la construcción de una historia psicoanalítica.- luis chiozza

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  • 8/18/2019 La Construcción de Una Historia Psicoanalítica.- Luis Chiozza

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    I - La construcción de una historia psicoanalítica*

    Luis Chiozza

    I - LA HISTORIA CLÍNICA

    Un médico interroga para saber qué ha sucedido, lo cual equi-vale a decir que requiere una historia y,

    además, examina, con métodos que derivan de la física, para obtener los datos de un estado que denomina

    actual, e inferir, desde allí, las características de un estado anterior y las posibilidades de un estado futuro.

    Al introducir la dimensión temporal en el trabajo que realiza explorando la materia, el médico se rige por la

    concepción de un tiempo "lineal" que deriva del ejercicio del pensamiento lógico y, por este motivo, su

    historia clínica es, en un sen-tido amplio, fundamentalmente cronológica. Se trata de una sucesión de

    hechos que permiten concebir e interpretar la evolución de un proceso en el cual se postula una causa ante-

    cedente y un efecto consecuente.

    Breuer, durante el tratamiento de Ana O., había descubierto que los trastornos histéricos de su paciente

    desaparecían cuando ella lograba recordar determinados episodios traumáti-cos. Freud, en ese entonces

    neurólogo, prosiguiendo por ese camino, se encontró con que, casi a su pesar, sus historiales clínicos

    abandonaban el estilo de su especialidad para pare-cerse cada vez más a los productos del arte literario.

    Nos encontramos allí con otro tipo de historia  cuyo signifi-cado esencial no emerge necesariamente de qué

    es lo que ocu-rrió primero y qué es lo que ocurrió después. Se trata de una historia que no penetra en la

    conciencia como historia, sino como drama actual, porque está viva en cada acto y ocurre en un presente

    eterno. Una historia que puede narrarse en cual-quier tiempo y lugar, porque se repite siempre de nuevo,

    como si fuera nueva, como en el "érase una vez ..." de los cuentos infantiles, en donde todo ocurre en "una"

    vez que es "la pri-mera" sólo porque la conciencia olvida lo que la memoria "sabe", que "esta" vez es, "otra

    vez", la misma.

    Se despierta de este modo la imagen de un tiempo circular, no tanto por la idea de que existe un perpetuo

    retorno, sino por el hecho, conmovedor, de que en este tipo de historia, como suele acontecer con las

    peleas entre hermanos, o con la dis-puta entre Layo y Edipo, es imposible saber "quien empezó", y el efecto

    puede ser interpretado como la causa de su propia causa.

    Pueden escribirse, pues, dos historias clínicas distintas del suceso que motiva una consulta médica.

    Una de ellas, interpretándolo como un estado actual que pro-viene de causas pretéritas, describirá los

    antecedentes cuya concatenación conduce hacia el presente, ya que, fundamental-mente, parte de la idea

    de que el orden cronológico otorga, o niega, la posibilidad de una influencia.

    La otra, interpretándolo como el signo que expresa, en un lenguaje críptico, un drama que el enfermo se

    oculta a sí mismo, compondrá la trama de una historia que integra a ese episodio, aparentemente

    accidental, en la coherencia de un sentido que recorre el conjunto entero de una biografía.

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    Tanto una como la otra historia, construidas con una diferente concepción del tiempo, son igualmente

    legítimas, ya que nos hallamos lejos de los días en que considerábamos al pensa-miento mítico como a una

    forma primitiva e insuficiente que la lógica había superado.

     II - ACTUALIDAD E HISTORIA

    Hemos comprendido que la actualidad  y la historia  son dos versiones, dos modos de representarnos una

    misma realidad, que actúa en el universo físico como una interrelación de fuerzas que operan en un espacio

    "geométrico" y que se pre-senta en el escenario histórico como un drama que ocurre en un tiempo

    "lingüístico", liberado de la inexorabilidad de la secuencia.

    Una vez que hemos comprendido que una historia jamás consiste en los hechos que han "pasado" sino,

    precisamente, en su sig-nificado, comprendemos también que el único acceso posible a un significado

    "pretérito" depende de que ese significado continúe perdurando en el presente. Una historia sólo puede

    relatar aquello que, vivo en el presente, "no ha pasado", en el sentido de que no ha terminado de ocurrir.

    La experiencia psicoanalítica confirma que, tal como señala Freud, repetimos en nuestra conducta

    precisamente aquello que nos resulta doloroso recordar, de modo que, cuando construi-mos una historia,

    atribuimos un tiempo, un lugar y un trans-curso, a la escena que condensa el significado de los actos

    presentes.

    Pensar que la historia no radica en la simple descripción de una serie de hechos sucesivos, sino en la

    significación que los vincula, resignifica nuestros conceptos acerca de "la verdad" histórica. Aún admitiendo

    que exista, como referente último, "aquello que realmente aconteció", comprendemos que, tal como lo

    muestra Pirandello en sus Seis personajes en busca de un autor , se trata de un suceso inabordable.

    Cuando Freud, en el historial del hombre de los lobos (Freud, 1918 b ), y en su Introducción al psicoanálisis

    (1916-1917), se interroga acerca del va-lor de realidad que tiene la reconstrucción de las escenas

    primordiales contempladas en la infancia, concluye en que la imposibilidad de deslindar lo verdadero de lo

    falso no dismi-nuye el valor que tales escenas poseen en el terreno de la realidad psíquica actual, realidad

    en la cual perdura, siem-pre, algún fragmento de aquello, ignoto, que una vez aconte-ció.

    La historia "verdadera" será, pues, aquella construida, con el rigor de un método, en el proceso mismo de

    su interpreta-ción, mediante la confluencia, inevitable, de lo interpretado y el intérprete, ya que en la

    actualidad presente de cada uno de ellos permanece, viva, una parte de la desconocida reali-dad "pretérita".

     II - AVERIGUAR, INVESTIGAR Y ACERTAR

    Solemos utilizar la palabra Historia , con mayúscula, para referirnos a la ciencia q ue los ingleses llaman

    history  y que permanece sujeta, por lo general, a la idea, racional, de un tiempo ordenado como secuencia

    de acontecimientos sucesi-vos. La palabra historia , con minúscula, alude en cambio al relato, cuento o

    narración, que los ingleses denominan story   y que admite, en su construcción, otras concepciones del

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    tiempo. Mientras que la Historia, con mayúscula, se pro-pone una indagación objetiva, la historia, con

    minúscula, se realiza con la imaginación y el recuerdo.

    Sin embargo no sólo el psicoanálisis, sino también las nuevas teorías físicas, han puesto en crisis estas

    diferencias en la medida en que sostienen que la posibilidad de recordar es el fundamento mismo de la

    noción tiempo. De este modo la histo-ria, con minúscula, adquiere carta de ciudadanía en el terri-torio de laciencia.

    El psicoanálisis demuestra, además, que las diferencias entre el testimonio, basado en la memoria, y la

    imaginación, que nace de la fantasía, se confunden, sin solución de continui-dad, en lo inconciente.

    El procedimiento que nos permite, en psicoanálisis, construir una historia, lleva implícitas tres funciones  que

    corres-ponden, aproximadamente, al significado de las palabras ave-riguar , investigar  y acertar .

    Si restituimos a la palabra averiguar  su sentido primitivo de "buscar la verdad", y entendemos por verdad

    "aquello que la razón no puede refutar", podemos sostener que averiguar una historia, en su sentido

    riguroso o fuerte, es distinguir en ella, mediante la razón, lo que consideramos cierto.

    La palabra investigar   significó, originalmente, perseguir los vestigios, las huellas perdurables, de un

    acontecimiento pretérito. Recuperando, también en este caso, el sentido pri-mitivo del término, investigar

    una historia es reconstruirla a partir de lo que se conserva en el presente actual. Es muy importante señalar

    en este punto que la indagación progresa gracias a que la interpretación no sólo sucede sino que ade-más

    precede y posibilita la percepción de las huellas. Tam-bién importa subrayar que se trata de una

    interpretación en la cual la imaginación se combina con el rigor de un método que contiene a la razón y, a lavez, la trasciende .

    La palabra acertar significa "dar en el blanco", y si la utilizamos ahora es porque necesitamos consignar la

    diferen-cia que existe entre aquello que es cierto y lo que consti-tuye un acierto. Acertar en una historia será,

    pues, encon-trarnos de golpe con ella. El instante privilegiado en que nuestro ánimo remplaza una serie

    ininterrumpida de interro-gantes "y ¿...?" con la exclamación de un "¡ah!". Se cierra de este modo la

    percepción-interpretación "global" de una temá-tica universal y sempiterna. Se trata de una temática que

    existe entera y preformada adentro nuestro, muchas veces re-primida e inconciente. Su existencia nos

    otorga la única po-sibilidad de ese proceso misterioso que llamamos "comprender la importancia de un

    significado".

    Si queremos expresar en el terreno de la simbolización corpo-ral el proceso por el cual se construye una

    historia, podemos decir que es necesario averiguar con un cerebro claro, "tener hígados" para investigar con

    esfuerzo, y el coraje que abre el camino a la corazonada de acertar. La confluencia de esas tres funciones

    opera también en la evaluación del grado de credibilidad que podemos otorgar a la historia.

     IV - INTRIGA

    Debemos abordar todavía otra cuestión. Para construir una historia hace falta un motivo, y el motivo de

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    toda historia consiste, en última instancia, en la intriga .

    La palabra intriga , en sus orígenes, posee el sentido de un entrecruzamiento, y podemos suponer que

    alude a una especie de maraña en la cual persiste, indecisa, la posibilidad de significados contrarios de

    mucha importancia. La intriga se deshace cuando la historia culmina y el significado se aclara.

    Dado que las temáticas universales parecen ser muchas, tam-bién nos parecen infinitas las posibilidades

    de generar dife-rentes intrigas. Sin embargo el psicoanálisis, al estudiar lo que denomina escenas

    primordiales   y fantasías originarias , ha conseguido remitir a unos pocos troncos comunes la inmensa

    cantidad de vicisitudes posibles, consolidando, al mismo tiempo, la idea de que la leyenda de Edipo es el

    complejo no-dular.

    Si estudiamos, desde este punto de vista, aquello que tienen en común las diversas intrigas, descubrimos

    que todas ellas presentan dos fases, momentos o situaciones, que podemos lla-mar de mil maneras

    distintas, complejizándolas hasta el infi-nito. Toda historia transcurre entre el éxito y el fracaso, entre eltriunfo y la derrota, entre la heroicidad y la muerte, entre la culpa y la expiación, o, para decirlo en los

    términos edípicos originales, entre el incesto y la castra-ción1.

    Toda intriga transcurre, de este modo, entre el júbilo y la pena, y, cuando el circulo iterativo se corta y el

    tiempo se despliega en un decurso lineal, la historia será triste o alegre según cuál de los términos se

    encuentre colocado, transitoriamente, al final.

    Notas

    (*) El texto del presente capítulo pertenece a una intro-ducción para la mesa redonda sobre el tema "La

    cons-trucción de una historia en el historiador, el literato y el psi--co-analista", mesa realizada junto con Félix

    Luna y Eugenio Griffero el 16 de octubre de 1987 en el CIMP, Centro de In-ves-ti-gaciones en Psicoanálisis

    y Me-dicina Psicosomática.

    (1) El Fausto de Goethe, o el Quijote de Cervantes nos muestran, sin embargo, que detrás del drama

    de Edipo o del de Narciso, se divisa la gesta prometeica.