Comercial 3ra. Nominación;
Expte. 4455/99 de la Sala Cuarta de la Cámara de Apelaciones Civil y Comercial; Expte.
301/99 de la Cámara de Apelaciones Civil y Comercial con el objeto que se fije “la doctrina
legal aplicable sobre el tema de si es apelable o no la resolución de primera instancia que
rechaza el pedido de quiebra formulando por acreedor”, transcribiendo los votos emitidos
por los Señores Jueces de Cámara de acuerdo al orden de sorteo establecido a fs. 34,
La Dra. Graciela Carlsen dijo:
I.- Sobre la apelabilidad de la sentencia de primera instancia que desestima la
solicitud del acreedor de declaración de la quiebra de su deudor, materia sobre la cual
existen decisiones contradictorias de las distintas Salas de este Tribunal, debe sentarse
doctrina plenaria conforme lo definido en la convocatoria.
Un invalorable antecedente sobre la cuestión es el fallo plenario de la Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial de Rosario, en la causa “Cereales Fichiera SRL,
quiebra” (La Ley, t.1987-C, p. 121), con voto del Dr. Adolfo A.N. Rouillón, acompañado
por la adhesión de destacados juristas como Luis Andorno, Adolfo Alvarado Velloso, Jorge
W. Peyrano entre otros. Allí, para sostener la apelabilidad, y el consecuente apartamento de
su anterior opinión, centro el análisis el Dr. Rouillón en dos aspectos esenciales: vigencia
de la norma genérica de inapelabilidad (art. 273, inc. 3 de la Ley 24.522, que reproduce
textualmente la ley concursal vigente al momento del plenario rosarino), y en caso
negativo, ley aplicable a la cuestión, en base a la cual debe buscarse la solución.
II.- El principio general de inapelabilidad de las resoluciones dictadas en el proceso
concursal (art. 273, inc.3) reconoce como fundamento el de preservar la celeridad (rapidez
y economía, dice el art. 278) del procedimiento concursal, restringiéndose en un máximo
posible las circunstancias dilatorias del trámite que derivarían de la sustanciación de
recursos interpuestos en contra de todas las resoluciones que se dictasen en el curso del
proceso. Se atiende así a la necesidad de una pronta decisión al problema- de acreedores y
deudor- relacionados con la falencia.
Pero es el caso, que como recuerda el Dr. Roullion en su voto, esta norma propia del
iter del procedimiento concursal no tiene vigencia cuando este no ha sido abierto, no existe
en sentido propio, dada la sentencia denegatoria de la quiebra solicitada por el deudor.
Concordantemente, tiene dicho la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos
Aires que la norma de inapelabilidad, por su carácter genérico, debe interpretarse que sólo
rige en las resoluciones de trámite normal y ordinario, sin comprender las sentencias
recaídas en tema de apertura del concurso (SC Buenos Aires, causa “Granosur Soc. col.-
quiebra-“, en El Derecho, t. 104, p.523).
También debe tenerse en cuenta que el principio general de inapelabilidad no reviste
carácter absoluto y cede cuando resulta afectado el derecho de defensa en juicio, y de
modo más amplio, cuando la resolución impugnada causa un agravio que no pueda ser
reparado con posterioridad (CNCom, Sala C. La Ley t. 1996-B, p. 56, con nota), lo que
remite al análisis del caso concreto a fin de determinar la aplicabilidad o no de la norma
restrictiva. Porque la regla de la inapelabilidad admite excepciones derivadas del texto
expreso de la ley, o bien de la naturaleza propia del problema planteado, como cuando
están en juego cuestiones que exceden el normal desarrollo del procedimiento o cuando
están en juego garantías de rango constitucional, como el derecho de propiedad (cf. Fallos
de las Cám. 1 ra. y 2da. de la Plata, citados en Morello-Tessone – Kaminker, Cód. Proc. En
lo Civ. y Com. De la prov. De Bs. As. Y de la Nación Comentados. t. VIII, Concursos,
p.637).
Algunos autores, siguiendo al voto disidente del Dr. Serralunga en el plenario del
tribunal rosarino, citan como argumento concluyente el que cuando la ley ha querido
excepcionar la aplicación estricta del principio de irrecurribilidad, aún en la fase previa a la
apertura del proceso, lo ha dicho expresamente, como en el caso de la apelabilidad de la
sentencia denegatoria de la apertura del concurso, en el art. 13 de la ley concursal
(Guillermo Ribichini, “La inapelabilidad de la sentencia que deniega la quiebra pedida por
el acreedor”, La Ley, t. 1991- D, p. 827); Jorge D. Crispo, “ improcedencia de la apelación
en el pedido de quiebra promovido por un acreedor”, La Ley t. 1999-A, p. 915). En
realidad, la disposición del art. 13 de la ley 24522 no hace sino ratificar que el caso de la
apelabilidad del auto denegatorio de la quiebra solicitada por acreedor es un imprevisto
legal: no vigente para el procedimiento previo a la apertura del trámite concursal la regla
del art. 273, inc. 3°, la ley no ha regulado en disposición especial alguna el caso, aunque
sí lo ha hecho para otras hipótesis, entre ellas, la de la denegatoria del pedido de concurso
preventivo.
III.- Esto nos conduce al análisis de la salida a la imprevisión del texto legal expreso
de la ley, que remite a la aplicación de las normas procesales locales compatibles con la
rapidez y economía del trámite concursal (art. 278 de la ley de concursos). Descartada
dicha afectación a la celeridad de un trámite no abierto aun, queda la vigencia irrestricta
para meritar la apelabilidad, de la disposición del art. 242 del CPCC que autoriza dicha
impugnación para las sentencias definitivas y las interlocutorias, por quien resulte afectado
por la misma.
El proceso instructorio que antecede a la sentencia requiere de una sustentación que
si bien no tiene las notas de una contradicción plena-al prohibirse el juicio de antequiebra:
art. 84 de la ley –reconoce las notas mínimas esenciales que caracterizan al proceso justo
constitucional. La resolución que se dicte en consecuencia es una sentencia interlocutoria,
con los caracteres y formalidades establecidos en el art. 161 del CPCC que, por ende,
resulta susceptible del recurso de apelación por la parte agraviada, en función de lo
dispuesto por el art.242, inc.2° del CPCC.
Y aunque nuestra ley procesal no lo exige como requisito de la apelación, no puede
omitirse advertir que la resolución desestimatoria, cuando su núcleo esencial consiste en la
inexistencia del crédito o de la cesación de pagos por ejemplo, también puede presumirse
de ella el agravio irreparable. Como acontece en todo proceso sumario, la ulterior
posibilidad de renovar el debate sólo se concede para alegar hechos y medios de prueba que
por las limitaciones del proceso antecedente no pudieron proponerse a conocimiento del
órgano judicial, pero no para propugnarse una nueva interpretación legal (Morello-
Tessene- Kaminker, ob. cit., t. VIII, p .383).
IV.-Valiosos antecedentes, además del plenario rosarino, apoyan la apelabilidad del
auto denegatorio de la quiebra solicitada por el acreedor: entre otros, Cám. Civ. y Com. De
Mar del Plata en pleno, causa “García, Carlos A. y otra”, del 30/4/96, J.A., 1996-II, p. 159;
C. N. Com. Sala D, La Ley, t. 1996- E, p. 640, 38.975-S; Sala B, La Ley t. 1996-E, P. 674,
39.133-s; La Ley, t. 1998 –C, p. 543; Sala E, La Ley, 1998-F, p.899, J. Agrup, caso 13.366;
SC Buenos Aires, causa “Mendoza, Domingo C.” citado en Digesto Practico La Ley-
Concursos, t. III, p. 415).
V- Por todo ello, voto por la afirmativa.
El Dr. José Gerardo Ruiz dijo:
1°) Reunida la Cámara en acuerdo plenario para resolver si es procedente el recurso
de apelación contra el auto que deniega la declaración de quiebra solicitada por el
acreedor, desde ya anticipo mi voto por la inapelabilidad sin perjuicio de los argumentos
expuestos por la distinguida colega que abre el debate.
Están por la inapelabilidad- entre otros-: Efraín H. Richard y José Romero Moroni,
“Sistema de Recursos Concursales”, p. 92; Héctor Cámara, “El Concurso Preventivo y la
Quiebra”, vol.3, pág. 1778; Francisco Quintana Ferreira. “Concursos, Ley 19550,
comparada anotada y concordada”, t. 2, p. 126.
Están por la apelabilidad- entre otros-: Fassi y Gebhardt, “Concursos”, 3ra. Edic, p.
552 ; Florit y Rossi “Comentarios Teórico- Prácticos de la Ley de Concursos”, t. II, p 153;
Rodolfo Fontanarrosa en las adiciones a la obra de Satta (Satta, “Instituciones del Derecho
de Quiebra”, p. 113); Raimundo L. Fernández, “Fundamentos de la quiebra”,p. 699 (JA
1996- II- 162) y Adolfo A.N. Rouillón, según su voto en el plenario de la Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial de Rosario, en la causa “Cereales Fighiera SRL,
quiebra” citado en el voto que antecede.
Como apreciación general conviene traer a consideración un estudiado análisis
llevado a cabo por el camarista platense Jorge Edgardo Crespi (citado por Augusto M.
Morello, A.J. Tessone y M.E. Kaminker “Código Procesal en lo Civil y Comercial de la
Prov. de Bs. As. Y de la Nación, comentados y anotados”, t. VIII, p. 632/635). Sostiene el
citado jurista que “la inapelabilidad surge con absoluta claridad de: 1°) La Ley de
concursos y quiebra establece su propio régimen procesal (art. 273, al principio).2°) Sólo
subsidiariamente corresponde recurrir a las normas adjetivas locales (art. 278), porque su
aplicación procede en cuanto no esté expresamente dispuesto por esta ley. 3°) Por
consiguiente, en sana hermenéutica el camino correcto es ir de la ley concursal a las leyes
procesales y sólo en lo estrictamente necesario; pero nunca a la inversa. 4°) La Ley 24522
sienta la regla de la inapelabilidad (que no irrecurribilidad) de las resoluciones dictadas en
el proceso respectivo, salvo las excepciones que ella misma establezca (art. 273, al
principio e inc. 3°)”. Sostiene el citado autor que vale la pena seguir profundizando para ver
diáfanamente que el sistema de la ley es completo, cerrado, tiene rigor metodológico (más
allá de si cada uno comparte o no la solución dada); realizada una suerte de repaso jurídico
y/o contable de la ley falimentaria que los lleva a dicha afirmación.
A) RESOLUCIONES IRRECURRIBLES: En cuatro supuestos la ley va más allá de
la sola inapelabilidad y determina la total irrecurribilidad (a salvo la aclaratoria, que escapa
de ese concepto) de las siguientes resoluciones :1) resolución que declara admisible o
inadmisible el crédito ó el privilegio, tanto en el concurso preventivo como en la quiebra
(art.36, 37 y 200 in fine); no obstante el art. 37 establece la “revisión” ante el propio juez de
primera instancia y el art. 38 sobre acciones por dolo. 2) Dentro de supuestos especiales
(Cramdown) contemplados en el art. 48 en que se puede evitar la declaración de quiebra, no
obstante la imposibilidad de lograr un acuerdo preventivo, mediante el recurso a la
adquisición de la empresa concursada por los acreedores o terceros interesados, aquél
pronunciamiento del juez que determina el valor presente de los créditos verificados y
declarados admisibles a los fines de la reducción del valor patrimonial de dicha empresa,
deviene irrecurrible puesto que en el inc. 4° del citado artículo se establece que la
estimación realizada al efecto por la institución o experto designado será “irrevisable”.3) La
que dispone la restitución inmediata del bien, por vencimiento o resolución de contrato, en
aquellos supuestos en que el art. 186 permite realizarlo con los bienes desapoderados, lo
que así surge de la ultima parte del art. 187.4) La que dirime las observaciones formuladas
al proyecto de distribución final (salvo que se refiera a la preferencia del impugnante o a
errores materiales de cálculo) conforme estatuye el art. 218 penúlt. Párr., 2° parte.
B) RESOLUCIONES APELABLES. Expresamente la ley determina las
excepciones a la regla de la inapelabilidad en 30 casos, a saber:1) rechazo de la petición de
concurso preventivo (art.13). 2) la que se tome respecto de la separación del concursado de
la administración de sus bienes (art.17, párrafo.2°al final). 3) la referida a la designación de
un administrador, veedor o interventor controlador del patrimonio concursado (art. 17,
penúlt. Párr., al final). 4) suspensión temporaria de subasta y medida precautoria (art 24,
párr. 2°). 5) estimatoria o desestimatoria de impugnaciones al acuerdo preventivo (art. 51,
in fine). 6) la que ordene entregar un bien al acreedor o dispone la forma de conservarlo
(art. 58, párr. 2°, al final). 7) la que dispone declarar concluido el concurso y decreta
medidas accesorias (art.59, párr.5°, al final). 8) la que decreta la nulidad del acuerdo,
declara la quiebra y dispone medidas de incautación (art.61, 2° parte). 9) la que decide la
quiebra por incumplimiento total o parcial del acuerdo (art. 63, últ. Párr.). 10)
desestimatoria de la existencia de agrupamiento a los fines concursales (art. 65, in fine). 11)
denegatoria de la revocación inmediata de la declaración de quiebra (art.96, últ. Párr.). 12)
prohibición de salir del país a personas determinadas (art. 103, in fine). 13) la que fije la
fecha de iniciación de la cesación de pago (art. 117, al final).14) declaración de ineficacia
de pleno derecho de ciertos actos realizados por el deudor en el periodo de sospecha (art.
118, al final). 15) la que decide sobre la continuación de contratos en curso de ejecución
(art. 144, inc. 7°, ap. b).16) en el mismo supuesto anterior cuando el tercero hubiere optado
por la impugnación incidental (art. cit). 17) la que rechaza la continuación de la
explotación de la empresa (art. 191, al final). 18) la que asigna valor a la participación de
los bienes asiento de la hipoteca, prenda ó privilegio especial en el precio obtenido en la
enajenación (art. 206, in fine). 19) la que suspende o deniega la suspensión temporaria de la
subasta no judicial en las ejecuciones hipotecarias o prendarias (art. 210 y su remisión). 20)
desestimatoria de la oposición de entrega de bienes invendibles o de realización
infructuosas a asociaciones de bien público, en las condiciones que determina el art.
214.21) la que estima o desestima las observaciones al proyecto de distribución final,
cuando se cuestiona la preferencia asignada al impugnante o se trate de errores materiales
de cálculo (art.218, penúlt. párr, al final). 22) aceptación o rechazo de la clausura del
procedimiento por falta de activo (art. 232, in fine). 23) la que decide la remoción u otras
sanciones al sindico (art. 255, párrs. 3°y 4°).24) la que deniega el pedido de licencia
formulado por el Síndico (art. 255, in fine).25) remoción de los integrantes del comité de
acreedores (art. 260, penúlt. párr. y su remisión). 27) remoción de los estimadores previsto
en el art. 48, inc. 4° (art. 262, 2° párr. al principio y su remisión). 28) regulación de
honorarios (art.272, sin perjuicio de la remisión de los autos a la alzada que el mismo
artículo prevé).29) la que rechaza in limine la articulación de un incidente (art.281,
párr.2°).30) la que pone fin a un incidente (art. 285, párr.1°).
C) VIAS ESPECIALES DE IMPUGNACION: En varios supuestos la ley establece
determinados medios de impugnación especial, a veces como único remedio y otras sin
excluir el posterior recurso de apelación. Ellos son: 1) revisión de la resolución que declara
admisible ó inadmisible un crédito, o el privilegio, tanto en el concurso preventivo como en
la quiebra (art.37,párr.:2° y 200, in fine).Produce efecto de cosa juzgada, salvo dolo. 2)
acciones de dolo prevista para los supuestos señalados en el numero inmediato anterior, las
que tramitarán por vía ordinaria ante el juez del concurso o la quiebra (art.36,37,38 y 200,
in fine). Si la acción de dolo tramita por las normas del proceso ordinario, la sentencia que
recaiga estará sujeta a los recursos ordinarios y extraordinarios previstos en los arts.94 y 96.
En este último caso la ley determina expresamente la apelabilidad de la resolución (art. 96
últ. párr.). En los dos restantes, desde que se establece la vía incidental para la
sustanciación (art.95), también cabe entender que son apelables, conforme lo dispone el art.
285, párrafo 1°).4) impugnación incidental prevista contra la resolución que declara
ineficaces de pleno derecho ciertos actos del deudor realizados en el periodo de sospecha
(art. 118, in fine). Desde que se trata de un incidente, el pronunciamiento final será
apelable (art.285), párr.1°); pero también está prevista la apelación directa contra la
declaración de ineficacia (art.118, in fine).5) impugnación o revisión incidental contra la
resolución que decide la continuación de los contratos en curso de ejecución, formulada por
el tercero contratante (art. 144, inc. 7°, ap. b). La decisión es apelable sin perjuicio de que
la ley también permite la apelación directa contra la sentencia originaria (art. cit. 6)
replanteo de cuestiones ante la alzada que posibilita el art. 285 en su 2° párrafo.
El largo y fatigoso repaso antecedente confirme en la inteligencia del camarista
citado lo afirmado al comienzo; se podrá o no compartir el sistema de la Ley 24522 en
cuanto a la regla restrictiva que sienta para el recurso de apelación pero se trata de un orden
completo, previsor y coherente que se viene manteniendo desde el año 1933, pese a que
pudo ser modificado. Expresa que los argumentos que suelen utilizarse para abrir la
segunda instancia allí donde la ley lo prohíbe son más amañados que reales.
Manifiesta que cuando se argumenta con la “existencia un gravamen que no puede
ser reparado” sólo se está echando mano a un recurso dialéctico, puramente especulativo,
puesto que es obvio que así debe serlo dentro de las exigencias comunes de la apelación.
Pero lo real y concreto significa borrar la clara prohibición legal, crear pretorianamente
excepciones que el legislador no introdujo, y sustituirlo modificando el régimen armónico
que estableció.
Que cuando se trae a colación la razón de “no conculcar la defensa en juicio”, se
olvida que la doble instancia ni es exigencia constitucional ni hace a la esencia del debido
proceso. Constituye doctrina firme de la corte Federal que suprimir o limitar la apelación
no afecta el derecho de defensa en juicio, pues el legislador puede preterir la segunda
instancia sin que se vulnere dicha garantía, pues la doble instancia no es requisito que
venga impuesto por la Constitución Nacional (art. 18, CN y reiterada jurisprudencia de la
CSJN).
Por otra parte, sostener que lo referido al pedido de quiebra previo a su declaración
no se rige por las disposiciones de la ley de quiebra es similar a considerar que hasta la
sentencia que declara la insania no hay- técnica y procesalmente- juicio de demencia. La
normativa a aplicarse desde que se inicia el pedido de concurso o quiebra está dada por la
específica de la materia (Ley 19551 y 24522), lo que importa que la norma de dicho
sistema tenga plena operatividad (voto del Dr. Carli, CCiv. y Com. Mar del Plata, en pleno,
30/4/96, “García, Carlos A. y ot.” JA 1996-II, p.161).
Los concursos son procesos en los cuales recaen resoluciones judiciales en número
y frecuencia temporal más elevados que en otro proceso. La celeridad es, por otra parte, una
aspiración primaria del legislador concursal (por la necesidad de poner fin con rapidez al
pernicioso problema de la insolvencia) habiendo por ello el legislador establecido en el
régimen concursal qué resoluciones son apelables, cuáles son irrecurribles y determinado
vías especiales de impugnación. En líneas generales, la doctrina procesal considera que los
recursos ordinarios locales habrán de resultar inadmisibles cuando la LCQ no dispusiera la
irrecurribilidad de la resolución impugnada. Así se ha dicho que en el supuesto de una
apelación local se requiere, además, que la resolución no se encuentre comprendida en
inapelabilidad. Otra regla es que la LCQ no establezca otro medio de impugnación
específico para el caso; y asimismo, que el recurso local no atente contra la economía y
celeridad procesal (Concursos y Quiebras, Mario Alberto Bonfanti y José Alberto Garrone,
5ta. ed. Actualizada, p. 642/643). Si el legislador hubiese querido que la resolución dictada
por el juez de primera instancia desestimado la solicitud del acreedor de declaración de
quiebra de su deudor fuera impugnable, expresamente lo hubiese previsto.
En la LCQ la competencia derivada a esta instancia aparece limitada estrictamente
por el art. 296, inc.3° (hoy art. 273), por lo que la concesión de la apelación debe ser
considerada restrictivamente (Capel CC Salta, Sala I, fallos 1982: 342; 1987: 55). La falta
de una norma en contrario referida a la inapelabilidad al auto denegatorio de quiebra pedida
por el acreedor no causa estado y puede el acreedor reiterar su pedido en cualquier
momento (Capel CC Salta, Sala IV, t. VII, fl.1975).
Siendo por ende el recurso en contra del auto que rechaza la quiebra solicitada por
el acreedor inapelable conforme el art. 273, inc. 3°, ya que ningún precepto autoriza a
recurrir a esa decisión (Cámara Héctor “El Concurso Preventivo y la Quiebra”, ed.
Depalma, Bs. As., 1982, v. III,p.1773)habiéndose pronunciado a favor de la inapelabilidad
la Cámara Civil y Comercial de Quílmes, Sala I (LL 1996-532).
Por último y sin perjuicio de reconocer que el tema es altamente controvertido y
habiendo sin realizar un pronunciamiento expreso sobre el tema admitido también la
apelación (fallos año, 1998, p. 611). Voto por la negativa.
El Dr. Alfredo Ricardo Amerisse dijo:
Atendiendo al sentido genérico de la norma vigente a la sazón (art.296, inciso 3°,
Ley 19.551), la Sala II en su actual integración, se pronunció por la inapelabilidad del auto
que deniega la declaración de quiebra solicitada por acreedor (Fallos 1990, fs. 247).La ley
actual (24.522) contiene una disposición de igual tenor (art. 273, inciso 3°), por lo que no
encuentro mérito para variar de criterio.
Tanto esta posición, como la contraria que sostiene la procedencia de la apelación,
aparecen minuciosamente explicada por los jueces que me preceden, en sendos votos
generosamente ilustrados con cita de antecedentes judiciales y opiniones de autores
especialistas en la materia, por lo que para no ser reiterativo me pronuncio también por la
negativa adhiriendo al voto del doctor Ruiz.
Las Dras. Liliana Loutayf y Susana Graciela Kauffman de Martinelli dijeron:
El principio de la inapelabilidad de las resoluciones dictadas en el proceso
concursal, en base a lo dispuesto por el art.273 inc.3° de la Ley 24.522 (principio seguido
también por la anterior Ley 19.551) persigue como finalidad esencial la celeridad y
eficiencia de la actuación jurisdiccional y, por ello, tiende a evitar las sucesivas dilaciones
que se producirían en caso de admitirse la apelación ante cualquier resolución que se dicte.
La Corte de Justicia de Salta ha sostenido, siguiendo al Dr. Edgar José Baracat, que
el argumento de la especialidad apelativa en materia concursal es inconducente porque la
regla procesal de la especialidad no puede quedar reducida una mera interpretación de la
ley, por la sencilla razón de que el legislador no ha podido prever todas las situaciones
posibles que se hacen visibles en materia concursal (C.J.S. El Recreo S.A. de fecha
19/04/88 fs. 593/608).
Por ello, la regla de la inapelabilidad admite excepciones, las que deben resultar de
la mención expresa de la ley o implícitamente cuando lo resuelto tenga naturaleza
definitiva concursal (Hitters- Recursos Ordinarios págs. 310/311).
Pero, además de estos supuestos, no cabe perder de vista que la propia ley, luego de
establecer la limitación recursiva en el art. 273 inc 3°, en el art. 278 remite “en cuanto no
esté expresamente dispuesto por esta ley, a las disposiciones de las normas procesales que
sean com0patibles con la rapidez y economía del tramite concursal”.
Por esta razón, siempre que la apelación no se halle expresamente excluida por la
ley o que ésta haya previsto otro medio impugnativo para remediar el error, tratándose del
caso no contemplado, debe concederse la apelación de acuerdo a la ley adjetiva local, para
no tomar en letra muerta la regla del art. 278 de la ley de Concursos y Quiebras.
Como integrante de la Sala I de esta Cámara hemos sostenido que: “La
inapelabilidad contenida en el art. 296 de la Ley 19.551 (actual art. 273 de la Ley 24.522)
apunta a que los procesos concursales avancen rápido y sin las cortapisas que significarían
los recursos de apelación admisibles contra todas las decisiones dictadas durante su curso,
por lo que se ha procurado restringir la dilación del trámite que derivaría de la apelabilidad,
como norma, de todas las resoluciones que el juez dictare”. Y se agrega que: “Rechazado el
pedido de quiebra no podemos sostener que nos encontremos ante un proceso concursal,
por lo que, la inapelabilidad prevista en la norma no puede regir sino que debemos recurrir
a las disposiciones contenidas en nuestra ley adjetiva, por propia remisión de la ley
concursal” (Fallos años 1988, fs. 102/105: 1993 fs. 215/216; 1996 fs. 157/161; 1997 fs.
120/121). En igual sentido se ha pronunciado la Cámara Civil y Comercial de Rosario en
Fallo Plenario del año 1987 (al que se refiere la Vocal que votó en primer término, Dra.
Graciela Carlsen), en el que se establece que es apelable la sentencia desestimatoria de la
solicitud de quiebra formulada por acreedor.
Expresa el Dr. Rouillón en el citado plenario (cambiando si postura anterior) que:
“La directiva general sobre inapelabilidad no rige tratándose de decisiones que no hacen el
trámite de concurso en sí, ni- menos todavía- cuando ni siquiera hay concurso. Recuérdese
que el proceso concursal de quiebra se abre sólo después de la sentencia que declara
aquella. Antes de la sentencia declarativa no hay proceso falencial, sólo procedimiento para
la declaración de quiebra o “instrucción prefalencial”, pero nunca proceso concursal”.
Conforme Maffía, (Heterodoxias Recursivas en el Proceso Concursal- Revista de
Derecho Procesal-2- Medios de Impugnaciones- Recursos I-pág. 145) antes del fallo no
existe proceso concursal sino un trámite contencioso al cabo del cual se pronunciará- o no-
la quiebra demandada por el acreedor. La apelabilidad se rige, entonces, por los criterios
procesales comunes, de modo que el rechazo de la instancia es recurrible. En cambio- dice-
si la demanda prospera, la sentencia declarativa de quiebra da inicio, sin más, al proceso del
cual constituye el acto inicial.
Atento a lo expuesto, doctrina y jurisprudencia citados, votamos por la apelabilidad
del auto denegatorio citadas, votamos por la apelabilidad del auto denegatorio de la petición
de quiebra formulada por un acreedor.
El Dr. Roberto G. Loutayf Ranea dijo:
Las primeras leyes de quiebra remitirán implícitamente la cuestión de las
apelaciones en los concursos y las quiebras a las normas de procedimientos locales,
probablemente para evitar problemas constitucionales. La Ley 4156 establecía
expresamente la apelabilidad de ciertas resoluciones (p. Ej. Arts. 24, 25, 34, 153) sin
imponer limitaciones generales. La Ley 11.719 es la que estableció el principio de la
limitación de las apelaciones en la parte final del art. 12 que textualmente decía:”En los
demás casos, las resoluciones que se dicten en este juicio o en el de quiebra serán
inapelables, salvo disposición expresa en contrario (ISIDORO HAJDENBERG: “El
Recurso de Apelación en el proceso concursal”, L.L. 148-1086, nota 1).
Se interpretó que la limitación recursiva prevista en el art. 12 de la Ley 11.719 tenía
el propósito de evitar dilaciones en el trámite del concurso o la quiebra (EUFRACIO
LOZA: “Ley de Quiebras N° 11.719)”, Bs. As, Zavalía, 1963, pág. 48).
En los supuestos no previstos se entendía que era de aplicación al régimen local
siempre que no contradijera preceptos de la ley o afectara las formalidades especificas que
informaban su economía (SAÚL ARGERI: “La quiebra y demás procesos concursales”, La
Plata, Ed. Platense, t. 3, 1974, pág. 361).Y específicamente se ha considerado que la
limitación contenida en el art. 12 de la Ley 11.719 no regía para el trámite de los pedidos de
quiebra en tanto ésta no hubiese sido decretada (C. N. Com. 5-10-48, L.L.54-82, fallo
26.146; SC. Tucumán, 11-5-54, L.L 77-323, fallo N° 36.402; C2°C.C Y Minas de
Mendoza, Rep. L.L XXV, pág. 1264, sum. 104; RAYMUNDO FERNANDEZ:
“Fundamentos de la Quiebra”, Bs. As., Ed. Cía. Impresora Argentina, pág. 699 y ss.).
Sin lugar a dudas, la Ley 11.719 es una pauta valiosa para la interpretación de la
Ley 19.551 dado que sobre sus moldes se ha realizado la reforma (HAJDENBERG: Op.
cit., pág. 1086, nota 3), y lo mismo cabe decir respecto de la posterior Ley 24.522.
En la nota de elevación del proyecto (que luego sería la Ley 19.551) al Presidente
de la Nación se señala que los objetivos perseguidos, relativos a la seguridad de la actividad
empresaria y “la agilización de los procesos falenciales” se iban a lograr con el texto
propuesto. Y en la Exposición de Motivos se señala que la estructura de la ley exige la
previsión de normas procesales adecuadas. No significa que se desplace totalmente a las
regulaciones locales, sino que, por su naturaleza, la ley contiene tanto la regulación de las
reglas sustanciales que son consecuencia del fenómeno concursal como los procedimientos
típicos por las que ellas actúan. Concordantemente con ello es necesario que ciertas reglas
generales procesales se contengan en la ley “como complemento necesario de su unidad y
de la eficacia de sus instituciones”. Concordantemente con lo señalado, la jurisprudencia ha
dicho que la disposición del art. 296, inc.3° de la Ley 19.551, limitativa de la apelabilidad
de las resoluciones dictadas en el curso de los procesos concursales, apunta a impedir que la
celeridad y agilidad de los trámites concursales puedan ser perturbados por apelación
dilatorias o trastornadoras del desarrollo normal de la causa (C 1° CC. Bahía Blanca, Sala I,
6-4-81, E.D. 95-575): que la inapelabilidad en materia concursal (art. 296, inc. 3° LC) tiene
por finalidad evitar la demora en el tramite mediante la articulación de recursos meramente
dilatorios (C. N.Com., Sala E, 28-8-87, E.D. 128-586; Id. Id. 13-3-97, E.D. 173-260; Id.
Sala A, 11-4-96, E.D. 172-28; Id. Sala B, 30-4-97, L.L. 1999-D-806, N°30).
Sobre el tema especifico que nos ocupa, la mayor parte de la jurisprudencia ha
entendido que el auto que deniega la quiebra no cae en la inapelabilidad dispuesta por el
art. 296 inc.3° de la Ley 19.551 (C. N. Com. Sala A, 14-6-73, E.D.51-407 y L.L. 152-205;
Id. Sala B, 30-4-97, L.L. 1999-D- 806, N° 29; Id. Sala E. 19-9-91, E.D. 145-168; que es
apelable la sentencia desestimatoria de la solicitud de quiebra formulada por acreedor (C.
Apela. CC. Rosario en pleno, 30-4-96, J.A.1996-II-159); que en tal caso el acreedor puede
recurrir ante el superior en virtud de los arts. 98 y 301 de la Ley Concursal (C 1° CC.
Tucumán. 6-10-80, E.D. 92-152). También se dijo que la regla de inapelabilidad solo se
refiere a las resoluciones que se dictan “dentro” del trámite normal de un concurso abierto y
no a la que deniega su apertura, y que mientras no exista estado concursal se aplican las
normas procesales ordinarias (Capel. CC Junín, 21-3-85, Rep. E.D. 20-A-372, N°246); que
el principio general de inapelabilidad estatuido por el art. 296 inc. 3° de la Ley 19.551 (art.
273 inc. 3° Ley 24.522) es inaplicable respecto del auto que desestima el pedido de quiebra,
ya que, esta regla, concebida para que no se entorpezca el trámite concursal, no puede regir
cuando todavía no hay proceso falencial, es decir, cuando no ha habido aún sentencia
declarativa de quiebra, por lo que, ante la falta de una norma expresa que contemple la
situación, deben aplicarse las normas de los ordenamientos locales, por remisión del art.
301 de la Ley 19.551 – art. 278 de la nueva Ley 24.522- (Capel . CC. Mar del Plata, Sala
II, 26-10-95, E.D. 166-161): Y hay también doctrina que considera apelable por el acreedor
la resolución que deniega la quiebra que el mismo pidiera (FASSI-GEBHART:
“Concursos y Quiebras”, Bs. As., Astrea, 1996, pág. 523; FERNANDO VARELA:
“Procedencia de la apelación frente al rechazo del pedido de quiebra por parte del
acreedor”, L.L. 1999-C-908; OSVALDO J. MAFIFIA: “Heterodoxias Recursivas en el
Proceso Concursal”, en Revista de Derecho Procesal (2)- Medios de Impugnación.
Recursos –I, Santa Fe, Rubinzal y Culzoni, 1999, pág. 139 y ss., específicamente pág. 145):
O sea, la finalidad del principio de inapelabilidad establecido por el art. 273, inc. 3°
de la Ley 24.522 (y normas similares de las leyes anteriores) es evitar que el proceso
concursal que por sus particulares características de proceso universal intervienen diversos
sujetos y permanentemente se dictan numerosas resoluciones, sufra dilaciones que
atentarían contra el postulado de celeridad con que se busca poner fin a los estados de
insolvencia. Es por ello que parece lógico concluir, como lo ha hecho la jurisprudencia
reseñada, que el principio de inapelabilidad rige cuando está abierto el concurso o la
quiebra que es cuando se dan las circunstancias a las que se buscaba regular; por lo tanto, a
partir de entonces rige inapelabilidad, a excepción de los supuestos expresamente marcados
en contrario por la ley. Pero, tratándose de una resolución denegatoria de la apertura del
proceso de quiebra, como es la que motiva el presente plenario, no se dan esas
circunstancias tomadas en cuenta para consagrar el principio de inapelabilidad, razón por la
que parece lógico concluir también que este supuesto no está alcanzado por la limitación
recursiva. O al menos, como lo advierte Jorge W. Peyrano en su voto en el citado plenario
de la Cámara Civil y Comercial de Rosario (E.D. 123-312), nos encontraríamos frente a
una situación de incertidumbre, en la que debe echarse mano a los fundamentos del
derecho procesal civil, entre los cuales se registra a qué según el cual se debe estar por el
otorgamiento del recurso de apelación cuando su procedencia aparezca dudosa (
EDUARDO J. COUTURE: “Fundamentos del Derecho Procesal Civil”, Bs. As., Depalma,
1993, Pág. 354).
Cabe señalar, finalmente, que con el criterio expuesto no se está facilitando la
posibilidad (sin lugar a dudas reprochable) de que se utilice al procedimiento de quiebra
como un medio de presión a los deudores; simplemente se está permitiendo que, a petición
del acreedor, se revise si está bien o no denegada la petición de quiebra.
Por todo lo expuesto, entonces, voto en el mismo sentido que las Dras. Graciela
Carlsen. Liliana Loutayf Ranea y Graciela K. de Martinelli. Es decir, por que se admita la
apelación contra la resolución denegatoria del pedido de quiebra realizado por acreedor.
El Dr. Luis Ramón Casermeriro dijo:
Que la vigente ley de Concursos y Quiebras 24.522 dispone en su artículo 273,
inciso tercero que: “Salvo disposición expresa contraria de esta ley, se aplican los
siguientes principios procesales:…3.-Las resoluciones son inapelables”. Que dicha ley, es
de suponer ha tenido en cuenta todos los casos previsibles a los fines de proteger el derecho
de los acreedores y del deudor para que se les haga estricta justicia. Asimismo el artículo
278 de dicha ley reitera lo expresado. Dice: “En cuanto no esté expresamente dispuesto por
esa ley. Se aplican las normas procesales de la ley del lugar del juicio que sean compatibles
con la rapidez y economía del trámite concursal”.
Que de ello se tiene que la ley dispone la inapelabilidad del auto que desestima el
pedido de quiebra realizado por el acreedor; desestimación que se dispuso de acuerdo al
artículo 84 de la ley de C. y Q.
Que por lo expuesto, consideraciones expresadas por el Doctor Alfredo Ricardo
Amerisse y por el Doctor José Gerardo Ruiz, voto por la negativa adhiriendo a dichos
votos.
Los Dres. Mario Ricardo D´Jallad y Oscar Gustavo Kohele dijeron:
Sin desconocer que la cuestión sometida a votación, es sumamente controvertida-
los dan cuenta los votos precedentes y las citas efectuadas en los mismos- la Sala que
integramos, ha sostenido desde su origen la inapelabilidad del auto que deniega el pedido
de quiebra, tal como se puede comprobar en las sentencias dictadas en Expte. N°1.477/88,
registrado en tomo 9 fs. 149; Expte. N°1.506/89, registrado en tomo 9, fs. 153; Expte. N°
1.798/90 en tomo 10, fs. 741; Expte. N° 3.541/97 registrado en tomo 17, fs. 1.435; Expte.
N° 4.334/99, registrado en tomo 19, fs. 1.259, entre otros.
Nos parece elogiable el criterio de propugnar la apelabilidad del auto denegatorio de
la quiebra peticionada por acreedor, con el objeto de posibilitar la revisión de una
resolución que pueda ser equivocada. De allí el esfuerzo realizado por juristas y tribunales
de tanto renombre como los que han sido mencionados y suscriben los votos precedentes.
De allí también que cada vez que se ha modificado la constitución de la Sala V que
integramos, se ha producido un nuevo estudio de la cuestión. Pero cada oportunidad nos ha
conducido a la reafirmación del criterio anterior, porque no llegamos a comprender el
fundamento esencial de la posición opuesta.
Esa división del procedimiento establecido en la Ley 24.522 en dos partes, para una
de las cuales solamente se aplicarían las reglas procesales establecidas por la ley, las que
no regirían para la otra parte, la que quedaría sujeta a las normas y principios del código
procesal, no parece como justificada ni en la estructura de la ley, ni en los principios de la
lógica formal.
El sistema de la ley concursal está estructurado en cuatro títulos. El primero
contiene los principios generales; el segundo establece las normas correspondientes al
concurso preventivo; la quiebra está legislada en el tercero, y el cuarto contiene el régimen
de los privilegios, de los funcionarios del concurso, las reglas procesales, de los pequeños
concursos y quiebras, y disposiciones transitorias y complementarias.
Esa vista estructural de la ley, muestra ya- por su ubicación- que las reglas
procesales tienen aplicación general y no limitada a una parte de los procedimientos.
Esa afirmación, por otra parte, se fortalece porque la Sección I del Capítulo III ha
sido titulada por el legislador como “Normas Genéricas”, y el artículo 273, que la inicia,
tiene el epígrafe de principios comunes. Ambos adjetivos- genérico y común- indican sin
duda el ámbito de aplicación general, y no parcial de las disposiciones que la componen.
Por tanto la norma que establece en el inciso 3°, que las resoluciones son inapelables, no
puede tener el alcance restringido que le da la opinión contraria.
Cabe señalar también que hasta donde llega el conocimiento de los firmantes, a
nadie se la ha ocurrido afirmar que los otros principios establecidos en el artículo, o las
facultades del juez dadas por el art. 274, o el régimen de perención de instancia del art.
277,- todos dentro de las reglas procesales-, no sean aplicables desde el comienzo del
procedimiento hasta que el concurso se abra o la quiebra se declare. Lo cual demuestra que
aquella argumentación no sale de la ley y está hecha sólo para el inciso 3 del art. 274.
Dejando de lado la estructura general de la ley, pasando al examen del régimen
específico de la quiebra y especialmente a las normas anteriores a su declaración, se
advierte que el legislador ha establecido una sección especial-la segunda- que reglamenta el
trámite a partir de la petición inicial. Los artículos 83 y 84 determinan el procedimiento
específico que debe seguirse para llegar al auto declarativo o denegatorio de la quiebra
solicitada por acreedor, que no es ninguno de los previstos en la legislación común del
código procesal, y que se caracteriza también por la sumariedad, celeridad, agilidad y
rapidez, de igual manera que el procedimiento posterior a la declaración de falencia. No
puede afirmarse entonces, que tales caracteres hayan sido tomados en cuenta por el
legislador solamente para el estadio de un concurso abierto, y que no hayan sido
considerados para el trámite previo. Si así fuera, no habría el legislador establecido un
procedimiento especial tan breve y limitado, ni declarado que “no existe juicio de
antequiebra”.
Estas mismas razones, impiden considerar que hubo olvido, o imprevisión
legislativa, o acudir a los principios de las lagunas del derecho. En ese sentido cabe repetir
lo dicho en un precedente de la Sala: “el legislador-quien se presume sagaz y consciente- ha
previsto en el art. 100 (se refería a la Ley 19.551) el recurso de apelación para el supuesto
de haberse admitido la quiebra; pero ante su denegación, calla, pudiéndolo a todas luces
haberlo expresado. Tal actitud no debe atribuirse a olvido ni reticencia, sino a su voluntad
indudable de remitirse, coherentemente, a la norma general del artículo 296 inciso tercero
de la Ley 19.551. El estado de falencia es excepcional y normalmente no querido por la ley,
tanto por las consecuencias ruinosas para el presunto fallido, cuanto para el ámbito total de
la economía” (año 1989, pág. 149 y 153; 1997, pág. 1435, entre otros).
Por lo tanto, la no inclusión de otorgar el recurso de apelación al acreedor que pidió
la quiebra, no es un olvido ni una imprevisión. Simplemente, en el sistema de la ley, el
legislador no consideró necesario ni conveniente otorgarlo.
Como tampoco consideró conveniente dar a los acreedores del deudor en el
concurso preventivo ningún recurso ni vía procesal para cuestionar el auto de apertura.
Nadie podría discutir o poner en duda el gravamen o agravio que ocasiona a los acreedores
la apertura del concurso preventivo de su deudor. Por señalar solo algunos de ellos, están
constreñidos a aceptar lo que resulte de un eventual acuerdo, y pierden la prioridad que da
un embargo preventivo, si lo tuvieren. Sin embargo, el art. 13 sólo da el recurso al deudor
para el caso de rechazo. Se ve entonces, que tanto en el concurso como en la quiebra, el
legislador ha privilegiado- en materia recursiva contra el auto de apertura- a los deudores,
permitiendo la revisión de las resoluciones que los afecten mediante el recurso de
apelación.
En cambio lo ha denegado a los acreedores, lo cual, no parece injustificado, desde
que en el caso de la quiebra rechazada les queda íntegra la acción individual, y en el caso
del concurso tienen el poder que deriva del voto dando o negando su conformidad con el
acuerdo propuesto.
No obsta a la conclusión legal expuesta el hecho de que la jurisprudencia haya
admitido en forma excepcional apartarse de ese principio, porque ello lo ha sido cuando las
cuestiones recurridas han sido extrañadas a la materia estrictamente concursal, o cuando
haya arbitraria o grosera y concreta afectación a la garantía de la defensa en juicio,
situaciones extrañas al supuesto que diera motivo a la convocatoria, que está referido al
trámite concursal expresamente reglado por la Ley 24.522.
Desde otro plano y tal como sostiene el Dr. Loutayf Ranea, colega que nos
precediera en la votación, en su magnífica obra el Recurso Ordinario de Apelación en el
Proceso Civil, (Tomo I, pág.9): “Conforme lo ha señalado reiteradamente la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, el derecho de defensa en juicio no es absoluto, sino que está sujeto
a las reglamentaciones necesarias para hacerlo compatible con los derechos de los demás
litigantes y con el interés social de obtener una justicia eficaz…”, sigue afirmando más
adelante el procesalista que “al no requerir doble instancia la garantía de defensa en juicio,
el legislador puede restringir o limitar las instancias posteriores al primer fallo en aquellos
casos en que lo considere beneficioso para el interés general…” (pág-40), pues el derecho
de defensa no depende del número de instancias, queda librado, pues al criterio del
legislador arbitrar la instancia única o multiplicarla… (pág.42).
La denegatoria del pedido de quiebra, puede afirmarse, no viola derecho de defensa
alguno a su solicitante, pues este cuenta con las acciones individuales que determine el
título en el cual se fundamente su crédito. No existe un derecho a la “quiebra del deudor”.
El Juez luego de oír al deudor, y con los elementos existentes en el pedido formulado por el
acreedor acoge o rechaza tal pedido. La denegatoria, como puede verse no vulnera derecho
alguno del acreedor.
No compartimos la interpretación de los distinguidos colegas preopinantes en
sentido contrario, en sostener la aplicación de normas diferentes en lo referido al pedido de
quiebra previo a su declaración, de la de aplicar normas especificas, recién, una vez
declarada la quiebra. El pedido de quiebra, se efectúa a la luz, y requisitos determinados en
la ley concursal, desde su inicio mismo.
Es por todo ello que votamos por la inapelabilidad del auto denegatorio de la
quiebra peticionada por acreedor.
El Dr. Marcelo Ramón Domínguez dijo:
I) La Sala que integro, en oportunidad de resolver un recurso de queja planteado por
un acreedor en contra de la providencia por la cual se denegara la apelación interpuesta por
su parte de la sentencia que rechazara el pedido de declaración de quiebra de sus deudores,
en decisión impersonal, consideró aplicable al caso lo resuelto por el pleno de la Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial de Rosario en el caso “Cereales Fihiera S.R.L”. del 27
de marzo de 1987 (E. D. t. 123-312) que decidiera que es apelable la sentencia
desestimatoria de la solicitud de quiebra formulada por acreedor. En tal oportunidad, con el
Dr. Roberto Loutayf Ranea sostuvimos que “tanto en nuestra Provincia como en otras del
país, la jurisprudencia se ha pronunciado por la apelabilidad de la sentencia desestimatoria
de la solicitud de quiebra formulada por el acreedor” recordando, a más del antecedente de
Rosario, el plenario de Mar del Plata y lo decidido por la Sala I de esta Cámara de
Apelaciones, que sostuviera que no rige en tal caso la inapelabilidad prevista por el art. 296
de la LC., sino que se debe recurrir a las disposiciones contenidas en nuestra ley adjetiva y
declarar la apelabilidad de la resolución, de conformidad a lo dispuesto por el art. 242 del
Código Procesal de Salta (conf. C. Apel. CC. Salta, Sala I año 1988, pág. 102).
La convocatoria a plenario dispuesta por esta Cámara a fs. 30, para que se fije la
doctrina legal aplicable sobre el tema, luego de advertir los integrantes de la Sala IV que
existen criterios diferentes sobre la apelabilidad de dicha resolución, y la circunstancia de
que en el sorteo practicado me tocara emitir el voto en último lugar y, en cierto modo,
decidir la suerte del mismo, ha motivado una reflexión mucho más profunda del tema y un
replanteo del mismo, no sin antes destacar que ilustraron mi conocimiento los votos de los
Sres. Jueces de Cámara preopinantes y, en particular, el de los Dres. Kohele y D' Jallad,
generando todo ello razonables dudas sobre el sostenimiento del criterio que expusiera en
oportunidad de decidir la queja a la que hiciera referencia, destacando que influyó en ello el
criterio que sostuvieran estos últimos Sres. Jueces de Cámara, por el rigor lógico que emana
del voto y por el estudio sistematizado e integral de la Ley de Concursos que realizan.
II) Liminalmente cabe recordar que el art. 273 de la Ley 24.522, reiterando lo
señalado por el art. 296 de la Ley 19.551, dispone que “Salvo disposición expresa contraria
de esta ley, se aplican los siguientes principios procesales:… inc.3°) Las resoluciones son
inapelables” y el art. 278 prescribe que “En cuanto no esté expresamente dispuesto por esta
ley, se aplican las normas procesales de la ley del lugar del juicio que sean compatibles con
la rapidez y economía del trámite concursal”.
Conviene recordar que la casi totalidad de la legislación concursal universal
condensa leyes de fondo y de forma a la vez. “La naturaleza de los juicios de convocatorias
y quiebras hace necesario que vayan íntimamente unidas las reglas procesales con las de
derecho sustantivo. Es por ello que entre unas y otras no existe ninguna división. En
nuestro país, este sistema de centralización se ha mantenido a través de todas las leyes que
han regido la materia de quiebras. Pero si bien el procedimiento en esta clase de juicios
debe ajustarse a lo que establece la ley de quiebras, es indudable que ésta es insuficiente
por sí misma para resolver todas las cuestiones que puedan plantearse durante la
tramitación del juicio, y tiene que combinarse, forzosamente, con las reglas generales del
procedimiento, las cuales, en caso necesario, tendrán que aplicarse con carácter supletorio.
Si así no fuera, si en materia de quiebras no se hubiese derogado el derecho reservado a las
provincias de aplicar con preferencia sus leyes procesales, no sólo quedaría desarticulada la
armonía de la ley y desquiciado el régimen unitario de ella, si no que se atentaría, además,
contra el principio consagrado por el art. 67 inc. 11 de la Constitución Nacional (hoy art. 75
inc. 12). Deben, pues, aplicarse las disposiciones procesales que rijan en las distintas
jurisdicciones sólo supletoriamente y en aquellos casos no previstos por la ley de quiebras”
(García Martínez- Fernández Madrid:”Concursos y quiebras”, Ediciones Contabilidad
Moderna – Bs. As., Año 1976,t. II pág. 1.490). Estos autores recuerdan el Informe de la
Comisión Reformadora de 1889 en cuanto que “En primer lugar, existe tal cohesión y
relaciones inmediatas entre las disposiciones de fondo y las que se reputan de
procedimiento, que la separación ofrecería defectos capitales en lo que puede llamarse la
economía de la ley. En efecto, una vez establecidas las disposiciones generales en materia
de quiebras, determinados los extremos que la producen y los efectos jurídicos que tal
estado del comerciante origina a su respecto, con relación a terceros y a los actos
realizados después de la cesación de pagos, se impone naturalmente un orden inmediato de
disposiciones que reglamenten los requisitos y exigencias necesarios a la declaración
judicial de dicho estado…Es evidente que la índole de esta materia, el concepto de juicio de
quiebra que como principal resultado está destinado a regir y reglamentar, impone como
una condición indispensable la sucesión lógica de las disposiciones, ya sea de fondo o de
forma o ya comprendan ambas cosas”.
La Ley de Concursos entonces ha buscado reglamentar en la forma más integral el
procedimiento, mediante principios comunes, aplicables tanto a los concursos preventivos
como a las quiebras, salvo las normas particulares que existen en cada instituto. Y este
esquema metodológico fue adoptado por la Ley 19.551, superando así la estructura del
ordenamiento anterior (Ley 11.719) que había descuidado este aspecto tan importante del
procedimiento concursal.
Al separarse del procedimiento común, cuyas reglas se aplican de manera
subsidiaria, y en cuanto no esté expresamente dispuesto por la ley especial (art. 278 de la
L.C.), puede fundadamente sostenerse que el proceso concursal (tanto para el remedio
preventivo como para la quiebra), desde su nacimiento y hasta su extinción, a través de las
distintas soluciones que el ordenamiento vigente contempla, tiene una vida propia y prevé
una reglamentación especial, que debe imperativamente aplicarse para evitar caer en lo que
se quiere evitar, y que es de esencia del sistema normativo, cual es su regulación a través de
las leyes rituales de vigencia provincial.
Y dentro de estos principios comunes que la ley contiene en la Sección Primera (que
titula “Normas Genéricas”) del Capítulo III (denominado “Reglas Procesales”) del Título
IV, encontramos el inciso tercero que prescribe que las resoluciones son inapelables. Es
decir que, claramente, la ley ha establecido el principio general de la inapelabilidad de las
resoluciones que se dicten en los concursos, salvo en los supuestos que expresamente se
indique que son apelables. Y este mismo principio, como ya se dijo en votos anteriores, fue
adoptado por la Ley 11.719 y ratificado por la Ley 19.551, que fue textualmente transcripto
por la Ley 24.522.
III) Resulta oportuno hacer algunas consideraciones generales- a esta altura de la
exposición- sobre los recursos. Precisa Ibáñez Frocham (“Tratando de los Recursos en el
Proceso Civil”,L.L. Bs. As. 1969, pág. 27) que el proceso civil en cuanto conjunto de actos
jurídicos procesales producidos por los sujetos del mismo- jueces, partes, terceros,
auxiliares- es obra del hombre. Como toda obra humana está expuesta al error.
Si a ese determinado error lo comete el Tribunal en la instrucción o en la sentencia,
su corrección opera mediante un recurso. Queda dicho entonces que este jurídico procesal
de parte, que es el recurso, tiende a mostrar un error del tribunal, producido en una
resolución judicial. El recurso es, entonces, en su dinámica, un acto de impugnación de las
resoluciones judiciales. Pero el proceso es uno, con diversos estadios: Con el recurso se
abre y se cierra uno de ellos. Nada más. El recurso no inicia ningún juicio o proceso. En
cuanto al fundamento de los recursos, la sentencia es, como explica Rocco (Rocco,
Alfredo: “La Sentencia Civil”, traducción Ovejero, La España Moderna, Madrid págs. 35,
36, 158), un acto del Estado, emana de su órgano Jurisdiccional: Es un juicio lógico por el
que se manifiesta la voluntad de la ley y su función es la realización de los intereses
privados tutelados por el derecho objetivo. En esta actividad jurisdiccional el Estado
ejercita una función que aspira a resultar idealmente perfecta. Al logro de este ideal de
perfección responden los recursos que sirven, así, de control. Esta imperfección del
hombre, siempre expuesto al error, puede ocasionar a las partes en el litigio algún
gravamen, algún perjuicio, alguna lesión a sus intereses. El estado tiene un interés propio
en que tal error se repare. En la existencia cierta de un gravamen producido por una
resolución judicial, hemos de encontrar, pues, con Goldschmidt, el fundamento jurídico de
los recursos Goldschmidt, James :”Derecho Procesal Civil”, Ed. Española Labor, Madrid,
1936, pág. 399).
Ahora bien, como cualquier acto procesal- el recurso lo es, sin duda- sostiene
Hitters (“Técnica de los Recursos Ordinarios”, Lib. Edit. Platense, La Plata, 1985, pág. 74)
encontramos en los medios de impugnación dos momentos perfectamente diferenciables;
ellos son la admisibilidad, y la procedencia (fundabilidad o mérito). En otras palabras para
que un proceso impugnativo llegue a feliz término, debe perforar por lo menos dos
membranas, una formal y otra sustancial; ello significa, en definitiva, que tiene que
satisfacer los requisitos de admisibilidad y de los de procedencia, ya que ante la ausencia de
cualquiera de ellos la vía resulta frustrada, ya sea por incumplimiento de las formas, o por
falta de presupuestos sustanciales. Recuérdese que la admisibilidad y la procedencia se
refieren a dos momentos cronológicamente distintos; la primera a la época que comienza la
postulación de la parte; en cambio, la segunda es coetánea de la decisión sin perjuicio de
que en la oportunidad en que ésta se pronuncia todos o algunos de los factores de
admisibilidad se superpongan o fusionen con los de procedencia.
Con respecto a los requisitos de admisibilidad, los autores coinciden en la siguiente
enumeración: 1) resolución apelable; 2) legitimación; 3) gravamen; 4) deducción oportuna;
5) motivación; 6) cumplimiento de formalidades. El recurso de apelación, además, debe ser
idóneo y jurídicamente posible (De Santo: “Tratando de los Recursos”, t. I, Ed.
Universidad, año 1987, pág. 250). Palacio, refiriéndose al punto, dice que: “Desde el punto
de vista de su objetivo- que se halla en todos los casos configurados por una resolución
judicial- los recursos, como todos los actos procesales, deben ser idóneos y jurídicamente
posibles” y define al recurso idóneo como aquel que “resulta adecuado, de acuerdo con las
pertinentes normas legales, al tipo de resolución que mediante él se impugna”, y al
jurídicamente posible como aquél que se plantea “contra una resolución legalmente
impugnable a través de esa vía procesal” (Palacio: “Derecho Procesal Civil”, t. V, pág. 47).
Sin duda que todo recurso de apelación significa el reconocimiento de la doble
instancia, porque no lo resuelve el Juez que falló la causa sino el Tribunal superior a él,
pero la doble instancia no quiere decir que en la alzada se recree un nuevo juicio y además,
uniformemente se ha sostenido, que no es fundamental para el ejercicio pleno de los
derechos constitucionales. Tan es así que la Corte Federal ha declarado que la instancia
única no vulnera derechos constitucionales y prueba de ello es que asuntos de máximo
interés nacional y provincial se someten a la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, en instancia única (art. 117 de la Constitución Nacional) y de la Corte de Justicia
de la Provincia (art. 153 ap. II, inc. a), b) y c) de la Constitución de la Provincia de Salta),
sin que corresponda decir que las sentencias que se dicten en tales casos resulten
inconstitucionales por no estar prevista una instancia recursiva o que puedan ser objeto de
recurso alguno por alegarse la existencia de un gravamen que no pueda ser reparado con
posterioridad o la conculcación del derecho de defensa en juicio, al no permitirse la
revisión del caso.
Con ello estoy señalando que, por expreso mandato constitucional o legal, existen
ciertas sentencias judiciales que no resultan apelables y en tanto no se plantee la
inconstitucionalidad de la norma legal que establece tal prohibición, debe entenderse que la
decisión en la instancia única no afecta derechos reconocidos por las Constituciones de la
Nación o de la Provincia. En otras palabras, con el riesgo que puede implicar la
imposibilidad de su reexamen por el órgano de alzada, hay resoluciones que el legislador ha
querido que resulten inapelables y autores como De Santo (op. cit. Pág. 257) advierte que
media una marcada tendencia en el derecho comparado hacia la restricción de los recursos,
que alcanza no sólo a las sentencias simples o interlocutorias, sino también a las definitivas.
Esta búsqueda moderna de la disminución y concentración de los medios impugnativos
también es puesta de relieve por Hitters (op. cit. Pág. 279) quien destaca la opinión de
Podetti en la materia en cuanto se busca modernamente la disminución y concentración de
los carriles de embate. Hitters, por su parte, puntualiza que haciendo una rápida y somera
ojeada por el derecho comparado se nota cada vez con mayor nitidez esta evolución, sobre
todo en el área de los recursos ordinarios.
Lo que quiero señalar es que en definitiva se trata de una cuestión de técnica
legislativa, sobre cuyas motivaciones los jueces no podemos entrar a valorar. Lo que sí es
cierto es que el Tribunal de Alzada tiene la facultad-deber de examinar en primer término la
admisibilidad del recurso, valoración que puede ser cumplida aún de oficio, para juzgar
sobre los aspectos formales del recurso y su vialidad, ya que es el juez de la legitimidad del
planteo que propone la apertura de la segunda instancia (art. 270 in fine Cód. Procesal)
encontrándose habilitado para decidir si la sentencia es o no recurrible y, en cuyo caso,
declarar mal concedido el recurso (Alsina: Tratado…, Bs. As. Ediar, 1961, t. IV, Pág. 386 y
Capel. C.C. Salta, Sala III, año 1984, pág. 363 Id. Año 1986, pág. 1219; Id. Id. Año 1988,
pág. 1347). Y de igual manera se ha sostenido que los preceptos que reglamentan los
recursos son de orden público (Capel. CC. Salta, Sala V, año 1983, pág. 1011).
Y aún admitiendo la teoría de la novedad jurídica en cuanto que la interpretación
judicial le da a la norma un sentido y una modalidad especiales y que a través de la
jurisprudencia podemos saber qué reglas han ingresado efectivamente en la vida cotidiana,
a punto tal que se ha sostenido que la ley no es solo que el Congreso quiso, sino también lo
que resultó de ella después de pasar por la interpretación judicial (Bidart Campos: Derecho
Constitucional, Ediar, año 1968, t. I, pág. 83), lo cierto es que la sentencia no crea derecho
nuevo de modo que no puede existir con ciertas modalidades, consecuencias y aspectos
contrarios a lo expresamente establecido en las normas jurídicas que le sirven de sustento,
so riesgo de incurrir en una afectación del orden jerárquico que debe privar en la materia y
que reposa- en último término – en la Ley Fundamental.
IV) Y la Ley de Concursos, en un texto normativo integral, único y armónico, por
las razones ya expuestas, ha establecido de manera expresa en su texto el principio de la
inapelabilidad de las resoluciones que se dicten, sin interesar si las mismas puedan ser
equiparables a sentencias definitivas o si se trata de decisiones interlocutorias. Cuando
quiso establecer su revisión, lo dispuso expresamente, tal como lo puntualiza el Sr. Juez de
la Cámara de Apelaciones de La Plata Dr. Jorge Edgardo Crespi al enunciar cuáles son los
30 casos que en la Ley de Concursos vigente se prevé el recurso de apelación.
Sin duda que no puede hablarse de un olvido del legislador o de una laguna del
derecho. Al respecto, resulta difícil encontrar otra ley que, como la 19.511, sufriera tantas
modificaciones en su no tan prolongada vigencia, siendo quizás las más importantes las que
introdujera la Ley 22.917, el 15 de setiembre de 1983, sin olvidarse de las otras siete leyes
modificatorias (Leyes 20.312, 20.315, 20.595, 21.488, 22.985, 23.470 y 24.050), a lo que
nos permitimos agregar la Ley 24.241 (18-10-93) cuyo art. 192 modificara el inc. 8° del art.
11 de la Ley 19.550 y la Ley 24.432 (10-01-95) que reemplazara los arts. 277 inc 1°, 281 y
283 de la misma, agregando también el art. 309 bis a la normativa concursal quedaron sólo
en eso, en proyectos. A esta sorprendente cifra cabe sumar también el Proyecto de
Unificación Civil y Comercial que tiene estado parlamentario. Más aún, la propia Ley
24.522 fue ya modificada por la Ley 24.760, sin perjuicio de destacar el veto al art. 290 por
Decreto N° 267/95 (07-08-95). No siendo suficiente todo ello, existe ya y también tiene
entrada en el Congreso Nacional, un proyecto del Poder Ejecutivo (N° 40/98) que introduce
sustanciales modificaciones a la Ley 24.522 y que se debatiera en Salta en las denominadas
“Jornadas de Análisis y Discusión de los Proyectos de Reforma a la Ley de Concursos”
entre el 30 y 31 de Octubre de 1998, organizadas por el Consejo Profesional de Ciencias
Económicas de Salta y la Faculta de Ciencias Económicas de la U.N.S.A. con el auspicio
del Senado de la Nación.
En tales circunstancias, cabe preguntarse si puede hablarse de una omisión del
legislador en la regulación del tema que motiva esta convocatoria o si no es que acaso hay
toda una intencionalidad marcada evidente y manifiesta en no prever una expresa solución
normativa para, de tal suerte, hacer jugar el principio general de la inapelabilidad. Es que
no puede entenderse cómo para el concurso preventivo, el art. 13 de la L.C. prevea
expresamente que la resolución resulte apelable por el deudor y, a su turno, estructure a
partir del art. 94 todo un plexo de articulaciones recursivas que el fallido puede plantear en
contra del auto que declara su quiebra, y no se haya contemplado, con una redacción clara y
concisa, que la sentencia o resolución que desestima el pedido de quiebra solicitado por el
acreedor resulta apelable, máxime cuando eventualmente la misma pudiera tener autoridad
de cosa juzgada.
No interesa señalar numéricamente qué autores adhieren a una u otra solución en la
materia. Tampoco hacer una enumeración de los tribunales que tienen criterio a favor o en
contra de la apelación. Lo cierto es que sobre la base de una conceptuación de lo que es el
proceso concursal y de la aplicación de sus reglas procesales, la doctrina legal que
corresponde dejar sentada- desde mi óptica- es la que lleva a sostener la inapelabilidad de
tal decisión.
Bien es verdad que con la interpretación que se postula la cuestión quedará
definitivamente sentenciada en la primera instancia. También es cierto que se trata de una
decisión trascendente y que el acreedor puede sentirse frustrado en los propósitos que le
llevaron a solicitar la declaración de falencia de su deudor, si es que se veda la posibilidad
de la revisión de la resolución denegatoria de primera instancia. Pero el reexamen obligado
de la cuestión, por merito de la convocatoria al Plenario, no debe llevarnos a sostener
consideraciones tales como que el proceso concursal es susceptible de ser segmentado, en
las etapas del mismo que hacen su tramitación ordinaria y normal, para de tal suerte
entender que no se aplican disposiciones específicas de la ley que fueron receptadas bajo el
epígrafe “Normas Genéricas”.
Es que el argumento que antes de la sentencia de quiebra no hay en rigor proceso
concursal, se desvanece tanto en su análisis sustancial como en sus consideraciones
procesales. En efecto, para dar curso a la petición del acreedor, la Ley 24.522
imperativamente impone en su art. 83 que éste debe probar sumariamente su crédito, los
hechos reveladores de la cesación de pagos y que el deudor está comprendido en el art. 2.
Asimismo, los arts. 83 a 87 regulan el trámite a seguir, estableciendo un emplazamiento al
deudor para que éste invoque y pruebe cuanto estime conviene a su derecho (art. 84) esto
es, entre otros extremos, permitiéndole que demuestre que no se encuentra en estado de
cesación de pago.
Más aún, acuerda la ley al acreedor, luego de tal emplazamiento, el derecho a ser
oído (art. 84) lo cual procesalmente implica un nuevo traslado y asimismo le otorga la
posibilidad de gestionar medidas precautorias “de protección de la integridad del
patrimonio del deudor” (art.85). Y si esto no es materia específicamente concursal, cabe
preguntarse de qué se trata.
Tocante a la argumentación del gravamen que no pueda ser reparado con
posterioridad, es una verdad de Perogrullo sostener que sin agravio no hay recurso que
justifique el planteo revisor, pues para apelar se requiere interés en quien recurre, lo cual
traduce que la resolución correspondiente debe ocasionar a quien lo interpone un agravio o
perjuicio, ya que de lo contrario faltaría uno de los requisitos específicos de este acto
procesal. Y en orden a su reparación posterior, más allá de que no siempre la misma pueda
resultar eficaz, no dudamos en sostener que el acreedor puede reeditar el pedido de quiebra
desvirtuando el argumento que sustenta la denegatoria, esto es, demostrando que
efectivamente el deudor se encuentra en estado de cesación de pagos, evidenciando
cualquiera de los “hechos reveladores” de tal estado que contempla el art. 79 de la L.C. y,
si es de su interés, puede intentar la acción individual en su contra, en donde habrá de
perseguir la satisfacción de su acreencia y no la búsqueda de un procedimiento en que todos
los acreedores reciban igual trato.
Por las consideraciones vertidas, dejo entonces formulado mi voto en el sentido de
que la resolución que rechaza el pedido de quiebra formulado por el acreedor resulta- por
mandato legal- inapelable.
De acuerdo a la votación practicada, por mayoría de votos
LA CÁMARA DE APELACIONES EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE LA PROVINCIA
DE SALTA:
I.- RESUELVE que es inapelable la sentencia de primera instancia que rechaza el
pedido de quiebra formulado por acreedor.
II.- CÓPIESE, regístrese, notifíquese y VUELVA a la Sala de origen.
Principales argumentos expuestos en los distintos votos:
MAYORÍA:
1.- En la LCQ la competencia derivada a esta instancia aparece limitada
estrictamente por el art. 296, inc. 3° (hoy art. 273), por lo que la concesión de la apelación
debe ser considerada restrictivamente. La falta de una norma en contrario referida a la
inapelabilidad al auto denegatorio de quiebra pedida por el acreedor no causa estado y
puede el acreedor reiterar su pedido en cualquier momento. Siendo por ende el recurso en
contra del auto que rechaza la quiebra solicitada por el acreedor inapelable conforme el art.
273, inc. 3°, ya que ningún precepto autoriza a recurrir a esa decisión (del voto del doctor
José Gerardo Ruiz).
2.- La no inclusión de otorgar el recurso de apelación al acreedor que pidió la
quiebra, no es un olvido, ni una imprevisión. Simplemente, en el sistema de la ley, el
legislador no consideró necesario ni conveniente otorgarlo (del voto de los doctores Mario
Ricardo D´Jallad y Oscar Gustavo Koehle).
La denegatoria del pedido de quiebra, puede afirmarse, no viola derecho de defensa
alguno a su solicitante, pues éste cuenta con las acciones individuales que determine el
título en el cual se fundamente su crédito. No existe un derecho a la “quiebra del deudor”.
El juez luego de oír al deudor, y con los elementos existentes en el pedido. La denegatoria,
como puede verse no vulnera derecho alguno del acreedor (del voto de los doctores Mario
Ricardo D´Jallad y Oscar Gustavo Kohele).
3- Hay toda una intencionalidad marcada, evidente y manifiesta en no prever una
expresa solución normativa para, de tal suerte, hacer jugar el principio general de tal
inapelabilidad. Es que no puede entenderse cómo para el supuesto de rechazo de la petición
de apertura del concurso preventivo, el art. 13 de la LC, prevea expresamente que la
resolución resulte apelable por el deudor y, a su turno, estructure a partir del art. 94 todo un
plexo de articulaciones recursivas que el fallido puede plantear en contra del auto que
declara su quiebra, y no se halle contemplado, con una redacción clara y concisa, que la
sentencia o resolución que desestima el pedido de quiebra solicitado por el acreedor resulta
apelable, máxime cuando eventualmente la misma pudiera tener autoridad de cosa juzgada
(del voto del doctor Marcelo Ramón Domínguez).
4.-Atendiendo al sentido genérico de la norma vigente a la sazón (art. 296, inciso 3°,
Ley 19.551), la Sala II en su actual integración, se pronunció por la inapelabilidad del auto
que deniega la declaración de quiebra solicitada por el acreedor. La actual Ley (24.522)
contiene una disposición de igual tenor (art. 273, inciso 3°), por lo que no encuentro mérito
para variar de criterio (del voto del doctor Alfredo Ricardo Amerisse).
5.- La vigente LCQ 24.522 dispone en su art. 273, inciso tercero que: “Salvo
disposición expresa contraria de esa ley, se aplican los siguientes principios:…3.- Las
resoluciones son inapelables”. Que dicha ley, es de suponer ha tenido en cuenta todos los
casos previsibles a los fines de proteger el derecho de los acreedores y del deudor para que
se les haga estricta justicia. Asimismo el artículo 278 de dicha ley reitera lo expresado…
Que de ello se tiene que la ley dispone la inapelabilidad del auto que desestima el pedido de
quiebra realizado por el acreedor; desestimación que se dispuso de acuerdo al artículo 84 de
la ley C. y Q. (del voto del doctor Luis Ramón Casermeiro).
MINORÍA:
1.- El proceso instructorio que antecede a la sentencia requiere de una sustanciación
que si bien no tiene las notas de una contradicción plena- al prohibirse el juicio de
antequiebra: art. 84 de la ley- reconoce las notas mínimas esenciales que caracterizan al
proceso justo constitucional. La resolución que se dicte en consecuencia es una sentencia
interlocutoria, con los caracteres y formalidades establecidos en el art. 161 del CPCC que,
por ende, resulta susceptible del recurso de la apelación por la parte agraviada, en función
de lo dispuesto por el art. 242, inc. 2° del CPCC (del voto de la doctora Graciela Carlsen).
2.- No cabe perder de vista que la propia ley, luego de establecer la limitación
recursiva en el art. 273 inc 3°, en el art. 278 remite “en cuanto no esté expresamente
dispuesto por esta ley, a las disposiciones de las normas procesales que sean compatibles
con la rapidez y economía del trámite concursal”. Por ésta razón, siempre que la apelación
no se halle expresamente excluida por la ley o que ésta haya previsto otro medio
impugnativo para remediar el error, tratándose del caso no contemplado, debe concederse la
apelación de acuerdo a la ley adjetiva local, para no tomar en letra muerta la regla del art.
278 de la ley de Concursos y Quiebras (del voto de las doctoras Liliana Loutayf y Susana
Kauffman de Martinelli).
3.- El principio de inapelabilidad rige cuando está abierto el concurso o quiebra que
es cuando se dan las circunstancias a las que se buscaba regular; por lo tanto, a partir de
entonces rige la inapelabilidad, a excepción de los supuestos expresamente marcados en
contrario por la ley. Pero, tratándose de una resolución denegatoria de la apertura del
proceso de quiebra, como es la que motiva el presente plenario, no se dan esas
circunstancias tomadas en cuenta para consagrar el principio de inapelabilidad, razón por la
que parece lógico concluir también que este supuesto no está alcanzado por la limitación
recursiva. O al menos nos encontraríamos frente a una situación de incertidumbre, en la que
debe echarse mano a los fundamentos del derecho procesal civil, entre los cuales se registra
aquél según el cual se debe estar por el otorgamiento del recurso de apelación cuando su
procedencia aparezca dudosa (del voto del doctor Roberto G. Loutayf Ranea).
INAPELABLE
1.- José Gerardo Ruiz, 2.-Mario Ricardo D´Jallad, 3.-Oscar Gustavo Kohele, 4.-
Marcelo Ramón Domínguez, 5.-Alfredo Ricardo Amerisse, 6.-Luis Ramón Casermerio.-
APELABLE
1.- Graciela Carlsen, 2.-Liliana Loutayf, 3.-Susana Graciela Kauffman de
Martinelli, 4.-Roberto G. Loutayf.-