la hacienda

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1 Julio Sánchez Veiga Latinamerikas historie, kultur og litteratur fra 1800 i dag. Øvelse 1. 27. marts 2015 “La Hacienda” de José María Arguedas. El texto “La hacienda” es el capítulo IV del libro de José María Arguedas “Los ríos profundos”, publicado en el año 1958 . Según la crítica esta novela es la obra maestra de Arguedas y su publicación marcó el inicio de una nueva corriente literaria conocida cómo “neoindigensimo”. En la novela, Arguedas, plasma sus propias vivencias en una hacienda narradas a través de los ojos de Ernesto, su joven protagonista y alter-ego de Arguedas. 1 En este capítulo en particular, Ernesto narra su estancia en la hacienda de Abancay y describe como funciona la vida en los gamonales, las relaciones de dominio de los propietarios con los indios y el papel de la iglesia reflejado en la figura del Padre Director. José María Arguedas 2 nació en el año 1911 durante el primer periodo presidencial de Leguía y murió suicidándose en el año 1969, año en el que se inicia la reforma agraria del Perú bajo el gobierno de Velasco Alvarado, ambos gobernantes marcaron un punto de inflexión en el trato que daba al indio la República del Perú, como veremos más adelante. Arguedas fue, junto con Mariátegui, uno de los dos principales valedores del indigenismo como elemento valioso e identitario en el proceso de construcción nacional del Perú desde su independencia. Hasta ese momento y desde los tiempos de dominación colonial, el indio no había tenido otro valor que el de fuerza de trabajo, en la mayoría de las ocasiones, en condiciones semiesclavitud. Contexto histórico. Los indios en el proceso de construcción nacional del Perú. En su mayoría herederos del imperio Inca, los indios conforman todavía un gran porcentaje de población nacional del Perú. En 1940, en un cálculo posiblemente bajo, se consideraban “indios” al 46 % de la población, si bien esa definición se debía más a la apariencia física que a la herencia étnica 3 . Pese a un proporción tan amplia de la población, su papel en la construcción de la nación desde su Independencia ha sido marginal. La enorme mayoría vivió al margen de los procesos políticos de país, principalmente en la sierra y en la costa, en pequeñas comunidades, perpetuando costumbres que se remontan al periodo de los Incas. Para los indios apenas había diferencias entre estar bajo el yugo de los españoles o bajo la dominación de los criollos en los albores de una república embrionaria, cuyo nombre seguramente hasta desconocían. Para la nueva élite criolla, los indios no podían considerarse en modo alguno ciudadanos. Un ejemplo ilustrativo los vemos en el sermón del sacerdote Bartolomé Herrera, del 28 de julio de 1846, a los 25 años de la independencia, donde planteó que la

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Comentario de texto al capítulo "La hacienda" del Los Ríos Profundos de Juan Rulfo.

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Julio  Sánchez  Veiga    Latinamerikas  historie,  kultur  og  litteratur  fra  1800  -­‐  i  dag.    Øvelse  1.      27.  marts  2015  

“La Hacienda” de José María Arguedas.

El texto “La hacienda” es el capítulo IV del libro de José María Arguedas “Los ríos profundos”, publicado en el año 1958 . Según la crítica esta novela es la obra maestra de Arguedas y su publicación marcó el inicio de una nueva corriente literaria conocida cómo “neoindigensimo”. En la novela, Arguedas, plasma sus propias vivencias en una hacienda narradas a través de los ojos de Ernesto, su joven protagonista y alter-ego de Arguedas.1 En este capítulo en particular, Ernesto narra su estancia en la hacienda de Abancay y describe como funciona la vida en los gamonales, las relaciones de dominio de los propietarios con los indios y el papel de la iglesia reflejado en la figura del Padre Director.

José María Arguedas2 nació en el año 1911 durante el primer periodo presidencial de Leguía y murió suicidándose en el año 1969, año en el que se inicia la reforma agraria del Perú bajo el gobierno de Velasco Alvarado, ambos gobernantes marcaron un punto de inflexión en el trato que daba al indio la República del Perú, como veremos más adelante. Arguedas fue, junto con Mariátegui, uno de los dos principales valedores del indigenismo como elemento valioso e identitario en el proceso de construcción nacional del Perú desde su independencia. Hasta ese momento y desde los tiempos de dominación colonial, el indio no había tenido otro valor que el de fuerza de trabajo, en la mayoría de las ocasiones, en condiciones semiesclavitud.

Contexto histórico. Los indios en el proceso de construcción nacional del Perú. En su mayoría herederos del imperio Inca, los indios conforman todavía un gran porcentaje de población nacional del Perú. En 1940, en un cálculo posiblemente bajo, se consideraban “indios” al 46 % de la población, si bien esa definición se debía más a la apariencia física que a la herencia étnica3. Pese a un proporción tan amplia de la población, su papel en la construcción de la nación desde su Independencia ha sido marginal. La enorme mayoría vivió al margen de los procesos políticos de país, principalmente en la sierra y en la costa, en pequeñas comunidades, perpetuando costumbres que se remontan al periodo de los Incas. Para los indios apenas había diferencias entre estar bajo el yugo de los españoles o bajo la dominación de los criollos en los albores de una república embrionaria, cuyo nombre seguramente hasta desconocían. Para la nueva élite criolla, los indios no podían considerarse en modo alguno ciudadanos. Un ejemplo ilustrativo los vemos en el sermón del sacerdote Bartolomé Herrera, del 28 de julio de 1846, a los 25 años de la independencia, donde planteó que la

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expulsión de los españoles debía considerarse un paréntesis impuesto por Dios en la obra de unir a la nación bajo el catolicismo y la monarquía. Los criollos debían continuar esa obra de reconstrucción de la identidad nacional, respetando su legado hispánico, católico y monárquico, con un gobierno fuerte asentado en Lima, investido por Dios y por tanto bendecido por la iglesia, con el derecho soberano de dictar leyes para todos, como una aristocracia del conocimiento creada por natura. El sufragio selectivo debía apartar a los indios del voto, puesto que su “incapacidad natural” los hacía inelegibles para ciudadanos.4 Estaba claro pues que todas las esperanzas del nuevo estado estaban en manos de las élites blancas de ascendencia europea. En el imaginario nacional empezó a convertirse la figura del indio en una barrera para el progreso nacional. Después de más de un siglo de independencia, el filósofo, diplomático y pensador peruano Alejandro Deusta afirmaba que el desarrollo y el atraso del país se debían, antes que nada, a una desafortunada conjunción genética: el indio degenerado y el español perezoso y botarate que se han unido para dar lugar a una nación abúlica en la que nunca pasa nada.5 Pero también en la misma época aparecieron los primeros trabajos de José Carlos Mariátegui, sin lugar a dudas uno de los pensadores más influyentes en el estudio de los aspectos culturales y sociales del Perú. De fuertes convicciones socialistas, testigo del éxito de la revolución rusa y fundador de Partido Socialista Peruano, Mariátegui fue el máximo exponente del indigenismo y el primer intelectual en apreciar la enorme riqueza que la cultura indígena podía aportar a la identidad nacional. El pensamiento de Mariátegui confluye sin duda con la visión de Arguedas, pero mientras que éste tenía una aproximación más emocional y antropológica, aquél aplicó la crítica socialista para esclarecer lo que el llamaba “el problema indígena”.6 La base del conflicto estaba en el sistema de distribución de la tierra que pasó de ser propiedad del indio a ser propiedad de la Corona Española primero y absorbida por el latifundismo tras la independencia. Para Mariátegui es sistema latifundista, conocido cómo los “gamonales” era un sistema feudalista que abocaba a la esclavitud. Para Mariátegui la solución pasa por abolir los gamonales y dar a los indios su papel en una nueva sociedad peruana igualitaria en la que puedan recobrar su identidad y acceder a la tierra en condiciones parecidas a las que disfrutaban bajo el época incaica, cuya sociedad, según Mariátegui tenía muchas características socialistas, pese a ser una sociedad muy jerarquizada. El problema del indigenismo es que todas estas teorías estaban enfocadas desde una visión eurocentrista, ajena al indio, basada en valores y premisas que, como el marxismo, habían tenido su origen, evolución y desarrollo a miles de kilómetros de las regiones andinas y no significaban nada para el indio. Más allá del plano teórico, la realidad es que la situación del indio desde la dominación española hasta la llegada de Leguía había ido de mal en peor. Si durante el Virreinato del Perú muchos hubieron de trabajar como esclavos en el nuevo régimen de mitas, lo que supuso la aniquilación de centenares de miles de indígenas, con la independencia pasaron a depender de los terratenientes que les siguieron beneficiándose de su valor como mano de obra forzada o gratuita. Desde 1780 hasta 1911 los

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terratenientes o gamonales tenían mucho poder ya que los indios estaban obligados a votar y el voto no era secreto, votando coaccionados los grandes propietarios que de esta forma eran elegidos congresistas en el Parlamento de la República. Con la llegada al poder de Augusto Leguía, especialmente en el segundo periodo conocido con el Oncenio de Leguía, esta situación cambió no por una preocupación por las condiciones de vida de los indios, especialmente de los colonos, sino por el interés de Leguía en limitar el poder político de los terratenientes. Entre las aparentes prerrogativas que la Patria Nueva7 concedió a los indios estaban la creación de la Dirección de Asuntos indígenas, el reconocimiento legal de las comunidades indígenas, la creación del “Día del indio” cada 24 de julio, así como la inclusión de algunos elementos del imaginario cultural indígena en los simbología nacional del país, pero estas aportaciones solo tenían valor etnosimbólico. Estas iniciativas y otras tan aparatosas como la adopción del presidente del título incaico de Viracocha, estaban encaminadas en la práctica a favorecer al propio Leguía. Para los indios, sin embargo, trajo como consecuencia una intensificación de su dependencia, al establecer lazos más estrechos entre la burocracia central y las comunidades que habían vivido con más desahogo pese a la ausencia de estos reconocimientos.8 Jamás bajo la dictadura de Leguía se permitió a los indios participar en la política del país. El verdadero paso para intentar la emancipación del indio vendría de la mano de la Reforma Agraria que pese a empezar a gestarse a mediados de los años 50 no se aplicó hasta el año 1969, año de la muerte de Arguedas, bajo el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Esta reforma, pese a sus muchísimos errores, supuso el fin del sistema latifundista y desplazó de la sociedad rural a los terratenientes tradicionales, eje del poder “gamonal”, sustento de un orden semifeudal reaccionario y antimoderno.9 Sin embargo no consiguió erradicar la pobreza en el medio rural. Comentario de texto. “La hacienda”.

Arguedas utiliza un lenguaje pulcro, limpio, conciso, salpicado de palabras en quechua que él conoce. El texto es reflejo de la pluma de un hombre sensible sin que aparentemente su lenguaje lo sea. De alguna manera un lector ignorante de los antecedentes del autor puede adivinar que hay poso de sí mismo en la profundidad del texto. Y así, la vida del autor se refleja en cada pincelada del relato que dibuja. Sin estridencias, realiza un bosquejo del hacendado como un ser perdido en la inmensidad de su hacienda, de su casa grande aislada del indio y que sólo encuentra consuelo en el alcohol, el castigo y una crueldad gratuita que aparentemente no le salvan de su aislamiento, de su vacío, pero es así que es porque así fue y así ha de ser, el ser patrón.

En su narración, a través de los ojos de Ernesto, nos describe el miedo y la miseria en la que viven los colonos que “ya no escuchaban ni el lenguaje de los ayllus, les habían hecho perder la memoria” y percibimos la enorme compasión que estas gentes le inspiran. De este modo, Arguedas, regresa al único lugar que siente suyo, al ayllu en que se sembraba maíz en “la más pequeña y alegre quebrada que he conocido” al lugar dónde los indios

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le infundieron “una impagable ternura”, al lugar donde aprendió la cultura y el idioma indígena y que él tratará de asumir como parte indisoluble de su persona. Arguedas transcribe un poema en quechua para describir la emoción de su despedida cuando su padre va a recogerlo y se lo lleva. La figura del padre cumple una función de justiciero, golpeando con el revolver al jefe de la familia que le desatendió y celebrando con los indios, a quienes abraza fraternalmente en su despedida.

Las lágrimas de Arturo en la despedida son las propias lágrimas de Arguedas, que sólo encontró felicidad junto a los indios. Con ellos aprendió a hablar quechua, con ellos se sintió querido y respetado. Fueron los indios los únicos que le acogieron y le aceptaron en el deambular de su infancia. Éste es el inicio del conflicto de Arguedas: no saberse parte de nada, sentirse un indio adoptado y ser un blanco expulsado por su familia. Huérfano del afecto de su madre desde niño, empujado de un lugar a otro, al margen de todos y de todo, añorando el cariño indígena como bálsamo que le salvó una vez y que le acompañará toda su vida.

La figura más controvertida, pero también la que mejor nos describe el status quo de las sociedades andinas en los latifundios es el Padre Director. Este cura emerge como símbolo de la Iglesia, que ensalza al hacendado y santifica el orden de desigualdad e injusticia establecido en los gamonales. La Iglesia actúa como elemento de cohesión, cómo un hilo que mantiene y suaviza las relaciones entre el indio y el patrón. Pero es también un reflejo de la patria, de una nación que todavía se duele en su orgullo por la derrota en la guerra del Pacífico de finales del siglo anterior y que jura odio y venganza contra Chile. Su figura paternalista es la que pone orden y razón, la que equilibra una sociedad resquebrajada y que en la mente de Arguedas desde mi punto de vista, refleja el desequilibrio su propia tragedia personal, su desubicación social y afectiva, confundiéndole en sueños con un pez de cola ondulante que persigue pececillos o con el indio que más quiso, abrazándole contra su pecho al borde de grandes maizales.                                                                                                                1  En una novela tan visiblemente autobiográfica, se puede decir que Arguedas ha trasplantado de manera simbólica a la narración su propia tentativa. Ese niño que el autor evoca y extrae del pasado, en función de una experiencia anterior de su vida, está presentado en una actitud idéntica: viviendo también del pasado. Como en esas cajas chinas que encierran, cada una, una caja más pequeña, en Los ríos profundos, la materia que da origen al libro es la memoria del autor: de ella surge esa ficción en la que el protagonista, a su vez, vive alimentado por una realidad caduca, va sólo en su propia memoria. (Mario Vargas Llosa, prólogo “Los ríos profundos” de José María Arguedas. Ed. Biblioteca Ayacucho. 1986, p. XI.)

2 José María Arguedas (Andahuaylas, 1911 - Lima, 1969) Escritor y etnólogo peruano, renovador de la literatura de inspiración indigenista y uno de los más destacados narradores peruanos del siglo XX. Sus padres fueron el abogado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que se desempeñaba como juez en diversos pueblos de la región, y Victoria Altamirano Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre había muerto tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y luego a San Juan de Lucanas. Al poco tiempo el padre fue cesado como juez por razones políticas y hubo de trabajar como abogado itinerante, dejando a su hijo al cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes

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                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               le maltrataban. En 1921 se de la opresión de su familia de acogida y se refugió en la hacienda Viseca, donde vivió más de dos años en contacto con los indios, hablando su idioma y aprendiendo sus costumbres, hasta que en 1923 los recogió su padre, quien lo llevó en peregrinaje por diversos pueblos y ciudades de la sierra, para finalmente establecerse en Abancay. Después de realizar sus estudios secundarios en Ica, Huancayo y Lima, ingresó en 1931 en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar literatura. Entre 1932 y 1937 trabajó como auxiliar de la Administración Central de Correos de Lima, pero perdió el puesto al ser apresado y encarcelado un año por participar en una manifestación estudiantil a favor de la República Española. Su carrera de escritor indigenista se inició en 1933 con la publicación del cuento Warma kuyay) y su libro de cuentos Agua (1935). En 1941, publicó Yawar Fiesta, su primera novela. Más tarde, publicó sus laureadas obras: Diamantes y pedernales (1954) Los ríos profundos (1958), El Sexto (1961) y Todas las sangres (1964). En 1963, logró el título de doctor en Etnología y Arqueología. Por esos años trabajó como funcionario en el Ministerio de Educación, la Casa de Cultura, el Museo de Historia. Asimismo, fue profesor del Instituto Pedagógico Nacional de Varones y las universidades San Marcos y la Molina. Fue en la Universidad Agraria La Molina (Lima) en el año 1969, donde se suicidó de un disparo en la cabeza, víctima de una depresión profunda que le acompañó buena parte de su vida. (Antonio Cornejo, resumen biográfico extraído del prólogo a “Yawar Fiesta” de José María Arguedas. Ed. Peisa, 2002, pp 23-25.    3 T. Skidmore & P. Smith . Modern Latina America. Oxford University Press. 8ª edición.    4  Deborah Poole: Vision, race, and modernity. A visual economy of the Andean Image World, Princeton, 1997, pp. 147-149.    5  “Engendrado por el indio en su período de disolución moral y por el español en su era de decadencia, (el mestizo) ha heredado los defectos de ambos sin conservar las virtudes de ninguno. Esta mezcla ha sido fatal para nuestra cultura nacional, todo el progreso de la civilización ha sido insuficiente para purificar la conciencia peruana de la infección producida por los gérmenes de progenitores en completa decadencia” Alejandro Deustua, "Introducción" a Javier Prado, Estado Social del Perú durante la Dominación Española, Imp. Gil. Lima, 1941.  6  José Carlos Mariátegui. “El problema del indio” de “Siete ensayos de interpretación” Ed. Crítica, 1928. pp. 29.  7  La denominación Patria Nueva era usada por el mismo Presidente Augusto Leguía.  8  Tulio Halperin Donghi. “Historia Contemporánea de América Latina” Alianza Editorial. 2013. pp. 341-342.  9  Fernando Eguren. “Reforma Agraria y desarrollo rural en el Perú”. CEP. p. 14.