kant. valoración de la actualidad. materiales

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I.E.S. Virgen del Carmen Curso 2014-2015 Historia de la filosofía KANT Valoración de la actualidad. Materiales. El problema de la conciencia de los diputados. I La conciencia de los diputados (Jaime García Añoveros, El País, 2 de noviembre de 1995) Pongamos, para entendernos, que conciencia es conocimiento reflexivo de sí mismo, y del bien y del mal conexo con nuestras acciones y omisiones. A esto es a lo que suele referirse la gente cuando habla de actuar en conciencia, y supongo que también los señores diputados o senadores cuando hablan de votar en conciencia. Por lo que me produce cierto estupor, eso si moderado, oír a algunos, con motivo del suplicatorio que se va a pedir para Barrionuevo, que, como van a votar en conciencia, están excusados de manifestar el sentido de su voto. Me parece que, al hablar de éstos o parecidos modos, el lenguaje traiciona a los señores diputados, o quizá los desnuda, quién sabe. Porque, vengamos al asunto, yo tengo el mejor con- cepto de los señores diputados, al menos los presentes y pasados (a cuyo gremio tuve el honor de pertenecer), y siempre he creído que en toda ocasión votaban en conciencia, es decir, de acuerdo con su conciencia. Lo contrario sería atribuirles condición de no conscientes, o sea inconscientes, o desalmados, y no es ésa, según mi experiencia, la regla, sino, en todo caso, la más rara excepción. Porque la disciplina de voto forma parte de los elementos que integran la conciencia de cada dipu- tado, que se ha presentado a las elecciones bajo una bandera, himno y programa; y, así, siempre que sus jefes le digan que vote algo consonante con dichos signos y manifestaciones, estará votando en conciencia, ya que, de tener escrúpulos, no habrían osado competir bajo esas promesas. Los señores diputados están liberados expresamente por la Constitución del mandato imperativo de los electores, para conservar su libertad de diputados, pero con frecuencia parecen discurrir como si es- tuvieran sometidos a mandato imperativo de sus patronos y jefes de, partido, de modo que llegan a creer que su conciencia de diputados sólo existe cuando expresamente se lo recuerdan, dándoles suelta al voto conso- nante con su propio y personal criterio: habitualmente, al parecer por sus expresiones, su conciencia se trans- fiere a los jefes del partido, y el mandato al que obedecen no es ya imperativo, sino ciego ... Otra extraña secuela de esta situación anímica es la conexión del que llaman "voto en conciencia" con el secreto, del sentido de su voto: para una vez que tengo este problema de conciencia, que me lo dejen solven- tar ante mí mismo; es muy ordinario preguntar a los demás por cuestiones íntimas, y por ello el voto es secre- to en este caso. Pero el voto de un suplicatorio; o la, elección del presidente del Gobierno (también por voto secreto), por ejemplo no, son cuestiones privadas del señor diputado protegidas por el derecho a la intimidad del mismo, sino bien públicas, o sea de interés público, no sólo por sus consecuencias, sino, sobre todo, porque los electores, los ciudadanos, tienen alguna razonable pretensión de saber cómo el señor diputado se comporta en esas y otras cuestiones cuya solución es, precisamente, el contenido de la función (pública) para la que ha sido elegido.

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Page 1: Kant. valoración de la actualidad. Materiales

I.E.S. Virgen del Carmen Curso 2014-2015

Historia de la filosofía KANT Valoración de la actualidad. Materiales. El problema de la conciencia de los diputados.

I La conciencia de los diputados (Jaime García Añoveros, El País, 2 de noviembre de 1995) Pongamos, para entendernos, que conciencia es conocimiento reflexivo de sí mismo, y del bien y del mal conexo con nuestras acciones y omisiones. A esto es a lo que suele referirse la gente cuando habla de actuar en conciencia, y supongo que también los señores diputados o senadores cuando hablan de votar en conciencia. Por lo que me produce cierto estupor, eso si moderado, oír a algunos, con motivo del suplicatorio que se va a pedir para Barrionuevo, que, como van a votar en conciencia, están excusados de manifestar el sentido de su voto. Me parece que, al hablar de éstos o parecidos modos, el lenguaje traiciona a los señores diputados, o quizá los desnuda, quién sabe. Porque, vengamos al asunto, yo tengo el mejor con-cepto de los señores diputados, al menos los presentes y pasados (a cuyo gremio tuve el honor de pertenecer), y siempre he creído que en toda ocasión votaban en conciencia, es decir, de acuerdo con su conciencia. Lo contrario sería atribuirles condición de no conscientes, o sea inconscientes, o desalmados, y no es ésa, según mi experiencia, la regla, sino, en todo caso, la más rara excepción. Porque la disciplina de voto forma parte de los elementos que integran la conciencia de cada dipu-tado, que se ha presentado a las elecciones bajo una bandera, himno y programa; y, así, siempre que sus jefes le digan que vote algo consonante con dichos signos y manifestaciones, estará votando en conciencia, ya que, de tener escrúpulos, no habrían osado competir bajo esas promesas. Los señores diputados están liberados expresamente por la Constitución del mandato imperativo de los electores, para conservar su libertad de diputados, pero con frecuencia parecen discurrir como si es-tuvieran sometidos a mandato imperativo de sus patronos y jefes de, partido, de modo que llegan a creer que su conciencia de diputados sólo existe cuando expresamente se lo recuerdan, dándoles suelta al voto conso-nante con su propio y personal criterio: habitualmente, al parecer por sus expresiones, su conciencia se trans-fiere a los jefes del partido, y el mandato al que obedecen no es ya imperativo, sino ciego ... Otra extraña secuela de esta situación anímica es la conexión del que llaman "voto en conciencia" con el secreto, del sentido de su voto: para una vez que tengo este problema de conciencia, que me lo dejen solven-tar ante mí mismo; es muy ordinario preguntar a los demás por cuestiones íntimas, y por ello el voto es secre-to en este caso. Pero el voto de un suplicatorio; o la, elección del presidente del Gobierno (también por voto secreto), por ejemplo no, son cuestiones privadas del señor diputado protegidas por el derecho a la intimidad del mismo, sino bien públicas, o sea de interés público, no sólo por sus consecuencias, sino, sobre todo, porque los electores, los ciudadanos, tienen alguna razonable pretensión de saber cómo el señor diputado se comporta en esas y otras cuestiones cuya solución es, precisamente, el contenido de la función (pública) para la que ha sido elegido.

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El voto secreto de los diputados, admitido por excepción en algunos casos, no casa muy bien con el sistema mismo de la democracia representativa. ... la función esencial [de un representante no] consiste en votar si no se sabe luego lo que vota. Por que los señores diputados votan, supongo, siempre en concien-cia, pero su voto clama, también siempre, por la publicidad. ... Pero lo más chocante es que en el caso presente, al parecer los diputados pudorosos por razón de su concien-cia lo son porque así se les ha ordenado o pedido desde las supremas instancias del Partido. Es decir, que sacan su conciencia libre a relucir por mandato imperativo. Quizá sea algo excesivo eso de tener conciencia a la orden.

II La indignidad de la política (Josep Ramoneda, El País, 12 de febrero de 2014).

El martes se votó en el Parlamento la primera iniciativa contra la reforma de la ley del aborto. No es un tema menor, ni una cuestión de trámite, es un proyecto de ley de enorme gravedad que afec-

ta a la libertad y a los derechos de las mujeres. Sin embargo, para los parlamentarios lo único relevante era si los diputados del PP rompían o no la disciplina de grupo.

Lo había provocado el PSOE, al exigir el voto secreto para incentivar con el anonimato la resolución del conflicto interior de aquellos miembros del PP con dudas de conciencia. Y lo había alimentado el pro-pio PP prohibiendo tajantemente a los suyos que votaran por libre. De modo que la prioridad no era la cues-tión en sí, sino la obediencia debida. ¿Cómo pueden esperar nuestros dirigentes que los ciudadanos les to-men en serio si para ellos la cohesión del partido —es decir, la lealtad corporativa— es más relevante que retirar o no a las mujeres un derecho adquirido en la legislación vigente?

Las imágenes de unos diputados populares jaleando a Gallardón después de la votación recordaban inevitablemente otro infausto momento de la historia de nuestra democracia: el día que los diputados del PP festejaron con obsceno entusiasmo que todos habían votado como un solo hombre a favor de la guerra de Irak. España se acababa de apuntar a una guerra y el PP no podía contener su alegría porque nadie había roto la disciplina.

Son dos iconos de la indignidad de la política. La inquebrantable unidad del partido por encima de todas las cosas. Al parecer restringir la ley del aborto, …, o apostar por una guerra absolutamente innecesaria, … son cuestiones menores al lado de la cohesión y la disciplina del grupo. Y lo llaman democracia. Lamen-table espectáculo que solo pone de manifiesto la miseria de nuestra clase política, con unos partidos cerra-dos y burocratizados, jerárquicos y opacos, que impiden la irrupción de actores políticos con personalidad y criterio capaces de romper la cultura de casta cuando es necesario. Se empieza por olvidarse de las ideas propias, se aprende a no contradecir al jefe, se asume que fuera del partido no hay vida, se ponen una venda en los ojos para no ver las cosas feas ...

Y se estigmatiza como antipolíticos a aquellos ciudadanos que piden la palabra, denuncian la indig-nidad y gritan “no nos representan”. Con espectáculos como el del martes en el Congreso, se lo ganan a pul-so. Si los partidos son lo único importante, ¿qué pintamos los ciudadanos?

III EFE San Sebastián 26 DIC 2013 - 13:12 CET

El presidente del PP de Gipuzkoa, Borja Sémper , admite que hay aspectos de la reforma de la ley del

aborto que plantea el Gobierno que no le gustan y defiende que el proyecto se vote "en conciencia" porque

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"los partidos políticos no deben ser sectas". (…)

En su opinión, cada diputado deberá votar el proyecto de ley "en conciencia": "Hay materias sensi-bles que, por sus particularidades y sensibilidad, que afectan a cómo entiendes la vida, como es este caso, o cómo entiendes el derecho del no nacido, en las que creo que debe prevalecer la conciencia".

Preguntado sobre si el PP debería otorgar libertad de voto a sus parlamentarios en esta cuestión, Sé-mper considera que "la grandeza de la disciplina de voto es cuando la rompes porque crees que la tienes que romper, no porque te lo permiten". "Los partidos políticos no deben ser sectas, deben alentar el matiz, la discrepancia. No solo la deben permitir, sino que la tienen que alentar. No deberíamos ser estructuras mono-líticas, no deberíamos ser sectas, no lo somos de hecho, y profundizar en la democracia exige también pro-fundizar en el matiz", argumenta.

Sémper admite que la del aborto es "probablemente una de las cuestiones sobre las que más compli-caciones" encuentra a la hora de expresar una posición y opina que se trata de un asunto que "debería estar fuera de la discusión política" porque no responde a ideologías, sino que se trata de una cuestión "ética". "Espero que el trámite parlamentario consiga quitar tensión a un debate que no debería estar sujeto al albur de quien gobierna", concluye.

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(2) La ilustración y el gobierno de los doctos.