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8 viernes_reportaje La ciudad transitoria de Kumbh Mela, en la India, se levanta cada 12 años, recibe a 100 millones de personas y luego vuelve a desaparecer. Más de 85 mil sirios viven en Zaatari, Jordania. Es el segundo campo de refugiados más grande del mundo. . 114-ciudades transitorias.indd 8 18-08-2016 0:32:18

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La ciudad transitoria de Kumbh Mela, en la India, se levanta cada 12 años, recibe a 100 millones de personas y luego vuelve a desaparecer.

Más de 85 mil sirios viven en Zaatari, Jordania. Es el segundo campo de refugiados más grande del mundo.

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El 10 por ciento de la población mundial, unos 700 millones de personas, vive en condiciones transitorias y sin una residencia permanente. Se trata del urbanismo efímero,

concepto acuñado por Felipe Vera –próximo curador de la Bienal de Arquitectura de Chile– y Rahul Mehrotra –académico de Harvard. “La arquitectura no le ha prestado mucha atención a este fenómeno social”, explican, pero es algo que buscan revertir

visualizando más de seiscientos casos y planteando la pregunta: en un mundo globalizado, ¿es lo temporal lo nuevo permanente?

Por Cristóbal Bley Retrato: Sabino Aguad / Fotos: Archivo Felipe Vera

Ilustración de portada: Edith Isabel

CIUDADES TRANSITORIAS

Cada doce años en la India, donde confluyen los ríos Ganges y Yamuna, se levanta una ciudad para veinte millones de personas, que después de 55 días volverá a desaparecer. Una metrópolis con la población de

Sao Paulo, hecha con bambú, clavos y cuerda, cubierta sólo de telas y planchas de metal, capaz de recibir a cien millones de fieles que buscan bañarse en esas aguas, sagradas durante esos dos meses, y purificar así sus almas y sus cuerpos.

Se llama Kumbh Mela y es la ciudad temporal más grande del mundo. Se celebra hace unos treinta siglos –el primero en tomar nota de ello fue Xuanzang, un peregrino chino del siglo VII– y la última vez que se instaló fue en enero de 2013. Ahí, documentando todo el proceso, desde su ensamblaje hasta su término, estuvo el arquitecto chileno Felipe Vera. No para observar sus llamativos encantos –mucha gente con muchos colores realizando muchos rituales– sino para describir cómo una urbanización tan compleja era capaz de montarse con cinco materiales y luego desaparecer completamente.

“El Kumbh Mela había sido ampliamente documentado por su dimensión espectacular, pero muy poco por lo que significaba montar una ciudad que recibe a 120 millones de personas por 55 días”, dice Vera, hoy codirector en el Centro de Ecología, Paisaje y Urbanismo del DesignLab de la Universidad Adolfo Ibáñez, pero que en ese momento cursaba un máster en Urbanismo en Harvard. Ahí conoció a Rahul Mehrotra, un arquitecto indio y jefe de ese departamento, que llevaba algún tiempo investigando sobre este evento. Juntos desarrollaron un proyecto y fueron a la India a registrarlo.

“Documentamos cómo se empezaba a montar esta ciudad y cómo se organizaba”, agrega Vera. “Desde los ochenta, Rahul había escrito sobre un concepto llamado Kinetic City (ciudad cinética), una crítica muy fuerte a la idea de que lo informal –los slums, los campamentos, las villas– fuera problemático por su falta de permanencia. Pero para él era al revés: decía que por ser construidas con material ligero eran más dinámicas, estaban en constante cambio y planteaban una forma alternativa de hacer la ciudad, resistente a las lógicas de la ciudad neoliberal. Que quizás, incluso, podían ser más sostenibles”.

Mehrotra ocupaba el Kumbh Mela como ejemplo de la ciudad cinética extrema, tanto así que se transformó en un campo de

Urbanismo efímero

estudio en sí misma. “Estando ahí nos sorprendimos”, cuenta el arquitecto indio. “De hecho, fue una experiencia alucinante y lo que habíamos intuido sucedía tal cual en la realidad. Una ciudad temporal para casi veinte millones de personas que recibe a más de cien millones de visitantes. ¡Había mucho que aprender de ahí!”.

Observando la experiencia india y sus multitudes, perfectamente organizadas desde la sencillez y la informalidad, notaron que la temporalidad no era exclusiva del Kumbh Mela y que otros cientos de millones de personas, alrededor de todo el mundo, voluntaria o involuntariamente, vivían en lugares que no estaban hechos para permanecer. Urbanizaciones efímeras, como ellos las llamaron.

“Nos dimos cuenta de que no eran cinco ni veinte ni cien, sino que contabilizamos más de seiscientos casos de ciudades temporales”, dice Vera. “Y que eran más de 700 millones las personas que usan asentamientos efímeros –como campamentos militares, mineros y campos de refugiados– de manera permanente o cotidiana”. Algo así como el 10 por ciento de la población mundial, una cantidad que no parecía suficiente para que la arquitectura y el urbanismo la tomaran en consideración.

“La arquitectura como disciplina no le ha prestado mucha atención a esto porque ha sido cooptada por el proyecto de la ciudad estática”, dice Rahul Mehrotra. “La permanencia es una condición que se da por defecto cuando somos entrenados como profesionales. Pero en el mundo de hoy eso está cambiando y la forma en que imaginamos y diseñamos la temporalidad será más crítica que atender sólo a concepciones permanentes del medio. Yo creo que temporal es el nuevo permanente”.

DEL GANGES A VENECIAEn medio de la Bienal de Arquitectura de Venecia, la más

prestigiosa y quizá la más sofisticada del mundo, hay un largo pabellón instalado sólo con cinco materiales: bambú, cuerda, clavos, tela y planchas de metal, los mismos con los que se levanta el Kumbh Mela. Se llama Ephemeral Urbanism, y por él se paseó el chino Wang Shu, ganador en 2012 del Premio Pritzker –el galardón más relevante en la arquitectura, recibido este año por el chileno Alejandro Aravena–. Shu se acercó a Rahul Mehrotra y Felipe Vera, los creadores del pabellón, y les dijo: “ustedes están abriendo un nuevo campo”.

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“Pudimos recorrer los pabellones con un montón de figuras de la arquitectura y el urbanismo”, cuenta Vera, “y al mostrarles lo que estábamos haciendo, sus comentarios constantes fueron: ‘cómo es posible que todo esto esté ocurriendo, que exista toda esta evidencia sobre formas alternativas de ocupar las ciudades, y que no lo sepamos ni nos hayamos hecho cargo’”.

El lema de la Bienal este año, que termina en noviembre y fue dirigida por el mismo Aravena, fue “Reportando desde el frente”. “Se tratará”, describe él en su introducción, “de acercar a la gente el trabajo de personas que están escudriñando el horizonte en busca de nuevos campos de acción, enfrentando temas como la segregación, la desigualdad, las periferias, el acceso a la sanidad, los desastres naturales, la escasez de vivienda, la migración, el crimen, el tráfico, los desperdicios, la polución y la participación de las comunidades”.

De eso se trató, y en ese contexto, entró el urbanismo efímero, un pabellón que sorprendió por la ligereza de su instalación –usaron 130m2 de tela que, enrollada, no pesaba más de seis kilos– y la profundidad de sus reflexiones: ¿por qué la arquitectura sigue ofreciendo soluciones permanentes –como estructuras rígidas o viviendas inflexibles– a problemas que son temporales –como los refugiados o los damnificados?

Pola Mora, directora de la versión en castellano de ArchDaily, el sitio web de arquitectura más visitado del mundo, estuvo en Venecia y visitó el pabellón de Vera y Mehrotra. “La pregunta que más me interesó fue la de si la permanencia es tan importante hoy. Y no sólo en los ejemplos que mostraron sino también en otros aspectos. Antes, nuestros padres se quedaban toda la vida en un puesto de trabajo y juntaban plata para comprarse la casa de toda la vida. Hoy, en cambio, la gente

Felipe Vera (32), académico de la UAI, cocreador de la muestra Ephemeral Urbanism en la Bienal de Venecia.

El antes y el después de la ciudad transitoria Kumbh Mela en la India, de 19.4 km2, en la que se construyen hospitales, templos, comedores y residencias para veinte millones de personas diarias, durante 55 días.

vive en cinco casas distintas, incluso en otros países, y eso te va dando señales de que la permanencia no es lo más importante. Quizá el futuro no es tanto el urbanismo permanente sino más bien uno que sea más flexible”.

Esa flexibilidad está en el urbanismo efímero, que fue organizado por Felipe Vera y Rahul Mehrotra en siete taxonomías: religiosa, como el Kumbh Mela; celebratoria, como festivales de música y otras fiestas; transaccionales, como ferias o mercados libres; de extracción, como campamentos mineros; militares; de refugio, como los campos de migrantes; y de desastres naturales.

En Chile hay ejemplos en casi todas las categorías, pero las que más nos deberían preocupar, según Vera, son las urbanizaciones temporales que se han construido alrededor de la minería. “Son un montón de ciudades con fecha de expiración. Ahí tratamos de aportar poniendo el problema de la obsolescencia de antemano, para que no pase lo que sucedió con Chuquicamata, que siendo un campamento que funcionaba como ciudad, quedó obsoleto y cubierto bajo el relave, siendo incapaz de reconvertirse. Acá hay muchos casos que nos presentan el gran desafío de pensar qué es lo que pasa cuando su motor fundamental de su construcción va llegando a su fin”.

TEMPORALIDAD VERSUS PERMANENCIAFirmitas, utilitas, venustas: firmeza, utilidad y belleza. Esas

eran las cualidades que el romano Marco Vitruvio, hace más de dos mil años, le exigía a la arquitectura, algo que desde entonces, según el español José Mayoral, no ha cambiado mucho.

“Nuestra disciplina siempre ha estado pensada en estas cualidades vitruvianas”, dice Mayoral, arquitecto español y

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Uno de los factores que originan las ciudades transitorias son los desastres naturales. Esta imagen corresponde a uno de los asentamientos tras el terremoto de Haití en 2010.

Kumbh Mela es la ciudad temporal más grande del

mundo. Se celebra hace unos treinta siglos –el primero en tomar nota de ello fue

Xuanzang, un peregrino chino del siglo VII– y la última vez

que se instaló fue en enero de 2013, reuniendo a más de 100

millones de personas.

parte del equipo de trabajo de Felipe Vera y Rahul Mehrotra. “Uno de ellos, la firmeza, representa la consistencia física, la estabilidad y la permanencia, que desafía y resiste el paso del tiempo. Lo que con el urbanismo efímero intentamos decir es que el tiempo no es un elemento que hay que combatir, sino que debemos tener la capacidad de incorporar los cambios que suceden en el contexto a lo largo de los años”.

La novedad de esta reflexión llamó la atención en el pabellón de Venecia –ya los han invitado a exponerlo en varios países–, aunque para el jefe del programa de doctorado de la Universidad Católica, Fernando Pérez Oyarzún, el concepto es nuevo y antiguo, al mismo tiempo.

“Yo no diría que la arquitectura había ignorado este fenómeno de lo efímero, en absoluto. Por ir a cuestiones muy históricas, los campamentos militares romanos siempre llamaron la atención como precedentes de las ciudades. Incluso en Chile, a fines de los sesenta, el Premio Nacional de Arquitectura Enrique Brown hizo varios talleres sobre algo que él llamó ‘el uso de las ciudades’, para poner ojo en lo que se hace, en lo que cambia, y no en lo que está fijo”, dice Pérez.

“Lógicamente”, agrega, “esta investigación le ha dado al tema un alcance y una importancia que nos ha hecho ver que esto no pertenece solamente al pasado, sino que tiene mucha importancia contemporánea. ¿Por qué no se le había dado tanta importancia? Uno podría decir que se supuso que toda la civilización mutaba de formas nómades y trashumantes a formas fijas y establecidas”.

“Lo que nosotros estamos haciendo no es desafiar la permanencia”, dice Felipe Vera, “sino decir que muchas veces nosotros, frente a situaciones que requieren una respuesta

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temporal, damos soluciones permanentes. El ejemplo más claro es después de los desastres naturales, en los que la ansiedad por llegar a la solución definitiva y la incapacidad para proveer soluciones temporales de alto estándar nos obligan a cometer grandes errores y terminar construyendo la pobreza y la precariedad”.

ARQUITECTURA SOCIAL CHILENAEn junio, Felipe Vera –que también trabaja en la División

de Vivienda y Desarrollo Urbano del BID– fue elegido para ser el curador de la próxima Bienal de Arquitectura de Chile, que se realizará en Valparaíso el próximo año. Bajo la temática de Diálogos Impostergables, junto a su equipo de cocuradores, busca ocupar esta instancia para reconectar al arquitecto con las necesidades reales de la sociedad, con reflexiones y conceptos como el urbanismo efímero, que analizan los desafíos del presente sin temor a provocar cuestionamientos a ideas tradicionales.

“Creo que una bienal no es un momento para mostrar proyectos sino que es un espacio para plantear preguntas y problemas; para detonar diálogos”, dice. “Los contextos en los que la disciplina habla sólo con la disciplina, la figura del arquitecto se hace críptica, incapaz de vincularse con los problemas de la sociedad y que solamente resuelve las necesidades de quienes son capaces de contratar sus servicios. Por lo tanto, pierde relevancia política y se separa de las problemáticas más relevantes, que no son de naturaleza sólo estética sino además ética, atingentes a la construcción de la ciudad y del medio”.

El Premio Pritzker que recibió Alejandro Aravena –en gran parte debido a su trabajo con viviendas sociales– y el foco social que le dio a la Bienal de Venecia han servido para empujar este nuevo posicionamiento de la arquitectura en la discusión pública.

“En este momento, por así decirlo, resurge con fuerza una especie de reinserción de la arquitectura en su dimensión de servicio social”, dice Fernando Pérez. “Esto viene a subrayar un fenómeno que es profundamente connatural a esta disciplina y que a veces se deja de lado, se olvida, y se piensa que solamente la arquitectura es un adorno, un fenómeno de comunicación u ornamental casi”.

Desde Cambridge, Rahul Mehrotra coincide con esta visión del panorama nacional. “Creo que la arquitectura chilena está pasando por un momento especial, absolutamente. La combinación que existe en Chile –de buena educación sumado a un talentoso grupo de profesionales– de alguna forma ha llegado a un punto de inflexión”.

José Mayoral también celebra esta tendencia: “En Chile, sólo una parte muy pequeña de la población se beneficiaba de la arquitectura. Profesionales talentosos ha habido siempre, pero lo que diseñaban era la segunda residencia para la clase social más rica, y toda la energía y talento no iban direccionados a una mejor vivienda social, a espacios públicos o edificios educacionales. Es interesante cómo la arquitectura chilena empieza a mirar a otros contextos, lo que es bueno, porque van a poder tener un impacto y aportar a una ciudad que puede ser compartida por todos y no sólo por aquellos que tienen una casa en Zapallar”.

A la izquierda, vista aérea de la ciudad minera de María Elena, Chile; a la derecha, la ciudad temporal de Black Rock City, que existe sólo una semana al año y en la cual se celebra el festival Burning Man, en Nevada, Estados Unidos.

En la Bienal de Venecia, el pabellón del Urbanismo Efímero sorprendió por la ligereza de su instalación y la profundidad de sus reflexiones: ¿por qué la arquitectura sigue ofreciendo soluciones permanentes a problemas que son temporales?

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