la crisis del siglo iii
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La crisis del siglo IIITRANSCRIPT
La crisis del siglo III (235-284)
Entre la muerte de Severo Alejandro y la subida al poder de Diocleciano se
extiende uno de los capítulos más críticos de la historia de Roma, caracterizado por la
inestabilidad y la integridad del imperio: en el exterior Roma ha de defenderse de los
persas en el Éufrates y de los bárbaros sobre las fronteras septentrionales, mientras en
el interior el ejército se impone a los emperadores en medio del caos económico y una
crisis social y espiritual. De ahí el nombre de Anarquía militar con el que se conoce el
período. No obstante, gracias a los llamados emperadores ilirios se inicia al final del
período una superación para dar paso la época denominada tradicionalmente como
Antigüedad tardía o Bajo imperio, con una radical transformación del aparato del
Estado, las estructuras socioeconómicas y de las mentalidades.
1 El período de los Gordianos y la Anarquía Militar (235-253)
1.1 Maximino el Tracio Maximino (235-38) era un camerino que, alistado en el ejército, llegó al rango
de oficial gracias a su fuerza. Aclamado por el ejército de Germania tras el asesinato de
Severo Alejandro, no se preocupó por recibir la ratificación del senado en Roma.
1.1.1 Las guerras renano-danubianas Como emperador-soldado, sabía que debía la elección a sus dotes militares y a
la impaciencia del ejército por concluir la guerra contra los germanos. Por ello dirigió
de inmediato una campaña victoriosa al otro lado del Rin, en la Germania libre, y se
trasladó al Danubio para luchar, también con éxito, contra dacios y sármatas. Elevó a
su hijo Máximo al rango de César para fundar una dinastía y volcó todos los recursos
del Estado en una política belicista y de larguezas a favor de los soldados.
1.1.2 Política fiscal Exhausto el Tesoro, Maximino aplicó brutalmente un terrorismo fiscal con
continuas requisas, extorsiones y confiscaciones que repercutieron sobre los estratos
acomodados —orden senatorial, grandes terratenientes y burguesía municipales—,
suscitando el malestar general y la oposición de las capas altas.
1.2 Oposición: los Gordianos En el 238 la situación se precipitó en el África proconsular, donde los grandes
propietarios senatoriales asesinaron a un agente imperial. La revuelta se extendió al
resto de la provincia y los amotinados, armados con un ejército privado de colonos y
esclavos, proclamaron emperador al gobernador, el viejo senador Marco Antonio
Gordiano. Obligado a aceptar el título, nombró como corregente a su hijo, del mismo
nombre —Gordiano I y II—. En Roma, el senado los aceptó con entusiasmo y nombró
un comité de veinte miembros que defenderían sus intereses. Pero el gobernador
Capeliano de Numidia invadió el África proconsular y derrotó a los Gordianos, que
perdieron la vida.
1.2.1 Pupieno y Balbino El senado eligió dos miembros del comité de defensa, Pupieno y Balbino, como
emperadores y se los dotó de iguales derechos, incluido el pontificado máximo, por
primera vez dividido entre dos titulares. El pueblo y los pretorianos exigieron que los
dos Augustos nombraran César al nieto de Gordiano I, también llamado Gordiano, de
trece años de edad.
1.2.2 Fin de Maximino El emperador, que marchaba sobre Italia, fue detenido por la desesperada
resistencia de Aquileya y el infructuoso asedio a la ciudad exasperó a los soldados, que
le mataron a él y a su hijo y se sometieron a los emperadores senatoriales.
1.2.3 Muerte de Pupieno y Balbino En el 238 ambos emperadores, que se odiaban entre si, fueron asesinados por
la guardia pretoriana, descontenta por sus disensiones y por el desorden de la ciudad.
Así subió al poder el quinto emperador del año, el joven Gordiano III, proclamado por
los pretorianos y aceptado por el senado.
1.3 Gordiano III (238-244) Aunque debía el trono a los pretorianos, estaba ligado a un ambiente
tradicionalista por su extracción senatorial y de ahí sus medidas restauradoras en la
dirección de la alta cámara. Una de las primeras fue la disolución de la legión III
Augusta, culpable de la muerte de sus parientes, que dejaría desguarnecida a África
por largo tiempo.
1.3.1 Timesiteo El emperador, demasiado joven para gobernar personalmente, se mantuvo en
el trono gracias a la firmeza de su principal consejero, un personaje del orden ecuestre
convertido en su suegro. Asumió en nombre del emperador, como prefecto del
pretorio, la dirección de los asuntos públicos, entre ellos la urgente defensa del
Imperio.
1.3.2 Sapor y la campaña contra los persas En el 240 Sapor I sucedió a Artajerjes e inició su reinado con una ofensiva
contra la provincia romana de Mesopotamia. Gordiano y Timesiteo se dirigieron a
Oriente, al frente de un gran ejército, restableciendo a su paso el orden sobre la
frontera danubiana en lucha contra godos y sármatas.
La campaña contra los persas fue un éxito y Timesiteo venció en Resaina.
Mesopotamia fue reconquistada. Pero en el 243 Timesiteo murió y el nuevo prefecto
del pretorio, Filipo, instigó un motín contra el emperador, que fue asesinado en el
curso de la nueva campaña que se estaba preparando. Acto seguido, el ejército
proclamó a Filipo en el 244.
1.4 Filipo el Árabe (244-49)
1.4.1 La paz con los persas Llamado así por proceder de una familia del Haurán en la provincia de Arabia,
era un representante típico del orden ecuestre que debía su carrera a sus servicios
como oficial en la milicia. Para asegurar su poder compró la paz a los persas —
exorbitante cantidad de medio millón de monedas de oro— y, confiando a su hermano
Pisco el gobierno de Oriente, partió hacia Roma.
1.4.2 Intentos de estabilización interior Filipo expresó su deseo de fundar una dinastía: nombró a su hijo Filipo primero
César y luego Augusto y acumuló honores sobre su familia. Deseoso de congraciarse
con la aristocracia senatorial, se esforzó en vano por una continuidad política e
ideológica con la de su predecesor, manteniendo un escrupuloso respeto a la tradición.
Celebró así en el 248 los Juegos Seculares, que debían crear la ilusión de una nueva era
de paz y prosperidad. Era el año del milenio de la fundación de Roma.
Entre tanto, Filipo tendría unos iniciales éxitos militares en la frontera del
Danubio contra cuados y carpos entre el 245 y 247.
1.4.3 Pronunciamientos militares Otros ejércitos en distintas provincias elevaron a comandantes a emperadores,
multiplicándose los usurpadores en la periferia, mostrando cómo la débil legitimidad
que confería el senado en Roma no era capaz de poner un freno a las fuerzas
centrífugas que impulsaban la disgregación.
1.4.4 Amenaza exterior Las debilitadas defensas del Danubio fueron impotentes para resistir el empuje
de las tribus bárbaras —galos, carpos, vándalos— que, tras invadir la provincia de
Mesia, avanzaron hasta la península de los Balcanes.
Filipo tuvo que enviar a un general experimentado, el prefecto de la Ciudad,
Decio. Sus éxitos contra los bárbaros decidieron a sus soldados a proclamarlo
emperador. Decio emprendió el camino de regreso a Italia, que Filipo intentó cortar en
un encuentro cerca de Verona, en el 249, momento en que perdió la vida. Su hijo fue
asesinado por los pretorianos poco después.
1.5 Trajano Decio (249-51) Pertenecía a una familia senatorial de origen itálico, establecida en Panonia, e
inauguró la serie de los emperadores ilirios. A su subida al trono añadió a su nombre el
programático de Trajano, decidido a emprender una política tradicional que asegurara
las fronteras del Imperio y su unidad interna. Asoció al poder a sus dos hijos, Herennio
Etrusco y Hostiliano, y dedicó todos sus esfuerzos a la defensa de la frontera
danubiana contra los godos.
1.5.1 El peligro godo En la segunda mitad del siglo II, los godos habían emigrado desde el Bajo Vístula
a las estepas del sur de Rusia, donde en contacto con los sármatas, terminaron por
constituir la minoría dominante y crearon a mediados del III la Gotia, un especio
abierto al oeste hacia Germania oriental y por el sur a las fronteras danubianas del
imperio.
Divididos en los godos del este —ostrogodos— y los del oeste —visigodos—, no
sólo presionaron por tierra sobre las fronteras del Danubio, sino que desarrollaron por
mar una terrorífica actividad pirática contra las ciudades del Mar Negro y del Egeo. En
el 251 Kniva emprendió una gran expedición de saqueo al sur del Danubio, lelgando
hasta el interior de Tracia y apoderándose de Filopópolis.
Decio, con su hijo mayor, murió en el 251 tratando de cortarles el paso de
vuelta a sus sedes, planeando unirse con las fuerzas del gobernador de Mesia,
Treboniano Galo. Pero la conjunción no se produjo.
1.5.2 La persecución contra los cristianos El breve reinado de Decio está marcado por la primera persecución sistemática
contra los cristianos en todo el Imperio, pues emprendió una dura política de
restauración del culto oficial, obligando con un edicto (250) a todos los súbditos a
sacrificar a los dioses protectores del Estado. El sacrificio suponía desear contribuir a la
conservación del Imperio; la negativa, sería un gesto de hostilidad contra el Emperador
y el Estado. Se amenazaba con la pena de muerte en este caso y ordenaba a los
magistrados municipales a vigilar el cumplimiento del edicto, mediante la extensión de
certificados o libelli que atestiguaran haber cumplido con la obligación.
Muchos cristianos se plegaron, otros compraron el certificado sin cumplir el
sacrificio, pero también hubo muchos que prefrieron sufrir el martirio, como el obispo
de Roma, Fabiano. La muerte del emperador, un año después, puso fin a la
persecución.
1.6 La lucha por el poder: de Treboniano Galo a Valeriano
1.6.1 Treboniano Galo (251-53) Fue aclamado emperador por las tropas. Originario de una vieja familia
senatorial italiana, de Perugia, asoció al trono como corregente al hijo superviviente de
Decio, Hostiliano, para legitimar su posición, mientras nombraba César a su propio
hijo, Volusiano. Firmó la paz con los godos, a los que prometió subsidios anuales, y
volvió a Roma, asolada por una epidemia de peste que costó la vida a Hostiliano;
Volusiano ocupó su lugar como Augusto.
1.6.2 Usurpación de Emiliano y caos del 253 Pero la debilidad mostrada con los godos costó cara. En el 252, los bárbaros
renovaron sus incursiones, mientras en Mesia las legiones del Danubio proclamaron
emperador a su comandante, Emiliano, en el 253, tras un encuentro victorioso con los
godos de Kniva. Para combatir al usurpador, Treboniano recurrió al comandante del
ejército del Rin, el senador Valeriano que, a su vez, fue aclamado por sus soldados.
Pero ya Emiliano marchaba sobre Italia, y en Terni —Umbria—, Treboniano y Volusiano
fueron vencidos y muertos. Meses más tarde, el propio Emiliano fue asesinado y
Valeriano quedó como único dueño del poder.
Su primer acto fue nombrar corregente a su hijo Galieno.
2 La culminación de la crisis: Valeriano y Galieno (253-268)
El caos político del 253, con cuatro Augustos simultáneos, se resolvió con la
subida al poder de Valeriano (253-60). Pero su reinado y el de su hijo Galieno
coincidieron con la fase más aguda de la crisis del Imperio. Las dificultades
económicas, la miseria social, los violentos ataques de los bárbaros, el recrudecimiento
de la presión en la frontera oriental, las usurpaciones y la pérdida de control de las
regiones periféricas parecían empujar a Roma al borde del abismo. Sin embargo,
comenzaron a apuntarse, entre grandes dificultades, soluciones en el terreno militar y
social, decisivas para la evolución del Imperio.
2.1 El peligro exterior y la defensa del imperio Alamanes, francos y sajones habían roto por varios puntos el limes romano y
asolaban amplias regiones del occidente, llegando hasta Hispania y el norte de África.
En el Danubio, cuados, marcomanos, carpos y godos, rotas las defensas, circularon
libremente por Dacia, Mesia y Tracia. Los godos, provistos de barcas, extendieron sus
pillajes desde el Mar Negro a las costas de Asia Menor… En África del norte,
desguarnecida tras la disolución por Gordiano II de la legión III Augusta, las tribus
nómadas avanzaron sobre las provincias de Numidia y Mauretania. Pero, sobre todo,
era preocupante el que Sapor I hubiera reemprendido los ataques; después de ocupar
Armenia, invadió Mesopotamia y, luego, Siria, apropiándose de la capital Antioquía.
2.1.1 África Valeriano, reconocido por el senado, puso en marcha la reconstrucción de la
legión III Augusta, con base en Numidia (253), lo que le permitió restablecer la paz en
África con esfuerzo. Por otra parte, confió la defensa de Occidente a su hijo y
corregente mientras él centraba su atención sobre Oriente.
2.1.2 El frente renano-danubiano En el largo frente septentrional renano-danubiano, Galieno, tras restablecer las
defensas en Dacia y Mesia, acudió a la línea del Rin y, desde Colonia, hizo frente a
alamanes y reconstruyó los fortines del limes.
2.1.3 Guerra contra los persas: la captura de Valeriano Mientras, Valeriano ocupó en el 257 Antioquía y emprendió la ofensiva contra
los persas para liberar Mesopotamia. Sin embargo, su ejército fue vencido y Valeriano
cayó prisionero de Sapor cerca de Edesa cuando trataba de pactar un armisticio en el
260. El rey persa aprovechó para invadir Siria, Cilicia y Capadocia, logrando un inmenso
botín.
Conocemos sus campañas gracias a la inscripción de Naqs-i-Rustam, cerca de
Persépolis, conocida como Res gestae divi Saporis, que narra desde la óptica persa las
campañas de Sapor en la época de Gordiano III y Valeriano.
2.1.4 Persecución contra los cristianos La derrota y prisión del emperador se interpretó para los cristianos como un
cstigo justo, pues el emperador, deseoso en gran medida de apoderarse del
patrimonio cristiano ante la angustiosa falta de recursos par ala guerra, reanudó la
persecución, interrumpida tras la muerte de Decio. Dos edictos de los años 257 y 258,
desencadenaron una dura represión contra las élites sociales de la Iglesia. Entre otros
muchos creyentes fueron ejecutados el papa Sixto II y el obispo Cipriano de África.
2.1.5 El paroxismo de la crisis: los «Treinta Tiranos» Galieno quedó solo ante el Imperio (260-68) en una situación extremadamente
crítica. Ya en el 258 había tenido que abandonar el limes renano para enfrentarse en el
Danubio a la usurpación de Ingenuo, comandante del ejército panonio, aclamado por
sus tropas. Pero aunque fue ejecutado, los francos pudieron romper de nuevo el limes
y avanzar por la Galia central y meridional hasta Hispania, mientras los alamanes, a
través de los Alpes, caían sobre el valle del Ródano. Galieno consiguió derrotarlos
cerca de Milán en el 260, eliminando el peligro sobre Italia.
Entonces se extendió la noticia de la catástrofe de Edesa, que provocó la
anarquía general y una serie de interminables pronunciamientos en las provincias. La
mayoría apenas son nombres confusos de una lista de usurpadores que la Historia
Augusta reúne bajo el nombre de los «Treinta tiranos». Sólo interesan Póstumo y
Odenato, que, en la Galia y Oriente, respectivamente, dieron vida a sendas
formaciones políticas importantes para la historia del Imperio.
2.2 El Imperio Galo de Póstumo Apenas vencidos los alamanes en Milán, Galieno tuvo que acudir a Panonia a
suprimir la rebelión de un usurpador. Las legiones germánicas proclamaron entonces
emperador a Póstumo, que estaba al frente de Colonia por orden del emperador,
asesinando al hijo del emperador, Salonino. El usurpador fue reconocido en las
provincias galas, germanas, en Britania y parte de Hispania. Galieno hubo de reconocer
su autoridad sobre las provincias occidentales, castigadas por las correrías de los
francos.
Entre el 260-69, Póstumo limpió de bárbaros su dominios con una mezcla de
fuerza y diplomacia, conteniéndolos en la orilla derecha del Rin. Sus resultados le
decidieron a proclamar el Imperium Galliarum, que, a imagen de Roma, contó con un
senado, guardia pretoriana, magistrados, moneda y aparato administrativo. Pero
entonces fue asesinado por sus soldados, descontentos por la masiva incorporación al
ejército de elementos bárbaros.
2.3 El reino de Palmira
2.3.1 Usurpación de Macriano Tras la derrota de Edesa, Macriano y Ballista reuieron a las dispersas tropas y
con la ayuda de Odenato, un príncipe árabe de Palmira, frenaron el avance persa.
Macriano poco después proclamó emperadores a sus hijos, reconocidos por la mayor
parte de las provincias orientales. Los dos Macrianos —padre e hijo—, emprendieron
el camino a Europa, donde fueron vencidos por la caballería de Galieno. Odenato,
nombrado por Galieno dux romanorum, comandante en jefe de todas las fuerzas de
Oriente desde el 262, acabó con Quieto en Siria.
2.3.2 Palmira Rica ciudad caravanera, que había sido incorporada al Imperio por Trajano. Sus
príncipes indígenas conservaban una notable influencia y se mantenían prósperos
gracias al control del comercio oriental. Odonato, fortalecido por su victoria sobre
Sapor, asumió una actitud independiente del poder central, organizando un original
reino, formalmente vasallo de Roma, pero en la práctica autónomo.
2.3.3 Odonato y Zenobia Galieno concedió a Odenato el vago título de corrector totius Orientis y
consiguó que asumiera la defensa contra los persas. Con un excelente ejército, a
imitación del pera, el príncipe reconquistó Mesopotamia y ejerció un gobierno efectivo
sobre amplias zonas del Oriente romano hasta su muerte en el 267. Pero Palmira no
volvió a manos romanas pues su viuda, Zenobia, asumió el poder como regente y en
nombre de su hijo Vabalato se declaró independiente de Roma.
2.4 Las reformas de Galieno Galieno, en una situación límite, trató de recomponer la unidad política y social
del Imperio con una incansable actividad militar y una serie de reformas
fundamentales que, aunque no todas se completaron, marcaron el camino para la
reconstrucción del Estado y de la sociedad en las nuevas vías que exigían lso tiempos.
2.4.1 Reforma del ejército El viejo sistema augústeo, basado en una línea continua de defensa sin
retaguardias internas, había perdido su eficacia desde que los asaltos bárbaros
obligaron a la defensa simultánea de frentes muy alejados. Abierta una brecha, los
invasores tenían el camino libre para penetrar en las provincias.
Galieno aplicó una múltiple solución. Detrajo de cada una de las legiones
contingentes móviles —vexillationes— y los estacionó en ciudades fortificadas del
interior como unidades de intervención inmediata, que pudieran acudir a cualquier
punto del limes que requiriera refuerzos.
También organizó y desarrolló unidades de caballería especializadas —
arqueros, lanceros y caballería pesada, los llamados cataphractarii, con jinetes y
caballos provistos de cotas de malla— concentradas en un punto que permitiera
desplazarlas a las zonas de peligro rápidamente. El centro principal occidental fue
Milán y sus comandantes gozaron de un prestigio y poder que con frecuencia los
convirtió en usurpadores. Finalmente, constituyó, con oficiales selectos, un cuerpo de
protectores que, como unidad de élite responsables de la seguridad del emperador en
campaña, cumplirían la función de «estado mayor»
2.4.2 El mando: exclusividad del orden ecuestre La reforma que se ganó el odio de los senadores fue que, frente a la política
respetuosa con los privilegios del orden senatorial, Galieno les prohibió el acceso al
ejército. Se rompía la tradición que ligaba en la carrera de las magistraturas las
funciones civiles con las militares. El mando de las legiones fue confiado al orden
ecuestre, que pudo acceder a todos los grados superiores del ejército. Galieno trataba
de acrecentar el valor de alto mando con oficiales profesionales y experimentados, ya
que los miembros del orden ecuestre provenían de las legiones.
Pero la reforma no significó una separación radical de las carreras civil y militar;
los gobernadores senatoriales de las provincias más importantes continuaron con el
alto mando de las tropas estacionadas. Pero creció el número de las gobernadas por
caballeros que, hasta ahora, como praesides, sólo habían dirigido las de menor
importancia y sin fuerzas militares. A partir de Galieno el título de pareces fue el
normal para todo gobernador provincial.
2.4.3 Problemas monetarios y política financiera La inflación, ligada a la devaluación —en especial el denario y la moneda de
plata cerada por Caracalla, el antoninianus, habían perdido tanto peso y ley que
prácticamente se habían convertido en monedas fiduciarias—, el aumento vertiginoso
de los precios —una misma cantidad de trigo en el 250 costaba cuatro denarios, en el
276 costaba cincuenta— eran problemas gravísimos, a los que había contribuido la
escasez de metal.
No es extraño que el comercio disminuyera a favor de la autarquía económica y
que la economía natural desplazara a la monetaria, hasta el punto de que el Estado
generalizara los impuestos en especie y el pago también en especie. Así, la annona se
convirtió en el impuesto más importante, que exigió la multiplicación de silos,
almacenes y medios de transporte, que el Estado descargó en manos de particulares
agrupados en corporaciones —collegia— nacionalizadas y estrechamente vigiladas.
La complejidad de la recaudación y distribución llevó a responsabilizar de su
funcionamiento a las curias municipales con la garantía de sus propios bienes. Las
magistraturas se convirtieron, pues, en cargas obligatorias incluso hereditarias. Debía
producirse un rechazo de la burguesía a cumplir funciones públicas y una masiva huida
al campo, que contribuyó a l degradación de las oligarquías municipales, en otro
tiempo pilares fundamentales del Estado y de la estructura socio-económica del
régimen imperial.
2.4.4 Política religiosa y cultural El emperador, ferviente helenista y deseoso de vincularse a las tendencias
humanistas de los Antoninos, puso fin a la persecución de los cristianos convencido de
que sólo cabía combatirlos por medios intelectuales y espirituales.
Se rodeó de intelectuales y filósofos representantes del neoplatismo y su
representante más ilustre, Plotino, fue amigo del emperador y ejerció una gran
influencia en su corte.
La figura de este emperador, filósofo y humanista, reformador y pragmático, se
alza por encima de las imagen negativa transmitida por sus enemigos: senadores
rencorosos, generales semibárbaros y cristianos a cuya fe quiso enfrentarse con la
razón.
2.4.5 Las incursiones godas y la defensa del Danubio El desmembramiento de las provincias occidentales en un «Imperio de las
Galias» y el forzado traspaso del Oriente a la responsabilidad de Palmira dejaron a
Galieno las manos libres para concentrarse en el reforzamiento de las defensas del
Danubio, necesario para afrontar las continuas razzias terrestres y marítimas de los
godos que, en el 266, asolaron en repetidas ocasiones la península balcánica. El
emperador los combatió victoriosamente en Tracia.
2.4.6 Usurpación de Aureolo y fin de Galieno El emperador no pudo rematar su ora, pues tuvo que regresar a Italia para
enfrentarse a la rebelión de Aureolo, comandante en jefe del recién creado cuerpo de
caballería. El emperador consiguió encerrarlo en Milán, pero cayó víctima de un
complot de sus oficiales en el 268.
3 Los emperadores ilirios (268-284) La obra de Galieno, aunque inacabada, había permitido superar los graves
peligros de desintegración. Los emperador que le sucederán, de extracción militar,
modesto origen social y en general de procedencia iliria —Dalmacia, Panonia, Mesia—
impulsaron un programa de restauración frente a las amenazas exteriores y a los
intentos de disgregación, para devolver la unidad al Imperio. con sus bases,
Diocleciano y Constantino emprendieron, a comienzos del siglo siguiente, una
renovación completa del Estado y de la sociedad.
3.1 Claudio II el Gótico (268-70) Los asesinos de Galieno proclamaron emperador a Marco Aurelio Claudio,
militar dálmata que se esforzó por contener la presión bárbara sobre las fronteras del
Danubio, amenazadas por alamanes y godos en el curso superior e inferior
respectivamente. A los primeros los venció, cuando cruzaron los Alpes, cerca del lago
Garda y a los segundos en Naïssus, cuando regresaban de una nueva correría por los
Balcanes. De ahí el hombre de Gótico.
Mientras, en las Galias, la muerte de Póstumo le permitió reincorporar la
Narbonense e Hispania, pero en Palmira Zenobia expandía su influencia a Siria, Egipto
y Asia Menor.
Cuando Claudio se encontraba en la frontera danubiana para rechazar nuevas
tentativas de invasión de los bárbaros, murió por la peste en Sirmium en el 270. le
sucedió por unos meses su hermano Quintilo, proclamado por el ejército de los Alpes,
pero las tropas del Danubio prefirieron a Aureliano, oficial, como Claudio «del estado
mayor» de Galieno. Quintilino, abandonado por sus propias tropas, se quitó la vida.
3.2 Aureliano (270-75) Panonio de nacimiento, es el más representativo de los emperadores ilirios: con
él se logró la reunificación del Imperio y proseguir las reformas político-administrativas
e ideológicas que buscaban devolverle cohesión interna. Desgraciadamente, su
temprana desaparición y numerosos problemas le impidieron completar una obra que
lo califica como excelente militar y estadista.
3.2.1 La defensa del Danubio Los problemas de defensa se acumularon rápidamente: vándalos y godos
presionaban sobre Panonia y Mesia, mientras en el alto Danubio los alamanes unidos a
los yutungos atravesaron los Alpes e invadieron el valle del Po. En Oriente, Zenobia
firmó un acuerdo con los persas y proclamó emperador a su hijo, Vabalato.
Aureliano, vencido cerca de Placentia, n pudo impedir que los bárbaros
avanzaran en el interior de Italia. El emperador, con todo, conjuró el peligro,
emprendiendo de acuerdo con el senado una gigantesca obra de fortificación de la
ciudad de Roma, rodeándola de una muralla de casi 8 m de altura, flanqueada por 350
torres, que todavía se conserva en parte, el llamado «muro de Aureliano». Después
venció a los yutungos en sucesivas batallas y expulsándolos al otro lado del Danubio.
3.2.2 Evacuación de la Dacia Era preciso, más que nunca, fortalecer la frontera danubiana. Tras vencer a
vándalos, sármatas, godos, carpos y bastarnos y asentarlos en territorios despoblados
de la provincia de Mesia, evacuó la provincia transdanubiana de la Dacia, conquistada
por Trajano. La frontera volvió a estar marcada por el curso del Danubio y la población
se trasladó a Mesia y Tracia, que se organizaron, heredando el nombre de la provincia
abandonada, en la Dacia ripensis Dacia ripensis y la Dancia mediterranea.
3.2.3 Lucha contra Palmira Asegurado el Danubio, Aureliano podía ahora intentar restablecer su autoridad
en Oriente. El emperador encomendó a su lugarteniente, Probo, la reconquista de
Egipto mientras él mismo, tras liberar Asia Menor y Siria, avanzó por el desierto hasta
las puertas de Palmira. La ciudad fue sometida a asedio y tuvo que capitular, a pesar
del débil socorro enviado por los persas; Zenobia fue capturada mientras trataba de
busca refugio al otro lado del Éufrates en el 272.
Palmira fue respetada, pero volvió a sublevarse unos meses después; Aureliano
la expolió y destruyó. Mientras, en Egipto, Probo había logrado restablecer la
autoridad imperial. Pero un rico comerciante, Firmo, se sublevó en Alejandría,
aprovechando la inestabilidad social. Aureliano puso fin a la revuelta y Firmo fue
ejecutado.
3.2.4 Fin del Imperio de las Galias Era el único que restaba para completar la unidad del Imperio. Tras la
desaparición de Póstumo en el 269, asesinado por sus tropas, hubo una larga lista de
pretendientes a su puesto mientras de deshacía la prosperidad económica relativa
entre los desmanes de los soldados y las incursiones germanas. Victorino logró
imponerse durante un tiempo, pero las provincias de Hispania volvieron a la
obediencia imperial y terminó por ser asesinado en el 270. Le reemplazó el senador
Tétrico, representante de los intereses de la Galia meridional romanizada frente a los
semi-bárbaros del norte. Terminó por pactar con Aureliano, dejando que sus legiones
fueran derrotadas en el 273 y se reintegraron al Imperio la Galia y Britania. Aseguradas
las fronteras y establecida la unidad del Imperio, Aureliano emprendió un ambicioso
programa de reformas internas.
3.2.5 Reformas administrativas Se achaca a Aureliano el haber iniciado la «provincialización» de Italia, con la
imposición de correctores que introdujeron el mismo régimen aplicado a las provincias.
No se trató de una medida general y sistemática, sino de reformas parciales que ya
estaban en la época de los Severos y que se completaron con Diocleciano.
Aureliano trató de asegurar el abastecimiento de la población de Roma con
reparto gratuito de alimentos, lo que obligó a la imposición de prestaciones
obligatorias mediante la utilización de los collegia o corporaciones de profesionales —
armadores, transportistas, carniceros, panaderos…— como «servicios públicos»
militarizados. Esta política de intervencionismo afectó a sectores como el de la
construcción, cuyos collegia se vieron obligados a participar en la fortificación y
defensa de las ciudades, como el caso de la muralla de Roma.
3.2.6 Política fiscal: reforma monetaria La política fiscal de Aureliano, que se ha tildado de «democrática» trató de
cargar sobre los ricos el peso de los impuestos, al tiempo que condonaba deudas al
Estado de los estratos más humildes.
Pero interesa el intento de reforma monetaria para devolver a la moneda de
plata parte de su valor. Hubo de enfrentarse a la rebelión de los talleres de Roma —
pues, aparte de por la falta de metal noble y la necesidad del Estado, los obreros
manipulaban las monedas de forma fraudulenta con la complicidad de los senadores—
que reprimió a sangre. Retiró al senado y a las ciudades el derecho de acuñar moneda
de bronce, dio mayor estabilidad a la moneda de oro y bronce y creó un nuevo
antoninianus de plata con el valor de cinco denarios. Las reformas tuvieron un corto
alcance y la depreciación continuó pesando gravemente sobre la economía imperial.
3.2.7 Reforma del ejército Prosiguió la reforma iniciada por Galieno. Multiplicó las unidades de caballería
pesada a imagen de los jinetes acorazados persas, pero, sobre todo, aumentó en
número e importancia las unidades militares de germanos —vándalos, yutungos,
alamanes— como foederati al servicio del emperador. Ello hizo del ejército un cuerpo
extraño dentro del Imperio, cada vez más alejado del contacto con el pueblo.
3.2.8 Política religiosa: el Sol Invictus Tendente a restablecer la unida del Imperio y a reforzar el carácter divino de la
monarquía absoluta. El poder venía de los soldados, pero Aureliano trató de darle un
contenido divino. Para ello, organizó en Roma un culto oficial al sol, divinidad con
amplia aceptación en los militares danubianos que, bajo la advocación de Sol Invictus,
fue considerado como dios supremo y protector del Imperio.
Se experimentó hacia el monoteísmo, puesto al servicio del Estado: a un solo
dios, el Sol, para el que se creó un suntuoso templo y un colegio de pontífices, debía
corresponder un único emperador, representante en la tierra de la divinidad suprema.
Aureliano se proclamó Dominus et deus y fue el primer emperador que ciñó la
diadema, como autócrata, investido «por la gracia de Dios». Al antiguo princeps,
elevado al poder por el senado o el ejército, sucedía ahora el Dominus, legitimado por
voluntad divina. Así se pasaba del Principado augústeo al Dominado bajoimperial.
3.3 La «restauración» senatorial: Tácito (275-76) y Floriano Aureliano fue asesinado en el 275 mientras preparaba una campaña contra el
imperio persa. El ejército descargó la elección de un nuevo emperador en el senado,
que se decidió por Tácito. Se favorecía el retorno a una práctica anacrónica.
La Historia Augusta, representante de la tradición senatorial, ha ideado a Tácito
sin razón como restaurador de la libertad. Los hechos prueban que no hubo cambios
sustanciales; la defensa del imperio era esencial y Tácito, a pesar de su edad y carrera
civil, tuvo que ponerse al frente del ejército.
Una nueva incursión de piratas godos del mar Negro en las costas de Asia
Menor obligó al emperador a abandonar Roma, en compañía de su hermano Floriano,
prefecto del pretorio. La victoria sobre los bárbaros no impidió que fuera asesinado
por sus soldados.
Ocupó su ligar y logró ser reconocido en todo el Imperio, pero las tropas de
Siria y Egipto se pronunciaron por su jefe, Marco Aurelio Probo. Las tropas de Floriano
se pasaron a las filas de Probo y asesinaron al emperador, apenas después de tres
meses de gobierno.
3.4 Probo (276-82) Originario de Panonia, reanudó la tradición de los emperadores ilirios con larga
experiencia militar. Durante los seis años de su reinado hubo de dedicarse a una
infatigable actividad bélica.
3.4.1 Defensa del imperio y usurpaciones Desde el 275, aprovechando el desguarnecimiento de la frontera del Rin,
francos y alamanes habían invadido la Galia, sometiendo a saqueo un buen número de
ciudades. Probo estableció la situación en el 277, pero su marcha al Danubio suscitó
intentos de usurpación en Colonia y Lyon, pero fueron rápidamente aplastados por los
oficiales leales al emperador.
Éste, entre tanto, consolidó la defensa del Danubio y acudió a Oriente para
reducir a los isaurios, que había hecho del bandolerismo su forma de vida contra el sur
de Asia Menor. Una vez resueltas las incursiones de nómadas blemios en el sur de
Egipto y el intento de usurpación del gobernador de Siria, Probo, una vez restablecida
la paz, intentó reanudar los proyectos ofensivos contra los persas. Pero los soldados,
agotados y enfurecidos por la férrea disciplina impuesta por el emperador, lo
asesinaron en el 282.
3.4.2 Esfuerzos de restauración interna Probo dedicó su atención a problemas económicos con una serie de medidas
que buscaban reactivar la producción en la agricultura: derogó la vieja prohibición de
Domiciano que impedía el cultivo de la viña en las provincias e intentó poner en cultivo
nuevas tierras en Panonia recurriendo a las tropas de la provincia.
En otras provincias fronterizas estableció contingentes bárbaros en tierras
vírgenes o abandonadas, para remediar la alarmante despoblación y aumentar la
mano de obra. Ligados así al Imperio, los bárbaros frenaban la presión de sus
congéneres en las fronteras y se convirtieron en una importante base de reclutamiento
militar.
3.5 Los últimos emperadores ilirios: Caro, Carino y Numeriano (282-85)
Fue proclamado emperador el prefecto del pretorio, Caro, que no duró más
que un año en el puesto. Asoció a sus hijos —Carino y Numeriano— al poder y no pidió
la protocolaria aprobación del senado, dejando la responsabilidad del gobierno de
Occidente a su hijo mayor y marchó a Oriente con su hijo menor para atacar a los
persas, debilitados por la muerte de Sapor.
El avance romano se detuvo con la muerte del emperador; su hijo, Numeriano
emprendió el regreso y fue asesinado por instigación de su suego, prefecto del
pretorio. Los oficiales del ejército proclamaron Augusto a Diocleciano, comandante de
los protectores, la guardia de corps del emperador en el 284.
Carino, en Occidente, reprimió un intento de usurpación y marchó contra
Dioleciano. Venció, pero poco después fue asesinado por sus oficiales. Todas las tropas
reconocieron a Diocleciano como emperador.
4 Las transformaciones económicas y sociales del siglo III A pesar de las interminables guerras civiles y pronunciamientos del período de
la Anarquía militar, los emperadores ilirios preservaron la integridad del Imperio frente
a la presión bárbara. Hubo pérdidas territoriales; los germanos ocuparon los Campos
Decumates; Dacia fue abandonada con Aureliano; los godos extendieron su influencia
por la costa septentrional del Mar Negro; se perdieron ciudades como Palmira que
hacían de glacis protector a las provincias de Siria y Arabia. Pero la crisis tenía sus
raíces en problemas internos.
4.1 Crisis económica
4.1.1 Guerras y catástrofes naturales Sin duda, la economía se resintió por las gueras exteriores y las contiendas
civiles; numerosas ciudades fueron destruidas o saqueadas y regiones enteras
quedaron arruinadas. A ello vinieron a sumarse catástrofes naturales comom la peste
que, desde el 250 sacudió el Imperio durante 20 años.
4.1.2 Recesión demográfica La primera consecuencia fue la recesión; numerosas tierras fueron
abandonadas y las ciudades se redujeron en extensión, rodeándose, como Roma, de
murallas. La crisis produjo una general falta de mano de obra, que afectó a la
agricultura y al reclutamiento militar en una época necesitada de un mayor esfuerzo
bélico.
4.1.3 Asentamientos de bárbaros Los emperadores, siguiendo la tendencia iniciada con Marco Aurelio y que
Probo potenció, instalaron bárbaros en las regiones fronterizas para repoblar los
espacios vacíos y volver a poner en cultivo tierras abandonadas. Procuraron al Imperio
campesinos y soldados, ya que los pactos les obligaban a servir en el ejército —
foederati, laeti o gentiles—. Ello introdujo un principio de desunión por ser cuerpos
extraños poco asimilables.
4.1.4 La crisis urbana También las ciudades se resintieron de la inseguridad general: el colapso de las
comunicaciones, la inflación monetaria y la contracción de la demanda produjeron
graves trastornos en la producción de mercancías y en los intercambios comerciales.
Se extendió la tendencia a la autarquía de las grandes propiedades rústicas y a la
sustitución de la monda por una economía de trueque.
La recesión afectó ante todo a las oligarquías municipales, responsabilizadas del
buen funcionamiento de las ciudades y del pago de impuestos, lo que significó la ruina
de amplios estratos acomodados de la población.
4.1.5 Problemas financieros del Estado La necesidad de mantener la política tradicional de liberalidad con las masas
urbanas y los crecientes gastos ocasionados por el abastecimiento y entretenimiento
del ejército contribuyeron a un terrorismo fiscal, en especial sobre las burguesías
municipales.
4.1.6 Inflación monetaria Quizá el signo más evidente de la crisis fuera la moneda. Las crecientes
necesidades financieras obligaron a la emisión desordenada e incoherente de piezas
de baja calidad, sobre todo de plata, favoreciendo la inflación, que se disparó. Como
salarios y sueldos no experimentaron la misma crecida, empeoró la suerte de los
pequeños funcionarios y de los trabajadores a sueldo. Los esfuerzos por restituir a la
moneda su valor no impidieron que se generalizara el trueque incluso para las
exigencias fiscales.
4.2 Cambios en la estructura social Se generalizó una tendencia a la fijación de las clases y a una agravación del
contraste entre ricos y pobres. Se bipolarizó la estructura social, en contraste con la
abierta y relativamente equilibrada de los dos primeros siglos del Imperio.
4.2.1 Decadencia de la esclavitud Decayó en beneficio del trabajador autónomo, aunque dependiente, y, sobre
todo, del colono adscrito a las grandes propiedades privadas o del emperador. No fue
tan importante el debilitamiento de las fuentes de la esclavitud —cese de las guerras
de conquista o falta de mercados— como las transformaciones en la estructura de la
tierra. El acaparamiento de amplias extensiones por parte del emperador o de
minorías sociales contribuyó, desde finales del siglo II, a la extensión de la gran
propiedad autárquica, cuya explotación era más rentable con colonos que el trabajo
servil o el arrendamiento por dinero.
4.2.2 Orígenes del colonato A los colonos se les aseguraba un lote de tierra contra el pago de una parte de
la cosecha. Así se aseguraban los latifunditas una mano de obra estable y sin graves
problemas de vigilancia, frente a las condiciones tradicionales del trabajo servil.
Si bien, en principio, los colonos —pequeños propietarios endeudados,
antiguos esclavos, inmigrantes, bárbaros— eran libres y autóctonos, a lo largo del siglo
III su condición se agravó: las exigencias de los propietarios, las exacciones del fisco y
las requisas de los soldados presionaban con dureza a los colonos y provocaron en
muchos casos el abandono de las tierras.
Para impedir esto se generalizó la tendencia de ligar a los colonos a la
propiedad, con contratos vitalicios o incluso hereditarios, que los convirtieron en
campesinos dependientes no muy diferentes a los esclavos en régimen generalizado
de servidumbre.
No era mucho mejor la situación de los campesinos libres, presionados por el
Estado y endeudados, que hubieron de entregar sus tierras a la gran propiedad y se
convirtieron también en trabajadores dependientes.
4.2.3 Decadencia del régimen municipal El estancamiento de la producción artesanal y la regresión del comercio
empobrecieron a las clases medias urbanas, sobre las que recaían las cargas del
Estado. La burguesía municipal, el ordo decurionum, que habían sostenido el bienestar
de sus conciudadanos se veían ahora responsables de los impuestos y el
abastecimiento del ejército, convirtiéndose en funcionarios gratuitos.
También las corporaciones gremiales —transportistas, panaderos, mercaderes
de aceite y vino, herreros…— fueron convertidas en organismo del Estado,
responsabilizadas del abastecimiento de ciertos géneros y el funcionamiento de los
servicios públicos. Además, se les impuso el trabajo obligatorio para obras de carácter
público. No es extraño que los afectados trataran de sustraerse con todos los medios
posibles a estas cargas. Por ello se desarrolla de forma sintomática el bandolerismo
como medio desesperado de resistencia durante el siglo III, con un recrudecimiento de
la tensión social.
4.2.4 Proceso de ruralización Decadencia de las ciudades, documentada por la pobreza de las construcciones
y la reducción de las superficies habitadas. La riqueza y la actividad económica se
desplazaron al campo, donde los ricos propietarios podían sustraerse más fácilmente
de las imposiciones estatales. Se produjo un «nivelamiento de las clases inferiores»:
pequeños campesinos, colonos y plebe urbana, igualados en un régimen de vida
cercano a la servidumbre.
4.2.5 Estratos sociales privilegiados La desaparición de las clases medias dejó, frente a frente, a una nueva
aristocracia constituida por los miembros del orden senatorial y los altos funcionarios
ecuestres.
El senado, fuertemente provincializado, perdió su carácter de órgano principal
del gobierno para convertirse en una casta aristocrática, un orden social dirigente.
Apartados en parte de los grandes puestos políticos, militares y administrativos, los
senadores son civiles que se desentendieron de los asuntos del Estado para convertirse
en propietarios de grandes latifundios, que les proporcionaron poder, riqueza y
prestigio social.
Su lugar fue ocupado por el orden ecuestre, reclutado casi en exclusiva de las
filas del ejército, convirtiéndose en el principal motor de la promoción social.
Utilizados por la monarquía absoluta y militar para sustituir al senado como clase
política, tendieron a convertirse en aristocracia agrícola y hereditaria para compartir
con los senadores la cúspide de la sociedad.