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KCYNES: ALGO DE MISMO I 227

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Símismo

Nuestra religión no era en nada mundana. Con la

riqueza, el poder, la popularidad

o el éxito no teníamos nada que ver: antes bien

los despreciábamos del todo... Los

objetos de la comunión y de la contemplación

más apasionada eran la persona a quien

amábamos, la belleza y la verdad. La razón

primigenia de la vida eran el amor, la creación y el

disfrute de las experiencias estéticas, asícomo la

búsqueda del saber.

Keynes

«Ignorando de manera absoluta las cualidades que acompaña­ban nuestros donaires, afectos, inteligencia y actitud de desasimientodel mundo, puedo vernos como arañas de agua, ligeros como el aire,grácilmente ondeando sobre la superficie, sin ningún roce con lostorbellinos y tensiones del fondo... Nada nos importaba, salvo los estadosde ánimo. Y estos nada tenían que ver con la acción y sus consecuencias,ni con los logros. Esos estados eran lo intemporal, lo apasionado de lacontemplación y de la comunión, y se desvinculaban íntegramente del

"antes"y del "después"» (Keynes, 1972d, CWKX: 430,450).Éstos son retazos aislados de la confesión autobiográfica que [ohn

Maynard Keynes escribió en 1938, pero que sólo permitió que sepublicara póstumamente. La había intitulado My Early Beliefs.

Resultan en verdad extraños. El Keynes familiar, el de la tradición,[qué digo yo!, el de los economistas profesionales, se percibe muy ajenodel género de vida que los antiguos llamaron bios theorethikos o vitacontemplativa, por contraposición a la vita activa o bios politikos.

Leamos algo más. «Repudiábamos con fuerza la idea de que elconocimiento útil hubiera de preferirse al conocimiento inútil. Perocoqueteábamos con la tesis de una cierta cualidad intrínseca que, aunquequizás no a la par de lo "verde':o de lo "bueno", o de lo "bello", llamábamos"lo interesante", y nos mostrábamos dispuestos a admitir la posibilidadde que el conocimiento "interesante" fuera mejor de buscar que el "nointeresante"» (ibíd.: 439). Y añadía Keynes en otro escrito: «el científico

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es inferior al artista. No sólo porque su actividad se halla al servicio de loutilitario y no al de lo valioso (his activity is one ofuse and not ofvalue),sino porque, primero, probablemente aunque no inevitablemente sucalidad es inferior, y segundo, porque habrá de consumir su tiempo enlo que no posee valor intrínseco... La valía de las actividades de Newton,de Leibnitz o de Darwin existió al margen del valor o importancia de sutrabajo. Pero no es fácil tener una idea clara... sobre si ellos fueron peoresque Milton, Wordsworth o Velázquez. Yo siento que preferiría ser uno deéstos antes que uno de aquéllos» (1983: 159).

En otra parte acotaba: «Fuimos los primeros de nuestra generación, ycuidado si los únicos de ella, que escapamos de la tradición benthamita,que por la sobreestimación del cálculo y del criterio económico se ha idodentro de la civilización moderna como un gusano, y es responsable porsu decaimiento moral» (1972d, CWKX: 445-446).

¡Curiosa paradoja para la historia del pensamiento la que nos dejaesta suerte de héroe o de villano de la acción política de nuestros días!(vide Kahn, 1975. E.A.G. Robinson, 1972. Per contra Hayek, 1978a:289. Buchanan & Wagner, 1977: 4). A quien, como muy pocos de suscontemporáneos, se lo nombra responsable de los éxitos y fracasos de laeconomía occidental luego de 1945, resulta que al final de cuentas, en sufuero interno, era o se sentía un espíritu contemplativo, sin mayor interéspor las «consecuencias» de las acciones o por sus efectos.

La resolución de esta paradoja, aun siendo la ocasión propicia paraintentarlo, no cabe en mi competencia. Me sentiría un mero opinador sipor llenar algunos minutos comenzara a urdir tramas complejas en tornoa la «astucia de la razón», o a la verdadera y real «autenticidad» del autor,o a su enorme capacidad de humor. Quede ello para los más versados ypara los biógrafos de profesión (Russell, 1967, 1: 88. Braithwaite, 1975.Clive Bell, 1956. Quentin Bell, 1968. Harrod, 1966. Skidelsky, 1983. IoanRobinson, 1975. Lekachman, 1967. Schumpeter, 1946. Elizabeth [ohn­son, 1974). Mantengamos en todo caso aquí, porque creemos poderlosustentar de ser necesario, que en este hombre de acción (vide E.A.G.Robinson, 1975: 12) hubo una presión muy grande hacia lo político quele provenía de una aguda visión estética del orden social. Hay ojos que venbelleza, indudable belleza, en una organización social que fluidamenteasegura la base material para el desenvolvimiento de la actividad humana.

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Pero de igual modo pueden ver fealdad, desorden, desarmonía. Keynes,probablemente, poseía esa clase de mirada.

[ohn Maynard Keynes se va a convertir en economista. Ningunadescripción explícita, similar en género a la que tenemos de su maestroAlfred Marshall (1972e, CWKX: 101-161) Yque gustará citar, hallaremosde los caminos interiores que lo conducen a su decisión. Los hitos,empero, son bien conocidos, e igualmente las cronologías detalladas quelos unen (Moodridge, 1973. Patinkin, 1976; 1981; 1982. Shackle, 1974.Harry [ohnson, 1972. Kahn, 1978).

La visión de la sociedad

Veo venir, en días no muy remotos, el más

grande cambio que haya ocurrido en el ambiente

material para la vida del colectivo de los seres

humanos... El curso de las cosas será tal que cada

vez habrá más y más clases y grupos de gentes para

quienes los problemas de la necesidad económica

han prácticamente desaparecido. La diferencia

fundamental se hará patente cuando esta condición

se haga tan general, que cambie la naturaleza del

deber de cada quien con su prójimo. Entonces será

razonable perseguir fines económicos para otros,

toda vez que ya ha dejado de serlo razonable

para uno mismo.

Keynes

La lucha de clases habrá de encontrarme del lado

de la burguesía educada.

Keynes .

Iohn Maynard Keynes tenía una refinada conciencia histórica (1971a,CWKII: 11;1972b,CWKIX:293. Kuh&Meyer, 1952).Parte fundamentalde su Weltanschauung, como en efecto lo era, ella determinaba suconcepción básica y primigenia de la cuestión económica.

Con aprobación cita a Iohn Commons, el economista norteamericanoinstitucionalista de comienzos del siglo XX, para admitir que su época

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histórica era un tiempo de transición entre la «anarquía económica» y«el régimen que busca controlar y dirigir las fuerzas económicas haciael interés de la justicia y de la estabilidad social» (1971a, CWK II: 11;1972b, CWK IX: 304-305).

Más aún, en el prefacio a la edición alemana de la Teoría General, cuyaversión completa no aparece en los Collected Writings (VII: xxv-xxvii.Vide Schefold, 1980: 175-176), se lee un texto muy revelador del clarocriterio de Keynes sobre la especificidad histórica de su pensamiento.Escúcheselo: «la teoría de la producción como un todo, que es lo que [milibro] se propone exponer, se adapta con más facilidad a las condicionesde un Estado totalitario (Totaler Staat) que la teoría de la producción ydistribución de un producto dado bajo condiciones de libre competenciay una buena dosis de laissez-jaire».

Pero hay algo adicional, de mucha mayor importancia en esta tareade encarar a Keynes.

El valor primordial sobre el cual descansa la sociedad capitalista, suethos, es «el dominio del hombre por (la pasión) de hacer dinero... Laidea del deber individual de incrementar la fortuna, la cual se ve comoun fin en sí mismo» (vide Weber, 1970: 51-53). Keynes, cuando alude adicho ethosen su texto TheEconomicPossibilities ofour Grandchildren, seexpresa al respecto en estos términos: «el amor por el dinero como unaposesión, y no como un medio para el disfrute de las realidades de la vida,habremos de reconocerlo como lo que es: una morbidez que disgusta;una propensión semicriminal y semipatológica, injusta y desagradable»(1972c, CWKIX: 329).

La sociedad capitalista, cómo dudarlo, no le pertenecía a la estéticade Keynes en este aspecto referido tan fundamentaL Mas ella, o si sequiere, «la pasión por el dinero», en su concepción del proceso histórico«cumplía bien su papel» (1972b, CWK IX: 293). Al final, escribe, serácapaz de llevarnos «fuera del túnel de la necesidad económica a la luz deldía» (1972c, CWKIX: 331).

La transición, empero, estaba llena de «dificultades tanto técnicascomo políticas» (1972a, CWK IX: 305). Por lo que era menester «algúnacto coordinado de juicios inteligentes», «algún control deliberado»(1972b, CWK IX: 292), so pena de que se «precipitara la hora de laconfiscación» (1971a, CWK II: 13), y como «el único medio práctico deevitar la destrucción de las fuerzas económicas existentes y de preservar

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el exitoso funcionamiento de la iniciativa individual» (1971b, CWK VI:1, 13; 1973a, CWK VII: 380).

El orden social resultante de la acción personal incoordinada, apoyadaen motivos puramente económicos, tal y como lo veían los doctrinariosultraliberales al estilo de Bastiat, dirá Keynes «no puede resolver losproblemas económicos del mundo actual» (ibíd.: CWKVII: 378). Yañade,«debemos inventar una nueva sabiduría para los nuevos tiempos, aun­que ello nos haga aparecer heterodoxos, problemáticos, peligrosos, desobe­dientes hacia todo aquello que nos engendró» (l972a, CWK IX:306).

El capitalismo, en suma, «si se le maneja apropiadamente, puedehacerse más eficiente que cualquier otro sistema alternativo existentepara satisfacer los requerimientos económicos» (l972b, CWK IX: 294).Pero la sociedad capitalista, en realidad de verdad, no constituye «lasociedad ideal» (l973a, CWK VII: 374), el u-topos de [ohn MaynardKeynes. Funciona, o mejor, puede hacerse funcionar con razonableeficiencia. Ése es un lado de la cuestión (l972b, CWK IX: 294). Pero, ala par, es objetable, porque «ofende nuestras nociones de lo que es unamanera satisfactoria de vivir» (ibíd.: 294).

La Economía y su método

La Economía es una ciencia que piensa en términos

de modelos, unida al arte de

la escogencia de los modelos que le son

relevantes al tiempo contemporáneo.

Keynes

Puede bien ser que la teoría clásica represente

la manera como nos gustaría que la economía se

comportara. Pero suponer que realmente

lo hace así, es obviar y suprimir las dificultades

que enfrentamos.

Keynes

La actitud científica consecuente es muy poco dada a envolverse encuestiones metodológicas. El conocimiento de los cánones y de las pautasforma parte del bagaje que el científico exitoso lleva consigo como cosa

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natural, o si el término no es equívoco, de manera inconsciente. Pero esmuy poco usual que el hombre de ciencia de nuestros días detenga suslabores, como tan vehementemente lo recomienda Collingwood, parapreguntarse sobre lo acertado o no de los caminos, modos y naturalezade su conocimiento. Hay, en verdad, un precario balance, con ciertaasimetría peculiar, entre lo que es la tarea científica sensu stricto y loque es la reflexión sobre la tarea científica. Los grandes hombres deciencia, sin que pueda imaginarse siquiera una regla simple y expedita,han sabido siempre conservarlo. Y valga aquí la moraleja. El aprendizajeescolar, o mejor, la enseñanza escolar, debiera instar con grande ahíncoal discernimiento de las formas exitosas de cómo preservar ese balance.

En obediencia a una tradición de la que se sabía heredero, Keynessostenía que la Economía, para usar el lenguaje de dicha tradición, «erauna ciencia moral» (1973b, CWK VIII: prefacio; 1973d, CWK XIV: 300.Vide Mill, 1974), Y«no una ciencia natural» (l973d, CWK XIV: 300).Aparte el significado que deba atribuirse a esta distinción en relacióncon el uso y consideración por la Economía de «juicios de valor, motivos,expectativas e incertidumbres psicológicas», quiero llamar la atenciónsobre un punto en el cual Keynes insistirá con reiteración, y que serádonde hallaremos, finalmente, el núcleo fundamental de su contribucióna la ciencia de lo económico. Este punto es que la Economía, «adiferenciade la ciencia natural típica, tiene por objeto (una realidad) que no eshomogénea a lo largo del tiempo» (l973d, CWKXIV: 285).

El acontecer económico participa de lo histórico. Es decir, el objetodel conocimiento económico ocurre en el tiempo histórico. Dicho estose nos abre un abismo de enormes complejidades y dificultades. ¿Quées, en efecto, el tiempo histórico, como distinto del tiempo lógico? ¿Hayun solo tiempo histórico, o son diversos los tiempos históricos? ¿Poseenel conocimiento histórico y el científico una similar naturaleza? ¿Hayuna lógica de la historia? ¿Le pertenece el principio de causalidad alámbito de la historia? ¿Qué significa para la caracterización científica dela Economía su naturaleza histórica?

Aquí no podemos abordar estos temas con toda la competenciarequerida. Sin embargo, no queremos pasar frente a ellos de soslayo.El tiempo de la historia, valga decir, el tiempo del acontecer humano,y desde luego, el de los economistas, tiene al menos dos dimensiones:la que mira hacia lo ya sucedido, que provee los hechos, los datos, la

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información estadística; y la que mira hacia lo que habrá de suceder, quees propiedad del reino de la conjetura, de la imaginación, de lo posible,de lo que aún está por verse. Dos dimensiones de naturaleza enteramentedistinta, que definen la realidad del tiempo que es nuestro objeto. Loseconomistas pertenecemos a ambas dimensiones: estudiamos el pasadoporque nos interesa sobremanera el futuro, cualesquiera sean los lapsosdel uno y del otro. Y entre ellas, el inasible presente: más una abstracciónde la mente en ejercicio que una realidad siempre palpable. Él, así lodecimos en el lenguaje cotidiano, es nuestro espacio vital. Dentro de élnos desenvolvemos, Iy así nos persuadimos de que sólo a él pertenecennuestras acciones y sus consecuencias.

La realidad del tiempo de la ciencia natural no tiene esta dobledimensionalidad. Y aun si la tuviera, tal y como cosmologías denuestra época con creciente fuerza lo afirman (Whitehead, 1980.Collingwood, 1946: 26), la velocidad de los cambios y de las mutacioneshace que sea admisible suponer que el pasado y el futuro no se desemejanesencialmente.'

El vínculo que los economistas establecemos entre el pasado y elfuturo es la teoría. Concebimos el pasado a la luz de la razón, y por endelo conocemos, y con ese conocimiento nos damos en imaginar el futuro.Ahora, y digámoslo con énfasis, aun el conocimiento más perfecto delpasado no puede -materia de naturaleza, no de grado- convertir laimaginación del futuro en conocimiento del futuro.

La imaginación «científica» es imprecisa, grandemente imprecisa siel caso es compararla con el conocimiento científico. Pero hay más. Elconocimiento científico de lo económico es también de suyo impreciso,si el caso fuera compararlo con el conocimiento científico natural. Porlo que si la capacidad de la imaginación de decirnos algo razonabledepende del conocimiento que la permite o que la engendra, tenemosentonces toda una acumulación de imprecisiones. Desde luego, quedapor discernir la importantísima cuestión del estándar para la compara­ción, pero ésa no es materia que podemos aquí proseguir (vide supra:32, 132).

1 «Todas las ciencias experimentales son estáticas. Lo son puesto que tienen que suponer

que no importa en qué momento se realiza un experimento» (Hicks, 1979: x-xi. Shackle,

1972, prefacio).

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Si se me permite hablar con cierto tono exhortatorio: ésta es larealidad más fundamental sobre la que hemos de asentar el conocimientoeconómico. ¿Qué nos es dable hacer y esperar en consecuencia?

Una primera posibilidad es eliminar toda consideración del tiempohistórico. Ello nos conduce a la suerte de teorías que, por brevedad,agrupamos bajo el mote de teorías del equilibrio generaL Son teorías conun mínimo de contenido material (vide Kaldor, 1972. Kornai, 1971), sincapacidad explicativa (Hahn, 1973a; 1973b), con un nivel impresionantede formalización y en tal sentido, y sólo en él, semejantes a las teorías delas ciencias físicas.

Una segunda posibilidad es aceptar de pleno la ubicua presencia deltiempo histórico. Pero aquí caben diferentes perspectivas. Por ejemplo,la Economía Política Clásica, que asociamos en especial con Smithy Ricardo, y en cuanto su mayor crítico, con Marx, admitió no sinlimitaciones el hecho histórico. En Smith, más que en Ricardo, su objetofue el proceso de advenimiento y conformación de la organización so­cial del mercado. En el caso de Marx estamos frente a una novedadconceptual de muy hondas consecuencias. Si en Smith la ciencia de lahistoria aparece como un poderoso auxiliar del conocimiento económico,con Marx es la ciencia económica misma la que se hace histórica. Lo queresulta, entonces, es una teoría del cambio en la sociedad económica y dela sociedad económica, en una larga -larguísima- dimensión temporaL

Otra perspectiva que debe mencionarse, y lástima que tenga que seren pasada, es la de Alfred MarshalL Su claridad metodológica es siemprealeccionadora: en verdad, no es casualidad que haya sido maestro de unafructífera generación de economistas, incluyendo de modo sobresalientea Iohn Maynard Keynes. Déjenme citar al voleo una frase suya, llenade penetración: «La naturaleza del equilibrio y de las causas que lodeterminan dependen de cuán largo es el período en el que se extiendeel mercado» (1961: 330), y esta otra: «El tiempo es el centro de todaslas dificultades del problema económico... La naturaleza no conocepartición entre el período corto y largo, y los dos se mezclan entre sí porgradaciones imperceptibles» (ibíd.: vii).

De Marshall derivamos las expresiones corto y largo plazo (ibíd.: 497­498), hoy tan familiares por no decir inapropiadamente empleadas. Enverdad, más que la definición de lapsos, lo que el autor quiere ofreceres una caracterización de un cierto «estado de cosas» (Toan Robinson,

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1971: 18). El corto plazo, así, refiere una situación cuando la capacidadde producción «es lo que es», cuando los cambios en las condicioneseconómicas se enfrentan «con una provisión dada de habilidades, capitalespecializado y organización industrial» (Marshall, 1961: 497) y lo quepuede variar es el grado de su utilización. El largo plazo, por su parte,es la situación cuando las fuerzas económicas pueden desarrollarse aplenitud.

En suma, en el corto plazo las reacciones ante los cambios decondiciones se expresan en variaciones en los niveles de producción, deempleo, de precios, mientras que en el largo plazo la reacción es en lacapacidad de producción misma.

Detengámonos aquí. Podría convertírsenos en una tarea fútil buscarla perspectiva temporal particular de cada economista de importancia.'Lo dicho es suficiente para acercarnos con provecho a Keynes.

Al final del Treatise on Money escribe Keynes lo siguiente: «Marshall,en su afán por llevar la teoría económica hasta el punto de contactocon el mundo real, disimuló más de una vez el carácter esencialmenteestático de su equilibrio económico con frases inteligentes y penetrantesacerca de los problemas dinámicos. La distinción entre el corto y el largoplazo es un paso primero hacia la teoría de un sistema en movimiento.Yo creo que al fin estamos en el borde del paso siguiente, que, de darlosatisfactoriamente, aumentará en mucho la aplicabilidad de la teoría ala práctica, es decir, el entendimiento del comportamiento detallado deun sistema económico que no se halla en equilibrio estático» (1971b,CWK,VII: 365).

Es conocida la historia según la cual el Treatise on Money le resultóa Keynes grandemente insatisfactorio (1973c, CWK XIII: carta a sumadre, septiembre, 1930. Patinkin, 1976). Por lo demás, se le dirigieronimportantes críticas que tenían en la mira puntos muy sustantivos (videHayek, 1931. Hansen, 1932. 1973c, CWK XIII: carta a [oan Robinson,abril, 1932. Hicks, 1967). Lo cierto es que muy pronto -cuestión demeses luego de la publicación del Treatise- comenzó la preparación deThe General Theory.

En unas notas que le sirvieron de referencia para una clase e125de abrilde 1932, leemos la preocupación de Keynes con el uso de expresiones

2 «Mi período fue ultracorto. Yo lo llamé una semana» (Hicks, 1939; 1980: 141).

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muy «útiles para el análisis del corto plazo que están llenas deconnotaciones para el análisis del largo plazo» (1973c, CWK XIII: 269,1979, CWK XXIX: 35). El propio Keynes, sin duda, en el Treatise onMoney había incurrido en la confusión metodológica de tiempos y plazos,y en equívocos sobre las consecuencias que los unos y los otros llevanconsigo (1973a, CWKVII: prefacio; 1973c, CWKXIII: 377). El caminoestaba abierto, ahora, luego de la generosa discusión que en torno a estasmaterias se da, para su definitiva elucidación.

La perspectiva desde la cual [ohn Maynard Keynes se sitúa paraexaminar y analizar la realidad económica, valga decir, su realidadeconómica, la define él mismo sin equívocos: «No es mi interés lafotografía instantánea, sino el equilibrio de corto plazo que toma unintervalo suficiente como para que decisiones momentáneas surtanefecto» (1979, CWKXXIX: carta a E.S. Shaw, abril 1938).

Podemos decirlo de otra manera, y en las mismas palabras del autor:«(aludimos) a un período corto durante el cual el equipo de capital sesupone constante, pero en el cual nuevos bienes de capital se hallan enel curso de producción» (1973d, CWK XIV: carta a E.A.G. Robinson,agosto 1973). O en los términos más familiares de The General Theory:«Tomamos como dados la cantidad de trabajo disponible y su destreza;la cantidad y calidad del capital disponible; la técnica existente; elgrado de competitividad; los gustos y hábitos de los consumidores; ladesutilidad de las diferentes intensidades de trabajo y de las actividadesde supervisión y organización, así como la estructura sociaL.. Esto nosignifica que estos factores sean constantes, pero sí que en este análisis nose toman en consideración los efectos y consecuencias de sus cambios»(1973a, CWKVII: 245).

En un marco así,cuando además hay expectativas de futuros beneficiosque causan decisiones de inversión, puede estudiarse el proceso causalque conduce a la determinación del nivel agregado de producción y, porlo tanto, de empleo (ibíd.: prefacio. Pigou, 1950: 65). Éste será el temabásico de [ohn Maynard Keynes, su gran tema, con ocasión del cual sunombre y obra se añaden a la posteridad.

En estas condiciones, y qué de énfasis no debemos poner en que sehabla de unas condiciones muy particulares, se demuestra -éste es ellogro de Keynes con el cual estamos familiarizados- que los mecanismosauto-regulatorios del sistema económico son ineficientes para asegurar la

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utilización plena de los recursos. Esto es,que elsistema económico «puedepermanecer en una condición crónica de actividad sub-normal por untiempo considerable, sin una tendencia marcada o a la recuperación o alcolapso total» (1973a, CWK, VII: 249), o lo que viene a ser lo mismo,que es menester admitir en la teoría de la economía capitalista avanzadauna situación de equilibrio con desempleo (1973c, CWKXIII: 245, cartaa R.E Kahn, septiembre 1931. Ibíd.: 198).

De todo ello se seguirá la necesidad de ensanchar «las funcionestradicionales del gobierno para asegurar el pleno empleo» (l973a, CWKVII: 379). Pero esto le pertenece a una historia que se escribe para la granmayoría en los libros y manuales de texto.

Es posible ya reunir algunos elementos de significación que emergende esta revisión de ideas y temas que nos hemos propuesto. Y hagámosloformulándonos una pregunta bien clara y sin ambages. ¿Cuál fue, ensuma, la contribución más importante de Keynes al entendimiento de lacuestión económica?

Deberíamos anotar, en primer lugar, la visión inarmónica de laeconomía capitalista madura. Los mecanismos auto-reguladores dela sociedad moderna resultan insuficientes para restaurar la plenanormalidad del proceso económico, una vez que ella se interrumpe.Ahora bien, éste no es un tema en modo alguno nuevo en la literaturaeconómica. Si buscamos su estirpe hallaremos que en efecto tiene unavenerablehistoria (1972b, CWKIX:passim. Vide Viner, 1960. Hicks, 1976).

Pero, en Keynes, su significación estriba en un elemento enteramentenovedoso, cuya relevancia se hace manifiesta en la particular perspectivatemporal desde la cual se sitúa. Oigamos sus palabras en esta extensacita. «Edgeworth, Pigou y otros escritores anteriores o contemporáneoshan adornado y mejorado la teoría (existente) incorporando temas adi­cionales: distintas formas para las funciones de oferta de los factores deproducción; condiciones monopólicas o imperfectamente competiti­vas; discernimiento de las ocasiones cuando las ventajas individuales ycolectivas coinciden y cuando no; la naturaleza del intercambio en laseconomías abiertas, etc. Pero tanto ellos como sus predecesores teníanen la mente un sistema en el cual las cantidades de los factores empleadosera un dato y cualquier otro hecho relevante era conocido con mayoro menor certeza». Y añade, «ello no significa que allí no hubiera lugarpara cambios y variaciones en las condiciones del sistema, o que no

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hubiera lugar para expectativas fallidas. Pero en cada momento tanto loshechos como las expectativas se suponían dados en una forma calculabley definitiva; y en relación con los riesgos, que se admitían aunque sinmayor importancia, se suponía que podían ser objeto de un cálculoactuarial exacto. Es decir, el cálculo de probabilidades podía transformarel estatus de la incertidumbre al mismo estatus de la certeza».

Continúa Keynes: «De las consecuencias de nuestros actos sólotenemos la más vaga de las ideas. Muchas veces ellas no nos importan...Pero si el objeto de nuestra acción es la acumulación de riqueza, entoncessí nos acompaña una intensa preocupación. (Por lo demás), el propósitode la acumulación de riquezas es la producción de resultados en una fechacomparativamente distante, y algunas veces, indefinidamente distante.Ahora, el hecho de que nuestro conocimiento del futuro es fluctuante,vago e incierto, hace de la riqueza una materia peculiarmente intratablepor los métodos de la teoría económica tradicional (clásica). Esta teoríapodría servir en un esquema temporal donde los bienes se consumierancasi inmediatamente después de su producción. Pero si se va a aplicar enuna situación donde la acumulación de riquezas es un factor importante,requiere de considerables revisiones».

La conclusión del autor se expresa en esta idea fundamental: «Aldecir conocimiento "incierto" yo no quiero meramente distinguir loque conocemos con certidumbre de lo que es solo probable. El juego dela ruleta, en este sentido, no es sujeto de incertidumbre. La expectativade vida es apenas moderadamente incierta, y así también lo es el clima.Incierta es la perspectiva de una guerra, o el precio del cobre o la tasa deinterés dentro de veinte años, o la obsolescencia de un nuevo invento.Sobre estas últimas materias, no hay base científica alguna sobre la cualformarse ,un cálculo de probabilidades. Simplemente no sabemos... Yoacuso a la teoría tradicional de ser una técnica bonita y educada paraconsiderar el presente haciendo abstracción del hecho de que conocemosmuy poco acerca del futuro» (l973d, CWKXIV: 112-11).

Hemos pasado así del equilibrio a la historia; de los principios de laescogencia racional alos problemas que seproducen en elfuncionamientodel sistema económico por decisiones que se basan en conjeturas o enmeras conveniencias (l973a, CWK VII: capítulo XII. Shackle, 1973:passim. loan Robinson, 1975). Desde luego, y no puedo dejar de ponermi énfasis en esta acotación: en todo esto se halla presente una particular

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dimensión temporal, una perspectiva del tiempo histórico relevante parael análisis y la consideración científica.

Permítaseme añadir una cita más que estimo invalorable: «Cuandose adopta una decisión, tenemos ante nosotros un número grande dealternativas, ninguna de las cuales, demostrativamente, es mas "racional"que las otras, en el sentido de que podemos ordenar por sus méritos lasuma agregada de beneficios que de las consecuencias de cada una seesperan. Para evitar quedarnos en la posición del asno de Buridanus, nosapoyamos, y no puede sino necesariamente ser así, en motivos de otranaturaleza, que no son "racionales" en elsentido de que tienen que ver con laevaluacióndeconsecuencias, sinoquealudenainstintos,hábitos,preferencias,deseos, etc.Estoes tan cierto del homooeconomicus como de quien no lo es»(CWKXXIX, 1979: carta a Hugh Townsend, diciembre 1938).

En suma, la concepción de lo económico, cuando el objeto final delanálisis es la naturaleza del estado del balance social que resulta de lasdecisiones incoordinadas que adoptan los agentes económicos en unespacio temporal corto, lleva a la importantísima conclusión de que elequilibrio, tal y como lo entiende la teoría más ortodoxa, es un simpleaccidente de suerte, y no el resultado natural del proceso económico.El capitalismo es inestable no sólo por las actividades especulativasnormales, sino por razones de la manera misma como los hombresdeciden en favor de sus intereses. Este elemento conceptual es ente­ramente nuevo en la historia del análisis económico.

Keynes escribirá que el descuido de la tradición respecto de esteelemento por él «descubierto», «es un misterio y una curiosidad»(l973a, CWK VII: 32). Aquí están de nuevo sus palabras, con ocasiónde la carta que dirige a Harrod para comentarle la recensión que esteúltimo había escrito de The General Theory. «Mepreocupa el curso de miprogreso mental desde la posición clásica hasta mis ideas presentes. Loque algunos piensan que es un tono innecesariamente controversial sedebe en realidad a la importancia en mi mente de lo que antes pensaba,y de los momentos de transición que fueron para mí momentos deiluminación. Usted no siente el peso del pasado como yo lo siento... Notengo compañía en mi propia generación, ni de mis profesores, ni de misestudiantes. Usted no menciona la demanda efectiva, es decir, la curva dedemanda por la producción como un todo. La cosa más extraordinaria,si la contemplamos históricamente, es la completa desaparición de la

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teoría de la oferta y demanda del producto agregado, es decir, del empleo,luego de ser la cuestión más discutida en la Economía. Una de las másimportantes transiciones me vino cuando de repente caí en la cuenta deello.Me sobrevino después de aclararme la ley psicológica de que cuandoel ingreso crece se ensancha la brecha entre el ingreso y el consumo. Mástarde, vino la noción de la tasa de interés como la preferencia por laliquidez. Y finalmente, después de una enorme cantidad de confusión yde muchos borradores, la adecuada definición de la eficiencia marginaldel capital que las vincula a ambas» (l973d, CWK XIV: carta a Roy F.Harrod, agosto 1936).

Aquí está pues la gran novedad teórica. La teoría de la demandaefectiva que nos explica cómo «el sistema económico puede hallarse enequilibrio estable con un nivel de empleo por debajo de la condiciónde pleno empleo, esto es, en el nivel determinado por la intersecciónde la función de demanda agregada con la función de oferta agregada»(1973a, CWKVII: 32. Patinkin, 1982: 11).

He aquí pues ellogro de John Maynard Keynes.Elobservador científicode la realidad económica, que resulta igual que decir, de la realidadhistórica, tiene numerosas perspectivas desde las cuales situarse pararealizar sus observaciones -hablo no sólo de los ojos corporales sinopor sobre todo de los ojos de la razón-o La·escogencia de una perspec­tiva particular que sea apta para el propósito científico, que también esmateria de elección, qué de riesgos de fracaso no lleva consigo, si es queson tantas las posibles.

Keynesescogió su perspectiva tras una prolongada jornada de tanteos,sopesamientos, experimentos mentales, debates y controversias. Y bien.Esa perspectiva se reveló acorde y apropiada para el objeto de su atenciónteórica; se reveló fructífera para la acción política que su propio tiempopersonal requería, y se reveló fértil para el progreso de la ciencia. ¡Felixqui potuit rerum cognoscere causas!

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Caminos del descubrimiento científico

Sus experimentos eran siempre, lo sospecho, no un medio de

descubrimiento, sino de verificación de lo que sabía.

Keynes, refiriéndose a Newton

Nada más inasible que el curso de la mente científica en pos de suobjeto. Ese mundo interior le está vedado a la observación y a la razón.Nada podemos conocer de los recónditos mecanismos que acelerano desaceleran la persecución del eslabón que organiza la realidad. Elintelecto y la razón se allegan a las cosas y las «ven» con sus ojos. Peronada podemos conocer del proceso en sí mismo.

Para sus contemporáneos, la mente de Keynes siempre estaba enmovimiento.' Hicks nos dice «que no se podía seguir su ritmo; que jamásse sabía qué rumbo iba a tomar a continuación» (1974: 4, 5). Pigou lallama «una mente siempre en exploración» (1950: 2). Y el propio Hayek,quizás sin quererlo, igualmente lo admite. Así nos narra que luego de surecensión del Treatise on Money, en la cual, son sus palabras, «sentí quehabía demolido fundamentalmente su esquema teórico... sufrí una grandecepción, porque Keynes me dijo que en el ínterin había cambiado supensamiento, y que ya no tenía fe en ese trabajo suyo» (1978: 283-284).

Al margen de estos testimonios, y según lo atestigua la abundantecorrespondencia que hoy tenemos, la mente de Keynes no cesaba demoverse, de explorar, de auto-negarse para a la vuelta afirmarse. ¿Quémás cabe decir al respecto? Acaso que lo usual es que los científicos,digamos, los científicos de profesión, son profundamente conservadorescon sus ideas, tozudamente renuentes al cambio de su pensamiento,obstinados al cambio de sus perspectivas. La diferencia marca quizás eldeslinde entre los profetas y los profesores, como con tan fina ironía lodecía Whitehead.

3 "El intelecto de Keynes es el más agudo y claro que yo alguna vez haya conocido. Cuan­

do argüía con él, sentía que tomaba mi vida en sus manos, y muy raras veces emergía sin

el sentimiento de saberme un tonto» (Russell, 1961: 88). «He conocido genios de calidad

más pura, pero con todo y todo, considero ciertamente que Maynard Keynes es el hombre

más extraordinario que he conocido» (Robbins, 1973: 193).

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Hay algo adicional. En más de una ocasión, en su excelente condiciónde biógrafo," Keynesrefiere elproceso de creación científica, que comienzaen una suerte de intuición fundamental, de conocimiento primordial,y que sigue con la demostración rigurosa de esa verdad preexistente.Cuando Newton le comunicó a Halley uno de sus descubrimientos másimportantes sobre el movimiento planetario, cita Keynes con fruición,Halley le responde, ¿yusted cómo lo sabe? ¿Usted tiene pruebas? Newtonse sorprende y le replica, ¡cómo! si yo lo sé desde hace años. Déme unosdías y se lo demuestro. Keynes concluye: «las pruebas, o lo que fuese, noeran los instrumentos del descubrimiento» (1972f, CWKX: 365).

Así mismo era Keynes." ¿Qué más cabe decir?

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& Este ensayo se publicó en Revista BCV, 2,1987..~EoeOow-'ºOo-o'C

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4 «Edwin Cannan me dijo una vez que allí tenia Keynes su mayor habilidad" (Pigou, 1950: 68).

5 Téngase presente la extraordinaria anécdota que refiere Patinkin sobre la conversación

entre Keynes y Tinbergen acerca de la elasticidad de las importaciones en la economía

alemana en los años 20 (Patinkin, 1982: 238, n. 7. Vide E.A.G. Robinson, 1972).