la cara aymara de la paz ii una odisea.pdf - xavier albo

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CARA A V MARA DE ' LA ¡ PAZ ¡ : ¿," ! ; -

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Xavier Albó To más Greaves Godofredo Sandoval

Cuadernos de Investig a ción CIPCA, l\JQ 22 Derechos Reservados · Depósito Legal l\JQ 4-2-110-82 - La Paz,1982 Carátula: Isiku en Chukiagu (gentileza -Ukamau Ltda.)

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BIBLIOTECA e 1 F' e A

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Impreso en Bolivia - Printed in Bolivia

Editoria l e Imprenta Alenkar Ltda.

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]01.i~ Ma. Mag~ñá (n. 25.V.45 y m. 21.X.81),

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I N O I C E

AN TE EL MERCADO DE TRABAJO

7.1 La estructu r a ocupacional de l a ciudad de La Paz

7 . 2 Las ocu pac i ones de l in migra n te e n 1-a ci¡_;i::Jad

7.3 Detalle de las ocupa c ione s de l o s residentes

7 . 4 lE spec ia l iz a ción ocupacional por lugar~s?

7 . 5 Do bles ocup a ci ones 7 . 6 Oc u pa c ión v nive l es edu c ativos . 7 . 7 Distribución ocupaci onal por ba -

rr ios

LA PRIMERA"PEGA "

8 . 1 8 . 2

8 . ·3

8 . 4

La edad ' del primer trabajo Las ocup a ciones para c am pesi nos j ó venes Ocu paciones para campesinos mayQ_ r es Las ocupaciones de l legad a de las mujeres

&. 5 Pr im e ra ocupación v mo ti vus subje tivos para la inmigra ció n -

8 . 6 Las ocupaciones i ni ciales más prQ_ blem a tizadas

8.7 lPara qué ocupaciones a yudan más los parientes o amigos?

8 . 8 Evol uc i ón de las o por tuni dades l ab orales

CAR ACTERISTICA S DE LAS OCUPAC IO NES AC TUALES DE LOS RESIDENTES

9 . 1 La s edades de ca da ocupación 9 . 2 Las ocupaciones v el c i c l o vi -

ta l 9 . 3 · La estabilidad d~ntro del tra­

bajo

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9 . 4 Cambios de oc u pación V t iempo de perma n e ncia

9 . 5 Hacia u na ti po l ogí a d ~ las ocu paci on es para · resi de nte s

UNA CARRE RA DE OBS TACUL OS: LOS CAMBI OS DE OCUPA CI ON

10 .l El saldo de l o s c am b i o s ocu pa-c io na l es - _

10.2 Algunas hlstor i as oc upac ion a -l es

10 . 3 Secuencias o cupaci on a l es 10 . 4 Un a pau sa metodol ó g ic a 10 . 5 La ? principales t ransi cion es

ocupacionales 10 . 6 Evo l ución en las oc upaciones

de mujeres . _ 10. 7 Ocupaciones transi-t orías fue -

. ra de La Paz B IBL IDGRAFIA

MAPAS

GRA F ~COS

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INDICE DE CUADROS

7.1 Distribución de la población ec 0nó micamente ar.tiva de la ciudad de La Paz por grupos de ocupación y sexo

7.2 Ocupación y rama de actividad por categoría laboral. Toda la ciudad de La Paz, por sexo

7.3 Distribución ocupacional en la ciudad de La Paz según lugar de nacimiento, por sexo

7.4 Detalle de las ocupaciones de los residentes, según provincia de origen y sexo

7.5 Ocupación de los residentes por categoría labo~al, según sexo

7.6 Distribución d~ la población eco nómicamente activa de la ciudad­de La Paz según categorla laboral

7.7 Ocupación de los esposos según la ocupación del otro cónyuge

7.8 Ocup~ci6n según el nivel de edu­cación, por sexo

7.9 Jerarquía de las ocupaciones de los residentes, según sus nive­les educativos

7.10 Ocupación por barrio, por sexos

7 .11 Categoría ocupacional según ba­rrio de residertcia en La Paz

8.1 Edad de llegada a la primera ocupación, fuera de l~ comu­nid ad , seg ún la ocupación ini~ ci a l

45

46-47

48-49

50-55

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8 .2 Ed a d de llegada de las mujeres c a mp es inas como sirvientas, según la provincia de origen ·

8.3 Motivos subjetivos de la inmigra­ción, según la primera ocupación,

97

por sexo 98

8,4 Problemas m§~ graves al llegar a La Paz, según la primera ocupa-ción 99

8.5 Tipo de ayuda r~~ibida ~ara ln7 gr ar la ocupación actual, según el tipo de ocupa6ión y sexo 100

.8.6 · Distribución ~e la primera ocu-pación f según la ~~oc~ de lle-gada a La Paz, por : se.xo 101

9.1 Promedio de ed~d en la o~upa­ción inicial V actual de los residentes · 120

9.2 Clasificación de las · ocupaciQ_ . nes actuales de los residen­tes según la distribución de edades y el tiempo de estan~ cia en La P~z 121

9 Ubicación de las ocupaciones en el ciclo vi tal 122

9.4 liempo de permanencia en una misma ocupación 123

9.5 Constancia dentro de una misma ocupación · 124

9.~ Indices de coniinuidad en la primera ocupación, según el tipo de ocupación, el tiempo de estancia en La Paz y el sexo 125-126

9.7

9.8

10.1

10. ¿

10.3

10.4

10.5

10.6

10.7

Clasificaci6n de las ocupacio­nes de los residentes según diversas escalas de estabili­dad

Tipología de las ocupaciones de los residentes ex-campesi­nos varones

Evolución de la categoría la­boral según el tiempo de per~ manencia en la ciudad v lo s cambios de ocupación

Evol~ción de las categorías laborale~ por ocupación ac­tual v tiempo de permanencia en La Paz ·

Niveles de correl~ción entre la ocupación v las ocupacio­nes anteriores

Relación entre la la. ocupa­ción en La Paz v la actual

Secuencias cronológicas en las ocupaciones de tas muje­res

Esquemas migratorios según sexo v provincia de nxi~en

Esquemas migr~torios según la primera ocupación

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8.3

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10.2

10.3

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INDICE DE MAPAS

Distribución de las ocupaciones según los barrios de residencia por sexo

Barrio de residencia; según ca­tegoría laboral

INDICE DE GRAFICOS

Edad de lleg a da a la primera ocupación fuera de la comuni­dad

Edad de lleg~da a la primera ocupación, según la ocupación V el sexo

Edad de entiada al comercici como primera ocupación

Principales tendencias en el mercado ocupacional urbano para campesinos, según los períod6s de llegada v la· pri-mera ocupación ·

Evolución ocupacional desd e la llegada a La Paz hast a el momento actual . Residentes ex-campesinos

Secuencias ocupacionales. Ocupaciones no calificadas ~rbanas. ·Residentes de Ojje, Dmasuyos e Ingavi

Secuencias ocupacionales. -AlbaRiles de Omasuyos

Secuencias ocupacionale s . Empleados privados Resi­dentes de Ojje, Ingavi v Dmasuvos

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10.5 Secuencias ocupacionales. Artesanos de metalmecánica

10.6

10.7

10.8

Secuencias ocupacionales. Artesanos confeccionistas

Secuencias ocupaciona1es. Panaderos de Ojje

Secuencia s ocupacionales. Empleados públicos

10.9 Secuencias ocupacionales.

10.10

10 .11

10 .12

10.13

Fabriles

Secu~ncias ocupacionales. Comerciantes residentes de Omasuyos, Ingavi y Aroma

Secuencias ocupacionales. Tr ansportistas de Ingavi y Aroma

Secuencias ocupacionales. Profesionales

Princip ales c ambios ocupa­cionales de las mujeri§ campesina s a lo lar go del ciclo vital

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VOLUMENES PROYECTADOS .. ( . : ( 1 •e

DE

"CHUKIYAWU: LA CARA AYMARA DE LA- PAZ 11

1. El paso a la ciudad

2. Una odisea: Buscar "pega" .; 3. Cab3lganao entre dos mundos

4. Los lazos con el campo

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i. ANTE EL MERCADO DE TRABAJO

El campesino -emigra a la ciudad principalmente e n bus ca de trabajo . Asegurarse una ocupación se convierte en una de sus tareas m§s importantes ~- vitales. La med ida en que lo logra nos indica el §xito que ha te­nido en su inserción en la sociedad urban a , y además nos señala una pauta importante para entender el futu ro comportamiento de este mismo residente tanto con -relación a la ciudad, como tambi§n con relación .al mis mo ca mpo del que- ha salido . Por todo ello es cen­tral en nuestro estudio detenernos a estudiar detalla damente este aspecto complejo, que a vece·s se convier te en un~ verdadera odisea llena de escollos.

Much~s veces se da por establecido que el campesino viene a l a ciudad para convertirse casi automáticamen te en proletario . Este proceso ~~ c uprD1etar~zaci6n" -seria el aspecto central que explicarla su tr ansforma ción. Al de jar la . soc _iedad rural, en la que en cier-:­ta forma rigen aGn muchos esquemas precapitalistas , se actualizarla la _pl en.a transición del ex-campesino al mundo directamente c apitalista cuya principal ex ­presión es precisamente l a ciudad. El r~sidente ha­bria pasado del ej§rcito industrial de reserva, a su utilización definitiva por parte de la sociedad in-dustrial.

Los hechos, sin emb argo, no s on' tan simples., Evide n­temente en el trasfondo de toda la vida actual de la sociedad rural, y mucho más de todo el proceso migra­torio, está la fuerza dominante det capitalismo asen-

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t a cto sobre todo en l a ci~dad. Pero en la for macion so~ia l boliviana de hoy este capitalismo no tiene to­davia esa fuerza demoledora capaz d e transformar cas i a utom áticamente a l ex - campesino , en "prol eta rio", en el sentido estricto de la palabra, por el hecho de he berse ase ntado definitivamente _ en la ciud ad . En cier ta forma ~l ca mpesino pasa de ·1a 'reserva industrial -

- rural, a otra reserva establecida en la periferia de la c iudad . Deja de ser.campesino pero · sin llegar a proletarizarse . Simplemente entra a engrosar el sub ­proletario urbano . Este ~s un punto importante para entender la vida d e lo s residentes en la ciudad, y su evolución a lo largo de los años, tanto en sus condi­ciones fisicas como en sus act i0id a des ideológicas .

7 . l. La estructura ocupacional de la ciudad de La,

Paz

Los datos del censo de 1976 nos permiten tener_ una idea bastante precisa de la estructura ocupacional de La Paz. - Lamentablement~ la mayor parte de los dato s hasta ahor~ ~ólo han sido proc esados en for ma global, ~in haber sido aGn debidamente de~agregados segGn la condición de mi gr ación . ,

- El cuadro 7 .1 presenta los datos más generales, .co mbi nando las dos cl as ificaciones principales utilizadas­por el censo: por grupos de ocupación y por ramas de actividad económica. Los grupos de ocup aci6 n se refi~ ren al sector de la economia dentro del cual la per s::ina ejerce la ocupación : respectiva, deducido a tr a-­vés de la dedicación más general del lug ar, estableci miento o negocio dentro del que c ada . encue ~ta do desem peña su ocupación concreta. En ambos casos, para fa-=:-

cilitar la comparación entre censos de varios paises se han u t i lizado la s clasificaciones inter~acio~ales recom endadas por Naci ones Unidas, Sin negar las indu­dables ventajas de una standarización en materia tan co mpleja, hay qu~ reconocer también que su aplicación a nuestro medio incluso urbano, en que preva lecen aún muchas ocupaciones de tipo · p!e industrial, tien~ una serie de dificultades no siempre resuelt as de manera satisfactoria. 1

-2-

Las principales concentracion es ocupacionales y por sec tor es de ac t iv i da d económ ica se ex pli can fácil me n ­te po r s i mismos, y se presentan aq ui co mo un mar co de ref e renc ia más gener a l para cu and o entremos a mayo res d e tall es sobre la situ a ción ocupacional d'e lo s re side nt es ex-c am p esi no s .

El cuadro 7 . 2 presenta otra faceta important e para to­do el aná l isis ocup a cio na l · sub.siguiente: la .ir.cidenci a que tiene el trab a jo as~lariado o por cuenta prop ia se gGn lo s diversos grupos oc~pacionales y ramas de acti~

· v iciad. La d i visión entre obr ero s y e mpl ea do s , no siem pre bien captada por los empadro nad or es, se refiere a­la preponderancia Gel trab ajo manual duro (obreros) o de ~n trabajo más suave (empleados); p ero no implica necesariamente un may or status ocupacion al por parte de lo s em pleados, excepto en aquellos casos _en que el lo pu eda deducir se por o tros dat9 s . Las s i rvientas por ejemplo, son "empleada s • dom§ sti c as , pero su sta­tus es inferior al de muchos "Obreros" regulares de fá b rica.

Dentro de la infor ma ción proporcionad a por el cuadro, quere mos llamar la atención a l as siguientes caracte ­rístic as :

a) Hay una gr an concentr a ción ·de · empleados en el sector · servicios. Esta afecta principalmente a los hombres (59% de los empleados varones), pero tambi§n a un grupo re 1·a·tivamente impor­tante de mu jeres de clase me dia, a unq ue el cua dro no permite deter mi nar en qu§ proporc i ón. -Esta concentració n ~efleja la inflación -buro- -

l . Por ejemplo , no que da clara la diferencia entre érte sa nos ,(grupas 6 y 7, . aqui unificados) y la _ siguiente categoria re­

duct i va 11 o tros obreros y j or nale ros 11, C?te goria en que s e

vu e lbe n a recorrer áreas ya cubiertas anteriorme nte. Otro ejempl o: Un ci er to n6mero de trabajadores por cuerita pro­pia, a veces incl u so analfabetos , han quedado cla s ificados co­mo " ge r e n tes". Ver Alb6 (1978 ) . Pa ra una descripci6n deta­ll a da de l as definicioné s c enjales ~ ver CI NE 19~7~,b ). Un re· sum e n .de c ada g r upo principal se rá dado un poco más abajo, e n , la secci6n 6 . 3 d e est e capitu lo .

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cr~tica en la ca pital del pais . Esta se d a s o bre tod o en l a administración pGblica y en -ot r as empresas pG bl ica s desce ntral izad as, como por ejemplo e n CD MIBDL , la empresa· estatal mi­nera, cu ya planta burocráti c a está en la capi­tal . Como veremos más adelante, lo s ex-campes no s participan relativa me nte poco en este proc. so de inflación burocrática, que beneficia más· bien a ~ru pos urb a no s d e clase med ia , nacidos ya en la capital o e n otr as ciudades del i nte­rior . Es tos pues to~ burocráticos suele n ser "p egas " que sólo pueden cons egu irs e con cier~a inf lu encia politi ca , mbs fácil de encontrar en estos sec tor es medios urbanos .

b) En el c as o de las mujeres l a gran concentra­ción d e empleadas en el mismo se cto r de servi­cios (8 7 ,5%) sólo parcilamente se de be ~l f ac ­tor pr ecede n te . Pero l a ~ayor parte de estas mujeres so n más bien em~l e ad as dom§ sti c as, ocu paci ón que co ns titu ye por mucho la princip a l -ac tivida d de la población económicame nte ac ti ­va r~m eni na. Sobra r~rordar que la mayori a de esas ~mpleadas dom§sticas ha llegado del c ampo .

c) Fu-era de lo s dos se cto res mencionados , el trab~ jo asalariado se d a prin ci pal mente en el se ctor secundario de li pr o duc ción , donde se concentra el 76,5% de todos · lo s obreros, casi exclusiva~ ment e Vardnes . Pero nótese que sólo en una par te r e l a t i va me n te pequeña se t rata de . obrero s f a· briles pro piamente dichos, es deci r, de o·bre ros· r e lativ3mente estables y concentrados en grupos más o merios numerosos dentro de fábricas. AGn a cepta·.ido l a ·hi pót es is probable de que o bre ros más calificados de fá_brica ha yan sido incluidos d en tro del grupo ocu pacio na l de "art es a11os", el total de ob r eros fabriles afectar á co mo máximo a una quinta p a rte del total . . La mayor pa rte de es o s "asalariados" son, en éamtíio, obre ro s y ayudantes de pequeñas empresas más o menos case r as . N6t~se ~ n co ncr e to la i mpo rt ancia que ad­quiere el sector construcci-ón, que absorb e el 42% del - total de o b ~ er os. Como es sabido mu ­cho-s de es to s o breros de l a co ns trucción son ---.

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7. 2.

peones con poca calif icaci6n per so nal y con con tratos poco estables (si llegan a gozar de con-:­trato). Es precisamente en este sector donde se encuentran la mayor parte de los obreros de origen campesino. En c ambi o, lograr un puesto estable de obrero fabril en el número relativa­mente escaso dé fábrica s que existen en la ciu­dad, es algo más dificil. Quienes lo logran so n más bien los que ya han nac ido en la ciudad, y quizás son hijos de obreros en la misma fá­brica. Si el campesino logra entrar en una de esas fá bricas , es más pro bab le que sólo cons i g a puestos eventuales (ver Lavaud 1973; y p a ra el caso similar de las.minas, Ha rris y Alb6 19 7 5).

d) Hay un elevado porcentaje de tr ab ajadores fami-1 iares y por cuenta propia en las ocupaciones artesanales, comerciales, agrícolas y en el transporte . Se trata de pequeA as empresas y unidades econ6micás que s6lo abarcan a los miem bros de la f am ilia. 'S e parecen en es te .as pecto a la típica parcela familiar del campesino. En los grupos de ' ocupaciones arriba. mencionados se concentra el 85% de todos los trabajador~s por cuenta propia, tanto en el caso de los hombres como en el de las muj e res,. aunque con distinta s preferencia s ocupacion a les según el sexo: La cbncentraci6n masculina se da sobre todo en lo s varios oficios de t ip o artesanal, mientras que la femenin a se da sobre toda -en el comercio. Esta forma de trabajo familiar es el preval ente para las mujeres dedicadas a tales activid a des, y también p a ra los hombres dedicado s al comer­cio y a la agricult~ri. En todas estas ocup a ­ciones hay una gran cantidad de trabajadores de origen c am pesino. Y es ta modalidad de trabajo muestra la d é bil penetración que en ellas ha te nido hast a ah ora el modo de producción capita-­li s ta, pese a que t am bién 1as domina y orienta.

Las ocupacjl:l_fl_~S_ del inmigrante en la ciudad

El cu a dro 7.3 contr as ta la distribución ocupacional se _gún se t:rete de gé n te nacida en la ciudad o fuera de

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e l l a , y en el c a so de migrantes , segün el lugar d e na­c i miento. Lamentable mente hasta el momento sólo hemos podido c onseguir este desglose de los datos censale s según los grandes grupos ocup ac ionales y sólo para la

- migració n de tc;°dal~ vida c;t r o ,lugar de . nacim ,iento) en base a dos divisio nes: n acidos en otros departamen­tos y n acidos en el resto del depart am ento de La Paz . Aunque no plen ame nte comparables,2 hemos incluido tam­bién nuestros datos de la encuesta en un intento de contr as tar la distribución ocupacional de los ex-campe sinos nacidos en el Altiplano f rente a la de los nací= dos en el interior de l dep a rt amen to en general, pues esta categoría cens al , además de un a ma yoría de e x -ca~ pesi no s . del Alti~lano, agrupa también a todos los nac1 dos en l' a lles y Yungás (apro x imadamente un - 23 % del to tal, ver cuadro 3.3) y a lo s ·"vecinos" no-campesinos -prov en ie~tes de los pueblo s mestizos d e l Altiplano (aproximadamente un 7% de l a po bla ción altiplánica).

El cua dro mu es tr a en primer lug ar una d{stribución ocu pacional totalm ente distinta, según se trate de inmi-­grantes proveniente s del resto del departamento o de los llegados del resto del país . En el primer ca s o suele tratarse de ex-campesinos y los inmigrantes se concentran en l as oc upaciones d e status socio-económi­co inf erior. En c ambio , en el segundo c aso suele tra~ tarse de in migra nte s ll ég ados a la capital desde las ciudades del interior,3 que consiguen o cupac iones d e status s ocio-económico más elevado, como profesiona­les, gere ntes, oficinistas, y .ciertos tip os ~e ~ervi­cios.

· 2 . Recuérdese que nue stra en cue sta partió ·inicialmente de cu.atas oc upaci on a les. Para facilitar la compara ci'ón can l os datos ce nsales , hemos e limin ado aq ui a l a s encuestado~ que s6lo son estudiantes a amas de casa , y que coma tales .no son con s i d e ra­do s como poblaci6n econ6 micament e activa .

3. Con todo en este grupa ha y ta mb ién ex-campesino s proced ente s sobr e toda del departamento de Druro, cu~as caracter isti cas ocup ac io na les y otras semejante s a los de ' los ayma ra s pro ce de nt es del Altjplana de La Paz . Ve r arrib a , capitula 2 . 3.

-6-

Por lo general los nacidos e n la ciudad se mantienen en una posici6n .intermedia entre estos dos extremos, lo cual muestra la dificultad que encuentran muchos individuos nacidos ya en la ciudad, probablemente hi­jos de inmigrantes del resto del departamento, para abrirse camino hacia mejores ocupaciones. Hay, con

· todo, algunas ocupaciones en las que los nacidos en la ciudad tienen los porcentajes m§s a ltos. En el caso de los hombres. se trata de los comerciantes y los transportistas, oc~pacionés ambas identificadas con los grupos urbanos popularmente ll ama do s "cholos'', es deci~ con aquellos individuos que han logrado es ­tablecer un modo de vida anfibio entre ia cultura do ­minante cri~lla y la aut6ctona de ~us abuelos. Es, pues, de es per ar que muchos de ellos se dediquen a ocu paciones como el comercio y el transporte en las que -esta habilidad de comunicarse en las dos culturas re­sulta m§s funcional.

Es también significativo que las mujeres nacidas en l a ciudad y dedicadas a ocupaciones artesanales tengan un porcentaje algo mayor que el ' de las inmigrantes. Pero aquí el motivo es probablemente otro, a saber, la esca sez .de ~uestos de trabajci para la poblaci6n femenina.­Debido. a esta escasez los pocos puestos son buscados y ocupados preferencialmente por mujer es de un nivel s o­cial superi or al de los ho mb res que est §n en la misma ocupaci6n. Valeiia Estes (e n preparaci6n) ha estudi a ­do en detalle lo s problemas de mujeres ocupadas en f§­brícas de La Paz y ha puesto de relieve que a puestos ocupados por hombres de origen migrante corresponden empleos semeja n tes pero ocupados por m~jeres nacidas en la ciudad. Lo mismo podría decirse de otras ocupa­ciones, como por ejemplo de la policía de tr§nsito, cu ya r a ma masculina est§ formada cas i exclusivamente por ex-campesinos, mientras que la femenina est§ constituí da en forma igualmente exclusiva por mujeres de origen urbano. El mayor porcentaje de artesanas entre las c_g_ merciantes y sirvientas nacidas en el c am po del depar­tamento de La Paz, no son excepcio nes a la ten dencia anterior. M§s bien nos recuerdan que en estas ocupa­ciones de tipo preponderantemente familiar y casero hay también niveles de ingreso muy bajo y poca estabi-

-7-

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l i d a d, niveles en que se u b ican precisamente esta s mu­j e res ex-campesi na s.

Concentr§ndonos ya en la poblaci6n nadida en resto del departam~nto,· lo primero que llama la atenci6n es su alta participaci6n en .la poblaci6n econ6micamente actj va . En el total de l a poblaci6n de la ciudad lo s · naci"::' dos en el resto del departamento s6lo constituye~ un 25 % del total. Sin embar go , dentio de La poblaci6n econ6micamente activa , son u.n 45% de los hombres, y un

. 3~ % de las mujeres. Serian todavía m§s si incl~yéra­mos a los migrantes temporales. Es decir, se confirm a que el campesino llega a la ciudad pr e pond erantemente como mano de obra, o ~§s e xactamente -- como estamos viendo -- como mano de obra ba r ata .

En segundo lugar, la concentraci6n en unos pocos gru­pos ocupacionales, que ya hemos notado en ~ecciones an teriores para el conjunto de toda la poblaci6n urbana­se ace n túa m§s en el caso de los inmigrados del inte­rior del departamento, y tod a vía m§s en lo s ex-ca mpe s i nos del Altiplano. En concreto, un 58 % de los hom- -bres llegados del resto del departamento (y un 62 % de los llegados del campo del Altiplan o) son artesanos o peones no calificados, mientras que las mujeres se con cintran sobre todo en el servicio doméstico y en el c~ mercio. A ellas l a otra ún i ca alter nat iva i mportante­que les queda, a gran distancia de las a·nteriores, es alguna actividad d2 tipo artesanal.

Las diferencias existentes en algunos grupos ocupacio­nales entre los datos generales para los nacidos en el interior del dep artamento y l~s datos proporcionados por nuestra encuesta s6lo a e x- campesinos del Altipla­no deben analizarse con cierto sentido crítico. Re­cuérdese que nuestra muestra no par tió de una muestra plenamente aleatoria, sino de cuotas ocupacionales mí nímas, dejando al azar s6lo los excedentes por enci ma de dich a s cuotas (capítulo 2 . 3) . Ello ha efectuado probablemente a algún rubro . Concretamente consid e ra­mos que el porcentaje d~ un 39,5 % de si rvie ntas, pese a su magnitud, ha qu e dado por debajo de la realidad, distor s ionando cor lo tanto lo s dem§s Porcentajes de

-8-

ocupaciones femeninas, .que de berian ser algo m~s bajos,4 Pero, fuera de este caso, y de no haber teni ­do tanto en cuenta ·al grupo minoritario de residentes agricultores , consideramos que l as .. o.t.r.a.s . .. va.riantes po~ centuales tienen sentido lógico, aunque quizás no una plena eactitud numérica . En este sentido deben tomar­se las observaciones que siguen .

\ Las ocupaciones que más . se repiten en~r~ los ex-campe­sinos del Altiplano, incluso por enc~ma de los pareen~ taje ~ ~e los migrantes de tcido el departamento, son las artesanales, scbre todo las relacionadas con la construcción, en el caso de los hombres, y las relacio n~das con la confección de indumentaria en ambos sexos. Aumentan también las actividades comerciales en. ambos sexos. Fuera del caso de la construcción, se trata preponderantemente de .actividade s realiza~as a nivel familiar, es decir de puestos de trabajo creados en gran parte por iniciativa y necesidad propia, y con un retorno económico muy deficiente~

Todos estos aspectos quedarán ilustrados y clarifica­dos a través del análisis detallado de las ocupacio­nes concretas.

7.3 . Detalle de las ocupaciones de los residentes .

t1 cuadro 7.4 clasifica en detalle las diversas ncupa ciones a que se dedican los residentes en el momento­de ser encuestados. En la medida de lo posible se ha procurado mantener los términos proporcionados por los entrevistados, y que muchas veces_aRaden matices sumamente útiles e iluminadores. Para poderlo inter­pretar correctamente debemos hacer una serie de acla­raciories preliminares .

A partir de este momento ya no seguiremos la clasifi-

4. Una parte minoritaria del 51 % de las mujeres nacidas en el resto del departamento que indi ca n la ocupaci6n "servicios" no son e mpleadas domésticas. En c ambio, el 39,5 % de l as ex­camp es inas de la encuesta de CIPCA son todas ellas em pleada s. dom ésticas. Pero el .porc entaje real de sirvientas ex-campe ­sinas del Altiolano es orobablemente superior a esta cifra.

-9-

cación adoptada por el censo, sino otra que habla si­do elaborada con anterioridad por ~uestro equipo de investigación. Las diferencias de esta clasificaciór rio son muy fundamentales, pero permiten enfocar nues­tra atención más directamente en el sector migrante ex-campesino, sob~e todo con miras al análisis de la posible relación entre los niveles ocupacionales y otros factores. Para facilitar la cornparaci6n, pre­s~ntamos aqul - 1as dos clasificaciones en paralelo, seRalando los • puntos de contacto y de discrepancia:

clasificación censal

D. Profesionales, técni~ cos y personas en ocu paciones afines

1 Geréntes, administra­dores .y funcionarios de categoría directi­va .

2. Empleados de of i cina y personas en ocupa­cione s afines.

(ver también 9)

(ver también 9)

3. Co me rciantes, vende­dores y personas en ocupaciones afin~s .

4_ Agricultor es , gana de-

10

8. Profesionales, '(Cu­~re prácticamente las c~tegorías O y 1 del censo; por eso . se han unificado Ya en los cuadros anterio­res).

7 . Estudiantes {inclui­dos, a pesar de no pertenecer a la PEA)

6. Empleados y oficinis tas Brivados~ (se -han incluido también aquí a los empleados en servicios como res taurants, pensiones, etc.)

5. Funcionarios de la ad ministración pública­(sin profesores, que están incluidos en 8)

4 . Comerciantes, inclui dos aquellcs trans-­portistas que son al mismo, tiempo comer­ciantes. (ver censo n.5)

(Categoría no diferen

? .

6.

7.

ros, pescaoores, caza dores, trabajandores­forestales y personas en ocupaciones afines.

Conductores de me­dios de transporte y personas en ocupacio nes afines. -

Artesanos y operarios en ocupaciones rela­cionadas con la hilan dería, la confección­del vestuario y calza do, la carpintería, -la industria de la construcción, la mecá nica y las artes grá~ ficas.

Otroi a~tesanos y o­perarios. (Por ejem­plo, los relacionados con alimentación, co­mo panaderos o carni­ceros, los que traba­jan en curtiembre, al farería, ladrillería~

Gl oD o, ios pocos ca ­sos - observados o co­rrespondían a las c a ­tegorías 6 y 5 de arriba como hortela~ nos, etc., o se han incluido en la cgtego ría O "no califica- -do")

Jb . Chofes~res y trans~ ­portistas no comer­ciantes5

3a. Artesanos.(Todos los oficios incluidos por el censo en las categorías 6 y 5, excepto los dedica­dos a la construc­ción).

5 . Lam2ntablem en te por un error de co di ficación los tran s portis­tas fueron in cluido s dentro del grupo artesanal, en vez de haberse man te nido como cat ego ría aparte, o a lo más hab er se unido con 21 grup~ de comerciantes, con el qu e mantierie mayo­res . afinidades. Qste er ror fue observado demasiado tarde, cuando ya se había hecho todo el procesamiento en la computa­dora . Sólo han podido ma nt enerse como categoría aparte e n algunos cuadros re a lizados manualm e nte. Aunque se trata d e un grupo relativamente minor it a rio, tal fusió n ina decuad a debe tenerse en cuenta al interpretar los resultados correspondien­tes a las ocuoaciones artesanales .

. 11.

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8 .

9.

tejería, fundición, estuquería, minería, etc.)

Obr eros y jornaleros no catalogados en otro grupo. (Catego­ría residual difícil de interpretar por incluir preferencial_ mente a obreros y peones no califica­dos. Por esó la he­mos ti tu lado "peones" en los cuadros del censo).

Trabajadores en ser­vicios personales y afines. (incluya sir vientas, mozos, por~ teros, lustrabotas, vendedores ambulan­tes de comidas, etc. Pero tambi~n incluye carabiner6s policías, militares y conscri.E_ tos).

2.

1

.12 .

Se excluyen también todos aquellos que son obreros de fá­brica.

(ver categoría 1 y 2 a continuación)

Obreros de fábricas o mina.(Corresponde parcialmente a las categorías 6-7-8 del censo; el enfasis aquí se hace en la mayor incorporación en empresas relati­vament e estabiliza­das).·

-hombres. Obreros de construcción y af i­nes. (Caso particu­lar de las catego­rías 6 y 8 del cen­do).

-mujeres. Empleadas domé s ticas y afines. (Es decir, sólo uno de los grupos .cu­biertos por la cate goría 9 del censo)~

mozos, porteros,etc,: ver 6 carabineros, policías: ~er 5 ven­dedores ambulantes: ver D(alqunos más

estables, incluidos en 4) •·

O -Hombres, Trabajos pr~ carios que no exigen especialización o cua lif icación. Ejemplos: cargador, vendedor am buiante, sgricultor.~.

O -Mujeres. Lo mismo (c~ sos menos corrientes) y sobre todo amas de casa, incluidas a pe­sar de no ser una ca­tegoría de la pobla­ción econón,:camente activa).

Más todavía ~ue en el censo, esta clasificación quie­re enfatizar cierto ordenamiento de acuerdo a diferen tes niveles de status ocupacional, pera· respetando aT mismo tiempo ciertos tipos de agrupaciones·so¿iales p~opios de nuestra realidad, y que presumibleme~te llevan a conductas más homog§neas dentro de un mismd grupo. Por eso, por ejemplo, las sirvientas han que­dado s~paradas en un grupo ~istinto del de los .m ozos empleados regularmente en un restaurant, (empleados privedos) y ambos están diferenciados de los carabina ros (funcionarios públicos). Probableme-nte hubiera -si do conveniente una clasificación incluso más deta­llada, pero el tam a Mo de la muestra no aconsejaba una mu ltiplicación excesiva.

La inclusión de est u diantes y amas de casa en la mue s tra y en la clasificación ocupacional obedece a las -finalidades del estudio, qüe no son ni ~xclusiva ni prioritariamente económica. No· son grupos laborales económicos, pero complementan la gama de variación de la pobl~ción activa migrante y tienen característi­cas que deben ser conocidas y contrastadas con las de los demás grupos. Si no decimos expresamente lo con­trario, en todas las cifras dadas a partir de aquí in cluiremos estos dos grupos de población en eda d pro--

13

1 .~.

ductiva , pero cuyas·actividades convencionalmente su e len ser excluidas de la PEA.5

La conclusión más gener a l de la·lectura de l cuadro 7.4 es la que había mos adelantado al principio de es­te ca~itulo: El campesino mig ~ ante no se incorpora de manera directa ni total •a un modo de producción capitalista ni siquiera en . la ciudad. No se hacie proletario, slno sobre . todo subproletario. En la ciu dad ya se ve obligado a vivir plenamente en una econ; mía monetaria, per_o no a vivir de la venta direct a de su fuerza de trabajo~ El campesino residente es en su conjunto un claro subproducto del sistema capita-1 ista de la ciud~d. Veamo s algunos elementos concre­tos que confirman _ésta generalización:

a) Ocupaciones poco calific adas .

La gran mayoría de l as ocupaciones en que se mueve el resident e requieren poca califica­ción. Recorriendo en detalle los distintos rubros del cuadro,1 aproximadamente un 10 % de los hombres y un 71 % de las mujeres están de­dicadas a tareas para las que no ha n requerido prácticamente ningún entrenamient6 especial previo. Y el resto _de .las ocupaciones, como deter mi nados artes y oficios artesanales, o el arte del cometcio especializado, implican cier tas calificacione s que se han ido adquiriendo­más que nada ~on ia práctica diaria y el _ avan-

5 . T§ng as e en cuenta por tod o lo dicho h9sta aqui . que las c ~ r as ocupacionales pre sentadas en lo s cuadros 7.1 a 7.3 no son di­re ct am ente compa r ables con las de ·lo s c~adros del resto del capitulo, pues s~ basan en diversas cate~oria s y crit erio s de c lasi ficación. Un a co mpar aci ón más directa va s e ha hecha e~ las Gltimas ¿o lu m~as del cu a dro 7 . 3 .

7 . Lbs porcentajes ~~e · eiÓ u en ~n eit e p ~ira f o y los ·s iguient es se han obtenido recorri en do en d e talle c ada línea del cuadro para asignar l a a alguna d2 l as c a ract e rísticas e xpuestes- en el· t e xto. E-1 las categorí as "sin es pec i f,ic a r" hemos prorrate._ado de acu e rdo a las t e nden cias ma n if~stadas e n los rubro s m§s es­pec ificados .

.14

ce desde el rol de "ayuda nte 11 ci a pr en di z hast a el"maestro" o dueño del negocio. Son muy esca sas las ocupaciones que han requerido algún ti po de estudio f_ormal. Si excluimos ··a " l'Os · e"S-t~ diantes, que aún no se ganan la vida con el -fruto de sus estudios, solo un ~% de los ho m­bres y un 1% de las mujeres están dedicados a ocupacion~s para las cuales han nécesitado al~ gún tipo de estudio formal .

Por otra parte este hecho es atribuib l e a la poc~ preparación con que el campesino se ve obligado a incorporarse a la fuerza de traba ­jo en ia ciudad. ~ero creemos no engañarnos al afirmar que el problema viene también des­de la otra vertiente: Dado _el actual ~esarrQ

llo de la~ fuerzas productivas en la ciudad,no existe aún una gran exigencia de calificación ocupacional. Por. una parte son _ aún muchas las tareas que el sistema prefiere realizar con ma no de obra poco calificada, pero más barata . -Por ,atra parte, en el mercado no existe esta mano de obra calificada. El caso tipico de las sirvientas, analizando en tantos estudios de sociología urbana, se presenta en nuestro medio con toda su crudeza. El ~ sErvicio domés­tico no es de suyo una ocup ación económicamen­te productiva ni rentable. ·Es sólo el aprove­cha miento (la explotación) de -un ·trahajo casi gratuito, que pued e darse masivamente sólo en sociedades en las que el capitalismo y la in­dustrialización hayan tenido un desarrollo parcial o periférico. Es un lujo del subdesa

-rrollo y que se encuentra sólo en las sac iada des dependientes. En el caso de La Paz este­

·fenómeno no sólo se da en el ca s o d~ las sir­vientas, sino tamb i én en otras muchas ocupa­ciones retribuidas a niv e les semejantes. ~ar ejemplo, En numerosos puestitos de ventas o co mi das; en talleres artesanales que deben lu char pe~manentemente para lograr precios ade~ cuados . p'ara sus productos, en la multitud de­dicada a l pequeño comerc i o o contrabando h~rmi-

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g a , e te • Como e 1 ser vi c i o domé s t i e o , éstas son otras tantas formas de desocupac ión disfrazada . da.

En estas circunstancias, se genera un círculo vicioso dificil de superar . Por una parte la multitud, principalmente campesina, que se in corpora c'onstantemente a la oferta urbana de­trabajo no tiene mayores calificaciones. Al mismo tiempo las ofertas concretas de trabajo· que _existen por parte de la ciudad tampoco exige~ grandes especializaciones . De ~hi sur ge una dobJe tendencia: No se desarrolla su~ ficientemente un mercado de trabajo que requie ra _ person~l especializado . Y, en los casos en que se llegue a desarrollar, resulta dificil encontrar al per sonal debidamente caiificado • Entonces, estos nuevos puestos son facilmente llen a dos por personal inadecuado; y viceversa, los pocos que llegan a prepararse bien (rara vez campesinos), se ven con -frecuencia obl i ga dos a aceptar trabajos poco calificados-y pe~r remunerados, fomentándose así la fuga de talen tos ~l exterior. Mientras siga e xis tiendo un­"ejerci to industrial de reserva", es decir una masa de gente no calificad a dispuesta a ac~p­tar c~alquier conditió~ de trabajo, no es pro­bable que el sistema - ~ienta la necesidad de transformarse drásticamente. Le resulta dema­siado cómodo , sacar una alta ta sa de · e xpl ot ació n de esta masa no calificada, incorporán~ola sólo parcialmente a medida que surjan nueva s ·exigen­cia? • .

b) Ocupaciones no directamente productivas~

ApYbximadamente un 36% de los hombres y un 22% de l as mujeres se dedica claramente al sector terciario de servicios y por lo menris 'un 61 % de las mujeres está constituido fundamental- · mente por · amas de c asa y sirvientas.

Estos datos muestran varios elementos dignos de an á li sis . En orimer luoar debemos recordar

·16

que es una falacia considerar que las mujeres amas de casa (36%) son simplemente población ~conómicamente no activa", o que las empleadas domésticas (25%) son un mero ~s~xvicia~. En ambos casos su fuerte trabajo, nada retribuido en el caso de las primeras v pésimamente retri bu id o en e 1 ·de 1 as segundas , pe r mi te tas as de -explotación superiores a las que serían posi­bles mediante su incorporación más explícita en el mercado de trabajo. Su participación oculta en la producción, v en la reprciducci6n diaria de la fuerza de trabajo, permite que el trabajo de sus esposos o dueños tenga una remuneraci6n más baja, v que por tanto produz­ca mayores ganancias (o menores costos) para los que en última instancia se benefician -de

- dicho trabajo.

La porción dedicada al sector terciario, prin­cipalmente al pequeño comercio hormiga en tien ditas v puestos, o a través de viajes constan-=:­tes, es relativamente importante, ·sobretodo en el caso de las mujeres. Ser comerciantes es práciicamente la única alternativa para ellas fuer~ del hogar o la cocina. Es decir, en la distribuci6n de los productos y mercancías no prevalece una racionalidad moderna de servicio eficaz, s~no q~e de forma espontánea se ha ido for~ando una gran masa-de "minoristas" y de "intermediarios". De esta --f.o-rma la di:stribu­ción de lo poco que se produce o se interna desde el ·exterior permite vivir a un máximo de personas ·"con un mínimo de remuneración a cada una de ellas. Son comerciantes "de subsisten­cia" en su mayor parte. Es frecuente- la ima­gen de la mujer de origen campesino o popular que se pasa la mayor parte del día sentada jun to a su mercancía, en una pequeña tiendita o -más frecuentemente en un puesto callejero, dis frazando de esta forma su desocupación.

E~identemente no todos los comerciaotes reali­zan su negocio en estas circunstancias extremas; principalmente (pera no exclusivament~J entre

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los hombres existe una mayor gama de especiali­zación. Algunos llegarán a acumular mayor capi tal v a ellos se debe en gran parte el floreci~ miento de nuevas edificaciones en toda la zona comercial de la ciudad. El estudio de Susana Donoso (1981), centrado precisamente en los co­merciantes . de dicha zona nos arroja mucha luz sobre este particular.

El otro secior principal de servicios en que hay ex-campesincis es la gran fronda burocráti­ca de la capital, sobre todo los escalones más bajos de fupcionarios públicos. Pero entre los migrantes ex-campesinos esta alternativa laboral sólo alcanza a los hombres. Para las m~jeres, que siempre han tenido m~nos posibili dades· de empleo, el privilegio de conseguir aT gún trabajo burocrático está reservado a aque-=:­llas llegadas de las ciudades del interior o nacidas va en la ciudad, es decir, aquellas que ocupan un nivel más ~levado en la escala social.

Dentro del 9% de hombres empleados ~orno funcio narios públicos, la mayoría se concentra en -dos instituciones: La policía, en sus diver­sas ramas (30 %) , v la alcaldía (23 %). En el primer caso prevalecen los que dcupan cargos como carabineros o guardias de t~ánsito. Esta incidencia puede reflejar el hecho de que para algunos campesinos la primera visión del merca­do de trabajo urbano les vino desde el cuarteL Nótese que, entre policía v ejército (& %) , se da ocupación a casi el 40 % de los funciona­rios públicos ex-campesinos. · En el caso de la alcaldía la gran mayoría de los ex-campesinos se dedica a tareas no tan alejadas de la acti­vidad agrícola: peones de cón~~ucción o mant__¡::_ nimiento, hortelanos y jornaleros. Un sondeo previo en los archivos de personal de la alcal día mostró que la gran mayoría de los emplea-­dos de apellido Mamani se dedica a este tipo de actividades. La alcaldía suele ser uno de los empleadores más regulare~ de trabajo 'e ven-

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tual, por ejemplo pa ra obras a contrat o e n r e ­paraci6n de c all es, a lcantariilados, defen si ­vos en.las torrenteras, etc. Durante la §poc a de menor actividad agrícoh; muchos c am pesino s buscan trabajo temp oral en estas obras, y pa r a algunos de ello s §ste es el camino para lograr un empleo esta~le en la ciudad.

El resto de lo s funcionarios y ~mpl~ados públi cos o privados de origen campesino se dedica i empleos relativamente ba jos en el escalaf6n, como mensajeros, portero s y cuidador es , ayudan tes pa~a ventas, encargados de limpieza, gar-­zones y cocineros en restaurants, choferes, etc. Son poco~ los que llegan a la categorí a de "oficinista" propiamente dicho ("cuello blanco")~ con un escritorio o algo semejante. Este rubro importante de la- Bbultada burocra­cia pacena sigue reservado a los n~cidos en La Paz o a los ll ~ gados de las ciudades del in terior, con niveles sociales.superiores a los-del ex-campesinci. ·

c) Ocupacion es directa:.::·nte productivas

Casi ningún residente se dedica en la ciudad al aector primario de la producci6n.B Pero el 57 % de los ho mbres y el 12 % de las muje­res est§ ocupado en trabajos m§s dir ectamente ligados al proceso productivo, ·a · ·tr av§s de la transform~ci6n de ma terias pri mas , o sea e n el sector secundario. Dentro de ello es im­portante el desglose m§s detallado. S6lo un 7 % de los hombres son obreros en f§bric as ~ ~opiame nte dich~s. Los dem§s o .s e de dican a lt construcci6n (15 %) ci a la producci6n en

El 2 % de la población urbana que, seg ún el cen s o de 1976, se dedica a 1 a ag ricul tur a se r e fiere prin cip alment e a los en c la ­ve s aún n ~ -~anizados d e n tro de l os llmites de la c i udad , co ­mo por ej e m~ i.lojeta y partes de Cota cota, y en algún c aso , a empleados ha. •l anos de ciertas famil i as o i~ stitu c íon e s . Ver cuadro 7 . 2 .

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peq ueAos ta lleies o empresa s de tipo artesa­nal. En las mujeres s6lo existe pr§cticamen­te e s ta últim a modalidad, fu-era de un 1 % in­directame nte empleado en construcci6n. Todo ello refleja l a estructura misma del sector productivo e in dustrial en la ciudad de La Pa z . Ya vimos que la escas ez de puestos de trabajo en las " f§brica~, por ejemplo, hace que cad a vez m§s estos puestos est§n reserva dos a obreros antiguos y a sus hijos. En la tiudad de La Paz s e r proletario fabril.sigue siendo un privilegio.

Sing e r (1975) ha llamado la atenci6n sobre l a ma yor posibilidad d e desarrollo del sector construcci6n frente a otro s sectores en l as ciudades de lo s país es su bde sarroll ados. Co­mo én el caso de la s sirvientas, dicho des a ­rrollo est§ en directa relaci6n con la facili da d de encontrar wna mano de obra abundante y poco ~xigente para su rem~neraci6n. Todo ello se da en La Paz, y por eso muchos campe­s ino s encuentran su entrada a la ciudad a trav§s d e su trabajo en consiruccibnes. Pero s6 lo uno de cada diez albaAiles logra ser con tratado en empresas . con s tructoras relativamen te grandes y estables, como Bartos, IN A, etc), Lo s dem §s tienen que caminar a la d ~ riva para encontrar contratista o, si ya han progre sa do .a l nivel de contratista, para encontrar obra s . En nuestra estructura de trabajo, con todo, ni siqu iera los que llegan a las empresas grandes s uelen tener contrato p erm anente. Es frecuen• te que incluso las grandes empresa s contraten a la gente s 6lo tomo eventuales por tres meses, con un a simple promesa de un posible contrato despué s de algún tiempo, o que encargu e n obras c oncret as a contTatistas particul a res. De es­.ta for m& la e~presa evit a tener que c~mplir las onerosas obligaciones·de la Seguridad So-

cial.

Pero la grart mayoría de los ~estdentes dedica dos a la oroducci6n lo hace a tfav§s rl e alo6n

.20-

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oficio y ac tiv idad de tipo - artesanal. En el conjunto de la ciudad, según el censo de 1976, un 39 % de la PEA masculina y un 12 % de la femenina se dedica a ocupaciones - clasificadas co mo artesanales, incluida la con strucción, que afecta a algo más de una cuarta parte de la fuerza artesanal masculina (11.3 %) . La . prciporción de artesanos llega a c asi la mitad de la PEA (49 %) si nos fijamos sólo en los va rones inmigrados a La Paz desde el iesto del ~ departamento de La Paz . En nuestra muestra,q~ excluye a los inmigrados procedente s de l as r~ giones más "modernizadas" de Yungas y Coloniza ción y d~ los pueblos de vecinos, la propor- -ción sube a un· 53 % para los hombrEs y a un 20 % para las mujeres, pese a la restricción metodológica ~e nuestra muestra que dib cupos minimos ocupacionales pa~a facilitar la re­presentación de ocupaciones menos frecuen-tes. 9 En la submuestra de Santiago de Ojje, donde no hubo tal restricción, la proporción de ar tesanos asciende al 80 %. Aunque conside ramos que este caso no puede considerarse tipJ:: co .para el conjunto de los r~sidentes ex-campe sinos, si creemos que indica que en este punto nue stra mue s tra ha tendido incluso a subnumerar la proporción de artesanos.

Estas cifras son elocuentes. P~ra los hombres ésta es ~n mucho la p~in~ipal alternativa ocu­pacional, mientras que para l as mujeres que no se li mi tan a s u hogar , la actividad artesanal sólo viene después del servicio doméstico y el comercio. Recordemos que se trata sobre todo de oficios artesanales que se aprenden con la práctic a , sin necesidad .de estudio formal, y que ayudari a sa~isfacer algunas necesidades más básicas de la alimentación, lp indumenta-

9. Toda s las cifras anteriores excluyen a e studiantes ·v amas de casa. En e l cuadro 7 . 3 pued e n compararse datos censales y los de nuestra muestra; referida a una ooblación más li mitada .

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ria; y el acabado o mantenim1en~o del hogar, Incluso entre los hombres sólo un 15 % del to tal de artesános se dedica a oficios de tipo­más especializado y para necesidades menos bási cas, como orfebreria, relojeria, peluque­ria, o algu na rama d e la mecánica .

En su historia del mo vimi ento obrero e n Boli­via, Lor a (1967) ha e nf atizado la importancia que han tenido las organi z.aciones gremiales y artesanales en la composición de este movimien to. Lo s datos ocupacionale s del conjunto de -La Paz y en concreto los que se ref feren a los ex-campesino s incorporados a la producción muestran que el énfasis de Lor a sigue teniendo muc ha actualidad. El ex-campesino no suele ha cerse obrero, sino a rtes ano; y los conflictos­de una lucha de clase no los ve tanto desd e la perspectiva obrera que se opone a un patrón ex plotador, sino desde la perspectiva artesanal~ es decir desde la perspectiva de una serie de grupos de pequeños productores que en cierta forma se hacen la compet encia y que luchan no por un sala rio sino par a conseguir mejores pre cios para sus productos . La mayor parte de es t~s actividad~s artesanales se desarrollan a -un nivel familiar, o a lo más a un nivel fami­liar sólo ligeramente ampliado, en que se desa rrolla una jerarquia que va desde el dueño has ta lo s operarios y ayudantes , y donde existe -toda una escala de c a lificaci6n profesional que ~a desde el mae~tro mayor -o de primera, o pro fesional - h~ sta los simples aprend~ces.

Otra formá de ver l a concentración ocupacional de los residentes es a t ravés del análisis de lo ·s principales servicios que dan y que neces_i:_ tan de la colectividad. Si tomamos juntos a todos lo s que, a travé s de la producción, de la comercialización o de algún otro serv icio, satisfacen un mi smo tipo de necesidad , el as­pecto más atendido por lo s ho mbres es todo el relacionado con la ind•.J me ntaria (28,2 %) , se­guido por Ja construcci6n !20,3 %) v la ali-

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mentación (12 %) . En · cambio las mujeres se relacionan preponderantemente con la atención a la alimentación (39,5 %) seguida de lejos por la atenció n a la indumentaria (16,3 %). Esto en cuanto a los servicios prestados. En cuanto a los se rvic i os requeridos de ia colee tividad para poder llevar adelante esta s ocu-:­paciones, hemos analizado también cu §ntas ocupaciones req~ieren la utilización de algún tipo de maquinaria relativam e nte "moderna" (sin contar l as cocinas y eiectrodomésticos de las c asas en que se emplea n las sirvientas). Uno de cada cuatro ho mb re s ( 24, 3 %) ·.iecesi ta algún tipo de maq uin a ria como vehículo, m§ qui­ná de tejer, s oldad ur a autógena, etc. En cam­bio esta exigencia sólo se da para el 6,5 % de las ocupaciones fem~ninas. M§s §rriba (párra­fo a) ya vi mos que el porcentaje de ocupacio­nes para ' l as que se re quier ían estudios forma­les era muy reducido. Prácticame nte sólo los necesitan los profesionales, es decir, los profesores, y alguna rama artesanal más espe­cializada. Pe ro además el desempeño regular

de estas ocupaciones tampoco requiere contactos regulares con aque llos sectores de l a sociedad que se podrían ll amar intelectuale s . Fuera del caso de los profesionales y los estudiantes, es te contacto sólo se da en unos· contados casos -con los "jefes" y, en el caso de las sirvien­tas, con s u s "señoras ", que en algunos c as os ac túan como madrinas. Nótese, con todo, que en -nuestra muestra s ólo un 2% de las sirvientas estudia al mismo tiempo, por deseo o concesión de su dueña. Resumiendo, los residentes ayudan a la sociedad a sa tisfacer algunas de s u s nece­sidades m§s básicas, pero apenas reciben nada de esta sociedad.

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d) Tas a de asal ariados

Uno de l~ s mejores indic adore~ d e todo lo que pre~e~de mos explicar en este capíiulo es la ll a ma cia categoría ocupacional, es de'cir el tipo de reiación laboral existente dentro de _la unidad de producción.

El censo de 1976 mosttó - que para el co nju nto de la c i0dad un 71% de los ho~br~s y un 66% de la s mujeres tenían ·1a condi6ión de asalariadb~. Pe­ro el ~en so, al tie mpo que enf a tizaba una falaz divisifin antre obreros y empleados, ignoró otra sub di visió n su~amente importante ~ara entender nue sf r e realidad, es ~ecir la diferencia entre asalariados relativame nte fi jos y a s alatiados eve~tuales o inestab l es. Bajo la categoría de asa lar iados está camufl a da una gran cantida d de gente que ciertamente viv e de la venta de s u traba jo, pero que está constant emente pen­diente de encontrar quién quiera co mprarla, o quien qui e r a mantener l a de modo más estable.

En e l cu adr o 7.5 he mos r es umido la informaci ón pertinente , de acuerdo a nu es tra muestra, según los pr incipale s rubros ocup acionales; y en ~l cuadro 7.6 co mpa r am os es ta situación . de lo s re­sidentes con la pre senta da por el censo pa r a e l conjunto de La Paz . 10 podr§ ob se rvarse cómo cambia la figur a al introdu ci r la di s tinció n entre eventuales y fijos: Los hombres que en cierta forma tien e n asegu rada su condición de a s alari a dos pas an d e tre s cuart as partes a s ó­lo una cuart a par te, y l as mujeres pasa n de dos -terceras pa rt e s a un me ro 5%, o una de cada

VeAse el detalle tensal por ocup aci 6 n y rama de actividad en e l cuadro - ~ . 2 . No s e ha incluido a las amas de casa, 2 las es t udia~t e s n i a lo s ce sa nt es , pero s í a los e s t udia n t es va­ron es, ~u puesto el a l t o porcentaj~ que al mis mo tiempo treb a ja. - La categoria "otros" se ha co nsid e r a do equiva l ente e -11 ev en tua l 11

• Lamentablemente no dis ponemo s del dato censal desglosado para s6lo los venido s del resto del de pa r tamento.

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veinte. En los residentes crece é amb ien not a­blemente el .número de gui~nes trabajan por cu en ta propia. En ·realidad así debe interpretarse­también el porcenfaje de "patrones" que aparece abultado en la muestra de ho mb res, dado que se principal incidencia absoluta (82 % de los "pa­trones") se da precisamente entre artesanos y

"comerciantes. Es decir, se trata simplemente de residentes dedicados a empresas fundamental merite dé tipo familiar¡ pero que cuentan con -3lgunos obreros ayudantés.

En resumen, la fo~ma ~egular de trabajo del re sidente, y.más aún de la residente, no es deP~ der de un salario fijo, sino estar a la merced de las circunstancias sobre todo dentro de dos modalidades: (a) en el trabajo familiar y case­ro que depende de la suerte en la venta de los productos manufacturados o del pequeRo negocio, o (b) en l a búsqueda permanente de trabajos

' inestabies y mal pagados, las mujeres como sir­vientas, y los hombres en la construcción, como ayudantes de otros a rtesanos mejor ubicados, o quizás con un empleo ocasional en una empresa u oficina. Es ya fami~iar la imagen de campe­sinos vagando por la ciudad en busca de trabajo "en lo que sea" y aceptando cual quier condi­ción . .

En estas circunstancia s apenas tiene sentido la categoría ''de s ocupado" en que se bas~n tantas estadísticas de trabajo. Esta categoría tiene validez sobre todo en socieda de s con un mayo r desarrollo del capitalismo, en las que casi to­do el mundo vive plena mente ae la venta ~e su trabajo co mo obreros y empleado~, o de la inver

. sión de su capital como empleadores, y donde - las alternativas ~ la falta de trabajo soR los propios ahorros más la ayuda de , las oficinas públicas de Seguridad Social o d i ~sistencia y Benefic enc ia.

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En cambio entre los residentes ex-campesinos en un conte xto como el de La Paz, ma rc ado por una economía atrasada y dep e ndiente, la situaci6n es distinta. Dada la escasez de ofertas esta­bles-~ suficientemente remuneradas de trabajo asalariado, se ven obligados a ir tr am peando CD mo puedan para - sobre0ivir, o bien acudiendo a -esos trabajos mal remunerados e inestables que otros no quieren, o bien refugiándose en el pro pio trabajo familiar para vender algún producto en la c asa o el taller, o co me rcializando trab a josamente y con muy poco capital. Y la alterna tiva más frecuente es trabajar más intensame nt~ para recibir una paga igual o peor. Alternati-vas ccim~ la Seguridad Social o l a A s~ste nc ia Pú blic a son s umam e nte lejanas para la mayoría de­los r esidentes . Ma s cercano es el apoyo d e la red de parientes y paisanos, o incluso el retor no al campo, en c a s o de e_mergencia. -

En este contexto cifras como la del censo,que sólo da un 3% de cesantes en La Paz (o un 1,7% en nuestra muestra de ho mb res) dicen muy poco. El pro cilema no es .tanto la falta absoluta de

trabajo cu a nto el tipo de retribución que el re~idenie logra por su trab a jo. Detrás del al ~o porcentaje de eventuales y de trabajadores familiares se esconden tasas altísimas de des~ cup ac ión disfrazada en unos ca s os V de sobree~ plotación externa en los otros. Estas son las c ategorías que deberían ser profundizadas_ 1/ que podrían llegarnos a dar cifras más aproxi­madas de la condición laboral de 'los residen­tes y, en f orma más general , de .tod a ta ciudad de La Paz· y de Bolivia .

7.4. ¿Especialización ocupacional por lugares?

Más allá de la dedicación masiva de los camp es inos a la agricultura, en el ~~mpo del Altiplano es frecuen te encontrar ciertas especializaciones de algunas co munidades en determinadas actividades com~lem enta - -rias, sobre todo en aquellos lugares ~n · que la agri-

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cultura convencional ya no basta para aseg urar la s o brevivencia. Aparte de ciert as especializaciones dentro de la agrop e cuari a , resu l t a nt es de determina­das ve ntajas en los mic ro cli mas l ocales, se encuen­tr a n casos como los siguientes: Una comunid a d dedi­c a da de manera co m pl eme n~aria al comercio de lazos, pa ra sujetar el ganado, otr a es pecializada en el con trabando hormiga d e_ a rtíc ul os peruano s , una tercera­en la alfombr~ría, y otra en cer§mica. Muchos apo­dos populares d~do s a los mi em bros de cada comunid a d, nacen preci same nte de esta~ es p e ciali zaciones que a veces vienen d es d~ tiempo at r§s.

Supuesta la déb il mo derniz ac i ón de la ciudad de La Paz uno puede pregun tais e si este tipo de especializa ciones, sobr e todo a rt esana l es , continu_ar§n cuando un grupo relativ amente numero s o de la comunidad se tras­lad a a la ciud a d. La respuesta general es m§s bien negativa . En conjunto prevalice la dispersión ocupa­cional, una vez lo s residentes s e han asentado en la ci udad, aunque sigue n exis ti e ndo casos en oue se man­f íene cÍerta especial i z~ ci ó n, se~ por la tr adi ción de la co munidad de orig e n, s e a por l as nuevas rede s de _ ay uda económica establecidas entre pais a nos en la ciu­dad. -En pri me r lug a r, hay una lig e ra especialización en de terminados grupo s ocupacionales Eegún la prov.inc .ia. de origen del resi de nt e : Los de Aroma tienen una ma yor pr oporción de tr ans porti s ta s, quiz§~ por su ubicación e n la princip a l c a rr ete r a a sfa lt a da del pa1'S , ·o · -en a l gún caso como re sultado del a u ge eco nómico logrado -i n ic ialmente con los crédito s a sus cooperativas agro oecuarias (ver 2 . 3). Los de Oma s uyo s , en cambio, pre ~i on ado s por la e~casez de t e rreno, se han volcado -m§ s a la constr ucción y sus mujere s al co mercio; y adem§s , t a l vez por su inf l uencia política e n tie mp os de l MNR (ver Albó 1979 ) , en nuestra muest ra de cinco provincias c asi un 60% de lo s puestcis de trabajo en las f§bricas m§s conocidas est§n copados por omas uye­ños . In gavi y Pacaj~s muestran una may or dispersión, a unque el 40% de los carpinteros p roviene de Ingavi, y los PaCiJeñds tienen una representatividad _ algo ma­yor de lb e~pe~ado en los emp l ea do s públicos (inclui­dos profesores) y privado s .

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Pero la concentración ocupac io n a l m§s clara se da e n la comunidad encuestada a fondo, Santiago de Ojje, la Única qu e representa la provincia Manco Kapaj. Un 55 %_de lo s ojjeños en La Paz se dedica a _la sas ­trería, y otro 15% a l a panad er í a . Y, · en forma nega tiva, no ha y ninguno dedi c ando a un a oc~p a ción t an -frecuente entre re ~ ident e s como es la construccióh y son también muy poca s l ~s muj eres empleadas co mo ~i rvie~ta s . ·

Pero este ca's o d e Oj je no parece generalizable para 21 conjunto _de la s comun i dades c on mucho s residentes e n La Paz~ Hemos analizado el cas o de otr as comuni­dades suficient eme nte repre se ntadas ~n nue s tra mues­tr a , y en l a mayoría d e el las prevalece un a mayor dispersión de o~up a cion es .

Con todo e n l a mitad de ellas se da una co~c en tr a ­ción parc ia l en a lgun as ocupaciones. El caso m§s cercano a Ojje es el de Llasaraya (Oma~uyos), una ex-hacienda de Ach a c ac hi muy escasa e n terrenos y con la mitad de s u población establecida en La Paz. Sus resid e nt es varones se dedican preva lentemente (44%) a ~er a lbañile s (promed io de resid e ntes a ib a ­ñiles: 15 %) y otra minoría (20 %) son panadero s . Otr a ex-hacienda de Achacachi ~on terrenos igual­rnente escasos, Coc a ni, había conseguido ya_ c ierta especialización en el campo , donde un buen porcenta je co mplemen ta sus a ctividades agrícolas con la sas trerí a y , en menor gr a do, con la cría de gal l inas.­Sin embargo los re si dentes de Cacani, una ve z llega dos a · La Paz, se concentran m§s en ot ras ocupacio~ nes. "La mayoria (29%) son también albaRiies, y hay otra s dos es peciali zaciones relativa~ente import an ­tes : otro 21 % ha conseguido cargos en la adminis­

. t~ación pública (m§s del doble del pro medio gan e ral para r esi d e nte s , 9 %), la mitad de ellos en l a Guar d ia Nacional, y otro 25 % se dedica al comercio -(promedio general d e los resid e nte s , 10 %). Entre es to s ú lt i mo s es i nte r .esante ·notar que la gran mayo ría se ha especializado · en la comercializaciÓ ~; pre~ cisa de esa te l a popular llamada tocuyo. Todos los demas comerciantes de tocuyo regi s trado s e n l a mu es

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tra son de otras comunidades de Achacach~ c~rcanas a Cocani. - Sabemos de otros casos de fuerte especia lización entre los residentes de algunas comunida--

- des no representadas· en la muestra:V§qachi, otra ei hacie nda a ch acac heña, emigró masivamente a La Paz -como resultado de conflictos politicos con una comu niad vecina, y trasladó al ·Alto de La Paz su espe-­cialización en confeccionar alfombras; Walata Qoa­ni, cerca de la anterior,tiene a la mayoria de sus residentes eh e~ Aeropuerto, como cargadore s o lus­trabotas; R6sario, en Pacajes, ha exportado en cam­bio a la ciudad y a otros lugares del ca~p o a mu­chos prof eso res rural~s que lograron su profesionall zación como T.esultado de sus contactos con una mi­sión evangélica establecida en el luga~.

C~n frecuencia, si hay tierta especialización, esta se debe a ia ayuda de otros paisanos para conseguir empleo. Esta es probablemente la razón por la que Laura Achiri, también en Patajes, tiene ~n 28% de funcionarios públicos (promedio para todos los resi­dentes; 9 %), de los que la mayoria trabaja precisa­mente en Finanzas . Ello puede .suce .der también en ªE.. tividades artesanales. Un modisto . -importante de Ojje, ~or ejemplo, suele conseguir a sus operarios por me~ · dio del enganche de paisanris recién llegados a la ciu dad; quienes poco a poco se independizan para librar:=­se de las condiciones de explotación en que les mantie ne su paisano patrón • . El esquema ··no ·"·es · excl-usivo de -ex-campesinos del Altiplano. Por ejemplo la presen­cia de mozos y empleados del puebl6 de Chuma en el Ho tel Lib~rfador, uno de lo~ principales de la ciudad,­se debe a que su dueño es de dicho pueble. V la Al­caldia dio también trabajo a. mucha gente llegada del pequeño pueblo de Oco6aya, en Yungas, ~ientras fue al calde un general de dicho lugar.

Pero reiteramos, este esquema innegable sólo se da en una minoila de los casos. Otros contraeje~plos, como los de Irpa Chico, Parina, Warisata, Callana Achiri, Belén, Pomani, etc. nos confirman que en la mayoria de los casos el residente · se las arregla como puede una vez en La Paz,, y que si bien algunos logr.arr algo

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cwn la ayuda de sus paisanos, so n mas los q~e~depen­den de su propia suerte , con lo que prevalece la dis psrsión ocupacional entre los residentes de un mismo

lugar .

7 .5. Dobles ocupaciones

En páginas 2nteriores "hemos visto ·un doble fenóm.eno ds resultados complementarios pero 'en cier·ta forma contrapuestos. · Por una parte, el mercado ocupacio­nal de La Paz es en si mismo muy e~caso; por otra, el ingenio ~e los resldentes para generar nuevas ocupaciones precarias y mal rem~neradas es grande. El resultado de esta doble tendencia es una alta ta se de desempleo d isfraza do.

~os ~reguntamos aqui cómo esta situación se refleja en la doble ocupación dentro de la familia. Sólo po dremos contestar en forma parcial., puesto que sobre­este particular nuestra encuesta única~ente preguntó da manera directa la ocupación del otro cónyuge, en el caso de los casados, y sólo ocasionalmente ~lgu­nos entrevistados hablaron espontáneamente de una se-gunda ocupación.

En una economi~ natural, como sigue siendo en parte la economia agropecuaria d~l Altiplano; todos los a­dultos suelen estar ocupados en actividades producti­vas, a~nque co~ una clara diferenciación de tareas se gún el sexo, el estado y . el grupo de edad. Sin embar go, a medida que se va dejando esta economia natural-;­eumenta la especialización y se da/ la conocida tenden cía a considerar "o.cupaci one·s 11 sólo aq·uellas que · sir-::; ven para ganar plata, con lo que la intensa actividad fem~nina en el hogar q~eda oficial ~ente ignorada. Re cién con el mayor desarrollo de una economia capita-­lísta se va haciendo cada vez más necesario que la mu jer, sin abandonar sus tareas hogareña s o dejánd olas­quizás en manos de sirvientas su~titutas apenas remu­neradas, se incrirpore también a alguna actividad e co­nómica remunerada. De lo contrario la familia va no puede hacer frente a sus gastos. Sólo con una cre­ciente automatización v socialización de la ~ tareas

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hogareñas, más una creciente creac1on de puestos de trabajo adecuadamente remunerados asequible también para la población femenina, se vislumbra en algunos países más avanzados una transformación rad·ical ··de la presente división sexual del trabajo.

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Pero en La Paz el de~arrollo de las fuerzas producti- . 0a s y por tanto de las oportunidades ocupacionales es tá aún muy lejos de esta meta, Los ex-campesinos de-· la ciudad están - recién en una transición entre la eco nomía relativa mente natural del campo y la incorpÓra~ ción muy parcial de sus mujeres al trabajo remunera­do.

El cuadro 7.7 presenta esta situación al mostrar la ocupación del otro cónyuge de acuerdo a los grupos ocupacionales en que trabaja el hombre. o la mujer. La . conclusión más general de este cuadro es que el in­genio del residente para resolver su ·economía creando puestos precarios de trabajo, no le lleva aún a multi plicar notablemente las actividades económicas produc tivas de las mujeres. Los mar.idos ·sí trabajan en una proporción ma yor que los homb r es del conjunto de la ciudad. Del total de hombres mayores de 20 años en toda la ciudad, un 13 % no tiene aún una oc upación económica. En cambio entre nuestros hombres ex-campe sinos del Altiplano la proporción desciende al 7,5 %~ Pero en las Mujeres se da en todo caso ~el .LenÓmEno contrario: Sólo el 33% d~ las mujeres de toda la ciu dad pert e necen a la población económicamente activa,­p~~o eritre las esposas de nuestros ex-campesinos sólo el 30% goza de esta condición. 11

11. Es ta cifra es m ~s confi a ble q~e la gener a l de l c ua dro de ocu p a ci6n f em e n in~, donde. la asignaci6n de cupos para pcupaci~: nes menos frecuentes ha hecho disminuir el porcenta j e de amas de casa, corno hi_zo . dis minuir tamb i ~n el de sirvie n t ~ s, la otra actividad orincioal de las muieres. ·

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Sólo hay un · grupo ocupacional en que la tendencia a que ambos 6ónyuges consigan trabajo aumenta signif i­cativamente. Se trata de las actividades comercia­les, en las que casi la mitad de las mujeres ayudan activivam~nte a sus maridos, dedicados principalmen­te al mismo tipo d~ actividad. En el grupo arte~ana~ donde seria de esperar una complementación semejan~ te, ésta se da en una proporción ligeramente ·superior al promedia, · pero este aumento es menor al que podría supone_rse.

En el e~tremo contrario, los constructores y albañi­les son ~uienes tienen un menor porcentaje de eéposas dedicadas a activid a des lucrativas. Sólo el 14 % de sus mujeres tienen a:guna actividad económica, casi exclusivamente artesanal o comercial, fuera del ho­gar. Dada la inestabilidad ocupacional d e los albañi les, considec-amos que la razón no es tanto que el ma-:­rido con e s a ocupación se baste para mantener a trrda la familia. Sugerimos más bien otra explicación: El trabajo en las construcciones suele ser una ocupación iriicial, que se va dejando a medida que el residente se asienta en la ciudad. Por lo mismo las ~sposas de muchos albañile s o bien se han quedado ·aún en el cam­po en ·esp e ra de que se estabilice la situación ocupa­cional del marido, o por lo menos no han tenido aún tiempo de encontrar una ocupación complementaria para ellas.

La situación de las sirvientas es semejarite. Son muy paces los hom bres que aceptan que sus esposas traba­j e n como empleadas domésticas. Lo permiten sobre to­do lo s que tienen una ocupación Qa da calificada y . al­gunos obreros y empleados privados dedicados probable me nte a ocupaciones semejantes y más compatibles; co-:::­mo porteros o cuidadores. Ser emplead a do méstica es

también una ocupación de partida, como ser albañil. Un altísimo porcentaje de sirvientas (87,5%) son toda vía solteras y al casarse irán dejando esta ocupa- -bión, sobre todo a a medida que vayan teniendo hijos. Si la economía doméstica se agrava con la llegada de m§s hijos, la mujer se verá obligada tal vez a traba­jar de nuevo, pero ya no como sirvienta, sino sobre todo en activid a des caseras de tipo comercial o arte­sanal.

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Otra posible alternativa seria _el trabajo simultán eo del marido en más de una o~upaci6n. Nuestra encuest a no proporciona datos sobre ~l particular~ _pero tampo­co parece probable esta segunda alternativa, supuesto que s6lo una ~arte vive de trabajo asalariado fijo. Los pocos casos mencion ados espontáneamente por algu­nos entrevistados mu~stran combinaciones las más di­versas, desde un empleo salarial más otra ocupación casera, hasta la combinación d~ la actividad producti va y comercializadora de un mismo articulo dentro de­la única empresa familiar. Ninguno de los ejemplos muestra ~l a~ceso a dos trabajos asalariados. -

No olvidemos, con todo, que todos- estos residentes eran originalmente agricultores. Un 28% de éllos si­gue conservando tierras en su lugar de origen y las siguen trabajando o bien personalmente o más corrien­temente por medio de algún familiar con el que mantie nen ciertas obligaciones de reciprocidad . - Además -otro 41 %, si bien no tienen aún -tierras propias; es­peran recibirlas en herencia de sus familiares inme­diatos, con los que también mantienen relaciones se­m-e j a n t e s . 1 2

Un ca so aparte son los estudiantes. El 30% de ellos estudia y al mismo tiempo trabaja, situación por lo demás corriente en otros sectores estudiantiles de la ciudad. En una inmensa m~yoria de los casos la acti­vidad complementaria de estos residentes estudiantes es algún oficio de tipo artesanal .

7 .6 Ocupación y niveles educativos.

Loi niveles educatlvo~ en que se mue~e cada grupo ocu pacional nos ayudará a comprender mejor la falta de -calificación de la mayoría de ocupaciones de los resi de-ntes, y también nos permitirá establecer cierta gra daci6n dentro de ellas. Los datos básicos están pre--=­sentados en el cuadro 7.8 En el cuadro siguiente 7.9 se reordenan las diversas ocupacione s de acu~rdo a sus niveles educativos pro me dio.

12. Todo este tema se•§ estudiado en detalle último volumen de la serie.

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De todos es tos datos se siguen_ los siguientes p u~tos dignos de ser co men tados: En primer lugar, es notable el _bajo gra do de analbetismo en todas las ocupaciones mas~u lin as , con s6lo la e xcepc ión del grupo minorita­rio que no ha logrado superar el nivel·d e ocupaciones no c al ific a das, como cargadores, vendedores ambulan­tes y otr as se~ejantes. · Supuesta la edad relativa­mente joven de los re s idente s; est~ h~cho refieja e l gra n esfuerzo educacional re~lizado en el campo des d e la Reforma Agraria de 1953.

En la s mujeres, en cambio,. sigue sien-do aún importan­te el número de analfabetas en casi todas l as ocupa­c io nes , y de modo especial en las amas d e -casa: Dos de cada cinco sig uen siendd analfabetas . De forma más gen eral , los hombre~ han a~ab atlo el ci~lo básico mientras que .las mu j e res se han RLledado a la mitad, ' sin completarlo.

Puede 'llamar l a atenci6n a algunos que, con e xcep ci6n del número muy reducido de estudiantes y profesion a ­les, entre las mujeres los niveles educativos más ele vados, así co mo el men or porcentaje de analfabetas, -se encuentra precisamente entre l as sirvientas. Esta ocupaci6n tiene un s tatus social bajísimo en la ciu­dad y, corno hemos seAa l a do en pági~as anteriores, dis fraza en realidad una desocupaci6n forzada . Sin em-­bargo s6lo tiene un a tercera pa~te de las analfabetas q~e hay e n las otras ocup ac iones prihcipales de las mujeres y tiene un promedio de aRos de educaci6n sig­nif i cetivamente superior. ¿A qué se debe? La explica ci6n fun damental es relativa men te simple: Las sir- -vieritas son en conjunto mucha más j6venes que las d e ­más mujeres resi''dentes (ver el próximo capítulo), y por tento __ han sido más expuestas al nuevo e sfuerzo e duc ativo en el c amp o duran te las ' últimas d~cad~s- Pe ro, ade~ás, creemos que ha y otra explicación comple-­mentaria. Es distinto el status de una ocupación v is to de s de la ciudad o desde el campo. Desde la pers-­pect1v2 campesina, entrar a la ciudad para sei sir~ vienta supone un as-censo· social. Es aceptar el reto de la casi única a lt e rnativa realista que se le pre~ s e nte 2 la mujer c ampesin~ para salir de su situa­ción . Aunque carecemos de estudios par a cuantificar

34.

este punto, nos atreveriambs a afirmar que las j bv e­nes campesinas que dejan el campo pa~a entr~r en el servicio doméstico en la ciudad tienen un nivel edu­c ativo superior al de Rquéllas que se quedan en su casa. Recuérdense l o s tipos de ~dtivaciones expresa das por las mujeres para venir a la ciudad (capit~l~ 4.4). En c ambi o aquéllas que vienen como amas de ca sa, y probablemente también muchas de las que se h a~ hecho artesanas y comerciantes, vinieron no tanto por iniciativa propia sino quizás acompaAando a otros familiares varones, o sori ex-sirvientas más antiguas (y, por tanto, menos expuestas a la educa-

.ción) que post~~iormente se han establecid~ en nego­cio~~por su cuenta.

Entre las ocupaciones masculinas-s6lo hay una aparen te sorpresa: El nivel educativo relativamente eleva~ do de los obreros Fabriles. En realidad este dato viene a corroborar lo que ya hemos dicho en otras partes: En nuestro contexto socio-económico llegar a ser un obrero fabril es un privilegio, especialmen te para· los candidatos de origen campesino. Probabl~ mente, si incluréramos en el cuadro a los trabajad¿: res nacidos en la c~udad, el nivel educativo de los fab riles subiria aún más con relación al de otras ocupaciones artesanales, y al . de los comerciantes­~iajeros .

Ll ama la atención, también, que los empleados priva­do s - tengan un nivel educativo superior al de los em­pleados públicos: 7.6 y 5 . 6 aAos de educación, res­pectivamente. No sería sorprendente si se tratara de "oficinistas" propiamente dichos. Pero, como he­mos visto, la gran mayoría de empleados privados de origen campesino son en realidad garzones, mensaje­ros y otros individuos ~on trabajo de esta Índole . Creemos que, como en el caso de las sirvientas, in­fluye aquí la edad. En el mundo de los residentes, los empleados públicos suelen ser hombres más madu­ros que han llegado a una ocup~ción relativamente estable, . aunque con pocas pret~nsiones. En . c~mbio, los empleidos privado~ suelen ser algo más - jóve~es y están Pn esas ocupaciones de manera más pasajera.

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En el prb x imo capitulo profundizaremos más estos as~ · pectas. Ocupacione~ que no ex ig en necesariamente una

méyor calificación .º nivel educitivo puede ser que de hecho lo tengan, sÍ, "precisamente por su bajo rendi­~iento económico, reciben un a ~ferta ' de gente más j~ ven.

7.7 . Distribución ocupacional por barrios.

En el capitulo anterior vimos que la instalación del residente en uno u otro barrio de la ciudad no er~ del todo casual. Queremos ver aquí qué relación tie ne esta distribución e~pacial en la ciudad con las -ocupaciones de los residentes. El cuadro 7.10 y el ma pa 7 .. 1 resum.en esta información.

La gran· concentració~ de lo s residentes en una deter­m(n a da zona .de la ciudad, la ladera Oeste con el 43 % del total, y en una dete rminada categoría ocupacio-· nal, sobre todo en el caso d~ los varones (40% artesa nos), no s lleva a una primera constatación que a pri-::­mera vista dificultaría nuestro intento: La ladera Oeste tiene la máxima proporció~ de casi todas las

· ¿cupaciohes; y, por otra parte, en casi todos los ba­rrios lo s artesanos son ia principal ocupación de los varones. Y esta acup~ci 6n típica del residente ad­quiere su máximo relieve precisamente en esta zona ti pica del residente. .

En cierta forma la ladera Oeste es la zona de la ciu­~ad en que podrían estudiarse en detalle las caracte­rísticas de todo el conjunto de residentes ex-campesi nos procedentes del Altiplano, sin necesidad de am- -pliar la muestra a otros barrios. Fuera de la noto­

' ria ausencia de sirvientas, no hay otros rasgos ocupa cionales que estén indebidamente representados en · es-=:-

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Esta misma ausencia de sirvientas y el subsiguiente aumento de mujeres dedicadas exclusivamente al hogar es ~n. rasgo compartido por los demás barrios .popula­res y pobres de la ciudad. Con sólo la excepci6n del Alto Norte; en todo el cinturón elevado y pobre de la

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ciudad, formado por las laderas circundantes y El Al ­to, a umenta notablemente la proporción de mujere s de­dicadas preponderantemente a l a s ocupaciones dentro del propio hogar como amas de casa. Y dentro de est e mismo cinturón, los barrios más típica mente campesi­nos, a saber, los más antiguos si~uados en la Ladera Oeste, y los más recientes en El Alto Sur, son los que, además, ni siquiera tienen empleadas domésticas en porcentajes importantes. Este es un lujo ocupa­cional que sólo es posible si en la zona hay además

.otros grupos sociales con cierto nivel social y eco­nómico, no muy alto por cierto, que les permita man­tener a una empleada doméstica. En la Ladera Oeste y en el Alto Sur este nivel n~ llega a darse. Su po blación co mpuesta en .buena parte por ex-campesinos -debe apelar a sus propios familiares para el cumpli­miento de esas ta~eas doméstica~.

Pese a su menor concentración de campesinos, la zona de la ciudad que tiene residentes ex-campesinos con un status ocupacional más bajo es El Alto Sur, donde el 35% se concentra en las ocupaciones menos califica· das, sobre todo en la construcción, y donde, como aca bamos de ver, la-gran mayoría de mujeres se dedica al hogar, sin poder ser ni siquiera sirvientas. El res­to de El . Alto comparte sólo el primero Í:le los rasgos: la alta proporción de alb a ñiles. En conjunto El Al­to, aunque sólo alberga-a una cuarta parte de los re­s td entes e 2 4 % ) ' t i en e a ca s i 1 a mi ta d . de t b do s 1 os al bañiles . (47 %). Las. diferencias descubiertas ya en el capítulo anterior entre El Arto Sur, más empobreci do y con gente más pasajera, y El Alto Norte, se en-­cuentrari de ,nuevo aqt.ií: En El Alto Norte las propor­ciones de mujeres dedicadas al servicio doméstico o al hogar son más semejantes a las de los barrios in­termedios que a las de los barrios más pobres. La explicación de esta diferencia sigue siendo una in­cógnita.

Dentro "de las · zonas más campesinas de La Paz queda el área comeréial, que desde el punto ocupacional podría mas caracterizar como aquella en que los residentes han logrado ma yores éxitos, oero dentro - del esquema

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.el rasgo más importante ~s otro: Este es el 6nico ba rrio en que la mayoría absoluta de lás mujeres (56 %) se dedica a actividades distintas del hogar y del ser vicio d_oméstico. , El comercio es, como puede deducir-:­se fácilmente, la actividad m~s típica del barrio. Pe ro esta afirmación exige algunos matices. La mayor -concentración . de comerciantes, incluso en cifras abso lutas, se da ciertamente en esta zona ~e la ciudad, -llegando a superar a la Ladera Oeste, mucho más gran­de y poblada. Pero esto es válido sólo para el caso de los hombres, y -- tam b ién en este barrio -- en un n6mero siempre inferior al de los artesanos, que si­guen siendo por mucho el principal grupo de trabaja dores masculinos. -

El n6mero de ex-campesinas comerciantes es también im portante en estos barrios de la zona comercial, pero­en una forma' menos exclusiva que en el caso de los hombres: Hay m~s mujeres comerciantes, incluso en ci fras relativas, en la Laciera Oeste, y son también mu-:­chas las mujeres comerciantes . establecidas en El Alto ~arte y Sur. Cualquier visitahte habrá obse~vado la gran cantidad de mujeres comerciantes establecidas en los ihmensos mercados y en los puestos callejeros de la zona que ahora nos ocupa. Sin embargo la constata ción que acabamos de hacer nos lleva a una precisión: Muchos de estos puestos, sobre todo aquellos económi­camente más rentables, no están en manos de ex-campe­sinas sino de ex-vecinas de pueblos o de cholas naci­das y a en 1 a ciudad . Un a vez más vemos q u e ocupa c""i o -nes semejañies que en el caso de los hombres quedan relegada s a ex-campesinos, para el caso de las muje­res siguen reservadas a grupos sociales más alt~s, proque las posibilidades de trabajo para el ·sector femeriino son mucho más reducidas. Nuestros da tos in­dican también indirectamente que las ocupaciones co-

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merciales de las mujeres ex-campes1nas----st::i2Ten ser de niveles econ6micos inferiores a los de los va~ones.13

Los residentes establecidos en lo~ demks barrios de la ciudad se hallan en realidad en la otra ciudad, la de los no campesinos. Y ello se manifiesta en cier­tas tendencias ocupacionales contrapuestas a las des­critas hasta aquí, a pesar de que, también allí,predo minan los artesanos y puede haber pequeAos enclaves -de ex-campesinos, sobre todo en sus partes m§s altas todavía no urbanizadas.

Este Último rasgo se da sobre todo en los relativamen te pocos ex-campesinos establecidos en la larga cadé~ na de barrios de la periferia Norte-Este-Sur. Allí coexisten . los dos estilos, el descrito hasta ~qui, re flejado principalmente en el número de artesanos y el alto porcentaje de amas de casa, y el de ex-campe­sinos insertos en un servicio más directo en benefi­cio de la otra ciudad: sirvientas, en el caso de las

13. Esta observación no contradice otro hecho sociológico impor­tante. Cuando se pasan a la . ciudad, ~ay una minarla importan te de hogares en que la mujer adquiere un rol económico tanta o más importante que el del marido, precisamente porque cier­tas tareas que en el campo pertenecían sl .,r.ol . hoga .reño <:le la mujer, tales como cocinar y tealizar peque~as compraventas, ahora se convierten en oficios lucrativos. No es rara en es­tos casos que el marido pase a desempeAar un rol secundario, casi parásito, o que incluso se establezcan hogares y empre­sas matriarcales. .Este proceso tambi§n· se da en los pueblos de todo el pais donde existen· inclu~o con ciert~ frecuencia alcaldesas en vez de alcaldes. En nuestro caso aymara este fenómeno se da relativamente poco en el caso de las artesa­nlas de la confección, pues en el campo las actividades de

·costura, cuando implican un nivel profesional y el uso de la máquina de coser, son tareas p~incipalmente ·masculinas (a di ferencia de lo que sucede, por ejemplo, en el Valle de Cocha bamba). Si las mujeres participan en oficios artesanales- de la confección, lo hacen sobre todo como ayudantes de su mari do o de otros vcirones, pero no como jefes y empresarios. Es~ te rasgo cultural puede ser una de las razones del atractivo especial e . innovador que tienen los cursos de costura, acti­vidad femenina sólo en niveles limitados, en los proyectos rutales de oromoci6n femenina.

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La inserci6n directa en el servicio a la otra ciudad es más clara aún en la pequeAa minoría campesina esta blecida en los barrios fabriles más tra~icionales. -Allí sigue aumentando ligeramente la proporci6n de em pleados públicos . o privados (25 %) , pero sobre .todo -crece el porcentaje de asalariados obreros, propiamen te dichos (18 % , frente al promedio general del 7.%-;­apenas superado . en los barrios de.scritos_ hasta aquí) . Pero no deja de ser indicativo cte la~ pocas oportuni­dades laborales ofrecidas por esa _ciudad a los recién llegados, el hecho de que inclusci en esos barrios de fábricas, casi una tercera parte de sus residentes ex-campesinos sigan siendo artes~nos, y otra cuarta parte deba recurrir a los escalafones m§s bajos del

·rubro servicios. 14

S6lo el 3 % de hombres y el número mucho m§s impor­tante de mujeres (18 %) establecidos en el Centro y zonas residenciales -- la ciudad capital, estricta­mente hablando -- presentan una pauta ocGpacional cla ramente dif-erenciada de las anterio .res. Las mujeres van allá como servidoras directas de .la clase dominan te. En los barrios más pudientes, como CalEocoto o -Achumahi, estas sirvientas se verán obligadas incluso 3 vestir un uniforme especial. Pero el uniforme no logrará ocultar las condiciones laborales inhumanas exigidas por la gran mayoría de sus patr·onss ni · el car§cter subdesarrollado de la formaci6n· social que permite y hasta reclama ese tipo de ocupaci6n. .Por todo eilo, para la poblaci6n ex-campesina femenina, vivi~ en estos barrios residenciales es un signo de ascenso y 'de innovaci6n s6lo con rel~ci6n a la vida rutinaria y sin mayores horizontes econ6micos . v socia-

14. El nGm e ro de muj e res (14) en esta zona fabril· es demasiado ba j o p a r a h a c e r infer e ncia s est a di s tic a me nte ~§lida s en base a s u d i s tr i bu c ió n po r ce ntu e l.

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les que tenian en un campo cada vez m§s desestructura ­do. Pero, con relación a su carrer~ en la ciudad, est a ubicación en los barrios residenciales sólo ffiar~B el principio, y al eslabón -m§s bajo.

En cambio entre los hombres la situación es diametral­mente distinta. Los poquisimos que han llegado a es­tablecerse regularmente en estas zonas se dedican a ocupaciones .es pe c i f i ca mente urbanas , aun q u e se a n de

baj o status dentro de ~sta escala urbana. Esta es la única zona de la ciudad en que los artesanos son mino ria. La o"cupación preponderante es ahi l ·a de emplea-:=- . do (34 % del total), sobre todo en la esfera pública. Es esta también ·la zona en que aumentan m§s las posi­bilidade~ del ex-campesino para dedic ar se al estudio de forma primordial, aunque la propo~ción de estudian tes se mantiene incluso ahí en porcentajes muy bajos-( 13 ·%) .' .

Todas e s tas características reaparecen con ciertos ma tices nuevos si nos fijamos en la otra característica ocupacio~al: la categoria laboral. El cuadro 7.11 y el mapa 7.2 presenta su distribución por barrios de la ciudad, esta vez sin necesidad de distinguir por sexos, pues apenas existen variaciones que pudieran deformar la imagen: La gran ma yoría _de sirvientas se consideran empleadas eventuales, y pr§cticamente to­das las artesanas y comerciantes se considsran traba­jadoras por cuenta propia. En ca mbio las amas de ca­sa sin otra actividad co mplementaria, y la mayoría de los estudiantas de ambos sexos han quedado pr§ctic~­mente excluidos del cuadro.

Las diversas distribuciones de las categorías labora~ les según las zonas de la ciudad deter mina una ag~upa ción de los barrios que en gran parte coincide y ac la ra las presentadas hasta aquí. Se dan tres grupos -claros:

El primer grupo puede caracterizarse como aquellas za nas urbanas que si rven de entrada m§s o menos i .nesta-:=­ble en la ciudad, situació n indicada precisamente por l;~ a ltísimos porcentajes de trabajadores inestables,

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El segundo grupo est§ formado por el conjunto de zo­nas y barrios en que el campesino ll~ga ~ instalarse de manera relativamente estable pero a la manera cam~ pesina, o con formas de producción menos influencia­das por el capital . Estos barrios son aquellos en que prevalece el trabajo familiar o por cuenta pro­pia. La zona m§s lograda en este punto es sin duda la Comercial. Pero participan de e s ta tendencia, de una manera m§s o menos dialéctic a con la inestabili­dad característica del grupo precedente, los otros barrios m§s campesinizados de la c i udad. A saber, l a Ladera Oeste, y el Alto Norte y Sur, en niveles decre cientes. -

El tercer grupo es el de aquellos barrios y zonas en · que el_ campesino, q0e a lli forma una minoría, llega a instalarse en ~ategorias laborales de tipo m§s clara­mente capitalista, es decir como ~§alariado fijo. Ello sucede sobre todo en la zon~ fabril, en menor grado en l a Periferia Norte-Este-Sur, y --aunq ue no detectable directamente en el cuadro -- sin dud a en la pequeRa minoría de hombres y familias enteras ins­tala das en el Centro y §reas residenciales.

Es preciso subrayar, sin embargo, que el grupo de re­sidentes ocupados en condiciones laborales inestables y con contratos precarios es importante en todos los barrios de la ciudad y parece ser una condición casi inherente al tr ab a~o del ex-campesino llegado a la ca pital. Es la condición prevalente en el 41% de todo~ los ca mp e si nos residentes y en los de cuatro de las siete zonas en que hemos dividid o la ciudad . Sólo en la zona Comercial, la que tiene a m§s campesinos que se han logrado estabilizar - y reali~ar a la mané ra c am p es ina, los trabajadores prec a rios son menos de una -t ercera pa r te, pero incluso alli alcanzan a ser un im portante 28_% .

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Cada vez más en los a nál i sis prec edentes ha sido ne c e sario ir adqui~iendo una per sp ectiv a din§mica, di sti~ gu iendo zonas y o cu pac ione s es tab 1 e s o i n ·E s tab 1 es, de lleg a da o de asentamiento final. Este panor a ma se es clarecer§ mucho m§s en los pr6ximos capitulas, en que esta perspectiva d i n§ mica y ·cronol6gi ca pasar§ a un primer plano , al centrarnos en los procesos y se cuen­cias hist6ricas de la actividad oc u paci o nal de los re sidentes .

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(CUADRO 7.2. - pg.2)

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c1o

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ch

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, m

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s,

po

n c

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3

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7 ,

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8,8

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L PA

RC

IAL

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Ind

um

en

tari

a

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kio

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o

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icar

(neg

ocio

, k

iosk

o,

en

mer

cad

o,

con

-tr

ab

an

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tas)

2 3

1 6

6 ,9

1

,5

4. 4

. S

in

esp

ecif

icar

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2

4

4 3

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SS

,2

1

2 ,

1

&.

TOTA

L PA

RC

IAL

22

31

1

8

2 1

0

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10

0 ,o

20

'9

m

s.

Fu

ncio

nari

as

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ia,

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o

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rno

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ud

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un

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cto

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1 1

2 so

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,s

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3 1

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1,0

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L M

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1

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07

25

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0,0

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estu

dia

nte

s

son

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2, 7

%

del

tota

l,

con

d

os

sir

vie

nta

s

qu

e ad

emás

est

ud

ian

d

e n

och

e .

CUADRO 7. 5 . OCUPACIO!I DE LOS RESIDENTES POR CATEGORIA LABORAL, SEGUtl SEXO

HOH3RES

TIPO . TRABAJO

OCUPACIOilES NO OTRO OBRERO TRABAJA EVENTUAL HlESTAB • . EMPLEADO FAlHLHR PATRO!I

No Ca l ificado (5,9} 23,5 11,8 0,0 52 , 9 ( s ,9)

Constructores \

º·º 70,4 2 . 1 18 , 3 7 ' 7 1,4

Fabr~l (1,5) 21 ,5 75 , 4 (1,5) o ,o Artes . + Transp 0,3 41 , S 1,3 10,9 40 ,4 5 , 6

Comerciantes 2 ,2 6 ,5 3. 2 80,6 7,5

Funcion. Públ. (1,1) 18,4 3,4 75 ,9 (1,1) o ,o Empl. Privado 1,8 29,1 9 ,1 43 ,~ 10, 9 5 , 5

Estudiante 27 , 6 34 ,5 17,2 (6 , 9) 13. 8 0 , 0

Profesional 0,0 4 ,2 8,3 87 ,5 0,0 º·º TOTAL (15) (323) (25) (232) (259) ( 34)

% 1 , 7 36 ,4 2, 8 26,1 29,2 3,8

MWERES

TIPO TRABAJO

OCUPACIONES . NO OTjl.O OBRERO TRABAJA i:VENTUAL lliESTAB. EMPLEADO FAMILIAR PATRON

Amas de Casa Omitidas

S irvi eTttas 0 , 0 69 ,8 15 , 6 10,4 3 ,1 1,0

Artesanas 0,0 6 ' 1 0 , 0 93 , 5 o,o Comerciantes 0 , 0 1,4 27 o,o 94 ,6 1 ,4

TOTAL a --- ( 74) (19) (13) ( 117) ( 2 )

% --- 32, 9 8 ,4 5 ,8 5 2 ,o o ,9

Nota a . Incluye nueve de otras ocupaciones.

.!) 7-·,_

(

,(A ¡' I ;1 I' • I¡ ·

TOTAL

(17)

(142)

• : <1

re ! <~ (65.

(376

(93¡

( 87)

. ( 55)

( 29)

( 24)

( 888)

100 ,o

-

TOTAL

(96 )

(46)

(74)

(225)

100,0

CUADRO 7 .5 .

hom!:rr·es

r.iujeres

hor.i.bres

mujeres

DISTRIBUCIOll DE LA POBLACION ECONOMICAMENTE Ac:'iIVA DE LA CIUDAD

Total y ex-campesinos, 1976 DE LA PAZ SEGlJH CATEGORIA LABORAL .

TOTA~ DE LA ClUDAD"

Asalariados Ob:-4!ros Empleados

2 3 ,5

4 ,o

47 , 8

62,3

?io AsalariadOS Familiar o Patrones por.cuenta .propia

25,ó

.32 ;9 ..

2 ,1

·0 , 8

RESIDENTES EX- Ct\MPESINOSb

Asala~iados No As~lariados

!:'lentuales Obreros y Fami l iar o Patrones

empl. fijos por . cuenta prop i a

37 ,o 26,6 29 ,2 3 , 8

37,9 5 , 2 51,5 0,8

Población t ota l

(N)

( 1 39 . 301)

( 67.299i

Tar.año de la Muest'C'a

(N)

( 888 )

(225)

fuentes: a . Cens6 Nacional 1976 (ver Cuadro 7 . 2 )

b. Encuesta de CIPCA (ver Cuadro 7:4)

En ambos casos se han omitido aquellos que no especificen ~" categoría l aboral.

-58-

CUADRO 7.7. OCUPACION DE LOS ESPOSOS SEGUN LA OCUPACION DEL OTRO CONYUGE

Ocupación del Varón

No calificada

Constructor

Fabril

Artesano

Comerciante

Func. Público

Empl. Privado

Estudiante

·Profesional

TOTAL (n)

%

O~upación de la Mujer

PJna de casa

Artesana

Comerciante

TOTALª (n)

%

Ocupación de la Esposa

No tiene Sirvienta Artesana Funcionar. o no ca- o públic. o lificada . . come~c . privada

64,7 17,6 17,6

85,6 2,1 12,4

76,4

66,3

~ 77,9

65,B

71,4

71,4

474

69,7

No -tiene

7'1

6,5

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a. El total de mujeres añade siete sirvientas y cuatro con otras ocupaciones.

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(10) (403 ) 3,0

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NOTA: Siet~ muje'!."'e s de ocu;nciones vari.as no han sido incluídas para porcentajes .en

su5 o-::upacio:ie s pcr ser- un nl:.mer::i -estadísticaw~ ¡:te no significativo. Pero han

s ido incluídas en el total final.

-60-

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8. LA PRIMERA "PEGA"

No hav otro momento más importante para el campesino que ha decidido dejar sus chacras v su comunidad ~ara lanzarse , a la aventura, que la búsqueda de su primer trabajo en un nuevo mundo, más o menos hostil. Este es el momento en que el posible conflicto econ6mico, soci~l v cultural entre el lugar de Qrigen v el de llegada puede alcanzar su máxima expre-sión. --- Al '. \n'is·mo tiemp6, los primeros pas6s marcan muchas veces fado lo que vendrá después. Por todo ~ilo, ~onsideramos importante dedicar ~n capitulo especial a este tema. Dentro de él damos especial importancia a su aspecto más objetivo: ¿cuál fue la primera inserción de este campesino recién llegado en el mercado de trabajo ofrecido por la ciudad?1

r. La encuesta en ~ue se basa este estudio · puso un hincapié es pecial en conocer la historia ocupacional de los entrevista-=:­dos, en la convicción de que éste es un punto clave para com prender en concreto la manera e~ que ~na determinada forma-­c ión social inc1de en los individuos y los p~ocesos que ello desencadena.

Las preguntas fundamentales utilizadas _para este fin se re­fieren a los d~versos lugares, actividades, edades y dura­ción de cada actividad oor las que ha ido pas an do el res_ide.!:!_

-65-

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B.l. La edad del primer trabajo

Ante todo debemos retomar aqui un tema que en forma más genérica va fue abordado más arriba (ver 3.4): la edad del primer trabajo. A diferencia de aquel trat_§_ miento inicial, aqui no nos interesa tanto la edad de llegada a la ciudad, sino la edad del primer trabajo fuera de la comunidad, sea o no en la ciudad de La Paz. De s cartamos ta~biéri aquellos ~asas en qué se lleg6 a la ciudad sin ~ener un~ activ~d~d precisa,sim plemente acompañando a la .Familia o permaneciendo co mo desocupado en casa de · algu-nos parientes. · Pero s.í­inclµimos para fines de análisi~ a aquellos que deja­ron el campo para estudiar.

Al mirar en detalle la edad de incoiporaci6n al pri­mer tra bajo corroboramos la afirmaci6n hecha más arri ba de que el campesino liega a edad muv temprana a la ciudad, porque se incorpora muv pronto a la actividad laboral. Esta informaci6n ha sido sintetizada en el gráfico 8.1 v, con mavor detalle, en el cuadro 8.1 v gráfico 8.2 • . El primer gráfico nos muestra la distri

te G~s s e el momento en que dejb su lugar de origen. La com­plejid ad de si tuaciones presentadas obliga a que· muchos as­pectos de estas preguntas permitieran respue s tas abiertas. No tod~s los entrevistados contestaron con igual lu jo de de­talles, pero en conjunto se _ ha logrado recopilar materia1es sumamente ricos. A través de ellos intentaremos llegar a ge neralizec iones dent ro ·de una línea · metodológica que mantiene ci e rto parecido con las llamadas historias de vida pe ro que, a dife ren cia de estas ~ltimas, pretend e superar la individua lidad de cad a histori a .

Dado el carácter semi-abierto del material, muchos de lo s da tos de este capítulo y los siguientes, sobre la evoluci6n -ocupac io na l, han podido ser analizados sólo en su bmuestras y

· ha n debido ser procesado s de manera manual, con sólo la ay u~ da, indudable me nt e valiosa, de la ~equeAa comp uta dora TI-59 progr a~ab le. Por una parte e llo ha rest a do ci er tas posibili da des, por lo tedio sa y lenta . que resulta est a forma de aná-::­li s is. Pero, por otra parte el acceso perman ente a este ti­po de datos originales nos ha perm i tido un méjor refina mien­to cualitativo y tener _en cu enta numerosos matices.

-66-

oución general por edades, según el sexo, mientras que el citro gráfico y el cu a dro 8.1 desglosan esta in fo~mación ' de acuerdo a las diversa~ ocupaciones y muestran además las características de la curva dis­tribucional de edades.2

Cuando el director de la excelente película boliviana Chukiagu presenta como primer protagonista al pequeAo campesino Isico buscando trabajo en la ciudad no obs~ tante sus pocos aAos, no hay ninguna exageracióh.Nues tras cifras y gráficos contienen referencias implíci-::-

2. La s c arac terístic as incluidas en el . cuadro son las siguien­tes:

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Edades máxima y mínima en que el campe sin o se ha incorpora­do al traba jo fuera de su comunidad.

Edad interme d ia (promedio entre 1~ máxima y la míni ma) y edad promedio de todos ltis que se han incorporado en una de­terminada ocup a ción, por sexo.

Este 61timo es, sih duda, el indicador más signi ficat ivo de todos los presentados, pero muchas veces no basta para tener una apreciación co mpleta de la s itu ac'l:Óffi- - Prir .. ·e·so · n·emos "in­cluido en el cuadro otras medidas indicadoras del grado de normalidad y di sp er sión de cada curva. de edades; a saber, l a desviación· standard, ·1a Kurtosis y la .. s .imetri.a o . skewn e_ss.

Una curva con distribución normal (o "ca mpana") tiene una kurtosis con val ores alrededor de 3. Valores menores indican una di st r ibución achatada (con má s casos en ambos extremos del valor moda l); va l ores mayores indican una distribución puntiag uda (con una alta concentración de casos cerca del va lor modal). -

La simetría -·(o ske~ness) indica l a inclinación de la curva hacia uno u otro extremo, hacia la derecha o la izqui er da del valor promedio. Si el valor es positivo, la curva ti ene una cola larga hacia los valores altos y una pendient~ pro­nunciada hacia los valores . más bajos. Esto es lo que sucede en casi todos los casos aquí a nalizado s , en que la pendiente brusca es hacia l as edades menores que el promedio, mientras que en lado de las edades mayores hay una cola mucho más lar ga pero con pocos casos. Si el valor es negativo, sucede l~ contrario. ' Valores positivos o negativos inferiores a D,5 indic a n una curva o distribución prácticamente simétrica. En cambia, valares superiores a 1 indican una fuerte asime tría o inclinación hacia u na u otro :-~da. · .-, .. E"í". ··--l ·o·s -···do·s ·ún"i:cas · ca-

-67-

tas a muchos Isicos qu~ llegaron a la ciudad en cir­cunstancias semejantes. En el momento en que empeza­ron a trabajar fuera ·de sus comunidades, uno de cada cinco campesinos (19%) ho llegaba a los . 15 aAos, es decir tenía una edad comparable a. la del Isico de la película, y más de la mitad (52%) no ,lleg a ba a los 20 aAos. Todos esos cálculos excluyen al 10 % de campe­sinos que ha dejado sus comunidades para estudi~r en l a ciudad.

En el caso de las mujeres su juventud es aún más noto ria. Descartando a las amas de casa, · a un 1% de jo­venci ta s que se quedaron simplemente ayudando .en su propio hogar, y a otro 2% que venieron para seguir e~ tudi ando , el porcentaje de niAas · mencires de 15 .a Aos venidas a la ciudad simplemente para trabajar y gana.!_ se l a vida es de un 24 %, es decir una de cada cuatr~ Y una gran mayoría (59%) de estas mujere~ no llegaba a lo s 20 aRos de edad cuando empezó a trabajar en la ciudad.

sos de valor negativo seRalados en nue stro cuadro, se trata de va lor es muy bajos, que no permiten hab l ar r ealmente de asim e tria.

Las co l umnas correspondientes a las edades de· los hombres, v de las mujer es (con o sin amas de casa) en el gráfico 8.1 pu e den servi r como una ilustración correspondientes a la s

.med idas seRa l adas en las totales finales para cada sexo en el cu ad ró 8.1. En los tres casos se trat a de curvBs con una pronunci ada kurtosis, m§s .pronunciada aGri en el . caso de las mujer e s , sobre todo cuando no se considera a la s amas de ca ­sa. Hay también una clara asimetría hacia las edades jóve­nes (con larga cala h~c i a las e dades vieja s) muc ho más nota­ble en el caso de las mujeres. La inclusión o no de las am a s de casa en l a curva. de edad para las mu jer e s hace variar la desviaci6n standard, pues son principalmente las amas de ca sa las que llegan a La Paz con una Fuerte dispersión de ·edades .

Nótese; con todo, que l as curv a s por ocupación e n el gráficci 8.2 no sirven para visualizar la kurtosis. Pese a la imagen gráf ica, l a kurtosis de las sirvi entas, por ejemplo, es más baja que la de lo s comerciantes. (4 , 9 y B,9 respectiv am ente). Es que en este gráfico l as alturas no se basan en la distribu ción porcentual dentro de c a ca ocup ación, s ino en l a distribu ción según ··el núm ero ábs .oluto de -casos. De esta f orma se en-=:-

' fatiza, más b ien , la diversa importancia relativa de c a da o cu pa c ión de ntro del mercado inicial d e trabajo que encuentran -lo s camp esi nos recién salidos de sus co munidades .

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El cuadro nos muestra que las edades min1mas puede ser mu y bajas. Ha y a 1 b a ñil··es, ., ayntlantes··-.. de ·- ··s·a-str-e "- "G panadero y sirvientitas de sólo siete años de edad. Un 5 % de las empleadas domésticas empezó con este trabajo antes de los 10 años, y un 15 % de los hum­bres que empezaron con trabajos no calificados, como cargadores cobradores de colectivo o vendedores ambu­lantes, tenía entre 7 y 10 años de edad, Hay varios residentes de Santiago de Ojje que empezaron su carre ra laboral a los 10 y 12 años de edad trabajando como chasqueros en alguna de las minas cercanas a La ~az. Aunque los ojjeños, que llegaron en tiempos más anti­guos, predominan en estas edades mínimas, hay casos provE~ientes de todas las provincias y representando ta~bién épocas más recientes. Es un truco ya sabido que a veces algunos de estos niños campesinos tapa bien su cara con un lluch'u-pasamontañas que apenas descubre sus ojos, en el intento de conseguir más fá­ciilm~nte algún trabajo eventual a pesar de su corta edad.

Pero tampoco puede decirse que todos los campesinos llegan jóvenes al trabajo. En realidad, dentro de la juventud general del conjunto, hay muchas variacion~s según el J,ugar de origen ·(ver 3;·4) y ·s·egún el ttpo de oc Úp ación • Este ú 1 timo punto es· e 1 que a i:¡ u í más nos ihteresa: lQué tipo de ocupaciones son más propensas a recibir a jóvenes o a nuevos inmigrantes de edad más madura? Miraremos de respondet la pregunta en los próximos párrafos.

8.2. Las ocupaciones para campesinos jóvenes.

Hay algunas ocupaciones en ·que la concentración de jó venes es mucho mayor.3 Es ~ecir, hay ciertas ocupa--

3. Esta concentración viene inicialmente señalada por el prome­dio de edad joven. Pero evidentemente es m&s importante si además la desviación st a ndard tiene valores bajos y la kurto sis los tiene altos. Ambos elementos juntos sólrr se dan e n­el caso del cuartel,hecho que resulta obvio.Pero en relación a otras ocupaciones, ocurre una mayor concentración en las que aqul comentamos. Criterios semejantes han sido utiliza­dos en el análisis d e los demás c q~upos ocupacionales.

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c l ones cuyas exigencias y cuya orerta de trabajo las hacen más adecuadas para recibir a migrantes jóvenes. Son principalmente las que describimos a continuació~

Las ocupaciones artesanales.

Númericamente este es el grupo ocupacional que absor­be mayor cantidad de mano de obra . joven. El promedio de edad de entrada a estas ocupaciones tomadas en con junto (sin los albañiles) es de 18,8 años, con algu-­nas variaciones según la rama artesahal: los más jóve nes son los sastres y costureros d~ - ropa en general,­'s e guidos por los panaderos y ct~os dedicados a la ali me ntación. Hay un f actor extrínseco a la profesión -que acentúa esa tendencia: la mayor proporción de ojjeños antiguos entre los que se introdujeron en La Pa z con estas ocupaciones. Sin embar~o en -el conjun­to de quienes empezaron como artesanos prevalece la edad joven, pero no de manera exclusiva: hay también una dispersión relativamente fuerte que muestra gente de toda edad entrando en esas mismas ocupaciones, in­cluso en épocas más tardías de la vida. Las "otr~s" ocupaciones artesanales (ej. carpintería, mecánica) tienen una edad de ingreso algo mayor.

Casi todos los que entraron jóvenes en cualquiera de las ramas artesanale~ aclaran que se iniciaron como ayudantes, es decir, se iniciaron probablemente sin ninguna calificación y muy baJa ~aga, empezando posi­blemente con actividades múltiples como cargador o trajinador de las cestas de pan, distribuidor de los artículos producidos y otras comparables a las de un mensajero o criado. A cambio de todo ello, poco a po co el joven recién llegado va aprendiendo el oficio,­y es más prob-able que se consolide como maestro y se establezca por cuenta propia.

Los estudios

Nuestros datos restan importancia a una creencia muy Qeneralizad~:~la importancia de una mayor educación en la ciudad, como factor de ' la migración ·rura-1 a la ciudad. Nosotros mismos antes de la encuesta pensá­bamos que la incidencia de este factor seria mucho mayor.

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Los estudios han sido la primera actividad del migr an te en uno de cada _diez casos, o bieñ ;rnr ' .ser -.es .te , .. el­mo tivo de la migración, o b ien porque el muchacho acompañó a sus padres adultos inmigrados por motivos de t ribaj o. El porcentaje aumentaria algo si incluyé ra mos a lo s que, ade m§ s de ga n a rse la vida con algun~ profesión, iban estudiando de noche. Entre los varo­nes los estudiantes repres ent an el 53 % de quienes iniciaron sus ac~ividade s a nt e s de los diez años de e dad, y· sólo el 22 % de todos los que las inic i aron antes de sus quince años. Entre las mujeres la pro­por ci ón es muchisimo menor, como veremos m§s adelant~ No ha y tampoco ning6n incremento de estu d iant es entre los que han llegado a La Paz en épocas m§s recientes

·ex cepto con relación a los llegados antes de la Refor ma Agraria, que venían a estudiar en proporciones a6n menores (5,5 %). ·

Aun que carecemos ·de cifras para confirmar nuestra im­presión, creemos que esta situación contrasta con la de los migrantes campesinos lleg a dos a la ciudad des­de Yungas y colonización. Entre éstos es mucho m§s corriente que se envie a los hijos a La Paz para que estud ien y así puedan tener m§s adelante me jores op­cion e s para ganarse la vida. La d~ferenc~a ~ e ~ebe

sin duda a que el ca mpe s ino de estas zonas subtropica l es se mueve de manera mucho m§s definitiva dentro de una economía mon~taria. Aunque sus Bon~iciones de vi da no sean mucho mejores, ciertamente maneja mucha -m§s plata que el campesino del Altiplano, el cual re­suelve a6n muchos proble ma s económicos al nivel del autoconsumo sin circulación de dinero. Y educar a un - hijo en La Paz ciertamente cuesta dinero, por mucho que se recurra a parientes o padrinos. En el campo del Altiplano existe un deseo semejante al de los yung u eños, con relación a una mejor educación de los hijos, sobre todo varones, si ea posible, in­cluso en La Paz. En nuestro an§lisis de motivaciones (4.4) hemos pre s e n tado varios ejemplos de ello. A ve cesi cuando los hijos son m§s que los terrenos, sus -pad res hacen una especie de repartición inicial de lo los terre no s , sus padres hacen ~na especie de repar~i ci ón inicial de los recursos, de modo que a algunos -de los hijos (especialmente al menor, que seguir§ cui

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dando a sus padres ha s ta el fin) se le s asegura el fu tura acceso a la ti er r a , mientras q~e a al~6n otro, -por una especie de compen s ación, - se le dan mejore s oportunidades de ·educación, para que después pueda abr ir se camino por su -cu e nta. Pero muchas veces el de se o no puede materializarse por falta de recursos,y el jov e n sin esp e ranza de terrenos viene a La Paz sim plem e nte a la deriva, en busca de la primera alterna-:" tiva . que se le presente; ·

Como era de supon~r el grupo .de estudiantes es el que tie ne un promedio de edad m§s joven. Pero al mismo tiemp o l a gama de edades es may or de lo que podría ha bec-se esp e rado. Un 18 % de ·estos estudiantes ex-cam-:=­pesinos ha lleg ad o para estudiar en la ciudad después d e sus 20 años. Recuérdese que adem§s hay otro grupo que estudia de~pués de haber dedicadci varios años a otras ocupaciones. En colegios nocturnos y .en cen­t ros CEMA de e ducación acele ra da es frecuente encon­trar a hombres ya casa~o s . Si el camp es ino migrante no estudia m§s no es por falta de interés sino por falta de recursos. Por lo .general ha interiorizado l a id eol ogía do mi nant e de que su falta ' de progreso se d~­b e a su ignar ancia y, s i pued e , bu·s ca sobre todo este camino par a progre sa r o al ms nos para progresar o al me nos •para da r mejores. oportunidad es a sus hijo s •

El cua.!-te l

Nue s tros dato s po nen en duda otra cre encia muy genera lizada~ Aunque inudablemente · hay - algunos casos en -que el cuartel ha sido la - puert~ de e ntrada a - otras ocupaciones fuera del lugar de origen, ello ocurre mu cho menos de lo que se supone, al menos en los migran tes campesinos del Altiplano. En realidad hemos vis-:=­to que la mayoría ha dejado el campo antes de ir al cuartel. Sólo un 1 % menciona el cuartel como su pri mer.a sctividad fuera de la comunidad y, por tanto, ca mo el trampolín inmediato para su traslado a la ciu-­dad. Puede ser qu e la proporción real' sea mayor, y · algunos simplemente hayan dejado de me ncionar este p_¡:_ riada rutinario de su e xis te nc ia . Pero llama la aten ción que s ólo en tres casos (30 %) de lo s que mencio~

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nan el cuartel se trata de individuos que han realiza do el servicio militar cuando les tocaba r .egu-1.ar.'iJer..fe, a los 20 aRos. El 70 ~ restante indica que entr6 en el cuartel más · temprano, es decir como voluntarios, de modo que a su paso por el cuartel debe realmente interpretarse como la v1a escogida para salir de la comunidad.

En las reg i ones rurales cubiertas por nuestra encues­ta el paso por el cuartel ya es una rutina de la vida de casi todos los hombres, sobre todo en los Últimos aRos. Es una es~ecie de rito de paso muy integrado ya en la cultura aymara actual. La ida del joven ca~ pesino al cuartel, y sobre todo su retorno a la comu­nidad es objeto de una fiesta especial, muchas veces publlcitada a través de las radios aymaras que con es ta ocasi6n dedican ramilletes musicales al Machak -(~nuevo) Ciudadano. Las jovencitas del lugar no consi derarán hombre maduro al joven que no haya pasado po~ ~l cuartel y serán reacias a casarse con él.4 As1mis mo los j6venes · establecidos desde antes en La Paz pa~ san también por el servicio militar. Pero realmente ni para los j6venes que siguen en el campo ni. para los q~e ya viven en la ciudad el cuartel es ~sta · espe cie de primera ventana a un mundo desconocLdo. En -realidad estos campesinos de regiones rurales más cer canas a la ciudad ya han tenido la oportunidad de so~ marse a otras muchas ventanas. El cuartel a lo más les abrirá aún más el horizonte, o tal vez les seA~la rá pistas concretas, por ejemplo para encontrar una -pega como carabineros o guardias de tránsito. Pero en la gran mayoria de ~os casos el estimulo y la opor tunidad de ve~ir a la ciudad llega ya por otros cami~ nos. El" paso por el cuartel como canal de escape del campo tal vez sea todavia un proceso real en otras re giones más aisladas. Pero ya no lo es entre los cam~ pesinos del Altiplano.

4. Entre otros motivos, por el mi e dó d ~ qu e posteriormente dich o joven vaya al cuartel y ya no retorn e , de jándolas plan ta da s .

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Los garzones y mensajeros.

Otro grupo ocupacional con un promedio de edad bajo (18 aRos) es el de los empleados privados, que en es­to se contrapone claramente al grupo d~ los empleados públicos. En este grupo ocupacional hay, a decir verdad, · una larga cola de casos cada vez más esporá­dicos de gente ya mayor que llega también alli en busca de su primer trabajo en la ciudad. Pero los j6venes predominan en mucho. Más aún, la frecuencia modal · o prevalente está en torno a los doce aRos, he­cho que no ocurre ni siquiera con los estudiantes(ver el gráfico 8~2). La explicaci6n debe buscarse preci­samente en el carácter p12cario de estos primeros em~ pleos en los servicios privados. Sobr~ todo cuando se refiere a la primera ocupación se trata de cargos pésimamente remur;erados como los de garzones o cape­ros en los restaurantes y pensiones, ascensoristas o más frecuentemente mensajeros en las oficinas. Sólo hombres adultos muy desesperados por conseguir algo o que han tenido la suerte de encontrar un buen em­pleador aceptarán este tipo de empleos.

Con todo las oportunidades ~e encontrar trabajo en es tos rubros son más reducidas ~ue en otros. S6lo un 6,5 % encontró por primera vez trabajo como empleado privado, incluso en estos trabajos menos calificados.

Los cosechadores eventuales.

La última ·puerta de entrada caracteristica ~ara la gente más joven es el trabajo en otras partes del cam po, antes de venir a establecerse en la ciudad. La -importancia de esta alternativa es•menor que otras, y sólo afecta a un 3,3 % de nuestros entrevistados. Pe­ro recuérdese que esta cifra se refiere s6lo a quie­nes posteriormente se han establecido en la ciudad. Si se incluye además a los que posteriormente se han quedado en el Oriente u otra zona agric~la no tradi­cional, y a los que retornaron a sus lugares de ori­gen, las cifras aumentarian indudablemente, aunque nunca e n proporciones · comparable s ni de lejos é las d e los que se establece n directamente en la ciudad.

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Según el censo de 1975 el flujo a~ual oe campesinos de todo el departa mento establecidoe. en ... s .u.s .. za.nas .. de colonizaci6n representa menos .de una vigésima parte de los que· en un · mismo periodo de tiempo se estable­cen en la ciudad (ver 3.3). En general entre los mi grantes del Altiplano establecidos en la ciudad Ao -es importante este tipo de migraci6n a la ciudad por etapas,· de la que tanto suele hablar la literatura especializada en esos temas.

En realidad esta modalidad s6lo tiene cierta impor­tancia entre los migrantes procedentes de la provin­cia Omasuyos, donde afecta a un 8 % de todos sus cam pesinos residentes en La Paz. Se da también algo en-::­tre los migrantes de Pacajes, provincia que contribu ye ·notablemente con nuevos colonos en la regi6n de -Carana·vi y Al to . Beni, y s6lo en forma muy esporádica en Aroma y Ojje. No ocurre con migrantes de Ingavi, pese a que . una de las zonas encuestadas, Jesús de Ma­chaca, tiene también una fuerte corriente migratoria hacia Caranavi.

El hecho de que la mayor incidencia de esta modalidad ocurra precisamente en Dmasuyos, una de las provin­cias menos ligadas a los procesos de co~onizaci6n,nos lleva a pensar que la causa no debe b~scarse ahi. En

r~alidad cuando una regi6n o comunidad ti~ne muchos paisanos como jornaleros eventuales (mink'as) en ép~ cas de mayor trabajo o como nuevos co l onos. Pero es tos a lo más ·se qu edan ahi; no vienen ya a estable-­cerse en la ciudad de La Pa~. En· cambio los j6venes de Omasuyos sienten ~ás que otros la necesidad de bus car alternativas de cu·alquier tipo ante la escasez de te~renos, y por otra parte ho tienen una infraestruc­tura de recepci6n en la ciudad a cargo de paisanos y parientes · ya residente-s. En esta· último se diferen­cian de . los j6venes de Ojje, que iienen problemas por lo demás se~ejantes.

Son varias las alternativas de trabajo ·agricola fuera de la comunidad: La más corriente es ~ ir como chaquea dores o preparadores de terrenos nuevos ·ganados a la­selva, o como cosechadote~.ª alguna de las zonas de

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8. 3. Dcupaci.ones para campesinos mayores.

En general las .primeras ocupaciones con edad prom~dio de ll e gada más elevada suelen caracterizarse por s us bajos porcentajes. Es decir, son ocupaciones por las que no suele empezarse, sino que se llega a ellas de_§_ pués de ha ber transcurrido varios aRos en otros traba jos. Pertenecen a este grupo los empleados públicos­( sobre todo aquellos que no son policias o guardias), los obreros fabriles, los transportistas, y los prof~ sionale s .

Entre estos últimos ha y que r~cordar : que práctic amen-. · t e el Único ramo profes i onal abierto al campesino es e l de prof es or, sobre todo rural. La trayectoria en­tonces suel e s e r por et a pas: dejar el campo para ir a la normal rural o a una escuela rural como profesor inter i no; vivir durante unos cuantos aRos en las di- . ver s as e s cuelitas rurales que se le asignan al nuevo profesor, alternando este trabajo con estan~ias en el lugar de origen durante las vacaciones; y en algunos casos, establecerse al fin con la familia en la ciu­da d, so br e todo para asegurar una mejor educaci6n a los h ijo s y , claro está, p a ra consolidar el nuevo sta tu s de prof es ion a l. Entonce s se procura ir logrando­pue s t o s d e tr a ba jo cada ve z má s cercanos a la ciudad ha s t a a caba r v i vie ndo r e gularm e nte ahi.

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Para lo s in migr a ntes tardíos es más f ác il enc ontrar ocupaci6n en otros grupos cuya c a ractettstica es su apertura a camp e sinos de toda edad y condici6n. Es­tas ocupacione s vienen indicadas e~ el cuadro por pro medi os de edad s6 lo ligeramen t e superiores a la medi-:=­da general y por una desviaci6n standard o dispersi6n de edades muy nbtoria. ·

Los dos ca s os más corrientes son .el de lo s a l bañiles y ramas anexas (a doberos, empl e aclos por el Se rvicio Nacional de Ca minos dentro o fuera de la ciudad), y

el de la variadísima ga ma de ocup~ cfones no califica­das. Tampoco e s raro encontrar artesanos que se ini­ci a n en el oficio después de los treinta años , aunque en es te ramo son muchos má s los que se iniciaron des­de j 6venes co mo aprendices.

El ca s o de los comerciantes merece un análi~is más de t enido, pues en esta ocup a ci6n exist en algunas va rían tes muy diferenciadas. Por una parte en esta ocupa-­ci6n, a diferencia de las de más regularmente escogi­das pa r a el primer trabajo, casi no hay mu ch a c hos me­nores cle 15 años, pe se a que el caso extremo es un mu chacho de s.6lo 11 años. Pero a parti_r de los 15 años los co mer c iant es empiezan a: ser num er.o s o s, ·de· manera que el 44 % de quienes se iniciaron con e sta ocupa­ci 6n t i enen de 15 a 19 añ o s . Finalmente, el número de los may ores de 20 años sigue manteniéndose relati­vamente alto, con o tr o 52 % que dejaron su comunidad para dedicarse al co me r cio entre los 20 y los 35 años. Recién a partir de esta edad, en que ya es raro venir s e a la ci udad, el número de nuevos comerciant e s dis~ mi nuy e bruscamente. Estas peculiaridad es han sido contrastadas en ' el gráfico 8.3, con la distribuci6n por edades de todos los migrante s ·varones, mucho más normal aunque tamb ién más inclinada hacia las edades j6venes.

Recordemos que, sobre todo - si se trata de la primera ocupaci6n del ex-campesino, aquí ~os re f erimos princi palmenie ~ una f o rma de cG.~ercio o negocio qu e requie re mu cho vi aj e entre el c am po v l a ciudad, para resc~ tar producto s o para coloc a r allí art ículos manufac t~

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ra dos, o fi na l men t e para realizar co ntraba nd o en pe ­qu e ña es cal a en la cercana frontera per uan a . Salvo e n e l caso en que esta acti v id ad se r eal iz a junto co n otro a dul to~ no es ~an fáci l que muchachos j6venes . queden invol~crados en estos negocios que exigen cier ta habilidad 'para reg a t ea r y to mar decisiones rápi- -d a s , · Más bien sorprend e que sean tantos los j6v e nes ~enores de 20 años dedicados ya a e s ta actividad, Lo s campesinos que emig rar on a tra vés d e esta act ividad inicial provie~en ~o b re todo de la s prcivincias de Orna suyos (casi fronteriza con el Perú) y d e Aroma (sobre l a carretera ~s~altada ~ue va de La Paz a Druro y de ahí . al resto del . país). Entre los más adultos hay también cierto número de com e rciantes de Ing a vi y Pa ­cajes. En cambio n ingú n ojj eñ o se inici6 en es a acti v~dad a pesar d e que su comunidad de origen está en -p lena frontera con el Perú. .

8.4~ Las oc upacione s de llegada de l~s mujere~

Por la s poca s alternativas qu e se le ofrecen, el pano rama ocupaci on a l d e l as mu j er es c ampesinas en la ciu-:=­dad es siempre más fác i l de des cribir.

Aqu í debemos di stin gu ir entre aq ue lla s muj~res q~e vienen en busca de trabajo, q~ 2 son la gran mayoría, v las que v i niero n a La Paz fJndameritalmente para acompañar a sus padres o a sus esposas, es dec ir , e l 15 % que iniciaron su migraci6n como am as de casa. He mas inclu ido en este grupo a un as pocas niñ as que 11~ garon a la ciudad con sus padpes o pari e nt es sin en-­trar en ningún tipo de tr ab ajo, sino que simple me nte ay ud aba n en las fa~nas de su propia c asa . · Las amas de c asa; como es natural, tienen una edad promedio de llegada muy superior a todas l as dem á s muj eres y una gran di spe rsión de edade s , aunque predo mi nan las espo sas j6venes, que están entre los 20 y los 25 años de­ed a d (2 9 % del total).

Má s interesa Bquí la . primera ocu pac i6n de aque llas que y inieron en bus c a de tra b a jo . Más d e dos terce­ras partes de éstas llegan par a trabajar com o emple a ­das dom ésticas (58 %). El promedio de e dad de l as sirvientas ( 17 años) es más bajo que el de cual ouiera

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de las ocupaciones de los hombre s (salvo los estudian tes), y son muy pocas l as que entra:. · en: ·el ·ser·viciu -doméstico después de ~os 25 añ os. Con t~do deniro de una misma tendencia general hay cl aras diferenci a s en l a ~ d a d de entrada en el servicio do més tico, de . acuer do al lugar de origen. Estas han sido presen.tadas en el cuadro 8.2. Co mo siempre Ojje se destaca del res­to pcir la temprana ed a d eri que sus migrantes emp i ezan a trabajar. Entre los actua le s residentes de Ojje apenas hay s i rvientas; sin embargo un 50 % de las mu­jeres re s identes de esta comunid a d empezaron como sir 11ientas a una .edad promed i o de só lo 14,5 años. · El -1 2 % no tenía siquiera 10 años. En el otro extremo, las sirvientas de Aroma y Pacajes llegan más tarde; pe ro entre éstas y las de Ojje la diferencia promedio e s de s ólo 4 año s y es i gual me nte difícil encont"rar mu jeres que entran tard e a este trabajo: en l a s dos ~ rovincias éólo hay el caso de u na mujer que se vino c omo sirvienta después de lo s 27 años.

Las muj eres que llegaron p a ra dedi ca rse a otras .ocuJ pac iones fuera del hogar o d e l servicio doméstico for man en conjunto un 25 % del total y tienen en conjun~ tci .unos prom e dios de edad algo menores que los hom­bre~ dedicados a ocupacione s semeja ntes, porque, cuan

. do son mayores, las muj e res ya llegan a La Paz como · ­amas de casa.

De ntro de estas otras ocupariiones, la de comerciante es la que en el caso de las mu j e res f unciona de mane­ra sem ejante a la de lo s albañiles, como una especie de Bo modin para cualqu ier edad y condición.

Las artesanas, reducidas en este caso a costureras y pre p ar ~doras de comidas, son nota b lemente más jóvenes, sob re todo las "comideras", que simplemente hacen pa­ra vender lo que ya sabían hacer en sus casas. Se trata r e gul~rmente de pr e par a ciones de comidas o bebi das c a lientes en mercados o .calles concurridas.

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El grup o residual de '"otras ocupaciones" recoge sobre todo a un grupo igualmente margin a l de mujeres, mu­chas .de ell as ya .mayores , qu·e deben entrar en cual­quier tipo de activ idad para poder sobrevi vir, t al vez a l ma rge n de u n hogar norm al . Los grupo s más nu­mer o sos d e ntro de ellas son el de cin co porter as o , cuidadoras (25%) y el de otra~ cinco (25%) que e mpez a ron su estanci a en la ciud ad tr aba jando en l adri lle-­rías o como ayu dan te s de albañiles! Ha y ta mbié n tres jornaleras-cosechadoras en el c amp o, do s barrenderas, y dos mujeres mineras-palliris. Sól o tre s dentro de este grupo tuv ier on una cierta ca l i f i cación profe s io­n a l: dos profe s oras y un a c a tequista.

Finalmente queremos llam a r la atenc i ón sobre el tan reducido n6meio de mujeres que vinieron a La Pa z com o estudiantes: apenas un 2 % sobre el total, todas ellas desp ués de la Reforma Agraria y not á nd ose más bien un de s c ens o entre las .que ll e gar en más reciente­mente. La ' i dea de que l a mujer, si estudia, puede te­ner mejores oportu nida des de tr aba jo no ha entrado to davia de una ma nera eficaz, pro bab l emen te porque esta c i udad hostil en l a práctica ta mpo co les ofrece otras oportunidades fuera del s ervicio dom éstico y e s tos po cos empleos en el co merci o o en el campo arte sanal, -creados só lo por l a propia i nic i ativa de la s ex-campe sinas . La ten denciR a estudiar e n ed~de~ avanzadas -también se nota e n el caso de estas poc as mujeres es ~ tudiantes, de una maner a todavía más vívida que en los varones, q ui ~ás por lo esporád ico del ca s o (ver g ráfi co 8 . 2) . ·

8.5. Primera ocu pación y motivos sub jetivos para la ·i nmigr ac ion

Hem os vist o hasta a qu í l a d im en s ión económica y labo­r a l Je l a llegada d e un nuevo migrante campesino a La Paz. Pero este aspéc t o , sin duda fundamental, tiene otr as muchas dim e nsiones 50c i a l e s y p s icológicas.Aquí sólo pod emos aproximarnos de una ma nera superficial a e s tas d imensi ones , que por s i mismas ood r i an ser obj~

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to de otro estudio especifico.~ Lo haremos a través del análisis de los motivos subj e t .ivos que había teni do el recién · llegado para establecerse en La Paz, y -del tipo de problemas y ayudas con que contó, todo ello visto en función de la for ma concreta en que es­te inmigrante s e in~orporó en el mundo laboral urbano.

El cuadro 8.3 muestra el primero de estos aspectos, a saber la relatión . entre los motivos subjetivos que trajeron a los nuevos'migrantes a la ciudad y la pri­mera ocupación que éstos tuvieron en ella.

Unicamente entre los que vinieron para estudiar y en­tre los profesores, que llegan a la ciudad cuando con su profesión ya tienen básicamente asegurado su futu­ro, los motivos económicos habí a n pesado poco. En to­dos los demás ésta fue la motivación más importante, incluso al nivel subjetivo. Dicho motivo es · fuerte incluso entre las amas de casa, motivadas más que nin gún otro grupo por la razón familiar, es decir, por -la necesidad de unirse al esposo o a otros parientes cercanos trasladados ya a la ciudad. Pero entre ellas tiene también fuerza .el aspecto económico nega­tivo, o de ~echazo del lugar de origen por su~ esca­sas posibilidades~

~a ocupación femenina en que se acumula una mayor pro porción de campesinos que . S .. e .harJ .. .. .S.enti .d.o .. ante_ to.do re chazados por el lugar de origen es, de nuevo, la de -simple ama de casa, y las ocupaciones masculinas con igual característica son las relacionadas con la cons trucción y el comercio.

No earpend~ encontrar estas características en aque­llos que, por lo mismo, se ven obligados a. encontrar ocupaciones me:1 .0:3 estables, como es la construcción o la simple p~rnanencia en el hogar. Perd si es sor­prendente que el 70 % de los comerciantes varones ha­ya salido del campo sobre todo p~r motivos de recha­zo, y qJe sean p ~ ecisamente ellos los que, en mucho,

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tien e n el mayor porcentaje de motivos extraeconómicos. No acabamos de explicarnos a qué se debe este hecho. No bast=i reducirlo a otros factores como -la mayor incidencia de omasuyeAos entre los comerciantes. Tam b ién un elevado número de albaAiles viene de esa pro~ vincia. Nos lirnitarno3 a constatar el hecho: entre . : los varo1es q~e se han ido de la comunidad y se han iniciado como comerciantes, hay un número importante que no lo ha hecho directamente po~ las ventajas lu­crativas q·Je ha visto en e:>te tipo de_ negocio, sino

más bien para escapar · de problem~s económicos u otros _en su lugar de origen. Sin meternos de momento en las posteriores evoluciones que pueden tener esos nue vos comerciantes, _al me.1os al · principio se trata de .­individuos que se han hecho comerciantes simplemente para sobrevi0ir frente a algún problema en su lugar de origen. Probablemente los que han empezado a nego ciar en esas circunstancias han carecido de grandes -capitales para operar, y sus condiciones iniciales de ' sobrevivencia no han sido mejores que las de los que se instalaron e11 ocupacio11es más claramente identifi­cadas con la clase baja.

Las ocupacio1es en que la atracción económica positi­va de la. ciudad pesa más son las de los fabriles/mlne ros y los e:npleadus públicos entre . los hornbres, y en-=:­tre las m~jeres prácticamente todas excepto las amas de casa y estudiantes. En el caso de los varones es­ta ma yor atracción va posiblemente ligada al hechb de que estos camp 2sino s ya te,1ían alguna "pega" concreta a la vist a e~ alguna Fábrica o en l~ Guardia Nacional . Entre las mujeres, t'al · vez el mismo · hecho de trabajar: fuera del hogar iiene ya un atractivo especial y ya supone una cierta liberació11. Es interesante que es­te atractivo aparece con la misma fuerza entre las que se emplean como sirvientas y entre las que se ha­cen comerciantes. En. las artesanas, que siguen más ligadas al hogar, est~ atractivo es algo menor.

Finalmente dos 'aspectos sobresalen en la minoría en qu·e prev a lecen mot ~ vos positivos de atracción de 'la c i ud a d, p e ro de Índole no económica sino social o cu l t u r a l. El primer as pecto es que sólo los estu-

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diantes y _los profesores dan una gran importancia al "progreso". El segundo aspecto es · que entre los que migraron por tener ~a en la ciudad a otros familia­res, esta ventaja inicial no parece d3rles mejor.es al ~ernativas ocupacionales. Se trata o bien de muje- -res, probablemente la esposa, o :de niños de ambos se sexos, entre los que obviamente prevalecen los que es tudian. Pero _los demás, tal vez por ser tan jóvenes--;­se dedican a ocupaciones poco apetecibles, como las no calificadas, o. los frágiles empleos en restau­rants y o.tros empleos. privado.s semejantes.

8.6. Las ocupaciones iniciales más problematizadas.

El cuadro 8.4 muestra la frecuencia y el tipo de pro­tilemas que afrontaron los nuevos migrantes de acuerdo a la primera ocupación en que lograron ganar~e el pan.

En un extremo, los menos problematizados fueron, como era de esperar, aquellos que vinieron a la ciudad co­mo estudiantes o siendo ya profesores.

En el otro extremo el resultado también era predeci­ble: los más problematizados fueron los que sólo lo­graron alguna ocupación no calificada y los que tu­vieron que emplearse como albañiles, otra rama acomo­daticia para cualquiera. Es, en cambio, revelador que los que al principio lograron emplearse como obre ros fabriles o mineros tuvieran también tantos proble mas como los de las ocupaciones recién mencionadas. -

En general habíamos caracterizado a los obreros fabri les como a una minoría con una ocupación relativamen-:­te estable . a la que sólo llegaban unos pocos campesi­nos privilegiados. Pero, al menos cuando es sólo una primera ocupaci_ón encontrada por. los re.cién llegados, no hay caso de hablar de privilegios. Sin duda sólo fuero~ aceptados por las empresas para los cargos más duros y menos apetecibles para un obrero regular.

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Si nos fijamos en la categoria laboral actual de lo s nuevos residentes, el grupo más problematizado es el di los que hasta ahora sólo lograron trabajos eventu a les o se encuent~an ahora sin trabajo. ·

Ent~e ellos, el 86 % se sintieron con problemas ~ra­ves de llegad~. En ca~bio, en el otro extr~mo, los que han logrado establecerse como patrones, es decir por cuenta propia pero a un nivel que ya les permita contar · con alg6n avudante, son los q~e tuvieron me nos probl~ ma s de llegada •. Entre ellos sólo un 69 % -afirma haber tenido problemas graves, porcentaje que con todo sigue siendo bastante elevado •

El tipo de problemas varia también de_acuerdo a la ocupación_ lograda. Los problemas económicós o de tr2 bajo son más fuertes en aquellos residentes empleados en las mismas ocupaciones señaladas más arriba como las más problematizadas, es decir las no calificadas, 1 os a 1 b a ñ i 1 e s y 1 os fa b r i 1 es o .·mir¡ eros . Son poco :Í. m -portantes, en cambio, para los estudiantes y profeso ­res. Excepto en las am a s de casa, la mayor ~.menor importancia dada los problemas de la vivienda no par~ ce depender tan directimente del tipo· de ocupación, sino de la edad y de la condición familiar prevalente dentro de c a da ocupación, aspecto que ya h a bíamos ana lizado en 6.4. ·

Los proble mas deb i dos al conflicto socio-cultural ti~ nen su máxima exp r esión entre los estudiant es, en pa.E_ te porque s on los más jóvenes (todavía poco preocupa­dos por lo económico) y en p~rte quizás porque en _su actividad entran ·a diario · en contacto y conflicto po­tenciial con la cara criolla de la ciudad, despreciado ra de l camp e sino a ymara. Nótese que dentro de este -conflicto socio-6ultural, el aspecto que resulta más problemático a estos estudiantes es precisamente el choque con un ambiente percibido como hostil. Entre la3 mu jeres e a te choque socio-cultural ~~ tambi~n ~s­pecialmente fuert e en las sirvientas, obligadas a vi­vir con st ante me nt e en el mundo · de los q "'i:J ra P , (blan­co s ), e n e l qu e s on frecuentes los desprecios y los ma lo s ,t ra t os po r pa rt e de los du eños y de sus h ijo s .

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Tanto lo s estudiantes co mo las sirvientas han sub ra ya do este co nflicto cultural d e sus prim ero s tiempos. -Pero con el corr e r de lo s aAos será n· pr ecisa~en te e s ­t os das grupos los que más f ácilmente adoptarán los

. modo s culturales urb a nos que tanto le s - hicieron su~ f rir e n los principios.

1 En el extremo contr a rio, los que me no s sien ten la pro b iem á tica socio-cultural so n los obreros fab ri les.Sus se rios conflictos en a spectos más básicos, como ~l trabajo y l a vivienda, han hecho perder c ue rpo a las

-de más preocupaciones. Pue~e haber ad em ás otra ex pli­ca ción complementaria. Al inse rt arse en el mundo d1.:>. l a fábrica, en vez de hacerlo en otra s ocupaciones má's propias de residentes, esta mino ría ex -c am pesina ha ,optado, quizás deliberad amente , por abrirse camino en u no de los ambientes más "ur ba no s " de la ciudad. Pr obablemente e s t a o c upaci ón i mplica t amb ién como con tr~partida un esfuerzo e s pe ci al p a ra ignorar su ori­gEn c am pes i no. El

Cdn re l ac i ón a la actual c at~gorí a laboral de los re­sidentes, la prob lemática económica tiene su niv el máx i _mo entre los asalariados obreros o emp leados ( 39%, frent~ a l pro me dio g ener al de 33 %) if e s mín i ma entre los más inestables, es decir ló s que n o tienen tra ba ­jo (24 %) o lo tienen con los ar r eg lo s menos conven­¿ionales (18 %) .7 E~ cambio· en es to s da s 6ltimos gru pos el conflicto-sociocultu ra l tiene su s nivel e s má xT mas con promedios de l 35 % y del 39 % res;:iectivamente (promedio general, 3 1 %) • Los que en el momento de l a encuesta e s tab a n sin trabajo hajían sentido s obre todo la ho st ilidad del ambiente urbano (21%; frente a l prom e dio general de un 11 %) , en cambio los q~e

6 . Esta consideraci6n es i gu a lm ente v§ l ida para l os poco s "profe sores o profesionales del cu ad r o. Pero en nuestra mues tra -

-su nú mer o · es dem asiado pe queñ o pa ra pod e r sac a r · concl usiones estadísticamente sign ific at i vas en base al porc entaje "que afirma ha ber tenido problema s so c io-cu1tu r a les .

7. Es decir, l ~ categoría marginal "otros' , a la que pertenece s6lo un 4.4 % de l os encu e stados .

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8. 7. lPara _ qué ocupaciones ayudan más lo~ientes o ami~?

En un capít~lo anterior (6.2) habiamo s indicado que uno de los principales amortiguadores para ~uavizar lo s conflicto~ del campesino al llegar a la _ciudad er'an .sus .vinculacio";ies familiares en ·la misma ·. _Aquí vamos _a profundizar este -aspecto pre'guntándonos, ' para ello, si aquellos residentes que ·cuentan · can mayor -ayuda de

1fami ¡- iares o amigos son _ ta mb ién los que lo­

gran utiicarse -_en mejores ocupaciones. El cuadro 8.5 nos da lcis datos para .el análisis, al comparar las clase s de a ·.¡uda recibi_da por las· residentes para can .:. seguir su act~al ocupació~, con el tipo de ocupación de he eh o re e i bid a . Los datos · no se re f i eren a 1 a" p r i mera ocupación, sino a la.actual; pero ya . vimos en -6.2 que el esquema no cambiaba significativamente des pués de los primero~ aAos.B · ~

El cuadra no~ l~dic~ que la respuesta a nuestra pre­gunt a ini.cial es efectivamente positiva; · Aquellos que- cuentan con menos ayuda de parientes b amigos van a parar a· la s ocupaciones menos deseables, qomo son las no calificadas y la · canstrucción. Pero además el cuad~o nos muestra otros ~asgas de interés.

B. De to dos modos, en l a primera c olumna del cuadro hemos in­cluido el porcentaje de ca s os para lo s qu e la ocupa¿i6n a c­t ual coincidia con la primera desd e su ilegad a a La Paz . Al co mparar esta colu mna con la siguiente, es dec i r el porcen­taje de lo s que no recib ieron ningGn .t ipo de ay~da para l o­gr ar s u ocup ac i6n actual pu e de observarse que no hay corr e ­la¿ i6n entre estas ~o s column a s: . Si la s hubi e~~. e n los ca s o s en que aume nt a el p o~ cent aj e ~ e coincidencias con l a primera ocupaci6n deb e ría d isminuir e l por¿e ntaj e de quienes no r ec i bieron nin gu na ayuda , y vic ever~a . -

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Los proresores y estudiantes tampoco dependen de la ayuda de parientes o amigos. Los primeros, porque ya han resuelto desde atrás su problema ocupacional y no necesitan acudir a la red tradicional de ayudas. _ En el caso de los estudiantes (actuales) este resultado podia indicar que con frecuencia algunos residentes ­relativa~ente mayores persisten en estudiar gracias a su propio inter§s y esfuerzo, y superando las dificul tade~ econ6micas de ellbs y de su familia.

Complementando l a imagen, aquellos resid e ntes que han tenido más ayuda de parientes y amigos han ido a par& a ocupaciones más a petecibles y estables. Pero tam­

.bi§n aqui hay una variante de inter§s. Los que reci­~ieron esta ayuda principalmente de parientes, fueron a parar a ocupaciones que antes hemos caracterizado como satisfactoria~ al estilo campesino (ver B.3), es decir a io3 oficios artesanales y al comercio, ramas ambas en las que prevalece el trabajo familiar por cuenta propia. En camb io aquellos residentes que re­cibieron más bien la ayuda de otros amigos al margeh de la parentela, se han instalado ~n ocupaciones de tipo más urbano y moderno, en las que prevalece el trabajo asalariado, tales como el trabajo en una fá­bri~a y los empleos en l~ administraci6n p6blica o en empresas privadas.

Entre las ocupaciones más tipicas de las mujeres el esquema es el mis mo, pero con ciertas particularida­des que reflejan las distintas caracteristicas del mercado laboral femenino. La red familiar tiene una eficacia especial en colocar a las parientas reci§n llegadas en el servicio dom§ sti co, para lo cual tam~ bi§n se utilizan probablemente una red complementaria de familiares y amigas entre las señoras que necesi­tan sirvientas. La ayuda d~ los familiares sigue siendo tambi§n importa,te para los oficio~ ~~tesana­les y el comercia. · Pero en el · caso de las mujeres es t a ayuda no parece ser ta, eficaz como _en el -de _ los -hombres, porque la~ oportunidades di las mujeres en e stos campos son algo menores. Pbr eso . las mujeres qu e logran colocarse en estas ocupaciones deberi ape­lar más a su orooia iniciativa y agresividad, o a la

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ayu d! de otros a~igos y co nocidos fuera de l a fami­lia.9 En los c asos e xtremos están un as pocas mujeres qu e no cuentan apenas con la ayuda de nadie, y que por lo mismo han ido a parar a las ocupaciones más marginales, . como barrenderas o ladri ll eras, y ta~bi§n las poquisimas mujeres que han logiado alg6n tipo d e empleo asalariado estable gracias a las p a lancas de, familiares o sobre todo de amigos. Pero, como ~uce­dia tambi§n con los ho mbres, ll egar a profesionalizar se por medio de l estudio, es algo que se logra más -que nada por el esfuerzo personal y , en el caso de las mujeres, quizás ta mbi§n p6r el e mpeñ o contra co­rriente de los padres.

8.8. Evoluci6n de las oportunidades laborales.

Para concluir este capitulo, en e l cuadro 8.6 mostra­mos c6 mo ha evo lucion ¿do la dis t ribuci6n ocupacional de la primera "pega", a lo largo de las diversas §~o­c~ s hist6ricas en que los residentes han llegado a La Paz .

El cuadro presente en su conjunto una situaci6n suma­men te estática, que refleja el estancamiento general d e l a economía de la ciudad de La Paz y de las oportu nidades laborales para lo s campe sinos . La evoluci6n­desde los tie mpos anteriores hasta el presente es po ­ca y muestra más ~ien un cierto deterioro, como ense­guida mostraremos .

El e s ta ncamiento es tota l en el c aso de la s ocupacio­nes feme ninas. Cas ligeras oscilacione s porcentu a les segGn las §pocas no tienen s ig n ificaci6n estadistica. La s camo~sinas que llegan a l a ciudad tienen ahora

9 . Aunque el porc e nt a j e de art e sa na s y c ome rcian tes qu e han lo­g ra do dicha oc upa c ión sin a yu da de nadie es a lgo inferior al porcent aje equi valent e de varones en estas mi smas ocupaciones, el p u ~t o qu e de bi subrayarse aq ui, es que· los porcentajes f e ­men inos es t §n por e~c im a del pro medi o ge n eral de mujer e s que no recibieron ayu da , c osa que va ·no o c ur r e en ~l caso d ~ lo s ho mbres . Adem§s este por c e ntaje femenino contrasta no toria­· ~ n t e con e l de l a s sirv i en tas , muc ho m§s dependient es de l a pa r ent e l a y de l as ami s t a des .

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las mismas oportunidades de trabajo que t~nian sus abuelas antes de la Reforma Agraria. La ünica alter­nativa q~e tal vez se les ha abierto algo m~s a .~ar­tir de la Reforma es . la de hacerse negociantes y con­trabandistas y, para una minoría muy exigua, el estu­d~o. Pero en estos dos puntos no h~y tampoco ninguna seRal de mejora desde los primeros días de la Reform~ a pe~ar de los 25 aRos transcurridos hasta el momento

de la encuesta.

En las ocupaciones masculinas sí se observa una peque Ra evolución, aunque lenta, ~ con signos que no refl~ jan un desarrollo industrial, sino cierta involución económica al nivel de capacidad rroductiva.

En efecto, podemos agrupar las ocupaciones en l~s tres grupos seRalados más arriba: (1) Las' ocupaciones no calificadas y de tipo más acomodaticio. Aquí en­tran los albaRiles y la variada gama de ocupaciones no califi~adas tales como cargadores, vendedoras ambu-lantes, ayudantes de colectivo y otras afines. (2)

Las ocupaciones ' en que puede llegarse a cierta estabi lidad pero al estilo campesino, con una organización­laboral de tipo familiar en pequeRas empresas por cuenta propia. Pertenecen aquí los art~san~s y los comerciantes minoristas, supuestos los riiveles lcigra­dos por los residentes. (3) Las ocupaciones en que puede llegarse también a cierta estabilidad p~ro de · esti:lo algo más "moderno" y "capitalista", es decir a través de un empleo como asalariado fijo. Estos son los obreros fabriles, y los empleados tanto públicos como privados, aunque sin olvidar tampoco en ambos ca so s los niveles ínfimos en los que se acomodan los ex ~ampesinos sobre todo al iniciar· su carrera laboral -en la ciudad, con sólo la excepción de los profesores.

En base a esta clasificación se nota~ tendencias inte resantes a lo largo de los cuatro ~eríodos histórico~ en que hemos c .lasificado la época de llegada a la Paz. En síntesis (ver gr~fico 8.4), las oportunidades au­mentan en el grupo (l); · se man~ienen más o menos esta bles en el grupo (2), y disminuyen en el grupo (3). Pero veámoslo en may~r detalle. · · ·

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Tomando en bloque las ocupaciones no calificadas del grupo (1), antes de la Reforma Agraria un 24 % de los ca~pesinos recién llegados a la Paz emp~zó trab~jando en esas activ~dades. Durante la época del MNR ya eran un 27 %, po~~entaje que se mantuvo durante los primeros gobiernos militares sigui~nte~ a dic~a época. Finalmente en la época de Bánzer los campesinos . ocupa dos en este grupo aumentaron de manera bruscia hasta -coristituir un 36% de _todos los inmigrado~ recientemeri te a la .Ciudad' llegando a ser incluso más que los ar tesanos, _grupo ocupacional que siempre i1abía sido la~ principal alternativa ~ para un camp~sino en la ciudad. Este crecimiento d~l ~ector menos calificadci se debe por una parte a un lento pero consistente aumento de oportuhidades _en el sector construcción y, en la épo­ca más reciente de Bánzer, a un nritable aumento en el grupo de cargadores y afines, ~ue anteriormente tenia má s bien u~a lentísima tendencia a la regresión. ·

En forma correlativa, el sector más moderno, es decir el grupo (3), ha tenido una contracción sistemática. Antes de la Reforma Agraria un 30 % de los nuevos re­sidentes había logrado emplearse incluso desde un principio como obreros -fabriles o como empleados pú­blicos y privados. En la época del MNR, y a pesar de las políticas de este gobierno, ya só1o lo consiguió un 25 .. %. Durante los primeros gobiernos militares el porcentaje .bajó a un 30 % y en la época más reciente de Bánzer sólo un 16 % de los camp.esinos llegados a la ciudad lograron empleos . con algún tipo de salario en este grupo de ocupaciones. Este último porcentaje es sólo la mitad con relación al de antes de la Refor. ma Agraria. - -

Finalmente el grupo (2), con ocupaciones de tipo más tradicional, se ha mantenido más estable, dando ocu­pación aproximadamente al 40 % de los campesinos lle­gados a la ciudad. Internamente dentro del grupo se observa una doble tendencja posterior i la Reforma Agraria. Por una parte en los períodos más recientes los artesan~s tienden a ir disminuyendo aunque muy lentamente. Por otra parte, una vez se habían conso­lidado los cambios estructurales de la Reforma Agra­ria en el camoo. a oartir de la éooca inmediatamente

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posterior al MNR hubo un súbito aumento de comercian­tes, que llegaron a duplicar su proporci6n en la fuer za laboral ex-campesina. Es un hecho sabido ~ue ·in-­cluso en los pueblo~ del campo muchos pequeños artesa nos se pasaron a comerciantes porq Óe en este rubro · po d í a n ganarse mejor 1 a Vid a • Tanto 1 os artes anos como los comerciantes se desenvuelven dentro de esquemas laborales precapitalistas con empresas de tipo fami­liar. Unos y otros están ligados a pequeños volúme­nes de dinero para sus compras y ventas de material. Pero los ártesanos producían, mientras que los comer­ciantes s6lo se benefician de la circulaci6n del capi tal. -

Si nos fijamos en el aspecto más directamehte produc­tivo, artes.anos y obreros fabriles o mineros represe~ taban antes de la Reforma Agraria el 44 % del total, pero este porcentaje fue bajando sucesivamente al 42%, al 39 % y finalmente, en la época de Bánzer al 35 %. El principal beneficiario de este receso fue el sector de la construcci6n, otra rama d~ características muy especiales dentro del sector transformador de las ma~ terias primas. Incluyendo a los albañiles dentro de nuestro análisis, el sector secundario se ha manteni­do relativamente estable ocupando como promedio al 55,5 % de los nuevos residentes, con uri má x im6 del 57,5 % en tiempo del MNR y un mínimo dei 54 % en tiem po de Bánzer. -

Teniendo en cuenta que a lo largo de los años la tasa de inmigraci6n rural a la ciudad ha ido aument~ndo sistemáticamente (ver el cuadro 3.1), todos estos da­tos nos sugieren1D la incapacidad de la ciudad para poder ir absorbiendo esa creciente masa campesina que

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10. Los datos presentados, referents sólo a un secto r y a un as­pecto de una problemática muy compleja, no bastan para .E.E.Q.:. bar las gunerolizaciones que sigu~n . . · Para e l la harla falta un análisis a partir de datos más globales. Pero la siguien­te generalización ciertamente da una explicación consistente de las tendencias manifestadas par . las datos de la encuesta. Agradezco en ~~ta parte l~s tomentari~s de los economistas Cl audia Pou y Antonio Sagristá.

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ya no enc uentra formas de sobrevivir en un . campo igualmente estancando. Más aún tanto ~l estacamiento d~l campo como el de la ciudad son simplemente las dos caras de la misma medalla. Ni en las ciudades ni e n e l cam~o las políticai econ6micas de los diversos gobi~rncis han ~itado orientadas a favorecer a la po-bla¿i6n mayoritaria. Por el contrari6, . han apun~ado a la consolidaci6n de una nueva búrguesía, grupo muy mino ·ri tario · del ·país. · Y ello se ha ido fíacl.endo cadá vez má s no pr.ecisamente ·por medio del robustecimiento de su poder productivo, sino a través de los lucros rápi dos en el sector me rcantil, y gastos más suAtua­rios que productivos, por ejemplo en las numerosas edificaciones de la ciudad. Estas tendencias prevale cieron ya en la época decadente del MNR, pero se fue-:=­ron consolidando ~n tiempo de ~arrientos y llegaron a s u s manifestaciones más de scaradas en la época de Bán zer .

En el grupo social que aquí nos ocupa la manifestaci6n más directa de este tipo de políticas es precisamente el crec iehte deterioro de la situaci6n econ6mica en el campo, que empuja cada vez más a los campesinos j6 venes a abandonarlo. La poblaci6n mayoritaria del -campo s6lo fue o bjeto de una médida más política y so cial .que econ6mica, cuando en un primer momento revo-:=­l uci ohari o se les dio ia propi~dad de pequeñas parce­las de tierra. Pero en las decisiones posteriores s_g_ . bre la asignac i 6n de dad. Esta fortaleci6 bana, especialmente cola favoreci6 a la ra del Oriente.

recursos ya no se le dio priori­más bien a la nueva burguesía ur.

la mercantil, y en el sector agrT burguesía agroindustrial y ganadi

Limit~ndonos a lcis campesino s forzados a llegar a la ciudad, las políticas señaladas se reflejan también en lo s cambios de sus oportunidades laborales. A di­ferencia de lo suc~dido en ntros países más moderni­za dos, la expulsión de agricultores del campo a la ciudad, ni siquiera fue para liberar mano de obra y poderle dar un mejor empleo ~n las incipientes indus­trias de las ciudades, a pesar de que §sta fue proba­b l emente la i ntenci6n ini6ial de l MNR . El hecho de

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que, pasado el momento inicial del MNR, el aumento de oport~nidades urbanas ~ara los ex-campesinos se haya dado sobre todo en el pequeno comercio y en~a - cons­trucción, refleja ciertamente una mayor inyección de capitales, en gran parte como resultado del creci~nte endeudamiento externo del país. Pero ello refleja también que las políticas económicas no han llevado efectivamente a un fortalecimiento de la capacidad productiva de la ciudad, sino a los lucros rápidos y a los gastos suntuosos de una minoría. El abultado aumento del n6mero de cargadores . y otros desocupados disfrazados entré campesinos llegados a la ciudad, así como el crónico estancamiento de las oportunida­des laborales para las mujeres muestran que estas po líticas conducen a un callejón sin salida. -

Finalmente, para concluir esta discusión, queremos llam a r la atención sobre un 6ltimo punto: El rol me ramente . subsidiario de la educación. El MNR, junto­con la Reforma Agraria, había dado mucha importancia a la expansión masiva de la educación en el campo, con la esperanza de que un campesino con más anos de educiación tendría mayores posihilidades de empleo en el ca mp o o en la ciudad. Efectivamente, en 25 anos el n6mero de escuelas en el camp_9 se quintuplicó, y puede decirse que en la actualidad la nueva genera­ción ya tiene acceso a la educación y at castellano; que, como hemos visto, había sido en el pasado uno de _ los principales obstáculos encontra.dos por el cam pesino en la ciudad.11 Pero la pregunta que ~urge -de todo este proceso no logra hasta h~y ~na respues­ta adecuada. Esta indudable mejora en los niveles educativos d~l campesino, lle ha dado efectivamente mayores oportunidades ocupacionales?

11. Ver Alb6 (1979a) para un an§lisis m§s detaliad¿ de la~ poll­ticas agrarias posteriores a .la Reforma, desfavorables al . pequeño producfor • . Los datos deol cens_o de . 1976, e.special­~ent~ lo s an§lisis de Rom e ro (1980) y Alb6 (198DY, muestran la e~oluci6n producida en el camp~ educativo y c~ns~cuent e ­mente también en el campo cultural y lingülstico.

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Los datos que hemos ~enido analizando en estas últi­mas páginas no muestran que así haya sucedido, ni si quiera en la ciudad, donde son siempre mayore s las -oportunidades para aprovechar los conocimientos ese~ lares. Ni siquiera se nota una mejora sistemática en las proporciones de nuevos migrantes que vienen a estudiar o que han alcanzado un mínimo nivel profe­sional. Esta mejora se notó sólo con relación a la época anterior a la Reforma, pero después se ha man­tenido a niveles mínimos y estancados. Indudableme~

te el sistema educativo es susceptible de muchísimas mejoras. Pero, por deficiente que sea, el esfuerzo masivo para una educación rural debería haber tenido un mayor impacto en el perfil laboral del campesino migrante. 12

Ha habido sin duda un aumento en la s exigencias educa tiv as de l as ocupaciones urbanas más estables. Pero l as oportunidades de tra bajo en ellas siguen s iend o exiguas para ios ca mpesinos, tanto por el nGmero redu cido de pl azas disponibles, como por el niv e l educati va todavía bajo de es to s migrantes campesinos. Por -tanto, independientemente de sus mejoras educativas, es to s ·ca mp esin os llegados a la ciudad se ven obliga­dos cada ve z más a contentarse con los escalones má s ba jos d e l mercado laboral urbano.

Todos estos datos nos recuerdan un hecho sociológico muy conocido, pero sistemáticamente ignorado en el mo mento de fij ar políticas y prioridades. La r aí z de -este p rob lema la bo ral y la base para una verdadera so lución no está en la educación de . la nüeva fuerza la~ boral, sino en una poli tica que dé máxi.ma p r ioridad a l a creación masiva de nuesvos pue s tos de tr a bajo, es­pecialme nte -en el sector productivo. La implementa­ción de e s ta po lítica exigirá sin duda medidas subsi-

i2. Kelly y Kl ei n :1979) han mostrado, con todo, en base a datos de otros sectores rurales del pais, c6mo l a educaci6n rural ha llevado a una creciente diferenciaci6n y estratificación social den tro del mismo lugar. ,_,

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CUADRO 8. 6. DISTRIBUCIOll Di: !.A PRIMERA OCUPACION , S EGI.,~ LA EPOCA DE. LLEGADA A LA PAZ ,

A LA PAZ, PO~ SEXO

EPOCA DE LLEGADA PRIMERA OCU?ACION antes del HNR BarrientT Bfnzer T O T A L

HNR ( 13- 25 Torres , (0-6 % (N) ( 26+a:'.os) a~os) C7-12a~. ) ai"los )

HOMBRES ( 1) No calificada 12 ' 9 10 ' 7 9 ,9 17 , 4 13 , 4 (123)

( 1) Construcción 11' 3 15 ,9 16 , 9 18,9 16 ,6 ( 156)

(3) Fabr/mine ros 10,5 6 ,3 5 '3 5 ,o 6,2 (58)

(2) Artesanos 33, 1 35' 3 33 , 3 30 , 1 32 '7 ( 308 )

( 2) Comerciantes 5 ,6 4,4 9 ,5 B, 4 7 ,2 (6 8 )

( 3) Emp l. Públicos 5,6 5 ,6 4 ,9 3 '7 4,8 (45)

( 3) Empl. Privados 12,9 9 ,1 7 ,o 5 , 0 7 '7 (72)

Estudian tes ,s , 5 9 , 1 11_, 1 9, 3 9,4 (88)

( 3) Profesionales 1,3 3 ,6 2' 1 2 ,1 2 ,4 (23)

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(pr.: 94%)

MUJERES (1) Amas de casaª 20,0 18,4 18 '2 20 ,6 19 ,3 (71)

( 1) Sirvientas 60,0 54 ,1 62 ,5 50;3 59 ,1 (217)

( 2) Artesanas 7 ,5 7, 1 6 ,8 5 , 0 6 ,3 ( 23 )

(2) Comerciantes 5 , 0 13 ,3 9,1 12 , a 11, 2 (41)

(3) Obrera y empl. Púb. o Priv. 7,5 (1) ( 1) 1 , 3 (5)

(3) Est. y Prof. 6 , 1 2 ,3 1,4 2, 7 (10)

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(pr.: 80%)

Nota a. Incluye una minoría con otras ocupaciones no calificadas.

(1) ~ector menos calificado; (2) sector "tradicional especializado;

· (3) sector más moderno.

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-101- /-

9. CARACTERISTICAS DE LAS OCUPACIONES

ACTUALES DE LOS RESIDENTES

En este capitulo analizaremos diversas caracteiisticas de las ocupaciones en que los residentes se ganan ac­tualmente la vida, con ~nfasis en · la estabilidad den­tro de cada ocupación. Primero haremos un análisis de la edad actual prevalente en cada ocupación, para comple me ntar lo .dicho ya en el capitulo anterior con relación a la edad de ingreso en el trabajo. A conti nuación, en base a diversos indicadores de la estab i~ lidad dentro de cada ocupación, presentaremos una tipo logia de las princip a les alternativas ·ocup·a c'ional·e s al alcance de los residentes e x -campesinos~

9.1. Las edades de cada ocupaci6n

Ei cuadro 9.1 presenta la información más básica so­bre el ' promedio . . de edad actual, seg6n las d(vers as ocupaciones, comparándolo con el promedio de edad al enttar en el mercado de trabajo fueia de la comunidad (ver cuadro 8.1). El siguiente cúadro 9.2 muestra en mayor detalle esta distribución po~ edades dentro de cada ocupación, y muestra al mismo tiempo, como punto complementario de referencia, la distribución. seg6n el tiempo de permanencia en la ciudad dentro de cada ocu­pación.

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La diferencia · general entre el pr~me .. dio de edad en _· la ocu p a 6 ió n a ctu~l y en el mo mento_ de l a prlmer~ ocup a ­ción al ·salir de l a 'comunidad es de' 13 .años en los hombre s y 11 en la s mujeres-, En amb,o s c_asos es_ta cifre es 1 i ge r amen te su per ·i o r ' a 1 n 6 mero promedio de· años qu e ya ll~van en l a ciudad -de La Paz,1debi~o a que une part e d e lo s sa lido s de su comunidad ha pasado tempore das .e n otras par te s fuera de l a ciudad antes d e su mi-: gración def initiya a La Paz .

En la s ocupaciones actuales l a di spersi ón de edades den tro de cada ocupación es po~ lo general alta debi­do a qu e cubre todos los estadios de perman enciá en l a ciudad. Las curvas son relativamente normales, con tendencia más bien a la dispersión con poca con­centración en torno a la ed ad promedio,2 excepto en el caso de los estudiantes ~ muc~o más a6n en el de la s ·sirv ien tas, Dcup aci on.es a mbas · clarísirriamente in­clinadas a los años jóvenes y con una alta concentr a ción en torno a ia edad pro me dio •

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T~ng a s e e n cuenta que l as dif~rencias de promedios en el cuadro 9 .1 y los promedios de permanencia en La Paz del c ua d ro 9 . 2 no s on directamente comp ar ables ocupaci6 n po r ocupaci6n, sino s6lo en la forma muy gen e ral utilizada en e l texto, pu esto ' qu e lo s que están a ctu a lment e en uha oc u paci6n e n muchos casos empez a ron trabajando en otra dis~ t inta .

Co mpá rense l as desviaciones st andard,kur tosi s y el ín dice de sime tría e n ia edad de ent r ada al tr aba jo (c u adro B.1) ~ e n la ocupaci6~ act u a l (cuadro 9 . 2) . Vfiás e la nota 2 de l capitu l o B ·oara intero r etar l a s cifras.

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Hay tres ocupaciones en que los promedios de edad ac­tual presentan notables discrepancias con relación a los promedios de entrada al trabajo: los albañiles o constr~ctores, los comerciantes y los no calificados.

Los albañiles muestran ser gente que ha llegado a la ciudad a una edad relativamente avanzada, pero que · se emplea en esta ocupación sobre todo en sus prime­ros años. Este hecho, junto con ·e l f~~rte aumento de oportunidades laborales en este rubro en los Úl­timos años, 3 explica que la edad promedio de los ac tua.les constructores esté entre las más bajas, des-=:­pués de los estudiantes.

En cambio con los comerciantes sucede el fenómeno con trario. Va vimos en el capítulo anterior que muchos­jóvenes obligados a . abandonar la comunidad, probaban fortuna en el comercio, sobre todo el de tip~ viajero. Sin embargo, los actuales comerciantes -- hombres y mujeres -- son en conjunto uno de· los grupos más vie­jos de re~identes. Es decir, los que empezaron en, dicha profesión suelen perseverar en ella (a diferen­cia de los albañiles) y, además, en el transcurso de los años son muchos más los.que se pasan a ella. Es una~de las ocuoaciones exito sas oara el residente.

E l caso d.e los res i den tes que si g u en en ocupa c ion es no calificadas es aún s¿rprendente. Eran muchos y en general.bastante jóvenes los que entraron·en la ciu­dad como cargadores o en otras ocuoaciones semejan­tes. Vimos además que el porcentaje au~entó notable

' mente en los últimos años (ver 8.8). Sin embargo, -la edad de los que actualmente siguen en ella es la más elevada de todas, con un promedio superior a los 40 años. lCómo inierpretar esa aparente anomalía? En primer lugar· hay qu~ recordar .que el número de los

3. Ver B.B y la segunda parte del cuaoro 9.2. Nótese la fuert~ · concentr ación de a lb aR il ei en tre los que sólo lle van 3 o menos aR cis en la ciudad; y e n general ·en los que llevan· 12• aRos o menos. En este grupo está e _l 84% de los albaHiles pero sólo el 60% d~ los residentes.

-105- -

que empezaron como cargadores y otras ocupaciones si milares es casi seis veces superior al de los que si g u en a c tu al me n te en e 11 as ( ver cuadro 9 • 3) • E s de-=:­c ir, es la ocupación más pasajera e inestable de to­das, lo cual es válido sobre todo para los jóvenes. En segundo lugar, · los jóvenes actuales han tenido más oportunl~a~és edu~ativas y es probable que . qui~­nes recientemente han éntr~do en este ti~b ' de ocupa­ciones son cada vez de edad más avanzada. En tercer lugar, entre los pocos que . actualmente se hallan en estas ocupacicines no calificadas hay u~a distribu­ción bastante equilibrada entre los . que ··· llevan mucho o poco tiempo en .la ciudad; Es decir; fuera de los llegados en los Últimos años 4 (que · probableniercte · evolucionarán hacia otras ocupaciones), .. se ·trata de los más marginales, que han fracasado.en otras ocu­paciones, y que en el momento de la encuesta se en­contraban desocupados o sólo semi-ocupados en es­tas actividades muy eventuales.

9. 2. Las ocupaciones y el . ciclo vital

Comolementando la discusión orocedente sobre las ca racterísticas de· edad de cada ocu'lación, en 'el cua-=:­<lro 9;3 presentamos la relación existente en cada

4. Asumiendo que l os que llevan pocos aRos en l a ciudad s i­guen mayormente en su primera ocup ación , el cuadro 9.2 nos añade un matiz . a lo dicho en la sección B.8 del capi ­tulo anterior. Vimos all í que albañiles y no califica­dos habían aumen t ado mucho durante el régimen de Banzer. Aquí vemos un nuevo detalle interesante: Los no c al ific a dos actuales llegaron a la ciudad sobre todo en los prime ros años del banzerato (grupo de 4 a 6 años),mientras que los albañiles lle garo n entre los añ os 1974 y 77, cu ando la pol ít i c a de c rédltos y abundan~e .circulación de capi­t~l estaba en su auge. Los comerciantes, que tambi§n se

. benefi ci aron de este auge monetario, _parecen ser más bién r e side ntes a ntiguos .

-106-

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ucupación entre la edad y la ubicación del residen­te dentro del ciclo vital, segGn diversos indicado­res.5

En conjunto no aparecen en el cuadro fuertes dife­rencias con - relación a lo discutido en todas las pá gin_as procedentes. De todos modos queremos llamar­la atención sobre ciertos aspectos.

El caracter marginal de los qúe hasta el momento ac­tual siguen dedicados a ocupaciones no calificadas se hace más notorio al ver el estado civil prevalen­te en este grupb. Ninguno de ellos e~ soltero, pero proporcionalmente tienen menos hijos que los de otras ocupaciones con c a racterísticas semejantes.

Los fabriles y los profesores, las dos ocupaciones con una . mayor propbrción de gente mayor en el momen­to de llegada, muestran cierto contraste entre sí. Los profesorrs se casan antes que los fabriles, qui zás porque tien en me jor asegurada su economía. Sin embargo los profesores tienen un promedio _ligeramen­te i~ferior de.hijos. En realidad, tienen el prome­dio más bajo (fuera de los no calificados) dentro del gruno de ocupaciones oara casados mayores. Es cierto que su edad aromedio es algo menor que la de los demás. Perci es probable que haya ~ambi§n raza nes de tioo cultural, y que en este gruoo minorita­rio con s~Rtus orofesional haya penetrado más que en el r ~ sto los conceptos urbanos de oaternidad respon­sable.

5. Estos indica dores son el est a do civil tomado en su expre­sión más genera l -- solteros vs. todos l os de más , inde- -pendi e ntemente de la figura jurídica -- y el número de hi jos de aque l los'que estén o h aya n estado c asados . Las -ocupaciones se han ordenado aproximadamente de acuerdo a su ub i cación en etapas más tempranas o más maduras dentro del cicla vital. Para facilitar la , comparaciqn con toda lo dicha en e l c ap itul o anterior, hemos ' inclu[do · dos in­dicadores de la edad propia de cada ocupación . cuando se trata del primer trabajo · o actividad del ca~pesino llega da a la ciudad. -

-107-

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La distribución ocup acio nal de las mujeres dentro de l ciclo vi~al tampoco o frece sorpresas. El punto más nuevo es el relativo al nGmero de hijos. Las a mas de casa , a pesar de ten e r en conjunto más ju­ve ntud que las come r ciantes y empleadas pGblicas o privadas, tienen como promedio más hijos. Es de­cir, la mujer dedicada sólo al hogar tiene tambi§n a más hijos ·a quienes ate nd e r, rion relación ~ la mujer. que al mismo tiempo trabaja . Y dentro de las q.ue ·trab ajan, nuevamente las más urbanizad a s, es decir la e xigua minoría de empleadas pGblicas y privadas (entre l as que se cu e nta alguna profesora), son las que tienen menos hijos a pesar de que son precisamente §stas l as que tien e n más gente mayor de 30 años .Ei

9. 3. La estabilidad dentro del trabajo.

Los dos cuadros siguientes, 9.4 y 9.5, forman un a ~nidad compl emen taria. En ellos se presentan una serie de indicadores sobre la estabilidad den tro de cad a ocu paci ón. Para comprenderlos . mejor, des cribiremos aquí algunos de los conceptos y distin ciones introducidos en los cu adros.

A) La permanencia- o duración de cada ocupación.

Est~ aspecto está indicado sobre todo en el cua­dro 9 .4 y ha sido medido desde varios ángulos dis tintos, a saber:

a) Los años de permanencia en l a misma ocupa~ ción, aunque no nec esa riamente en el mismo lug ar , ni con el mismo emplaador o status.

6 . . Es arriesga do h ace r gen e ralizeciones en ba~e a una mues­t r a t a n r e ducida de e x- ca mpe sino s en este grupb ocupacio n a l . Pe rQ cr ee mo s qu e l a t e nd2nci a e s válid a dentro de­es t e g rupo s oc i a l minorit a rio de r e s id en t es .

-108-

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La proporcibn que este tiem po dedicado a la mi sma ocupaci6n representa den t ro del total de años de estadía fuera de la co mu­nidad. 7

La pro po rci6n de · individuos que han agua n­tado en la misma ocup ac i6n Un ti em po r ela ~ tivame nte largo, es decir más de · doce años, o lo que e s lo mismo, por lo · menos dé~de los tiempo s del MNR h a sta el mom ento de l a e ncuesta.

Los dos prim er os rasg os han s ido a s u vez med idos desde dos par s pectivas complem entarias, qu e ayu­dan a t e ner una visi6n global: Prim ero , con r e la­ci6n s6lo a quie nes actualmente sigu en es tand o e n un a determin a da ocupaci6n o grupo ocup a cional; se gundo, con relaci6n a todos los que e n un momento u otro de su perma nenci a e n La Paz han pasado po r dicha o c upaci6n o grupo bcupacional, aunq ue a hor a ya es tén tal vez dedica dos a ~tra.

La primera persp ec tiva, limitada a los ac tuales trabajadores de un determinado ramo, da reli eve so bre to do a los que estén teniendo má s éxito en e lla, y también · a aquellos q~e Te~i é n e s tán ini­c ian do su ciclo laboral en este ramo concreto. En c a mbió la segunda perspectiva, al incluir - a

: todos 16s que ~asaron por una ocupacii6n, permite un e nfoque más global y ayuda a compr e nd er mejor la evoluci6n a lo largo de todo el ciclo labor a l. Si se comp a r an l CT s dos primeras column as del cua­dro 9.4, podrá observarse lo dicho. En l a colum­n a r efe rent e a todos los ~ue pasara~ por las di­versas ocupaciones, las duraciones respectivas es tán .más polarizadas, de modo que las ocupaciones más pasajera s o menos apetecibles tien e n cifras menores en esta columna que en la de lo s actu~les

7. Incluvendo eve ntuile s p~rlodos de retorno a . la co muriidad~

-109- ..

trab ajadores ; y vicev e rsa, en l as ocupaciones mas ex ito sas , las cifras de la Ei e gi.Jnda _colu mn a son más elevadas que las correipondientes ' e n la prim e ra colu mna , de los 't'rabajadores actua-l es , -

De acuerdo -a -estos- múltiples criterios de .perma­n encia, ·el ·cua.dro muestra 'la ex.istencía de varios paqu etes ocupacionales que, con pequeñas variaci_Q nes·, va n córísolidanda· ·tas _.cúisÚ'ic'aciones que he­mos ve nido esbozando en · las - págin~ i ~nteriores:

En un 'ex tremo están las . oc~aciones .·de. pas o . Es de cir, los es tudi antes; los no c a lific a dos, - obreros de ·1a construcci6n y los empleados privados. En el otro extremo , ,.aparecen . como l as ocupaciones más es -t a bl es· y ape t Es ibl es , los com e r c i an tes y lo s profe­s or es . En var io s niv e les interm ed io s , es t án todas l as demás.

El deta l le de algunos subgrupos dentro de estas c a ­tegorías ocupaci on a l ~s· B, no s permite un me jor r efi namie nt o de es t as generaliz acion es . · Las precisio-­nes más importantes son las siguientes:

8 . A p~rtir de este punt o , en_ muchos de los cuadros y a n§­lisi~ que siguen se han utiliz ado subm u es t ras selecciona das en base a los que en un mo me nto y otro de su .carrera labor a l han pasado por _una dermi n ada ocupación . Sólo a_!_ gun as de estas s ubmuest ras c ub r en toda la población en­trev ist ada que se de d ica a dicha o cupación . Pero en otros c asos, esp e cialmente en lo s de ocupacion e s m§s co­rr ient e s , se ha redu c ido el tam año (manteniendo cif ras ra zo nables ). ya que l a ,;;;yoría de los análisi s que siguen se han de b ido llevar a cabo manualme n te. En esto s casos, se ha seleccionado a l os encuesta·d~ s qu e daban un may o r y mejor de t alle d e toda su c a rre ra ocupacion al de n tro de una s e rie de­pregu n t as· abie rt as , y también · a lo s de aque ll as re g i o nes cu ­yos r esiden t es - se ded i c a n a un a determinada ~cupaci6n de ma ­nera m§s regular. En el cu~ dro 9.5 ~e indican l as car acte ­rl stic~s de cada submue~tra. Por l as razones seRala das, las cifr as abs oluta s d e c a da submu es t ra no son directamente com ­parables con la s cifra~ absolutas de cada ocup ac ión actual, den+.ro de l a muestra más gener al.

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Hay variaciones significativas seg6n el ofi­cio. concreto dentro del vasto grupo de los artesanos. _ Considerando globalmente todos los indicadores, el r am o artesanal que hemo s llamado de la metal-mecánica (mecánicos, electricistas, llanteras, chapistas, joyeros y otros orfebres) es en conjunto el más esta ble de los especificados.9

Dentro de los empleados p6blicos hay ' una cla ra diferencia entre la mayoría empleada par­la polícia, el ej§rcito o la alcaldía, y la ~inoría empleada en otras dependencias p6-blicas. Estos 6ltimos son muchos más esta­bles.

Dentro de los comerciantes, hemos distingui­do aquellos casos en que se especifica el ti po de comercio realizado. La mayoría (que -incluye sin duda a muchds que no Especific a n mejor su tipo de negocio) se dedica al comer cio viajero y m6vil. Es decir, van y vie­nen del campo para rescatar productos y/o

. vender allí productos manufacturados, o se

Como en el resto del trabaj~, una de las submuestras mencio­nadas en la nota anterior se li~ita a la comunidad de Ojje. En est~ caso se trata de sus pa~aderos, el segundo oficio en importancia dentro · de es ta comunidad de r~sidentes volca­dos al ramo artesanal. Este es el único caso en • que las ca­racterlsticas de un oficio no son automáticamente generaliza bles. · Po~ ejemplo los panaderos de otros lugares con carac~ 'terísti,.cas dist.in.t as a las . de .Djje no aguant a n tantos años en el oficio, pero después: tampo co ca mbian tanto ' de ocupa­ción. Los residentes de Ojje, en cambio, tienen más oportu-

. nidades de utilizar. los h.ornos de sus paisa nos al llegar a la ciudad cuando les fallan otr a s a lternativas.

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dedican al pequeño contrabando de det erm ina­dos articulas aprovechando sobre todo la cer cania de la frontera peru~na. Poco a poco -estos comerci~ntes se van estabilizando en la ciudad ~ acaban por tener alg6~ puesto fi jo. Dentro de la est ab ilidad del primer ti po de comerciantes viajeros y m6viles, §sta­no alc~n~a todavía los . niveles de la catego­ría · mucho más minoritaria de comerciantes ya

· establecidos en la ciudad en una tienda o puesto ' de venta fijo. ·

B) La constahcia en una ocu ¿aci 6n y empieo:

El siguiente cuadro; 9.5 m~esira l~ · constancia den­t~o de una d~terminad~ · ocupación, ~edida ~simismo desde varias perspecti~as. La com~~raci6n entre la primera y la segunda column a nos indica si una ocu­pa c i6n es sobre todo inicial o terminal: ·

Las bcupaciones no calificadas, por ejempio, fueron iniciales para más de la mitad de quienes pasaron pqr ellas, pero s6lo un 18% seguía . e~ este tipo de trabajos en el momento de la encuenta. Y en el otro extremo, la bcupación de chofer es terminal, pues s6lo un 11% se inici6 en ~lla, pero en el mo­mento . de l a encuesta c asi ~n 80% de los que han si­do transportistas en algún momento sig~en si§ndolo. Algunos .empleos.púb licos, fu era de la policía o la a lcaldí a , son ta mbi§n claramente terminales en pro-porcio nes aún mayores. . ·

Au nque la polarización es men or, existe el mismo ti po de contraste ehtre otras ocupaciones, como los -empleados privados vs. los públicos (con más o me~ no s contraste, según el · subgrupo); y ciertos oficios a rtesana les vs. los fabriles. N6tese, con todo, que muchas ocupaciones inici ales mantienen su posi­bilid a d de da r trabajo has ta e l fin al , al .menos a l a mi t a d de quienes han pas ado por ellas. Tal es el caso de otros oficio s art e sanale s , sobre todo en la s ra mas más es pec i a li za das v s ecur a s de l a meta l-

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mec~nica, el caso de los comerciantes e incluso el de los trabajadores actuales pero relativamente nuevos de la construcción, ocupación que bajo otros conceptos he~os clasificado co~o inicial poco cali­ficada. 10

En el resto del mismo cuadro introducimos otro ele­mento : los diverso s e m p 1 e o s que se puedan tener in -cluso dentro de una misma ocupación. Un cambio de empleo es m§s evident~ en el caso de asalariados privados, po~ ejemplo cuando un mensajero cambia de oficina, o incluso cuando un ayudante de zapatero cambia de patrón •. Pero entran aqui tambi§n otras modalidades como la del policia o e.l°"profesor al que, sin cambiar de empleador, se le da un nuevo dest~no, o incluso la de un comerciante viajero que trabaja por cuenta propia pero que cambia de ruta o de articulo comercializado, lo cual muchas veces im plica el desarrollo de nuevas destrezas y la crea-~ ción de una nueva red y una nueva clientela. · Para interpretar nuestros datos en el cuadro hay que te­ner en cuenta que no todos los entrevistados descri b.ieron su ·carrera laboral con el mismo lujo de deta lle s. Una porción no precisada se limitó a indic ar sólo los grandes trazas de su historia personal. Por consiguiente las cifras referentes a empleos de ben .ser interpretadas como conserva.doras, es de .cir-;­las duraciones de cada empleo como m&ximas y el pro medio de cambios como mínimos. -

Vista desde el §ngulo del empleo, la m&xima estabi­lidad ~a tienen los comerciantes y dentro de ellos se confirma la posfción privilegiada de quienes han lo~rado instalar una tienda_ o puesto fijo de venta en la ciudad. Los fabriles adquieren tambi§n una estabilidad superior incluso a la de los empleados públicos. Es decir, fuera de aquellos residentes que encontraron inicialmente algunos trabajos . ma-

lo. Este Último "caso refleja el incremento de esta oportunidad laboral en . los últimos años. Ver 8.8 y el gráfico 8.4.

·113-

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los eri las f§bricas, · los que los van consiguiendo posteriormente, lleg~n ~ una posición relativamen­te consolidada dentro de la empresa, aunque sea en niveles ·relativamente baj.os y" poco ambiciosos dentro del conjunto del personal de la f§brica.

Otros rés~ltados simplemente nos confirman aspectos . ya señalados a~t~riÜfmeht~ sobre diferencias entre oficios y especialidades di0eria~ dentro de un de­terminado grupo ocupacional.

Nótese que los profesorei (casi todos ellos rurales) son los que m§s cambian de empleo, es . decir, de es­cuela y ¿omunidad, dentro de su ocupación. En re~­lidad, · si todos ellos hubieran e~pecific~ddo e~to~ cambios, · es probable que el promedio de duración en cada empleo -bajara a 2-3 años 11

Es tambi§n interesante la· difer e nte duración de las ocupaciones no calificadas según s e cumplan en la ciudad o en zonas rurales fuera de la comunidad. En estas últimas la duración es claramente mayor, cuan­do no se trata de la ocupación o empleo iniciai. E~ . este caso se incluyen precisamente períodos espor§di cos de retorno a la comunidad de origen, qüe funcio-=:­na un poco como v§lvula reguladora frente a dificul­tades en la ciudad, o simplemente como el lugar para descanso, o tambi§n para atender a problemas y tarea~ en el lugar de origen, doride / se sigue manteniendo el derecho a algún terreno.

La comparación entre la duración de sólo el primer empleo (columna 4) y la duración promedio de todos los empleo~ dentro de una misma ocupación da regular mente un9 menor duración en el primer empleo, que­siempre tiene m§s caracteristicas de prueba, y en el que suele haber mayores abusos por parte del emplea­dor. Sólo en un caso excepcional la duración es no-

11. Es ta e s timaci6n se basa en un sondeo reali;ado ~or los vo­lunt a rios holandeses en 1975 en 23 escuelas rurales de Sud Yun gas . .

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tablemente mayor cuando se trata del primer empleo: Es el de las ocupaciones no calificadas. Interpre­tamos este hechc como una expresión de las dificul~ tades por encontrar mejor es _ ocupacione.s .. prec.isamen­te en los prin1c ros años en la ciud ad . Posteriormen­te sólo se recurre a estas ocupaciones no califica­das en los momentos de verdadero apuro, para evitar el pleno desempleo, o en los casos de residentes ma­yores peio muy marginaies.

9.4. Cambios de ocupación y tiempo de permanencia.

El problema- de la permanenci~ en una misma ocupación puede observarse desde otra Óptica más diacrónica, en función del . tiempo _de permanencia en la ciudad. El cuadro 9.6 piesenta esta información.

La parte principal del cuadro, en los primeros recua dros, puede compararse a una criba sucesiva que va­seleccionando y distribuyendo en cada columna sólo a aquellos que siguen perseverando en su primera ocupa ción. 12 En los primeros seis años de estancia en la éiudad un 58% de estos nuevos residentes permanecen en la primera .ocupación, aunque tal vez ya haya· cam­biad-o de empleos dentro del mismo tipo de oficio. Posteriormente en e[ siguiente sexenio d~sm~nuyen a .un 58% y asi sucesivamente, hasta que sólo un 28% de los. que llevan más de 26 años en La Paz sigue traba­jando en el mismo .tipo de ocupación que ~teriia al lle gar. La gran mayória después de tantos años en la­ciüdad .no sólo ha ca~biado de empleo, iino incluso d~ ocupación. - -

12. El cuadro se basa en la ocupaci6n actual, y por tanto . no refleja directamente la evoluci6n año por , año de todos los migrantes ' ll egados en una misma y Gnic a §~oca, ·sino que asc~e en cierto modo que la situaci6n de los reciin llega­dos en estos Gltimos años es fundamentalmente comparable a la de los que llegaron en §pocas anteriores. Esta asun­ción se· basa en los datos yi analizados en 8.8.

_-115-

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Ahora tiien, los cambios de ocupacibn no suceden ai aza r, sino dentro de un cier_to esquema. Hay ocupa­ciones en las . que a lo largci de los q ños sólo que­dan los pcicos o muchos que siguen en ella desde el tiempo de ·llegada. En cambio, hay ·otras óc-upacio­nes que van reclutando más y más gente próveniente de otros ramos, a~edida :que ~umenta el tiempci de estancia .en La Paz.- V .estas últim-as ocLip<i"ciories de . hecho son también las que -tienen cada vez una ' mai;or­proporción del total .que .logra -permanecer en su oc~ pación inicial, a pesar de los .años .'transcurridos. Es decir son las ocupaciones más existosas ~or par-tid a doble. · - '

Veámos lo en concreto. Pertenecen al primer', grupo ocupaciones que e n páginas anteriores hemos ido ca- _ racterizando como ocupaciones de entrada, aunque no todas ellas, ni todas - con la misma intensidad. Una vez más los dos casos más claros son ei de los estu diantes y el de las sirvientas. En ambos c~sos son muy escasos los que han pasado previamente por otras ocupaciones, aunque se trate de los pocos estudian­tes o sirvientas que llevan más de 13 años en la ciu dad. Más del 80% sigue en su primera ocupación (ver seg undo recuadro). Pero, tanto én éifras absolutas como en la proporción que represenla dentro de la "criba", son cada vez menos los que siguen en esta primera ocupación~ medida que pasan los años (ver primer recuadro). El ritmo de deserción es especial mente fuerte entre las sirvientas, que aguantan en el oficio menos tiempo aún que los estudiantes (4 años . vs. 5). Los albañiles siguen un esquema sem e ­jante, aunque con menor -intensidad. Hay una pro por­ción algo mayor de albañiles que previamente estu~ie ron en alguna otra ocupación, y hasta hay unos pocos que aguantan má s de 25 años (ver recuadros 2 y 3).

El esquema, en cambio, no se aplica a la otra ocupa­ción de entrada, y la más marginal de todas'ellas: lo s cargadores , ambulantes y dimás no calificados. Casi n~ hay nadie qu~ persevere en este tipo de ocu­paciones (como inicial) después de haber vivido seis o . más años en La Paz. Pero hay una prooorción' ' impo_:i::

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tante de no calificados que en este breve l apso de tiempo ya ha debido cambiar de ocupación dos y hasta trei o más ve ces (ver recuadros 2 y 3). Esta fue la primera ocupación para un 13% de todos lo s .re.si.den­tes varones. Pero es sólo la ocupación actual de un 2% de ellos, y aun dentro de esos pocos, dos de c ada cinco han llegado a este rango minimo despu §s de ha­ber fracasado en alguna otra ocupación inicial ~n los primeros años de esta nci a <e n la ciudad . En pági nas anteriores (cuadro 9.2) habiamos visto qu e la­edad de estos trabajadores actuales no calificados era una de l as má~ a ltas, pero que a l mismo tiempb llevaban pocos años en La Paz. Es decir, en ·su ma­yor parte algo mayor y ya casada que ha lle~ado tar­diameñte a la ciudad y que, por eso mismo, tiene más dificultades de ajuste al mercado urbano de traba­jo.13

En el extremo contrario las ocupaciones más exitosas en cuanto a la continuidad de los que se iniciaron en ellas y a la gente que se ·va transfiri e ndo a

ellas, .son l~s artesanos y come rc iant e s de ambos sexos y, entre las mujeres," las amas de casa. Es decir, las tres ocup acio nes de tipo tradicional de §xito ·a1 estilo campesino . Si nos fijamos sólo en los que permanecen en la primer a ocupación, a medida que pas an los años cad a vez es mayor el número de re­sidentes dedicados a estas tres ocupaciones. Es de~ cir, · en ellas se va ac umul an~o la mayor parte de gen­te que no ha precisado cambiar de trabajo. (Por eso van aumentando los porcentajes e n las divers as colum nas del primer recuadro). Pe ro además, cada vez más

13, Ha y a dem §s muchos carboneros y cam pesinos en oficios seme­jantes, que son simplemente migra ntes tempor a les en la ciu ded . Algunos de ellos, ' especialmente los provenient es de­l a provincia Camacho y los de la región quechua del Norte del Departamento (como los de Ayata, apod a dos moqoq'aras por su indum~ntaria e s pe cial ) , ~ienen . rut i nariamente a la ciud a d para· este tipo de trabajo cad a aR o du rante los me ­ses de menor actividad agrlcol~ , · mientras crecen sus se men t e ras y en la estación s eca.

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ge n te que h ab ia empezado en otras ocupaciones se va pasa ndo a §stas~ (Po r eso van disminuyendo lo s por-ce nt a jes de l seg undo recuadro) . · ·

Lo s fab ril es tienen una ten~ e ncia e x itosa semej s nte pe ro me nos ace ntu a da~ Los pocos profesores residen­tes tieriden tambi§n a ser estables, pero en esta ocu pa ción' apenas s e · i 'ecibe a gente ._ proveniente de -otros trabajos, debido a las exigencias acad§m ic as qu e s ólo están a l alca~cB de l a minoria con más estu dio s . Finalmente,' ni los empleados públicos ni los privados tien e n una fu er te permanencia en la primera oc upación cu ando van pasando los añ os, pero si va n recibiendo gente prciven~ente de otras ocup ac iones.

9 .4. Hacia una tipologi a de las ocupac~on e s pa ra

r es ident es .

El análisis de las diversas dimensiones y perspecti­v a s señaladas hasta aqui muestra que en muchos c as os más que un continuo sin saltos bruscos , s e dan agru­paciones de ci ertas ocupacione~ con c aracter isticas muy semejantes y bastante distintas de las de otros g r upo s . Teniendo en cue~ta estos grupos, en el cua­dro 9 .7 se h a e l aborado una clasifica ción en base a los ra s gos que pareci a n más signif.icativos y en el tuadro 9.8 s e han combinado las cinco escal~s ·resul­t a nte é par a l ograr una tipologia ocupacion a l qu e re­sum a l~s principale s caracteristicas de estabilidad. En est a última no se han incluido las ocupaciones de las mujeres, por no disponer para ellas de todos los indic a dore s . Pero el panorama es mucho má s simple en su caso, como v e re~os un poco más adelante .

Los grupos resultantes son los siguientes :

1) Las ocup a ciones menos estables son las de la · construcción, los empleado s priv a dos, y l as no c a lific a das, aunqu e cada una tiene caracteris-ticas peculi a r es .

-118-

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2) Los artesanos forman una categoria intermedia, más estable pero con una variada ~ama de dura­ción y constancia, debida a las numerosas al­t e rnativas de trabajo existentes O.entro - del r a mo, sopre todo en cuestiones de escalafón in-­t e rno. Aunque la diversidad de oficios tam~ bién influye, nótese que cada uno de los tres grup6s principales de oficio~ analizados por .

"separado (e~uivalentes al .75% del total ~e ar-tesanos) entran también dentro d~ este mismo grupo intermedio de la tipología.

3) Las demás ocupaciones son las de mayor estabili dad, siempre limitándonos a las alternativas -ocupacionales al alcance del residente ex-campe sino. Dentro de esta estabilidad existe una -gama casi continua que va desde la menor esta­bilidad de los empleados públicos que trabajan en la policía y la alcaldía, hasta la máxima ieguridéd de los comerciantes con puesto fijo de venta en la ciudad de La Paz.

En el caso de las mujeres la tipología es mucho más simple. Existe una única ocupación inicial y poco establ~, el servicio doméstico, y después de ella só­lo hay las siguientes alternativas relativamente esta bles: Limitarse a ser ama de casa dentro del hogar,­º ser ama de .casa y al mismo tiempo dedicarse al co­mercio o a alguna actividad artesanal dentro de los ramos de la preparacfón de comidas o la confección.

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CUADRO 9 . 2.

HOMBRES

CLASIFICACION DE LAS OCUPACIONES ACTUALES DE LOS P.ESIDENTES SEGUN LA DISTRIBUCION DE EDADES Y EL TIEMPO DE ESTANCIA EN LA PAZ

Promedio de edad actua.L

22,0 -

Distr ibución ae edadesb % con me_- _·desviac . kurtosis nos .de .. 30 .stand ~

94,1 1 3, 2 4 ,3 1 1

sim~tría

(skewness)

1, 1

(N)

(66) Estudiantesª Ernp . Privados Construcción Artesanos Fab~i les . Emp. Públicos Profesores Comerciantes No calificados

31 , 8 . 32, 2 32, 5 35,8 36,2

50 ,9 1

47' 3 1 1

45 ,6 1 1

31,8 1 1

31,5 1

10 '7 9 '7

10 ,o 10 ,1 9,5

2 '7 2 ,8 2, 65 2 ,45 2 ,1

,6 ,7 ,6 , 4

( 54) . (147) 084) (67)

PromedioS tota l es

MUJERES

Sirvientas - Artesanas ·Amas de casa Comerc i antes

Promedios totales

HOMBRES

Estudiantes Emp . Privados Construcción Artesanos Fabriles Ernp. Públ icos Profesores0

Comerciantes No califi cados ...

Promedi os tot a.les

MUJERES

Sirvientas Artesanas -Amas de casa Comerciantes

Promedios totales

36 , 3 39, 9 40 ,4

33 , 2

25, 2 30,7. 33, 9 34 , 3

30, 7

o - 3 afios

24 ,1 10 ,3 31,8 13 ,o 12, 7 12 ,1 16, 7 6,1

15,8

16 ,2

49 ,4 13 ,o 17 '9 10, 7

22,9

,15 1

38 , 5 1 0 , 1 1 ,8 ,04 1

21, 2 · : 10 ,5 2 ,2 - . '1 21,1 1 11,0 2 ,2 - , 15 1

1

44,0 10.,s 2 ,4 ,5

1 86 , s 1 t,2 13 , 3 2,7 1 53,1 1 10,4 1, 8 ,4 1

40' 8 1 9 '9 2,8 ,7 1

32 ,1 1 8 ' 9 2,8 ,4 1

56 , 0 10,3 2, 7 '7

Años que l l eva en La Paz 4 - 6 7 - 12 13 - 25 af_1os anos at1os

32 ,o 30,3 . 12 ,1 26. 7 20 ,4 31 ,5 19,9 32, 7 11,6 17, 7 24 , 7 29 ,4 18 ,6 20,9 31,3 11, 2 22° , 2 40 ,o 11,3 12 ,o 48 ,o 15, 3 __ 29,6 26 ,5 29 ,2 20,0 20 ,o

18, 5 25, 7 26 '7

20, 7 23,0 6 ,o 15 ,6 24,5 30,6 10, 3 23,9 30 , 3 13, 7 23,2 41 , 5

15 ,5 24,4 26 ,2

26 + años

1,5 4,9 4,1

15 ,1 16,4 -14,,~ .. 12 ,o 22 ,4 15 ,o

12,9

(1) 16,3 17 ,6 11,0

10, 9

1

(90) (25) (9 8 ) (20)

(951)

(100) (49)

(142) (82)

(373)

promedio afias LPZ

5,5 10, 9

6 ,3 10 , 2 12,4

. . 13., .3 13·,4 13, 7 10 , 1

10 , 9

1

1: 1: 1: f.['º· ] ~ , 4 ! , 7 ',6

10,2

Notas a. La encuesta sólo cubrió residentes ·mayores de 15 años. b. Para la defi.nición de las -medidas utiliz.3.das , ver la n-ota 2 de)

capítulo 8 .

-121-

(N)

(6 6 ) (5 4)

(147) (384) (67) (90) (25) (98) (20)

(951)

(100) (49)

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10. UNA CARRERA DE OBSTACULOS:

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Una consecuencia general importante de todo lo dicho hasta aquí es que una gran cantidad de campesinos, es cialmente varones, se ven obligad.os en la ciudad a ir flwctuando de un empleo a otro v hasta de un rubro ocupacional a otro hasta lograr una relativa , estabili dad. El residente típico varón después de varios años en la ciudad. -El residente típico varón después de varios años en la ciudad está en una ocupación distin ta de aquella en que había empezado a trabajar· en- la­ciudad. Este es un factor que debe ser muv tenido en cuenta en cualquier análisis serio de ,Las .condiciones laborales en que se mueven los campesinos desarraiga­dos de su medio rural. A él dedicaremos el presente capítulo.

En una primera parte ~nalizaremos sólo genéricamente el fenómeno del cambio de ocupación v perfilaremos el sentido que tienen estos cambios;, qué tipo de ocupa­ciones van perdiendo importancia v cuáles la van ga­nando. Después en la segunda parte bajaremos al de­talle de las diversas s ecuencias ocüpacionales por la las que va pasando el residente, en un ihtento de des cubrir asociaciones v sendas más trilladas dentro de­la maraña a primera vista caótica. de estas odiseas la borales de los campesinos en la ciudad.

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10.1. El saldo de los cambios ocupacionales.

Con la 'existencia. de tantos cambios ocupacionales; surge una pregunta obvia: Qué tipo ·_de ocupaciones y actividades sale perdiendo, y cuáles . salen gan~ndo? Los d tos para responderla han ~ido presentados en el gr fico 10.1 y en los cuad~os 10.1 y ~D.2.

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El gráficó niuéstr~ de inmediato Un ·esquema mÜv sim-P 1 e y · y a con oc id o en . e 1 caso ·de ·las mujeres : a 1 p r in -cipio casi todas las ' muje.res jóvenes se hacen sirvien tas. Pero con - él tiempo se ' va·n ·p'asando ·al hogar o a­los oficios artesanales o comerciales, más compatiblffi con las obligaciones del hogar. Otras actividades son sumamente marginales; ; '

El caso de lo s hombr e s es ~lgo más complejo, aunque con tendencias también c~ara~ . Disminuyen las ocupa­ciones marginales no calificad a s, los empleos priva- -dos v, por supuesto, los estudiantes. Los tres gana­dores principales ~son los artesanos, el primero .en mu cho, los comerciantes ·y los empleados públicos. Los­demás mantienen con pocas oscilaciones su participa­ción inicial relativa en la fuerza laboral inicial, la cual era importante en el caso de los albañiles, mucho más redutida en el de loi fabriles, v mínima en el de los profecionales.

Dicho en otras palabras, el ~xito del campesino en la ciud a d se realiza, como ya hemos ido insinuando a lo largo de este trabajo, no en las ocupaciones de esti­lo urbano, sino en aquellas de características más se mejantes a las de la activida'd ca.mpesina en las regio nes rurales de origen: las artesanías y los pequeños­negocios familiares.

Es te mayor éxito de las ocupaciones y esquemas labora les de estilo más campesino queda confirmado por los­d a tos del cuadro 10.1. Allí se ve todavía con mayor nitidez cómo a medida que aumentan los años de estan­ci a y que se va cambiando de actividad, los ex-campe­s inos se ·van refugiando incluso en l~ ciudad en aque~ ll as ocupaciones con arreglos laborales de tipo fami­l i a r por cuenta propia. Se empieza est~ndo sin traba

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jo o con sólos trabajos anómalos . uespues se con si­guen contratos y salarios eventuales o rel ativamente estables, pero los que más veces han cambiado de ocu­~ación acaban finalment e en .empresas familiares por cuenta propia, y los más exitosos de ellos en empre­sas igualmente fa mi liar e s pero con algunos operarios y ayudantes con un sueldo probablemente no legaliza­do. Los obreras y em pl eados a salario fijo mantienen con poca disminución su porcentaje logr a do a partir de los sieté aRós de est a ncia en la ciudad, pero no lo van aumentando sistemáticamente, por lo que esta for ma de trabajo asalariado nunca llega a ser una al­ternativa seria al trabajo de estilo campesino.

Pero esta evolución no ocurre por igual dentro de cu al quier ocupación, sino que varía según el tipo de ocu-­pación y en conjunto implica l as transferencias ya in dicada. hacia las ocupaciones más exitosas de tipo t+a dicional ,cu ales son las artesanales y el co~ercio. -

El cuadro 10.3 muestra· esta evoluoión diferenciada de la condición l ab oral de acuerdo al tipo de . ocupación. En el cuadro hemos eliminado a los simples estudian­tes, sirvientas y ama s de ca sa porque la condición la ti ar a 1 en es t a s o e u p a c i o n e s e s pre de c i b 1 e y en e s·t e s m . ti do . irrelevante: los simples estudiantes no trabajan; las ~irvientas se autodefinen de hecho coma eventua­les; y las amas de ca sa como trabtijadoras familiare s . Las demás ocu.paciones se agrupan en dos grupos princi­pales según predomine el trabajo asalariado (grupo A) o el fami liar (grupo B) . El grupo A tiene má s diver­sidad ocupacional pero sólo afecta al 44 % de los hom bres y a un puRado insignificante de mujeres. El gru po B, casi reducido a la línea ocupacional de artesa-=­no ~ y comerciante s , agrupa sin embargo a l 56% de los hombres y prácticamente a todas las mujeres, si se tie ne en cuenta que las sirvientas c as i nunca permanecen indefinidamente en esta condición."

La fuinorla ~asculina del grupo ~ es la que de una ma­nerB más o - ~enos eficiente se va abriendo pa s o dentro del esquema urbano y capitalista del trabajo asalaria do. El punto común de todas· estas ocupacfones es que

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Sólo l a minoría en el grupo A- 2 , es decir ios profesio nal es (3% de lo s hombre s , 1 % de la s mujeres) y los -fabrile s (7% de los hombres) llegan a consolid ar se só 1 Ídamente dent ro de este esq"uema urbano moderno. Pero estas ocupaciones ~lcanzan a sólo uno de cada diez hombres y casi a ningun a mu jer.

La mayoría experimenta, en cambio, la evolución de n­tro de las ocupaciones menos diferenc i adas del grupo B, e n l as que los trabajado~es eventuale s experimen­t an también un progres ivo descenso pro~orcional, pero para ir engrosando el grupo de los trabajadores fami­li ares por cu ente: propia. Aquí también ,hemos distin­guido do s s ubgr upo s: El primero, mu y minoritario, es tá formado por l~s no-calificados, y afecta só lo al -2% de toda la fu ~r za laboral. Lo interes a nte del cu a dro es que inclus.o en este grupo lo s poco s que pe rsis ten e n" esta cat eg orí a des pués de los primeros an o s se van pas and o a lo qu e hemos . llamado empresas fa mi lia­r es . Entre ellos e s tán lis poc as mujeres ma r ginales qu e con estas actividades llev an ad e lant e s u familia .

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Este ei ~l tipico camino del campesino par~ abrirse camino en la ciudad: ir p~sando de ayud a nt~ v even~ tu al, a dueño de i.Jn tallerci to, 11 empresa", o negocio prcipio en . el que, si tiene más éxito, pued a .llegar a permitirse el ·lujo de tener algunos ayudantes v ope­rarios. No es el Estado, sino los mismos residentes los que, de .esta manera, va creando sus propios pues tos de trabajo, dentro de una . fuerte lucha competitT va con el medio hostil v entre ellos mismos para sa-:­·lir adelante.

10.1. Algunas historias ocupacionales.

Pero entremos va en el detalle. lPor qué caminos con cretas se pasa de una ocupación a otra? Este es un a~p~cto sumamente complejo y variado que nos ~xigirá análisis- detallados.

Como introducción a es te tipo de análi sis queremos presentar una pequeña muestra de historias ocupaciona les que nos ayuden a comprender la complejidad v la -variedad de las situaciones concretas vividas por es­tas campesinos migrantes. ·· Indicamos en primer térmi­no el lugar, después la ocupación, la edad en que se inició en cada ocupación v al fin, entre paréntesis lo~ años qu~ se aguantó en ella:

Ejemplo 1

Barrio Los Andes (La Paz): Ayudante de copero en una pensión. A los 12 años (1 año).

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Un año más en +a escuela-

Barrio Los Andes (La Paz):Garzón a los i4 años, (3 años).

La Paz v el campo:

Ejemp~o 2

La Paz:

La paz:

Cuartel, a los 18 años (2 años).

La Pa z:

Tipuani:

Brasil:

La Paz:

-136-

Comerciante ~inorista. Desde los 17 años hasta ahora (durante 21 años).

Empleado como mesero en el Restaurant Rigoli A los 14 años.

Emple~dp en una confite~ ría. A los 17 años (1 año) ..

Empleado en una casa im­portadora de artículos dentarios. A los 20 años ( 3 año,s).

Minero. A los 23 años (1 año).

~ studiante en el laborato ria Cromo Ca. A los 24 años ( 2 años).

Mecánico dental. Desde los 26 años hasta hoy (25 años).

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Ejemplo 3 (siempre en La Paz, sin moverse) Dulcero. Cuartel. Zapatero. Jardinero. Operario empleado por un sastre. Maestro operarib. Maestro especializado en la confección de pantal~ nP.s.

Ejemplo 4

La Paz:

La Paz:·

Retorno a la ~omunidad de Lojjpaya como agri­cultor. A los 11 años (8 meses).

La Paz:

La Paz:

La Paz :

La Paz:

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A los 12 años (6 años). A los 18 años (2 años ) . A los 20 ·años (3 ·años). A lo s 23 años (4 años).

A los 27 años (2 añoµ). A lo s 29 años ( 9 años).

De s de los 38 años hasta ahora ( 2 años)

Empleado doméstico. A los 8 años (1 año).

Obrero e11 una fábrica de vidrios. A los 9 años ( 2 años )

Ayudante de sastre. A los U .añ.as .(8 ·años).

Operario sastre. A los 19 años (2 años).

Maestro panadero. A los 21 años (medio año).

Dueño de una panadería. A los 21 años, hasta ahora (28 años).

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Ej emp lo 5 (si empr e en La Paz,

Ayudante cargador . en el me rcado. - A

sin mover s e)

. . los 10 años ( 3 años).

Ayudante de albañil. A lo s 13 años (2 años). Ayudante de panadería.

Obrero fabriL .:1

Mécanico pa rticular.

Ej emplo 6

Sa nta Cruz.

Sa n.ta Cru z .

ca·ranavi.

Altiplano y Yung as .

La Paz.

A los 16 años (1 año).

A los 17 años (5 a A~.s). Desde los 23 años (15 año s ).

Servicio Militar. A los 20 a ños ( 2 a ños ).

Guard i a. A lo s 22 años ( 7 año s ).

Co mpr a de un lote. Agri­cuitor. A los 29 año s (16 año s ).

Vent a de queso. A los 45 años ( 2 . años).

Alba ñil. A los 41 años (1 año).

Ej e mplo 7 (siempre en La Paz, sin moverse). Ayuda n t e de ·albañil. A ~o s 11 años (j años). Ob re ro a lbañil en la al c a ldía Municipai. -

A lo s 14 años (4 años) .. Ayudante de ca mión. A lo s 18 a ños (2 años). En MEFUBDL, mecanica. A lo s 20 a ños (10 años). Me cánico cerrajero paI_ ticular. A lo s 30 a ños hasta hoy

(1 3 año s ).

Las hi s torias ocupacionales de lBs mujeres so~ regula me n t e má s cort as y meno s va riada s . Dos ejemplos típ( co s s on los siguiente s :

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Ejemplo~ (Siempr~ en La Paz , sin moverse);

Niñera.

Ayudante de cocina.

Cocin era.

Ama de c asa ~

Ejemplo 9

La Paz.

La Paz.

la Paz y Altiplano .

A los 10 años (5 añ os).

A los 15 años e 2 años) .

A los l7 años (3 años).

Desde los 20 añós (3 años).

Empl~ada doméstica . A l os 18 años (2 años).

Ama d e c asa . A lo s 20 años (6 meses) .

Comerciante, con la com­pr a y venta de queso y huevos. A los 26 años (3 año~) .

En cambio este último ejemplo, también de una mu j er , debe co nside r arse atípico:

Ejemplo 10 (Siempre en La

Emple áda doméstica.

Ama de ca sa .

Ayu~ante de al bañLl.

Ama de ca sa y ocupa­cione s eventuales no e xp lic3das.

Barrendera de la Mu ni­cip a lidad.

Paz, s in moverse) .

A los 18 añ o s (2 años) .

A los 20 años (5 añ o-s).

A los 25 años ( 5 años).

De los 30 a los 57 años .

De sde los 58 añ o s (18 añ o s) .

Por sup u esto no todas l ~s historias ocupacionales tie nen la misma complejidad. Para muchas mujeres la his toria se r educe a venir a l a ciudad co mo ama de casa­para servir a su marido , o a l me no s a ven ir co mo em­pleada doméstica para _ pasar luego a ser ama de c as~ , una vez ~~sada. Son también ba s tantes los hombres cu ya historia l aboral se limit a a sucesivos ascensos , -especializaciones o ampliacio ne s del negocio dentro

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de su ra ma ocup aci on a l. Pero historias como l as seña . ladas en los ejemplos precedent"es tampoco s on atípi -­cas. M§s aún, si nos hubiéramo s Rropuesto _profundi­zar l as en mayor ~etalle , sin duda nos habrían mostra­do muchos m§s cambios. CIDOB ha publicado l a autobio grafía ~e Daría, un semi-campesino ya anciano de l a -provinci a Aroma que fue trans curriendo por unos 30 empleos o actividades diversas, ·a lternando su di ve r- . sas habilidades como agricultor; confeccionador y ven · dedor de sombreros, y minero, en La Paz, diversas mi~ Das, y su p ro pi a comunidad en l a que finalmente se r e tiró d e nuevo en el oc aso de su vida (CIDOB 1978) . -Igua lm e nte c ompleja es la a u tobiograf1a de El oy Qu i ro­~. el hijo de un minero de Llallagua que, des_pués de mil peripecias , se estabilizó como obrero en Buenos Aires (Adams ed. 1974) . 1

lEs posible descubrir _algunas t en dencias y esquemas rep etitivos en medio de -estas variadas historias labo rales? Algunas ya las hemos indicado: Hay m§s cam~­bios en los p~incipibs que al · final, cionde suele lo­grarse una mayor estabilida d; este asentamiento fi nal se logra con m§s frecuencia en las ocupaciones d e es­tilo c ampesino y dentro de relaciones laborales en que predomina el trabajo y la pequeña e mpresa fa mi ­l iar . M§s difícil es encontrar secuencias típicas en los cambios de una ocupación a otra . De todos modos en las p§ginas siguientes pre se ntaremos l a "evidencia • existente en este punto .

l. En c ambi o l as deta l lad as au to biog r ~fias del ex- c ampes in o v mi­nero Juan Rojas (Nash ed. 1976 ) v de la dirigente Domitil~ de C hun~a r¿, e s posa de otro minero (Viezzer e d . 1960) regis t r an pocos cambios d e ocupación, aunque sí diversos cambios de em­pleo v de lugar d e residencia, e n algún caso como resulta do d e la repre si ón polltica. -

Judith M. Buechler tiene probabl em ente mucho materia l in§dito sobre historias de vida, pues en el prólogo de su tesis sobre comercio en La Paz v provincias (Buechler 1972) nos indica que §ste fue uno · de _ sus principales m§todos de recolección de da­to s . Sin embargo en esta tesis sólo nos presenta en cierto d e t alle la hi stori a ocupa c ional de un migrante de la zona d e l Lago (Compi) con 6 camb ios mayores de ocupación (pgs. 34-38) .

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10.3. Secuencia s ocupacion a les.

Dna primera con s tat ac i6n de car a cter gener~l e s que, a pesar de los c am bios de ocup a ci6n s e ñ a lados, la evo luci6n no es brusca, sino que prevalece la tendencia­ª irse asenta ndo en ocupaciones más s emejante s a las que se han venido de sem peñ a ndo con anterioridad. El cuadro 10.3 pre se nta la ma triz de correlaciones e ntr e la ocupaci6n actual de los residentes y todas s us ocu pa ciones previa s . 2 Esta correlación es cada vez más­alta, a medida· que se trata de las ocup a cion es más cercanas a la actual, con só lo un a excepci6n si gnifi­cativa: La s pocas mu jeres que lleg a n a pasar por cua tro · ocupaciones 'antes de llegar a la actual . En e ste caso, poco frecuente y posiblemente desesperado, l a s mujeres se des vi a n má s fácilmente hacia actividades distintas a las previas.

Bajando - ya al detalle, el cu a dro 10.4 mues~ra qu§ ocu p a ciones reciben gente de qu§ otras ocupaciones. Den tro de la especificación en cada sexo, el cuadro enfo ca el asunto desde una doble perspectiva. Primero, ~ trav§s de lo s porcentajes en bas e a l total de cada

2. He mos se lec cio nad a para este an,li~is dcs, ~edidas . de asocia­ción : El coef ici ente de contingen¿ia ( a C de Pearsan), y Gamma (o cae.ficiente de as oci aci ón ordi'n.al de Goddm·a n 1/ Kru s tal ) . La p r i me ra medida a sume qu.e la var.La b le .o.cu.pac io ­nal es una escala sólo nominal , sin un a gradación de un a o otra ocupación, 1/ basa su cál c u lo en l a conocid a medida x2 , la cual en los c asos ana li za do s por el cu a dro de probabili­dades de asociaciones superior al 99% en todas los cruce s .

La segunda medida, Gamma, asume qu e la variab le ocupacional es una escal a ordinal con cierta gradación de una a otra oc u ­pac ión. Esta su pos i ción no es . del t od o .válida e n nue st r o c a­so, sobre todo porque en e l momento de e la borar estos cuadros de correl ac i ones no se había n p ro cesado todavía lo s diversos refinamientos p rese nt ado s e n e l c apí tulo a.nterior, por lo que

·el orden ocupacional es defi ciente. A pes a i de ella, lo s v a ­laies de Gamma san relativament e . e l evados~ · crecinete s . Los Üal6r~s · bast a nte ter.canas de G a m~a~ c e ra y Gamma de 1e r. arden en el :último recu ad ro, in di can · q'ue el · sexo tien e poc a influ en­cia e n estas co r r e l acio nes .

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lín ea , se mue st ra l a propo r c 1on en que l as div ersas ocupacio ne s in i cia les han contribuido al tot a l en ca ­da rengl6n ocupacional ha s ta el mom e nto de la encues­ta . En segundo lugar, media nte los porcentajes verti cales basa dos en el total de cad a colu mna, se muestra e n qu§ proporciones lo s resident es de una determinada ~cupaci6n inicial s~ han ido distribuyendo por lo s d i verso s renglÓnes ocupacioriales hasta el momento de la encuesta . - · En ';_-~b os casós lo s - dat~s d~

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1~ .linea centr,~l ' ~ltagonál, ·subrayados en pequeños recuadrci~, muestran l ~ propo r - . ción en que h ay una continuid ad entre el rubro ocupa­cional inicial y . final. En es to s ca sos ·i a l 0ei se h a cambiado d~ empl eo o qui zás inc iuso de oficio dentro del mi sm o ramo · (por ejemplo de cargador a vendedor am bu 1 ante , de; n t ro de 1 grupo no c a i'i f i c a do , o de sastre -a p anad e ro, dentro del artesanal); p e ro no ha habido cambio s d r ástic os de un aruoo orincip a l a otro. a) Ocup ac i ones iniciales o finales .

Estas lin eas di ago nal es no s mues tran con s6lo pe que­ñas Uariantes, debidas a l cambio de medid~ aqui usa­da, 3 lo s as pectos en que hemos abundado ya en el c a -pitulo a nt e rior. -

3. Nótese por ejemplo cómo e n l as ocupac i ones más .clarament e in i ­ci al e s , c omo son laa sirvientas, los ~studi a nt es de ambas sexc sexos y en menor grado las albañiles, el por centa j e es e leva ­do, so bre todo cuando se toma l a ·pr i mera .pe.rspe ctiv a , es · dec.i r l a contribución de l a p rimer a ocu paci6n en e l t o tal que s i gu e en el mismo ra mo. En cambio en la seg u nd a pers pe ctiva (es de ­cir, l a dispersi6n a partir del pr i mer empleo) en estas mismaE ac~pacianes los porcent ajes dis mi nuyen . Es ta disminución es drá s t ica e n los que 'empezaron en ocupa ci ones na calificadas . Esa caída brusc a e s m§s s ignific a t i va ' si se re c uerd a que en los Últi mos años había aume nt ado notablemente el número de nu e vo s in migrados ob li ga dos a refugiarse en e ll as (ver 8 . 8). In­dica la in es ta b ilidad y bajísima s oportunid~des de sobreviven­ci a que hay en e s t os r ub ros .

En las ocup aciones t e rmin a le s suc ede lo c ont rario. El porcen­taje aumenta cu an do pasamo s de l a primer a a l a segunda pers­pec tiva. Por e jempl a, san pocos las actuales emp l eados públi­co s .qu e se iniciaron en esta ocu paci 6n, pero s on muchos l os que, s i em p ezara~ en este trabe j o, se manti e nen en el. Lo mismo suced e co n lo s com e rci a ntes, lo s artesa no s y las amas de c asa . En general c uenda . aumenta la proporción en l as di ag on a­l es de la sequnda oe r soec tiv a , se trata de ocup ac i on e s con ma ­yores posibil id ad es para e l resid ente .

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b) Ocupaciones endógenas o exógenas

Pero el aspecto de mayor interés del cuadro es otro. Fijémenos principalmente en las ocupacione·s -- en-- ··q1:1 ·e ·· e s más probable permanecer o establecerse cuando ya se ha logrado mayor madurez dentro del ciclo vital, es decir aquellas que no son simplemente la puerta de en tracia al mercado de trabajo urbano. Des~ubrimos en-­tonces dos polos ocupacionales tipicos: . El polo de ocupaciones endógenas y el de ocupaciohes exógenas. En las primeras . la fuerza . de trabajo se sigue reclu­tando preponderantemente dentro de la misma ocupa­ción, y son relativamente pocos los que ; se cambian a otro tipo de actividades. En cambio en las ocupacio­nes exógenas sucede lo contrario. La mayoria se cam­bia a otras actividades y, además, la mayoria de su actual fuerza de trabajo provie~e de otras ocupacio­nes.

Las ocupaciones más endógenas son los profesionales, es decir, los profesores (que casi sólo recluta a es­tudiantes, la mayoria de los cuales ya estudia para esta profesión), y los artesanos, que es la gran al­ternativa de la mayoria .de los residentes varones.

La construcción, a pesar de ser una ocupación prepo~ derantemente inicial, tiene también una-· Bpariencia de ocupación endógena; pero esto se debe probablemente al gran auge que ha adquirido la construcción en los 6ltimos aAos (ver 8.8). Habrá que esperar a que es­tos nuevos albaAiles avancen más en su ciclo vital y ocupacional para ver si realmente siguen en el ramo de la .construcción o si -- como es probable -- se van asentando en otras actividades.

Todas las ocupaciones endógenas se refieren a los hom bres. No hay, en cambio, ninguna entr~ las mujeres -residentes. En el campo el trabajo de la mujer como ama d~casa . (con sus actividades económicas laterales en el pasto~~º o agricult~ra) es claramente endógeno, como lo es la actividad agropecuaria de los hombres. Pero en las muje~es campesinas que vienen a l~ ciudad

·ya no puede d~cirse lo mismo. Aqui sucede más ·bien

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otro proceso: La mujer viene inicialmente. a tfabajar en otra cosa, y se repliega sólo posteriormente al ho gar a medida que se casa y tiene sus. pri_meros hijos.-

Pero hay también otras ~cupa~ione~~xógen~s, igualme~ te para los h6mbi~s • .. Los do~ casos más notables son el de los empleados privados y_ el de los fabriles. Ni uno ni otro representan una proporción importante den tro · del ·conjunto- ·de. )a fuerza laboral masculina. · Pe-=:­ro el rasgo n~evo es q~e esos p~co~ em~Jeados priva­dos y fabrilei vi~hen de cualquier otra ~cupación y van a parar tam~ién a ~tras muchas ~ctividades ~isper sas. ·- · · · -

Todas la; demás cicupaciones {ien~n porcentajes n6t~­~lemente más altos en una de las dos diagonales, en la primera perspectiva, si son ocupaciones de entrada al ciclo laboral, o en la segunda diagonal, si son ocupa ciones con más posibilidades de asentami~nto futuro.-

e) Asociaciones entre ocupaciones

Demos un paso más . . lDe qué otras ocupaciones proviene la actual fuerza laboral en cada rubro? y tam~ién, la qué otras ocupaciones van a parar los que empezaron su carrera laboral en un determinado rubro? Advir­tamos que el cuadro sólo presenta ·los términos extre­mos, de la primera a la 6ltima ocupación re~eAadci. En muchos casos se trata incluso de la misma ~cupa­ción o al menos del 6nico cambio ocupacional reseAado. Pero en otros casos se ha pasado por ~tras varias ocu paciones intermedias no reseAadas en el cuadro. Las­historias ocupacionales reproducidas en la primera parte del capitulo dan idea de los tortuosos caminos por los que que a veces puede ·transcurrir la carrera laboral del residente.

Limitándonos a estos puntos extremos de la evolución, el primer aspecto que sobresale en el cuadro es la gran interacción ' existen.te . entre las divs-rsas ocupa­ciones. La imagen pr~valente es que ~xisten transi­cione s en ~no u otro sentido entre casi todas las oc up a ciones.

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La excepci6n más notable a esta tendencia dispersado­r_a es e 1 caso ya mene ion ado de los prof es o res, que só lo dan y reciben un porcentaje reduci do de su perso-­nal de algunos residentes estudiah·teb· y o e · unos --pn·cos ~mpleados público~, probablemente en dependencias del mismo Ministerio de Educación a 1 que ya pertenecen.

Por otra parte el grupo de artesanos es tan 3bundante, que adquiere relieve en casi todas las ocupaciones. Es la principal ocupación de aterrizaje para todos los que abandonaron su primera ocupación con la e xceE ción ya señalada de los profesores, y es también una de las principales fuentes de reclutamiento de perso­nal para todas laci demás ocupaciones (excepto profeso res). Pero en este Último punto su influjo ya es al-::­go menor, puesto que los oficios artesanales, corno vi mas son muy endógenos. Un 70% de los que empiezan en­ellos sigue en esti linea ocupacional. Los demás, aunque representan volúmenes importantes en términos absolutos, significan una sangria relativamente débil en esta categor1a ocupacional. Estos pocos artesanos que se pasan a otras · ocupaciones suelen ser ayudantes y ~perarios sin taller propio, es decir artesanos que no lograron alcanzar los niveles superiores dentro del e s calafón interno de la profesión.

Fuera de esta t~ndencia más glcib~l, el cuadro rnue~tra ciertas variantes o asoci~ciones prefe~enciale~ entre ciertas ocupaciones. Pero para poderlas evaluar me­jor, introduciremos antes el elemento que habla queda do marginado _en e-1 cuadro: las secuencias intermedias.

10.4. Una pausa metodol6gica.

La serie de gráficos 10.2 hasta 10.12 nos presentan en detalle las secuencias intermedias de una a otra ocupación. Los - datos se ba~an en el total de todos los que han pasado por determin~das oc~paciones, · se­gún las submuestras i subdivi ~iones ~tiliza das ya para algunqs análisis del , papitulo anterior (9.3)·. Todos los dat6~ se ref(e~en a ocup~ciones de los va­rones.

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En los gráficos se ha pue sto todo el énfasis en la ocupación in med iat amen te anterior o posterior a la que es objeto del análisis. Otros cambios previos o finales sólo vienen indicados en forma más ~amera. Pero tanto en la ocupación centr a l de cada cuadro co­mo en _ la inmediatamente anterior y posterior se expli cit a además el número dé ' casos en 'que ocurre un deter minado tipo de secuencia (excepto si ' es un solo caso) y sé tien e "en cue'nt á' también el número _de años/hombre para cada una •de las dos o tres ocupaciones involucra da s- en l a -secuencia. , Este -''último dato ~sel - que de-­t ~ rmina _ el m ay o~o menor tamaño de c ada rectán gulo en e l cuadro. De esta -ma ner a hemo s . procurado fusionar do s datos igua lm e nte impor ia nte s~ - El número de veces en que se r 'eeite ' una secuenc ia, y .la _ duración de las ocupaciones, En lo s ca sos en que una misma secuen­cia se repite más de una vez (ej. comerciante-panade­ro-comerciant e , o agricultor-albañil-agr icultor- a lba­ñil) la dur a ci~n ante s o de s pués de la ncupación cen­tral .de cada gráfico se ha rep a rtido de ma~ era propor cio nal y e l núm ero de c asos se repite t -anto en la ba-=:­rra de la izquie rd a (ocupación ant erior) como en la derecha (ocup ación po s terior). Por eso la cifra de l a barra central e n vari o s casos no coincide con la suma d e l as dos. laterales.

En realida d, como ya hemos visto e~ los ejemplos ini­c ia les, l as secuencias reales son más complejas. Pero hemos considerado que los dos aspectos más dignos de a ná li sis so n el producto final, ya presentado en el cu a dro 10.5 que compar a la primera y la última ocupa­ción , y lo s sa ltos contiguos, que son los que se pre-se nt an en esta ser ie de gráficos. ·

4 . Este procedimiento tiene un riesgo, cu~ndo la muestra e~ muy pequeña y los po co s c asos tien e n un a duración muy iarga. En estos c asos l a im2 ge n pu ede que da r d is torsionad a . Pero en co njunto tiene l a ventaj a de inc uir un da to import an t e para el análisis: No es lo mismo samb ar de ocupac ión sólo después de unos me s e s , que hac erlo despu s de haber aguantado más de diez años en el la, ·

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Los gráficos vi s ualizan sobre todo los s .iguientes as­pectos:

a) La ocupación direct amente ~-ana2-i·zada -, en · c-adG cuadro ocupa la po s ición central con barras sombre a das. Cuanto ~ás gruesas son estas ba­rras, mayor es la e s tabilidad y frecuencia con que ocurre dicha ocup ación. De especial interés en este punto es l a barra correspon­diente a los ~ue no han pa sado por otras ocu paciones antes ni después. Esta barra tiene poco volumen en aquellas ocupaciones que sólo son tran s itorias ; como las no calificadas, y en cambio aumenta notablemente el volumen en las más estables, como por ejemplo en los co­merciantes.

b) La simetría o asimetría de los gráficos resul tantes tiene una interpretación en cierto modo comparable a la de las pirámides de edad, pe­ro con contenidds completamente diversos. Si la banda central ~e desplaza a la izquierda, se trata de una ocupación de entrada; si se desplaza a la derecha, se trata de una ocupa­ción ter minal. Además una misma ocupación puede ser más de entrada o_ más de salida ·can re 1 ación a determina d3S ··oc-upac i ·on es, según é s tas se ubiquen · antes o después de la ·ocupacian central de cada gráfico. -

·c~ El tamaño comparativo - entre la banda centra"­y cada una de las lateral~s ilustra la mayor o menor estabilidad o fuerza de la ocupación analizada y cada una de las que la ha prece­dido y/o seguido, pero sólo en los casos en que se da tal secuencia. Si la parte central en más gruesa, la ocupación objeto ~el cuadrd és dominante. En caso . contrario la otra ocu­paci~n es la dominante. De todos modos, en cuan~~ al _impacto e~ el resident~, como regla generai deb~ _considerarse que las ocupaciones finales tienen mavor i~pacto que las preceden

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tes, pues éstas han sido de he cho abandonada s para pasarse a las finales. Esta suposición será tanto más válida cuanto mayor sea la es­

. tabilid~d en las ocupaciones finales.

Te niendo en cuenta estos elementos de análisis, así como los que nos dio el c~adro 10.4, a podernos pasar a c a racterizar de manera .más exhausti a las asociacio nes más ~ típicas .entre ocupaciones -que se suceden en -la carr~~a laboral . de los ~esidentes~ - · .:

10.5 Las prinéipales ransiciones ocupacionales

a) En las ocup aciones no ~alificadas (ver ~ráfico 10.2)

En e st a ocupación inici a l por antonom a sia apenas hay c as o s s ignific a tivos en que sé hay a pasado pre vi ame nt e por a lgun as otr a s ocup aciones, sobr e todo e n a qu e llo s qu e actualment e es t á n e n estas activi­da des no c a li f ic a das . Sin e~bargo, si miramos . tarn bi é n otro s hi s toriale s pa sados, vemos algunos ca-­so s d i gnos de s e r indicadci s ~qui.

En primer lug a r lo s residentes que pasan por estas ocupa ci on es tienen un a- mayor movilidad geográfica qu e otro s • . Hay un iB% que han estado eh élgún mo­me nt o e n alguna activida d no calific a da en el cam­po o en minas, · y otro 15% que han sido comercian- · te s viaj e ros. En ambos casos un cierto número de e s to s no calificados más móviles han llegado a La Paz d e spué s de haber pasado por fugaces ocupacio­ne s e n lugares intermedios entre la co munidad y la capital. Perd este es el punto que desarrollaremos má s a fd~do al f inal de este capitulo (ver 10.6).

Las otras actividades previas que puedan tener cierta incidencia en estos residentes marginales no c a l i ficados son los empleos inestables como garzones en restaurants u otros establecimientos comparables, y también como albañiles. En reali­d a d est~ última ocupación es la que tiene ~na ma­yor asociación crin los trabajadores no calificados.

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Un 29% de estos últimos en un momento u otro de su historial ha trabajado también en la con strucción. Pero lo más corriente ·e·n _ estos · casos es que ascien dan de ocupaciones no calificadas haci2 l e .construc ~ión, más q~e viceversa.

Concentrándonos en la evolución posteriwr de estos ex-trabajadores no calificado~, el panor ama es in­menso, y las hi~torias ocupacionales-p 0steriozes pueden incluir secuencias muy largas, aunque de du ración _ más bien c o~ ta en cada ocupación o empleo.-

Aparte del c a s~ ya mencionado de los albaA{l~s, la otr~ ocupación a la que van a parar la mayorla de los ~o calificadoi es alguna de las r amas artesana les. La asocia~ión de artesanos c~n antiguos no -calificados es más fuerte que ton ningún otro gru-. po -~cupacional. Más especiffcamente, dentro de los numerosos oficios artesanales~ la principal vincula

.ción es con los panaderos, pasteleros y otros arte­sanos prod uctores de alimentos, que son las ramas­que exigen menor especialización. Un 18% de . los no calificados ha sido también productor de alimentos, especialmente despuéi de baber abandonada su prime ra ocupación no c a lificada. -

Los trabajadores nci calificados en realidad han ido a parar a muchas otras ocupaciones, incluyendo al­gunas de cierto status_ y estabilidad. Por ejemplo, lla_ma la atención que sea una de las ·princi·pa1'es ocup acione s proveedoras de fabriles. Casi uno de cada cirico fabriles empezó siendo car~ador o algo parecido. Con todo El gráfico muestra que esta transición sólo en algunos cas¿s es direct a . Más corrientemente es a través de a·lguna otra ocupa­ción intermedia. Son también bastantes los que lle ·gan a ser comerciantes~ con o sin mediacione~. -

En la . construcción . (Ver gráfico 10.3).

Siend~ ia~8i~n una •ocupación .de entrada~ la cons­trucción ofrec~ muchas ,más >op6rtunidades e incluso posibilidades ·de -ascenso. Por - ~na oarte no se ne-

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e cesita may or preparac ibn para empezar a trab aja r como albaAil, porque todo campesino ha trabajado anteriormente en su comunidad en la con str uccióri de su propi a casa ·y en las faenas b a chugallas para ai¡udar a la cóns-.t'rucción de l as casas de lo_s · otros co~unarios . . De esta forma, al entrar en la ciudad puede fáciJmente_empezar como ayudante en alguna construcción e ii . apiendi~ndo lo más ~ especi fico del oficio al tie.mpo que gana.. algo. En un aAo puede llegar ~ conober . s~ficientemente el · oficici para ser m~estro, y poco a poco ir adquiriendo de­t erminadas especializacion·es, _como por_ ejemplo la de armador o encofrador¡ e incluso llegar a s~r contratista particula~, con _sus propios peones, o bien obrero regular en alguna ~e la§ grandes empre sas constructoras. Cada albaAil simbolizará su po sición y status ·dentro del escalafón interno d e su ramo por_ medio de las herramientas que ma_neja y p_g_ see.

En todo esto el oficio de a lb aA il . es claramente uno de los variados oficios artesan~les . . Pero tie ne también muchas peculiaridades como mayor faci-­lidad, más posibilidades de trabajo asalariado o eventual baj1 un .patrón, menor ~specialidad y por tanto también menor estabilidad, una bu§na dem an da pero mala reiribución, etc. Por todo ·ello necesita un análisis separado.

Todas las caracteristicas seAaladas hacen que ·se agua nte más tiempo en la construcción que en las ocupaciones no calificadas, pero menos que en las demás ramas artesanales. Son también pocos los ~ue lleg an desde otras ocupaciones y -estos pocos vienen principalmente de estos oficios no califica dos o del simple nivel de aprendii en algún otro­ofic io artesanal . Aparte de la mayor estabilidad en el mismo oficio, la distribución de aquellos albaAiles que deciden • cambiarse hacia otras ocupaciones no difiere mucho de la que hemo~ ' visto . en los trabajadores ria cali­ficad~s: Se hac en artesanos, comerciantes, o in­cluso fabrile s ; en cambio no se abren paso haci a e l estudio ni las ocupaciones profesionales.

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La princip a l pecutiaridad es cierta asociaci6n con la alcaldía. Son pocos los albaRiles que llegan a colocarse en la alcaldía. Pero el ra mo de la cons trucci6n es üna · de las principal e s ·cant·era·s _·provee doras de mano de obra campesina para la alcaldía.-1~ raz6n es ' que en la alcaldía hay muchos trabajos poco calificados relacionados con la construcci6n. Por ejemplo las diversa s obra s de alcantari llado, el mantenimiento o apertura de calles y plazas, las obras públicas de entubamiento o defensivos en las 185 torrenteras de la ciudad, o la refacci6n de edificios públicos.

c) En los empleados privados (ver gráfico 10.4)

Va vimos ante s que esta ~s una de la i ocupaciones iniciales .de los · residehtes y también una de las más ex6genas. · Por eso los que s6lo h a n pas~do por esta ocupaci6n s on poco é y llevan pocos aRos en su empleo.

Por ser ocupaci6n primordialmerite inicial, no son ­muy importantes los orígenes ocupacionales previos. Pero, a diferencia de las ocupacione s no califica­das o los alb aR iles, a quí es más corriente encon­trar también empleados privados que antes· han esta do en otros trabajos, sobre todo · entre -los . que lle garon muy j6venes a la ciudad. Hay representante~ de todas la s ocup aci ones entre estos futuros em­ple ad os privados, pero el salto ·a este · · ~ipo ~e~fi cios se hace principalmente desde algún trabajo ar t es anal, y también desde o ·duránte los estudios. -En realidad un empleo privado como el de mensajero o _el de ayudante en una pen s i6n es una de lqs ocu­paciones más ~ompatibles crin el estudio.

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En esias etap a s iniciales del fiabajo hay una a~o ­ci a ci6n r~lativamente fuerte e~tre estos empleos privados V l as otras ocupaciones i nici a les. Un 20% d~ lós que son _o han sido emple a dos priv ados también han .. sido en alg~n moment o ttabaj~d~res ~o c alifica doi ~otro 20%, albaRiles. ·

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Goma en cas i tod as las ocupaciones, l a maypr aso ­ciaci6n en térmirio i absol u tos es con lo s oficios artesa nal es . L~ mi tad de los _empleados privados s o n artesanos .e·n ' a':ig úri ' momen to' de su ·c a rrer a, y lds ofic i o s . ,art~san a les, jun.to · con el .comercio, sori las pr i nci pales ocupa cion es estables a que se

- pci~ah cu ando dejan su · empleo en el res taurant o la of ici na . _En t .érmirio s . absol utos el grupo l)l á s im- .

"por t'ante -perman ecer"á en afgún oficio arte sana"l (ya no . :en. e1 ·:comercio'), pera·' en términos relativo s .lo

"más significati vo ··es que ·¡, la · larga la , proporci6n que· s ·-e· pasa a otros emple o s ' asa lari ad os ur ban o s es bas~ante superior al p r omedio general. Aparte ~el 1 9% qu e sigue como em pl~~do privado, otro 29% acaba últim amente como emp le ado público (incluidos algu no s profe so re s)S o como obrero fa bril, ocupa- . ciones·que en e l conjunto s6lo emp lean a _ un .- 19% de lo s residentes. . Su prim e r c ont ac to con em pl eos a sueldo le s dejó más q'ue : a otros la t en d e ncia a as_g_ gurar sus entradas por este c amino~re gular y menoi arriesgado . · ·

d) (n lo s estudia nt es .

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Dos de c·ada tras estudiante s vienen a la ciud ad di­rectamente para seguir ahí sus estudios¡ t a l "vez a l te-rnando con ·un a ocupación a tiempo parci a l°. La o tra terce r a parte se ha pu esto á e s tudi ar o ha re­tor n ado a l as aulas después de habe r ~asado algún tie mpo ganándose l a vida en ' algún trabajo: Tales trabajos pr~vios o quizás también simultáneos so n principalmente de tipo artesanal, aunque a veces han pasa do antes por otras ocupaciones . no cali f ic a­das o han sido obr eros .

Est o s em pl eados privado s asoc i ado s con el p r o fesorado; fnclui dos u nos pocos que·dejaron ~ l ma gisterio p~r - él emp l ~o en -oficin~s pri va das, son l~s 6nico a que muestran c ie rt a ca li f i­ción profesional .

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Una v e z ac a bado s los estudios, o en sus etap a s f in a les si se trata de nivéles más avanzados, l a prime-=:­ra tendencia del residente más instruido es la de busc a r una ocupaci6n más ~ropia de l a .. cl~se me d ia urbana, e s pecialmente como empleado privado ( mucho más raro, co mo empleado público), como profesor · so bre todo rural, o incluso como chof e r transportis-=:­ta. Son en ca mbi¿ inuy escasos los que del estudio se pasan directament~ a las ocupaciones en que se pu~da tener éxito al estilo campesino, es decir las

. artesanias ~ el comercio, o a ocupaciones urban a s de clase baja, · como scin los fabriles ci albañiles.

Sin embargo, a la larga, no todos .tienen é x ito en este primer intento. S6lo en el magi$terio rur a l llegan a abrir una br e cha importante y estable. En cambio, en '1os demás empleos de clase media urb a na lcis estudi a ntes no llegan a contribui~ en propor­ciories supetiores a las de los e x-campesinbs prove nientes de otras ocup aciones. Unos y otros choc an ahi con la agresiva competencia d~ otros candid a ­tos nacidos en la ciudad, más abundantes y mejor conectados para lograr buenas pegas. El resultado es q.ue, después de e 'ste primer fracaso, también lo s estud iantes ac a ba n engrosando las fil as de l a r tesanado. Es digno de notar que entre los resid en tes comerciant es , oficio potencialmente. 'má s· lucr a-=:­tivo, _son pocos los que previamente estudiaron en la piudad~ ·

e) En lo s artesanos (ver gráficos 10.5, 10.6 y 10.~)

Llegamo s aqui a la oportunidad laboral má s ma s iva y ~stable de los ~e sidentes ex-campesinos, en l a que no s6lo pueden encontrar trabajo, sino incluso pueden genefar nuevos puestbs familiares, . y en la que se ¡:iuede ir avanzando y ~specializaAdo en .el

· _escalaf6n interno de cada oficld hasta ll~gar a la ~spiraci6n más corriente de 6ada a rtesano: ll e g a ~ a · tener un taller propio, una . clientela estabie y un capit a l s uficiente para poder ten~r re gul a r me n-

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te a algunos ayudantes V operarios. Las caracte­risticas artesan~les que indicábamos .ya en il caso ~uy p~rticular de , ios albañiles alcanzan •aqui su má x ima e xpresi6n, pero con . mayor estabilidad, den­tro del horizonte relativamente limitado que suele proponerse un trabajador de tipo artesanal.

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Estas posibilidades internas de.ntrci · de este ramo ocupacional s e reflejan .. en su .al tó :. niv.el .de endoga mia, y sobre todo en los pocos ' éxodo's hac~a otras­ocupabiones una vez que ya se ha superado la etapa de . aprendice s o ayudantes.

Aunqu e más de la mitad de los actuales artesanos s e inici a ron ya en este tipo de ocupaciones, hay 43,5 % qu e se ha pa s ado a artesano después de ha­ber ·Prob a do Ótro s trabajos. · Se trafa fundamental­mente de gente que habia e~tado anterior~ente en l .a s ocupaciones de entrada a ·que nos hemos referi­do ha s ta aqui (excepto e s tudiantes). Es especial­mente notable la propqrci6n de ex-trabajadore s no calificados pasados a artesanos·, sea por. paso di­recto o después de haber probado otra . ocuoaciAn.

La ventaja de los oficios artesanales es que se puede empezar en ellos sin tener una mayor prepara ci6n. Esta se va adquiriendo poco a poco a base -del contacto del ayudante con su maestro. Como vl mo s ariteriormente (6.3), esta ventaja tiene tam­bién su contrapartida: el abuso del maestro sobre ~ us ayud a ntes novatos, a los que explota hasta el punto de que a veces ni siquiera les paga. El ayudant e soporta estas privaciones con la esperanza de poderse independizar tan pronto conozca el ofi­cio y t e nga un capital 'minimo para lograr las he­rramientas y poder ir renovando el material.

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Fuera de los casos en que un fraca s o ~n el negocio obliga a buscar nue0as alternativas, las 6nicas puertas realistas hacia otras ocupaciones no artesa nales que supongan en cierta forma un · asc.enso esta ble, son el comercio y el · tra.n s porte. 6 Hay sin du da quienes se ~asan a otras ocupaciones. Pero lo~ gráficos mue~tran que sblo los que se pasaron al comercio y al ' transporte lograron depu§s cierta es tabilización. El tránsito no siempre fue de mane~ ra inmediata, sino que en algunos casos hubo algu­na ocupación intermedia.

Los tres gráficos, ~elativos a los tres oficios ar tesanales más corrientes, muestran que estas ten-­ciencias generales se repiten en-cada uno d~ los oficios artesanales. Pero nos añaden tq~bi§n cier tos matices.

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·L~ m~~ima estabilidad y ~ndogamia s~ da en los ofi­cios metal-mecánicos. Es tambi§n normal que algu­nos mecánicos se ha~an despu§s choferes, pero nóte se que no hay casos del proceso contrario. El cho fer en cierta forma se parece a un artesano cuyo instrumento de trabajo, el vehículo, supone una ma y o r in ver s .i ó n de cap ita 1 y q u i z á s ta m b i § n mayores -ingresos o_al merios ciertamente mayor prestigio.

En · los sastres., bordadores y conf.eccioni:stas . .en '.g.e neral la situación es semejante pero la estabili-­dad es ~lgo menos sólida y hay una diversificación mayo~ de alternativas posteriores fuera del campo artesanal, aunque nunda en altos porcentajes. En ~stos oficios, en concreto, hay varios casos ~e sastres o bordadores que retornan al campo. Tal

6. En el cuadra 10.5 esta 6ltima alternativa queda oculta parque las choferes que no son comerciantes quedaron incluidos den­tro del· rubra" -.artesanal más genéri.co • . ' Ver nota 5 en capítulo 7. 3.

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vez se deba a que en estas ramas artesanales se man·tie.ne un a mayÓr vinculación con el campesinado. Incluso en la ciudad parte de la clientela de los sastres y bordad¿res - tiene que.ver con cel~bracio­nes familiares (como matrimonios) · y ·con las .fies­tas comunales~? Por ~so sastr~s y bor~adore~ son el tipo de arte sa nos que más fácilmente se en-cuen tran en l os pue bl os más c§nt~icos ~~ pr ovincias ¡ como por ejemplo Achacachi. -

En los panaderos ~a estabilidad es a6n menor, aun~ _ que rel~tivamente sólida. Recordemos que l a sub­m u ~str a se refi ere sólo ¿ lcis residentes d~ Ojje que han pa sa do por el oficio de panadero. En ge­neral estos ojjeños han estado más años en La Paz, do n~ e lleg a ron d ~sde chicos, y por eso l os perio­dos de duración son más largos que lo ordinario. Pero al mismo ti~mpo el porcentaje de a rtes~nos en tre lo s ojje~os .es extremadam~nte alto; L~.gran -may orí a (90%), o ha sido sastre o, en una propor­ción menor, panadero, y· todavía .un 70% de ellos si gue siendo sastre (56%) o panadero (15%).- Debido­ª esta abu nd ancia de op6rtunidades entre .los paisa nos'· s on rcuchos los qu e en un momento .u otro prue-=­ban fortuna en estos des oficios y s on tambi§n mu­chas ias transfer encias .de person a l de un horno · de pan a un taller de sastre o viceversa. Entre los ojjeños los actu a les panad ero s sólo __ son un 15%, pero los que han pasado en alg6n mome nto por .este of i cio .son un 31%. es decir, más del doble, y el

7 . Para una mayor profund1zación~e la problemfitica d~ lo s comer ciantes remitimos a las tesis especializ adas de Buechler (1972) y Donoso (1981). La primera, de enf oque mfis an t ropo­lógico y basada en datas de . los aAos 50, c ubr~ co me rciaA~es e n ferias rurales y en la ciudad (residentes o no ) . · . La segun da , m§s so cio l6gica , e s un an§lisis del barri o co~ercial del-Gr an Poder 2n l a ciudad . ·

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total de empleo s diversos en p a naderia suma 97, para un total de 153 residente s encuest a dos. Un 43% de los que fueron panadero s ha n acabado s a s­tre~, y otro 15% pasó en algún mo mento - por es e oficio. Esta forma de interacción es tipica en los ojjeños, p e ro atipica e n el conjunto d e los artesanos .

El ejemplo particular de los panaderos de Ojje tiene también las caracteristicas típicas de-lo s artes a nos, pero a de más nos ilustr a las modBlidade s concretas que la carrer a ocup9cional puede tomar para l~s e x-campesinos de una co munidad cuya colo­nia organizada de re s identes tiene una fuerte ~spe ciali~ación ocupacional. -

f) En los ~mpleados públicos (Ver gráfico 10.8)

Prescindimos en este análisis de a quellos que sim­plemente están cumpliendo el servicio militar , y también de lo s profesores, que serán objeto de un tratamiento especial . La gran mayoria de esto s emp l eados públicos trabaja o ha tr a bajado en la po licia, Guardia Nacional, Tránsito o dependencias -s em~jant~ s . Todos estos son el 47% de los funcio­narios públicos actuales, pero un 55% d~ todos lo s que alguna vez han sido funcionarios · públicos han pasado por este tipo de cargos. El s egundo grupo en importancia es el que se vincula con la Alcal­dia Municipal. Son un 29% de •l ·o-s '·actuales y ·el 27% de todos los que alguna vez han sido empleados públicos. Finalmente los demás (25% de los act ua­les; 23% de todos) se dispersa por las de má s depen ciencias de la Administración Pública • . Sólo 5 del­total de 85 Ce s decir, el 5%) ha pa s ado de un g·ru­po ~l otro dentro de esta Administración Pú~lica.

Dentro de la estabilidad terminal de estos diver­s os empleos públicos, hay diferencias de acuerdo al grupo concreto que entre en consideración . En­tre los poljcías de la Guardia, dos de cada tres emp~zaron ya 8n est8 trabajo al llegar a la ciudad, quizás ' despu~s del servicio m~litar. En cambio en tre los de la alcaldía el empleo sólo e~ inicial

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pa r a uno de cada tres, y en los de más emple a dos pú blicos sólo para uno de - cad a seis cas6s. Para las­tre s grupo s aqu8llo s que : no se ,han iniciado ya co­rno e m pleado~ públicos , provienen preferentemente de las otras ocupaciones iniciales, a saber de la construcción, de las ra mas no caiificadas, de in­tentos fal _lidós .en . alguna rama artesanal, ' o tam­bién, én un . porcentaje ·superior a lo esperado, de aigún empleo privado~ De todos -estos, los que tienen los antecedentes menos . cali~icados es más fácil que vayan a parar a lo~ empleos en la alcal dia. La mitad de estos emp l eados municpales, de~ dicados a arreglar calle s o a otro s trabajo~ no calificados, provienen de .las ocupaciones no cali ficadas (27%) o de la construcdón (23%), mien- -tras que para el conjunto de los empleados públi­co s la proporción total de los que empezaron .en est as actividades sólo alcanza al 20%. En gene­ral, por su menor calificación y pag a , los em~ ~leos en la alcaldia, aunque pueden durar 'muchos años no significan una solución definitiva tan sólida como los demás. Pese a su menor propor­ción en el conjunto de los que so~ o fueron em­pleados públicos, el 53% de los que ya han dejado de serlo habían trabajado previamente en la - alcal día.

Los que tia ba jan en la poli¿Ía o dependencias se­mejantes permanecen más t(e mpo sin buscar ya otras ocupaciones . Algunos policías afirman que con el tiempo desean pasarse a-ocupaciones más sólidas y mejor rentadas. Pero en la práctica nuestros datos indican que este sueño se realiza pocas veces. Fuera de l os casos en qüe se ha fracasado en este u otro empleo público, los resi dentes sólo lo dejan para actividades que les ha~ cen prever también una estabilidad comparable, p~ro no una mejor califi~ación. Se pasan a al­gún oficio artesanal y sólo unos po~os al comer­c i o o a a 1 g ú n traba j r:! f i jo -en un a ·f á brica . . P :::- á c -ticamente nadi e logra u n é x ito estable posterior co mo e mpleado privado, n i retornan a las ocu pa­ci on e s iniciales.

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La mejor situaci6h y estabilidad entre los emplea dos públicos la tienen aquellos que han logrado -entrar en otras dependencias distintas de la poli cía o l~ Alcaldía. Estos empleos son más clara-­mente terminales. Ya vimos que sólo uno de cada seis empezó en .. ellos, y de éstos, la mitad siguen en el empleo inicial. Por otra parte, sólo uno de los encuestados pasó por este tipo de empleos y lo dejó posteriorm~nte. Los empleos concretos encontrados son bastante variados, desde porteros o serenos de alguna oficina o instalaci6n públi­ca, hasta un caso muy e xcepcional de un ex-profe­sor rural pasado a planeador educativo. Este es el Único caso de empleado público cualificado en nuestra muestra.

Entre estos empleados h~y varios con ei cargo re­tribuido de "coordinador", es decir dirigente ca­pesino de la Federación Sindical oficialista, la única qu~ existía en el momento de la encuesta. Es interesante seguir la trayectoria ocupacional de alguno de los casos. Uno empezó como coloni­zador. Allí logró su cargo de coordinador ofi­cial ista, y como empleado en el Ministerio de Agricultura. Otro había dejado el campo a los 18 años. Trabajó primero cuatro años en la ciudad como sastre, después se pasó a comerciante duran­te otros dos años, y finalmente fue nombrado eje­cutivo de la Confederación Na~ional Campesina~fi cialista, a pesar de su temprano alejamiento de las bases ca mpesinas. ·

g) En los fabriles (ver gráfico 10.9)

Hay dos grupos ocupacionales distintos dentro de ista categoría. Los mineros, minoritarios, que v{stbs desde la perspectiva de los residentes ur­banos suelen estar en una ocupación . de paso, prin­cipalm~nte inicial, y los f~briles urbanos propia­mente dicho~, ~~e so~ la ~ayoría _ y que tieAen mayo res oportunidades de permanencia, a pesar del ca-­racter prepondera~temente exógeno di es~a ocupa­ción. Incluso dentro de estos fabriles, debemos ~i~

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tinguir los ,obreros poco calificados que lleg a n tem prana m en~e a l~s fábri~as, y no suelen aguantar mu

.cho las condiciones de abuso que allí ·sufren, y los que se cons.olidan en un puesto más fijo y esta ble. tstos últimos son los que aquí nos interesa~.

En ~l reclutamiento de los fabrilei lo§ que empeza ron como artesanos tienen menos importa~~ia de la­que · se hut:ii-era podido esperar. Son en cambio pro­porcionafmente más importantes los que inicial men­te habían si~o albañiles, empleados privados o tra b aj adores ·no ca 1 i f i cado s . · Con todo mucho s de es - -tos antes de llegar a la puerta de la fábrica pro­baron suerte sin éxito en otras ocupaciones, espe­cialmente artesanales~ Es probable que el subsi­guiente paso ~cÍeT - taller artesanal a la fábrica se deba en -muchos casos a la atracci6n que ya lea pro porcion6 un primer contacto con el trabajo asala-­riado. Un ?8 % de los que en algún ~bment6 han si do fabriles fueron también empleados públicos o so bre todo privados, en la mayoría de los casos antis de haber entrado en la Fábrica. Y es probable que una buena parte del 26% que en algún momento fueron albañi l es . también habían acariciado cierta forma de s a lario eventual.

Sin embargo tam bién en estos obreros de tipo más moderno y capitalista se sufre el rechazo de la es tructura y competencia laboral urbana frente a los llegados de afuera. Por eso casi la mitad (49%) los ex-campesinos que habían llegado a la mina o a la fábrica rebotan de ·nuevo én las ocupacione.s más "c .ampesinas" relacionadas con la construcción y la artesanía, y otro 25 % se dispersa en otras activi dades. Pero puede afirmarse que los que permane-­cen en la fábrica llegan a adquirir cierta estabi-lidad y status. ·

En realidad este rebote se da con mucha más. fuerza en los que inicialmente fueron obreros de min a . La ma yoría de ellos, al ll~gar a lci ciudad, ~~enen que abrirse camino como cualquier otro llegado y s on pocos lo s que lograron emplearse en una fábri­ca .

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En cambio en~re los fab riles urbanos propiamente dichos el índice de permanencia es mayor . Dos de cada tres (66%) se queda ya corno obrero fabril, y la tercera parte restante tiene una mayor disper­si6n en su nueva oc u padi6n: s6lo un 19% rebota a la construcci6n o a lo s oficios artesanales, y el 15% restante se pasa a diversos trabajos . Pero incluso entre esto s parecen ser pocos los que sim plemente abandonan su oportunidad en la fábrica -en busca de algo mejor . Si dejan la fábrica es porque no han logrado a llí algo fijo y mejor que un trabajo ine stable ~ co mo peones o ayudantes no calificados, o en algunos casos porque simplemen­te han sufrido una masacre blanca después de 15, 20 ·y has.ta más años de trabajo.

h) En los comerciantes (ver gráfico 10.10)

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Si los oficios artesanales son l a panacea a que acá ban .recurriendo la mayoría de los residentes, el - ( comercio podríamos caracterizarlo como el princi- , pal modelo de éxito para los residentes ambiciosos, , tenieñdo en cuenta las limitadas alternativas a su

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Con todo, como en el caso anterior, tambi~n aqu í debemos distinguir varios nivele~ de comerciantes. En el capítulo 8 señalamos ·que · el .· comercio, pese a sus caracter1sticas de ocupación inicial para un grupo no despreciable de residentes incluso menores 1 de 20 años, sobre todo en las regiones rurales más ~ pob l adas y e n tre aquellos que se veían expulsados del campo por factores econ6micos o extra-econ6mi~ cos (8.3). Se trataba a no dudarlo de pequeños ne gocios a niveles de subsistencia, sin capital, y -que exigían viajes constantes de y al campo para rescatar algún producto agríc ol a, para ven der allí artículo~ manufacturadosr para algún c tipo de con­trabando hormiga en la cercan a frontera, ·º para alguna ccmbinaci6n de estas varias fuodalidades . Lamentablemente no tenemos las cifras ni e l deta-l'le nec,es.ario para· s .a .b e.r a cuántos residentes co­fuer ciantes afecta este tipa de comercio poco segu-

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ro y de escaso volumen operativo. Pero tr a tándose de ex-ca r pesinos este es cier~amente el tipo de co mercio dominante: .y el éx'i to en esta ocupación debe medirse ~entro ~e áigún tipo de ~ evolución ~ue par~ de estas premisas. Una aproximací6n cuantitativa puede darla . ~l hecho de qu e un 34% de los actuales comérci~ntes re~identes ya ~se iniciaron como tales al · ·sa.lLr· de su comunidad; . Y· .. el dato. de que entre los actuale s · ó 'pasados · c'omercia'ntes que explicitan su tipo de negocio,· .Un .83% ·; son . come'rciantes viaje­ros o inestablés ·· y sólo ' un .. 17% t.ien .en tienda o pu~s to fijo de ~ent~ en la ciudad. Ninguno de ellos ha lleqado a la condición de cófueiciante mayorista. En ·su estudio . Susana Donos·o .(1981 .: : ·81-.87), que in cluye "comeiciantes de iodo el departamento estable cidos en el barrio del Gran Poder, al ver la preca riedad de su condición, llega a pensar incluso (e~ contra d e nues tros datos) que el comercio es típica mente una ocupación de entrada para los inmigran - -tes. Estos son lo s parámetros dentro de los que puede habl arse de mayor o menor éxito y estabili­dad de los residentes dedicados al comercio.

En conjunto la ocupación de comerciante es probable mente l a más estable de todas las de lo s residen- -tes, y su:evo luci6n i nterna es relativamente sim­ple. Se reduci al mayor incremento del capital y con ello a unos volúmenes mayores de· opéración y ganancia.

En general los negocios a que se dedican· estos res_i den tes son bastante especialiZados, casi todos a l nivel de empresa familiar. Los cambios de empleo dentro ciel comercio s uelen deberse al cambio de lu gares r egulare s de viaje y, menos frecuentemehte,­también cambios en el articulo . Pero en esto ~lti mo son pocos los cambios drásticos. Si hay evolu~ ción, esta suele ser del rescate de productos agri colas a l a compraventa de articulas manufacturados, primero en el mismo cam~o y finalmente también en la ciudad, donde los más afortunados acaban insta ­lándose de manera fija. En las fases intermedias puede haber formas mixtas . Es, por ejemplo, fre-

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cuente que el · rescatador al mismo tiempo provea de articulas de -p rimer~ necesidad Bl campesino, o que en sus viajes cumplan encargos de co mpras .especifi. cas para sus caseritos; · -

La prevalencia del comercio-viajero hace que el sfatus de residente de estos comerciante s sea más ambiguo que en otros. Un contrabandista de fraza­das peruanas, por ejempló, mantiene regularmente su ca·sa en la comunida_d, atendida .por familiares iñme diatos, como primera estación de viaje; pero tiene también una casa regular en La Paz donde vende fi­nalmente la mercancía. En Jesús de Machaca hay

,. una comunidad, Achuta Uyuta·, en que la mayoria de los hombres son comerciantes "caé:hivacher.os", que proveen a las ferias cerc a nas de artículos manufac turadós como fósforos, cuchillos o jabón . Estos -cachivacheros mantienen también casa en ' la comuni­dad y en la ciudad, y cada semana pasan unos dos días eri la ciudad reponiendo su peq~eAo stock, otros dos en su comunidad, supervisando los traba­jos de la familia, y el resto viajando. Aunque ejemplos comó estás abundan, consideramos que en n~estra muestra p~evalecen los comerciante~ que, a pesar dé esos viajes, tienen su centro·priricipal de residencia en la ciudad.

Entre las dos terceras pártes de comérciantes que empezaron trabaja nd o en otras ocupaciones, las pri11 cipales fuentes de reclutamiento son las ocupacio-­nes de ~ajo status de estilo campesino: Es nota~ ble, por ejempló, la contribución de los trabajado res no calificados a l ramo comercial. Entre ello~, los ex-albaAiles y los ex-artesanos se tiene al 77% de los que se han pasado de otras ocupacion~s aL comer.cío. · En cambio, son muy pocos los que se pasan. de ocúpaciones más urb anas ·al comerc_io. Me_r:i_ ción. esp ecial merece la ca_n_tidad de · trábajadores no calificados rural~s qué se han ' hecho comercian­tes. Suelen ser ex~~a~pisi~os ~ue viajara~ a otras regiohes · también · r~rales, ~~mo Yungas,para

_ganarse la . vida . como peones agrir:olas temporales; pero alli descubrier6n las posibilidádes del comer

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cio e n modalidades como el res~ate d e c a f§ o coca, o la provisión de articulas .no producidos en la región , como pescado y c arné . De esta manera poco a poco acaba ron estableciéndose como comerciantes des de la ciudad. Son muy pocos, en cambio, los ex mineros que se han pasado-~l mundo de los negocio~.

Fuera de la consolidatión dentro del ~ropio nego ­cio, son pocas las evoluciones posteriores que im­pliquen el abandon~ : d~i comercio . Algunos simple­mente acaban reiirá~dose, ~ri aig~nos casos retor­nando incluso a su comunidad, en otro s declarándo­se "desocupados" después · de veinte o_ más aAos como c o m e r c i a n t e s . E s t e r e t i ro pu e d e- s e r r e su 1 t a do de 1 éxito, que ase~ura etapas de - mayor descanso, o del fracaso por un mal cálculo que les ha dejado desea pitalizados. Otro tipo de évolución que tampoco_­es rar3 es hacia una actividad combinada ent~e el comercio y la artesania , _ que necesita de todos mo­dos un per manente acceso a materias primas. Un 26% de los comerciantes han estado asociados en al gún momento de su carrera con act.ivid.ades artesana le s . De ellos', el grupo más numeroso está relaci-; nado con los oficios de la ropa ·y confección, cuya materia prima viene muchas veces por contraba n do desd e el Perú. Otro subgrupo : interesante es el de comerciantes rescatado-res de ganado - al tiplánico, que casi siempre están vinculados con alguna car­niceri a administrada po~ otros miembros de la fa­milia.

Quizás el Gnico ascénso ocu~acion a l más-allá del comercio es el paso a chofer transportista. La compra de un camión suele sei uno de los principa­le s anhe los y signos de §xito y prestigio de un Comerciante viajero. En muchos casos el camión simplemente ayuda a au mentar lo s volúmenes de ope­ración . Entre los resident es encuestados son re ­lativamen te poco~ los comerciantes que llegan a tener camión . La gran mayoría sigu~ viajando como pasa j eros, hacinados con sus bul to ~ de mercancía en los camiones y viejos colectivos interprovincia­les . Pero puede ser significativo que sea precisa-

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mente en esta ocupación donde se dan m~s casos de cambio hacia el oficio de choferes ya no comerci a n ­tes, sea en el campo o en la misma ciudad. De to ­dos modos este cambio afecta sólo a un 10% de todo s los que han sido comerciantes.B

i) En los choferes transportistas (ver gráfico 10~11)

8.

Aunque se trata de un grupo minoritario, hemos con­siderado de interés analizar en det a ll ~ la histaria 1

ocup~cional de los 28 residentes ( ~% e~ los hombres ) que en algGn momento han sido tran sp o r t istas. No contamos aqui a los que como complemento de su ac­tividad comercial llegE1 a conseguir vehículo, ni tampoco· a los que en el ejército o alguna empresa en la que yá están como obreros han sido posterior­mente destinados . a algGn trabajo relacionado con vehícul6s. Lo que aqui nos interesa es el residen­te ocupado directamente como chofe~ transportista.

Esta es la ocupación por la que menos empiezan (11%) y en la que más se mantienen una vez alcanza­da (79%). Sólo en un caso se menciona entrenamien­to es~ecial en una academia de ~utomovilismo, ~n la Academia Indianápolis, la más conocida por jóvenes campesinos que aspiran a llegar a choferes profesio­nales. Pero el camino regular es otro, más seme­jante al de los demás oficios artesan~les. En to­tal un 57% indica ocupaciones previas .e~ las q u~ tu­vieron la oportunidad de irse familiarizand o c on los motores. El caso más corriente, por estar más al alcance ,es el de trabajar varios años como ayudante de algGn chofer en los .camiones del campo, o inclu­so como cobrador en algGn colectivo urbano. Por eso es tan alto el nGmero de choferes que . antes han trabajado en ocupaciones no calificadas (49%), que

Con todo los disfrace~ nuevos reci•n bordados son utilizados más fácilmente en las fiestas de los barrios de la ciudad o por )os vecinos . de pu~blo residentes ya en La Paz cuando van

- anualmenti a ~u püeblo para la fi~sta. Los ~ampesinos alqui lan disfraces mas gastados y, por tanto, más baratos. -

. -165-

en la mayoria ~e los casos son de esa índole. Otras fuentes de aprendizaje previo son algunos talleres de mecánica particulares, o vinculados con alguna empre~a, e incluso el .. cua~tel. Es claro, · ~on todo, que sólo un puñado · de los que pasa por esas ocupa­ciones llega poste~iormente a chofer regular.

Como ya habiamos señalado . en la sección anterior, la otra oc~pació~ tie la q~e salen más choferes es el comercio. Es digno de ser notado también que esta es una de las profesiones : en que hay más gente con estudios previos relativamente largos. Un 14% fueron estudiantes por un promedio - de más de 10 años y de ahi se pasaron directamente al volante. En las demás . ocupaciones, fuera del ~agisterio, los estudiantes ~e~res~nt~n sólo del 3 al 7%. Hay in­cluso do~ choferes q~e después s e hicieron profeso­res.

Son muy esc a sos los que dejan el transporte para otr a s ocupaciones • . Lo corriente e s más bien ir as­cendiendo dentro de la profesión, siempre con esti­lo s s e me j a ntes a los de lo s art e sanos: a yudante de carro; chof e r asala r iado que maneja y gana plata para e l dueño, que 'es "su ·"patrón"; administrador de taxi o camión; ~ocio o copropietario; dueño. Son poco s los transportistas ex~campesinos que trabajan regul a rmente " como tales pa ra alguna empresa grande.

Un a de las principales causas para abandonar la profesión es algGn tipo de desgracia, como acciden= t e , choque, etc. Son pocios los vehículos -que están asegurados contra estos riesgos y los choferes ex­campesinos suelen manej.ar carrqs viejos, los Gnicos a su alcance, sobre todo en los primeros años, a me­nos que sean comerciantes con larg a exp e ri e ncia y éxito. Pero esos casos de abandono son más bien esporádic~s y no se puede hablar de secuencias re­gulares del transporte hacia otras . ocupaciones pre-fer e nciales. .

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j) En los profe s or es (ver gráfico 10.12)

9. '

Este es el caso má~ simple de tocio~ los . analizado s , y e l que afecta a un número más reducid o de ex -c am ­oe sinos residentes en la ciudad. Ademá s sólo ha ~mpezado a darse de manera sistemática a partir de la Reforma Agraria , que popularizó la educación ru­ra l y abrió t am bién las puertas de las normale s a los campesinos para cubrir la nueva demanda de pro­.fesores rurale~. Los jóvenes campesinos están más preparados que nadie para poder vivir en las duras condiciones que espe r an a estos maes tros en las pe­queAas escuelitas del campo.

Aqui sólo nos r~ferimos a un sector minoritario de los campesinos tra~feridos al magisterio rural. La mayoria de ellos sigue viviendo en diversas partes del campo, aunque probablemente fuera de su comuni­dad. La comp rensi ón de su problemática y de su re­lación peculiar con la clase campesina de la que salieron deberia ser objeto de otro . e studio especi -fico. · ·

Hay dos tipos de profesores residentes en la ciudad: Los profesionales y los interinos. El caso más co­rriente es el de quienes después · de varios aAos de estudio en el_ campo ' a ya en la ciudad, entraron en la normal, es tuvieron trabajando varios aAos e n di­versas escuelas del campo ~ f~nalm ente montaron ca­sa en l a ciudad, sobre todo "para la educación de sus hijos, mientras ellos . siguen alt~rnando su tra­bajo en el campo y la ciudad.9

Pe ro a pro xi rñ adamen te un a ter e.e r a parte ha entrad o en el magisterio como profesor:·interino, después . de haber estado en otras o~u~~ciones de diversa lndol e , sobre todo en las tipicas ocupaciones abiertas a un campesino recién lleg ado a la ciudad. Aunque inte-

~a enc~~sta se llev6 ~ cabo en periodo de vacaciones anuales, cua'ndo . los profeso'res se hallaban fuera de ·sús lugare s de trabajo en el campa,

·-1R7.

rinos, todos ellos han tenido una exposicibn previa al estudio más larga qJe la de un ~esidente ordin a­rio. En este grupo es más fácil ¡ q~e se den pasos sólo esp orádicos por el magisterio. Uno de·ell os a lo~ 20 ~Ros empe zó como profe~or en el valle de Cochabamba (des.pués de un entrenamiento somero en un~ escuelB adventista) , pe ro de~pués de dos aAos en el magisterio , se p asó a garzón ~e un restaur ant en_. La Paz para seguir luego e n otros empleos even­tuales. Otro empezó a los . 18 aRos como ayudante de albaRil, dos aRos después se pasó al pueblo de Sica Sic a corno · ay u dante ,de sastre, . para : pasarse antes de un ano a l a vecina región de Araca como preceptor. Aguantó dos aRos en el magisterio y finalmente se estableció en la ciudad de La Paz donde en el momen­to de la encuesta ya l le vaba cinco aAos y se ha bia especializado como maestro albaRil e~cofrador.

Fuera de los ascensos internos . en el escalafón y del progresivo acercamiento a la ciudad en los frecuen­tes cambios de destino, la . única alternativa de avance a partir del magisterio es a través del paso a empleado, sobre todo público dentro del mismo Ministerio de Educación, donde se puede mantener la antiguedad laboral . Pero este tipo de avance sólo lo ha loorado un escaso 5% de nue s tros entrevista­dos. 1º ~

10~5. Evolución en las ocupaciones de mujeres

Entre las mujeres la evolución ocupacional es mucho más sencilla, debido fundamentalmente a dos facto­res. Primero, a la . persistencia del esquema socio­cultural tradicional según el cual la mujer tiene su rol primordial esencialmente en el hogar. Se­gundo, poroue la s onCRR nnnTtunirlarlRR labotales de

10. los otros "profe siona l es • que ho sean profesores o ex-profe­sores so n u na minar la tan in significan te, que no permi t en un an§lisis de tendencia s . En . el ejemplo 2 el principia de es­te capitulo (10.2) presentamos la historia laboral de urio de e ll os .

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la ciudad se reservan regularmente para .los homb res . A la s ~ujeres sólo les quedan las ac tividades del .servicio doméstico , que son como una extensi6n de sus obligaciones hogar~ñaa, y otra~actividades de tipo principalmente secuhdario. Pero veámoslo e n mayor detalle.

La información más general entregada ya en la parte. · final del cuadro 10.4 se complementa con otra más detallada en el cuadro 10.5, en que se sintetizan la s diversa~ transiciones ocupacionales seg6n el momento e n que ocurren, V en el gráfico 10.13 ~ue ilustr a la distribución ocupacional en las tre s eta­pas del ciclo iital de una mujer campesina emigrad~ a la ciudad.

El pro~edio de ocupaciones por las que pa~a una mu- · jer en la ciudad es de sólo 1,5; en concreto, un 60% de las mujeres residentes no habian cambiado su ocupación desde su llegada a La Paz. En el cu adro 10.6 hemos eliminado estos casos, que reflejan so­bre todo la situación de aquellas mujeres que no han completado a6n el . ciclo ocupacional (y sigu e n, por ejemplo como sirvientas) y también la de aque­llas que inmigraron como amas . de casa simplemente para reunirse con sus maridos inmigrantes~ En el gráfico hemo s eliminado también a estas amas de ca­sa, pera si hemos incluido a la minaria que llegó a trabajar en el comercio a artesanias, aunque des­pués no hayan cambiado ya de ocupac~ón • .

· Hay d6s transiciones tipicas que dividen la3 tres fases en que puede .dividirse el ciclo ocupacional de las mujeres residentes. La primera es de Sir­vientas a amas de casa, transición por la que pasa la mayoria; la. segunda, es el paso de amas de casa a comerciantes; o en menor grado a'artesanas; pero esta tran s ición sólo la hacen afgunas pocas mujeres que llegan a cambiar tres v.ec.es de _ actividad • . El ~r§fico mue~tra el ~ontraste entre las tres fases acu~acianales. La prfmera se refiere a las chicas carripesinas · todavi'a solteras ·y cori pocas años de es­tancia en la ciudad. La gr'an mayar.ta se dedica al

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.-servicio doméstico, aunque ya hay unas pocas co mer ­ciantes y artesanas. Pero c uan do lleg a el tiempo de c~sarsei 0an desapaieciendo las sirvientas par a cónveftirse ' principalm~nte ' en amas de casa ~ salvo al gunas ' que; junto con el cu mplimiento de sus ta­reas ordinarias en el nuevo hogar, pasa~ a engro­sar las filas de las comerciantes o artesan as . Fi­nalmente, pasado~ lo~ prim~ros años de . vida en el hogai, · 0a aumenta~do el n6mero de · amas -de casa que al mismo tiempo trabajah en estas dos ocupaciones. Es~e 6ltimo giro se debe probablemente a que las rutinas del hcigar ya .no se hacen _ tan absorberltes cdn el · crecimlento de los hijos, y también a que aumentan las exigencias éconómicas para poder lle­var adelante a la f am ilia: El aumento d~l n6mero de artesana~ incluye ~ás inmigfantes tardias, en cambio el de las comerciantes se debe más a muje ­res con experiencias previas en la ciudad.

La presencia de mujeres ~esidentes en otras ocupa­ciones es insignificante i y no cabe ahi hablar de tendencias en base a tan pocos casos.

10.7. Ocupacio nes transitorias fuera de La Paz

La inmensa mayoría de las mujeres (86%) han emigr a­do directamente desde ~u ria~unidad a La Paz, y ya na se h a n movido de ahi, excepta bara viajes cortos de visita a su ~omunidad. · Lo mismo sucede con la gran mayoria de hambres (76%). Como dijimos ya en otro contexto, la cercanía entre el campo de·origen y la capital, junto con la falta de alternativas int~rmedias, hace poco viable en nuestro c~so la llamada migración por etapas, que en otros lugares s u e le ser muy frecuente. Como tendencia general, t a m~oco es frecuenfe desprenderse de · la ciudad un a v ez liegada a ella, a pesar . de que se mantienen vinculas . má s o me nas estrecho s con el lug a r de ori­ge n .

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Dentro de esta tendencia general hay variaciones acc identales, relacionadas con factores tales como el . lugar de orige·ri ,- el · sexo, y la ocupación. · .. Las cu a dros 10.6 y 10.7 nos proporcionan los datos de migraciones intermedias segú n dichos factores. Es­tos cuadros na se refieren sólo al lugar del pri~ er trabajo fuera de la comunidad, sino más en general a los lugares en que los residentes han trabajado en cu a lqui"er moment o desde su salid a de _ la comuni­dad;

·sin llegar a apartarse de l~ tónic a general, los camp"esinos procedentes de la r egi ón más satur_ada y des~rovista de alternativas (Omasuyos) viajan más que los demás. La tónica de la vecina región de Camacho, más al Norte, seria probablemente semejan­te.· · En cualquier parte se confirma· que las mujeres ie trasladan más directamente, sin cambios. (Ver cuadro 10.6).

El desglose de acuerdo a la primera ocupación _resul­ta aún más . contrastante. Aparecen -tres tipos de ocupaciones en cuanto a los esquemas migratorios: L~ mayoria de los que han venido directamente a la ciudad pertenece a las que hemos llamado ocupacio­nes iniciales, co~ e xcepción de las no 6 a lificadas, y a los oficios artesanales ~ En todas ellas más del 80% vino directamente a la ciudad y ya no se fue a otr~s partes. Esta migración directa y únic a llega a ~ás del 90% en el caso de los estudiantes, amas de casa y artesanos, con el 38% de la pobla­ción total. ·(Ver grupo A e n cu a~ ro 1Q.8).

En las demás ocupaciones; q~e cubren a . un 28% del total emigrado, es mucho mayor la proporción que ha pasado épocas fuera de la ~ iudad, sea al principio de la migración sea : más adelante. Dentro de este conj~nto hay dos grupbs distintos. · Loi comercian-téi y lbs ' prófesor~s (~cápite : c d~l c~adro) son los úniccis' e~ que sólo ~na minoria ha mi~r~do directa­mente - d~ ls comunidad - a la ciud a d de La Paz. En am bos casos lo tipico es . h~ber vi~jado ~ ~gula rmen­te por otras oartes, especialmente por el Altipla-

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no, .recorriendo ferias y fronteras en el prime~ ca~

s o, o cumpliendo destinos en escuelitas más o me­nos alejadas, en el segundo.

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En cambio en éí otro grupo las experiencias son más diver sas y por lo general fuera del Altiplano. Los no calificados han desempeAado otras :ocupaciones no calificadas fuera de la ciudad tales como clas si­guientes~ peonés agrlcolas en áreas agricolas no tradicionaies ~ como Yu~g~s, Colonización, o la za­fra del Oriente; peones en algunas _obras púbiicas rurales como . la apertura de caminos; .hay también algu no s ótros c~so~ más aislados como ~rrieros, p as tores· de ganado en fi~cas del Norte argentino, o músicos am bulantes. ·

En e l grupo de los obreros, l a principal activid ad fuera de la . ciudad ha sido el ~rabajo en alguna mi­na .d e l as muchas que salpic~n nue stra geografia. No hay preferencias muy definidas de lug ar . Es tos ex-c am pesinos acu den a minas más pequeAas o mina s grandes estatales ; a minas cercanas dentro del de­partamento o a minas tan l e jana s cómo las de Siglo XX y Potosí, au nque predominan las de todo tamaño dentro del departamento . Probablemente la mayoría, aunque no lo especifica, han trabajado sobre todo como maquipuras , pirquiAeros, o en otro s a r regl o s laborales que no han ~mplic~do un contrato fijo con la Empresn . 11 En nuestra muestra de casi 1000 hom­bres sólo hay un caso que encontró trabajo como obrero en las tomas de la Empresa Eléctr ica de Zan­ga (Solivian Power) y otro en la fábrica de cem~nto de Viacha. Es decir, ~uera de l as minas, · y de l a ciudad, no existen oportunidades laborale s de tipo fabril para los campesinos.

11. La problemática específica del campesino que se establece en las minas es objeto de otro estu dio, del que ya se han h echo algunos a~ances en Greaves y Alb6 (1979). El tema entra tam bi~n en varios estudio s que se vienen realizando en diversos centros mineros del país, por par te de investi~adores como Tristan Platt (Norte de Potosi), Carmen S§nch ez (Viloco), y Carlos Godoy (minas _ch\cas en territorio del · ayllu Jukumani).

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11

Son también muy escasas las oportunidades de trab a­jo en los pueblos provinciales de tamaño interme­dio . S6lo un 2% de los campesinos emigrados ha pa­sado alguna temporada en el pueblo más import a n te de sus respectivas provincias co mo escala has t a su establecimiento final en· La Paz . . Para los de Paca­jes se trataba en realidad del paso por un centro minero, y ninguno de Ojje h a hecho este tipo de es­cala. Son algunos más, aunque siempre pocos ( 4% de los hombres),los que han pasado temporadas en algún otro centro urbano importante fuera de La Paz . Ca-si la mitad de ellos ha estado en Oruro; los demás se dispersaron por Cochabamba, Santa Cruz o en al-gún lugar de los paises limítrofes.

NOTA FINAL . Al entrar este trabajo en prensa , ha~ llegado a nuestras man~s los primeros result ados~ aún preliminares, del estudio sobre migraciones y empleo en La . Paz (Escoba r y Ma le­tta 1981). Lamentablemente no es posible comparar sus resul­tados con los del presente trabajo. Las cifras publicadas hasta ahora aú n no desglosan los datos correspondie ntes a in­migrantes de origen rural. Según dicho estudio, basado en una encuesta realizada a fines de 1980 , del total de inmigra dos a La Paz un 61,8 % procede de áreas rurales, especialmeñ­te del mismo dep ar tamento (55,0%) . Otro 11,4 % procede de mi nas y pueblos del departamento con más de 2.000 habitantes . -

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GRAFICO 10_13 Princ_ipales cambios ocupacionales de las mujeres

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