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Actas XV Congreso AIH (Vol. II). GABRIELA NAVA. La fiebre carnavalesca en los espacios públicos... - LA FIEBRE CARNAVALESCA EN LOS ESPACIOS PÚBLICOS FESTIVOS EN EL QUljOTE En las décadas de los años setenta y ochenta, Augustin Redondo y Manuel Durán señalaron que era necesaria "otra manera de leer el Quijote" para una interpretación mayor de la obra, retomando para este fin elementos de la cultura popular hasta entonces relegados, como la cultura carnavalesca 1 El carnaval como festividad y la carnavalización de la literatura no son equiparables totalmente, pero es posible establecer entre ellos un vínculo; la carga ideológica de los principios de la cultura carnavalesca permea y estructura el texto de una forma específica. Por ejemplo, el combate de don Quijote con los cueros devino adquiere otro significado en el contexto del carnaval, que, como dice Bajtín, convierte "el combate en cocina y banquete", a la vez que "las armas y los cascos en utensilios de cocina y tazones de afeitar y la sangre en vino" 2 Otro ejemplo es la caracterización de don Quijote y Sancho Panza, que pueden equipararse, en cierto modo, a la Cuaresma y las Carnestolendas, y cabe entender su relación como una confrontación regenerativa entre ambos mundos 3 Asimismo la presencia de lo festivo 1 Los estudios publicados de Julio Caro Baro ja (El Carnaval. Análisis histórico- cultural, 1965),J acques Heers (Carnavales y fiestas de locos, 197 4 ), Claude Gaignebet (El Carnaval. Ensayos de mitología popular, 197 4), Harvey Cox (The Feast of the Fools. A theological Essay on Festivity and Fantasy, 1969), sumados al de Mijaíl Bajtín (La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Franrois Rabelais, 1965), han demostrado que el carnaval es un factor clave para la reconstrucción de la historia sociocultural. 2 MIJAIL BAJTÍN, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Franrois Rabelais, Alianza, Madrid, 1998, p. 27. 3 Al respecto, M. BAJTÍN, ibid., pp. 26-27, opina que: "El materialismo de Sancho, su ombligo, su apetito, sus abundantes necesidades naturales constituyen «lo inferior absoluto» del realismo grotesco, la alegre tumba corporal (la barriga, el vientre y la tierra} abierta para acoger el idealismo de Don Quijote, un idealismo aislado, abstracto e insensible; el «caballero de la triste figura» necesita morir para renacer más fuerte y más grande; Sancho es el correctivo natural, corporal y universal de las pretensiones individuales {lo inferior absoluto ríe sin cesar, es la muerte que ríe y engendra la vida). El rol de Sancho frente a Don Quijote podría ser comparado con el rol de las parodias medievales con relación a las ideas y los cultos sublimes; con el rol del bufón frente al ceremonial -11- Centro Virtual Cervantes

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Actas XV Congreso AIH (Vol. II). GABRIELA NAVA. La fiebre carnavalesca en los espacios públicos...-

LA FIEBRE CARNAVALESCA EN LOS ESPACIOS PÚBLICOS FESTIVOS

EN EL QUljOTE

En las décadas de los años setenta y ochenta, Augustin Redondo y Manuel Durán señalaron que era necesaria "otra manera de leer el Quijote" para una interpretación mayor de la obra, retomando para este fin elementos de la cultura popular hasta entonces relegados, como la cultura carnavalesca1

• El carnaval como festividad y la carnavalización de la literatura no son equiparables totalmente, pero sí es posible establecer entre ellos un vínculo; la carga ideológica de los principios de la cultura carnavalesca permea y estructura el texto de una forma específica. Por ejemplo, el combate de don Quijote con los cueros devino adquiere otro significado en el contexto del carnaval, que, como dice Bajtín, convierte "el combate en cocina y banquete", a la vez que "las armas y los cascos en utensilios de cocina y tazones de afeitar y la sangre en vino"2

• Otro ejemplo es la caracterización de don Quijote y Sancho Panza, que pueden equipararse, en cierto modo, a la Cuaresma y las Carnestolendas, y cabe entender su relación como una confrontación regenerativa entre ambos mundos3

• Asimismo la presencia de lo festivo

1 Los estudios publicados de Julio Caro Baro ja (El Carnaval. Análisis histórico-cultural, 1965),J acques Heers (Carnavales y fiestas de locos, 197 4 ), Claude Gaignebet (El Carnaval. Ensayos de mitología popular, 197 4), Harvey Cox (The Feast of the Fools. A theological Essay on Festivity and Fantasy, 1969), sumados al de Mijaíl Bajtín (La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Franrois Rabelais, 1965), han demostrado que el carnaval es un factor clave para la reconstrucción de la historia sociocultural.

2 MIJAIL BAJTÍN, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Franrois Rabelais, Alianza, Madrid, 1998, p. 27.

3 Al respecto, M. BAJTÍN, ibid., pp. 26-27, opina que: "El materialismo de Sancho, su ombligo, su apetito, sus abundantes necesidades naturales constituyen «lo inferior absoluto» del realismo grotesco, la alegre tumba corporal (la barriga, el vientre y la tierra} abierta para acoger el idealismo de Don Quijote, un idealismo aislado, abstracto e insensible; el «caballero de la triste figura» necesita morir para renacer más fuerte y más grande; Sancho es el correctivo natural, corporal y universal de las pretensiones individuales {lo inferior absoluto ríe sin cesar, es la muerte que ríe y engendra la vida). El rol de Sancho frente a Don Quijote podría ser comparado con el rol de las parodias medievales con relación a las ideas y los cultos sublimes; con el rol del bufón frente al ceremonial

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está presente en el ambiente palaciego de la Segunda parte del texto cervantino4

Pero no es solamente la caracterización de los personajes ni la mención del mundo festivo lo que hace que el carnaval sea puesto en escena como un elemento significativo en el Quijote, sino cómo se conjugan los elementos, imágenes y expresiones carnavalescas y en dónde. Hay que recordar que M. Bajtín, en su análisis acerca de la risa carnavalesca, destaca la importancia de la plaza pública y, por extensión, de los distintos lugares comunales y de contacto familiar -como calles, tabernas, caminos, baños públicos, etc.5

- donde el individuo puede interactuar libre de las limitantes del sistema y establecer nuevas relaciones. De ahí que en el Quijote cobren relevancia los espacios relacionados con los elementos carnavalescos.

Estos escenarios simbólicos, que funcionan como un espacio análogo a la gran plaza pública, pueden identificarse con las ventas, en la Primera parte de la obra; sus paralelos en la Segunda parte son el palacio ducal y el subespacio creado en la ínsula Barataria. En estos cronotopos pueden observarse las dimensiones del universo carnavalesco: las mascaradas, los juegos léxicos, los banquetes rituales, las farsas teatrales, las parodias rituales y las tundas carnavalescas. Cada uno funge como un espacio en blanco en el tiempo en el cual se va construyendo, gradualmente, gracias a la colectividad, el reino de la utopía carnavalesca.

La venta era un lugar de paso, un cruce de caminos, donde toda clase de vidas convergían; era simplemente un espacio abierto a todos los estratos sociales, que permitía observar a los diversos miembros de la

serio; el de las Carnestolendas con relación a la Cuaresma; etc.". Véase también MANUEL DURÁN, "El Quijote a través del prisma de Mikhail Bakhtine: carnaval, disfraces, escatología y locura", en Cervantes and the Renaissance,J uan de la Cuesta, Newark, 1980, pp. 71-86; ROBERT M. FLORES, Sancho Panza through three hundred and seventyfive years of continuations, imitations and criticism, 1605-1980, Juan de la Cuesta, Newark, 1982; A UGUSTIN REDONDO, "Tradición carnavalesca y creación literaria: del personaje de Sancho Panza al episodio de la ínsula Barataria en el Quijote", Bulletin Hispanique, 80 (1978), pp. 39-70.

4 Para un análisis más detallado, véase los trabajos de ANTHONY CLOSE, "Fiestas palaciegas en la segunda parte del Quijote", en Actas del Segundo Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Anthropos, Barcelona, 1991, pp. 4 7 5-484; FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA, "Fiesta y literatura en los Siglos de Oro: la Edad Media como asunto «festivo» (El caso del Quijote)", Bulletin Hispanique, 84 (1982), pp. 291-327, y AUGUSTIN REDONDO, Otra manera de leer el «Quijote», Castalia, Madrid, 1998.

5 M. BAJTÍN, Problemas de la poética de Dostoievski, FCE, México, 1988, p. 181.

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sociedad moderna conviviendo como una colectividad6• En este sentido

se podía establecer un nuevo orden social, diferente al cotidiano, en otras palabras, un segundo mundo. Por ello, la venta funciona, bajo determina-. das circunstancias, como el marco del mundo carnavalesco, es decir, una segunda plaza pública. La combinación de los distintos sucesos de burla, enmascaramientos y violencia física, más el ambiente jocoso y transgre-sor que permea a los episodios venteriles ocurridos en la Primera parte del Quijote7 (I, 2-3, 16-17, 32-46), pueden dar pie para compararlos como una serie de eventos típicamente carnavalescos desde una perspectiva bajtiniana.

La fiesta carnavalesca se inicia en la venta del castellano cuando, tras el banquete ritual, don Quijote es coronado como rey bufo del mundo al revés (I, 2-3). Y del mismo modo en que comienza, el ciclo festivo se cierra en el espacio venteril. Durante la segunda visita a la venta de Juan Palomeque el Zurdo se realiza el destronamiento: el enjaulamiento en el carro de bueyes (I, 47). Sin embargo, el cómo se lleva a cabo el juego carnavalesco no ocurre de la misma forma en cada una de las visitas a las dos ventas presentes en la Primera parte del Quijote. Por un lado, en la venta del "castellano" predominan los juegos de los rituales paródicos, la vela de las armas y de la investidura del caballero, mientras que, por otro lado, la venta de Juan Palomeque se distingue, principalmente, por ser el reino de las mascaradas. Además, en las distintas visitas a esta misma venta, la violencia carnavalesca presenta varios rostros: el manteamiento del escudero-pelele (I, 17), la violencia verbal-la disputa por el baciyelmo (I, 45}- y las tundas colectivas (I, 16, 45). En estos dos últimos, la violencia se transforma en una fuerza regeneradora.

La venta-plaza, en la Primera parte de la novela, es el escenario donde se reúnen los distintos miembros del theatrum mundi para participar en un segundo gran teatro del mundo instaurado desde la perspectiva carnavales-ca. Las transformaciones-disfraces, propias del ambiente festivo de la venta-plaza, son las que le permiten a los personajes conformar una nueva comunidad: la carnavalesca. De ahí que, en un mismo universo, convivan burlescamente el mozo de mulas, el barbero, el escudero, las doncellas y las semidoncellas, los pícaros y los caballeros, el oidor, el loco

6 CHARLOTTE BROAD, Literatura inglesa: el festín del famélico, UNAM, México, 2000, p. 20, y DAVID GóMEZ TORRES, "La vena grotescocarnavalesca en la génesis del Quijote", Hispanófila, 126 (1999), p. 6.

7 Las citas al texto corresponden a la ed. de Luis Andrés Murillo, MIGUEL DE CERVANTES, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Castalia, Madrid, 1991.

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y el cuerdo, el cura y la mora-cristiana, la princesa y hasta el gigante Pandafilando. Por eso, Maritornes es mancuerna de la hija de la ventera en la broma a don Quijote (I, 43, 525-529), maese Nicolás es comparsa de don Fernando en las burlas dirigidas al barbero y al caballero manchego (I, 45, 540-543), el ventero y las rameras se confabulan para jugar también con el caballero (I, 2-3). Los distintos personajes son contagiados por una fiebre carnavalesca, que los atrae a un torbellino de vitalidad, confusión y subversión que puede resumirse como un estado de "llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mojicones, palos, coces y efusión de sangre" (I, 45, 544).

En el texto de 1615, las ventas cumplen una función distinta: pese a que sí pueden identificarse con el mundo de lo popular y lo festivo, no se rigen concretamente por las reglas del mundo carnavalesco. La venta, paralelo paródico del castillo, es sustituida, en la Segunda parte del Quijote, por el palacio de los duques. La elaborada farsa que montan los duques muestra que la cultura carnavalesca no es exclusiva de lo popular, sino que ha sido adoptada por las clases altas, enriqueciéndola y renovándola8

• A pesar de este cambio, la esencia regeneradora del carnaval no se modifica en sí. La aparición del carnaval ducal da lugar a nuevos juegos burlescos y festivos, propios del mundo cortesano, donde sobresale la espectacularidad y teatralidad de cada uno de ellos9

• En su fase inicial, el carnaval ducal reproduce los actos del venteril: la coronación de don Quijote (II, 31 ), el banquete festivo y el contrarritual, representado, en este caso por la limpieza de las barbas (II, 32). Dentro de la misma vertiente de los contrarrituales, está presente la burla al

8 En la Edad Moderna el proceso de enculturación entre lo oficial y lo popular permitió que el carnaval ascendiera a nuevas esferas; este ascenso se reflejó en las cortes de Felipe III. Tras la muerte de Felipe 11, en 1598, el nuevo rey recupera el ambiente festivo para las clases cortesanas, siendo así que los bailes y las mascaradas se vuelvan una actividad común en la corte. Pero lo anterior, cabe aclarar, no conduce a observar al carnaval en el Renacimiento como un fenómeno exclusivo de las altas esferas; la cultura carnavalesca, en sus principios y características generales, permanece identificada con la cultura popular. Este cambio histórico repercutió en la producción del texto cervantino; los retratos del ambiente palaciego son una prueba fehaciente.

9 ANTHONY CLOSE, op. cit., observa que los modelos para el carnaval ducal fueron las diversiones comunes de las fiestas palaciegas y públicas en la sociedad europea del Renacimiento y del Barroco: las mascaradas, los torneos, las comedias al aire libre, las batallas fingidas, los fuegos artificiales, las cabalgatas y las procesiones cívicas y religiosas. Estos espectáculos se celebran en un ambiente de "efectos de luz y sonido" y "escenografía".

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ritual de sacrificio y purificación que implican las penas corporales; ejemplos son las fórmulas para el desencantamiento de Dulcinea (II, 35) y la resurrección de Altisidora (II, 68).

Mientras que el carnaval venteril se caracteriza por la improvisación y la espontaneidad, el ducal sobresale por la planeación y la elaboración de las bromas. En las burlas ducales nada se deja a la imaginación, cada detalle de las farsas ha sido premeditado. Para ello se requiere de complejos y costosos montajes, con uso de tramoyas, disfraces, máscaras y efectos sonoros 10. No obstante, en el palacio-plaza, la premeditación de las bromas ducales es superada por la fiebre carnavalesca; el resultado es un reino de igualdad total, donde todos participan en la reconstrucción burlesca del mundo. Este igualitarismo social refuerza la idea de que el palacio no es solamente un espacio festivo, sino un espacio público donde predomina el contacto libre y familiar. La fiebre carnavalesca en el castillo-plaza se convierte en una transfusión de energía dionisiaca a lo apolíneo del mundo oficial.

A partir de la aventura de Clavileño, el carnaval ducal se divide en dos mundos festivos paralelos: la fiesta del castillo-plaza y el carnaval insular. La ínsula Barataria funciona como una colosal plaza pública; en cada una de sus calles y en cada uno de sus rincones se celebra un carnaval de dimensiones extraordinarias. En él están presentes todos los elementos festivos, desde la coronación del rey bufo, pasando por los rituales paródicos, hasta el sacrificio y expulsión del rey de ocasión: el rey Momo Panza (II, 53). Y no es casual que el coronado sea Sancho: quién más que el "amigo del buen yantar y del buen beber, dominado, como dice Augustin Redondo, por su rusticidad primitiva, por las exigencias elementales de su cuerpo"'' para estar a la cabeza del reino que simboliza la abundancia, la satisfacción y la desmesura. Si bien la ínsula Barataria se rige por los principios del mundo al revés, el gobierno ficticio resulta ser una variante: su gobernante carnal es obligado a vivir un burlesco

10 MONIQUEJOLY, "Cervantes y la burla'', Anthropos, 98/99 (1989), p. 69. 11 AUG USTIN REDONDO, "La tradición carnavalesca en el Quijote", en Formas

carnavalescas en el arte y la literatura, Eds. del Serbal, Barcelona, 1989, p. 157. Según el mismo AUGUSTIN REDONDO, "el gobierno, lo han concebido los duques, representantes de los grupos dominantes, para burlarse del campesino, utilizando para ese fin las peculiaridades sobresalientes del personaje tal como ellos lo ven: tontería, glotonería y cobardía. Sin embargo, estas peculiaridades ponen de relieve-ya lo hemos visto- la raíz e;arnavalesca de Sancho Panza" (Otra manera de leer el «Quijote», p. 453 ).

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mundo cuaresmal1 2• Pese a lo anterior la fiebre carnavalesca le otorga a

Sancho la sabiduría para reestablecer el mundo de la Edad de Oro, aunque dentro de los parámetros del mundo disparatado 13

Conviene subrayar que en la venta, el palacio o la ínsula lo carnava-lesco no se presenta únicamente como prácticas y juegos festivos sino como una postura crítica ante el mundo y la vida humana. En este sentido, la actitud carnavalesca que adoptan los personajes del Quijote se revela más bien como una enfermedad para curarse de los males de la vida. La actitud o manía dionisiaca es un mal contagioso14 e incontenible que afecta indistintamente a los individuos, y es de esta manera cómo, en los distintos espacios públicos, la locura festiva del carnaval se extiende en el Quijote. No se puede escapar del mal carnavalesco traído, paradóji-camente, por el cuaresmal don Quijote15

• Poco a poco, el delirio del

12 El gobierno de la ínsula debería ser la única oportunidad de que Sancho Panza pudiera aspirar a la abundancia, a la satisfacción y a la desmesura, pero, de manera extraordinaria, durante el gobierno festivo esta concesión le es negada y se le "exige" que desempeñe su papel regenerador a partir del mundo de lo austero, lo normado y la continencia.

13 Esto puede observarse en las ordenanzas que Sancho establece: "ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la república, y que pudiesen meter en ella vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama, y el que lo aguase o mudase el nombre perdiese la vida por ello. Moderó el precio de todo calzado, principalmente el de los zapatos, por parecerle que corría con exorbitancia; puso tasa en los salarios de los criados, que caminaban a rienda suelta por el camino del interese; puso gravísimas penas a los que cantasen lascivos y descompuestos, ni de noche ni de día. Ordenó que ningún ciego cantase milagro en coplas si no trajese testimonio auténtico de ser verdadero, por parecerle que los más que los ciegos cantan son fingidos, en perjuicio de los verdaderos. Hizo y creó un alguacil de pobres, no para que los persiguiese, sino para que los examinase si lo eran, porque a la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa andan los brazos ladrones y la salud borracha. En resolución: él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar y se nombran: Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza" (II, 52, pp. 432-433 ).

14 M. DETIENNE, Dioniso a cielo abierto, Gedisa, Barcelona, 1997, pp. 17-18. 15 Llama la atención que el portador de este mal sea don Quijote, a quien sus

cualidades lo identifican más con el mundo de lo ascético. El carácter cuaresmal de don Quijote está interrelacionado con su condición melancólica, definida desde la teoría de los humores. Dolores Romero define la fisonomía y el temperamento de don Quijote apoyándose en la teoría de Huarte de San Juan (DOLORES ROMERO LóPEZ, "Fisonomía y temperamento de Don Quijote de la Mancha", en Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro. Actas del Segundo

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carnaval va envolviendo a un personaje, luego a otro, y así sucesivamen-te. La fiebre carnavalesca se difunde poco a poco, tanto en las ventas como en el palacio de los duques, hasta que termina por propagarse como una epidemia por todos los niveles sociales; he ahí a los duques, los criados, los venteros, las prostitutas, los arrieros, el barbero y el cura, todos subyugados por el efecto carnavalesco. En las ventas, el palacio o la ínsula, los distintos personajes se despojan de sus identidades para conformar uno solo: la colectividad. Los beneficios y derechos que se puedan adquirir o a los que se renuncien bajo la máscara carnavalesca no son tan importantes como la oportunidad de actuar libremente, en un mismo espacio, sin someterse a un patrón social. Ya sean miembros del mundo oficial, como el cura, don Fernando y los duques, ya lo sean del mundo popular, como el ventero, el barbero, la servidumbre ducal y los habitantes de la "ínsula", la fiebre carnavalesca los une en un mundo que está en cambio y renovación. Las tres "plazas públicas", no son las ventas, el palacio y la ínsula, sino la tierra propicia para que la fiebre carnavalesca llegue a su apogeo y se lleve a cabo el ciclo vital del Carnaval, cuya muerte es el renacimiento del mundo ordenado.

GABRIELA NAVA

Universidad Nacional Autónoma de México

Congreso internacional de Hispanistas del Siglo de Oro, Universidad, Salamanca, pp. 881-885). Asimismo ROGER BARTRA analiza "la enfermedad del alma" que aqueja a don Quijote con la finalidad de comprender mejor su personalidad ("Melancolía y cristianismo", en Cultura y melancolía. Las enfermedades del alma en la España del Siglo de Oro, Anagrama, Barcelona, pp. 151-196).

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