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1 LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA MUJER POR SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER (1858-1881) DIANA MILENA DUARTE SALINAS Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura Maestría en Estudios Literarios Bogotá, Colombia 2021

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LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA

FUNCIÓN SOCIAL DE LA MUJER POR SOLEDAD

ACOSTA DE SAMPER (1858-1881)

DIANA MILENA DUARTE SALINAS

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura

Maestría en Estudios Literarios

Bogotá, Colombia

2021

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LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA

FUNCIÓN SOCIAL DE LA MUJER POR SOLEDAD

ACOSTA DE SAMPER (1858-1881)

DIANA MILENA DUARTE SALINAS

Tesis de investigación presentada como requisito parcial para optar al título de:

Magister en Estudios Literarios

Director:

Ph.D. Iván Vicente Padilla Chasing

Línea de investigación:

Literatura colombiana del siglo XIX

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas

Departamento de Literatura

Maestría en Estudios Literarios

Bogotá, Colombia

2021

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4

Agradecimientos

A cada ser humano, que con su particularidad ha dejado huella en mi camino. A la

Universidad Nacional de Colombia, mi segundo hogar, y a los docentes que la habitan. A mi

raíz, la tradición y la memoria de toda mi familia, pero en especial, a las mujeres que me

criaron, manos fuertes, valientes, bellas y amorosas. A Saori y Lucas, quienes iluminan mi

sendero con su esencia. A Juan, compañero del alma, compañero.

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Resumen

Hasta el momento, Soledad Acosta de Samper es la escritora más conocida del siglo

XIX colombiano. Se comenzó a estudiar su obra con intensidad desde 1980. Debido a las

distintas facetas en las que incursionó dentro del mundo de las letras, como historiadora,

periodista, escritora, traductora y editora, la obra de Acosta de Samper y su trayectoria como

intelectual tienen todavía secretos y espacios que esperan una aproximación crítica para

continuar con la construcción de una red intelectual del siglo XIX dentro del campo

intelectual colombiano. Por esta razón, la presente investigación constituye una

aproximación crítica a su vida y obra, especialmente periodística, traductológica y literaria,

con el fin de evaluar las estrategias discursivas creadas por Acosta de Samper que le

permitieron posicionarse en el campo intelectual y cultural del país, así como reevaluar la

situación de la mujer y proponer un tipo de agencia distinto al definido por las estructuras

patriarcales.

Palabras clave: Soledad Acosta de Samper, genio femenino, estrategias discursivas, campo

intelectual, campo cultural, historia intelectual femenina

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Índice

1. Introducción………………………………………………………………………7

2. Soledad Acosta de Samper en el campo intelectual de la segunda mitad del siglo

XIX (1858-1881)………………………………………………………………….20

2.1. Soledad Acosta de Samper: la periodista……………………………………..23

2.2. Soledad Acosta de Samper, traductora de futuras conciencias…………...…..46

2.2.1. Moda y materialismo: crítica de Soledad Acosta de Samper a la sociedad

parisina…………………………………………………………………51

2.2.2. La educación intelectual y espiritual femenina como propuesta

modernizadora………………………………………………………….53

2.2.3. Un movimiento estratégico: la disputa por la educación de la mujer…..57

2.2.4. Autonomía económica de la mujer……………………………………..60

2.3. Soledad Acosta de Samper: la novelista……………………………………….64

3. La escritura novelesca y el proyecto intelectual de Soledad Acosta de Samper..72

3.1. Soledad Acosta de Samper ante la instrucción religiosa……………………….78

3.2. Historia de dos familias. Novela de costumbres nacionales: la función de la

mujer en una sociedad en transición……………………………………………88

4. Consideraciones finales………………………………………………………….100

5. Bibliografía………………………………………………………………………105

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1. Introducción

Este trabajo de grado debe su concepción a una inquietud e iniciativa personal de

investigar en la obra de la escritora colombiana Soledad Acosta de Samper (1833 – 1913) el

desarrollo y evolución de las funciones sociales que le asigna a la mujer colombiana de la

segunda mitad del siglo XIX. En las últimas décadas, a la autora y a su obra se le han dedicado

numerosas páginas de investigación. De Acosta de Samper se ha repetido en múltiples

ocasiones que fue la escritora que más actividad intelectual y literaria tuvo en su época, de

ser la pionera del feminismo en Colombia1 y en vislumbrar que en su obra existe lo que

Carolina Alzate llama el “discurso letrado de género”2. Con respecto a su biografía, existen

varios trabajos. Los datos biográficos que se resaltarán en esta tesis fueron tomados

principalmente de las investigaciones hechas por parte de Isabel Corpas de Posada y Carolina

Alzate3. Cabe resaltar la gran labor realizada entre la Biblioteca Nacional y la Universidad

de los Andes para digitalizar toda su obra4, esto ha permitido que los investigadores, en medio

de una pandemia, puedan acceder al material digitalizado sin mayor complicación.

La vida de Soledad Acosta de Samper se cruza con la vida cultural del país. Hija de

Joaquín Acosta y Carolina Kemble, nació en Bogotá un 5 de mayo de 18335. Se educó en

varias ciudades de Europa, mayormente en París, en donde se radicó con sus padres gracias

a los trabajos de historia y geografía del general Acosta. Con la llegada de la Revolución

Francesa en 1848, la familia tuvo que devolverse a Colombia. Cuatro años más tarde, en

1853, Soledad Acosta conoce en las vísperas de unas fiestas en Guaduas a quien fue su

esposo, el político, escritor e intelectual colombiano José María Samper (Corpas de Posada,

1 Gómez-Ferrer Morant, G. (2016): Soledad Acosta de Samper y Emilia Pardo Bazán: dos pioneras del

Feminismo. Cuadernos de Historia Contemporánea 38, Núm. Esp.127-140. 2 Término usado por Alzate en Soledad Acosta de Samper y el discurso letrado de género, 1853 – 1881 (2015)

para referirse al “período muy prolífico en su novelística en el cual predominan las protagonistas de la clase

letrada: a través de ellas la autora reflexiona sobre la subjetividad femenina de su clase y problematiza el modelo

republicano burgués y romántico que se le propone” (p. 24). 3 Específicamente de los siguientes libros: Me he decidido a escribir todos los días. Una biografía de Soledad

Acosta de Samper 1833-1913 (2018) de Isabel Corpas de Posada y Soledad Acosta de Samper y el discurso

letrado de género, 1853-1881 de Carolina Alzate. 4 Este proyecto está activo, como se muestra en la página oficial: “La primera fase de la biblioteca, que reúne

más de 570 títulos, estará lista en octubre de 2019. Falta aún incluir muchas de las obras de la autora que

aparecieron en la prensa de la época, prensa que aún está en proceso de digitalización y catalogación. Pronto

podremos anunciar a nuestros lectores que está completa”. Se puede encontrar aquí:

http://soledadacosta.uniandes.edu.co/ 5 Hasta el momento, se dice que la madre de Acosta de Samper nació en Nueva York, pero no se encontraron

documentos que lo prueben. Lo que sí se conoce es que Carolina Kemble tenía familia en Halifax, Nueva

Escocia.

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2018, p. 114-115). Las colaboraciones de Acosta de Samper con la prensa y las revistas

coincidieron con el año en que la familia Acosta-Samper viajó a París debido al cargo de la

Legación Colombiana que José María Samper asumió en ese momento. El 9 de enero del

1859, Acosta de Samper ingresó al ámbito público con su aparición en Biblioteca de

Señoritas. Allí sale a la luz su primera publicación: “Revista Parisense”6, publicada en 15

entregas y bajo el seudónimo de Andina, uno de los varios que tuvo en su trayectoria como

escritora7. En El Mosaico escribió sobre sus experiencias en Europa, moda, literatura (con el

seudónimo de Aldebarán), publicó una que otra traducción y algunas reflexiones sobre la

juventud y la belleza. Más adelante también publicó en algunos diarios de Perú como El

Comercio y fundó junto a su esposo la Revista Americana. De regreso a Bogotá, su primer

relato, “La perla del valle”, aparece en El Mensajero en 1864. Desde 1858, Acosta de Samper

comienza una ardua tarea de escribir y publicar casi todo tipo de contenido tanto literario

como cultural e intelectual. Además, incursionó en el mundo editorial. Fundó y dirigió cinco

revistas: La Mujer (1878 - 1881), La Familia (1884), El Domingo de la Familia Cristiana

(1889), El Domingo (1898) y Lecturas para el hogar (1905).

En sus primeros años activos, Acosta de Samper participó en la prensa en un momento

álgido para el país, pues los cambios que supuso el gobierno del General José Hilario López

dieron paso a la crítica por parte de los liberales neogranadinos de elementos culturales

heredados de España después de la conquista. El triunfo electoral de quienes se hacían llamar

las Sociedades democráticas (asociaciones liberales entre los mismos liberales y grupos de

artesanos) dio inicio a varias reformas “que buscaban debilitar el poder transicional del

Ejército y la Iglesia católica, pero también favorecieron la implantación de un modelo

económico fundado en el libre-cambio” (Loaiza Cano, 2011, p. 87). Las principales reformas

de esa época fueron la abolición de la pena de muerte por delitos políticos8, El istmo de

Panamá es declarado zona de libre-cambio9, abolición de la exigencia de títulos universitarios

para la actividad profesional10, la expulsión de los jesuitas11, la abolición de la esclavitud12,

6 Este texto fue escrito por Acosta de Samper en París el 15 de septiembre de 1858 y enviado a Biblioteca de

Señoritas para su respectiva publicación. 7 Otros de los seudónimos que la autora usó fueron: Aldebarán, Bertilda, S.A.S, S.A. de S, Renato. 8 26 de mayo de 1849. 9 2 de junio de 1849. 10 15 de mayo de 1850. 11 17 de mayo de 1850. 12 21 de mayo de 1851 (puesta en marcha desde 1852).

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la ley sobre las libertades de prensa, de expresión, de opinión y de educación13, la ley sobre

separación entre Iglesia y Estado14 (Safford, 2002, p. 359). Estos cambios dieron paso a que

los políticos e intelectuales de la época voltearan la mirada hacia otras tradiciones para

proponer algunas reformas y, entre otras cosas, dialogaran con la tradición literaria francesa

(Padilla, 2008, p. 14).

Dentro de este marco histórico, aparece el libro Novelas y cuadros de la vida sur-

americana, la primera compilación de relatos de Acosta de Samper publicada en 1869: aquí

se reedita su novela Dolores (1867) publicada en El Mensajero. Al año siguiente se publicó

su primera novela histórica, José Antonio Galán. Episodios de la guerra de los comuneros.

Más adelante, en 1878, decide emprender un proyecto innovador en Colombia: funda y dirige

La Mujer (1878 – 1881), revista dedicada y escrita exclusivamente para y por las señoras y

señoritas del mundo hispanoamericano15.

La vida y obra de Soledad Acosta de Samper ha suscitado numerosos estudios que

abordan estas dos cuestiones desde perspectivas de género, crítico literarias e históricas. Las

que más se leen dentro de las aulas y que me sirvieron como eje rector para entender, analizar

y comparar mis análisis con respecto a la obra de la autora fueron Voces diversas: nuevas

lecturas de Soledad Acosta de Samper (2016), La Mujer (1878-1881) de Soledad Acosta de

Samper (Periodismo, historia, literatura) (2014), Soledad Acosta de Samper: escritura,

género y nación en el siglo XIX (2005) y Redes, alianzas y afinidades. Mujeres y escritura

en América Latina (2014). En estos libros, así como en otros artículos, encontré tesis que

buscan responder a preguntas acerca del tipo de mujer que se concebía en el imaginario

nacional en el siglo XIX, la relación entre la escritura femenina y el mundo intelectual del

siglo XIX latinoamericano y la función de la prensa en la difusión de la escritura femenina.

Al reconocer la importancia del estudio de la mujer escritora colombiana del siglo XIX, y de

nuestra historia y literatura en general, me decidí por Soledad Acosta de Samper porque ya

había un recorrido académico relevante dedicado al estudio de su vida y obra, y porque

leyéndola poco a poco, reconocí la gran pertinencia de su obra en la actualidad, no solo para

13 24 de mayo de 1851. 14 15 de junio de 1853. 15 Para ver en detalle estudios realizados de la revista, remito a este texto y su bibliografía: La Mujer (1878-

1881) de Soledad Acosta de Samper (Periodismo, historia, literatura). Carmen Elisa Acosta Peñaloza, Carolina

Alzate Cadavid y Azuvia Licón Villalpando (Edición). Bogotá: Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo,

2014. 73-93.

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dar lugar a una escritora e intelectual dentro de una historia de la escritura femenina

colombiana y latinoamericana, sino para analizar el cambio y desarrollo del ideal femenino

propuesto por la autora durante su larga trayectoria intelectual, así como enmarcarla en el

amplio campo literario e intelectual colombiano, puesto que su obra sobresale en medio de

la producción de la época.

A lo largo del siglo XIX, así como lo muestra Geneviève Lloyd16, el pensamiento

republicano puso del lado masculino las virtudes públicas propias de la república, mientras

que a las mujeres se les atribuyeron las pasiones y las emociones; el trabajo intelectual era

realizado mayormente por hombres, quienes trabajaban en el aspecto cultural, político y

económico para garantizar, por un lado, o la apertura del país hacia la modernización o, por

el otro, la conservación de los antiguos ideales y valores heredados de los españoles (1983,

p. 27),. De la dicotomía entre lo masculino y lo femenino presente en el siglo XIX, Soledad

Acosta de Samper no se encontraba muy lejos, es decir, ella era consciente de la separación

de labores que el sistema patriarcal le asignaba tanto a varones como a mujeres. Por eso llama

la atención que una mujer incursionara en la vida pública de la forma en que Soledad Acosta

de Samper lo hizo, ya que su proyecto intelectual gira en torno al reconocimiento de la

importancia del papel de la mujer como ciudadana y como sujeto de derechos.

Durante ese siglo, los instrumentos para la guerra o la lucha por ideales políticos no

solo eran la espada y la bayoneta, sino la pluma que llenaba de tinta los cuadernos de los

actores políticos. Igualmente, el país tenía inconvenientes de distinto orden: no se sabía con

certeza si los cambios del país conducirían a favorecer la construcción de una identidad ni

qué modo de gobierno se quería o se podía establecer según las condiciones existentes; el

debate sobre la defensa de la hispanidad en Colombia –la actitud que debían tomar ante la

herencia hispánica se hizo muy evidente desde 1850–; el cambio de todas las constituciones

a lo largo del siglo XIX en Colombia; la iniciación de una literatura que busca ser la expresión

del pueblo, pues se relaciona íntimamente con sus condiciones sociohistóricas; el

bipartidismo como causa principal del caos en el país; las guerras civiles; entre otros

(Jaramillo, 1964, p. 223). El lugar en donde se libraron estas disputas fue la prensa. Allí se

publicaba todo tipo de contenidos. La prensa era ese organismo que se nutría poco a poco de

cada opinión, cada texto, cada pensamiento. Por esto, para el desarrollo de esta investigación

16 Lloyd, G. “Public Reason and Private Passion”. Politics, Vol. 18, N° 2, 1983, pp. 27 – 35.

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es importante entender la prensa como “una ‘formación’, es decir: como un ente

sociológicamente vivo, protagonista del desarrollo y del devenir literario” (Agudelo &

Bedoya, 2016, p. 2).

En otras palabras, asimilar la prensa como agente de cambio, protagonista del

desarrollo político y cultural latinoamericano, archivo vital en el que encontramos la

variabilidad no solo de unas propuestas que impregnaron la conciencia social, sino de las

reflexiones individuales que suscitaba cada hecho histórico en las mentes de los intelectuales.

Allí, en donde estas personas disponían sus pensamientos, Acosta de Samper plasmó sus

reflexiones, propuestas y preocupaciones, más que cualquier otra cosa, sobre la función de la

mujer dentro de una sociedad que entraba en un proceso de modernización. Pero la autora no

solo ahonda en esta cuestión, sino que cumple una función pedagógica e intelectual al

encontrar en la escritura un medio para participar de los debates, poner su punto de vista en

consideración e indicar a sus lectores que, así como ella, las mujeres podían ser coparticipes

de la creación de la nación. En resumen, el vínculo entre nación, familia, prensa y discurso

letrado es muy estrecho.

Ahora bien, al ser relativamente reciente el estudio de la prensa y literatura escrita por

mujeres en el siglo XIX colombiano, la valoración literaria, crítica e histórica de la obra de

Acosta de Samper no se ha hecho en su totalidad. Varias son las novelas, periódicos, ensayos,

entre otros, que todavía no han sido analizados por la crítica. En este sentido, las

aproximaciones críticas a su obra se encuentran en una etapa de construcción en la que se

recogen preguntas como: ¿cuál es el proyecto educativo de Soledad Acosta de Samper?,

¿cuáles son las herramientas de la autora para contribuir a lo que Alzate llama el discurso

letrado de género?, ¿de qué manera la prensa se convierte en un canal transmisor para la

mujer letrada del siglo XIX?, ¿de qué forma concebía Acosta de Samper a la mujer como

lectora de prensa?, ¿cuál es la aproximación histórica que hace Acosta de Samper de la

historia nacional?, ¿cómo interpreta Acosta de Samper la sociedad en la que vive?

En mi opinión, estas preguntas ayudan a tejer el pensamiento de la autora no solo con

respecto a la realidad nacional, sino al contexto Latinoamericano. Sin embargo, las tres

cuestiones que más cautivaron mi atención y me llevaron al estudio de la obra de Acosta de

Samper fueron, en primer lugar, ¿cuál es el interés sustancial de Soledad Acosta de Samper

al participar del campo intelectual y cultural colombiano del siglo XIX? Azuvia Licón en “La

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Mujer de Soledad Acosta de Samper: un proyecto de construcción nacional femenino”

(2014)17 hace una propuesta interesante. Licón plantea de forma acertada una lectura de la

revista La Mujer como un proyecto nacional elaborado por la autora, pues dice Licón que

Acosta de Samper “reconoce la existencia de una historiografía previa que permite ubicar la

producción de quien habla dentro de una tradición” y, además, criticar “esa historiografía por

no satisfacer las necesidades que la nueva sociedad exige” (p. 45)18, lo que, según ella, son

rasgos comunes en los textos producidos por hombres que podrían considerarse como

proyectos de construcción nacional.

La segunda pregunta es, ¿con qué otros proyectos nacionales dialoga el proyecto de

Acosta de Samper (ya sea propuestos por varones o mujeres)? Y la tercera, ¿por qué Soledad

Acosta de Samper se interesa tanto en definir un carácter femenino de la época? Se conoce

de antemano que son varias las autoras latinoamericanas que participaron a mediados de siglo

en los círculos literarios de élite política y socialmente influyentes, entre ellas Acosta de

Samper19. Los proyectos literarios e intelectuales femeninos que se originaron a lo largo y

ancho de Latinoamérica estuvieron profundamente ligados a la construcción tanto de la mujer

como sujeto de derechos como de la educación como eje central en la formación de la

conciencia femenina. Igualmente, también hubo un desarrollo de esta conciencia por medio

de la trayectoria intelectual particular de cada autora20.

Uno de los rasgos importantes del pensamiento de Soledad Acosta de Samper es su

toma de conciencia histórica. A ella es posible concebirla y entenderla como un individuo

que se debate entre la modernización de las ideas y prácticas culturales, así como en la

17 El artículo hace parte del libro Redes, alianzas y afinidades. Mujeres y escritura en América Latina,

compilado por Carolina Alzate y Darcie Doll. 18 Azuvia Licón amplía esta idea en el artículo “La educación femenina como proyecto político. Los artículos

morales en La Mujer” (2014). Igualmente, remito al artículo “El proyecto educativo de Soledad Acosta de

Samper dirigido a las mujeres en la revista La Mujer, lecturas para las familias (1878-1881)” escrito por

Carolina Céspedes Quieroz. 19 Del siglo XIX se tienen noticias de varias revistas y periódicos latinoamericanos editados por mujeres. En

1852 está O Jornal das Señoras, periódico brasileño editado por la argentina Juana Manso de Noronha; en 1862

de publica O Bello Sexo, editado por Julia de Albuquerque Sandy Aguilar; en 1865 aparece El Eco de las

Señoras de Santiago, dirigido por un grupo anónimo de mujeres de élite santiaguina; en 1872 se publica en

Venezuela Ensayo Literario, redactada por Isabel Anderson, entre otras. 20 Con respecto a este tema, Martha Irene Gonzales Ascorra publicó un libro llamado La evolución de la

conciencia femenina a través de las novelas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Soledad Acosta de Samper y

Mercedes Cabello de Carbonera (1997). Allí la autora se propone analizar, por medio de siete novelas, por qué

las protagonistas deciden la escritura como camino para enfrentarse a las restricciones sociopolíticas impuestas

por la sociedad.

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conservación de algunas tradiciones e instituciones europeas –como el catolicismo–. Al

mismo tiempo, la autora concibe la escritura como un movimiento, por esto, a través de sus

escritos e ideas presentes en ellos, impulsa no solo una transformación íntima y personal,

sino pública e histórica. El suyo es un pensamiento en constante transformación y

movimiento, así como la historia misma. Un pensamiento que se teje y entreteje no solo con

las ideas de su presente, sino que apunta a un porvenir. La idea de mujer en Acosta de Samper

se ha estudiado en algunas ocasiones, tanto en su revista La Mujer como en otros escritos.

Pero justamente es el movimiento y el cambio lo que me interesa analizar a mí.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, mi objetivo con esta investigación es analizar las

estrategias retóricas, narrativas y discursivas que Soledad Acosta de Samper usó a lo largo

de su camino intelectual para plasmar de manera vital un proyecto nacional. El fin de esta

evaluación es profundizar en el cambio y evolución de sus ideas con respecto al papel público

y privado de la mujer en la sociedad colombiana de la segunda mitad del siglo XIX. Así,

poder entender, por un lado, cuáles son las características que le asigna a la mujer de su

momento y, por el otro, de qué forma concibe a la mujer (letrada y no letrada) después del

intento de proceso de modernización. Esta idea de mujer tiene su génesis desde sus primeros

escritos en su Diario íntimo (2015). Como escribe Alzate en el prólogo, Acosta de Samper

hizo converger en cada línea “reflexiones acerca del acto de lectura, la escritura y el lugar de

esta joven dentro de la nación” (p. 13). El papel de la mujer (además de ella como mujer) lo

venía bosquejando desde la escritura de sus diarios. Sin embargo, a medida que aparecen

nuevos elementos en la cultura, política, economía y sociedad, Acosta de Samper va

transformando su concepción de mujer nacional y su función. El estudio de esta noción

orgánica, a su vez, me posibilitará enmarcar a la autora en un diálogo intelectual no solo con

las mujeres de su época (son pocas las que hacen públicos sus escritos), sino con los varones

que se habían comprometido en la construcción de la nación e interactuaban abiertamente en

la prensa. Entender esta situación me ha llevado a no ubicarme únicamente desde la

perspectiva de género como hasta ahora se ha hecho, sino ubicarme en un plano cultural más

amplio para entender cómo participa Acosta de Samper en los debates públicos, entender las

estrategias discursivas que desarrolla para interactuar con los varones, puesto que se

preocupaban por los mismos problemas.

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Para poder llevar a cabo el anterior objetivo, me centraré en analizar las estrategias

usadas por Soledad Acosta de Samper a la luz del concepto de “genio femenino” propuesto

por la filósofa, teórica de la literatura y feminismo Julia Kristeva, con el fin de develar de

qué manera Acosta de Samper, por medio de este evalúa a la sociedad y a la mujer

colombiana de la segunda mitad del siglo XIX.

Este concepto de “genio femenino” lo propuso Kristeva en su trilogía El genio

femenino: Hannah Arendt (2003), El genio femenino: Melanie Klein (2003), El genio

femenino: Colette (2003) para hablar de una característica particular de estas mujeres: su

capacidad creadora21. Este término le ayudó a Kristeva a comprender cómo estas tres

mujeres, por medio de esta capacidad creadora, traspasaron las limitaciones de sus propios

campos y condicionamientos sociales (Kristeva, Culturethèque). El término “genio” se

originó en el período del Romanticismo (Battersby, 1994, p. 104). Durante esa época, esta

categoría hacía referencia a una cualidad particularmente masculina que, al asociarla con la

mujer (en ese entonces lo femenino), implicaba algo de extrañeza (p. 128-130). Kristeva se

rehúsa a atribuir esta categoría de “genio” al hombre únicamente. Ella abre esta noción a un

espectro más amplio de actividades o modos de ser del individuo; incluye elementos como

la maternidad que están por fuera de las nociones occidentales masculinas dominantes. Así,

la mujer puede ser artista, escritora, un ser humano de derechos (Kristeva (Arendt), 2001, p.

XV). Kristeva, entonces, al acuñar el término de “genio femenino” se propone expresar la

idea de que, a pesar de los marcos normativos como el sistema patriarcal, las mujeres pueden

actuar por sí mismas.

Se refiere, además, al florecimiento de los individuos en su singularidad, que es lo

que hace que sean ellos y no otros (Kristeva, Culturethèque). Esta noción de “genio

femenino” difiere un poco del planteamiento de Simone de Beauvoir en El segundo sexo

(1947), a pesar de que Kristeva se basó de la propuesta de Beauvoir para hablar del “genio”.

En El segundo sexo, Simone de Beauvoir se propone demostrar la existencia de lo que ella

llama “fraternidad” entre los sujetos, hombres y mujeres, sin importar su sexo. Pero Kristeva

21 Con respecto a esta noción de “genio femenino” me gustaría mencionar que si se desea una definición más

precisa por parte de la autora, que dialogue con otros conceptos importantes como el de “revuelta íntima”,

recomiendo las siguientes entrevistas que son de dominio público: Valparaíso 2011. El genio femenino: Julia

Kristeva y Sonia Montecino https://www.youtube.com/watch?v=KR1TguUn1wk&t=971s y The Genius of

Women en: https://www.mixcloud.com/Culturetheque/julia-kristeva-the-genius-of-women/

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con su noción de “genio femenino” no promueve una búsqueda de igualdad entre hombres y

mujeres, ni siquiera la “fraternidad” propuesta por Beauvoir (Kisteva, Culturethèque).

Helene Pouliquen, al explicar el concepto de “genio femenino” de Kristeva dice que el “genio

femenino” es “una posición que tanto hombres como mujeres pueden asumir”, puesto que

“Kristeva, [a diferencia de Beauvoir], se rehúsa a encerrar a las ‘personas’ –que se van

construyendo en la cultura, en el pensamiento– en guetos biológicos ‘femenino’ y

‘masculino’” (2009, p. 77). En ese sentido, podemos decir que el fin de Kristeva al acuñar

este término es evidenciar que hay unas diferencias particulares entre estos varones y mujeres

en su forma de crear, de concebir el mundo, de entenderlo. En otras palabras, hay una

creatividad específica en cada sujeto, pero también una creatividad particular que se le puede

atribuir a la mujer que está inmersa en las prácticas políticas, culturales y sociales. A esto se

le llama el “genio femenino”. Kristeva hace del “genio” una posibilidad para la mujer que

practica labores que se consideran tradicionales y adecuadas dentro de su marco social, al

mismo tiempo que sobresale en los campos y logros que están reservados para los hombres

por el sistema y la norma patriarcal.

Con respecto a Soledad Acosta de Samper, me permito usar esta categoría para

explicar de qué forma ella desarrolla la idea de mujer y su función, aporta a la sociedad desde

distintos géneros escriturales y perspectivas sociales y, más aún, controvierte sus propios

principios con el propósito de dejar atrás las barreras y limitaciones que le impuso la

sociedad. La autora desarrolla estrategias que le permiten integrarse a los procesos, participar

y sobreponerse a los condicionamientos sociales. Frente a los varones que tienen todas las

ventajas, el “genio femenino” tiene salidas que pueden parecer más discretas, pero altamente

eficaces. Asimismo, su “genio femenino” le permitió hacer una revaloración del pasado y la

tradición con el fin de proponer, desde su lugar de enunciación, una transformación de esos

valores hacia el futuro. La incursión de Acosta de Samper no es una mera reivindicación

femenina en el mundo intelectual y político de la época, sino que, por medio de su escritura,

asume actitudes críticas frente a una gran parte de las situaciones por las que atravesaba el

país. En este contexto, la mujer, así como el hombre, aportan al proyecto de construcción de

nación desde lugares de enunciación distintos: por eso, dista de ser semejante la experiencia

de cada sujeto dentro del campo intelectual y campo literario (Bourdieu, 2003, p. 13).

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16

En la medida en que el objetivo principal de esta investigación es elaborar una

valoración histórica, crítica de la propuesta de nación de Soledad Acosta de Samper y el

desarrollo de su concepción de la formación y función de la mujer en la vida privada y

pública, conviene enlazar el pensamiento de la autora con su obra. Así pues, no es de mi

interés hacer énfasis en el hecho de que la producción de Soledad Acosta de Samper es válida

por el hecho de ser mujer. Lo que me llama la atención es analizar las estrategias literarias

discursivas que ella utilizó para situarse como intelectual en un campo predominantemente

masculino. En ese orden de ideas, me interesa estudiar a la autora en su contexto histórico, y

no a través de reivindicaciones modernas de género, puesto que este trabajo ya se ha hecho

en otras ocasiones. Esto no quiere decir que mi postura sea indiferente a la situación de la

mujer contemporánea y del siglo XIX, sino que me gustaría darle a la autora la trascendencia

histórica que se merece por todas sus intervenciones dentro del campo cultural e intelectual

colombiano y latinoamericano, tal como lo hacían los hombres de su momento. A este

respecto, encuentro pertinente el estudio de, por un lado, su primera etapa de producción

intelectual que va desde 1858, cuando inicia su participación pública, hasta 1881, cuando

termina la publicación de La Mujer; y, por el otro, algunos ensayos, traducciones y obras

literarias publicadas en distintas revistas con el propósito de enmarcar su propuesta

intelectual en un momento de quiebre histórico para Colombia, en donde después de vivir

una hegemonía liberal se le da paso al gobierno conservador. En el primer capítulo, decidí

realizar un breve perfil intelectual que me permitiera hilvanar el contexto histórico, la

publicación de sus obras y los diálogos que estableció con sus contemporáneos. Con este fin

tendré en cuenta tres de sus fases más importantes en el “campo intelectual” colombiano.

Primero, su producción periodística, por lo que tomaré sus cartas como corresponsal de París

enviadas a la Biblioteca de Señoritas, es decir, Revista parisiense (1859); Ecos de Europa

(1864); Fragmentos i reflexiones: I La juventud. II. La poesía (1864), Fragmentos i

reflexiones: III. Ilusiones. IV. Amor y coquetería (1864) y La monja (Episodios y estudios

sociales (1864).

Posteriormente, para entender de qué manera Acosta de Samper ejerce el oficio de

traductora y lo vincula a su proyecto intelectual, tomaré las traducciones que hablan sobre la

mujer y sus posibilidades dentro de la sociedad neogranadina de la época. Analizaré de qué

forma la autora toma la traducción como una herramienta para sustentar sus ideas teniendo

Page 17: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

17

en cuenta el contexto sociopolítico en el que se encontraba. Las traducciones son La mujer

(1870), Introducción al estudio de las ciencias físicas (1870), Educación de la mujer en la

América del Norte (s.f.), La instrucción de la mujer en la sociedad (1879) y Lo que piensa

una mujer de las mujeres (1878-1879). Por último, para concluir esta primera parte, hablo

sobre Acosta de Samper la novelista. Retomo algunos análisis que se han hecho de Dolores

(1867), Teresa la limeña. Páginas de la vida de una peruana (1869), Constancia (1871) y de

Laura. Novela psicológica (1870). Igualmente, dejo algunas hipótesis planteadas que

desarrollaré en el segundo capítulo. Definir el perfil intelectual de Soledad Acosta de Samper

me servirá, en gran medida, para relacionarla con sus contemporáneos, enmarcar las

discusiones que ella entabló dentro de un marco más amplio al femenino y comprender cuáles

fueron las estrategias narrativas y discursivas que usó por medio de la escritura para

consolidar su proyecto nacional. Para este propósito usaré algunos presupuestos de la

sociología de la literatura y la cultura. Para empezar, utilizaré los conceptos de campo

intelectual y campo literario acuñados por Pierre Bourdieu. El concepto de campo

intelectual22 permite entender a un autor o una obra en un “sistema de relaciones en

competencia y conflicto entre grupos y situaciones en posiciones diversas” (p. 32), en otras

palabras, el autor no está conectado directamente con la sociedad –ni siquiera a su clase social

originaria– sino por medio de la estructura de un campo intelectual que resulta ser el

mediador entre el autor y la sociedad. Para Bourdieu, alguien que estudie la cultura –la

literatura– tiene que darle una importancia equivalente tanto a los elementos intratextuales

como a los extratextuales, de esta manera, el proceso de interpretación y análisis de los textos

seleccionados de la obra de Acosta de Samper será más completo. La noción de “campo

literario” ayudará a complementar el análisis de la selección de textos de Acosta de Samper,

pues se la enmarcará dentro de un contexto social, económico y político que no es ajeno a su

producción intelectual y literaria.

Una vez desarrollada esta breve biografía intelectual, en la segunda parte de la

investigación realizo una valoración crítica de Laura. Novela psicológica y de Historia de

dos familias: novela de costumbres nacionales (1880). En este análisis no indago únicamente

sobre los problemas socioculturales evaluados estéticamente por la autora de la Colombia de

22 Término acuñado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu a partir de un inmenso programa de

investigaciones que fue diseñado en los años 1960.

Page 18: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

18

la época. Como dije en páginas anteriores, el fin de hacer un recorrido no solo cronológico,

sino de los géneros en los que incursionó la autora, es estudiar y evidenciar un cambio y

movimiento que Soledad Acosta de Samper propuso a lo largo de su trayectoria acerca de

la función social que le asigna a la mujer, las posibilidades de agencia dentro del sistema

patriarcal y, por lo menos en las novelas, su inscripción en una tradición costumbrista.

Como complemento de lo anterior, me serviré de varias fuentes para hablar sobre la

creación del intelectual en el campo político y cultural del siglo XIX latinoamericano y

colombiano. Es preciso indicar, pues, que el período que se abordará en esta tesis va de 1858

a 1881, cuando termina la publicación de La Mujer. Este momento es uno de los más

complejos de nuestra historia. Por un lado, ocurren dos cambios de Constitución: el primero,

en 1858, cuando queda instaurado en federalismo en la Constitución y hay varias guerras

civiles; el segundo, en 1863 se cambia la Constitución en el marco de la convención de Río

Negro, se le cambia el nombre al país por Estados Unidos de Colombia y se entra en una

época muy liberal. Por el otro lado, durante 1857 hasta 1861 primó una hegemonía

conservadora. Como dije anteriormente, esto dio lugar a hechos como el regreso de los

Jesuitas y la negociación de la deuda externa. Además, estas fechas se encuentran dentro del

período llamado Olimpo Radical, en donde se estableció un gobierno regido únicamente por

liberales radicales como Tomás Cipriano de Mosquera23, Manuel Murillo Toro y Eustorgio

Salgar.

Los gobernantes del joven partido liberal buscaron, entre otras cosas, debilitar el sistema de

gobierno existente, a través del dominio de grupos de la oligarquía, pues lo percibían como

un rezago colonial que no permitía la llegada de la “civilización”. Para conseguir este

debilitamiento apoyaron el federalismo, defendieron la propiedad privada, acabaron con las

trabas al libre comercio e impulsaron la producción –especialmente de añil, quina, tabaco y

café–, orientándola hacia los mercados extranjeros. Así mismo, lucharon por tener un mayor

acceso a los recursos financieros, a la mano de obra y a la tierra apta para la producción de

cultivos de exportación. También buscaron impartir a la población una educación pública, y

no eclesiástica, para así secularizar la sociedad y respaldar la libertad y el desarrollo del

individuo. Aunque aceptaban que el cristianismo jugaba un importante papel en la moral

como base del orden social, los más radicales proponían que los valores religiosos se

transmitieran en el hogar, con el objetivo de debilitar el control de la Iglesia. (Bermúdez,

1993, p. 2)

23 Tomás Cipriano de Mosquera no hizo parte de los radicales. Él orientaba su propia unidad partidista llamada

“El Mosquerismo”, la cual tenía gran afinidad con “Los Draconianos”, la otra facción del Partido Liberal.

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19

Esta época se caracterizó por ser pionera en la lucha por abolir las instituciones

coloniales heredadas de los españoles, por el impulso de una reforma democrática que

terminó con los privilegios del clero, por la actualización del sistema educativo en el país,

entre otras cosas. En resumen, con todas estas novedades en el ambiente, lo que publica

Acosta de Samper es su participación en la construcción de una naciente nación que busca

separarse de lo español para comprender su propia historia y elaborar su propio destino.

Finalmente, espero que esta investigación sirva, además, para darle un lugar a Acosta

de Samper dentro de la literatura nacional. Espero que indagar sobre su “genio femenino”

me permita demostrar de qué manera su escritura y sus aportes son distintos a las

colaboraciones masculinas de la misma época, así como acercarme no solo a su desarrollo

como intelectual, sino a los cambios en sus ideas. Así que, reuniendo todo lo dicho, la

pregunta central de la investigación es: ¿cuál es el aporte intelectual y literario de Soledad

Acosta de Samper a la sociedad colombiana del siglo XIX y qué tipo de posibilidades de

desarrollo ofrece a las mujeres? De ahí se desprenderán otras inquietudes, por ejemplo,

¿cuáles son los aspectos relevantes que hacían de Soledad Acosta de Samper una intelectual

de la época?, ¿cuál es el propósito de la escritora al publicar cierto tipo de artículos

(reflexiones morales, religiosas, biografías sobre mujeres)? Para mí, como estudiante de

Estudios Literarios, es importante indagar en la narrativa de la autora, especialmente en su

obra escrita entre 1858 y 1881, ya que al estudiar los aspectos composicionales de Laura e

Historia de dos familias podré dar cuenta de la toma de posición de la autora con respecto a

los diversos temas de discusión de la época y, con algo de suerte, seguir poco a poco con la

valoración literaria de sus textos.

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20

2. Soledad Acosta de Samper en el campo intelectual de la segunda mitad del siglo

XIX (1858 – 1881)

Acosta de Samper perteneció a la élite letrada bogotana. Su labor intelectual, al igual

que la de sus contemporáneos, consistía en la “peculiar función de productor[a], en tanto

conciencias que elaboran mensajes y, sobre todo, su especificidad como diseñador[a] de

modelos culturales, destinados a la conformación de ideologías públicas” (Rama, 1998, p.

36). En el caso particular de nuestra autora, una de sus misiones dentro de su oficio como

escritora e intelectual no fue únicamente formar el pensamiento y la razón de sus lectoras,

sino fomentar la lectura en las mujeres. Ellas, dedicadas al hogar en su gran mayoría, no

estaban incluidas en ese basto público lector al que se le destinaban tantas páginas en los

diarios para dialogar acerca de política, economía y cultura. A Soledad Acosta de Samper,

su función intelectual la llevó a elaborar, poco a poco, una rigurosa y prolija trayectoria en la

que, por un lado, hacía públicas sus reflexiones y, por el otro, se interesaba por formar un

público lector que leyera con interés y se sintiera identificado con lo que ella escribía. Este

modelo cultural propuesto por Acosta de Samper no parecía, a primera vista, tan ambicioso

ni atractivo como los de sus contemporáneos, a pesar de que, tal como lo señala Ana María

Agudelo (2011), a mitad del siglo XIX en la Nueva Granada surgió la preocupación del

estado de la educación de las mujeres. Por esto, “la lectura se vislumbra como estrategia para

subsanar tal carencia, de ahí la proliferación de la prensa y de la narrativa dirigidas al público

femenino hacia mediados del siglo XIX, especialmente el folletín” (Agudelo, 2011)24.

Escritores como José María Vergara y Vergara, el mismo José María Samper, Manuel

Ancízar, Vicente Arbeláez (eclesiástico), José Joaquín Borda, Jorge Isaacs, Miguel Antonio

Caro, Manuel María Madiedo, entre muchos otros, escribieron en la prensa con un relativo

éxito25. Soledad Acosta de Samper, sin embargo, a pesar de no haber sido tan citada por los

intelectuales contemporáneos a ella, la autora tenía antecedentes y proyectos similares a los

de los varones pertenecientes al campo intelectual colombiano.

24 El artículo fue consultado de internet. 25 Para nombrar algunos escritos: Pensamientos sobre moral, política, literatura, religión y costumbres (1856)

de José María Samper; Deberes católicos en las próximas elecciones (1853) de Vicente Arbeláez; Lecciones

de psicología y moral (1851) de Manuel Ancízar; Cuestión española (1859) de José María Vergara y Vergara.

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21

La educación de la escritora tuvo mucho que ver en su camino y trayectoria intelectual.

Bien sabido es que su padre, el general Joaquín Acosta, junto con su madre, la norteamericana

Carolina Kemble, viajaron bastante por motivo del trabajo de Acosta. El primer viaje se dio

en 1837, el propósito era instalarse en Ecuador, pues el señor Acosta ocupó el cargo de

Ministro de la Nueva Granada (Corpas de Posada, p. 65). Allí estuvieron hasta 1839, cuando

regresaron al país. Más adelante, en 1842, Joaquín Acosta fue nombrado General y fue el

encargado de hacer los negocios con Estados Unidos. Este cargo lo ocupó en Washington

durante aproximadamente nueve meses, pero esta vez Joaquín Acosta viajó solo, “la biógrafa

de su padre no dio razones para explicar por qué no la acompañaron ella [Soledad Acosta] y

su madre” (p. 77). El segundo viaje se dio en mayo de 1846, Carolina y Soledad Acosta

viajaron a Inglaterra, en donde las esperaba Joaquín Acosta. Luego, se instalaron en

Versalles, allí

Solita visitó muchas veces los palacios y sus jardines. Empezó a familiarizarse con la historia

de Francia en uno de sus escenarios cuyos protagonistas fueron el rey Luis XIV, la reina

María Teresa de Austria, madame de Montespan, madame de La Vallière y madame de

Maintenon; el rey Luis XV, la reina María Leszczynska y madame de Pompadour; el rey Luis

XVI y la reina María Antonieta. Oyó episodios de la Revolución Francesa, se condolió con la

Reina guillotinada y se entusiasmó con la valentía de Carlota Corday, de quien escribió en

Bogotá durante la revolución de 1854: “¡Yo quisiera ser Carlota Corday, la verdadera heroína

que vendió su vida por hacer algún bien a la patria!” (DI 77). Recorrió el “Museo de la historia

de Francia” que había sido creado por el rey Luis Felipe y pudo completar la lista de los reyes

y las reinas que no habían vivido en Versalles. (Posada, p. 84)

En este lugar, los padres de Acosta de Samper la envían al colegio (p. 85), hizo su

primera comunión (p. 89), conoció al Barón de Humboldt (p. 92) y regresaron a Colombia

en 1849. Durante este tiempo, Acosta de Samper crece con una educación privilegiada y

diversa, lo que le permitió abrir sus horizontes culturales, políticos y sociales. La escritora,

al crecer en una casa con comodidades y facilidades distintas, incluso para la mayoría de

mujeres de su misma clase social, puesto que “las mujeres de la clase adinerada a mediados

del siglo XIX vivían bajo leyes, costumbres y expectativas que limitaban y delimitaban sus

vidas y experiencias” (Skinner, 2016, p. 138). Por esto, el hecho de que la familia de Soledad

Acosta de Samper le inculcara desde la infancia la importancia de la educación por medio

de su propia instrucción, le permitió a la autora más adelante entrar con relativa facilidad al

círculo aún más reducido pero militante y comprometido con el proyecto de construcción

Page 22: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

22

nacional: el de los intelectuales de la Nueva Granada. Acosta de Samper, desde sus primeros

escritos, tímidos y en parte experimentales, como lo fue su Diario íntimo y Revista

parisiense, ya tenía un gran proyecto en mente: educar a la mujer como agente social y

político con participación activa en la creación de nación a lo largo del siglo XIX.

Las herramientas de trabajo que usó Acosta de Samper para concretar este proyecto

fueron la escritura y su genio femenino, su capacidad creadora. En Bogotá, esta ciudad letrada

que a mediados de siglo se seguía gestando, los ideales conservadores y liberales no dejaban

de promover pugnas y discrepancias. En este medio, lleno de alboroto, Acosta de Samper,

inteligentemente, se desmarca de ciertas situaciones y concibe un proyecto de nación,

principalmente, en el que la mujer tuviera una participación más activa, motivo por el que la

formación de la mujer era fundamental. La autora logra alejarse de la idea de imaginar a la

mujer única y exclusivamente como el bello sexo, pertenecientes a una eterna minoría de

edad, como lo señala Alzate (2015, p. 224), y con una reducida e invisible participación en

el contexto público. Ella, quien había sido privilegiada en cuanto a su educación, se interesó

por ejercer este papel portador de una gran responsabilidad y capacidad de revisión crítica

histórica y social, este papel de intelectual instructora de las mentes femeninas. Pero, ¿en qué

medios inserta su escritura y cómo se convierten estos en una plataforma para lograr su

objetivo?, ¿cuáles son las estrategias narrativas que usa Acosta de Samper en estos medios

para buscar un público fiel y comprometido?, ¿en qué se asimilan y diferencian el tipo de

agencias propuestas por el sistema patriarcal y por Soledad Acosta de Samper para la mujer

colombiana del siglo XIX?, ¿de qué forma logra insertar Acosta de Samper su proyecto

intelectual en el campo cultural e intelectual nacional? Para responder estas preguntas,

considero necesario analizar algunos textos referentes a su etapa de periodista, traductora y

novelista. Acercarme a las diversas funciones que cumplió Acosta de Samper en el campo

intelectual desde las anteriores disciplinas, me permitirá entender, por un lado, las estrategias

discursivas que creó para posicionarse dentro del campo intelectual colombiano y plantear

su propuesta de nación y, por el otro lado, el tipo de agencias desempañadas por la mujer y

el tipo de toma de posición con respecto al panorama social, cultural y, en cierta medida,

político de la segunda mitad del siglo XIX. A grandes rasgos, su estrategia y capacidad

creadora para asumir una función intelectual que le permitiera a la mujer, no solo a ella,

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23

desmarcarse de las imposiciones patriarcales, las estructuras y los imaginarios para romper

con los esquemas y posicionarse como sujeto de derechos, y no solo deberes.

2.1. Soledad Acosta de Samper: la periodista

Al hacer su primera colaboración en la Biblioteca de Señoritas, Soledad Acosta de

Samper asume la función de periodista, más específicamente de corresponsal. Como

indicamos brevemente en la Introducción, fue el 8 de enero de 1859, el segundo año de

publicación de la Biblioteca, que Acosta de Samper publica Revista Parisiense bajo el

seudónimo de Andina. Biblioteca de Señoritas tuvo que suspender sus publicaciones por el

escaso material que había disponible para divulgación. Sin embargo, para el año de 1859,

Felipe Pérez, editor de la revista, felizmente anuncia que “teníamos ya buen papel; hemos

logrado comprometer dos de nuestros primeros escritores como constantes colaboradores

directamente interesados en la prosperidad de la empresa, i conseguido fundar una

correspondencia orijinal de París” (Biblioteca de Señoritas, enero 9 de 1858, año I, n° I, p.

11). Esta corresponsal era nuestra escritora Soledad Acosta de Samper.

El primer texto de la autora vio la luz pública con una corta presentación por parte de

su esposo, José María Samper, quien dice que “[e]lla (Andina) desconfia mui justamente de

sus fuerzas i teme no satisfacer las esperanzas de U. i de sus suscritores” (p. 1). Pero también

es evidente, con lo que señala Pérez más abajo en el Prefacio, que la escritora bogotana había

comenzado a ser miembro de la élite letrada bogotana, pues menciona que prueba de los

esfuerzos hechos por la Biblioteca para sacar contenido de calidad y no dejar caer la revista

es “el mérito de la primera carta, que hoy publicamos, i el estar asociados a la empresa [a la

Biblioteca] dos distinguidos literatos26”. Este reconocimiento de Pérez Manosalva,

distinguido político, periodista, geógrafo y escritor, hermano de Santiago Pérez, expresidente

de Colombia, es una apertura al mundo intelectual nacional. Desde la primera publicación,

se le conocerá a Andina, entonces, como una distinguida literata.

En estas primeras publicaciones en Biblioteca –correspondencias que hablaban sobre

temas variados–, podemos encontrar la primera estrategia discursiva que concibe Acosta de

Samper con el fin de proponer, de forma íntima y personal, las inquietudes que se le

26 Las cursivas son mías.

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24

presentaban sobre la misión de la mujer en la Nueva Granada. La autora publica en forma de

carta sus impresiones sobre la Francia de la época, sus costumbres y tradiciones. Su estrategia

discursiva consiste en adoptar el modelo de la carta pública (Ortiz, 2019, p. 162), para

exponer su pensamiento y el proyecto nacional acerca de la mujer. Escritoras como Agripina

Samper y Josefa Acevedo, así como lo analiza Ana María Agudelo en La reflexión

decimonónica sobre la escritura de mujeres en Colombia (2011), también tuvieron el mismo

gesto de Acosta de Samper, al concebir textos íntimos para ser publicados. La movida que

hace Acosta de Samper, de hecho, tiene que ver con lo que Beatriz Aguirre señala, y es que

“las mujeres escritoras insisten en inscribir en la vida nacional lo que les sucede a ellas, tanto

a nivel de la esfera privada como de la pública” (2000, p. 23). Las correspondencias se tornan

un archivo público que revela lo privado, aunque fue escrito con la intención de ser leído por

otros sujetos. En ese momento cumplían una función transmisora, que con el tiempo se

agrega una función de conservación (archivo).

En la presentación que hizo Soledad Acosta de Samper de la primera

correspondencia insiste en dos aspectos importantes de su proyección escritural e intelectual

que van de la mano con su propuesta de proyecto nacional. En primer lugar , se trata de

crear un público lector mayormente femenino. No obstante, antes de proseguir, no podemos

desconocer que entre el lector real (el que se enfrenta a la obra) y el lector ideal (el que

concibe Acosta de Samper para su proyecto) hay una distancia considerable. El primer lector

“es aquel que asume desde su particularidad y condiciones socio—culturales lo que lee” (Gil

Medina, 2016, p. 157), mientras que el segundo “es una figura, una representación social, un

modelo para la creación del discurso, que se construye a partir de la idea que el escritor o

editor tenga primero” (p. 157). Este segundo lector es el que ocupará todo nuestro análisis.

En segundo lugar, Soledad Acosta de Samper procura darle forma a esa masa restringida,

regulada e hiperformada que era la misión de la mujer dentro de la sociedad neogranadina.

Por esta razón, resulta imprescindible el estudio de Revista parisiense, pues estas

publicaciones le sirven a la autora como primer escalón dentro de su trayectoria intelectual.

Esta correspondencia es un primer destello del curso de su pensamiento y de sus

compromisos en sus primeros años como figura pública. Desde el inicio, se manifiesta en

ella el deseo de hacer públicas sus inquietudes existenciales que la relacionan con el devenir

Page 25: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

25

histórico nacional. A partir del primer momento de su debut, podríamos decir que el genio

de Acosta de Samper, así como para Julia Kristeva en Melanie Klein y Hannah Arendt

(Kristeva, 2003, p. 5), consistió en arriesgarse a pensar. Así como se ha dicho en otras

investigaciones realizadas de la autora, a mi juicio una particularidad de Acosta de Samper

residió en la perseverancia tanto en la publicación de sus textos como en la escritura de uno

de los intereses que la motivó durante toda su vida y que ocupan las páginas de esta tesis: la

mujer de la sociedad colombiana. Este es el tópico que la lleva a preguntarse en Revista

parisiense, “¿cuál es la misión de la mujer?”, a lo que responde que

no estoi de acuerdo con los filántropos jenerosos que halagando poéticamente nuestra

vanidad, solicitan la emancipación de la mujer i aspiran nada menos que a convertirnos en

ciudadanas i lejisladoras, i hasta en funcionarias públicas, a riesgo de que (…) los chicos

se arañen en la casa unos a otros, las criadas le metan fuego a la cocina, la despensa caiga

en pleno comunismo, i el bello sexo se vuelva feo en las luchas i los estrujones de la plaza

pública. No veo la necesidad de que nos emancipen, como tampoco me parece conveniente

que nos pongan en estado de sitio27. (p. 1)

Acosta de Samper, en ese momento de su vida, no se encontraba completamente de

acuerdo, por un lado, con lo que Agudelo describe como “una visión de la familia y de la

mujer heredera de las costumbres españolas, por ende católicas, [que] asocia a la mujer con

la sumisión, el recato, la obediencia, el cuidado del hogar y del marido y la pulcritud en todos

los sentidos” (2011), y por el otro, con los hechos que pasaban en otros lugares de hemisferio

–como lo fue en EEUU– y que tenían de protagonista a las mujeres. La emancipación

femenina ya se estaba gestando en otros lugares, pero, al parecer, la autora tenía el

presentimiento de que las neogranadinas todavía no estaban listas. Para ella, así como para

sus contemporáneos, el país estaba sumido en una serie de cambios importantes para la

concepción del Estado, en donde la búsqueda de políticas privadas y públicas, una literatura

nacional y la modernización material eran el enfoque principal del pensamiento intelectual y

político. Debido a la influencia que ejerció el liberalismo ilustrado, el papel de la mujer dentro

de la sociedad se comenzó a replantear. Las ideas concebidas en el período llamado Olimpo

Radical (1863-1886) “tendrían consecuencias frente a la educación y el trabajo de la mujer”

(Gil, p. 158). Estas propuestas de un nuevo orden que se originaron en esta época, también

sirvieron para que Acosta de Samper replanteara el papel de la mujer en sus textos. El genio

27 Las cursivas son de la autora.

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26

de la autora, en esta etapa, le llevó a proponer, desde ese primer texto, la idea de que la mujer

no debía involucrarse de la misma forma que los varones en las discusiones partidistas, sino

que ellas, por medio de herramientas como la educación, la religión, la conservación de la

tradición y la conciencia histórica, encontrarían la forma plasmar sus ideas en el imaginario

colectivo. Por esta razón, la mitad del siglo XIX no era un buen tiempo para buscar la

emancipación, sino para que las mujeres adquirieran las herramientas adecuadas para lograr

exitosamente esa independencia.

El papel de la mujer dentro de la sociedad de los Estados Unidos de Colombia resulta

ser más complejo de lo que parece. Con respecto a la obra de la autora, los trabajos que se

han hecho en torno a la figura de la mujer son “Mujeres, nación y escritura: no hablar ni dar

de qué hablar” (2004) de Carolina Alzate, “Identidad femenina y discurso de nación en los

diarios de María Martínez de Nisser y Soledad Acosta de Samper” (2007) de Patricia

Aristizábal, “La Mujer en la sociedad moderna (1895): apogeo y síntesis de la misión

moralizadora y educadora de Soledad Acosta de Samper” (2012) de Mary Berg, “La mujer

como ciudadana: desafíos de una coqueta en el siglo XIX” (2005) de Nina Gerassi, entre

otros. Sin embargo, como mi interés es analizar el desarrollo y evolución de la idea de mujer

en la obra de Soledad, aunque no me detendré en ninguno de estos trabajos en particular,

retomaré algunas ideas ya esbozada por Alzate en “La corresponsalía de París: primera

incursión en lo público”, capítulo que es parte del libro Soledad Acosta de Samper y el

discurso letrado de género 1853-1881.

Para 1858, un año antes de la publicación de la Revista Parisiense, cuando la Nueva

Granada se convirtió en la Confederación Granadina, no existían rastros de lo que la autora

llama emancipación28 femenina, pues lo que se libraba en las luchas de armas y en la palestra

pública era, mayormente, la obtención del poder de un bando político sobre otro. Por el

contrario, Acosta de Samper tenía sus ojos puestos en una discusión diferente que sí tenía

lugar en otros espacios del hemisferio29. En Europa, los efectos de la Revolución Industrial

dejaron cicatrices en la vida familiar. Antes de esta, los trabajos de la casa se dividían y

28 Este término aparece en diversos textos de Soledad Acosta de Samper como: revista La Mujer (1878, n°1),

La Familia (“En qué debe ocuparse la mujer”, Tomo I:4). 29 Cabe recordar que desde 1849 los jóvenes radicales habían propuesto que las mujeres tuvieran derecho al

sufragio universal, a elegir y ser elegidas.

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27

compartían entre padre y madre. Claro, esta información no se puede admitir como una

verdad total o si quiera parcial dentro de la vida doméstica europea. Al llegar el período de

la revolución, la institución familiar sufrió un quebrantamiento con respecto a la repartición

de actividades domésticas, pues la máxima de a mayor trabajo mayor acumulación de

riqueza, que acompañó a este período, materializó una sociedad en donde la mujer quedaba

totalmente subordinada a su esposo y a las tareas domésticas. En el Manifiesto del partido

comunista, Marx nos lo explica al decir que el origen de esta subordinación no es biológico,

sino social, y su real emancipación se lograría por una independencia económica alcanzada

por la mujer (Marx y Engels, 2011, p. 39)30. Dice Françoise Carner (1982) que al iniciar la

Revolución Industrial, las familias, al verse proveídas de trabajo, comenzaron a tener más

hijos. La mujer y el hombre trabajaban en fábricas textiles a domicilio. Sin embargo,

Pues Ronald Fletcher muestra que las preocupaciones filantrópicas de la década de 1830, en el

sentido de restringir por ley el trabajo de mujeres y niños en aras del nuevo concepto de familia

que ostentaban las clases pudientes, hicieron cambiar radicalmente los comportamientos

familiares de las clases asalariadas. Asimismo, influyó fuertemente el cambio del trabajo a

domicilio a la fábrica: la mujer y los niños ya no contribuían directamente al mantenimiento

del hogar en la misma proporción que antes lo hicieron. Los hijos se ven entonces más como

una carga sobre el sueldo paterno, y la mujer pierde con el matrimonio la relativa independencia

que le concedía su trabajo y su propio dinero. Por otro lado, el mayor peso económico que

recae sobre el hombre va acompañado de un aumento de su dominio sobre su familia directa.

(p. 20)

Para este momento, las mujeres se volvieron más dependientes de sus esposos, tenían

una educación más precaria, no existía su derecho al voto, y en cuanto a la propiedad, por ley

se encontraban sometidas a sus parejas. En 1848, salió en Estados Unidos la “Declaración de

Seneca Falls”, el primer documento que exponía los derechos a los que había aspirado la

mujer por mucho tiempo y que, además, deja ver las limitaciones que esta tenía dentro de la

sociedad, como sujeto de derechos, incluso después de que Estados Unidos hubiera declarado

su independencia. El segundo capítulo de esta tesis, “La escritura novelesca y el proyecto

intelectual de Soledad Acosta de Samper”, nos servirá para ubicar, con más precisión, la

influencia de algunas ideas feministas en el pensamiento de la autora. Por lo pronto, es

30 Esta idea se manifiesta en el pensamiento de Soledad Acosta de Samper cuando comienza a traducir distintos

apartados sobre la función de la mujer en la sociedad. Ver apartado 2.2. del presente capítulo.

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28

necesario avanzar en el análisis de su primera aparición dentro del campo cultural e

intelectual colombiano.

Acosta de Samper se estrena como periodista en plena mitad del siglo XIX. Para esta

época, los cambios de gobierno entre liberales y conservadores daban señas evidentes de una

inestabilidad dentro de cada partido. Por su parte, eran los conservadores los que mostraban

más signos de fracturas internas dentro de las coaliciones. En 1858, con el nuevo cambio de

Constitución, y en los 5 años posteriores, el país estuvo al mando de tres conservadores

(Mariano Ospina Rodríguez, Bartolomé Calvo y Julio Arboleda Pombo) y de un liberal (Juan

José Nieto Gil). Después de esto, los liberales, encabezados por Tomás Cipriano de

Mosquera, tomaron el poder después de la llamada revolución mosquerista, que se dio de

1860 a 1863. De allí surgió la Constitución de Rionegro31 y se estableció el sistema político

federal (Loaiza Cano, p. 249).

Convulso fue este período de la historia nacional, pues si bien son numerosos e

indivisibles los hilos que lo complementan, no nos quedaría espacio para hablar de la obra

de Acosta de Samper si los nombramos todos. Por tanto, nos referimos a unos pocos, pero

importantes, con el fin de enmarcar a la autora, su obra y su pensamiento en un contexto

específico. Acosta de Samper conocía de primera mano estos hechos debido a la posición

social que sostenía su esposo dentro de la vida pública, así como por las reuniones en las que

coincidía con otros intelectuales pertenecientes al mundo político y literario. Periódicos como

El 7 de Agosto (1858 – 1859) de Tunja, El Liberal (1858), El Compensador (1858) de Santa

Marta, Las Arracachas (1858) de Bogotá, entre otros, eran los órganos difusores encargados

de prestar sus columnas como campo de batalla. Allí se concentraban debates políticos,

cuestionamientos sobre el futuro del país, comentarios con algo de humor sobre las veces que

se pretendía cambiar la Constitución y, además, se hacían preguntas con un toque burlesco

sobre lo que ocurría en el Senado y en los partidos políticos. En este contexto, la Biblioteca

de Señoritas y El Mosaico fueron dos propuestas que se presentaban como distintas dentro

de los demás periódicos del país32. Los redactores de Biblioteca, por su parte, estaban

31 La Constitución de Rionegro rigió la vida constitucional de Colombia desde 1863 hasta 1886. Esta

Constitución marcó el inicio del liberalismo radical en el país. 32 No es de mi interés para el desarrollo de este trabajo analizar el periódico de El Mosaico, sino las

publicaciones periódicas de Soledad Acosta de Samper. Al momento de la publicación de El Mosaico, en el

primerísimo número, se dice, como cito en unas pocas líneas más adelante, que El Mosaico es un periódico que

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29

“deseosos de cooperar en algo al adelanto de nuestra literatura propia” (Enero 9 de 1858, año

I, n° I, p. 1), mientras que los de El Mosaico decían que el objetivo de los periódicos políticos

y religiosos era el de “encarrilar la opinión pública, iluminar las sociedades, inoculando en

todos los individuos las ideas de una civilización progresiva” (Diciembre 24 de 1858,

trimestre I, n° I, p. 1), pero ellos subrayaban que sus esfuerzos estaban lejos de este tipo de

publicaciones, pues al estar “separados de esa lucha enconosa de las pasiones públicas [les]

toca[ba] trabajar con ahinco por hacer conocer el suelo donde recibimos la vida, i donde

seguirán viviendo nuestros hijos”, ya que “las cuestiones políticas i los odios personales los

dejamos para mejor ocasión” (p. 1).

En años anteriores a la publicación de El Mosaico y de Biblioteca de Señoritas, Acosta

de Samper había tenido contacto con diversas culturas. Sin embargo, fueron la francesa y la

anglosajona, ya sea por los viajes o por herencia cultural familiar, las que más se adentraron

en la conciencia de la autora. Estas sociedades que adoptaron un modelo liberal en lo político,

económico y social, favorecieron la inquietud de la autora por su función dentro de una

sociedad tan fluctuante como la neogranadina, así como la función de las demás mujeres del

país. ¿Acaso era su propósito y destino adornar el hogar, rezar, revisar la economía doméstica

y tejer algunas prendas? El genio de Soledad Acosta de Samper, su capacidad de pensar, le

permite cuestionar los designios y el futuro de la mujer al que la sometía el sistema patriarcal.

Su capacidad creadora le permite entender que, por más que la mujer se vea sometida a unas

circunstancias dominantes, violentas y represivas, no podrá salir de ello si, en una primera

instancia, no se desmarca de las funciones sociales que históricamente el patriarcado había

definido para ellas.

La autora comienza su empresa tomando como material para su propósito las

cualidades que los patriarcas habían asignado a las mujeres. Acosta de Samper sabe que, para

convertirse en una autoridad moral con sentido pedagógico en la opinión pública, tenía que

hacer uso de la sutileza y sembrar en la misma tierra donde sembraban los varones sus ideas

está libre de partidismos. Sin embargo, para tenerlo claro y no prestarse para confusiones, el mismo hecho de

mencionar ya coincide con evidenciar una acción política. Para indagar más al respecto, recomiendo El Mosaico

(1858-1872): nacionalismo, elites y cultura en la segunda mitad del siglo XIX (2004) de Andrés Gordillo y La

nación de los mosaicos. Relaciones de identidad, literatura y política en Bogotá 1856-1886 (2016) de Gloria

Vargas Tisnés.

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30

sobre las mujeres. De esta manera, podría agregarle su propia carga ideológica y axiológica

a su proyecto intelectual.

En definitiva, para adentrarnos en el trabajo de la autora, debemos preguntarnos de qué

manera logra ella insertarse en el campo cultural colombiano y de qué forma llega a ser

significativa su aparición en la prensa bogotana. Por tanto, Acosta de Samper, al publicar en

Biblioteca de Señoritas, ya muestra a su público un gesto de aparente distanciamiento con

las cuestiones políticas y con la participación directa en estos debates. La escritora notó que

los esfuerzos invertidos por los intelectuales en estas cuestiones muchas veces se

desbordaban y desorientaban el proyecto nacional. Dice la autora en esta primera entrega que

“[l]os hombres se afanan en construir ferrocarriles, telégrafos i vapores; fundan fábricas i

especulaciones; discuten los intereses más altos de la sociedad, e impulsan el mundo

vigorosamente” mientras que las mujeres “tenemos que cultivar nuestro corazón, nuestro

espíritu, nuestra persona bajo todas sus condiciones para hacerla tan bella, tan agradable, tan

seductora como sea posible” (Biblioteca de Señoritas, enero 9 de 1859, año II, n° 38, p. 2).

Dentro de los periódicos de corte político, los desacuerdos que se daban en los debates

acalorados que enfrentaban tanto posiciones como sujetos eran los que, para ella, creaban la

división dentro del proceso de modernización del país. Por este motivo, ella, desde su primera

publicación, escoge otro camino para andar. Se pregunta, “cuál es, pues, nuestra misión?”, a

lo que responde

Conservar, educar i agradar. De estas tres funciones, las dos últimas corresponden a las

señoritas, pero en más alto grado la tercera. Es solo a la madre de familia que pertenece el

privilegio de ejercerlas todas tres. Conservar el honor de la familia, la fortuna del esposo, la

salud física i espiritual de todos los que viven bajo el hogar, los hábitos de beneficencia i

caridad, el órden doméstico, el culto del amor i del deber, las relaciones sociales, &.a Educar

el corazón i el espíritu del esposo, del hijo i del sirviente doméstico, empleando con

perseverante asiduidad, como medios infalibles, la piedad, la relijion, el amor, la dulzura, la

paciencia, el consejo, i sobre todo el ejemplo personal. Por último, agradar a todo el mundo,

con mesura i discernimiento según las situaciones, a fuerza de gracia, de previsión, de arte, de

esquisitas delicadezas, de todo lo que pueda llenar estos dos objetos: crear dulces

compensaciones de las penas de la vida; i pulir las asperezas de la sociedad con el ejemplo del

buen gusto i una benéfica seducción (p. 2).

En esta primerísima publicación se puede observar que la autora ha concebido ciertas

estrategias para llevar a término su proyecto intelectual, “por esta hendija empieza a ‘colarse’

en el texto un espacio autónomo para las mujeres ocupado en el desarrollo de su subjetividad

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31

y que matiza la exigencia de abnegación (auto-negación) consuetudinaria” (Alzate, 2015, p.

109). Este párrafo deja ver que, sin renegar de las funciones que la sociedad patriarcal les

atribuía a las mujeres, como lo era el conservar, educar y agradar, Acosta de Samper usa

estratégicamente su posición dentro de este campo cultural e intelectual y, naturalmente, su

capacidad creadora, su genio femenino. Ella retoma estas palabras y las dota de un

significado, en apariencia similar al ya establecido, reorienta el sentido de las palabras, juega

con los significados y les asigna otro tipo de agencias a las mujeres. Soledad Acosta de

Samper no hace evidente esta ruptura. En este primer texto, abogar por la multiplicidad de

significados que se convierte en la mayor estrategia discursiva de Acosta de Samper. Pero,

¿cómo se desenvuelve esta estrategia en el texto?

En primer lugar, en el texto no se encuentra únicamente una narración accidental sobre

sucesos en Europa o sus propias vivencias. La correspondencia también cuestiona a sus

lectores y contemporáneos sobre la comprensión histórica que se había hecho hasta ese

momento de la sociedad colombiana y de la mujer, en particular de su educación. En 1842,

Mariano Ospina Rodríguez, Ministro del Interior de ese entonces, elaboró una reforma

educativa “que pretendía acabar con las distinciones de género que existían en las carreras

universitarias de la época, para incluir a las mujeres en un nuevo sistema educativo que no

supiera de distinciones de género ni de clases sociales”, además, “que no discriminara

eligiendo qué carreras eran para qué sexo y dictaminando qué comportamientos debían regir

a hombres y mujeres en la sociedad” (Sánchez, 2019, p. 20). Además, hasta el 12 de mayo

de 1849, el Congreso emitió un decreto que autorizaba a los colegios de las provincias o

particulares a dar títulos profesionales en todas las facultades, exceptuando Teología y

Cánones. Igualmente, en la Ley de mayo 15 de 1850, “quedó consagrada la libertad de

enseñanza en todos los ramos de las Ciencias, las Letras, y las Artes; se restó toda importancia

a los títulos académicos [como lo mencionamos páginas atrás] y se determinó el ejercicio

profesional de límite de grados” (Zuluaga, 1999, p. 94). Así pues, el hecho de que la

educación femenina, hubiese estado bajo la lupa de intelectuales y políticos de forma tan

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32

mutable, le dio a nuestra autora un espacio para pensarse esta cuestión desde un ángulo que

llevara a la mujer al campo de acción, es decir, al servicio de la sociedad y la patria33.

En segundo lugar, este párrafo, o como ella lo llama “prólogo inevitable”, es un

acercamiento sutil y generoso a sus lectoras. La mayéutica le sirve como estrategia retórica

para acercar a sus futuras alumnas cómplices a su pensamiento, a sus propias preguntas.

“Conservar, educar i agradar”, tres términos que, en pleno siglo XXI, tienen una

connotación degradante para la posición femenina, pero son la clave, según Acosta de

Samper, que le permitirá a la mujer conseguir independencia intelectual y participar en la

preservación de la cultura. Por este motivo, la intelectual bogotana no buscaba hacerse visible

en el campo cultural e intelectual de forma abrupta ni repentina. Soledad Acosta de Samper

no quería proponer una revolución femenina partiendo de la ruptura con la tradición, sino

reevaluándola y moldeándola. La escritora, al asumir todas las funciones sociales impuestas

por los hombres durante años a las mujeres, se proponía mostrar diversas posibilidades reales

de maniobra en cuanto al quehacer de la mujer.

En este sentido, uno de los papeles que más desempeñaban las mujeres se encontraba

dentro del hogar, siendo madres de familia, cuidadoras de sus hijos y sus casas. Para la autora,

la familia es claramente una institución social, y su propósito es propender por la

conservación de esta, así como de volverla un lugar tan relevante dentro de la vida de todos

los sujetos. Esta idea de la autora no se encuentra entre líneas. A este respecto, me gustaría

matizar un poco la idea que Rodríguez Arenas menciona en su artículo “Soledad Acosta de

Samper en Biblioteca de Señoritas” (2016). Dice Rodríguez-Arenas que la escritora bogotana

“rechazó las demandas y las actividades efectuadas en los diversos países para que la mujer

adquiriera derechos y pudiera actuar por voluntad propia en la esfera pública” (2016, p. 71-

72). En primera instancia, como ya vimos, la mujer del siglo XIX en Colombia tenía un

33 Este pensamiento tenía el apoyo de varias voces liberales. Por ejemplo, en el libro Tratado sobre el principio

de la igualdad (1850), Próspero Pereira Gamba dice: “Empecemos de hoi en adelante a educar para la sociedad

a esta compañera del hombre, único lazo que nos liga a la tierra i sin el cual la ecsisteneia nos pareceria

insoportable. De esta manera conseguirémos que deje de ser esclava i no pase su vida triste i solitaria entregada

a las faenas domésticas o a la austeridad de las devociones. Entónces ella hará libremente lo que el hombre

hace: ejercerá su soberanía, i cumplirá a su vez las comisiones del pueblo: tomará una parte activa en los

negocios políticos, morales i civiles de la sociedad; porque no hai justicia en que la mujer lleve solo las cargas

i no disfrute de los derechos; que pase desapercibida de los negocios de su patria i vea con indiferencia el

Gobierno, la Constitucion i las Leyes” (p. 50)

Page 33: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

33

derecho importante de su lado: la educación. En segunda instancia, la autora sí controvierte

la idea proveniente de los países liberales que pretendía convertir a la mujer en ciudadana y

legisladora34. Sin embargo, la lectura que yo hago de este fragmento opta más por la idea de

que la autora manifiesta un desacuerdo con el accionar de los políticos que importaban

incesantemente propuestas liberales al país, pero sin ser capaces de entender las

circunstancias de la época y aplicar esas reformas de acuerdo a la situación de la nación. En

ese sentido, para Soledad Acosta de Samper, la mujer, para actuar no por voluntad propia,

sino de forma acertada en la esfera pública, debía adquirir ciertas habilidades y

conocimientos que serían proporcionados por personas pertenecientes al campo intelectual y

educativo. Entonces, podríamos decir que no hay un rechazo de parte de la escritora

bogotana, sino una solicitud a sus lectores y lectoras de repensar y reevaluar históricamente

el papel de la mujer dentro de la sociedad, de esta manera, se tomarían decisiones más

acertadas y cercanas a su contexto y posibilidades. Su planteamiento indica precisamente que

las condiciones políticas y sociales de la Nueva Granada distaban y se diferenciaban de las

europeas y norteamericanas, en donde las luchas feministas se libraban bajo otras condiciones

muy disímiles a las del país (Palermo, 2006, p. 16)35.

Es por esta razón que decíamos que las palabras usadas por Acosta de Samper podrían

malinterpretarse, pero acá intentaremos disipar cualquier confusión. Es necesario observar

que “conservar, educar i agradar” no son una selección accidental hecha por Acosta de

Samper para abrir paso a su proyecto intelectual. Estas palabras proyectan un campo de

acción y cierto tipo de agencias para la mujer neogranadina en la sociedad de la época. Me

pregunto, entonces, ¿conservar qué?, ¿educar a quién? y ¿agradar a quiénes? La respuesta no

es sencilla de esbozar. Como primera medida, todas las palabras son abstracciones que se

conectan a modo de constelación para formar una unidad dentro del pensamiento de la autora.

Estos tres puntos comienzan a trazar las líneas indivisibles tanto de su proyecto nacional

como de su axiología. Como segunda medida, tenemos que recalcar el hecho de que la autora

era plenamente consciente del momento en el que se encontraba. Por este motivo, ella no

34 Estos términos los usó así, tal cual, en un párrafo anteriormente citado. Ver página 25 del documento. 35 “Las mujeres norteamericanas en el siglo XIX contaban con una mejor libertad para acceder a sus derechos.

Se distinguían de las otras por ser más independientes se caracterizaban por viajar, por formar clubes y

asociaciones, por tener un rol importante en la lucha contra la esclavitud, por el acceso a la educación y su

participación social y política” (Palermo, p. 16)

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34

busca contradecir, a simple vista, las normas dictadas por los hombres para el buen

comportamiento de la mujer dentro de la sociedad. Acosta de Samper se propone transformar

las funciones asignadas por el patriarcado a la mujer y ponerlas al servicio de la patria.

Para realizar este cambio, Acosta de Samper entendió que su mirada hacia el campo

cultural y la sociedad debía ser de forma histórica, concebirlas como un proceso. Por esta

razón, a lo largo de su obra se puede ver no solo algunas variaciones en su pensamiento, sino

en su concepción de lo que significaba ser mujer. Lo anterior pone a la autora en un constante

y arduo trabajo, pues para hacer una exitosa labor intelectual debe reevaluar el sistema

patriarcal y sus presupuestos, es decir, el pasado, las tradiciones, las costumbres y las

instituciones. No puede partir de cero. El deseo de modernizar el país era demasiado fuerte,

y el hecho de que los liberales estuvieran en el poder se facilitaba aún más, así que desde esta

primera publicación su labor consistía en revolver, repensar, reflexionar, proponer un nuevo

significado para estas palabras que tan bien conocía el sexo femenino.

Además, Acosta de Samper no acude a otra herramienta para comenzar su revuelta de

consciencia sino la prensa. Este medio se convirtió en el mejor mecanismo para difundir

ideas, como lo menciona Loaiza Cano (2004),

Las agitaciones políticas e ideológicas se encargaron de demostrarle a la élite neogranadina

que el periódico era la herramienta apropiada para unificar intereses, el punto de partida para

construir hegemonías políticas y culturales; que la imprenta imponía un método de trabajo que

fomentaba la comunión entre intelectuales; que el oficio reproductivo y repetitivo del impresor

podía crear conciencia de un pasado y un futuro comunes para una sociedad; que, también, era

el medio fundamental para difundir ideologías y familiarizar a los ciudadanos con proyectos

de organización social; en fin, que la función tentacular del publicista podía contribuir a la

construcción de cimientos de una nación. (p. 158-159)

El hecho de que Acosta de Samper realizara desde la prensa crítica social, literatura,

historia, entre otros, nos permite entender dos cosas directamente relacionadas: la primera,

la autora no concibió otro lugar más acertado para publicar sus textos sino la prensa; la

segunda, la prensa, como vimos con Loaiza Cano, tenía la función, así como los intelectuales,

de crear conciencia del movimiento histórico inevitable de la sociedad. La prensa, pues,

es la herramienta que la escritora bogotana usa no solo como escenario y testigo del proceso

Page 35: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

35

de cambio de consciencia, sino como constructora del mismo36. La prensa le dio la

posibilidad de construir una subjetividad femenina. A partir de este lugar de enunciación, la

autora reflexionó no solo acerca de la posición que ocupaba dentro del campo intelectual,

igualmente del papel de la mujer dentro de la sociedad.

Como intelectual, el hecho de que Soledad Acosta decidiera orientar su actividad hacia

un aspecto particular del campo cultural, la educación femenina, que no había sido explorada

con profundidad por el sexo femenino –o más bien, el sexo femenino no había tenido la

misma posibilidad de elevar su voz y hacer eco, como el sexo masculino–, resulta ser una

tarea difícil a mediados del siglo XIX. Para la autora, el ahondar en las relaciones y

conexiones todavía no consagradas de su gran proyecto intelectual, era una manera laboriosa

pero exitosa de recrear, reinterpretar y transformar ese papel “natural” designado a la mujer

hasta el momento. De hecho, retomar mediante una transformación ideológica, crítica y

profunda las palabras cliché impuestas por el sistema patriarcal que hasta ese instante habían

definido el lugar de la mujer en la sociedad era su primer paso para promover una revolución

de conciencia a partir de la tradición. Destacamos, entonces, la función intelectual de la

autora como parte de “una minoría que reflexiona sobre lo que no quiere o no puede

reflexionar la mayoría” (Gutiérrez Girardot, 1992, p 63). Aquí no estamos hablando de la

educación femenina, sino de la continua repetición por parte del sexo masculino de los

deberes sociales de la mujer, propuestas estas labores con convicción y conveniencia.

En el prólogo, cuando ella habla de “conservar”, la autora habla de la intención de

preservar algunos elementos de la tradición cultural y diversas funciones sociales que, desde

su perspectiva, la mujer debía desempeñar (y que ya lo venía haciendo). Acosta de Samper

menciona en el prólogo –y a lo largo de sus correspondencias– algunas tradiciones de la

sociedad europea, esto con el fin de compararla con la neogranadina. Mientras que la

sociedad parisina contaba, por ejemplo, con la ópera italiana con “piezas poco conocidas en

Francia, de Bellini, Donizzetti, Rossini i Mercadante” (Biblioteca de Señoritas, febrero 19

de 1859, año II, n° 44, p. 49); la ópera francesa, que “no cambia de repertorio [pues] las

36 Francisco Ortega Martínez y Alexander Chaparro en el libro Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y

cultura política, siglos XVIII y XIX (2012) hacen mención de la importancia de concebir la opinión pública

como concepto constituido por varios elementos pertenecientes a una sociedad, en donde la prensa, por

supuesto, tiene su lugar. Los autores dicen que esta no solo juega un papel activo, sino decisivo como escenario

de los procesos de cambios nacionales y también como constructoras y moldeadoras de los mismos.

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36

cantatrices son pocas e insignificantes” (p. 49); el teatro lírico que “no se cansa de representar

las Bodas de Fígaro, de Mozart” (p. 49); el teatro francés; la moda parisina, en donde “la

mujer vive, respira i piensa solamente para los trajes, los encajes i los cachemiras” (Biblioteca

de Señoritas, Enero 8 de 1859, año II, n° 38, p. 3). Por el contrario, en la atmósfera bogotana

las mujeres “buscan siempre la elegancia en el vestir, [y] no por eso llevan hasta el lujo

desenfrenado ese gusto natural de toda mujer, que la hace ataviarse lo bastante para agradar

al ojo que la contempla” (p. 3). Al intentar rescatar y enaltecer ciertos aspectos nacionales,

la caracterización de las costumbres femeninas le permite criticar la rápida decadencia, en un

sentido moral, cultural e ideológico, de las sociedades europeas civilizadas. Estar en medio

de una sociedad como la parisiense, tan apetecida por los intelectuales del siglo XIX, le

permitió a Acosta de Samper formar una visión crítica que oscila entre los fracasos

ideológicos y el desarrollo en masa de la cultura, pues en Francia, por lo menos, en lo que

tiene que ver con literatura, “los libros no dejan de aparecer cada dia en este torbellino de

civilización, i es imposible hablaros de todos los que se han publicado últimamente”

(Biblioteca de Señoritas, enero 29 de 1859, año II, n° 41, p. 27).

En su revista, las referencias a la política y la economía no abundan como las

descripciones de los salones y teatros. Las costumbres morales, por su parte, tienen un lugar

importante en estos escritos. Acosta de Samper subraya, por un lado, cierto tipo de

costumbres que reflejan, como dijimos antes, a una sociedad decadente, y por el otro, las

costumbres que para ella son dignas de imitar y de adoptar por la sociedad neogranadina, en

su mayoría, las de las mejores clases sociales europeas.

Cuando Acosta de Samper habla de “educar”, nos plantea directamente una relación

paralela y orgánica entre el trabajo intelectual y las labores atribuidas a la mujer hasta el

momento. Según Acosta de Samper, para que la madre de familia, quien tenía la portentosa

labor instructora pueda educar a sus hijos, a sus sirvientes y a su esposo, era necesario que

ella también hubiese recibido instrucción moral, religiosa, cultural y económica. Así, al

mismo tiempo que educa, conserva y traspasa la tradición a quienes serán la viva imagen de

su esfuerzo. Las mujeres “tenemos que cultivar nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestra

persona bajo todas sus condiciones para hacerla tan bella, tan agradable, tan seductora como

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37

sea posible” (Biblioteca de Señoritas, enero 8 de 1859, año II, n° 38, p. 2). En suma, para

Acosta de Samper, además de “conservar” y “educar”, también se debía “agradar”.

En una primera lectura de este prólogo, podríamos pensar que la autora nos dice que

la mujer debe, a manera de imposición, agradar a quienes la frecuentan, en particular a su

esposo, con el fin de gozar de una buena reputación y un buen puesto dentro de la sociedad.

Esto no es del todo errado, pero lo que nos interesa subrayar aquí es que Acosta de Samper,

lejos de ser complaciente con los patriarcas, configura hábilmente estrategias con respecto a

la posibilidad que tiene la mujer de contribuir a la sociedad por medio de la transmisión de

culturas y tradiciones. La mujer debe agradar en un sentido filosófico, político, cultural y

trascendental. Por eso, para “agradar” la mujer necesita, antes que cualquier cosa,

instrucción. Pero, ¿de qué manera?

Para eso necesitamos estudiar, aprender i practicar el arte de la elegancia, i adquirir tanto

como nos sea posible la noción del sentimiento del buen gusto, tal como estado de la sociedad

lo reconoce, relativamente. De aquí la necesidad de leer o de ver todo lo que se refiere al

canto, la danza, la música, la poesía, la pintura, la escultura, la moda (en su acepción más

lata) los teatros, la crónica, el romance, el bordado i cuanto puede conducir a darnos la gracia

i el pulimento que nos aseguran el puesto de honor en los círculos donde no se trata de

especulaciones, de ciencias o de asuntos de gobierno. (p. 2)

Es así, pues, que la mujer comienza a intervenir en los asuntos de la nación. De este

prólogo se desprende, inevitablemente, la toma de posición de la autora con respecto a su

época y a los distintos contextos que frecuenta. Soledad Acosta de Samper entiende a la mujer

como agente transmisor de las tradiciones, por esto las mujeres “tenemos que cultivar nuestro

corazón, nuestro espíritu, nuestra persona bajo todas sus condiciones para hacerla tan bella,

tan agradable, tan seductora como sea posible” (p. 2). En este primer momento de su

recorrido intelectual, la autora concibe la educación como misión importante e

imprescindible dentro del hogar. Además de delegarle a la mujer esta misión educadora, le

da las herramientas claves para lograrlo. Por esto, en las primeras líneas del prólogo nos dice

que la “comunicación y [el] movimiento son las palabras que caracterizan el progreso de la

especie humana” y sin rodeos nos explica que “la comunicación de las ideas produce la luz,

i el movimiento de las cosas representa la fuerza; i luz i fuerza, dice por ahí un escritor

moderno, componen la civilización” (p. 2). Es claro, entonces, que Acosta de Samper, al estar

inmersa en la civilización francesa, comunicándose por medio de epístolas con sus lectoras

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38

y moviéndose en distintas direcciones por el motivo que haya sido, logró entender, por medio

del autoconocimiento de sus acciones, que la comunicación y el movimiento, junto con

“conservar, educar i agradar”, eran los facilitadores y mediadores para la continuación de

la tradición, el éxito en la educación y la elaboración de un alma, de un individuo. Si una

mujer lograba reunir estas características, sin duda, aseguraría el puesto de agente transmisor.

Esta primera publicación de Revista parisiense nos deja al descubierto el interés

manifiesto en la autora por un acercamiento voluntario e íntimo con su público lector. Lo que

quiere conseguir con esta publicación, teniendo en cuenta lo antes mencionado, es

incursionar en la vida pública de una manera sutil y pausada, sin querer alterar de forma

evidente los ánimos que en plena mitad del siglo XIX colombiano se ocupaban de asuntos

distintos al femenino. En este sentido, Revista parisiense es más que una epístola dirigida a

las señoritas bogotanas, es, indudablemente, el texto que abre la primera etapa de formación

de la autora como intelectual y como sujeto perteneciente a un círculo que se piensa y se

disputa la nación en el sentido más amplio del término. Tenemos que recordar que, en otros

lugares de Latinoamérica, este tipo de propuestas, las revistas dedicadas al bello sexo, ya

habían visto la luz. En Cuba, por ejemplo, se había publicado años antes La Moda o el Recreo

Semanal del Bello Sexo (1829 – 1831). Esta revista, dirigida por Domingo Delmonte y José

J. Villariño, es conocida por ser la primera revista cubana que publica grabados de música.

Los editores buscaban llevar a cada lectora la música de moda en los salones europeos, “en

cada número o dos veces al mes, se pondrá la música de canciones nuevas e interesantes,

valses y contradanzas modernas, bien sean de las que se publiquen en España, Italia o

Inglaterra” (Noviembre 7 de 1829, n° I, p. 2). Así como en otras capitales latinoamericanas

tomaba fuerza la empresa de las mujeres escritoras, Acosta de Samper no se quedó atrás al

participar en este proyecto que tenía un futuro prometedor dentro de la organización y

educación social e ideológica del país. Por su parte, en esta primera publicación, aunque

también se decanta por describir la última moda europea, no se conforma con la mera

descripción. Desde la primera línea se propone presentar de manera dialógica las

comparaciones que establece entre las sociedades europeas y las costumbres de la capital

neogranadina. Este diálogo entre culturas, le sirve para realizar críticas con tinte moral e

incluso ideológico. Esta estrategia, tanto retórica como ideológica, le permite configurar su

pensamiento de forma que las lectoras se sientan identificadas con sus ideas y con sus deseos,

Page 39: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

39

con el fin de poder dirigirlas y educarlas de manera que le sirvan al país. Así como no causar

ningún revuelo, disgusto o disputa por lo que estaba proponiendo en la prensa.

En su correspondencia, Acosta de Samper nos remite algunos juicios que hace,

específicamente de la aristocracia, con respecto a la pomposa y aparatosa manera en su vestir.

Las personas se podrían dar cuenta, según nuestra escritora, de qué clase social venía una

persona por el dinero que las mujeres invertían en verse bien y en ataviarse de ornamentos

lujosos. Para Acosta de Samper

si se quiere saber qué clase de instituciones tiene un país, la moda os lo dirá. Si es sencilla y

decente, se puede estar seguro de que el gobierno es libre, las costumbres puras; pero si al

contrario, exajerada i lijera, es una prueba evidente de que el pueblo se halla bajo el régimen

de la tiranía i que la corrupción reina entre todas las clases de la sociedad. (p. 4)

Mediante la descripción de las formas de vestir podemos ver un interés real por explicar

una sociedad civilizada. Sobre esta cultura, la escritora busca referirles a sus lectoras diversas

críticas sobre las instituciones políticas, económicas, morales, sociales y, aún más, las

contradicciones que allí se presentan. En pocas palabras, la disposición del texto nos permite

comprender con claridad que Acosta de Samper reconoce la existencia de un “campo

cultural” (Bourdieu, p. 10) en el que las instituciones, como la moda parisina, están en

constante pugna por un reconocimiento de poder económico37. La descripción de la

jerarquización de la industria de la moda se convierte en un pretexto para explicar y criticar

la disposición de la sociedad ante los hechos que ocurrían a su alrededor. Desde los contextos

más privados, como los familiares o los salones que frecuentan las clases sociales por

separado, hasta las instituciones públicas como el Estado y la prensa (en ocasiones),

funcionan y se encuentran dominadas por una lógica específica muy parecida, que será, para

mejor ocasión, objeto de estudio. Que Revista parisiense está escrita y dirigida a mujeres de

clase social acomodada podemos deducirlo por la forma en que la autora dispone su relato,

los temas allí presentes y, evidentemente, a quien dirige su atención. Acá también aplica lo

que Alzate denomina “discurso letrado de género”, en donde en la narrativa de Acosta de

37 Soledad Acosta de Samper, como lo veremos en el apartado de la traducción, continúa promoviendo una

crítica sobre la moda. Esta, más allá de ser la causa de gastos innecesarios de dinero, se convierte en una atadura

para la mujer y una posibilidad de inmovilizar a las mujeres para buscar su independencia.

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40

Samper no solo son protagonistas las mujeres de clase letrada, sino que también reflexiona

sobre la mujer de clase alta desde otros tipos de texto.

Las descripciones y juicios críticos sobre moda, música, literatura y política le sirven

para separar los asuntos masculinos de los femeninos. Si bien Biblioteca de Señoritas estaba

dedicada al bello sexo, el hecho de estar escrita mayormente por hombres podía enviar un

mensaje confuso a las lectoras, pues en ese caso no se establece una relación de intimidad,

sino paternalista. Acosta de Samper, por medio de sus textos, comienza a crear un pacto de

profunda cercanía con las señoritas bogotanas, con ese público que ella buscaba que apoyara

su trayectoria intelectual.

Hasta aquí, podemos concluir que este ejercicio como corresponsal le facilita a Acosta

de Samper hacer crítica y prepararse para publicar textos mucho más rigurosos al respecto.

Comienza entonces a sumergirse en su gran proyecto intelectual. El papel de la mujer de la

sociedad colombiana del siglo XIX necesitaba ser estudiado y moldeado por una persona lo

suficientemente capaz de afrontar semejante empresa, además de querer hacerlo. El análisis

hecho de Revista parisiense nos permite comenzar a dibujar el lugar que la escritora empieza

a ocupar en el seno de la élite letrada bogotana. Esta élite le posibilitará a Acosta de Samper

modificar y abrir sus horizontes, sus niveles de agencia, así como los de las otras mujeres.

Ella, sin duda, busca comprender de manera sensible esta misión que sus propias inquietudes

le han designado.

En septiembre de 1859, El Mosaico absorbió a la Biblioteca de señoritas y esta última

quedó como un apéndice del periódico. Acosta de Samper continuó con su trabajo de

corresponsal. Revista parisiense apareció una última vez, el 29 de octubre de 1859,

retomando los mismos temas que venía trabajando: moda, literatura, ópera, teatro, reseñas

sobre la vida en París y, a modo de apéndice en su artículo, algunas noticias políticas europeas

(El Mosaico, octubre 29 de 1859, año I, n° 43, pp. 342-345). Estas no eran de mayor

profundidad en cuanto a la crítica de los modelos de gobierno europeos. Si bien se ve en su

narración el horror y descontento que le producen los sucesos allí ocurridos, no toma partido

de ningún bando, o por lo menos no nos lo hace saber. Así termina esta primera intervención

de la autora en la vida pública neogranadina.

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41

Días antes de la última publicación de Revista parisiense, el 1 de octubre de 1859,

aparece en El Mosaico una crónica publicada en 8 entregas entre octubre de 1859 y mayo de

1860, Revista europea o Recuerdos de Suiza (trimestre 4, n° 39, pp. 309-312). Esta

publicación gira en torno a su viaje por toda Suiza que comenzaron el 16 de julio de 1859

(Corpas de Posada, p. 232 -243). Esta revista viene siendo una continuación de lo que era

Revista parisiense, pero con tres aspectos que marcan su diferencia. En primer lugar,

aparecen los tópicos que pertenecen más a una narración literaria que a una correspondencia.

Si bien la autora mantuvo su intención descriptiva, esta vez giró la mirada sobre el paisaje,

los caminos, los lagos, las montañas, medios de transporte y las personas. Suiza no le dio

oportunidad de mirar otros panoramas. En segundo lugar, se hace notorio el cambio en la

forma de inserción de los diálogos dentro del texto. En Recuerdos de Suiza, Acosta de Samper

inserta los diálogos dentro del texto con una clara intención estética y literaria. Por ejemplo,

en el capítulo XXI, “Kussnach – Capilla de Guillermo Tell – Lago de Zug – Horguen”,

Acosta de Samper recuerda que los viajeros iban a realizar el viaje de descenso, pero mientras

tanto, escucharon sin intención la conversación de dos jóvenes ingleses allí sentados (La

Mujer, Tomo III, n° 36, p. 256). La escritora nos deja ver que tiene dos cartas bajo la manga:

seguir construyendo y fidelizando su público lector a la vez que se ejercita en el mundo de

las letras. Por último, la sección en donde fue ubicada Revista europea en El Mosaico fue la

“Sección literaria”. A simple vista parece un hecho aislado y apenas perceptible, pero su

aparición en la sección literaria es sinónimo de que su praxis intelectual temprana comenzaba

a insertarse en el campo cultural colombiano. Su ascenso social dentro del mundo de las letras

neogranadinas la vinculaban directamente en el proyecto de modernización y de creación de

una literatura nacional.

En esta época, después de la derrota del partido conservador en la Guerra Civil que se

libró entre 1860 y 1862, la prensa, en general, se constituyó con más fuerza como herramienta

ideológica imprescindible dentro del campo cultural e intelectual, pues “los directores de las

publicaciones periódicas desarrollaron una prensa moldeada a partir de la representación que

tenían de la comunidad lectora, considerando sus necesidades e intereses como punto de

partida para repercutir en sus prácticas sociales” (Gil, 2016, p. 155). Conforme avanza Acosta

de Samper en sus publicaciones, su lugar en el círculo letrado del país se afianza. Y, aunque

resulte incierto hablar del público al que llegaron sus epístolas, desde su primera etapa como

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42

escritora ella entendió a la prensa en dos sentidos: como una defensa o protección de intereses

y opiniones específicas de cada individuo y como lugar de entrenamiento, formación y

desempeño de la nueva generación de intelectuales que estaba surgiendo en el país.

Para 1864, Acosta de Samper intervino nuevamente en El Mosaico. Esta vez con La

perla del valle (marzo 12, año III, n° 9, p. 68), un cuadro breve, Ecos de Europa (marzo 24,

año III, n° 11, pp. 83-85), dos crónicas, Fragmentos i reflexiones: I La juventud. II. La poesía

(abril 30, año III, n° 16, pp. 122-123), Fragmentos i reflexiones: III. Ilusiones. IV. Amor y

coquetería (junio 4, año III, n° 21, pp. 164-166) y La monja [Episodios y estudios sociales]

(junio 25, año III, n° 24, pp. 188-191), tal como ella lo llamó. Debido a que en este apartado

nos ocupamos únicamente de la parte periodística de la autora, hablaremos, en primer lugar,

sobre Ecos de Europa, una corta publicación que recibe a sus lectoras y lectores con una frase

muy diciente sobre la actitud que la autora asume ante la situación del país: “por más que nos

orgullezcamos con nuestra soberanía e independencia americana, i estemos más satisfechos

con los acontecimientos interiores, siempre vemos el correo de Europa con sumo interés” (El

Mosaico, marzo 26 de 1864, año III, n° 11, p. 85). Para este momento, el gobierno de Manuel

Murillo Toro se acercaba y el triunfo liberal había traído al país grandes cambios como la

implementación de las libertades civiles y fuertes reformas a la Iglesia propias de un Estado

secular. Tal como lo observa Iván Padilla,

por primera vez en Colombia sin aludir a Dios, «en nombre del pueblo y de los Estados Unidos

Colombianos» se declara, primero, que los «Estados Soberanos […] forman una Nación libre,

soberana e independiente, bajo el nombre de “Estados Unidos de Colombia”» (capítulo 1);

segundo, en la «Garantía de los derechos individuales», se convierte la práctica religiosa en un

asunto individual, autorizando «la profesión libre, pública o privada, de cualquier religión; con

tal de que no se ejecuten hechos incompatibles con la soberanía nacional, o que tengan por

objeto turbar la paz pública» (capítulo 2, sección 2, artículo 16); y tercero, de igual manera, en

las «Bases de la unión», se declara que «para sostener la soberanía nacional, y mantener la

seguridad y tranquilidad públicas, el Gobierno nacional, y los de los Estados en su caso,

ejercerán el derecho de suprema inspección sobre los cultos religiosos, según lo determine la

ley»; se prohíbe la imposición de «contribuciones» para los «gastos de los cultos establecidos

o que se establezcan» en el territorio nacional (capítulo 2, sección 4, artículo 23). (Padilla,

2017, pp. 22-23)

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43

Así pues, resulta indispensable que pensemos de qué manera afectan en el proyecto

intelectual de la autora, así como en su propia consciencia, el hecho de que la Iglesia y el

Estado rompieran los vínculos que antes le daban el poder al clero de inspeccionar e

intervenir en asuntos de la nación, específicamente de la educación. Esta separación traía

como consecuencia la pérdida de poder institucional por parte de la Iglesia en un Estado

fluctuante entre lo tradicional y lo moderno.

Aunque en los escritos de Soledad Acosta de Samper se observa que no estuvo de

acuerdo con dicha separación, y menos con las reformas que afectaban las tareas tradicionales

de la Iglesia, no se encuentra en ellos términos que la delaten; por el contrario, de manera

sutil, su toma de posición deber ser leída entre líneas. Sin duda, nuestra autora apoyaba

algunas ideas provenientes del liberalismo que buscaba modernizar el país, pero no estuvo

de acuerdo con la exclusión radical de la Iglesia en asuntos de orden pedagógico y moral,

como veremos más adelante. Para ella, las leyes morales universales no debían ser

abstracciones puestas en un papel de contenido constitucional y mucho menos con

pretensiones de acercar al sujeto a lo que, para su juicio, era mal llamada libertad o

emancipación. Sin poner en riesgo su condición de mujer y, por el contrario, aprovechándolo

al máximo, su planteamiento aquí se vuelve más radical; sin dar la impresión de ser una

opositora dogmática, sin actitudes que la pudieran comparar con un hombre público de la

época, Acosta de Samper lleva a cabo una férrea oposición a las reformas propuestas por el

ala liberal radical.

Acosta de Samper, católica practicante convencida, se muestra afectada por el vacío

que dejó la exclusión de la Iglesia en un país católico por tradición, en una nación en proceso

de consolidación. Por esta razón, decide publicar ensayos de reflexión moral que aproximen

a sus lectoras a una espiritualidad que ella percibía en riesgo de decadencia. La autora hace

explícita su postura a favor de la necesidad de la Iglesia como eje mediador entre la

conciencia individual y la conciencia colectiva. La primera entendida como sistema

compuesto por aspectos culturales y sociales, así como espirituales y morales creados por la

relación entre el humano y la sociedad. La segunda comprendida como un sistema de signos

interconectados que configuran la propia condición humana y la colectividad. De aquí se

deriva una de las ideas regidoras del pensamiento de la autora: la Iglesia, en su condición de

Page 44: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

44

institución influyente en ambas conciencias, debía permanecer en la estructura moral y ética

del hombre y la sociedad. Por tal razón, al rechazar la separación de la Iglesia y el Estado,

Acosta de Samper buscaba influir en la sociedad insistiendo en la conexión que existe entre

cultura, Iglesia, colectividad e individuo.

El texto que mejor lo ilustra es “La monja (Episodios i estudios sociales)”. Allí,

Acosta de Samper hace una denuncia explícita al derecho de tuición ejercido por el presidente

de ese entonces Tomás Cipriano de Mosquera. Dice pues que

[c]ada uno de estos tipos demuestra claramente que el quitarles sus conventos a esas infelices

a quienes la ambición, la vocación, el remordimiento, la desgracia, la necesidad o la devoción,

ha hecho buscar allí un asilo, es la crueldad más grande que se puede cometer. Sin embargo,

la expulsión de las monjas de sus conventos, ha sido ejecutada en nombre de la civilización,

es decir, de la humanidad, i en nombre del progreso, es decir, de la libertad individual! (junio

25 de 1864, año III, n ° 24, p. 191).

De tales consideraciones podemos deducir lo que para la escritora podrían ser

posibles consecuencias: en primer lugar, Acosta de Samper, quien con 5 años de recorrido

en la opinión pública hasta ese momento, revela como contradicción de la ideología liberal

el hecho de expulsar a quienes, según ella, hacían mejor el trabajo de educar a la nación para

un bienestar futuro, a pesar de que los conventos a los que se refiere en el texto no eran

escuelas. La modernidad como utopía entendida por los intelectuales y políticos liberales se

planteaba, entre otras cosas, como una apertura y progreso no solo económico e institucional,

sino también de aspiraciones individuales. En este aspecto, el punto de divergencia de la

autora con respecto a las propuestas liberales se encuentra en el hecho de entregar la

educación moral del individuo y de la sociedad, según ella, a un liberalismo que ciertamente

se encontraba anunciando un perfeccionamiento de aspectos que supuestamente estancaban

a la sociedad y la alejaban del ideal de civilización: la unión entre la Iglesia y el Estado. Esta

cuestión, que había sido uno de los principios rectores del ala liberal, así como el librecambio

en economía, dio lugar a la supremacía del liberalismo en torno a la idea de construcción de

un Estado-Nación (Loaiza Cano, p. 41).

Así pues, Acosta de Samper es una de las distintas mujeres en Latinoamérica que

buscaba para la mujer un reconocido lugar dentro del ámbito privado y, si se podía, una

intervención en la vida pública, pero no únicamente en un sentido religioso, sino integral, en

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45

el que la mujer pudiera intervenir en asuntos del Estado, de la economía, de la educación de

manera directa o indirecta, pero igualmente visible que las labores masculinas. Es justo

afirmar que, en esta primera etapa, la particularidad de la autora es comprender el tiempo

histórico en el que se desenvuelve, así como su función intelectual y pedagógica como punto

de partida dentro de una serie de acciones que tendrán que ver con la intervención de la mujer

colombiana en la sociedad.

Para terminar este primer apartado agregaremos que Soledad Acosta de Samper,

después de permanecer algunos meses en Lima, regresó al país en 1864 con un propósito

intelectual más ambicioso. En la segunda mitad del siglo XIX, los intelectuales y la prensa

“no actuaban solamente en el campo limitado de la representación, la defensa de la protección

de los intereses y las opiniones específicas de sus propias bases” también “construían tramas

conectivas que atravesaban y articulaban vertical y horizontalmente la sociedad” (Sabato,

2006, p. 267). Por esta razón, podemos asegurar que Acosta de Samper, mujer perteneciente

a la élite ilustrada (letrada) colombiana e hispanoamericana, reconoce la prensa como un

espacio decisivo para instruir a la mujer y prepararla para su participación en la organización

de la sociedad, no solo por medio de artículos o correspondencias, sino por medio de

cualquier producto cultural que pueda ser exhibido en los periódicos. La creatividad de la

autora y su idea de plasmar su condición de mujer que entiende la civilización como un

devenir histórico, le permite posicionarse en una sociedad en constante movimiento38 como

un individuo complejo producto de un período de turbulencia y transformación.

Acosta de Samper después de 1864 publica novelas, relatos y traducciones como

consecuencia de la ampliación de su trabajo intelectual. Así pues, terminaremos este apartado

haciendo énfasis en que, para cumplir el propósito de esta tesis, nos concentramos

únicamente en analizar las publicaciones periódicas que ilustraban con mayor precisión el

motor vital de sus inquietudes personales y de su proyecto intelectual.

2.2. Soledad Acosta de Samper, traductora de futuras consciencias

Una de las principales funciones de las y los intelectuales del siglo XIX fue la de ser

mediadores culturales entre las tradiciones europeas y el propio campo cultural nacional. De

38 Carolina Alzate en Soledad Acosta de Samper y el discurso letrado de género 1858-1881 habla sobre la

importancia de la noción de movimiento en la obra de la autora.

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46

esta manera, la traducción fue un oficio que participó de la circulación de ideas, formas y

discursos que influyeron en la construcción de las emergentes naciones latinoamericanas.

Según Susan Bassnet y Harish Trivedi (1999), la traducción,

«lejos de ser una actividad inocente y transparente, […] está cargada de significación en todos

los niveles; raramente, a lo mejor nunca, involucra una relación de igualdad entre textos,

autores o sistemas». Por lo tanto, la traducción (e interpretación) desempeñó un papel

significativo en el «desarrollo» sociopolítico y socio-cultural de los hombres americanos así

como de la conformación de identidad. (Citado en Georges Bastin, 2008, p. 12)

Aspectos como la creación de una literatura nacional; el establecimiento de horizontes

ideológicos orientadores de la formación de los hombres y las mujeres de las nuevas

naciones; y la vinculación de la cultura nacional con el mundo occidental se dio a través de

las elites letradas y la función que asumieron como agentes culturales. Así, la traducción se

volvió un ejercicio fundacional en la creación de una cultura nacional, pues permitía tanto la

importación de literaturas, cosmovisiones y esquemas políticos, como la modernización y

transformación de los roles sociales de hombres y mujeres. De esta manera, “la traducción

cumple en este período un papel clave en la implementación definitiva y el desarrollo de las

‘naciones’ latinoamericanas” (Bastin, 2003, p. 209). Después de una primera etapa en la que

las traducciones de textos de contenido político fueron el foco de atención de estos letrados,

durante la segunda mitad del siglo XIX se abrió el paso a textos literarios, científicos y

educativos (Bastin, p. 208).

En Colombia, aparecieron intelectuales que se entregaron al ejercicio de la traducción

como un oficio primario (hay que recordar que solo hasta hace poco se viene reconociendo

el papel protagónico de la traducción en la cultura). Así pues, podemos enfatizar en que, tal

como lo señala Beatriz Aguirre en su artículo “Soledad Acosta de Samper y su papel en la

traducción en Colombia en el siglo XIX” (2004),

La traducción cumple un papel importante en esta “imaginación” de la nación con estos tres

elementos definidos por [Benedict] Anderson: primero, contribuye a limitar la relación de su

lengua con la de otras naciones; luego, al traducir textos foráneos, establece la soberanía de

la lengua propia y, por último, construye comunidad alrededor del texto traducido. (p. 241)

En el caso de Soledad Acosta de Samper (1833-1913), fueron la educación, los viajes

y el manejo del francés y el inglés que le dieron la posibilidad de ejercer este oficio de forma

prolífica en un mundo que reservaba la actividad intelectual a los hombres. Esto se vio

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47

reflejado en las colaboraciones que realizó para El Bien Público: periódico político, literario,

noticioso y de ciencias, industria, comercio, estadística, costumbres y variedades (1870 –

1872) y La Mujer (1878 – 1881) (revista dirigida por ella misma y en la cual publicó el mayor

número de sus traducciones). En Acosta de Samper, así como en otros escritores

latinoamericanos, “lo que se pone en juego con la traducción es el manejo y apropiación de

la cultura europea. El escritor se define como un civilizador y sus textos son el escenario

donde circulan y se exhiben las lecturas extranjeras” (Piglia, 1980, año 3, n° 8, p. 16). La

escritora bogotana encuentra que por medio de la traducción se vuelve una tarea más sencilla

adaptar ciertas prácticas europeas a la sociedad colombiana y respaldar su proyecto nacional

con el peso de una cultura civilizada. Por eso las frases no llegan huérfanas; vienen cargadas

semánticamente de los valores de su autor, lo que quiere decir que conserva y reconoce para

sí misma y sus lectores una distinción entre culturas, y se tejen con los valores de la autora

para desembocar en una propuesta de proyecto nacional sólida con valores universales. En

su obra, “la traducción no es un medio inocente de conocimiento de las obras traducidas; al

funcionar como una intermediación entre culturas, tiene que ejercer influencia en la cultura

de llegada” (Aguirre, p. 242).

Para comenzar, vale la pena mencionar tres aspectos que permiten comprender el

lugar de la traducción en su obra. En primer lugar, si bien no existen datos sobre la fidelidad

de sus lectores y lectoras, podemos decir que las traducciones cumplían una función

importante en la creación, formación y ampliación de su público ya que estas fueron

mediadoras entre los autores extranjeros, sus ideas y sus lectoras. En segundo lugar, los textos

traducidos por la autora cumplían objetivos específicos en el marco de la educación de la

mujer y de la formación de la sensibilidad. La elección de los textos traducidos aparece

condicionada por las disputas intelectuales de la época sobre el “horizonte de importación

cultural” necesario en el país, pues, por un lado, las traducciones realizadas por partidarios

del liberalismo se centraban en textos de origen francés e inglés; y por el otro lado,

intelectuales conservadores como Miguel Antonio Caro (1843-1909) y Rufino Cuervo (1844-

1911) traducían del latín al español e idolatraban la cultura hispánica. En tercer lugar, la

traducción, como oficio vital dentro de su carrera literaria e intelectual, nos permite conocer

qué tipo de filiación estableció su pensamiento y obra con los países, culturas, autores e ideas

que traduce, y de allí deducir el propósito que subyace debajo de esas traducciones.

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48

El estrecho establecimiento de estos vínculos se produce, principalmente, por dos

razones: la primera, los viajes realizados por Acosta de Samper a Francia y otros países de

Europa39 durante sus primeros años de juventud, así como las tradiciones heredadas de su

madre Carolina, fueron decisivos dentro de su formación como intelectual. A lo largo de esos

años, la escritora se confronta con un campo cultural e intelectual abundante y diverso; asiste

a tertulias en salones literarios, conoce otros miembros de la élite letrada y tiene acceso a la

prensa y literatura escrita en esa época. En estos sitios, en donde la letra y la pluma tienen

lugar, la autora encuentra algunos presupuestos ideológicos liberales que se encajan en su

visión de mundo y proyecto intelectual. La segunda razón es que los textos de Alphonse Karr

(1808–1890), Joseph-H Morand (1826–1895), Dinah Maria Mulock40 (1826–1887) y Pablo

Leroy-Beaulieu (1879)41 se enfocan precisamente en la dirección hacia donde la autora había

dirigido su mirada desde hacía algunos años; otorgar una función social a la mujer no es solo

un asunto de las naciones civilizadas. Las ideas presentes en las obras de estos autores se

convierten para Acosta de Samper en problemas mal planteados en su país de origen. En este

sentido, Inglaterra y Francia, cunas de los autores seleccionados por Acosta de Samper para

traducir, se convierten en su respaldo y para toda su empresa intelectual, pues para 1870 la

mujer en Europa ya llevaba algunos largos años luchando por sus derechos (González García,

2017, p. 107)42.

Siendo así, podemos decir que la influencia que ejercen los escritores mencionados

en el pensamiento de Acosta de Samper está estrechamente vinculada a su propia búsqueda

por ubicar la situación social del país – especialmente la de la mujer – en las promesas

modernizadoras de las políticas extranjeras que se acentuaban en Colombia. Las traducciones

de Acosta de Samper sirven al lector como analogía de su proyecto nacional. Las ideas

39 La narración de los viajes hecha por Soledad Acosta de Samper a Europa en estos años está concentrada en

Revista parisiense, Revista europea y Recuerdos de Suiza. 40 Soledad Acosta de Samper tradujo en 1894 El rey Arturo, libro escrito por Dinah Mulock Craik. 41 Traducción publicada en tres entregas. La primera: La Mujer, Tomo III, n° 25 (oct 1/1879); la segunda, La

Mujer, Tomo III, n° 26 (oct 15, 1879); la tercera, La Mujer, Tomo III, n°27 (nov 1, 1879). 42 “[E]l feminismo surge en vinculación estrecha con el movimiento de la Ilustración y por ello mismo enuncia

la falta de inclusión de las mujeres en los derechos, en la universalidad de la razón, así como en una vida libre

de prejuicios, por mencionar algunos de los exhortos que hacía. Se exigía pues incluir a las mujeres en ese

conjunto de prerrogativas universales. Estas propuestas teóricas son representadas de forma emblemática en las

figuras de Olympe de Gouges y de Mary Wollstonecraft, por ejemplo. La finalidad de estas propuestas era la

de denunciar las incongruencias en las que incurrían las prácticas sociales dominantes” (González García, p.

108).

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49

tomadas de Karr, J. Morand, Mulock y Leroy-Beaulieu sirven de apoyo para las de la autora.

Lo que ella paralelamente hace es comparar las opiniones, convicciones, creencias y valores

europeos con sus ideas, así como juzgar estos presupuestos europeos mediante la

comparación. “Conocer es comparar”, dice Ricardo Piglia, por eso el juicio que hace Acosta

de Samper se evidencia mediante la estructura formal de la publicación. La autora selecciona

fragmentos para traducir y no la totalidad del texto, como se hacía comúnmente en el siglo

XIX, puesto que “muchas de las obras revisadas son versiones, adaptaciones o resúmenes de

las obras originales, por motivos de economía de espacio, políticos o estéticos” (Aguirre, p.

242). En últimas, este acto es una forma de hacer crítica a las sociedades europeas, pues los

lectores no conocen los escritos traducidos en su totalidad. Lo único evidente era que Francia

e Inglaterra brindaron a algunos intelectuales los principios del liberalismo como motor

axiológico43.

En las traducciones de Acosta de Samper, como veremos, el genio femenino, esa

capacidad creadora no solo de lectores y conciencias, sino de voz y tejidos culturales, se

muestra al inscribirse en esta forma híbrida, fragmentada de traducir los textos. En su

estrategia como traductora, la autora, al parecer, no solo quería encontrar una manera

apropiada para presentar sus traducciones, sino entablar una conversación más allá del

aspecto intelectual con los autores de los textos y de su público, una conversación en donde

hilara sus ideas, presupuestos axiológicos, proyecto intelectual y en la que presentara su

concepción de mujer colombiana de la segunda mitad del siglo XIX.

Para cumplir el objetivo de este capítulo analizaremos cuatro traducciones publicadas

entre 1870 y 1881. La primera es una traducción de un corto fragmento de Les femmes (1853),

libro escrito por el crítico, periodista y escritor francés Jean-Baptiste Alphonse Karr (1808–

1890), o como lo llamó la autora, Alp Karr, aparecida en 1870 en El Bien Público; la segunda

es “Introducción al estudio de las ciencias físicas”, traducción del texto de J. Morand hecha

por Acosta de Samper para El Bien Público en 1870; la tercera es Lo que piensa una mujer

43 “El pensamiento liberal se nutrió de las ideas de la Ilustración (de Rousseau, Voltaire, Montesquieu), de los

pensadores ingleses (Locke, Paine y Bentham), de los ideólogos franceses (principalmente de Destutt de Tracy),

del espíritu de la Revolución Francesa, de la Independencia de los Estados Unidos, y, posteriormente, se

enriqueció con las ideas del evolucionismo de Darwin, Herbert Spencer y el positivismo de Augusto Comte.”

(González Stephan, pp. 80-81)

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de las mujeres, texto escrito por la inglesa Dinah Maria Mulock Craik44 y publicado en 5

entregas en La Mujer (1878–1879); y, por último, La educación de las hijas del pueblo. El

trabajo de las mujeres en el siglo XIX (La Mujer, oct 1 de 1879, tomo III, n° 25, pp. 15-19),

obra escrita por el francés Pablo Leroy-Beaulieu, ya estudiada por Beatriz Aguirre en el

artículo anteriormente mencionado. Estos autores y los textos traducidos son representativos

de la clase de debates y discusiones que la autora consideraba importantes con respecto a la

formación de la mujer en Colombia.

Me gustaría hacer hincapié en que la razón de la selección de las traducciones, así

como los comentarios al margen que Acosta de Samper hace, se encuentran en el artículo La

instrucción de la mujer en la sociedad (La Mujer, mayo 20 de 1879, año II n°16, pp. 86-89),

traducción del texto escrito por Monseñor Dupanloup, Obispo de Orleans45. Allí, Acosta de

Samper dice que traducirá “todo aquello que nos parezca más digno de atención con respecto

á nuestras mujeres, y adecuado a nuestras costumbres, intercalando algunas observaciones

propias del asunto y desarrollando las ideas que más nos convienen en Colombia”46(p. 87).

Este carácter híbrido de las traducciones es significativo ya que de alguna manera las

precisiones y comentarios de la traductora iban encaminadas a fijar sentidos en las

potenciales lecturas de los textos traducidos. Es necesario mencionar que, de la selección

hecha para este capítulo, los textos de Karr y Morand no presentan estas intervenciones de

Acosta de Samper.

2.2.1. Moda y materialismo: crítica de Soledad Acosta de Samper a la sociedad

parisina

Uno de los aspectos que Acosta de Samper resalta y comparte de los fragmentos del

ensayo que traduce de Jean-Baptiste Alphonse Karr, con respecto a la mujer, es que

“[c]uando la mujer se deja llevar por los encantos, no es ya la compañera y asociada del

hombre: es su mujer, su propiedad y su esclava” (El Bien Público, agosto 9 de 1870, año I,

trimestre I, n°4, p. 16). En Karr, quien tenía una posición crítica muy fuerte acerca de la moda

44 Por orden de publicación: La Mujer, año I, n° 1, septiembre 1 de 1878; La Mujer, año I, n° 3, octubre 3 de

1878; La Mujer, año I, n° 6, noviembre 25 de 1878; La Mujer, año II, n° 9, enero 22 de 1879; La Mujer, año II,

n° 11, febrero 21 de 1879. 45 Los fragmentos presentados por Acosta de Samper de este texto son traducidos por doña María de la Peña. 46 El énfasis es mío.

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y su incorporación a la consciencia y el comportamiento femenino, aparece, como dice

Walter Benjamin en el Libro de los pasajes (1982), “de un modo muy significativo la teoría

racionalista de la moda” (p. 92). El escritor francés intenta rastrear de forma metódica el

origen de la necesidad de la mujer por vestir de una forma u otra. Piensa, por ejemplo, que

“el origen de las faldas largas está en el interés de ciertas damas por ocultar unos pies poco

favorecidos”, además, que “el origen de ciertas formas de sombreros y peinados es el deseo

de disimular una escasa cabellera” (p. 92).

La toma de posición de Acosta de Samper frente a las ideas expuestas por Karr se

manifiesta de dos maneras. En primer lugar, en Les femmes la reflexión central es que la

mujer, debido al cultivo de la apariencia sobre otras cosas que carecen de materialidad, se

convierte en propiedad del hombre. En otras palabras, la mujer cuando se sumerge en el

mundo de la vanidad no se cultiva a sí misma y, en ese sentido, no trasciende el plano de lo

material y lo físico en ningún momento. Para Karr, la mujer vive demasiado ocupada en

cubrir sus defectos corporales por medio del vestuario o de la ostentación con joyas o trajes

(Karr, 1860, p. 33, 82). En otras palabras, la mujer se fetichiza a sí misma, se vuelve un objeto

de intercambio en un sistema de consumo que solo busca satisfacer los caprichos y modas de

la industria. Por su parte, Soledad Acosta de Samper pensaba que la moda no tenía el carácter

generalista que menciona Karr, sino que esta es reflejo de las costumbres particulares de las

naciones. Para ella, así como lo dejó claro años atrás47, la mujer francesa evolucionaba en

una sociedad en donde la moda y el lujo hacían parte de un sistema que clasificaba a las

personas en determinada clase social, y todo según su manera de vestir. La autora veía a la

moda como un factor diferencial de clase, que reforzaba un modo de vida materialista,

opuesto totalmente a la formación espiritual y moral que, según ella, debía tener la mujer.

Para Acosta de Samper,

[n]o hai cosa tan fantástica i servil al mismo tiempo como eso que llaman moda. Ella sigue a

los gobernantes, i a las gobernantes en todo; i si se quiere saber qué clase de instituciones

tiene un pais, la moda os lo dirá. Si es sencilla i decente, se puede estar seguro de que el

gobierno es libre i las costumbres puras; pero si al contrario, exajerada i lijera, es una prueba

evidente de que el pueblo se halla bajo el régimen de la tiranía i que la corrupcion reina entre

47 Revisar Revista parisiense (Biblioteca de Señoritas, ene 8 de 1859, Año II, n° 38, pp. 1.5).

Page 52: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

52

todas las clases de la sociedad (Biblioteca de Señoritas, febrero 5 de 1859, año II, n°42, p.

34)48.

A diferencia de Francia, dice Acosta de Samper en Revista parisiense, las señoritas

del país “nos contentamos con seguir la moda moderada” (p. 33). Aseveración que pretende

hacer reflexionar a los lectores y lectoras sobre la actitud de la mujer colombiana frente a la

moda. El fragmento de Karr, seleccionado cuidadosamente por Acosta de Samper, le sirve,

en este caso, para hacer un énfasis en la idea sobre la relación entre el vestir y la función

social de la mujer en diferentes sociedades, así como del papel que debía cumplir, ya que,

según Karr, la mujer se debe hacer cargo de “los cuidados y penalidades de la familia, y así

será igual al hombre” (El Bien Público, p. 16). Igualmente, Acosta de Samper se sirve del

tema de la moda para contraponer la superficialidad de la moda parisense frente a la

moderación de la mujer colombiana y su lugar como agente de cambio dentro del proyecto

modernizador del país. En resumen, la selección que hace la autora de los pasajes que traduce

tiene el propósito de discutir la generalización de las actitudes femeninas hechas por Karr y

la cosificación de la mujer, producto de estructuras patriarcales y de los efectos del sistema

de consumo que se generó en los países industrializados.

Por otra parte, estos fragmentos también muestran un acuerdo entre Acosta de Samper

y la visión que el autor francés tenía sobre la moda y el posicionamiento de la mujer en el

sistema patriarcal. Dice Karr (y traduce ella) que toda acción realizada por una mujer tiene

una consecuencia directa en su vida privada y en la sociedad. Por esto,

la mujer que se ocupa solamente de sus trajes; la que no lleva al hogar sino un aumento de

necesidades; aquella por quien el hombre debe imponerse un doble trabajo, dobles

privaciones, dobles rapiñas, dobles crímenes: esa no es igual al hombre, ni su asociada, ni su

compañera: ella no puede pagar la esclavitud de sus caprichos sino con la esclavitud que el

hombre exija de ella49. (El Bien Público, p.16)

Tal como lo manifestó Acosta de Samper en otros escritos50, la vanidad, el ego y el

lujo no son aliados de la libertad. Por eso “cuando la mujer se deja llevar por los encantos de

lujo exagerado, no es ya la compañera y asociada del hombre: es su mujer, propiedad y su

esclava” (p. 39). La mujer, en pocas palabras, no conseguiría la emancipación en ningún

48 Las cursivas son de la autora. 49 El énfasis es mío. 50 La juventud y modestia, orgullo y vanidad (El Tradicionista, septiembre 17 de 1872, año I, n° 24, p. 446).

Page 53: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

53

ámbito de su vida porque las relaciones de dominación masculina establecidas hasta ese

momento se seguirían perpetuando dentro de las mismas estructuras sociales si la mujer, entre

otras cosas, se dejaba seducir por la opulencia material y el ascenso social. Esta posición

valorativa de la mujer se entiende a través de las tres razones que ella proponía como origen

del sometimiento de la mujer frente al hombre: la tradición, la dominación masculina en la

organización social como un continuum de la tradición y, la peor, según ella, su propia

voluntad y vanidad.

2.2.2. La educación intelectual y espiritual femenina como propuesta

modernizadora

Para 1870, la diferencia de las condiciones de las mujeres entre Europa y Colombia

era bastante notable. En Europa, la condición femenina se ve favorecida mayormente por el

acceso a la enseñanza secundaria y superior, al trabajo pago y, para ese momento, al acceso

sin censura a la vida pública (Bourdieu, 1998, p. 111)51. En Colombia, la educación de la

mujer era asunto de discusiones políticas de los partidos liberal y conservador, los cuales

tenían una propuesta educativa distinta. Durante la hegemonía liberal (1863-1886), los

postulados civilizadores convenían en que la llamada modernización disminuiría las

desigualdades sociales siempre y cuando toda la población, sin distinción social y de género,

estuviera instruida y educada (Bonilla de Ramos, 1978, p. 2). Pero la realidad con respecto a

la mujer fue otra. Hasta 1860 la educación de niñas y jóvenes bogotanas “fue ejercida

principalmente por instituciones de carácter privado”, pero desde 1870 “la escolarización

femenina también comenzó a ser fuertemente impulsada por el Estado” (Zuluaga, 2002, p.

140), no solo por voluntad política, sino porque “gracias al mejoramiento de las condiciones

económicas, con el aumento de exportaciones de productos como el tabaco y la quina, el

estado liberal pudo adoptar una política intervencionista en materia educativa” (Malkún,

2010, p. 138)52.

51 Es evidente, como dice Pierre Bourdieu en La dominación masculina (1998) que “no es posible explicar, ni

siquiera en pocas palabras, el conjunto de los cambios que el acceso masivo de las mujeres a la educación

secundaria y superior ha podido determinar, sobre todo en el terreno político y religioso, así como en el conjunto

de las profesiones característicamente femeninas” (p. 111). 52 Tanto “la Nación” como “los Estados Federales y los municipios se repartieron el financiamiento de la

instrucción pública para los cuales se crearon nuevos impuestos. Al canalizar mayores recursos presupuestales

para la educación, estos se destinaron, sobre todo, al mejoramiento de la infraestructura educativa y a la

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54

Con la aparición del Decreto Orgánico de Instrucción Pública (DOIP) en 1870 se

buscaba “el fomento de la instrucción primaria, la uniformidad de los textos de enseñanza, la

fundación de una escuela normal para varones y una escuela normal para mujeres en cada

Estado”, así como “el estímulo al sentimiento público en favor de la educación del pueblo”

(Zuluaga, p. 142). La mujer, en teoría, quedaba protegida por la ley para acceder a una

educación libre, igualitaria. Sin embargo, a pesar de ser la mujer incluida en estos planes de

desarrollo, la educación que recibía un niño y una niña, según sus fines sociales, era diferente

(p. 142)53. Para Soledad Acosta de Samper y su proyecto intelectual, el DOIP refleja el interés

del gobierno por educar a las mujeres en aquel tiempo y permitirles acceder intelectualmente

a diversos ámbitos del conocimiento a pesar de ella no estar de acuerdo con los

planteamientos allí propuestos.

La traducción de “Introducción al estudio de las ciencias físicas” de J. Morand puede

ser entendida, entonces, como una primera respuesta de su parte al DOIP. El contenido del

texto apunta a la construcción de conocimiento de orden racional para su público lector, en

especial las señoritas. Durante la hegemonía liberal, la postura de la autora revela una

confianza en las capacidades intelectuales y racionales femeninas para adquirir el mismo

conocimiento que los hombres. Para ese momento, “en las escuelas de niñas se especificó

que se enseñarían solo los principales ramos, de manera que las horas de trabajo se

distribuyeran entre éstos y la enseñanza de las obras de aguja, economía doméstica y otros

ejercicios que convinieran particularmente a las mujeres” (Zuluaga, p. 153). Acosta de

Samper, durante el período de la hegemonía liberal, no consideraba que las mujeres debían

fundación de escuelas rurales, haciendo énfasis en el desarrollo de la educación pública primaria” (Malkún, p.

138). 53 “Desde principios del siglo xix se establecieron algunas diferencias entre lo que se debía enseñar a niños y a

niñas; tales diferencias consistían básicamente en que las niñas aprendiesen saberes relacionados con la

economía doméstica y con las manualidades. A partir de 1870 se amplían los ramos de la enseñanza de acuerdo

con las nuevas secciones que establece el DOIP; así, en la sección elemental se distribuyó el tiempo escolar en

los ramos de lectura, escritura, aritmética, el sistema legal de pesos y medidas, elementos de la lengua castellana,

ejercicios de composición y recitación, nociones generales de higiene y de geografía e historia patria. En la

sección superior, además de los ramos antes indicados, deberían estudiar elementos de álgebra, geometría y sus

aplicaciones usuales –especialmente el dibujo lineal–, teneduría de libros –aplicada no sólo al comercio y a las

oficinas públicas, sino a toda clase de cuentas– nociones de física, mecánica, química, historia natural, fisiología

e higiene, elementos de cosmografía y geografía general y la historia y geografía especial de Colombia.”

(Zuluaga, p. 153).

Page 55: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

55

recibir una educación distinta a la de los hombres54, pero sí que se debía hacer un énfasis en

la educación religiosa. En ese sentido, la mujer no solo debía tener una vocación de progreso

espiritual, tal como se le había asignado mediante el sistema patriarcal, sino la oportunidad

para desarrollar sus capacidades intelectuales y racionales.

La traducción de Morand marca un giro en las ideas que Acosta de Samper tuvo de

la educación de la mujer –que adquiere sentido si se lee a través de las publicaciones que

hacía en la década del 70–, pues años antes la autora publicó artículos en los que presentaba

una visión más conservadora y tradicional sobre la educación de ambos géneros55. Sin

embargo, en 1879, y con una obra más madura, la intelectual publica Educación de la mujer

en América del Norte (s.f.)56, artículo que refleja su inclinación por la propuesta de una

educación gratuita e igualitaria para los niños y niñas:

La instrucción superior dada a las mujeres debe producir un gran bien moral, librándolas de

aquella tendencia a la frivolidad y a la vanidad de que se les acusa tal vez con exageración;

el rico desarrollo de sus facultades intelectuales les da derecho a intervenir en el gobierno de

sus familias, en la educación de sus hijos e hijas; y además, de una manera directa en el modo

de ser de la sociedad en general, puesto que los hombres se ven iniciados por ellas en aquellos

hábitos de dulzura, urbanidad y buena crianza que es difícil adquirir en medio de los negocios

y luchas diarias de los intereses materiales. (p. 33)57

Así pues, la educación en la mujer no consistía en desarrollar únicamente unas

“facultades espirituales” que relegan su función a ser un adorno del hombre. Con la

traducción de este fragmento, Acosta de Samper expresa su acuerdo con la implementación

de una instrucción tanto para las mujeres como para los hombres; mujer que se educa tiene

el imperio de sus propias facultades intelectuales y morales. Por el contrario, para la mujer

no instruida es más sencillo caer o continuar en el camino de la vanidad, así como no tener

el “derecho” a intervenir en el progreso moral e intelectual de su familia.

54 Es importante tener en cuenta la unidad de la obra de la autora, incluido su proyecto estético. Durante su

primera parte de producción intelectual –hasta 1880–, ella no habló nunca de mujeres de clase baja o media

(ignoradas por descuido o por conveniencia). Sus referencias siempre apuntaban a las mujeres de condición

acomodada. 55 Revista parisiense (Biblioteca de Señoritas, 8 de enero de 1859, año II, n° 38, p. 2). 56 Este último escrito es una traducción del “resumen de una parte del artículo publicado en la ‘Revista de ambos

mundos’ del 15 de setiembre de 1869, bajo el epígrafe de “Educación de las mujeres y de los libertos en

América” (s.f., p. 31). 57 Traducción de Soledad Acosta de Samper.

Page 56: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

56

Esta formulación toma fuerza en Lo que piensa una mujer de las mujeres (1858),

texto escrito por la inglesa Dinah Maria Mulock Craik58, publicado en cinco entregas (La

Mujer, 1878–1879). Allí se habla sobre varios temas: la ocupación de la mujer, la

independencia personal, el trabajo de la mujer, la mujer de familia, la envidia, la

maledicencia, la mujer mundana y, por último, los caracteres femeninos y la influencia que

ejercen sobre la felicidad del hogar doméstico. Cada apartado trata un aspecto distinto

relacionado con la función social de la mujer. Mientras algunos se ocupan de la parte moral,

otros tratan sobre la materialización de la idea de libertad y emancipación femenina por

medio del trabajo, el cual le permitiría a la mujer subsistir sin necesidad de un apoyo distinto

al de sus propio trabajo. La traducción de estos apartados expone una amalgama de labores

que puede realizar la mujer como escritora, artista, costurera, madre de familia, ama de llaves

y maestras (La Mujer, sep 1 de 1878, n° 1, p. 20).

Al mismo tiempo, la publicación de esta traducción es, por un lado, una crítica a los

programas políticos del país que, hasta bien entrado el siglo XIX, no se habían reparado en

la participación de la mujer en labores públicas y, por el otro, una presión hacia las reformas

modernizadoras influenciadas por Europa, pero que no proponían ninguna solución concreta

a la situación particular de la mujer nacional. En esta atmósfera, Acosta de Samper sirve

como mediadora entre los discursos que traduce y la comprensión que las lectoras tienen de

su propio mundo. El ensayo de Mulock Craik se articula de manera eficaz con las ideas

reformistas de Soledad Acosta de Samper, quien, sin ser radical, destacaba la importancia de

la formación intelectual de la mujer dentro del hogar. Si bien Acosta de Samper excluye a la

mujer de los debates públicos, ya que no consideraba que su lugar fuera la política o los

debates partidistas, lo hace porque considera que el mundo doméstico o privado tiene la

misma importancia de la vida pública. Para ella, la formación de la institución de la familia

era un camino tan “honorable y difícil” como el camino “externo” tomado por el hombre (La

Mujer, 1879, p. 2). Acosta de Samper veía que la mujer influía de manera decisiva en la

sociedad por medio de la crianza de sus hijos quienes, eventualmente, crecerían, se

58 Por orden de publicación: La Mujer, año I, n° 1, septiembre 1 de 1878; La Mujer, año I, n° 3, octubre 3 de

1878; La Mujer, año I, n° 6, noviembre 25 de 1878; La Mujer, año II, n° 9, enero 22 de 1879; La Mujer, año II,

n° 11, febrero 21 de 1879.

Page 57: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

57

convertirían en sacerdotes, políticos, maestros, figuras públicas59. Aunque desde una

posición moderna estas observaciones puedan parecer conservadoras, en su momento tenían

un fuerte elemento progresista que descentraba la posición de la mujer como un agente de

cambio estructural en la esfera colectiva y le deban herramientas para adquirir nuevos

derechos en el hogar y en la sociedad.

2.2.3. Un movimiento estratégico: la disputa por la educación de la mujer

Los años previos a la institución de la hegemonía conservadora (1886-1930) ponen

en cuestión los avances logrados en materia de educación de la mujer durante el período del

gobierno liberal. Por tal razón, desde la publicación de La Mujer, la opinión de Acosta de

Samper con respecto a la educación y a las labores femeninas toma un carácter más complejo,

estratégico y selectivo. Un antecedente de lo mencionado es la traducción que hace de

algunos apartes de La educación de las hijas del pueblo. El trabajo de las mujeres en el siglo

XIX, obra escrita por el francés Pablo Leroy-Beaulieu. Este texto, como menciona Aguirre

en su análisis,

Interesó a doña Soledad en un estudio detallado y profundo de la situación laboral de las

mujeres en Francia y otros países europeos, entre ellos Inglaterra, Suiza, Alemania y Bélgica,

con algunas menciones a Estados Unidos. El texto se publica en un momento en que la

sociedad francesa y la europea en general demandan este tipo de estudios, por el crecimiento

de la industria, que necesita mano de obra femenina, hasta el momento recluida en el hogar.

(p. 244)

La traducción es una muestra de la manera en que la autora entra en una etapa de

confrontaciones entre sus propias ideas y las del gobierno de turno. Para esta época,

Colombia ya había vivido la Guerra Civil de 1876-1877, o comúnmente conocida como la

Guerra de las Escuelas. Este conflicto interno fue de carácter político, económico y religioso

(Arenas, 2009, p. 14), pues los conservadores ortodoxos se manifestaron en total desacuerdo

con las reformas hechas por Aquileo Parra durante su periodo presidencial (1876–1878).

59 “La mujer republicana tiene el deber de educar hombres libres y enseñar a sus hijos desde la cuna las

verdaderas nociones de libertad; pero un hombre de partido es un esclavo siempre; y no puede obrar sino según

las órdenes de sus jefes, y muchas veces obedeciendo y trabajando en favor de principios que en realidad no

son los suyos. La mujer no debería pertenecer a ningún partido, porque en verdad la política aquí es tan

miserable en el fondo que una mujer de espíritu elevado y puro desciende de su posición al mezclarse en sus

intrigas. El deber de la mujer en la sociedad es otro: en ella se debe encontrar el origen de todo lo bueno y bello,

y su influencia debería ser benéfica, conciliadora y dulce incesantemente” (Colombia bajo el punto de vista

europeo, 1869, p. 13).

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58

Parra, digno representante del ala liberal radical, de espíritu político y social abiertamente

antirreligioso y anticlerical, fractura más las relaciones entre el Estado y la Iglesia, así como

entre la educación y el poder de la Iglesia sobre esta60. Los sucesos de la guerra le concedieron

la victoria al presente gobierno federal a cargo de los liberales. Sin embargo, la fisura que

vivió el país en esos dos años, tanto política como socialmente, anticipó un giro radical en la

gobernanza nacional.

En 1878, después de la Guerra Civil y con la llegada a la presidencia del general

liberal independiente Julián Trujillo, “hecho que marcó un profundo hundimiento del partido

opuesto y el derrumbe total del grupo liberal de radicales u oligarcas” (Rodríguez Arenas,

2005, p. 441), Rafael Núñez anuncia el paso al período denominado la Regeneración. Fueron

varios los intelectuales, conservadores y liberales moderados quienes concentraron su interés

en el nuevo gobierno. Esta época tuvo como base una importante dicotomía: la religiosidad

y la modernidad.

De un lado la modernidad será sinónimo del triunfo de la razón, de la igualdad, de la

participación democrática, del progreso, y para los que piensan así la religión no es

más que el pasado, lo irracional, el oscurantismo, la supervivencia de una sociedad

rural, y, si me perdonan la expresión, una cosa de mujeres. Frente a los que ven de

esa manera la oposición entre modernidad y religión, encontramos los del otro lado,

los que miran desde la religión y que desde Pío X identificaron la modernidad con el

ateísmo, con una sociedad abandonada a las fuerzas de la evolución natural, una

identificación con aquellos determinismos que destruyen los valores de la tradición,

del humanismo, con todo aquello que haría imposible cualquier tipo de sentido

comunitario (Martín Barbero, 1995, pp. 178 -179).

Asimismo, en la Regeneración se le otorgó el poder a la rama ejecutiva, se amplió el

período presidencial a seis años y, en materia de religión, se restablecieron los bienes

incautados a la Iglesia católica, regresaron al país las comunidades expulsadas y se le encargó

al clero la complicada labor de impartir la educación (Iriarte, 1999, p. 59). Con respecto a la

60 Para la mayoría de los autores el conflicto por la educación religiosa fue la causa primordial de esta guerra.

Por ejemplo, para David Bushnell ‘la creciente agitación desencadenada por el asunto de la educación religiosa,

más que ningún otro factor, despertó una rebelión conservadora en 1876’; para Safford, ‘la causa principal de

la guerra fue el conflicto educativo y religioso’.” (Arenas, 2009, p. 32).

Además, se deben tener en cuenta las cercanas relaciones de colaboración existentes entre los conservadores

antioqueños y el clero, debido a que los primeros estaban dispuestos a iniciar una guerra que apoyara los

intereses de la Iglesia” (Arenas, H., 2009, p. 32).

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59

cuestión de la instrucción, es importante mencionar que los liberales, quienes gobernaban en

1878, “confiaban en la educación como la vía por excelencia para alcanzar la igualdad social,

además, creían en el progreso, en la felicidad pública y en el poder transformador de la

ciencia” (Torres, 1992, p. 45). Pero con los conservadores al poder, “el proyecto educativo

de la Regeneración representó un regreso a los valores católicos hispánicos” así como “un

esfuerzo por lograr conciliar la formación religiosa con la científica, pretendiendo que los

maestros y maestras fueran cruzados de la moral al mismo tiempo que transmitían

conocimientos” (González Rey, 2015, p. 247). Con el cambio de gobierno, la Constitución

de 1886 y el Concordato de 1887, se permitió nuevamente la entrada del clero a Colombia y

le otorgaron el poder de inspeccionar y revisar los textos escolares61 para impedir que en los

programas de literatura y ciencias se propagaran “ideas contrarias al dogma católico y al

respeto y veneración debidos a la Iglesia” (Jaramillo, 1981, p. 279).

Acosta de Samper, lejos de ser extraña a estos sucesos, pues compartía su vida con

José María Samper, quien lideró una de las corrientes de pensamiento que buscaba conciliar

la presencia de un Estado fuerte y las libertades individuales (Iriarte, A., 1999, p. 78), estaba

de acuerdo con el retorno de las estructuras católicas al país, pues la educación religiosa, así

como lo advierte por medio del texto de Doupanloup, debía concebirse como parte

importante de “[l]a educación moral, es decir, el desarrollo del alma” (La Mujer, mayo 20 de

1879, año II n°16, p. 87). Para la autora, la educación moral y “la educación intelectual, es

decir, la cultura del espíritu” (p. 87) merecían un lugar igual de relevante dentro de un sistema

integral de educación. En ese sentido, en el proyecto de estructuración mental, social y

político, en donde la idea de creación de nación todavía surgía en las intervenciones de los

intelectuales y gobernantes, Acosta de Samper percibió como indispensable la conservación

de la tradición de orden católico en la moral neogranadina y la apertura política, cultural y

económica que beneficiara en el aspecto material al país. Por este motivo, podemos decir que

para 1879 su propuesta de educación, centrada tanto en la revalorización de la herencia

cultural de las sociedades españolas como de los valores presentes durante el período liberal,

propone a esta nueva etapa conservadora, liderada por algunos políticos como José María

Samper, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, no retroceder en materia educativa e

61 Artículo 13 del Concordato.

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60

intelectual, al pretender alejar a la mujer de las ramas de instrucción como la ciencia o

geometría, sino reestablecer una instrucción moral que le restaurara a la mujer, bajo los

preceptos católicos, la capacidad de pensar, aprender, reflexionar y, eventualmente, ejercer

alguna influencia en el ámbito público62.

Es aquí evidente que el cambio de gobernanza puso en contradicción a Soledad

Acosta de Samper: su proyecto resultaba demasiado liberal para la orientación católica de la

educación que empezaba a regir63. Esto permite pensar que la autora adaptó su proyecto, sin

renunciar a sus ideas, a la nueva coyuntura. La Mujer, revista publicada en un período de

transición entre gobiernos pero concebida en plena hegemonía liberal, propone una visión

educativa y una misión particular a la mujer. Sin embargo, con el giro conservador en las

estructuras sociales y morales del país, la plasticidad de las ideas liberales presentes en el

proyecto de La Mujer se ponía a prueba, razón suficiente para que la autora dejara de referirse

a la mujer en términos generales, y se empezará a dirigir a las mujeres según su clase social.

Por lo menos, en esta traducción, “los comentarios de doña Soledad evidencian su posición

de clase” (Aguirre, p. 257). Con ello, podía generar un diálogo más preciso e íntimo. La

actitud de Acosta de Samper significa una adaptación, no solo de su pensamiento, sino de su

proyecto sobre la mujer, puesto que defendía que las mujeres de clases medias y bajas

también necesitaban acceder a instituciones educativas, aprender a leer y a escribir.

2.2.4. Autonomía económica de la mujer

La traducción que estudiaremos acá, La educación de las hijas del pueblo. El trabajo

de las mujeres en el siglo XIX, fue analizado juiciosamente por Beatriz Aguirre. Allí expone

algunas de las estrategias discursivas usadas por Soledad Acosta de Samper en la traducción

con respecto a las omisiones de la autora, los resúmenes, ampliaciones, adaptaciones,

transposiciones, traducción literal, compensación y traducción libre. Como mi propósito es

analizar sus estrategias enfocándome en su genio femenino, en este apartado en particular

62 Esta propuesta educativa en la que aparece la Iglesia como motor imprescindible de la educación individual

se ve en las revistas y periódicos creados por la autora después de 1878 como La Mujer (1878-1881), La

Familia: lecturas para el hogar (1884-1885), El Domingo de la Familia Cristiana (1889), El Domingo (1898-

1899) y, su última publicación, Lecturas para el hogar (1905-1906). 63 Con esto me refiero a que en sus textos, por ejemplo en sus novelas como Dolores o Laura, las mujeres no

se encontraban rezando todo el tiempo.

Page 61: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

61

hablaré sobre la introducción por parte de Acosta de Samper del recurso clasificador de clases

sociales que mencioné anteriormente. Dice la autora que

[l]a mujer del pueblo (y aun la de las clases elevadas) debería aprender siempre un oficio

lucrativo, útil y que pudiera en todo tiempo darla con qué subsistir, para que sepa que es libre

y que no necesita absolutamente del trabajo del hombre. Ese es el bello ideal de la civilización

cristiana, en la cual el deber es el que impera, y en donde la mujer es libre porque sabe trabajar

con independencia y hacerse respetar y honrar. Esa es la verdadera libertad, la verdadera

independencia, la del alma, porque esa nadie nos la podrá quitar, ni las cadenas, ni el

cautiverio, y esa es la mayor satisfacción que puede experimentar el ser pensador. ¿Y cuál es

esa libertad del alma? El convencimiento de que no se necesita de nadie para subsistir; que

con el trabajo de sus manos ó de su mente la mujer se vale por sí sola y puede hacerse respetar.

Esa es la verdadera idea de libertad que se debe inculcar á las mujeres: todo lo demas no

conduce sino á su ruina y á su perdición (La Mujer, oct 1 de 1879, n° 25, p.17).

La libertad de la mujer no solo proviene de su educación moral e intelectual. Un

aspecto que conecta la productividad económica con la libertad individual: el trabajo

remunerado. Con respecto a la mujer, las posibilidades no eran tan amplias como las de los

varones, pero sí existían. Por parte de la autora, esta inclinación al derecho al trabajo es una

forma de insistir en la idea de que la mujer es autosuficiente y, lo más importante, un ser

racional. De ahí que Acosta de Samper cuestione a sus interlocutores por medio de este

apartado al preguntarles entre líneas, ¿qué tipo de conocimiento es el que le ayudará

verdaderamente a la mujer en su emancipación de las estructuras patriarcales? Si la llegada

de la Regeneración implicaba un nuevo condicionamiento para la educación femenina, ¿no

debía centrarse este proyecto en proponer ideas para que la mujer se apropiara de un papel

activo dentro de los mecanismos de producción y desarrollo social y económico del país,

independientemente de la clase social a la que pertenecía?

La contribución realizada por Acosta de Samper con respecto a la educación de la

mujer en el siglo XIX, especialmente en la época de la Regeneración, va más allá de

evidenciar falencias en los planteamientos gubernamentales y católicos que se encontraban a

favor de una educación racional para el niño y una educación emocional para la niña

(Zuluaga, p.143), convirtiéndose en una defensora de la educación y de la instrucción técnica

como motor del cambio social. Así, Acosta de Samper se vuelve la voz de las mujeres, se

vuelve La Mujer, cumpliendo de esta forma su función como intelectual pública: ser la voz

de quienes no la tienen. Para esto debía apelar,

Page 62: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

62

[a]l buen sentido de nuestros Gobiernos, y pedimos, en nombre de la MUJER

COLOMBIANA, que se medite seriamente en este asunto, y que se procure poner un pronto

remedio al erróneo sistema de educación de las clases pobres. El Gobierno es un segundo

padre del pueblo, y éste tiene el derecho de exigir de él que no solamente le dé una vida

intelectual, abriéndole las fuentes de la ciencia, sino que tiene el DEBER de darle los medios

de subsistir honradamente, enseñándole industrias y procurándole ocupación lucrativa,

benéfica y meritoria. (La Mujer, oct 1 de 1879, n° 25, p. 19)

En este punto, la inclinación de la autora por el proyecto educativo de Johann

Heinrich Pestalozzi (1746-1827)64, que venía tomando fuerza en el ámbito político

colombiano, adquiere sentido. La propuesta del suizo consistía en “educar cabeza, corazón y

manos, es decir, apunta al desarrollo de la persona, de su inteligencia, de su afecto y de las

habilidades y competencias requeridas para la vida y el trabajo” (Jullien, 1932, p. 43), en

otras palabras, los menores deben recibir una educación de acuerdo a su contexto particular.

Acosta de Samper apoyaba estos principios educativos que procuraban una instrucción

intelectual sólida para el niño o la niña, en donde la ciencia sin duda tenía lugar, pero se

oponía, inteligentemente, a la educación igualitaria porque, eventualmente, pondría en

desventaja a las mujeres que no ostentaban una condición económica favorecedora

dejándolas únicamente con un conocimiento que jamás podrían poner en práctica para ganar

dinero. Por lo tanto, el planteamiento pedagógico de Acosta de Samper se vuelve más

específico y aboga por este tipo de instrucción práctica y, en un futuro, lucrativa, que

reduciría un poco las limitaciones y desventajas de la mujer impuestas por el sistema

patriarcal.

Cuando abogamos por el trabajo manual en la educación de la mujer y pedimos que se dé

ménos instrucción intelectual á las clases bajas, no dudamos que se nos tachará de

oscurantistas y partidarias del clericalismo, &c., se nos señalará como personas que no

comprenden el alto grado de civilización á que ha llegado nuestro tan decantado progreso en

la vía de las luces. Pero (…) ¿qué será de nosotros cuando hallemos que todas las niñas del

pueblo se han educado de manera que no solamente sus estudios son para ellas enteramente

inútiles, sino que, enseñadas á ciertos hábitos de lujo, ó por lo menos de comodidad y aseo,

no encuentren en la miserable choza ó tienda en que vive su familia, sino pobreza grande,

descuido, desmoralización, y desesperadas con aquella situación que no podrán remediar, se

tendrán que entregar á los vicios y á los crímenes? ¿Y qué otra cosa podrán hacer las

desdichadas? ¿Con ortografía mal aprendida, con geometría mal digerida, con geografía sin

libros ni mapas, podrán vivir acaso? ¿Les podrá servir aquello para entrar de sirvientas en

64 Johann Heinrich Pestalozzi, conocido como el padre de la pedagogía moderna, fue un importante pedagogo

y educador Suizo conocido por interesarse en la educación popular.

Page 63: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

63

alguna casa honrada, para coser una camisa ó para lavar alguna ropa? No; (…) Como,

además, no tienen freno moral ni religión, puesto que también han bebido de la fuente de una

ignorante y tonta incredulidad, nada las detiene en la pendiente del vicio… (La Mujer, nov 1

de 1879, tomo III, n° 27, p. 66).

De forma sutil pero explícita, Acosta de Samper realiza una fuerte crítica al gobierno

liberal y pone en evidencia las incapacidades históricas del Estado de comprender el papel

de las mujeres y abonar avances visibles en el terreno de lo laboral que les otorgara un lugar

en la esfera pública igual de relevante que en la esfera privada.

Acosta de Samper, se encargó de visibilizar la situación general de la mujer en varias

clases sociales, así como de realizar un análisis minucioso de las propuestas políticas que le

asignaban o no un lugar dentro de la sociedad colombiana. Para cerrar este capítulo, escogí

una traducción presentada en la revista La Mujer porque allí la autora recogía las reflexiones

y textos literarios hechos por un grupo de mujeres latinoamericanas como Silveria Espinosa

de Rendón, Agripina Montes del Valle, Eva Verbel, Micaela Silva, Eufemia Cabrera de

Borda, entre otras, que coincidieron en el principio de otorgar a la mujer una voz y lugar

dentro de la vida pública. Además, logra conciliar, por lo menos dentro de su propuesta de

proyecto nacional, dos ideas que parecen incompatibles y hasta contradictorias: la libertad de

la mujer en el aspecto religioso, social, político y económico de la mano de la Iglesia. Por

último, la libertad para la autora era un aspecto importante en la vida de todo individuo; en

el caso de la mujer (de cualquier clase), la libertad se hallaría por medio de la religión, pues

la experiencia espiritual es única en cada sujeto, y por medio del aprendizaje de oficios que

sirvieran como fuente de ingresos.

Así pues, Acosta de Samper encuentra en la traducción un valioso recurso para

implementar ideas progresistas sobre el papel de mujer en sus lectores y lectoras, y para poner

en el escenario público un debate necesario. Las ideas presentes en las traducciones

anteriormente analizadas se convierten para la autora en problemas mal planteados e

ignorados en Colombia. Por eso, para ella la traducción es una alternativa para reflexionar –

y hacer reflexionar– acerca de ese presente histórico nacional en donde la mujer no tenía una

función clara dentro de la sociedad ni se le pensaba como un sujeto de derechos. Además,

algunas ideas de los textos de Karr, Morand, Mulock y Leroy-Beaulieu le servían de apoyo

para continuar con la significación de su propuesta social, comparar las opiniones,

Page 64: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

64

convicciones, creencias y valores europeos con sus propias ideas y concepciones

modernizadoras y católicas, así como juzgar esos presupuestos extranjeros mediante la

comparación. “Conocer es comparar”, dice Ricardo Piglia, y la traducción como medio de

conocimiento y forma de hacer crítica a otras sociedades es en Acosta de Samper una manera

peculiar de elaborar y unir tendencias culturales e ideológicas dentro de un mismo proyecto

intelectual con el fin de desarrollar un plan autónomo a partir de todas las ideas que componen

los distintos textos y los valores propios de la autora.

2.3. Soledad Acosta de Samper: la novelista

Fueron alrededor de 27 novelas las que Soledad Acosta de Samper publicó durante

su vida, sin contar relatos breves y obras de teatro. Este primer capítulo no estaría completo

si omitiéramos su producción literaria. Por tal razón, para terminar de esbozar su perfil

intelectual, es necesario revisar, ¿de qué manera Acosta de Samper concebía la literatura?,

¿cuáles eran las funciones sociales que, según ella, debía asumir un escritor?; ¿qué tipo de

funciones le atribuye a la novela?, ¿qué tipo de novela practica? y ¿cómo se enriquece su

proyecto político por medio de su proyecto estético? Para esto, debemos tener en cuenta, por

un lado, así como lo dijo Montserrat Ordóñez en su momento, que a la decisión de la autora

por escoger determinado género literario “hay que valorarla como la de alguien que está

participando en la creación y definición de los nuevos géneros discursivos de su momento

histórico y literario” (2005, pp. 258-259), y por el otro, que los problemas que trae la

caracterización de sus novelas en los diversos géneros literarios “no se derivan solo del

volumen de [su] producción (…) y la complejidad de su clasificación, sino también de su

extensión en el tiempo.(…) Su amplia bibliografía está terminando apenas de establecerse,

de modo que fechas y números son también provisionales” (Alzate, 2015, p. 89).

Con los textos que tenemos a la mano (digitalizados por la Biblioteca Nacional de

Colombia en compañía de la Universidad de los Andes que se encuentran en la Biblioteca

Digital Soledad Acosta de Samper), podemos indicar que la noción de literatura que tenía

Acosta de Samper estaba estrechamente relacionada con la Historia. La autora compartía la

opinión con Cicerón quien, según ella, “llamaba a la Historia la maestra de la vida” (Estudios

históricos sobre la mujer en la civilización, La Mujer, septiembre 1 de 1878, año I, n° 3, p.

25). Esta unión entre literatura e historia, dentro del proyecto intelectual de la autora,

Page 65: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

65

significaba nada más y nada menos que un reconocimiento del pasado (la herencia española),

una revaluación, reflexión de lo presente – característica del “genio femenino” según

Kristeva –, y una formación de lo porvenir. En Cuadro sinóptico de la literatura neo-

granadina. Introducción (El Bien Público, septiembre 2 de 1870, n°10, año I, p. 39-40),

Acosta de Samper se propone hacer una corta pero nutrida breve historia de la literatura

colombiana. Allí reconoce que la literatura española “es la madre y la institutora de la

nuestra” a pesar de que “raros fueron los españoles letrados que enriquecieran la literatura de

este país en la época de la colonia” (p. 39). La escritora, desde diversas formas de

intervenciones públicas, tomó parte en la opinión sobre el debate de la hispanidad que se

venía gestando desde que la reforma liberal fue instaurada en Colombia entre 1848 y 187565.

A pesar de que el propósito de esta reforma era el desprendimiento de las instituciones

coloniales por parte de los neogranadinos, algunos intelectuales, entre esos Acosta de

Samper, reconocieron que la herencia y tradición española, en particular la religión, no era

un impedimento para el progreso nacional. Por el mismo camino, la lengua, impuesta por los

españoles, para el siglo XIX era ya la fundadora de la lengua que se hablaba en la mayoría

del país66.

Acosta de Samper, al ser no solo una de las beneficiarias de este contacto cultural,

sino de una vida privilegiada por el trabajo de su padre, reconoció a la literatura española

como antecesora de la literatura neogranadina. Por esto, cuando Acosta de Samper hizo los

distintos cuadros sinópticos de literatura (Cuadros sinópticos de la literatura neogranadina

[1870], Cuadros sinópticos de la literatura inglesa [1870], Cuadros sinópticos de la

literatura francesa [1871], Cuadros sinópticos de la literatura española [1870]), no fue

coincidencia que publicara primero el de literatura española. Para la autora, al ser esta la

antecesora de la neogranadina, “era preciso que empezáramos publicando en primer lugar los

cuadros que trataban de aquella sin la cual no existiría la nuestra” (El Bien Público,

septiembre 2 de 1870, p. 39). El reconocimiento de la tradición española como base de la

65 Esta reforma, que “no se contentó con conquistar su independencia de España, sino que adelant[ó] una

revolución que abarcó todos los órdenes de la vida porque fue revolución política, social, económica y religiosa”

(Jaramillo, p. 206), junto con la llegada de la Ilustración y la idea de racionalización de la nación americana. 66 Digo mayoría porque en esta afirmación se tiene en cuenta a los habitantes de las ciudades, pueblos y veredas

colombianas del siglo XIX, pero se deja por fuera a los grupos indígenas quienes todavía conservaban su lengua.

Page 66: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

66

literatura neogranadina y la publicación de los otros cuadros sinópticos implica la intención

de insertar a la Nueva Granada en la tradición literaria y social europea.

Durante la época colonial, cuando “la luz penetró” (p.39), dice la autora, surgieron

hombres capaces de responder a la necesidad emancipadora americana; por medio del estudio

de las obras literarias se promovía entre estos ilustrados las ansias de libertad y

resignificación. Según Acosta de Samper, fueron varios los intelectuales como Miguel de

Pombo, Francisco José de Caldas, Camilo Torres, entre otros, a quienes “debemos no

solamente la libertad de nuestra patria, sino el origen de nuestra vida intelectual” (p. 39),

pues, ¿de qué manera el país logró su independencia? Para ella, “[e]l germen de nuestra

nacionalidad lo debemos al amor patrio de hombres modestos e ilustrados, que pagaron con

su vida generosas ideas” (p. 39). La búsqueda de la libertad surgió mediante la apertura de

conciencia de los americanos.

La literatura, para la autora, venía siendo una especie de llama que crecía a medida

que se enriquecía de nuevas ideas, corrientes y fenómenos (europeos y norteamericanos), así

como del contacto entre culturas: “[l]as ideas se formaban poco a poco, sin que lo pudiese

impedir ninguna fuerza humana, y cuando llegó la hora de la libertad, el pensamiento se

hallaba mucho más adelantado de lo que se creía” (p. 39). Hablamos entonces de que hacia

el final del periodo colonial estos ilustrados, que buscaron la emancipación americana, no

solo procuraron insertarse dentro de esta corriente racionalista, sino que su necesidad de

libertad los llevó a expandir su espíritu e ideales por medio de la literatura67. Para la autora,

la independencia de los países americanos se logró, en parte, por la literatura naciente en esas

repúblicas. Podemos decir que

Dado el momento histórico de las independencias latinoamericanas en la primera mitad del

siglo XIX, resalta en primer lugar la preponderancia del discurso de la nación, que ha sido

destacado como uno de los rasgos característicos del mundo postcolonial (Brennan, 1995, p.

170). El género de novela, a su vez, se ha relacionado repetidamente con este paradigma, con

el llamado proceso “fundacional” y con la necesidad de formar “comunidades imaginadas”

(Anderson, 1983; Brennan, 1995; Sommer, 1991). (Paatz, 2010, p. 141)

67 Andrés Bello es un magnífico referente al respecto: “¡Oh! ¡los que afortunados poseedores/habéis nacido de

la tierra hermosa,/en que reseña hacer de sus favores,/como para ganaros y atraeros,/quiso Naturaleza

bondadosa!/romped el duro encanto/que os tiene entre murallas prisioneros.” (Bello, p. 43)

Page 67: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

67

Durante y después de la Independencia, este fuego creció y cambió de forma. Pero no

debemos olvidar que toda llama tiene su origen. Para Acosta de Samper la literatura

neogranadina tenía su infancia porque “hac[ía] poco más de medio siglo que realmente

ten[ía]mos vida propia” (p. 39). Ella reconocía la importancia de la presencia de la tradición

española dentro del campo cultural: “[e]l estudio de la literatura española es tan necesario

para nosotros los americanos, como el de la historia de España, puesto que, en la primera

encontraremos la cuna y el origen de nuestro pensamiento y nuestras ideas, y en la segunda

el origen de nuestra vida física y moral” (El Bien Público, 12 de agosto de 1870, año I, n°

8p. 20). En este período de “infancia literaria”68, para que la Nueva Granada pudiese

desarrollar el talento e intelecto requerido para la formación de una sólida e importante

literatura nacional, debía hacer frente y superar “terribles crisis”. En este contexto particular,

en el que se gestaban las guerras independentistas, Acosta de Samper pensó la literatura como

un motor de búsqueda, cuestionamiento, fortaleza y acercamiento entre las causas de la

revolución y los habitantes del país. Al terminar las guerras, la literatura, según Acosta de

Samper, tenía otra misión: era la encargada de sembrar en el corazón y el intelecto

neogranadino los valores morales que dirigirían la sociedad a un bienestar común. A su vez,

el literato, este hombre de ingenio, también tenía para ella un propósito: debía ser quien por

medio de su pluma llenara los corazones de sus lectores de valores determinados por el

progreso. Al respecto, dice Acosta de Samper que

[o]tras naciones han obtenido su independencia á esfuerzos de grandes guerreros y políticos;

pero nosotros nos enorgullecemos al pensar que el gérmen de nuestra actual nacionalidad lo

debemos al amor patrio de hombres modestos é ilustrados, que pagaron su vida con generosas

ideas. (El Bien Público, septiembre 2 de 1870, año I, n° 10, p. 39).

Durante la mayor parte del siglo XIX, la literatura estuvo unida a los ideales políticos

tanto del partido conservador como del liberal. Sin embargo, para Acosta de Samper no era

únicamente la afiliación política la que dictaminaba el camino de quienes sentían el deber de

contribuir a la patria por medio de la literatura y la escritura en general. La literatura no debía

ser producida esencialmente por hombres pertenecientes a uno u otro partido. Esta podía ser

escrita por personas que buscasen participar en los proyectos nacionales por medio de la

cultura. Sin embargo, en la etapa escritural que estoy estudiando aquí (1858-1881), Acosta

68 Comillas mías.

Page 68: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

68

de Samper le atribuyó la función de escritora profesional a la mujer (de clase alta) apenas un

año antes ´de haber sacado al ojo público La Mujer69. Antes de esto, la autora mencionó que

la mujer debía tener acceso a la educación no solo intelectual, sino en oficios varios, de esta

manera no disfrutaría únicamente del conocimiento, sino también de su independencia (Lo

que piensa una mujer de las mujeres, La Mujer, septiembre 7 de 1878, tomo I, n° 1, p. 18-

20).

En estas primeras décadas de participación pública de Acosta de Samper, mientras el

partido liberal estuvo en el poder, se reconocieron algunas libertades a la mujer producto de

la separación entre el Estado y la Iglesia, aunque “la normatividad no daba potestades legales

ni económicas a la mujer”, “imponía limitaciones a su educación”, es decir, “no se le dio a la

mujer un estatus de igualdad con respecto al varón” (Torres, 2010, p. 56). La mujer de clase

alta, esta mujer a la que Acosta de Samper dirigía su voz, para encontrar su libertad, como

ya hemos dicho, debía perfeccionar ciertas aptitudes y aprender diversos oficios para ser parte

activa del progreso nacional. Acosta de Samper entendió que la gran fortaleza política de su

proyecto era presentar un abanico de posibilidades para la mujer en general. En esta variedad

se encontraban los valores republicanos y cristianos que debía encarnar una mujer, pues tanto

para los intelectuales de la época como para ella, la mujer era un vehículo de transmisión de

la tradición, como lo mencioné en el primer apartado.

Cuando Acosta de Samper alcanza su madurez intelectual, después de la

Regeneración, reconoce abiertamente en el ensayo analizado en las siguientes líneas que la

mujer tenía la posibilidad de convertirse en escritora y que, precisamente, pertenecer a esta

esfera de la cultura le asignaba una misión. Para la autora, la escritora es, antes que nada, una

mujer, y una mujer con deberes tanto en la esfera pública como en la privada. En “Misión de

la escritora en Hispano-América”, Acosta de Samper menciona que la misión de la mujer es

“la de suavizar las costumbres, moralizar y cristianizar las sociedades; es decir, darles una

civilización adecuada á las necesidades de la época, y al mismo tiempo preparar a la

humanidad para lo porvenir” (Colombia Ilustrada, 15 de octubre de 1889, n° 8, p. 129). ¿Qué

quiere decir que la mujer debía cristianizar y moralizar la sociedad? No queda duda, pues, de

69 Menciono un año antes porque en el prólogo de La Mujer Acosta de Samper dice que “tenemos ya preparados

materiales para más de un año” (La Mujer, sep 1 de 1878, n°1, p. 2). Es decir, que aunque se haya hecho pública

su intención hasta 1878, en realidad esa idea la acompañaba desde mucho antes.

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69

que su proyecto intelectual se apoya en los presupuestos de la Regeneración para afianzarse.

Después del Concordato de 1887,

[e]n Colombia se implant[ó] el régimen de cristiandad, donde el Estado facilitó la labor de la

institución eclesiástica e, incluso, le legó funciones que directamente le competían a él, como

la supervisión de la educación pública, el control poblacional, el control del estado civil, y

los libros parroquiales, indicando la relación directa entre nacionalidad y religión, entre otros.

(Cortés, 2011, p. 44)

Estos cambios permiten precisar que el papel que Acosta de Samper asignó a la mujer

a lo largo de su trayectoria intelectual, después del cambio de hegemonías en 1880, se

consolidaba dentro de estos postulados de la Regeneración. La mujer, encargada de educar a

sus hijos, debía poseer estos valores cristianos, así como que sirvieran para moralizar y

cristianizar la sociedad (Colombia Ilustrada, p. 129). Para 1889, momento en que el texto de

Soledad Acosta de Samper sale a la luz, la mujer en Colombia ya había sido objeto de varias

disputas y debates entre liberales y conservadores70. Su función se había transformado a lo

largo del tiempo de acuerdo a quienes sujetaban el poder e impartían las leyes (Céspedes,

2018, p. 175). Según la autora, para 1889 “[e]l hispano-americano, más adelantado en esto

que el español, su antepasado, ve en la mujer algo más que ‘una virgen en una iglesia’” (p.

129). En otras palabras, la personificación femenina, según ella, ya no estaba ligada a

actitudes pasivas, sino que se le reconocía una función más activa dentro de la sociedad. La

Virgen ya había bajado del pedestal para ofrecer sus manos como herramienta de

construcción y elaboración de una nación.

Se ha notado que en todas las Repúblicas que se formaron después de la Independencia se ha

tratado desde su principio de dar á la mujer una educación mejor y un papel más amplio en

la vida social. Los Gobiernos han hecho grandes esfuerzos para redimirnos de la situación

secundaria, y no diremos secundaria sino ínfima, á que nos condenaban las costumbres

coloniales, hijas de las españolas. (Colombia Ilustrada, p. 129)

Así pues, la mujer era reconocida como ciudadana (aunque no legalmente)71,

miembro de un país que necesitaba desligarse de las estructuras patriarcales hijas de las

70 Para revisar las opiniones sobre la mujer durante la hegemonía liberal, una referencia acertada es Una sesión

solemne de la Escuela Republicana de Bogotá (1850). Por otro lado, para ahondar en las posturas conservadoras

con respecto a la mujer, se puede revisar el discurso dado por Rafael Núñez al Consejo de 18 delegados del

partido Liberal y el Conservador (1885) y su texto La reforma política (1887). 71 Para más información sobre los derechos adquiridos por la mujer durante el siglo XIX en Colombia revisar

El ‘Bello Sexo’ y la familia durante el siglo XIX en Colombia (1993) escrito por Suzy Bermúdez.

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70

españolas con el motivo de conseguir un papel más visible dentro de la sociedad. Este lugar

apartado de la realidad social y del progreso nacional al que estaban condenadas las mujeres

por las instituciones asentadas después de la conquista, se comenzó a resignificar después de

que se le otorgara mayor visibilidad dentro de ciertos círculos sociales. Sin embargo, Acosta

de Samper todavía percibía cierta infantilización de la mujer, esa eterna minoría de edad de

la que ya nos ha hablado. Al respecto dice que “[e]ntre nosotros aún se mira á la mujer como

á un ser inferior, como á un niño, y se la elogia cuando se eleva un poquito sobre la medianía

con una exageración que abochorna” (p. 129), mejor dicho, cuando hay algún acto digno de

mérito se le celebra casi “como una rareza fuera de lo natural” (p. 129). Según Acosta de

Samper, la mujer debía hacer caso omiso a estos “elogios pasajeros” (p.129) y encargarse de

“[l]a moralización de estas sociedades agriadas y enconadas por largas series de revoluciones,

de desorden y de malos gobiernos” (p. 130). La escritora denuncia un país cansado y

agobiado por las guerras civiles a lo largo del siglo XIX y retoma no solo su desacuerdo con

algunos postulados liberales de la hegemonía anterior –como la separación Iglesia y Estado–

, sino el fracaso del intento de modernización de Colombia. La moralización de esta sociedad

colombiana se había visto ensombrecida por la cantidad de guerras que la habían azotado,

cambios infructuosos –algunas veces–, discordias que dividían y fragmentaban el imaginario

nacional y, por último, la ausencia de la Iglesia en algunos de los procesos más importantes

que atravesó la nación.

Con este panorama, en donde para Acosta de Samper la mujer ya tenía una misión

más cercana a su visión de mundo, la mujer escritora debía ir más allá: ocupar ese lugar

público de manera crítica, porque el fin de la mujer escritora, al ser capaz de reflexionar sobre

su condición histórica y posición social, es “difundir buenas ideas en la sociedad, deberán

salvarla y encaminarla por buena vía” (p. 130). Salvarla de caer nuevamente en la tentación

de “las enseñanzas a la moderna” (La Mujer, nov 1 de 1879, tomo III, n° 27, p. 66). Entonces,

¿qué propone Acosta de Samper? Al respecto podríamos decir dos cosas. En primer lugar, la

escritora censura sigilosamente tanto las propuestas políticas que, según ella, encaminaban

la nación tanto a lo que llama decadencia moral como a la idea de separar la Iglesia de la

educación y de la sociedad. En segundo lugar, podríamos decir que la autora le encarga a la

mujer escritora la titánica labor de “crear una nueva literatura”, es decir, crear una literatura

nacional que responda a las necesidades e imaginarios en el período de la Regeneración. Esta

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71

mujer escritora debía escribir una literatura que resaltara las costumbres americanas,

“doctrinal, moralizadora, artística, provechosa para el alma” (p. 130), debía asumir no solo

un compromiso social, sino también con la moral cristiana dentro del campo intelectual y

cultural. En el siguiente capítulo, responderemos en un primer momento estas dos preguntas

que darán paso al análisis de Laura e Historia de dos familias, las novelas que escogí para

estudiar el desarrollo de la visión de mujer que tenía la autora y que le asignó por medio de

su producción literaria.

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72

2. La escritura novelesca y el proyecto intelectual de Soledad Acosta de Samper

En Europa, a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, comienzan a gestarse

algunos cambios en torno a la cultura. Se origina en Europa el Romanticismo, este

movimiento cultural que surge como reacción ante la Ilustración y el Neoclasicismo. Este

Romanticismo europeo consistió en “identificar al sujeto del objeto, de reconciliar al hombre

y la naturaleza, lo consciente de lo inconsciente” (Wellek, 1968, p. 168). Sin embargo, el

Romanticismo que se ancló en Latinoamérica tenía matices diferentes72. Ángel Ocampo nos

dice que

Rousseau signó el romanticismo europeo como una corriente centrada en la intimidad y

sublimación del Yo. De aquí que el amor gravite en lo individual; en soledad, se disfruta o

padece del sentimiento amoroso, el enamoramiento. Esta soledad es renuncia a todo contacto

humano; en particular, a todo lo que posea una impronta social. Al transitar este camino,

finalmente se renuncia al ser amado: está enamorado simplemente del amor. El otro, el objeto

amado y objeto de su amor, resulta ser un pretexto. En esta soledad, el único espacio vital

que le queda al amor es la naturaleza. Ahí el genio creador del subjetivismo exacerbado y el

individualismo absoluto, se ponen por encima de toda razón y estética. Este confín se

convierte así en motivo de amor, deleite y gozo. Canta a la naturaleza porque es fuera de la

sociedad donde encuentra la posibilidad de realización de sus anhelos. (2013, p. 147)

Entonces, la naturaleza para los románticos europeos se convierte en ese lugar idílico,

sinónimo de libertad, en donde habitan las virtudes humanas, lejos de la decadencia moral y

social de las ciudades, de las grandes metrópolis de las que alguna vez se creyó que eran el

espacio ideal. Por su parte, en el Romanticismo latinoamericano acudir a la naturaleza (la

selva, el campo) es sinónimo de una preocupación por lo que acontece en las ciudades y

“[m]ás que un desprecio –como en el caso europeo– este romanticismo constituye un lamento

por la desastrosa y, sobre todo, confusa y caótica situación social” (p. 148). Es sinónimo de

un distanciamiento crítico de la decadencia europea que comenzaba a perforar en la cultura

latinoamericana después de las luchas independentistas. Más allá de lo que dice la académica

Jean Franco (1986), que “en Hispanoamérica el romanticismo había significado nostalgia de

la estabilidad, de la seguridad de la fe católica y del sistema tradicional de jerarquías sociales”

72 A este respecto hay un artículo escrito por Ángel Ocampo (2013) que retrata sintéticamente las diferencias

entre el Romanticismo europeo y el Latinoamericano: El romanticismo en la identidad latinoamericana, y dice

lo siguiente: “Lo que la Ilustración representó para Francia, al cruzar el Océano, se invierte para los pueblos

latinoamericanos. Lo que allá se proclamó como libertad, aquí se convirtió en esclavitud. Tanto Noam Chomsky

como Franz Hinkelammert han desarrollado este fenómeno de la modernidad en el que se pretende que la

esclavitud es libertad, la guerra paz y la intolerancia tolerancia” (p. 147).

Page 73: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

73

(p. 134), significó la forma que encontró Latinoamérica para reconstruir sus Estados Nación

después de haber conseguido la Independencia: expresar, crear, inventar por medio de la

novela romántica una interioridad no del sujeto, sino de la nación americana, de esos

interrogantes que iban apareciendo poco a poco. En resumen, el Romanticismo como una

visión de mundo, una actitud ante la vida.

Acosta de Samper enmarca algunos de sus textos literarios dentro del esquema

romántico latinoamericano. Dolores (1867), su primera novela, se trata de una mujer de clase

alta llamada Dolores, igual que el título de la novela. Dolores contrae lepra después de haber

tocado a su padre –quien estuvo escondido en la selva sin que nadie, solo su tía Juana, lo

supiera–. Después de que Dolores conoce que ha contraído la enfermedad del lazarino, decide

irse a la selva para que nadie se contagie de la enfermedad que es portadora ni vea su

degradación física. En esta novela, tal como acertadamente lo analiza Felipe Martínez Pinzón

en su artículo “El reto de narrar la nación. Soledad Acosta de Samper y su generación en

torno a 1867” (2016), la selva es representada por la escritora “como un lugar de refugio y

como lugar de lectura y escritura” (p. 126) y como un lugar de contacto, pues “la selva de

Dolores será a un tiempo espacio sublime-religioso, pero también un lugar profusamente

habitado por personas que vienen de otras partes buscando refugio” (p. 126).

Esta forma de configurar la novela le permite a Acosta de Samper voltear la mirada

a las circunstancias nacionales y preguntarse sobre el mestizaje. En ese sentido, la escritora

propone, como dice Martínez, “una civilización con prescindencia precisamente de quienes

debían administrar la civilización en el trópico: los blancos” (p. 122). Dolores, esta mujer de

cutis níveo, de modales envidiables y heredera de alguna riqueza, está enferma. Su piel blanca

comienza a mancharse, su estado físico se agrieta y se desgasta; mirarla sería como mirar un

monstruo. La blancura, característica que antes se había pensado como sinónimo de pureza

y civilización, se había desvanecido en el trópico. Con el tiempo, cada vez más esta

decadencia de la blancura de Dolores era innegable, así como la decadencia moral de las

ciudades europeas que Acosta de Samper había señalado desde el principio de sus

publicaciones. Al finalizar la novela, Dolores había muerto. Con el fallecimiento de la

protagonista, y teniendo en cuenta la lectura que hizo Martínez, podríamos preguntarle al

lector que ya leyó la novela, ¿qué significa el hecho de representar la decadencia moral como

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74

una enfermedad terminal?, ¿qué representa la mujer protagonista de esta novela? Dolores

puede ser vista como una analogía de la sociedad colombiana durante la hegemonía liberal,

una sociedad que parece a los ojos de Acosta de Samper huérfana, sin Dios e inocente, como

Dolores. Mientras que la enfermedad del lazarino de la que se contagia la protagonista

después de tocar a su padre ya contagiado, nos permite entender que Acosta de Samper

configura en este padre, varón, una enferma figura de autoridad, de pensamiento, de

transmisión cultural y de expresiones públicas de posiciones políticas que puede ser leída

como una personificación de algunos presupuestos liberales que ella no compartía. Entonces,

¿una vez la sociedad –Dolores– se impregna de esta enfermedad de las ideas modernas –

lepra– está condenada a morir?

Algo parecido sucede con otra novela de Acosta de Samper. En Laura. Novela

psicológica (1870), publicada en El Bien Público, la ciudad se propone como un lugar de

encuentro entre la cultura europea y los criollos liberales mientras el campo se muestra como

un lugar tranquilo, en donde se hallan buenos modales. En esta novela, uno de los aspectos

que problematiza Acosta de Samper por medio de la relación amorosa que sostienen sus

personajes, es la influencia ejercida por la cultura europea en la Constitución del proyecto

nacional. Amadeo, un francés aparentemente con todas las cualidades para contraer

matrimonio con una señorita bien educada y de clase alta, resulta ser un completo bufón que

se dedica a despilfarrar la fortuna de su esposa con Nieves, una mujer poseedora de

características totalmente opuestas a Laura. Amadeo tiene un final ruin y Laura, mujer

respetable y bien educada dentro de las costumbres de la época, se queda sola, respetando el

sacramento del matrimonio, pese a lo funesta que resulta la unión a su esposo.

Aparte de usar el amor y la relación amorosa como un pretexto para problematizar y

reflexionar sobre la unión entre dos culturas con rasgos y búsquedas opuestas (Francia era ya

una nación establecida mientras Colombia continuaba su proyecto de consolidación

nacional), Acosta de Samper utilizó la naturaleza como personaje. La descripción realizada

de los lugares y los cambios climáticos, además de coincidir con los estados de ánimo de

Laura y anunciar una situación futura, tenían un tinte costumbrista. La autora buscó dejar de

lado las narraciones de los paisajes americanos como utopías, al estilo europeo, y se

concentró en describir una naturaleza propia, lugares que ella ya había visitado con

Page 75: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

75

anterioridad. Para Acosta de Samper y en este tipo de romanticismo, la naturaleza no era

únicamente el lugar en donde habitaban los personajes, sino parte esencial de la narración y

del sentir latinoamericano. Era un reconocimiento y descubrimiento de lo propio, sin que

otras culturas, sino los mismos colombianos, nos narraran el país.

La otra corriente que logra encontrarse entrecruzada dentro de la narrativa de la

escritora es el Realismo. El contacto de la autora con este fenómeno cultural se dio gracias a

los viajes con su esposo: “[l]os dos habían vivido y viajado por diversos países de Europa:

Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, España; habían penetrado en diversos círculos

intelectuales europeos, además de haber prestado atención a los movimientos literarios y

haberlos estudiado” (Rodríguez, 2004, p. 59-60). Esto le permitió a Acosta de Samper

encontrarse de cerca con la lectura de varias novelas de los autores europeos realistas –

románticos y clásicos– más destacados: Stendhal, Balzac, Merimée, Charles Dickens, entre

otros73. Este tipo de novela, popular tanto en Francia como en Inglaterra a principios y

mediados del XIX, le permitió unir la literatura con su proyecto intelectual. De acuerdo con

la investigadora Flor María Rodríguez, “Soledad Acosta de Samper empleó la novela social

realista francesa; se concentró en el mundo que la rodeaba y al que conocía; y experimentó

con la conciencia de los personajes que creó” (p. 70). Novelas como Teresa la limeña.

Páginas de la vida de una peruana (1869), Dolores (1869), Laura. Novela psicológica

(1870), Constancia (1871), y algunas más, son el lugar para que la autora exponga no solo la

descripción paisajística de los lugares protagonistas de las narraciones, sino la vida e historia

de una mujer, generalmente de clase alta, letrada, que se encuentra en conflicto; ya sea por

el amor, la decepción, la injusticia, la pasión, la soledad, etc., todos estos sentimientos,

situaciones e imposiciones socioculturales que provocan siempre en el personaje femenino

una crisis de identidad, un desbalance entre el deber ser y lo que quiere hacer.

En Teresa la limeña, por ejemplo, “presenta en su discurso la forma como se

internalizaba y proyectaba la presión de la sociedad limeña atada al estatismo colonial sobre

las mujeres de clases altas a mediados del siglo XIX” (p. 70). Teresa sufre por diversas

73 Dentro de los archivos de Soledad Acosta de Samper se encuentra un libro manuscrito titulado Grandes obras

del espíritu humano, fechas importantes, etc… (s.f.), allí la autora hace un listado con las fechas que ella

considera importantes dentro de la cultura de la humanidad y transcribe citas que probablemente haya usado

para el epígrafe de sus novelas. Se encuentra Víctor Hugo, Balzac, George Sand, André Chénier, Plutarco,

Virgilio, Madame de Stael, Aristóteles, Montaigne, Petrarca, Alphonse Karr, entre muchos otros.

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76

circunstancias, lo que hace que enferme y quede postrada físicamente en una cama y

anímicamente decaída. En algún momento de la novela, Teresa decide levantarse y seguir su

camino. La protagonista toma conciencia de sí misma y esa determinación nos permite

indicar que reacciona contra algunos presupuestos sociales que ataban a la mujer a ciertas

obligaciones, como la vergüenza por decidir quedarse sola después de haber enviudado a los

17 años de edad, y desvanecían su identidad al poner sus necesidades en un plano secundario.

En resumen, la novela realista francesa, como dice Rodríguez, le facilitó las

herramientas para dotar a sus personajes femeninos de razón, y producto de esta, de una

reflexión profunda de acuerdo a su estado social dentro de un sistema patriarcal. Igualmente,

acompañando siempre la narración, Acosta de Samper insertaba una crítica con respecto a

las posibilidades que tenían o no estas mujeres de la clase letrada, pues una de las

particularidades de este tipo de escritoras era que “se preocupaban de que sus novelas

representaran las desgracias que sufrían las mujeres por su condición social subyugada” (p.

69). Esta representación dada por medio de la novela realista, era también una actitud de la

autora frente a lo que llamamos realidad. Acosta de Samper buscó siempre representar las

costumbres nacionales lo más parecido posible a lo que “eran”. Así mismo, las características

de la novela realista, la romántica y la costumbrista se unían en la obra literaria de la autora

con el propósito de crear, como dice Acosta de Samper,

[u]na literatura sui-géneris, americana en sus descripciones, americana en sus tendencias,

doctrinal, moralizadora, artística, provechosa para el alma, una literatura tan hermosa y tan

pura que pudieran figurar sus obras en todos los salones; que estuvieran en manos de nuestras

hijas; que elevaran las ideas; que instruyeran y que fueran nuevas y originales como los países

donde hubiesen nacido (…). En esta literatura de nuestros ensueños no se encontrarían

descripciones de crímenes y escenas y pasajes que reflejaran las malas costumbres importadas

a nuestras sociedades por la corrompida civilización europea; pues digan lo que quieran los

literatos de nuevo cuño, la novela no debe ser solo la descripción exacta de lo que sucede en

la vida real entre gentes de mala ley; la novela puede interesar á pesar de ser moral, y debe

pintar gráficamente la existencia humana y al mismo tiempo ideal, lo que deberían ser, lo que

podrían ser los hombres y las mujeres si obraran bien. (Colombia Ilustrada, p. 130)74

En conclusión, las características de los tres tipos de novelas anteriormente

mencionados se ponen al servicio de Acosta de Samper para representar de forma subjetiva,

naturalmente, las costumbres nacionales, los sucesos diarios, las condiciones de existencia

74 Cursivas de la autora.

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77

de los personajes representados, los privilegios de los individuos y, principalmente, su propia

experiencia con respecto a la vida colombiana, después de haber presenciado tantas guerras

civiles y cambios de gobierno. La escritura de sus novelas indica no solo una comprensión

histórica de la realidad, sino un fuerte deseo por incidir en la realidad colombiana de su época.

Por tal razón, que Soledad Acosta de Samper permitiera a las lectoras y lectores pensarse a

la mujer como un agente social, capaz de generar algún cambio y beneficio dentro de las

estructuras políticas, sociales y culturales, no solo explica la intención de su obra dentro del

campo cultural y su papel dentro del campo intelectual, sino que declara su toma de posición

ética frente a la vida y a las circunstancias.

Hasta aquí hemos revisado distintos escritos, ensayos y traducciones de Soledad

Acosta de Samper, aparecidas desde 1858 hasta 1880, en función de mostrar su aporte al

campo intelectual y cultural colombiano. Este se puede sintetizar en un proyecto social que

contempla las funciones sociales de la mujer en la construcción de la nación. En este

apartado, mi propósito es dilucidar la manera como el proyecto literario, novelesco, de

nuestra autora le permite consolidar su proyecto social, es decir, la integración de la mujer

neogranadina en la vida política, social y cultural del país.

Teniendo en mente que el protagonismo de sus novelas que decidí estudiar en esta

investigación lo tienen los personajes femeninos, ¿sobre qué aspectos de la condición de la

mujer recae la atención de Soledad Acosta de Samper?, más allá de las diferencias biológicas,

¿qué representan los personajes femeninos?, ¿qué propuesta de agencia con respecto a la

mujer neogranadina hay detrás de su proyecto estético?, ¿cuál es la función de la mujer

letrada y el de la mujer de clase baja? Para cumplir con este fin, analizaré dos novelas de

Acosta de Samper. En primer lugar, está Laura, novela psicológica publicada en 1870 en El

Bien Público bajo el seudónimo de Aldebarán. Por medio de esta novela mi interés es

evidenciar la posición que tenía Soledad Acosta de Samper con respecto a la instrucción

religiosa y al papel social que cumple la mujer que cumple cierto tipo de instrucción. En

segundo lugar, está Historia de dos familias: novela de costumbres nacionales publicada en

1880 en La Mujer, bajo el seudónimo de Olga. El análisis de su trama novelesca y ciertos

personajes me permitirá analizar y mostrar cuáles son las problemáticas, preguntas y

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78

posibilidades de desarrollo que muestra la autora con respecto a la mujer tanto a sus lectores

y lectoras como a la élite letrada nacional.

2.1. Soledad Acosta de Samper ante la instrucción religiosa

Por lo general, las protagonistas de las “novelas psicológicas” de Soledad Acosta de

Samper, como las llama ella misma, son mujeres de condición social y económica alta, han

sido educadas según los parámetros de la época. Este género novelesco, que en Colombia no

ha sido estudiado a profundidad, es descrito por la crítica como un énfasis en la

caracterización interior de los personajes, en donde se destaca no solo su estado de ánimo,

sino sus conflictos psicológicos (Witt, 2011, p. 18). El monólogo interior, las confesiones,

las epístolas y los diarios íntimos son las herramientas que usa el escritor para este propósito.

En las novelas psicológicas de Soledad Acosta de Samper se encuentran algunos de

estos recursos. En Dolores (1867), por ejemplo, el personaje principal discurre sobre su

pensamiento y emociones por medio de cartas que le envía a su primo. A través de estas

conocemos su estado de salud, sus tribulaciones internas y sus tristezas. Sin embargo, en

estas novelas psicológicas, la mayoría de los recursos estéticos usados por Acosta de Samper

se encuentran hilados a una crítica profunda al país y a una propuesta de nación. La elección

de las situaciones ficcionales, la descripción de algunos lugares y la representación de

distintas costumbres (como las populares y de comportamiento) le ayudan a la autora a

integrar dentro de su crítica los elementos de la novela psicológica. Para este apartado, escogí

analizar algunos aspectos de Laura, novela psicológica porque en la trama aparentemente

sencilla de la novela, se esconde la complejidad de un proceso histórico-social que afectó al

país a lo largo del siglo XIX: la educación religiosa e intelectual colombiana.

En Laura, la conciencia histórica de Acosta de Samper hace evidente la intención de

realizar una valoración estética, así como histórica, de los cambios que se efectuaron en la

educación con la llegada de los presupuestos liberales y la vida republicana al país y, más

que todo, de las consecuencias provocadas por los cambios tan abruptos a los que se vio

expuesta la nación. Antes de 1863, desde la Guerra de los Supremos, el ala conservadora

estaba aliada a la institución católica, y su proyecto era formar una nación en los valores

promulgados por el catolicismo, por tal razón, el poder sobre la educación nacional le fue

concedido a la Iglesia. A partir de la Guerra Civil de 1860, la Iglesia queda con un lugar poco

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79

favorable dentro de las instituciones de poder (Loaiza Cano, 2011, p. 148). Hechos como la

expulsión de las monjas de sus conventos por orden presidencial el 6 de febrero de 1863 y la

negación del clero de firmar el juramento condicional ese mismo año, que consistía en

reconocer al Estado como autoridad legítima y obedecer sus órdenes, afectaron directamente

la educación nacional. La novela de Acosta de Samper hace referencia directa a la separación

entre Iglesia y Estado y al conflicto que esto supuso en las consciencias que fueron parte de

la sociedad. En este sentido, esta referencia directa a la historia le permite a la autora ubicar

a su lector o lectora dentro de un marco enteramente actual, una problemática de su época, y

le invita a hacer una serie de reflexiones desde una perspectiva histórica más amplia que

consiste en preguntarse: ¿son adecuados para el país los presupuestos ideológicos tomados

por los liberales de las naciones europeas?, ¿qué sucedió en la conciencia individual y la

colectiva después de la Constitución de Rionegro?, ¿con las reformas liberales se

implementaron realmente las libertades individuales?, si es así, ¿quién quedó a cargo de la

educación de los niños y niñas?, ¿en qué medida la filosofía positivista, que hasta 1863 había

sido prohibida por la Iglesia, ayudó al progreso intelectual y moral de los ciudadanos?, y, por

último, si se tienen como principios la universalidad y la apertura, ¿cuál es el papel de la

mujer perteneciente a la élite dentro de esta nueva propuesta de desarrollo nacional?

La novela nos permite navegar por cada una de estas preguntas. El hecho de que

Laura, la protagonista de esta novela psicológica, sea una mujer “alta, esbelta, elegante, de

modales finos y palabra elocuente y culta” (2013, p. 34) que se enamora perdidamente de un

francés sin conocerlo bien, Amadeo Montiel, “que tenía los cabellos rubios, ojos azules,

barba oscura y poblada, estatura gallarda y una mirada audaz” (p. 34), es el primer gran

pretexto formal de la autora para mostrar a sus lectores que una persona no educada de forma

integral, en otras palabras, que no haya recibido educación religiosa además de la intelectual,

podía perder el control sobre sus deseos, su voluntad y su vida ante circunstancias que se

presentaban como atractivas, desencadenando una vida llena de tristeza.

Este enamoramiento, que viene siendo una de las variables comunes de la novela

sentimental: la mujer de provincia (o criada en ella) encuentra el amor en los ojos de un

extranjero75, le facilita a la autora manifestar una toma de posición con respecto a los

75 Lo mismo pasa en Dolores.

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preceptos europeos adoptados por los liberales de Colombia, pero particularmente con

respecto a las propuestas educativas hasta 1870. En las escuelas enseñaban a los niños a rezar,

memorizar o recitar, pero no a leer y a escribir. Estos pequeños lugares estaban presentes

únicamente en las grandes ciudades y la educación también se había visto afectada con las

continuas guerras civiles. El gobierno liberal apuntó por la propuesta educativa más

ambiciosa que se había impulsado hasta ese momento en el país: una educación laica y

gratuita, con el fin de promover una instrucción enfocada en lo racional y dejar de lado lo

religioso (Loaiza, p. 203). Las ideas librecambistas y las políticas no-intervencionistas le

restaron completamente el poder a la Iglesia en casi cualquier ámbito social. Algunos

dirigentes liberales, convencidos por la urgencia y la necesidad de una educación nacional,

en 1867 expidieron una ley que dio origen a la Universidad Nacional de Colombia, y en 1870,

promulgaron el DOIP, en el que declararon la gratuidad y obligatoriedad de la educación

infantil (niños y niñas entre 7 a 15 años) y, por último, la creación de las escuelas normales

para la formación de maestros y maestras en todos los estados.

Hasta ese momento, en donde al parecer la tasa de analfabetización en Colombia

superaba el 90%, el DOIP prometía ser un plan completo para escolarizar la nación.

El decreto tuvo el propósito de organizar en todos sus aspectos, hasta en los más minuciosos,

el sistema nacional educativo. Estableció tres grandes sectores de acción: enseñanza,

inspección y administración. El decreto está impregnado de la ideología que acuñé la

burguesía europea en su etapa ascendente y de madurez. Prohíbe las discriminaciones raciales

y sociales, prescribe principios de formación moral como el amor a la justicia, a la patria, a

la humanidad, la frugalidad, la tolerancia, la moderación y en general, como dice el texto, “el

cultivo de todas las virtudes que son el ornamento de la especie humana y la base sobre que

toda sociedad libre” (Jaramillo, 1980, semestre I, n 5, p. 1).

Sin embargo, a pesar del consenso que existió entre las élites conservadoras y

liberales sobre la importancia incorporar prácticas culturales y científicas que llevaran al país

a su inserción en la modernización, entre otras, implementar un programa educativo que

permitiera orientar a Colombia hacia ese horizonte, algunas medidas impidieron que el DOIP

fuera bien acogido por un considerable sector poblacional (Loaiza, p. 457). El hecho de que

el Decreto no estableciera como materia obligatoria dentro del currículo la enseñanza de la

religión, hizo que algunos sectores conservadores y religiosos sintieran que el Decreto fue

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81

un malévolo plan que pretendía expulsar completamente la fe católica del país76. Pero

algunos intelectuales, como es el caso de Acosta de Samper, que no se encontraba afiliada a

ningún partido, decidieron manifestar por medio de sus escritos una posición clara al

respecto. Por esta razón, propongo la relación amorosa de los dos personajes de la novela,

Laura y Montiel, como una reacción ante los preceptos liberales europeos adoptados por los

gobernantes liberales de Colombia en materia de educación. Debido a que las influencias que

marcaron a la élite letrada criolla fueron inglesas y francesas, estos personajes podrían

pensarse como una analogía del contacto entre lo nacional (la conservación de lo propio) y

lo extranjero (ideas modernas que para la autora tenían que ser cuestionadas antes de

adaptarlas a las circunstancias particulares socio-históricas del país).

Esta forma de configurar la novela pone a la autora en una perspectiva histórica no

solo en relación con la reciente propuesta de los liberales sobre la educación, sino con

respecto a las demás importaciones de corte cultural y moral que llegaban al país. En este

sentido, por medio de la relación amorosa entre Laura y Montiel, las preguntas de nuestra

autora para la vida republicana en Colombia serían, ¿existe realmente un compromiso ético

por la libertad individual?, ¿la ausencia de la instrucción religiosa ordenada por el Estado no

es una forma de censura?, ¿la importación cultural e intelectual de Europa por los gobernantes

encajaba con las necesidades de la nación?

Presentar la unión de Laura y Montiel como una analogía de la situación nacional es,

además, adentrarnos en las características que componen a cada personaje, a cada nación.

Montiel fue presentado, en un principio, como un sujeto lleno de virtudes y de novedades

ante los ojos de Laura, mujer acostumbrada a lidiar con hombres de provincia bien educados,

pero, al parecer, sin ningún atractivo. Hasta ahí, Soledad Acosta de Samper utiliza varios

lugares comunes de la novela de amor: dos individuos se conocen en una torpeza accidental

–en este caso la caída de Laura– y quedan profundamente flechados el uno del otro. Incluso

juega con las expectativas de los lectores y lectoras al preparar ese encuentro que se supone

terminaría en una gran historia de amor y romance, pero en el caso de Laura, nos deja pistas

sobre una posible y eventual desgracia en la vida de su protagonista. Su interés se vuelca,

76 En el texto “Escuelas masónicas” (La Caridad, Bogotá, 15 de julio, 1875, p. 555-558) se encuentra una clara

posición frente a los artículos propuestos en el DOIP.

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entonces, en describir ciertos rasgos que notaba en la cultura europea y que, según su

percepción personal, son distintos a los que se esperan en una sociedad moral e

intelectualmente modernizada y civilizada.

Montiel, este francés que parecía tener todas las cartas a su favor, esconde ante Laura

sus verdaderas intenciones. En la configuración de la novela, hay un movimiento voluntario

de Acosta de Samper por darle al lector un narrador que anticipa los hechos y, entre otras

cosas, el objeto real de la unión matrimonial: Montiel tiene una mujer en Bogotá llamada

Nieves a quien quiere complacer y mantener con el dinero que conseguirá del matrimonio

con Laura. Entonces, el hombre dulce, cariñoso y atento que había robado su corazón tiempo

atrás, había desaparecido. En su lugar, Acosta de Samper delinea las verdaderas

características morales y éticas de Montiel: la avaricia, la ambición y la mentira. Esto, para

la autora, era la consecuencia de una sociedad que había olvidado implementar la instrucción

religiosa como parte importante del esquema educacional.

Desde Revista parisiense, Acosta de Samper continuamente nos dice que para ella,

Francia, como consecuencia de la falta de intervención por parte de la Iglesia en los asuntos

estatales, se encontraba en un período de decadencia moral y que eso, eventualmente, había

llegado también a impregnar la nación. Los valores que refleja Montiel en la novela son

totalmente incompatibles con los de Laura. En esta mujer, la autora evidencia un conflicto

interior resultado de este hecho irreconciliable, pues ella nota que no es el hombre que creía

ni la unión que esperaba. En este sentido, Laura es también una toma de posición de Acosta

de Samper con respecto al “debate de la hispanidad” (Padilla, 2008). Laura y Montiel,

quienes parecen ser bastante compatibles por sus modos de vida, su fisionomía y su clase

social, llegan a ser como el agua y el aceite. Los lugares de donde provienen cada uno

(Colombia y Francia), aunque parecían tener varios aspectos ideológicos en común, ya que

los intelectuales adoptaban ideales europeos, son realmente distintos. Los liberales del país,

al querer separarse completamente de la tradición española, se anclaron a otras tradiciones

europeas, entre esas la inglesa y la francesa. Esto provocó que los neogranadinos optaran por

imitar ciertos preceptos que desembocaban en una sociedad “liberal, protestante y laica” (p.

51) y que, además, quisieran ser determinados por “el comportamiento político, social,

económico, religioso, ético y moral” (p. 51) de las llamadas naciones civilizadas. Sin

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embargo, Soledad Acosta de Samper no solo usa la relación entre Laura y Montiel para

reflejar una incompatibilidad entre las influencias europeas importadas dentro del proyecto

liberal y las necesidades sociales, políticas, religiosas y morales del país, sino para evidenciar

una incomprensión por parte de los gobernantes y letrados de las particularidades nacionales

y diferencias con respecto a las sociedades europeas. La posición que toma la autora con

respeto al “debate de la hispanidad” es el conservar ciertas tradiciones, entre esas la católica,

porque para ella, con la separación entre la Iglesia y Estado en el país, se perjudicaba y

degradaba aún más la sociedad, dejándola cada vez más lejos de ese ideal civilizatorio y

moderno.

Acosta de Samper se preocupa por hacer observar que los valores provenientes de

Montiel, hijo de una sociedad liberal y laica, quien se burlaba de su esposa por creer “en

todas esas monadas” (Acosta de Samper, 2013, p. 49) como la religión, no coincidían con su

propuesta de sociedad hasta ahora en construcción. La autora reflexiona críticamente ante

tales sucesos (como lo había hecho en textos periodísticos anteriores). Se pregunta, pues,

¿cuál es la educación moral que ofrecía el gobierno liberal?, ¿en una sociedad laica también

se respetan las creencias religiosas?, ¿la sociedad colombiana está preparada para una

transformación mental radical y un desprendimiento de la tradición? Ella estuvo a favor de

ciertas ideas consideradas liberales como la industrialización, otorgar a las mujeres un lugar

en las escuelas, permitirles ganar dinero por medio de su trabajo, pero en lo que nunca estuvo

de acuerdo –y se encargó de demostrarlo casi en cualquier texto que publicó– fue en ese

principio liberal mosquerista de no querer ver al “clero influyendo [ni] en política” (Molina,

1970, p. 17-18) y mucho menos interviniendo en materia educativa77.

A partir de lo anterior podemos decir que la autora propone la blancura (raza) europea

como decadencia moral, así como en Dolores. Al ser Colombia una sociedad en construcción,

el tipo de cuestionamientos a nivel individual y social se acercaban a preguntas como:

¿quiénes somos?, ¿en qué queremos convertirnos?, ¿qué aspectos queremos adoptar de otras

sociedades?, a las que Acosta de Samper, por medio de la elaboración de ambos personajes,

77 La “cuestión religiosa”, es decir, la separación entre la Iglesia y el Estado tenía dos variantes: Mosquera, por

un lado, quien con un regalismo tipo borbónico “buscaba reglamentar y controlar las actividades de la iglesia”

(p. 97) estaban los radicales, quienes matizaron el asunto al oponerse “a la preponderancia de la Iglesia a nivel

nacional e internacional, a que la Iglesia y el clero ocupen un lugar privilegiado en la sociedad” (p. 97), pero

estaban a favor de la libertad religiosa que incluía, evidentemente, a la Iglesia Católica.

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buscaba darles una respuesta. Hasta 1870, la autora había mencionado en sus novelas y

artículos ciertos rasgos que ella veía como costumbres pertenecientes al país. En algunos

casos habla sobre las fiestas populares y recurrentes en los pueblos, los trajes, los modales de

la clase alta, el lugar que ocupaba el hombre y la mujer en la sociedad. Su proyecto intelectual

y novelesco estuvo encausado en darle respuesta a esa última gran interrogante sobre cuáles

son las influencias pertinentes que debían ser tenidas en cuenta por los gobernantes y que, de

una u otra forma, tenían alguna incidencia en el país. Teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora

sobre el desacuerdo de Acosta de Samper con respecto a las políticas educativas

implementadas en el país (DOIP), Laura se convirtió en un motivo para interrogar al Estado

y a la sociedad sobre la importancia de la educación en la vida del sujeto, especialmente en

la de una mujer, pero, ¿qué tipo de educación?, ¿por qué concentra su crítica en la educación

femenina y no en la instrucción en general?

Laura, novela escrita y publicada en plena hegemonía liberal, involucra al lector en

una serie de reflexiones sobre la voluntad –posibilidad de decisión– femenina y la educación.

En 1870, año en que salió Laura en El Bien Público, el General Eustorgio Salgar subió a la

presidencia (1870-1872). Para esa época, la escolarización femenina se materializaba con la

creación de escuelas normales (Zuluaga Garcés & co., 2012, p. 140). Soledad Acosta de

Samper sabía que el tipo de educación impulsado para las mujeres durante esta época tenía

que ver con algunos ramos de las ciencias, literatura, dibujo, higiene, economía doméstica,

manualidades, entre otros (p. 153). Pero para ella, el elemento esencial en la educación de

todo sujeto estaba ausente. La enseñanza de la religión llegó más adelante, durante la

Regeneración78.

Con Laura, la autora se propone mostrar que aunque una mujer sea instruida en la

parte intelectual, sin educar el espíritu no sabrá de qué forma enfrentarse a las tempestades

de su propia vida, controlar sus deseos y caprichos más profundos y no podrá sino ceder su

voluntad a los intereses de otra persona. Laura, dice en la novela, era una muchacha “[p]oco

78 Cuando Colombia entra a la época de la Regeneración “la enseñanza de la religión se hace obligatoria,

aparecen nuevos ramos como la historia sagrada y la urbanidad, se mantienen algunos de los antes mencionados

y se dispone que en las escuelas de niñas, además, se debe enseñar costura, bordados, tejidos y corte de trajes

(Decreto 99 de 1886, 17 de febrero, por el cual se organiza interinamente la instrucción pública). Tanto los

niños como las niñas deberían asistir a las escuelas de lunes a sábado de 7 de la mañana a las 2 de la tarde”

(Zuluaga Garcés & co., 2012, p. 153).

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aficionada a todo lo que fuese estudio serio” (Acosta de Samper, 2013, p. 32). Dedicó su

etapa temprana a “las obras de arte: al dibujo (…), a la música (…), y a obras de costura y

flores de mano” (p. 32). Laura era una mujer que lo tenía todo, recibió instrucción en arte y

en algunos oficios prácticos. Acosta de Samper apoyaba este tipo de educación para la mujer.

En repetidas ocasiones mencionó la importancia de instrucción intelectual y práctica

femenina en el proyecto de construcción nacional. Abogó, además, por una independencia

económica, emocional y social para la mujer.

Acosta de Samper, con la representación de la vida de Laura, pretendía señalar lo que

para ella serían las consecuencias de dejar a la Iglesia sin intervención en ningún aspecto de

la sociedad. Por esto, traer el tema de la cuestión religiosa en este apartado se hace

obligatorio, porque tal como lo indica Iván Padilla, la cuestión religiosa “fue algo más que

una simple posición de partido a la hora de modernizar las instituciones heredadas de la

colonia” (2008, p. 96). Debe entenderse entonces como “una crisis de conciencia que no solo

afect[ó] las creencias religiosas de los neogranadinos, sino también su identidad” (p. 96).

En un principio, esta crisis de conciencia que se produce en Acosta de Samper la llevó

a cuestionarse sobre la supuesta incompatibilidad entre las propuestas liberales y la religión,

pero, como lo he manifestado a lo largo de este apartado, Laura, en particular, es la pregunta

por las consecuencias de una educación laica. La propuesta central de la autora con respecto

a la educación, en particular la femenina, fue abogar por una instrucción integral, que le

permitiera formarse en asuntos intelectuales, prácticos y religiosos, en este sentido, la mujer

sería la portadora de lo que ella consideraba buenas costumbres y transmitirlas de generación

en generación como las tradiciones, así como ejercer una parte activa dentro de la sociedad.

Para Acosta de Samper era la mujer quien debía encargarse de la educación religiosa, porque

al estar a cargo de la casa y de la crianza de los hijos, inculcaba todos los valores heredados

de la tradición católica. Por esta razón, podemos pensar a Laura como un reflejo de esa crisis

de conciencia en la autora en el sentido de que la completa ausencia de su madre la marca

para siempre. En el álbum de recortes hecho por Acosta de Samper, Cuadros y artículos (s.f.),

hay un artículo titulado Misión de la mujer, allí la autora dice que

a las madres de familia pertenece el privilegio de conservar el honor de la familia, la fortuna

del esposo, la salud física y moral de todos los miembros de la familia, (…) Educar el corazón

y el espíritu de sus hijos, infundiéndoles hábitos de orden y amor a la ocupación, (…) y por

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último agradar a todos, ganándose los corazones a fuerza de gracia, previsión, arte, buen gusto

y tacto. (p. 35)

La figura materna en la vida humana, no solo de la mujer, sino de cualquier individuo,

es, según la autora, una luz, una guía en el camino, la portadora de la tradición religiosa, es

decir, quien lleva en su interior los preceptos morales para impartir a sus descendientes. Si lo

miramos desde esa perspectiva, la identidad de Laura se ve trastocada por la ausencia de su

progenitora, quien no pudo infundir en ella ningún tipo de hábito o preocupación espiritual.

La mujer, la madre, encargada de la conservación de un orden moral, no estuvo presente en

los años más importantes de la educación de Laura, ni tampoco después (no se sabe qué

sucedió con ella). Lo que dejó su inexistencia fue un vacío espiritual en el corazón de su hija.

Laura no tenía confidente, su carácter idealista le hacía vivir “en un mundo ideal (…).

[Además], Amadeo se había enseñoreado de su voluntad de tal manera, que la incauta niña

le entregó su alma y albedrío” (Acosta de Samper, 2013, p. 41). La novela nos permite ver

que como consecuencia de la ausencia de la madre, la crisis de identidad que se produce en

Laura es por la ausencia de Dios. Pero como toda sociedad patriarcal tiene su jerarquía,

¿quién era entonces el guía en la vida de Laura?

La relación paternalista que la protagonista establece no es con la Providencia, sino

con su padre. Laura, esta niña delicada y dulce, está sujeta a la voluntad de don Justo, quien

no había puesto a Dios en el corazón de su hija durante la crianza, sino que se encargó de

brindarle, por un lado, una educación distinta a la religiosa y, por el otro, todas las

comodidades materiales que le permitió su lugar en la sociedad. Laura se encontraba marcada

por el carácter sumiso que debía caracterizar a una mujer en la sociedad del siglo XIX

(Alzate, 2016, p. 24). Por esto, no solo le heredó a Amadeo su fortuna, sino que, al casarse

con él, le entregó su voluntad. En definitiva, Laura no fue dueña de sí misma, sino hasta que

decide separarse de Amadeo.

Si consideramos a Acosta de Samper como un sujeto que evalúa críticamente las

disonancias y diferencias de su axiología frente a las de la sociedad representada, es evidente

que por medio de la configuración del material novelesco, los discursos, los personajes y las

situaciones, plantea las contradicciones históricas y sociales a las que ella y sus

contemporáneos se vieron envueltos. Igualmente, el lugar que escoge la autora para el

desarrollo de la trama y para ubicar a sus personajes también le permite poner en tela de

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87

juicio esta creencia sobre la ciudad como civilización y el campo como atraso con respecto

a los ideales modernos. En mi opinión, con la relación entre personajes y lugares (Laura

criada en provincia y Amadeo en ciudad), encontramos allí la ya clásica y conocida oposición

entre campo y ciudad formulada por intelectuales como Domingo Faustino Sarmiento en

Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas (1845). El historiador e

intelectual argentino José Luis Romero dice sobre esta lo siguiente:

Sin duda son dos realidades físicas distintas. Son, además, dos tipos de sociedad distintos y

desarrollan dos tipos de procesos históricos también distintos. Pero hay más. Esas sociedades

tienen dos distintas formas de vida. Costumbres, normas y fines inmediatos son distintos en

las sociedades urbanas y en las sociedades rurales. Cada una de ellas ha elaborado una

diferente forma de mentalidad, precisada y afinada con el tiempo, que se consustancia con su

propia forma de vida. El contraste es percibido desde fuera, pero es vivido desde dentro.

Pueden llegar a ser dos mundos con escasos puntos de referencia; pueden llegar a rechazarse;

y pueden llegar a enfrentarse. (Romero, 2002, p. 337)

En efecto, en Acosta de Samper esta oposición le sirve para dibujar dos realidades

distintas. Montiel, quien viene de la ciudad, así como Nieves, la pareja oculta de él, son

descritos como sujetos llenos de valores incompatibles con el proyecto nacional de la autora.

Mientras que Laura, habitante de provincia, no se ocupaba de llenar su vida de opulencias,

sino que conforme pasa el tiempo se consagraba más a sus principios y se adueñaba más de

sí misma. En este sentido, podríamos pensar que en la novela de Acosta de Samper se

entiende el campo como progreso y civilización, mientras que la ciudad como un lugar en

decadencia. Todo lo contrario a lo planteado por Sarmiento. La oposición usada por la autora

nos permite nuevamente llegar a la conclusión de que su propósito con Laura era proponer

la blancura como decadencia moral. Por lo tanto, el único aliado con el que el país contaba

para evitar asemejarse y dejarse permear por la cultura europea decadente, según Acosta de

Samper, era la educación de orden moral, más allá que la intelectual.

El personaje de Laura vivió un proceso interno, una formación espiritual que le

facilitó reconvenir sus emociones y volver a ser dueña de sí misma. Por medio del relato,

Acosta de Samper nos permite entender su actitud crítica que pone en tela de juicio el aspecto

moral, educativo, político y liberal de la sociedad e intenta relativizar las posturas con

respecto a la educación defendidas en cada uno de los discursos presentes en la época. El tipo

de novela escogido por Acosta de Samper funciona para evidenciar estos conflictos

Page 88: LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE …

88

ideológicos, de visiones de mundo, a los que había llegado el país hacía mucho tiempo.

Pretendió que sus lectores y lectoras dedujeran que la idea de que la función de las mujeres,

por lo menos a las de clase alta –eran ellas a quienes dirigía sus discursos hasta 1879–

consistía en cultivar, educar su corazón y su espíritu. Las mujeres podían ser madres, esposas,

hijas, estudiantes y poseedoras de bastos capitales, pero la ausencia de una educación

religiosa no les permitiría enseñar a sus hijas, hijos o parientes preceptos morales y valores

que, para Acosta de Samper, eran los necesarios para construir esa tan anhelada nación

moderna, pues así como las mujeres heredaban la moral a sus hijas, también educaban a sus

hijos, quienes al crecer se involucrarían en la toma de decisiones en cuanto al rumbo del país,

pues los hijos de la élite, generalmente, formaban parte de las distintas comitivas políticas.

2.2. Historia de dos familias. Novela de costumbres nacionales: la función de la mujer en

una sociedad en transición

No se podría captar la propuesta de nación por parte de Soledad Acosta de Samper

sin tener en cuenta La Mujer, revista que propone desde frentes literarios, científicos e

históricos un papel protagónico para la mujer dentro de la sociedad patriarcal colombiana.

Aunque no es nuestro propósito en esta tesis analizar su unidad ni numerosos fragmentos, en

mi opinión, la novela Historia de dos familias. Novelas de costumbres nacionales (1880)79,

publicada en esa revista, llama la atención dentro de su proyecto estético y social por dos

razones. En primer lugar, porque parte del título dado por la autora, Novela de costumbres

nacionales, se debe pensar dentro del marco nacional de las novelas costumbristas escritas

por sus contemporáneos. Aunque la novela es de 1880, unas décadas antes se venían

escribiendo en el país novelas de costumbres, pues las condiciones internas tan

contradictorias y el deseo de estos hombres de letras de adherirse a los nacionalismos tratando

de crear una literatura nacional favorecieron la aparición de este género. Acosta de Samper,

con Historia de dos familias –así como el resto de las novelas y cuadros de costumbres que

escribió– se inscribe en este fenómeno costumbrista, lo que significa que se adhiere a este

79 De esta novela, que aún no ha sido intervenida por la crítica, se conocen dos versiones: la primera, está en la

revista de La Mujer; la segunda, está en un álbum de recortes que hizo la escritora en donde realizó a mano

unas modificaciones al texto. Estos cambios, aunque resultan muy interesantes, no los incluiremos en el análisis

por desviar la atención del punto que quiero explicar.

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89

gran proyecto de crear y consolidar una literatura nacional permeada de presupuestos

ideológicos, culturales y sociales.

Si bien podemos leer la novela de una forma que representa algunas características

del sujeto, tradiciones y costumbres, la exigencia que hace la autora al lector o lectora que se

enfrenta a su texto es que trascienda el carácter descriptivo y entienda que su objeto estético

es un signo que comunica (Mukařovský, 2000, p. 88), entre otras cosas, una problemática

actual para su época y que está representada, en mayor medida, dentro de la unidad de la

propia revista La Mujer. Por este motivo, debemos entender que, así como lo resalta Iván

Padilla, “[e]n la literatura costumbrista, las costumbres interesan en la medida en que resultan

complejos históricosociales: se busca no solo describirlas, sino analizarlas en relación con

diversos factores que las condicionan” (s.f., p. 10)80.

Dentro de la producción estética de Acosta de Samper, el costumbrismo, además,

tiene una función ideologizante. En esta novela, en particular, se reconoce la función

ideológica de la educación en el individuo, puesto que sin esta, para la autora los sujetos

quedan vinculados sin un papel protagónico o relevante al proyecto de construcción nacional.

De aquí se desprende la segunda razón de por qué es importante Historia de dos familias

dentro de su corpus como autora y del nacional. Dentro del proyecto de la autora, el

costumbrismo le sirvió para hablar de la educación femenina, de las distintas posibilidades

que tiene una mujer en la sociedad, de las diferencias en las clases sociales, entre otras,

planteó tesis importantes sobre los discursos de modernización ligados al feminismo –la

emancipación femenina, la instrucción femenina, el derecho de la mujer al trabajo– y, por

último, intentó cuestionar a las mujeres sobre una posible ruptura con la jerarquía patriarcal.

La novela analizada en este capítulo responde a esa tesis: ¿qué sucede cuando se desvanece

la figura del patriarca?, ¿cómo van a sobrevivir estas dos mujeres y sus hijos, pertenecientes

a familias de condición distinta, después de la muerte del esposo en una sociedad patriarcal

regida por hombres?, ¿cuál es el elemento crucial que le permite transformar su entorno para

afrontar la continuidad de la existencia y las responsabilidades masculinas?

80 Esta cita sale de Manuela y el socialismo utópico (s.f.), libro inédito del profesor e investigador Iván Padilla

Chasing. En este momento se encuentra en proceso de publicación.

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90

En segundo lugar, estas preguntas correspondientes al propósito de revalorización

histórica, social y jerárquica de la posición de la mujer en el siglo XIX presentes en Historia

de dos familias están completamente relacionadas con lo analizado en el apartado anterior

sobre Laura. Novela psicológica acerca de la condición de la educación femenina

colombiana. Sin embargo, en Historia de dos familias el tema de la instrucción femenina se

conecta con un problema concreto asociado al funcionamiento del orden patriarcal en la

sociedad y la imposibilidad de ver a la mujer –en un sentido social y cultural– tomar las

riendas de su vida, es decir, abandonar con asombroso éxito el orden jerárquico establecido.

En ese sentido, podemos pensar que el suceso que tiene lugar al principio de la narración no

es nada accidental dentro de la novela. Acosta de Samper decide comenzar con la muerte de

don Rufino Ahumada, un “hombre acaudalado, capitalista” (La Mujer, Jul 15 de 1880, n° 42,

p. 115) y de don Antonio Villanueva, un empleado que “no poseía más bienes que la modesta

casa en que vivia y un terrenito que no alcanzaba á suministrar anualmente lo necesario para

alimentar á su larga familia, pues él también dejaba seis hijos pequeños” (p. 116). En esa

época, los hombres eran los encargados de proveer el hogar del sustento económico, diario,

así como conseguir bienes materiales que, de alguna forma, le darían a la familia una posición

en un determinado círculo social, mientras que las mujeres estaban destinadas, dentro de ese

pensamiento y orden patriarcal, a la crianza de los hijos y, en algunos casos, a administrar la

economía doméstica. Por esta razón, podemos pensar que este hecho ficcional, que parece

fortuito para ambas familias, es completamente intencional por parte de la autora puesto que

le permitirá demostrar la tesis que tiene sobre la función de la mujer y la educación femenina

haciéndose desde el comienzo las siguientes preguntas: ¿qué puede suceder con la mujer

cuando fallece la persona encargada de suministrar el bienestar económico a sus familias?,

¿qué pasa con la mujer cuando tiene que confrontarse sola con el mundo?

En Historia de dos familias, Acosta de Samper se concentra en plasmar la vida de dos

mujeres, doña Narcisa y doña Pastora, después del fallecimiento de sus esposos. Hasta 1879,

dentro del proyecto estético de la autora, las protagonistas de sus novelas habían sido

únicamente mujeres de clase alta, educadas y portadoras de lo que en la época se

consideraban buenos modales. Es evidente que un aspecto relevante en La Mujer es la

aparición de la clase baja dentro del proyecto social e intelectual de la autora, pues durante

el período de la hegemonía liberal, ella había ignorado –quizá deliberadamente– a esta otra

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91

parte de la población vista como sinónimo de atraso dentro del plan modernizador. Por esta

razón, resulta llamativo el hecho de que en Historia de dos familias la autora decida

contraponer la vida de dos mujeres de clase social distintas con el propósito de evidenciar las

consecuencias del tipo de educación al que estuvieron expuestas cada una. Además, ligar

esos resultados a la función que desempeñaría cada cual dentro de su hogar y la sociedad.

Por un lado, está doña Narcisa, una mujer que no fue criada en clase alta, pero que su

belleza y ambición le permitieron contraer matrimonio con un “rico capitalista” (Samper, p.

1). A simple vista, Narcisa, descrita por el narrador como “mal educada, tonta, careciendo

completamente de juicio y de criterio” (p. 115), no cuenta con las cualidades de una persona

capaz de enfrentar un destino sin tropezar por el camino. Su crianza, al parecer, no había sido

bien dirigida por el pariente destinado para esa responsabilidad. Su mala educación había

desembocado en eso que el narrador llama falta de “juicio” y “criterio”. Así, el primer

capítulo que versa sobre la manera que atraviesa el duelo cada viuda, muestra que, en este

primer acontecimiento, este personaje toma un camino de absoluta dejadez, evadiendo el

hecho de que la ausencia de su esposo se podría convertir en una eventual contingencia

económica y moral dentro de su hogar. La educación que tuvo Narcisa en su infancia y

adolescencia determinaron de manera absoluta su carácter para enfrentar decisiones

venideras. Por eso, los días posteriores al luto reaccionó de una forma que el narrador no

pareció aprobar: vistió su casa, sus hijos y a sí misma como si su vida hubiese caído a un

hondo agujero del que no planeaba salir. Igualmente, debido a las condiciones económicas

favorables en que la dejó el esposo, decidió disponer de un suntuoso capital para ataviar su

casa y sus cuerpos para la ocasión, como si celebraran un acontecimiento vital como el

matrimonio. Igualmente, Narcisa

[t]ambién creyó que una de las señales de luto que ha de encontrarse en la fúnebre casa es la

completa ociosidad; ella, por muchos días, no volvió a hacer cosa alguna, y la despensa y los

oficios de la casa que solía vigilar un tanto, quedaron como moro sin señor; lo mismo sucedía

con los niños, á quienes sacó de sus escuelas para que la acompañaran en su pena, y vivian

ociosos, peleando y riñendo entre sí ó importunando a los visitantes. (p. 117)

En esta gran primera decisión que debe tomar una viuda con respecto a su familia,

Narcisa demuestra que la educación que tenía consigo la llevó a tomar la determinación de

detener todas sus actividades y las de sus hijos. El narrador castiga la ociosidad en la que esta

mujer envuelve sus días y a sus hijos, puesto que descuidó todo lo que estaba a su alrededor.

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92

Acosta de Samper, quien había insistido en la constante actividad femenina dentro de

distintas esferas públicas y privadas, mostró las decisiones de Narcisa como una torpeza

voluntaria mezclada con egoísmo e ignorancia. Con este momento particular de la novela, la

evaluación cultural e individual que realiza la autora devela una intención enjuiciadora de

ciertas características presentes en la atmósfera colombiana que alejaron a la mujer de una

actividad productiva y beneficiosa para la modernización de la nación. Para la autora, la

mujer, tal y como describió a Narcisa, era una compañía débil y representa lo contrario a la

prosperidad o desarrollo. La contraposición de este personaje con doña Pastora, quien parece

ser todo lo contrario, pues es descrita por el narrador como una mujer de carácter fuerte,

trabajadora, ordenada y virtuosa, es llamativo en un sentido práctico.

La actitud ante la contingencia de perder a su esposo fue muy distinta de la de Narcisa.

Dentro de una sociedad patriarcal, en donde el hombre es quien tiene la carga económica y

la mujer la del hogar, Acosta de Samper configura a doña Pastora como un sujeto más libre

e individual con respecto a Narcisa, quien no solo estaba atada al pensamiento patriarcal, sino

a su falta de visión práctica y económica. En este sentido, el hecho de que Pastora haya

decidido dar clases de piano para conseguir recursos económicos para su hogar, abre una

brecha entre las dos mujeres, pues ella derrumbó algunos presupuestos patriarcales y sociales

presentes en esa época sobre el acceso a la educación por parte de las mujeres y el derecho

al trabajo por fuera del hogar. Las facultades intelectuales y prácticas, por las que más abogó

la autora en este período intelectual, le facilitaron continuar una vida modesta a doña Pastora.

Sin embargo, cabe resaltar que el oficio práctico que decide poner la autora a manos de doña

Pastora no era comúnmente aprendido en las clases bajas del país.

El acceso al aprendizaje de piano estaba enteramente relacionado con las clases altas

–o al menos modestas–, porque adquirir un piano, pagar un profesor o tener el tiempo para

aprender no rentaba ninguna ganancia. Al respecto podemos indicar que este hecho permite

al lector delimitar las clases sociales que la escritora pretendía incluir en su propuesta de

proyecto nacional. Tal como lo señala en el texto La educación de las hijas del pueblo. El

trabajo de las mujeres en el siglo XIX, la educación para una mujer del servicio doméstico

debía ser muy distinta a la instrucción que recibía una mujer de clase alta, tenía que estar

dirigida al individuo de acuerdo a las posibilidades laborales que iba a encontrar en el futuro

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93

según su condición social, es decir, además, que la autora tiene una visión clasista del mundo

en la que hay una jerarquía socioeconómica que no permite ni imagina un ascenso de clase

ni para el hombre ni para la mujer.

A mi juicio, Acosta de Samper al representar estos dos tipos de mujeres, una

aparentemente pobre y la otra arribista, se propone jugar un poco con las posibilidades que

tiene para configurar el destino de sus personajes y mostrar desde dos perspectivas distintas

los valores que están en la atmósfera social del país. Desde el principio ya hay una marca

moral en cada una de las mujeres, así como en sus familias. Por un lado, Doña Narcisa

caracteriza a los valores decadentes que la autora encontró desde siempre en las sociedades

europeas, en especial en la francesa. El lujo, la vanidad y la mala administración económica

de la casa son tres aspectos que Acosta de Samper venía criticando desde que aparece su

primer escrito en Biblioteca de Señoritas. Según ella, la sociedad decadente de Europa se

había vuelto, aparte de inmoral, narcisista. Por eso, cuando describe a las mujeres francesas

en sus primeras cartas, resalta el hecho de que el lujo y la moda rayan y superan con creces

cualquier tipo de ostentación. Las familias, no solo las mujeres, se ven perjudicadas por esto,

pues las damas que eventualmente entregan buena parte de su capital con el propósito de

obtener trajes que estén a la última moda y que les permitan ser aceptadas en los distintos

círculos sociales y tertulias, consiguen pagar este lujo, muchas veces, debiendo dinero a los

demás. Narcisa era este tipo de mujer: pedía fiado para sus trajes y para sus gastos, por eso

ella piensa “¿quién no puede vestirse bien si lo quiere así?” (p. 141). Para Acosta de Samper,

la mujer, quien según ella era la que estaba más involucrada en el mundo de la moda,

ostentaba en esta atmósfera una posición que debía manejar con precaución, conocimiento y

responsabilidad. Estos valores concebidos en Narcisa entraban en contradicción no solo con

los principios católicos que empezaron a regir a partir de la Regeneración, sino con todo el

sistema de valores de la autora ya que ella proponía una sociedad en donde la mujer actuara

de manera efectiva y propositiva, velara por el bien individual –su parte espiritual– y el bien

colectivo –en el hogar o el trabajo–.

Por el otro lado, pensaríamos que Pastora, al ser el personaje escogido para contrastar

a Narcisa, es quien encarna los valores nacionales que la subjetividad de la autora percibe en

la atmósfera nacional, pero no. Pastora es el ideal de mujer al que ella aspiraba que se

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94

convirtieran las mujeres de la nación que tuvieran acceso a una educación integral, práctica

y religiosa. Lo paradójico en esta novela viene siendo que el ideal femenino esté representado

por una mujer de “bajos recursos”, todo lo contrario a lo que había sucedido hasta 1879 en

sus novelas, en las que sus protagonistas pertenecieron a la clase privilegiada. Este cambio

de representaciones obedece a una construcción simbólica del pasado, presente y futuro a

partir de su propia visión de mundo y los intereses que tenía la autora en que se establecieran

en el imaginario colectivo los presupuestos de la Regeneración. A mi juicio, proponer un

modelo ideal de mujer en una clase distinta a la élite era enjuiciar, por parte de Acosta de

Samper, la perversión moral, histórica y social de la que fue blanco la misma clase alta. Es,

en cierta medida, juzgar los paradigmas liberales impuestos por esa clase social que se habían

postrado en suelo colombiano y proponer un cambio desde lo estético, moral, el estudio

histórico y científico. Igualmente, reconocer valores universales en mujeres de clase baja era

romper prejuicios acerca de la superioridad moral de la clase alta del país sobre aquellos

quienes, por no tener una educación conforme lo plantea el liberalismo, no podían significar

a los ojos de los ciudadanos un modelo a seguir. En últimas, lo anterior le permitió a la autora

establecer un diálogo importante no solo con las personas de su círculo, sino con esta otra

parte de la sociedad que, en algunos casos, había sido olvidada por los intelectuales y

políticos.

En la novela, ambas mujeres son configuradas por Acosta de Samper como individuos

en permanente contradicción y conscientes de su desgracia. Sin embargo, es lógico que la

autora pretenda resolver estas contradicciones íntimas de Pastora y Narcisa de una manera

distinta para cada una, pues a ambas se encuentran en condiciones sociales distintas. Por un

lado, Narcisa aceptó concebir una familia pensando en la posición social que tenía su esposo.

La educación que recibió en casa no le permitió tener las suficientes herramientas para

conocer de economía doméstica, por eso “era despilfarrada, botarate y jamás dejaba de

realizar un capricho, aunque fuese el más descabellado” (p. 115). Por el otro, su falta de

racionalidad, criterio y orgullo no le permitió reconocer ante sus hijos ni ante nadie que,

después de fallecido su esposo, se dedicó a gastar su capital en sus caprichos y los de sus

hijos y, de todo lo que habían heredado, muy pronto ya habían gastado todo. Mientras que

Pastora se enfrenta a una vida de dificultades para conseguir dinero, enviar a París a Antonio,

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95

su hijo, para estudiar en el Seminario y así ordenarse como cura y, al mismo tiempo, atender

los deberes de la casa.

Acosta de Samper se preocupa por el destino de la mujer en general, por estas mujeres

que han quedado viudas jóvenes después de alguna guerra, con tantos hijos y

responsabilidades que atender, en otras palabras, por la mujer que se enfrenta a un nuevo

sistema cuando el orden jerárquico de la familia tradicional se ve trastocado por las

circunstancias. Para responder la tesis central de la novela, la autora anuncia que ambas

mujeres quedarán en una condición de vulnerabilidad al perder a su marido, pero que cada

una actuará según sus preceptos morales y educación. Así, el camino de ambas está definido

por la decisión de desmarcarse –o no– del sistema patriarcal y la situación de sometimiento

de la mujer. Doña Narcisa no logra hacerlo, al contrario, sus acciones y disposiciones, que

únicamente le dan descrédito en la sociedad, llevan al lector a entender que este tipo de

mujeres necesitan la presencia del esposo –o de alguna figura masculina– que se encargue de

las cuentas, los gastos, el trabajo y decidan por ellas. Por su parte, las acciones de doña

Pastora sí consiguen demostrar que, una figura femenina bien educada y moralmente

instruida, según Acosta de Samper, es capaz de desligarse de esa cultura patriarcal

dominante, conseguir una relativa libertad en sus decisiones por medio del trabajo y su

respectiva remuneración, al tiempo que logra adaptarse a los cambios inevitables de la vida.

Acosta de Samper no solo representa la vida de las mujeres, sino también el éxito y

los fracasos de sus hijos, según la manera en que fueron criados. Permanentemente, la autora

está haciendo una revisión crítica a los valores que tiene cada mujer, su visión de maternidad

y de crianza con el propósito de responder su tesis. Por este motivo, en la novela el choque

entre los valores de doña Pastora y doña Narcisa es constante. Por ejemplo, al empezar la

novela, una vez que doña Pastora acepta llevar a sus hijas a la tertulia para celebrar el grado

de Germán, doña Narcisa dice:

(…) He resuelto que sus niñas vayan á la tertulia á casa, á divertirse y estar contentas un rato,

y no admito excusa: me las ha de llevar usted, ó si no quiere usted ir yo mandaré por ellas.

– No tal! Mis hijas no salen sino conmigo.

– ¡Qué atrasada de noticias está usted! exclamó doña Narcisa, si cree que es preciso

que las mamás siempre anden pegadas á las hijas… Eso era en otro tiempo; ahora las niñas

van á todas partes con sus hermanos ó con los hermanos de sus amigas…

– Solas con jóvenes?

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96

– No, con las amigas que tienen hermanos que las acompañen… Pero pronto

disfrutaremos de la libertad de las norte-americanas… Allá la madre no tiene ninguna

responsabilidad. (p. 142)

En la situación ficcional que quiere representar la autora, el pez muere por la boca.

Aunque Pastora se encuentre constantemente en un debate interno por los reclamos y

atrevimientos de Narcisa en cuanto a sus decisiones, ella no cede en ningún momento a las

pretensiones de su vecina de descuidar su papel de madre y guardiana de sus hijos. Cuando

Narcisa dice que su propósito era parecerse al modelo de madre que se percibía en

Norteamérica, la autora pretende traer a discusión y evaluación las características de una

madre presentes en el imaginario femenino de las sociedades consideradas modernas.

Sin lugar a dudas, las costumbres que resalta la autora son las de Pastora. Como su

nombre lo indica, pastora es una persona que guarda, guía y apacienta. Ella como madre,

teniendo una de las funciones que la autora considera más importantes dentro de la sociedad,

es la encargada de heredar su conocimiento, sus valores y tradiciones a las generaciones

venideras. Resalta también lo que se manifiesta como un “defecto, –era tan reservada, tan

séria y rígida, que no inspiraba confianza a sus hijos” (p. 117). Acosta de Samper le transmite

a la mujer el derecho a la apertura interna y emocional ante sus hijos.

Así pues, Acosta de Samper produce un efecto de realidad en la novela describiendo

a doña Pastora: una mujer, cualquier individuo, está compuesto de valores, virtudes y

defectos –a veces circunstanciales–. La escritora dota a este personaje de una unidad

psicológica que, por medio de ella, le permite evaluar los problemas humanos, su entorno

social y el comportamiento de la mujer. Es llamativo, además, que la autora decida hacerlo a

través del propio narrador, mucho más que de la voz de los mismos hijos o madres. Esta

aproximación moral termina siendo la perspectiva de la visión de mundo de la autora porque

a Soledad Acosta de Samper le interesa profundizar en el aspecto humano, moral, psicológico

y racional de la mujer, por esto en sus novelas, así como en Historia de dos familias, aborda

estos temas desde un narrador capaz de emitir juicios y que no se reserva, como a veces pasa

en la voz de los personajes, información acerca de los rasgos psicológicos y morales de estos.

El papel de madre visto desde los ojos de ambas protagonistas difiere en cuanto a

responsabilidades y manera de educar a sus hijos. En este punto nos podemos preguntar,

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97

¿cuáles son las consecuencias de la transmisión de sus propias visiones de mundo en los

descendientes de cada mujer? Ya sabemos que Narcisa, como oveja descarriada, comenzó a

gastar su dinero en trajes y lujos, mientras que Pastora vivía una vida más modesta,

trabajando y consiguiendo dinero para darles educación a los suyos. Sin embargo, eso no

resulta suficiente para saber en realidad cuáles serían las consecuencias de las diversas formas

de ver la vida. Por medio de estas dos mujeres, Acosta de Samper esboza a sus lectores y

lectoras el modelo que para ella debería tener una mujer dentro de su proyecto social que,

aparte de cumplir de forma perseverante su papel de madre, aportara por medio de su visión

educativa, social, religiosa y cultural a la sociedad. En este sentido, la propuesta que hace la

autora por medio de su novela con respecto a la función de la mujer no se aleja de los

presupuestos patriarcales: la conservación del hogar, la crianza moral e intelectual de los

hijos, los quehaceres domésticos y la preservación de la tradición.

Lo anterior nos da a entender que los hijos son la proyección de lo que fueron sus

padres, tanto para el hogar como para la sociedad. Por ejemplo, Narcisa, quien nunca se

confronta con la realidad, tiene, al igual que Pastora, seis hijos: cuatro mujeres y dos varones.

Germán, el mayor, era caprichoso y derrochador. Su madre “le idolatraba, y jamás le había

contrariado en cosa alguna” (p. 119), era, además de todo, un mentiroso que no sentía

vergüenza ni compasión de nadie. Doña Narcisa nunca pudo ni supo cómo detener la

ambición de Germán. No tuvo idea de cómo guiarlo por un sendero distinto y, según nos

cuenta el narrador, tampoco tuvo las intenciones de hacerlo. El final de este personaje es

encontrar la muerte en París, lejos de su familia, huyendo de la ley y de las consecuencias de

sus propios actos y mentiras. Acosta de Samper denuncia que el tipo de mujer como Narcisa

era la encargada de perpetuar en la sociedad las estructuras de dominación patriarcales,

poniendo las necesidades del hombre por encima de las propias, dando la razón al patriarcado

sobre la “minoría de edad” en la que “permanecía” la mujer y que no le permitía emitir

juicios, participar en la opinión pública, ejercer el voto ni encargarse de la economía, además,

de echar a perder el destino de sus hijos y sus posibles familias.

Mientras que doña Pastora tuvo hijos que, según el proyecto social de la autora, eran

ejemplares y modelos dignos de seguir en la sociedad. Las mujeres fueron educadas bajo

principios religiosos, al igual que los hombres. Todos en casa conocían algún oficio práctico

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98

para hacer. Alejandro, el hijo mayor, se ordenó como sacerdote y las mujeres sabían coser

vestidos hermosos y envidiables, seguramente si no accedían a la universidad, podrían

obtener un trabajo que les dejara una ganancia y así conseguir independencia de la casa de

sus padres y, eventualmente, de sus esposos si se casaban.

Ahora, las descripciones que hace Acosta de Samper en Historia de dos familias sobre

las características morales, éticas y la vida de sus personajes constituyen la esencia de su

novela, pues no son únicamente comentarios que ubican al lector o lectora dentro del juicio

de valor de la autora con respecto a la sociedad que la rodea, sino que, al ser un juicio tan

actual para la época, en donde la mujer comienza a adquirir mucho más protagonismo,

insertan a la novela en unas tradiciones, cultura y problemáticas nacionales de ese momento.

En definitiva, podríamos decir que estas descripciones buscan explicar la forma en que se

configuraron los sujetos de acuerdo a las reformas heredadas de la pasada generación.

Por la misma vía, los cuestionamientos que realiza Acosta de Samper a sus lectoras

están proyectados hacia el futuro. Ella intuye que con Núñez en la presidencia se vendrán

cambios importantes para el país en unos pocos años –la Constitución de 1886 y las reformas

educativas–, así que su proyecto estético, lejos de apartar a sus lectores de la realidad, genera

en las conciencias ciertas preguntas que manifiestan su preocupación ante la

desestabilización histórico-política atravesada por el país después de la Independencia.

Cuestiona lo siguiente: ¿conviene continuar con la tradición liberal importada de países como

Francia?, ¿qué tan perjudicial o beneficioso resulta para la sociedad un cambio en el esquema

moral ad portas de un nuevo siglo?, ¿cuáles son las posibilidades que se han abierto a las

mujeres para tener un papel protagónico dentro de la sociedad?

A Historia de dos familias no podemos desmarcarla de la unidad de la revista La

Mujer. El ideal femenino de Acosta de Samper, estudiado ya en diversas ocasiones, está

directamente conectado con su propuesta educativa en el período de la Regeneración. Su

planteamiento coincide con el de Núñez: ambos están a favor de poner en práctica el modelo

pedagógico pestalozziano en el país. En definitiva, como hemos visto, lo que propone Acosta

de Samper es una educación racional –por eso la autora también escribe sobre historia y

ciencia en La Mujer–, práctica en cuanto a oficios como costura y bordado –oficios que le

ayuden a subsistir a la mujer– y, por último, una educación religiosa que le permita a la mujer

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tener discernimiento y una visión crítica (naturalmente atravesada por la moral cristiana)

sobre lo que lee y aprende para la vida.

La autora observa en la novela que la situación de indefensión de las mujeres,

independientemente de su clase social, no les permitía satisfacer sus necesidades básicas o

hacer frente a los problemas de la vida. Por esta razón, Acosta de Samper no solo publica

sobre la mujer de clase alta. La autora sabe que esta situación se presenta en todas las clases

sociales, así que, a partir de 1879 en su periódico La Mujer, incluye en su proyecto a las

mujeres de clase baja y representa en sus novelas las adversidades por las que puede pasar

cualquier individuo y propone caminos diferentes.

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100

3. Consideraciones finales

El trabajo hasta aquí realizado comprende un esfuerzo por continuar la investigación

y visibilización de un personaje tan complejo como lo fue Soledad Acosta de Samper. Sus

propuestas estéticas, históricas, sociales e intelectuales tuvieron dos objetivos principales:

por un lado, la valoración de la realidad colombiana y, en algunos casos, europea; y por el

otro, la evaluación de la situación de la mujer dentro de un sistema patriarcal así como la

proposición de posibilidades que, según la condición social de esta, le permitían conseguir

cierto nivel de emancipación, libertad e independencia. Así, como crítica literaria, mi

propósito más íntimo con esta investigación es incidir de forma asertiva tanto en el tipo de

literatura que leen los colombianos como en el conocimiento que se tiene de la autora, de su

contexto y de su obra.

A lo largo de la tesis, mi intención principal ha sido explicar a través del análisis de

la obra estética y periodística de Soledad Acosta de Samper las estrategias concebidas por

ella para introducirse en el campo intelectual y cultural de la época. Me pareció necesario

leer su obra como algo más que textos con orientación de género porque, aunque los estudios

de este tipo son bastante acertados a la hora de analizar la obra y darle un lugar a la autora en

la literatura e historia femenina latinoamericana, el fin de mi tesis es estudiar las estrategias

discursivas a la luz del concepto genio femenino, que bien como dice Kristeva, puede

encontrarse tanto en hombres como mujeres; no es una característica propia del sexo

femenino. Soledad Acosta de Samper asumió una posición crítica no solo frente a la situación

de la mujer, sino también frente a las distintas realidades sociohistóricas que atravesaba el

país, incluyendo ámbitos en donde solían pronunciarse únicamente los varones. En ese

sentido, su proyecto no es una isla, sino que dialoga fuertemente con las propuestas de

intelectuales colombianos como Rafael Núñez, Eugenio Díaz, Jorge Isaacs en materias como

la educación, la creación de una literatura nacional, la tradición española y la modernización.

Sin embargo, sería pretencioso y errado de mi parte afirmar que esta investigación

evaluó de forma definitiva la totalidad de lo escrito por Acosta de Samper. Está lejos de mi

intención el agotar las posibilidades de lectura de los textos aquí estudiados. Han salido

investigaciones rigurosas como las que mencioné en la introducción que abarcan otra parte

de la obra de la autora, así como uno que otro texto similar aquí analizado. Más bien propongo

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la apertura de un diálogo con otros investigadores de literatura colombiana que tengan interés

en proponer y descubrir textos e interpretaciones que nos permitan enriquecer la literatura

nacional y la visión que se tiene de esta.

La primera conclusión que surgió a raíz de este trabajo es que los textos de la autora

son, en mi opinión, el intento de marcar un punto de quiebre socio histórico en el país. En

primer lugar, Acosta de Samper toma la vocería de una voz femenina que necesitaba ser

representada y, por medio de esta, indaga sobre el tipo de agencia al que se pretendía vincular

a la mujer colombiana en la segunda mitad del siglo XIX. En segundo lugar, llegando a final

de siglo, habla sobre oficializar la profesionalización de la escritura femenina en Colombia,

lo que significó la entrada oficial de las voces femeninas en un campo dominado por la voz

masculina, el reconocimiento público de la mujer como portadora de una opinión y juicio

válido.

La segunda conclusión está estrechamente ligada a la primera. Por medio de su

ejercicio intelectual, Acosta de Samper buscaba promover una serie de reflexiones en sus

lectores y contemporáneos. La primera consiste en la aceptación de ciertos valores católicos

que no estaban en la atmósfera política de los liberales; la segunda, la apertura pública de una

profesión para la mujer colombiana en el campo de las letras; la tercera, el acceso a la

educación intelectual, religiosa y práctica por parte de la mujer para una posible

independencia. Por tal razón, dentro del proceso de modernización que atravesaba el país, el

tipo de publicaciones y autoras como Soledad Acosta de Samper eran una “novedad”

necesaria. Para la atmósfera periodística llena de periódicos como El Comercio (1879), El

Cachaco (1879), La Ciencia (1879), El Economista (1879), El Liberal (1879), etc., la

publicación de textos escritos por mujeres de corte moral, histórico con un sutil activismo

político le daban un respiro a los temas tratados continuamente por otros escritores. Le daba

al público, más que todo, una nueva visión, una nueva mirada a las problemáticas de orden

social, político, religioso, moral y económico.

Como lo vimos a lo largo de la investigación, Acosta de Samper reevaluó en su más

grande proyecto intelectual algunos de los valores y preceptos impuestos por el patriarcado

a la sociedad y a la mujer. Dentro de esta revaluación participó en debates como el de la

hispanidad, la exclusión de los Jesuitas, los cambios de Constitución, la educación pública,

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102

las posibilidades que se ofrecían a la mujer en las instituciones educativas y el derecho de la

mujer al trabajo. Soledad Acosta de Samper valora la tradición, las leyes, el sistema político

y la cultura con el fin de plantear, tejido a su proyecto intelectual, una propuesta social que

permitiera un cambio a la agencia femenina teniendo en cuenta su condición social. Para ella,

la mujer era un individuo racional con ingenio, capacidades y necesidades. La mujer podía

ser dueña de sí misma, de sus acciones y de sus emociones.

Durante el siglo XIX, los textos dedicados a las mujeres de la época no lograban

conectar con el público femenino de una manera íntima, sino meramente instructora y

paternalista, pues eran los hombres quienes escribían acerca del comportamiento que debía

tener la mujer y la función que debía desempeñar en la sociedad. La literatura, los artículos

y la poesía pretendían guiar a la mujer por el sendero del hogar, de los buenos modales y de

ser precavidas con las pasiones amorosas. Sin embargo, Acosta de Samper no buscaba

abordar directamente problemáticas consideradas del terreno masculino, como abogar

legalmente por los derechos de la mujer, ni de lo que ya comenzaba a tenerse noticia en

Latinoamérica: la emancipación femenina.

Las preguntas implícitas que se hace Acosta de Samper tienen que ver, generalmente,

con la religión, la educación, la moral, las costumbres y la tradición. Por eso aparecen textos

como “Consejos á las señoritas”, “Lo que piensa una mujer de las mujeres”, “La instrucción

en la mujer de sociedad”, “Elevemos nuestros corazones”, “Modestia, orgullo y vanidad”,

entre otros, en los que reflexiona, así como espera que sus lectoras lo hagan, sobre la función

social de la mujer con respecto al hogar, a la sociedad, al trabajo y a la religión. Así pues, las

estrategias que concibe Acosta de Samper son fundamentales para la transmisión de sus ideas

y para dialogar con los demás proyectos intelectuales. El primer capítulo de esta tesis tiene

como finalidad evidenciar cuáles fueron las estrategias que la autora creó y que,

evidentemente, marcaron su participación en el campo intelectual y cultural colombiano.

Cuando Acosta de Samper incursiona al mundo de las letras como periodista, lo hace

por medio de correspondencias. Estas permiten generar un diálogo más íntimo con sus

lectores. Además, hay un cierto tono de confidencia. Cuando la escritora se desplaza al

mundo de la traducción, juega con los vacíos, los espacios que intencionalmente genera

cuando publica una traducción, en donde no pretende encargarse de esta como si fuera un

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oficio de profesión, sino como si tejiera dos culturas por medio de ideas ajenas y propias.

Mientras que la escritura de literatura le facilitó a la autora entrar en la creación de la literatura

nacional, experimentar con formas, discursos, temas y problemáticas. La literatura permitió

que Acosta de Samper le diera una voz a la mujer desde lo ficcional. Las puso en situaciones

complejas en las que generalmente tenían que romper algún paradigma. Por medio de las

letras, participó con fuertes críticas a los dilemas de la segunda mitad del siglo XIX

colombiano.

Por último, me gustaría decir que La Mujer es la materialización del pensamiento de

la autora. Desde mi opinión, Acosta de Samper llega a la madurez intelectual con la

publicación de esta revista, logra el reconocimiento del otro no como imagen difusa en la

sociedad, sino como ficha importante en el proyecto de construcción nacional. Es decir, en

su caso no solo va a escribir de y para las mujeres de clase alta, sino también para las de clase

baja. Esta representación de ambas clases en su narrativa le da un vuelco a lo que venía

escribiendo desde la primera vez que publica una novela: la mujer ya no posee características

únicas (educada, rica), al contrario, la mujer que también tiene derechos y deberes dentro de

la nación viene de cualquier clase.

En los dos últimos subcapítulos respondimos, por medio de su proyecto estético, ese

gran interrogante que la autora se planteó desde la primerísima publicación que hizo: ¿cuál

es la función de la mujer en la sociedad colombiana del siglo XIX, teniendo en cuenta las

complejidades históricas? La elección de la narrativa sobre cualquier otro género que hay en

la revista se debe a que Acosta de Samper por medio de la escritura entró en conflicto con

los valores tradicionales e impuestos por el patriarcado y, logrando entrar a una aparente

reconciliación con los nuevos valores de la Regeneración, abona la tierra de la

profesionalización del oficio de escritora para la mujer, del derecho a la educación y al trabajo

para adquirir independencia física y emocional. Soledad Acosta de Samper, en síntesis,

plantea el hecho del derecho a la conflictividad permanente, en otras palabras, mientras el

país esté en esta etapa embrionaria de la consolidación nacional, ninguno de los presupuestos

planteados por liberales, conservadores, intelectuales y demás, están sujetos a la estabilidad

y la permanencia, sino todo lo contrario, a lo pasajero y al cambio. Por este motivo, me

pareció adecuado escoger a La Mujer como muestra de esa conflictividad permanente en la

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104

que se encuentra el sujeto con los preceptos sociales, culturales y políticos. Esta revista es el

primer gran paso de la autora para crear consciencia de la importancia de lo femenino, de

hacer pública su propuesta de la presencia de un Estado que no ataque ni marginalice las

libertades individuales pero que, en cuestiones educativas, esté siempre acompañado de la

instrucción religiosa, crear consciencia a la mujer de su valor dentro de la sociedad y de la

importancia de cuestionar el propio juicio y la moral establecidas por cualquier tipo de

gobierno. Laura e Historia de dos familias se analizaron con el fin de completar su perfil

intelectual y de poner en evidencia el proyecto social y político de la autora, es decir, la

propuesta de Acosta de Samper por concebir a la mujer de cualquier clase social como agente

activo de una sociedad en construcción, contradicción y constante movimiento.

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