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L A ARISTEOCRACIA DE J IMÉNEZ Por Óscar Estrada de la Rosa C U A D E R N O S E P Í G R A F A

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Texto original publicado en la revista Cuartoscuro.

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Page 1: La aristeocracia de Jiménez

La a r i s t e o c r a c i a d e J i m é n e z

Por Óscar Estrada de la Rosa

C U A D E R N O S E P Í G R A F A

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aristeo Jiménez. De la serie nocturna.

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La irrealidad de lo mirado da realidad a la mirada

Octavio Paz

Para todo amante de la fotografía o antropólogo de la imagen siempre será una gran experiencia observar panorámicamente toda la nación. Cristalizar orígenes, descubrir el arte. En las ciudades industriales, a fuerza de parpadeo, no logramos más que dar un vistazo. En la vorágine de estos tiempos, donde los hechos se dan velozmente, sólo la pupila de un colibrí podrá convertir al ojo en órgano de contemplación y conocimiento.

Después de Pachuca, Monterrey tiene el acervo fotógrafico más grande del país. Prueba de ello lo constituye el acervo de la Fototeca del Estado de Nuevo León, la Fototeca del Tecnológico de Monterrey, más otros fondos institucionales y particulares. Estas colecciones reúnen a los siguientes artistas de la lente que han estado en la edad temprana de la historia de la fotografía y han construido una gran tradición regiomontana: Desiderio Lagrange, Jesús R. Sandoval, Eugenio Espino Barros, Manuel M. López, Efrén Yáñez, Alberto Flores Varela, entre algunos. Tradición que le ha dado a Monterrey prestigio y status.

El final del XX, Monterrey y la generación FONCA 1991-1992, fueron testigos de la aparición a cuadro de uno de los grandes artistas fotógrafos que continúan este legado, Aristeo Jiménez, el último fotógrafo rebelde de nuestros tiempos. Aristeo, se “revela”, como debiera ser la fotografía, ante todos y ante sí mismo.

El trabajo de Aristeo Jiménez ha sido ampliamente exhibido y publicado; entre algunos ejemplos, el número 12 de Luna Córnea, Xavier Moyssén Lechuga lo seleccionó para los libros y exposiciones Monterrey en 400 fotografías (exposición conmemorativa de los 400 años de la fundación de Monterrey) y 100 años a través de 100 artistas (excelente revisión de la plástica regiomontana del siglo XX). Realizó para la Universidad de Nuevo León el libro Claroscuro Regiomontano (100 retratos de personajes de la cultura de Monterrey).

Aristeo fue el único autor regiomontano seleccionado para la exposición que itineró por el país, Europa y Estados Unidos, El Brindis: cuatro bebidas de México, pulque, tequila, mezcal y cerveza, donde compartió los muros con Agustín Víctor Casasola, C.B. Waite, Juan Rulfo, Mariana Yampolsky, Graciela Iturbide, Nacho López, Gabriel Figueroa, entre otros. Fue seleccionado, junto con Juan Rodrigo Llaguno, para aparecer

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y representar a Nuevo León en el libro 160 años de la fotografía en México, editado por Conaculta. Ha aparecido en Cuartoscuro, y en una ocasión estuvo en la portada, en el número dedicado a Nuevo Léon, con la imagen de Tola en Moto. También ha participado de jurado en varios concursos nacionales, así como en las bienales de fotografías.

Aristeo Jiménez nos regala con orgullo, parquedad, horror y dignidad, libre de idealizaciones, su aristeocracia. Después del asombro, encontraremos en las imágenes de Aristeo una mirada artística, cinematográfica, educada y erudita.

En el mundo del arte tenemos una costumbre vergonzante, subirnos a los barcos cuando ya han partido, cuando éstos van a medio viaje o, como en el caso de Van Gogh, cuando ya han regresado y están atracados felizmente en el puerto. Hoy, sin pena, todos disfrutamos subirnos al barco de Manuel Álvarez Bravo. El barco de Aristeo esta a punto de zarpar, abordémoslo y disfrutemos de esta fascinante aventura. Arrinconemos prejuicio y lástima, que su plata encarnada y luz brutal nos guiará e iluminará.

Belleza. Las fotografías de Jiménez son bellas. Waldo decía que la belleza era un momento de transición en el cual una forma parece hallarse en trance de fluir a

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otras formas. Hume decía que no era cualidad de las cosas, sino del espíritu que las contempla. Emmanuel Kant, “la belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa”. Yo me quedo con Waldo, Kant y la cauta intención de Aristeo.

Identidad, propiedad y sello. Lo que hace diferente a un fotógrafo es la manera que escoge su horizonte, es decir, donde posa su mirada. En su trayectoria, Aristeo ha logrado construir su sello personal. Sello totalmente alejado de los dramas patéticos comunes en los fotoperiodistas, donde la temática está por encima del fotógrafo. Su estética esta más cercana a aquella donde la temática depende estrictamente de su visión personal, a la manera de los norteamericanos; Walker Evans, Dorothea Lange, Lewis Wickes Hine y Margaret Bourke-White; y los europeos Auguste Sander y Eugene Átget.

Remedando a Rene Ricard, en un caso hipotético, si los directores de cine Arturo Ripstein (El lugar sin límites, 1977) y Stephan Elliott (Las aventuras de Priscilla, la reina del desierto, 1994) tuvieran un hijo y lo dieran por adopción, este niño sería Aristeo, con sus pequeñas diferencias. En las fotos de Aristeo no hay la mirada hiperdramática y trágica de Ripstein, pero sí la respetable mirada y plásticamente digna de Elliot. En Aristeo no encontramos las majestuosas vestimentas “cuasi armaduras”de Elliot (propias de los australianos, recordemos Mad Max), pero sí encontramos los “ropajes” indefensos de Ripstein. Yo me quedo con Aristeo y Stephan, a ambos los unen las montañas y el desierto, quizás esto ofrezca un sentido de pertenencia y una manera diferente de apreciar el entorno. Así, las fotos “hechas” por Aristeo, “son” de Aristeo.

Soledad, la cordura del creador. El fotógrafo, como el escritor, son seres solitarios, siempre producen y hablan solos. Aristeo Jiménez, como Josef Koudelka y Sebastiao Salgado, vagan por el mundo, llevando de acompañante solamente a su cámara.

Invisibilidad, carnada del alma. Cualquiera que haya intentado tomar una fotografía a una persona, conoce la sensación que proyecta la cámara. Como si fuera una arma, el retratado se inhibe y se “protege”. Aristeo tiene la cualidad de la invisibilidad o de la confianza. El retratado posee una extrema naturalidad, característica pocas veces vista en las fotografías de otros creadores. Esta naturalidad sólo es propia de los momentos más íntimos, como cuando nos vemos en la mañana en el espejo. Aristeo, con el don de zahorí, oculto detrás del espejo nos retrata.

Esta situación también se da cuando estamos con alguien de extrema confianza (familia, esposa o amante), olvidamos el comportamiento protocolario y en completo estado de gracia estamos a su completa merced. A partir de aquí, y como si estuviéramos en los orígenes del mundo, Aristeo logra capturar el alma, embalsamar a Afrodita y perpetuar la clandestinidad. Como ejemplo es realmente impactante la serie que le

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ha tomado a “la Felipa”, en las fotografías encontramos bondad y una deliberada y dirigida pasión por el simbolismo de la imagen.

Taxidermista profético. Reducida permanencia y pronta extinción. La fotos de Aristeo me hacen cuestionarme realmente ¿cuál es el significado de ilusión?, ¿es esperanza o espejismo? ¿Aristeo es un ilusionista o es el desengaño? ¿Por qué el futuro de sus retratados, sobre todo los de la serie nocturna, siempre es su pasado? Sus oportunidades, con la brújula atascada, serán disecadas por el sin-destino. Aristeo suele contar que solo “Tola” y “Felipa” han sobrevivido. Que siempre que vuelve en un lapso muy corto a los sitios retratados, los espacios, los muebles, las fachadas, todo ha sido modificado, sólo viven en sus fotografías. Para decirlo en términos barthianos, lo que vio Aristeo “ha sido” y será para siempre.

Aristeo, ajeno a los afanes y avatares de la vanguardia contemporánea, como cualquier fotógrafo que respete su arte, edifica una obra que, cual si fuera rascacielos, actuará por sí misma, volviéndose monumental e inmortalmente universal.

Después de haber convivido con la ya familiar aristeocracia de Jiménez, hay una suerte de vacío, como acertadamente señala E.M. Cioran: “nuestras relaciones con el mundo se encuentran modificadas, algo cambia en nosotros, aunque guardamos nuestros antiguos defectos. Pero no somos ya de aquí de la misma manera que antes”.

Óscar Estrada de la RosaMonterrey, N.L. México. Junio 2001.

Texto original publicado en la Revista Cuartoscuro.