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Monumento a la batalla do (

En portada: Sariliiano Diocosano del Dulco Noiribre de Josús

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Coronel Pedro A. Valdés Winkar

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Coronel Pedro A. Valdés Winkar

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La batalla de GIgedo

Julieta Pérez Arreóla

Alvaro Canales Santos

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® Gobierao del Estado de Coahuila © Consejo Editorial de! Estado ® Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas

La batalla de Gigedo Julieta Pérez Arreóla

Alvaro Canales Santos

Producción

Victoria 608 cuano piso Saltillo, Coahuila

Abril de 2006

Impreso en Saltillo, Coah., México

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PROFR. HUMBERTO MOREIRA VALDÉS

GOBERNADOR CoNsrnuaotiAL DEL ESTADO

Lie. ÓSCAR PIMEMEL GONZÁLEZ

SECRUARIO DE GOBIERNO

PROFR. JESÚS ALFONSO ARREÓLA PÉREZ

PRESIDENTE DEL COLEGIO COAHUILENSE

DE ¡NV^TIGACIONES HISTÓRICAS

PROFR. ARTURO BERRUETO GONZÁLEZ

DIRECTOR DEL CONSEJO EDITORIAL

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Presentación

E I episodio juarista en Coahuila está integrado por muchas páginas escritas con el sello de la tragedia. Todas son esenciales para comprender la magnitud de la empresa que el presidente Juárez tenía ante sí, y para entender la trascendencia de la participación de los coahuilenses.

Cada uno de esos episodios da cuenta de la dimensión de los eventos que contribuyeron a definir el rumbo de este periodo tan crucial para la historia de México, y en los cuales nuestra entidad contribuyó de manera importante cuando sus habitantes definieron su voca­ción a favor de los intereses de la República,

Ninguno de ellos es intrascendente. Cada uno tiene un grado de significación tan vital que, a la luz de los resultados, hoy toman el verdadero sitio que les co­rresponde en la historia.

Así ocurre con la batalla de Gigedo, pequeña en sus dimensiones, pero grande en su significación al ser de las primeras que los liberales ganaron a los imperialistas, así que, simbólicamente, resulta la más esencial.

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Pero más allá de eso, quizá lo importante está en la participación de héroes anónimos que, con su esfuer­zo llevado al límite y su vocación liberal, le devolvie­ron a la patria la dignidad perdida en los actos entreguistas de algunos malos mexicanos que no su­pieron conducirse en el marco de un nacionalismo que reconociera al país como casa.

Sus protagonistas, enfrascados en una lucha de con­ciencia, se vieron forzados a resolverla en el campo de batalla, del cual salieron victoriosos porque su impul­so era de orden moral, más que militar.

Francisco Naranjo, Pedro Advíncula Valdés Laurel, Espiridión Peña, Perfecto Flores, Tirso Castillón de la Garza, Jesús Flores Longoria, Pedro Paredes Hernández, Fabián Estrada Salas, Martín Estrada, Ben­jamín Flores Garza, Natividad del Toro, Concepción Ramírez, Indalecio Rodríguez Martínez, Mariano Sa­las Quintero, Juan Huerta Rentería y José M. Pérez, constituyen la base de un pequefio ejército de comba­tientes que supieron defender la autonomía y la inde­pendencia de la patria.

Sobre la conciencia de estos hombres norteños, des­cansa el mérito de los que en Coahuila sostenían la causa nacional. En ellos el presidente Juárez supo en­contrar la unión, la lealtad y la entereza para poner a salvo un territorio que se veía amenazado de perder su integridad.

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Para honrar este hecho y como parte de las actividades para conmemorar el Bicentenario del natalicio de Juárez, el Gobierno del Estado publica, a través del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas y del Consejo Editorial, La batalla de Gigedo, de Julieta Pérez Arreóla y Alvaro Canales Santos, con !a certeza de que este documento ayudará a profundizar en e! conocimiento de los hechos con que nuestros antepa­sados contribuyeron a la construcción del país que hoy tenemos.

Líe. Jaime Torres Mendoza Coordinador de Proyectos y Publicaciones

del Consejo Editorial del Estado

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Monumento a la Batalla de Glgedo

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La batalla de Gigedo

JLa llamada Guerra de Reforma o de Tres Años (1858-1860), es un capítulo que marca ampliamente la histo­ria de México, el cual en ese entonces seguía hundido en la turbulencia y la desorganización. Este capítulo se inicia el 17 de diciembre de 1857 con el Golpe de bStado dado por el mismo presidente de la República, Ignacio Comonfort; esta acción, más conocida como Plan de Tacubaya y proclamado también por Ignacio Zuloaga -representante del partido conservador-, en su parte medular desconocía la Constitución de 1857, a este plan se adhería Comonfort. En enero siguiente Zuloaga deponía al mismo Comonfort y se proclama­ba encargado del Poder Ejecutivo el 14 de enero.

Juárez, que a su vez era presidente de la Suprema Cor­te de Justicia y vicepresidente, salía hacia Querétaro, de donde se dirigió a Guanajuato, y apoyado por las tropas liberales, instalaba allí su gobierno, para lo cual estaba apoyado por los legisladores y gobernadores que no se habían adherido al referido Plan de Tacubaya. A mediados de febrero el oaxaqueño se trasladaba con su gabinete a Guadalajara a donde llegó el 14 e instaló su gobierno. En esta población la guardia de Juárez se sublevó e intentó fusilarlo junto con sus ministros.

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Juárez, asediado por el ejército conservador, abando­na Guadalajara en marzo 19 y se encamina a Colima y de ahí a Manzanillo. En este puerto nombra a Santos Degollado general en jefe de las fuerzas de occidente y norte con facultades omnímodas. El 11 de abril, Juárez se embarca en Manzanillo con varios de sus ministros, de aquí salió rumbo a Panamá, La Habana y Nueva Orleans, donde se exilió.

Mientras tanto Santiago Vidaurri, liberal todavía, to­maba la defensa juarista y organizaba el Ejército del Norte, donde militaban elementos que luego se distin­guirían en la misma época; Juan Zuazua, Miguel Blan­co, Silvestre Aramberri e Ignacio Zaragoza. Por lo pronto una columna de seis mil soldados se dirigían al estado de San Luis Potosí y en el Puerto de Carretas, municipio de Ahualulco de Pinos, Vidaurri fue derro­tado por el general Miguel Miramón el que ocupó la ciudad de San Luis Potosí en abril de 1858.

Zuazua siguió su campaña en el centro del país y ti 27 de abril ocupó Zacatecas. Mientras tanto Juárez des­embarcaba en Veracruz el 4 de mayo y reinstalaba su gobierno. El resto de la Guerra de Reforma estuvo al­ternada con victorias de ambos bandos, hasta el triun­fo contundente de los liberales con González Ortega como general en jefe. Don Benito Juárez entró con solemnidad a la ciudad de México el 11 de enero de 1861; restableció su gobierno y gabinete, en el que

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figuraba el coahuilense Juan Antonio de la Fuente como ministro de Justicia e Instrucción Pública.'

Al terminar la Guerra de Reforma e! país se encontra­ba en un estado deplorable. La contienda había oca­sionado un grave desmembramiento político y social, difícil de resolver. Si bien el gobierno liberal preten­día consolidarse, el triunfo militar sobre los conserva­dores no significó en modo alguno el inicio de la paz y prosperidad, ya que los vencidos se mantuvieron en actividad y reactivaron guerrillas por todo el país a fin de obstaculizar los proyectos liberales.

La situación económica era sumamente grave. La Ha­cienda Pública pasaba por uno de sus peores momen­tos y el déficit de las finanzas del gobierno impedía emprender el camino hacia la estabilidad deseada. Con la aplicación de las Leyes de Reforma -sobre todo la que nacionalizaba los bienes eclesiásticos- y la dero­gación de las alcabalas para romper las barreras que entorpecían el libre tráfico comercial, se creía resol­ver muchos de los problemas económicos que aqueja­ban al país. Sin embargo, no fue así.

Las dificultades financieras y la falta de fondos para terminar de sofocar la reacción armada llevaron al gobierno de Juárez, en julio de 1861, a tomar la deci-

' Agustín Rivera, La Reforma y el Segundo Imperio, México, 1963, p. 38 y passim.

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sión de suspender el pago de la deuda pública, incluso a las naciones acreedoras, lo cual provocó la protesta de los tres países más afectados: Inglaterra, España y Francia. Éstos rompieron relaciones diplomáticas con México y se aliaron firmando un acuerdo en la Con­vención de Londres, en donde resolvieron enviar fuer­zas por mar y tierra suficientes para tomar las posicio­nes militares del litoral mexicano, con el objeto de in­tervenir las aduanas y cobrar los ingresos como forma de pago.

Ante la presencia de las fuerzas de las tres potencias en Veracruz -entre diciembre de 1861 y enero de 1862-, el gobierno juarista entró en negociaciones con sus re­presentantes, consiguiendo, por medio de los Tratados de la Soledad, el retiro de los ejércitos inglés y español. Las dos naciones quedaron satisfechas al obtener nuni-mas garantías de pago y protección para sus subditos residentes en nuestro país, sólo Francia insistió en sus ambiciosos proyectos de invadir el territorio mexicano que iban más allá del cobro de la deuda. Llevar a térmi­no sus planes políticos, significaba establecer una mo­narquía en México y colocar la balanza a su favor en la lucha que mantenían las grandes potencias por el domi­nio y ampliación de nuevos mercados. México era un país potencial mente rico en recursos materiales y estra­tégicamente ubicado.

Con el retiro de las tropas de España e Inglaterra de las costas mexicanas, quedó rota la alianza tripartita y

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las fuerzas de Francia, apoyadas por los monarquistas y conservadores mexicanos, se aprestaron a entrar en acción. El general Lorencez, a quien Napoleón III ha­bía otorgado la dirección militar de la expedición, se dispuso a avanzar desde Veracruz hasta el altiplano con su numeroso y disciplinado ejército.

El Emperador francés recibió a los monárquicos mexi­canos y se aprestó a brindarles su apoyo. El candidato elegido desde entonces para llevar a cabo la empresa mexicana era el hermano del emperador de Austria-Hungría, Femando Maximiliano de Habsburgo, quien había aceptado la oferta con la condición de contar con el voto de la mayoría del pueblo mexicano y el apoyo de! ejército y la marina franceses hasta consoli­dar el trono y la paz.

La derrota sufrida por el ejército francés en Puebla, el 5 de Mayo de 1862, fue un terrible golpe para los in­vasores que esperaban ocupar fácilmente aquella pla­za y continuar hacia el centro del país. Para los mexi­canos, la victoria sobre el primer ejército del mundo representaba un triunfo político de incalculable impor­tancia que unificó a la gran mayoría del pueblo mexi­cano.

Se enviaron refuerzos de Francia y un nuevo jefe de operaciones, el general Elias Federico Forey, éste si­tió la ciudad de Puebla en diciembre de 1862 y en mayo

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de 1863 caía la ciudad. Ante el inminente peligro que corría la capital del país, fue decretado el traslado de los Poderes de la Federación a San Luis Potosí y el Congreso, en su última sesión, determinó que mien­tras durase la ocupación francesa serían concedidas facultades extraordinarias al presidente Juárez. Con la salida del Presidente de la capital, se iniciaba la difícil etapa de la República trashumante. A finales de 1863 el Mandatario liberal había salido de San Luis Potosí perseguido por propios y extraños, se acompañaba de sus ministros y se dirigía a Saltillo, a donde llegó el 9 de enero de 1864.̂

Las defecciones y las derrotas se multiplicaban y, ante el avance de las tropas enemigas por varios puntos, el Presidente con su gobierno itinerante y su comitiva, decidió continuar hacia el noreste para establecer su gabinete en Chihuahua.

La batalla del Arroyo del Tío Díaz

Los coahuilenses le otorgaron a Juárez su amparo y apoyo, pero siempre estuvo amenazado por la presen­cia francesa que ya había ocupado las principales ciu­dades del centro del país; las divisiones Castagny y Mejía progresaban en columnas paralelas sobre el no-

Ibid.

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reste de México, se posesionaron de Monterrey, Ma­tamoros y Tula, en agosto de aquel 1864. Ante aque­llo Juárez y su menguado gabinete tomaban el rumbo de Chihuahua.

Coahuila y su gobierno quedaban al garete, un pro­fundo decaimiento físico y moral se había extendido en toda la región noreste y determinaba una pasividad que no concordaba con el espíritu belicoso y el pro­verbial amor a la patria de los habitantes de estas co­marcas, siempre con un aire liberal e independiente.^

Juárez partía de Monterrey en agosto de 1864 toman­do el rumbo de Santa Catarina, más adelante torcía hacia el norte por el entonces Camino Real pasando por la hacienda de Santa María; de aquí llegó a la ha­cienda de Anhelo en donde torció hacia el noroeste, llegando a Pairas para seguir luego el rumbo de La Laguna. De esta región tomó la ruta de Chihuahua, aún no ocupada por los imperialistas y que por lo pronto le ofrecía refugio seguro.*

Ante la ausencia de caudillos en Coahuila y la derrota del general Gregorio Galindo, gobernador y coman-

José María Suárez Sánchez. Presencia de Juárez en Coahuila, Saltillo, 1989, pp. 2-6; Jesús León Toral, La intervención Francesa en Méxi­co, México, 1968, pp. 180-181. Ronnie C. Tyler, Santiago Vidaurri and the Southern Confederaty, Austin.pp. 143-145. AlfredJ. Hannay Kathry A. Hanna, A'íjpo/eíSn IIIyMéxico, México, 1973, pp. 141, 144.

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dante militar de la entidad a manos de los imperialistas, Saltillo, la capital, fue ocupada por las fuerzas invaso-ras francesas. También se tomaba por parte de las fuer­zas galas todo el noreste de México. El estado de Coahuila estaba en manos del imperio de Maximiliano, según se informaba a éste, pero en el norte de la enti­dad el liberalismo estaba vivo.^

Llamados a Chihuahua por Juárez, los jefes republica­nos neoleoneses tomaron la iniciativa de combatir a las huestes de Maximiliano en el norte de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. Aquellos militares juaristas eran el general Mariano Escobado y el teniente coro­nel Francisco Naranjo, los que se reunían en Tamaulipas intentando reorganizar al Ejército Repu­blicano. Los dos se habían reunido en Laredo y desde ahí se comunicaron con conocidos y amigos exhortándolos a sumarse a ellos y apoyar la lucha con­tra los invasores galos.

En marzo de 1865, Escobedo contaba con 200 hom­bres y emprendía marchas forzadas hacia el noroeste, proyectando atacar la villa de Piedras Negras, plaza resguardada por 400 elementos imperialistas y una artillería de seis cañones al mando del general Florentino López. En el trayecto, Escobedo esperaba algunos efectivos para su unidad, lo que no se consi-

* Alvaro Canales Santos, Apuntes históricos de Nava. 1801-2001, Saltillo, 2001, p. 138.

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General Mariano Escobedo

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guió y dejándose arrastrar por una impaciencia rara en él, asaltó el puerto fronterizo con sus escasos medios y fue rechazado fácilmente. Ante aquello, Escobedo decidió dividir sus exiguas fuerzas y dejaba en la re­gión a Naranjo con una pequeña fuerza y él se trasla­daba a Cuatro Ciénegas, donde don Jesús Carranza y las autoridades del lugar le incorporaron 20 hombres, algún armamento, vestuario y bastimentos,*

Losjuaristas

En el norte de Coahuila, el presidente Juárez y su cau­sa tuvieron un decidido apoyo, cuando el Mandatario errante estaba en el estado de Chihuahua, los liberales de Allende, Zaragoza, Morelos, Nava, Gigedo y Ro­sales, se reunieron el 26 de marzo de 1865 en la villa de Morelos y no reconocieron otra autoridad que la del presidente Juárez. Destituyeron al comandante militar, Vicente Garza, detuvieron a sus afínes, entre ellos Luciano de la Garza, pusieron la autoridad en manos del alcalde suplente. Sostenes de Hoyos y se organizó una pequeña fuerza republicana. Por Allen­de estuvieron Nicanor Valdés y el alférez Vicente Muñoz; de Nava, Encarnación Martínez y J. J. Lafayette, el cual estaba ocasionalmente en este lugar.

Al grupo de denodados patriotas republicanos se les unieron los habitantes de Gigedo, Perfecto Flores,

León Toral, op. cit., pp. 182-184.

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Camilo Larrañaga y Pedro Paredes; de Allende un poco después se integraron Espiridión Peña y Tirso Castillón. Después del ataque a Piedras Negras, en marzo de 1865 y sabiendo que en Gigedo se ocultaba con una reducida escolta, el teniente coronel Francis­co Naranjo, se pusieron a sus órdenes, ya que se ha­bían enterado que era buscado por el coronel José María Tabachinski, el cual se había desprendido de Piedras Negras, con órdenes de combatir a Naranjo, cuando se enteraron de su precaria posición. El coronel imperia­lista estaba al mando de 300 hombres en la población de Nava.^

José María Tabachinski

Muy poco se sabe de este militar. Era hijo de un mari­nero polaco y de una veracruzana, habiendo nacido en el puerto de Veracruz. En un principio ingresó en la Guardia Republicana el 12 de mayo de 1853, a los 20 años de edad. Estuvo en el norte de México con el grado de teniente de caballería, combatiendo a los in­vasores apaches y comanches y por eso se le apodaba el Comanchero. Luego estuvo del lado republicano contra los conservadores y la Invasión Francesa y fue uno de los combatientes en la batalla del 5 de Mayo de 1862, donde participó con valentía y honor. Con el

^ Pedro García Mares, Historia de la Villa de Rosales ("mecanoscrito") s/1. e., 1927, p. 14.

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grado de capitán, en esta acción fue el segundo del ge­neral Antonio Alvarez. Ascendido a mayor o coman­dante fue jefe de la Primera Brigada de Caballería. En 1864 el general José López Uraga lo ascendió a tenien­te coronel y lo comisionaba como comandante del Re­gimiento de Caballería de Puebla, que estaba hasta en­tonces al mando de los generales Antonio Álvarez e Ignacio Peña, de esto daba cuenta el general Felipe Berriozábal mediante un comunicado el 18 de mayo de ese año. Diferencias que tuvo con el mando superior lo obligaban a dejar el Ejército Republicano, defeccionando de ése y uniéndose a los imperialistas y a la Legión Extranjera en el estado de Veracruz, dándosele el man­do de un regimiento de mexicanos y franceses, con el cual se puso a las órdenes del general Florentino López en Saltillo, de aquí pasaron a Piedras Negras. López lo enviaba a Nava en busca de Naranjo con 300 elementos para tratar de apresar al jefe republicano, del cual sa­bían se encontraba con muy pocos elementos. Por el color de su piel y pelo y por su larga barba, tenía un enorme parecido con el emperador Maximiliano.^

La Legión Extranjera

Parte de la fuerza de Tabachinski estaba integrada por legionarios franceses y belgas, éstos pertenecientes a la famosa y acreditada Legión Extranjera, que fue crea­da en Francia en 1831 para proteger a los colonos y

» ¡bid.

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ciudadanos franceses en el norte de África. Su nombre oficial le venia porque se aceptaban voluntarios aje­nos a la nacionalidad gala, aunque la mayoría sí eran de esta nacionalidad.^

Cuando ocurrió la Intervención Francesa el regimien­to extranjero se removió a México a donde llegó en agosto de 1862. Es notable su heroica intervención en la batalla de Camarones, Veracruz, del 30 de marzo de 1863. El combate fue tremendo y sangriento, los le­gionarios juraron combatir hasta la muerte y así fue. Durante el resto de ese 1863 y luego en 1864 los le­gionarios lucharon en campañas agotadoras a las gue­rrillas que operaban en la costa del Golfo de México. En el último año trataron de formar una compañía de mexicanos con aquellos que iban tomando prisione­ros, éstos al principio aceptaban, pero desertaban de inmediato al obtener su libertad. Con lo poco que se logró y con efectivos legionarios se formó el regimiento de Tabachinski, el cual llegaba a Coahuila a fines de 1864 al mando del general Fierre Jeanningros, estan­do acuartelados por un tiempo en Saltillo."'

En la fuerza de Tabachinski se sabe que también había voluntarios norteamericanos."

' M. Pennete y J. Castaing, La Legión Extranjera en la Invasión Fran­cesa, México, 1962, pp. 229-233.

'" íbid.. pp. 233-234. " William Anderson. An American inMaximiliano, México, SanMa-

rino.Cal., 1947. p. 140.

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La víspera

Existen algunas versiones de aquellos días de marzo y abril de 1865, éstas han corrido de boca en boca a tra­vés de los descendientes de aguerridos combatientes de la región, ahora llamada de los Cinco Manantiales. Estos combatientes le daban al juarismo un gran triun­fo en los aciagos días en que prácticamente todo el territorio nacional estaba cubierto por las tropas y los traidores mexicanos imperialistas, entre ellos José María Tabachinski.

También hemos de referir hechos que, aunque curio­sos y anecdóticos, forman parte de la historia y la con­seja en el norte de Coahuila. Pedro García Mares re­fiere que el coronel Naranjo se encontraba con su fuerza en Gigedo y Tabachinski en Nava el 3 de abril de 1865. Sabedor este último de aquéllo y como le traía gañas desde que Naranjo lo había derrotado en El Salva­dor, Zacatecas, unos meses atrás, lo que le había dado méritos a aquél para su ascenso a coronel, pernoctó ese día en Nava y al siguiente se encaminó al amane­cer rumbo a Gigedo para atacar al enemigo. '̂

Más adelante el mismo García Mares, nos refiere:

En la búsqueda de informes entrevisté a varias personas y entre ellas al nonagenario Leopoldo Benito Flores, quien

García Mares, op. cit-, p. 15.

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me dijo: Nací el 21 de marzo de 1883, mi padre Benito Flores, que muy joven tomó parte en la acción de Gigedo haciendo polvareda con unas rastras para despistar a los franceses, pues su padre -abuelo de Leopoldo Benito-fue quien dirigió e! ataque (seguramente se refería a Per­fecto Flores). Que Naranjo sólo había venido de visita a Gigedo -ya hemos visto que venía huyendo- desde Lampazos, Nuevo León.

Que una tía, Nieves Flores de Zamora, a quien le de­cía Yayita, que fue quien trajo informes a su padre Perfecto Flores'^ de que Tabachinski desde Zaragoza venía para buscar a Naranjo y atacar el pueblo y que luego don Perfecto invitó al coronel a la Loma de las Cruces para planear la defensa y acordaron tender una emboscada a la columna francesa.'*

El día de la batalla, se dice que habían corrido varias versiones, en el sentido que Tabachinski había dicho desde Nava que iba a ir a Gigedo para mancornar a Naranjo con la tía Verónica, la mujer más anciana del pueblo; otras versiones dicen que para acicatear a los creyentes religiosos de Gigedo y de Rosales, Tabachinski había amenazado con mancornar a Na­ranjo con el Santo Niño de Peyotes y arrastrarlos por las calles del pueblo. Precisamente por esta expresión, dijo el profesor Federico Berrueto Ramón, que le es­cuchó a su abuela Isabel Sánchez Navarro, esposa de

'̂ ¡bid..^. 16. '* Ibid.

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Plácido Ramón, originarios y vecinos de Nava en aque­llos años, que aquella derrota del legionario francés se debió a un milagro del Santo Niño por las amenazas que en su contra había proferido Tabachinski.'^

Manuel Faz Villarreal, en 1952, dice que Naranjo se encontraba en Allende y a él se había unido Pedro Advíncula Valdés, el famoso Winkar, con 60 hombres y que para principios de aquel abril de 1865 habían salido para efectuar algunas exploraciones, pues se tenían noticias de que se acercaba una columna de 300 hombres a las órdenes del jefe polaco José María Tabachinski.'*

El combate

Ameritado y primer historiador de Coahuila lo fue Esteban L. Portillo que en 1897 nos entrega una ver­sión de esta acción de Gigedo:

Acampado el teniente coronel Francisco Naranjo ccn su fuerza de sesenta hombres en el arroyo de Sauz, camino de Monclova e! día 2 de abril de 1865, recibió la noticia de que el jefe imperialista Tabachinski tenía intenciones de ocupar Gigedo y Rosales, cuyos habitantes eran deci­didos partidarios de la causa republicana y al efecto se hizo dueño de la plaza de Nava sin resistencia.

" lbid.,p. 18. '* Manuel Faz Villarreal, "El coronel Pedro A, Valdés, derrota a

Tabachinski", en semanario El ¡mparcial. Allende, Coahuila, 31 de agosto de 1952, pp. 1-4.

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Don Perfecto Flores, segundo en jefe de las fuerzas de Naran­jo, acompañado de un valiente puñado de hombres, se resolvió a atacar al enemigo, emprendió la marcha y pernoctó en Piedra Pinta. El día 3 llegó al paraje de La Leona destacando a su fuerza en el lugar con el fin de dar un asalto y en la madrugada se situó en las goteras de la población mandando los respecti­vos exploradores, quienes por una imprevisión dispararon sus armas, lo que hizo poner en movimiento al enemigo.

El día 4 llegaron al Paso Viejo de Nava en el arroyo del Tío Díaz, donde dieron descanso a la tropa y a las once de la maña­na Espiridión Peña -vecino de Allende- informó al coronel Naranjo que los imperialistas se dirigían por el mismo camino.

En el acto se puso Naranjo al frente de sus soldados disponien­do el orden del ataque de la manera siguiente: mandó al capitán Pedro Advíncula Valdés con seis hombres saliera al encuentro del enemigo a fin de contener el avance, los demás echaron pie a tierra, colocando en el centro al alférez Pedro Paredes y Car­los Ennquez al frente con doce hombres, la derecha se compo­nía de igual número de fuerza mandada por el alférez Martiniano Valdés y el teniente Cavazos, la izquierda la encomendó al te­niente Feliciano Zermeño y Pedro Garza Longoria y la reserva quedó a cargo del patriota comandante Perfecto Flores, situán­dose como a los 150 metros del arroyo.

Contaba el ejército republicano con un esmeril -especie de pe­queño cañón- y éste se encomendó al teniente González y al alférez Martín Estrada con cuatro hombres. El combate duró como una hora, se recogieron pertrechos de guerra y cerca de doscientos prisioneros.'''

" Esteban L. Portillo, Catecismo geográfico, político e histórico de Coahuila de Zaragoza, Saltillo, 1897, pp. 121-122,

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Encontramos otra referencia que de esta acción hace don Manuel Neira Barragán, eminente historiador ori­ginario de Sanbuenaventura. En la juventud de don Manuel, su padre se traslada a laborar y morar en Agujita, Coahuila, hacia 1905. En una de sus obras relata Neira que en ese lugar conoció al famoso Chinaco de Allende, don Espiridión Peña, que para entonces era un anciano y por medio de su hijo, del mismo nombre, lo entrevistó con respecto a su me­morable hazaña en el arroyo de Gigedo. Cuenta don Espiridión:

Por esos días yo estaba a las órdenes de Escobedo y andá­bamos detrás de Tabachis, no recuerdo bien, pero éramos unos cincuenta o sesenta hombres los que mandaba Winkar en ese día y habíamos andado por San Juan de Allende, de donde soy nativo y por Rosales y Gigedo, cuando vide una polvareda que venía precisamente por el rumbo de Rosales y le grité a Winkar: ¡Jefe, ahí viene Tabachis...! Winkar nos dijo, me acuerdo como si fuera ayer, ¡Tabachis anda en un caballo blanco o tordío, es un hombrote con pelo y barba grande y colorada a ver si lo pescamos de una vez, ya saben que doy una talega de pesos por su cabeza!

Yo que oí aquello dije ¡Pos a ver si me toca! Yo siempre cargaba una reata de lazar muy buena, un machete regu­lar y mi pistola de cápsula que siempre me acompañaba. Winkar nos dijo que nos escondiéramos en el arroyo y que al entrar en él Tabachis y su gente les disparáramos y así fue.

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A los primeros disparos vi a un hombre grandote en un caballo tordío, chulísimo que iba a galope dando órdenes y gritando enfurecido. Nomás lo vide bien y dije; ¡éste es Tabachis!, le aventé un pajuelazo con la pistola y lo vi cómo se tambaleó, !e hizo piernas al caballo y trató de correr, pero ya tenía la reata preparada hice el lazo y con dos rancheros de Nava me le fui encima. Lo lacé en la carrera, eché cabeza de silla y cayó el hombrote bien des­mayado, o muerto, sabe Dios, casi debajo de mi caballo. Desmonté, saqué el machete, le corté la cabeza y la eché al morra!. La demás gente nuestra siguió echando bala a los franceses y a los traidores que andaban con ellos y momentos después la batalla se había ganado. Me acer­qué a V^incar y le dije: ¡suelte la talega de pesos. Wincar, mire aquí está esta prenda y sacando la cabeza del morral la alcé, mostrándosela!

¡Pero qué hiciste bárbaro! Me dijo Winkar. Yo le contes­té... Pos usté nos dijo que nos daba una talega por la cabe­za de Tabachis. por eso se la corté, si no lo hubiera traído arrastrando hasta acá enterito, pos ya lo había ahorcado con el lazo, porque no se movió siquiera cuando cayó."

El mismo Neira Barragán, en su escrito, nos refiere que don Espiridión Peña dejó de existir en 1908 en Agujita y sus restos fueron sepultados en el panteón de Sabinas, Coahuila.'^

En otra versión Benito Flores refiere que su abuelo a quien le decían Floritos, seleccionó a cuatro de sus

'* Manuel Neira Barragán, f/nm«c/iflcAoc«a/^uiíra, Saltillo, pp. 65-66. " ¡bid.

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mejores tiradores y en aquel 4 de abril de 1865, los apostó en un monte cerrado, mientras que Tabachinski, que montaba un caballo alazán, pasaba por el arroyo llamado del Tío Díaz -ya que en sus inmediaciones tenía su rancho don Juan Díaz- y el carabinero Pedro Paredes hirió a Tabachinski y otro carabinero Pedro de la Garza, lo hirió también; con la sorpresa el resto de la tropa imperialista se rindió y se entregó, con la que iban dos mujeres de apellido Méndez. Cuando ya había pasado el combate, por el camino de Allende venía Espiridión Peña, vio al herido que caminaba es­condiéndose, lo lazó y le cortó la cabeza de un mache­tazo, la echó en un morral y se la entregó a Perfecto Flores; y que la cabeza anduvo rodando bastante tiem­po.^"

Eduardo Montemayor Villanueva, sobre estos hechos, narra:

El 4 de abril de 1865 en la batalla del arroyo del Tío Díaz, murieron en defensa de la República: Natividad del Toro, Fabián Estrada, Cipriano Pérez, Paz Cárdenas, Mauricio Ramírez, resultando mutilado Indalecio Rodríguez. En esta acción, entre otros, tomaron parte el alférez Pedro Pare­des, teniente Mariano Salas, capitán Jesús Flores Longoria, Benjamín Flores Garza -éstos dos hijos de don Perfecto-el coronel Francisco Naranjo, de Rosales; el teniente Feliciano Zermeño, de Allende; el capitán Pedro Advíncula Valdés, el teniente, Juan Briceño, ten-':nte Car-

™ García Mares, op. cit., p. 17.

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los Enríquez, Pedro Garza Longoria y otro teniente de apellido Cavazos, más otro cuyo noríibre no recoge la his­toria y el héroe final de la jornada Espiridión Peña, ha­blándose de una mujer llamada Paulina que ayudó a los republicanos.''

Faz Vülarreal narra también el combate en otra ver­sión:

En un lugar que los vecinos llaman arroyo del Tío Díaz, situado entre Allende y Gigedo, tuvo lugar el 4 de abril de 1865, el encuentro de la gente de Wincar con la de Tabachinski y aquél con la audacia que le era peculiar, no vaciló en atacarlo, no obstante su reducida fuerza; entre los hombres de Winkar, se encontraba el joven Espiridión Peña, conocido entre ellos por el Zurdo Peña, quien en unión de otro cuyo nombre no se recuerda, el cual gozaba fama de buen tirador, se propusieron entre ambos hacer prisionero a Tabachinski, el que sabían montaba siempre un caballo blanco.

Al distinguirlo en el fragor del combate el Zurdo Peña y su amigo, éste se echó el fusil al hombro, logrando hacer blanco en él hiriéndolo en forma grave- Aún no caía del caballo el jefe Tabachinski, cuando el Zurdo Peña, estaba encima de él y lazándolo se io llevó a cabeza de silla, Los franceses al ver el trágico fin de su jefe huyeron en des­bandada, siendo aniquilados por la gente de Winkar. Para justificar su victoria y la muerte de Tabachinski, le corta­ron la cabeza y con ella dentro de un costal se presentaron muy ufanos al coronel Naranjo a rendir su parte de nove­dades. Se cuenta que éste no salía de su asombro ante la

'̂ Ibid.,p. 18.

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magnitud de la empresa efectuada por Winkar y su gente, pues era él al que buscaba Tabachinski y se preparaba para lo peor, cuando éste y su gente llegaron a Gigedo."

Otra versión la entrega Venancio Martínez Flores en un "mecanoscrito" que en cuanto a la víspera, dice:

Espirldión Peña informaba que la columna francesa y Tabachinski y su caballo (pinto bayo) da orden de forma­ción de las distintas armas. El mayor Perfecto Flores pro­pone tender una emboscada al enemigo en las márgenes del arroyo de Tío Díaz y aceptada la sugestión. Naranjo sitúa su gente en un bosque y zacatal inmediato a! cami­no, con órdenes precisas para ser cumplidas en el mo­mento oportuno. Mientras tanto el ladino Winkar, no le­jos de allí simulaba, con rascas de ramas, una retirada iiacia Peyotes y Gigedo. El c-ncmigo, muy contento por la huida de los liberales, llegaba desprevenido al lugar de la emboscada, suenan las descargas, los valientes fronteri­zos se lanzan contra los franceses, todo es gritería, des­cargas de fusil, desbandada de ios imperialistas.

Más adelante Venancio dice que en los preparativos de la batalla Perfecto Flores como conocedor del te­rreno dispuso que se preparara una emboscada cerca del arroyo del Tío Díaz, en el centro del cual dejaron los caballos encadenados (por amarrados) y ya de in­fantería, en una curva del camino.

Con respecto a Tabachinski agrega:

" laz Villarreal, op. cit.. p. 4.

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Habiendo a los primeros disparos herido a Tabachinski mor-talmente, atravesándolo de lado a lado y perforándole las pier­nas y sintiéndose herido dio media vuelta y para mayor des­gracia de él, su mismo clarín, a quien momentos antes había cintarcado, por la espalda le pegó un tiro con su pistola y como el herido se desvió del núcleo de sus soldados el señor Espiridión Peña, de Allende, a toda carrera fue y lo lazó, qui­tándose el herido por primera vez el lazo con su espada, pues por segunda vez ya no pudo y en consecuencia se desprendió de su cabalgadura y caminó unos cuantos metros en cuatro pies (a gatas), visto lodo esto por el señor Peña y considerán­dolo ya casi sin vida, se bajó del caballo y le dio tres o cuatro puñaladas con su cuchillo y lo dejó sin vida.

Inmediatamente fue a rendir parte a sus jefes, quienes lo obligaron para confirmar su dicho que les fuera a traer la cabeza, como en efecto lo hizo.

El cuerpo de Tabachinski, ya sin cabeza, se lo llevó al Winkar en rastra por entre el monte hasta llegar frente a la Loma Atravesada, camino que conduce de Peyotes a Allende, en donde fue colgado en unos huizaches que desde entonces se les llama los Huizaches de Tabachinski. Después de algunos días de colgado allí el cuerpo, un señor, llamado Antonio.Ramírez, le pren­dió fuego.

El mito y la realidad

Esta batalla se dio tal vez fuera de tiempo y lugar, pues ha sido objeto de muchas versiones y referencias, la

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mayon'a de ellas sin fundamento y otros hechos se han sacado de la tradición, también constructora de un pa­saje histórico.

Manuel Aguirre, historiador de Monclova, cuya obra está casi inédita y dispersa, dice que en 1907 entrevis­tó al coronel retirado Pedro Agüero en su propiedad rural de Castaños, en la que entonces vivía, ya cuando contaba con más de noventa años y sus facultades mentales estaban en decadencia.

Según relató entonces el coronel Agüero, él fue el que le cortó a Tabachinski un brazo de un machetazo y Tirso Castillón lo remató. Pero acepta que Espiridión Peña también participó en la muerte del coronel impe­rialista. En este relato debió de confundirse Agüero por varias razones: no figura en el parte de los oficia­les que participaron en la batalla. El general Jesús de León Toral, consigna que las tropas republicanas que combatieron en Gigedo, todas eran gente del norte y en ella no menciona a Pedro Agüero, ni a su jefe Victoriano Cepeda, ni a ningún oficial de la región sur de Coahuila.

Tal vez y seguramente, el coronel Agüero confundió la pregunta y quiso relatar algo cierto, pero de la ac­ción del Cedral, San Luis Potosí, del mismo año de 1865, en laque le cortó el brazo al jefe de la columna francesa, conde De la Haire, que también era rubio y

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con barbas güeras y era además muy parecido al em­perador Maximiliano.

Pedro Agüero Originales había sido herrero en su na­tal villa de Patos (hoy General Cepeda, Coah.), y se­gún consignan algunos historiadores, basados en la leyenda y la fantasía, como el mencionado Aguirre y Flores Tapia, Agüero se fabricó un machete para la guerra, el cual tenía un metro y veinte de largo y una pulgada de grueso en su lomo. Según me informó un herrero contemporáneo, fuerte, muy fuerte, a quien le pareció una exageración ei que alguien pudiera mane­jar un arma de ese peso, pues decía que el machete debería de andar alrededor de cuarenta kilos y para levantarlo estaba difícil, mucho más difícil sería blandido para atacar aun con los dos brazos.

El polvo se calmó

Como todo evento inesperado y sobre todo sorpresivo e inusual, en la región norte de Coahuila, se han suce­dido las narraciones en tomo a aquella gesta en que participaron personajes, de los que aún existen des­cendientes.

Faz Villarreal narra que el coronel Naranjo, tiempo después del evento, dijo que el cuerpo de Tabachinski fue echado a los puercos para que se alimentaran y no se le diera cristiana sepultura, tal era el odio que se

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tenía a los invasores; en cuanto a la cabeza, una vez terminado el hecho de armas, alguien la llevó a Rosa­les, en donde residía una fondera muy mal hablada y cuyo fanatismo religioso rayaba en la exageración, la que al saber que era la testa del mentado jefe polaco, el que había ofrecido que al llegar a Rosales quemaría al Santo Niño de Jesús, santo muy "milagriento" que por ahí se venera, versión que había sido hábilmente manejada por los republicanos entre el pueblo, la fondera abrió la boca del despojo sangriento y levan­tándose las faldas, se orinó en ella, con lo cual quedó muy satisfecha.--^

También Faz nos entrega otro dato interesante: Según la inscripción que existe en ei monumento que la Res­petable Logia de Villa Unión levantó en el lugar del combate, tomaron parte en la heroica acción las si­guientes personas: Juan Treviño, Concepción Ramírez, Paulina Peña de Pérez, Benjamín F. Garza, Indalecio Rodríguez, Jesús Flores Longoria, Pedro Paredes, Pe­dro Garza Longoria, Juan Bríceño, Martín Cervantes, Mariano Salas, Feliciano Zermeño, Martín Estrada, José María Pérez, Juan S. Huerta, así como el propio coronel Francisco Naranjo, Perfecto Flores, Espiridión Peña y Pedro Advíncula Valdés.̂ *

" Ibid. " ¡bid. •̂' García Mares, op. cit., p. I!

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Los homenajes

Al despuntar el siglo XX en Piedras Negras la calle que hoy lleva el nombre de Emilio Carranza se cono­ció como Calzada del 4 de Abril en recuerdo de la gesta de Gigedo.

Siendo presidente municipal de Allende, Canuto Muñoz Mares, historiador y astrónomo, se colocó una placa en la casa que fuera de Espiridión Peña; a la ca­lle en que estaba ubicada se le dio el nombre de él.

En el camino que une a Allende con Villa Unión, se observa un monumento. A iniciativa del doctor Braulio Montemayor, la?Logias Masónicas del norte del esta­do contribuyeron con fondos y erigieron un monumen­to en el arroyo del Tío Díaz, lugar del combate para honrar la memoria de los paladines que tomaron parte en él. Este monumento fue inaugurado el 4 de abril de 1938.25

Desfile de protagonistas

Francisco Naranjo, el que al parecer dirigió las ac­ciones de aquella batalla, nació en Lampazos, Nuevo León, el 17 de abril de 1839. A los 16 años se inició en las armas como soldado de caballería. Ese mismo año de 1855 estuvo en la toma de Monterrey a las órdenes

" Venancio Martínez ("mecanoscrito").

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General Francisco Naranjo

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de Santiago Vidaurri. Luego continuó con el general Juan Zuazua en campañas militares contra los conser­vadores en el centro del país en los años de la Guerra de la Reforma. Defendiendo la causa juarista comba­tió la Intervención Francesa. Después de Gigedo estu­vo en la batalla de La Angostura, al sur de Saltillo, en junio de ese 1865. Ya como coronel y a las órdenes de Escobado hizo la campaña de Nuevo León y Tamaulipas.

El 1 de marzo de 1866 tuvo una destacada participa­ción en la batalla de Santa Isabel, punto cercano a Pa­rras, a las órdenes de Andrés S. Viesca, siendo este combate ganado contundentemente, el que marcó el principio del fin del imperio de Maximiliano.

Al siguiente año estuvo en el Sitio de Querétaro como general. Al triunfo de la República ocupó varios man­dos militares. En 1871-72, apoyó a Porfirio Díaz en el Plan de la Noria. Luego en 1876 en el Plan de Tuxtepec, triunfante el porfirismo fue ascendido a general de di­visión y designado ministro de Guerra y Marina. Mu­rió en la ciudad de México, el 27 de junio de 1908.̂ ^

Pedro Advíncula Valdés Laurel nació en la enton­ces villa de Allende, el 1 de agosto de 1840. Pasó su niñez en San Antonio, Texas, regresó a Allende donde

^ Israel Cavazos Garza, Diccionario biográfico de Nuevo León, Monterrey, 1984, pp. 339-340.

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Coronel Pedro Advíncula Valdés Laurel Winkar

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formó parte del cuerpo de la Guardia Nacional. A los 20 años se enroló en la milicia republicana a las órde­nes de Francisco Naranjo. Con el grado de capitán concurre a la acción de Gigedo de abril de 1865. Estu­vo entre los combatientes de Querétaro en 1867, don­de recibió una medalla al valor. Combate a los rebel­des porfiristas del Plan de La Noria, apoyando a Juárez. Por estos servicios es ascendido a coronel. En 1874 se le encuentra como colono y habitante del flamante municipio de San Juan de Sabinas, donde además ejer­cía el comercio. En 1876 comandaba la Guardia Na­cional con residencia en Piedras Negras, fuerza que combatía a los indios y contrabandistas en aquella fron­tera. Le toca encabezar la defensa del gobierno de Ler­do de Tejada contra los sublevados del Plan de Tuxtepec en 1876-1877. Es propietario de la hacienda de Santa Marí'a en San Juan de Sabinas y continúa como jefe de las armas en Piedras Negras y combatiendo a los invasores lipanes hasta 1881. Desempeñando este puesto muere en su hacienda de Santa María el 13 de agosto de 1887. Se le conocía como el Winkar, debido a que los indios no podían pronunciar su nombre de Advine ul a."

Espiridión Peña Sánchez es bautizado a los 24 días de nacido el 17 de enero de 1840 en la parroquia de San Juan de Mata de Allende, hijo de Pedro Peña Ortiz

" Lucas Martínez Sánchez, "Pedro Advíncula Valdés Winkar\ en Pro­vincias Internas, Saltillo, 2001, pp. 91-103.

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y Gertrudis Sánchez Adame, sus abuelos paternos: Raimundo Peña y Gertrudis Ortiz, y sus abuelos ma­temos: Juan José Sánchez y Manuela Adame. En su tierra natal le tocó combatir a los apaches y lipanes invasores al lado del Winkar. Sostuvo una estrecha relación con los vecinos de Gigedo y Rosales, pues se le encuentra bautizando a tres niños en la parroquia del lugar en 1855 y 1865. No se sabe si continuó en la carrera de las armas después de la acción de Gigedo. Neira Barragán, como ya hemos informado, dice haberlo conocido ya anciano en Agujita, Coahuila y que muere en aquel lugar en 1908 y está sepultado en el panteón de Sabinas, Coahuila. Por otra parte repor­ta García Mares que falleció en Uvalde, Texas, el 31 de marzo de 1916 y habiendo trascurrido el tiempo legal (cinco años), se dispuso que el Consulado de México en San Antonio, Texas, llevara a cabo los trá­mites para la expatriación de sus restos, los cuales se reinhumaron el 19 de mayo de 1922 en el cementerio de su tierra natal. Allende, Coahuila. Se le conocía como el Zurdo Peña o el Chinaco de Allende?'^

Perfecto Flores nació en la villa de Gigedo el 6 de febrero de 1802. Dedicado a la agricultura y la gana­dería, es seguramente el padre más prolífico en la his­toria de Coahuila, pues tuvo 65 hijos de tres matrimo­nios. Se casó por primera vez en 1818 a los 16 años de

^' García Mares, op. cit., pp. 17-18.

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Don Perfecto Flores

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edad con Josefa Longoria que tenía 22. Enviudó en 1857 y luego se casó con Mana de Jesús Garza con la que duró unido durante 15 años, hasta que esta dama falle­ció. No conozco el nombre de la tercera esposa de don Perfecto. De sus hijos, tuvo tantos, que algunos*murie­ron en la infancia y bautizó a tres de ellos con el nombre de Perfecto y a otras tres como María de Jesús. Tuvo entre sus hijos nombres tan raros como Claro, Telésforo, Presentación, Caraido, Valeriana, Zaragoza, Punidencia, Caralampio, Petronila, Micaela y Ponciana, entre otros. Flores, también reconocido como el patriarca de Gigedo, se alistó en el ejército al lado de los liberales, peleando primero contra el centralismo, luego contra los conser­vadores en la Guerra de Reforma y después contra la Intervención Francesa. Cuando se le entrevistó en 1868 y contando con 66 años de edad, dijo que durante toda su vida no había padecido ninguna enfermedad, ni le había dolido ni tan siquiera la cabeza. Este informe pro­cede de la villa de Gigedo y está fechado el 26 de sep­tiembre de 1868.̂ ^

Don Perfecto organizó y dirigió a los liberales de Gigedo y Rosales que participaron destacadamente en la acción del 4 de abril de 1865, entre sus seguidores estaban dos de sus hijos, el capitán Jesús Flores Longoria y Benjamín Flores Garza. Don Perfecto mu­rió en el mismo Gigedo de edad avanzada el 3 de sep­tiembre de 1892.

" Periódico El Coahuilense, Saltillo, 6 de noviembre de 1868, p. 4.

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Tirso Castillón de la Garza, hijo de Juan María Castillón y María Rafaela de la Garza, sus abuelos pa­ternos Joaquín Castillón y Clemencia Sáenz y sus abue­los matemos Rafael de la Garza y María Ignacia de I>ombraña, casa con Albina Hernández Salinas, hija de Miguel Hernández y María de Jesús Salinas. Otro de los llamados chinacos de Allende y a quien equivoca­damente se le atribuye la muerte de Tabachinski con ayuda de Pedro Agüero, éste quien ni siquiera estuvo en la acción de Gigedo, que relató el mismo. Tirso radi­có en Gigedo antes de la acción del 4 de abril de 1865, pues el 6 de marzo de 1856 estaba bautizando a su hijo José Miguel de 22 días de nacido, la madre del infante era Albina Hernández.̂ *' Más adelante el 20 de febrero de 1859 bautizaba a una niña, María Rafaela, de un mes de edad.^' La única noticia de su participación en la acción de Gigedo la da Manuel Aguirre, cuyos datos ya sabemos no son nada confiables. Es probable que Tirso fuera de Allende.

Jesús Flores Longoria, hijo de Perfecto Flores Parías y Josefa Longoria Villarreal, casado con Josefa Ramón Longoria, hija de Francisco Ramón y Rita Longoria, pro­crean a Adolfo Manuel de Jesús, bautizado al mes con 12 días de nacido el 14 de enero de 1865 en la parroquia de Gigedo, y Guatimos, registrado en la villa de Gigedo el 2 de abril de 1891, nacido el 12 de septiembre de 1884.

'" Ángel Brown, Baptims ofla parroquia de la Villa de Gigedo 1853-1867. s/f, p. 28.

" Ibid.. p. 60.

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Pedro Paredes Hernández, hijo de Pablo Paredes y Clara Hernández, casa con María Narcisa García Losoya, hija de Benito García y Zapopan Losoya, pro­crean a Casiano, bautizado el 6 de agosto de 1853 en la parroquia de Gigedo, María de Jesús bautizada el 27 de enero de 1858, Fortunato, bautizado a 29 días de su nacimiento, en la parroquia de Gigedo, el 13 de nnarzode 1865.

Fabián Estrada Salas, hijo de José María Estrada y Cecilia Salas, casa con Maurícia del Toro Morales, hija de Gil del Toro y Josefa Morales, sus hijos: Margarito de Jesús, bautizado el 5 de enero de 1854 a los 30 días de nacido en la parroquia del Dulce Nom­bre de Jesús; María Josefa de la Merced, bautizada el 14 de mayo de 1865 a los dos días de nacida en la parroquia del Dulce Nombre de Jesús; Rudencindo, bautizado el uno de marzo de 1857, a los 12 días de nacido en la parroquia de villa de Gigedo y María Guadalupe, bautizada a los tres días de nacida el 9 de abril de 1858 en la parroquia de Rosales. Fabián Estrada es mencionado por Eduardo Montemayor Villanueva como uno de los patriotas liberales que murieron en defensa de la República.

Martín Estrada, hijo de José María Estrada y Cecilia Salas, casa con Eligia Rodríguez Gómez, hija de Fran­cisco Rodríguez y Pilar Gómez, procrean a Luciano, bautizado a los 12 días de nacido el uno de noviembre

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de 1866 en la parroquia de Gigedo. Muere fusilado el 22 octubre de 1876.

Benjamín Flores Garza, hijo de Perfecto Flores Parías y María de Jesús de la Garza, casa con Apolonia Ramírez Ramón, hija de Pablo Ramírez y Leandra Ramón, procrean a María Alicia, quien nació el 9 de enero de 1887 y es registrada el 23 de marzo de 1887 en Gigedo; Soledad Flores Ramírez nació el 8 de oc­tubre de 1888 y es registrada en Gigedo el 15 de octu­bre de 1888 y José nació el 11 de julio de 1892, y es registrado en Gigedo el 9 de septiembre de 1892, en este año Benjamín es presidente municipal de Gigedo.

Natividad del Toro, hijo de Pedro del Toro y Juana de Arizpe, casa con Aduata Míreles de la Garza, hija de Joaquín Míreles y María Juliana de la Garza, pro­crean a Feliciano, María Luciana del Rosario, bauti­zada el 5 de septiembre de 1833 en la parroquia del Dulce Nombre de Jesús y Juan, bautizado el 20 de enero de 1836 en la parroquia del Dulce Nombre de Jesús; María Daría, bautizada el 17 de enero de 1840 en la parroquia del Dulce Nombre de Jesús; Paula, bautiza­da el 4 de febrero de 1843 en la parroquia de Rosales.

Concepción Ramírez, hijo de José María Ramírez y Dolores Martínez, casa con Benigna Polanco, hija de Antonio Polanco y Juana Castro, procrean a Bernabé, bautizado a los 18 días de nacido, el 30 de junio de

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1862 en la parroquia de Gigedo y Felipa, bautizada a los 8 días de nacida en la parroquia de Gigedo el 8 de mayo de 1864.

Indalecio Rodríguez Martínez, hijo de Isidoro Rodríguez Nava y María de la Luz Martínez Hernández, abuelos paternos Francisco Rodríguez y Antonia Nava y abuelos matemos Epigmenio Martínez y Bernarda Hernández. Indalecio casa en primeras nupcias con Marina de la Garza Martínez, hija de Juan de la Garza y María Antonia Hernández, procrearon a María Clementina, bautizada a los 16 días de nacida el 6 de enero de 1854 en la parroquia de Gigedo y María Isidora, bautizada en la misma parroquia el 15 de mayo de 1856 a ios 12 días de nacida. Casa en segundas nupcias el 20 de marzo de 1876, en la villa de Rosales con Helena Hernández Treviño, hija de Francisco Hernández Muñoz y Antonia Treviño Delgado, pro­crean una hija Francisca Rodríguez que a su vez casa con José María Vargas Bermea.

Mariano Salas Quintero, hijo de Juan Salas y Gertrudis Quintero, casa con Jesusa Ramos, hija de Marcos Ramos y María de los Santos Hinojosa, pro­crean a J. Albino, bautizado ai mes de nacido, el 24 de abril de 1860 en la parroquia de la villa de Gigedo.

Juan Huerta Rentería, hijo de Francisco Huerta y Macedonia Rentería, casa con María de las Nieves

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Salazar hija de Lucas Salazar y María del Refugio García, procrean a Severiano, bautizado en la parroquia de Gigedo, a los 7 días de nacido el 2 de septiembre de 1861, José Serapio, bautizado en la parroquia de Gigedo a los 15 días de nacido, el 27 de noviembre de 1861 y Faustino, bautizado en la parroquia de Gigedo a 29 días de su nacimiento, el 13 de marzo de 1865.

José M. Pérez, hijo de Nepomuceno Pérez y Andrea de León, casa con Florentina Laurel Villarreal, hija de Francisco Laurel, hermano de la madre de Wincar y Antonio Villarreal Rodríguez, hijos: María de Guadalupe, bautizada a los 11 días de nacida el 16 de diciembre de 1849 en la parroquia de San Juan de Mata de Allende; Tomás bautizado a los 19 días de nacido el 25 de marzo de 1852 en la parroquia de San Juan de Mata de Allende y María Epigmenia, bautizada en la parroquia de Rosales a los dos meses de edad el 3 de junio de 1859 en la parroquia de la villa de Rosales.^^

El Santo Niño

Mencionado a lo largo de esta acción es el llamado Santo Niño Jesús de Peyotes, que es una imagen muy adorada y con fama de conceder muchos milagros a través de los más de tres siglos que se encuentra en el lugar."

" Registros Parroquiales del Dulce Nombre de Jesús, de Gigedo, de San Juan de Mata de Allende. Registros Civiles de Gigedo, Rosales.

" Felipe Torres Huiiado, Novena en honor del Sanio Niño de Jesús de Peyotes, s/f, s/1. e.

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El Santo Niño

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Se dice que gracias a la intercesión del Santo Niño se ganó la batalla de Gigedo de! 4 de abril de 1865. Feli­pe Torres Hurtado señala que a fines del siglo XVII, por el año de 1698, a solicitud de los indios chatajes," que pedían al gobierno colonial la instrucción religio­sa y protección contra los otros grupos tribales, se fun­daran misiones franciscanas en el norte de Coahuila. El padre fray Bartolomé Adame, misionero y funda­dor de la Misión del Dulce Nombre de Jesús,̂ ^ trajo una pequeña escultura de un niño hermosísimo, po­niendo bajo su protección la nueva fundación?^

Cuenta la leyenda que en ia iglesia de la Misión del Dulce Nombre, estaba la estatuita en un nicho, de donde desaparecía y era encontrada de pie, entre los peyotes que había en una colina próxima a la actual Villa Unión. Habiéndose repetido esto varias veces, entendieron los frailes que era voluntad divina que se le hiciera una iglesia en este lugar, lo que se llevó a efecto constru­yéndose una pequeña ermita, que poco después se con­virtió en capilla, parte de cuyas ruinas quedan a un lado del santuario actual."

** "Eran indios de las mismas naciones chancafes, pacos y payaguas", AI Kinsall, La Misión del Dulce Nombre de Jesús de Peyotes, s/1. e., 1998 ("mecanoscrilo" en poder del autor).

" Ibid., fija la fecha como 18 de diciembre de 1698, " La talla e imagen es muy parecida a la del Santo Niño de Atocha

que se venera en Plateros, Zacatecas, sitio muy cercano a Fresnillo. Nota autora.

'̂ Torres Hurlado, op. cit., p. 2.

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Santuario del Santo Niño Jesús de Peyotes

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Conclusión

Fue aquella batalla ganada a los franceses e imperialistas en Gigedo lo que demostraba que los norteños de Coahuila sostenían la causa nacional y defendían su independencia y autonomía. A pesar de la lejanía del gobierno central y la práctica desapari­ción de éste en aquellos tiempos, tuvieron la entereza para unirse y defender la patria. El hecho de aquella aglutinación de fuerzas se debió a que el coronel Fran­cisco Naranjo se ocultaba en el lugar después de la derrota de Piedras Negras. Los lugareños de la región sabían que las tropas francesas al mando de Tabachinski iban a Gigedo a buscar al jefe republica­no y decidieron defenderlo con las armas que tenían a su alcance.

A 141 años de aquel memorable combate, rendimos justo y merecido homenaje a aquellos paisanos que se jugaron la vida y algunos la perdieron para preservar nuestra soberanía nacional.

La batalla del Arroyo del Tío Díaz, que el 4 de abril de 2006 cumple 141 años, es la primera victoria que los liberales Juaristas ganaron a los imperialitas y signifi­caba un gran aliento para derrocar al iluso emperador Maximiliano de Habsburgo. Sirva pues, este modesto ensayo para rendir homenaje a aquellos héroes.

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La batalla de GIgedo Julieta Pérez Arreóla

Alvaro Canales Santos

Editado por el Consejo Editorial del Estado y el Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas

e impreso en los Talleres Gráficos del Estado

Abril de 2006

El tiraje fue de 1 000 ejemplares