kant como pensador del acontecimiento 22-10-2014

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1 La producción de la 'isla de la verdad': la Modernidad como acontecimiento Todo movimiento espiritual debe ser tomado en serio, tanto en sentido metafísico como moral, pero no como el ejemplo de un principio abstracto, sino como realidad histórica concreta en relación con un proceso histórico. Carl Schmitt, Romanticismo Político Lo que me propongo en lo que sigue es, por una parte, hacer plausible la idea de que Kant −y aquí, muy particularmente, el Kant de La Crítica de la Razón Purasería el pensador de la excepción, la decisión y el acontecimiento, de modo que los exponentes más notorios y notables de este tipo de pensamiento −Carl Schmitt, Heidegger, por sólo nombrar un par− llevarían la marca de esa filiación. En segundo lugar, me propongo mostrar que, si esto es así, en rigor no habría otro acontecimiento que el advenimiento del mundo moderno, de modo que hablar de acontecimientos en plural −pienso en Alain Badiou, pero también en Heidegger y los múltiples acontecimientos, ‘eventos de apropiación’ (Ereignisse) en su ‘historia del ser’− sería un anacronismo. Y, finalmente, como corolario de lo anterior, sostendré que, por sobre su faz secular, el mundo moderno estaría trabajado en su interior por un modo peculiar, pero absoluto, de tratamiento de lo absoluto; por una fe substantiva e infundada que bien podría denominarse ‘religión de los modernos’. Para desarrollar estas cuestiones, empiezo por un pasaje del Capítulo III y final de la llamada Primera División de la Lógica Trascendental de la KrV, la Analítica

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Filosofía, Sabrovsky

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  • 1

    La produccin de la 'isla de la verdad': la Modernidad como

    acontecimiento

    Todo movimiento espiritual debe ser tomado en serio, tanto

    en sentido metafsico como moral, pero no como el ejemplo

    de un principio abstracto, sino como realidad histrica

    concreta en relacin con un proceso histrico.

    Carl Schmitt, Romanticismo Poltico

    Lo que me propongo en lo que sigue es, por una parte, hacer plausible la idea de

    que Kant y aqu, muy particularmente, el Kant de La Crtica de la Razn Pura

    sera el pensador de la excepcin, la decisin y el acontecimiento, de modo que los

    exponentes ms notorios y notables de este tipo de pensamiento Carl Schmitt,

    Heidegger, por slo nombrar un par llevaran la marca de esa filiacin. En

    segundo lugar, me propongo mostrar que, si esto es as, en rigor no habra otro

    acontecimiento que el advenimiento del mundo moderno, de modo que hablar de

    acontecimientos en plural pienso en Alain Badiou, pero tambin en Heidegger y

    los mltiples acontecimientos, eventos de apropiacin (Ereignisse) en su historia

    del ser sera un anacronismo. Y, finalmente, como corolario de lo anterior,

    sostendr que, por sobre su faz secular, el mundo moderno estara trabajado en su

    interior por un modo peculiar, pero absoluto, de tratamiento de lo absoluto; por

    una fe substantiva e infundada que bien podra denominarse religin de los

    modernos.

    Para desarrollar estas cuestiones, empiezo por un pasaje del Captulo III y final de

    la llamada Primera Divisin de la Lgica Trascendental de la KrV, la Analtica

  • 2

    Trascendental. En este Captulo, que lleva por ttulo El fundamento de la

    distincin de todos los objetos en general en fenmenos y noumenos, Kant

    empieza por hacer una sntesis de lo logrado hasta all, que a la vez anticipa lo que a

    continuacin vendr:

    No slo hemos recorrido el territorio del entendimiento puro y examinado

    cuidadosamente cada parte del mismo, sino que, adems, hemos

    comprobado su extensin y sealado la posicin de cada cosa. Este territorio

    es una isla que ha sido encerrada por la misma naturaleza entre lmites

    invariables. Es el territorio de la verdad un nombre atractivo y est

    rodeado por un ocano ancho y borrascoso, verdadera patria de la ilusin,

    donde algunas nieblas y algunos hielos que se deshacen prontamente

    producen la apariencia de nuevas tierras y engaan una y otra vez con vanas

    esperanzas al navegante ansioso de descubrimientos, llevndolo a aventuras

    que nunca es capaz de abandonar, pero que tampoco puede concluir jams.

    (B294-5; A 236)

    Este territorio de la verdad (y tambin de la falsedad) es la tierra, la isla de los

    fenmenos. Y est regido por leyes las leyes del territorio y, antes que nada, por

    la ley que desvela o establece sus insulares lmites: para ser reconocido como

    integrante legtimo de l, todo ente ha de ser sometido al juicio del tribunal

    kantiano (Gerichtshof), el cual, escribe Kant en el Prlogo de 1871, tendra por

    misin garantizar las pretensiones legtimas de la razn, de modo, escribe,

  • 3

    de terminar con todas las arrogancias infundadas, no con afirmaciones de

    autoridad, sino con las leyes eternas e invariables que la razn posee.

    Semejante tribunal no es otro que la crtica de la razn pura. (AXI-XII).

    Para asegurar que esto se cumple, se hace necesario mostrar que los entes en

    cuestin tienen su origen en la percepcin sensible pero que, no obstante, estn

    estructurados siguiendo a las formas a priori de la sensibilidad, el espacio y el

    tiempo, y del entendimiento, las categoras. Los pensamientos sin contenido son

    vacos; las intuiciones sin concepto son ciegas (A51): este es el lema inscrito en el

    umbral de tribunal kantiano de la razn pura.

    De alguna manera, observo esto preliminarmente, el proyecto de Kant en la KrV

    queda definido por estas metforas: el tribunal, su isla y el ocano ancho y

    borrascoso que la circunda; la isla y la ley que administra sus lmites y la constituye

    como territorio sin vaco ni ceguera. A estos lmites, a las reglas que los definen,

    Kant confiere un carcter absoluto. No obstante, sus argumentos en tal direccin

    terminan siendo contraproducentes: sera posible reconocer, precisamente en ellos,

    la evidencia de que no lo son; de que no se tratara de descubrir una isla, sino de

    producirla, a la manera de una moderna plataforma ocenica en cuya construccin

    se ha utilizado materiales modernamente procesados. En suma, de que no se

    tratara de reconocer lmites eternos, sino ms bien de trazarlos, a la manera de un

    conquistador instalando una fortaleza en territorio hostil1. Estos sugerentes

    1 De hecho, respecto a su isla, Kant se pregunta: [] con qu ttulos poseemos nosotros este mismo

    territorio? Podemos sentirnos seguros frente a cualquier pretensin enemiga? (B295 / A236)

  • 4

    esfuerzos en pos de presentar lo histrico-excepcional como eterno se encuentran,

    fundamentalmente, en dos secciones de la Primera Crtica: en la Deduccin

    Trascendental y en la Disciplina de la Razn Pura. Estas secciones son

    intimidantemente obscuras. Pero tal obscuridad es, en s misma, muy elocuente:

    slo bajo su proteccin puede la prestidigitacin conceptual de Kant pasar

    inadvertida, incluso, y quizs eminentemente, para su propio autor, llevado por la

    dinmica productora del mundo moderno que, en su sofisticado lxico, encuentra

    tanto su expresin como su naturalizacin en cuanto eternidad.

    La Deduccin Trascendental es presentada por Kant en trminos jurdicos, en

    trminos de la pregunta quid juris?. Escribe:

    Al hablar de derechos y pretensiones, los juristas distinguen en un asunto

    legal la cuestin de derecho (quid juris) de la cuestin de hecho (quid facti).

    De ambas exigen una demostracin y llaman a la primera la que expone el

    derecho o la pretensin legaldeduccin. [] Bajo los muchos conceptos que

    contiene la complicadsima trama del conocimiento humano hay algunas

    que se destinan al uso puro a priori (con entera independencia de toda

    experiencia). El derecho de stos ltimos necesita siempre una deduccin, ya

    que no basta para legitimar semejante uso las pruebas extradas de la

    experiencia y, sin embargo, hace falta conocer cmo se refieren esos

    conceptos a unos objetos que no han tomado de la experiencia. (A84-85; B

    117).

    La pregunta que la Deduccin Trascendental parece enfrentar se refiere a la

    correspondencia entre los conceptos a priori y sus objetos. O, en trminos ms

  • 5

    exigentes, entre aquellos conceptos y las intuiciones sensibles (Anschauungen),

    trmino con el cual Kant designa lo dado de manera inmediata2, la materia del

    conocimiento extrada de los sentidos en contraposicin a cierta forma de

    ordenarlos, a la cual contribuyen tanto las formas puras de la sensibilidad, el

    espacio y el tiempo, como las formas puras del entendimiento. Por tanto, la

    pregunta parece referir a una cuestin de ajuste: cmo es que estas piezas del

    juego kantiano, los conceptos a priori y las intuiciones, ajustan entre s? En la

    llamada Deduccin Objetiva (y Kant, al as identificarla en el Prlogo a la Primera

    Edicin, es explcito en afirmar que es la que le interesa especialmente (AXVII)),

    Kant responde la pregunta quid juris de modo notoriamente circular:

    La validez objetiva de las categoras como conceptos a priori residir, pues,

    en el hecho de que slo gracias a ellas sea posible la experiencia (por lo que

    hace a la forma del pensar). En efecto, en tal caso se refieren de modo

    necesario y a priori a objetos de la experiencia, porque slo a travs de ellas

    es posible pensar un objeto de la experiencia. (A93)

    En otras palabras, para que los entes sean considerados como objetos de la

    experiencia, han debido ya pasar por un proceso de ajuste, es decir, por una

    secuencia de etapas asimilables, antes que a un procedimiento judicial, a una

    produccin, en el sentido tecno-cientfico del trmino. O sea, tales entes han debido

    ser pre-procesados, ajustados como contenido a una forma que no podra sino

    2 La representacin que puede darse con anterioridad a todo pensar recibe el nombre de intuicin.

    (B132).

  • 6

    formarlos y contenerlos, hasta transformarlos en objetos de la experiencia. En

    otros trminos, han debido ser reducidos a su sola incidencia en nuestra

    sensibilidad y, as, transformados en indiferenciada y plstica materia prima, han

    recibido una forma a la que no podran sino ajustar, emergiendo como

    reconstituidos objetos de experiencia.

    No habra entonces modo alguno como el trabajo de las categoras pudiese no ser

    reconocido en tales objetos; no sera posible establecer cognitivamente si acaso las

    categoras y la realidad en estado crudo de la cual, de alguna manera, la

    sensibilidad es receptora, efectivamente ajustan (cmo podramos saberlo, dado

    que la cognicin en cuanto tal ya presupone la respuesta?) De modo que estaramos

    enfrentados, no a un saber, sino a un imperativo, a un mandato con la fuerza de

    ley: s ajusta, y punto! Y de hecho, el surgimiento del mundo ilustrado del cual

    Kant es exponente difcilmente es separable de la profunda revolucin cultural, bio-

    poltica que, con races en el nominalismo de la Alta Edad Media y luego, en la

    Reforma protestante, produjo tal ajuste en todo los niveles, hasta plasmarse en una

    suerte de renovado sentido comn. En su ncleo, metafsico, o teolgico-poltico,

    este ajuste puede ser entendido como el advenimiento de una forma radicalmente

    distinta de tratamiento de lo absoluto. Me referir en detalle a esto ms adelante.

    Baste por ahora con decir que esta revolucin ha cambiado el eje de la sociedad: de

    la produccin de valores de uso al interior de economas cerradas a la de valores de

    cambio, de mercancas circulantes en mercado global; de las relaciones

    substantivas entre seores y siervos a relaciones formales, contractuales; de la idea

    del universo como un Cosmos, como un orden de alguna manera conmensurable

    con el ser humano y susceptible, institucin eclesistica medieval de por medio, de

  • 7

    ser traducido trminos de un ordenamiento moral y poltico en el cual cada cual

    tena su lugar, a la verdad como certeza subjetiva, al derecho positivo, a la

    incertidumbre y su correlato, la promesa de autonoma; a la voluntad de orden, en

    suma, la cual, en ausencia de un orden intrnseco del universo este ha pasado a

    ser ahora el ocano ancho y borrascoso de Kant puede, recin entonces,

    desplegarse como construccin de un mundo; como empresa tecno-cientfica y

    tambin como tecnologa poltica, como estado y soberana modernos3. Y es parte

    fundamental de esta revolucin cultural la idea de que slo el conocimiento

    fenomnico es vlido, y no lo son, por tanto, ni el saber meramente libresco

    impartido por las escuelas, ni el contenido en el sentido comn del pueblo

    ignorante.

    Ahora bien: para aqullos convencidos de que, como si se tratara de un puzzle, las

    piezas han sido hechas para, de alguna manera, ajustar, la llamada Deduccin

    3 Finalmente, as lo muestra Zygmunt Bauman en su Legisladores e Intrpretes, todo esto aterriza

    en un proyecto educativo impulsado por los intelectuales ilustrados, les philosophes. Con inusual

    unanimidad, relata Bauman, hacia fines del siglo XVII, una coalicin de clrigos, librepensadores y

    cientficos cerraron filas para liberar a la humanidad de lo que, desde su perspectiva, era el pasmoso

    poder de la pasin y la supersticin. Al respeto, Bauman cita a Jean-Franois Revel:

    Se vea a la gente como portadora de esa huella fosilizada de un arcasmo social y cultural; era tanto

    un indicador de su condicin servil como la justificacin de sta. Las prcticas populares, por lo

    tanto, representaban una era pasada, nada ms que un repositorio de las creencias errneas de la

    humanidad y la infancia del hombre...Lo que se haba denunciado en nombre de la razn aceptada o

    del conocimiento cientfico era ahora invalidado al etiquetarlo como el producto de un grupo social

    inferior...El dominio de lo popular era ahora el mundo negativo de las prcticas ilcitas, una

    conducta excntrica y errtica, la expresividad irrestricta y el enfrentamiento de la naturaleza contra

    la cultura. (Forms of Expertise: intellectuals and the popular culture in France (1680-1800), en

    Steven L Kaplan (comp,), Understanding Popular Culture. Citado por Bauman, p. 86).

  • 8

    Subjetiva parece ms prometedora4. Ms prometedora porque no apela a un

    hecho que, no obstante ser el hecho crucial de la experiencia moderna y de su

    articulacin por parte de Kant un hecho que no podra ser falsado, y en el cual

    facticidad y validez convergen puede ser fcilmente malentendido como externo y

    heternomo. Apela en cambio al sujeto autnomo: al llamado sujeto trascendental

    o unidad trascendental de la apercepcin, el cogito sum cartesiano que Kant

    interpreta, no como evidencia a favor de la sustancialidad de una res cogitans, de

    una substancia pensante, sino como el principio supremo de toda sntesis:

    El Yo pienso tiene que poder acompaar a todas mis representaciones. [].

    Toda diversidad de la intuicin guarda [] una necesaria relacin con el Yo

    pienso en el mismo sujeto en el que se halla tal diversidad. Pero esa

    representacin es un acto de la espontaneidad, es decir, no puede ser

    considerada como perteneciente a la sensibilidad. La llamo apercepcin pura

    para distinguirla de la emprica, o tambin apercepcin originaria, ya que es

    una autoconciencia que, al dar lugar a la representacin Yo pienso (que ha

    de poder acompaar a todas las dems y que es la misma en cada ocasin),

    no puede estar acompaada de por ninguna otra representacin.

    Igualmente, llamo la unidad de apercepcin la unidad trascendental de la

    autoconciencia, a fin de sealar la posibilidad de conocer a priori partiendo

    de ella. (B 132)

    En una nota, Kant inmediatamente agrega:

    4 Por una suerte de Dios metagroblogo, para usar una expresin de Rabelais.

  • 9

    La unidad sinttica de apercepcin es, por tanto, el punto ms elevado del

    que ha de depender todo uso del entendimiento, incluida la lgica entera y,

    en conformidad con ella, la filosofa trascendental. Es ms, esa facultad es el

    entendimiento mismo. (B134)

    Algunos intrpretes, Roberto Torretti muy sealadamente, han considerado que el

    peso de la prueba estara aqu. Es decir, que si bien un escptico podra no dejarse

    convencer por el argumento de la Deduccin Objetiva en mi versin, negndose

    a obedecer al imperativo de ajuste que tal argumento tendra implcito no podra

    mantener tal tozudez ante la Deduccin Subjetiva. Torretti lo formula as:

    [] la deduccin objetiva se limita a mostrar que los conceptos a priori son

    indispensables en una experiencia de objetos, pero no justifica la necesidad

    de tal experiencia. Un escptico siempre puede negarla, declarando ilusoria

    nuestra idea de objetividad [] En cambio, la deduccin subjetiva muestra

    que la referencia de la multiplicidad sensible a la unidad necesaria de un

    objeto es una condicin de la identidad del yo, y sta, a su vez, una condicin

    de las formas ms rudimentarias de conciencia emprica de un contenido

    sensible temporal. La realidad de tal conciencia rudimentaria no hay

    escptico que pueda negarla, y de este modo, la deduccin subjetiva protege

    a la objetiva contra sus dudas. (356-7)

    Y agrega Torretti ms adelante: Se trata de ver cmo an la ms elemental

    conciencia emprica, una cuya posibilidad nadie pondra en duda, supone la validez

    de tales conceptos [los conceptos a priori].

  • 10

    No obstante, el mismo lenguaje kantiano en el que se formula la pregunta formas

    rudimentarias de conciencia emprica; multiplicidad sensible; unidad necesaria

    de un objeto contienen ya la respuesta, y de este modo, la invalidan como

    refutacin del escptico radical. En otras palabras, el escptico al que Torretti-

    pretende refutar no es lo suficientemente radical, ha partido por conceder

    demasiado a Kant. Ha concedido, fundamentalmente, que hay dos fuentes

    independientes del conocer, que sin embargo quid juris! ajustan; y ajustan, ms

    precisamente, porque se ha supuesto desde un principio que lo real ha de estar

    desprovisto de forma, de modo que sta, de existir, debiera serle aportada por el

    sujeto5.

    5 De hecho, el escptico de Torretti podra perfectamente ser un aristotlico. Escribe Aristteles en

    De Anima: En general, respecto a toda percepcin, podemos decir que un sentido es aquello que

    tiene la potencia de recibir en s mismo la forma sensible de las cosas sin su materia, a la manera

    como un trozo de cera adopta la impresin de un sello sin el acero o el oro. La pregunta quid juris

    es examinada hasta el cansancio por Salomon Maimon en su Ensayo sobre la filosofa

    trascendental, el cual pone nfasis, precisamente, en la dificultad para Kant de justificar

    internamente aquello que se encuentra a la base de la pregunta, esto es, la distincin radical entre

    sensibilidad (pasiva) y entendimiento (activo). En carta a Marcus Herz (26/5/1789) Kant parece

    aceptar su derrota: Como una tal intuicin sensible (como espacio y tiempo) sea la forma de

    nuestra sensibilidad, o cmo sean posibles tales funciones del entendimiento como las que la lgica

    deriva de l, o cmo pueda ocurrir que una forma concuerde con la otra en un conocimiento posible,

    es algo que de ninguna manera podemos seguir explicando. Para ello sera necesario que tuviramos

    un tipo de intuicin distinto de que nos es propio, y otro entendimiento con el que pudiramos

    comparar el nuestro, y que cada uno de stos representase las cosas como estn determinadas en s

    mismas; pero nosotros podemos juzgar todo entendimiento slo con el entendimiento nuestro y

    toda intuicin slo con la nuestra (Ak 11:51. Citado por Torretti, 492). Agradezco a Esteban Ulloa,

    Tesista del Magster en Pensamiento Contemporneo del IDH, por haber llamado mi atencin sobre

    la obra de Maimon.

  • 11

    Por tanto, no hay aqu principio eterno alguno. Porque el principio en cuestin no

    es otro que la voluntad una espontaneidad primordial entendida ahora, en

    trminos modernos, como una voluntad de orden. Voluntad de orden que,

    partiendo de lo real entendido ahora como materia prima informe e indiferente,

    proyecta y produce un mundo, nuestro mundo moderno.

    En otras palabras, en relacin a lo real Kant est desplegando poderes soberanos,

    constituyentes. En efecto, la distincin sensibilidad / entendimiento no podra

    hacerse sino desde el entendimiento. En otras palabras, el entendimiento filosfico,

    al cual, como veremos en un instante, Kant atribuye muy especiales facultades, se

    construye un exterior: un no-mundo que el mundo humanizado en trminos

    modernos requiere como una fuente en principio inagotable de la alteridad que

    requiere para mantenerse en marcha. El dualismo filosfico de Kant encubre as un

    monismo; pero un monismo interiormente diferenciado, que hace de esta auto-

    diferencia, de esta distincin entre s-mismo y s-mismo como otro, una fuente de

    alteridad, de desorden que alimenta, autfaga pero eficientemente, la empresa

    planetaria de las luces y la voluntad de orden6.

    Por cierto Kant as suelen hacerlo lo soberanos presenta la decisin como dcil

    obediencia a la misma ley que est estableciendo: che non ce un fuori legge, en la

    6 He desarrollado esta idea, en relacin a las cuestiones de orden y desorden en fsica. Ms

    precisamente, se trata de cmo la introduccin de una distincin, de una cualidad antes inexistente

    o desconocida, produce orden es decir, informacin, entropa negativa constituyndose as en

    fuente de trabajo mecnico y energa. De esta manera se hace posible establecer, mediante un

    argumento intra-cientfico, la identidad moderna entre ciencia y tcnica. Ver: Sabrovsky, Eduardo.

    Los trabajos de la ciencia.

  • 12

    acertada expresin de Giorgio Agamben (Agamben 1998: 15). Como sabemos, este

    es un enunciado auto-inclusivo que, intentando asegurar un fundamento legal para

    la ley, hace de hecho lo opuesto: da lugar a la perversa figura de la soberana, que se

    encuentra tanto fuera como dentro de la ley. De hecho, en la Disciplina de la Razn

    Pura, Kant somete a examen sus poderes constituyentes. Esto es, la naturaleza de

    ciertos juicios, denominados trascendentales, que son precisamente los que

    componen su propia Crtica de la Razn Pura, y que Kant considera que habra de

    ser cognitiva. Mas, para ser cognitivos en el sentido kantiano, estos juicios

    trascendentales debieran ser sintticos a priori. Es decir, no debieran estar

    desprovistos de contenido, aunque se trate de un contenido no estrictamente

    emprico sino de la anticipacin de la forma de la experiencia posible. Pero cul

    podra ser ahora su hilo conductor, capaz de unificar sintticamente en ellos sujeto

    y predicado? Kant escribe:

    Hay una sntesis trascendental, efectuada a partir de meros conceptos, que

    slo alcanza el filsofo, pero que nicamente se refiere a una cosa en

    general, en el sentido de cules son las condiciones bajo las que la

    percepcin de la misma puede pertenecer a la experiencia posible.

    (A719/B747).

    Kant agrega ms adelante:

    En el conocimiento trascendental, siempre que se refiera nicamente a

    conceptos del entendimiento, es la experiencia posible la que desempea

    este papel de gua. La prueba no muestra, en electo, que el concepto dado

    (por ejemplo, el de !o que sucede) nos lleve directamente a otro concepto (el

  • 13

    de causa), ya que un paso as constituira un salto injustificable. Lo que

    muestra es que la misma experiencia, y por tanto, el objeto de la experiencia,

    sera imposible sin dicha conexin. (A782/B810-A783/B811.)

    Una vez ms, estamos movindonos en un crculo. Lo que en la Crtica de la Razn

    Pura encontramos es, entonces, no conocimiento, sino ms bien la expresin onto-

    teolgica de la decisin historial decisin en su sentido etimolgico: corte,

    herida, del fiat que ha puesto al mundo moderno en movimiento. La realidad en

    estado crudo ha sido, en primer lugar, determinada como indiferenciada

    (desencantada, en el lxico de Max Weber) y por ello, en s misma incognoscible.

    Pero cuando falta el orden inmanente orden es diferencia; la indiferencia es caos,

    entropa entonces, y slo entonces, la moderna voluntad de orden puede

    desplegarse, para producir no slo fenmenos cognoscibles, y con ellos la verdad y

    la falsedad, sino que todo un mundo humanizado, con su tecno-ciencia, su

    economa mercantil, su concepto de los poltico y su realizacin, el estado liberal

    moderno.

    Un somero examen de la lgica inherente a las ideas kantianas refuerza esta lectura

    de Kant como pensador de la decisin, el acontecimiento, la excepcin. A diferencia

    de las formas de la sensibilidad y los conceptos puros del entendimiento, las ideas

    parecen hacer posible a la razn humana salir de su confinamiento insular e

    internarse en el tormentoso ocano noumenico, en las cosas en s mismas. El

    motor que impulsa este movimiento expansivo es el ascenso, que Kant presenta

    como inevitable, desde los saberes fenomnicos, inherentemente condicionados ,

    hasta lo incondicionado, expresado paradigmticamente en ciertos nombres

  • 14

    forjados por la tradicin Alma, Mundo, Dios que Kant, no obstante su distancia

    polmica con ella, entiende que no es posible abandonar totalmente. Lo que est en

    juego, nuevamente aqu, es la legitimidad del mundo moderno, que Kant rehsa

    reducir a mera facticidad historial. El paso a lo incondicionado es, precisamente, el

    trans-ascendimiento por sobre esta facticidad. Y si bien en la antesala de la

    Dialctica Trascendental advierte su carcter ilusorio ilusin trascendental, lo

    llama y puramente negativo (B309), su legitimidad lgica porque ascender

    desde los fenmenos a las totalidad de sus condiciones no parece poner en aprietos

    al pensamiento y la imposibilidad, que les es inherente, de ser contrastadas

    empricamente, confiere a esa negatividad una paradjica positividad, anunciada

    ya en los trminos en que Kant formula su fbula insular. Pues la asociacin del

    tormentoso ocano que circunda la isla con el nous griego (intelecto, mente) o

    con las cosas en s mismas prepara el terreno para la transformacin de lo

    puramente negativo en una cierta positividad asociada a la razn. Positividad als

    ob de una teleologa tanto de la naturaleza como de la historia: sta, como no

    podra ser refutada, hara posible sostener que tras bambalinas del mundo

    moderno y de su insociable sociabilidad se desarrollara una trama secreta y

    salvfica. Y positividad sin ms, como la que Kant quiso atribuir a su Moralitt, a su

    tica incondicional del deber.

    De hecho, ya al inicio de la Dialctica Trascendental, nos enteramos que el paso a lo

    incondicionado no podra ser tan puramente negativo. Porque lo que est en juego

    es un principio evidentemente sinttico (A308 / B364) de la razn pura, que

    prescribe que

  • 15

    [] cuando se da lo condicionado, toda la serie de condiciones subordinadas

    entre s serie que, consiguientemente, es incondicionada se da igualmente,

    es decir, se halla contenida en el objeto y su conexin. A308 /B364

    Ms adelante, Kant hace explcito lo que este principio contiene:

    [] aun suponiendo que nunca pudiramos abarcar la totalidad de la

    condiciones, esa serie debe contenerla y ser incondicionalmente verdadera,

    si se pretende tener por verdadero lo condicionado que consideramos

    consecuencia de resultante de la serie. (B389, itlicas mas)

    Por cierto, para Kant la idea de lo incondicionado no refiere a un super-objeto que

    estuviera ms all de todo condicionamiento: ms bien, observado crticamente, tal

    super-objeto y en esto se concentra la crtica de de Kant a la metafsica de Leibniz

    y Wolff no sera sino la hipstasis de la serie que, sin embargo, debe contener la

    totalidad de las condiciones.

    Ahora bien: el ascenso desde lo condicionado hacia lo incondicionado es pensado

    por Kant a la manera del paso desde una conclusin a la premisa mayor de un

    silogismo (desde Cayo es mortal a todos los hombres son mortales por

    intermedio de la premisa menor Cayo es humano). Por cierto, esta serie

    ascendente no se detiene all; tampoco por ejemplo en una premisa mayor que

    estableciese que Todos los animales son mortales y concluyese en la premisa

    mayor anterior mediante la premisa menor Todos los humanos son animales. Y,

    como este mismo ejemplo lo sugiere, cada uno de los elementos de la serie podra

    ser resultado del trabajo del entendimiento. Y as necesariamente sucede. Kant

    afirma:

  • 16

    [] la razn pura lo deja todo para el entendimiento, que es el que se refiere

    de inmediato a los objetos [] La razn se reserva nicamente la absoluta

    totalidad en el uso de los conceptos de entendimiento e intenta conducir

    hasta lo absolutamente incondicionado la unidad sinttica pensada en la

    categora. Podemos pues, llamar a esta unidad de los fenmenos unidad de

    la razn [] (A326 / B383).

    En otras palabras, lo nico incondicionado, lo nico legtimamente propio a la

    razn (Vernuft) es la decisin que prescribe que la serie de explicaciones

    fenomnicas debe completarse, aun cuando fcticamente ello sea imposible. Y debe

    completarse porque, de lo contrario, se estara introduciendo, en la serie de los

    fenmenos, un trmino incondicionado, es decir, un ente ya no contingente, sino

    necesario. Es decir, dado que slo la contingencia garantiza la legitimidad

    fenomnica, la incondicionalidad ha de hacerse presente, ya no como substancia,

    sino como decisin; como excepcin que, son palabras de Carl Schmitt, lo prueba

    [] todo; no solo confirma la regla, sino que esta vive de aquella. (Teologa

    Poltica, p. 20). En otros trminos, la necesidad, antes concentrada en un ser

    absolutamente necesario el Dios de la vieja metafsica ha pasado,

    modernamente, a la decisin en cuanto infundado acontecimiento, fundante

    excepcin.

    En suma, la idea kantiana, ms all de sus eventuales hipstasis, constituira la

    traza, la sola e incondicional traza de la discontinuidad epocal decisin, excepcin,

    acontecimiento en el origen de nuestro humanizado mundo moderno; una

    discontinuidad que imprime a su historia un sesgo, el cual se propaga precisamente

  • 17

    a travs de la racionalidad que, en su ejercicio, pareciera inmunizarnos de todo

    sesgo.

    Por cierto, no faltan explicaciones historiogrficas del origen del mundo moderno.

    Pero el discurso historiogrfico, independientemente de su profundidad

    conceptual, de la riqueza de investigacin fctica que lo respalde, etc., es

    fenomnico: pertenece a la isla de la verdad y de la falsedad y es portador ya de su

    sesgo. La visin que articula, entonces, es ciega ante la incondicionalidad de la

    idea; ciega ante su verdad incondicional, no-proposicional; antes su verdad

    entonces como acontecer de la verdad, como aletheia heideggeriana.

    Se sigue que hablar de acontecimientos en plural sera un anacronismo: slo la

    idea del mundo moderno, el mundo moderno como idea, es un acontecimiento.

    Porque, an si dejamos de lado, como la ciencia contempornea lo ha hecho, el

    estricto aparato kantiano, an sigue en pie una ley en virtud de la cual enunciados

    vlidos son aquellos, y slo aqullos, que pueden ser aceptados o rechazados segn

    protocolos que pueden ser variables, pero que tienen un punto en comn: lo

    absoluto la conviccin bien puede encontrar refugio en la interioridad de la

    conciencia o, incluso ser homenajeado al interior de una comunidad de creyentes,

    pero ha dejado ya de tener validez pblica. As por ejemplo, en medio de un bosque

    en el sur de Chile es posible experimentar una intensa sensacin de comunidad con

    la naturaleza. No obstante, si de esa experiencia, interiormente profunda, pero

    empricamente inacreditable, el viajero pretendiese extraer normas para la vida

    pblica, pasara a integrar, muy probablemente, la clientela de esas instituciones y

    disciplinas que Michel Foucault tan prolijamente estudi.

  • 18

    Esta exclusin es la que define al mundo moderno, su Ley fundamental. Pero, si

    aceptamos que este mundo no es eterno, entonces las circunstancias histricas que

    le dan origen, que constituyen su causa suficiente, han de estar tanto fuera como

    dentro de dicha Ley: han de constituir una excepcin, un milagro como excepcin

    excepcin y milagro, escribe Schmitt en TP, tienen anloga significacin (37)7, y

    en rigor, el nico acontecimiento. As, la excepcin soberana correspondera a una

    estructura alojada profundamente en el genoma del mundo moderno, y fuera del

    alcance de una reflexin que se limite al concepto de lo poltico. As lo entiende

    tambin Schmitt. Escribe:

    El estado de excepcin tiene en la jurisprudencia anloga significacin que el

    milagro en la teologa. Slo teniendo conciencia de esa analoga se llega a

    conocer la evolucin de las ideas filosfico-polticas en los ltimos siglos.

    Porque la idea del moderno Estado de derecho se afirm a la par que el

    desmo, con una teologa y una metafsica que destierran del mundo el

    milagro y no admiten la violacin con carcter excepcional de las leyes

    naturales implcita en el concepto del milagro y producido por intervencin

    directa, como tampoco admiten la intervencin directa del soberano en el

    orden jurdico vigente. El racionalismo de la poca de la Ilustracin no

    admite el caso excepcional en ninguna de sus formas. (TP, 37).

    7

  • 19

    En otras palabras, el moderno concepto de lo poltico tendra su verdad en la

    metafsica que funda una poca (Heidegger); es la expresin ms intensa y ms

    clara de una poca. (Schmitt TP 44). Y, en efecto, desde las primeras lneas del

    Prlogo a la KrV de 1871, Kant pone en claro que de lo que se trata es de la unin

    social de los nmadas que de cuando en cuando la destruyen es, decir, de

    cmo inyectar al mundo moderno un orden, un sentido, por sobre el plebeyo

    nihilismo desdiferenciacin que se encontrara en su base, y sin por ello retornar

    a la antigua legislacin dogmtica, que llevara todava la huella de la antigua

    barbarie. Desde ese punto de vista, se puede establecer una clara lnea de

    continuidad entre Hobbes y Kant8.

    En Hobbes, en efecto, el pacto social descansa sobre una suerte de lenguaje

    universal. Es decir, para poner a la metafsica, y con ella a la poltica en el camino

    seguro de la ciencia, Hobbes desarrolla una concepcin more geomtrico del

    lenguaje, en virtud de la cual el contenido semntico de ste dependera

    enteramente de ciertas definiciones bsicas. En Leviatn, XXXII, 1, Hobbes

    escribe:

    He derivado los derechos del poder soberano y el deber de los sbditos, de

    los principios de la naturaleza, solamente en cuanto la experiencia los ha

    evidenciado como verdaderos, o ha establecido el mutuo acuerdo

    (concerniente al uso de las palabras); es decir, he derivado esos derechos, de

    la naturaleza del hombre, que nos es conocida por la experiencia, y por

    8 Esta lnea se podra extender hasta Nietzsche.

  • 20

    definiciones (de aquellas palabras que son esenciales a todo razonamiento

    poltico) universalmente convenidas. (305)

    No obstante, Hobbes no elabora una concepcin de experiencia; tampoco aporta

    fundamentacin alguna del acuerdo universal que atribuye a su definiciones . Es

    aqu, precisamente, donde el criticismo kantiano entra en escena. En la misma

    seccin mencionada anteriormente (Disciplina de la Razn Pura), y recapitulando

    su proyecto, Kant escribe haciendo referencia explcita a Hobbes:

    La crtica [] que deriva todas sus decisiones de las reglas bsicas de su

    propia constitucin, cuya autoridad nadie puede poner en duda, nos

    proporciona la seguridad de un estado legal en el que no debemos llevar

    adelante nuestro conflicto ms que a travs de un proceso. En el [estado de

    naturaleza] lo que pone fin a la disputa es una victoria de la que ambas

    partes se jactan y a la que las ms de las veces sigue una paz insegura

    implantada por la autoridad que se interpone; en el [estado legal] es la

    sentencia. Esta garantizar una paz duradera por afectar el origen mismo de

    las disputas. (A751 / B779 A752 / B780)

    La ruptura radical entre la Modernidad y la Cristiandad Medieval es la ruptura

    entre dos estrategias opuestas para enfrentar lo absoluto. La estrategia medieval lo

    admita, pero lo confinaba al espacio de lo sagrado; lo sagrado es aquel espacio

    ms concretamente, el espacio delimitado por los muros de iglesias, catedrales y

    conventos al interior del cual lo absoluto es venerado, pero tambin es mantenido

    a raya. En trminos temporales, esta estrategia de confinamiento tiene su

    expresin en la escatologa: el absoluto puede ser afirmado, siempre y cuando su

  • 21

    realizacin quede postergada para el fin de los tiempos. Los griegos pueden haber

    seguido una estrategia similar: al dios Pan no se le permita correr libremente por

    los campos; para impedirlo, se establecieron misterios y festivales. Nuestra

    sociedad secular, en cambio, carece de tales estrategias. Es el producto,

    precisamente, del derrumbe del confinamiento medieval, y de la elevacin de la

    certeza subjetiva, Reforma Protestante mediante, al sitial de la verdad. En cuanto

    tal, esta certeza es ilimitada, absoluta. La solucin radical ante tal desborde

    incontrolado de lo absoluto (si se quiere, de sujetos que han sido investidos como

    poseedores de verdades incondicionales, absolutas) es sencillamente, su expulsin

    del mundo (y, en los casos de sujetos recalcitrantes, su confinamiento a las

    instituciones foucaultianas antes mencionadas, suerte de ltimo refugio de los

    dioses y sus iluminados). Y si entendemos por religin el conjunto de prcticas

    destinadas a tratar con lo absoluto, esta es nuestra religin, la religin de los

    modernos.

    El famoso enunciado final del Tractatus Logico-Philosophicus, De lo que no se

    puede hablar, mejor es callarse podra ser entendido como el nico mandamiento

    de esta peculiar religin, tan minimalista como exigente. Es una prohibicin; y

    prohibidos, excluidos, son aquellos enunciados que tratan de lo absoluto: los

    juicios de valor absoluto, en la terminologa de la Conferencia sobre tica (1929)

    que, ms adelante en el mismo texto, Wittgenstein anloga a los milagros. Pero tal

    exclusin de lo absoluto es, ella misma, absoluta; lo absoluto queda as incluido en

    el mundo moderno en cuanto excluido, es decir, en cuanto acontecimiento o

    excepcin. En otras palabras, el desencantado mundo moderno excluira los

    milagros precisamente porque, en cuanto mundo, no sera l mismo sino el

  • 22

    milagro. A la manera de un agujero negro gravitacional, capturara toda

    milagrosidad.

    La exploracin de la nsula kantiana y de sus lmites nos ha llevado a esta

    conclusin: en su peculiaridad, la idea moderna es una religin. A menudo

    reaccionamos con escndalo ante la nocin islmica de la Sharia, la ley islmica.

    Esto se debe a que no percibimos la Sharia que nos rige. En el mejor de los mundos

    posibles, deberamos ser capaces de comprender que nuestros usos y costumbres

    pueden ser, para el mundo islmico, tan escandalosas e inaceptables como las

    suyas suelen ser para nosotros. Ellos tienen sus prohibiciones estrictas, sus

    extraas prcticas corporales; aunque no nos sea dado percibirlas acaso las

    perciben ellos?; nosotros sin duda tenemos las nuestras. Cuando observamos

    nuestro cuerpo en el espejo, nos parece ver un cuerpo humano sin ms; no lo

    percibimos como formado ergo, deformado por las prcticas peculiares de

    nuestra cultura. De modo que, en el mejor de los mundos posibles, debiramos

    poder vivir en nuestra particularidad y dejar que otros vivan en la suya. Por qu

    no podemos?

    Incluso en los peores tiempos del viejo expansionismo imperial y del colonialismo

    europeo o islmico, la preocupacin por el comportamiento de los infieles era,

    fundamentalmente, cuestin de los estados y la ley pblica. Dejando de lado

    ocasionales sueos hmedos orientalistas, a nadie quitaba el sueo que, por

    ejemplo, las mujeres fuesen incentivadas, sea a ocultar piadosamente sus cuerpos,

    sea a exhibirlo con orgullo o despreocupacin en el espacio pblico.

  • 23

    Las redes globales de comunicacin han cambiado todo esto. En nuestros lugares

    de trabajo y en nuestros dormitorios, y en todos los lugares intermedios, los seres

    humanos de ambos lados de la lnea estamos constantemente sometidos al

    espectculo de las extraas costumbres del infiel. Y, por ende, incitados a juzgarlos

    de acuerdo a nuestra ley, la ley del espectador. De esta manera, e incluso contra el

    buen juicio de polticos y hombres y mujeres de estado de ambos lados, la

    construccin universalista del otro como no-humano est constantemente en

    operacin, 7 das a la semana, 24 horas al da. Lamento decir que pienso que

    detener este proceso est ms all de la capacidad de cualquiera, individuo o

    institucin.

    Eduardo Sabrovsky

    Profesor Titular Instituto de Humanidades

    Universidad Diego Portales Octubre 2014.