la estela de guerrero de las herencias, toledo - … · 2016-08-12 · ... calcolítico vs. bronce...
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04Extra
Homenaje a Rodrigo de Balbín Behrmann
2016
ARPI 04 Extra
Homenaje a Rodrigo de Balbín Behrmann
Publicación Extra: 2016 ISSN: 2341-2496 Dirección: Primitiva Bueno Ramírez (UAH) Subdirección: Rosa Barroso (UAH) Consejo editorial: Manuel Alcaraz (Neanderthal Museum); José Mª Barco (Universidad de Alcalá); Cristina de Juana (Universidad de Alcalá); Mª Ángeles Lancharro (Universidad de Alcalá); Adara López (Universidad de Alcalá); Estíbaliz Polo (Universidad de Alcalá); Antonio Vázquez (Universidad de Alcalá); Piedad Villanueva (Universidad de Alcalá). Comité Asesor: Rodrigo de Balbín (Prehistoria-UAH); Margarita Vallejo (Historia Antigua- UAH); Lauro Olmo (Arqueología- UAH); Leonor Rocha (Arqueología – Universidade de Évora); Enrique Baquedano (MAR); Luc Laporte (Laboratoire d'Anthropologie, Université de Rennes); Laure Salanova (CNRS). Edición: Área de Prehistoria (UAH) Foto Portada: Cantos de Chaves (Foto R. de Balbín)
SUMARIO Editorial 05-19 Selection of cave shelter by Neanderthals (Homo neanderthalensis) and spotted hyaenas (Crocuta crocuta) at the Calvero de la Higuera sites (Pinilla del Valle, Madrid Region, Spain) Baquedano, Enrique; Laplana, César; Arsuaga, Juan Luis; Huguet, Rosa; Márquez, Belén; Pérez-González, Alfredo 20-33 Avance del estudio geoarqueológico de los depósitos fluviales de la terraza +8M del río Manzanares y del antiguo arroyo Pradolongo en el tramo final del valle medio del Manzanares (Madrid, España) Tapias, Fernando; Cuartero, Felipe; Alcaraz-Castaño, Manuel; Escolá, Marta; Dones, Vanessa; Manzano, Iván; Sánchez, Fernando; Sanabria, Primitivo Javier; Díaz, Miguel Ángel; Expósito, Alfonso; Marinas, Elena; Ruiz-Zapata, M. Blanca; Gil, María José; Silva, Pablo G; Roquero, Elvira; Torres, Trini-dad de; Ortiz, José Eugenio; Morín, Jorge 34-48 El Paleolítico Superior pre-magdaleniense en el centro de la Península Ibérica: hacia un nuevo modelo Alcaraz-Castaño, Manuel 49-63 Un ornamento singular atribuido a cazadores recolectores solutrenses en el yacimiento al aire libre de La Toleta (Puerto Serrano, Cádiz) Giles Pacheco, Francisco; Gutiérrez López, José María; Carrascal, José María; Giles Guzmán, Francisco J.; Doyague Reinoso, Ana Mª; Domínguez Bella, Salvador 64-77 First approach to the chronological sequence of the engraved stone plaques of the Foz do Medal alluvial terrace in Trás-os-Montes, Portugal Figueiredo, Sofia Soares de; Nobre, Luís; Xavier, Pedro; Gaspar, Rita; Carrondo, Joana 78-94 La fuerza del pasado. Lecturas actuales Bueno Ramírez, Primitiva 95-117 Referencias crono-culturales en torno al arte levantino: grabados, superposiciones y últimas dataciones 14C AMS Viñas, Ramón; Rubio, Albert; Ruiz, Juan F. 118-132 El Abric V d’Ermites (Ulldecona). Descubrimiento de nuevas figuras y problemáticas de conservación Ruiz López, Juan F.; Quesada Martínez, Elia; Pereira Uzal, José M.; Pérez Bellido, Rubén; Alloza, Ramiro; Viñas Vallverdú, Ramón 133-150 Modelo de distribución del arte rupestre post-glaciar en Madrid, Toledo y Guadalajara Lancharro, Mª Ángeles 151-164 Cronologías y estratigrafías en el arte rupestre de la sierra de San Mamede (Portugal/España) Oliveira, Jorge de 165-181 Les stèles gravées du plateau de la Bretellière à Saint-Macaire-en-Mauges (Maine-et-Loire, France) Mens, Emmanuel; Berthaud, Gérard; Raux, Paul; Berson, Bruno; Joussaume, Roger; Le Jeune, Yann; Jupin, Stéphane; Barreau, Jean-Baptiste; Bernard, Yann; Cousseau, Serge; Pfost, Didier 182-190 Piliers de dolmen se chevauchant: Phénomène de convergence… ou relations à longues distances Le Goffic, Michel
191-204 Reciprocity ↔ Mutuality: Funerary behaviour in Middle Tagus region (Central Portugal) Cruz, Ana Pinto da 205-220 Lo que heredamos. Ideas sobre arte megalítico Carrera Ramírez, Fernando 221-236 Neolítico y arte rupestre en As Campurras (Gondomar, Pontevedra) Villar Quinteiro, Rosa 237-247 Nouvelles [et anciennes] données sur l’art mégalithique en Alentejo Rocha, Leonor 248-263 Construyendo un paisaje. Megalitos, arte esquemático y cabañeras en el Pirineo Central Montes Ramírez, Lourdes; Domingo Martínez, Rafael; Sebastián López, María; Lanau Hernáez, Paloma 264-285 Solo contrastando: Calcolítico vs. Bronce en la Prehistoria del interior peninsular Barroso Bermejo, Rosa M. 286-297 Rituales campaniformes en contextos no funerarios: la factoría salinera de Molino Sanchón II (Villafáfila, Zamora) Delibes de Castro, German; Guerra Doce, Elisa; Abarquero Moras, Javier 298-323 La cronología actual de los sistemas de fosos del poblado calcolítico de Valencina de la Concepción (Sevilla) en el contexto del Sur de la Península Ibérica Mederos Martín, Alfredo 324-344 Comportamiento social e implicaciones territoriales derivadas del análisis de dos estructuras tumulares en el Noroeste de la Península Ibérica Cano Pan, Juan A. 345-356 Aspectos hidrogeológicos, paleoambientales, astronómicos y simbólicos del Bronce de La Mancha Benítez de Lugo Enrich, Luis; Mejías Moreno, Miguel 357-367 La estela de guerrero de las Herencias (Toledo) Chapa Brunet, Teresa; Pereira Sieso, Juan
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LA ESTELA DE GUERRERO DE LAS HERENCIAS (TOLEDO)
A WARRIOR STELE AT LAS HERENCIAS (TOLEDO)
Teresa Chapa Brunet (1)
Juan Pereira Sieso (2)
Resumen
Se presenta nueva información relativa a la estela de guerrero de Las Herencias, cuyo lugar de hallaz-
go ha sido localizado. Se analizan sus características y relaciones con otras manifestaciones similares, encua-
drándola en un periodo de transformaciones sociales, económicas e ideológicas que desembocarán finalmen-
te en la configuración del poblamiento a comienzos de la Edad del Hierro.
Palabras clave: Bronce Final; Iconografía; Estelas de guerrero; Las Herencias; Arroyo Manzanas
Summary
This paper offers new information about the warrior stele found at Las Herencias, whose place of
discovery has been located. We analyze its characteristics and relationships with other stelae, framing it in a
period of social, economic and ideological changes that will finally lead to the settlement patterns of the early
Iron Age.
Keywords: Final Bronze Age; Iconography; Warrior Stelae; Las Herencias; Arroyo Manzanas
A Rodrigo
(1) [email protected] Universidad Complutense de Madrid (2) [email protected] Universidad de Castilla la Mancha. Campus de Toledo. Proyecto BHIT (Identidad y Territorio en el Tajo
Medio durante el Bronce Final y la Edad del Hierro. Proyecto HAR2011-25191-P MINECO
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1.- CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO
La estela de Las Herencias, también co-
nocida como “Las Herencias I”, al haberse localiza-
do una segunda estela (Las Herencias II) en el yaci-
miento de Arroyo Manzanas, perteneciente a este
término municipal (Moreno Arrastio, 1995; Celes-
tino, 2001: 352; Díaz Guardamino, 2010: 357), fue
dada a conocer someramente en la lista de adqui-
siciones del Museo de Santa Cruz en 1982 (VVAA,
1982: 88, fig. 7). La primera publicación científica
se realiza unos años después (Fernández-Miranda,
1986), aportándose algunos datos sobre su hallaz-
go y principales características, a los que hay que
añadir los ofrecidos en el estudio de la segunda
estela (Arroyomanzanas) realizado por Moreno
Arrastio (1995: 277) (Fig. 1). Creemos poder apor-
tar sobre todos estos aspectos algunas novedades
en este trabajo, que dedicamos a nuestro amigo y
colega Rodrigo de Balbín.
Las indagaciones en la población de Las
Herencias han permitido afinar el punto del hallaz-
go más allá de la genérica noticia que la hacía pro-
cedente de “la margen derecha de un arroyo junto
al pueblo” (Fernández-Miranda, 1986: 463). En
esta zona, conocida como “Barro Seco” -no “Barrio
Seco”, como se ha apuntado en alguna ocasión
(Moreno 1995: 277; Celestino 2001: 353)-, y en el
área de una parcela que estaba siendo arada por su
propietario, Longinos Fernández, apareció esta
losa decorada, que fue retirada al linde de la huer-
ta. Allí llamó la atención del cura párroco, Francis-
co Martín, quien la trasladó a las escuelas del pue-
blo. En ellas permaneció hasta que en 1980 el Mu-
seo de Santa Cruz tuvo noticia de su existencia
gracias al aviso realizado por Alberto Moraleda,
organizándose su traslado e ingreso en el Museo.
Los testimonios de las personas del pue-
blo que recordaban el hallazgo nos indicaron que
el arado no tropezó con otros restos de piedras o
muros, por lo que no parece que hubiera estructu-
ras o materiales en el mismo campo y la pieza,
desde su descubrimiento, se consideró como un
hallazgo aislado. El lugar, emplazado a unos 370
m s.n.m., está formado por arcillas miocenas que
destacan sobre los inmediatos sedimentos holoce-
nos que conforman la orilla izquierda del río Tajo
(MAGNA 1: 50.000, Hoja 626) (Fig. 2). La construc-
ción del Pantano de Azután ha hecho subir el nivel
del río, recuperando sus antiguos brazos, que bor-
dean las islas distribuidas a lo largo de su cauce.
Tradicionalmente, el cruce de una orilla a otra,
entre Las Herencias y el camino hacia Calera y
Chozas, se realizaba mediante una barca y las islas
tenían el suficiente tamaño para ser cultivadas,
aunque en la actualidad permanecen sin uso agrí-
cola.
Fig. 1.- Localización de Las Herencias, junto al curso del río
Tajo. Mapa: Trabajos de Prehistoria.
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2.- DESCRIPCIÓN Y PRIMERAS VALORACIO-
NES DE LA PIEZA
Tal y como figura en la ficha del Museo de
Santa Cruz, las dimensiones de la losa (cm) son:
Alto: 77; Ancho: 45; Grosor: 16. La identificación
pétrea del soporte ha sido objeto de distintas atri-
buciones. El primer estudio la clasifica como grani-
to (Fernández-Miranda, 1986: 464), si bien un tra-
bajo posterior de Portela y Jiménez (1996: 42) la
considera como “un fragmento de estrato cuarcíti-
co, de aspecto areniscoso”, situando su proceden-
cia probable en las cuarcitas precámbrico-
paleozoicas de la comarca de La Jara. Investigacio-
nes posteriores vuelven a citar el granito como
materia prima (Celestino 2001: 352; Díaz Guarda-
mino 2010, nº 316), mientras que finalmente Harri-
son (2004: 223) la considera de arenisca gris oscura
perteneciente al Precámbrico/Paleozoico. Las ana-
líticas realizadas por la Dra. Pilar Andonaegui, del
Departamento de Petrología y Geoquímica de la
Universidad Complutense, han permitido determi-
nar finalmente que se trata de una cuarcita grisá-
cea con pequeñas venas de cuarzo de tamaño
milimétrico y pátinas rojizas de oxidación.
La losa es de una cuarcita muy compacta
de color grisáceo (Código Munsell 7.5 YR/6/1 y
7/1), aunque como se ha dicho, sus planos superfi-
ciales muestran un color más rojizo (C.M. 5YR/6),
debido a procesos de oxidación. Vista de frente, la
pieza tiene una forma sub-rectangular, debido a
un estrechamiento y a una fractura en su zona su-
perior. Son perfectamente visibles en la superficie
delantera líneas oblicuas naturales que correspon-
den a vetas más finas y duras, probablemente de
cuarzo, que sobresalen ligeramente. El reborde
externo de la losa presenta indicios de golpes que
han levantado grandes lascas y la fractura antes
citada. Sin embargo, gran parte de su lateral iz-
quierdo tiene una superficie más lisa, algo que se
repite en los afloramientos de estas rocas y que
por tanto no puede considerarse como fruto de
trabajo artificial. Las caras delantera y trasera, en
origen planos de exfoliación totalmente lisos,
muestran indicios de erosión, especialmente en la
primera, lo que ha afectado notablemente a los
temas decorativos haciendo saltar las capas más
superficiales. Aunque éstos se sitúan en la parte
central y superior de la estela, dejando libre el ex-
tremo inferior, no hay indicios de que hubiera
permanecido hincada, ni parece haber tenido nin-
Fig. 2.- Localización del hallazgo en la Hoja 626 del Mapa
Topográfico del IGN. 2.- El paisaje de Las Herencias en 1956.
Fotograma del “Vuelo Americano”.
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guna preparación en este sentido. Teniendo en
cuenta el peso específico de la cuarcita (2.600 kg/
m3) y el tamaño de la losa, hoy fracturada, esta
pieza debió pesar originalmente en torno a 150 kg.
La decoración principal consiste en la aso-
ciación de un antropomorfo a un escudo, una fíbu-
la, una lanza y un carro. La lanza se sitúa a la dere-
cha del personaje y tiene la punta hacia abajo. Su
grabado es fino pero lo suficientemente profundo
como para ser perfectamente visible. El astil es
estrictamente rectilíneo y apura la línea de fractu-
ra de la piedra, de manera que al haber sufrido
este lado más golpes posteriormente, se pierde en
algunos tramos. La línea grabada continúa mar-
cando el centro de la punta, grande y de forma
lanceolada.
La figura humana ocupa la parte superior
izquierda de la estela. Dos líneas grabadas me-
diante piqueteado, repasado por incisiones y lige-
ramente curvas, dibujan su cuerpo desde el cuello
hasta los pies, mientras que los brazos, realizados
con la misma técnica, se separan del cuerpo for-
mando ángulos rectos. La cabeza es circular y ha
sido "borrada" o rebajada también mediante pi-
queteado. Sobre ella se sitúa un casco cónico de
surco profundo, que ocupa el extremo superior de
la estela. Junto a las técnicas antes citadas, encon-
tramos otros grabados muy finos con los que se
han representado los dedos de las manos, separa-
dos y extendidos. Los pies no se conservan debido
a que la zona se ha erosionado, por lo que debe
descartarse la idea de que iban calzados (Celestino
2001: 353), pero en su parte inferior se aprecian
otros surcos, también muy finos, que pudieran
corresponder a los dedos en el caso del pie izquier-
do, mientras que en la zona derecha una línea finí-
sima parece prolongar la pierna de este lado.
A la izquierda del personaje y sobre el
escudo se ha dibujado lo que parece ser una fíbula,
habitualmente clasificada como de codo
(Celestino, 2001: 353; Díaz Guardamino, 2009: cat.
nº 316), aunque su puente no muestra la curvatura
propia de estas piezas. La mortaja parece sobresa-
lir un poco asegurando el extremo de la aguja.
Bajo ella se sitúa el escudo, ligeramente
afectado por la fractura oblicua de la zona superior
derecha de la estela. Cuatro círculos concéntricos y
regulares de trazo grueso separan los tres cuerpos
del escudo, mostrando el segundo y el tercero es-
cotaduras en ángulo en su zona inferior. El círculo
central muestra un nuevo surco, esta vez vertical,
indicando la manilla, por lo que la representación
corresponde a la cara interna. El tamaño de esta
pieza es desproporcionadamente grande en rela-
ción al personaje, puesto que en el caso de defen-
derse con él, le cubriría desde la zona inferior de
los ojos a las rodillas y sobresaldría excesivamente
en los laterales. En todo caso, se ha querido dar al
escudo una gran importancia iconográfica en esta
estela, atrayendo la mirada del espectador por
encima de cualquier otro motivo representado.
Debajo del escudo y de la figura humana
se representa un carro tirado por dos cuadrúpedos
cuyos dorsos curvos se unen a la altura del extre-
mo de la lanza sin que lleguen a indicarse las cabe-
zas, pero sí las cuatro patas de cada uno. El arma-
zón está dividido en dos mitades por un surco
longitudinal y presenta contorno doble.
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Fig. 3.- Fotografía de la estela de Las Herencias (autor: Pedro Saura) y dibujo realizado por M. Fernández Miranda
(1986).
Fig. 4.- Detalles de las diferentes partes decoradas de la estela (Fotos: Pedro Saura).
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Su parte superior se encuentra muy ero-
sionada, pero es muy probable que el asidero que
se aprecia claramente en su lateral derecho se du-
plicara en el izquierdo. Algunos grabados oblicuos
finos corren oblicuos a su armazón o paralelos al
timón del carro, sin que influyan aparentemente
en la representación. Junto al asidero derecho se
ha representado un círculo mediante grueso aro
piqueteado no retocado por incisión. Fernández
Miranda (1986: 467) y Celestino (2001: 353) lo con-
sideran un posible primer intento de diseñar la
rueda derecha.
Otras incisiones muy finas y rectilíneas se
aprecian con ayuda de iluminación artificial en la
parte inferior de la losa. Una de ellas recorre parte
de la superficie en sentido diagonal, en dirección a
la zona delantera del carro. La segunda se sitúa
junto al lado derecho y es de trazo muy fino. De la
línea principal surgen otras paralelas más cortas,
formando un ángulo recto con la primera, y del
extremo de esta salen trazos todavía más finos en
abanico. Algunos trazos, como el angular que
abraza la hoja de la lanza, se aprecian por toda la
superficie de la losa, sin que pueda establecerse
para ellos una identificación precisa.
En cuanto a la valoración global de sus
rasgos principales, Celestino incluye el ejemplar de
Las Herencias en el cuadro de la evolución compo-
sitiva de las estelas de la Zona II (Celestino, 2001:
94, fig. 14) en el que los diferentes elementos van
tomando posiciones más acordes en relación con
la figura humana: lanza en la mano derecha, fíbula
sobre el hombro, casco sobre la cabeza, escudo en
el lado izquierdo, lo que da a la composición mayor
realismo (Celestino, 2001: 95). Según este autor, la
organización iconográfica de tres estelas de esta
zona: Solana de Cabañas, Zarza de Montánchez y
la propia de Las Herencias le lleva a destacar que
en la primera el antropomorfo es un mero añadido
al resto de los componentes representados, mien-
tras que en Zarza estos empiezan a coordinarse
con la figura humana. Finalmente, en Herencias se
produce la integración de todos los elementos en
paralelo a lo que sucede en las estelas meridiona-
les (Celestino, 2001: 220). En cuanto a la técnica,
reconoce el empleo de incisión profunda y rebaje
en la zona de la cabeza y los pies y no la incluye en
el grupo de las que presentan modificaciones o
rectificaciones (Celestino, 2001: 89-91). Para el
círculo piqueteado considera, como Fernández-
Miranda, que se trata de un primer intento del gra-
bador de representar una rueda.
Será Harrison (2004: 222-224) quien reco-
nozca un carácter específicamente particular para
esta estela. Este autor la incluye en su Fase I, en la
que dicha representación parece desempeñar un
papel secundario frente al escudo, que todavía se
muestra, por su tamaño y ubicación, como el moti-
vo principal del programa iconográfico (Harrison,
2004: 97). Además de una descripción formal de-
tallada, indicando las diversas técnicas de grabado
empleadas, realiza un estudio en el que propone
un orden progresivo de actuación decorativa. En la
primera fase se grabarían, mediante profundas
incisiones, el escudo, el carro y una figura humana,
rectificando quizá lo que quería haber sido una
espada. En la segunda se reforzarían algunos ras-
gos del antropomorfo, añadiendo los brazos y los
dedos mediante finos trazos, además del casco,
lanza y fíbula. Aunque, como él reconoce, no pue-
de calcularse un tiempo para los diversos añadidos
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y modificaciones al original, abre la puerta a la
consideración de la decoración grabada como un
proceso abierto en el que pueden añadirse y recti-
ficarse determinadas representaciones. Estas de-
talladas observaciones han sido incluidas en traba-
jos posteriores, como el de Díaz Guardamino
(2010: 343-4 Fig. 205), si bien esta autora conside-
ra que la figura humana fue diseñada desde el pri-
mer momento y no reaprovecha una forma previa.
La última referencia publicada procede
del trabajo de Tejera y Fernández Rodríguez (2012:
138) en el que las estelas son interpretadas como
representaciones simbólicas de deidades tartési-
cas. En este caso se relaciona de forma poco preci-
sa el ejemplar de las Herencias con los que apare-
cen en las cercanías de poblados del Bronce Final,
debido a una localización errónea de su lugar de
hallazgo.
3.- ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL SIMBO-
LISMO DE LAS ESTELAS DECORADAS Y SU
EMPLAZAMIENTO
Lo primero que nos llama la atención en el
estudio de la estela de Las Herencias es que inclu-
so en un área “periférica” a la distribución de este
tipo de ejemplares, tanto el soporte como los ele-
mentos representados siguen con fidelidad un
patrón común. Es probable que si la estela de Las
Herencias hubiera aparecido en un anticuario sin
ninguna información sobre su procedencia, esta
hubiera sido muy difícil de detectar, a no ser que la
información analítica de su materia prima diera
alguna orientación significativa. Por tanto, no re-
sulta trivial repetir que existieron una serie de mo-
delos iconográficos -antropomorfos, carros, escu-
dos, etc. cuyo diseño, por muy sencillo que parez-
ca, estaba sujeto a pautas que se conocían, respe-
taban y aplicaban con una fidelidad notable, lo que
da a estas estelas una homogeneidad sorprenden-
te dentro de su variabilidad individual. En otras
palabras, aunque ninguna estela es igual a otra,
todas tienen muchos elementos en común, algu-
nos de ellos dibujados de forma casi idéntica.
Un buen ejemplo que obliga a reflexionar
es la sorprendente similitud entre la forma de re-
presentar los dedos de las manos en la estela de
Las Herencias, mediante trazos incisos finos que
surgen de las manos y brazos piqueteados, y la del
personaje pequeño de la estela de Las Bodeguillas,
en Esparragosa de Lares, Badajoz (Pavón y Duque
2010, fig. 2). En principio las representaciones de
ambas estelas no tienen proximidad formal, pero
en este detalle concreto encontramos una coinci-
dencia que nos invita a preguntarnos si esta lo es
realmente.
En todo caso, si a grandes rasgos acepta-
mos esta "comunidad iconográfica", habría que
preguntarse si existiría también para el conjunto
de las estelas una confluencia en dos aspectos fun-
damentales asociados a la representación: el signi-
ficado y la función. Empecemos por reflexionar
sobre la representación y su soporte. Se ha habla-
do mucho sobre la importancia de las estelas del
mundo megalítico y de la Edad del Bronce en la
génesis de las de los guerreros del Bronce Final/
Orientalizante (Bueno et al. 2011: 224). Cierta-
mente, el empleo de soportes de piedra en los que
se representan personajes, a veces ricamente ata-
viados y en ocasiones con armas, indica una serie
de recursos comunes. Sin embargo, consideramos
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que las "estelas de guerrero", a pesar de participar
de esa larga tradición, suponen una clara ruptura
revelada a través del código iconográfico.
En el caso de las estelas y estelas-menhir,
el propio individuo o divinidad es representado
como figura de piedra -"People of Stone", como
diría Robb (2009)-. Se traspasan así al personaje
los atributos reconocidos al soporte, atemporali-
dad, solidez, enraizamiento en la tierra, lo que le
convierte en un símbolo de poder de carácter tan
indiscutible como permanente. Por el contrario, en
el caso de las estelas de guerrero, la piedra no es
más que un fondo para representar a estos indivi-
duos junto a una serie de objetos en una sintaxis
que podría denominarse como "asociación aparen-
temente desarticulada". No se trata ya de "figuras
monumentales de piedra", sino de "figuras repre-
sentadas sobre piedras monumentales", lo que
acerca las representaciones de las estelas a las
documentadas en el arte rupestre (Martínez Pere-
lló, 1999; Pavón y Duque, 2010: 122). Soportes y
personajes se han disociado en cierta medida, y
esto parece introducir un mayor grado de tempo-
ralidad a las imágenes, en las que de hecho se
aprecian rectificaciones y añadidos, como en el
caso de Las Herencias.
Esta percepción se acentúa con la vincula-
ción de los guerreros a una serie de elementos que
constituirían la demostración más clara de su ca-
rácter: escudos, cascos, lanzas, espadas, carros y
otros objetos. Con esta distribución de los elemen-
tos iconográficos, la estela de Las Herencias se
configura como una de las más cercanas a la repre-
sentación de un guerrero con sus elementos en
distribución operativa o de exhibición real: escudo
junto a la mano izquierda, lanza junto a la derecha
y casco sobre la cabeza. Sin embargo, ni estos ni
otros objetos han guardado las proporciones, ni en
muchos casos se encuentran en contacto con el
personaje, sino que parecen tener vida propia,
como si esta yuxtaposición indicara que son im-
portantes por sí mismos, recordando aquellas es-
telas, consideradas anteriores por Celestino (2001:
94), que no dejan lugar a la representación huma-
na. La irrupción del guerrero introduce un nuevo
nivel de representación redistribuyendo en torno
suyo los elementos significativos, que ya no son
“anónimos” o “colectivos”, sino que quedan aso-
ciados a un personaje concreto, antepasado o re-
presentante de un linaje. Quizás, a falta de sepul-
turas asociadas, esta fuera la manera de represen-
tar a un antepasado, puesto que los elementos
grabados en las estelas recuerdan, por su disposi-
ción, la distribución que podrían tener en una tum-
ba.
La individualización del elemento icono-
gráfico debe tener un sentido múltiple, ligado a lo
que Pavón y Duque (2010: 120) denominan acerta-
damente como “paisaje cultural”. El dominio del
espacio agro-ganadero, de sus recursos y de las
vías de comunicación parecen ser objeto en la
transición Bronce Final-Orientalizante de una reor-
ganización competitiva, generada en las propias
sociedades que habitaron la zona suroeste y vincu-
lada a procesos más extensos de cambio y contac-
to cultural. La aparición de la iconografía, con ele-
mentos que posteriormente serán los que aparez-
can en las primeras evidencias sepulcrales, habla
de un cambio conceptual y comunicativo.
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La estela de Las Herencias está, como indi-
ca Enríquez Navascués (2006: 168) para la mayor
parte de estas manifestaciones, cerca de un asenta-
miento, pero no dentro de sus límites, en una zona
con buena visibilidad aunque con elevaciones ma-
yores cercanas, en un área de potencial agrícola
pero no de la máxima categoría, y en nuestro caso
concreto, eso sí, visible a pesar de su pequeño ta-
maño desde el camino que bordea el margen iz-
quierdo del Tajo, siempre y cuando la vegetación
no lo impidiera. Algo a tener en cuenta sería la pro-
ximidad a zonas vadeables o la confluencia de rutas
ganaderas, aspectos ambos necesariamente corre-
lacionados. En el caso de las estelas de este sector
del Tajo contamos con la existencia de una vía pe-
cuaria que a una cierta distancia de las mismas dis-
curre en dirección sur, para unirse a la cañada leo-
nesa oriental al sur de Aldeanueva de San Bartolo-
mé. Antes de esa confluencia se han documentado
otras dos estelas asociadas a cada una de dichas
vías, marcando un itinerario que cruza los Montes
de Toledo por el Puerto San Vicente, para acceder a
los territorios de la cuenca del Guadiana. Desde los
puntos de hallazgo de estas estelas se domina no
solo la amplia vega que se extiende el sur de , sino
también los distintos tramos vadeables del Tajo de
los que hay constancia histórica, relación que tam-
bién propone Diaz-Guardamino (2008: 44, fig.1).
Sin embargo, resulta claro que la presencia
de estas estelas hace algo más que marcar rutas y
territorios. La ampliación de su distribución a terri-
torios más septentrionales que los reconocidos
hasta ahora (Rodríguez-Corral, 2015: 154) permite
percibir la complejidad de un fenómeno que revela
los cambios sustanciales en la estructura de las so-
ciedades occidentales del Bronce final. Además de
su distribución, que muestra un importante compo-
nente de movilidad ligado al mantenimiento, ex-
plotación y distribución de recursos muy diversos,
se subraya la relevancia de la sintaxis entre los ele-
mentos representados en las estelas como signos
de acumulación, exhibición e identidad de las nue-
vas élites (Rodríquez Corral 2015:162).
Es preciso conocer con más detalle la con-
figuración de los asentamientos de época, su pa-
trón de explotación de recursos y tantas otras cosas
que por el momento faltan por determinar, tanto
en el área que rodea la estela de Las Herencias co-
mo en otras muchas del entorno. Esto mismo pro-
voca que su filiación cronológica sea también algo
vaga. Siguiendo a Celestino y Salgado (2011: 438),
las figuras humanas y algunos de los elementos de
adorno que las acompañan no aparecerían antes de
fines del s. VIII y mediados del s. VII a.C. Desde este
momento y durante el s. VI a.C. la presencia huma-
na alcanzaría un mayor protagonismo. La estela de
Las Herencias pertenecería por tanto a estos mo-
mentos en los que la influencia de la colonización
mediterránea sería patente y habría penetrado has-
ta regiones muy alejadas de la costa. Los escasos
hallazgos arqueológicos de la zona marcan estas
relaciones desde época antigua y se escalonarán
hasta plena Edad del Hierro. Pueden citarse las ar-
mas asociadas a los vados del Cerro de la Mesa o
Carpio de Tajo, el conjunto de bronces de Las Fra-
guas, el enterramiento de Casa del Carpio o el san-
tuario del Cerro de la Mesa, construido sobre una
antigua muralla (Chapa y Pereira, 2006), mientras
que a inicios del s. V a.C. ya se documentan las pri-
meras necrópolis en las que los personajes de ma-
yor relevancia portan carros o fíbulas, como suce-
día en sus predecesores representados en las este-
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las. Es el caso de la de Talavera la Vieja, cuyo cono-
cimiento ha dependido de las oscilaciones del nivel
del pantano de Valdecañas (Jiménez Ávila, 2012:
213).
En definitiva, muchas incógnitas que es-
peran no solo más datos arqueológicos, sino nue-
vos enfoques que permitan entender un largo y
complejo proceso de cambio que transformó de
forma significativa la vida de las sociedades de la
zona media del Tajo y reforzó el camino hacia la
jerarquización y la complejidad económica.
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