la gávea

41
LA GÁVEA (Transcripción de las memorias del médico español Eduardo Nogales en Río de Janeiro, Brasil). No quería hacerlo pero debo. La frontera entre la intimidad, la ética y la universalidad de la tradición escrita está tan difuminada como lo están las fronteras entre Argentina, Paraguay y Brasil en Iguazú. No quería hacerlo pero finalmente lo hago para librarme del cuaderno y así poder librarme de una vez por todas de las cadenas que arrastro, que no son otras que las cadenas de toda una generación. En este momento me creo un Cristo Redentor que debe salvar con este acto heroico a todos mis coetáneos, que vivimos atrapados en esta cárcel invisible de la convencionalidad. Esta psicodelia no estoy seguro si es fruto de la frontalización secundaria a las noches interminables de Río o a la maconha; pudiera ser que así fuera. Ahora moro en Lapa. No es tan céntrico, pero sigue siendo decadente y bullicioso. Me gusta el barrio porque sintetiza bien al país, o más bien a la imagen que tengo yo de él, o sobre todo a la imagen que tengo de cómo se construyó el país, a través de su Historia. En estas calles se concita un país decadente y otro que emerge, un crisol que baila al unísono una música en directo, inmediata, como la vida aquí. Un lugar pacífico pero a la vez inseguro. Negro pero blanco. En Lapa hoy estás arriba, mañana abajo. Todo cambia sobre la marcha. Las certidumbres europeas son producto de instituciones políticas que aquí no existen. La primera vez que llegué a Río vivía y andaba por Copacabana. Llegué a Río pensando que Río era Brasil. Creyendo que Copacabana, Ipanema y Leblón eran Río. De manera análoga, pensaba ingenuamente que mi vida era la vida. Que se constituía como una representación a escala. Hasta que leí el cuaderno. El cuaderno me cambió de alguna manera. Vine a Brasil de casualidad. La empresa me había mandado a Argentina dos semanas para formar a formadores en nuestro proyecto de banca inteligente. Los de arriba querían que nos fuéramos implantando en

Upload: rober-sanchez

Post on 14-Apr-2017

5.739 views

Category:

Healthcare


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: La gávea

LA GÁVEA

(Transcripción de las memorias del médico español Eduardo

Nogales en Río de Janeiro, Brasil).

No quería hacerlo pero debo. La frontera entre la intimidad, la ética y la

universalidad de la tradición escrita está tan difuminada como lo están

las fronteras entre Argentina, Paraguay y Brasil en Iguazú.

No quería hacerlo pero finalmente lo hago para librarme del cuaderno

y así poder librarme de una vez por todas de las cadenas que arrastro,

que no son otras que las cadenas de toda una generación. En este

momento me creo un Cristo Redentor que debe salvar con este acto

heroico a todos mis coetáneos, que vivimos atrapados en esta cárcel

invisible de la convencionalidad. Esta psicodelia no estoy seguro si es

fruto de la frontalización secundaria a las noches interminables de Río

o a la maconha; pudiera ser que así fuera.

Ahora moro en Lapa. No es tan céntrico, pero sigue siendo decadente y

bullicioso. Me gusta el barrio porque sintetiza bien al país, o más bien a

la imagen que tengo yo de él, o sobre todo a la imagen que tengo de

cómo se construyó el país, a través de su Historia. En estas calles se

concita un país decadente y otro que emerge, un crisol que baila al

unísono una música en directo, inmediata, como la vida aquí. Un lugar

pacífico pero a la vez inseguro. Negro pero blanco. En Lapa hoy estás

arriba, mañana abajo. Todo cambia sobre la marcha. Las certidumbres

europeas son producto de instituciones políticas que aquí no existen.

La primera vez que llegué a Río vivía y andaba por Copacabana. Llegué

a Río pensando que Río era Brasil. Creyendo que Copacabana, Ipanema

y Leblón eran Río. De manera análoga, pensaba ingenuamente que mi

vida era la vida. Que se constituía como una representación a escala.

Hasta que leí el cuaderno. El cuaderno me cambió de alguna manera.

Vine a Brasil de casualidad. La empresa me había mandado a Argentina

dos semanas para formar a formadores en nuestro proyecto de banca

inteligente. Los de arriba querían que nos fuéramos implantando en

Page 2: La gávea

América Latina y necesitaban a jóvenes emprendedores con ganas de

aventura para venir de vez en cuando para acá. Nuestros vuelos solían

hacer en escala en Brasil, porque así eran más baratos. Un problema

con la conexión junto a unos días libres de que disponía hicieron que

visitara Río.

Iba solo y me habían hablado de esos alojamientos tipo hostel, donde

se compartía habitación y baños. Algunos amigos me habían dicho que

era fácil conocer a gente y generar diversión y compañía. Así que

reservé en uno de ellos por la zona de Copacabana. Había leído en una

guía de viajes de las bondades del lugar.

Durante aquellos días hice las visitas turísticas de rigor y en la tarde-

noche llegaba cansado de vuelta. Eran días de diario, así que había un

ambiente tranquilo. Me puse en una habitación mixta a ver si así podía

conocer a alguna chica interesante. Finalmente éramos todo tíos, claro.

Había un par de ingleses y un par de australianos que llegaban todas

las noches borrachos y nos despertaban con sus gritos y sus risas

estridentes. Durante el primer despertar de la primera noche a las 3 de

la mañana, reparé en un chaval que ocupaba la litera de al lado, la cama

de abajo, que tenía más o menos mi edad, porque desde arriba podía

ver que raleaba en la coronilla. Había preparado un invento para

conseguir con una bombilla y un cable una luz de leer que le iluminaba

sin molestar en demasía a los demás. Escribía en un cuaderno como si

le fuera la vida en ello, como si las palabras se le fueran escapando al

contacto del bolígrafo con el cuaderno y tuviera que atraparlas de

alguna manera.

A la mañana siguiente me desperté bastante temprano pero el chico ya

se había levantado y se había ido. No volví a verle en todo el día, pero

cayó la noche y yo salí finalmente con los ingleses a tomar unas

cervezas. Me retiré pronto, antes que ellos, y aunque cuando entré en

la habitación para dormir no había nadie, a la vuelta de mis

compañeros ingleses, bulliciosa como siempre, me desperté cómo no y

volví a verle postrado sobre su cuaderno escribiendo como un poseso.

Al día siguiente volví a no verlo, así que antes de marchar a la cama

puse el despertador para intentar captar su imagen de nuevo. Había

algo que me avivaba la curiosidad en ese tipo. ¿Qué hacía en Río? ¿Qué

Page 3: La gávea

hacía durante el día que nunca estaba? ¿Qué escribía con tanto ímpetu?

¿De dónde era? Nadie ocupó su cama esa noche, pero sus cosas seguían

estando, así que no se había ido del hostel…. Siempre que una cama de

alguien que está en un hostel queda vacía una noche sin que el huésped

se haya ido de él, los compañeros de habitación sienten alegría y

camaradería pensando que él o ella ha pillado y está triunfando.

Está mal decirlo, pero sin que nadie me viera removí un poco su ropa

que estaba desordenada en su cama y pude ver un uniforme blanco.

A la tarde siguiente el susodicho estaba tomando un suco en el living

del hostel, y cómo no, escribiendo en su cuaderno. Era un cuaderno

marrón de tapas plateadas, de estos regalos tan socorridos de la tienda

del Natura y tal. Me acerqué con no recuerdo bien qué chorrada de

excusa para averiguar su nacionalidad y ver si lo liaba en mi

conversación. Cuál fue mi sorpresa al conocer que era español, de

Salamanca, se llamaba Eduardo y resultó ser médico; había venido a

Brasil a no sé qué de su trabajo. Parecía una persona afable y

enseguida conseguimos un cierto intercambio. Al caer la noche le dije

que si se unía a los ingleses y a mí, que íbamos a ir a un garito que se

llamaba Devassa.

Nos templamos rápidamente con la bebida más mortífera que existe

sobre la faz de la tierra y que se llama Caipiriña. Uno se cree que se

trata de un cóctel delicioso como el Mojito y en verdad es fuego puro.

Yo me bebí 5 esa noche y no me acuerdo de casi nada. Lo que sí

recuerdo es que le interrogué acerca de su escritura y me dijo que

estaba escribiendo unas memorias de su rotación, como un diario. Le

pregunté que qué contaba en ellas y me dijo que – Nada, mis cosas -;

pero vi como que se ruborizaba y que evitaba hablar del tema, y que las

sucesivas veces que se lo saqué (cuando bebo nadie me gana a

cargoso) me rechazaba con firmeza y dedicación. No recuerdo mucho

más de aquella noche, salvo que me pegué una hostia de impresión

cuando los ingleses me mantearon y “me dejaron deslizarme” hacia el

suelo, con una herida que tengo de regalo como un souvenir en el

muslo. Aquella mañana nos despertó a los tres el sol del amanecer en la

playa de Copacabana, sin saber cómo habíamos llegado hasta allí…

vaya ciegazo. Fuimos para el hostel y nada ni nadie ocupaba la cama de

Page 4: La gávea

Eduardo. Pregunté a los del Staff y me dijeron que había hecho el

Check-out aquella mañana. Les insistí un poco por la extrañeza que me

había provocado el hecho, ya que me había comentado que se iba a

estar una semana más allí. Me dijeron que les había dicho que le había

surgido un imprevisto y que se tenía que ir.

Me apené bastante pensando que había perdido la pista al chaval aquel

y con él el hilo y el rastro de la historia. Me sentí triste e incluso un

poco mareado, aunque pudiera ser que fuera por la resaca. Me tumbé

en la cama y me dolía el cuello, me daba vueltas todo, una terrible

sensación de disconfort. Retiré la almohada para dormir sin ella,

porque esa acción a veces aliviaba tales dolencias. Cuando lo hice noté

que algo rodaba debajo y al completar la acción vi el cuaderno marrón.

No supe cómo tomar aquella sorpresa. Pensé que debía leerlo, que si lo

había dejado ahí era porque quería que lo leyese y que debía hacerlo.

Una vez leído quedé paralizado. No sabía qué hacer. Lo he pensado

bien y finalmente aquí está.

Roberto Sánchez

Transeúnte

Brasil es un país continental, dicen esas frases que se repiten como un

mantra y que ya no se sabe si pertenecen a uno o al imaginario

popular. Cuando te dicen que Brasil es un país continental no se sabe si

eso es bueno o malo. Los países grandes parecieran más difíciles de

gobernar. En ocasiones, la extensión territorial no suele constituir una

fortaleza, sino por contradictorio que pudiera parecer una debilidad. A

la variable extensión hay que sumarle la variable población. Todo el

mundo dice que los países nórdicos son un éxito en el modelo de

gestión porque están poco poblados. Yo creo que no es sólo eso,

evidentemente. En el caso de Brasil sucede un fenómeno bien conocido

en Latinoamérica y en los países con bajos índices de desarrollo

Page 5: La gávea

humano: la concentración urbana. El capitalismo en versión dura y el

pasado colonial han generado monstruos ingobernables llamados

ciudades, a expensas de un importante éxodo rural. La gran asimetría

entre las capitales y el resto del territorio que tiene lugar en países

como Argentina o Brasil se relaciona con un pasado colonial donde lo

que interesaba era una ciudad portuaria fuerte que abasteciera y

satisficiera las necesidades de la metrópoli. ¿A quién carajo le

importaba en Europa lo que sucedía en Manaus? Por ejemplo, las líneas

ferroviarias en algunos países latinoamericanos se construyeron no

pensando en la circulación de las personas por el territorio nacional

sino pensando en el transporte de materias primas para darle salida al

mar hacia los territorios europeos. En ocasiones eran incluso empresas

europeas las que se encargaban de equipar las líneas.

Esta asimetría es una realidad social y administrativa y tiende a

concentrar todos los recursos en una ciudad megalómana e invivible

donde no hay ningún problema en que haya no oportunidades para

todos, y donde además, no se toman en consideración políticas que

generen tales oportunidades. Así pues, tenemos a un buen número de

excluidos viviendo hacinados en las favelas, villas miserias,

conurbanos, etc…. Dicen los marxistas que la alternativa a este modelo

son unos núcleos poblacionales de transición entre el campo y la

naturaleza, a medio camino entre ambos. También es cierto que en los

países más desarrollados y con un reparto más justo de la riqueza esta

transición se resuelve de otra manera, y es posible vivir con más o

menos facilidades fuera de las grandes ciudades.

La asimetría entre la capital o ciudad grande y el resto del territorio

provoca que prestar los servicios sea más difícil y caro. Y eso trae como

consecuencia que el papel del Estado sea muy débil o casi inexistente,

lo que provoca finalmente problemas de articulación territorial.

Este fenómeno tiene su mejor ejemplo en la distribución de los

médicos por el territorio. La “libertad” y la “orientación al mercado” de

todos los sistemas sanitarios latinoamericanos conlleva una fuerte

concentración de profesionales en las capitales y un abandono de

territorios alejados, con lo que se lesiona fuertemente el principio de

equidad (no todos los habitantes del país tienen por igual derecho a la

Page 6: La gávea

protección de la salud, ya que en territorios alejados los servicios

sanitarios se están prestando de manera subóptima).

En Brasil por tanto, las primeras problemáticas con las que nos

enfrentamos emergen simplemente de estudiar la demografía, tan

importante siempre.

La segunda problemática así fácilmente identificable en Brasil y en

Latinoamérica en general es la desigualdad. No hay más que tener ojos

en la cara para darse cuenta de eso. Se corre el riesgo de convertir el

debate, en este caso, de la desigualdad en Brasil en un asunto de los

brasileños, cuando es un problema del modelo global. Esto no es una

disculpa ni mucho menos, sino una realidad que nos ayuda a enfocar el

problema adecuadamente.

De todo esto bebe el sistema sanitario, que no es más, como bien es

conocido, que un trasunto político, social, administrativo y cultural del

país.

La división de la sociedad en claras clases sociales “salta” al sistema

sanitario y por esa razón se construye un sistema sanitario para los

ricos y otros para los pobres.

Este modelo es poco interesante para todos, ya que no hace otra cosa

que profundizar más en la desigualdad (los barrotes y los porteros

físicos 24 horas en las casas de la Zona Sul (rica) de Río de Janeiro son

un ultrafiltrado de esta realidad). La clase alta recibe una atención

sanitaria cara y iatrogénica como la que más y la poca articulación

interna del sistema resulta muy poco eficiente.

El “egoísmo solidario” de los ricos para contribuir con la construcción

de un sistema sanitario equitativo y así disminuir la desigualdad (y así

aumentar la seguridad) y garantizar la salubridad (ausencia de

enfermedades infecciosas, por ejemplo) se queda a medio camino en

Brasil y en otros países latinoamericanos.

En realidad en ningún país latinoamericano se han puesto en marcha

mecanismos decididos para terminar con este sistema dual. Esta

realidad nos puede servir como termómetro para evaluar las reformas

Page 7: La gávea

que se están poniendo en marcha allá, quizá no tan profundas y

rápidas como pensamos algunos en Europa.

En Argentina, por ejemplo, dos fueron los intentos de unificación en las

últimas décadas, que no tenían tanto que ver con aunar el sistema de

ricos con el de pobres, sino con el tránsito de un sistema Bismarck a

uno Beveridge. Ambos intentos resultaron un rotundo fracaso.

Dentro de los movimientos de cambio de los últimos años en los

sistemas sanitarios latinoamericanos destaca por encima de todos

Brasil. Desde 2009 se vienen haciendo movimientos decididos para

reformar y mejorar el Sistema Único de Salud. Los cambios no vienen

tanto de la intención de unificar el sistema dual sino de mejorar la

atención sanitaria de la clase baja.

Aún no ignorando lo que se podía haber hecho y no se ha hecho, no

vamos a caer en el lamento y vamos a dar la importancia que tiene a lo

que se está haciendo, que es mucho.

Lo más interesante de este proceso es que se ha optado por romper

con las falsas ilusiones y promesas del sistema sanitario prorico y se

está queriendo implementar una estrategia fuerte de Atención

Primaria, en la que están en la agenda algunos puntales muy

interesantes como la Prevención Cuaternaria y la independencia de la

Industria Farmacéutica.

Una cosa que me llamó rápidamente la atención es que los residentes y

los tutores usaban bolígrafos de marca Bic y no llevaban bolígrafos de

publicidad de ningún fármaco.

En este proceso hay un sitio que es, con todas las dificultades y

objeciones que se le quiera poner, un ejemplo por su empuje: Río de

Janeiro.

En este lugar se ha conjugado una apuesta política decidida sostenida

sobre las decisiones técnicas de un grupo de médicos de familia

jóvenes, comprometidos y valiosos. A su vez este proceso ha sido

apoyado por un “seguro” de que las cosas tenían que salir bien e iban a

salir bien; se trata de la Sociedad Brasileña de Medicina Familiar y

Comunitaria. Una asociación profesional como la que muchos soñamos

Page 8: La gávea

en España para la Medicina Familiar y de la que lamentablemente

estamos muy lejos, por una parte del modo de funcionar de las

nuestras.

En la experiencia carioca (gentilicio de los habitantes de Río) se

combina la constitución un corpus teórico sólido y claro (definición de

cartera de servicios y de competencias del residente) y la puesta en

marcha de algunos elementos básicos de la Atención Primaria clásica,

como la territorialización, es decir, el equipo de Atención Primaria

referencia para una Zona Básica de Salud o su equivalente. También se

han hecho convivir en la reforma acertadamente elementos del mapa

que ya estaban bien constituidos, como los Agentes de Salud, que son

claves en el funcionamiento del sistema brasileño y del

latinoamericano en general.

Se han añadido algunas prestaciones que bien sorprenderían en

España, como unos servicios de salud bucodental públicos insólitos en

comparación con los de los sistemas sanitarios europeos.

Se han construido unas buenas infraestructuras. Por más que algunos

trabajadores se quejen de que algún Centro de Salud es prefabricado a

base de pladur, son unos lugares lindos para trabajar. Y con el aire

acondicionado a toda hostia, como les gusta a los cariocas jajja, símbolo

de “confort”. Con jardín y plantas en el centro, con modelo de silla del

médico al lado de silla del paciente y no mesa interpuesta, con

infinidad de salas para infinidad de usos, con lugares cómodos de

espera y donde no suele haber grandes aglomeraciones, con unas

serigrafías preciosas con personas y pacientes del propio barrio, con

lugares bien definidos y propios para los distintos profesionales y

distintas categorías profesionales, con unos mapas didácticos en los

que vienen especificados la geografía del barrio y en colores, los

equipos a los que pertenecen, que ayudan a crear sin quererlo una idea

de comunidad y de “orgullo de barrio”.

En la Atención Primaria de Río, entre otras cosas, se destacan por un

buen manejo de los indicadores de salud y de las mediciones. Tienen

todo muy bien registrado: cuántos familias hay, de cuántos miembros,

cuántos hombres, cuántas mujeres, cuántos diabéticos, cuántos

hipertensos, cuántos niños, cuántos pacientes con tales enfermedades

Page 9: La gávea

infecciosas, cuántos pacientes con el tratamiento puesto… Esos datos

son públicos y todos los pacientes pueden verlos en un mural, lo que

contribuye también en mi opinión al “orgullo de barrio” y al “orgullo de

Centro de Salud”, con lo que se granjean el respeto de todos en medio

de un ambiente en la comunidad que en ocasiones está marcado por la

violencia y las dificultades. En las consultas de enfermería figuran

registradas todas las familias del cupo y con un código de colores se

resaltan la existencia o no de las enfermedades infecciosas más

prevalentes, con lo que con un vistazo podemos obtener amplia

información en este sentido.

Por desgracia todos los servicios de Atención Primaria tienen la

gestión terciarizada a través de organizaciones sociales, y una empresa

se encarga de la misma, con lo que los profesionales tienen la pulsión

de medir con el objetivo de justificar la “Accountability” ante la

empresa a final de año. Aun con ese déficit en la manera de gestionar,

nadie había dado tal impulso a la prestación de servicios jamás.

Tienen en el mismo Centro algunas instalaciones para promover la

participación comunitaria, como máquinas de ejercicio físico y huertos

comunitarios.

Incomprensiblemente, en un contexto de bastante rigor científico, se

toleran y hasta se promueven terapias “alternativas” como la

homeopatía, la acupuntura etc.

Suele haber café gratuito para el personal. Hay agua mineral gratuita y

fresca (en medio del calor de Río puede resultar un lujo y un manjar) y

vasos de plástico para profesionales y pacientes. En bastantes centros

hay una zona física que administra una red de apoyo a la docencia e

investigación que provee salas de reunión para tales fines… con

ordenadores con acceso a internet, wifi, proyector, etc… todo nuevo y

en instalaciones “bonitas”, ambiente amigable y agradable. Esta red se

llama OTICS (Observatorio de Tecnologías de Información y

Comunicación en Sistemas y Servicios de Salud).

Se utiliza un sistema informático para gestionar la historia clínica que

bien se asemeja al de España.

Page 10: La gávea

Los profesionales son en general comprometidos, diligentes y

trabajadores. Suelen fichar. Se le da mucha importancia a la docencia.

Los residentes tienen, a parte de sus horas de asistencia, actividades

formativas obligatorias. En los Centros de Salud hay una biblioteca más

que suficiente para realizar consultas en el momento o diferidas.

La articulación con el sistema secundario en general es mejorable, y

eso que hay un sistema de gestión de citas con el nivel hospitalario, que

en ocasiones ayuda y en otras no, aunque no es culpa del método sino

de las rémoras y los lastres del sistema.

Un problema grandísimo de los sistemas latinoamericanos en general y

del brasileño en particular es la fragmentación, la heterogeneidad.

Por un lado la territorial, que hace que por ejemplo en Río se esté

apostando muy fuerte por la Atención Primaria y en otros estados no.

Eso implica que la formación en la residencia de Medicina Familiar y

Comunitaria sea buena-excelente en Río y no así en otros estados. Pasa

lo mismo con las retribuciones. La descentralización de las

competencias es buena y necesaria, pero siempre que se realice en

unos niveles de equidad e igualdad entre regiones tolerable.

Por otro lado la coordinación entre niveles se comporta con

duplicidades, asimetrías, desigualdades y absurdas luchas internas

entre las competencias municipales, “autonómicas” y estatales.

El sistema no funciona como un todo engrasado, sino como parcelitas

por las que el paciente transita, que a menudo se convierten en cortijos

particulares.

Esto se manifiesta en infinidad de chiringuitos, cada uno de cada cual,

que hace que por ejemplo las rotaciones del resi de Medicina Familiar y

Comunitaria sean en el sitio que los responsables de los residentes

“contratan”. Sí, tienen que pagar, y no siempre las posibilidades que

hay para formarse en algunas áreas son satisfactorias por diferentes

motivos.

La poca coordinación y la apuesta por lo privado también explica el

flujo de los estudiantes que acceden a la especialidad desde distintos

programas formativos. En Brasil (y en otros países latinoamericanos

Page 11: La gávea

también) es posible y muy fácil trabajar en cualquier especialidad sin

haber recibido la formación específica para tal fin.

En Brasil hay 5.000 médicos de familia con especialidad. Solamente la

mitad trabajan como médicos de familia pasando consulta, el resto

están relegados a guardias u otras actividades (realidad parecida a la

española). Menos del 10% de los médicos que trabajan como médicos

de familia en Brasil tienen la residencia hecha.

Las citas con los especialistas del hospital se dan por una especie de

centralita según oportunidad y rapidez de atención. Esto origina que la

atención del paciente se “disipe” fuera del área de referencia y que en

ocasiones la supuesta ventaja de que la cita se dé en una semana se

convierte en que la cita se da en un hospital que queda a la otra punta,

con lo que el paciente la termina perdiendo, ya que no tiene medios

para ir hasta allí.

Parece que la fragmentación es un imán que seduce

incomprensiblemente, y hasta personalidades claman por la libertad

de elección de Centro de Salud, el nivel secundario tiene pretensiones

de Área Única… Errores que ya se han demostrado tales y que se

encaminan a repetirse.

Como no hay mal que por bien no venga, ante la pereza o imposibilidad

de desplazamiento al nivel secundario, el paciente busca protección y

atención en el nivel primario, con lo que se refuerza finalmente el

papel de la Atención Primaria.

La fragmentación provoca estragos entre los recursos humanos, y

especialmente entre los médicos.

40 años de neoliberalismo y de orientación del sistema sanitario al

mercado han creado monstruos, y los médicos brasileños son vistos

como “la casta.” Y en gran parte se han ganado ese trato, ya que flota en

el ambiente la idea de que la Medicina es para ellos no un medio, sino

un fin en sí mismo, un bautismo de oligarquía.

Eso provoca que los médicos (muchos, pero no todos) gusten de tener

varios trabajos para conseguir varios sueldos y sobresueldos, y anden

de acá para allá, no siempre cumpliendo con sus obligaciones

Page 12: La gávea

adecuadamente en cada uno de sus trabajos, y sobre todo en el empleo

público, que es lo más grave, ya que sus retribuciones se pagan con el

esfuerzo colectivo (impuestos o partidas de los presupuestos generales

del Estado).

La renuncia de los médicos a ser millonarios es una condición

indispensable para construir un sistema sanitario público de calidad.

La integración de los efectivos de la clase baja en la clase médica

también.

Esto se solucionaba muy fácilmente con una sencilla Ley de

Incompatibilidades y algunos complementos por ejercerla, sólo es una

cuestión de voluntad.

Una de las quejas que se escuchan es que en Brasil en general y en Río

en particular todo funciona con demasiada dependencia de los

incentivos.

En Río los puntales son la reforma de la Atención Primaria y la

residencia en Medicina Familiar y Comunitaria. A los residentes para

captarlos se les ofrece muy buenos sueldos, de 2.500 a 3.000 euros al

mes al cambio. ¡Aún así algunos quieren más y hacen guardias en otros

lugares! En Brasil la residencia dura dos años.

Hay una manera de comprar sin dinero la adhesión, y es el caso de la

ideología. No se trata de ser de izquierdas o de derechas (si es que eso

sigue existiendo aún), sino de comprender que un sistema sanitario

fuerte es una manera muy grande de servir a la patria y a tu gente, y de

alcanzar un compromiso moral y social que sustituya a los Reais.

Dice Juan Carlos Monedero en una entrevista: “Dijimos que tenemos

que recuperar las emociones. Es una cosa que aprendimos de América

Latina. No puedes luchar contra la cosmovisión neoliberal, que es una

promesa de consumo infinita eterna en un supermercado inagotable…

Tienes que ofrecer algo que merezca la pena. La izquierda dice no

consumas, no hagas esto, no hagas lo otro… Hace falta inventar, y ahí

las pasiones son relevantes… No es una apelación a lo irracional, como

siempre ha dicho la izquierda… La apelación a las emociones es una

herramienta para permitir que estas cosas que parecen imposibles las

Page 13: La gávea

incorporemos. En el momento en el que te enfrías, esas cosas no

puedes ponerlas en marcha… “.

La batalla que se está librando en el sistema sanitario de Río es

fundamental. Se está intentando que bajo la intervención fuerte del

Estado que organiza la provisión de los servicios, el 100% de los

cariocas tengan cobertura. Desde luego que son ofertados para clase

baja, pero también para la clase media, que por vez primera tiene una

opción que nunca antes había tenido. En algunos barrios de Río, como

Botafogo o Catete, la clase media comienza a ser usuaria del Sistema

Único de Salud, Atención Primaria incluida.

El campo de la gestión sanitaria es bien complejo porque se trata de

conjugar a distintos actores con distintos intereses, pero dos cosas

tienen en común todos los procesos que quieren la reforma y la mejora

de los sistemas (públicos) de salud: una Atención Primaria fuerte y una

intervención fuerte del Estado. De su éxito está pendiente Brasil,

Latinoamérica y el mundo entero. Una victoria se convertiría de

inmediato en un ejemplo para el resto de de países limítrofes, y se

contagiarían éstos como si de una enfermedad infecciosa se tratara.

Los contagios locales son fundamentales en la geopolítica. Asimismo, el

camino recorrido ya no tiene vuelta atrás. En 2016 hay elecciones y el

que venga a disputar y desafiar el poder existente tiene que englobar lo

que hay (concepto de hegemonía gramsciana).

En Río se comenzó con la Reforma de la Atención Primaria de Salud en

2009, cuando solamente el 3,5% de la población no incluida en planes

de salud (aseguradoras mutuales o privadas) tenía cobertura en

Atención Primaria. En 2015 vamos por el 50%. Se pretende llegar al

70% al final de proyecto, en 2016. En 2011 comienza el programa de

residencia de la Secretaría.

El primer día de mi estadía en Río fui recibido por una compañera

española que trabaja en la coordinación técnica del programa de

residencia en Medicina Familiar y Comunitaria del municipio.

Allí coincidí con otra compañera residente peruana, y la médico

española nos dio una “induction” acerca de lo que estaban haciendo.

Page 14: La gávea

Me impresionó un mapa que tenían en el que se representaba la ciudad

de Río de Janeiro. Es como si lo que los turistas llamamos Río fuera el

pico del pájaro, o el “sólo la puntita”, mientras que la ciudad se

extendía muchíiiismo más allá.

Yo había escrito en la lista de distribución de Atención Primaria

MEDFAM pidiendo ideas para rotar en mis vacaciones. Me escribió y

me invitó. Luego me escribió un correo comentándome lo que hacían y

los lugares que podía visitar. Era imposible decir que no. Una semana

después ya tenía el vuelo.

Concurrí durante 10 días en Septiembre de 2015. Ni ellos me pagaron

nada ni yo les pagué nada.

El primer día fuimos a visitar un Centro de Salud a una zona periférica

de la ciudad. Salimos con un coche de la Secretaría Municipal con

conductor que nos lleva hasta allá. Es lejos, difícil y peligroso llegar, así

que hay que ir así. Me siento culpable por el gasto generado al sistema.

Era la primera vez que veía la infraestructura sanitaria carioca en

Atención Primaria, que he descrito con anterioridad. Paso consulta con

un residente. Una niña de corta edad con una inflamación llamativa en

el ángulo de la mandíbula. “Un absceso secundario a una infección

dental”, pienso con mi mentalidad europea. El residente la explora y

resuelve el diagnóstico con la etiqueta de parotiditis. Ojo con ignorar el

contexto epidemiológico local. Primera lección clínica recibida. El

residente pide a la niña (aparentemente de clase baja) que abra la boca

para inspeccionar la orofaringe. El residente se da cuenta de que no

tiene una linterna encima y mira en derredor para buscarla. No la halla,

se mete la mano en el bolsillo y la alumbra con la luz del Iphone.

Paradojas de la modernidad.

Salimos a almorzar. Todos salen a almorzar a las 12.00. Es un momento

lindo del día. Charlo con algunos residentes que hablan castellano,

otros portuñol (mezcla de portugués y español) y me esfuerzo por

entender y hablar con los que hablan portugués. No es fácil entender

todo, pero se puede comprender el contexto. Además cuando escuchas

hablar portugués auténtico te das cuenta de que la posibilidad de

entenderte en otras ocasiones no se consigue por tu capacidad de

entender sino que ellos se esfuerzan en hablar para ti castellano o

Page 15: La gávea

portuñol. Los residentes tienen esa tarde una clase, así que paso la

tarde con otra compañera, ésta ya adjunta.

Vemos a una niña de nuevo y cuando la consulta termina se establece

una conversación con la madre, de buen aspecto físico y guapa. De

repente veo que el coloquio deriva hacia una lesión y una cicatriz. La

madre se levanta la camiseta y podemos observar que su torso es un

queloide completo. Jamás había visto cosa igual. Pobre mujer.

En un momento dado la compañera me dice: Tú eres Eduardo, leí tu

texto sobre las mujeres. Y en ese momento me emociono por dentro de

pensar que algo que uno escribe en su habitación a miles de kilómetros

llega hasta allí.

En los ratos muertos intento no molestar demasiado porque ellos

también tienen sus cosas que atender y van de acá para allá.

Habitualmente ojeo un tratado de Medicina Familiar que coordina

Gustavo Gusso y otra persona, que está muy bien, muy adaptado a la

realidad brasileña, con capítulos que hablan del sistema sanitario

brasileño, de la atención en las favelas, etc… y en el que participan

médicos de otros países, como mi maestro Juan Gérvas.

La programación de mi estadía está más o menos prefijada, pero hay

lugar para la variación porque como dice mi compañera española, las

cosas en Río cambian de un momento para otro.

Al día siguiente está programada la visita a otro Centro de Salud de la

periferia, de un barrio muy pobre. El día anterior muere un chaval de

13 años por una bala perdida en un tiroteo. Vemos el Centro de Salud,

similar al anterior. Paso consulta con una médico de familia. Se trata en

esta ocasión de consultas rápidas, en un espacio abierto, separado por

un biombo de la sala de espera, sin posibilidad de realizar

exploraciones amplias ni grandes acciones, donde en principio se

tratan problemas rápidos y/o banales… una toma de tensión arterial,

una auscultación, una prescripción, la entrega de unos análisis…

Finalmente los pacientes consultan por problemas iguales a los que se

pueden plantear en una consulta normal, por lo que en ocasiones hay

una cierta disociación en el abordaje, que se resuelve emplazando de

nuevo al paciente a una consulta más convencional o con soluciones

Page 16: La gávea

provisorias. En un momento dado varios pacientes piden analíticas que

no tienen justificación, derivaciones incomprensibles etc… Miro a la

médico que me devuelve la mirada y le digo: - Ya estamos…igualito que

en España -.

Voy con los adjuntos a almorzar. Me llevan en sus coches. La comida en

Brasil es deliciosa y abundante. Vamos a un sitio tipo buffet. Yo

siempre pido parecido a ellos para no desentonar. Pienso: cómo me

voy a poner! Cuando llegamos a la cola, me pesan la comida y hay

pagar por peso jajajjajaj, me jodieron!

En la tarde paso consulta con otra compañera. Vemos algunos

pacientes con motivos de consulta similares a los europeos y con

soluciones parecidas. Ella es muy diligente, resolutiva y humana (la

compañera anterior también ). A la hora de la prescripción les dan a

los pacientes un papelito para que retiren los fármacos en el

dispensario que está en el mismo Centro de Salud, gratuitamente. Hay

fármacos esenciales y se evitan los fármacos de fantasía. Me llama una

estudiante para que le ayude a hacer unos test rápidos de ETS (VIH,

VHB, VHC, sífilis). No le sale bien la sangre en gota al pinchar a la

paciente en el dedo. - Pínchala en el lateral del dedo, que está más

vascularizado -, le digo. Y la sangre efectivamente brota.

A las 4 de la tarde le digo a la adjunta que me voy, para llegar a casa

antes de que la noche se eche encima, porque anochece pronto y los

primeros días se preocupa uno mucho por el tema de la seguridad,

hasta que se le va cogiendo un poco el tono a la ciudad. ¿Ya te vas? – me

dice-, si es muy pronto -. Ellos están hasta las 20.00 horas. Tienen la

posibilidad de trabajar cuatro días en semana y quedarse hasta las

20.00 o 5 días en semana y hacerlo hasta las 18.00.

El tercer día participo de un curso de formación de formadores con

acreditación, llamado EURACT. Allí hay unos actos de presentación en

los que compruebo que no me entero de casi nada y en los que me doy

cuenta de que gran parte de las labores de la vida y sobre todo del

primer año de residencia consisten en engañar al personal y hacer

parecer que sabes y que entiendes, cuando realmente ni sabes ni

entiendes nada. El acto se celebra en un aula que lleva por nombre

“Auditorio Bárbara Starfield”. Creo que con este ejemplo queda claro el

Page 17: La gávea

compromiso de este grupo con la Atención Primaria. Hablan un par de

capacitadores que a su vez trabajan en la Coordinación Técnica.

Manejan los conceptos de Medicina Basada en la Evidencia, de las

peculiaridades del aprendizaje, del humanismo médico… me encanta la

música de la partitura.

En la tarde doy una sesión a los residentes sobre Osteoporosis. Me

emociona pensar que vienen desde a tomar por culo para escucharme.

Intento hacer unas bromillas para adherirlos al hilo de la cuestión.

Al día siguiente cambia el plan previsto y finalmente un compañero de

la Coordinación Técnica que siempre está muy liado, como todos, toma

su tiempo para llevarnos a un estudiante de Medicina y a mí hacia

Rocinha, la favela más grande de Río.

En Río se aprovechan los trayectos en coche para dar clase, sesiones,

docencia, debates científicos… es apasionante y precioso eso, me

recuerda a mis rotaciones en el ámbito rural. El compañero nos da una

clase magistral sobre organización de servicios y Atención Primaria en

Brasil.

Rocinha alberga a 70.000 personas y es una favela pacificada. Ha

transitado hacia lo más parecido a una pequeña ciudad. Me comentan

que antes había un grupo en relación con el tráfico de droga que la

controlaba entera. El grupo perdió el control del poder y ahora varios

se lo disputan, con lo que la situación empeoró. Paradojas del poder.

El compañero nos enseña el Centro y en un momento dado nos

cruzamos con una señora que luego me entero que es un cargo

importante de la Subsecretaría de Salud. Me presenta ante ella y dice: -

Es Eduardo, médico español, tenemos mucho que agradecerle por

haber venido -. En ese momento pienso que voy allí 10 días, les

incordio, me ponen un coche con conductor para desplazarme a los

distintos Centros de Salud o puntos de aprendizaje, les robo tiempo… y

encima dicen que me tienen que agradecer. Logro balbucear un: - ¿Qué

dices? Será al revés, que yo os tengo que agradecer a vosotros…-. Me

emociono por dentro.

Me presentan a un médico joven, tutor de residentes. Desde ese

momento me convierto en su sombra. Su labor consiste en resolver las

Page 18: La gávea

dudas de los residentes a su cargo. Cuando la situación es dificultosa se

consulta en los libros. Vemos los distintos pacientes, abundan las

consultas de dermatología venérea. Hacemos algún procedimiento con

algún residente, como una infiltración de rodilla. La paciente, una

señora de unos 60 años, se siente vulnerable cuando habla de su

intenso dolor, y llora en la consulta. Las emociones humanas son las

mismas en la Rocinha, que en Serrano, que en Zamora, que en

Congreso, que en Leblón. Hay una cosa que nos iguala a todos por

mucho que queramos diferenciarnos.

Todo el mundo para continuamente al joven médico en los pasillos

para que le solucione marronacos. Él aguanta todo con impresionante

paciencia.

Rocinha es un sitio vibrante, apasionante para un extranjero. Éste no

puede sacar fotos, ni mirar muy descaradamente, por respeto,

educación y por si acaso… Debe hacer como si formara parte del

ecosistema. Pero a la vez no puede perder detalle de ese regalo del

cielo de poder ver eso y estar ahí. No todo el mundo puede contar con

ese privilegio, de ver esa realidad humana, política y social. No se trata

del morbo por la pobreza sino del interés del humano por una

construcción sociológica humana, con sus miles de contradicciones.

Rocinha es un “barrio” que en algún sentido se asemeja al caos asiático,

con miles de cables enredados hasta decir basta sobrevolando tu

cabeza (¿cómo sabrá cada cable el fusible que debe accionar?). Rugido

atronador de coches y motorboys (motoristas taxista), la gente que

desfila por la calzada y por la acera en un sentido y en otro de la

carretera principal. Miles de tiendas con sus luces y sus reclamos.

Niños que van y vienen. Basura en el costado. Gritos, risas, gente que

fuma en sitios relativamente apartados del bullicio y que contempla el

paisaje. Peluquerías y salones de belleza. Gente que se juega la vida

cruzando la carretera. Rincones desconocidos e insospechados.

Fruterías y tiendas de comidas. Restaurantes. Impresionantes vistas de

la favela. No hay cosa que no se pueda encontrar en la Rocinha.

A la hora del almuerzo nos juntamos el médico, el agente comunitario y

yo. Vamos a un sitio en el que podemos sentarnos en una especie de

terraza “en primera línea” con vistas al tránsito. Yo pienso que es como

Page 19: La gávea

estar en esos restaurantes que el mar te bate sobre el edificio y lo ves

todo, pero con un paisaje urbano y desgarrador. La gente que viene y

va en sandalias, el tumulto. Pienso que en esa conjunción y en el haber

llegado hasta allí se construye algo profundo, una metáfora llena de

sentido.

Durante el regreso al Centro de Salud vemos un mural gigante en la

calle que dice: “A todos los habitantes de Rocinha que trabajaron para

mejorar las condiciones de vida de la gente de aquí”. Algo me recorre

por dentro.

A continuación vemos unos pacientes más mientras espero al Agente

de Salud para ir con él a pasar visita a su zona. El motivo de la visita de

la tarde es ver a los hipertensos que no se han acercado al Centro de

Salud en los últimos 6 meses a controlar su presión arterial, porque los

fármacos son gratis, y el requisito para seguir obteniéndolos es seguir

controlándose. Cuando el paciente no cumple va a la “lista negra” y se

le va a tomar la presión arterial a casa. Sí, está claro que esa estrategia

puede ser muy discutible en términos científicos y de costoefectividad,

pero no es el caso que nos ocupa.

Subimos a buen ritmo por la carretera principal. Yo no sabía en qué

consistía la visita ni a dónde íbamos (probablemente me lo hubiera

dicho pero no me enteré bien jajajja), y en un momento mi compañero

se abre a la derecha y señalando unas escaleras que se adentran en el

margen de la carretera principal, me dice: - aquí comienza mi zona -.

Comenzamos a bajar por unas escaleras y unas “calles” superestrechas

esquivando cascotes de cemento, cableado, basura, aguas residuales…

pero a la vez observando una organización interna decididamente

premeditada. Jamás había visto tanto orden dentro del desorden.

Dejábamos las casas a nuestro lateral y quedaban éstas construidas de

manera absolutamente inverosímil, algunas con partes a medio

terminar, otras que se levantaban sobre un terreno que cuesta creer

que las sostuviera. No olvidemos que las favelas se suelen asentar

sobre la ladera de una colina. En algunos momentos podíamos

observar como un pasillo grande central por donde bajaba una

columna de agua con buena fuerza, de no sé qué procedencia. Pensaba

como de coña en los canales de Venecia o de Amsterdam. Me

Page 20: La gávea

comentaba alguna compañera: - imagínate qué pasa cuando llueve, con

todo el barro y todo lo que arrastra la lluvia -. El agente iba cantando el

nombre del paciente, porque no había timbres en las casas, y ellos

salían a nuestro encuentro. En la primera casa que entramos nos

invitaron a sentarnos y a tomar café carioca con bollo, que por

supuesto tuvimos que aceptar. Estaban haciendo una reforma en el

hogar. Recuerdo que me causó mucha impresión ver una gran tele de

plasma allí colgada. La televisión tiene una función cultural y social

crucial en Brasil, sobre todo las novelas (telenovelas). Hasta tal punto

que constituyen hasta espacios de socialización política, según me

comentaban.

A mí viendo todo eso se me vino a la cabeza la leyenda de la bandera de

Brasil: Orden y progreso. Y eso era lo que había encontrado allí en

Rocinha: orden y progreso, dentro del desorden y la regresión. Quizá

no había una reproducción a escala más cierta del país entero que

Rocinha. Quizá no había una definición más exacta para un país tan

contradictorio.

En la segunda casa también nos recibieron con alegría y alboroto. El

Agente de Salud era una persona entrañable, que además vivía en la

misma Rocinha y había crecido allí, se tenía a la gente en el bolsillo, se

notaba que los pacientes le querían. En esa segunda casa nos dieron un

trozo muy grande de melón, que fuimos comiendo por el camino. En la

tercera casa nos dieron un refresco a cada uno… Y a partir de ahí el

compañero dijo que no aceptábamos más cosas, que nos íbamos a

hacer hipertensos nosotros también.

Me llamaba la atención que las pinturas tan bonitas que llenan las

paredes de Río también estaban presentes en esas callejuelas de

Rocinha. A algunos pacientes los pillábamos de sopetón, y no les hacía

mucha gracia saber que estaban en “la lista negra”, así que se dejaban

tomar la presión de mala gana. Algunos sentados sobre bloques de

cemento en la puerta de casa… yo les ponía el tensiómetro automático

cómo y donde buenamente podía, a veces sujetaba el monitor el propio

paciente. Otras lo dejaba en el suelo y los gatos merodeaban y lo

lamían. Un paciente se puso de mala hostia porque le fuéramos a

buscar y le tomé la presión mientras se fumaba un cigarrillo jajajja.

Page 21: La gávea

Subimos a casas imposibles, construidas en lo alto, y que a su vez

tenían unas escaleras empinadas y estrechas hasta llegar a las

estancias en las que se hacía la vida. En el transcurso de las visitas

pude conocer a abuelitos entrañables, que me recordaban tanto a los

de la ciudad española en la que trabajo… su dignidad y sus ojos

agradecidos y lindos eran los mismos. En otras ocasiones entrábamos a

tomar la presión al paciente y se la terminaba tomando a todos los

miembros de la familia, 4 o 5.

Yo les hacía la broma de que intentaba medir la presión al Agente de

Salud pero que no me daba el manguito porque él estaba realmente

muy cachas y tenía un bíceps muy grande (que era el caso)…. y se

partían de la risa.

Cuando di la sesión de Osteoporosis después de haber visitado la

Rocinha, en el momento que hablé de la prevención de las caídas me di

cuenta de lo importante que es el contexto local. Hay una parte que

dice: “Para prevenir las caídas (y las fracturas) hay que actuar entre

otros sobre los factores ambientales: iluminación defectuosa,

desniveles y escaleras, suelos en mal estado, cables, mascotas, tráfico y

transporte público, obstáculos urbanos…. ¡Intenta controlar tú esos

factores en Rocinha! jajajja

Cuando terminamos nos bajamos la carretera principal bebiendo el

refresco con la pajita de rigor. Allí todo se bebe con pajita. De vuelta

para el hostel me vine con el médico y vivimos la efervescencia de la

noche en Rocinha. Pasamos por una pasarela construida por el famoso

arquitecto brasileño Niemeyer. Una contradicción más. Fuimos hasta la

parada de bus. Al lado hay unas instalaciones deportivas de alto nivel.

Dos contracciones pues. Pillamos el bus hacia Copacabana. El autobús

urbano te deja fino el amortiguador trasero.

Al día siguiente visité un barrio también muy pobre, pero no

constituido como una favela. En esta ocasión acompañaría a un equipo

que atiende a personas que viven en la calle. A mi llegada al Centro la

doctora había salido y mientras esperaba, unos compañeros tuvieron

la amabilidad de pasearme un poco por las instalaciones. Conocí a una

residente que había rotado en España, en Madrid, por Valdebernardo.

Page 22: La gávea

Recuerdo que pensé en ese momento si la habrían tratado tan bien en

España como a mí me estaban tratando en Río. Ojalá que sí.

Acto seguido me reuní con el equipo y comenzamos las visitas. Es

común que las personas que viven en la calle en condición de

indigencia se desplacen de un sitio a otro. De ahí que cuando hay un

caso de este tipo los médicos se deben poner en contacto con los del

equipo que corresponde a la nueva zona de estadía del paciente. En

este caso fuimos a un Centro de Salud cercano en una furgoneta. Nos

acompañaba otro médico de personas de la calle, que seguía

trabajando a su edad en un medio tan duro a pesar de algunas notables

y llamativas dificultades físicas que aquejaba. Me emocionó su

dignidad. En el nuevo Centro se discutió al paciente en una de esas

sesiones que parecen no tener fin y que más vale que te pillen sentado.

Así se procede, son casos muy complejos con problemas muy

complejos que van desde asuntos de tutelas judiciales de hijos,

enfermedades de transmisión sexual como sífilis, enfermedades

infecciosas como tuberculosis multirresistente, autos judiciales de

ingreso involuntario, consumo de drogas, violencia… todo junto en una

misma persona… en este caso una chica de 16 años que ya era madre

de dos hijos….

Continuamos nuestra recorrida por la calle. Según vamos me dice el

Agente de Salud señalándome con disimulo a un grupo de jóvenes a lo

lejos: ¿Tú sabes cómo es el proceso del consumo de crack? Le digo que

no, y a la que miro, veo el humo que sale del tumulto y a los chavalillos

dándole ahí a la droga.

Pasamos al lado de tres varones que duermen en la calle. El

procedimiento es acercarse y preguntarles si están bien, si necesitan

algo, si quieren algo, si les pasa algo. La filosofía del equipo es lo que se

ha dado en llamar “reducción de daños”. No se busca la solución beata

y paternalista, sino ser realistas y hacer por ellos en función del

contexto, minimizando las consecuencias de sus acciones, más que

querer influir sobre ellas. Uno de ellos solicita ayuda porque refiere

que le ha pegado la policía con la porra en la espalda y le duele mucho.

La doctora le explora sobre el terreno. Le dice que le va a hacer llegar

unos fármacos para tomar y para que mejore de su dolor. Cuando

Page 23: La gávea

terminamos la doctora envía al Agente de Salud a darle al paciente la

prescripción y los fármacos con las instrucciones de toma. Además del

cuadro por el que consulta tiene unas lesiones en las extremidades

inferiores impresionantes, que no sé lo que son. – Son infecciosas – me

dicen- . Las otras dos personas no quieren consulta, pero aceptan unos

preservativos que el Agente de Salud les ofrece.

El rotante externo me comenta que allí la policía atiza pero bien, y

habla muy mal de ellos. Dicen que con el advenimiento de los Juegos

Olímpicos todo esto va a empeorar, porque van a querer sacar a los

indigentes afuera de la ciudad.

Acto seguido nos dirigimos a la trasera de las calles, a la vía del tren.

Pasamos junto a una casa en la que a la puerta hay una familia

“normal” sentada en sillas conversando. A continuación hay una

especie de bar en el que veo que venden unos vasos transparentes con

tapa y agua mineral dentro, que se asemejan a un yogur. - Hace mucho

calor acá y la gente viene aquí a comprar agua - pienso. Justo a

continuación, en un momento del recorrido siguiendo la vía se abre un

recodo y puedo contemplar a unas 15 personas en diferentes

posiciones y estados consumiendo. Crack fundamentalmente. Entonces

el Agente de Salud se acerca y me explica pormenorizadamente como

consumen el crack ayudándose de ese vaso. Como le hacen agujeros,

ponen la piedra… en fin, todo el proceso. Allí había otra chica

vendiendo los vasos. Reflexioné acerca de cómo es capaz de adaptarse

la actividad económica a las características del mercado.

El Agente de Salud era muy considerado conmigo y estaba realmente

empeñado en que aprendiera el proceso… y preguntaba a todas las

personas que estaban allí consumiendo si tenían una piedra de crack

para que yo la viera jajajja, hasta que llegó uno que me la enseñó. – Es

para que la vea el médico español -, decía. Qué grande.

Otro estaba dándole a otra cosa, inhalando de una botella. Tenía un

nombre que no recuerdo. Unos decían que era cloroformo y éter, otros

que era un gas que se utilizaba para tinte del pelo, como un disolvente.

Recuerdo que le dijeron algo al chaval y rió. Nunca olvidaré aquella risa

en la que no había ningún diente en esa persona tan joven. Según

volvíamos para el Centro de Salud un integrante del equipo levantó un

Page 24: La gávea

doble techo que colgaba de la pared y vimos a varias personas más

hacinadas consumiendo.

La vía del tren está literalmente hecha un cristo y vamos pisando mil

cosas. Recuerdo que tenía una amiga enfermera que trabajaba en un

poblado chabolista en Madrid y me comentaba que llevaban unas botas

que pesaban dos kilos cada una porque tenían una suela de impresión

para evitar cualquier incidente. La doctora va en francesitas. La

cercanía es una de sus señas de identidad. Enseguida me doy cuenta de

que es una persona muy especial, con mucha mano izquierda y que

empatiza muy bien, al igual que el Agente de Salud. De esta gente que

desprende como una fuerza diferente, centrípeta.

Al terminar la jornada hay un momento para la charla y me invita a que

pregunte lo que quiera. A mis preguntas responde que no todas las

personas que viven en la calle son consumidoras de droga. Que hay

mucha heterogeneidad entre ellas. Y que hay mucha heterogeneidad

entre las personas que viven en la calle entre los distintos barrios, que

cada barrio tiene sus perfiles. Comenta que los albergues de acogida no

es que sean una opción mala para intentar paliar el problema, pero que

tienen reglas muy estrictas que la persona casi nunca cumple y por eso

tienen que terminar finalmente fuera de ellos. Cuenta que en Sao Paulo

han puesto en marcha una experiencia de tratamiento e integración

muy interesante, que consiste en capacitarles con una especie de

módulo de Formación Profesional e insertarles en el mundo laboral.

Con un sueldo fijo al mes todo comienza a cambiar.

Se termina la jornada y me pego al rotante externo para volver a casa.

El momento de la vuelta casi siempre es de “preocupación”; cómo

volver a casa desde aquellas periferias. A veces me bajaba con el coche

de la Secretaría, pero intentaba no hacerlo si había cualquier otra

posibilidad, por intrincada que fuera, para no generar trastorno a mis

anfitriones.

Me dice el compañero que si no me importa esperar un poco, que es el

representante de los residentes de los Estados del Sur y tiene una

pequeña reunión con los representantes de los residentes de Río y de

los Estados del Norte, porque se está planteando una huelga de

residentes, y deben explicitar cada uno su postura.

Page 25: La gávea

La suya es que no hay lugar para una huelga por motivos económicos,

que cree que los residentes ya ganan suficiente. Me dice que él gana

unos 1.000 euros de sueldo base al cambio, no mucho más con

complementos. Recordamos que los residentes de Río ganan 3.000 al

cambio. Pero me dice que aun así le parece suficiente y que no están las

cosas en el país para protestar por eso, que son unos privilegiados. En

seguida me doy cuenta de que mi compañero no se hizo médico por la

plata. Me cuenta que en Brasil los especialistas hospitalarios pueden

vivir como dios, y entre unas cosas y otras ganar más que en Europa.

La reunión termina y nos vamos para el metro. Una residente nos

acerca hasta la parada. Es noche cerrada. Bajamos hasta Copacabana

hablando de América Latina, de Europa, del capitalismo y la crisis

global. Siento que hablamos el mismo idioma. Se nota enseguida la

gente que ha viajado y ha leído.

El siguiente día repito en Rocinha, en el mismo Centro de Salud al que

fui el día anterior, la misma sesión de Osteoporosis para los residentes

y tutores. Luego bajamos en el autobús hacia Copacabana en un

trayecto imposible en el que voy de pie y en el que intentar sostenerse

erguido es como intentar hacerlo en un caballo desbocado. Tomamos

unos pinchos (petiscos) con los muchachos.

A la mañana siguiente vuelvo a Rocinha, a un Centro de Salud diferente

al del día anterior, que queda arriba del todo de la favela. Voy a estar

con la psiquiatra, que tiene un marcado perfil comunitario. Me cita a

las 7.40 para subir desde Zona Sul y me las veo putas para llegar allí a

esa hora. Qué sueño, qué tráfico y qué dificultades para todo. Tomamos

varios transportes, incluida una furgoneta lanzadera hasta llegar a las

cercanías del Centro de Salud. Me enseña el Centro de Salud, todo el

mundo le para continuamente con el fin de comentarle tal paciente, tal

caso. Me dice: - Mira -; y desde la ventana puedo ver una vista de Río

impresionante. Saco una foto con la cámara que menos huella ecológica

deja: la de la retina. Subimos a la oficina de los Agentes de Salud a que

nos comenten un caso de los interminables, que cuando terminan no

recuerdas ya cómo comenzó todo. Luego nos vamos con la Agente de

Salud a una visita domiciliaria, a ver a una paciente que aparentemente

está deprimida. Nos adentramos de nuevo en las entrañas de la favela,

Page 26: La gávea

todo el mundo las para, las saluda y les comentan. Comenzamos a

transitar por escaleras, pasadizos, puentes imposibles en estado

precario de equilibrio social y arquitectónico. En un momento

comienzo a oler a marihuana y al doblar la esquina las trabajadoras

saludan a unos chicos que al parecer son los “reguladores del tráfico”.

Llegamos a casa de la paciente, que la encontramos tumbada en el sofá.

Ahí comienza una entrevista en la que somos ayudados en la

anamnesis por algunas personas de su entorno. La paciente es una

persona mayor que no cumple adecuadamente con la medicación y que

es un poco desastre, aunque entrañable. El abordaje es psiquiátrico,

pero casi más “comunitario” o “social”. Nos volvemos para el Centro y

pasamos consulta. En Brasil y en Río existe lo que se llama el

“matriciamiento”, un especialista “hospitalario”, en este caso

“comunitario” o “ambulatorio” que apoya asistencialmente la labor del

médico de familia referencia de ese paciente. La psiquiatra se desplaza

al Centro de Salud (en este caso su puesto de trabajo está radicado ahí)

para ver conjuntamente con el médico de familia algunos casos

seleccionados. Ese día vemos cuatro casos. El de una mujer cuya hija

falleció por ahogamiento hace dos meses, otra mujer con trastorno

bipolar que había sido abusada… Me gusta que la psiquiatra escribe en

la historia cuando un paciente llora en la consulta. Hay poco más de

media docena de psicofármacos que son los que se manejan en la

farmacopea del sistema público, con un par de antidepresivos ISRS, y

sin tantas fantasías y proezas farmacológicas como acá.

Vemos y tratamos casos de gravedad leve-moderada. Los graves son

derivados hacia otro circuito.

Después del almuerzo tenemos unos grupos terapéuticos. La psiquiatra

destaca por su formación, metodología y práctica en este campo. El

primero sobre consumo de drogas y alcohol. Van 4 pacientes. Uno

habla sin parar durante toda la sesión. Pienso que está puesto hasta las

cejas pero luego me comenta mi compañera que lleva 8 años sin

consumir; no me lo imagino dando la tabarra así durante todas las

sesiones semanales 8 años seguidos jajajj. Me impresiona un chico

joven, de unos 30 tacos, alto, delgado, muy guapo, consumidor de

cocaína, que acude al grupo con su hijo de unos 5 años, que duerme

Page 27: La gávea

profundamente en el regazo de su padre mientras éste participa en el

grupo.

El siguiente grupo es “comunitario”, la sala se llena. Saco la conclusión

de que coexisten en él pacientes con trastornos psiquiátricos leves y

personas sin patología psiquiátrica que se toman el grupo como una

terapia de autoayuda. La psiquiatra tiene muy bien estudiada la

metodología de trabajo y pone una serie de reglas que me parecen

interesantes: lo que se dice en el grupo queda en el grupo, no se

admiten niños, no se puede hablar de los problemas de los demás ni

enjuiciar a los otros, sino hablar de lo propio, utilizar siempre la

primera persona del singular, evitar dar discursos o sermones…

Cada uno cuenta su película y enseguida surgen los acaparadores. Al

final de la sesión todos parecen querer recetas y la psiquiatra tiene que

poner un poco de orden. Los pacientes se van sentando en una silla

enfrente nuestra. Junto a la prescripción siempre tiene lugar alguna

pequeña consulta o alguna pregunta de mi compañera, y ésta invita a

los pacientes de alrededor a que hablen entre ellos para que no se haga

silencio y así preservar un poco la intimidad del paciente interpelado,

si es que eso es posible en ese entorno. Comienza un desfile

interminable de pacientes donde mi compa tiene dar un golpe de mano

para evitar consultas como tales, ya que es un tiempo para

prescripciones en el que están permitidas pequeñas y rápidas

preguntas. Los pacientes acuden con las demandas más inverosímiles,

que son inmediatamente desarticuladas en un tira y afloja que roza lo

cómico jajjaja.

Me vuelve a impresionar otra chica muy joven, ésta tendrá 27, que

espera paciente su turno con dos niños pequeños jugueteando todo el

rato alrededor. Cuando le toca saca a los niños de la sala, se sienta

frente a nosotros y le empiezan a brotar las lágrimas enseguida.

También es consumidora de coca.

Le pregunto si no cree que los pacientes participan en el grupo porque

quieren recetas al final. Me dice que eso ya se lo ha planteado y se lo

han planteado muchas veces. Me dice que en cierta manera puede ser

en algunos casos, pero que ese encuentro interesado a ella le permite

preservar y perseverar en el contacto con los pacientes y reconducir el

Page 28: La gávea

proceso terapéutico a donde le interesa. Si los médicos de familia en

España elimináramos las consultas que se hacen “por el interés de

sacar algo” (parte, baja, derivación, receta, certificado…) y nos

quedáramos con las que se hacen exclusivamente por nuestro saber y

nuestro criterio científico no sé si llegaríamos a ver 10 pacientes al día.

No lo justifico porque creo que deberíamos aportar valor científico con

nuestro trabajo y no hacer ni una burocracia, simplemente lo describo.

Son las 17.30 y llevamos desde las 7.40. Estoy que no puedo con mi

alma. Mi compa tiene aún consulta privada ese día por la tarde. - Hay

que ganar un poco de plata -, me dice. Comienza a las 18.30 y estará

aún otro par de horas más. Al día siguiente vuelve a entrar a las 8.00.

En Brasil trabajan un montón. Las distancias al trabajo y el tráfico

dificultan aún más las cosas y alargan artificialmente la jornada.

Cuando vuelven a casa es tarde y llegan rendidos. Me recuerdan en

cierta medida a los argentinos. Trabajar cada vez más para ser cada vez

más pobres. ¿No será el modelo y la regulación laboral y sindical la que

causa todos los males, más que la productividad, la necesidad u otras

variables?

Me encantan las mezclas porque no soy capaz de comprenderlas bien.

Algo queda debajo, como oculto, y en la búsqueda y disección me

siento pleno. No hay una cosa más literaria que una mixtura. Brasil y

esta experiencia lo son de las mezclas.

Brasil se construye en el proceso histórico por la dominación

portuguesa y el sometimiento. Primero a los indígenas, después a los

africanos que traen como esclavos. También reciben en tiempos

inmigración de otros países de Europa y sometimiento, o más bien

intentos, de otros sitios, como Holanda y Francia.

La dominación, la injusticia y la desigualdad han sido las señas de

identidad de estas tierras (brasileñas y latinoamericanas) desde

tiempos inmemoriales. Todo eso trajo también la mezcla, aunque

manchada de sangre.

Page 29: La gávea

Compañeras brasileñas pero blancas de piel como la leche; ojos azules,

pelo claro, ascendencia judía. De Albacete pero en Río de Janeiro.

Cubano pero brasileño que habla hebreo y ruso. No hay algo más

aburrido que la pureza.

Pero todavía me gustan mucho más las mezclas que no vienen

impuestas por los genes o las familias. Esos reporteros de TVE que se

van a otro país y que 10 años después tienen ya cara, gestos o algo casi

imperceptible, muy fino, del país de destino. O esos otros que se van un

mes y se quedan 17 años. Esa gente que se le va la vida en un sueño, en

una fantasía, en una ilusión o en un amor, tan lejos de casa y de la zona

de confort.

Esa gente que sale de la zona de confort y que cuando se da cuenta de

que dentro del nuevo disconfort vuelve nuevamente a una zona de

confort, aunque diferente a la primera, vuelve a saltar de nuevo. Ese

espíritu cheguevarista. El eterno aprendizaje, la incertidumbre, el

siempre universitario.

Esa gente transfronteriza, que no está ni aquí ni allá. Que no tiene un

punto de anclaje y unas referencias claras. Que dudan, que son de

alguna manera frágiles, que no tienen todas las respuestas, que no

saben por dónde andan y que casi cada día duermen (física o

intelectualmente) en un sitio diferente, que se ven de continuo

desempeñándose en un una labor que no dominan. Que no saben qué

hay tres calles más allá, pero que se disponen a descubrirlo. La

aventura de la vida. La medicina de familia también.

Las fronteras en ocasiones no sólo son físicas o de pertenencia, sino

también sociales. Si se parte desde Leblón (una de las zonas más ricas

de Río) se tardan 20 minutos en llegar, por ejemplo, a Rocinha. En el

transcurso se va ascendiendo por un lugar llamado La Gávea. Nadie

sabe cuál es el punto justo donde se termina la riqueza y comienza la

pobreza, pero sucede, como en una zona de nadie, como en la zona

desmilitarizada entre Corea del Norte y del Sur. Quizá ese punto claro

de transición no existe. Hay una franja en la que los habitantes no

saben si son ricos o pobres, al igual que en A Raia no saben si son

portugueses o españoles. No saben si atenderse en la Clínica de Familia

o contratar un plan de salud e ir a la clínica popular. Conocí a una chica

Page 30: La gávea

en el avión, Bárbara, que hablaba perfecto español, y cuando pasaron

con los formularios de inmigración dijo que ella era brasileira. Vivía en

la hora de Brasil y pensaba en la España. Su vida era un continuo

desdoblamiento en un puzzle perfectamente ordenado que no le

originaba conflictos internos de ningún tipo, como esos niños que

estudian ahora en colegios bilingües y que son capaces de pasar de un

idioma a otro, sin ninguna clase de escalón entre medias. Bárbara no

sólo pasaba de un idioma a otro, sino de una vida a otra. Cuando le

convenía saludaba con un abrazo de brasileña y cuando quería con un

simple beso de española. Cuando quería llegaba tarde amparándose en

su condición de brasileira y cuando negociaba un sueldo exigía como

española. Cuando quería conseguir algo fácilmente sacaba a relucir su

condición de europea y cuando quería que un taxi no la timase o no la

atracasen se portaba y hablaba como una brasileira. Cuando tenía sed

bebía a veces un Guaraná y cuando quería una Mahou. A veces comía

una feijoada que hacía las veces de cocido. Bárbara tenía también una

zona de indefinición muy grande, una zona que no estaba seguro si

estaba desmilitarizada o estaba llena de minas antipersonas, lo que me

incluía necesariamente a mí también jajja. Así que no tuve más

remedio que intentar explorar el terreno en términos sociológicos.

Utilicé, entre otras, la técnica del brainstorming, porque conocerla

supuso una tormenta tropical en mi celebro.

Para mí sus transiciones hispanobrasileñas se comenzaron a convertir

en las transiciones del país, y comencé a buscar y a explorar en ella las

transiciones que había observado y que cristalizaban en aquel

momento en La Gávea, como ejemplo de las transiciones que me

permitían entender el país. Así pues, sin quererlo, el (cono)cimiento

del país se transformó en el conocimiento de ella. Sin quererlo y por

primera vez en la historia de la pesquisa (investigación) había logrado

una muestra representativa de n=1. Tenía dificultades para explicarle

esto a una persona a la que acababa de conocer y que no saliera

huyendo pensado que estaba desequilibrado mental, así que decidí

hacerlo pasar por amor, que era una manera muy sencilla y

convencional. La batalla por darle un beso se convirtió en la pulsión

por conocer a un país entero. La manera de redimir mi sufrimiento por

no entender lo que veía cada día en Río de Janeiro era entregarme a sus

Page 31: La gávea

brazos y así ser protegido por una macroestructura similar al papel

que desempeñaba el Estado en una sociedad moderna.

En Río la parte rica está en el sur mientras que la pobre está en el

norte, al revés que pasa en el planeta y en casi todas las ciudades del

mundo. Dicen que el Cristo del Corcovado abre los brazos a los ricos

(está de cara a la zona Sul con los brazos abiertos) y da la espalda a los

pobres, que viven en la zona norte. En la favela los más ricos están en

la parte más baja y los pobres en la parte más alta, al revés que pasa en

los edificios de la demás gente, que en cuanto más poder adquisitivo

tiene tiende a ocupar las zonas más altas (áticos…con terraza y tal) y

cuanto más pobre tiende a ocupar las alturas menores (bajos,

primeros…).

Por eso cuando ella decía que prefería debajo yo no sabía si tomármelo

como una postura de dominación o de pasividad.

En Río detrás de cada barrio rico hay una favela, como amenazando

por la espalda; es la manera de la desigualdad de recordar que tiene un

precio. [Éste es un bonito ejemplo para ver cómo la disposición

geográfica determina fenómenos sociales. En otras ciudades

latinoamericanas las favelas están en la periferia, lejos del centro y de

las zonas ricas y de clase media. En Río no es posible, porque la ciudad

queda encajonada entre la montaña y la playa. La periferia de la ciudad

es la loma de la montaña, que queda inmediata a la zona rica] (Esto lo

aprendí en un texto de Márcia Pereira Leite). Cuando vas por la calle

siempre tienes miedo de que te venga alguien detrás. En Río te das

cuenta de que la desigualdad no es otra cosa que un constructo

político. Eso y nada más que eso. En la cama con el gesto simple de

cubrirle la espalda con mi cuerpo representaba una función de

protección que me hacía ganar muchos enteros.

Según Bárbara se moviera hacia el margen español o el brasileiro yo

debía de reposicionarme también. Es conocido que puede que en tu

país no te comas una rosca, pero vas fuera y eres Julio Iglesias.

Paradojas a estudio. Así que si sacaba el lado brasileiro yo me

Page 32: La gávea

reafirmaba como español, y si ofrecía el español yo me replegaba un

poco. La guerra de posiciones gramsciana.

En mi intento por conocer todas las bondades y las cosas típicas del

país buscaba si me podía enseñar la famosa depilación brasileña, pero

al principio no colaba. A cambio, me enseñó su casa. Vivía en la

Avenida Atlántica, primera línea de playa de Copacabana. A menudo las

contradicciones del país me estallaban en la cara. A menudo pensaba:

esta mañana me he levantado en esta supercasa enfrente de la playa y

esta tarde me van a enseñar los moradores de rúa (los indigentes)

cómo se fuma el crack. A veces, si se agachaba en ropa interior a por

algo, le decía que tenía una casa con vistas.

Teníamos graves problemas temporales; yo tenía prisa por todo y para

ella pareciera que tuviéramos todo el tiempo del mundo. Nos poníamos

a comer unos buñueliños de bacalao y mientras yo me metía uno en la

boca y me lo comía como un caramelo para subir rápido a casa, ella lo

ponía en el platito, lo abría con cuchillo y tenedor, le echaba lima, un

poco de aceite de oliva y se lo comía a porciones. Me desesperaba tanta

letanía.

Íbamos muy a menudo a un chiringuito de la playa que quedaba muy

cerca de su casa, muy famoso y concurrido porque ponían el mejor

“frango a passarinho” (se traduciría como algo así como pollo al

pajarito) de la Zona Sul. Luego ella pedía una caipiriña, que yo

aborrecía, y me decía que el resultado final dependía de la calidad de la

cachaza, y sobre todo de los demás ingredientes, de la combinación que

resultara de los mismos. Otra vez la importancia de la mezcla y de la

proporción. O un piscinao, un copazo cuyo nombre a mí me hacía

mucha gracia, porque era como una piscina de grande. Yo pedía una

cerveza, que te ponían una botella grande tipo litrona. Para que no se

te enfriara te ponían un chisme que la recubría y conservaba el frío. Yo

me reía mucho porque llamaban a ese artilugio “camisinha”, que era la

misma palabra que se utilizaba para denominar al preservativo.

Me encantaba que cuando yo llegaba a su casa de la larga jornada de

trabajo me hacía quitar la ropa de faena, ducharme (en Río se duchan

mil veces al día) y ponerme los pantalones de la selección brasileña. Me

sentía poco menos que Neymar. Luego me ponía también la camiseta y

Page 33: La gávea

me marcaba insultantemente la barriga como a Ronaldo Nazario de

Lima.

Más tarde me quitaba toda la ropa y me cabalgaba con los brazos en

cruz, como el Cristo Redentor, y yo sentía que desde allí arriba él

también los tenía así para perdonar todos los pecados que se cometían

sobre Río. Ella terminaba antes y en lo que yo lo hacía la sorprendía

mirando de reojo en la tele (en Río tienen una tele en cada habitación

de la casa) la novela de las 21. En fin.

Luego nos tomábamos algo de maracuyá y nos quedábamos dormidos

mientras la tele seguía pasando novelas sin parar. El maracuyá es el

nuevo Lorazepam, por lo que se ve.

Yo le decía que me hubiera gustado que igual que la chica en la que

Sabina se inspiró para escribir “Con la frente marchita” en Argentina

era montonera, fantaseaba con que ella fuera del “Comando Vermelho”,

pero no era el caso.

A cambio, le prometí escribir una canción para convertirla en la Garota

de Copacabana como imagen especular de la de Ipanema, pero se ve

que la letra me está saliendo un poco larga.

Y ya no me queda más tiempo. Me tengo que ir ya. Yo no tengo el

tiempo, la tranquilidad, la paciencia y la insistencia de Lula. Yo soy un

bala perdida en España y eso lamentablemente es una cosa muy seria

en Río. Sólo me queda un último segundo para recordar su piel

crocante y peluda como la del frango. Para recordar que ella pensaba

que se trataba de una lucha de lenguas pero en realidad era la lucha de

clases. Para que (me) inspirara con su nariz carioca en mi pecho. Para

decirle que es una piedra angular y preciosa en mi vida.

Sólo me queda besarte por última vez en Cinelandia. Prometer llevarte

a Disneylandia. Besarte en los morros. Sacarte del planeta tierra con el

platillo volante de Niemeyer. Esperarte media hora más en la librería

del CCBB. Esperarte con la urgencia de las parejas que aguardan

habitación en el hall de los moteles. Tocarte con la tristeza del pianista

del shopping no Leblon. Espiarte a través de los espejos en el Colombo.

Hacerte enfadar por dejar goteando el filtro del agua gelada. Beber

agua de la canilla para hacerme el valiente. Prepararte el café de

Page 34: La gávea

mañana y el de pasado mañana. Aparentar que me encanta la Bossa

Nova. Pasarme tu hilo dental por mi boca. Obtener la mirada censora

por repetida del taxista en el espejo retrovisor por progresar

demasiado. Derretirme cuando colocas así la lengua y los dientes y me

dices gatinho. Hacerte un arrastrón para robarte el corazón. Hurtarte

el alma y un beso en cada semáforo en rojo. Emborracharnos de barra

en barra hasta llegar a la de Tijuca. Ser tu pan de azúcar y de queso.

Enamorarme de ti, de Río y de Brasil con la misma que intensidad que

Don Joao.

Y finalmente secesionarme de todo con la misma tranquilidad que lo

hizo Brasil del imperio portugués, para continuar adelante.

Eduardo Nogales

Médico de familia

Para conocer más aspectos formales de la Reforma y de la Atención

Primaria en Río de Janeiro y Brasil se recomienda leer el Relatorio final

de Juan Gérvas y Mercedes Pérez. Disponible en:

http://www.sbmfc.org.br/default.asp?site_Acao=MostraPagina&Pagin

aId=524

Agradecimientos.

Gracias a los compañeros de la Coordinación Técnica por las

atenciones recibidas, y en su plano profesional por su dedicación y

gran trabajo con el proyecto en Río, porque es el proyecto de toda

Latinoamérica y el mundo entero: André, Adelson, Michele (secretaria)

y los demás compañeros.

Gracias a Caio, Annie, Marcia, residentes y preceptores de Clínica da

Familia Assis Valente, Clarisse, Rita, residentes y preceptores de Clínica

de Familia Anthidio Dias da Silveira (Jacarezinho), Michael, Renata,

Leandro, Daniel y residentes y preceptores Clínica de Familia Maria del

Page 35: La gávea

Socorro, Valeska, Anderson, Fabricio, Bruno y residentes de Clínica de

Familia Víctor Valla (Manguinhos), Joana Thiesen y personal de Clínica

de Familia Albert Sabin.

Gracias a los pacientes por posibilitar que acompañara a sus médicos y

Agentes de Salud y haber permitido con su aquiescencia que les

conociera a ellos, sus familias, sus historias y su país. Gracias a los

motoristas de la Secretaría y a Joaquim, Patricia, Jacobo y Bianca.

Y muchas gracias a Lourdes Luzón. Sin ella nada de esto hubiera sido

posible. La gente que batalla por cambiar las cosas desde la praxis es la

que realmente vale la pena. Ya dijo Marx que lo que los filósofos habían

hecho hasta entonces era interpretar el mundo, pero que no se trataba

de interpretarlo sino de cambiarlo. La teoría la sabemos todos. Gracias

además por ser tan linda persona.

La despedida a la francesa de Eduardo me rompió de alguna manera.

Había algo que quedaba abierto que me desasosegaba. Pensaba que si

no cerraba esa herida no iba a cicatrizar por segunda intención. Las

segundas partes nunca fueron buenas. Tenía dos opciones para poder

entenderlo todo. Una era escribir una novela (un libro, no una

telenovela brasileña) para poder explicármelo. Yo no escribía tan bien

como Eduardo y la verdad no tenía ni ganas ni tiempo. La otra era

intentar cerrar el círculo aquí en Brasil antes de que todo se

convirtiera en pura historia y las pistas se disiparan. No hacer nada

significaría condenar a ese pasaje a formar parte de las paredes de la

ciudad. Yo vivo en España en una zona de marcha de los universitarios.

Las paredes de la zona de los bares están llenas de historias que sólo

ellas conocen y que están condenadas a que nadie las rescate.

Comencé a pensar el eje en el que moverme y rápidamente me

comenzaron a brotar ideas. Debía encontrar a Bárbara. Eso lo tenía

claro. Pregunté en el hostel cuál era el frango a passarinho más popular

de Copacabana. Quedaba enfrente de su casa según las referencias de

la memoria. Pregunté en el hostel y dudaron. Leí en la Lonely Planet y

Page 36: La gávea

había uno que parecía que podía ser. A Eduardo le gustaba esa guía

porque varias veces le vi consultándola, así que quizá buscó la

recomendación allí. Aunque seguro que la idea y la iniciativa fue de

Bárbara por ser autóctona. Me paseé en horario de comida y cena

varias veces por Copa y peiné de manera más cuidadosa los puntos

calientes que pensaba que podían ser. Hablé con los lugareños. En

efecto había un sitio en el que la gente se amontonaba. Metí un poco el

hocico en la terraza y ciertamente el frango era el plato estrella. Estaba

sobre la pista. Bárbara vivía por allí. Todo morador de primera línea de

playa tiene que bajar a la playa con cierta asiduidad, digo yo. Una

persona que vive de forma continua en Río tiene que tener la playa

como su segundo hogar. Pensé también en que si vive en primera línea

y si las zonas de playa son tan homogéneas como son lo lógico es que

no se bañara muy lejos de la casa. Así que la siguiente semana lo que

hice fue pasarme mañana y tarde yendo a la playa que quedaba

enfrente del chiringuito del frango y tratando de identificar a la gente

que repetía baño, día y sitio, y que no parecían guiris, porque con

seguridad ellos vivirían cerca y serían cariocas. Quizá no les sería difícil

identificar a una chica española llamada Bárbara mitad española mitad

brasileira. Enseguida localicé varios grupúsculos familiares que

repetían sitio y baño. Tenía que tener cuidado porque como les

observaba con mucha atención enseguida capté que algunos

sospechaban de mí como ladrón jajjaja. Pensé en algo que les pudiera

identificar como españoles, ¡difícil tarea!, y enseguida reparé en que si

veía a alguien con un libro o una revista en castellano lo tendría en

bandeja.

La cara se me iluminó cuando vi a una señora rubia con el Hola!

También se dice en portugués Olá, pero se escribe sin H y con tilde en

la a, así que debía ser la edición en castellano.

Así que lo hice fue llevarme a un amigo y jugar a las palas en las

inmediaciones de la señora. Instruí a mi amigo en que me tirara una

pelota lejos de mi zona de alcance y en dirección a la señora. Así

tendría una buena razón de penetrar en su zona de seguridad. A la que

la pelota salió despedida hacia ella, exclamé un estridente: - ¡Me cago

en la puta!, para asegurarme de que la señora me oía claramente.

Nuestra presa efectivamente agarró la bola y al acercarme a ella, le

Page 37: La gávea

dije: -Perdone -, para darle cuenta de que había advertido que era

española y para forzarla a que me hablara y comenzar así la

conversación. La mujer me alcanzó la pelota pero no me dijo nada. Al

tomar la pelota dejó la revista con la portada a la vista. No me dijo

nada, pero yo no iba a permitir que la realidad me estropeara el plan.

Así que le solté fijando mis ojos en la revista: - Anda mira, ¿es usted

española? Me dijo que sí y ahí comenzamos la conversación. El

desarrollo del juego hacía que quedara muy forzado y raro que yo

parara e hiciera esperar a mi compañero para conocer a una

desconocida. Tampoco quería asustarla de primeras. La gente en los

países en los que hay inseguridad es un poquillo más desconfiada de la

cuenta. Así que proseguimos con el juego un rato e hicimos como que

nos íbamos para que pudiéramos cruzarnos con ella en una situación

más cómoda. Le hice el típico abordaje de dónde eres y todo eso,

trabajas aquí y tal. Le conté por encima un poco nuestro propósito de

encontrar a Bárbara y por qué y la verdad es que la mujer muy

enrollada y concienzuda comenzó a colaborar con nosotros en un

meticuloso plan de búsqueda. Me dijo que si vivía en Atlántica por esa

zona no habría mucho problema porque la zona de costa estaba repleta

de hoteles, restaurantes y demás, y no muchos portales de viviendas. –

Unos 17 cogiendo unos márgenes muy amplios -. Siempre hay que

trabajar con márgenes amplios, como dicen que sucede en el

tratamiento quirúrgico del melanoma.

Ni corta ni perezosa recogió sus cosas y se vino de búsqueda y captura.

Le dije: - Si tienes que hacer cosas no te preocupes que podemos

intentarlo solos-. – La riqueza es muy aburrida, voy con vosotros –

contestó- jajjaja.

Dice la Lonely Planet que hay dos cosas que comparte la clase baja y la

alta en Brasil: el carnaval y la playa. Yo añado otra: la havaianas (unas

sandalias de dedo).

Fuimos portal por portal. Los portales de Río de la Zona Sul están todos

enrejados con un portero automático para comunicarte con el portero

no automático al que hay que decirle quién eres y a dónde vas si no

vives en el edificio. Él luego llama a la casa de la persona y le dice: - está

Page 38: La gávea

aquí fulanito, pregunta por Doña no sé quién -, y entonces te hacen

pasar o no. En fin.

Al ver a Martha y al escucharle hablar perfecto portugués la

colaboración del portero era total. En la doceava intentona por fin la

encontramos. Al escuchar su voz por el telefonillo sentí una emoción

difícil de describir, como ésa de las películas. Nos dijo que subiéramos.

Nos recibió con los pantalones de la selección brasileña que adivinaba

que era los que se había puesto Eduardo. Era una chica rubia, alta y

delgada, con pendientes de perla. Dijo que si queríamos tomar algo y

yo dije que no pero insistió, así que yo pedí un guaraná, el inglés (que

no se enteraba de nada) una cerveza y Martha, que no se cortaba un

pelo, le dijo que si tenía whisky y como era que sí, se tomó uno jajaj.

Conectamos bien. A veces no se necesita mucho rato para saber si sí o

si no. Fui al grano, aunque me hubiera gustado un ambiente algo más

íntimo para que ella pudiera hablar más agusto y darme más

información. Ayudaba un poco que el inglés jugaba a enseñarle

palabras a Martha y se pusieron ahí a su rollo.

Pedí mear para poder recrear en mi cabeza lo más posible la casa en la

que Eduardo había vivido aquella experiencia de amor y trascendencia.

Bárbara se mostró muy sorprendida e ilusionada por toda la historia

del cuaderno y por mi búsqueda. También agradecida. Me dijo que

había sufrido porque lo último que había sabido de Edu era un

Whatsapp que le mandó que decía: “Estoy en un bar comiéndome la

última coxinha. Me marcho en un rato. Hasta pronto. No olvides que te

quiero y que te querré siempre”. Después de eso ni respondió

Whatsapp ni llamadas, con el teléfono apagado. Le dije que le iba a

hacer llegar el cuaderno y el encuentro no dio mucho más de sí, ella se

tenía que ir a trabajar.

Yo estaba muy confundido y quería irme al hostel a Lapa y echarme en

la cama y no pensar. Martha y el inglés se quedaron por Copacabana.

Aquella noche no vino a dormir jajaj. Me fotocopié el cuaderno y se lo

hice llegar a Bárbara. Después de leerlo le hizo efecto la medicina y se

plegó mucho más a la misión de buscarlo y ver.

Page 39: La gávea

Se lo releyó concienzudamente y pensó en hablar con Lourdes.

Eduardo siempre le hablaba mucho de ella. Reparó también en el

nombre de Joaquim, que le sonaba mucho, a mí también, aunque

vagamente. Pensando y pensando, decidí pasar un día por el hostel de

Copacabana y preguntar.

- Claro, joder, Joaquim es el staff de la noche, el colombiano – me

dijeron-.

Al describírmelo parecía como que me sonaba, pero no mucho. Quizá

porque según me comentaron entraba a las 0.00 y estaba hasta las

8.00. Yo o salía antes de esa hora o llegaba bolinga con los demás y no

me enteraba de nada. En cualquiera de los casos lo que no hacía, por

supuesto, era levantarme antes de las 8.00.

Cuando me lo presentaron sí que me acordaba un poco. Una noche

habíamos llegado con los ingleses y australianos y éstos últimos se

habían puesto a berrear y uno se había subido a la barra del pequeño

bar y se había puesto a mear en parábola y a decir que ahora él era el

surtidor de cerveza… El tal Joaquim lo agarró y por poco lo golpea allí

mismo.

En cuanto le describí a Joaquim quién era Edu y le dije por qué le

buscábamos supo exactamente. – Sí, claro, el gallego – me dijo,

haciendo esa referencia por la cual todos los españoles somos gallegos

para los latinos.

- Un día estábamos hablando de política y de la crisis en España y

le dije que yo había estudiado Ingeniería química y luego

Ciencias Políticas y se emocionó todo. Sobre todo cuando le dije

que me había dado “Teoría del Estado” Juan Carlos Monedero,

que estuvo de profesor visitante allá en la Nacional de Bogotá.

Me dijo que su sueño era estudiar también Ciencias Políticas.

La Ley de Monedero dice que según transcurre una conversación, la

probabilidad de que irrumpa alguien que anuncie que ha sido alumno

de Juan Carlos Monedero y que le conoce tiende a uno.

- Nos pasábamos hablando horas y horas en mi turno. A mí me

agradaba y me entretenía su conversación, sobre todo porque

Page 40: La gávea

siempre se despedía con un: “gracias por todo lo que me has

enseñado esta noche”. Me sentía muy considerado por él, hoy día

no es fácil que te hagan sentir eso.

Durante las conversaciones yo le animaba a estudiar Políticas y

le decía que tenía muy buenos contactos allá en Bogotá. Sobre

todo le hablaba de mi amiga Priscilla, que estudiaba en la

Nacional y que había decidido ser la eterna universitaria, y que

vivía como una Peter Pan. Le decía que estaba seguro que se

llevarían muy bien y Eduardo abría mucho los ojos, como si se le

fueran a salir, se ponía colorado y me decía: me tienes que pasar

su contacto.

Yo le preguntaba que por qué quería estudiar y me decía que

porque no existía una idea más romántica que la de la

revolución.

Hace dos días recibí un mensaje por Facebook de Priscilla

comentándome que Edu la había contactado y que habían

quedado en verse en Bogotá. “Qué buena onda parece este

chabón”, me escribió Pris.

El compañero mío de la mañana me dijo que Edu había hecho el

check out antes de tiempo y que habían llegado a un acuerdo

para saldar las noches pendientes. Y que le había dicho para mí

que le hubiera gustado despedirse pero que muchas gracias por

todo y que hasta pronto. Había comprado un pasaje de autobús

para atravesar toda América Latina hasta Bogotá.

Le conté todo a Bárbara y se contrarió un poco. Veía en su actitud un

desaire. Le intenté hacer entender que no. Que seguramente Eduardo

había actuado así para protegernos a todos. Su sensibilidad hubiera

provocado un llanto y un sufrimiento en ellos dos difícil de soportar.

Era mejor así. La vida en el fondo debía seguir, y con la misma

intensidad con la que se unen dos polos que tienen esa atracción, la

fuerza que deben hacer para separarse debe ser mayor o igual.

Bárbara me contaba que Eduardo vivía en continua crisis existencial.

Yo pensaba que solamente en ese inestable equilibrio continuado en el

tiempo se podía alcanzar tal grado de virtuosismo. No veía otra

manera. Eduardo no podía con la decadencia generacional que le

rodeaba, y eso le hacía sufrir fuertemente. A mí me pasaba parecido. El

Page 41: La gávea

advenimiento de nuevas responsabilidades se tornaba como el fin de la

autenticidad. Yo tampoco había nacido para eso. Espero que se me

perdone, pero la vida para mí era y es otra cosa.

Tengo problemas serios para distinguir bien entre los espejismos y la

realidad, pero sólo sé que me encantan los espejismos. Le acabo de

mandar un burofax a la empresa con mi renuncia.

En mi fantasía, en el momento del despegue clavaba mis ojos en

Bárbara con una de esas miradas que duran un poco más de lo

convencional y que incitan a la duda. Ese excitante momento de no

saber si sí o si no. En ese momento de debilidad emocional y conciencia

de la vulnerabilidad que significa el despegue, nos agarrábamos la

mano fuertemente en un primer momento y nos la entrelazábamos en

un segundo. Eso no significaba más que una conexión que se salía de la

amistad sin penetrar en otros territorios, como un área de indefinición

parecida a la frontera de la India y Pakistán en Cachemira o como la

franja de Gaza, donde las líneas que separan se mueven cada día,

dependiendo de los equilibrios territoriales y de poder. O como La

Gávea: subes por la colina y nunca sabes cuándo abandonas una

categoría para incorporarte a otra, pero lo cierto es que abajo eres una

cosa y arriba otra diferente.

En la realidad, miré a mi lado para intentar ver por la ventanilla, y un

hombre muy grueso con gafas que sudaba y ya roncaba, la

obstaculizaba casi por completo con su complexión. Miré por si acaso

al otro lado del pasillo y en derredor y no puede hallar a Bárbara entre

el pasaje. Me incliné un poco más hacia la ventanilla y pude captar la

última imagen de las favelas comiéndole terreno a la montaña, un

segundo antes de que se levantara con un golpe de mano el morro del

avión y nos pusiéramos definitivamente rumbo a Bogotá.

Roberto Sánchez

Transeúnte

[email protected]