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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 64 (2005), 253-278 La «atención amorosa» en clave de «presencia»: Juan de la Cruz JUAN ANTONIO MARCOS (Madrid) Cuando se sienta el alma poner en silencio y escucha, aun el ejercicio de la «advertencia amorosa» ha de olvidar. Porque de aquella «advertencia amorosa» sólo ha de usar cuando no se siente poner en soledad, u ociosidad interior u olvido o escucha espiritual (L 3,35) 1 . Cabría deducir de esta cita de Llama, que la así llamada advertencia o atención amorosa, posee un carácter exclusivamente funcional. Pero en realidad es mucho más que eso. Creemos que hay que entenderla, fundamentalmente, en clave de «presencia», y más en concreto, de «presencia afectiva» (C 11,4). Y si a manera de deprecación podemos exclamar con Juan de la Cruz: ¡Descubre tu presencia!, es sólo para caer en la cuenta de que Dios, desde siempre, está ya presente en nuestras vidas. «Un Dios que crea por amor vive volcado con generosidad total sobre todas y cada una de sus criaturas. El Dios que «hace salir el sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos», llama a todos y desde siempre: no hubo desde el comienzo del mundo un solo hombre o una sola mujer que no nacieran amparados, habitados y promovidos por su revelación y por su amor incondicional» 2 . 1 Citamos siempre, utilizando las siglas ya convencionales, por la 5.ª edi- ción de SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras completas, Madrid: Editorial de Espiritua- lidad, 1993. 2 A. TORRES QUEIRUGA, «La imagen de Dios en la nueva situación cultural», en Selecciones de Teología, 170 (2004), p. 111.

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 64 (2005), 253-278

La «atención amorosa» en clavede «presencia»: Juan de la Cruz

JUAN ANTONIO MARCOS

(Madrid)

Cuando se sienta el alma poner en silencio y escucha, aun elejercicio de la «advertencia amorosa» ha de olvidar. Porque deaquella «advertencia amorosa» sólo ha de usar cuando no se sienteponer en soledad, u ociosidad interior u olvido o escucha espiritual(L 3,35) 1. Cabría deducir de esta cita de Llama, que la así llamadaadvertencia o atención amorosa, posee un carácter exclusivamentefuncional. Pero en realidad es mucho más que eso. Creemos que hayque entenderla, fundamentalmente, en clave de «presencia», y másen concreto, de «presencia afectiva» (C 11,4).

Y si a manera de deprecación podemos exclamar con Juan de laCruz: ¡Descubre tu presencia!, es sólo para caer en la cuenta de queDios, desde siempre, está ya presente en nuestras vidas. «Un Diosque crea por amor vive volcado con generosidad total sobre todas ycada una de sus criaturas. El Dios que «hace salir el sol sobre malosy buenos y llover sobre justos e injustos», llama a todos y desdesiempre: no hubo desde el comienzo del mundo un solo hombre ouna sola mujer que no nacieran amparados, habitados y promovidospor su revelación y por su amor incondicional» 2.

1 Citamos siempre, utilizando las siglas ya convencionales, por la 5.ª edi-ción de SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras completas, Madrid: Editorial de Espiritua-lidad, 1993.

2 A. TORRES QUEIRUGA, «La imagen de Dios en la nueva situación cultural»,en Selecciones de Teología, 170 (2004), p. 111.

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La atención amorosa, como iremos viendo, puede funcionar ade-más como un factor clave de equilibrio y maduración psicológica.Porque muy a menudo somos demasiado frágiles, y pequeñas cosasintrascendentes, pueden robarnos la paz interior, la paz del corazón.Allí donde se vive «pendiente» (en sentido etimológico «estar colga-do», del verbo «pender») de la noticia o advertencia o atención amo-rosa, surge de forma automática un distanciamiento ante las menu-dencias de la vida diaria. Se aprende así a relativizar y desdramatizarfrente a los pequeños, insignificantes y cotidianos accidentes.

La atención amorosa vivida en clave de presencia termina porsituarnos automáticamente, y también de manera natural, en clavede contemplación. Es el resorte que hay que pulsar para «ponerse ensoledad», dirá Juan de la Cruz, donde la preposición locativa «en»nos sitúa ya en un nuevo estado o lugar metafórico-espiritual: esdecir, en los espacios interiores de la persona, en los paisajes delalma. San Juan de la Cruz habla aquí de ponerse EN: soledad, ocio-sidad interior, olvido, escucha espiritual, paz, recogimiento en elcorazón, sosiego espiritual, etc. Y por eso, para nuestro místico, laoración contemplativa es algo así como estarse a solas con atenciónamorosa a Dios, «en» paz interior y quietud y descanso 3; reposarel alma y dejarla estar «en» su quietud y reposo 4; contentándosesólo «en» una advertencia amorosa y sosegada en Dios 5.

La atención amorosa es el camino o medio para centrar la pro-pia vida, para reconstruir esas pequeñas ruinas que llevamos pordentro, para mantener limpio y sano el propio espacio interior. Esmedio y es camino, pero a la vez es fin en sí misma ya que nospermite caer en la cuenta de que continuamente vivimos habitadospor una presencia que nos sobrepasa y envueltos por un amor quenos sobrecoge. Al hacernos conscientes de esa presencia, descubri-mos que la atención amorosa se puede convertir en una fabulosaherramienta para diseñar toda una «arquitectura de interiores». Paraplanificar toda una «ecología de interiores». Para aplicar toda una«terapia de interiores».

3 Cf. 2S 13,4.4 Cf. 2S 12,6.5 Cf. 1N 10,5; 1N 9,6; 1N 9,8…

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Finalmente, la atención amorosa (lo iremos viendo) nos hacedescubrir que la verdadera experiencia mística se da en un nivelmetarracional, metaético y metadogmático. No porque niegue larazón o la ética o el dogma, sino todo lo contrario, porque asume eintegra todas estas realidades trascendiéndolas o sobrepasándolas,situándonos así en un nuevo estado de percepciones. No se trata, nitan siquiera, de una negación dialéctica por asunción en el sentidohegeliano, sino de una progresión experiencial diacrónica y de ca-rácter teologal que embarga y sobrepuja a la persona toda.

En el primer punto que vamos a desarrollar nos situamos en unnivel meramente descriptivo: terminología, variantes formales ycontenidos semánticos de la llamada noticia amorosa sanjuanista.En los tres momentos siguientes desarrollamos la dimensión tera-péutica de dicha atención amorosa, es decir, la atención amorosa encuanto «arquitectura», «ecología» y «terapia» de interiores respec-tivamente. Finalizaremos con dos puntos más breves y de carácterfundamentalmente práctico y vivencial: en uno hablamos del «man-tenimiento» o cuidados necesarios que precisa nuestra propia inte-rioridad y, en el otro, proponemos una «dieta diaria» de atenciónamorosa. La clave de «presencia» salpica todos y cada uno de losdesarrollos de nuestra exposición.

1. NOTICIA GENERAL, OSCURA Y AMOROSA

Ya los místicos renano-flamencos, con Ruysbroeck a la cabeza,hablaron de la «advertencia sencilla y amorosa» 6. San Juan de laCruz se apropia de esta expresión y la reformula y enriquece connumerosas variantes formales fundamentalmente sinonímicas. Y así,habla de noticia amorosa 7, advertencia amorosa 8 y atención amo-

6 Cf. CRISÓGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, San Juan de la Cruz. Su obracientífica, Ávila: Mensajero de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, 1929,p. 40.

7 Cf. 2S 13,4; 2S 13,6; 2S 13,7; 2S 14,2; 2S 14,6; 2S 14,10; 2S 14,11; 2S14,12; 2S 14,14; 2S 15,1; 2S 24,4; 3S 33,5; 2N 9,5; 2N 10,1; 2N 18,5; L 3,32;L 3,34; L 3,43...

8 Cf. D 81 y 87; 2S 12,8; 2S 14,6; 2S 15,5; 1N 10,4; l 3,33; l 3,34; l 3,35...

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rosa 9. En estructuras binarias se pueden localizar a lo largo de susescritos expresiones del siguiente tenor: atención y noticia (2S 13,4),noticia y atención (2S 13,6), noticia y advertencia (2S 14,6), noticiao asistencia (2S 14,6), noticia y luz (2S 14,10), sabiduría y noticia(L 3,33), etc.

En cuanto a la adjetivación con que nuestro místico calificadicha noticia o advertencia o atención, descubrimos toda una am-plia y variada enumeración de términos léxicos que, aunque proce-dentes de diferentes campos semánticos, conservan una coherenciasugerente más que lógica, junto con un notable poder evocativo oevocador. He aquí algunos de los calificativos con los que se carac-teriza dicha «noticia»: amorosa, alta, divina, sobrenatural, general,oscura, confusa, sencilla, simple, pasiva, sabrosa, sutil, delicada,serena, pacífica, solitaria...

Si en un sentido la contemplación u oración contemplativa es«advertencia» de la parte del hombre, en otro sentido se nos mani-fiesta como «noticia» de la parte de Dios. Y «noticia», según ladefinición de S. de Covarrubias, es el «conocimiento de algunacosa»10. Esto significa que la noticia amorosa también posee unadimensión noética, constituye una peculiarísima forma de conoci-miento. Conocimiento que no se sitúa en el nivel meramente con-ceptual, sino en otro más profundo, como iremos viendo 11.

San Juan de la Cruz habla de noticia general, amorosa y confu-sa 12; amorosa noticia general de Dios 13; inteligencia general y os-cura 14; noticia general y confusa 15; noticia general y oscura 16..., lasexpresiones, con leves variantes, se multiplican en sus escritos. Pero

9 Cf. 2S 12,8; 2S 13,4; 2S 13,6...10 S. DE COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid:

Castalia, 1994, s.v. NOTICIA.11 Una parte de los desarrollos de este punto se encuentra en JUAN ANTONIO

MARCOS, Un viaje a la libertad. San Juan de la Cruz (La experiencia místicaen metáforas cotidianas), Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2003, p. 244 yss.

12 2S 14,6. Que puede identificarse con la «contemplación, que es la noti-cia general que decimos...»(2S 14,6)

13 2S 13,7.14 2S 10,4.15 2S 15,3.16 L 3,49.

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son tres los adjetivos que mayoritariamente se reiteran como notascaracterísticas de esta «noticia de Dios»: general, oscura y amorosa.En cuanto «noticia» y en cuanto «amorosa», implica que la expe-riencia mística es una conjunción de conocimiento y amor. Al cali-ficarla como «amorosa» se nos está remitiendo, de hecho, a la inme-diatez de Dios a cada uno de nosotros. Y porque cualquier «noticia»que venga de Dios, es noticia de amor. Es noticia de su amor.

Pero al mismo tiempo es noticia «general», es decir, se escapadel mundo categorial, no entra dentro de ninguno de nuestros con-ceptos mentales. Todo lo que nuestra mente puede conocer quedaautomáticamente categorizado, particularizado, etiquetado. Y lo quese escapa a nuestras concepciones mentales es lo «general», lo queno podemos incluir en ninguna categoría. Metafóricamente LAS CA-TEGORÍAS SON RECIPIENTES, y las propiedades de las categorías sederivan de esta concepción: por eso hablamos de que algo cae «den-tro» o «fuera» de una categoría (recipiente), o de que algo podemos«ponerlo en» o «cambiarlo de» categoría. Cada vez que vemos algo,del tipo que sea, por ejemplo un árbol, estamos categorizando. Cadavez que razonamos sobre los diferentes «tipos» de cosas —mesas,pueblos, enfermedades, lo que sea—, estamos empleando categorías,y todo ello de una manera automática e inconsciente.

Si la «noticia» mística es «general», lo es porque se sitúa másallá de nuestras ideas o conceptos o categorías mentales: en estesentido es metaconceptual. Al afirmar que la experiencia mística esmetaconceptual (o metacategorial, o metarracional, o metadiscursi-va), reconocemos al mismo tiempo que implica una dimensión dis-cursiva, propia de la meditación, predominante en la llamada nochede los sentidos. Pero a la vez sobrepasa todo lo racional y discursi-vo, posibilitándonos acceder a un nuevo estado de conciencia, elpropio de la contemplación o noche del entendimiento.

Se trata, pues, de una noticia que no podemos particularizar nietiquetar, de ahí el calificativo de «general». Y por eso en esteestado de oración contemplativa se está «sin particular considera-ción» (2S 13,4). «En la práctica esto supone el abandono del razo-namiento, del pensamiento y de cualquier clase de esfuerzo. ¡Quesucedan las cosas! ¡Que actúe el espíritu! Dios es el artista y tú eresel modelo. Si vas de un sitio para otro, el artista no puede pintar una

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obra maestra. Así pues, mantente tranquilo» 17. San Juan de la Cruzhabla de ponerse en silencio y escucha, en soledad y ociosidadinterior y olvido. Y es como si en esta experiencia de oración con-templativa o atención amorosa, se evaporasen nuestros propios pen-samientos.

Finalmente, en cuanto noticia «oscura», nuestro entendimiento,nuestra mente, no puede percibirla, verla, aprehenderla. Y cuantomás «pura y sencilla y perfecta y más espiritual e interior» (2S14,8), menos la echa de ver y la entiende el entendimiento. Piénseseque, en sentido metafórico, NO ENTENDER ES NO VER (de ahí expresio-nes como no lo veo claro o es una materia oscura). Ahora la luz denuestro entendimiento ya no nos ilumina, y ha sido sustituida por laoscura luz espiritual de contemplación 18. Nos situamos así en laausencia del pensamiento conceptual. Es el encuentro con Dios noya desde la meditación, el discurso o las palabras, sino desde laatención o la advertencia o la noticia amorosa.

2. LA ATENCIÓN AMOROSA COMO «ARQUITECTURA» DE INTERIORES

San Juan de la Cruz señala cómo, a los principios, el sentimientode presencia que acompaña a la advertencia amorosa es apenasperceptible. Pero aun cuando no se sienta o no se goce, sin embargo,sí se experimentan sus frutos, que son una «abundante paz interior,amorosa, descanso, sabor y deleite»: A los principios casi no se echade ver esta «noticia amorosa». Y es porque a los principios sueleser esta noticia amorosa muy sutil y delicada y casi insensible. Conlo cual, aunque más abundante sea la paz interior amorosa, no seda lugar a sentirla y gozarla. Pero, cuando más se fuere habituandoel alma en dejarse sosegar, irá siempre «creciendo» en ella y sin-tiéndose más aquella amorosa noticia general de Dios (cf. 2S 13,7).

«Habituarse» en dejarse sosegar, para «crecer» en la noticiaamorosa de Dios... Y es que la noticia amorosa crece con el hábito yla costumbre. Sólo hace falta una cosa: dejarse sosegar, así, pasiva-

17 W. JOHNSTON, El ojo interior del amor. Misticismo y religión, Madrid:Paulinas, 1984, p.116.

18 2S 8,2.

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mente, descansar, reposar, aquietarse, y todo ello convertido en cos-tumbre que se vive cotidianamente. La larga y repetida práctica decierto «sosiego» termina por convertirse en costumbre que facilita elcrecimiento en la advertencia amorosa. «Advertencia» que, al menosa los principios, tiene un carácter fundamentalmente activo. Así sepone de manifiesto en el mero significado del término «advertencia»,con el que se busca focalizar nuestra atención sobre la importancia de«considerar» u «observar con particular cuidado» 19.

En línea con esta dimensión activa, San Juan de la Cruz nos invi-ta a «traer advertencia amorosa en Dios» (D 87); a «estarse con aten-ción y advertencia amorosa a Dios» (2S 12,8); a contentarse «sólocon una advertencia amorosa y sosegada a Dios» (1N 10,4): «Apren-da el espiritual a estarse con advertencia amorosa en Dios, con sosie-go de entendimiento, cuando no puede meditar, aunque le parezca queno hace nada» (2S 15,5). Es la dimensión activa de nuestro estar vol-cados a Dios que nos ha de llevar a vivir la vida haciéndonos cons-cientes de su presencia en nuestra realidad cotidiana.

Es esa presencia amorosa de Dios vivida cotidianamente la quenos permite reconstruir las pequeñas ruinas interiores que todos lle-vamos por dentro. El deseo de Dios, o el pensamiento centrado enDios, o las ansias de amor son algunas de las terapias sanjuanistasde carácter activo con las que la advertencia o atención amorosacomienza a hacerse «funcional» y se plasma en vivencias concretas.Auténticas «herramientas» para reconstruir las pequeñas ruinas afec-tivas de nuestro mundo interior.

Y así, para Juan de la Cruz, el «deseo de Dios» (L 3,26) o laherida de su amor, es lo que puede curar las demás heridas psi-coafectivas de la persona. Es el «deseo de Dios» el que colaborapara educar e integrar los demás «deseos». Allí donde el mundo delos deseos (o «apetitos», como reiteradamente los designa San Juande la Cruz) puede llegar a esclavizarnos o puede conducirnos a vivirrotos, el «deseo de Dios» nos permitirá liberarnos para ir reconstru-yendo y sanando nuestra propia interioridad.

19 Diccionario de Autoridades. Edición facsímil, Madrid: Gredos, 1990,s.v. ADVERTENCIA.

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Al atarnos a Dios nos liberamos de las demás ataduras. Y así,entre el hombre y Dios surge un «fuerte nudo» (C 20,1), o «hilo deamor» (C 31,1) que ni ata ni esclaviza, sino que libera gozosamente.«De donde entonces le puede el alma de verdad llamar Amado,cuando ella está «entera» con él, no teniendo su corazón asido aalguna cosa fuera de él; y así, de ordinario, trae su pensamiento enél» (C 1,13). He aquí otra de las terapias o herramientas con quefunciona la atención amorosa: allí donde centramos nuestro «pensa-miento» en Dios aprendemos a estar enteros, es decir, no dividios,ni rotos, ni dispersos.

Finalmente, en su dimensión activa, la atención amorosa es unacuestión de ansias de amor, expresión sanjuanista muy próxima alen-amoramiento, que se convierte en fuerza transformadora e inte-gradora de la persona, capaz de reconstruir nuestras ruinas afectivas.Y así, cuando vives con «ansias de amor» 20, entonces, dice San Juande la Cruz:

En todas las cosas buscas al Amado;en todo cuanto piensas, luego piensas en el Amado;en cuanto hablas, luego hablas del Amado;cuando comes,cuando duermes,cuando velas,cuando haces cualquier cosatodo tu cuidado es en el Amado. 21

Buscar, pensar, hablar..., todo en la vida parece hallarse transi-do por una determinación existencial del ultimidad. Comer, dormir,velar..., cualquier cosa que se haga, cada actividad cotidiana, estarásiempre envuelta por una presencia personal, por la presencia delAmado, por la presencia de lo divino.

Pero si la atención amorosa posee una dimensión activa de bús-queda y anhelo por parte del hombre, de un volcarse hacia Dios, essólo para caer en la cuenta de que en realidad es Dios el que, desdesiempre, está volcado hacia nosotros. Porque la atención o noticia

20 Cf. 1S 14,2 ó 2S 1,2.21 Cf. 2N 19,2.

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amorosa es ante todo obra de Dios. De ahí que una de sus notas másreiteradas por San Juan sea el carácter de pasividad: la cual noticiaamorosa se recibe pasivamente en el alma (cf. L 3,34). Es Dios elque «da» y el hombre quien «recibe»: Dios, en el modo de «dar»,trata con el hombre con noticia sencilla amorosa, y también elhombre trata con Dios en el modo de «recibir» con noticia o adver-tencia sencilla y amorosa, para que así se junte noticia con noticiay amor con amor (cf. L 3,34).

Y si es Dios el que anda poniendo en el alma sabiduría y no-ticia amorosa, entonces, por nuestra parte sólo nos compete andarcon advertencia amorosa a Dios, pasivamente, con la advertenciaamorosa simple y sencilla, como quien abre los ojos con adverten-cia de amor (cf. L 3,33). Abrir los ojos con advertencia de amor...,sin más, para hacernos conscientes del amor resucitador de Dios, dela fuerza de su presencia sanadora. La «noticia» viene siempre de laparte de Dios; la «advertencia» de dicha noticia de amor (el «caeren la cuenta») estará siempre de la parte del hombre.

Ese «abrir los ojos» o «caer en la cuenta» hace que la vida todase llene de gozosa gratuidad, y que brote una nueva confianza enDios. Confianza que «consiste de manera sumamente elemental engozarse de la propia existencia. [...] Un hombre que no se goza porla existencia que se le ha concedido graciosamente, no es «per de-finitionem» un cristiano» 22. Y es que el anhelo de mística presenteen nuestra cultura moderna y técnica apunta precisamente en la di-rección de la pura gratuidad de Dios. Dios no es necesario. No entraen la categoría de lo que necesitamos, sino de lo que anhelamos yamamos: la pura gratuidad –como cuando alguien nos regala unramo de flores y respondemos francamente: «No hacía falta que temolestaras». Y sin embargo, ésta es la riqueza auténtica de la vida.El lujo del regalo no necesario de un ramo de flores 23.

Es esta dimensión de gratuidad la que nos permite afirmar quela experiencia mística es, en ultimidad, una experiencia meta-ética.

22 E. JÜNGEL, El evangelio de la justificación del impío como centro de lafe cristiana. Estudio teológico en perspectiva ecuménica, Salamanca: Sígueme,2004, págs. 305-9.

23 Cf. E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, Salamanca: Sígueme,1994, pp. 116-7.

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Al hacerlo así reconocemos que implica, necesariamente, una di-mensión ética (de compromiso y esfuerzo), pero que al mismo tiem-po sobrepasa todo discurso ético. La mística (como el evangelio), enpuridad no es una cuestión de normas o virtudes («aunque másvirtud tenga» 24), sino de gratuidad y libertad. Su esencia es metaé-tica, o si se prefiere, teologal. Eso sí, se trata siempre «de un ir másallá por implicación, y no por desconexión» 25.

Pero sin duda alguna, la mejor terapia para reparar las pequeñasruinas afectivas de la persona se encuentra en el mundo de los pro-pios afectos, y en concreto, en el afecto del amor: «para «vencer»a los apetitos... era menester otra inflamación mayor de otro amormejor, que es el de su Esposo, para que teniendo su gusto y fuerzaen éste, tuviera valor y constancia para fácilmente negar todos losotros» (1S 14,2). Otro amor mayor y mejor... He aquí la clave parareconstruir nuestros afectos y madurar en el mundo de los deseos,una ley psicológica fundamental: un afecto sólo se vence con otroafecto mayor. Y éste es el amor de Dios.

Caer en la cuenta de que nuestras vidas están sostenidas por unamor que nos sobrepasa siempre (ese otro amor mayor y mejor),más grande que todos nuestros fallos e infidelidades, más grandeincluso que nuestro propio corazón, es algo a lo que termina porconducirnos la así llamada atención o advertencia amorosa. Hastatal punto esto es así que la atención amorosa es la ayuda que nece-sitamos para ponernos «en silencio y escucha» (L 3,35) en medio dela oración; o el hito reflectante que nos hace descubrir a Diospresente en la vida cotidiana, en medio del servicio a los demás. Laatención amorosa implica vivir la vida desde la presencia afectiva yamorosa de un Dios que interminablemente se cuida de los hombres.Vivimos habitados, y cuando nos damos cuenta de ello, entoncesentra en acción toda una «arquitectura de interiores».

24 «Porque eso me da que una ave esté asida a un hilo delgado que a unogrueso, porque, aunque sea delgado, tan asida se estará a él como al grueso, entanto que no le quebrare para volar. [...] Y así es el alma que tiene asimientoen alguna cosa, que, aunque más virtud tenga, no llegará a la libertad de ladivina unión» (1S 11,4).

25 E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 119.

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3. LA ATENCIÓN AMOROSA COMO «ECOLOGÍA» DE INTERIORES

Para que esta noticia amorosa funcione también como una ver-dadera ecología de interiores, San Juan de la Cruz nos invita a vivirel «olvido» como terapia. La amnesia como experiencia de sanacióny limpieza interior frente a los residuos contaminantes y contamina-dos de la memoria. Y por eso insiste en la importancia de «aniquilaren olvido» (3S 4,1). Y «aniquilar» significa destruir, arruinar, re-ducir a la nada. «No hacer archivo ni presa», «dejar olvidar», «per-der en olvido», son algunas de las expresiones con las que San Juande la Cruz insiste machaconamente en la importancia del olvido.Eso sí, se trata de un olvido entendido siempre como terapia, comopuro medio (nunca fin en sí) para curar al psiquismo humano de lasmalas pasadas que le juega la memoria 26. Olvido que siempre ha deir unido al perdón.

Piénsese que las palabras «rancio» y «rencor», poseen, en cas-tellano, un origen y significado similar. Y como es sabido, «rancio»no significa otra cosa que «amargo»: es lo que ocurre con ciertoscomestibles que con el paso del tiempo se echan a perder por guar-darlos demasiado (v. g., el «tocino»). También nosotros cuando«guardamos rencor» terminamos por «echarnos a perder», en ciertamanera nos pudrimos interiormente y vivimos amargados. Por eso,perdonar y olvidar (en contra del dicho popular «yo perdono pero noolvido») es la única forma de mantener limpio nuestro espacio in-terior frente a los viejos recuerdos negativos del pasado, esos resi-duos tóxicos que contaminan nuestra memoria, y que sólo el perdóny el olvido pueden contribuir a depurar.

El perdón y el olvido poseen un carácter activo, y contribuyena mantener limpio nuestro espacio interior. Pero la noticia o asisten-cia 27 en Dios (2S 14,6) en verdad sólo sana nuestro interior y limpianuestro corazón en su dimensión pasiva. Y esto sucede cuando sequeda el alma como en un olvido grande. Y la causa de este olvidoes la sencillez de esta noticia [o «advertencia amorosa en general

26 Cf. A. BORD, Mémoire et espérance chez Jean de la Croix, Paris: Beau-chesne, 1971, p. 155 y 165.

27 Y «asistencia» es sinónimo de «presencia» según Covarrubias.

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de Dios» 28], la cual, «ocupando» al alma, la pone limpia de todaslas aprehensiones y formas de la memoria, y así la deja en olvidoy sin tiempo 29. He aquí la que para Juan de la Cruz es la terapiadefinitiva para mantener limpia la memoria, la mirada, el corazón.Allí donde la «noticia o advertencia amorosa» (y metafóricamenteLAS NOTICIAS O IDEAS SON OBJETOS) «ocupa» al alma (y metafórica-mente EL ALMA ES UN RECIPIENTE), ya no hay espacio para los viejosrecuerdos negativos del pasado.

La «advertencia amorosa», nos remite, a fin de cuentas, a lapresencia entre nosotros, y en nosotros, del Resucitado (3S 3,6).Dicha advertencia desencadena, en la vida del místico, toda unacascada de fenómenos biopsíquicos. Fenómenos que San Juan de laCruz designa como «elevación de la mente en lo alto» (2S 14,11),«vuelco en el cerebro» en que «parece se desvanece toda la cabeza»(3S 2,5). Las consecuencias psicoterapéuticas de dicha experienciaserán: «olvido» de todo y sensación de ausencia de «tiempo» psico-lógico (2S 14,10-11); sentirse como «pájaro solitario» en el tejado(2S 14,11); verse como «volando», «perderse» 30, desaparecer... Ex-perimentar por dentro algo así como un «fuego amoroso» (L 2,10).

En el olvido como terapia activa, se da un esfuerzo conscientepor borrar del disco duro de la memoria todo aquello que nos puedahacer daño. Pero llega un momento en el que todo esfuerzo resultainútil. Da la impresión de que el psiquismo humano llega a inmu-nizarse frente al olvido como terapia activa. Y entonces lo único quenos puede sanar es el olvido como terapia pasiva 31. Este es el olvidopropiamente místico. Un olvido que brota como experiencia gratui-ta y no forzada cuando el místico se siente invadido por la noticiaamorosa de un Dios que lo ocupa todo. Allí donde la «advertenciao noticia amorosa» lo llena todo (llena tu vida, tus vacíos, tus pen-samientos), brota de una manera natural la terapia del «olvido». Es

28 2S 14,6.29 Cf. 2S 14,10-11.30 Cf. el poema Tras de un amoroso lance.31 Ante ciertos recuerdos, apegos o adicciones inconscientes, ningún es-

fuerzo humano es suficiente. Psicológicamente es entonces necesaria la purifi-cación pasiva que sobreviene a través de la noche oscura del alma (cf. W.JOHNSTON, Mística para una nueva era. De la teología dogmática a la conver-sión del corazón, Bilbao: DDB, 2003, p. 162).

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la fuerza que nos permite depurar todos los residuos que estabancontaminando nuestra memoria, nuestro propio interior, nuestra vida.

Y es que todos tenemos viejos rencores que no resultan nadafáciles de superar. Viejas heridas que siguen supurando a pesar denuestro esfuerzo personal por perdonar y olvidar. Heridas aparente-mente cerradas, pero muchas veces sólo cerradas en falso. Heridasque sólo Dios puede curarnos con su amor. Pues allí donde el es-fuerzo humano resulta inútil frente a los viejos rencores del pasado,será la noche en su dimensión de terapia pasiva quien podrá sanar-nos. Es decir, sólo el Dios-médico puede ponernos ese drenaje tannecesario para limpiar y sanear viejas heridas de antaño. Es Dios elúnico que, a través de la «advertencia amorosa», puede sanar nues-tras heridas más profundas y liberarnos así de nuestros rencores.

La atención amorosa pasa, además, por la «atención a lo inte-rior», como nos recuerda la famosa redondilla sanjuanista 32. Es de-cir, por cuidar nuestro espacio interior, mantenerlo limpio, limpio elcorazón, limpia la mirada. Y porque el «limpio» de corazón, al decirde San Juan de la Cruz, en todas las cosas halla noticia de Dios (2S26,6). La vida cotidiana (ese todas las cosas) convertida así en lugarprivilegiado de la presencia de Dios 33. Cada cosa y cada momento,vivido como momento de Dios: trabajar, pasear, orar, comer, hacerel amor o lavarse las manos...

Cuando cada momento de la vida cotidiana es momento de Dios,se aprende también a saborear el vino, el pan y la amistad de unamanera nueva. Y con ello, se aprende también a disfrutar de cadainstante de la vida con el respeto y la escucha silenciosa del felizmomento que transcurre. Porque Dios siempre está detrás. Vivimoshabitados. Y cuando nos damos cuenta de ello, comenzamos a per-cibir la densidad del momento, la densidad del ahora, más allá de losrecuerdos negativos del pasado o de los miedos paralizantes del

32 Olvido de lo criado / memoria del Criador / atención a lo interior / yestarse amando al Amado.

33 «Dios, como creador que lo determina todo, está inmediatamente presen-te en toda realidad y en ella a cada sujeto. Puede ser difícil descubrirlo, perouna vez descubierto, nada se interpone entre Él y nosotros: ninguna otra rea-lidad puede igualar la inmediatez de su presencia» (A. TORRES QUEIRUGA, «Laexperiencia de Dios: posibilidad, estructura, verificabilidad», en Pensamiento,55 (1999), p. 62).

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futuro. El olvido y el perdón que brotan de la atención amorosa seconvertirán así en la mejor ecología de interiores.

4. LA ATENCIÓN AMOROSA COMO «TERAPIA» DE INTERIORES

La atención amorosa nos habla de un Dios presente, desde siem-pre, en nuestras vidas. Pero dicha presencia no se pueda vivir conla misma intensidad o densidad o profundidad en cada momento dela existencia 34. Si cada momento es momento de Dios, no en todomomento podemos hacernos igualmente conscientes de su presenciay cercanía. Aunque con el tiempo, dicha presencia pueda convertirseen «hábito» consciente en la vida del que cree. Y habrá momentosen que nos descubriremos habitados por una presencia que nos so-brepasa y nos sobrecoge, que nos viene como caída del cielo, peroque de hecho siempre había estado ahí. Sólo ocurre que hasta ahorano habíamos caído en la cuenta de ello. Y así, dirá San Juan de laCruz, que en poniéndose el alma en oración o en poniéndose delan-te de Dios, se pone en acto de noticia confusa, amorosa, pacífica ysosegada, en que está bebiendo sabiduría y amor y sabor (cf. 2S14,2).

Si la «atención» es el «silencio y cuidado con que se escuchaalguna cosa» (sic Covarrubias), la atención amorosa será el silencioy cuidado con que se escucha a Dios. O mejor dicho, será caer enla cuenta del silencio y cuidado con que Dios está escuchándonosdesde siempre. La verdadera atención amorosa tiene, pues, un mar-cado carácter personal (¡y esto es clave!), ya que es «atención amo-rosa a Dios», más allá de todo discurso, idea o consideración. Es elresorte que nos permite caer en la cuenta de un Dios que, parasiempre, estará presente en nuestras vidas, proporcionándonos pazinterior, quietud y descanso. En el viaje místico, la atención amo-rosa es una señal más que nos indica el paso de la meditación a la

34 Comentando el verso «Donde secretamente solo moras» afirma San Juande la Cruz: Dios está de ordinario como dormido en este abrazo con el alma,al cual ella muy bien siente y de ordinario goza. Porque, si estuviese siempreen ella recordado [despierto], comunicándose las noticias y los amores, yasería estar en gloria (L 4,15).

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contemplación: la tercera señal es si el alma gusta de estarse asolas «con atención amorosa a Dios», sin particular consideración,en paz interior y quietud y descanso (2S 13,4).

La atención amorosa es, en esencia, de carácter personal, y lo esporque la atención o noticia amorosa podemos identificarla, en bue-na medida, con la misma fe (2S 24,4), como afirma el propio SanJuan de la Cruz. Y la fe, o la confianza, sólo se puede otorgar apersonas. Por eso la experiencia mística es, en puridad, una expe-riencia meta-dogmática. Al mismo tiempo que implica, necesaria-mente, una dogmática revelada o inspirada, sobrepasa toda dogmá-tica, ya que se sitúa en un nivel supraconceptual, no hecho de«ideas» o meras «creencias» 35, sino ante todo de confianzas y pre-sencias.

Y porque no se puede otorgar «confianza» a dogmas o ideas(que siempre corren el peligro de degenerar en ideologías, y éstas asu vez en idolatrías). Sólo se puede confiar, como sabemos por laexperiencia de la vida, en personas. Aun cuando éstas nos puedandecepcionar o defraudar. Por eso, en el centro de la vida cristiana —y por ende de la vida mística— (¿acaso se diferencian en algo?) estála confianza en una persona, en Jesús de Nazaret. Alguien en quienpodemos depositar una confianza que no defrauda. El mismo Jesúsde los evangelios que procuró siempre el bien y la salvación delhombre concreto, sigue vivo y presente entre nosotros. Hoy, comoentonces, donde él aparece, desaparece el miedo, libera a los hom-bres y los hace dueños de sí mismos 36.

Sólo en esa relación incurablemente personal con Jesús nos eslegítimo hablar de la atención amorosa. Y la «fe oscura» sanjuanista(o confianza ciega) nos remite siempre, de hecho, a la presenciapersonal del Jesús resucitado y a la confianza radical en un Dios

35 «Beliefs are expressions of faith and as such are distinct from faith. […]Beliefs may change while faith at its deepest level remains constant, even asit is modified. Without some such distinction, theology that is both faithful toa historical norm and free to become inculturated in a variety of historicalforms would be impossible» (HAIGHT, R., Jesus Symbol of God, New York:Orbis Books, 2002, p. 5).

36 Cf. E. SCHILLEBEECKX, Jesús. La historia de un viviente, Madrid: Cris-tiandad, 1983, p. 140.

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que, en Jesús, se nos ha acercado hasta llegar a tocarnos. No hay queolvidar nunca que la cultura bíblica es fundamentalmente histórica,de ahí el valor e importancia que concede al oído. Para el hombrebíblico, sabio no es el que sale fuera de sí en busca de la naturaleza(physis), como ocurre en el mundo griego, sino quien guarda en sucorazón la tradición (diathéke) recibida 37. Para el hombre bíblico loimportante no son las cosas que se ven, sino las personas con quie-nes se convive. Por eso la verdad no se entiende (como ocurre en elmundo griego, cerebrocéntrico) como des-cubrimiento, sino comocon-fianza, algo más propio de una cultura cardiocéntrica, como ladel mundo bíblico 38.

Y por eso, esta «fe oscura» o confianza ciega en Dios, no es po-sible sin fe o confianza en el hombre. Lo paradójico es que aunqueDios ha confiado en el hombre hasta el punto de que «murió por no-sotros cuando éramos aún pecadores» (Rom 5,8), da la impresión deque a nosotros nos faltan motivos para confiar en los demás o paraconfiar en nosotros mismos. Y sin embargo, sin fe en el hombre, tam-poco parece posible la fe en Dios. Parafraseando al apóstol San Juan,aquí podríamos decir que si no confiamos en los hombres, a quienesvemos, ¿cómo podremos confiar en Dios, a quien no vemos?.

El Dios que crea por amor, ha sido el primero en darnos a loshombres un voto de confianza. La aventura de este mundo la inicióél, no nosotros, y esta es la mejor razón que tenemos para confiaren que, a pesar de los pesares, esta historia tiene que terminar bien.La creación del hombre es un cheque en blanco extendido por elmismo Dios, y del que tan sólo Dios mismo sale fiador 39. Desde lafe, siempre tendremos razones para creer que esto tendrá un HappyEnd, un final feliz. La vida de Jesús es paradigmática al respecto,pues a pesar de las violencias de los hombres (ante las que Dios sevolvió inerme, voluntariamente indefenso), los hombres no lograrondarle jaque-mate, o Dios no lo consintió resucitando precisamente alcrucificado. Y es que la última palabra de la historia es sólo de Dios.

37 María guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón (Lc2,19).

38 Cf. D. GRACIA, «Las razones del corazón», en Naturaleza y Gracia, LI,¾ (2004), p. 346.

39 E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 146.

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Es este el mejor resorte que tenemos para activar la confianza enla vida, en el mundo, en el hombre, en nosotros mismos. Porquetambién en nuestra propia historia personal, la última palabra es deDios, y nunca de nuestras infidelidades o egoísmos. Su amor siem-pre será más grande que todo nuestro desamor. Por eso, como cre-yentes, no podemos por menos de confiar en que también nuestrapropia historia tendrá un final feliz, pues estará siempre en las manosde Dios. Y ese «final feliz» es algo que, antes o después, se descu-bre y experimenta ya en esta vida, aunque quizás de una maneradistinta a lo que nosotros esperamos o sospechamos.

Muchas veces, cuando se afirma que es el amor interminable yla misericordia sin condiciones de Dios quienes exclusivamente ten-drán la última palabra (y nunca nuestros «delitos»), se suele decir:entonces no hay justicia, al final da igual lo que hagamos... Anteeste tipo de quejas yo creo que hay que responder: ¡No se ha enten-dido nada del evangelio! El Dios que crea por amor ha estado yestará interminablemente a nuestro lado, y su amor gratuito va a sersiempre más grande que todas nuestras injusticias. Es precisamentede ese sobreabundante amor de Dios de donde surge, para el quecree, la insoslayable exigencia de amor al prójimo y el impulso éticomás poderoso (nunca del miedo o de la mera recompensa) 40. Sólonecesitamos sentirnos tocados por Jesús y por su infinita ternurahacia los hombres 41.

La certeza cordial de esta presencia insobornable y de este amorque nos sobrepasa siempre, provoca tal fascinación en el creyenteque, a pesar de todas nuestras infidelidades, ya siempre habrá razo-nes para amar, orar y esperar en clave de confianza. La atención

40 «¿Quién podría creer en un Dios que «más tarde» va a hacer nuevastodas las cosas, si de la actuación creyente de los que esperan en aquel queviene, no se desprende que él está comenzando, ya ahora, a hacer nuevas todaslas cosas, si no se prueba que la esperanza escatológica puede cambiar, yaahora, para bien, el curso de la historia?» (E. SCHILLEBEECKX, Dios futuro delhombre, Salamanca: Sígueme, 1970, p. 198).

41 «Jesús, conducido a la muerte por predicar y vivir la ternura entre loshombres, muestra que él es la encarnación del Abbá. Pero el odio no es capazde vencer al amor. Los sucesos pascuales proclaman que Jesús, puesto en piepor el Padre, es la prueba incontrovertible de que el amor siempre vence» (S.CASTRO, «Jesús, misionero, en Marcos», en Biblia y nueva evangelización,Bilbao: DDB, 2005, p. 45).

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amorosa de Juan de la Cruz es lo que nos lleva a vivir, precisamen-te, de esa confianza en Dios, convirtiéndose así en la mejor terapiade interiores: «Confíen en Dios, que no deja a los que con sencilloy recto corazón le buscan» (1N 10,3). Es la invitación que el mís-tico nos lanza a cada uno de nosotros.

Y es esa misma fe o confianza el mejor antídoto frente a losmiedos que nos paralizan. San Juan de la Cruz la designa, casicansinamente, con el sintagma «fe oscura» (2S 4,2). Y es «oscura»porque prescinde de las seguridades racionales. Piénsese que en laoración contemplativa la «luz del entendimiento» queda anulada, yya sólo nos ilumina la «luz de la fe». Metafóricamente ENTENDER ES

VER, de ahí expresiones como ahora lo veo claro, no veo por dondevas o esto está muy oscuro. Si la fe es «oscura», lo es, precisamente,porque ya no nos guía la luz del entendimiento, que ha quedadooscurecido. De tal manera que «fe oscura» equivale siempre a «con-fianza ciega». Porque es esa confianza ciega la única que puedecurarnos y sanarnos de todos nuestros miedos.

Es la misma confianza que el Jesús resucitado devolvió a susdiscípulos, quitándoles todos sus miedos: «El que entró a sus discí-pulos corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz [...], entraráespiritualmente en el alma, sin que ella sepa ni obre el cómo [...] yla llenará de paz, declinando sobre ella, como el profeta dice, comoun río de paz, en que le quitará todos los recelos y sospechas, tur-bación y tiniebla» (3S 3,6). Metafóricamente, EL ALMA ES UN RECI-PIENTE: sólo así se comprende que se pueda «entrar» en ella, o «lle-narla» de paz, o «vaciarla» de recelos, turbación y tiniebla. Es esa«presencia» personal del resucitado lo que nos cura y lo que nossana.

Volvamos sobre la cita de más arriba: Entrar en el alma..., lle-narla de paz..., quitarle los miedos... No sé si comprendemos deverdad lo que está implicado en estas palabras de San Juan de laCruz. La experiencia que aquí nos cuenta San Juan es idéntica a laque tuvieron los primeros discípulos con el Jesús resucitado: entródonde estaban reunidos, les dio la paz, les devolvió la alegría, lesquitó los miedos... (Jn 20,19-20). Es el relato simbólico de las «apa-riciones» que nos narra el evangelio de Juan. Las apariciones delresucitado no son nunca «visiones físicas normales, sino algún tipo

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de «experiencia» singular» 42. La exégesis moderna coincide en re-conocer el carácter teológico de las primeras confesiones pascuales.

Los primeros discípulos tuvieron vivencias extraordinarias deun nuevo modo de «presencia» real de Jesús 43. Dicha experienciales hizo ver que Jesús seguía realmente vivo en sus vidas. Pues bien,la misma e idéntica experiencia es la que tuvo y nos cuenta San Juande la Cruz: entrar en el alma..., llenarla de paz..., quitarle los mie-dos... La misma experiencia que puede seguir haciendo todo hombrey toda mujer de todo tiempo y lugar. Y que sigue estando ahí, alalcance de nuestra mano.

La genialidad religiosa de San Juan de la Cruz le hizo «caer en lacuenta» de que la verdadera experiencia de la resurrección consisteen hacer la vivencia de un Dios que entra en tu alma (en tu vida), tellena de paz, te quita los miedos... Pero es sólo para percatarse de queDios ya estaba en tu alma (más todavía, es el centro de tu alma 44), ysiempre había querido llenarte de paz, y siempre había querido qui-tarte los miedos... Lo que sucede es que hasta ahora no te habías dadocuenta. La clave de todo parece estar en ese «darse cuenta», en esa«experiencia de desvelamiento» que se produce cuando se rompe elhielo superficial y se abre la mirada para lo profundo.

Sólo es necesaria una cosa: «caer en la cuenta» (cayendo el almaen la cuenta...) de que el Resucitado está ahí. De que siempre ha es-tado y estará ahí. De manera idéntica a como lo estuvo para los pri-meros discípulos. «No lo vemos, pero él nos ve; no lo tocamos, perole sabemos presente, afectando nuestras vidas y afectado por ellas. Poreso podemos hablar con él en la oración y colaborar con él en el amory en el servicio» 45. Y gracias a lo que San Juan de la Cruz llamó «feoscura» (sintagma equivalente a lo que en nuestras relaciones cotidia-nas con los demás designamos como «confianza ciega»), sabemosque, más que nunca, está con nosotros. Llenándonos de su paz. Ha-ciendo que se desvanezcan todos nuestros miedos 46.

42 A. TORRES QUEIRUGA, Repensar la resurrección. La diferencia cristianaen la continuidad de las religiones y de la cultura, Madrid: Trota, 2003, p. 101.

43 Ib., p. 312.44 Cf. L 1,12.45 A. TORRES QUEIRUGA, Repensar la resurrección, o.c., p. 326.46 Que no tiemble vuestro corazón, tan solo creed en mí (Jn 14,1).

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5. POR UN CONTRATO DE «MANTENIMIENTO»PARA NUESTRO «ESPACIO INTERIOR».

A tenor de la segunda acepción que nos ofrece el Diccionario dela Real Academia, el «mantenimiento» podemos entenderlo como«Conjunto de operaciones y cuidados necesarios para que instalacio-nes, edificios, industrias, etc., puedan seguir funcionando adecuada-mente» 47. Así como todo edificio precisa un personal que se ocupede su «mantenimiento», así también la atención amorosa sanjuanistadesempeña un papel similar en el mundo del espíritu. Es quien seocupa de poner los «cuidados necesarios» para que llevemos hábitosinteriores de vida cardiosaludables, de tal manera que nuestro espa-cio interior pueda funcionar adecuadamente. Todo un «hobby» 48

que podemos empezar a practicar por puro placer. Para aprender avivir. Para vivir aficionando a Dios nuestro corazón 49. Es éste elmejor contrato de «mantenimiento de interiores» que podemos fir-mar.

La atención amorosa, en este sentido, es una arquitectura deinteriores, que nos permite reconstruir las viejas ruinas que llevamospor dentro, regenerando así los espacios interiores del mundo delespíritu. Allí donde nos descubrimos interiormente rotos, o esclavosde nuestros propios deseos, la «presencia afectiva» (C 11,4) de Diosnos ayudará a vivir centrados y libres. Y no se olviden aquí «cui-dados necesarios» tales como el deseo de Dios, traer el pensamientoen Dios, las ansias de amor, el otro amor mayor y mejor... Es lamanera en que la «atención amorosa» contribuye a reconstruir nues-tras propias ruinas afectivas.

La atención amorosa es, también, una ecología de interiores.Allí donde procuramos «andar siempre en la presencia de Dios» (Gp2) terminamos por caer en la cuenta de que Dios está ya, desdesiempre, presente en nuestras vidas. Esa presencia o atención amo-rosa es el resorte que nos empuja a mantener limpio nuestro espaciointerior, a cuidar nuestro particular «hábitat» personal y espiritual.

47 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la lengua española, Madrid,1992, s.v. MANTENIMIENTO.

48 «Afición o actividad que se cultiva por placer»49 Cf. 4A 9

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Piénsese aquí en «cuidados necesarios» tales como el perdón y elolvido en tanto que terapias activa y pasiva, fruto ésta última, de undejarnos invadir por la atención amorosa. Es la mejor manera dereciclar los paisajes profundos del alma, y de regenerar y recuperarlos mundos perdidos del espíritu.

La atención amorosa es, finalmente, una terapia de interioresque nos impulsa a mantener sana nuestra mente, nuestra psique,nuestro propio corazón. Es la mejor cardioterapia, ya que está hechade confianza y de presencia. Y porque no hay nada que pueda curarnuestra dolencia sino la «presencia» (C 6,2): «La enfermedad deamor no tiene otra cura sino la «presencia» del Amado» (C 11,11).Sólo esa presencia puede contribuir a dar estabilidad «hemodinámi-ca» a nuestro mundo espiritual. Y quizá esa «presencia» sea la mejorterapia de mantenimiento. Porque el mismo Resucitado que se mos-tró a María Magdalena, se sigue mostrando hoy a nosotros, paraacabarnos de instruir, en la creencia que nos falta, con «el calor desu presencia» (3S 31,8).

La atención amorosa, en definitiva, es la noticia amorosa. Lanoticia amorosa es la advertencia amorosa. La advertencia amorosaes la atención a lo interior. La atención a lo interior es la inmediatezmediada que nos habla de la real proximidad salvadora de Diosentre nosotros. Algo que abarca la totalidad de lo real en que somosy vivimos. Vista del lado de Dios, esta cercanía absoluta es inme-diata; para nosotros esta inmediatez está «mediada», pero siguesiendo inmediatez 50. En la oración buscamos situarnos en la cerca-nía inmediata de Dios, pero tal cosa nunca se consigue plenamentepor nuestra parte, pues nos sabemos condicionados por los elemen-tos mediadores de la fe y por nuestra propia finitud.

Es decir, Dios, en virtud de su infinitud, siempre está, demanera inmediata, presente en nuestras vidas. Su inmediatez res-pecto a nosotros es absoluta, mientras que la nuestra respecto a élestá mediada. De hecho la frontera entre Dios y nosotros es nues-tra frontera, no la de Dios 51. Y es que los seres humanos, en

50 Cf. E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 120.51 Cf. E. SCHILLEBEECKX, En torno al problema de Jesús. Claves de una

cristología, Madrid: Cristiandad, 1983, p. 158.

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cuanto seres finitos, somos una extraña mezcla de soledad y pre-sencia. En este sentido, nuestra inmediatez con respecto a Dios esmetarracional y metacientífica, no porque se sitúe en un nivelespecial de percepciones o en estados alterados de concienciaaccesibles sólo para una casta de privilegiados (místicos y demás),sino todo lo contrario.

La verdadera percepción de la presencia inmediata de Dios pornuestra parte, se da ante todo en la vida cotidiana. Su presencia, lade Dios, estará siempre mediada por la obra de su propia creación,es decir, por los mecanismos de la naturaleza y por la vida cotidianade los hombres. Hasta tal punto esto es así, que podemos afirmarque existe una afinidad interna 52 entre nuestra propia interioridad, lanaturaleza y la vida de los hombres. Es algo que se percibe, de unamanera impresionante por su simplicidad, en las parábolas de Jesús.El Dios que nos ha creado por amor, se hace presente en la obra desus manos. Esto nos lo dicen las Escrituras. Y nos lo dice el cora-zón. Porque, al fin y al cabo, la Biblia y el corazón del hombre dicenlo mismo (sic Rosenzweig).

El mundo en que vivimos está lleno de energías divinas, y «latierra da fruto espontáneamente». En nuestro mundo y dentro decada uno de nosotros hay una energía divina, una presencia. Es lasemilla que crece calladamente, automáticamente 53. Es un principiocreador que Dios, desde siempre, ha depositado en todos, desde elprimer Adán y la primera Eva. Sólo necesitamos caer en la cuentade esa «presencia» y activar esa energía para así aprender a vivir eltiempo de vida que se nos ha concedido como un don y como unregalo. Nunca como una coacción.

Los salmistas supieron cantar y contar como nadie esa «presen-cia» sanadora (terapéutica), restauradora (arquitectónica) y purifica-dora (ecológica) que es Dios para la vida del hombre:

52 Hay una afinidad interna entre el orden natural y el espiritual: el reinode Dios es intrínsecamente semejante a los procesos de la naturaleza y de lavida diaria de los hombres (cf. C. H. DODD, Las parábolas del reino, Madrid:Cristiandad, 1974, pp.30-31).

53 El reino de Dios es como un hombre que echa una semilla en la tierra.Lo mismo si está dormido como si está despierto, si es de noche como si es día,la semilla, sin que él sepa cómo, germina y crece. La tierra por sí misma dael fruto (Mc 4,26b-28a).

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Señor, tú me sondeas y me conoces.Me conoces cuando me siento o me levanto,de lejos percibes mis pensamientos...todas mis sendas te son familiares...Me estrechas detrás y delante,apoyas sobre mí tu palma...¿Adónde me alejaré de tu aliento?,¿adónde huiré de tu presencia?... 54

El Señor es mi pastor, nada me falta.En verdes praderas me hace recostar,me conduce hacia fuentes tranquilasy repara mis fuerzas...Aunque camine por cañadas oscuras,nada temo: Tú vas conmigo 55.

La oración contemplativa es presencia, y es confianza en el Diosque siempre va con nosotros. Es atención amorosa a Dios, es abrir losojos con advertencia de amor. Abrir los ojos para caer en la cuenta deque es Dios el que, desde siempre, no sabe cómo quitar sus ojos decada uno de nosotros Y porque, por más que nosotros abramos losojos con advertencia de amor, en realidad es Dios el que, para siem-pre, estará amorosamente atento, con los ojos abiertos como platos, alas vidas de cada mujer y de cada hombre de nuestro mundo.

6. A FAVOR DE UNA DIETA DIARIA DE ATENCIÓN AMOROSA

Así como los psicólogos afirman que todos necesitamos unaespecie de dieta diaria de comunicación, hecha de afectos, emocio-nes, sonrisas o abrazos (la abrazoterapia), así también, diariamente,cotidianamente, hemos de descubrir la presencia de Dios en nuestrasvidas. Y a poco que nos dejemos llevar por la atención amorosa aDios y de Dios, descubriremos que, en verdad, Dios es nuevo cadamomento 56. A los hombres, Dios siempre «les hace novedad y siem-

54 Salmo 139 (en la versión de L. A. SCHÖKEL Y C. CANITI, Salmos II,Estella: Verbo Divino, 1993).

55 Salmo 23.56 Cf. tb. C 37,4. Y el libro de E. SCHILLEBECKX, God is new each moment,

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pre se maravillan más... Sólo para sí [Dios] no es extraño ni tampo-co para sí es nuevo» (C 14,8). Pero para el que cree, Dios siemprees nuevo. Es nuevo cada momento.

Y no sólo «Dios es nuevo cada momento», sino que ademáscada momento de la vida, es momento de Dios 57. Porque de hecho,no hay momentos para mí (TV, paseo, descanso...) y momentos paraDios (capilla, oración, eucaristía...). Todo momento es momento deDios porque él está siempre presente en nuestras vidas. Todo lo queme alegra, es alegría para Dios. Y también mis lágrimas le afectana Dios. Igual que una madre goza y disfruta con la felicidad de unhijo, así le ocurre a Dios con cada uno de nosotros.

Entonces, se trataría de aprender, en la vida diaria, a andarinteriormente como de fiesta 58, que dice San Juan de la Cruz. Sicada mañana madrugamos por Dios (¡Oh Dios, tú eres mi Dios, porti madrugo! 59), es sólo para caer en la cuenta de que en realidad esDios el que, desde siempre, ha estado madrugando por nosotros. Ysi cada mañana podemos dirigirnos a Dios para decirle: aquí tetraigo mi día, para que lo acaricies 60, es sólo para caer en la cuentade que Dios, desde siempre, está acariciando cada día de nuestrasvidas. Como no podía ser de otra forma. Pues no hay situaciónalguna en la que Dios no pueda estar cerca de nosotros y nosotrosno podamos encontrarlo 61.

Pero también, cada noche, al final de cada día, con San Juan dela Cruz recordaremos el verso aquel que nos requiere: ¡Decid si porvosotros ha pasado! 62. Y tendremos que preguntarnos «cómo ha

Edinburgh: T. & T. Clark, 1983. Citando a O. Clément, L. GONZÁLEZ-CARVAJAL

nos recuerda que allá, en el mundo de Dios, viviremos el «Milagro de laprimera vez: la primera vez que sentiste que ese hombre sería tu amigo; laprimera vez que oíste tocar, cuando niño, aquella música que te marcó; laprimera vez que tu hijo te sonrió; la primera vez... Después uno se acostumbra.Pero la eternidad es desacostumbrarse» (cf. Esta es nuestra fe. Teología parauniversitarios, Madrid: Sal Terrae, 1984, p. 253). No deberíamos «acostum-brarnos» a Dios.

57 La frase procede, vía oral, de A. Torres Queiruga.58 Cf. L 2,36.59 Salmo 63.60 Las palabras son de M.ª Patxi Ayerra.61 E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 37.62 Cf. al respecto S. ROS, «La experiencia de Dios: Decid si por vosotros

ha pasado», en Rev. de Espiritualidad, 253 (2005).

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pasado Dios por nuestra vida en ese día» (cómo pasa cada día),porque sin duda alguna, él «ha pasado», «está pasando» siempre. Lacuestión está en saber si nosotros hemos tenido «ojos» para verlo,o si hemos tenido «oídos» para escucharlo en la oración, en el silen-cio, en el trabajo, en la calle, en la comida, en los otros...

Dios siempre ha estado y estará presente en nuestras vidas. Iríaen contra de su naturaleza, que sólo está hecha de amor (según laspalabras de San Juan Dios es amor 63) la mera posibilidad de queDios pudiera dejar solo a cualquiera de sus hijas e hijos. Y para él,todos somos sus hijos bienamados 64. Iría en contra de su naturaleza,que está hecha de fidelidad (y según las palabras de San Pabloaunque nosotros seamos infieles, él permanece fiel 65) el no perma-necer a nuestro lado incluso en medio de nuestras infidelidades. Yes que en realidad, no está lejos de cada uno de nosotros, puestoque en él vivimos, nos movemos y existimos (Hech 17,28).

Dicen que hay que guardar silencio (para escuchar a Dios —enla oración—, digamos), pero es sólo para caer en la cuenta de queen verdad es el silencio de Dios el que nos guarda. Y en silenciopaciente y amoroso, sin querer nunca interrumpirnos, Dios nos estáescuchando desde siempre, y nos invita cotidianamente a que lecontemos nuestra vida. La oración contemplativa es algo así comoun diálogo en el que participan intensamente dos interlocutores,pero en el que uno de ellos, Dios, estando en plena actividad, pa-rece, sin embargo, que calla 66:

Todos sabemos que callar es parte del diálogo humano. Ahorabien, ¿cómo encaja esto en el diálogo entre el hombre y Dios?, ¿quées una vida humana —a lo sumo 70, 90 años— ante la eternidad deDios? Una partícula en su vida divina; un suspiro, un momento enel que somos capaces de decir unas pocas palabras a Dios, queescucha. Por ello, Dios calla y está en silencio durante nuestra vida

63 1Jn 4,8.64 Las mismas palabras que el evangelista Juan pone en boca de Jesús («Yo

no estoy solo. El Padre está siempre conmigo»), las podemos poner también enla boca y en los labios, en la mente y en el corazón de cada uno de nosotros(cf. Jn 8,16).

65 ...porque no puede negarse a sí mismo (2Tim 2,13). Sólo Dios es leal(Rom 3,4b).

66 Cf. E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 120.

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terrena: está escuchando lo que tenemos que decirle o contarle.Sólo puede responder cuando nuestra corta vida sobre la tierrallegue a su fin. ¿No podría ocurrir que el Dios vivo escuche ensilencio durante toda nuestra vida, con interés extraordinario, elrelato de ella, hasta que hayamos terminado de expresarnos porcompleto, y cada uno de nosotros le haya dicho o contado su vidaa Dios?, ¿no es verdad que no nos gusta que otros nos interrumpanconstantemente antes de que hayamos terminado de hablar? PuesDios tampoco quiere interrumpirnos. Para él nuestra vida entera escomo un suspiro lleno de importancia. Dios nos toma completamen-te en serio: por eso calla, o sea, está continua y amorosamenteatento (en «atención amorosa») al relato de nuestra vida. Y porqueél siempre es mayor que nuestro corazón de hombres, nunca noshabla con una voz que pudiéramos distinguir claramente en lo másíntimo de nosotros, sino como un «silencio divino» que en silencioha de ser escuchado. Un silencio que sólo tras nuestra muerte ad-quirirá una voz divina propia y un rostro que podremos recono-cer 67.

Y en ese silencio Dios nos escucha, y se hace presente, comouna madre o un padre que interminablemente está velando por sushijos. Y más que un padre o una madre, pues incluso aunque unamadre llegase a olvidarse del hijo de sus entrañas 68, Dios no seolvidará nunca de nosotros. Porque Dios vela continuamente pornosotros, y por nosotras. Muchas y muchos creemos que es así. Quejusto y generoso se cuida de cada mujer y de cada hombre: reparanuestras pequeñas ruinas afectivas, nos da un corazón y una miradamás limpios, sana nuestras heridas más profundas. Reconstruye, lim-pia, cura. Está presente. Vela. Continuamente vela. Ha velado. Estávelando. Velará para siempre 69. Es muy probable que no sepa hacerotra cosa. Ni quiera. Y acaso ni pueda.

67 Cf. ib., p. 205.68 «¿Puede acaso una mujer olvidarse del niño que cría, no tener compa-

sión del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella lo olvidara, yo no me olvidaréde ti» (Is 49,15).

69 Así de bien nos lo recuerda el estribillo de una canción de PEDRO GUE-RRA: Vela por nosotros / y por nosotras, vela. / Muchas y muchos / creen queexiste / y, justo / y generoso, / vela por nosotras / y por nosotros, / dicen quevela. (Del CD Bolsillos, de la canción titulada «Dios»).