la funcion de la critica

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  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

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    3/70

    PREF CIO

    La mejor manera de describir el impulso al que obedece este

    libro quiz sea imaginar momento en que un crtico senta-

    do ante su mesa para comenzar un estudio sobre algn tema

    o autor se ve de repente asaltado

    po r

    una serie de inquietan-

    tes cuestiones

    pr ps t

    tiene

    estudio? A

    quin pre-

    tende llegar influir impresionar ?

    Qu funciones atribuye la

    sociedad en su conjunto a tal acto crtico? Un crtico puede

    escribir con conviccin siempre y

    cuando

    la

    propia

    institu-

    cin crtica no se vea como algo problemtico Una vez que

    esa institucin se

    pone

    en cuestin de manera radical cabra

    esperar que los actos individuales de crtica se tornen proble-

    mticos y se autocuestionen El hecho de que tales actos

    sigan producindose hoy en da aparentemente con su tradi-

    cional confianzaen smismos intacta es sin lugar a dudas

    una

    seal de

    que

    la crisis de la institucin crtica o no ha sido lo

    bastante

    profunda o se est esquivando activamente

    La tesis de este libro es que

    hoy

    en da la crtica carece de

    toda funcin social sustantiva O es parte de la d ivisin

    de relaciones pblicas de la industria literaria o es un asunto

    privativo del

    mundo

    acadmico Qu e esto no ha sido siem-

    pre as y que ni siquiera

    hoy

    tenga

    po r

    qu ser as es 10que

    intento demostrar realizando

    un

    recorrido drsticamente

    selectivo

    por

    la

    institucin

    de

    la crtica en Inglaterra desde

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    4/70

    10 TERRY EAGLETON

    principios del siglo XVIII. El concepto conductor de este

    breve estudio es

    el

    de la esfera pblica, elaborada po r pri-

    mera vez

    po r

    jrgen Habermas en su

    Structural Transfor-

    mation

    the Public Sphere

    962 . Este

    concepto

    no ha es-

    tado en

    modo

    a lg un o e xe nt o de p ol m ic a, p ue s se m ue ve

    con indecisin entre

    l

    modelo ideal y la descripcin hist-

    rica, adolece de graves problemas de periodizacin histrica

    yen la propia obra de Habermas no esfcilmente disociable

    de una cierta visin del socialismo

    que

    es

    profundamente

    cuestionable. La esfera pblica es

    una nocinqu e

    resulta

    difcil de aislar de connotaciones nostlgicas e idealizadoras;

    como

    la sociedad orgnica, a veces parece que

    haya

    esta-

    do

    desintegrndose desde su nacimiento.

    No obstante no

    es

    mi intencin aqu

    entrar

    en estas argumentaciones tericas;

    me interesa ms destacar algunos aspectos del

    concepto

    de

    forma flexible y oportunista para verter luz sobre

    un a

    his-

    toria panicular. Huelga decir que

    este anlisis

    histrico no

    es

    en modo

    alguno desinteresado polticamente: esta histo-

    ria

    la

    analizo

    como una

    forma de suscitar la cuestin de cu-

    les

    son

    las funciones sociales sustantivas

    que

    la crtica

    podra

    realizar

    un a

    vez ms

    en nuestra propia

    po ca , ms all de su

    funcin

    crucial de

    mantener

    desde

    dentro

    del

    mundo

    acad-

    mico

    un a

    crtica la

    cultura de

    la clase dirigente.

    Quiero

    dejar constancia de

    mi

    gratitud

    a

    Perry

    Ander-

    son

    john

    Barrell,

    Neil

    Belton Norman Felres, Toril Moi

    Francis Mulhern Graham Pechey

    y

    Bernard Sharratt por

    su valiosa colaboracin en esta obra. Tambin estoy

    profun-

    damente

    agradecido po r la cordialidad y

    el compaerismo

    de

    Terry Collits

    y

    David Bennett

    de

    la

    Universidad

    de

    Mel-

    bourne en cuyacompaa

    ensay

    por primera vez

    algunas

    de estas ideas.

    E.

    1

    La crtica

    europea moderna

    naci de

    la

    lucha

    contra el

    Esta-

    do

    a b s o l u t i s t ~

    Durante. los siglos

    XVII

    y

    XVIII,

    la

    burguesa

    europea c O I ~ l l e n z a a forjarse

    dentro de

    ese rgimen represi-

    vo

    espacio

    discursivo diferenciado,

    un

    espacio de

    juicio

    raciona] y de crtica

    ilustrada

    a je no a los b ru ta le s u ca se s de

    u,na p o l ~ i ~ a autoritaria. Suspendida

    entre

    el

    Estado

    y la so-

    c e d ~ d CIvil, esta esferapblica burguesa

    como

    la ha de-

    nominado Jrgen Habermas

    engloba diversas instituciones

    sociales

    ~ c l ~ b e s peridicos

    cafs,

    gacetas

    en las

    qu e

    se

    agrupan individuos particulares

    para

    realizar un intercam-

    bio

    libre e igualitario

    de

    discursos razonables unificndose

    as en un

    cuerpo

    relativamente coherente cuyas deliberacio-

    nes

    pueden asumir

    la

    forma de una poderosa fuerza polti-

    ca.

    Un a

    opinin pblica educada

    e

    informada

    est

    inmuni-

    zada contra

    los

    ~ i c t d o s de

    la autocracia; se

    presume que

    dentro

    del espacIO transparente de la e sf er a pblica ya no

    el pode.r s ~ c ~ a l l privilegio o la tradicin los

    que con-

    fieren a los

    individuos

    el

    derecho

    a

    hablar

    y a juzgar,

    sino

    su

    o

    menor

    c p ~ c i d d

    para constituirse

    en sujetos o -

    urS VOS que coparticipen

    en

    un consenso de razn univer-

    sal. Las normas de esta razn

    aunque

    son en s m is ma s ab

    1. Vase Habermas..].,

    StTllktllrwandel der ffentljehkeit

    Neuwied, 1962.

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    12

    T RRY

    GL TON

    LA

    FUNCIN

    DE LA CRTIC

    13

    s ol ut as , v ue lv en la e sp al da a la i ns ol en ci a de la autoridad

    aristocrtica; las normas, como advierte Dryden se fundan

    en el buen juicio y en la razn lgica, no en la autoridad.

    ..Durante la Ilustracin, escribe

    Peter

    Hohendahl el

    concepto

    de crtica

    no

    se puede separar de la institucin de

    la esfera pblica. Todo juicio est destinado a un pblico; la

    comunicacin

    con

    el l ec to r es parte sustancial del sistema.

    Mediante esta relacin

    con

    el

    pblico

    lector. la reflexin cr

    tica pierde su carcter privado. La crtica se abre al debate,

    intenta convencer, invita a la contradiccin. Pasa a formar

    parte del intercambio pblico de opiniones; Visto histrica

    mente el concepto moderno de crtica literaria va

    ntima

    mente ligado alascenso de la esfera pblica liberal y burgue

    sa que se produjo a principios del siglo XVIII. La literatura

    sirvi al movimiento de emancipacin de la clase media co

    mo medio para cobrar autoestima y articular sus demandas

    humanasfrente al Estado absolutista ya una sociedad jerar

    quizada. El debate literario, que hasta entonces haba servi

    do como forma de legitimacin de la sociedad cortesana en

    los salones aristocrticos, se convirti en el foro que prepa

    r el terreno parael debate poltico entre las clases medias.s-

    Este proceso, sigue sealando Hohendahl se produjo por

    primera vez en Inglaterra; pero tendramos que recalcar que,

    dadas las peculiaridades de los ingleses, la esfera pblica

    burguesa se consolid ms al amparo del absolutismo pol

    tico que como resistencia a l desde dentro. La esfera pbli

    .caburguesa de comienzos del XVIII, de la q ue The Tatler de

    Steele,y

    The

    pectator de Addison, son instituciones centra

    les, est de hecho animada por la correccin moral y la bur-

    la satrica de una aristocracia licenciosa y regresiva en lo so-

    2. William P.Ker Icomp.), Esseys Oxford.I926,

    pg.

    228.

    3. Hohendshl,P.U.

    The lnstiteuon ofCriticism

    Londres, haca, 1982,

    pg.

    52.

    cial; pero su principal inters es la consolidacin de una cla

    sesocial, la codificacin de las normas y la regulacin de las

    prcticas que permitan a la burguesa inglesa negociar una

    alianza histrica con las clases sociales superiores. Cuando

    Macaulay seala que joseph Addison sabausar laburla:sin

    abusar de ella, lo que quiere decir en realidad es que Addi

    son saba cmo recriminar a la tradicional clase dirigente sin

    perder las buenas relaciones

    con

    ella, evitando el vituperio

    disgregador de un Pope o de Swift. Jrgen Habermas apun

    ta que la esfera pblica se desarroll antes en Inglaterra que

    en ningn

    otro

    lugar porque la nobleza y la aristocracia in

    glesas, tradicionalmente involucradas en cuestiones de gus

    to

    cultural, tambin tenan intereses econmicos en comn

    con la clase mercantil emergente, al contrario que, ponga

    mos

    por

    caso, sus homlogos franceses. La relacin entre las

    preocupaciones culturales, polticas y econmicas espor tan

    to ms estrecha en Inglaterra que en ninguna otra parte. El

    rasgo distintivo de laesfera pblica inglesa es su carcter con

    sensual: Tbe

    Tatler

    y The peetatorson los catalizadores de la

    creacin de un nuevo bloque dirigente en lasociedad inglesa,

    que cultivaron a la clasemercantil y ennoblecieron a la disolu

    ta aristocracia. Las hojas de estas publicaciones de aparicin

    diaria o tres veces por semana), con sus cientos de imitado

    res menores, dan fe del nacimiento de una nueva formacin

    discursiva en la Inglaterra posterior a la Restauracin, una

    comunicacin intensiva de valores de clase que fusionaron

    las mejores cualidades del puritano y el caballero A Bel

    jame) y modelaron un lenguaje para las normas comunes del

    gusto y la conducta Q.D. Leavis).Samuel

    johnson

    detect

    esta smosis ideolgica en un estilo tan literario como el de

    Addison, familiar, pero no burdo en su opinin. Lo que

    haba detrs de este consenso era la moderada tendencia

    whig

    de Addison

    y

    Steele, lacalidad desenfadada, cordial y no sec-

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    14

    TERRY EAGLET

    N

    LA FUNCIN DE LA CRITICA

    15

    taria de

    una

    poltica

    que poda

    satisfacer los deseos de un.

    tory

    de procedencia rural como Sir Roger de C ~ v e r l e y y l~ l s m o

    tiempo provocar la admiracin del

    c o m e r C l ~ n t e

    Su

    An-

    drew Preeport. El propio Addison tena

    m v e r s l O n e ~

    en la

    ciudad

    y

    una finca rural , reconciliand? as en su

    p:opla per-

    sona

    los intereses prediales y

    dineranos;

    era, segun uno. de

    SllS

    comentaristas,

    el

    defensor ms elocuente en su partido

    de la

    prosperidad

    econmica inglc:say del mercado, pero.el

    club Spectator est diseado deliberadamente para

    r e ~ e J a r

    todas las categoras sociales respetables

    T heSpectat?T

    n 34).

    Addison, proclama Beljame, pos su ~ l f a d a no s o l o s o b ~ e

    la cort e s ino sobre el

    conjunto

    de la sociedad,

    y

    busco abrir

    los ojos de

    todos

    a la literatura;

    mejor

    aun, abrirles mente,

    formarles el juicio, ensearles a pensa: y p r o p o r c 1 ~ n a ~ l e s

    ideas generales sobre

    el

    ~ r t e

    y

    sobre

    : lda.

    sSe

    entrego a

    partir enseanza s o b r ~ ~ t e r t l ~ r esrenca. Lo que

    a y u d ~ r a

    a unificar el

    bloque dirigente ingls

    es, en

    ~ ~ ~ a

    l.a c u ~ t u r a y

    el

    crtico es el principal

    portador

    de esta

    nusron histrica.

    Se podra aducir, pues,

    que

    en I n g l a t e : ~ a la crtica

    mo-

    derna naci irnicamente del

    consenso poltico. No

    se trata,

    po r supuesto de

    que

    el siglo XVIll fuese en modo a l ~ u n o

    extrao

    al antagonismo y al rencor , o que y ~ o s de I ~ ~ -

    ginar la esfera pblica

    burguesa como una

    s o c l e d a ~

    orgam

    ca de acuerdo universal.

    Pero

    las crueles aseveraclOne.s de

    ensayistas Ypropagandistas se produjeron durante a cnsta-

    lizacin gradual de un bloque dirigente cada vez mas seguro

    4. Eliose, L A., The Cultural Milieu o[Addison s Literary Criuasm Texas,

    Aunm 1963, p.g.48. Para un rdatode las ideas polticasde Arldison de una mode

    racin slo comparablea ladel propio Addison, vase Bloom, E. YL

    D. foseph

    Addison s SociableAnimal Rhode

    Island, Providence, 1971.

    5. Beljame, A. J., Men o] Letters n lhe English Public in the Eighteenth

    Century

    Londres,

    93

    pg. 293.

    de s mismo dentro de la sociedad britnica,

    qU e

    era el

    que

    defina los lmites de lo que era aceptable decir; Leslie Ste

    phen contrapone el

    carcter

    opositor de hombres de letras

    franceses dieciochescos como Voltaire YRousseau con crti

    cos como

    Samuel

    Johnson

    que

    en gran

    medida compartie-

    ron y articularon los criterios del pblico para el que escri

    ban.

    6

    sta

    es,

    ciertamente

    la irona de la crtica de la

    Ilustracin, que mientras que su defensa de las normas de

    la razn universal denota una resistencia al

    absolutismo el

    gesto cr tico es en s mismo tpicamente conservador Y co-

    rrector; revisa y ajusta fenmenos concretos a su implacable

    modelo

    de

    discurso.

    La cr tica es

    un mecanismo reforma-

    dor que castiga la desviacin Y reprime lo transgresor; pero

    esta tecnologa jurdica se despliega en nombre de una cier

    ta

    emancipacin

    histrica. La esfera

    pblica

    clsica

    com-

    porta una reorganizacin discursiva del poder social; vuelve

    a trazar los lmites entre clases sociales, or o divisiones

    entre quienes emplean el argumento racional Y quienes

    no lo hacen. La esfera del

    discurso cultural Y el

    dominio

    del poder social estn ntimamente

    relacionados

    pero

    no

    son homlogos:

    la primera

    trasciende

    las distinciones.del

    segundo y las deja sin efecto, desconstruyndolo y reconsti

    tuyndolo

    con una

    nueva

    forma

    transponiendo provisio-

    nalmente sus gradaciones verticales a

    un

    plano horizon-

    tal. En

    principio

    comenta Hohendahl, los privilegios

    sociales no se reconocan siempre

    que

    unos ciudadanos

    pri-

    vados se reunan como un cuerpo pblico.

    En

    las sociedades

    Y en los clubes l iterar ios, las categoras quedaban en sus

    penso para

    que

    pudiese producirse el debate entre iguales.

    Los juicios artsticos autoritarios Y aristocrticos se sustitu-

    6. Srephen, Lcslie,

    Eng{jsh Literatxre

    n

    Socety in the Eigbteeruh Century

    Londres, 1963, pg. 33.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    7/70

    16

    T RRY GL TON LA

    FUNCiN

    DE LA

    CRTICA

    17

    yeroo por un discurso entre profanos cultos.? Se traza so

    bre la tradicional estructura de poder de la sociedad inglesa

    una nueva formacin cultural, diluyendo momentneamen

    te sus distinciones para dar ms solidez a su hegemona.

    En

    los cafs de la Inglaterra dieciochesca

    y

    slo en Londres

    haba ms de trescientos), los autores se codeaban, en

    un

    contexto igualitario,

    con

    sus mecenas, ya fuesen nobles, ha

    cendados, clrigos, comerciantes o profesionales... Es ca

    racterstico de las sociedades literarias de la poca que sus

    socios fuesen de procedencia muy heterognea, dando ca

    bida a polticos, diplomticos, abogados, telogos, cientfi

    cos, mdicos, cirujanos, actores, etc.. Los cafs, escribe

    Beljame, eran

    puntos

    de encuentro. La gente se reuna en

    ellos, intercambiaba opiniones, formaba grupos, creca en n

    mero.

    En

    resumen, a travs de ellos comenz a desarrollar

    se

    una opinin

    pblica con la que habra que

    contar

    en lo

    sucesivo.s Addison,

    segn

    su bigrafo victoriano, fue el

    principal arquitecto de la opinin pblica del siglo XVIII 1

    El discurso deviene fuerza poltica: La diseminacin de la

    cultura general en todas direcciones, destaca fascinado Bel

    jame, uni a todas las clases de la sociedad. Los lectores ya

    no estaban segregados en compartimentos estancos de puri

    tano y caballero, corte y ciudad, metrpoli y provincia: to-

    dos los ingleses eran

    lectores.

    Exagera

    un

    poco, sin lu

    gar a dudas: The Spectator venda

    alrededor

    de tres mil

    ejemplares entre una poblacin total de unos cinco millones

    y medio de personas, el nmero de quienes compraban li-

    7. Hohendahl,

    pg.

    53.

    8. Saunders,J. W.,

    Tbe

    Projeesion

    af

    ng isb

    Lettert

    Londres. 1964, pg. 121.

    9. Beljame, pg. 164.

    10.

    Counhope

    W.J., Addisan Londres, 1884, pg. 4.

    11

    Beijame,pg.J15.

    bros habitualmente se

    puede

    medir en decenas de miles, y

    muchsimos ingleses eran analfabetos o semianalfaberos.

    No parece que el espacio emulsivo de la esfera pblica fue

    se ms all de los clrigos y los cirujanos y llegase a incluir

    a los trabajadores agrcolas ni a la servidumbre domstica, a

    pesar de la aseveracin a

    todas

    luces exagerada de Defoe:

    Encontrars poqusimos cafs en esta opulenta ciudad

    (Londres) donde no haya un mecnico analfabeto comen

    tando las ms materiales ocurrencias y juzgando las accio

    nes de los ms grandes de Europa y raro ser el

    colmado

    donde no te encuentres a

    un

    calderero, a

    un

    zapatero o a un

    mozo de cuerda criticando los discursos de Su Majestad o

    los escritos de los hombres ms clebres del

    momento-.t

    No

    obstante Beljame ha captado a su manera el asunto

    esencial: lo

    que

    est en juego, en medio de este incesante

    trfico de discurso culto entre sujetos racionales, es la

    con

    solidacin de un nuevo bloque de

    poder

    en el nivel del sig

    no. La defensa de la buena literatura en el

    mundo

    segn

    John Clarke, est

    subordinada

    a los fines de la religin y la

    virtud, pero tambin a los de la buena poltica y el

    gobierno

    civil. La promocin del buen gusto en las composiciones

    poticas, escribi

    Thomas

    Cooke es asimismo la

    promo

    cin de las buenas maneras.

    Nada puede

    interesar ms a un

    Estado

    que

    el

    apoyo

    a los buenos escritores.> ?

    Lo que se habla o se escribe, dentro de este espacio

    ra

    cional, tributa el debido respeto a las sutilezas de la clase y

    la categora social, pero el acto del discurso en s mismo, la

    nonciation

    en contraposicin al

    nonc

    constituye en su

    propia forma una igualdad, una

    autonoma y

    una reciproci

    dad que no concuerda con el contenido propio de su clase.

    12. Citado enFoley,Timothy P., Tasreand Social

    i a s s ~

    manuscritoindito.

    13.

    Citado

    en ibdem.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

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    18

    TERRY

    EAGLETON

    LA FUNCIN DE LA CRITICA

    19

    El

    propio acto

    del habla revela

    una comunidad

    cuasi tras

    cendental

    de sujetos,

    un modelo

    universal de

    intercambio

    r c i o n ~ l l o

    qu e

    amenaza

    con contradecir

    las jerarquas

    y

    las

    exclusiones de las que habla. En un c ie rt o s en ti do la es fe ra

    pblica resuelve las contradicciones de la sociedad mercan-

    til

    al

    invertir con

    osada sus

    trminos:

    si lo

    qu e resulta em

    barazoso para la teora liberal burguesa es

    l

    proceso me

    diante

    el

    cual un a igualdad abstracta en

    l

    nivel de los

    derechos

    naturales se

    transmuta

    en

    un

    sistema de

    derechos

    diferenciales reales, la esfera

    pblica burguesa tomar

    esos

    derechos

    diferenciales

    como punto

    de

    partida y

    los

    conver

    tir, en

    lmbito

    del discurso, en un a igualdad abstracta. El

    mercado verdaderamente libre

    es el del

    discurso cultural

    ~ s m o dentro po r

    supuesto, de ciertas regulaciones

    norma

    uvas; el

    papel

    del

    crtico

    es

    administrar

    esas

    normas

    en u n

    d?ble r e c h ~ z o

    del

    absolutismo

    y de la anarqua. L o q ue se

    dice no

    obtiene

    su leg itimid ad ni de s mismo como mensa

    je ni del ttulo so cial del emisor, sin o de su

    conformidad co

    mo enunciado

    co n

    un

    cierto

    paradigma

    de

    razn

    inscrito en

    el

    propio

    a cto de h ab la . El

    ttulo

    de

    hablante

    deriva del ca

    rcter formal

    del

    propio

    discurso;

    no

    es la

    autoridad

    de ese

    discurso

    la

    qu e deriva

    del

    ttulo

    social del

    hablante.

    Las

    identidades discursivas no estn preconcedidas, sino

    qu e

    se

    construyen

    en el

    acto

    mismo

    de

    participacin

    e n u na c on

    v e r ~ c i n

    c ulta ; y

    esto pod:a

    alegarse,

    hasta cieno punto

    esta en desacuerdo

    co n

    la tests de

    Locke

    segn la cual los

    su-

    jetos co n propiedades

    preestablecidas establecen relaciones

    contractuales

    entre

    s. La esfera pblica,

    po r

    el

    contrario

    no

    r:cnoce

    identidad ~ i o n l

    a lg un a ms all de sus

    pro;ios

    lmites,

    pues qu e l m p ~ r t como

    racionalidad es

    precisa

    mente

    la capacidad de articular

    dentro

    de

    sus

    lmites los su

    j e t o ~

    racionales

    so n

    quienes

    so n

    aptos

    para

    un

    i e r t ~ modo

    de discurso,

    pero

    e st o no se

    puede juzgar como

    no

    sea en el

    acto de su emisin.

    Colaborar en

    la esfera

    pblica

    se consti

    tuye

    as

    en

    el criterio

    que determina

    el

    derecho

    del

    sujeto

    a

    hacerlo,

    aunque po r

    supuesto

    es

    inconcebible qu e

    quienes

    carecen de

    propiedad -quienes

    carecen, en el sentido diecio

    chesco, de

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    9/70

    20

    T RRY

    GL TON

    LA

    FUNCIN

    DE LA

    CRTICA

    politica.v No en vano seal Goldsmith el significado de

    la frase repblica de las letras, pues qu

    podra

    corres

    ponderse mejor con

    el

    sueo de libertad de la burguesa que

    una sociedad de productores intrascendentes cuyo bien

    siempre asequible

    y

    absolutamente inagotable es el

    propio

    discurso, compartido equitativamente de

    un

    modo

    que

    re

    confirme la autonoma de cada emisor? Slo en esta esfera

    discursiva ideal es posible la comunicacin sin dominacin,

    pues

    persuadir es no dominar y trasladar

    una opinin

    es

    ms un acto de colaboracin que de competicin. La circu

    lacin puede proceder aqu sin asomo de explotacin, pues

    no

    hay

    clases sociales subordinadas

    dentro

    de la esfera p-

    blica de

    hecho, en principio, ni siquiera

    hay

    clases sociales-o

    Lo que est en juego en la esfera pblica, de acuerdo con su

    propia autoimagen ideolgica, no es el

    poder

    sino la razn.

    La verdad, no la autoridad, es su fundamento, y la raciona

    l idad, no la dominacin, su moneda diaria. Es en es ta ra

    dical disociacin de la poltica y elconocimiento en lo que

    se basa todo su discurso; y es cuando esta disociacin se

    torna menos plausible cuando empieza a desmoronarse la

    esferapblica.

    Las revistas de principios del siglo

    XVIII

    fueron un com-

    ponente esencial de la emergente esfera pblica burguesa.

    Eran, como escribe A. S.Collins: ..

    Una

    influencia educativa

    muy poderosa, que repercuta tambin en la organizacin

    poltica mediante la formacin de una opinin pblica na

    cional amplia.

    Jane

    jack ve las revistas, con su populari

    zacin de clase alta, como la forma literaria dominante de

    laprimera mitad del siglo, y Leslie Stephen las describe co-

    14. Citadoenibdem.

    15. Collins,A. S Authorship in the Day affohnson Londres, 1927, pg. 240.

    16. jack, jane, ..Th e Periodical Essayisrs, en The elicenGuide to English

    Literature ool 4: From Dryden tofohnson

    Harmondswonh

    1957, pg. 217.

    mo lams afortunada innovacin del momentov.t? The -

    tier

    y

    The Speetator supusieron

    un

    avance cualitativo res

    pecto a lo que haba hasta el momento: Muchas publica

    ciones anteriores, refiere Richard P. Bond, se haban

    'centrado en exceso en las obras eruditas, usando resmenes

    y

    extractos ms que crticas originales, y unas cuantas revis

    tas haban admitido rasgos literarios, pero ninguna haba in

    tentado elevar el gusto

    prestando

    ms atencin a las artes,

    principalmente las literarias, de

    una

    manera a la vez seria y

    genia . The Tatler fue la primera publicacin peridica in-

    glesa que hizo esto. Todava no era, por supuesto, crtica

    profesional en el sentido moderno. Los mismos comenta

    rios literarios de Steele estaban hechos ad hoey eran impre

    sionistas, careciendo de toda estructura terica o principio

    que los rigiese;

    Addison

    es algo ms analtico,

    pero

    su crti

    ca, como su pensamiento en general, es esencialmente emp

    rico y afectivo al estilo de Hobbes y Locke, interesndole

    ms el efecto psicolgico pragmtico de las obras de arte

    -deleita esto? y cmo lo hace? que otras cuestiones ms

    tcnicas o tericas. La crtica literaria en su conjunto, en es

    te momento, todava no es un discurso especializado aut-

    nomo, aunque existan otras formas ms tcnicas; es ms

    bien un sector de un humanismo tico general, indisociable

    de la reflexin moral, cultural y religiosa.

    The Tatler

    y

    The

    Spectator son proyectos de una poltica cultural burguesa

    cuyo lenguaje amplio e insulsamente homogeneizador es ca

    paz de englobar el arte, la tica, la rel igin, la filosofa y la

    vida cotidiana; aqu

    todo

    lo relacionado con la crnica litera

    ria est absolutamente condicionado

    por

    una ideologa 50-

    7 Op cit,

    pg. 44.

    18. Bond, Richard P., The

    Taller

    Tbe Making

    f

    a Luerary

    joem l Cam-

    bridge, Massachuserrs, 1971,pgs. 125-126.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    10/70

    22

    T RRY

    GL TON

    LA

    FUNCIN

    DE LA

    CRTICA

    23

    cial y cultural. La crtica todava no es literaria sino cul

    tural: el anlisis de los textos literarios es

    un momento

    re

    lativamente marginal de una empresa ms ambiciosa que

    explora las actitudes hacia los criados y las normas de corte

    sa, la situacin de las mujeres y los afectos familiares, la pu-

    reza de la lengua inglesa,

    el

    carcter del amor conyugal, la

    psicologa de los sentimientos y las le yes del v es ti do . Algo

    as es lo qu e n os

    encontramos

    en la influyente publicacin

    contempornea de Defoe Review La primera revista emi-

    nente de Inglaterra con ensayos sobre temas polticos, eco

    nmicos, eclesisticos, sociales y ticos. ? El crtico,

    como

    estratega cultural ms que como experto literario, debe resis

    tirse a la especializacin: La verdad, advierte

    Addison

    en

    The Spectator

    n 291, es q ue no hay n ad a ms a bsurdo q ue ,

    cuando

    un

    hombre

    quiere establecerse

    como

    crtico, carezca

    de un

    buen entendimiento

    de tod as las ramas del sab er. ..

    l

    Lo corts est en guerra

    con

    lo pedante: aunque Addison era

    un entusiasta de la experimentacin cientfica y de la nueva

    filosofa,

    adopt

    tales ocupaciones slo

    porque

    su

    estudio

    era adecuado para un caballero. El crtico

    como

    comentaris

    ta social

    no

    admite la existencia de lmites inviolables

    entre

    un

    lenguaje y

    otro

    entre

    un campo

    de la prctica social

    y

    el

    contiguo; su funcin es vagar o deambular entre

    todos

    ellos,

    probando

    si

    cumplen todas

    las n or ma s de ese

    humanismo

    general del

    que

    les portador. Las formas flexibles y

    hetero-

    gneas de la revistay elperidicoreflejan esta relajada capa

    cidad; los materiales ficticios y los

    no

    ficticios coexisten

    con

    serenidad, los ensayos morales se deslizan fcilmente hacia

    la ancdota y la alegora y se solicita activamente la colabo

    racin escrita del lector. Ante el riesgo de quedarse sin ma

    terial, en

    un momento dado Stee1e adviene

    a sus lectores de

    19. Ibdem,

    pg

    12 .

    e a m en os q ue e sc ri ba n en la r evi st a st a tendr que ce-

    qu .

    r.) Las fronteras entre los gneros literarios,

    como

    entre

    na

    1

    f

    a utores y lec to re s, o c orre sp on sa le s rea es y teu cros, e stan

    por

    suerte

    poco

    definidas; los mismos

    The Tatle

    y

    The

    Spectator

    son

    complejos

    r ~ f i n a m i e n t o s

    y reconversiones de

    formas periodsticas previas, de las que unas veces

    t o ~

    restado

    un

    rec urso y

    otras

    refin an o d esca rtan un estilo,

    ~ o m b i n a n d o con

    habilidad elementos

    procedentes

    de ~ u y

    distintas fuentes. El

    extracto

    o

    el

    sumario de libros erudicos

    que algunos peridicos del siglo

    XVII

    hacan p ~ r a los

    lectores

    muy

    ocupados sin lugar a dudas

    una

    de las

    pnmeras

    formas

    de crtica literaria

    que

    se dio en Inglaterra) halla entonces

    una v ersin ms e la bo ra da en el

    ensayo

    de crtica literaria

    propiamente dicho; 10

    torpe

    y lo ~ r i v i a l de esas primeras

    pu-

    blicaciones se expurga

    con

    sobriedad

    pero

    sus

    a f a n ~ s

    por

    propagar

    el saber se

    convierten

    en

    ~ n o s

    de.

    Addison

    y

    Steele en

    un

    retrato ms oblicuamente informativo del

    beau

    monde

    Las estrategias de colaboracin de publicaciones

    tan

    influyentes

    como

    el

    Athenian Mercury

    de John Dunton

    que da respuestas cuasi cientficas a las consultas d: los lec

    tores se

    limitan

    a la

    inclusin

    de

    correspondencia

    real o

    ficticia de stos. Sesigue conservando la cauta receptividad

    de la

    prensa

    popular del sig lo XVII l.as e x i g n c i ~ de l

    pblico, saciando su

    apetito

    de

    o ~ o l m l e n t o s

    Cle?tlflcOS,

    consuelo

    moral

    y

    orientacin SOCial

    pero s u ~ l t m con

    un len gu aje sofistica do q ue h l g ~

    el savozr [aire

    sus

    lectores e incluso lo fomenta. Escritor y lector, realidad y

    ficcin documentacin y didactismo, suavidad y sobriedad:

    seelabora

    un

    solo lenguaje escrupulosamente estandarizado

    para articular

    todos

    estos elementos, desdibujando lmi

    tes entre

    produccin

    y consumo reflexin y reportal.e,

    teo-

    ra moral y p r ctic a soc ial . Lo q ue resulta es.te

    c n ~ o l

    de

    subgneros literarios, estilos de clase y motivos

    ideolgicos

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    11/70

    24 TERRY EAGLETON

    LA FUNCIN DE LA CRITICA

    25

    es

    un a

    nueva manera de

    poltica

    cultural

    qu e

    est al

    mismo

    tiempo ampliamente dispersa, inmediatamente disponibley

    socialmente cerrada.

    El crtico

    como

    flaneuT

    o

    bricoleur, vagando mero-

    deando entre

    diversos paisajes sociales en los

    que

    siempre se

    encuentra como

    en su

    propia

    casa, sigue siendo elcrtico

    roo juez; pero este juicio no debera confundirse

    con

    los fa

    llos reprobatorios de una autoridad olmpica. Es una ob-

    servacin

    particular que yo

    siempre he hecho escribe

    Steele en

    The Tatler

    n 29, que de

    todos

    los mortales,

    un

    crticoes

    el

    ms necio; pues al habituarse a examinar todas las

    cosas, tengan o

    no

    trascendencia,

    nunca observa

    nada sino

    con

    el

    propsito de emitir un juicio sobre ellas; y po r esto

    nunca

    es un compaero, siempre es

    un

    censor .. .

    Un

    crtico

    cabal es

    un a

    especie de

    puritano

    en

    un

    mundo

    educado

    .. .

    El acto

    mismo

    de la cr tica, en

    suma plantea

    un

    problema

    ideolgico acuciante,

    pues

    cmo

    va

    uno

    a criticar sin caer

    precisamente

    en ese sectarismo sombro que ha arrasado

    el

    orden

    social ingls

    cuya reforma

    es

    parte

    del

    proyecto

    de Steele?

    Cmo puede un movimiento

    inevitablemente

    negativo

    como el de la crtica celebrar un pacto ideolgico

    con el objeto de su desaprobacin? La propia

    funcin

    de

    la crtica,

    con

    sus amenazadoras insinuaciones de conflicto y

    disensin,

    propone

    desestabilizar

    el

    consenso

    de

    la

    esfera

    pblica; y

    el propio

    crtico,

    ubicado

    en el

    meollo

    de los

    grandes circuitos de comunicacin de esa esfera, difundien

    do

    recopilando y divulgando su discurso, es dentro de ella

    un elemento

    dscolo en potencia. La

    reconfortante

    respues

    ta de Sreele a este dilema es la camaradera;

    el

    crtico no es

    tanto

    el fustigador de sus

    compaeros como

    la

    persona

    me

    recedora de pertenecer a ese club, es su igual codiscursivo, es

    ms su

    portavoz que

    su flagelo.

    Como representante

    sim

    blico

    transitorio

    de lo

    pblico como mero

    reflejo del

    co

    nacimiento que este mbito ya posee sobre s mismo, el cr

    tico ha de

    amonestar

    y

    corregir

    desde dentro de un

    pacto

    social

    primordial con

    sus lectores, sin reivindicar

    ningn

    ti

    po de situacin o posicin que no se derive espontneamen

    te de esas ntimas relaciones sociales.

    La literatura peridica, sealaWilliam

    Hazlitt

    es en la

    moral y en las costumbres lo

    que

    lo experimental es en la fi

    losofa natural, a diferencia del mtodo dogmatico-.w Los

    tonos caractersticos de Tbe Tatlery The Speetator,livianos,

    conciliadores, urbanos y muy prximos a lo satrico,

    son

    los

    signos de esta solucin. En principio, escribe

    Hohendahl

    todo el

    mundo

    tiene una capacidad bsicade juicio,

    aunque

    las circunstancias individuales

    pueden

    hacer que cada perso

    na desarrolle esa capacidad en distinta medida.

    Esto supone

    que

    todos

    estamos llamados a participar en lacrtica;

    que

    no

    esprivilegio de una cierta clase social o de

    un

    crculo

    profe-

    sional. Por

    tanto el

    crtico, incluso el profesional, es un mero

    portavoz

    del pblico en general formula ideas

    que

    se le

    po-

    dran

    ocurrir

    a cualquiera. Su tarea especial frente al

    pblico

    consiste en

    ordenar el

    debate general.s.

    Pope

    trat el mismo

    problema

    de

    forma

    un

    poco

    ms sucinta: A los

    hombres

    hay que ensearlos como si

    no

    se les enseara / Y las cosas

    desconocidas

    proponrselas

    como cosas olvidadas

    Essay

    on Criticism .

    Lo

    que

    hace tolerable la asuncin tcita de la

    superioridad de la crtica, como lo

    que

    hace tolerable la acu

    mulacin de poder y de propiedades, es

    el

    hecho de que

    to-

    dos los

    hombres posean

    la capacidad de hacerla. Si

    bien

    tal

    capacidad implica

    poner

    en juego las destrezas ms civiliza

    das, tambin esamateur sin remedio: la crtica se

    correspon

    20. Hazlin William,

    Complete Worb,

    Howe P.P. (comp.), Londres, 1931,

    vol. 6,pg. 91.

    01 .

    it

    pg.

    52.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    12/70

    26

    TERRY EAGLETON

    LA FUNCiN DE LA CRITICA

    27

    de con una concepcin tradicional inglesa de la gentileza que

    enturbia la distincin entre lo innato y lo adquirido, elarte y

    la naturaleza, lo especialista y 10espontneo. Este

    amateuris-

    no es ignorancia ni falta de capacidad, sino la eventual,re

    ricia polimorfa de alguien a quien ningn sector de la

    v l ~ a

    cultural le es ajeno, que pasa de escritor a lector, de moralis

    ta a mercantilista, de

    tory

    a

    whig

    y viceversa, ofrecindose

    como poco ms que

    el

    espacio desocupado dentro del

    c u ~ l

    estos elementos pueden reunirse y cruzarse. La c o n f l u e n c ~ a

    de escritor

    y

    lector, crtico

    y

    ciudadano, mltiples modos Ii

    terarios y mbitos dispersos de investigacin, todos ellos co

    bijados en un lenguaje a un mismo tiempo corts y transpa

    rente es seal de una ausencia de especializacin que hoy en

    da quiz slo nos resulte inteligible en partepo r ser a n t e r ~ o r

    a esa divisin intelectual del trabajo a la que nuestros proplOS

    amateurismos

    son inevitablemente refractarios. El crtico, en

    cualquier caso, como funcionario, mediador, ~ r e s i d e n t e

    y

    depositario de lenguajes que recibe pero que no m v e ~ t a k

    Spectator como seal T.H.

    Oreen,

    como

    una

    eepeoe de li

    teraturaque consiste en hablar al pblico sobre smism? ,21

    y el crtico como el espejo en que toma forma esta auro.lma

    gen fascinada. Regulador y abastecedor,de. un h U ~ ~ l l s m o

    general, guardin e instructor del gusto pblico, el

    c n u ~ ~

    de

    be realizar estas tareas desde

    dentro

    de

    una

    responsabilidad

    ms fundamental

    como

    reportero e informador, como un

    mero mecanismo u ocasin mediante la cual elpblico pue

    da entrar en una unidad imaginaria consigo mismo ms pro-

    funda. The tl r y The Spectator estn educando conscien

    temente a un pblico socialmente heterogneo en las formas

    universales de la razn, elgusto y lamoralidad, pero sus jui

    cios no han de ser caprichosamente autoritarios, no han de

    21.

    Citado enWarr,lan, The

    i u f

    cheNooe Harmondswonh,

    1966,

    pg.

    53.

    ser los dictados de

    una

    casta tecnocrtica. Al contrario, el

    mismo consenso pblico que pretenden fomentar ha de mol

    dearlos y constreirlos desde

    dentro.

    El crtico no es en

    nuestro sentido un intelectual: en el siglo XVIII, como co

    menta Richard Rorty: Haba hombres ingeniosos, hombres

    cultos y hombres piadosos, pero no haba

    eruditos.

    Si,co

    mo el espectador silencioso, el crtico permanece un poco

    apartado del ajetreo de la metrpoli, ello no es seal de ena

    jenacin: es slo

    po r

    observar

    con mayor

    agudeza y poder

    comunicar con mayor eficacia lo que aprende de ese

    mundo

    a sus ms ocupados participantes. Un juicio crtico vlido

    es fruto no de la disociacin espiritual sino de una enrgica

    colusin con la vida cotidiana. Es en ntimo compromiso

    emprico con el texto social de los primeros momentos de la

    Inglaterra burguesa

    como

    hace su primer.a aparicin

    ~ ~ r t -

    camoderna;

    y

    la lnea que va desde este

    VIgOroSO

    empmsmo

    hasta R. Leavis, y en algn punto de la cual la crtica se

    convertir a lo

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    13/70

    28

    TERRY EAGLETON

    LA FUNCIN DE LA CRTICA

    29

    res. Estos hombres, apunta Stephens, se congregaban en los

    cafs en

    una

    especie de confederacin tcita de clubes para

    contrastar sus notas

    y

    formar la opinin pblica del da.

    El lenguaje cultural y el poltico se entretejan de conti

    nuo: el propio

    Addison

    era funcionario del aparato del

    Es-

    tado

    adems de periodista, y Steele tambin desempeaba

    un cargo pblico. Las relaciones entre la clase literaria

    y

    la

    poltica eran probablementems estrechas que en

    ningn

    otro

    momento de la his toria moderna inglesa, y

    Thomas

    Macaulay sugiere

    una

    razn verosmil de que esto fuera as.

    A principios del siglo

    XVIII,

    antes del advenimiento de la li

    bertad de informacin parlamentaria, los efectos de la ora

    toria parlamentaria se limitaban a su audiencia ms inmedia

    ta; difundir las ideas fuera de este foro exiga, pues, esa

    intensa accin polemista y propagandstica

    tan

    presente en

    la produccin literaria de la poca. Sera razonable poner

    en duda,

    comenta

    Macaulay, si St John hizo

    tanto

    por

    los tones como Swift y si Cowper hizo

    tanto

    po r los whigs

    como

    Addison.>

    Si The Tatler y The Spectator no son en

    s mismos especialmente polticos, el proyecto cultural

    que representan slo puede sostenerse,

    po r

    su par te, me

    diante

    un estrecho

    contacto con

    el

    poder

    polt ico; y si no

    eran

    especialmente polticos, es en

    parte

    porque como he

    explicado, lo que el

    momento

    poltico exiga era precisa

    mente cultural.

    Addison, escribeMacaulay en

    un

    clebre comenta-

    rio, reconcili el ingenio con la virtud.>

    Los

    nombres de

    Addison y Steele

    son

    la esencia misma del

    compromiso

    in-

    24. Srephen, pg. 23.

    25. Macaulay, Thornas, Lite and Writingsof

    Addison

    en

    Mi IdLmeous Es-

    s y ~

    vol. 2, Londres, sin fecha, pg. 386.

    26. Ibdem, pg. 440.

    gls: la hbil ~ e z c l de gracia y gravitas urbanidad y

    moralidad,

    correccin

    y consolidacin no dejasen de sedu

    cir a

    una

    intelectualidad

    burguesa

    posterior,

    ahora

    espiri

    t u l m e ~ t e escindida del capitalismo industrial que las haba

    pr.oducldo. Regresar en espritu a

    una

    burguesapreindus-

    triel

    cuyo

    fervor moral an no haya quedado ensombreci

    do

    po r

    el filistesmo industrial,

    y

    que suene aristocrtica

    al

    mismo tiempo

    que rechaza la frivolidad de la aristocra

    cia: cabe

    sospechar

    que si la historia no la hubiese facilita

    do, alguien habra inventado tan fantstica solucin.

    An

    no existe, comentan Legouis y Cazamian ese filistes

    mo que luego se acusara a las clases medias inglesas,

    yno sm razn.s- En estos primeros gaceteros, la crtica

    inglesa consigue atisbar sus propios orgenes gloriosos,

    aprehender

    el frgil

    momento

    en

    el

    que

    la burguesa alcan

    z la respetabilidad antes de volver a prescindir de ella. La

    mayora

    de los cr ticos literarios, seal en

    una

    ocasin

    Raymond

    Williams,

    son

    caballeros

    por

    naturaleza; pero co

    mo casi

    todos son tambin

    producto de la clase media la

    imagen de

    Addison

    y Steele les permite

    abandonarse

    a su

    espritu antiburgus en un

    terreno

    gratamente familiar e

    impecablemente moral. Si

    Addison

    y Steele

    marcan

    el

    momento de la respetabilidad burguesa, estos autores tam

    bin

    constituyen el

    pumo

    en el que adquiere legitimidad el

    hasta entonces desacreditado gnero periodstico. Las pu -

    blicaciones anteriores, escribe Walter Graham padecan

    los males de la agresividad partidista, el sectarismo exacer

    bado, el mal gusto y la animadversin personal.. . Gracias a

    Addison y Steele,la gaceta literaria se vuelve respetable,

    y con el

    ensayo periodismo

    comienza a perder su estig-

    27. Legouis, P. y Cazamian, L.,

    HislOry DIEnglish

    jurature Londres,

    1957, pg. 779.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    14/70

    30

    TERRY EAGLETON

    LA FUNCiN DE LA CRITICA

    31

    re

    L l sectari

    oa a tregua en e sectarismo

    exacerbado -tregua que

    como

    veremos ser breve- es paralela al renacimiento del

    periodismo

    como

    literatura: la literatura se ajusta al canon

    cuando consigue transmutar la sordidez poltica

    en

    estilo

    sustituyendo

    la animadversin po r reconciliacin.

    Po r

    esta

    razn

    los escritores satricos tones del siglo XVIII a menudo

    hicieron pasar

    un a

    cierta vergenza po r su violencia extrc

    mista a los posteriores guardianes de 10literario:

    acaso no

    se echa a perder la prosa de Swift y de The Dunciad po r la

    clera patolgica que se manifiesta

    en

    ellos? Lo literario es

    el punto donde se desvanece lo poltico su disolucin y re

    constitucin

    en

    letras refinadas. La ironade

    un

    juicio

    como

    ste

    sobre

    el siglo

    XVIII

    es evidente: la transicin de

    un a

    po

    lmica sectaria al consenso cultural

    qu e

    define a las publica

    ciones

    peridicas

    de

    tono

    ms amable es

    precisamente

    su

    funcin ms esencial polticamente.

    A comienzos del siglo XVIII pues el principio burgus

    de la comunicacin abstracta libre e igualitaria es elevado

    desde la plaza del mercado a la esfera del discurso

    para

    mis

    tificar e idealizar relaciones sociales burguesas autnticas.

    Lo s insignificantes propietarios de un

    bien conocido

    como

    opinin se renen para su intercambio regulado imitan

    do de

    un a

    forma ms

    pura

    y no dominante los intercambios

    de la

    economa burguesa

    y

    contribuyendo

    al

    mismo tiempo

    al mecanismo poltico qu e la sostiene. La esfera pblica as

    construida

    es a

    un tiempo

    universal y

    propia

    de

    un a

    clase:

    to do s p u ed en e n principio

    participar en ella

    p er o s lo por

    qu e

    los criterios de lo

    qu e

    en cada clase es

    un a

    participacin

    significativa siempre estn pendientes de definir. La

    moneda

    qu e circula en este mbito no es ni el ttulo n la propiedad

    28. Graham Walter

    Engli5h LiteTary Paiodicals

    Nueva York 1930 pgs.

    83-84.

    sino la racionalidad

    un a

    racionalidad

    qu e

    slo

    pueden

    arti

    cular

    de hech.o quienes

    tienen

    los intereses sociales

    qu e

    g c ?era la propiedad. Pero

    como

    esa racionalidad no es pose

    s l ~ n .de un a sola clase perteneciente al

    bloque

    social hege

    momeo

    -pucsto qu e es producto de

    un a

    intensa conversa

    cin

    entre

    esas clases dominantes

    un

    discurso

    qu e

    tiene

    po r

    n o ~ r e s

    concretos

    los de

    The

    tler y

    Th

    e

    Spectator

    es

    posible

    verla Como algo universal y po r

    tanto

    se

    puede

    Ii

    e r ~ r .ladefinici n de caballero de

    todo

    rgido determinante

    geneuco o especlft co d

    7

    una clase social. El disfrute de po

    de r

    y propiedades

    mscnbe

    al sujeto en determinadas formas

    de d i s u ~ s o correcto

    pero

    ese discurso no es en

    modo

    algu

    no esencial para l fomento de los fines materiales Al con

    trario

    la

    comunicacin que

    se establece

    co n

    interlocutores

    qu e

    tienen las mismas

    propiedades

    es

    en buena medida

    f-

    rica: un. despliegue las formas y convenciones apropia

    das del discurso

    cuyo

    fin no es ms qu e l deleitoso ejercicio

    del gusto y la razn La cultura

    en

    este sentido es

    autno

    ma respecto a los intereses materiales;

    donde

    se entrelaza

    con e ~ l o s es visible en la forma misma de la propia comuni

    dad discursiva en la libertad la

    autonoma

    y la igualdad de

    los actos de discurso apropiados

    para

    los sujetos burgueses.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    15/70

    uiz lo ms apropiado para definir la esfera pblica bur-

    guesa de la Inglaterra de principios del siglo

    XVIII

    sea enten-

    derla no

    como una

    sola

    formacin homognea

    sino como

    una

    serie de

    centros

    discursivos entrelazados. Las relacio-

    nes de

    colaboracin

    literaria establecidas

    entre

    The Tatler

    y The Spectator tienen

    tambin resonancia

    aunque con

    un tono ideolgico muy diferente en la

    obra

    de Samuel

    Richardson. Ya he explicado otras veces cmo el continuo

    trfico de textos de Richardson entre amigos corresponsa-

    les

    con

    sus correspondientes discusiones defensas revisio-

    nes interpretaciones de interpretaciones llega a constituir

    en s mismo una comunidad discursiva en toda regla

    una

    es-

    pecie de esfera pblica en forma miniarurizada o domestica-

    da

    dentro

    de la cual en medio de todas las intrascendentes

    fricciones e incertidumbres de lacomunicacin hermenuti-

    ca consigue cristalizar

    cuerpo

    de pensamiento moral

    una sensibilidad colectiva

    muy

    cohereote.oPero tambin es

    pertinente tener en cuenta a este respecto la publicacin po r

    suscripcin de

    ope

    y

    otros

    autores

    que

    convertan a los

    lectores en mecenas colectivos

    y

    transformaban su relacin

    con el texto po r lo

    comn

    pasiva y nuclear en pertenen

    29. VaseEagleton Terry

    Tbe Rape o[ larsa

    Oxford 1982 Introduccin.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    16/70

    4

    TERRY EAGLETON

    LA

    FUNCiN

    DE LA CRITICA

    35

    cia a

    una

    comunidad de benvolos participantes en elproce-

    so

    de escritura. Estos autores,

    como

    Richardson, construan

    activamente su propio pblico: la campaa de Pope para

    buscar

    suscriptores,

    segn

    sostiene Par Rogers, lo llev a de

    finir, a atraer y en definitiva a crear su propios lectores. Su

    san Staves

    ha puesto

    de

    manifiesto

    cmo

    la

    nueva

    c,lase de

    la gente

    educada

    est

    presente

    en las listas de

    suscnptores

    de Pope: aristcratas, caballeros, doctores, abogados, ?an-

    queras, editores, actores y damas se entremezclaban en listas

    ordenadas en parte alfabticamente y en parte por

    e se al a

    so

    cial; todos los suscriptores se agrupaban por laletra inicial de

    sus apellidos y luego, a grandes rasgos,. p,?r ~ a n g o s

    dentro

    de cada letra.

    Aqu

    se conservan las dlstlllClOn.es de

    c l a ~ e

    en contraposicin co n el ideal de la esfera pblica propIa-

    mente

    dicha

    pero

    se

    conservan dentro

    de la

    ~ o m u m d a d

    niveladora de la inicial de l apellido. Pope

    sosnene

    Staves,

    estaba

    as participando

    en

    la

    f?rmacin de

    esa .nueva clase

    mixta

    cuyos

    nombres aparecen lmpresos.en sus

    listas

    d: s ~ s -

    criptores; a

    medida

    que t r a n s c ~ r r ~ el SIglo XVIII, la dlst,m

    cin social vital no era

    entre

    ansrocratas y plebeyos smo

    entre damas y caballeros, po r

    una

    parte y el v u l g ~ po r otra.

    La

    tcnica

    de suscripcin de Pope segn

    L e s l ~ e

    ~ t e p h e n

    consista en que

    l reciba

    una e ~ p e c i e de ~ ~ m l s l 0 n

    de las

    clases altas

    para

    realizar

    su

    trabajo;

    el

    t r a d l C l O n a ~

    m e c ~ n a s

    individual quedaba aqu reemplazado por un accionariado

    de

    patronazgo colecrvo.

    . ' . ' ,

    A medida

    que

    avanzaba el SIglo

    XVIII,

    la rpida expanSlOn

    de las fuerzas de produccin literaria comenz a sobrepasar y

    }O, Rogers, Pat, Pope ana his Subscribers, Publishing Hstory Y 1978),

    pgs. 7-}6,

    }1 . SUves, Susan, ~ R e f i n e m e n t artculo indito.

    32. Srephen,

    pg.

    51.

    trastocar

    las relaciones sociales de produccin

    dentro

    de las

    ,haban o ~ i g i n a ~ o

    proyectos como

    los de los

    primeros

    peridicos. HaCIa la dcadade 1730 el mecenazgo literario ya

    estaba

    ~ e c a y e n d o

    dndose un incremento paralelo del poder

    de los

    h b ~ e r o s ; con

    elcrecimiento de lariqueza, la poblacin y

    ~ d u c a c I n

    los

    ~ v a n c e s

    tecnolgicos en la

    imprenta

    y la edi

    c ien, y la

    expansin

    de una clase media vida de literatura el

    exiguo nmero de lectores de los tiempos de Addison locali

    zado en su mayor parte en Londres se estaba multiplicando

    para sostener a

    toda

    una casta de escritores profesionales.

    As

    las cosas, a

    ~ e d i a d o s

    de siglo la

    profesin

    literaria haba

    que-

    dado

    consolidada y el mecenazgo literario agonizaba; este pe

    rodo

    presencia una sealadaaceleracin de la produccin lite

    raria, una amplia difusin de las ciencias y las letras y, en los

    a o s c i n c ~ e n t a

    y sesenta, una verdadera explosin de peridi

    cos literarios. SamuelJohnson calculaba

    que

    la revista

    Gentle-

    man s Magazine,

    de

    Edmund

    Cave, tena una difusin en tor-

    no a los 10.000 ejemplares; JanWatt consideraque estas formas

    hbridas no tradicionales contribuan a crear el tipo de pblico

    que luego devorar la novela. La literatura, seal Daniel

    Defoe

    en 1725,

    .. .

    se est convirtiendo en una rama

    muy

    esti

    m ~ b l e del comercio ingls. Los libreros

    son

    los principales fa

    bricanres o patronos. Los escritores, autores, copistas, sub-

    escritores

    y

    todos

    los dems

    operarios

    de la

    pluma

    y el

    papel

    son los obreros a los que emplean los citados fabricantes. El

    nombre de

    Grub

    Street debera prevenirnos contra cualquier

    lectura demasiado deterioracionista de la produccin literaria

    }}. Watt, pg.

    53.

    }4. Citado enWatt, pg. 55.

    _ Deteriorac.ionismo: Denom.inacin propia de mbito cultural anglosajn,

    aplicada a las

    comentes

    de pensarruenro que suponen

    que

    e mundo est sometido

    a una degeneracin progresiva.

    N

    del

    t.)

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    17/70

    36

    TERRY EAGLETON

    LA FUNCN DE LA CRTICA

    37

    del sigloXVIII, como si laedad dorada de laesferapblica

    se seguida de una cada catastrfica en el comercio; los gacetI

    llerosdeGruh Streetson loscoetneosdeAddisony

    teele

    no

    sus herederos.Aun as,a medidaque avanza

    el

    siglosepuede

    detectar

    una

    entrada de capital cada vez

    mayor

    en la produc

    cin literaria;

    y

    se

    podra

    considerar que

    el

    clebre estilo pro

    sstico delprincipal crtico de la poca,Samueljohnson, est

    indirectamente relacionado

    con

    ese acontecimiento material.

    El

    estilo

    de

    J

    ohnson, que WilliamHazlitt describi como

    una

    especie de r ima en prosa ecada oracin, girando en

    torno a su centro de gravedad, se encierra en s misma como

    un

    pareado,

    y

    cada prrafo va tomando forma de estrofa 35

    se

    puede

    ver,

    por

    una parte como

    una

    especie de marca co

    mercial o marca registrada,

    un

    intento testarudo e idiosincr

    sico de conservar la personalidad en

    una

    poca de

    produc-

    cin l iteraria cada vez ms

    annima y

    comercial. Pero

    por

    otra

    parte, ese estilo puede leerse

    como un

    giro introspectivo

    po r

    parte del intelectual literario

    con

    el

    que

    ste se aparta del

    opresivo negocio de la vida material,

    que en toda

    la sombra

    obra

    de

    ]ohnson

    aparece ms

    como

    algo irritante

    una

    distraccin

    quecomo

    bullicio vivificador. La excentricidad de

    la

    literatura

    de

    Johnson

    es la de

    un sonoro

    discurso

    pblico

    que, sin embargo, es

    profundamente

    ntimo; se caracteriza

    po r

    un

    espesamiento del lenguaje en el

    que

    las palabras, en

    opinin de Hazlitt, seconvierten en objetos

    po r

    derecho

    pro-

    pio,

    con

    lo

    que

    sugieren una cierta desarticulacin social en

    contraposicin con

    la lcida transparencia de los

    primeros

    gaceteros.

    Johnson

    es a

    un tiempo

    profeta generalizador

    ga

    cetillero proletarizado;

    lo ms llamativoes larelacin dia

    lctica

    entre

    estos aspectos incongruentes de su obra. Las alie

    naciones sociales del segundo sepueden encontrar de manera

    35.

    Hazlitt,

    William, op cit pg.I02.

    implcita en las enrevesadas meditaciones del primero;

    y

    no

    slo de manera implcita, pues

    uno

    de los temas recurrentes

    de

    Johnson

    es precisamente el de los riesgos

    y

    las frustracio

    nes

    del

    autor en

    una forma

    de produccin literaria regida

    por

    lo comercial.

    Privado

    de

    seguridad

    material, el crtico

    mercenario

    compensa

    tal ignominia

    y

    se desquita de ella

    con

    la

    autoridad

    sentenciosa de su extravagante estilo individua

    lista. Moralista, melanclica y metafsica, la

    obra

    de

    Johnson

    se dirige al

    mundo

    social senta, segn

    cuenta

    Boswell,

    un

    gran respeto hacia la

    opinin

    general) en el

    mismo momen-

    to de zaherirlo; es,

    como

    seala Leslie Stephen, el moralista

    que s observa la vida real, pero se mantiene alejado de ella

    conoce muchas horas de melancola-. El sabio an

    no

    ha

    llegado a

    renunciar po r completo

    a la realidad social,

    pero

    hay

    en

    johnson

    inquietantes

    sntomas

    en

    toda

    su sociabili

    dad

    personal, de una creciente disociacin entre el intelectual

    literario

    y

    el

    modo

    material de

    produccin

    al

    que

    se dedica.

    En

    este sentido

    no

    es

    tan

    aceptable socialmente para los cr

    ticos

    posteriores como son

    Addison

    y

    Steele,

    precisamente

    porque con

    su

    ruda

    for taleza y su

    obstinado

    realismo

    machaca

    en

    buena

    medida

    ese

    sombro didactismo

    del

    que

    los crticos amantes de lo caballeresco necesitan distanciarse

    a

    toda

    costa.

    Los

    ingleses

    adoran

    la

    buena reputacin pero

    todava

    les

    gusta

    ms

    un

    seor,

    Johnson

    es ms

    tosco

    y

    Addison ms refinado,

    comenta

    el exquisito G. S. Marr;

    y

    hasta el propio Boswellseal que si

    Addison

    tena ms de

    camarada, su amigo tena ms de maestro. En este giro ha-

    cia el

    dogmatismo moral puede

    detectarse

    una

    relajacin

    y

    una perturbacin

    de esa cordialidad fcil establecida entre el

    36. Stephen, pg. 93,

    37. Marr ,G. S.,

    Tbe Periadical Esseysts the Eighteenth Centery

    Londres,

    1923, pg. 131.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    18/70

    38

    TERRY EAGLETON

    LA FUNCN DE LA CRfTICA

    39

    gacetero principiante y sus lectores, igu l que

    el

    genial ama-

    teurismo de

    un Addison

    va agrindose

    en

    la queja del

    pro-

    fesional explotado. Leslie Stephen

    teniendo en

    mente.de

    manera muy especial ritical

    Reoieeo,

    de Smollert,

    s n ~

    sobre el surgimiento en la Inglaterra dieciochesca del crfti

    co

    profesional,

    sobre

    el

    nacimiento

    de

    un

    nuevo

    tribunal

    o

    inquisicin literaria en la que el discurso interpersonal de

    los intelectuales de caf va cediendo paso de forma gradual

    al crtico profesional cuya nada envidiable tarea consiste en

    dar cuenta de todos los libros que se publican. Johnson,

    descrito

    por

    un

    bigrafo

    moderno como

    un

    gacetero ex

    cepcionalmente

    bueno-e ?

    slo escriba po r dinero y pensa

    ba

    que

    tonto sera quien no lo hiciese.as. The Rarnbler con

    un tono considerablemente ms ttrico

    que

    las revistas an

    teriores y

    con

    la prdida de

    un

    cierto efecto de sociabilidad

    espontnea, no estaba pensado para tene.r

    un

    gran nmero

    de lectores y quiz vendiese

    unos

    400 ejemplares de cada

    nmero, aproximadamente la misma difusin que el C' te-

    rion de T. S. Eliot. Por otra parte Tbe Rambler dedica

    ba ms espacio a la crtica que cualquier publicacin ante

    rior, y uno de los logros ms destacados de]ohnson,. con un

    xito editorial como

    Lives

    the

    Poets, fue populanzar pa

    ra

    un

    pblico

    lector

    no especializado crtica l i t e r r ~

    hasta entonces asociada

    con

    la

    pedantera

    y

    la descalifi

    cacin personal. Lo que hizo posible esta aceptacin gene

    ralizada fue en parte el clebre sentido comn de johnson:

    para l, igual

    que

    para Addison

    y

    Sreele, el acto de crtica

    literaria no habita en una esfera esttica autnoma.

    SIllO

    que

    pe.rtenece de manera orgnica a la ideologa g e n e r l ~ es

    disociable de los estilos comunes del juicio y la expenencra,

    38. Stephen, pg. 88.

    39. Wood Kruteh,]oseph,

    SamuelJohnmn

    Loodres, 1948, pg. 88.

    est estrechamente ligado al

    Lebenswelt que

    precede

    y

    en

    globa todas las distinciones disciplinarias especializadas.

    An

    no hemos llegado a un

    puma

    en el que podamos hablar

    de la crtica literaria como una tecnologa aislable, aunque

    con

    johnson vamos evolucionando hacia ese distanciamien

    to

    entre el intelectual l iterar io y la formacin social de

    l

    que acabar po r surgir una crtica plenamente especializada.

    En el difcil viaje desde la poltica cultural de Addison has

    ta las palabras sobre la pgina, el momento

    filosfico

    de

    Samuel Johnson un amente que todava hace una reclama

    cin amateur de evaluar toda la experiencia social. pero

    aislada y abstracta frente al afn emprico de un Addison-

    es un hito significativo.

    Entre

    los factores responsables de la gradual desinte

    gracin de la esfera pblica clsica, hay dos

    que

    son

    de

    par-

    t icular relevancia en la historia de la crtica inglesa. El pri-

    mero

    es de

    tipo

    econmico: a medida

    que progresa

    la

    sociedad capitalista y las fuerzas del mercado van condi-

    cionando cada vez ms el des tino de los productos litera

    rios, deja de ser posible asumir que el gusto o el refina

    miento son f ruto del dilogo civil izado y del debate

    razonable. En este momento se estn estableciendo de for

    .ma clara resoluciones culturales desde algn punto ajeno a

    los lmites de la

    propia

    esfera pblica

    dentro

    de las leyes de

    produccin de bienes de la sociedad civil. El espacio acota

    do de la esfera pblica es invadido con agresividad

    por

    inte

    reses comerciales

    y

    econmicos manifiestamente priva

    dos, lo que quiebra la seguridad del consenso. El paso del

    mecenazgo literario a las leyes del mercado marca un cam

    bio de unas condiciones en las que un

    autor podra

    ver su

    obra

    como el

    producto

    de la

    mutua

    colaboracin con sus

    semejantes espirituales, a una situacin en la

    que

    el pbli

    co surge

    amenazador

    como

    una fuerza

    annima e impla-

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    19/70

    40

    TERRY EAGLETON

    LA

    FUNCIN

    DE LA

    CRITICA

    41

    cable,

    como

    objeto del arte del

    autor

    ms

    que como

    cosuje-

    too La segunda razn del declive de la esfera pblica es de

    carcter poltico.

    Como

    todas las formaciones ideolgicas,

    la esfera pblica burguesa sedesarrolla sobre una ceguedad

    necesaria de sus propios permetros. Su espacio es infinito

    en potencia, capaz de

    incorporar

    la totalidad de lo refina-

    do; no hay ningn inters significativo fuera de su alcance,

    pues

    todo

    inters realmente significativo reside en sus

    posesiones monopolsticas. La nacin l conjunto de la

    sociedad-

    es efectivamente idntica a la clase dirigente; s-

    lo quienes

    ostentan

    un

    ttulo para hablar

    racionalmente,

    por tanto slo los hacendados, son miembros de la sociedad

    propiamente

    dichos. Se crea,

    como

    ha sealado John Ba-

    rrell, que el caballero era el nico miembro de la sociedad

    que

    hablaba

    en

    una

    lengua universalmente inteligible; su

    uso era

    comn ,

    en el sentido de que

    no

    era ni un dialecto

    local ni estaba infectado

    po r

    los trminos de ningn arte

    concreto.a El lenguaje de la gente corriente, po r el contra-

    rio, no se puede dec ir en propiedad

    que

    pertenezca a la

    lengua comn: Del

    sector

    obrero

    y

    mercantil del

    pue

    blo, escribe Johnson en el

    Prefacio

    de su diccionario, la

    diccin es en gran medida fortuita y mudable... esta jerga

    huidiza, que est

    siempre

    en estado de ascenso o de men

    gua,

    no

    puede

    considerarse parte de los materiales

    perdura

    bles de

    una

    lengua, y po r tanto

    hay que

    dejar

    que

    perezca

    con otras cosas que no merecen preservarse. Igual que la

    gente corriente no es por tanto, coma seala Barrell, parte

    de la autntica comunidad lingstica, tampoco son parte

    autntica de la comunidad poltica. Los intereses de las cla-

    ses adineradas

    son

    en un sentido real lo nico que existe po-

    40. Barrell,John.

    Engli5h Literature

    icory

    1730 80:

    n

    Equa/ Wide Sur-

    vev

    Londres, 1983,

    pg.

    34.

    lticamente; los lmites de la esfera pblica no son lmites,

    pues al otro lado de ellos, como al otro lado de la curvatura

    del espacio csmico, no hay nada.

    Lo que un reino de esta naturaleza ser, pues, incapazde

    soportar esla

    irrupcin

    en lde intereses sociales y polticos

    que estn en conflicto palpable

    con

    sus propias normas

    ra

    cionales universales. En cierto sentido, estos intereses no

    pueden ser reconocidos

    como

    tales, pues caen fuera del pro

    pio discurso definitivo de la esferapblica;

    pero

    tampoco se

    los puede descartar sin ms ni ms, pues constituyen una

    amenaza material real para la existencia de esa esfera. Ha

    bermas data este momento en Inglaterra desde la ascensin

    del cartismo,

    como

    lo identifica en Francia

    con

    la revolucin

    de febrero de 1848;

    pero

    en elcaso de Inglaterra

    al

    menos, es-

    ta datacin es sin

    duda

    algo tarda. Lo que est surgiendo en

    la Inglaterra de finales del siglo

    XVIII

    y principios del

    XIX,

    en toda esa poca de intensa lucha de clases que se dibuja en

    la obra de E. P.

    Thompson

    The Making

    of

    the English Wor-

    king Class ya es nada menos

    que una

    contraesfera

    pbli

    ca. En las sociedades correspondientes, en laprensa radical,

    en el owenismo, enPoliticalRegister de Cobbett y en Rights

    ofMan de Paine, en elfeminismo y en las iglesias disidentes,

    toda una red opositora de diarios, clubes, panfletos, debates

    e instituciones invade

    el

    consenso dominante,

    amenazando

    con

    fragmentarlo desde dentro.

    Un

    comentarista de 1793 se-

    alaba

    con

    pesimismo que las clases ms humildes saben

    leer; y se les est

    imponiendo

    a las clases ms humildes li-

    bros adaptados a su capacidad sobre poltica y

    sobre

    otros

    muchos asuntos. Los peridicos, aada, comunican los

    debates de los partidos opositores en el senado; ya se dis-

    cuten las medidas pblicas aunque sea en concilibulos

    en el chamizo, en el

    obrador

    y en los antros ms modestos

    del jolgorio plebeyo. Esta

    difusin

    produce

    grandes

    cam-

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    20/70

    42

    TERRY EAGLETON

    LA

    FUNCiN

    DE LA CRITICA

    43

    bios en la mente pblica, y estos cambios deben producir

    una innovacin pblica.

    Es interesante en este aspecto

    contrastar l

    tono de los

    peridicos de principios del siglo

    XVIII

    con los de principios

    del

    XIX.

    Lo que distingue a laprensa peridica burguesa del

    segundo perodo -

    y

    de hecho casi lainmortaliza- es

    que

    un comentarista

    ha

    resumido como

    su sesgo

    partisano el

    vituperio, eldogmatismo, el tono jurdico, el aire de omnis

    ciencia o irrevocabilidad con que realiza su funcin crti

    ca.

    Es la procacidad y la virulencia sectaria del Edinburgh

    Review y del Quarterly Review lo que ha quedado grabado

    en la

    memoria

    histrica, en radical contraste con

    l

    ecume

    nismo de un Addison o un Steele. En estas publicaciones tan

    sumamente influyentes,

    l

    espacio de la esfera pblica ya no

    es

    un

    mbito

    de apacible consenso sino de fiero enfrenta

    miento. Bajo las presiones de

    una

    lucha de clases cada vez

    mayor en el conjunto de la sociedad, la esfera pblica bur-

    guesa se resquebraja y se deforma, se va destruyendo con

    una saa que amenaza con privarla de credibilidad ideolgi

    ca.

    No

    se trata, por supuesto, de que la lucha de clases de la

    sociedad en general tenga reflejo directo en los destructivos

    antagonismos de los diversos organismos literarios; estos

    improcedentes altercados

    son

    ms

    una

    refraccin de otros

    conflictos ms amplios

    dentro

    de

    la

    cultura

    de la clase di

    rigente, dividida como est sobre qu

    grado

    de represin

    poltica de laclase obrera estolerable sin riesgo de insurrec

    cin. Prancis Jeffrey, editor del

    Edinburgh Review

    publica

    cin de orientacin

    whig

    no senta l ms leve deseo de

    poner fin a la supremaca de los hacendadosn de instituir la

    democracia. Simplemente tema lo que poda ocurrirsi la es-

    41. Knox,

    Vicesimus,

    citado en Foley,

    p it

    42. Marr, pg. 226.

    tructura gubernamental no ceda a la presin

    popular

    para

    conservar

    una

    sociedad que en caso contrario (crea l) ame

    nazaba con la subversin totah.

    4J

    De un partidismo exacer

    bado, la publicacin

    Edinburgh Review pronto

    hizo que

    surgiese

    otra

    de orientacin

    tory

    llamada

    Quarterly Re-

    view;

    po r

    su parte, la

    London Magazine

    se

    propuso

    romper

    con la desmesura poltica de sus competidoras, censur las

    polmicas infantiles de Blackwood s Magazine y se vio in

    mersa en

    una

    controversia que acab con la muerte en due

    lo de su editor, John Scott.

    John

    y Leigh Hunt editores del

    radical Examiner fueron detenidos po r

    un

    delito de calum

    nia contra el prncipe regenter- Fraser s Magazine era

    una

    basura insultante atestada de aleluyas y crueles parodias. Sir

    Roger de Coverley y Sir Andrew

    Freeport

    ya no eran

    com-

    paeros de copas en el mismo club, sino encarnizados riva

    les. Lo que distingue a estas polmicas de las trifulcas de

    whigs

    y

    tones

    en pocas precedentes es su funcin de clase:

    son en su raz reacciones ante una amenaza a la

    propia

    esfe

    ra pblica procedente de intereses sociales organizados aje

    nos a ella.

    Sila crtica haba conseguido liberarse hasta cierto pun-

    to del

    yugo

    econmico de aos anteriores, cuando a

    menu-

    do no era ms que un adornomedio oculto en las estanteras

    de los libreros, lo cierto es

    que

    lo que

    hizo

    fue cambiar esa

    querencia po r otra de carcter poltico. La crtica

    ahora

    es

    explcita y descaradamente poltica: los peridicos tienden a

    seleccionar slo aquellas obras sobre las que podan escribir

    extensos artculos ideolgicos sin demasiado rigor, y sus jui-

    43. Clive, John,

    Sroteh Reoemers: Tbe Edinburgh Review 1802-1815

    Lon

    dres, 1957, pg. 122.

    44. Vase Blunden,

    Edmund

    Leigh Hunt . Exeminer Examined Londres,

    1928.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    21/70

    44

    TERRY

    EAGLETN

    LA

    FUNCiN

    DE LA

    carnee

    45

    cios literarios, respaldados

    por

    la autoridad del anonimato,

    estaban estrictamente subordinados a su poltica. La crtica

    an

    no

    era en

    un

    sentido pleno

    obra

    de expertos literarios:

    casi todos los abogados, economistas

    y

    expertos en poltica

    del Edinburgh Review t rataban de vez en cuando temas li

    terarios.

    El

    Quarterly Review

    se ensa

    con

    Keats,

    Haz

    litt, Lamb, Shelley, Charlotee Bront; Blackwood s Magazi-

    ne puso en marcha una cruel campaa contra la escuela

    Cockney agrupada en torno a la London Magazine; [ef

    {rey, el editor del Edinburgh Review autoproclamado cus

    todio del gusto pblico, conden a los poetas del distrito de

    los Lagos

    -Wordsworth

    Coleridge y Soutbey- por

    regresi

    vos y ridculos al considerarlos

    una amenaza para

    la escala

    social tradicional

    y para

    la rectitud de la

    moral

    burguesa.

    Desalentado

    por

    estas luchas, Leigh HuO volvi la mirada

    hacia los aos ms sosegados de principios de siglo, procla

    mando su deseo de criticar a los dems con el

    mayor

    esp

    ritu acrtico a la antigua usanza de que seamos capaces. La

    verdad es, se lamentaba Hum que la crtica misma, en su

    mayor parte, es un fastidio y una impertinencia: y nadie de

    natural bondadoso y con buen juicio sera crtico si no fue

    ra

    porque los hay

    peores>

    El ensayista peridico, en

    opi

    nin de

    Hunt

    es un escritor que exige

    una

    peculiar intimi

    dad

    con

    el

    pblico;

    pero

    la poca de lafilosofa peridica

    va languideciendo, desplazada

    po r

    lapublicidad en prensa y

    po r

    el espritu mercantilista. Antes los polticos.. . escri

    ban en prensa para asentar sus

    opiniones y

    cobrar reputa

    cin; los de ahora no quieren ms que dinero... 7 Una edi-

    45. Vase Ces R.

    G.

    The Reviews and

    g z i n e s ~

    en PelicanCuide lo En-

    glishLiterature vol 6: FromDickm toHardy Hamond.sworth, 1958,pgs. 188-204.

    46. Leigh Hum Literary Crlticism Houtchens H. YC. W (comps.),

    Nueva

    York, 1976,pg. 387.

    47.

    Ibdem

    pg. 88.

    cin de The Spectator de 1831 se manifestaba a favor de la

    esfera pblica clsica en los siguientes trminos: El perio

    dismo no es sino la expresin de la opinin pblica.

    Un

    pe

    ridico que intente imponer su criterio pronto fracasar.

    Tal altruismo haba sido reemplazado tiempo antes

    po r

    la

    desmembracin

    de la

    opinin

    pblica, la mercantilizacin

    de la produccin literaria y el imperativo poltico de proce

    sar la conciencia pblica en una poca de violento conflicto

    entre las clases sociales. Hasta Leigh

    Hunr comprometido

    como

    se crea

    con

    la bsqueda desinteresada de la verdad fi

    losfica, reconoci inquieto la necesidad de escribir

    con

    al

    go menos de candor: El

    desarrollo

    de la

    opinin

    pblica

    exige estmulos, y tal estmulo de lo que en este momen

    to es

    po r

    implicacin

    un

    pblico lector parcialmente igno

    rante exiga

    una

    cierta delicadeza diplomtica. El crtico es

    idealmente espejo pero en realidad eslmpara: su funcin se

    est convirtiendo en algo a la larga tan insostenible como la

    de expresar una opinin pblica que l de forma

    encu

    bierta o descarada manipula.

    La cr tica , pues, ya es ms un lugar de enfrentamiento

    poltico que

    terreno

    de consenso cultural; y es en este

    con

    texto

    donde quiz

    podamos evaluar mejor el nacimiento del

    sabio del siglo XIX. Lo que el sabio representa, podra de

    cirse, es un

    intento

    de rescatar la crtica

    y

    la literatura de las

    srdidas luchas polticas internas que alarmaban a Leigh

    Hunt

    constituyndolas en formas trascendentales de cono

    cimiento. El desarrollo en

    Europa

    de la esttica idealista,

    importada a Inglaterra po r Coleridge y Carlyle, es c.onco

    mitante con esta estrategia. Desde las obras posteriores de

    Coleridge, hasta las de Carlyle, Kingsley, Ruskin, Arnold y

    48. Ibdem. pg. 88.

    49. Ibdem. pg. 381.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    22/70

    46

    TERRY

    EAGLETON

    LA FUNCIN DE LA

    CRITICA

    47

    otros la literatura se saca de la arena de la

    Realpolitik

    y se

    eleva a una esfera donde en p al ab ra s de un comentarista

    victoriano todos podran reunirse y expandirse

    en

    co

    mnv. La literatura

    cumplir

    sus funciones con la mayor

    eficacia slo si se libera de todo cometido de carcter polti

    co

    y

    se

    convierte

    en

    depositaria

    de

    una sabidura humana

    comn ajena a lo ms s r di do de la hi st ori a. Si sta lleva

    al sabio a un aislamiento trascendental, si su visin de la

    degradacin cultural lo aboca a la produccin de tono pro

    ftico

    pero

    esas mismas circunstancias lo privan de una au

    diencia

    apropiada para

    sus cavilaciones,

    siempre podr

    aprovecharse ideolgicamente de este aislamiento haciendo

    vir tud moral de la necesidad histrica. Si ya no puede

    refrendar sus juicios crticos

    con

    normas pblicas vlidas,

    siempre

    puede

    interpretar

    el

    misterio inherente

    a tales jui

    cios como inspiracin divina. Carlyle, sabio entre los sa

    bios, escriba en Praser sMagazine, pero la consideraba un

    catico

    montn

    de e st i rc ol en

    descomposicin

    y so

    aba

    con

    el d a en q ue

    po r

    fin fuese libre

    para

    escribir con

    independencia.

    No

    degenerar, escribi a su futura es

    posa, en esa miseria que se llama a s misma

    autor

    en nues

    tras c iu da de s y q ue g ar ab at ea en los

    peridicos

    de

    hoy

    en

    da

    con

    inmundo afn de lucro. Thackeray; ensalzando a

    Carlyle

    por

    su supuesta negativa a

    subordinar

    el juicio cr

    tico al prejuicio poltico, escriba: Ruego a Dios que pron

    to empecemos a amar el arte po r el arte. Es Carlyle quien ha

    trabajado ms que ningn otro para dar al arte su indepen-

    50. Robinson, H. G., -O n the use of English

    l ssic l

    Literature in rhe Work

    of Education, Marmillan 5 MagaZIne, 11 1860).

    51. Citado en Gross, john

    The

    eand

    Fall

    of

    [heMan

    o[

    [erur ,

    Londres,

    1969,pg.16.

    52. Citado en Dudek, Louis,

    Literature

    and

    tbe Pren: A

    tory

    o[

    Printing,

    Primed edU and tbeirRelation

    ro

    Literature,

    Toronro, 1960,pg. 212.

    dencia. El sabio no es ya el igual codiscursivo de sus lec

    tores, que atempera sus percepciones con un rpido sentido

    de su comn opinin; la posicin del crtico en relacin con

    su audiencia es ahora trascendental, dogmticos e inapelables

    sus pronunciamientos y escalofriante su negativa postura ha

    cia la vida social.

    Rota

    sobre las rocas de la lucha de clases, la

    crtica se bifurca en Jeffrey y Carlyle, el lacayo poltico y el

    profeta especioso. La nica alternativa viable al inters de

    senfrenado es,

    p r e c ~ un

    desinters espurio.

    Pero el desinters en el perodo romntico no es m er a

    mente espurio. En manos de un Hazlitt el natural desinte

    rs de la mente humana se convierte en base de una polti

    ca radical, una c r ti ca de la p si co lo g a e go c nt ri ca y la

    prctica social. La imaginacin compasiva de los romn

    ticos es desinters

    como

    fuerza revolucionaria, la

    produc

    cin de un sujeto humano enrgico pero descentrado que no

    se puede formalizar

    dentro de los protocolos de la comuni

    cacin racional. En la poca romntica, la

    profundidad

    y

    alcance de crtica que podran ser equitativos

    para

    una

    so

    ciedad destruida

    po r

    las turbulencias polticas cae fuera de

    las facultades de la crtica en su sentido tradicional. La fun

    cin de la crtica pasa como consecuencia a la propia poesa:

    la poesa, en frase posterior de Arnold como crtica de la

    vida, el arte como la ms a bs ol ut a y ms profundamente

    arraigada respuesta a la realidad social dada. Ninguna crti

    ca que no establezca tan implacable distancia entre s misma

    } el orden social, que no se manifieste desde un lugar po r

    completo distinto,

    podr

    evitar su incorporacin al mismo;

    pero

    esa distancia tan fructfera es tambin la tragedia del

    Romanticismo p ue s la i ma gi na ci n t ra sc ie nd e g oz os a lo

    real slo

    para

    c on su mi rs e a s mi sma y al mundo en su pro-

    53. Citado en Gross, pg.28.

  • 7/26/2019 La Funcion de La Critica

    23/70

    48

    T RRY

    GL TON

    LA

    FUNCIN

    DE LA

    CRITICA

    49

    pio aislamiento vergonzoso. La crtica en el sentido conven

    cional ya no puede limitarse a emitir juicios verificables

    acuerdo con normas pblicas compartidas, pues

    acto rms

    roo del juicio se ve ahora manchado por una racionalidad

    profundamente sospechosa, y las asunciones normativas

    son

    precisamente lo que la fuerza negadora del arte preten

    de subvertir. La crtica, po r tanto debe convertirse en ene

    miga del arte, como Jeffrey lo es de Wordsworth, acaparar

    para s

    parte

    de la energa crea tiva de la

    propia

    poesa. o

    transformarse en una meditacin cuasi filosfica sobre la

    naturaleza y las consecuencias del acto creativo. El r ~ i o

    romntico es, en efecto, el poeta que justifica ontolgica

    mente su propia prctica, que elabora sus implicaciones ms

    profundas,

    que

    reflexiona sobre los

    f u n d a m e ? ~ o s

    las

    ~ o n -

    secuencias de su arte.

    Una

    vez que la producclOn literaria en

    s se torna problemtica, la crtica ya no puede ser el me.ro

    acto de juicio de un fenmeno asegurado; po r el contrano

    es

    un

    principio activo en la defensa, desarrollo y profundi-

    zacin de esta incmoda prctica de la imaginacin, auto

    conocimiento explcito del arte mismo. Tal autorreflexin

    cuasi filosfica ser siempre irnica. pues si la verdad es en

    efecto poesa, cmo puede un discurso no potico aspirar a

    captar larealidad de laque habla, atrapado como est en una

    racionalidad

    la

    del

    propio

    discurso social--

    que

    va en busca

    de la verdad pero que nunca

    podr

    ser la verdad? El crtico,

    pues,

    ya

    no es en primer lugar juez, a d m i n i ~ t r a d ? r de nor-

    mas colectivas o depositario de preclara racionalidad; tam

    poco

    es en primer lugar estratega cultural ni catalizador po-

    ltico, pues tales funciones tambin se estn trasladando al

    terreno del