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Encarado desde la lógica de los estudios sobre juventud, este texto revisa las diversas expresiones dominantes en el escenario latinoamericano actual en lo que atañe al complejo vínculo existente entre juventud y violencia. Asumiendo que los jóvenes son el epicentro de casi todos los episodios de vio- lencia existentes (tanto en su calidad de víctimas como en su calidad de victimarios) se descartan algu- nas explicaciones simplistas que establecen relaciones mecánicas entre violencia y pobreza, asumiendo la necesidad de encontrar respuestas más pertinentes y oportunas desde las políticas públicas, supe- rando los enfoques puramente represivos vigentes, e incorporando enfoques promocionales —inte- grales e integrados— que puedan atacar las raíces del fenómeno. En este sentido, se revisan algunas experiencias innovadoras recientes, que aunque no están exentas de errores y limitaciones, pueden aportar aprendizajes relevantes. Seen from the logic of studies on youth, this text reviews the different dominant expressions in the current Latin American scenario regarding the complex link existing between young people and vio- lence. Assuming that youth is the epicenter of almost all the existing violent episodes (both as victims and victimizers) some simplistic explanations that establish mechanical relationships between violence and poverty are discarded and the need is assumed to find more pertinent and timely answers from public policies, overcoming the purely repressive approaches in force, and incorporating promotional ones —both comprehensive and integrated— that can attack the roots of the phenomenon. In this sense, some recent innovative experiences are explored which, though not free from error and limi- tations, can provide relevant lessons. : Consultor internacional de las Naciones Unidas, del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial. Desacatos, núm. , primavera-verano , pp. -. * Texto preparado originalmente para su presentación en el Foro Nacional sobre el Sistema de Responsabilidad Penal Juve- nil (Bogotá, de noviembre de ) organizado por la Fundación Antonio Restrepo Barco y la Universidad Externado, y revisado para su publicación en la revista Desacatos, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropo- logía Social. Juventud y violencia en América Latina Una prioridad para las políticas públicas y una oportunidad para la aplicación de enfoques integrados e integrales* Ernesto Rodríguez

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Page 1: Juventud y violencia en América Latina. Una prioridad para las

Encarado desde la lógica de los estudios sobre juventud, este texto revisa las diversas expresionesdominantes en el escenario latinoamericano actual en lo que atañe al complejo vínculo existente entrejuventud y violencia. Asumiendo que los jóvenes son el epicentro de casi todos los episodios de vio-lencia existentes (tanto en su calidad de víctimas como en su calidad de victimarios) se descartan algu-nas explicaciones simplistas que establecen relaciones mecánicas entre violencia y pobreza, asumiendola necesidad de encontrar respuestas más pertinentes y oportunas desde las políticas públicas, supe-rando los enfoques puramente represivos vigentes, e incorporando enfoques promocionales —inte-grales e integrados— que puedan atacar las raíces del fenómeno. En este sentido, se revisan algunasexperiencias innovadoras recientes, que aunque no están exentas de errores y limitaciones, puedenaportar aprendizajes relevantes.

Seen from the logic of studies on youth, this text reviews the different dominant expressions in thecurrent Latin American scenario regarding the complex link existing between young people and vio-lence.Assuming that youth is the epicenter of almost all the existing violent episodes (both as victimsand victimizers) some simplistic explanations that establish mechanical relationships between violenceand poverty are discarded and the need is assumed to find more pertinent and timely answers frompublic policies, overcoming the purely repressive approaches in force, and incorporating promotionalones —both comprehensive and integrated— that can attack the roots of the phenomenon. In thissense, some recent innovative experiences are explored which, though not free from error and limi-tations, can provide relevant lessons.

: Consultor internacional de las Naciones Unidas, del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial.

Desacatos, núm. , primavera-verano , pp. -.

* Texto preparado originalmente para su presentación en el Foro Nacional sobre el Sistema de Responsabilidad Penal Juve-nil (Bogotá, de noviembre de ) organizado por la Fundación Antonio Restrepo Barco y la Universidad Externado,y revisado para su publicación en la revista Desacatos, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropo-logía Social.

Juventud y violencia en América LatinaUna prioridad para las políticas públicas

y una oportunidad para la aplicación

de enfoques integrados e integrales*

Ernesto Rodríguez

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INTRODUCCIÓN

E l tema de la violencia ha tomado una crecienterelevancia en América Latina, considerada porlos especialistas como la región más violenta del

mundo, y en dicho contexto, uno de los ejes más anali-zados es el referente al vínculo de los jóvenes con diver-sas formas de violencia, tanto en su calidad de víctimascomo en su calidad de victimarios. En relación con laviolencia en general, diversos estudios del Banco Intera-mericano de Desarrollo (BID), del Banco Mundial, de laOrganización Panamericana de la Salud (OPS) y de la Co-misión Económica para América Latina y el Caribe delas Naciones Unidas (CEPAL), que consignamos en lasreferencias bibliográficas al final de estas notas, dan cuen-ta de un fenómeno heterogéneo, atravesado por múlti-ples y complejas aristas, que no admite simplificacionesde ningún tipo. En dicho marco, ya no es posible sostener—en particular— el vínculo simplista y exclusivo entreviolencia y pobreza, que se destacó en los primeros estu-dios al respecto y aún en algunos foros electrónicos y se-minarios más recientes.

En lo que tiene que ver con los jóvenes en particular,hace algunos años nos tocó realizar un primer intento desistematización del conocimiento disponible hasta me-diados de la década de (Rodríguez, ), que nospermitió confirmar que el tema debe ser analizado des-de dos perspectivas complementarias, tomando a los jó-venes como víctimas y como victimarios, y que en amboscasos, el problema es tan relevante en sus dimensionescomo preocupante en sus características esenciales. Des-de entonces, el conocimiento acumulado ha ido crecien-do, a la par del crecimiento de las principales aristas delproblema como tal: la violencia se ha generalizado comola principal causa de muerte entre los jóvenes en todos lospaíses de la región (accidentes de tránsito y homicidios,en particular), al tiempo que el protagonismo juvenil endiferentes expresiones de violencia organizada (asaltos,homicidios, secuestros, etc.) ha ido aumentando de mane-ra exponencial, con un claro sesgo de género y de estra-tificación social, en la medida en que los protagonistasson mayoritariamente varones y pertenecientes a estra-tos pobres de nuestras sociedades.

Por lo dicho, el problema está siendo cada vez más en-carado desde las políticas públicas, sumando a las tradi-cionales respuestas represivas y de control social algunasiniciativas relacionadas con la seguridad ciudadana, encuyo marco el tema de la violencia entre los jóvenes (aligual que la violencia doméstica) trata de ser encaradodesde perspectivas renovadas, tomando en cuenta, demanera central, las evidencias que aportan los estudiosespecializados, que recomiendan actuar más y mejor des-de enfoques preventivos y promocionales, que procurenincorporar a los jóvenes involucrados a la sociedad a laque pertenecen, pero que hasta ahora los margina desdetodo punto de vista.

En este marco, escuetamente caracterizado, nos importaaportar una visión de conjunto sobre el tema, analizan-do el problema como tal, así como sus causas explicati-vas, revisando las iniciativas programáticas que se están

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“Yo empecé a sufrir desde los cuatro años, cuando mi madre meregaló.”

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poniendo en práctica y ofreciendo al final algunas reco-mendaciones para encarar respuestas más pertinentes eintegrales (desde la perspectiva de los estudios sobrejuventud) en esta primera década del nuevo milenio, pla-gada de problemas, pero también de oportunidades y de-safíos que habrá que saber aprovechar, desde la lógicade la construcción de la paz y la promoción de la diver-sidad cultural, en el marco de sociedades más prósperas,más democráticas y más equitativas.

UNA PRIMERA VISIÓN DE CONJUNTO

Comencemos por brindar una primera visión de con-junto acerca de la violencia juvenil y sus múltiples mani-festaciones, para analizar en la sección siguiente algunasespecificidades nacionales relevantes y realizar luego al-gunas consideraciones vinculadas con las políticas pú-blicas más pertinentes para este tipo de problemáticas.

Violencia y crimen: hechos y teorías explicativas

Según estudios del BM y el BID, América Latina es la re-gión más violenta de todo el mundo, en la medida en quesu registro anual de muertes es más de dos veces mayorque en cualquier otra región del planeta. En promedio, asesinatos por cada personas por año. En estecontexto, Colombia es el país más violento del mundo,con índices que triplican los promedios del continente,mientras que Brasil se destaca por haber concretado elmayor crecimiento de los índices de violencia en los úl-timos años, especialmente en Río de Janeiro, seguido deVenezuela que, principalmente en Caracas, ha visto cre-cer también de manera explosiva sus propios índices deviolencia.

El problema de la violencia creciente en el continentepreocupa cada vez más a la opinión pública de casi todoslos países, del mismo modo que a las respectivas autori-dades de gobierno. Así lo reflejan las encuestas de opinión

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“Nuestra raza es cakchiquel. En la pandilla defendíamos nuestra raza.”

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pública en casi todos los casos conocidos, y los crecientesdebates políticos y parlamentarios centrados en la nece-sidad de desplegar respuestas más eficaces, a los efectosde disminuir o al menos controlar las preocupantes ma-nifestaciones que más abiertamente atentan contra losderechos humanos y hasta contra la más elemental se-guridad ciudadana. Las teorías que han intentado expli-car estos fenómenos hasta el momento han sido muchasy variadas, pero las más relevantes han sido agrupadasen cuatro categorías:

. Las teorías del “ambiente adverso”, que incluyen factoresligados a los procesos de “urbanización distorsionada”,a las “calificaciones insuficientes” y al “rejuvenecimien-to” de los nuevos ciudadanos (inmigrantes rurales), ala “falta de normas”, a la existencia de “subculturas al-ternativas” y a la creciente “privatización” del orden,que desembocan en la “ingobernabilidad” de las gran-des ciudades.

. Las teorías vinculadas con la corrupción y el crimen, queincluye teorías referidas a la incidencia de “empresasdelictivas” y/o “gobiernos criminales”, a los crecientes“costos de la legalidad”, la importancia de la “descrimi-nalización” y la formación de “capital social perverso”.

. Las teorías centradas en la “población criminal”, queincluye el análisis del crecimiento y composición de lamisma, la regulación de las actividades delictivas, las“tasas de actividad” y las tasas de “sustitución” de de-lincuentes.

. Las teorías concentradas en el “efecto multiplicador”,que incluyen el análisis de los “dos mercados de la pro-tección”, las estrategias preventivas, y la transforma-ción de los ambientes delictivos (Ratinoff, ).

Juventud y violencia: algunas evidencias específicas

Pero lo más sintomático y preocupante es que los ros-tros de la violencia que estamos comentando son por logeneral muy jóvenes, tanto en su carácter de víctimas co-mo en su papel de victimarios, detrás de quienes siemprese identifican diversas formas de manipulación adulta.Una extensa revisión de antecedentes bibliográficos y una

serie de entrevistas a informantes calificados, realizadasdurante a pedido de la Organización de las Nacio-nes Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura(UNESCO), nos ha permitido confirmar las dimensiones ycomplejidades de estos fenómenos, ciertamente difícilesde imaginar desde una ciudad “tranquila” como Monte-video (Rodríguez, ).

Así, son jóvenes (casi niños) los “sicarios” colombia-nos que asesinan a cualquiera, contratados por quien es-té dispuesto a pagar por este tipo de “servicios” (véase,por ejemplo, Alonso Salazar, ), y son jóvenes los “de-lincuentes” que cada fin de semana “mueren en enfrenta-mientos con la policía” caraqueña o brasileña, o los milesde miembros de las “maras” (de “marabunta”) gua-temaltecas, salvadoreñas o nicaraguenses, que “arrasan”con todo lo que encuentran en su camino, en el marcode sus actividades “delictivas” (véase, por ejemplo, OPS-ASDI-BID, ).

También son jóvenes —y hasta niños— los que son“eliminados” por “escuadrones de la muerte” en Río deJaneiro por el simple hecho de ser “niños y jóvenes de lacalle” (véase, por ejemplo, los estudios de la UNESCO re-señados en la bibliografía), y son jóvenes también losque protagonizan directamente los enfrentamientos ar-mados entre soldados y guerrilleros en Perú, Colombia,Guatemala o Chiapas, en la frontera sur mexicana y, aun-que esto ha ido disminuyendo en el marco de la suscrip-ción de los acuerdos de paz en varios casos nacionales,el tema sigue latente y obliga a desplegar procesos dereinserción social muy intensos con los jóvenes desmo-vilizados en ambos bandos armados.

Son jóvenes, del mismo modo, los que conforman las“bandas” y “pandillas” juveniles en casi todas las grandesciudades del continente, y son mayoritariamente jóvenespobres, pertenecientes a familias desintegradas, que nohan podido permanecer en el sistema educativo, quecarecen de trabajos dignos y que han encontrado en labanda el principal “espacio de socialización” y de apoyomutuo entre “pares”. Las pandillas que han sido analiza-das en la óptica de las teorías del “capital social perverso”en varios estudios del BM (Mosser y Bronkhorst, ;Mosser y Shrader, ) pero también desde ópticas pro-mocionales más “proactivas” en algunos estudios de caso

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en Argentina y Brasil (Alarcón, ; Duschatzky y Co-rea, ; Cruz, Rasga y Mazzei, ).

Y como sabemos, también son jóvenes los que matan ymueren en enfrentamientos entre “barras bravas” segui-doras de diferentes equipos de futbol en Chile, Argentinay Uruguay, por ejemplo, o los que “prueban fuerzas”a tra-vés de modalidades cada vez más violentas frente a otrosadolescentes, en los establecimientos educativos medios decasi toda América Latina (varios autores, ). En suma,rostros diversos de un fenómeno tan complejo como des-garrador, que no admite lecturas simplificadas ni sim-plistas y que exige rigurosidad al intentar ubicar las ver-daderas raíces del fenómeno, al evaluar las respuestasbrindadas hasta el momento y al encarar la búsqueda derespuestas alternativas más viables y pertinentes, basa-das en el respeto a los derechos humanos y a las normasestablecidas.

¿Tribus urbanas?: un intento de explicación integral

En un intento por interpretar de modo integral algunosde estos fenómenos, se han conocido últimamente algu-nos estudios centrados en el análisis de las denominadas“tribus urbanas”, en la óptica de los estudios pioneros deMafessoli de mediados de la década de (Mafessoli,), especialmente uno publicado por la editorial Pai-dós con un subtítulo muy sugerente, ubicando “el ansiade identidad juvenil entre el culto a la imagen y la autoa-firmación a través de la violencia” (Costa, Pérez Torneroy Tropea, : ). Más allá de la revisión de los muchosestudios que sobre “bandas juveniles” se han hecho enlas últimas décadas en Europa, Estados Unidos y Canadá,y del estudio de grupos juveniles barceloneses que pocotienen que ver —al menos en apariencia— con sus ho-mólogos de América Latina en general y de los diferen-tes países que la componen en particular, la investigaciónofrece una sugerente perspectiva con la que analizar afondo los complejos vínculos existentes entre jóvenes yviolencia en nuestro medio.

Las tribus urbanas —dicen los autores— se presentabanen nuestra investigación no sólo como potenciales fuentesde agresividad, sino, ante todo, como el resultado de innu-

merables tensiones, contradicciones y ansiedades que em-bargan a la juventud contemporánea. Conforme avanzabanuestra investigación —agregan— empezaba a quedarclaro que la neotribalización de los jóvenes respondía a unfenómeno de hondo calado. Se presentaba como una res-puesta, social y simbólica, frente a la excesiva racionalidadburocrática de la vida actual, al aislamiento individualista aque nos someten las grandes ciudades, y a la frialdad de unasociedad extremadamente competitiva (idem : ).

Adolescentes y jóvenes —sostienen estos especialis-tas— solían ver en las tribus la posibilidad de encontraruna nueva vía de expresión, un modo de alejarse de la nor-malidad que no les satisface y, ante todo, la ocasión deintensificar sus vivencias personales y encontrar un núcleogratificante de afectividad. Se trataba, desde muchos puntosde vista, de una especie de cobijo emotivo por oposición ala intemperie urbana contemporánea que, paradójicamen-te, les llevaba a la calle (idem : ).

Los autores aceptan la escasa dimensión actual del fenó-meno, pero insisten en la potencial tendencia al aumentodel mismo en el futuro.

La respuesta tribal más aparente y reconocible como tal (laque aquí nos ocupa) no es sino minoritaria. Por tanto, noafecta a la mayoría de los jóvenes que se mueven, por elcontrario, dentro de los parámetros habituales. Los para-digmas individualistas y los intercambios sociales de tipocontractual y mercantilistas constituyen aún el hueso de laingeniería social contemporánea, y el conflicto entre la es-fera pública y la individual es aún el eje principal en el quese envuelven las grandes corrientes macroeconómicas(idem : ).

Sin embargo —agregan— las esclarecedoras reflexio-nes de los sociólogos de lo cotidiano y lo emocional, nospermiten tender un puente entre el fenómeno específico delas tribus juveniles propiamente dichas —fenómeno, porotro lado, cuantitativamente reducido aunque en absolutoirrelevante— y un macrofenómeno que se extiende de formamucho más significativa en lo social, como es ese neotri-balismo tendencial y generalizado que se puede observarmás allá de esa punta del iceberg que las tribus juvenilesrepresentan (idem : ).

Las diferentes respuestas ensayadas hasta el momento

Las respuestas ensayadas hasta el momento no han podi-do obtener resultados significativos, y han demostrado serineficaces en casi todos los casos conocidos, tanto desde

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el ámbito de las políticas públicas, como desde la órbitade la sociedad civil.

Así, desde las autoridades públicas, las políticas carce-larias están haciendo crisis en casi todos los casos nacio-nales (los motines y demás problemas acaecidos en losúltimos tiempos así lo atestiguan) y las reformas de tipolegal no han tenido demasiados efectos, en la medida enque sólo han pretendido endurecer las penas previstas, sincriticar el enfoque puramente represivo de las mismas.

Por su parte, desde los afectados por la violencia, lasrespuestas se han concentrado en el “atrincheramientoprivado” (rejas, alarmas, condominios “militarizados”, etc.)en el caso de los “integrados”, o en el desarrollo del ejer-cicio de la justicia por mano propia (“juicios sumarios”y linchamientos de “delincuentes”, grupos de autodefen-sa, etc.) en el caso de los “excluidos”, respuestas cargadasen ambos casos por ingredientes sumamente perversos.

En el fondo, las respuestas no logran resultados rele-vantes, porque sólo atacan las expresiones más visibles del

fenómeno. Tal como lo señala un estudio de la OPS, re-sulta imprescindible asumir que estamos ante un proble-ma estructural, sumamente complejo y enraizado en lapropia cultura de nuestros países. Es necesario superar losenfoques simplistas predominantes hasta el momento,que se limitan al despliegue de respuestas de neto corte“represivo” o al desarrollo de campañas “moralistas” oaún a la asimilación mecánica entre “pobreza” y “delin-cuencia”, que postula el combate a la pobreza como res-puesta casi “mágica” (lo que se ha intentado seriamente—en Medellín, por ejemplo— y aún así el fenómeno hacontinuado expandiéndose).

La cultura de la violencia —sostiene este interesante infor-me de la OPS— no resulta de la manifestación de comporta-mientos de seres humanos instintivos sino de la expresiónde comportamientos de seres humanos alienados. La vio-lencia es una adulteración de las relaciones humanas comoproducto de instituciones sociales —la familia, la escuela,los grupos a los que se pertenece, las cárceles, la policía, las

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4 “Sí ha estado cambiando mi vida. Me ha dado la inquietud de poder aprender para ayudar a otros jóvenes.”

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instituciones oferentes de servicios— que la permiten,generan, o recrean, cuando se distorsionan. Muchos, entreaquellos que realizan actos violentos, se han visto impul-sados, estimulados, seducidos u obligados a cometerlos. Dealgún modo, fueron instrumentalizados. No fueron elloslos que eligieron la violencia; fueron elegidos por ella (Gus-tavo de Roux, : ).

Un niño o un joven violento —enfatiza el autor— sonpersonajes alterados por interferencias en su desarrollo nor-mal o que han sido condicionados para recrear la violencia.Los jóvenes desean afirmar su identidad como personas yel modelo que les ofrece la sociedad es el consumidor aultranza. Quieren ser reconocidos como individuos y lasociedad los anonimiza o registra como peligro; buscandiversión y se les ofrece espectáculos televisados de vio-lencia y armas, primero de juguete y después letales.Reclaman un ambiente sano y se les concede uno de pri-vaciones, exclusión y violencia” (idem : -).

ALGUNAS ESPECIFIDADES NACIONALESRELEVANTES

Pero, más allá del panorama general esquemáticamentepresentado en la sección anterior, importa destacar al-gunas especificidades nacionales relevantes, que obligana definir políticas públicas particulares en cada caso espe-cífico. Para ello, nos apoyaremos en las evidencias reco-gidas en diversos estudios realizados con el apoyo del BID,del BM, de la CEPAL y de la UNESCO en varios países dela región (las referencias bibliográficas figuran al finalde estas notas).

En especial, importa reseñar los casos de México, ElSalvador, Venezuela y Brasil, por tratarse de situacionesnítidamente diferenciadas en términos de indicadoresgenerales (niveles de desarrollo, cobertura de servicios,culturas dominantes, etc.) pero que en relación con eltema que aquí nos ocupa, mantienen similitudes impor-tantes, lo que muestra más claramente aún las comple-jidades del fenómeno que estamos analizando.

Factores de riesgo asociados a la violencia en México

Un estudio de la Fundación Mexicana para la Salud(FMS, ), realizado en el Distrito Federal, concentrósu atención en los factores de riesgo asociados a la vio-lencia. Para medirlos, realizó una encuesta en los Servi-cios de Urgencia del Departamento del Distrito Federal,donde se atiende % de los casos de lesiones intencio-nales infligidas a la población.

Las cifras recabadas, correspondientes a enero y febre-ro de , indican que en un total de casos atendi-dos, correspondieron a hombres y a mujeres, delos cuales, .% tenía entre y años. El porcentajede jóvenes afectados por este tipo de fenómenos aso-ciados a diversas formas de violencia, era equivalente a. por ciento en el caso de las mujeres, y a .% en elcaso de los hombres.

El grupo de más alto riesgo que seguía al de los jóve-nes era el compuesto por personas de a años, con.% de los casos en total (% en el caso de las mujeres

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“Hubo varias veces que estuve preso, me metieron unas grandes cum-bias y gracias a Dios estoy todavía vivo.”

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y .% en el caso de los hombres). En el resto de losgrupos etáreos, las cifras eran mucho menores, ubicándo-se en .% en el grupo de a años, en .% en losmenores de años y en .% entre los mayores de

años (siempre en promedio de ambos sexos para todoslos grupos).

El estudio midió la probabilidad de sufrir lesiones in-tencionales, asociando el fenómeno con diferentes varia-bles, concluyendo que los mayores riesgos se asociabancon el consumo de alcohol (comparado con el no consu-mo), con la elevada presencia en la vía pública (compa-rada con el lugar de trabajo y el hogar), con el sexo mas-culino (en comparación con el sexo femenino) y con lacondición de joven (en niveles notoriamente superioresa cualquier otro grupo de edad).

Sin duda, las expresiones de violencia relacionadas conlos jóvenes de otras ciudades o las que ocurren en el cam-po mexicano son diferentes a las aquí reseñadas, peroen cualquier caso, lo dicho es más que elocuente, tanto entérminos de dimensiones como de complejidad, a pesarde la relativa validez de las evidencias utilizadas para elDistrito Federal.

Las maras y la violencia en El Salvador

Según los estudios del IUOP ( y ), El Salvadordebe dedicar más de % del PIB a atender la violencia ylas secuelas provocadas por ella. El alto nivel de homi-cidios (más de muertes violentas por cada

habitantes por año) explican dicha inversión. En estecontexto, las pandillas juveniles constituyen uno de losfenómenos asociados con la violencia de mayor enver-gadura en el país.

Distintas investigaciones locales han mostrado que ladinámica de las maras (nombre con el que se denominaa las pandillas juveniles, por asociación con el fenómenode las hormigas invasoras de la película Marabunta que“arrasan con todo”) está fuertemente vinculada al ejerci-cio de la violencia, tanto de tipo delincuencial como entreellos mismos, es decir, contra otras pandillas. Un sondeorealizado entre la opinión pública reveló que % de lossalvadoreños piensa que el problema delincuencial más

grave que existe en el país es el elevado número de marasjuveniles y en repetidas ocasiones la prensa nacional lo hadestacado como el problema fundamental de la violen-cia, no sólo dentro de la población juvenil sino que tam-bién a nivel general.

En , la Policía Nacional Civil calculaba que en elárea metropolitana de San Salvador residían alrededorde jóvenes que estaban integrados a las pandillasjuveniles callejeras, y hay razones para pensar que esenúmero ha crecido desde entonces. En este país, el pro-blema de las maras tiene dos dimensiones diferentes. Porun lado, se encuentran las ya aludidas maras callejeras,integradas por jóvenes cuyo elemento de referencia es laidentificación con el barrio y la territorialidad de sus ac-tividades. Aunque la mayor parte de estos jóvenes estáintegrada a dos o tres pandillas, con presencia nacional,estas se subdividen en clicas que suelen desenvolverse enel sentido más clásico de la organización pandilleril. Porotro lado, se encuentran las maras o pandillas estudian-tiles, conformadas por jóvenes matriculados en distintoscentros educativos y cuya referencia organizacional de-pende de esa pertenencia institucional. En los últimosaños, las actividades de este tipo de pandillas se han vuel-to progresivamente más violentas, hasta llegar con regu-lar frecuencia al homicidio.

Un sondeo con los reclusos del sistema penitenciarionacional y con los internos de los centros de re-educaciónjuvenil exploró la afiliación de los mismos a las pandillasjuveniles al momento de su captura. Los resultados indi-caron que sólo % de los entrevistados afirmó formarparte o haber sido miembro activo de una mara cuandofue capturado.

Sin embargo, esto no significa que en el pasado no ha-yan formado parte de las pandillas. Aunque el sondeo noexploró esa historia de pertenencia pandilleril, no se pue-de descartar ese tipo de afiliación pasada, sobre todo en-tre las personas de mayor edad. Esto se fundamenta en losporcentajes diferenciados de pertenencia según la edad:los más jóvenes presentan una proporción de pertenenciabastante alta, por encima de %, pero hacia los añosningún recluso registra una historia de vinculación conlas maras. Si nos atenemos al punto de vista institucional,% de los internos en centros de re-educación juvenil

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son maras, frente a sólo .% en los establecimientos pe-nitenciarios para adultos (a pesar de que las tres cuartaspartes de estos reclusos son jóvenes).

Víctimas de la violencia en Venezuela: jóvenes,varones y pobres

La encuesta de victimización realizada en Venezuela (Bri-ceño y Pérez, ) permitió caracterizar claramente elperfil de las principales víctimas de la violencia. Las ci-fras demuestran que de cada víctimas son del sexomasculino, con muy leves oscilaciones durante la déca-da de .

Del mismo modo, la casi totalidad de las víctimas quesufrieron agresiones de armas de fuego y/o de armas blan-cas cuenta con ingresos menores al equivalente a tres sa-larios mínimos y pertenecen a sectores ligados a diversasformas de pobreza, habitantes de los denominados “ba-rrios” (zonas marginales).

Pero lo más destacable en el marco de este informe esla corta edad de la mayor parte de las víctimas: segúnel estudio, % de los homicidios ocurrieron, durante elperiodo estudiado, en menores de años, llegando aafectar a % entre los que cuentan entre y años.Los menores de años tienen . más probabilidades deser víctimas de un asesinato que los mayores de años.

La tasa de homicidios en los jóvenes es dos o tres vecesmayor que la tasa de homicidios en general en la ciudadde Caracas, y seis o siete veces mayor que la tasa de homi-cidios del país. Al diferenciar grupos de edad, las cifrasindican que la tasa de homicidios (por habitan-tes) era en el grupo de a años en , llegandoa en para descender luego a en . En elgrupo de a años, por su parte, las cifras fueron ,

y , respectivamente.Un estudio realizado por la División de Planificación

de la Policía Metropolitana de Caracas muestra que enel periodo -, el promedio de menores detenidoso retenidos por dicha policía fue de .% del total depersonas detenidas o retenidas. Llama la atención, sinembargo, que de un total de menores detenidos oretenidos por la policía, .% tuviesen como causa de la

acción policial que fueran sospechosos, indocumentadoso por averiguación de antecedentes.

Es decir, hay un efecto de estigmatización de los jóve-nes que los hace más proclives a ser culpabilizados y queproduce, a su vez, una mayor probabilidad de inserciónen el crimen al ser considerados como criminales e in-ternalizar ellos mismos esa identidad. Es de destacar,por último, que los jóvenes son también victimarios im-portantes: los datos disponibles para muestran que% de los homicidios cometidos en ese año, singular-mente violento en Caracas, fueron ejecutados por me-nores de edad.

La mortalidad juvenil en Brasil: un problema de los grandes centros urbanos

Para , los datos del censo de población confirmabanque el país contaba con un contingente de poco más de millones de jóvenes en la faja etárea de a años,que representaban .% del total de . millones de ha-bitantes del país. Esta proporción fue mayor en el pasa-do: en , si existían sólo . millones de jóvenes enun total de . millones de habitantes, este grupo repre-sentaba proporcionalmente .% de la población.

Sin embargo, este crecimiento de la población joven,dados los recientes cambios en las curvas demográficasdel país, resultado de las caídas en las tasas de fecundidady del aumento de las tasas de mortalidad por causas ex-ternas, tenderá a inflexionar en los próximos años. Efec-tivamente, según las estimaciones oficiales, para el año ese contingente deberá haber caído a alrededor de. millones de jóvenes, con el consiguiente envejeci-miento de la población del país.

Pero si la tasa global de mortalidad de la poblaciónbrasileña cayó de en habitantes en 0, a en , la tasa específica de los jóvenes creció signi-ficativamente, pasando de a en el mismo periodo,hecho ya muy preocupante. La mortalidad entre los jóve-nes no sólo aumentó; además, está cambiando su confi-guración, a partir de los nuevos patrones de mortalidad.

Estudios históricos realizados en São Paulo y Río de Ja-neiro muestran que las epidemias y dolencias infecciosas,

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que eran las principales causas de muerte entre los jóveneshace cinco o seis décadas, fueron sustituidas progresiva-mente por las denominadas “causas externas” de morta-lidad, principalmente los accidentes de tránsito y los ho-micidios. Los datos disponibles permiten verificar estafuerte tendencia. En las “causas externas” ya eranresponsables de más de la mitad (.%) del total demuertes de jóvenes del país. Diez y seis años después, eseporcentaje se elevó a .%: más de dos tercios de los jó-venes mueren por esas causas externas y fundamental-mente por homicidios y otras formas semejantes.

Las cifras del Mapa de la violencia elaborado por laUNESCO (Waiselfitsz (coord.), a, y ) indicanclaramente —además— que la violencia relacionada conlos jóvenes es un fenómeno ligado directamente a la diná-mica de los grandes centros urbanos. El estudio comparala situación de las distintas unidades federadas, las regio-nes metropolitanas y las capitales estaduales, mostrandosemejanzas y diferencias significativas. En accidentes detránsito, en la media nacional, las capitales presentan unatasa % mayor que las unidades federadas, situación a

la que también se aproxima la media de las regiones. Sinembargo, la situación es bien diferente en relación conlos homicidios y otras formas de violencia: las capitalesy las regiones metropolitanas tienen tasas que duplican latasa global ( y , comparado con por ). Estopermite afirmar que la violencia contra los jóvenes, cau-sada por diversas formas de agresión física, constituye unfenómeno significativo y relevante de los grandes con-glomerados urbanos. En el caso de los suicidios, éstos sedistribuyen también con más uniformidad entre unidadesfederadas, regiones metropolitanas y capitales estatales.

Si incluso se compara con el sida, las diferencias en lasrespuestas son abismales. Así, en , el sida victimizóa jóvenes, es decir, .% de las muertes juveniles entodo el país. Como se sabe, existe al respecto una enormepreocupación y una gran movilización, que todos con-sideran necesaria y justificada. Pero, para este otro flagelo(los homicidios), causante de muertes de jóvenesen ese año, esto es, un mal cuantitativamente 3 vecesmayor que el sida, las acciones y políticas de enfrenta-miento son aún escasas y bastante tímidas.

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“No hay necesidad de sacarlos de la pandilla. Hay que llegar y decirles que allí pueden hacer mucho, pueden cambiar ideales.”

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ALGUNAS RESPUESTAS INNOVADORASDESTACABLES

Por otra parte, importa destacar algunas respuestas in-novadoras que se están aplicando en algunos países de laregión, a los efectos de mostrar la existencia de alterna-tivas viables que podrían replicarse en otros contextosespecíficos. En particular, nos importa presentar los Pro-gramas de Seguridad Ciudadana de Colombia y Uruguay,la experiencia de Costa Rica en materia de responsabili-dad penal de adolescentes y jóvenes, la experiencia hon-dureña en el trabajo con maras y las “escuelas abiertas”de Brasil.

Seguridad y convivencia ciudadana en Colombia

El Programa de Seguridad y Convivencia Ciudadana deColombia busca apoyar un conjunto de intervencionesorientadas a fomentar la convivencia ciudadana y preve-nir y controlar la violencia urbana. Las intervenciones quese vienen desplegando se articulan con la estrategia de lasalud pública de afectar los llamados factores de riesgo,entre los que han sido identificados como más relevan-tes: la impunidad, la poca credibilidad de la justicia y de lapolicía, las relaciones que favorecen la solución violentade los conflictos, el manejo inadecuado de los hechosviolentos por parte de los medios de comunicación, la pre-sencia de pandillas juveniles y grupos armados al mar-gen de la ley, la proliferación de armas en la poblacióncivil y el consumo desmedido de alcohol y otras drogas.

Las actividades en toda la nación están orientadas a pro-veer las herramientas necesarias para el conocimiento yla evaluación de los múltiples tipos de violencia que afec-tan a la sociedad colombiana, y crear consenso alrededorde los factores generadores sobre los cuales podría inci-dirse. Asimismo, el programa nacional incluye un fondode asistencia técnica para apoyar a las municipalidades,y se viene aplicando especialmente en Bogotá, Cali y Me-dellín. Con este fondo se financian sistemas de informa-ción, revisión de la legislación vigente, sistemas alternati-vos de rehabilitación de menores que delinquen, políticasde desarme de la población civil, etc. Del mismo modo,

se financian investigaciones y programas promocionalesligados con el fomento de la convivencia ciudadana, laresolución pacífica de conflictos, el combate de la exclu-sión social, etcétera.

En dicho marco se identificaron tres ejes prioritariospara la acción: la negociación interna del conflicto conlos grupos armados al margen de la ley, la violencia origi-nada en torno a las cuestiones agrarias y la violencia ur-bana, con especial énfasis en la violencia doméstica. Enparticular, dichas prioridades implican atender preferen-temente el accionar de las pandillas juveniles y la parti-cipación de jóvenes en actos delictivos de diversa índole.

En el caso concreto de Medellín, esto se expresa en elestablecimiento de prioridades muy claras en relacióncon la “población objetivo del programa”: niños y jóve-nes (especialmente aquellos ubicados en los estratos máspobres), a partir de la atención de los espacios de sociali-

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“Empecé a hacerle daño a la gente inocente. En mi locura no me im-portaba nada, como a nadie le importaba mi vida.”

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zación (familia, espacios educativos, barrios populares ymedios de comunicación) y a las instituciones especiali-zadas en procesos de prevención, detección, informacióny atención al niño y al joven en alto riesgo de presentarcomportamientos agresivos, incluyendo instituciones pú-blicas y privadas encargadas de procesos de seguridad yjusticia institucional y comunitaria, y autoridades y líde-res de organizaciones de todo tipo.

Para operar, el programa se estructuró en diversos com-ponentes: montaje de un observatorio de la violencia,reforma de la justicia para acercarla al ciudadano, pro-moción de la convivencia pacífica entre niños y jóvenes,medios de comunicación como promotores de la convi-vencia ciudadana, modernización institucional y segui-miento ciudadano. La estrategia de aplicación se sustentaen una extendida participación ciudadana y de todas lasinstituciones implicadas. En lo que hace a la promociónde la convivencia con niños y jóvenes, el programa estáoperando en torno a la detección precoz de niños agre-sivos y el diseño de pautas para su crianza y educación,el establecimiento de una red de instituciones para apo-yar estas tareas, la promoción de la convivencia entre jó-venes en conflicto, y el desaprendizaje de la violencia enjóvenes ya violentos.

En el caso de Bogotá, el programa también cuenta conuna gran prioridad relacionada con los jóvenes, al ubicarel trabajo desde una óptica eminentemente preventiva,en dos vertientes claramente identificadas: prevención ycomunicación (fortalecimiento de procesos comunicacio-nales para las relaciones interpersonales, grupales, esco-lares, colectivas y masivas) y prevención y producción(creación, fortalecimiento, organización y capacitación pa-ra la ejecución de proyectos de educación para el traba-jo y la productividad). Desde este ángulo, se promuevenprocesos de construcción de identidad y autoestima, apo-yo a la consecución de ingresos propios legales, forma-ción de hábitos de trabajo, desarrollo de habilidades ydestrezas, etcétera.

Aunque todavía no se dispone de evaluaciones sistemá-ticas de los impactos efectivamente logrados, se coincideen destacar que éstos han sido limitados, alejados —en ge-neral— de las expectativas originales al respecto. Un com-plejo conjunto de causas han incidido —al parecer— en

estos magros resultados, entre las que se destacan: lapersistencia de la crisis económica, las resistencias al cam-bio de varios de los grupos organizados que se benefi-cian con la dinámica del conflicto, el carácter estructuralde los principales componentes de la cultura dominante(fomentadora de la resolución violenta de conflictos), lafalta de continuidad en los esfuerzos impulsados, etcétera.

Programa de seguridad ciudadana en Uruguay

En el caso de Uruguay, que cuenta con los menores nive-les de violencia de toda la región, “el objetivo global delprograma es prevenir y tratar la violencia interpersonalasí como disminuir la percepción de inseguridad. Paraello el programa fortalecerá las capacidades instituciona-les y promoverá la participación activa de organizacionesde la sociedad civil y de la comunidad, particularmentela juventud”. El programa se despliega en Montevideo yel área metropolitana, donde se concentra % de la po-blación y % de los delitos.

Los principales componentes del programa son: for-talecimiento institucional, consolidación de los sistemasde información,concientización pública y reorientación delos servicios policiales. En términos operativos se desa-rrollan acciones conjuntas policía-comunidad, se des-pliegan importantes esfuerzos de readiestramiento ycapacitación de recursos humanos, se fortalecen los ser-vicios de atención y rehabilitación, se desarrollan accio-nes en los centros educativos, se refuerzan los programasde promoción juvenil, se instalan centros piloto de pre-vención y un centro de rehabilitación para jóvenes in-fractores, alternativo al sistema carcelario.

En términos de “impactos” del programa, se aspiraba adisminuir la sensación de inseguridad de la población enun %, disminuir la tasa de delito por rapiña en cincopuntos, disminuir la tasa de homicidio en dos puntos,disminuir la reincidencia de la población reclusa en diezpuntos y disminuir el impacto de la violencia intrafami-liar contra la mujer en otros diez puntos, al finalizar elproyecto en el año . En lo que hace a la violencia do-méstica, el programa ha apoyado varios proyectos públi-cos y privados que proveen servicios y atención a víctimas

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y agresores. Respecto a los jóvenes se ha hecho otro tan-to, en relación con las organizaciones que trabajan en laesfera de la prevención y atención alternativa.

La estrategia de aplicación, como puede apreciarse, seaparta claramente de los enfoques puramente represivosvigentes, y procura apoyarse fuertemente en la experien-cia de diversos programas que vienen trabajando desdehace tiempo en la esfera de la prevención, tratando de am-pliar significativamente la cobertura de los mismos, y poresta vía lograr impactos más extensos y pertinentes. Setrata, por tanto, de una apuesta sumamente relevante (aligual que la que se está desplegando en Colombia) y losresultados, también en este caso, han estado por debajode las expectativas, muy exigentes en términos de indica-dores que evolucionan al compás de macro tendenciasestructurales, de difícil manipulación desde programascomo el que estamos comentando (Bonino, ).

En cualquier caso, son las primeras acciones de este ti-po que —en dimensiones significativas— se intentan po-ner en práctica, y seguramente estas experiencias seránde utilidad para encarar este tipo de problemas en otroscontextos nacionales en el futuro. Lo cierto, en todo ca-so, es que en relación con los jóvenes por primera vez seha intentado dar respuestas reclamadas desde la socie-dad civil, involucrándola de manera central, lográndoseavances significativos en algunas áreas promocionales decarácter puntual (instalación de Casas de Juventud conprogramas promocionales bien valorados por los jóvenesbeneficiarios, etc.). Sin embargo, en paralelo, los índicesde violencia han seguido aumentando, en buena medidaa la luz de la persistente y aguda crisis económica y socialque afecta al país desde , y que apenas comienza arevertirse con cierta sostenibilidad en estos primeros me-ses de .

Simultáneamente, además, las cifras de menores infrac-tores recluidos en establecimientos del Instituto Nacio-nal del Menor (INAME) han crecido de manera sostenida,pasando de un total de en a en (ElPaís, Montevideo, de febrero de ). Ello ha motiva-do, casi como un reflejo condicionado, un nuevo emba-te de los sectores sociales y políticos más conservadoresque exigen la rebaja de la inimputabilidad de los meno-res hasta los años (establecida desde hace décadas en

años). Pero las cifras absolutas —a veces— muestranproblemas que —en realidad— no son tales. Así, un es-tudio reciente auspiciado por UNICEF (Silva y Cohen[coords.], ) ha demostrado que, en términos relati-vos, los delitos no se han tornado más violento ni se han“juvenilizado” (como se sostiene desde estos enfoques).En realidad, el número total de delitos ha aumentado,por lo que el aumento en números absolutos en el caso delos menores no se refleja en las cifras relativas. Lamenta-blemente, este tipo de debates ha contribuido muy pocoen el enfrentamiento decidido —y con enfoques inno-vadores— de las raíces de este tipo de dinámicas, y nadaindica que esto pueda cambiar.

De la arbitrariedad a la justicia: jóvenes y responsabilidad penal en Costa Rica

En tercer lugar, importa analizar la experiencia costarri-cense en materia de responsabilidad penal de adolescentesy jóvenes, en la medida en que la misma se aparta sus-tancialmente de las prácticas vigentes en toda la regiónen las últimas décadas. La misma procura funcionar enbase a un modelo sustentado en la Convención Interna-cional de los Derechos del Niño (aplicable a todos losmenores de años y que los toma como sujetos de de-rechos, y no como simples personas en situación irregu-lar, a las que hay que proteger) siguiendo el camino queabrió en la aprobación del Estatuto del Niño y elAdolescente de Brasil, con enfoques totalmente alternati-vos a los vigentes en América Latina durante el siglo XX.Este es un elemento central del tema que analizamos, enla medida en que estamos ante una de las respuestas másrecurrentes en todos nuestros países, esto es, el castigo le-galmente establecido para los adolescentes que contra-vienen las leyes del país.

El modelo de justicia de responsabilidad penal de CostaRica —ha destacado el representante de UNICEF en esepaís— tiene la virtud de haber contribuido a dirimir de unamanera bastante clara un antiguo conflicto conceptual yjurídico que arrastraban las viejas doctrinas jurídicas y so-ciales sobre niñez y adolescencia. Nos referimos —acota—a la Doctrina de la Situación Irregular, la cual colapsó enel plano operativo y conceptual debido a la ineficacia de

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sus instituciones y a sus limitaciones teóricas. En el pasado,la combinación ingrata entre los conceptos de “situaciónirregular”, “protección”, “pedagogía” y “justicia”, condujo ala aprobación de legislaciones y al diseño de institucionesque confundían la administración de justicia con la admi-nistración de programas sociales (González y Tiffer, ).

Como lo destacara Emilio García Méndez en el mismolibro:

el principio general que interesa poner en evidencia con-siste en la diversidad del tratamiento jurídico con base enla faja etárea. Así, los niños no sólo son penalmente inim-putables, sino que además resultan penalmente irrespon-sables. En el caso de comisión por un niño de actos queinfrinjan las leyes penales —señala este destacado espe-cialista— sólo podrán corresponder —eventualmente—medidas de protección. Por el contrario, los adolescentes,también penalmente inimputables resultan, sin embargo,penalmente responsables. Es decir, responden penalmente—en los exactos términos de leyes específicas— de aquellasconductas posibles de ser caracterizadas como crímenes,faltas o contravenciones (idem: ).

Estamos, por tanto, ante una experiencia que está dandofrutos muy positivos, a pesar del corto tiempo de vigen-cia (la Ley de Justicia Penal Juvenil fue aprobada en ).Las grandes ventajas de este nuevo instrumento jurídicoparecen radicar en la especificación de penas acordescon la dimensión de los “delitos” cometidos, la puesta enfuncionamiento de establecimientos autónomos para lareclusión de adolescentes (especialmente los que come-ten delitos por primera vez), el énfasis en la recuperación(y no en el simple castigo) con que dichos establecimien-tos funcionan, y la promulgación de medidas alternativasa la reclusión (aún la autónoma o separada de los esta-blecimientos carcelarios para adultos) como lo son lasdiversas formas de “libertad asistida”aplicadas con el apo-yo de instituciones públicas y privadas especializadas.Reglas claras, en definitiva, que permiten ajustarse másy mejor a todas las partes involucradas, y que por tanto,limitan las arbitrariedades propias de los modelos vi-gentes en el pasado.

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“Antes yo tenía el sueño de ser psicóloga. Ahorita es terminar el diplomado. No quiero que mis hijas digan: Mi mamá sólo anduvo en la mara,tiene tatuajes. Mejor: Estuvo allí pero se superó.”

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Prevención y rehabilitación de miembros de maras en Honduras

Como se sabe, el tema de las maras (pandillas juveniles)está presente en la mayor parte de los países centroame-ricanos. Ya lo destacamos en el caso de El Salvador, perotambién existen en Guatemala, en Honduras y en Nica-ragua. Sin embargo, las causas que explican los procesosen cada caso en particular son diferentes, al igual que lascaracterísticas esenciales del fenómeno.

El tema preocupa particularmente a los hondureños,pero no existen consensos respecto a cómo responder adicha problemática.

Las posiciones sobre las respuestas al problema han sidopolarizadas: de un lado están aquellos sectores que de-mandan medidas drásticas, como el encarcelamiento, ma-yor presencia de la policía en las calles, reducción de la edadpara la imputación de responsabilidad penal, el retornodel servicio militar obligatorio; del otro lado están los sec-tores que demandan la plena vigencia de los derechos dela niñez y la adolescencia y verdaderas transformacionesen las prácticas autoritarias y represivas que predominan enel tratamiento del problema (Salomón, Castellanos y Flo-res, : ).

El fenómeno preocupa cada vez más en términos de ame-naza a la seguridad ciudadana, en el marco de un manejosensacionalista del tema por parte de los grandes mediosde comunicación y de mensajes sesgados provenientes dela policía y otros organismos responsables del orden pú-blico, que muchas veces estigmatizan a todos los jóvenespobres como sospechosos de pertenecer a las maras, has-ta que demuestren lo contrario. Así, la persecución y elhostigamiento a los mismos, muchas veces excede loslímites de lo necesario y amenaza la integridad y el respe-to a los derechos más elementales de una parte impor-tante de la población juvenil. Esto ha motivado la reali-zación de denuncias, que han implicado la intervenciónde organismos internacionales de defensa de los derechoshumanos, preocupados en gran medida por el tema.

Por todo lo dicho, el Congreso Nacional asumió a finesde la responsabilidad de analizar el tema con riguro-sidad y responsabilidad, constituyendo una Comisión In-terinstitucional responsable de la elaboración de un plande prevención, rehabilitación y reinserción social de jó-venes en maras o pandillas, y de un anteproyecto de leyque legisle al respecto, con lo cual se comenzó a recorrerun proceso sumamente relevante.

La ley finalmente aprobada destaca, en la exposición demotivos, que lo que se procura es “establecer un enfoqueintegrador, respetuoso de la condición democrática, delas garantías constitucionales y de los derechos y prerro-gativas que la ley confiere a todas las personas”, recono-ciendo que “el manejo del problema de pandillas requierede unidad de principios, de visión, de objetivos y de mé-todos de acción por parte del Estado y de las iniciativasprivadas y de la sociedad civil”. En el mismo sentido, seestablece que el objetivo central debe ser la “prevención,rehabilitación y reinserción social en el nivel municipal”,basando el enfoque en el reconocimiento del “derecho detodas las personas involucradas en pandillas a ser bene-ficiarios de los planes, programas y proyectos de preven-ción, rehabilitación y reinserción social, sin que su edadsea límite para ello” (versión mimeografiada, pp. -).

El articulado de la ley incluye algunas disposicionesgenerales, otras más estrictamente relacionadas con aspec-tos institucionales, algunas más referidas a los programasy proyectos a impulsar, un capítulo específico sobre res-

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“Y empecé a delinquir porque no tenía un sentimiento, no sabía loque era tener un derecho a la vida.”

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ponsabilidades y derechos, y otro dedicado a los recursosque permitirían poner en práctica las propuestas formu-ladas. Se trata de una propuesta seria y rigurosamentediseñada que permitiría encarar correctamente este par-ticular problema, pero su efectiva puesta en práctica estáenfrentando serios problemas operativos, en la medidaen que algunos de los principales actores institucionalesinvolucrados en el tema no prestan la colaboración nece-saria, y en paralelo, se han vuelto a desplegar acciones degrupos armados que matan a adolescentes pobres en cir-cunstancias sumamente confusas y preocupantes (Valla-dares, ).

De más está decir que de mantenerse estas tendenciasse corre el riesgo de que el manejo del tema se encaucepor los caminos conocidos hasta el momento, y de ellono podrá esperarse nada bueno desde el punto de vistadel logro de mayores niveles de seguridad ciudadana ni,claramente, desde el punto de vista de la reinserción delos jóvenes implicados en el tema. En cambio, si esta ini-ciativa legislativa se pusiera en práctica, podría aportarrespuestas innovadoras sumamente relevantes y opor-tunas. Lamentablemente, las actuales condiciones socia-les, económicas y políticas no permiten ser optimistas.

Las “escuelas abiertas” de Brasil

Por último, en esta sección importa reseñar brevemente laexperiencia de las “escuelas abiertas”de Brasil, pensada co-mo una estrategia de prevención de la violencia juvenil,y de la que participan unos colegios, involucrando a adolescentes y jóvenes, en los estados de Bahía,Pernambuco, Río de Janeiro, São Paulo y Mato Grosso.La idea es muy simple: abrir las escuelas básicas y mediaslos fines de semana para realizar actividades recreati-vas, lúdicas y deportivas con los adolescentes y jóvenesde las comunidades circundantes, de las que provienenlos alumnos que asisten regularmente a dichos colegios,y en donde habitan —también— los muchos desertoresdel sistema escolar que no encuentran en la educaciónlos elementos que respondan a sus expectativas de inte-gración social (preparación para el ingreso al mercado detrabajo, para el ejercicio de derechos ciudadanos, etc.).

Los criterios utilizados para incluir escuelas en esta ex-periencia son muy simples: que exista una baja oferta deentretenimiento en la comunidad circundante (las zonasmás deprimidas de los centros urbanos donde se trabaja)y altos índices de violencia en la escuela y en la comuni-dad. La experiencia acumulada muestra que los índices deviolencia disminuyen, al tiempo que se produce un retor-no importante de “desertores” a la dinámica educativaregular de los colegios en los que opera el programa. EnRecife, estado de Pernambuco, por ejemplo, los índicesanuales de peleas con armas de fuego entre los alumnosde las escuelas participantes cayeron de a . por

jóvenes, mientras que los asaltos cayeron de a ., yel uso de drogas de a (siempre por jóvenes).En promedio, % de reducción de la violencia, y aun-que no puede establecerse un vínculo mecánico entreaplicación del programa y reducción de los indicadoresde violencia, lo cierto es que los impactos son tan visi-bles como relevantes (Waiselfisz y Maciel, ; Abramo-vay [coord.], ; y Abramovay [coord.], ).

PERSPECTIVAS Y DESAFÍOS: ALGUNAS PROPUESTAS ESPECÍFICAS

Finalmente, conviene hacer algunas consideraciones so-bre el tratamiento que estos temas deberían tener en elfuturo inmediato, desde el punto de vista del diagnósticoy del mejoramiento de las respuestas que pueden brindarlas políticas públicas. Para ello, conviene extraer prime-ro algunas conclusiones preliminares del análisis realizadohasta el momento, a los efectos de enmarcar adecuada-mente las propuestas relacionadas con las futuras accio-nes a desarrollar.

Algunas conclusiones preliminares: la necesidadde enfoques integrales

Por todo lo dicho, puede afirmarse con sólidos fundamen-tos que las estrategias de combate a la violencia deberánser en el futuro más integrales y sistemáticas, procurandoincidir en la multiplicidad de factores que explican las es-

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pirales de violencia existentes en los diferentes países de laregión. Así lo destacan todos los estudios especializados,y así lo muestran también las experiencias más innova-doras y recientes (que hemos reseñado), que combinanprevención y control de un modo dinámico y sinérgico.

La adopción de programas de doble orientación, como seles ha denominado, representa grandes desafíos, ya quejunto con atender a las necesidades más urgentes, debenapuntar a alcanzar soluciones sostenibles en el largo plazoque efectivamente reduzcan los niveles de violencia queafectan a la región. Pero además, representan un desafíoporque en muchos casos supone restituir la confianza en-tre autoridades policiales y sociedad civil, como paso pre-vio para fomentar la participación y el compromiso de lapoblación en los planes de seguridad ciudadana; iniciarprocesos de reforma judicial y penal que requieren de gran-des consensos políticos y sociales; y promover un cambiocultural de largo plazo como es el paso hacia la resoluciónpacífica de conflictos en distintos ámbitos de la sociedad(Arriagada y Godoy, : ).

En el caso concreto de los jóvenes, todo esto supone lanecesidad de contar con enfoques modernos, que lostomen en una doble perspectiva: como destinatarios depolíticas (asegurando el acceso equitativo a servicios so-ciales de calidad) y como actores estratégicos del desa-rrollo (auspiciando espacios y estrategias para el fomentode la participación de los mismos a todos los niveles). Es-to implica un trabajo articulado entre las diferentes ins-tituciones públicas y privadas que operan en el dominiode la promoción juvenil, procurando complementar es-fuerzos y potenciar las sinergias necesarias a todos losniveles (Rodríguez, ; Rodríguez, a y b; CELADE-CEPAL, ).

El impulso a diversas formas de voluntariado juvenil,la apertura de espacios para el desarrollo de prácticas departicipación ciudadana entre los jóvenes, la promocióndel uso responsable de los medios masivos de comunica-ción como agentes privilegiados de socialización juvenil,la replicación de la experiencia de “escuelas abiertas” deBrasil en toda la región y el acercamiento de la culturajuvenil y la cultura escolar en la enseñanza media (muydistanciadas en los últimos tiempos), podrían colaborarsignificativamente en estas materias, fortaleciendo —en

definitiva— los activos de los propios jóvenes y disminu-yendo los riesgos a los que éstos se ven sometidos.

De lo que se trata —en todo caso— es de fortalecer el ca-pital social de los jóvenes (Arriagada y Miranda [comp.],; CIDPA-INJUV, ), que puede transformarse enun activo de gran relevancia para la promoción de socie-dades más prósperas, más equitativas y más democráti-cas, en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio(ODM) propuestos por Naciones Unidas y respaldadospor todos los gobiernos de la región (PNUD, ).

Jóvenes que no estudian, no trabajan ni buscan trabajo: una prioridad

En este marco, un grupo particularmente vulnerable y ex-puesto a toda clase de riesgos, sobre el que no se han brin-dado respuestas de ningún tipo hasta el momento, es elcompuesto por los jóvenes que no estudian, no trabajanni buscan empleo, desalentados por los múltiples proble-mas que enfrentan a todos los niveles. Este grupo distade ser minoritario: según la edición del Panoramasocial de América Latina de la CEPAL, en promedio, cons-tituyen entre y % del total de jóvenes, llegando en-tre las mujeres a casi % en varios países, especialmenteentre las más pobres. Varios estudios de la OrganizaciónInternacional del Trabajo (OIT) —Diez de Medina, ,por ejemplo— coinciden en destacar la dimensión y lacomplejidad del fenómeno, dado el declive institucionalde referencia (la familia, la escuela, la empresa, etc.) entérminos de “continentación” en estas materias.

Desde todo punto de vista, el tema debería contar conuna mayor y mejor atención, teniendo en cuenta que—por sus propias características— resulta de muy difí-cil acceso. En el caso de las mujeres, mayoritariamente seencuentran recluidas en sus hogares, a cargo de tareasdomésticas y del cuidado de hermanos menores y adul-tos mayores, expuestas en gran medida a la influenciade los medios masivos de comunicación (especialmente latelevisión) mientras que en el caso de los varones, se tratade jóvenes que alimentan las barras de esquina y otros agru-pamientos informales, expuestos a influencias nocivas debandas delictivas y al maltrato policial casi permanente.

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Por causas muy distintas, por tanto, ambos grupos se venexpuestos a situaciones de violencia sumamente graves.

Por muchas razones, entonces, todo parece indicar que,así como en las dos últimas décadas nos hemos ocupadode los denominados “niños de la calle”, en los próximosveinte años deberemos hacerlo respecto a estos jóvenesque no estudian, no trabajan ni buscan empleo. Un grandesafío, sin duda, ya que es muy poco lo que conocemosal respecto, son muy escasas las vías institucionales paratener acceso a los mismos, y son muchos los prejuicios yestereotipos con que nuestras sociedades los miran y los es-tigmatizan. Por si fuera poco, además, no constituyen ungrupo de presión desde ningún punto de vista, y en socie-dades (como las latinoamericanas) que se guían central-mente por las presiones corporativas que reciben, ésta esuna limitante muy difícil de encarar.

Corresponde, por tanto, a las instituciones públicas yprivadas especializadas en el tema, representar (al menos

informalmente) a estos jóvenes, estableciendo alianzas es-tratégicas que permitan impulsar respuestas pertinentesy oportunas, brindando la protección propia de las po-líticas de infancia, conjuntamente con las oportunida-des de participación propias de las políticas de juventudy con el desarrollo de herramientas para el empodera-miento y la búsqueda de la igualdad de oportunidades,propias de las políticas dirigidas a mejorar la condiciónde la mujer. Un ejercicio complejo, sin duda, pero quepuede aportar soluciones reales a una problemáticaque puede desbordar —más temprano que tarde— lasposibilidades de control social con las que cuentannuestras sociedades, y complicar mucho más el delicadopanorama con el que nos enfrentamos actualmente.

Por si fuera poco, todo esto deberá concretarse de mo-dos diversos en cada contexto particular, procurando res-ponder de la mejor manera posible a las especificidadesde cada situación nacional y local, por lo que deberemos

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“Son mi gente. Media vez yo los pueda ayudar yo los voy a ayudar siempre, siempre.”

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dotarnos de estrategias que permitan concretar diagnós-ticos serios en cada caso, junto con el diseño riguroso deplanes y programas que respondan, sin ataduras incon-ducentes, a dichas especificidades.

Fortalecimiento y modernización de las instituciones implicadas

Desde luego, este extenso y complejo conjunto de desafíosobligará a trabajar intensamente en el fortalecimiento yla modernización de la gestión de las principales institu-ciones implicadas en estos preocupantes procesos. Estoes válido, en particular, para la policía, para la justicia ypara las instituciones de protección a la infancia, perotambién lo es para los medios masivos de comunicación,

las instituciones educativas, los gobiernos locales, las fa-milias, los parlamentarios y muchas otras institucionesafines, desafiadas por igual por estas complejas y preo-cupantes dinámicas sociales.

En relación con la policía, parece evidente que habráque trabajar intensamente para cambiar la mentalidaddominante que ve en cada adolescente pobre un delin-cuente en potencia, al que conviene vigilar y castigar alos efectos de prevenir males mayores. En este sentido,algunas encuestas conocidas últimamente demuestranque para la inmensa mayoría de los adolescentes de Bue-nos Aires, Montevideo y Santiago de Chile, la policía esun peligro del que hay que cuidarse y no una institucióna la que se puede recurrir para obtener protección (estodebe ser igual o aún más marcado en otras ciudades).Las quejas sobre malos tratos, violación de derechos yprejuicios de toda clase en relación con los jóvenes cons-tituyen un denominador común en las respuestas brin-dadas por los encuestados (UNICEF, ).

Respecto de la justicia, por su parte, parece claro queel principal desafío tiene que ver con sus capacidadespara asegurar la vigencia de los derechos humanos y delas leyes establecidas a todos los habitantes de nuestrassociedades en general y a los adolescentes vulnerables enparticular. En dicho marco, parece claro que otro desafíocentral —más acotado— es el relacionado con las diver-sas respuestas que se brindan a los adolescentes en conflic-to con la ley, esfera en la cual la reclusión ha mostradoserias limitaciones y las medidas no privativas de liber-tad sólo han sido aplicadas en pequeña escala, mostrandomejores impactos pero sin demostrar todavía si se tratade alternativas viables a una mayor escala. Por ello, el de-safío es ampliar este tipo de respuestas, y multiplicar lasevaluaciones comparadas que nos permitan probar lapertinencia de las mismas, modernizando en paralelola legislación vigente, en consonancia con la Conven-ción Internacional de los Derechos del Niño y demásinstrumentos jurídicos de las Naciones Unidas.

Las instituciones de protección a la infancia, por suparte, tienen un doble desafío, también sumamente re-levante: por un lado, deberán asumir con más decisión yconsecuencia (hasta en el plano de la asignación de re-cursos) la atención de las y los adolescentes (relativizando

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“Entré a la MS a los diez años, después de vivir cinco en la calle solito.Me sentí, ¡púchica!, fortalecido porque tenía a toda mi pandilla queera mi familia.”

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su tradicional atención casi exclusiva a los niños), y porotro, deberán asumir que los enfoques tradicionales,centrados en la ejecución del ciclo completo de los pro-gramas desde prácticas monopólicas, ya no tienen fun-damento ni viabilidad. Estas instituciones deben abrirsea la concertación de esfuerzos con una amplia gama de or-ganizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil,así como a gobiernos locales y organizaciones empresa-riales (entre otras), impulsando programas descentra-lizados, concertados y participativos, más cercanos a ladinámica de la vida cotidiana de las y los adolescentes,que todavía no son adultos pero ya no son niños.

Concertar esfuerzos para elaborar respuestasintegrales

Por todo lo dicho, sería muy conveniente desarrollar es-fuerzos específicamente centrados en la construcción deespacios interdisciplinarios e interinstitucionales paraoperar más articuladamente de aquí en adelante. En estesentido, es mucho lo que puede hacerse con investiga-dores especializados y con operadores de políticas y pro-gramas específicos, pero los mayores esfuerzos habríaque concentrarlos en una labor sistemática con los pro-motores y animadores que trabajan directamente conjóvenes, poniendo un énfasis especial en aquellos que de-sarrollan su trabajo de campo con pandillas juvenilesy/o con grupos particularmente vulnerables (como el delos jóvenes que no estudian ni trabajan).

Desde la labor académica parece evidente la necesidadde desplegar —en el futuro inmediato— un programa deinvestigaciones más sistemático y abarcativo, que permitaconocer en profundidad las especificidades de las muchassituaciones particulares a través de las cuales se manifies-tan estos problemas en los diferentes contextos locales ynacionales, procurando al mismo tiempo el desarrollo deanálisis comparados que permitan elaborar teorías inter-pretativas más rigurosas, que ayuden a predecir procesosy a elaborar enfoques programáticos más pertinentes yoportunos.

Si bien existen a este nivel diagnósticos nacionales desituación de carácter general, en los que se analiza el fenó-

meno de la violencia como un todo, también es ciertoque son muy pocos los países en los que dichos análisishan incorporado claramente el tratamiento de la violen-cia juvenil en particular. Por ello, resulta imperioso con-tar con un número más extenso de estudios de caso, quenos permita tener más y mejor información para alimen-tar los estudios comparados a procesar en el futuro. Paraello, incluso, convendría contar con enfoques teóricos máshomogéneos (pues de lo contrario la comparabilidad sepodría transformar en un ejercicio sumamente comple-jo) y al respecto, los enfoques desarrollados por CarolineMosser y su equipo en el BM, desde la óptica del capitalsocial, parecen ser una buena base de sustentación (Mo-sser y Van Bronkhorst, ; Mosser y McIlwaine, ).

Además, parece evidente que también será necesarioel desarrollo de más y mejores esfuerzos en la esfera de laevaluación específica y comparada de las respuestas es-tructuradas en los diferentes casos nacionales y locales.Si bien hasta el momento se conocen algunas evaluacio-nes que —nuevamente— analizan el impacto de las res-puestas desde un punto de vista “agregado” (a la violenciacomo conjunto), resulta imperioso evaluar las respues-tas específicamente centradas en la violencia juvenil. Pa-ra ello, sería conveniente contar con un formato común(que también habría que elaborar) a los efectos de facili-tar la evaluación comparada, y en este caso, la óptica dela OPS —desde el enfoque epidemiológico— parece seruna buena base para operar.

En relación con la promoción juvenil, importa desta-car, por ejemplo, que la Asociación Cristiana de Jóvenesviene trabajando estos temas en varios países de la re-gión, y hace unos años realizó un Taller Internacional enGuatemala centrado, precisamente, en estas dinámicas.Sobre esta base se pretende trabajar más sistemáticamen-te en adelante, con la convicción de estar incursionandoen un tema absolutamente prioritario, cuyo tratamientova a marcar el tono con que varias políticas públicas re-levantes (relacionadas con la seguridad ciudadana y con lapromoción juvenil) van a operar en los próximos años.Otro tanto vienen haciendo diversas fundaciones y mo-vimientos internacionales (como Save The Children, porejemplo) y los Comisionados para la Defensa y la Pro-moción de los Derechos Humanos y/o los Defensores

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del Pueblo, en los diferentes países de la región, tareas quehabrá que multiplicar, consolidar y articular aún más enel futuro inmediato.

Las opciones no son muchas ni mucho menos neutras,razón por la cual resulta imperioso no dejar el tema ex-clusivamente en manos de las instituciones especializa-das. Por el contrario, es fundamental que el conjunto dela sociedad tome debida conciencia de la gravedad delfenómeno y de las trágicas consecuencias que el mismopuede traer, si no se encaran respuestas más pertinentesy oportunas. Y es imprescindible encarar el tema desdela promoción juvenil (evitando las estigmatizaciones ymanipulaciones a las que estamos habituados desde lasinstituciones encargadas de la seguridad pública) a losefectos de diseñar respuestas preventivas que procurenla más efectiva integración de los jóvenes pandilleros o enconflicto con la ley a la sociedad a la que pertenecen.

Una adecuada articulación entre este tipo de esfuerzospromocionales y los que se realicen desde la lógica de losinvestigadores especializados puede permitir sentar lasbases para un tratamiento más integral y pertinente deltema, que incluya todas las variables intervinientes, sindejar ninguna de lado. De lo contrario, nuestros paísesseguirán prisioneros de la lógica perversa dominantehasta el momento, de la que sólo se benefician los secto-res vinculados con la cultura de la violencia, vista comoun negocio y/o como un instrumento de poder y que nohace más que alejarnos de la paz que todos anhelamos.

El tema —sin duda— se vincula estrechamente con lastendencias mundiales de la denominada lucha contra elterrorismo, desplegadas con más energía y decisión des-de el de septiembre de (Ceceña y Sader, ) y alas que se le contraponen los enfoques que persiguen una“mundialización humanista” (Montiel [coord.], )pero el análisis de dicho vínculo desborda por completolos márgenes definidos para este trabajo. En todo caso,baste mencionar aquí que estas tendencias estructuralesy de alcance mundial van a seguir condicionando, en bue-na medida, las dinámicas aquí analizadas, pero de ellono corresponde derivar una determinación mecánica einmutable.

En realidad, habrá que seguir lidiando con las perver-sidades de este marco global, pero desde la búsqueda sis-

temática de respuestas pertinentes y oportunas al com-plejo vínculo entre juventud y violencia aquí analizado,en el marco —eso sí— de preocupaciones más extensasrelacionadas con la fragilidad democrática, la fragmen-tación social y la persistencia de la pobreza en AméricaLatina (Carrillo [ed.], ; PNUD, ). De lo contra-rio, el riesgo de perderse en “lugares comunes” (que esmuy grande y, sin duda, totalmente inconducente) pue-de desvirtuar por completo este tipo de esfuerzos.

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* Se ha extendido la bibliografía para brindar la oportunidad de revisarcon más detalle las múltiples especificidades con que el tema se expre-sa en los diferentes rincones de América Latina, y que en el texto ape-nas son mencionadas en el marco del análisis comparado.

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