La ajorca de oro

Pedo paseaba cuando se encontró a María llorando desconsoladamente.

Cuando la catedral se vació Pedro entró. Una vez dentro empezó a escuchar extraños ruidos. Horror sentía.

Pedro entre tanto horror encontró la sonrisa bondadosa y serena de la virgen, que segundos después de que le tranquilizara acabó

transmitiéndole mas terror.

Las estatuas de la catedral, de repente, cobraron vida, y descendiendo de sus huecos ocuparon

toda la catedral.

Al día siguiente encontraron a Pedro. El infeliz, aún con la ajorca, estaba loco