la familia en la sociedad del s. xxi. flaquer, lluís.pdf

Upload: alberto-castro

Post on 20-Feb-2018

219 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    1/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    La familia en la sociedad del siglo XXI

    Llus Flaquer

    1

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    2/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Introduccin

    La prdida de la legitimidad del patriarcado como sistema de dominacin vigentedesde los albores de la humanidad ha desencadenado su lenta agona. No sabemoscunto tiempo va a prolongarse el estertor hasta que se produzca su expiracindefinitiva. La familia postpatriarcal que se esboza en el horizonte del siglo XXI se nosantoja con visos bsicamente psicolgicos y emocionales y con una mayorequiparacin de cargas y derechos entre hombres y mujeres.

    No obstante, en nuestras latitudes la realidad familiar que conocemos se halla muydistante de este desidertum, ya que su dimensin poltica y econmica continasiendo esencial. En nuestro pas la familia desempea hoy en da importantesfunciones polticas de encuadramiento y control sociales, as como de proteccineconmica de los que hallan amparo bajo su resguardo. Oculto tras la faz de lassolidaridades familiares, el patriarcado se perpeta a travs de ciertas prcticas cuyaperduracin depende de una serie de mecanismos invisibles alimentadosprincipalmente por las estructuras del Estado de bienestar. Lo que contina dando alas

    al patriarcado son un conjunto de dependencias econmicas que, al no haber sidoasumidas por el Estado debido a un desarrollo insuficiente del sistema de proteccinsocial, siguen bajo la gida de la familia.

    La crisis del patriarcado se ha debido fundamentalmente a tres factores. El primero,que constituye un requisito para la eficacia de los otros dos, es de tipo demogrfico. Elimportante crecimiento de la esperanza de vida y el decisivo descenso de lamortalidad infantil registrados a lo largo de este siglo han hecho que se incrementaraespectacularmente la productividad de la familia, lo cual ha posibilitado la liberacinde recursos que antes estaban dedicados ntegramente a la reproduccin (Lamo,1995; Flaquer, 1999). De esta forma, las mujeres han podido reducir su fecundidad, locual se ha hecho realidad gracias al desarrollo reciente de modernas tcnicas de

    contracepcin, e incorporarse al trabajo remunerado y a otras instancias del mundopblico. El segundo factor es el auge y la extensin experimentados por los mercadosformalizados, que han llegado a penetrar en mbitos como el domstico de dondeantes se hallaban prcticamente excluidos. La participacin creciente de las mujeresen el mercado de trabajo y la oferta de todo tipo de servicios a las familias handeterminado que se difuminaran los lindes entre los espacios productivo y reproductivoy que la correlacin de fuerzas entre maridos y mujeres evolucionara hacia una mayorigualdad entre ellos. En tercer lugar, el traspaso gradual de las funciones delegitimacin y de proteccin social de la familia al Estado han debilitado la posicin delpatriarca haciendo que su papel sea cada vez ms redundante. Si a ello sumamos unamayor necesidad de la socializacin de los costes de la reproduccin a causa delaumento del trabajo extradomstico de las mujeres, la crisis del patriarcado est

    servida. Mientras que los dos primeros factores dependen del progreso tecnolgico ysocial y son difcilmente reversibles a no ser que se produjera un cataclismo, encambio el crecimiento de la accin del Estado en el mbito familiar depende de lavoluntad poltica y est sometido a los avatares de las demandas de la sociedad civil ya las disponibilidades presupuestarias. Sin embargo, si este diagnstico es correcto, laliquidacin previsible del patriarcado tan slo puede venir de la mano de una mayorintervencin del Estado en la vida familiar. El desarrollo del Estado de bienestarconstituye, pues, una variable crucial en el avance en el proceso de igualdad entrehombres y mujeres.

    Parto de la concepcin de que, en una sociedad moderna, los valores que sirven desustento al sistema familiar no tan slo nacen de las tradiciones culturales heredadas

    del pasado, sino que sobre todo son generados por los condicionantes impuestossobre los individuos por las estructuras del mercado y del Estado, as como por las

    2

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    3/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    oportunidades que permiten y facilitan. As, pues, la voluntad de cambio no debeexpresarse a base de lanzar exhortaciones morales o filpicas nostlgicas ya sea paradestruir viejos prejuicios, restaurar antiguos valores o crear nuevas formas de relacinentre las personas, sino a base de reformar leyes, establecer prestaciones, eliminarobstculos o reconocer derechos u obligaciones sociales en cuanto puedan suponerun sistema de estmulos e incentivos para el avance hacia una mayor igualdad sexual.

    El familismo como rgimen de bienestar

    Para empezar nos pueden resultar tiles una serie de tablas que siten el casoespaol en el marco europeo. Todos los indicadores comparativos muestran que elsistema familiar espaol es muy tradicional. Junto con Irlanda, Espaa presenta elmayor tamao medio de los hogares en Europa (3,3 personas por hogar siendo elpromedio europeo de tan slo 2,6 personas por hogar) (Tabla 1) y el porcentaje msbajo de hogares unipersonales en los pases europeos (13,3% siendo la mediaeuropea del 26,9%) (Tabla 2). En segundo lugar, tal como se puede observar en laTabla 3, la participacin de las mujeres espaolas en el mercado de trabajo es una de

    las ms bajas de Europa, en lnea con la registrada en otros pases mediterrneos.Por otra parte, si bien hace diez aos la tasa de fecundidad espaola se hallabaencima de la media, en los ltimos aos ha descendido hasta convertirse, junto con laitaliana, en una de las ms bajas de Europa (1,22 nios por mujer), muy por debajo delnivel de reemplazo de las generaciones (Tabla 4).

    En la Tabla 5 se puede apreciar lo menguado de las prestaciones familiares enEspaa. En trminos de la proporcin dentro del gasto en proteccin social, Espaatan slo consagra a familia un 1%, mientras que la media comunitaria en esta partidarepresenta siete veces ms. En cambio, en la misma tabla se puede constatar que sedestina tres veces ms fondos que en Europa a pagar las prestaciones de desempleo.Por ltimo, una comparacin de la renta disponible en familias tpicas con nios y sin

    nios en diferentes pases europeos muestra que al pasar a tener hijos dependientesla cada ms drstica en el nivel de vida se produjo en Espaa (Tabla 6). Esta tablanos muestra, en las dos primeras columnas, los ingresos netos de dos familias tpicas.En la primera figuran las retribuciones netas en ECU (o sea, los ingresos netosdespus de haber deducido los impuestos y las cotizaciones sociales y haber aadidolos subsidios familiares) de una familia formada per una pareja de trabajadoresmanuales de la industria manufacturera con salarios medios y sin hijos. En la segundacolumna figuran tambin las retribuciones netas de una familia con un solo perceptorde las mismas caractersticas anteriores y con dos hijos. En la tercera quedaregistrado el porcentaje que representa la cada del nivel de vida por el hecho de tenerdos hijos a cargo y trabajar tan slo un miembro de la familia. Como se puede ver enla tabla, la cada del nivel de vida en Espaa se sita unos quince puntos de

    porcentaje por encima de la media comunitaria.

    A mi juicio, existe una determinada relacin entre los valores extremos observados enlas tablas anteriores para el caso espaol. En particular, en este trabajo quisieraexplorar la conexin entre el grado de familismo existente en Espaa y la polticafamiliar pasiva que se ha venido practicando en nuestro pas desde la transicindemocrtica. Uno de los subproductos de esta situacin es la drstica cada de lanatalidad que se ha dado en los ltimos aos.

    En los pases mediterrneos la familia es la principal agencia proveedora de bienestar(Papadopoulos, 1998). Si en Espaa la fuerza del parentesco y las solidaridadesfamiliares son tan influyentes es debido a la falta de apoyo y de servicios pblicos

    destinados a descargar a las familias de sus labores de cuidados ms acuciantes. Almismo tiempo, las escasas polticas de conciliacin entre la vida laboral y familiar

    3

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    4/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    dificultan en gran medida la doble presencia de las mujeres en el mbito profesional ydomstico. El resultado es la potenciacin de las redes familiares, la proximidad entreparientes y el apiamiento residencial.

    Este entramado, propio de los pases mediterrneos, es lo que se ha dado en llamarfamilismo. El desarrollo tardo y lento del Estado de bienestar en Espaa puedeexplicarse en gran medida por las fuertes dosis de familismo de nuestra sociedad.Algunas de las funciones que en otros pases ms avanzados se hallan bajo laresponsabilidad del Estado de bienestar, en Espaa estn a cargo de la familia. As,en nuestro pas sta asume cometidos que en otros pases occidentales son deincumbencia pblica.

    El familismo corre parejo con una poltica familiar pasiva y poco desarrollada. Cuantoms familista es un Estado de bienestar, menos generosas son las prestacionesfamiliares (Esping-Andersen, 1999). Tras los regmenes de bienestar familistas seoculta una concepcin omnipotente de las familias. stas son fuertes, rebosantes dereservas y enteramente consagradas a satisfacer las necesidades de sus miembros,

    como una especie de cuerno de la abundancia cuyos recursos manan incesantementesin agotarse nunca. Por lo tanto, no tiene mucho sentido aportarles ayuda financiera yan menos proveerles de servicios de cuidados procedentes del exterior. Por elcontrario, los pases que desarrollaron polticas familiares activas y avanzadas sonaqullos en que se produjo antes un debate sobre las dificultades que afrontaban lasfamilias para cumplir con sus obligaciones y sobre la conveniencia de ayudarlas adesempearlas mediante apoyos pblicos.

    De todos los sistemas de bienestar el familista es el que peor trata a las mujeres. Enespecial, comporta una carga muy onerosa para las casadas de mediana edad,tradicionalmente responsables del trabajo familiar y de las actividades de cuidados. stasson tambin las principales protagonistas de la fecundidad. Su progresiva incorporacin

    al mercado de trabajo supone una intensificacin del gravamen que pesa sobre susespaldas. Se ensalza retricamente su labor abnegada, pero al propio tiempo se lesniegan los recursos mnimos para poder llevarla a cabo. En los ltimos tiempos, adems,se las exhorta para que se integren en el mercado de trabajo y compitan con los varones,pero sin dejar de asumir las tareas domsticas y otros quehaceres de cuidados.Recientemente se las rie porque no tienen los hijos que seran necesarios paraasegurar la viabilidad del sistema de pensiones, pero no se mueve un dedo para tratar deconciliar la vida familiar con la laboral a travs de medidas de poltica pblica. En elfondo, el familista es pues un rgimen de bienestar androcntrico y misgino, aunque ellono se exprese de forma manifiesta.

    La caracterstica principal de este rgimen de bienestar es que las tareas de proteccin

    social son compartidas entre el Estado y la familia, de tal forma que esta institucincontinua ejerciendo en la actualidad unas funciones de bienestar de primer orden. Haydeterminadas etapas de la vida de los individuos adultos que quedan excluidas de lacobertura del Estado de bienestar y que continan total o parcialmente bajo laresponsabilidad de la familia. As, muchos jvenes mayores de edad continan siendodependientes de sus padres hasta el momento de su emancipacin, cada vez mstarda, que tiende a coincidir con el matrimonio. Asimismo, un nmero importante depersonas mayores, que ya no pueden valerse por s mismas, conviven con sus familiarespara poder recibir los cuidados de que precisan. Tambin resulta frecuente en nuestrasociedad el que algunas mujeres separadas con hijos pequeos a cargo sean acogidaspor sus padres para que as puedan hacer frente a los problemas que comporta lamonoparentalidad. Se parte del supuesto de que las personas viven generalmente en

    hogares familiares y que sus menesteres deben ser bsicamente atendidos en esemarco y con cargo a recursos de los propios hogares. La intervencin pblica debe ser

    4

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    5/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    pues subsidiaria y quedar reducida a casos de extrema necesidad. Lo normal es quesea el hogar el que se encargue de la provisin de bienestar a sus miembros, mientrasque las agencias formales desempearan un papel subordinado y ocasional.

    Una poltica familiar pasiva basada en un modelo implcito

    En Espaa el desarrollo del Estado de bienestar tras la transicin democrtica ha sidoespectacular. Durante los aos ochenta se universaliz la sanidad, se moderniz elsistema de pensiones y se consolid la democratizacin y la expansin de laeducacin. En los ltimos aos ha crecido tanto la presin fiscal y como el gasto socialhasta situarnos en niveles que, aunque todava bajos en el contexto europeo, resultanbastante aceptables. Sin embargo, ha habido una serie de mbitos en el sistema deproteccin social que han resultado totalmente ajenos a este proceso de revisin yextensin. Me refiero especialmente a la poltica familiar.

    El 70% del presupuesto de la Seguridad Social espaola revierte a la sociedad en formade transferencias a las familias (M.A. Cabra de Luna y C. J. Santos Garca, 1992: 192).

    Sin embargo, la estructura de estas transferencias sigue reflejando la imagen de unafamilia tradicional en la que slo el varn tena trabajo remunerado y la mujer era un amade casa encargada del cuidado de los hijos y otros dependientes. Este tipo de familia yano corresponde a la realidad actual.

    Es cierto que gran parte de las transferencias de la Seguridad Social va destinada apensiones de jubilacin. Si ello no fuera as probablemente el modelo de familia nuclearvigente hoy en Espaa no se hubiera impuesto y hallaramos todava familias extensasen algunas partes del territorio nacional, como sucede en pases menos avanzados queel nuestro. No obstante, la estrategia de transferir, mediante el sistema fiscal y laSeguridad Social, una parte muy grande de los recursos para cubrir la dependencia hadado preferencia a los dependientes existentes (estudiantes, enfermos, parados,

    campesinos y ancianos) en detrimento de la constitucin de espacios sociales paradependientes potenciales implicados en la reproduccin (padres con nios pequeos acargo). Si no se manifiestan otras estrategias de distribucin de la dependencia es deprever una prolongacin de la tendencia a la baja de la natalidad, ya que no parece quehaya bastantes recursos privados disponibles para sustentar las dependencias que sederivan de la procreacin y la crianza de los hijos (Garrido Medina, 1993: 157).

    Dicho de otra forma, lo que caracteriza el sistema de bienestar espaol es que la funcinde procreacin de la familia se da por descontada, as como que se da por supuesto questa lleva a cabo importantes cometidos de proteccin social. Cuando se procedi a lareforma del Estado de bienestar heredado del franquismo la poltica familiar no constituyninguna prioridad, sino todo lo contrario. La retrica del rgimen franquista se haba

    basado precisamente en la proteccin de la familia tradicional y abordar la modernizacinde la poltica familiar no pareca nada oportuno. Pero al no abrir un debate sobre loscometidos que debera desempear la familia en la sociedad espaola se dejaronintactos aquellos mecanismos del sistema de proteccin social y del mercado de trabajoque continan reforzando su papel tradicional.

    De hecho, se pueden detectar numerosas continuidades entre las estructuras delEstado franquista y las nuevas formas democrticas que surgiran tras la transicinpoltica (Cousins, 1999: 21). La gnesis del rgimen poltico democrtico se produjo atravs de un proceso de reforma, no a travs de una ruptura radical con el sistemaanterior. En lo que respecta al sistema de bienestar, si bien la Seguridad Social fueremozada, muchos de los supuestos bsicos que inspiraban el conjunto de

    prestaciones no fueron replanteados a fondo. En particular, la idea de que en cadafamilia existe un proveedor principal integrado en el mercado de trabajo, que

    5

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    6/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    constituye el cordn umbilical entre las agencias de bienestar y el resto de losmiembros de la unidad familiar, no fue cuestionada por las reformas llevadas a cabo.De esta forma, al no darse un verdadero debate sobre el papel de la familia en elsistema de bienestar, muchas polticas sociales que continan apuntalando un modeloimplcito de corte familstico permanecieron inalteradas.

    Una serie de ejemplos concretos servirn para ilustrar esta tesis. Si bien es verdadque, como hemos visto en la Tabla 5, Espaa dedica muy poco dinero a la proteccinfamiliar segn conceptos europeos, no debemos olvidar que en nuestro pas dichaproteccin se instrumenta por otros derroteros menos visibles. As, podemos constatarque Espaa desembolsa un 0,6% de los gastos sociales en vivienda, mientras que lamedia europea arroja un porcentaje tres veces ms alto. Sin embargo, la imagen quenos proporciona esta tabla es totalmente engaosa, ya que en la partida contempladase incluyen los gastos en vivienda social, pero no las substanciosas desgravacionesfiscales para compra o rehabilitacin de inmuebles, que en Espaa constituyen elprincipal instrumento de la poltica de vivienda. Por esta razn, mientras que enEspaa un 84% de las viviendas principales son de propiedad, la media europea (sin

    Espaa) es tan slo de un 57% (Trilla et al., 1998). Esta diferencia no solamente tieneun valor estadstico: constituye un dato esencial a la hora de valorar las causas delretraso de la emancipacin de los jvenes en Espaa, que trae consigo una formacinfamiliar remisa y morosa y una natalidad tarda. Una de las razones por las cuales losjvenes espaoles se casan tarde -adems de sus dificultades de insercin en elmercado de trabajo- es porque estn ahorrando para comprarse su vivienda y ello slolo pueden hacer residiendo con sus padres. Si se dedicara ms dinero a fomentar lavivienda social de alquiler y menos la compra de inmuebles, tal vez los jvenespodran emanciparse algo antes.

    En segundo lugar, y siguiendo con la Tabla 5, los fondos dedicados a desempleo, querepresentan el triple que en el resto de Europai, pueden ser computados como una

    forma de sostener el modelo de familia del varn sustentador, teniendo en cuenta queen nuestro pas gran parte de los parados son cabezas de familia masculinos. Enefecto, una de las caractersticas del mercado laboral en Espaa es su segmentacinpor gnero y edad (Recio, 1999). Esta circunstancia deriva de la existencia de dostipos de trabajadores: unos con contratos indefinidos y con una elevada proteccinfrente al despido o al desempleo y otros con contratos temporales precarios o quetrabajan en la economa sumergida con escasas garantas de proteccin. Se da elcaso que, si bien los trabajadores fijos son en su gran mayora cabezas de familia, losque tienen un empleo precario o en la economa informal son mujeres y jvenes. As,segn datos de la OCDE, si bien en 1992 la tasa de desempleo de los jvenes de 16-19 aos era del 42,5%, la de los jvenes de 20-24 aos era del 36,2%, la de losjvenes de 25-29 aos era del 26,8% y la de las mujeres del 27%, la de los cabezas

    de familia tan slo era del 10,3% (Cant-Sanchez and Mercader-Prats, 1998).

    Esta situacin de privilegio de unos trabajadores frente a la segregacin y exclusin delos dems se ha mantenido en parte gracias a la presin de los sindicatos, los cualeshan impedido la liberalizacin completa del mercado de trabajo, ya que hubierasupuesto probablemente su propio suicidio (Cousins, 1999 : 155). Slo los paradosque cumplen los requisitos para recibir prestaciones de desempleo pueden seracreedores de otros subsidios de asistencia social. As, los parados que buscan suprimer empleo no tienen derecho a percibir prestaciones. Es mucho ms probable quelas mujeres y los jvenes desempleados carezcan de experiencia laboral previa, por loque es mucho ms difcil que reciban prestaciones de desempleo. Lo mismo sucedecon los que trabajan en la economa sumergida o tienen contratos eventuales o

    temporales, que no disponen de los perodos de cotizacin que les den derecho a lasprestaciones (Cousins, 1999: 156). En definitiva, el efecto combinado de un mercado

    6

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    7/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    de trabajo segmentado con un acceso restringido a las prestaciones sociales por partede las mujeres y los jvenes no hace ms que reforzar su dependencia familiar y conello se consigue reforzar un modelo tradicional de familia.

    Estos condicionantes de la estructura del mercado de trabajo hallan su correlato en elsistema de prestaciones de la Seguridad Social o de asistencia social, que tambinparten del supuesto del modelo de familia del varn sustentador. Lo importante esgarantizar unos ingresos mnimos a la unidad familiar en su conjunto, no a laspersonas individuales que forman parte de ella. As, mientras que el sostenimiento delas rentas de los cabezas de familia constituye la suma prioridad del sistema deproteccin econmica, en cambio se descuida el sostn directo del resto de miembrosde la familia, que as forzosamente se tornan dependientes del sustentador principal.El hecho de que en la adjudicacin de las prestaciones de asistencia social se tengaen cuenta la situacin familiar del beneficiario y de que la cuanta de las pensionesvare en funcin de las cargas familiares del mismo constituye un indicativo de larenuncia del sistema espaol de sostenimiento de rentas a asumir directamente laproteccin econmica de todos los ciudadanos adultos.

    En otro orden de cosas, la prctica ausencia de medidas de conciliacin entre la vidalaboral y familiar fuerza a las personas, en especial a las mujeres, a adoptarestrategias privadas para proveer de cuidados a sus familiares dependientes, ya seannios, enfermos, minusvlidos o ancianos. La carencia de alternativas, ante la falta depolticas pblicas de conciliacin, alimenta y robustece las redes de solidaridad y losintercambios mutuos de servicios entre parientes, los nicos expedientes que, por elmomento, pueden ayudar a resolver los problemas planteados. Los datos comentadosanteriormente sobre el tradicionalismo del sistema familiar espaol son expresivos deeste estado de cosas. El apiamiento residencial entre parientes, la escasa movilidadterritorial y la interdependencia entre generaciones son algunas de las consecuenciasde la falta de modernizacin de la poltica familiar en Espaa.

    Lo singular del caso espaol, sin embargo, es que esta situacin no constituye elresultado de una poltica social consciente e intencional, sino ms bien el productofinal de un conjunto de factores entre los que descuella la inercia institucional. Dehecho, el modelo de poltica familiar que se ha dado en Espaa es pasivo e implcito.Implcito porque no se cuestionan los principios subyacentes al sistema y porque sureproduccin tiene lugar a travs de mecanismos que resultan invisibles a la granmayora de agentes sociales e institucionales. Pasivo porque su virtualidad se basams en la inaccin que en la intervencin directa a travs de programas especficos ymanifiestos. La paradoja es que este entramado entra en contradiccin con losobjetivos de igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, defendidospblicamente por todos los gobiernos espaoles desde la transicin democrtica.

    Estas contradicciones no son exclusivas de Espaa. En muchos otros paseseuropeos, como por ejemplo sucede en Francia (Martin, 1995) o en Noruega, (Leira,1998), coexisten tendencias dispares entre las fuerzas polticas y el electorado de talforma que se refuerzan al tiempo el familismo y el feminismo (Commaille, 1993). Locaracterstico de Espaa es que estas tensiones, lejos de ser productivas yenriquecedoras, han conducido a la inactividad poltica y a un refuerzo soterrado delfamilismo, ya que las carencias a que se enfrentan las familias no se han traducido endemandas de intervencin social por parte de las administraciones, como ha sucedidoen la mayora de los pases europeos.

    El problema de las familias con hijos menores a cargo es que no tienen valedores en

    Espaa. Si ha habido una escasa actividad legislativa en el campo de la polticafamiliar es porque prcticamente nadie lo ha reivindicado. En nuestro pas tanto los

    7

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    8/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    agentes sociales como la sociedad civil en general tienen claramente otrasprioridades. El feminismo institucional defiende los derechos de las mujeres en tantoque trabajadoras, pero es muy poco sensible con las madres con hijos menores quetrabajan. Los sindicatos, aunque defienden formalmente la igualdad entre los sexos,tienen una cultura y unos intereses marcadamente androcntricos, ya que la mayorade sus afiliados son hombres (Saraceno, 1995). El resultado es que hasta la fecha lapoltica familiar no ha encontrado cabida en la agenda poltica espaola (Valiente,1997).

    Virtudes privadas, vicios pblicos

    El familismo, como cualquier otro tipo de orden social, tiene sus virtudes y susdefectos. Entre los mritos de la tradicin familista debemos computar la potenciacinde la solidaridad entre las generaciones, que no slo tiene una dimensin material sinosobre todo moral. Un elemento muy importante a valorar en la solidaridad eintercambio entre las generaciones es que mantiene los lazos relacionales entrepadres e hijos, tan valorados en nuestro pas y tan decisivos para el bienestar de las

    personas de toda edad y condicin (Flaquer i Brullet, 1999).En un sistema familista la familia es determinante para el bienestar de sus miembros,ya que constituye un colchn protector contra la adversidad, un dique contra elinfortunio y una garanta contra el desarraigo. Sin el rgimen familista las elevadastasas de paro que hemos tenido en Espaa en los ltimos tiempos hubieran podidoconducir a una situacin dramtica. El nivel de pobreza de los hogares britnicos yespaoles es parecido (Cousins, 1999: 143), pero en aquel pas da lugar a unaacusada problemtica social de pobreza infantil y monoparentalidad marginal.

    Pero el familismo tambin tiene sus inconvenientes. Las virtudes privadas que sinduda alguna incorpora pueden traer consigo graves males pblicos. Los resumir en

    cuatro apartados: (1) pone trabas al proceso de individualizacin; (2) provoca gravesinequidades de gnero; (3) impide la recuperacin de la natalidad y; (4) tiene unaincierta viabilidad a largo plazo.

    1) Una de las desventajas del rgimen familista es que fomenta estrategiascorporativas de acceso a los recursos escasos y acumulacin de los mismos. Porcorporativas entiendo la tendencia a operar con mentalidad de familia extensa cuandosta ya ha dejado de existir tanto institucionalmente como residencialmente. Se tratade poner en comn todos los recursos disponibles para poder salir adelante todosjuntos. As, la familia mediterrnea ha sido descrita grficamente como una cmarabancaria de compensacin (Castles and Ferrera, 1996: 181) o como una sntesis demigajas (Trifiletti, 1999: 52). Ante la baja proteccin que brinda el Estado de bienestar

    de los pases familistas los individuos hallan ventajas en resguardarse contra losriesgos en el crculo ms amplio de la familia extensa. De ah la importancia que tieneen estos pases la posesin de una vivienda en propiedad, que debe computarsecomo una inversin, pero sobre todo como una garanta ante la desventura y como unrecurso ecolgico de proximidad. Pero ello lleva consigo una escasa una movilidadsobre el territorio porque a la gente no le interesa estar demasiado lejos de su familiaen la medida que la proximidad permite la posibilidad de la prestacin de cuidados alas personas dependientes.

    Un joven que se haya peleado con sus padres o una mujer recin separada sin redesfamiliares de apoyo se encuentran en una situacin de clara desventaja porque elsistema de bienestar social parte de la premisa de que la familia y no el Estado- es la

    institucin encargada de brindarles proteccin. Una de las consecuencias de esteestado de cosas es que en los ltimos aos se han mantenido y tal vez intensificado-

    8

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    9/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    las dependencias familiares as como los modelos tradicionales de acceso a la vidaadulta. Uno de los signos de este tradicionalismo es que en Catalua el 80% de losjvenes de menos de treinta aos, cuando se casan, optan por el matrimonio religioso,si bien un tercio de los jvenes del rea Metropolitana se declaran creyentes y tan sloun 6% afirman ser practicantes.

    En pases como Espaa el acceso a las oportunidades vitales resulta mediado por lasredes familiares. As, las sociedades familistas son aqullas en que con mayorfrecuencia los jvenes obtienen empleo a travs de sus familias. Mientras que un 69%de los jvenes griegos, un 65% de los italianos o un 61% de los espaolesencontraron trabajo gracias a sus familias, tan slo lo hicieron un 18% de losholandeses, un 19% de los daneses o un 21% de los alemanes (Mendras, 1997: 171).Lo peor que le puede suceder a alguien en una sociedad de este tipo es ser hurfanoo inmigrante. El mayor peligro que acecha a los emigrantes retornados a nuestro pasno es tanto el de haber perdido sus races sino sus redes. Aquellas redes, contactos,amistades que resultan decisivos para encontrar trabajo, para tener conocimiento yacceso a nuevas oportunidades. Una sociedad donde impera el familismo no puede

    ser nunca plenamente meritocrtica, ya que en ella los recursos son monopolizadospara uso y disfrute de los parientes, los amigos o los miembros del mismo clan deinfluencia. Esta situacin supone un freno para el desarrollo de una sociedad abierta ycompetitiva en la que la individualizacin de las relaciones sociales constituye unrequisito para el progreso de la igualdad de oportunidades. As, el familismo se puedecriticar no tan slo desde el punto de vista del acceso diferencial a recursos esencialesy escasos por parte de aquellos que disponen o no de redes de solidaridad o deapoyo, sino tambin en tanto que muy a menudo media en los procesos de creacin operpetuacin de la desigualdad social producida por la distribucin dispar de la riquezay de todo tipo de oportunidades, que resultan enmascarados bajo el velo de una ciertameritocracia formal y el respeto de un supuesto credencialismo. Entonces elmanteniminto de las estructuras familistas no slo es contrario a la equidad horizontal

    entre las familias sino que puede conducir a graves inequidades verticales. Porconsiguiente, el familismo puede considerarse en este sentido como una forma deideologa en el sentido marxiano, ya que disimula una determinada forma dedominacin. Frenar las tendencias familistas de nuestra sociedad supone avanzar,pues, en el proceso de profundizacin de la democracia.

    2) En segundo lugar, el familismo representa un obstculo para la disminucin de lasdesigualdades por razn de gnero. Las mujeres son las ms perjudicadas por unsistema que pone el acento en la divisin sexual del trabajo y que les confa enexclusiva las labores de cuidados para las personas dependientes. As, la mujercatalana, junto con la espaola, es la que trabaja ms horas a la semana en tareasfamiliares en la Unin Europea: 45,8 horas, comparado, por ejemplo, con 24 horas en

    Dinamarca. Por otra parte, las mujeres de entre 30 y 50 aos son las personas quetienen mayores enfermedades por estrs en la sociedad catalanaii. Pero no slo eso.Encomendar a la familia tareas de proteccin social en concurrencia con el Estadosupone atajar el desarrollo de un sistema de sostenimiento de rentas moderno, quesea independiente de la familia o del mercado de trabajo. Significa certificar ladependencia familiar de las mujeres que no estn integradas en el mercado laboral porsus bajas cualificaciones o porque tienen nios pequeos a cargo o bien que trabajanen la economa sumergida o en condiciones precarias. Estas mujeres son las quedebern renunciar a separarse de su marido en caso de desavenencia porqueobtienen su proteccin social a travs del l o que cuando sern ancianas cobrarnpensiones no contributivas o asistenciales porque no habrn cotizado en su da.

    3) En tercer lugar, el rgimen familista representa un obstculo para el crecimiento dela natalidad. La gran paradoja de nuestro tiempo es que las polticas familsticas

    9

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    10/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    resultan contraproducentes para la formacin de nuevas familias (Esping-Andersen,1999: 67). Ello sucede ante todo porque, en este rgimen de bienestar, las mujerestienen grandes dificultades para conciliar su vida laboral con la familiar. El examen delas polticas familiares en diversos pases ha mostrado con datos fehacientes que losEstados que tienen polticas de conciliacin ms activas los escandinavos- sonaqullos en que las tasas de fecundidad son ms altas. Una baja natalidad no slo esuna cuestin privada que afecta el grado de bienestar de las familias; es un asuntoque tiene consecuencias muy serias para el reemplazo de las generaciones, para elmantenimiento del sistema de pensiones y para la misma subsistencia y futuro delEstado de bienestar. Segn informaciones facilitadas por el Instituto Nacional deEstadstica, Espaa ser el pas ms envejecido de la Unin Europea en el ao 2040.Si se mantienen las presentes tasas de fecundidad de 1,16 hijos por mujer, en laactualidad las ms bajas del mundo, en el ao 2009 la poblacin espaola rozar los40 millones de habitantes y a partir de este momento empezar a descender. Laafluencia de inmigrantes ser insuficiente para equilibrar la tasa de reposicin degeneraciones, que desde 1981 se halla por debajo de su nivel de reemplazo. Lasproyecciones del Instituto Nacional de Estadstica significan que en el ao 2005 habr

    un 30 por ciento menos de menores de 18 aos, mientras que los mayores de 65 aoshan pasado de 4,2 millones en 1980 a 6,6 millones en 1999iii.

    4) Por ltimo, el sistema familista tiene una dudosa viabilidad a largo plazo. Con elloquiero decir que la incorporacin gradual de las mujeres jvenes al mercado de trabajova a crear unas tensiones de solucin cada vez ms difcil. Hasta ahora dichastensiones han resultado aminoradas por la presencia de un importante colectivo deamas de casa de la generacin anterior que estaban disponibles para cuidar a susnietos mientras las madres trabajaban. Pero ello no siempre ser as. A medida quevaya creciendo el empleo femenino, la conciliacin entre vida de familia y ocupacinva a resultar cada vez ms ardua a no ser que los poderes pblicos acierten a tomarcartas en el asunto. En Espaa, mientras que en los ltimos tiempos han cambiado de

    forma muy rpida y radical los comportamientos de las mujeres jvenes en loconcerniente a su participacin en el mundo pblico, los valores subyacentes alsistema de parentesco han permanecido prcticamente inalterados. Una de las causas-pero tambin de las consecuencias- de esta situacin es que las exigenciasrelacionadas con estos cambios de gnero no han sido canalizadas a travs dedemandas a la administracin, sino que han sido resueltas mediante los recursostradicionales de las redes de parentesco (Flaquer, 1998b). Este estado de cosas,propio de un perodo de transicin, ser apenas sostenible a largo plazo yprobablemente requerir algn tipo de ajuste.

    Conclusiones

    Con el desmoronamiento del patriarcado debido a la prdida de su legitimidad, lafamilia del siglo XXI ser fundamentalmente democrtica. Su constitucin ymantenimiento ser fruto de la libre asociacin y del consenso entre personasindependientes y autnomas y no ya de la necesidad econmica o de la falta dealternativas como antao. Uno de los requsitos esenciales para que esa nueva familiapostpatriarcal sea viable es la igualdad sexual. Hombres y mujeres deben poderparticipar, en igualdad de condiciones y sin penalizaciones excesivas, tanto en elmbito pblico como en el privado. Hasta el presente, aquellos pases que ms hanavanzado en esta direccin son aqullos que han llevado a cabo polticas familiaresactivas y progresistas.

    Por diversas razones, durante los ltimos aos en Espaa este tema no ha figurado en

    la agenda poltica de los partidos ni de los principales agentes sociales. En el curso dela transicin poltica a la democracia no hubo un debate a fondo sobre el reparto de

    10

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    11/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    responsabilidades entre la familia y el Estado de bienestar. En el momento de redactarla constitucin, sin romper con la tradicin jurdica anterior, se estableci un sistemade proteccin social mixto, que no lleg a despejar la ambigedad sobre los papelesrespectivos de la familia y del conjunto de prestaciones y servicios sociales. Mientrasque se establece una suma de recursos de solidaridad pblica gran parte de cuyosbeneficios derivan de la integracin en el mercado de trabajo, al propio tiempo semantienen las disposiciones de la ley de alimentos segn las cuales los parientesadultos deben socorrerse mutuamente en caso de necesidad. En caso de que hubieravoluntad poltica para avanzar hacia un sistema de bienestar social que se hicieracargo directamente de todos los ciudadanos, dejando slo bajo la responsabilidad delas familias a los menores dependientes, lo que primero que se debera hace esderogar la ley de alimentos procediendo a una reforma del Cdigo Civil.

    En segundo lugar, las nuevas polticas familiares deberan basarse en un modeloexplcito, y no implcito como hasta la fecha, siendo el producto de un debate sobre elpapel que cabe desempear a la familia en el marco del sistema global de bienestar.Adems, deberan ser activas, y no pasivas como hasta ahora en que prima ms la

    inercia institucional que la voluntad de cambio. Tras la victoria socialista en 1982 secre el Instituto de la Mujer, un avance ms simblico que real, pero al tiempo sedejaron intactas muchas de las estructuras que de hecho constituyen un obstculopara la igualdad sexual.

    Con la modernizacin del sistema de pensiones con las reformas de los aos ochentalas familias se aligeraron de parte de las responsabilidades para con las personasancianas de forma que pudieran concentrarse en su empeo primordial en lassociedades de hoy: la crianza y la socializacin de los hijos. Pero para que ello puedallevarse a cabo en las mejores condiciones posibles es preciso que se arbitren nuevasmedidas desfamiliarizadoras y que se establezcan prestaciones econmicas decarcter universal destinadas a los menores a cargo, como sucede en casi todas las

    naciones europeas. El hecho de que en nuestro pas no haya prosperado un sistemamoderno de subsidios familiares constituye una indicacin de que aqu la familia no seconcibe esencialmente todava como una unidad de reproduccin centrada en el nio.La ausencia de un plan de subsidios familiares universales y dignos constituye una delas verdaderas asignaturas pendientes de la poltica familiar en Espaa. En este puntoun abismo nos separa de las tendencias dominantes en Europa.

    Por otra parte, no basta con poner en prctica polticas pblicas desmercantilizadoras,que benefician sobre todo al colectivo masculino mayoritariamente integrado en elmercado laboral. Las mujeres y los jvenes necesitan especialmente medidasdesfamiliarizadoras. Nuestro sistema de bienestar no slo se caracteriza por un bajonivel de desmercantilizacin, sin tambin de desfamiliarizacin (Flaquer i Brullet,

    1999). Si por desmercantilizacin podemos entender la posibilidad que los ciudadanosmantengan unas determinadas cotas de bienestar sin participar en el mercado laboral,la desfamiliarizacin consiste en polticas que aminoran la dependencia de losindividuos de la familia y que maximizan su control de los recursos econmicosindependientemente de las reciprocidades familiares o conyugales (Esping-Andersen,1999: 45). Un rgimen desfamiliarizador es aqul que trata de descargar el peso de loshogares en la provisin de bienestar y disminuir la dependencia de los individuos delas redes de parentesco (Esping-Andersen, 1999: 51).

    Es este sentido, sera necesario establecer medidas desfamiliarizadoras tanto en elplano del los programas de sostenimiento de rentas como en el de los serviciossociales y de la conciliacin entre la vida laboral y familiar. No slo se deben proteger

    econmicamente a los cabezas de familia para que las unidades familiares dispongande unos ingresos mnimos. Las personas adultas, a pesar de que no estn integradas

    11

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    12/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    en el mercado de trabajo, tambin deben poder optar a una cierta independenciaeconmica y residencial en caso que lo deseen.

    Uno de los grandes yerros de las polticas de igualdad sexual de oportunidades enEspaa es que consideran a las mujeres como trabajadoras pero no como madres. Elhecho de que se ignore una dimensin tan importante como la familiar comporta que nose desarrollen paralelamente medidas de conciliacin entre el mbito laboral y eldomstico con lo cual se perjudica especialmente a las mujeres, quienes en nuestrasociedad asumen con mayor frecuencia las labores de atencin a los nios y a otraspersonas dependientes. El resultado es el refuerzo de las redes tradicionales desolidaridad que, para las personas con menos recursos econmicos, son las nicasestrategias que permiten resolver las necesidades pendientes.

    La nueva familia democrtica debe basarse ante todo en el igualitarismo y en laausencia de necesidad. Slo as podr ser plenamente libre y participativa. Pero laigualdad sexual ser una quimera mientras no se reforme el mercado de trabajo y sereestructure el Estado de bienestar. Es ah donde radica el ncleo duro de las

    desigualdades por razn de gnero que impiden un avance hacia una mayorequiparacin entre las condiciones sociales y econmicas de hombres y mujeres.

    12

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    13/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Tabla 1

    Tamao medio de los hogaresUnin Europea, 1981-1991

    1981 1991

    Blgica 2,7 2,5

    Dinamarca 2,4 2,2

    Alemania 2,5 2,3

    Grecia 3,1 3,0

    Espaa 3,6 3,3

    Francia 2,7 2,6

    Irlanda 3,6 3,3

    Italia 3,0 2,8

    Luxemburgo 2,8 2,6

    Holanda 2,7 2,4Austria 2,7 2,5

    Portugal 3,3 3,1

    Finlandia 2,6 2,4

    Suecia 2,3 2,1

    Reino Unido 2,7 2,5

    Europa 15 2,8 2,6

    Fuente: Eurostat

    13

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    14/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Tabla 2

    Porcentaje de hogares unipersonalesUnin Europea, 1981-1991

    1981 1991

    % %

    Blgica 23,0 28,0

    Dinamarca 29,0 34,0

    Alemania 31,0 34,0

    Grecia 16,0

    Espaa 10,2 13,3

    Francia 25,0 27,0

    Irlanda 17,0 20,0

    Italia 18,0 21,0

    Luxemburgo 21,0 25,0Holanda 23,0 30,0

    Austria 28,0 30,0

    Portugal 13,0 14,0

    Finlandia 27,0 32,0

    Suecia 33,0 40,0

    Reino Unido 22,0 27,0

    Europa 12 26,9

    Fuente : Eurostat

    14

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    15/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Tabla 3

    Tasas de actividad econmica femeninaUnin Europea, 1994

    1994

    %

    Blgica 40,2

    Dinamarca 58,3

    Alemania 47,8

    Grecia 35,0

    Espaa 35,0

    Francia 47,9

    Irlanda 39,5

    Italia 33,7Luxemburgo 38,4

    Holanda 47,7

    Portugal 49,6

    Reino Unido 52,5

    Europa 12 44,2

    Fuente : Eurostat

    Porcentaje de mujeres de 15 aos o ms en la poblacin activa.

    15

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    16/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Tabla 4

    Indice sinttico de fecundidadUnin Europea, 1985-1994

    1985 1994

    Blgica 1,51 1,55

    Dinamarca 1,45 1,80

    Alemania 1,37 1,26

    Grecia 1,68 1,35

    Espaa 1,63 1,22

    Francia 1,81 1,65

    Irlanda 2,50 1,86

    Italia 1,42 1,22

    Luxemburgo 1,38 1,72

    Holanda 1,51 1,57Austria 1,47 1,44

    Portugal 1,72 1,44

    Finlandia 1,65 1,85

    Suecia 1,74 1,88

    Reino Unido 1,79 1,74

    Europa 15 1,60 1,45

    Fuente: Eurostat

    16

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    17/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Tabla 5

    Prestaciones de proteccin social en una seleccin defunciones

    (Unin Europea, millones de ECU, 1992)

    Prestaciones Totalprestaciones

    Pases Maternidad

    % Familia % Vivienda % Desempleo

    % Total

    Blgica 409 0,9 3229 7,2 4433 9,9 44853Dinamarca 600 1,8 3436 10,2 857 2,5 4065 12,1 33679Alemania 3063 0,8 29376 8,1 2312 0,6 14685 4,0 364807Grecia 70 0,6 74 0,7 578 5,3 10975Espaa 879 0,9 866 0,9 559 0,6 17046 17,8 95794Francia 4160 1,5 22827 8,1 7923 2,8 18469 6,5 282966Irlanda 170 2,1 1218 15,3 214 2,7 992 12,4 7968Italia 1011 0,4 7937 3,5 34 0,0 3850 1,7 229587Luxemburgo 33 1,5 212 9,6 5 0,2 15 0,7 2205Holanda 284 0,4 3906 5,0 831 1,1 6557 8,4 78298Portugal 105 0,9 579 4,7 3 0,0 405 3,3 12297

    Finlandia 689 2,4 2901 10,3 323 1,1 2744 9,7 28250Suecia 2511 3,4 9451 12,7 0,0 6315 8,5 74677Reino Unido 2169 1,0 20744 9,9 12202 5,8 9898 4,7 210153

    Europa 12 13953 1,0 94455 6,9 25013 1,8 80992 5,9 1373483

    Fuente : Eurostat: Sistema SEEPROS

    17

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    18/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Tabla 6

    Ingresos mensuales netos de familias tpicas

    Unin Europea, 1993-1994 (en ECU)

    A B C

    Blgica 2176 1725 20,7Dinamarca 2307 1414 38,7Alemania occidental 2535 1838 27,5Alemania oriental 1823 1349 26,0Grecia 1227 803 34,6Espaa 1640 889 45,8Francia 1864 1210 35,1Irlanda 1878 1294 31,1Luxemburgo

    2994 2278 23,9

    Holanda 2228 1469 34,1Austria 2204 1612 26,9

    Portugal 620 440 29,0ReinoUnido

    2035 1336 34,3

    Europa 12 1964 1358 30,8

    Fuente: Elaboracin del autor a partir de datos de Eurostat.Columna A: Ingresos mensuales netos de un matrimonio con dos salarios medios de untrabajadorde la industria y sinnios;Columna B: Ingresos mensuales netos de un matrimonio con un salario medio de un trabajadorde la industria y con dos nios;Columna C: Cada en el nivel de vida en porcentaje al pasar de la situacin A a la B.Los ingresos netos se calculan a base de deducir las impuestos y cotizacionessociales de lossalarios brutos y de aadir los subsidiosfamiliares.Los datos corresponden a 1994, excepto en los casos de Dinamarca, Holanda yAustriaque corresponden a 1993.

    18

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    19/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    19

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    20/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Bibliografa

    Alberdi, Ins (1999) La nueva familia espaola, Madrid: Taurus.

    Cabra de Luna, Miguel Angel y Santos Garca, Carlos Javier (1992) Familia y SeguridadSocial, Infancia y sociedad, nm 14, agosto, pp. 179-195.

    Cant-Sanchez, Olga and Mercader-Prats, Magda (1998) Child Poverty in Spain : WhatCan Be Said?, Innocenti Occasional Papers, Economic and Social Policy Series,no. 66. Florence: UNICEF International Child Development Centre.

    Castles, Francis G. and Ferrera, Maurizio (1996) Home Ownership and the Welfare State: Is Southern Europe Different?, South European Society and Politics1 (2): 163-184.

    Commaille, Jacques (1993) Les stratgies des femmes: travail, famille et politiques, Paris:ditions La Dcouverte.

    Cousins, Christine (1999) Society, Work and Welfare in Europe, London: Macmillan.

    Drew, Eileen; Emerek, Ruth and Mahon, Evelyn (eds.) (1998) Women, Work and theFamily in Europe, London and New York: Routledge.

    Esping-Andersen, Gsta (1990) The Three Worlds of Welfare Capitalism, Cambridge :Polity Press (Traduccin espaola : Los tres mundos del Estado del bienestar,Valncia: Edicions Alfons el Magnnim, 1993).

    Esping-Andersen, Gsta (1999) Social Foundations of Postindustrial Economies, Oxford :Oxford University Press.

    Flaquer, Llus (1998a) El destino de la familia, Barcelona: Ariel.

    Flaquer, Llus (1998b) "Famlia, mercat i estat de benestar" en S. Giner (ed.) : 467-475.

    Flaquer, Llus (1999) La estrella menguante del padre, Barcelona: Ariel.

    Flaquer, Llus (en prensa) Las polticas familiares en una perspectiva comparada,Barcelona: Fundaci La Caixa.

    Flaquer, Llus i Brullet, Cristina (1999) Poltica familiar a Catalunya : Una primeraaproximaci en Vicen Navarro et al., Les desigualtats socials a Catalunya,Barcelona : Editorial Mediterrnia, pp. 75-191.

    Garrido Medina, Luis (1993) La familia estatal : El control fiscal de la natalidad en L.Garrido Medina y E. Gil Calvo (eds.), pp. 157-180.

    Garrido Medina, Luis y Gil Calvo, Enrique (eds.) (1993) Estrategias familiares, Madrid :Alianza.

    Giner, Salvador (ed.) (1998) La societat catalana, Barcelona : Institut dEstadstica deCatalunya.

    Lamo de Espinosa, Emilio (1995) "Nuevas formas de familia", Claves de razn prctica,n 50, marzo, pp. 50-54.

    20

  • 7/24/2019 LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD DEL S. XXI. Flaquer, Llus.pdf

    21/21

    PAPERS DE LA FUNDACI/117

    Leira, Arnlaug (1998) Caring as Social Right : Cash for Child Care and Daddy Leave,Social Politics, fall, pp. 362-378.

    Lewis, Jane (1992a) Women in Britain since 1945: Women, Family, Work and the State inPost-War Years, Oxford : Blackwell.

    Lewis, Jane (1992b) "Gender and the Development of Welfare Regimes", Journal ofEuropean Social Policy,2 (3).

    Martin, Claude (1995) Father, Mother and the Welfare State : Family and SocialTransfers after Marital Breakdown, Journal of European Social Policy, 5 (1): 43-63.

    Mendras, Henri (1997) LEurope des Europens : Sociologie de lEurope occidentale,Paris : Gallimard.

    Migulez, Faustino y Prieto, Carlos (eds.) (1999) Las relaciones de empleo en Espaa,Madrid : Siglo XXI.

    Papadopoulos, Theodoros N. (1998) "Greek Family Policy from a ComparativePerspective", en Drew, Emerek and Mahon (eds.), pp. 47-57.

    Recio, Albert (1999) "La segmentacin del mercado laboral en Espaa", en F. Migulez yC. Prieto, eds., pp. 125-150.

    Roca, Encarna (1999) Familia y cambio social: (De la casa a la persona), Madrid:Civitas.

    Saraceno, Chiara (1995) "Familismo ambivalente y clientelismo categrico en el Estadode bienestar italiano" en S. Sarasa y L. Moreno (eds.), pp. 261-288.

    Sarasa, Sebasti and Moreno, Luis (eds.) (1995)El Estado del bienestar en la Europa delsur, Madrid : Consejo Superior de Investigaciones Cientficas/Instituto de EstudiosSociales Avanzados.

    Trifiletti, Rossana (1999) Southern European Welfare Regimes and the WorseningPosition of Women, Journal of European Social Policy9 (1): 49-64.

    Trilla, Carme et al. (1998) Poltiques dhabitatge a Catalunya en S. Giner (ed.) (1998),pp. 671-693.

    Valiente, Celia (1997) "Las polticas de cuidado de los nios a nivel nacional en Espaa(1975-1996)", Papers. Revista de Sociologia, nm. 53, pp. 101-136.

    i Por supuesto, esta acusada discordancia se explica en gran parte por las elevadas tasas

    de paro en Espaa en relacin con la media comunitaria. Sin embargo, ello no es bice

    para la validez de los argumentos que siguen.iiVicen Navarro, La familia en Catalua, El Pas Catalua, lunes 11 de octubre de

    1999, pg. 3.iiiEl Pas, viernes 23 de julio de 1999, pg. 26.