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Frederick Matthias Alexander (1869-1955) La Herencia Suprema del Hombre Guía-control Consciente en Relación con la Evolución Humana en la Civilización 2ª edición de Man's Supreme Inheritance en 1918; traducción revisada en 2012 de la 6ª edición, Mouritz 1996 Traducido por Conchita Forn Prefacio de Walter Carrington Cuando este libro fue publicado por primera vez en Londres en 1910, Alexander ya llevaba enseñando su técnica unos 15 años. A pesar del hecho de que su trabajo era tan difícil de explicar sin una demostración práctica, estaba atrayendo cada vez más la atención, no sólo en el teatro y las artes escénicas sino también entre la profesión médica y otros profesionales en general. No obstante, en ese momento Alexander tenía motivos para creer que su trabajo iba a ser plagiado en una publicación mayor. Decidió entonces publicar este libro rápidamente para adelantarse a cualquier robo; pensó que era de suma importancia asegurarse de que la gente no se desorientara con alguna parodia de los procedimientos prácticos que él tan concienzudamente había sujeto a rigurosa verificación operacional a lo largo de los años. Pensaba que su trabajo era demasiado valioso como para arriesgarse a que fuera juzgado injustamente. El problema radicaba en cómo traducir sus descubrimientos en palabras inteligibles, cuando lo que él había experimentado durante su investigación está fuera de la comprensión de la mayoría de la gente. Como un explorador viajando por tierra extraña, tenía que escribir un informe que pudiera ser entendido. Su técnica era enteramente práctica, el resultado de su experiencia personal, pero sin una base teórica obvia, y derivaba de su estudio y observación cuidadosas y de su práctica tan innovadora. Él no era un teórico y de hecho no tenía formación académica, pero era un hombre interesado en resolver sus problemas individuales con la respiración y la voz. Y mientras lo hacía, se dio cuenta de que había encontrado un método aplicable universalmente a la mayoría de los problemas comunes de la vida cotidiana: los problemas del habitual mal uso de uno mismo, del atolondramiento. Llamó a su libro La herencia suprema del hombre. En 1918 se subtitulaba Guía-control consciente en relación con la evolución humana en la civilización. Pero la gente frecuentemente se salta la última parte de este título. De hecho, la mayoría de la gente cree que la Técnica es, en gran parte, una cuestión física, la relación cabeza-cuello-espalda (o, como él también lo describió, el Control Primario) y que las lecciones consisten principalmente, en que las entrenadas manos de un profesor de Alexander realineen suavemente al alumno hasta una posición equilibrada natural. Pero para Alexander era más una cuestión de conciencia, pensamiento y racionalidad. Primero él lo vio como un medio de autoayuda, de la necesidad de reconocer lo que está mal y luego, la importancia de refrenarse para evitar hacer lo equivocado. Al final, el estudio del propio uso del “cuerpo” fue esencial; pero conocer cómo funcionan los mecanismos, que “la cabeza debe ir hacia delante-arriba”, que “la espalda debe alargarse y ensancharse”, eran inútiles sin el conocimiento de cómo pensar, cómo usar el cerebro, cómo inhibir conscientemente o evitar-consentir, y dirigir: esto es, emplear la volición consciente para asegurar el funcionamiento correcto de la totalidad. Para él era realmente una cuestión de guía-El control consciente o, como él dijo, “una comprehensión de las maravillosas La Herencia Suprema del Hombre 1

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Frederick Matthias Alexander (1869-1955)

La Herencia Suprema del Hombre

Guía-control Consciente en Relación con la Evolución Humana en la Civilización2ª edición de Man's Supreme Inheritance en 1918; traducción revisada en 2012 de la 6ª edición, Mouritz 1996

Traducido por Conchita Forn

Prefacio de Walter CarringtonCuando este libro fue publicado por primera vez en Londres en 1910, Alexander ya llevaba enseñando su técnica unos 15 años. A pesar del hecho de que su trabajo era tan difícil de explicar sin una demostración práctica, estaba atrayendo cada vez más la atención, no sólo en el teatro y las artes escénicas sino también entre la profesión médica y otros profesionales en general.

No obstante, en ese momento Alexander tenía motivos para creer que su trabajo iba a ser plagiado en una publicación mayor. Decidió entonces publicar este libro rápidamente para adelantarse a cualquier robo; pensó que era de suma importancia asegurarse de que la gente no se desorientara con alguna parodia de los procedimientos prácticos que él tan concienzudamente había sujeto a rigurosa verificación operacional a lo largo de los años. Pensaba que su trabajo era demasiado valioso como para arriesgarse a que fuera juzgado injustamente. El problema radicaba en cómo traducir sus descubrimientos en palabras inteligibles, cuando lo que él había experimentado durante su investigación está fuera de la comprensión de la mayoría de la gente. Como un explorador viajando por tierra extraña, tenía que escribir un informe que pudiera ser entendido.

Su técnica era enteramente práctica, el resultado de su experiencia personal, pero sin una base teórica obvia, y derivaba de su estudio y observación cuidadosas y de su práctica tan innovadora. Él no era un teórico y de hecho no tenía formación académica, pero era un hombre interesado en resolver sus problemas individuales con la respiración y la voz. Y mientras lo hacía, se dio cuenta de que había encontrado un método aplicable universalmente a la mayoría de los problemas comunes de la vida cotidiana: los problemas del habitual mal uso de uno mismo, del atolondramiento.

Llamó a su libro La herencia suprema del hombre. En 1918 se subtitulaba Guía-control consciente en relación con la evolución humana en la civilización. Pero la gente frecuentemente se salta la última parte de este título. De hecho, la mayoría de la gente cree que la Técnica es, en gran parte, una cuestión física, la relación cabeza-cuello-espalda (o, como él también lo describió, el Control Primario) y que las lecciones consisten principalmente, en que las entrenadas manos de un profesor de Alexander realineen suavemente al alumno hasta una posición equilibrada natural.

Pero para Alexander era más una cuestión de conciencia, pensamiento y racionalidad. Primero él lo vio como un medio de autoayuda, de la necesidad de reconocer lo que está mal y luego, la importancia de refrenarse para evitar hacer lo equivocado. Al final, el estudio del propio uso del “cuerpo” fue esencial; pero conocer cómo funcionan los mecanismos, que “la cabeza debe ir hacia delante-arriba”, que “la espalda debe alargarse y ensancharse”, eran inútiles sin el conocimiento de cómo pensar, cómo usar el cerebro, cómo inhibir conscientemente o evitar-consentir, y dirigir: esto es, emplear la volición consciente para asegurar el funcionamiento correcto de la totalidad. Para él era realmente una cuestión de guía-El control consciente o, como él dijo, “una comprehensión de las maravillosas

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Prefacio de Walter Carrington

potencialidades poseídas por el género humano, la herencia trascendente de una mente consciente”.

Cuando fue a explicarlo en este libro, citó como testimonio el desarrollo del cerebro durante la evolución humana y lo ilustró con la visión contemporánea del tema; igualmente se refirió a la común irracionalidad del comportamiento humano ejemplarizado por su experiencia educativa. Finalmente y comprensiblemente desde la furia de la Primera Guerra Mundial, preparó una nueva edición revisada (la de 1918), utilizando la locura de la guerra y el comportamiento conocido del enemigo como ejemplos obvios de sus ideas.

Tristemente, al pasar el tiempo, estas ilustraciones de sus argumentos han parecido actualizadas en el tiempo y para algunos lectores incluso han parecido ofensivas. Fue acusado de mojigatería y racismo. Pero sería una pena que esas percepciones erróneas llevaran a un rechazo de su tesis: la guía-El control consciente deben ser cultivados por todos nosotros.

La presente edición escolar de este libro está recomendada para todos aquellos que aspiran a practicar la Técnica. Muestra el progreso desde su primera publicación en 1910 hasta la última edición que Alexander preparó después de la Segunda Guerra Mundial. Así recoge la evolución de su experiencia, su pensamiento y su enseñanza. Esta evolución continúa hasta el día de hoy, ya que la Técnica es enseñada y gana en experiencia. Los principios fundamentales y los procedimientos básicos siguen siendo los mismos, pero nuestra comprensión crece y se desarrolla continuamente. Es un viaje a lo desconocido que él comenzó; lo Conocido era lo equivocado (como señaló Joseph Rowntree), por consiguiente ¡lo Desconocido es lo que todos nosotros estamos esperando!

WALTER H. M. CARRINGTONLondres, agosto 1996

Prefacio a la edición de 1945No es extraño que nuestros pensamientos tiendan ahora en la dirección del cambio. Sería raro ciertamente si esto no fuera así, pues todos estamos pensando lo mismo y haciendo la misma pregunta: “¿Cómo es posible que el mundo haya llegado a la horrible condición en la que se encuentra hoy?” O, si somos más honestos con nosotros mismos, planteamos la pregunta de forma un poco diferente: “¿Cómo podemos nosotros y toda la otra buena gente del mundo, haber permitido a las cosas llegar a este terrible caos?”

Pero hay otra pregunta, una pregunta más importante, una que los hombres se han hecho a sí mismos en cada crisis desde el principio de los tiempos: “¿Qué debemos hacer para salvarnos... cuando el horror acabe, dónde debemos empezar a hacer un cambio para prevenir que se repita?” Y siempre, la respuesta dada a esta pregunta ha dejado el problema sin resolver, como cada nueva crisis terrible demuestra.

Ya hay una respuesta, una magníficamente simple y efectiva respuesta. Pero el hombre ha sido demasiado ciego para ver, demasiado sordo para oír. Desesperado y desorientado continúa buscando la llave mágica de su liberación mientras sostiene en su propia mano la llave apropiada. Es lo que el hombre hace lo que provoca el efecto perjudicial, primero en sí mismo y luego en sus actividades en el mundo exterior; y sólo previniendo este hacer puede él realmente empezar a hacer algún cambio real. En otras palabras, antes de que el hombre pueda hacer los cambios necesarios en el mundo exterior, debe aprender a reconocer la clase de hacer que debe prevenir en sí mismo y CÓMO prevenirla. El cambio debe empezar en su propio comportamiento.

Pero mientras muchos parecen estar ocupados estos días en lo que un articulista llamó recientemente “este lóbrego asunto del comportamiento humano”, ellos no ofrecen solución al problema de cómo poder cambiar este “lóbrego asunto”. La Srta. Dorothy Thompson trató recientemente este asunto en el Herald Tribune de Nueva York, en el que escribió:

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Prefacio a la edición de 1945

El único problema en el mundo de hoy que está completamente sin resolver es qué hacer con el comportamiento de la raza humana... El comportamiento de la raza humana es de lo que trata realmente esta guerra. (Es) el único problema ni siquiera potencialmente resuelto.

Sensibles al rápido crecimiento del interés sobre el CÓMO del cambio en el comportamiento humano (el tema de este y todos mis otros libros) y recordando que nada menos que una autoridad como el profesor John Dewey ha escrito en la Introducción a El El control consciente y constructivo del individuo que allí, como en estas páginas, se “demuestra un nuevo principio científico sobre el control del comportamiento humano, tan importante como cualquier otro principio que haya sido descubierto en el dominio de la naturaleza exterior”, mis editores han sugerido que exponga lo mejor que pueda, algunas de las cuestiones vitales a las que el lector encontrará respuesta en este libro, cuestiones que surgen desde la misma raíz del problema del comportamiento, de hecho casi siempre pasada por alto cuando se discute sobre el cómo mejorar el comportamiento humano, que es que un ser humano funciona como una totalidad y sólo puede ser cambiado fundamentalmente como una totalidad. Es a la luz de este hecho que la técnica descrita en este libro tiene significado real.

He aquí por tanto, algunos de los problemas importantes relativos al control del comportamiento humano para los que el lector puede encontrar soluciones en este libro:

1. Por qué vivir en un entorno rápidamente cambiante ha sido un obstáculo en el camino del desarrollo y progreso humanos.

2. Por qué la educación física y los métodos educativos actuales están basados en un principio equivocado.

3. Por qué la educación del "niño completo" es imposible bajo los métodos educativos basados en este principio.

4. Por qué los ejercicios de relajación hacen más mal que bien.

5. Por qué el hombre ya no puede depender únicamente de sus sensaciones para guiarse en el mar de la vida.

6. Por qué en cualquier intento de hacer los cambios necesarios en sí mismo, el hombre necesitaría hacer lo que siente como erróneo para acertar.7. Por qué el hábito de conseguir un fin es probablemente el hábito más persistente y entorpecedor que necesita superar para conseguir hacer cambios en sí

mismo y en los demás.

8. Por qué el método de aproximación directa a un problema de cambio de comportamiento falla constantemente en producir el fin deseado y por qué los medios por los cuales para un fin deben depender de un procedimiento indirecto.

9. Por qué el hombre falla tan a menudo al poner sus buenas ideas en práctica, especialmente cuanto más lo intenta.

10. Por qué tantos aparentes buenos resultados de seguir ciertos métodos, a la larga resultan malos y por qué las llamadas curaciones resultan ser puros paliativos.

11. Por qué puede afirmarse que la teoría y la práctica planteadas en este libro se basan en un nuevo principio y proporcionan una base nueva y fiable para el diagnóstico del comportamiento humano.

12. Por qué, el último pero más importante de todos, el uso de los procesos inhibitorios es el primer paso necesario en el recondicionamiento del comportamiento humano.

“Sentido común sistematizado” fue la frase utilizada una vez por un crítico para resumir su opinión sobre este libro. La crítica debe haber sido leída por mucha

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Prefacio a la edición de 1945

gente porque esa frase aplicada a este libro ha vuelto a mí muchas veces en los años pasados. La edición original de La herencia suprema del hombre fue publicada por primera vez en 1910. Una edición muy ampliada fue publicada ocho años después. Treinta y cinco años es una edad madura para un libro así y antes de alcanzar esa edad, muchos libros quedan desfasados y dejan de imprimirse. No así con La herencia suprema del hombre. Su demanda ha continuado a pesar de la guerra y de los horrores de la guerra. Se vendía exactamente igual antes de la guerra que cuando se publicó por primera vez. Lo mismo ocurre con todos mis otros libros. Refiriéndose a esto, en la tercera parte de su libro, La naturaleza de la enfermedad, J. E. R. McDonagh, F. R. C. S., escribe: “Los libros de Alexander se diferencian de todos los demás en que indican no sólo el tónico (de la crítica) sino también las verdaderas medidas curativas y preventivas. La base de la técnica es la interdependencia completa entre la mente y el cuerpo, sin la cual no puede haber coordinación del organismo completo llamado ‘hombre’.” Un crítico, intentando explicar la vitalidad de estos libros durante tanto tiempo, dijo: ”Son libros, no para un día o un año sino para siempre.” Que esto sea cierto o no, sólo el tiempo lo dirá. Pero lo que ciertamente puede decirse de ellos es que transmiten aquel conocimiento del funcionamiento de sí mismo que el hombre necesita para aprender a controlar su comportamiento, controlar o cambiar, es decir, para encajar con su entorno, sin importar la edad o en respuesta a qué estímulo, sin importar como sea de desconocido o desconcertante. No hay otra forma de que el hombre escape de los inflexibles riesgos de su miedo a lo desconocido.

Desde que el asunto ocupó por primera vez la mente de los hombres, los métodos defendidos para cambiar y controlar el comportamiento humano han sido una legión. Además todos ellos proclaman buenos resultados. ¿Pero por qué, si estos resultados eran algo más que un paliativo, las condiciones en el mundo son hoy las que son? En uno de los capítulos de este libro, el que trata sobre “Niveles evolutivos” yo advertía del peligro de que la manía del hombre por alcanzar sus fines, sin importar por qué medios, llevaría finalmente a un desastre y degradación de amplitud mundial. También explicaba por qué los métodos educativos de obtención del fin para conseguir resultados rápidos, estimularían la promoción de la guerra y como resultado, los así entrenados se volverían una amenaza para la sociedad y para ellos mismos. Lo que yo me temía ha ocurrido. Pero la historia del hombre es una historia muy muy larga y nunca es demasiado tarde para cambiar. Aquellos seriamente implicados con el mejor modo de hacer cambios en los métodos educativos (utilizando la palabra educación en su más amplio sentido), encontrarán valioso estudiar el capítulo antes mencionado.

La historia de mi descubrimiento, o mejor redescubrimiento, del control primario que hace posible al hombre cambiar y mejorar su comportamiento conscientemente, se explica en todo este libro y en los primeros capítulos de El uso de sí mismo. Pero hay una etapa de la técnica y su historia sobre las que quiero hacer hincapié esta vez. Se trata de la forma en que la naturaleza del comportamiento queda determinada por la velocidad de respuesta (reacción) al estímulo.

Llegó un momento, al principio de mi carrera, en que me di cuenta de que estaba malgastando mi energía; malgastándola porque mi reacción demasiado rápida era un serio obstáculo para mí, prácticamente en todo lo que intentaba hacer. Qué bien recuerdo las palabras de un anciano, mi más querido amigo de la infancia, “a mayor prisa, menor velocidad” y la cariñosa aunque martirizante pregunta de mis padres, quienes a menudo me decían, “¿por qué no piensas antes de hablar o actuar?” En una ocasión recuerdo que repliqué enfadado que era bastante fácil para ellos hacer esa pregunta, pero imposible para mí responderla. La prueba objetiva de que este “imposible” se convirtió en posible gracias a la subsiguiente experiencia, puede encontrarse en El uso de sí mismo.

La primera vez que apareció La herencia suprema del hombre, este mensaje se recibió con considerable duda y prejuicio y se ridiculizó la advertencia que transmitía sobre los defectos individuales, la contienda mundial inminente y la destrucción. Hace tiempo que el mensaje ha sido aceptado y su ámbito de aceptación se amplía con el paso del tiempo. Esto me proporciona una mayor satisfacción porque creo que el hombre sólo puede escapar de la grave situación en la que se encuentra, enfrentándose a la amarga verdad de que “El error, querido Brutus, no está en las estrellas sino en nosotros mismos...”. Me acuerdo aquí de una antigua fábula contada por el difunto Rudyard Kipling en una asamblea en Londres. Según recuerdo, iba como sigue:

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Prefacio a la edición de 1945

Los jóvenes dioses habían infringido la ley sagrada y estaban esperando juicio en la Gran Sala del Destino. El dios de mayor edad ponderó largamente un castigo apropiado y finalmente dio su veredicto. Pero los jóvenes dioses sólo se sonrieron los unos a los otros y no protestaron. Entonces el dios mayor rugió: “No os alegréis tanto. Sufriréis este castigo durante tiempo indefinido si no podéis descubrir el secreto para conseguir vuestra absolución. Pero os advierto que este secreto está bien escondido.”

A esto los jóvenes dioses clamaron: “¡Oh, el más misericordioso! ¿Dónde empezaremos a buscar? Los dioses lo saben todo. ¿Qué más debemos descubrir? Además, siendo dioses, ¿quién tiene un poder mayor que el nuestro para ayudarnos? ¿Seguro que nuestro crimen merece un castigo tan severo?” En esto la Gran Sala coreó la risa del dios mayor. “El secreto no debe ser difícil de encontrar”, respondió. “Lo he escondido dentro de vosotros ¡Buscad ahí!” Y bramó riéndose de su propia broma.

Desde de publicarse este libro por primera vez, se han hecho innumerables referencias a la teoría y práctica en él defendidas, en libros, panfletos, informes científicos y cartas de agradecimiento. La variedad de los campos de referencia indica el amplio ámbito de aplicación posible. La lista siguiente es un breve resumen de algunas de estas referencias:

EN EDUCACIÓN

Profesor John Dewey: el Prefacio de este libro y las Introducciones a El El control consciente y constructivo y El uso de sí mismo.

Aldous Huxley: El fin y los medios, Ciego en Gaza.

P. B. Ballard, M.A., El ABC del Álgebra, Cosas que no puedo olvidar.EN MEDICINA

J. E. R. McDonagh, F.R.C.S.: La naturaleza de la enfermedad.

Peter Macdonald, M.D.: Discurso presidencial en la filial de Yorkshire de la Asociación Médica Británica, en el British Medical Journal de diciembre de 1926.

A. Rugg-Gunn, F.R.C.S.: F. Matthias Alexander y el problema del comportamiento animal.EN FISIOLOGÍA Y ANATOMÍA

G. E. Coghill, biólogo y profesor de Anatomía Comparativa; autor de Anatomía y los problemas del comportamiento (Cambridge). Véase la Valoración en La constante universal de la vida, por F. Matthias Alexander.

Andrew Murdoch, M.B., C.M.: La acción de los músculos suboccipitales. La clave de la postura, el uso y el funcionamiento.

Mungo Douglas, M.B.: Reorientación de la perspectiva sobre el estudio de la Anatomía.

EN DEPORTE

Sir E. Holderness: en una crítica de El control consciente y constructivo del individuo, muestra la aplicación de la técnica al golf.

John Duncan Duncan: El control consciente en el golf.EN QUÍMICA

Thomas D. Hay, B.A., M.Sc.: Discurso presidencial, “Algunos logros de los químicos”, dirigido a los miembros del Instituto Químico Sudafricano.

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Prefacio a la edición de 1945

EN SOCIOLOGÍA

Anthony M. Ludovici: El hombre: un proceso y La verdad sobre el parto.

En 1937, diecinueve médicos distinguidos de la profesión médica inglesa, en las columnas del British Medical Journal, arguyeron que mi técnica debía ser incluida en el currículo de la formación de los estudiantes de Medicina.

El asunto tratado en este libro pavimentó el camino para el establecimiento de la escuela F. Matthias Alexander Trust Fund, en Kent, Inglaterra con el Conde de Lytton, K.G., Sir Linden Macassey, el Dr. Peter Macdonald y yo mismo como administradores. Debido a la guerra, la escuela y el personal estuvieron en América y gracias a la amabilidad de la Asociación Unitaria Americana su trabajo continuó en la Whitney Homestead, en Stow, Mass. La escuela volverá a abrir en Inglaterra en cuanto las condiciones lo permitan.

Estoy contento de poder nombrar entre aquellos que han estudiado la técnica conmigo como alumnos particulares, a los siguientes:

El Conde de Lytton; el profesor John Dewey; Sir Stafford y Lady Cripps; el Sr. Bernard Shaw y Sra.; el Sr. Aldous Huxley y Sra.; J. E. R. McDonagh, F.R.C.S.; el profesor G. E. Coghill; Lady Rhondda; P. B. Ballard, M.A.; Col. R. Smith Barry; A. Rugg-Gunn, F.R.C.S.; Peter Macdodnald, M.D.; Sir Richard Rees; Sir Linden Macassey; Sir Adrian Boult; el Sr. Robert Donat; la Srta. Marie Ney; el Dr. Andrew Murdoch; el Dr. Mungo Douglas y Sra.; el Dr. John Shirley, M.A., director de la escuela de King, Canterbury, Inglaterra; el difunto Arzobispo de Canterbury; el Reverendo J. H. Weatherall, M.A., director del Manchester College, Oxford.

A menudo se me ha hecho la pregunta: ¿Cuesta mucho tiempo aprender la técnica? Responder a esto de forma general es bastante difícil ya que en gran parte depende de la formación, las ideas y las creencias del alumno individual. Pero lo que escribí en 1910, sigue siendo cierto:

Es mi creencia, confirmada por la investigación y práctica de casi veinte años, que la herencia suprema del hombre de la guía-control consciente está al alcance de cualquiera que se tome la molestia de cultivarla. Que no es una doctrina esotérica o culto místico, sino una síntesis de proposiciones completamente razonables que pueden ser demostradas en pura teoría y verificadas en la práctica común...

Es esencial que las gentes civilizadas deberían comprender el valor de su herencia que surge del largo proceso de la evolución que les permitirá gobernar el uso de sus propios mecanismos físicos... Este triunfo no se conseguirá durmiendo, en trance, en sumisión, en parálisis o en anestesia, sino en una clara, abierta de miras, razonable, deliberada concienciación y comprensión de las maravillosas potencialidades poseídas por el género humano, la herencia trascendente de una mente consciente.

F. MATTHIAS ALEXANDER16 Ashley Place, Westminster, Londres

Prefacio a la primera edición de 1910Conté una vez entre mis amigos íntimos a un barquero conocido como el Viejo Sol o simplemente Sol entre sus familiares, sin el título ya que no era especialmente viejo. No podría decir si su nombre era una abreviatura de Solomon o no, ni si de serlo, su nombre era bautismal u otorgado más tarde como tributo a su indudable sabiduría. Pensaba que era posible que el nombre no fuera ninguna abreviatura, pues ciertamente describía el hábito de mi amigo de optimismo respecto al tiempo. Para el remero londinense que contemplaba dudosamente las condiciones meteorológicas en el alto Támesis, Sol era firme en su ánimo. Su certeza de que el tiempo aclararía y saldría el sol era tan inspiradora que el rostro pálido londinense se enfrentaba alegremente a la perspectiva menos prometedora y se lanzaba a su incierta carrera corriente arriba, flotando con alegre confianza en la infalibilidad de Sol. Pero para mí y para sus otros íntimos, clientes regulares cuya rutina no dependía de la suerte de un buen fin de semana, Sol tenía otro método. Como respuesta a la pregunta habitual, “Bueno Sol, ¿qué va a pasar?”, él primero miraría al

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Prefacio a la primera edición de 1910

cielo y luego colocándose al borde del muelle, estudiaría todo el horizonte comprendido en su ámbito de visión. Tras esta cuidadosa inspección, daría su opinión judicialmente y raramente fallaba en su pronóstico.

Encarándome a mis críticos, profanos y profesionales, de entrada deseo repudiar los métodos mediante los cuales Sol animaba al aficionado casual. No estoy profetizando ilimitado buen tiempo para todos, sin tener en cuenta las condiciones. En este volumen no se encontrará ninguna mención a caminos fáciles, panaceas o grandes remedios. He intentado en cambio, tratar a cada lector como Sol trataba a sus íntimos. He mirado al cielo y he examinado cuidadosamente el horizonte. Es cierto que he visto un ideal y la promesa de su realización; pero mis deducciones han sido establecidas mediante la paciente vigilancia de los signos que he estudiado con diligencia; si soy un optimista es porque veo la promesa del buen tiempo y no porque desee engañar al incauto. Y con esto abandono mi metáfora y paso al ejemplo práctico.

Sé que seré visto por muchos como un revolucionario y un herético, pues aunque mi teoría y práctica están fundadas en un principio tan antiguo como la vida del hombre, no están de acuerdo con la tradición que aún prevalece, ni siquiera con un desarrollo de ella. Pero al rechazar esta tradición estoy apoyado, felizmente, por algo más que una teoría no demostrada. Además no estoy solo en este terreno firme. Aunque mi teoría puede parecer revolucionaria y herética, es compartida por hombres de alcances en ciencia y medicina. A pequeña escala he hecho muchos conversos y ahora al dirigirme a un círculo más amplio me apoyo en el conocimiento de que lo que tengo que decir ya no será clasificado como una opinión aislada.

No es que haya dudado seguir ahora adelante, incluso sin haber tenido soporte. Durante los últimos trece años, he creado una consulta en Londres que ha alcanzado los límites de mi capacidad. Este trabajo no se ha hecho mediante ningún avance de una hipótesis vacilante. Me han enviado casos como resultado del fracaso de muchas clases de tratamiento, de curas de reposo, curas de relajación, hipnotismo, curaciones por la fe, educación física y las prescripciones médicas ordinarias; y en el tratamiento de estos casos, en mis propias observaciones y en la valoración de los mismos pacientes, he tenido abundantes oportunidades de demostrar para mi propia satisfacción que en su aplicación a las necesidades presentes, mi teoría ha soportado el examen de la consulta en toda circunstancia y condición.

Estoy bien dispuesto a admitir que los límites impuestos por el presente trabajo, lo hacen funestamente inadecuado; pero se me ha impuesto la necesidad de una cierta urgencia y he juzgado sensato describir mi argumento de una vez en lugar de esperar el momento en que estaré listo para publicar mi trabajo más ampliamente. Ciertamente, cuando pienso en el material que incluso ahora tengo a mi disposición, de la lista maravillosa y siempre creciente de casos ilustrativos que han pasado y aún están pasando por mis manos, me parece que este tratado preliminar bien podría crecer, como La rama dorada de Frazer, de un volumen a doce. No obstante, en el presente volumen debo confinarme a mí mismo al argumento primario y a indicar la dirección en la que podemos encontrar la perfección física. En el trabajo siguiente trataré de la evidencia detallada de la aplicación de mi teoría a la vida, de casos y curaciones, y toda la sustancia de la experiencia.

Y hay muchas razones por las que no debo dudar más tiempo en hacer mi apelación preliminar, siendo la principal el aterrador deterioro físico que puede ver cualquier observador inteligente que andando por las calles de Londres o Nueva York, por ejemplo, notará la forma y el aspecto de los individuos corrientes muestra de la multitud. Basta con los signos superficiales. ¿Qué es lo que no podemos inferir de las estadísticas? Para poner sólo tres ejemplos: ¿Qué hay sobre el desproporcionado e innegable aumento en los casos de cáncer, apendicitis y locura?1 Pues este incremento ocurre a pesar del hecho de que nos hemos tomado el

1 La siguiente tabla de “Estadísticas y tablas”, de Health and Social Welfare (1944-1945), editado por Lord Horder, es significativa en relación con esto:Tabla que muestra el incremento del cáncer en los últimos cien añosProporción de defunciones por millón de personas:1851-60: 326 | 1861-70: 396 | 1871-80: 484 | 1881-90: 610 | 1891-1900: 767 | 1901-10: 867 | 1911-20: 928 | 1921-30: 985 | 1931-40: 974

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Prefacio a la primera edición de 1910

tema muy en serio. Ahora no caería en la falacia habitual de post hoc ergo propter hoc, y diría que debido a que el incremento de estos males ha ido de la mano de nuestros esfuerzos por alcanzar el nivel mediante teorías de educación física, ejercicios de relajación, curas de reposo y hoc genus omne, por lo tanto, una cosa es el resultado de la otra; pero a falta de una prueba más definitiva del primer punto, mantengo que si los ejercicios de educación física, etc. hubieran hecho todo lo que se esperaba de ellos, debería considerárselos un fracaso total para detener los tres males que he enunciado.

¿Van entonces estos problemas aún a aumentar? ¿Vamos a esperar mientras el bacteriólogo investiga pacientemente la naturaleza de estas enfermedades, hasta que triunfantemente aísle algún germen característico y anuncie que aquí, finalmente, está el terrible bacilo del cáncer?2 ¿Estaríamos, incluso entonces, más cerca de una curación? ¿Podemos fiarnos de la inoculación e incluso si pudiéramos, cual sería el final? ¿Vamos a ser inoculados contra toda enfermedad conocida hasta que nuestros cuerpos se vuelvan esterilidades deprimidas y enervadas, incapaces de acción por su propia cuenta? Ruego por que no sea así, pues tal condición física implicaría una condición mental aún más penosa. La ciencia de la bacteriología tiene sus usos, pero son usos de investigación mejor que de aplicación. La bacteriología revela unos pocos de los agentes activos en la enfermedad, pero no dice nada sobre las condiciones que permiten a estos agentes volverse activos. Por tanto, yo veo ese instrumento maravilloso, el cuerpo humano, como la verdadera solución a nuestra dificultad, un instrumento tan inimitablemente adaptable, tan lleno de potencialidades maravillosas de resistencia y recuperación, que es capaz, cuando se usa apropiadamente, de superar todas las fuerza de la enfermedad que puedan ponerse en orden de batalla contra él.

Por ello no me dirijo a ninguna clase o sección de la comunidad. He intentado evitar en lo que sigue, en todo lo posible, toda terminología, todas las frases médicas o científicas y tecnicismos y hablar al público inteligente entero. Deseo que el modelo que aquí he bosquejado sea aplicado universalmente y no esté restringido para provecho de ningún cuerpo médico o de otro tipo. Deseo acabar con maestros como yo mismo. Mi lugar en la presente economía es debido a un malentendido de las causas de nuestra actual discapacidad física y cuando esta discapacidad sea finalmente eliminada, el médico especializado no tendrá lugar ni utilidad. Esto puede ser un sueño del futuro, pero su comienzo es ahora posible realizarlo. Cada hombre, mujer y niño posee la posibilidad de la perfección física; depende de cada uno de nosotros conseguirla mediante comprensión y esfuerzo personales.

F. MATTHIAS ALEXANDER16 Ashley Place, Westminster, Londres

Al lectorCon sentimientos confusos me he aventurado a imprimir las siguientes valoraciones de la tesis de la nueva y ampliada edición de mi libro, que ha sido publicada recientemente en América y que ha pasado a la segunda edición: gratitud intensa y abrumadora por los tributos más que generosos que demostrarán ser una inspiración para el futuro, a medida que avance por mi camino de búsqueda e investigación.

Como estamos sólo empezando a explorar un área del conocimiento muy valiosa, tal estímulo e inspiración son de gran ayuda.

Si como creo, tengo una filosofía de valor fundamental reducida a procedimientos prácticos que proporcionar a mi generación, que demostrará ser la clave de nuestra evolución futura, es de valor incalculable saber que uno está hablando a un mundo de pensamiento que está listo para recibirla y que está preparado para saltar las barreras de la opinión tradicional en su determinación por reclamar la libertad y verdad mundial.

2 Sin embargo, los investigadores casi unánimemente se inclinan ahora hacia la teoría de que la causa del cáncer es una proliferación mórbida de las células que no es debida a la influencia primaria o aislamiento de bacterias ajenas.

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Al lector

Además, estas diferentes valoraciones sirven para presentar la tesis general y los principios implicados desde diferentes ángulos y como esto debe resultar de ventaja explícita para mis lectores, soy de la opinión de que estoy justificado al adoptar la conducta inusual de colocar varias valoraciones en este trabajo, donde la costumbre sólo permite una.

Reivindico otra justificación debido al hecho de que confío en que éste es el momento psicológico para una apelación a la inteligencia razonada de la gran mayoría al observar nuestros métodos educativos del pasado y del futuro, para asegurar la adopción de un método educativo, en el sentido más amplio de la palabra, que es absolutamente fundamental.

Debemos terminar de una vez por todas con modelos educativos comprobados que han caído en descrédito y negarnos a tolerarlos en un nuevo disfraz; mucho menos someternos a la ignominia de ver a los niños de nuestro tiempo dedicar largas horas y añadir años al estudio de las partes que componen un sistema que nunca ha cubierto y nunca podrá, los requerimientos de una civilización satisfactoria y la reconstrucción venidera en todas las esferas de la actividad humana de la que no hay escapatoria.

Mi gran esperanza es que las discusiones y disquisiciones de este libro puedan indicar el camino claramente a los demás, que ellos puedan empezar en la buena senda que conduce a los pozos del conocimiento fundamental y seguir adelante a través de los aún inexplorados pero prometedores terrenos de la experiencia consciente, con la inalterable resolución de sostener un firme testimonio a La herencia suprema del hombre.

F. MATTHIAS ALEXANDERSeptiembre de 1918

Introducción del profesor John DeweyMuchas personas han señalado la presión que ha aparecido sobre la naturaleza humana en el cambio desde una etapa de salvajismo animal a la presente civilización. Me parece que nadie ha captado el significado, los peligros y las posibilidades de este cambio más lúcida y completamente que el Sr. Alexander. Su informe de las crisis que han sucedido a esta evolución, es una contribución a un mejor entendimiento de cada fase de la vida contemporánea. Su interpretación se centra principalmente en la crisis de la salud física y moral del individuo producida por el conflicto entre las funciones del cerebro y del sistema nervioso por un lado y las funciones de la digestión, circulación, respiración y el sistema muscular por el otro; pero no hay ningún aspecto del desajuste de la vida moderna que no reciba iluminación.

El franco reconocimiento de esta sanguinaria guerra en el mismo corazón de nuestra civilización no es agradable. Por esta razón raramente es afrontado en su totalidad. Preferimos tratar con sus incidentes y episodios como si fueran accidentes aislados y pudieran ser superados uno a uno aisladamente. Aquellos que han visto el conflicto casi siempre han propuesto como remedio ya sea el retorno a la naturaleza, una recaída a la vida simple, o sino la huida a alguna oscuridad mística. El Sr. Alexander expone el error fundamental de los métodos empíricos y paliativos. Cuando los órganos de cualquier estructura, sea fisiológica, mental o social, están desequilibrados, cuando están descoordinados, los intentos específicos y limitados de curación sólo utilizan los mecanismos ya descompuestos. Al “mejorar” una estructura orgánica, producen un desajuste compensatorio, generalmente más sutil y más difícil de tratar, en cualquier otro sitio. Los inclinados al ingenio tendrán poca dificultad en hacer un paralelismo a la crítica del Sr. Alexander de los “métodos de educación física” en cualquier campo de nuestra vida económica y política.

El aspecto esencial de la filosofía del Sr. Alexander aparece en su crítica a la vuelta o recaída a las condiciones más simples de las que el hombre civilizado ha

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Introducción del profesor John Dewey

partido. Todos esos intentos representan un intento de solución mediante la abdicación de la inteligencia. En efecto, todos ellos argumentan que debido a que los diferentes males han acontecido mediante el desarrollo de la inteligencia consciente, el remedio es dejar dormir a la inteligencia, mientras las fuerzas pre-inteligentes de las que esta surgió, hacen su trabajo. Las trampas en las que caen usualmente las referencias al inconsciente y al subconsciente, no existen en el tratamiento del Sr. Alexander. Él da a estos términos un significado definitivo y real. Expresan confianza en la primitiva mente de la sensación, la irreflexión en contra de la confianza en la mente reflexiva. El Sr. Alexander ve el remedio, no en una fútil abdicación de la inteligencia para que las fuerzas inferiores puedan funcionar, sino en llevar más lejos el poder de la inteligencia, en convertir su función en una de control positivo y constructivo. Como profano, soy incompetente para juzgar la técnica particular con la que él proporcionaría el control de la inteligencia sobre el organismo corporal para así, no meramente curar sino prevenir la multitud de enfermedades de ajuste presentes. Pero él no se detiene en una piadosa recomendación de tal control consciente; él posee y ofrece un método definitivo para su realización e incluso un profano puede testificar, como yo estoy encantado de hacer, la eficacia de su trabajo en casos concretos.

No restaba al autor de estas páginas más que elogiar el autodominio o autocontrol. Pero esos elogios demasiado frecuentemente se han quedado en la etapa exhortatoria o moralista. El Sr. Alexander ha desarrollado un procedimiento definitivo, basado en el conocimiento científico del organismo. El miedo popular a todo aquello que suene a materialismo ha puesto una pesada carga sobre la humanidad. Los hombres tienen miedo, sin siquiera darse cuenta de su miedo, de reconocer la más maravillosa de todas las estructuras del vasto universo: el cuerpo humano. Se les ha conducido a pensar que una observación y atención serias implicaría de algún modo una deslealtad hacia la vida superior del hombre. La discusión del Sr. Alexander respira veneración por este maravilloso instrumento de nuestra vida, la vida mental y moral, al igual que esa vida que algo insensatamente llamamos corporal. Cuando tal actitud religiosa hacia el cuerpo se vuelva más general, tendremos una atmósfera favorable para asegurar el control consciente que es preciso.

Todo este libro trata sobre la educación en su sentido más amplio. Pero el autor de estas líneas estaba especialmente atraído, naturalmente, por los pasajes en los que el Sr. Alexander toca los problemas de la educación en su sentido más restringido. El significado de sus principios en ningún sitio aparece mejor que en sus críticas a las escuelas represivas por un lado y a las escuelas de “libre expresión” por el otro. Él es consciente de las perversiones y distorsiones que surgen de esa supresión antinatural de la infancia que demasiado frecuentemente pasa por formación escolar. Pero él es igualmente consciente de que el remedio no se buscará mediante una reacción ciega con la abolición de todo control excepto uno como el que puede proporcionar el capricho del movimiento o el accidente del ambiente. Se deduce que en este país el Sr. Alexander ha conocido un tipo extremadamente raro de escuela de “auto-expresión”; pero todo aquel interesado en la reforma educativa puede recordar bien que aquella libertad de acción física y libre expresión de la emoción son medios, no fines y que como medios sólo están justificados en tanto en cuanto se utilizan como condiciones para el desarrollo del poder de la inteligencia. La substitución del control mediante la autoridad externa por el control mediante la inteligencia, no el principio negativo de no-control o el principio espasmódico del control mediante arrebatos emocionales, es la única base sobre la que la educación reformada puede construirse. Llegar a poseer la inteligencia es el único título humano para la libertad. La espontaneidad de la infancia es una cosa deliciosa y preciosa, pero en su forma cándida original está condenada a desaparecer. Las emociones se vuelven sofisticadas excepto si se vuelven instruidas y la manifestación de emociones sofisticadas en ningún sentido es genuina auto-expresión. La verdadera espontaneidad no es un derecho de nacimiento de ahí en adelante, sino el último término, la conquista consumada de un arte: el arte del control consciente, a cuyo dominio el libro del Sr. Alexander tan convincentemente nos invita.

JOHN DEWEY

Réplica del profesor John Dewey a una críticade La herencia suprema del hombre en The New Republic, 11 de mayo de 1918

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Réplica del profesor John Dewey a una crítica

Señor,

La crítica de “R. B.”3 a La herencia suprema del hombre del Sr. Alexander, exhibe tal ingenuidad en evadir la percepción de sus puntos significativos, que parece que vale la pena hacer una aclaración para la protección de los lectores que podrían, en caso contrario, desorientarse. El libro del Sr. Alexander no trata de enseñar ninguna filosofía instrumental, pragmática o evolutiva, dentro de la cual se abriga una intuición personal o una destreza personal casi mágica. Su discusión crítica es que las enfermedades remediables que la humanidad sufre en el lado físico (con las enfermedades intelectuales y morales resultantes), son debidas a la disociación de las estructuras nerviosas y funciones “superiores” (aquellas que están en la base de nuestra vida consciente) de las “inferiores” (aquellas implicadas en la ejecución de las posturas y movimientos corporales.) Dicho de forma ordinaria, las últimas representan nuestra herencia animal, los “instintos”, que han sido convertidos en nuestros ademanes y actos habituales (el “subconsciente”) sin percepción ni control conscientes. Las primeras representan los añadidos distintivamente humanos actualizados, nuestra civilización adquirida. El Sr. Alexander sostiene que nuestra educación, que incluye naturalmente infinitamente más que nuestra escolarización, ha procedido como si los centros de la actividad consciente meramente se hubieran sobrepuesto a las estructuras neuromusculares que representan nuestra herencia de los animales inferiores. Como resultado tenemos males que son desconocidos para los animales y para el salvaje cuyos logros no se han vuelto suficientemente complejos como para contrarrestar las funciones animales. Pero las personas civilizadas, especialmente los intelectuales y las personas especializadas que son líderes, cultivan sus “cerebros” como si estuvieran separados del resto del cuerpo. Mientras tanto, las coordinaciones musculares o los hábitos se forman bajo las nuevas condiciones de la civilización. De ahí que no trabajen en su estado natural ni con la ventaja del control de la inteligencia, el funcionamiento de los centros superiores. El resultado neto, en la discusión del Sr. Alexander, es el mayor número de desórdenes físicos que se infligen a sí mismos exclusivamente sobre el hombre civilizado y el mayor número de neurosis que se expresan a sí mismas en enfermedades intelectuales y morales. La demanda es barrer y tan simple como es barrer.

El principio positivo del Sr. Alexander es, en efecto, una educación que integrará las funciones ahora tan desastrosamente divididas. El principio es experimental; puede ser defendido y hecho inteligible en un libro; la demostración está en hacerlo. La idea que el lector puede extraer del libro no será más que una más o menos clara “intuición”. Como “R. B.” dice, lo que es una intuición con el Sr. Alexander es insinuar que él es o bien el más auto-engañado de los mortales o que es un deliberado charlatán de primera magnitud. El talento que presenta un principio que reclama ser uno de control consciente, como si fuera un asunto de intuición personal, no es un talento que yo envidie a “R. B.”

Con los adultos, la integración conseguida por la técnica bajo la dirección del Sr. Alexander es obviamente una reeducación que es sobre todo un remedio y más o menos paliativa. Con las siguientes generaciones puede, según el grado con que sea utilizada con los niños, volverse positiva y constructiva. Si el Sr. Alexander se equivoca, el nombre dado a la etapa de la humanidad que finalmente se produciría no tiene trascendencia. Si tiene razón, el cambio sería tan grande que la etapa introducida en la historia de la humanidad sería de tal crucial trascendencia, que el uso de la palabra evolución en relación con esto es a lo sumo un mero asunto de gusto literario.

“R. B.” dice que la tarea sugerida es “un poco aterradora” que “si la escuela debe esperar hasta que cada uno de sus niños haya aprendido la guía-control consciente, el siguiente paso en la evolución se retrasará mucho”. Sería difícil de encontrar un tributo mayor a la integridad del método del Sr. Alexander que el transmitido por esta confesión inconsciente. Marca la diferencia entre la confianza en algún modelo de magia y la más que un “poco” aterradora tarea a la que se enfrenta el hombre si su civilización no ha de terminar en tragedia. Ciertamente, uno de los principales efectos de la familiaridad con el método del “control consciente” es hacer que uno se dé cuenta del carácter superficial y demasiado apresurado de los métodos en los que confiamos y la correspondiente importancia

3 Randolph Bourne

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Réplica del profesor John Dewey a una crítica

de un método fundamental de educación, uno que a lo largo de lentas generaciones integrará en armoniosa coordinación nuestra herencia animal y nuestras distintivamente capacidades humanas de inteligencia. [Véase la crítica de Randolph Bourne en el Apéndice G.]

JOHN DEWEY

Otra carta del profesor John DeweyLo que el Sr. Alexander llama control consciente no tiene consultamente nada en común más que el nombre, con lo que usted asocia con control consciente. ¿Se imagina, por ejemplo, que los alemanes o cualquier otra nación hubieran estado utilizando realmente el método del Sr. Alexander antes de la guerra? Perdóneme por repetir que sólo una casi increíble desviación podría haberle permitido escribir como si la cosa que usted está objetando tuviera algo que ver con la teoría y consulta del Sr. Alexander; tan completa es su teoría como lo es para el control consciente la teoría de su propia técnica. Si usted se dijera a sí mismo que lo que usted objeta como control consciente es simplemente una faceta de lo que el Sr. Alexander está atacando como anormal, es decir, el aislamiento de los centros superiores o “intelectuales”, si usted viera que para él el control consciente implica íntegramente control mediante percepciones sensoriales que se han vuelto habitualmente normales y que de hecho, lo que usted llama control consciente es para él principalmente una parte de la gestión de conseguir una percepción sensorial reeducada, usted podría conseguir la actitud correcta para entenderle, suponiendo que usted desee estudiar el libro y su trabajo con más cuidado. “Sensorial” se utiliza aquí para expresar, naturalmente, todos los datos inmediatos de los órganos corporales, “sensaciones orgánicas”, así como las cenestesias generales. Si acepta la teoría de las emociones de William James, será capaz entonces de ver la amplitud con la que, si la técnica del Sr. Alexander es seria, sería completamente imposible que hubiera control consciente (en este sentido) y que los impulsos de los que usted habla permanecieran incontrolados o la actitud hacia la vida, la libertad y la persecución de la felicidad siguieran sin verse afectadas.

Otra forma de llegar a ello es darse cuenta de que en lugar de ser un psicoanálisis inverso, su método es un psicoanálisis completo, completado al tener situada su base orgánica bajo un “psíquico” paralelo meramente flotante y al ser trasportado de lo negativo a lo positivo. Todos los complejos “psíquicos” tienen su base en descoordinaciones y tensiones orgánicas, con flojedades compensatorias y su técnica permite resolverlas y desenredarlas, reduciendo la técnica actual del psicoanálisis a un acompañamiento accidental, y cortando con el elaborado disfraz ritualista con el que los psicoanalistas actuales han sido obligados a rodear su método. Además, la técnica del Sr. Alexander desenreda los retorcimientos y complejos mediante un proceso de reemplazo positivo en el que se construyen las coordinaciones firmes con sus correspondientes alteraciones en los datos sensoriales y emocionales habituales, mientras que a lo sumo los psicoanalistas meramente desatan un nudo y dejan inalteradas las causas orgánicas que lo producen. Insisto en este punto porque antes de que yo mismo recibiera clases, aunque había hablado con él, leído su primer libro y miembros de mi familia habían dado muchas clases, yo argüía contra lo que me parecía un prejuicio por su parte contra el psicoanálisis, en el supuesto de que su método en principio era similar. Sólo después de haber tenido demostración experimental vi cuan completamente acertado estaba él al decir que el método de los psicoanalistas era negativo y dejaba el asunto del paciente igual, pero en otra forma; de hecho, la propia doctrina de la transferencia del psicoanálisis es una admisión inconsciente del hecho; no es posible ninguna “transferencia” con el método del Sr. Alexander.

He escrito con bastante extensión, aunque me doy cuenta de que para usted esto es probablemente una cuestión de argumentación y opinión, mientras que con el Sr. Alexander y aquellos que han tenido la buena fortuna de introducirse en su principio o método, es una cuestión de pura realidad; él es la única persona que yo he conocido o de la que he sabido, que sabe de lo que está hablando en el sentido en el que un ingeniero competente sabe cuando está hablando sobre su especialidad.

JOHN DEWEY

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Otra carta del profesor John Dewey

22 de mayo de 1918

Valoración del profesor Frank GrangerDr. en Letras, M.A., Londres, profesor de Clásicas y Filosofía

Una de las necesidades más urgentes de nuestro tiempo es un análisis profundo de las causas que determinan los movimientos habituales de los seres humanos. En ausencia del conocimiento adecuado en este campo, el terreno queda abierto para ensayos empíricos y unilaterales para remediar las molestias obvias del curso normal del desarrollo humano. Ciertamente, el Sr. Alexander está implicado en la frontera que separa y une a la vez los procesos mentales y fisiológicos.

Dejando por el momento los procesos fisiológicos fuera de consideración, he quedado muy impresionado por lo que me parece una contribución muy valiosa a la Psicología: una contribución de lo más necesaria porque si el Sr. Alexander está trabajando en la línea correcta, debemos detener a aquellos que, bajo diferentes banderas y pretextos, han estado eliminando recientemente de la educación el elemento del control consciente. El Sr. Alexander ha acumulado una gran provisión de experiencia y me parece que ha tenido un éxito singular en dar una expresión clara a los importantes resultados que se le han revelado por sí mismos. El psicólogo profesional puede objetar algunas de las premisas del autor, pero he aprendido tanto del análisis del Sr. Alexander de casos especiales, que estoy deseoso de la amplia circulación de este original y excelente trabajo.

FRANK GRANGER

Extracto de un artículode The Expositor, septiembre de 1918, por el profesor Frank Granger, Dr. en Letras

“Cristo en medio de vosotros, es la esperanza de la gloria” (Colonenses I. 27), da la nota de un principio interior imperante. Los efectos de tal principio están descritos en un trabajo que acabo de tener la suerte de leer, La herencia suprema del hombre, de F. Matthias Alexander. El autor describe los efectos saludables sobre la salud mental y corporal que siguen a la sujeción de los hábitos humanos al autogobierno...

Me ha ayudado a entender cómo la figura del Cristo interior ha hecho milagros curativos a través de toda la historia cristiana.

FRANK GRANGER

Valoración del Reverendo J. H. Jowett, M.A., D.D., Dr. en Derecho.Creo que el Sr. Alexander nos ha proporcionado un trabajo de valor raro y original. Su filosofía desvela una liberación del subconsciente inculto y no-inteligente del que todos estamos más o menos esclavizados y abre completamente la expectativa de un subconsciente ilustrado gracias a la ayuda de la guía-control consciente.

La filosofía del Sr. Alexander me parece completamente sólida. No cuelga del aire: se mueve sobre la tierra. Él muestra como puede ser dirigida para la reeducación de aquellos cuya vida subconsciente es una creación ciega. Pero aún más lejos, la aplica a la educación de los jóvenes antes de que esas perversidades hayan crecido; y no puedo sino pensar que la amplia aceptación de sus principios revolucionaría la primera formación en nuestras escuelas. Aquí, a cualquier nivel, hay una exposición muy atrayente de una teoría y método que redimiría al individuo del dominio de fuerzas no-inteligentes en su propia vida y llevarían a mente y

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Valoración del Reverendo J. H. Jowett, M.A., D.D., Dr. en Derecho.

cuerpo a la salud coordinada del compañerismo. Es un libro muy iluminador y abunda en visión y sugestión consulta.

J. H. JOWETT

Valoración del profesor H. M. Kallenpublicada en The Dial, 6 de junio de 1918

Naturaleza y civilización son nombres. Naturaleza corresponde a las condiciones de la vida humana que encontramos; civilización, a las condiciones de la vida humana que creamos. En ninguna somos particularmente afortunados o estamos particularmente cómodos. Pues la civilización es la aventura de una carrera intentando escapar de la naturaleza y la naturaleza es la meta de una carrera en busca de la liberación de la opresión de la civilización. “La vuelta a la naturaleza” es el recurso universal, empleado incluso por los alemanes y nadie venera más sus propias kultur-toxinas. Existe un ampliamente extendido y prestigioso evangelio de la vida recopilado en esta máxima; y sus apóstoles varían desde el predicador Wagner, famoso por su promulgación de “La Vida Simple”, pasando por el piadoso Tolstoy, famoso por su consulta de ella, hasta el profeta Edward Carpenter, famoso por su definición de su rectitud. El título de la definición del Sr. Carpenter es, ciertamente, definitivo en la condena del mundo hecho por el hombre: “Civilización, su Causa y Cura”.

A la fraternidad de Wagner, Tolstoy y Carpenter puede añadirse a F. Matthias Alexander. A las diferencias del predicador, el piadoso y el profeta debe añadirse la del científico. Pero donde sus predecesores ven la cura de la civilización en su abandono, el Sr. Alexander ve la cura en un control creciente del organismo humano trabajando en este.

La teoría y práctica del Sr. Alexander tiene, en muchos sentidos, un parecido sorprendente con la de Freud. De hecho, puede decirse que el Sr. Alexander trata el cuerpo como Freud trata la mente.

El trabajo de los dos hombres me parece a mí suplementario y no estoy seguro de que el de Alexander no sea más fundamental.

Las observaciones en las que basa su trabajo son, brevemente, estas: el cuerpo humano es un organismo que posee una herencia antigua inconcebible de adaptaciones a condiciones de vida que sólo se encuentran en la naturaleza. Las respuestas instintivas del cuerpo (sus posturas, ademanes, ajustes; como anda, se sienta, corre, espera, mueve el tronco y los brazos, etc.) son respuestas coordinadas con las condiciones a encontrar sólo en un mundo muy primitivo, en el que la actividad corporal irreflexiva está al máximo y el pensamiento al mínimo. El crecimiento del cuerpo no se llevaba bien con las complicaciones del sistema nervioso. Las complicaciones del sistema nervioso significaban la llegada del pensamiento y la emergencia de un mundo nuevo y humano, el mundo de la civilización. Pero los órganos físicos con los que emitimos y obedecemos el pensamiento, son los antiguos órganos animales de la expresión del instinto, los impulsos y el apetito. Estos órganos no encajan bien en un mundo de libros, pupitres, rascacielos, máquinas y bebidas. Los órganos físicos con los que emitimos y obedecemos el pensamiento no están en su mayoría preparados para responder a las evocaciones de posturas, maneras y movimientos que son signos de conciencia y respuesta social. Las posturas y movimientos del soldado, el maquinista, el granjero, el oficinista y la mujer educada son desviaciones y lesiones de sus cuerpos. Difícilmente hay un hombre o mujer en el mundo civilizado cuya eficiencia no sea inferior, cuya energía no se malgaste, cuyo sistema físico no esté en lucha: “la escena de una guerra civil y el corazón, pulmones y otros órganos semiautomáticos están en un estado de perpetuo reajuste oponiéndose las condiciones”, aquellas de la naturaleza y de la civilización.

El efecto es un agotamiento creciente de la vida nerviosa del género humano civilizado: derrumbamientos, histerias, lesiones y charlatanerías como la educación física, osteopatía y curaciones mentales que aspiran a remediar estas condiciones, pero que fracasan en la carrera. La causa de su fracaso es que ellas afectan a los

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Valoración del profesor H. M. Kallen

síntomas y no a las causas. Y las causas aquí son los conflictos dentro del organismo mismo, conflictos generados por las direcciones opuestas de la acción en las condiciones de la vida misma. Una salida sería el abandono de la civilización, como Tolstoy y Carpenter sugieren. Pero eso no es ni factible, ni valiente, ni deseable. En la mente que ha creado la civilización, el hombre posee un instrumento infalible para la corrección de estos males. La salida es la reintegración de la acción corporal mediante el control consciente.

Sin embargo, alcanzar este control requiere un largo proceso de reeducación. Una experiencia clínica de más de veinte años ha convencido al Sr. Alexander de que la mayoría de la gente es víctima de lo que él brillantemente llama “cinestesia pervertida”. La gente tiene una sensación de comodidad o ajuste físico que es habitual y fijo. Esta sensación fija el modelo de su postura. Además, desde el punto de vista de la corrección, la sensación de comodidad y facilidad puede acompañar a la postura más perjudicial. Entonces, en términos de la organización mecánica del cuerpo, hay una posición que es la posición de “ventaja mecánica”, aunque debido al mal entrenamiento y al hábito de estar de pie mucho tiempo, esa posición puede al principio hacer que el sujeto se sienta como si estuviera desajustado. Por lo tanto, el reajuste de los órganos en términos de la posición de “ventaja mecánica” y la consecución de una nueva cinestesia son básicos para el manejo del cuerpo con la máxima ventaja en todas las actividades de la vida. La guía y el control conscientes lo harán; y como el profesor Dewey dice [en la Introducción], el Sr. Alexander “posee y ofrece un método definitivo para su realización”.

H. M. KALLEN

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La Herencia Suprema del Hombre

LA HERENCIA SUPREMA DEL HOMBRE

1ª parte: La herencia suprema del hombre

1.1 Desde las condiciones primitivas hasta las necesidades actuales

Nuestros contemporáneos de esta y de la nueva generación, parecen estar difícilmente al tanto de que estamos siendo testigos del último acto de un largo drama, tragedia y comedia a la vez, que está siendo representado silenciosamente, sin fanfarria de trompetas ni redoble de tambores, ante nuestros ojos en el escenario de la historia. Sea lo que fuere proveniente de los bárbaros, la cortina debe pronto descender para siempre sobre la barbarie.

JAMES G. FRAZER, La rama dorada.

El largo proceso de la evolución todavía se mueve silenciosamente hacia su desconocido final. Contienda y miseria, la dura lucha por la existencia trabajando con buena imparcialidad, eliminan implacablemente al débil y al deficiente. Se desarrollan nuevas variedades y las antiguas que ya no se adaptan se extinguen y así la vida, luchando por la vida, progresa hacia una sublimación que no podemos prever. Pero en algún periodo de la historia del mundo, un vástago de un tipo dominante empezó a desarrollar nuevos poderes que estaban destinados a cambiar la faz de la Tierra.

Especulaciones sobre qué influenció primero ese extraño y maravillosos desarrollo, no son de la competencia de este tratado; pero de pasada señalaré que la teoría y consulta de mi sistema no están influenciados por ninguna religión ni escuela filosófica particular, sino que en cierto sentido podría decirse que las abarca a todas. Cualquiera que sea el nombre que demos al Gran Origen del Universo, en palabras de un amigo mío, “todos podemos estar de acuerdo (...) en que queremos decir lo mismo, a saber, ese alto poder dentro del alma del hombre que le permite querer, actuar o hablar, no de cualquier manera sino sujeto a una Autoridad invisible y que lo abarca todo”. El nombre que demos a esa Autoridad no afectará de ningún modo los principios que voy a establecer. Al suscribirse a ellos, los mecanicistas podrán seguir conservando su creencia en la teoría de las reacciones químicas al igual que los cristianos su fe en el Gran Redentor. Pero fuera lo que fuera lo que indujo la aparición de estos nuevos poderes en el hombre, sostengo que poseen extrañas potencialidades y entre otras, la que ahora inmediatamente nos concierne es la de contrarrestar la misma fuerza de la evolución.

Verdaderamente, es éste a la vez el mayor triunfo de nuestro crecimiento intelectual y el peligro auto-generado que nos amenaza desde dentro. El hombre ha crecido por encima de la naturaleza, ha modificado las circunstancias según su voluntad y ha competido contra la poderosa fuerza de la evolución. Ha espiado en el gran taller e interferido con la maquinaria, esforzándose en hacerse el amo de su acción y en controlar el trabajo de las partes que la componen. Pero la maquinaria ha resultado ser demasiado intrincada para su completa comprensión. Ha aprendido gradualmente los usos de unas pocas partes que él es capaz de manejar, pero que sólo son una pequeña fracción del total.

¿Cuál es entonces la posición del hombre hoy día y cuál es su riesgo? Su posición es la siguiente. Al emerger de su enfrentamiento con la naturaleza, ha dejado de ser un animal natural. Ha desarrollado curiosos poderes de discriminación, de elección y de construcción. Ha cambiado su medio ambiente, su comida y su manera de vivir. Ha indagado en las leyes que gobiernan la herencia y en las causas de la enfermedad. Pero este conocimiento aún es limitado y su emergencia incompleta. El poder de la fuerza que conocemos como evolución aún lo mantiene encadenado, aunque él ha aflojado sus ataduras y podrá finalmente liberarse a sí mismo del

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Desde las condiciones primitivas hasta las necesidades actuales

todo. Entonces llegamos al riesgo del hombre.

La evolución, un término que utilizamos aquí y en todo lo relacionado con esto para indicar la acción de la selección natural y todo lo que conlleva, tiene dos funciones claramente definidas; con una de ellas desarrolla, con la otra destruye. Mediante una acción infinitamente lenta ha desarrollado maravillas como el ojo y la mano humanas; mediante un proceso en cierto modo menos tedioso, permite desaparecer a cualquier órgano que se haya vuelto inútil, como el ojo pineal (en proceso), el apéndice vermiforme y, posiblemente en el futuro, los dientes y el cabello.

Gracias al cambio que ha efectuado en su modo de vida, el hombre ya no depende necesariamente de su organismo físico para obtener sus medios de subsistencia y en los casos en los que todavía depende de ello, como el agricultor, el artesano y otros que se ganan la vida mediante labores manuales, emplea sus músculos de una forma nueva, en repeticiones mecánicas del mismo acto o en modos de trabajo que están bien lejos de aquellos necesarios en las condiciones primitivas. En cierto modo, el tipo físico que representa la población rural está, en mi opinión, incluso más degenerado que el tipo que encontramos en las ciudades y mentalmente no pueden ni compararse. La verdad es que el hombre, tanto si vive en la ciudad como en el campo, ha cambiado su hábitat y con él sus hábitos y con ello se ha expuesto a sí mismo a un nuevo peligro, pues aunque la evolución puede ser cruel en sus métodos, es la crueldad de una disciplina sin la cual nuestros cuerpos se vuelven blandos, nuestros músculos se atrofian y nuestras funciones se desajustan.

El antagonismo de consciente como opuesto a selección natural4 ha existido durante muchos miles de años; pero únicamente dentro del último siglo, el efecto sobre la constitución del hombre se ha vuelto tan marcado que el riesgo de deterioro o decadencia ha llamado la atención, no sólo de los observadores científicos sino también del individuo inteligente medio. No es necesario examinar la historia para encontrar una razón para esta comparativamente repentina verificación de la incapacidad física. Brevemente, la civilización de los últimos 100 años no puede compararse a las muchas que la han precedido, pues no ha estado confinada a una única nación o imperio. En la antigua historia del mundo, una civilización intelectual como la egipcia, persa, griega o romana, desaparecía por causas internas de las cuales la principal fue un cierto deterioro moral o físico, que llevó a la nación a una lucha desigual con otros pueblos más jóvenes, más vigorosos y (esto es importante) más salvajes, más naturales. Por eso tenemos buenos motivos para creer que el peligro que hemos indicado, aunque todavía incipiente, fue una causa determinante en la decadencia de civilizaciones pasadas. Pero no debemos pasar por alto el hecho de que las guerras destructivas y las plagas devastadoras tuvieron importancia en la historia primitiva del género humano y, mientras las últimas actuaron como un instrumento de evolución destruyendo al débil, las primeras al reducir la población, cargaron de iniciativa y energía al resto, que necesitó utilizar cualidades físicas activas en el negocio de todo tipo de producción.

Ahora las condiciones han cambiado. Grandes logros científicos en todos los campos que nunca antes se habían conocido, han combatido y probablemente vencerán en el futuro las enfermedades devastadoras que han diezmado las poblaciones de las ciudades, mientras un ideal ético más alto tiende constantemente a oponerse a la barbarie horrible y repugnante de la guerra que, con la propagación de la civilización incluso hacia los pueblos de oriente, se vuelve para nuestros sentimientos cada vez más fratricida, una lucha de hermano contra hermano.

Hace cien años, Malthus, un profeta o quizá un vidente, reconoció nuestro riesgo y en el último cuarto de siglo, una docena de teóricos han propuesto remedios menos severos que aquellos defendidos por Malthus, pero casi igualmente fútiles. Entre los teóricos están aquellos, quizá inconscientemente reaccionarios, que abogan por la vida simple mediante el retorno a la comida y condiciones naturales, de inacabables maneras diferentes. Para ellos, en su búsqueda de alimentos y

4 Sin embargo, en relación con esto debería quedar claro que ciertas leyes de selección natural deben siempre perdurar y no sería prudente alterarlas incluso si fuera posible. Por ejemplo, puede citarse esa curiosa ley que ordena la atracción de los opuestos en el emparejamiento y así mantiene el promedio natural. La atracción que cierto tipo de mujer siente por cierto tipo de hombre y viceversa, es en mi opinión una ley fundamental y cualquier intento de regularla sería dañino para la raza. Este, sin embargo, no es un argumento contra la regulación o prevención de matrimonios entre los física o mentalmente discapacitados.

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Desde las condiciones primitivas hasta las necesidades actuales

condiciones naturales, señalaremos que incontables generaciones nos separan del hombre primitivo, un lapso de tiempo durante el cual nuestras funciones se han ido adaptando gradualmente a hábitos y entornos nuevos y que si fuera posible por acuerdo universal de los pueblos de Europa volver instantáneamente a los métodos de vida primitivos, el efecto no sería menos desastroso que el proceso inverso, la zambullida repentina en nuestra civilización de las tribus salvajes, por poner sólo uno o dos ejemplos recientes, los aborígenes de Norteamérica, Nueva Zelanda y Japón (las tribus Ainu) que se han extinguido o están a punto de extinguirse.

En relación con esto, cuando entonces señalamos el poder del hombre para adaptarse, el énfasis se pone en la lentitud con que esta adaptabilidad pasa a nuestros descendientes y en la permanencia relativa de los nuevos poderes adquiridos. Para nuestro propósito, el argumento sigue siendo bueno ya que admitimos o negamos la herencia de las características adquiridas, siendo nuestra opinión que en cualquier caso, el proceso es necesariamente lento aunque sea claramente más rápido si la hipótesis es cierta.5

El hombre pasó de la etapa salvaje a la civilizada, como digo, tan lentamente que el paso en las etapas primitivas no provocó dificultades ni cambios suficientemente marcados como para obligarle a reconocerlo. En otras palabras, el sujeto de estos cambios no era consciente de ellos y el hábito de confiar en estas percepciones sensoriales (“sensaciones” o “sentido de la sensación”) dominantes por derecho propio en el estado salvaje o dirigidas subconscientemente, permaneció firmemente establecido en las experiencias civilizadas, por lo que el hombre hoy anda, habla, se sienta, está de pie y efectúa de hecho los innumerables actos mecánicos de la vida cotidiana, sin pensar en los procesos psíquicos y físicos implicados.

No es sorprendente que los resultados hayan demostrado ser insatisfactorios. Las malas consecuencias de un mal hábito personal no aparecen en un día o en una semana, sino quizá al cabo de un año, afirmación que también es cierta para los beneficios de un buen hábito. Los efectos de los hábitos raciales que estoy describiendo, han pasados desapercibidos durante incontables siglos. Pero en el último siglo, el perjuicio se ha vuelto tan marcado que su efecto, finalmente, nos ha forzado a prestarle atención. El fracaso de la guía subconsciente en la civilización moderna está ahora siendo admitido ampliamente y la consideración del hecho ha llevado a unos pocos a la conclusión lógica de que la guía-control consciente es el método para adaptarnos, no sólo a las condiciones presentes sino también a condiciones posibles cualesquiera que puedan aparecer. Hemos superado el estado animal en la evolución y nunca podremos volver a él.

Por estas razones se hace necesario, si fuéramos consistentes, rechazar de una vez por todas, cualquier propuesta de mejorar nuestro futuro bienestar, que tenga alguna posibilidad de ser descrita como reaccionaria. Incluso en este breve resumen de la historia del hombre, una tendencia permanece suficientemente clara, la tendencia al avance. Cuando aquel primer vástago de un tipo dominante empezó a desarrollar nuevos poderes intelectuales, se inició una forma que tanto podía progresar como perecer. El atavismo debe ser contraatacado por los poderes de la mente y la reacción es una forma de atavismo. Ningún regreso a las condiciones primitivas puede aumentar nuestro conocimiento del secreto de la fuente de la vida o ayudar a nuestra formulación de las leyes del mundo por cuyo entendimiento podemos esperar controlar el curso futuro del desarrollo.

Las potencialidades físicas, mentales y espirituales del ser humano son mayores de lo que nunca nos hemos imaginado, mayores quizá de lo que la mente humana en su etapa evolutiva actual es capaz de reconocer. Y la actual crisis mundial seguramente nos dota con evidencia suficiente de que los procesos familiares que llamamos civilización y educación por ellos solos no nos permiten alcanzar aquella herencia suprema que es el control completo de nuestras propias potencialidades. Una de las falacias más llamativas del pensamiento humano ha sido el intento de inaugurar reformas rápidas y de largo alcance en las esferas de actividad humana religiosa, moral, social, política, educativa e industrial mientras los individuos cuya ayuda podría poner en consulta y hacer efectivas estas reformas, han permanecido dependientes de la guía subconsciente con todo lo que eso connota. Tales intentos siempre han sido hechos por hombres o mujeres que

5 Para una mayor explicación de un aspecto de la herencia, véase el capítulo 1.6.

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Desde las condiciones primitivas hasta las necesidades actuales

ignoran casi por completo el principio fundamental que hubiera elevado tanto el nivel de evolución, que la gente a la que ellos desean imponer estas reformas podría haber pasado de un estado de desarrollo a otro, sin riesgo de perder su equilibrio mental, espiritual o físico.

Pues en la mente del hombre está el secreto de su habilidad para resistir, conquistar y finalmente gobernar las circunstancias de su vida y sólo mediante el descubrimiento de este secreto será capaz, incluso, de comprender por completo la condición perfecta de mens sana in corpore sano.

1.2 Los remedios primitivos y sus defectos

... Oyendo que Henry Taylor estaba enfermo, Carlyle se precipitó de Londres a Sheen con un frasco de medicina que había mejorado a la Sra. Carlyle, sin tener la menor idea de qué padecía Henry Taylor o para qué servía el medicamento.

BARON TENNYSON, Alfred Lord Tennyson - Una memoria

El riesgo de tal debilidad mental, nerviosa y muscular consecuencia de las condiciones resultantes del rumbo de nuestro desarrollo, ha sido ampliamente reconocido durante los pasados cincuenta años y debemos hacer un inciso un momento, para considerar ciertas fases de su tratamiento, como el indicado por los términos bien conocidos y ampliamente aplicados de “educación física”, “relajación” y “respiración profunda”.

Respecto a la “educación física”, debe entenderse con claridad que no me estoy refiriendo a ningún sistema o consulta concreta, sino que hablo en términos generales; términos que pueden aplicarse igualmente a las formas más primitivas de ejercicio de levantamiento de pesos, que a las series más elaboradas de evoluciones diseñadas para contrarrestar el efecto de una enfermedad particular. Para que mi aplicación del término no sea mal entendida, explicaré que donde escribo “educación física” entre comillas, significa que se trata de “una serie de ejercicios mecánicos, simple o complicada, diseñada para fortalecer una función corporal mediante el desarrollo de un conjunto de músculos o del sistema muscular completo”; pero cuando uso las palabras educación física tal cual y sin comillas, indico un sistema general para la mejora de la economía física completa mediante, únicamente, la coordinación y el control de todas las partes del sistema, excluyendo particularmente cualquier método que tienda a la hipertrofia de cualquier energía sin tener en cuenta el equilibrio de la totalidad.

En primer lugar y por lo que ya he dicho, se reconocerá que toda la teoría en la que se basa la actual “educación física” no es más que otro aspecto de aquel retorno a la naturaleza que hemos estigmatizado como una forma de atavismo. Es un intento de reforzar el nuevo traje de nuestro desarrollo intelectual forrándolo con el viejo tejido del llamado “ejercicio natural”. La “educación física” así definida es como puede denominarse al método obvio y poco inspirado que se presenta naturalmente a sí mismo, como un remedio para los males provenientes de una condición artificial. La lógica de esto es simplista y procede de la premisa mayor de que los defectos del cuerpo surgen de la falta de uso y del mal uso de músculos y energías en una civilización artificial, músculos y energías que en un estado natural serían requeridas continuamente para proporcionar la subsistencia.

De ahí parece claro argüir que si ideamos unos medios mecánicos artificiales para ejercitar esos músculos durante, digamos, una, dos o tres horas diarias, ellos recuperarán sus funciones naturales y así... No puede rellenarse la laguna satisfactoriamente. Si continuamos con la argumentación hasta su conclusión lógica, la falacia se hace evidente. Pues el método que surge de este argumento provoca una guerra civil dentro del cuerpo. No hay coordinación y el resultado debe ser la rivalidad. Finalmente, este punto quedará claro con un ejemplo que sirve para representar un caso típico y extendido, una alegoría más que un ejemplo especial de aplicación particular.

Tomemos por ejemplo el caso de Juan Pérez, cuyo trabajo lo mantiene encerrado de nueve de la mañana a seis de la tarde y le exige gran dedicación mental y

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Los remedios primitivos y sus defectos

nerviosa. Cuando cumple los treinta y cinco y posiblemente desde cinco o diez años antes, sufre de anemia, indigestión, debilidad nerviosa, laxitud, insomnio, debilidad del corazón y sólo el cielo sabe que otros problemas. Sus funciones corporales son irregulares, su sistema muscular está parcialmente atrofiado y no responde, sus nervios irritados y su condición general (no hay realmente un término mejor) "da brincos".

Debo añadir también que su mente es inoperante en muchos sentidos. Tiene una mala actitud mental hacia los actos físicos de la vida cotidiana. Para él, su cuerpo es un mecanismo cuyo intrincado funcionamiento nunca se ha parado a examinar, pero que utiliza o fuerza durante una serie de evoluciones de clase similar a aquellas que él siempre ha ejecutado según su propia experiencia. Cuando su mecanismo falla, debe ser forzado a funcionar de nuevo mediante tónicos y estimulantes o dársele un “descanso” seguido de una vuelta a los viejos métodos de propulsión.

No obstante, Juan Pérez que ya ha pospuesto demasiado tiempo su búsqueda de un remedio, finalmente hace un curso de “educación física” a pesar de que su tiempo está muy limitado y sus ejercicios se reducen a una o dos horas mañana y tarde. Primero él puede afirmar que siente un beneficio maravilloso y probablemente le recomienda a todo amigo con quien se encuentra en la ciudad que siga su ejemplo. Estoy bien dispuesto a conceder que Pérez puede beneficiarse, admitiré incluso que si continúa con su ejercicio es posible que pueda no caer de nuevo en el mismo estado de postración nerviosa en el que cayó originalmente, pero el punto que quiero dejar bien claro es que su cura no poseía en sí misma la facultad de la permanencia. Era meramente una chapuza o remiendo de la fábrica de su cuerpo. Pues si consideramos su caso desde un punto de vista puramente objetivo, podremos ver que Pérez intentaba desarrollar dos sistemas o modos de vida que no podían trabajar juntos armoniosamente en la naturaleza de las cosas. Por otro lado, durante dos, tres o cuatro horas diarias estaba ocupado en desarrollar mecánicamente su sistema muscular sin ninguna referencia a la manera en que él manejaba su máquina, estimulando y acelerando el aporte de sangre que así requería un aumento de oxigenación o un poder pulmonar reforzado; brevemente, estaba ejercitando aquellas funciones y energías que en una etapa primitiva hubieran sido reclamadas durante la mayor parte de su vida despierta para proveerle de comida. Por otro lado, en las restantes doce horas o cosa así, durante las cuales estaba ocupado en su profesión, con las comidas o leyendo, jugando juegos de sala o en ocupaciones sedentarias similares, se estaban descuidando los poderes que acaba de desarrollar y se estaba haciendo una demanda sobre las viejas energías y centros de control nerviosos. El cuerpo físico de Juan Pérez tenía entonces dos existencias, excluida la condición natural del sueño, una fieramente activa, muscular, dinámica, la otra sedentaria, nerviosa, estática.

Estas dos existencias no están relacionadas entre sí, son antagonistas; no se apoyan mutuamente, están en conflicto. El cuerpo de Juan Pérez se convierte en la escena de una guerra civil y el corazón, los pulmones y otros órganos semiautomáticos están en un estado de reajuste perpetuo. Tal condición no puede tender a la larga hacia la mejora del género humano como una totalidad.

Pues, como demostraré más tarde,6 en el caso de Juan Pérez y en todos los casos similares, la conciencia de la persona implicada no cambia respecto al uso del mecanismo muscular. Incluso si hiciera ejercicio seis horas diarias, al emprender de nuevo sus ocupaciones ordinarias, volverá inmediatamente a los mismos hábitos musculares que ya ha adquirido en relación con tales actividades. Pues está claro que Juan Pérez tiene una actitud mental equivocada hacia el uso de su mecanismo muscular en los actos cotidianos. Ha estado usando músculos para hacer un trabajo para el que nunca fueron diseñados, mientras que otros que deberían haber sido utilizados continuamente, han permanecido sin desarrollar, inertes e imperfectamente coordinados. Verdaderamente podemos decir que él sufre de errores mentales y físicos respecto al uso de su cuerpo. Para mencionar sólo uno de los muchos ejemplos de esta falta de reconocimiento de los usos y funciones verdaderos de su sistema muscular, indicaremos que siempre que él empuja su cabeza hacia delante o la echa atrás, sus hombros acompañan siempre el movimiento en cada dirección, siendo este movimiento de los hombros completamente inconsciente y es efectuado sin reconocer el hecho de que están siendo movidos. Entonces, en esta condición de engaño mental y físico, el infortunado hombre intenta hacer algo con estos mecanismos que es incapaz de controlar,

6 Para un análisis completo de esto, véase la continuación en el apartado 6.1.4.

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Los remedios primitivos y sus defectos

esperando que por la mera ejecución de ciertos ejercicios físicos, podrá restaurar su cuerpo a una condición de salud física perfecta.

Puede estar bien en este punto, viendo que yo he admitido la posibilidad de algún beneficio preliminar para Juan Pérez resultado de su primera experiencia de ejercicios de “educación física”, mostrar más en detalle por qué ese beneficio no se mantiene. El hecho es que este hombre, al darse cuenta de la seriedad de sus problemas digestivos, simplemente estaba reconociendo un síntoma y no una causa o causas primarias de sus desórdenes en aumento. Un examen psicofísico apropiado habría revelado malos hábitos en momentos de vigilia y de sueño que tienden a reducir más o menos la capacidad torácica a un mínimo; tal mínimo no sólo es inadecuadamente dañino sino también hace imposible en la consulta el debido funcionamiento de los órganos vitales.

Puede ser valioso aprovechar para considerar aquí, lo que esta condición de mínima capacidad torácica significa verdaderamente y notar alguna de las influencias sobre la totalidad del organismo. Pues como la cavidad torácica contiene muchos de los órganos vitales, todas las vísceras abdominales están directa o indirectamente influenciadas por esta capacidad. Capacidad torácica mínima significa que los órganos que hay dentro del tórax están comprimidos dañinamente y que el corazón y los pulmones no tienen la posibilidad de funcionar adecuadamente. Se ejerce una gran tensión sobre el corazón, los pulmones no se utilizan adecuadamente o no se airean lo suficiente y el tejido pulmonar se deteriora. Se interfiere la apropiada distribución de la sangre por la acumulación indebida en el área esplácnica, para detrimento del aporte al pulmón. Como los pulmones son los principales distribuidores de sangre, se comprenderá que esta condición de capacidad torácica mínima interfiere con la circulación y con la nutrición general. Los procesos respiratorios son utilizados para sorber aire en lugar de para crear un vacío parcial en los pulmones mediante una expansión torácica coordinada que daría a la presión atmosférica una oportunidad.7 Hay una presión intraabdominal indebida y una dañina flacidez de los músculos abdominales, lo que significa que las vísceras se descuelgan, el funcionamiento imperfecto del hígado, riñones, vejiga, etc., estancamiento en los intestinos e irritación y distensión del colon, intestinos, etc.; en otras palabras, indigestión, estreñimiento y todos los desórdenes concomitantes y deterioro general de las funciones vitales. Por un momento pensemos en las cavidades torácica y abdominal como si se tratara de una bolsa de goma oblonga bastante rígida, llena con las diferentes partes de una máquina relacionadas entre sí e interdependientes y que se mantienen en su posición mediante fijaciones a las diferentes partes de la superficie interior de esta bolsa. Supongamos entonces en consideración a nuestro ejemplo, que la circunferencia interior de la mitad superior de esta bolsa es tres pulgadas mayor que la de la mitad inferior. Mientras la capacidad general de esta bolsa se mantiene, el nivel de eficiencia del funcionamiento de la maquinaria indica el máximo. Entonces, mentalmente, disminuyamos la capacidad de la parte superior de la bolsa y aumentemos la de la mitad inferior hasta que la circunferencia interior de esta última sea tres pulgadas mayor que la inicial. Entonces podemos imaginar el efecto sobre el conjunto de los órganos vitales contenidos en la bolsa, su desorganización general, la dañina irritación causada por la compresión indebida, la interferencia con el movimiento natural de la sangre, la linfa y los fluidos contenidos en los órganos de la digestión y eliminación. De hecho, encontramos una condición de estancamiento, fermentación, etc. que provocan la producción de venenos que molestan poco o mucho al organismo mental y físico, lo que constituye un proceso de envenenamiento lento.

Ahora volvamos a la experiencia de Juan Pérez. Ya he dicho que cuando él prueba por primera vez los ejercicios en casa o en el gimnasio como remedio para sus problemas digestivos, experimenta una sensación de alivio. Eso era natural ya que él estaba llevando una vida más o menos sedentaria. Entonces, ¿por qué el efecto de estos ejercicios iban disminuyendo gradualmente hasta hacerle considerar que el tratamiento físico era un fracaso comparativo? Esto nos lleva al punto que realmente nos interesa. El hecho es que cualquier aumento en la cantidad de ejercicio proporciona una sensación de alivio a aquellos que llevan vidas sedentarias, pero desdichadamente, esta sensación de beneficio es demasiado a menudo una exageración mental engañosa de los cambios reales en la dirección correcta. A menudo, no es un registro fiable de que los beneficios obtenidos sirvan de alivio permanente. Los estudiosos de estas cuestiones saben que el hombre cuyas condiciones estamos analizando, ya ha desarrollado sistemas cinestésicos viciados que permiten el registro defectuoso de diferentes sensaciones o

7 Para una explicación más amplia, véase la cita de Por qué respiramos incorrectamente, en el capítulo 1.7.

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Los remedios primitivos y sus defectos

sensibilidades y de ahí que sea muy difícil para la persona así constituida llegar a estimar con fiabilidad la amplitud de esta mejoría a través de estas sensaciones equivocadas. También sabemos que en lo que a él concierne, la mejoría no es permanente, un hecho que él admite enseguida. Hay razones científicas para aceptar la exactitud de esta conclusión y me esforzaré por explicarlas. En consideración a nuestra explicación, admitamos que los beneficios realmente aumentaron en varios sentidos en las primeras etapas de sus ejercicios físicos. Cualesquiera que pudieran ser estos beneficios y por muy enormes que fueran, afirmo que ciertamente siempre, tarde o temprano, de persistir en los ejercicios físicos, gradualmente desarrollarán defectos que contrarrestarán y finalmente superarán a los beneficios que admitíamos.

Las siguientes son algunas de las razones que apoyan estas afirmaciones. Trataré sobre ellas más ampliamente más adelante en otros apartados.

1. Un sistema cinestésico defectuoso. La experiencia nos ha demostrado que las condiciones presentes cuando eligió los ejercicios, van de la mano de un sistema cinestésico incorrecto y defectuoso.

La mera ejecución de ejercicios físicos no puede proporcionarle un sentido cinestésico nuevo y correcto en conexión con el uso del organismo mental y físico en sus actos de la vida cotidiana.

2. Ideas preconcebidas erróneas. Me es imposible exponer la miríada de peligros que le acosan como consecuencia de las ideas preconcebidas, durante su consulta diaria en la línea de la “educación física”. Serían necesarias las páginas de un libro muy extenso para hacer tan sólo una poca justicia a este asunto. Pero puedo asegurar a mis lectores que se puede demostrar que es cierto y diariamente convenzo al más escéptico mediante procedimientos prácticos.

3. Registros sensoriales defectuosos y errores. Este serio defecto va unido en la consulta a las ideas preconcebidas erróneas cuyo resultado son los errores mentales y físicos de largo alcance y peligrosos.

Un ejemplo. Sea una persona que antes de la reeducación, tenía el hábito de llevar la cabeza atrás cada vez que intentaba poner los hombros atrás. Pídale a esta persona que adelante la cabeza sin mover los hombros y resultará que, por regla general, esa persona no podrá ejecutar la orden y también moverá sus hombros. Pídale que adelante la cabeza mientras el maestro sujeta sus hombros y el alumno pondrá la cabeza atrás en lugar de adelantarla.

4. Control mental y físico defectuoso. La forma más común de este control defectuoso es la encontrada en el trabajo educativo cuando el maestro desea mover la cabeza o la mano o el brazo o la pierna del alumno, para proporcionarle la sensación nueva y correcta del uso apropiado de las partes. La experiencia demuestra que la gran mayoría carece completamente del control necesario para permitir a la persona conseguir esta experiencia rápidamente.

El maestro pide al alumno que levante el brazo. Lo hace, pero ejerciendo una cantidad de tensión indebida. Para proporcionar al alumno el nuevo registro cinestésico de la cantidad correcta de tensión necesaria, el maestro le pide que le permita levantarle el brazo por él, pero por regla general, el alumno actúa exactamente como lo hizo cuando se le pidió que efectuara el acto por sí mismo.

5. Inhibición defectuosa. El maestro práctico encuentra a todos los alumnos más o menos impedidos por la falta de control inhibitorio, cuya posesión haría la reeducación y coordinación desde el punto de vista del alumno, comparativamente fácil. La reflexión mostrará que nuestro modo de vida ordinario y los métodos de enseñanza generalmente aceptados, no ayudan al desarrollo de los poderes inhibitorios. Al contrario, nuestros poderes en esta dirección tienden a disminuir y los signos externos y visibles de las serias consecuencias están en todas partes para el que quiera verlos.

6. Autohipnosis. Este mal tan grave y tan común no ha sido acometido desde una base consulta. La gente ha hablado y escrito sobre ello de un modo teórico en general, igual que ha hecho con la relajación, pero sin mejores resultados en el lado práctico al aplicarlo a la vida cotidiana. La autohipnosis a la que me

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Los remedios primitivos y sus defectos

refiero es una autohipnosis específica, permitida en un momento dado particular y cultivada sin tener conocimiento de ello por maestros y alumnos durante las lecciones y frecuentemente por ambos en la vida cotidiana.

La gente le dirá que puede pensar mejor con los ojos cerrados. Esta es una forma predominante de autohipnosis, autoengaño y produce un estado de ensoñación que es particularmente grave porque es una condición dañina asumida conscientemente. El soñador ordinario cae en esta condición inconscientemente.

7. Aprensión cultivada. Esta es probablemente la condición más grave que cultivamos y que será tratada extensamente en el capítulo 2.5.

8. Argumentos con prejuicio e intento de autodefensa. La verdadera debilidad y frivolidad de la naturaleza humana se muestra en relación con esto de un modo que es descortés para nuestro orgullo intelectual. Lo más triste es que siempre está intensificado en la persona que se encuentra intelectualmente por encima de la media en un consenso de opinión. Todos estamos bien enterados de que para ganar una argumentación como uno desea, fuerza su explicación de los hechos en la dirección deseada. Así su razón queda dominada por sus emociones y su percepción sensorial (sensaciones) de forma que toda llamada a la primera es en vano. La mayoría del género humano está sobrecompensada en estas direcciones y por esa razón, en la educación y desarrollo del niño de hoy y del futuro, debemos ver de desistir de todos los métodos educativos que tienden a cultivar la guía y el control a través de las emociones y las percepciones sensoriales (sensaciones).

Alguna percepción de los males que hemos resumido brevemente, ha despertado en las mentes de los pensadores más serios en los últimos años y, en consecuencia, los sistemas de ejercicios muestran una tendencia claramente marcada hacia la modificación. Han reducido la violencia de la tensión muscular y se han convertido y siguen en ello, en actos físicos cada vez menos fuertes. Entonces nos encontramos con que los defensores de la “educación física” que hace pocos años insistían en la utilización de pesas y, en algunos casos, en el aumento de peso de ellas en una serie graduada de ejercicios, ahora hacen hincapié en la necesidad de ejercicios suaves sin siquiera mencionar las pesas, lo que quizá sea una prueba tan buena como cualquier otra de la certeza de mis afirmaciones.

Mi siguiente ejemplo, la “relajación”, aún es menos eficiente. El procedimiento usual es enseñar al alumno, que puede estar sentado o acostado en el suelo, a relajarse, o a hacer lo que él o ella entienda por relajarse. Invariablemente el resultado es el colapso. Pues relajación realmente significa una tensión apropiada de las partes del sistema muscular que por naturaleza han de estar más o menos tensas, junto con una relajación de aquellas partes que por naturaleza han de estar más o menos relajadas, una condición que queda prontamente asegurada en la técnica al adoptar lo que yo he llamado en mis otros escritos, la posición de ventaja mecánica.8 Pero aparte de la mala comprensión de la apropiada condición natural de los distintos músculos, la teoría de la relajación al igual que la del resto de terapias, hace una suposición equivocada y si se persiste en este sistema, inevitablemente debe conducir a una reducción general de la vitalidad que se notará en el momento en que se reemprendan las tareas regulares y que pronto provocarán la vuelta a los viejos problemas en una forma exagerada.

El último remedio mencionado al principio de este apartado era la “respiración profunda”. Esta es la última forma de evolución de la “educación física” y es efectivamente una modificación en la dirección correcta. Es la consecuencia lógica de la percepción de que los valientes ejercicios que fuerzan los músculos producen nuevos y posiblemente mayores males que aquellos que declaran curar. La “respiración profunda” es ciertamente un paso en la buena dirección, pero sólo un paso porque aunque no siempre produce algún daño serio y el algunos casos produce quizá cierto beneficio, no va a la raíz del problema, la erradicación de los defectos, ni tiene conocimiento del factor más importante del modelo de coordinación física. Lo que es este factor radical lo explicaré en el siguiente apartado, pero antes revisaré brevemente los puntos principales del argumento tan como ha sido descrito.

8 Véase la nota 21 del capítulo 2.2.

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Los remedios primitivos y sus defectos

Hemos imaginado al hombre a través de la oscuridad que cubría su primera aparición sobre la Tierra, el primitivo hombre del mioceno. Tal como lo hemos descrito, era una criatura de necesidades simples y de un uso corporal vigoroso, un animal en todo salvo aquella chispa de autoconciencia que ardía débilmente en su cerebro primitivo, pero creciente y que le hacía diferente. Tenemos de nuevo una visión en cierto modo más clara de él con poderes más amplios de valor y astucia, adaptando armas para su uso y así especializando las funciones de su mente a lo largo de dos millones de años, durante los periodos paleolítico y neolítico hasta la edad del bronce, cuando se convierte en una criatura que razona, diseña, con poderes de imaginación e idealización, poderes aún dedicados, no obstante, a usos físicos.

Y por fin alcanzamos la diferenciación entre los hombres y entre las clases que marca el periodo histórico de la civilización, el periodo del establecimiento en las ciudades, de adaptación a entornos nuevos y especializados, de trabajos que no necesitan apenas de capacidades físicas, de obtención de alimento sin gastar energía, el periodo en el que el lento proceso de la evolución, cuyo resultado fue la producción de un nuevo y maravilloso instrumento de poderes directivos de conciencia de sí mismo, ha ido gradualmente substituyendo a aquel del que había surgido.

1.3 Subconsciencia e inhibiciónNo puede tener un dominio mayor ni menor que el que tiene sobre sí mismo.

LEONARDO DA VINCI

En los últimos treinta años hemos desarrollado una nueva ciencia, la ciencia de la Psicología. Hace una generación la Psicología era un asunto tratado sólo por el filósofo, el metafísico, el poeta o el eclesiástico; ahora está siendo investigada en el laboratorio con pruebas de sensibilidad, tiempos de reacción y otras respuestas a los estímulos demasiado técnicas para ser explicadas aquí, pruebas efectuadas con elaborados e intrincados instrumentos y maquinaria diseñados para pesar las ocultas fuentes de la vida en la balanza. Las palabras que he puesto en cursiva son vagas a propósito, pues no quiero caer en el error de una terminología o hacer ninguna afirmación a priori que pueda implicarme en una controversia completamente fuera de mi incumbencia. Al mismo tiempo, está claro que será necesario decir algo conveniente y por tanto, adoptaré una expresión que por lo menos resulte familiar y hasta cierto límite suficientemente descriptiva, a saber, “el subconsciente”.

Puede parecer extraño que uno deba mirar a una ciencia tan formalmente organizada como la Psicología moderna, una ciencia que funciona en el laboratorio con aplicaciones mecánicas, para dilucidar una cuestión que durante tanto tiempo ha sido considerada competencia exclusiva del clérigo. Pero la ciencia, como dijo Tyndall, no es más que otro nombre para el sentido común y considerarla un poco demostrará que el postulado en el que yo insisto, es decir, el crecimiento y progreso del control intelectual, necesita que esta admirable cualidad del sentido común o razonamiento sea aplicada para dilucidar este problema de la mayor importancia. Tristemente, la Psicología de la que tanto esperamos, todavía está en su infancia y los pocos intentos que se han hecho, como los del profesor Münsterberg, para aplicar las teorías del laboratorio y del aula al trabajo práctico en el mundo real, no puede decirse que hayan producido ningún resultado digno de consideración. En cualquier caso, debo trascender los actuales límites de la Psicología académica en esta consideración del subconsciente.

Los conceptos que han sido desarrollados alrededor de este término, “el subconsciente”, en muchos casos son curiosamente bien concretos. Muchos errores han surgido de aquel primitivo y bien intencionado trabajo del difunto F. W. H. Myers, La personalidad humana y su supervivencia tras el fallecimiento del cuerpo. El Sr. Myers imaginaba una entidad dentro de una entidad y su trabajo, aunque inductivo en su forma, era a priori en método, pues él había creado el concepto de una personalidad subjetiva tomando forma dentro de un molde material objetivo y había controlado su evidencia para un fin definido preconcebido.

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Subconsciencia e inhibición

Las falacias de Myers han sido expuestas una y otra vez. Su argumento es intrínsecamente poco firme y al ser puesto a prueba por el nuevo conocimiento, su hipótesis no logra explicar el hecho. Pero como la concepción de Myers del subconsciente era tan gráfica y creíble, tomó fuerte consistencia en la imaginación popular, una consistencia que en los ocho años siguientes a la publicación de La personalidad humana no se ha debilitado en la mente de un gran número de personas a pesar de haber sido unos años de descubrimiento y nuevo conocimiento. Es por esta razón que he vuelto sobre la concepción de Myers del subconsciente, o como él lo llama, “el subliminal”, porque deseo que se comprenda con claridad desde el principio, que utilizo el término “el subconsciente” para indicar un concepto completamente diferente. Ciertamente, cualquiera que haya seguido mi argumento hasta este punto, debe haber deducido el rumbo de mi propósito, a saber, que a medida que los poder intelectuales del hombre aumentan, progresamos en la dirección del control consciente. El control gradual de la evolución por parte del niño que ha producido, siempre ha señalado hacia este fin y gracias a ello y sólo así, puede la raza humana continuar disfrutando al completo de sus poderes físicos sin mermar ni una fracción de su ideal intelectual progresivo.

Inevitablemente se me preguntará en este momento qué es lo que quiero decir cuando hablo de “el subconsciente” y debo entonces responder esta pregunta con mi mejor capacidad, aunque deba dejar por el momento, los límites del hecho demostrado al amplio campo de la hipótesis. Sin embargo, no tengo el propósito de sobrecargar mi teoría detallando la evidencia y por lo tanto, lo que viene a continuación debe ser tomado como una afirmación con limitaciones, buena parte de la cual podría demostrarla terminantemente en un trabajo más extenso, mientras que el remanente sin demostrar debe esperar necesariamente su confirmación de los resultados de investigaciones futuras en el terreno de la Psicología. Por lo tanto, en primer lugar no sólo debemos ver que el subconsciente no es una característica peculiar del hombre sino que de hecho, está más activa y en muchos modos mejor desarrollada en el mundo animal. En algunos animales, la conciencia del peligro es tan aguda que la hemos atribuido a la presciencia. El miedo al fuego en la pradera, a la inundación o la anticipación de algún peligro natural que amenaza la existencia del animal, es mostrado mucho antes de cualquier signo perceptible por los sentidos humanos y como no podemos más que sentimentalmente, atribuir poderes de razonamiento consciente al mundo animal, es evidente que este “preconocimiento” es debido a los sentidos delicadamente coordinados del animal. De nuevo, vemos que aquellos animales cuyos poderes no han sido amortiguados por muchas generaciones de domesticación, hacen la mayoría de sus movimientos, lo que llamamos, “instintivamente”. Pueden calcular la longitud de un salto con exactitud sorprendente, o elegir sin titubear la vía correcta de escape entre muchas aparentemente posibles y como estos poderes son evidentes en algunos casos a las pocas horas o minutos del nacimiento del animal, no son admisiblemente resultado de la experiencia.

El argumento completo de la evidencia de la posesión de un subconsciente por parte de los animales, puede ser elaborado extensamente y se basa en hechos observados durante un largo periodo de tiempo. Los pocos ejemplos que he citado aquí meramente ilustran esa parte de la cuestión que hace resaltar el asunto de lo que podríamos llamar poderes anormales o poderes que parecen trascender los de la razón humana hasta dónde ha sido desarrollada. Es esta apariencia de cualidades trascendentes del subconsciente humano lo que desorienta a Myers, quien no se detiene para aplicar su alegoría de la entidad subconsciente al reino animal. Tal aplicación habría llevado a demostrar que el “alma” (lo que Myers realmente quería decir, aunque cuidadosamente hayamos evitado la palabra verdadera) del animal estaba más desarrollada que la del hombre.

Sin embargo, en segundo lugar nos enfrentamos al hecho incuestionable de que el subconsciente puede ser “educado” por debajo del plano de la razón. Los actos que se ejecutan frecuentemente se vuelven tan mecánicos que pueden ser repetidos sin ninguna conciencia por parte del ejecutor. El pianista, tras ensayos constantes ejecutará el pasaje más intrincado mientras su atención está ocupada en un asunto completamente diferente, aunque es particularmente interesante señalar en relación con esto que cuando un arte como la música cae temporalmente en tal repetición automática, el conocedor reconocerá instantáneamente la pérdida de calidad, generalmente descrita como “sentimiento”, en la ejecución. De nuevo, parece que en algunos casos sugestiones casuales, a menudo relacionadas con el miedo, podrían hacer una impresión más o menos permanente sobre el subconsciente incluso cuando tales sugestiones son, en algunos casos,

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Subconsciencia e inhibición

el resultado de una única experiencia. Un sujeto histérico nervioso, ya muy deseoso de someterse a la guía de la emoción y a lo que él o ella cree ser “instinto” o “intuición”, puede ser tan peligrosamente impresionado de esta forma como para desarrollar cualquiera de las muchas formas de “fobias” que son, como el sufijo correctamente implica, formas de terror mórbido. Estos no son más que dos ejemplos de la “educación” del subconsciente por debajo del plano racional, pero otra docena de ellos se le ocurrirán al lector a partir de su propia experiencia. Lo importante es el hecho de que la fase del ser con la que estamos tratando se convierte, durante nuestro progreso en la vida, en un compuesto de instintos animales y hábitos adquiridos por debajo del plano de la razón, ya sea por repetición o por sugestión. Pero antes de que yo abandone esta concepción general del subconsciente, debo hacer hincapié en el hecho de que hasta aquí compartimos las características de la mente subconsciente con el reino animal. Pues en los organismos inferiores como en la humanidad, este subconsciente puede ser educado. Las observaciones de los naturalistas confirman ahora la creencia de que las crías de ciertos pájaros (la golondrina en particular) son enseñadas a volar por sus progenitores; mientras que cualquiera que haya entrenado a un perro sabrá que un truco como el de “mendigar” comida puede volverse tan habitual como para parecer instintivo.

Hasta ahí la definición general; llego ahora al punto que marca la diferencia entre el hombre y el mundo animal y que queda claramente evidenciado en el uso de los poderes intelectuales y razonados de la inhibición.

Ahora es evidente que en las primitivas etapas del desarrollo del hombre, la inhibición de los poderes animales subconscientes era frecuentemente una fuente de peligro y de muerte. La razón, aún no suficientemente entrenada y de corto alcance, era un piloto ineficaz y a veces, ponía la embarcación en facha cuando se habría puesto a favor del viento si se la hubiera dejado a su aire. Para abandonar la metáfora, el control era imperfecto, fluctuaba entre dos alternativas y al rehusar la guía del instinto, sufría posiblemente la destrucción. Pero la necesidad del control consciente crecía a medida que las condiciones de la vida empezaban a diferir cada vez más de aquellas de la etapa salvaje. Esto era debido simplemente a muchas causas, pero principalmente a las limitaciones reforzadas por el hábito social que surgía de la necesidad de cooperación.

Este punto debe ser elaborado brevemente, pues marca el nacimiento de la inhibición en su aplicación a la vida cotidiana y al hacerlo así, demuestra el desarrollo del principio del control consciente que, tras incontables millares de años, empezamos ahora a apreciar y entender.

Es cierto que tenemos evidencia de inhibición consciente en estado puro en la naturaleza. El gato salvaje que acecha la presa, inhibe el deseo de saltar prematuramente y controla con un fin deliberado su anhelo por la gratificación inmediata de un apetito natural. Pero en este como en muchos otros ejemplos similares, tales actos instintivos de inhibición se han desarrollado a lo largo de muchos años de necesidad. A las pocas semanas de nacer, el gato doméstico, que nunca ha dependido de su propio esfuerzo para conseguir la comida, mostrará el mismo instinto. Los animales tienen el poder heredado; el hombre también lo tiene como herencia física, pero con las posibilidades añadidas debidas a la experiencia acumulada conseguida del uso consciente de esta fuerza maravillosa.

La primera experiencia debió ocurrir muy pronto en el desarrollo del hombre. En cuanto se proscribió cualquier acto y se procuró el castigo por su ejecución, o en cuanto se buscó una recompensa conscientemente, aunque conseguirla implicara un daño personal, debe haber habido una inhibición deliberada consciente de los deseos naturales lo que, a su vez, impuso refrenar el funcionamiento físico muscular. Al ampliarse las necesidades de la sociedad, esta necesidad de la inhibición diaria y en cada momento de los deseos naturales aumentaba hasta una amplitud aturdidora en el lado de la prohibición. Primero aparecieron los “tabúes”, luego la tosca formulación de leyes morales y sociales y, por otro lado, un deseo de mayores poderes los cuales alentaban las cualidades de emulación y ambición.

Entre la infinita diversidad de estas influencias, los apetitos naturales y los modos de gratificarlos eran cada vez más dominantes y el subconsciente o el instinto que iniciaba cada acción en el mundo del animal inferior, quedó bajo el dominio del intelecto consciente y dominante, o voluntad. Y en este proceso no debemos pasar por alto un hecho de suprema importancia: a saber, el hombre aún progresaba física y mentalmente. Por tanto queda claro que este control adquirido por la

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Subconsciencia e inhibición

mente consciente no rompía ninguna gran ley de la naturaleza, conocida o desconocida, pues si este control adquirido hubiera estado en conflicto con cualquiera de estas grandes y para nosotros aún incomprensibles fuerzas que han dirigido la evolución de las especies, el animal que llamamos hombre se habría extinguido, como así hicieron aquellos tipos de saurios primitivos que no lograron cumplir el propósito del desarrollo y perecieron antes de la primera aparición del hombre en la tierra.

Entonces, antes de intentar dar una definición exacta del subconsciente, debemos comprender claramente el significado de los términos “voluntad”, “mente” y “materia”, que pueden o no, ser aspectos diferentes de una misma fuerza. Más de dos mil años de filosofía han dejado a los metafísicos especulando todavía vagamente sobre las relaciones de estas tres esencias y personalmente, no confío mucho en que llegue ninguna solución de esa fuente. La investigación, aunque aún en su infancia en este aspecto, ha tomado el cariz de una ciencia exacta y es a esta ciencia de la Psicología como se entiende ahora, a la que miro para elucidar los muchos difíciles problemas en el futuro. Sin entrar en el campo incierto de la filosofía especulativa, intentaré sin embargo ser lo más concreto posible respecto a mi concepción del subconsciente.

En primer lugar, se ha dado una gran importancia a la concepción del subconsciente como una entidad dentro de una entidad, por la pretensión de que tiene control absoluto de las funciones del cuerpo. La justificación de esta pretensión depende de la evidencia del hipnotismo y de las diferentes formas de autosugestión y curación por la fe. Respecto a la primera, se nos ha dicho que bajo la dirección del hipnotizador, las funciones ordinarias del cuerpo pueden ser controladas o substituidas, como por ejemplo que puede hacerse una herida y hacerla sangrar sin romper mecánicamente la piel9 o que una herida puede curarse más rápidamente de lo habitual por el curso ordinario de la naturaleza. Respecto a la segunda, que incluye todas las formas de autosugestión, hemos tenido ejemplos de lo que se conoce como estigmatización10 o la aparición en los cuerpos de sujetos histéricos y obsesivos de algo parecido a las cinco heridas sagradas. Ciertamente, los ejemplos de curaciones que a nuestras mentes poco instruidas parecen milagrosas y debidas a la intervención del poder de la fe, son tan numerosas que no es necesario citar ningún ejemplo. Estos y muchos fenómenos parecidos han sido explicados bajo la hipótesis de que la entidad oculta, dirigida por la voluntad, es capaz de ejercer una influencia del todo poderosa, tanto beneficiosa como maligna, con variadas descripciones de los obscuros medios de efectuar esta dirección. Vemos pues que la concepción de una entidad oculta es la explicación primitiva que primero se le ocurre a la mente aturrullada. Encontramos la misma tendencia en muchas supersticiones curiosas del salvaje que convierte cada pájaro, bestia, piedra o árbol en un tótem y le atribuye poderes de maldad o bondad y descubre una “entidad oculta”, del todo en consonancia con esta concepción del subconsciente, en un trozo de madera que ha cortado de un árbol o una masa de arcilla que ha modelado con la tosca forma de un hombre, pájaro o bestia.

Mi propia concepción es más de unidad que de diversidad de la vida. Y como cualquier intento de definir el término Vida sería presuntuoso, quedando la definición por encima de la capacidad actual del hombre, simplemente diré que en este contexto, la vida debe ser interpretada en la más amplia aplicación concebible. Y me parece que todo lo que nosotros sabemos sobre la evolución o desarrollo de la vida demuestra que ha progresado y continuará progresando en la dirección de la conciencia de sí mismo.11 Si aceptamos la unidad de la vida y su tendencia a evolucionar, se sigue que todas las manifestaciones de lo que hemos llamado “el subconsciente” son funciones de la esencia vital o fuerza vital y que estas funciones están pasando de ser automáticas o inconscientes a razonadas o de control

9 Compárese con Hipnotismo de Albert Moll. Casos de supuración, inflamación y sangrado como resultado de la sugestión sin ninguna abrasión preliminar de la piel, son los aportados por los informes de los experimentos del profesor Forel en el Manicomio de Zúrich. Estos experimentos fueron realizados con una enfermera descrita como hija de saludables campesinos y no con un sujeto histérico.

10 Hay mucha evidencia de esto, alguna conflictiva, pero el hecho principal debe considerarse incuestionable.11 Compárese con Herbert Spencer, Educación: intelectual, moral y física, Londres, Watts & Co. 1929, capítulo XI: “La humanidad sólo ha progresado por instrucción

autodidacta.”

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consciente. Esta concepción no implica necesariamente ninguna distinción entre la cosa controlada y el control en sí mismo. Esto puede ser deducido del uso de la expresión “consciente de sí mismo”, pero la última explicación de esta parte de la teoría no es adecuada al argumento actual.

Ahora estoy bien preparado para aceptar como hechos fenómenos del tipo de los que he descrito, como curaciones inusuales efectuadas mediante hipnotismo y algunos otros métodos aliados de las diferentes formas de curación por la fe; pero niego y rotundamente niego, que ninguno de esos procedimientos sea necesario de ningún modo para producir los mismos o incluso otros más inusuales fenómenos.12 En otras palabras, sostengo que el hombre con el tiempo podrá obtener el control consciente completo de cada función del cuerpo sin, como implica la palabra “consciente”, entrar en ningún trance inducido por medios hipnóticos y sin ninguna parafernalia haciendo repetidas aseveraciones o declaraciones de fe.

Aparte de mi experiencia práctica del daño que tan a menudo resulta del tratamiento hipnótico y sugestivo, una experiencia suficiente para demostrar los peligros de aplicar estos métodos a la gran mayoría de los casos, baso mi objeción a estas prácticas en una amplia y, creo, incontrovertible base. Que la obtención del trance es una prostitución y degradación de la mente objetiva, que ignora y envilece el principal agente curativo, la comprensión de la mente consciente del paciente y que está en contradicción directa con el principio gobernante de la evolución, la gran ley de la supervivencia por la cual han sido entrenados los instintos de los animales, como lo fueron para enfrentarse y superar los peligros inminentes de su existencia cotidiana. En el hombre, este deseo de vivir es una influencia terapéutica tan fuerte que difícilmente puedo exagerar su potencialidad y es, además, una influencia que puede ser rápidamente despertada y desarrollada. En una experiencia mía, el deseo de vivir casi sacó a una mujer de la tumba, una mujer que había sido operada y abandonada prácticamente a la muerte por sus cirujanos. Un pensamiento pasajero que cruzó un cerebro que había abandonado la lucha por la existencia, la conciencia repentina de que sus hijos podrían estar mal atendidos si ella moría, fue suficiente para despertar su deseo de vivir y revivir un cuerpo que ninguna destreza médica podría haber salvado.13 Pero no hay necesidad de poner ejemplos. Se reconoce el hecho, ¡pero qué pequeño es el intento hecho de utilizar y controlar una fuerza tan potente! El mismo argumento puede aplicarse a la postración mental como factor en las populares curas de reposo que en realidad intentan poner la mente, la gran fuerza regeneradora, fuera de acción.

Volviendo a mi definición del subconsciente, se verá que yo lo veo como una manifestación de la esencia vital parcialmente consciente, funcionando a veces muy vivamente, pero del todo incompletamente y de eso se sigue que nuestros esfuerzos deben dirigirse a perfeccionar la autoconciencia de esta esencia vital. La consecución perfecta de este objetivo en cada individuo implicaría una habilidad mental y física y una inmunidad completa a la enfermedad que aún es un sueño del futuro. Pero una vez se ha encontrado el camino, debemos desechar todos los desvíos, por muy fascinantes que sean, desvíos que llevan como mucho a un callejón sin salida y obligan a volver sobre nuestros pasos. En lugar de esto, debemos dedicar nuestras energías a lo largo del camino indicado, un camino que presenta ciertamente muchas dificultades y que no es recto ni fácil de seguir, pero un camino que finalmente lleva a un ideal de perfección mental y física casi inimaginable.

12 Es más, niego que el hipnotismo tuviera la posibilidad de ocurrir salvo en casos comparativamente raros. Su aplicabilidad no es universal.13 Dos años después, esta mujer vino a mí en un estado de colapso, resultado de los efectos posteriores a un ataque de pleuresía. Resultó ser una paciente admirable y ahora goza

de perfecta salud. Ella fue un ejemplo magnífico de un caso en el que el poder estaba allí, finamente desarrollado, pero no el conocimiento que le habría permitido hacer un uso completo de aquel poder.

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El control consciente

1.4 El control consciente

Una de las etapas más recientes del pensamiento popular, como opuesto a científico, ha sido aquella que ha tratado de enseñar el control de la mente. Esta enseñanza ha sido denominada en general, movimiento del “Nuevo pensamiento”, aunque algunos de sus preceptos pueden encontrarse en Marco Aurelio. Este movimiento ha estado y aún está muy de moda en Norteamérica y su influencia se ha hecho sentir en Inglaterra, habiéndose publicado aquí muchos escritos de sus exponentes durante los últimos quince o veinte años. El objetivo de la enseñanza es promover el hábito de “pensar correctamente” que se conseguirá mediante el control de la mente. El “Nuevo pensamiento” enseña que ciertas ideas como el miedo, la ansiedad y la ira han de ser excluidas rígidamente de la mente y la atención puesta en sus opuestos como el valor, la complacencia, la calma. Yo simpatizo con algunas de las tendencias expresadas en este movimiento, pero siguiendo el curso usual de tales movimientos, el “Nuevo pensamiento” está perdiendo de vista su principio, que nunca fue verdaderamente alcanzado y que está volviéndose una especie de dogma cuya rigidez es, en mi opinión, completamente opuesta a su objetivo primario. No obstante, uno de sus primeros y más capaces exponentes, Ralph Waldo Trine, expresó el principio en una frase y citando uno de sus trabajos, En sintonía con el infinito, estableció la idea central, aunque escritores más recientes al bordar el tema, han perdido de vista la tesis original. Además, no he encontrado en el “Nuevo pensamiento” una consideración apropiada de la causa y efecto al tratar lo mental y lo físico combinados. Estos escritos exhiben y siempre han exhibido la falacia de considerar lo mental y lo físico como antítesis que son opuestas y luchan entre sí, mientras que en mi opinión las dos deben considerarse enteramente interdependientes e incluso más firmemente entrelazadas de lo que implica tal frase.

De nuevo, en todos estos escritos nos enfrentamos con una palabra dominante y que con su repetición puede producir un efecto en la mente de todos los lectores. La palabra es “fe” y debido a que es tan prominente y tan poco entendida, siento que es esencial que yo dé alguna explicación sobre esto a la luz de mis propios principios.

En primer lugar, quizá no es necesario señalar que en relación con esto la fe no necesita estar aliada a ninguna concepción de credo o religión. Es cierto que esta es la forma con la que estamos más familiarizados en la curación mental, y las asociaciones que se agrupan alrededor de la palabra misma muy comúnmente nos inducen a conectarla con las concepciones que han tenido una tan amplia y general influencia en el pensamiento del género humano en todas las etapas de la civilización. Pero tenemos ahora evidencia abundante ante nosotros de que en la curación, la actitud mental del paciente es de importancia primordial y que la fe dirigida hacia la persona del sanador, una droga o las supuestas cualidades medicinales que posee un vaso de agua pura es tan efectiva como la dirigida hacia la creencia en algún agente superior. Este hecho es indiscutible y sólo debido a que la última forma de fe está mucho más extendida ya que yace en los fundamentos de todas las religiones, este agente ha efectuado un número de curaciones completamente desproporcionado respecto a aquellas conseguidas por la fe en algún objeto puramente material. Por tanto, lo que quiero decir aquí con la palabra fe es su ejercicio en el más amplio sentido y sin ninguna restricción de credo.

Hasta dónde podemos analizar el efecto de lo que llamamos un acto de fe en los procesos mentales, parecería que es operativo en dos direcciones. La primera es puramente emocional. El paciente, creyendo de todo corazón que se librará de su sufrimiento o de su enfermedad mediante algún agente supremo o material, experimenta una sensación de profundo alivio y júbilo. Entiende y cree que sin esfuerzo por su parte será curado por un milagro aparente y eso produce en él una fuerte, aunque evanescente, felicidad emocional. Aquí tenemos un paralelismo exacto entre el paciente cuya cura es física y material y el converso cuya cura es

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El hombre, una de tantas alma armoniosa, un alma

Cuya naturaleza es su propio control divino.

SHELLEY

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El control consciente

espiritual. Ahora los científicos y la profesión médica en general, aceptan ampliamente que esta condición de felicidad es ideal para el paciente, ya que no sólo es la condición mental de más ayuda sino que realmente produce cambios químicos en la constitución física, cambios que son de lo más saludable al producir una condición de vitalidad en la sangre y de ahí en todo el organismo.

La segunda dirección en que este acto de fe opera, es rompiendo todo un conjunto de hábitos mentales y sustituyéndolos por uno nuevo. Los nuevos hábitos pueden ser o no beneficiosos en principio, aparte del efecto producido por el estado emocional que no puede ser mantenido mucho tiempo, pero incluso así, la ruptura de los viejos hábitos de pensamiento produce un efecto que en algunos casos influenciará a la total organización de las células que forman los tejidos y disipará una condición mórbida como la del cáncer.

Como vemos, esto que llamamos acto de fe es en realidad, de acción puramente material y no hay ninguna razón por la que debamos recurrir a ello para producir los mismos o mejores efectos. Quizá algunos objetores nos pueden preguntar por qué debemos intentar desechar el acto de fe ya que sin duda en algunos casos produce estas condiciones ideales. La respuesta es obvia. La curación por la fe es peligrosa en su práctica e incierta en sus resultados. Es peligrosa porque en la mayoría de los casos, sus practicantes buscan en primer lugar aliviar el dolor. Puede que lo hagan sin alterar la enfermedad, pero como señalaré más adelante, en tales casos la enfermedad continuará pudiendo finalmente matar al paciente, incluso habiendo tenido éxito en su lucha con el dolor. La curación por la fe es también de resultados inciertos ya que, aparte del peligro antes mencionado, simplemente substituye un hábito de pensamiento incontrolado por otro. Al principio, el nuevo hábito por ser nuevo puede producir un cierto cambio a una mejor condición, pero si permanece se volverá a su vez estereotipado y puede muy bien llevar finalmente a una condición tan mórbida como la inducida por el viejo hábito mental al que ha sustituido. Por todas estas razones, que son, creo, suficientemente tajantes, deseo seriamente ver dejar a un lado todas las concepciones actuales que circundan esta profesión de la curación por la fe, para que podamos llegar a un proceso juicioso y razonado de terapia mental. Me he referido brevemente al movimiento aquí porque destaca el hecho de que nos estamos aferrando ciegamente a una verdad, pero paralizando nuestros intentos de mantenerla por la presunción prematura de que ya la tenemos segura. Al mismo tiempo, creo que lo que subyace la enseñanza de estos movimientos recientes, “Nuevo pensamiento” y “Curación por la fe” en general (y en estas dos influencias tan próximamente aliadas incluyo todas las ramas y subdivisiones), hay cierta comprensión de lo esencial, una comprensión que está expuesta a perder su asidero por culpa del dogma y el ritual que han surgido y tienden a oscurecer lo fundamental.

Todas estas sectas, facciones, sociedades, credos (llámelos como desee), tienen una inspiración común; no necesitamos más demostración que esta, que ninguno de los muchos desarrollos desde el origen común es en sí mismo completo y perfecto. Hay buena evidencia de que cada nuevo desarrollo, tan pronto como se especializa se separa de su verdadero origen, se vuelve sobreelaborado y así construye su propia ruina, siendo el principio absorbido y dominado por el sesgo de alguna mente individual. Este es mi análisis del fenómeno. De ahí se sigue que lo que buscamos es la realidad, la idea verdadera subyacente a todas estas diferentes manifestaciones.

No obstante, antes de intentar describir este principio común, deseo hacer tres afirmaciones:

1. Yo no declaro ofrecer una teoría perfeccionada finalmente, pues haciendo eso me expondría los mismos argumentos que he avanzado contra otras teorías de la misma naturaleza. Francamente digo que nos encontramos sólo en los principios de la comprensión y mi propio deseo es mantener la teoría tan simple como sea posible, para evitar cualquier dogma.

2. No me propongo, por muchas razones, considerar en este lugar mis propios métodos en ningún otro sentido más que el de su aplicación a los defectos físicos, la erradicación de enfermedades, distorsiones y falta de control y, progresivamente, a la ciencia de la cultura de raza y la mejora del aspecto físico de las generaciones venideras.

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El control consciente

3. Quiero que se entienda con claridad que este tratado no es definitivo finalmente. Espero tener en el futuro muchas oportunidades de elaborar mi tesis general y de exponer mi experiencia de las aplicaciones particulares de mis métodos a casos peculiares, pero yo no sería fiel a mis propios principios si no quisiera aceptar enmiendas, incluso quizá cambiar una u otra de mis premisas cuando nuevos hechos parecieran demostrar que yo había hecho una suposición errónea sobre algún particular.

Ahora que ya he despejado el terreno, examinaré lo que creo que es el primer y mayor obstáculo del autocontrol consciente, esto es, la “rigidez mental”. La rigidez da como resultado un hábito fijo de pensamiento y sus males concomitantes, entre los cuales está la sujeción de hábitos funcionales y musculares al control subconsciente.

Al definir rigidez mental, debo recordar de nuevo aquella sugestiva frase del Sr. Trine, En sintonía con el infinito, aunque en esta aplicación la rigidez a la que me refiero lo es en conexión física y no implica ninguna interferencia con concepciones no espaciales. Es precisamente la primera mitad de la frase lo que aquí importa, pues estar “en sintonía” comunica a mi mente la idea de sensibilidad a las impresiones y simpatía al tacto, cuando “todas las funciones de la vida se convierten en una armonía inteligente”, y quiero comunicar el mismo significado a los demás. Resumiendo: con esta frase quiero sugerir la idea de ser de mentalidad abierta. Pues incluso al leer esto, si el individuo deliberadamente se pone a sí mismo en oposición a mi punto de vista, no tiene ninguna posibilidad de salir beneficiado. Por consiguiente, deseo por encima de todas las cosas que él o ella lean por lo menos con mentalidad abierta y no saquen ninguna conclusión hasta que yo haya terminado y quizá, más particularmente, sojuzgarán la interferencia de esta gran e imperante predisposición que en el pasado ha impedido durante tanto tiempo el avance de la ciencia y sobre la cual trataré en el siguiente apartado.

Consideremos por un momento la aplicación de la rigidez mental a las funciones físicas. Una persona viene a mí con algún defecto que la invalida, debido al uso inapropiado de algún órgano o conjunto de músculos. Una vez que he diagnosticado el defecto y mostrado al paciente cómo utilizar el órgano o músculos de forma apropiada, siempre me encuentro con la réplica repentina, “pero si no puedo”. Permítaseme preguntarle a cualquiera que esté leyendo esto y que tenga un padecimiento de cualquier tipo, si su actitud hacia el defecto que sufre no es precisamente la misma. Esa respuesta indica directamente que el control de la parte afectada es enteramente subconsciente; si no lo fuera, simplemente deberíamos sustituir el desesperado “no puedo” por el esperanzado “puedo”, para eliminar el problema. Mediante (a) el tratamiento hipnótico, (b) la curación por la fe o (c) la aplicación de los principios del “Nuevo pensamiento”, el paciente tendría el control subconsciente influenciado (a) por los medios mecánicos del trance y la sugestión del hipnotizador, que deja la mente consciente exactamente en la condición original y cambia meramente y puede que sólo temporalmente, el hábito del control subconsciente o (b) y (c) por órdenes reiteradas de la mente objetiva. Incluso si estas órdenes han sido reforzadas por la influyente sugestión del sanador, ellas en cualquier caso, substituyen mediante repetición un hábito por otro sin ninguna aprehensión por parte de la inteligencia del verdadero método del intercambio o, lo que es bastante más frecuente y mucho más dañino, eliminan la sensibilidad al dolor de los centros cerebrales y así dejan al mal de raíz, desde entonces sin las advertencias naturales, trabajar secretamente en la destrucción del paciente. Brevemente, los tres métodos buscan alcanzar la mente del sujeto amortiguando la mente objetiva o consciente y el centro o piedra angular de mi teoría y práctica, sobre la que siento que no puedo insistir con demasiada fuerza, es que LA MENTE CONSCIENTE DEBE SER REANIMADA.

De esta frase se deduce que mi teoría es, en cierto modo, revolucionaria ya que todos los métodos anteriores han buscado poner fuera de acción de una forma u otra, el trabajo flexible de la conciencia verdadera, para alcanzar el subconsciente. El resultado de estos métodos es, lógica e inevitablemente, un esfuerzo por alterar un mal hábito subjetivo mientras el hábito objetivo de pensamiento se deja inalterado. Las enseñanzas del “Nuevo pensamiento” y de muchas sectas de curadores por la fe, establecen con suficiente claridad que el paciente debe pensar correctamente antes de poder ser curado, pero entonces ellos establecen automáticamente, para llevar a cabo sus enseñanzas, la prescripción de “aserciones” o alguna clase de “autosugestión” no siendo ambas, de hecho, más que un tipo de autohipnosis y como tales, degradan las funciones primarias de la inteligencia.

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El control consciente

Voy a poner un ejemplo sencillo extraído de mi propia experiencia, para ilustrar este caso. Un paciente a quien llamaré X, vino a verme con un obstinado tartamudeo originado por un defecto congénito en la coordinación de los músculos de la cara, lengua y garganta. Cada vez que X intentaba hablar, hacía bajar el labio superior. Este era el signo externo de una serie de actos viciados relacionados con una serie de movimientos musculares, señal de que los centros ideo-motores transmitían una influencia de guía errónea a las partes específicas implicadas en el acto de hablar. Estas influencias de guía hacían a X incapaz de hablar y ciertamente habrían tenido el mismo efecto en cualquier otro individuo que produjera el mismo funcionamiento de las partes implicadas. Insisto en que en un caso como éste, el que X repitiera “puedo hablar” o “no tartamudearé”, sería meramente un esfuerzo por alcanzar un subconsciente supuestamente omnisciente que habría contrarrestado el mal mediante el ejercicio de alguna supuesta inteligencia separada que poseía. Me enfrenté al caso haciendo un llamamiento a la inteligencia de X.

Ahora, por muy extraño que parezca (e intentaré tratar esta curiosa perversión en el siguiente apartado), la inteligencia objetiva de X no es tan fácil de alcanzar e influenciar como podría parecer. Él había desarrollado el hábito muscular de hacer bajar el labio con independencia de su control consciente y la dirección de la sugestión establecida por el deseo de hablar provocaba instantáneamente la acción refleja de un complicado conjunto de músculos. X había aprendido a hacer esto automáticamente y al principio parecía incapaz de controlar aquellos músculos del labio al iniciarse el deseo de hablar.

En este caso, mi primer esfuerzo debe dirigirse a mantener expectantes, mediante el poder de la inhibición, todas las asociaciones mentales relacionadas con la idea de hablar y erradicar todas las ideas preconcebidas erróneas relativas a las cosas que X imagina que puede o no puede hacer, y lo que es o no es posible. Mi siguiente esfuerzo debe ser para proporcionar a X una guía-control consciente y correcta de todas las partes implicadas, incluyendo naturalmente, los músculos de labios y cara, y para obtener este control, él debe poseer un conocimiento completo y exacto de todos los movimientos implicados. Y esta comprensión debe preceder y ser preparatoria a cualquier idea de “hablar” durante la aplicación de todas las órdenes de guía implicadas. Al originarse alguna nueva idea que ocupará el lugar de la vieja idea de hacer bajar el labio superior, puede ser necesario primero romper la vieja asociación mediante alguna nueva orden, como la de levantar el labio deliberadamente, abrir la boca o hacer algún acto muscular similar que antes era desacostumbrado aplicado al acto de hablar. Se substituye entonces la orden de hablar por esta nueva orden. Se le dice a X que no hable sino que haga subir el labio, abra la boca, etc. Debe entenderse que he omitido muchos detalles sobre la interdependencia de las partes implicadas, pero deseo aquí transmitir lo esencial del método en lugar de la explicación fisiológica de su funcionamiento. Siempre debe recordarse que la Naturaleza funciona como una unidad y no en partes y que una vez descubierta y erradicada la causa real del mal, puede restablecerse pronto la capacidad completa de todos los mecanismos afectados. Puedo decir aquí que X se curó completamente de su tartamudeo y que el suyo era un caso particularmente obstinado, un hecho debido principalmente al establecimiento del mal hábito en la primera infancia.

Este es un ejemplo, elegido por su simplicidad, para ilustrar lo más esencial de mi teoría, pero puede ser aplicado muy ampliamente, tanto que puede aplicarse no sólo al funcionamiento de los músculos controlados ordinariamente sino también a los músculos semiautomáticos que activan los órganos vitales. No hace muchos años, un yogui indio fue examinado por el profesor Max Müller de Cambridge y éste último acredita que este yogui era capaz de detener los latidos de su propio corazón a voluntad sin sufrir consecuencias dañinas.

No obstante, debe quedar completamente claro que yo no simpatizo con estas manifestaciones anormales, que veo como ardides peligrosos practicados con el cuerpo, para nada admirables o que deban querer conseguirse. Ciertamente que las actuaciones de los yoguis no obtienen mi admiración y el bien conocido sistema de respiración practicado y enseñado por ellos es, en mi opinión, no sólo equivocado y esencialmente rudo, sino que considero tiende también a exagerar todos aquellos defectos de los que sufrimos en el siglo veinte. Sólo he citado este caso del yogui como apoyo a mi afirmación de que no hay ninguna función del cuerpo que no pueda ponerse bajo el control de la voluntad consciente.

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El control consciente

Que ciertamente esto es un hecho y no una teoría, lo afirmo sin titubear y digo además que mediante la aplicación de este principio del control consciente, con el tiempo se puede desarrollar un dominio completo del cuerpo, del que resultará la eliminación de todos los defectos físicos. Ciertos aspectos de este control y la razón por la que no ha sido adquirido, los trataré en el apartado siguiente.

1.5 El control consciente aplicadoCONCEPTO DE LOS PRINCIPIOS IMPLICADOS

Personas diferentes utilizan el término “control consciente” para comunicar conceptos diferentes. El concepto usual indica control específico, tal como el movimiento de un músculo conscientemente y es practicado por atletas que hacen demostraciones de proezas físicas en público. También está el movimiento consciente de un dedo de la mano o del pie, la oreja, o cualquier otro músculo o extremidad específicos.

La frase “control consciente” usada en este trabajo quiere decir la entidad y el uso de la guía-control consciente, primero como universal y segundo como específico, este último dependiendo siempre del anterior en el procedimiento práctico.

Además, no se utiliza para indicar únicamente la guía-control que podemos aplicar en las actividades diarias con poca precisión en sólo una o dos direcciones, sino una que debe aplicarse universalmente y con precisión en todas las direcciones y en todas las esferas concernientes a las manifestaciones mentales y físicas del género humano.

Desde la publicación de mi libro, El control consciente, he recibido y continúo recibiendo cartas de lectores interesados, relativas a la aplicación práctica del control consciente y también sobre mi concepción de los principios implicados.

Uno de ellos escribió: “Está muy bien hablar de control consciente, pero ¿cómo podemos adquirirlo?” Otro escribió: “¿Hasta dónde alcanza su aplicación?”, mientras un tercero señalaba, “Si su experiencia ha demostrado que tales efectos beneficiosos de largo alcance son el resultado de la guía-control consciente, el concepto de usted debe ser mucho más amplio que el aceptado usualmente”. Otro escribió: “Tengo un amigo que tiene mal carácter y se da cuenta de ello. Él ha acudido a sus consejeros médicos y espirituales en busca de ayuda. Ellos le han dado unos cuantos consejos bastante valiosos, pero el resultado está lejos de ser satisfactorio”.

Todos conocemos casos de hombres y mujeres que comen o beben más de lo que les conviene y también sabemos que sólo una pequeña minoría es capaz de gobernar sus deseos insanos en estas direcciones. El examen de la mayoría mal dirigida revelaría el hecho de que ellos estaban mal coordinados y que estaban presentes condiciones psicofísicas que llevarían a un experto a esperar un estado desequilibrado en un sentido u otro, un dominio del control razonado consciente por el deseo irrazonable subconsciente.

Estos casos pueden ser tratados pronta y satisfactoriamente en una base de guía-control consciente en las esferas de la reeducación, reajuste y coordinación.

Ganar control donde hay una tendencia a la permisividad con el alcohol o la comida es un problema muy difícil para el ser humano ordinario mientras permanece en su condición de mala coordinación. Esto queda demostrado al tener un fracaso tras otro, hasta que la infortunada persona llega a la conclusión de que es imposible romper el hábito.

Entonces, él o ella son arrastrados a etapas avanzadas de una condición que se vuelve tan similar a la enfermedad como la neuritis, la neurastenia, la indigestión o el reumatismo. De hecho, estas malas condiciones pueden ser el resultado inmediato de las permisividades antes referidas.

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El control consciente aplicado

El hecho desafortunado al que debemos enfrentarnos es que tales personas están prácticamente descontroladas en lo que se refiere a sus deslices y la opinión general es que estas personas carecen de voluntad. En mi opinión, esto no es cierto en realidad.

Supongamos que un hombre es un ladrón que es detenido y castigado. Él dice a sus amigos y familiares que piensa reformarse. ¿Pero realmente piensa hacerlo? Si es así, ¿no depende la respuesta a esta pregunta del punto de vista de la persona implicada? Pongamos el ejemplo de dos hermanos. Uno es un ladrón y el otro no lo es, considerando que nunca ha robado nada en toda su vida. Él despreciaría un acto así, pero no tiene escrúpulos en aprovecharse de un amigo con el que llega a un acuerdo. Incluso puede no caer en la cuenta de que actúa injustamente hacia su amigo. De hecho, él está bien enterado de los detalles y posibilidades del negocio que este acuerdo representa. Es consciente de su conocimiento superior y lo utiliza deliberadamente al redactar las cláusulas del acuerdo de forma que está seguro de conseguir un mayor beneficio de la transacción que su amigo menos experimentado, aunque al mismo tiempo, puede entender perfectamente que el contrato puede ser redactado de forma que asegure beneficios iguales para ambas partes. Él llama a esto negocio, no robo.

Es muy posible que el ladrón despreciara el aprovecharse así de un amigo. He conocido casos así; de ahí la frase: “Honor entre ladrones”.

Entonces no decimos que el otro hermano carezca de voluntad, pero ¿dónde está la diferencia entre él y su hermano ladrón?

En el caso del ladrón, hizo la promesa de reformarse. Vuelve a robar una y otra vez, de modo que la gente dice lo de siempre: “No tiene remedio, no tiene la voluntad que le permitiría reformarse”. Como he indicado antes, me temo que esta no es la solución correcta.

Pues si admitimos que en ambos casos todo depende del punto de vista, no podemos sorprendernos de que la mera promesa de reforma sea generalmente fútil y debemos además darnos cuenta de que un cambio de perspectiva es el buen camino hacia la reforma. Al mismo tiempo, la experiencia de las idiosincrasias humanas nos ha enseñado que la cosa más difícil de cambiar es el punto de vista del género humano controlado subconscientemente. La falta de poder para reformarse es el resultado del fracaso parcial usual de los mecanismos mentales subconscientes en un campo que necesita del juicio razonado.

De hecho, este hombre posee una gran cantidad de voluntad y energía en ciertas direcciones, al igual que probablemente le faltan en otras. Lo mismo se aplica a su hermano y, en mayor o menor grado, a cada ser humano. Al mismo tiempo, creo que está justificada nuestra conclusión de que el ladrón, comparado con su hermano, ejercita su energía, voluntad e ingenio sólo en direcciones limitadas. Esto se aplica a toda la gente que tiene lo que llamamos tendencias criminales en contraste con sus más afortunados compañeros. Aquí llegamos al punto en que nos enfrentamos una vez más con energías mal dirigidas concentradas en canales estrechos a través de tendencias anormales; de ahí la sobrecompensación que sigue inevitablemente.

Desdichadamente, el ladrón confina demasiado a menudo sus energías a lo que en su opinión pervertida, el resultado de un punto de vista equivocado, son medios legítimos de ganarse la vida. Desde su pervertido punto de vista, él simplemente toma de otra persona algo que considera que él tiene tanto derecho a poseer como cualquier otro, si es lo bastante listo como para conseguirlo por cualquier medio a su disposición. He oído a cierto tipo de socialista expresar opiniones que justifican este modo de razonar. Su punto de vista es prácticamente igual al del ladrón y él necesita la misma ayuda si tiene que ponerse en comunicación con su razón. Sabemos que hombres y mujeres han continuado robando durante años sin que nadie lo haya sospechado y no puede haber ninguna duda de que eludiendo así la detección, demuestran poseer formas excepcionales de voluntad, energía, ingenio, valor, determinación e iniciativa que, dirigidos por los canales correctos, habrían hecho de ellos miembros de la sociedad de gran éxito y valor.

No debe olvidarse que si el ladrón es detectado, su castigo es tan formidable, no sólo por el castigo legal en el que incurre sino también por la mofa y escarnio con los que se encuentra en la esfera social, incluso entre sus parientes consanguíneos, que esto actuaría como disuasivo para una persona corriente.

Obviamente entonces, el problema a resolver en relación con el ladrón o cualquier otro criminal, tiene que ver con las condiciones psicofísicas que le influencian

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dirigiéndole hacia el crimen y también con el fracaso del castigo, tanto en cambiar su punto de vista como en dirigir sus excelentes dotes mentales y físicas hacia campos de expresión honestos y valiosos.

Todos sabemos que un conservador raramente se convierte al punto de vista liberal o viceversa en un día, un mes o incluso un año. Tales cambios mentales en la persona controlada subconscientemente, deben, con raras excepciones, hacerse gradual y lentamente; pues las necesidades de reajuste en el sí mismo psicofísico son grandes y dependen de las condiciones presentes en la persona particular. Es concebible que estando presentes ciertas condiciones, el proceso de reajuste puede provocar la misma desorganización que la producida por una crisis grave. Durante una experiencia de esta clase, la persona podría estar durante un tiempo en más peligro que nunca14 y la duración de este periodo variaría en personas diferentes. El proceso de reajuste en todas las esferas, significa la inmediata interferencia con las fuerzas de potencia y debilidad, y en el caso del ladrón que estamos considerando, la potencia estaba asociada a peculiaridades suyas mentales y físicas como factores malignos que lo controlaban más o menos; de hecho, en su caso constituían la guía y dirección. En todas sus actividades físicas y mentales que estos factores malignos estimulaban, él experimentaba su máximo de confianza y poder directivo.

Ahora, en lo relativo a sus debilidades, tenía poco en lo que confiar. Su intento de reforma era una necesidad de reajuste lo cual, a su vez, significaba un periodo de pérdida de confianza y poder directivo comparativos. Sus nuevos esfuerzos necesitaban ser dirigidos por canales en los que no sólo carecía de confianza sino que en ellos sufría más de la sobrecompensación experimentada en el pasado. En realidad, se le quitaban repentinamente sus apoyos y eran remplazados por aquellos que sus bien intencionados amigos y familiares consideraban infinitamente superiores y absolutamente fiables. Sus experiencias de la vida, para su satisfacción, les habían demostrado ser así; pero sus experiencias no eran las suyas, la potencia de ellos no era la suya, sus debilidades no eran las suyas; y como consecuencia de tales hechos, el control subconsciente falla y se necesita el control consciente razonado.

Si he conseguido dejar claro mi punto de vista al lector, reconocerá y admitirá el riesgo que corre este ladrón desafortunado. Por un lado, el lector debe simpatizar con este hombre que, sin tener la culpa, está siendo dirigido durante el periodo de desamparo comparativo en un círculo de experiencias complejas y poco familiares, por un subconsciente engañoso y pervertido. Por otro lado, si lo hubiera substituido por el control razonado consciente y lo hubiera utilizado en la reeducación y coordinación, el proceso de reajuste habría presentado el mínimo de dificultades y riesgos que hemos enumerado.

Visto lo anterior y excepto en raras excepciones, ¿podemos esperar cambiar al ladrón al igual que al liberal o al conservador por los métodos ordinarios de base subconsciente? Le evidencia a la luz de la experiencia es contraria a la proposición.

El conservador y el liberal de nuestro ejemplo, no menos que el ladrón, dependen de la guía-control subconsciente y son víctimas de las tendencias particulares, dañinas y de otro tipo, que se han desarrollado y establecido, por lo general, sin ser reconocidas y sin ningún aviso previo a sus facultades de razonamiento.

Entonces, debemos volver a prestar atención una vez más a aquel proceso psicofísico que llamamos hábito, incluidos los desarrollos que tienen su origen en la conciencia al igual que aquellos que surgen del subconsciente.

Por ejemplo, un hombre puede ser lo que llamamos, un ladrón de nacimiento. En otras palabras, él está maldecido por el ansia o hábito anormal subconsciente que hace de un hombre un ladrón por naturaleza.

14 En relación con esto, los siguientes versículos (24, 25, 26) de los Evangelios de San Lucas, capítulo XI, son interesantes:24. Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, recorre los lugares áridos buscando reposo y no hallándolo se dice: Volveré a la casa de donde salí;25. y viniendo la encuentra barrida y aderezada.26. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él mismo y, entrando, habitan allí y vienen a ser las postrimerías de aquel hombre peores que los principios.

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El control consciente aplicado

Por otro lado, puede ser bien normal al nacer, pero ser arrastrado al principio de su vida por senderos inocentes y aparentemente inocuos, que gracias a la falta de cariño y de sólida formación, se desarrollan muy lentamente y permanecen inadvertidos para la persona implicada o para sus amigos y parientes.

Todo conocemos a hombres y mujeres que se convierten en drogadictos simplemente por querer experimentar la sensación o sensaciones producidas por la droga. De la forma más insospechada esto se repetirá en el futuro. Este comienzo inocente a menudo se ha convertido en adicción a la droga.

Conocemos a científicos aparentemente capaces intelectualmente que han tomado drogas, la primera vez desde la perspectiva puramente científica, de forma al parecer inocua, pero que a pesar de esto, rápidamente han caído víctimas de la drogadicción. Exactamente el mismo proceso ha servido para formar la mayoría de alcohólicos.

Es importante recordar que diferentes hombres y diferentes mujeres caen víctimas de algún estimulante o droga en particular, mientras son absolutos dueños de sí mismos en lo relativo a otras influencias seductoras.

Por ejemplo, A se vuelve adicto a cierta droga, pero aunque ha tomado alcohol desde temprana edad, nunca se ha convertido en un bebedor inmoderado. No fue hasta que entró en contacto con esta droga en concreto que su anormalidad latente o debilidad o como queramos llamarlo, se manifestó abiertamente. Otro ejemplo: B había vivido en China durante un año sin caer en la adicción, pero en cambio, el hábito del té se convirtió en su problema. A pesar del hecho de que su salud estaba seriamente afectada por su permisividad con el té y según la opinión de sus consejeros médicos, por culpa de su inmoderado uso se habían desarrollado en él ciertos problemas que le provocaban un sufrimiento considerable, él continuaba excediéndose bebiendo té, al igual que hacen otros que están bajo la influencia de las drogas o el alcohol en alguna o en todas sus formas.

Al llegar a este punto, esta gente está, en palabras de Emerson, “fuera de comunicación con su razón”; una tendencia subconsciente. Aquí yace la explicación de las dificultades que ellos raramente superan, dificultades que podrían no seguir siéndolo si el control subconsciente fuera suplantado por la guía-control consciente de la totalidad del organismo; pues en los procedimientos prácticos en la vida, esta guía-control consciente connota “volverlos a poner en comunicación con su razón” y proporcionar los “medios por los cuales” del reajuste con éxito.

Que están fuera de comunicación con la razón viene indicado por el hecho de que aunque ellos saben que están seriamente enfermos y sus doctores les dicen que para recuperar la salud deben abstenerse de ciertas comidas y bebidas, no se abstienen. El continuar con su permisividad simplemente satisface algún anhelo profundo que sólo puede convertirse en un factor gobernante, en contra de la razón humana, cuando los hombres están controlados por el subconsciente en lugar de estarlo por los poderes conscientes; pues el control subconsciente (instinto) es el resultado de experiencias en aquellas esferas en las cuales los sentidos del animal ejercieron las grandes influencias controladoras y directoras en las etapas primitivas de la evolución del hombre; en cambio, el control consciente (experiencia razonada) gracias a la reeducación, coordinación y reajuste, es el resultado del uso de los poderes de razonamiento en la conducción de la vida, mediante el cual el hombre puede luchar contra sus deseos anormales de experiencias sensoriales dañinas.

El hecho de que los seres humanos civilizados tomarán vino o azúcar o drogas siendo conscientes de que esto gradualmente está minando su salud y su carácter, es una prueba positiva del dominio de lo físico sobre lo mental, exactamente igual que en la edad de piedra.

Demuestra que en el caso del azúcar, por ejemplo, se han convertido en víctimas del sentido del gusto. En otras palabras, las sensaciones producidas por el sentido del gusto influencian y finalmente gobiernan su conducta en lo relativo a esto, mientras que en cambio, ellos deberían estar gobernados por las facultades de la razón. Han desarrollado complejos viciados en los cuales las sensaciones físicas pervertidas deben ser satisfechas, incluso a costa de daño mental y físico y a menudo de sufrimiento intenso.

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El estado psicofísico no indica un progreso adecuado en el plano evolutivo hasta el momento actual y además, no asegura un mayor progreso en el futuro bajo esta misma dirección subconsciente. El dominio de ciertas sensaciones pervertidas presenta otra fase interesante, como quiera que estas sensaciones están asociadas a menudo a complejos comparativamente superficiales.

Por ejemplo, sea el caso de una persona que sufre los efectos de tomar azúcar en cantidades dañinas. Si decide abstenerse de satisfacer los deseos de su gusto sobre el azúcar y realmente se abstiene durante, digamos, una semana o diez días, a menudo ocurre que pierde la sensación agradable seductora que originariamente derivaba del azúcar y frecuentemente desarrolla un disgusto positivo hacia ello.

Esto también sirve para revelar en la mayoría de la gente la falta de fiabilidad de los diferentes sentidos, como el del gusto, etc. Naturalmente, en todos estos casos esta falta de fiabilidad es debida a la anormalidad en una o más direcciones, usualmente más de una y este hecho remarca la absoluta necesidad de establecer aquellas condiciones normales que necesitan de la guía-control consciente para su mantenimiento en la civilización; condiciones que tienden a erradicar y prevenir ansias y deseos anormales en cualquier sentido.

Al discutir los fenómenos anteriores con los amigos y alumnos, frecuentemente se me hacen preguntas como esta:

“¿A qué hemos de atribuir las manifestaciones particulares de fuerza o debilidad en personas diferentes, cuando están implicadas sensaciones anormales específicas?”

“¿Por qué una persona está indebidamente inclinada hacia alguna sensación en particular que ella sabe que está arruinando su salud y causando el sufrimiento diario, mientras otra, igualmente anormal y engañada aunque a prueba de este error de su compañera, sucumbe a algún otro tipo de influencia sensorial?”

Simplemente depende del aspecto psicofísico del individuo, de sus tendencias inherentes y de su experiencia general de la vida en diferentes ambientes. Toda la gente cuyos sistemas cinestésicos están viciados y son engañosos, desarrolla algún tipo de perversión o anormalidad en la sensación. El asunto realmente importante es erradicar y prevenir esta condición cinestésica para hacer imposible en el ser humano tal dominio de la sensación.

Hay otro asunto que hace trabajar la mente del profano y es que ese gran sufrimiento como consecuencia de la permisividad anormal en algún sentido, no actúa como revulsivo.

Naturalmente, si esos desafortunados estuvieran en comunicación con su razón y por tanto, estuvieran guiado-controlados conscientemente, tal sufrimiento serviría para prevenirles de repetir la experiencia que lo produjo.

Para aquellos que han estudiado esta curiosa fase de fenómenos mentales y físicos, casi parecería que de tal sufrimiento se deriva una forma de satisfacción o placer; de otro modo, se llegaría a la conclusión de que ellos no continuarían repitiendo los actos que según su experiencia, han ido seguidos de verdadero dolor e incomodidad.

Y seguro que no hay nada irrazonable en esta sugerencia, visto que hay pocas dudas de que la mala salud en alguna gente es tan natural como la salud lo es en otra.

Sólo significa un intento por parte de la naturaleza de hacer su trabajo cuando las condiciones son anormales por el mismo proceso que si fueran normales.

La persona que disfruta de esta última condición, aborrece el sufrimiento y el dolor, y actuará de forma razonable para prevenirlos a ambos y esto es bien consistente con nuestro conocimiento y experiencia de la anormalidad en el organismo humano, para tender a la idea de que aquellos afligidos por tendencias

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anormales, encuentran una forma perversa de placer en el dolor.

Y todas estas sugerencias sirven para apoyar la teoría de que el primer principio en toda formación, desde los primeros años de vida del niño, debe ser en un plano consciente de coordinación, reeducación y reajuste, lo que establecerá una cinestesia normal.

La condición anormal descrita está más o menos gobernada por los sentidos a través del subconsciente y debemos recordar que las grandes fuerzas controladoras en el reino animal son principalmente físicas. Esto también está de acuerdo con la etapa evolutiva puramente animal y cualquier avance desde esta etapa necesita que el equilibrio de poderes se desplace gradualmente a favor de lo mental.

Las fuerzas de control y guía en el animal salvaje de cuatro patas y en las razas negras salvajes son prácticamente las mismas; y esto sirve para demostrar que desde la perspectiva de la evolución, el progreso mental de estas razas no ha sido acorde a su evolución física desde el plano del animal salvaje hasta el del humano salvaje.

Esto nos lleva al meollo de mi discusión sobre la guía-control consciente en su más amplio sentido, que es, como un universal.

Dondequiera que encontremos el dominio del control subconsciente (instintivo), esto nos proporciona la prueba de que en las etapas lentamente desarrolladas de la vida, la fuerza física es la gran controladora y tenemos bien claro que esta condición no asegura el progreso hasta aquellos altos planos de la evolución que deberían ser la meta del crecimiento y desarrollo civilizado, la meta a la que el género humano estaba destinado sin duda.

El progreso relativamente inadecuado de la evolución mental de las razas negras comparado con el de su evolución física, al considerarlo con respecto a su aproximación a los animales salvajes, no puede considerarse más que como un resultado de lo más decepcionante. Seguro que no procura ninguna evidencia convincente de que el género humano vaya a avanzar adecuadamente en el plano evolutivo en la civilización si continúa confiando en la guía-control subconsciente original.

1.6 Hábitos del pensamiento y del cuerpo

El hombre que ha llevado su mente tan lejos respecto a cualquier cosa con la que él ya no puede seguir contando, enloquece cuando esa cosa está implicada.ALLEN UPWARD, La nueva palabra

1.6.1 Actitud mentalCuando hablábamos del caso de tartamudeo, citado hacia el final del capítulo 1.4, tuve la ocasión de darme cuenta de que no era una tarea fácil influenciar la mente consciente de X. El asunto es que: Un paciente que se somete a sí mismo a tratamiento, tanto de un médico como de cualquier otro terapeuta, debe HACER lo que se le dice, pero no PENSARÁ o no puede PENSAR cómo se le dice. En la consulta ordinaria, el hombre que se ha graduado en Medicina no tiene en cuenta esta actitud mental en el noventa y nueve por ciento de los casos. Se prescribe el medicamento, la dieta o el ejercicio y si el paciente obedientemente sigue las direcciones mecánicas dadas sobre las prescripciones, se le considera un buen paciente. Al doctor no le preocupa la forma de pensar del paciente, excepto en un caso de cada cien, posiblemente un caso de flagrante hipocondría.

Verdaderamente, deseo mantener y demostrar en relación con esto, que en un porcentaje muy alto de casos que ahora están siendo tratados en nuestros manicomios públicos y privados, se ha permitido desarrollar la locura por esta desatención de la actitud mental. No puedo ahora pararme a considerar este interesante tema de

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Hábitos del pensamiento y del cuerpo

la locura, pero debo indicar de pasada que al porcentaje muy alto de casos que he mencionado, no debería haberse permitido nunca llegar a la condición que hizo necesario enviarlos al manicomio en un principio. La mayoría de ellos, lejos de faltarles control mental, poseen mentes de habilidad excepcional. Algunos son ejemplos de sujetos que en primer lugar han empezado asumiendo una actitud deliberada con un objetivo particular, tal como evitar un trabajo antipático o la permisividad de algún deseo o sensación pervertida, teniendo como consecuencia que la actitud adoptada primero deliberadamente se convierte luego en un hábito fijo y por tanto incontrolable.

Por lo tanto, cuando queremos proporcionar al paciente el control consciente, la consideración de la actitud mental debe preceder la ejecución del acto prescrito. El acto ejecutado tiene menos consecuencias que la forma de ejecutarlo. No obstante, es notable el hecho de que aunque el paciente o el que investiga el sistema puede comprender esto, a menudo encuentra una enorme dificultad en alterar algún frívolo hábito de pensamiento que se encuentra entre él y el beneficio que claramente espera. Y la explicación simple de este aparentemente extraño enigma, es que la mayoría de la gente cae en un hábito mecánico de pensamiento con tanta facilidad como cae en el hábito mecánico del cuerpo que es la consecuencia inmediata.

Voy a poner un ejemplo de un asunto que no es de mi competencia, para llevar el tema a mi propio campo, pero voy a hacer un preámbulo señalando que yo personalmente, no estoy interesado lo más mínimo en alterar el hábito de pensamiento de ninguna de las personas que expongo como ejemplos y sólo cito propaganda política bien conocida para dar vivacidad a la imagen.

Supongamos entonces que A es un partidario convencido del libre mercado y que Z es no está menos seguro de las gloriosas posibilidades del proteccionismo y pongamos a A y Z a defender el asunto. De pronto nos damos cuenta de que cuando A está hablando, los esfuerzos de Z se centran en cazarlo en una tergiversación o en un error de lógica y la actitud de A es precisamente la misma cuando le toca hablar a Z. Ninguno de los partidarios tiene la menor intención de entrada de alterar su credo ni podría siquiera ser convencido por los hechos y argumentos del otro, por muy sólidos que fueran. Esto es un hecho experimentado por toda persona inteligente. Los contendientes han influenciado sus propias mentes de forma que son incapaces de recibir ciertas impresiones; una parte de su inteligencia normalmente susceptible de recibir nuevas ideas, incluso si tales ideas son opuestas a su concepción original, está en estado de anestesia: está desconectada, puesta fuera de acción. El hábito de la mente que se ha formado mecánicamente traduce todos los argumentos de un oponente en conceptos equivocados o falacias. Ninguno de los contendientes de nuestro ejemplo tiene la mínima intención o deseo de aproximarse al tema con una mentalidad abierta. Desdichadamente, el rígido hábito de la mente no sólo se aplica a asuntos políticos; queda en evidencia en todos los pensamientos y actos de nuestra vida cotidiana y es la causa de muchos males demostrables.

Y en lo tocante a esta cuestión de la rigidez mental, puedo citar una crítica muy valiosa del Sr. William Archer, el bien conocido crítico teatral londinense, sobre el punto primario del “Deseo de una mentalidad abierta”. Esta crítica fue publicada en The Morning Leader el 17 de diciembre de 1910. Hice la réplica en el mismo periódico y mi respuesta fue publicada el 23 de diciembre de 1910.

Como esta breve discusión ilustra con mucha claridad el concepto equivocado que surge con tanta facilidad sobre esta cuestión, copio ahora estas dos cartas tal como aparecieron originalmente.

1.6.2 Crítica de William ArcherLA MENTALIDAD ABIERTA

“En el primer capítulo de un libro útil e interesante del Sr. F. Matthias Alexander, titulado La herencia suprema del hombre (Methuen), hay un pasaje que me

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Hábitos del pensamiento y del cuerpo

propongo tomar como texto de este discurso semanal. Sobre 'los hábitos mecánicos del pensamiento', el Sr. Alexander dice:Supongamos que A es un partidario convencido del libre mercado y que Z no está menos seguro de las gloriosas posibilidades del proteccionismo y pongamos a A y Z a defender el asunto. De pronto nos damos cuenta de que cuando A está hablando, los esfuerzos de Z se centran en cazarlo en una tergiversación o en un error de lógica y la actitud de A es precisamente la misma cuando le toca hablar a Z. Ninguno de los partidarios tiene la menor intención de entrada de alterar su credo ni podría siquiera ser convencido por los hechos y argumentos del otro, por muy sólidos que fueran... El hábito de la mente que se ha formado mecánicamente traduce todos los argumentos de un oponente en conceptos equivocados o falacias. Ninguno de los contendientes tiene el mínimo deseo de aproximarse al tema con una mentalidad abierta. Desdichadamente, el rígido hábito de la mente no sólo se aplica a asuntos de gobierno; queda en evidencia en todos los pensamientos y actos de nuestra vida cotidiana y es la causa de muchos males demostrables.

Naturalmente que muy a menudo el hecho es como el Sr. Alexander establece; pero me pregunto, ¿podemos aceptar el ideal de “mentalidad abierta” implicado en su ejemplo? ¿No es una cierta firmeza de convicción absolutamente necesaria para la conducta eficiente en el negocio de la vida? ¿Y no estamos casi tan capaces de errar en el lado de la impresionabilidad como en el lado de la rigidez? Me parece recordar una advertencia de las Escrituras contra ser 'arrastrado por todos los vientos doctrinales'.

Si reflexionamos por un momento, creo que veremos que la cantidad de apertura mental que la razón necesita debe variar de acuerdo con la naturaleza de la cuestión. Sobre un asunto que es un hecho indiscutible capaz de demostración absoluta, naturalmente que es tonto permitir que el prejuicio o la inclinación nos impidan reconocer la verdad. Pero no es en tales cuestiones donde comúnmente surge la polémica. Imagino que en el mundo moderno, es la Teología casi la única influencia que frecuentemente lleva a la gente a cerrar su mente a hechos demostrables o a probabilidades abrumadoras. Pero de las cuestiones más importantes de la vida, muchas no son hechos indiscutibles, mientras en otras la evidencia es tan compleja o tan inaccesible que la demostración no es lo que diríamos, humanamente posible. Es proverbialmente fútil discutir sobre cuestiones de gustos; pues el goce consiste en una relación entre el que percibe y la cosa percibida que no puede ser producida por la fuerza de la razón o del razonamiento. Sin duda, yendo a ver 'Salomé' o a la Exposición Postimpresionista, tenemos que llevar con nosotros una mentalidad abierta; es decir, no debemos ir de astuto filisteo o con un humor frívolo. Y al discutirlos después, debemos conservar una mentalidad abierta para no hacer ley de nuestras propias limitaciones y acusar de tonta o insincera a aquella gente que ve más en el postwagnerismo y el postmanetismo que (quizá) nosotros. Incluso aquí la amplitud mental puede llevarse al exceso; pues sin duda, existe una gran cantidad de afectación y charlatanería en asuntos de arte y sería una tonta credulidad tomar cada Maudle y cada Postlewaite por su propia valoración. Emerson dice: 'Un petardo seguirá siendo un petardo, aunque los ancianos y honorables de este mundo afirmen que es excepcional', y hay innumerables cuestiones de calidad y valor sobre las que alguien que no tenga mente alguna puede posiblemente mantener su mentalidad abierta.

Volvamos ahora a las cuestiones políticas del tipo de las sugeridas por el ejemplo del Sr. Alexander. Por lo general, no hay cuestiones demostrables de hecho sino de especulación o conjetura como posibles resultados de una acción dada. Por lo general las cuestiones son muy complejas; la relación actual entre las dos cámaras del Parlamento es casi única por su simplicidad. Y no sólo cada cuestión es compleja en sí misma; está entretejida firmemente con otras cuestiones de similar complejidad. ¿Podemos por tanto, esperar o desear con razón que A o Z en una única discusión de tópicos tales como la reforma de tarifas pudieran revolucionar todo su sistema de pensamiento? Cuando ocurre tal conversión (y supongo que esto a veces ocurre), ¿debemos elogiar la mentalidad abierta del converso? ¿No debemos mejor deplorar su mente trivial, en la que la nueva convicción apenas estará más enraizada que la antigua? Por ejemplo, las opiniones políticas de un hombre, si son substanciales y consistentes, son y deben ser una especie de mosaico montado con un cemento de principios fundamentales. Se puede alterar el modelo mediante laborioso arrancar y recolocar, pero no mediante un simple empujón en un único punto. ¿Se deduce de esto que la discusión política es una inútil pérdida de tiempo? En absoluto. Nos obliga a reconsiderar nuestras ideas y a mantenerlas consciente y claramente relacionadas con los principios fundamentales.

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Además tamiza nuestros argumentos; al buscar las falacias de nuestro oponente, a veces nos damos cuenta de las nuestras. Además, una discusión puede formar parte del largo curso del pensamiento o de la evolución del sentimiento, de los que finalmente puede llevarse a cabo una conversión realmente válida. Aunque nos creamos completamente inamovibles por el razonamiento de nuestro oponente, puede quedar un efecto subconsciente que aparezca a su debido tiempo. Sin darnos cuenta, una o dos piezas de nuestro mosaico mental pueden, de hecho, haberse perdido. Un resultado más importante que este, a partir de una única discusión cualquiera de una cuestión política compleja, creo que apenas es deseable. No hay duda de que es muy deseable que nosotros, en un momento u otro, debamos haber tenido una mentalidad perfectamente abierta para estudiar una cuestión tal como la reforma de tarifas; y esto es lo que hemos hecho muchos de nosotros. Por mi parte, puedo decir honestamente que cuando el Sr. Chamberlain puso por primera vez la manzana de la discordia entre nosotros, me di cuenta con tanta claridad del carácter meramente tradicional e irrazonable de las ideas del libre mercado, que me incliné en contra de ellas y estuve completamente preparado para encontrarlas erróneas. El hecho de que no lo hiciera así, puede deberse al estudio insuficiente o poco inteligente, pero ciertamente no a ninguna carencia inicial de mentalidad abierta.

Finalmente, indicaría otra limitación del ideal de mentalidad abierta. Hay ciertas cuestiones en las que no podemos mantener nuestras mentes abiertas con seguridad, pues sabemos que eso lleva a la locura. Una vez pasé un día entero en Concord, Mass., discutiendo con un amigo que se había vuelto un converso a la Astrología y estaba empeñado en hacer mi horóscopo. No puse objeciones a eso, pero yo no puedo pretender que mi mente estuviera abierta ni por un momento a sus argumentos. Algo más difícil es el caso de la teoría de Bacon-Shakespeare: ¿Debemos tener una mentalidad abierta sobre eso? Me inclino a contestar que no; pues si alguna vez perdemos de vista el hecho de que todo ello es una locura, estamos en peligro de ser sumergidos por un remolino de folie lucide. El origen y las condiciones psicológicas de la ilusión están perfectamente claras. Ciertamente, es uno de los más únicos y más instructivos incidentes en la historia del error humano y, en ese sentido, merecedor de estudio. El pobre Bacon ha sido obligado, sin tener ninguna culpa, a ponerse en la posición de la Reclamación Tichborne de literatura y no se puede más que imaginar lo que él pensaría de los Onslow, Whalley y Kenealy que están defendiendo la que ellos creen que es su causa. Pero en realidad, una 'mentalidad abierta' sobre la cuestión, la concibo como un síntoma de un amor desorbitado por lo maravilloso y una visión imperfecta de la realidad de las cosas. Hay temas en los que ninguna mente puede permanecer abierta sin perder un cierto grado de equilibrio.”

1.6.3 Réplica del Sr. F. Matthias AlexanderLA MENTALIDAD ABIERTA

Al editor de The Morning Leader“Señor,

Aunque el Sr. William Archer más bien ha mal interpretado mi punto de vista en su muy interesante artículo, yo no me entrometería con una réplica acerca de que yo no creo que esta cuestión sea una que esté en la cima de tantos males físicos y que, por tanto, es una cuestión que no debe ser dejada a un lado de pasada, como, sin duda, muchos de sus lectores estarán inclinados a hacer después de su lectura del temperado y aparentemente lógico razonamiento del Sr. Archer. Digo “aparentemente” porque aunque su silogismo es suficientemente serio, se basa en una premisa falsa debido a su mala interpretación de mi afirmación; sin duda debe reprochárseme no haberme hecho entender del todo.

En primer lugar, admitiré sin más que toda la cuestión es relativa. Desde mi punto de vista, el ejemplo del Sr. Archer del hombre “arrastrado por toda corriente doctrinal”, es un ejemplo de rigidez en lugar de plasticidad, considerando que se trata necesariamente de un neurótico histérico, casi completamente dependiente

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de sus procesos subconscientes. Ahora, son estos procesos tan subconscientes los que restringen el uso de los centros de razonamiento conscientes; constituyen lo que llamamos hábitos mentales, que al volverse fijos, quedan casi fuera del control de la razón; en casos extremos, toman posesión de lo que una vez fue la inteligencia y se manifiestan como idea fija, obsesión, tendencia monomaníaca.

Pero, sin tener en cuenta estos extremos, voy a poner un ejemplo de la vida corriente; y quizá no se puede ofrecer uno mejor que el mismo del Sr. Archer de la controversia Bacon-Shakespeare, un asunto, entre otros, que como el Sr. Archer sugiere es suficiente para trastornar nuestra razón; intentaremos mantener una mentalidad abierta sobre ello.

De hecho, lo que él concibe como mentalidad abierta aquí, es una mentalidad con inclinación a ser pervertida (o convertida) por razonamiento plausible. La actitud correcta de la mentalidad abierta en este caso es: 'he sopesado los argumentos a favor de la autoría de Bacon y los he encontrado insuficientes y hasta disponer de nueva y mejor evidencia, continuaré sosteniendo el punto de vista que siempre he mantenido.'

La actitud rígida que yo condeno en relación con esto es la que dice, 'Usted nunca me hará cambiar de opinión, aunque aporte nueva evidencia'. En el primer ejemplo, podemos llegar a una conclusión sobre la evidencia; se ha ejercido la razón consciente y permanece al mando. No es hasta que la actitud se vuelve subconsciente y se fija, cuando aparece el peligro. Cuando esto ocurre, el hombre que se ha decidido por la autoría de Shakespeare, no podrá ser convencido frente al descubrimiento de nueva evidencia. ¿Puede aún alguien dudar, alguien que se preocupe de andar por el mundo con los ojos abiertos al igual que con mentalidad abierta, de que la vasta mayoría de opiniones dadas por el hombre y la mujer corrientes se han vuelto hábitos subconscientes de pensamiento?

Mi experiencia profesional me ha demostrado en qué gran obstáculo para recuperar la salud física se ha convertido este entorpecedor hábito de pensamiento. El propósito de todo mi libro (La herencia suprema del hombre) del que el Sr. Archer cita, es exponer mi opinión de que el curso de la evolución ha ido en la dirección de la obtención del control consciente de nuestros propios cuerpos y argumenta que éste es el único medio para poder superar las restricciones artificiales, a menudo envenenadas físicamente, impuestas por la civilización. Y le aseguro, caballero, que esta idea de control consciente es absolutamente irrealizable para cualquier persona guiada y refrenada por estos hábitos subconscientes de pensamiento y que, consecuentemente, es bien incapaz de utilizar libremente su inteligencia.

Eso es lo que yo entiendo por mentalidad abierta y creo que en lo que el Sr. Archer no me ha comprendido del todo es en el justo uso y ejercicio de la razón consciente, un uso que es la rara excepción a una regla muy delimitadora.

Sinceramente suyo,F. Matthias Alexander”

El Sr. Archer no contestó a esta carta, pero esta breve correspondencia expresa muy bien, en mi opinión, la objeción popular a la “mentalidad abierta” y mi respuesta a esa objeción.

1.6.4 Hábitos fijos y órdenes de guíaVolviendo ahora a mi propio campo terapéutico, apenas necesito poner ningún ejemplo especial para sostener mi punto de vista. En los últimos años se ha prestado mucha consideración a la actitud mental ante la enfermedad y aunque no se ha adelantado claramente ningún remedio, la condición ha sido diagnosticada y definida. “Idea fija”, alucinación, obsesión, son todos términos utilizados deliberadamente para indicar una condición mórbida, pero tenemos que aplicar estos

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términos con mucha más amplitud y percatarnos del hecho de que son aplicables a hábitos mentales pequeños y no tenidos en cuenta, al igual que a males bien definidos que marcan su desarrollo. En el caso de X, el hábito mental que se había desarrollado como resultado de postular “no puedo levantar el labio antes de hablar”, sólo era otro aspecto de la actitud de A y Z respecto al tema de su discusión y precisamente era de un tipo similar. El conjunto de estos hábitos es tan característico en algunos casos, que vemos con qué facilidad la falacia surge de suponer una entidad para el subconsciente, el cual en el último análisis se completa con estos hábitos adquiridos y otros hábitos variados, algunos de ellos calificados como instintos, la predisposición a los cuales es nuestro derecho de nacimiento, una predisposición heredada de esa larga serie de antepasados cuyo origen se remonta a la primera obscura aparición de la vida activa. Afortunadamente para nosotros, no hay uno solo de estos hábitos de la mente, junto con los hábitos del cuerpo resultantes, que no pueda ser alterado inculcando aquellos principios relativos al equilibrio correcto del cuerpo que yo he llamado los principios de ventaja mecánica,15 utilizados en cooperación con una comprensión de los poderes de inhibición y volición de la mente objetiva, mediante los cuales estos hábitos disuasorios pueden ser elevados al control consciente. El equilibrio y porte del cuerpo erróneos, los hábitos respiratorios incorrectos y cultivados que son la causa de muchos problemas, junto con los obvios malos efectos sobre los pulmones y el corazón, la degeneración del sistema muscular, el fracaso parcial de muchos órganos vitales, las condiciones de la obesidad mórbida que destruye la semejanza de hombres y mujeres con los seres humanos, todas estas cosas y muchas más que combinadas causan debilidad, enfermedad y muerte, son el resultado de hábitos mentales y corporales incorrectos, que pueden ser cambiados todos ellos a hábitos correctos y beneficiosos cuando podemos eliminar de una vez por todas aquel primer hábito de pensamiento entorpecedor que está situado entre nosotros y el control consciente.

Creo que por fin he quedado bien expuesto al ataque del objetor habitual, una persona con la que estoy realmente deseoso de reconciliarme. Le he dado la oportunidad de señalar con el dedo mi último parágrafo y decir: “¡Pero usted sólo quiere cambiar un hábito por otro! Si como usted insinúa, el hábito mental es malo, ¿por qué alentar ningún hábito, incluso si es, como usted dice, 'correcto y beneficioso'?”

Este es un punto de importancia primordial. Pero antes es esencial entender la diferencia entre el hábito que es reconocido y entendido y el hábito que no lo es. La diferencia en su aplicación al caso presente es que el primero puede ser alterado a voluntad y el segundo no. Pues cuando se ha conseguido el control consciente verdadero, un “hábito” nunca necesita hacerse fijo. No se trata en absoluto de un hábito real, sino de una orden o serie de órdenes dadas a los controles subordinados del cuerpo, órdenes que serán ejecutadas hasta ser revocadas.

Por tanto, se comprenderá que la palabra “hábito”, como se entiende generalmente, no se aplica a la nueva disciplina que es mi propósito establecer en el reino ordinariamente subconsciente de nuestro ser. Las razones para esto son dos:

1. Las órdenes de guía conscientes, reconocidas inteligentemente, son tales que pueden ser continuadas durante todo el tiempo, haciéndose más efectivas año tras año, hasta que quedan establecidas como la guía-control real y fundamental necesaria para lo que entendemos como crecimiento y evolución.

2. Los estímulos de la aprensión o la excitación de los reflejos del miedo, son eliminados por un procedimiento que enseña al alumno a no pensar si lo que él llama “práctica” está bien o mal.

Con todo, este segundo punto requiere una mayor aclaración; y me parece que una explicación profana de un alumno mío, puede aclarar más el caso al lector desentrenado que ningún informe técnico. El extracto es de una carta escrita por el reverendo W. Pennyman, M.A.:

Una característica importante del sistema del Sr. Alexander, como se comprueba con el uso práctico, es que el individuo pierde toda señal de tensión. Su cuerpo se vuelve perfectamente “flexible”; todos los esfuerzos y tensiones desaparecen y su cuerpo funciona como una máquina engrasada. Además, su sistema tiene un efecto reflejo en la

15 Ciertos detalles de estos principios se establecerán con detalle en la segunda parte de este volumen.

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mente del paciente: una condición general de liviandad y libertad y ciertamente de alegría espiritual ocupa el lugar de la antigua posición mental cansada. Es el embotellar vino nuevo, pero las botellas deben también ser nuevas o estallarán y esto es exactamente lo que hace el tratamiento del Sr. Alexander. Crea las nuevas botellas y luego puede llenarlas de vino nuevo, con completa libertad.

Sin embargo, esta cita describe un resultado y los medios para lograrlo sólo pueden conseguirse bajo ciertas condiciones. En primer lugar, el alumno debe darse cuenta con claridad de que sufre uno o varios defectos que necesita erradicar. En segundo lugar, el maestro debe hacer un diagnóstico lúcido de tales defectos y decidir los medios por los cuales tratarlos. En tercer lugar, debe haber un entendimiento satisfactorio por parte del maestro y del alumno de las condiciones presentes y de los medios propuestos para remediarlas.

Estas tres verificaciones preparatorias indican el significado psicofísico real de la posición mental del alumno. El alumno empieza admitiendo definitivamente que los factores subconscientes por los que su organismo psicofísico se guía son limitados e indignos de confianza. De hecho, reconoce que sufre de engaños mentales a la vista de sus actos físicos y que su percepción sensorial o cinestesia es defectuosa y engañosa; en otras palabras, se da cuenta de que su registro sensorial de la cantidad de tensión muscular necesaria para conseguir incluso un simple acto cotidiano, es equivocada y dañina y que su concepción mental de condiciones tales como la relajación y la concentración son imposibles en la aplicación práctica.

De ahí que no pueda haber duda de que el hombre en el plano subconsciente, confía ahora demasiado en una sensación o percepción sensorial pervertida, para la guía de su mecanismo psicofísico y que gradualmente se vuelve cada vez más desequilibrado emocionalmente, con resultados muy dañinos y de largo alcance.

Verdaderamente los resultados son todos demasiado obvios y puede suponerse que el individuo se ha esforzado además por hacer lo que está bien y no hacer lo que está mal. ¿Piensa alguien coger un tren fiándose de un reloj que sabe perfectamente que no es fiable? ¿Confiaría alguna persona cuerda en la lectura de un termómetro que sabe que es defectuoso? No, no sólo debemos admitir que hay un fallo en el registro preciso de la percepción sensorial sino también que el error no esta registrado en la mente consciente. Y por esta razón, debe proporcionarse al alumno un centro de guía-control nuevo y correcto antes de pedirle que efectúe incluso los actos más simples de acuerdo con su propia idea y su propio juicio.

Es necesario entender un poco estos detalles técnicos y prácticos para hacerse una idea clara de lo que significa la sencilla palabra “hábito”, que era el origen de esta discusión; pero volveré a un análisis del método en relación con esto en la segunda parte de este trabajo. Lo que quiero destacar en este momento es que el hábito malo y molesto que es necesario erradicar, es tanto permanente como irreconocible en la experiencia ordinaria. En algunos casos, puede haber acontecido originalmente sobre el plano de la razón, pero esta forma de hábito se perpetua invariablemente en el subconsciente. Por otro lado, el modo de funcionamiento que lo substituye, pero al que nunca más se hará referencia con total corrección con el mismo término “hábito”, es un objeto a controlar como la rutina de una oficina bien organizada. Se establecen ciertas reglas para la dirección habitual del negocio, pero el que dirige ese negocio debe tener libertad para romper las reglas o para modificarlas a su discreción. El hombre que permite a la rutina ser prioritaria a cualquier otra consideración (y he conocido ejemplos de tal mórbida concesión al procedimiento habitual en los negocios), está segura y firmemente en camino hacia el fracaso comercial.

Pondré ahora un ejemplo del principio extraído de mi propia consulta. Suponga que un paciente que ha adquirido hábitos respiratorios incorrectos, viene a verme y suponga que el paciente es moldeable y esta listo para asimilar nuevos métodos y que después de recibir de mí sus nuevas órdenes de guía, aprende pronto conscientemente a hacer un uso apropiado del mecanismo muscular que gobierna los movimientos del aparato respiratorio, una palabra que describe adecuadamente este mecanismo particular del cuerpo. Ahora, sería absurdo suponer que a partir de entonces, esta persona en su estado de vigilia se dará cuenta deliberadamente de cada funcionamiento separado de sus pulmones, del mismo modo que no esperaremos que el ocupado director de un negocio supervise constantemente la rutina de su personal bien organizado. Es cierto que ha adquirido el control consciente de ese funcionamiento, pero una vez dominado ese

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control, los movimientos reales que siguen corren a cuenta del “subconsciente”, aunque siempre bajo el entendimiento de que podría darse una contraorden en cualquier momento si fuera necesario. Pero si esta contraorden no se da, incluso siendo necesario darla, el funcionamiento de los pulmones es subconsciente a todos los efectos, aunque puede ser elevado al nivel de la conciencia en cualquier momento. Así se verá que la diferencia entre el nuevo hábito y el antiguo es que el antiguo era nuestro amo y nos dirigía, mientras que el nuevo es nuestro sirviente, listo para satisfacer nuestro menor deseo sin discusión, aunque siempre trabajando silenciosa y discretamente a nuestro favor de acuerdo con las órdenes dadas más recientes.

Brevemente, tal como yo lo veo, el término subconsciente como se aplica aquí, es sólo un sinónimo para aquella rutina rígida a la que nos referimos finalmente como hábito, siendo esta rutina rígida el obstáculo para la rápida adaptabilidad, la asimilación de nuevas ideas, la originalidad. Por otro lado, la conciencia es el sinónimo para la volubilidad mental, aquella volubilidad que el control subconsciente reprime e impide, volubilidad que nos proporcionará la regeneración física y la perspectiva mental que harán posible que disfrutemos nueva y ampliamente de estos poderes que todos poseemos, pero que tan a menudo están deliberadamente aturdidos o desatendidos.

Considere también este punto aplicado al caso de Juan Pérez, citado en el capítulo 1.2. Si se hubiera cambiado la actitud mental de aquel individuo y hubiera aprendido a utilizar sus músculos conscientemente; si en lugar de efectuar automáticamente un conjunto de ejercicios de tensión muscular, se hubiera dedicado a comprender el control y coordinación de sus músculos, podría haber aplicado su conocimiento a cada acto de su vida. En la mayoría de sus ocupaciones sedentarias, podría haber estado usando y ejercitando su sistema muscular sin recurrir a contorsiones violentas, sacudir los brazos o dar patadas y no puedo sino pensar que podría haber utilizado mejor las horas dedicadas a esto, dando un paseo al aire libre o ocupándose en alguna otra forma de ejercicio natural. Además, si en su caso fueran necesarias ciertas formas suaves de ejercicio en ciertos momentos, tales ejercicios habrían utilizado sus poderes mentales y físicos y gracias a estos agentes, él habría empleado su mecanismo muscular de tal forma que sus usos se podrían haber aplicado a actos simples tales como sentarse en un banco y escribir en un escritorio. Entonces no habría habido motivo para lo que hemos llamado una “guerra civil” dentro de su cuerpo; la totalidad de la maquinaria física habría estado coordinada y adaptada a su forma de vida.

En un parágrafo anterior señalé que Juan Pérez sufría de ciertos errores mentales y físicos y me esforcé por mostrar como estos errores militaban contra la recuperación de su salud. Volviendo a este punto ahora que se ha indicado el método correcto, puedo usar su caso para poner otro ejemplo de este método. Lo que le faltaba a Juan Pérez era un reconocimiento consciente y apropiado del uso correcto de las partes de su mecanismo muscular, ya que mientras él continúe usando mal estas partes, la ejecución de ejercicios físicos sólo aumentará los defectos. De hecho, él meramente imitará a alguna otra persona efectuando un ejercicio particular, copiando su acto exterior mientras su propia conciencia del acto efectuado y de los medios y usos de su mecanismo muscular permanecerán inalterados. Entonces, antes de intentar cualquier forma de desarrollo físico, debe descubrir o encontrar a alguien que pueda descubrir para él, cuales son sus defectos en los usos señalados. Una vez hecho esto, él debe proceder a inhibir las sensaciones de guía que hacen que use el mecanismo imperfectamente; debe aprender la posición de ventaja mecánica y entonces, utilizando las nuevas sensaciones de guía correctas u órdenes, será capaz de llevar a cabo el uso apropiado de su mecanismo muscular con perfecta facilidad. Si el principio mecánico empleado es correcto, hará todo movimiento con el mínimo esfuerzo y no será consciente de la más ligera tensión. Con el tiempo, llegará a reconocer el uso nuevo y correcto del mecanismo, cuyo uso quedará entonces provisionalmente establecido y utilizado en los actos de la vida cotidiana.

Por ejemplo, si decidimos que debemos librarnos de un defecto o cambiar un modo de acción y si procedemos de la forma ordinaria para erradicarlo mediante medios directos, fallaremos invariablemente y con razón. Pues cuando en el ser humano están presentes defectos de la postura del cuerpo, del uso de los mecanismos musculares y del equilibrio, la condición puesta así en evidencia es el resultado de una rigidez indebida de unas partes de los mecanismos musculares asociada a la flacidez indebida de otras. Esta rigidez indebida siempre se encuentra en aquellas partes de los mecanismos musculares que son obligadas a efectuar

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tareas distintas de aquellas que les son propias por naturaleza y consecuentemente, están mal adaptadas para su función.

Como escribe Herbert Spencer:Cada facultad adquiere la idoneidad para su función efectuando su función; y si su función la efectúa un agente substituto, no tiene lugar ninguno de los ajustes naturales requeridos, sino que la naturaleza se deforma para ajustarse a los arreglos artificiales en lugar de a los naturales.

Desdichadamente, todo esfuerzo consciente ejercido al intentar una acción física, causa en la gran mayoría de la gente de hoy una tensión tal del sistema muscular implicado como para conducir a la exageración en lugar de a la erradicación de los defectos ya presentes. Entonces, es esencial al comienzo de la reeducación, conseguir la relajación de las partes indebidamente rígidas de los mecanismos musculares para asegurar el uso correcto de las partes utilizadas inadecuadamente y mal coordinadas.

Tomemos por ejemplo el caso de un hombre que habitualmente tensa su cuello al andar, sentarse u otros actos ordinarios de la vida. Esto es un signo de que está intentando hacer con los músculos de su cuello el trabajo que debería ser efectuado por otros músculos distintos de su cuerpo, concretamente con los de la espalda. Ahora, si se le pide que relaje esos músculos tensos del cuello y obedece la orden, este simple acto de relajación sólo trata el efecto y no avisa a su conciencia del uso del mecanismo correcto que debe utilizar en lugar de aquel relajado. El deseo de tensar los músculos del cuello debe ser inhibido como preliminar (lo que no es lo mismo para nada que una orden directa de relajar los músculos por sí mismos) y luego deben estudiarse los verdaderos usos del mecanismo muscular, es decir, los medios para colocar el cuerpo en una posición de ventaja mecánica, si el trabajo recayera de manera natural en los músculos pensados para efectuarlo y el cuello se relajara inconscientemente. En este caso, las órdenes conscientes, quiero decir las órdenes dadas a los músculos correctos, son ordenes preventivas y se mantiene la debida secuencia de causa y efecto.

Señalare aquí sólo una cosa más para concluir mi referencia al caso hipotético de Juan Pérez, quien con todo, sigue siendo el representante de una gran cantidad de gente. Se trata de la cuestión del almacenamiento y reserva de energía y, utilizando una frase que tiene un equivalente mecánico, el registro de la tensión. Si le pide a un hombre que levante una imitación en papel maché de unas enormes pesas, haciéndole creer que casi está por encima de su capacidad levantarlas del suelo, él ejercerá toda su potencia en el esfuerzo por hacer lo que podría efectuar con la mayor facilidad. En menor grado, el mismo dispendio innecesario de fuerza es ejercido por la vasta mayoría de estudiantes de “educación física” y prácticamente por cada persona en las tareas ordinarias de la vida cotidiana. No se ha enseñado al sistema cinestésico a registrar correctamente la tensión o, en otras palabras, a calibrar con precisión la cantidad de esfuerzo muscular requerido para efectuar ciertos actos, siendo el dispendio de esfuerzo siempre por encima del requerido, un ejemplo excelente de la falta de armonía en el organismo inculto. Este hecho puede ser comprobado fácilmente por cualquier persona interesada que se tome el trabajo de probar su aplicación. Pídale a un amigo que levante una silla o cualquier otro objeto de peso similar, que hará una demanda indudable de energías musculares durante el proceso, pero que puede ser levantado sin gran dificultad. Verá en seguida que su amigo se aproxima a la tarea con una idea preconcebida definida sobre la cantidad de tensión física necesaria. Su mente está ocupada exclusivamente con la cuestión de su propio esfuerzo muscular, en lugar de con el propósito al que se enfrenta y el mejor medio de superarlo. Incluso antes de haberse acercado, contraerá o tensará los músculos de sus brazos, espalda, cuello, etc. y cuando vaya a efectuar el acto, se colocará en una posición que en realidad es de desventaja mecánica en lo que a él concierne. No sólo todas estas preparaciones son naturalmente innecesarias sino que la totalidad de la actitud mental hacia la tarea es equivocada. En casos como este, cualquier idea preconcebida, como el grado de tensión necesario, está fuera de lugar. Si deseamos levantar un peso con el mínimo gasto posible de energía, debemos aproximarnos a él y sujetarlo con músculos relajados, colocándonos en la posición de mayor ventaja mecánica posible y luego, ejercer gradualmente nuestras energías musculares hasta alcanzar la potencia suficiente para vencer la resistencia.

Volviendo ahora a la consideración de esa predisposición o hábito mental de prepararse, que tan a menudo nos obstaculiza de partida, podemos ver en seguida que

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esta predisposición toma formas muy curiosas. A veces es francamente objetiva y queda descrita en la frase: “Bueno, no me creo nada, pero puedo intentarlo de todas formas”. De esta forma, un único resultado no pretendido es suficiente generalmente para cambiar la incredulidad en credulidad. Escribo la palabra “credulidad” con intención, pues quiero implicar que la reacción en cierto tipo de mente es poco mejor, si acaso, que profesar la incredulidad. Lo necesario no es el prejuicio en ninguna dirección, sino una inteligencia calmada, clara y abierta de miras, una perspectiva lista, adaptable, una perspectiva, créanme, que no connota propósito indefinido o incertidumbre de iniciativa.

Otra forma de predisposición surge de la falta de propósito; los hábitos mentales que acompañan esta condición son difíciles de erradicar, particularmente cuando la debilidad original ha llevado a alguna forma de hipocondría o enfermedad nerviosa que ha sido tratada con la usual desconsideración de la raíz del mal. No es difícil para el indagador más superficial entender que al tratar casos como este, cualquier método que releve al sujeto aún más, del ejercicio de la iniciativa (métodos como la cura de reposo, por ejemplo, aunque podría citar muchos otros), sólo aumenta el mal original. La falta de propósito es animada y cultivada y después de más o menos seis semanas de tratamiento, el paciente vuelve a sus tareas ordinarias de la vida más incapaz de efectuarlas incluso que antes. Como he dicho antes, no se tiene en cuenta el instinto de conservación o el deseo de vivir. Esta es la fuente principal de la vida humana, mas en la rutina de nuestra civilización protegida, incluso su poder tiende a veces a relajarse y la maquinaria se desmorona. Entonces la maquinaria debe ser alentada de nuevo, en lugar de permitírsele relajarse aún más mediante el reposo. Esta falta de propósito, efecto inmediato de nuestros métodos educativos, es desgraciadamente muy común en todas las clases, pero especialmente entre aquellos que no tienen ocupación o aquellos cuyo empleo es una rutina mecánica que no ejercita los poderes de la iniciativa. Lo curioso sobre esta gran clase es que ellos no quieren realmente ser curados. Pueden estar sufriendo de muchas discapacidades físicas o de dolor físico real y pueden protestar y lo harán muy seriamente diciendo que quieren librarse de sus dolores e incapacidades, pero enfrentados a la evidencia debemos admitir que si el deseo objetivo está realmente allí, es tan débil como para resultar inexistente para todo propósito práctico. En muchos casos, esta actitud de sumisión a la enfermedad es consecuencia de un fuerte hábito subjetivo. Cualquiera que sea el problema, es soportado en primera instancia; quizá se le ve como una molestia, pero no como una molestia insoportable; no se da ningún paso para librarse del problema y este crece hasta que, por grados, es reconocido por necesidad. Entonces, finalmente, cuando el problema ha crecido hasta amenazar con interrumpir todas las ocupaciones ordinarias, el sufridor busca un remedio. Pero el hábito de sumisión ha crecido haciéndose demasiado fuerte y mientras la enfermedad pueda ser mantenida dentro de ciertos limites, no se hará ningún esfuerzo por vencerla. Naturalmente, esta es una de las experiencias más comunes en la profesión terapéutica. Un paciente es tratado con buen provecho y parece estar en la autopista de la salud perfecta. Entonces hay una recaída. La primera pregunta es: “¿Ha seguido usted el tratamiento?”; y si el paciente es sincero, la respuesta es: “lo olvidé” o “no me he vuelto a preocupar por ello”. En una experiencia reciente de un médico amigo mío, un paciente confesaba haberse quedado en casa durante una semana después de tener una cierta recaída, aunque lo más esencial de la prescripción de la que él previamente se había beneficiado, era estar al aire libre todo lo posible. Esto simplemente significa que el hábito subjetivo de sumisión se ha hecho tan fuerte que la mente objetiva, debilitada a su vez por el descuido de sus funciones de guía, es incapaz de vencerlo. Naturalmente no se puede prescribir ningún tratamiento efectivo sobre un paciente como éste, si el hábito subjetivo no puede ser llevado a la esfera del control consciente. En otros casos, esta aparente falta de deseo por la salud se debe al apego a un hábito muy estimado, que debe ser eliminado para reanudar las funciones correctas del cuerpo. Puede ser un hábito de ligera permisividad o uno que amenace inminentemente el colapso de los procesos vitales, pero el apego a él es tan fuerte que la debilitada mente objetiva prefiere mantener el hábito y arriesgarse antes a morir que hacer el esfuerzo por oponerse a él. Incluso en casos en que no puede atribuirse directamente ningún daño a un hábito de influencia muy marcada, el hábito invasor general de lasitud o inercia es tan fuerte que cualquier régimen que pueda prescribirse resulta desabrido si conlleva, como debe, el ejercicio de aquellos poderes que se ha permitido que caigan más o menos en desuso.

El espacio no me permite dar más ejemplos del hábito de predisposición, pero una poca introspección por parte de mis lectores les permitirá diagnosticar sus propios hábitos mentales peculiares, el primer paso para librarse de ellos. Siempre debemos recordar que la vasta mayoría de los seres humanos vive vidas muy

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limitadas, haciendo las mismas cosas y pensando los mismos pensamientos cada día y es este hecho lo que hace tan necesario que adquiramos control consciente de los poderes mentales y físicos como una totalidad, pues en caso contrario corremos el riesgo de perder aquella versatilidad que es un factor tan esencial para su desarrollo.

En este punto, si el lector se siente inclinado a analizar estos hábitos y establecer un control de ellos, le haré una advertencia preliminar: “guárdese de lo llamado concentración”.

Esta advertencia es tan pertinente a todo el principio, que es importante elaborarla. Pregúntele a alguien que conozca, que concentre su mente en un asunto (cualquiera vale), un lugar, una persona o una cosa. Si su amigo esta deseoso de participar en el juego y se esfuerza seriamente en concentrar su mente, probablemente fruncirá la frente, tensará los músculos, apretará los puños e incluso cerrará los ojos o fijará la mirada en algún punto de la habitación. En consecuencia, su mente estará muy ocupada con esta condición inusual del cuerpo, que sólo puede mantenerse repitiéndose órdenes desde la mente objetiva. Brevemente, su amigo sin saberlo, no está utilizando su mente para concentrarse en el asunto en el que usted le ha pedido que se concentre, sino en la consideración de una condición corporal inusual que él llama “concentración”. Esto es cierto también para la actitud de atención requerida de los niños en las escuelas; ello disocia la mente en lugar de compactarla. Personalmente, no creo en ninguna concentración que necesite esfuerzo. Es el querer, el deseo consciente de hacer algo o pensar en algo lo que da como resultado la ejecución adecuada. ¿Podría haber escrito Spencer sus Primeros principios, o Darwin El origen del hombre, si alguno de ellos hubiera sido obligado a algún rígido esfuerzo limitador para mantener su mente en el asunto entre manos? No niego que puede hacerse cierto trabajo en condiciones que necesitan tal arduo esfuerzo artificial, pero niego que éste sea jamás el mejor trabajo. Ni admitiré que un caso tal como el de Sir Walter Scott pueda, lógicamente, ser argüido en contra de este punto de vista. Pues el verdadero deseo serio de escribir las novelas Waverley estaba allí, incluso si estaba originado por el deseo de pagar las deudas que tomó sobre sí mismo y no en el deseo de escribir las novelas, porque él obtuvo placer en la ejecución real. Brevemente, nuestra aplicación de la palabra “concentración” denota un conflicto que es una condición mórbida y una forma de enfermedad; la unidad de propósito es otra cosa. Si usted decide estirar el brazo y doblarlo en el mismo momento, usted puede ejercer un considerable esfuerzo muscular, pero no conseguirá ningún resultado y esta analogía se aplica al esfuerzo por delimitar los poderes del cerebro mediante la concentración y a la vez, ejercerlos con total capacidad. El esfuerzo representa el conflicto entre los dos postulados: “debo” y “no puedo”; la lucha continúa indefinidamente, con un desperdicio constante de esfuerzo mal aplicado. Una vez erradicado el hábito mental de pensar que este esfuerzo es necesario, una vez postulado y aprendido el significado de “quiero” en lugar de aquellas contradicciones primitivas, lo que era difícil se volverá fácil y se substituirá el dolor por el placer. En resumen, debemos cultivar el hábito deliberado de empezar cada ocupación con toda la mente, con un vivo deseo de llevar cada acción a término con éxito, un deseo que necesita la puesta en juego de toda la facultad de la atención. Este poder se desarrolla con el uso y pronto se vuelve tan simple alterar un gusto mórbido que puede haber sido una tendencia durante toda la vida, como alterar los más pequeños malos hábitos de reciente adquisición.

La siguiente es una interesante experiencia con una alumna que estaba fuertemente inclinada a creer en el valor y el poder de la concentración. Esta alumna contestaba vigorosamente a mis ataques contra el objeto de su fe, como se practicaba según la concepción ortodoxa. Ella expuso, naturalmente, los argumentos usuales y yo fracasé en hacer ninguna impresión en su actitud mental respecto a la atribulada cuestión en discusión. Pero finalmente, algunos días después de nuestro primer encuentro, se presento mi oportunidad. No estábamos en ese momento discutiendo directamente sobre la concentración, pero estábamos tratando sobre asuntos similares y en ese momento mi alumna empezó a hablar de las actitudes adoptadas por la gente hacia las cosas de la vida que les gustaban o disgustaban. Su propio plan, dijo, con un punto de orgullo, había sido desarrollar el hábito de poner su mente en otros asuntos más agradables siempre que estaba metida en una tarea que no le resultaba simpática y había tenido tanto éxito cultivando este hábito que ya no experimentaba las desagradables sensaciones de cualquier deber molesto. Entonces le hice una o dos preguntas y averigüe entre otros hechos, que ella había sido incapaz de “concentrarse” durante años cuando

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Hábitos del pensamiento y del cuerpo

leía y que esta dificultad se estaba haciendo cada vez más pronunciada. Afortunadamente, este ejemplo abrió aquellos lugares cerrados de su inteligencia que yo había sido incapaz de alcanzar con argumentos. Le mostré como ella había estado cultivando una condición mental de lo más dañina, que hizo que la concentración en aquellos deberes de la vida que le eran agradables, pareciera una necesidad. Ella había estado construyendo un cuarto secreto en su mente, tan dañino para su bienestar general como un tumor sin diagnosticar lo hubiera podido ser para su salud física. Estoy contento de decir que ella llegó a admitir la verdad de mi posición original y desde entonces ha empezado a esforzarse en seguir las sugerencias que yo le ofrecía para la corrección de su mal hábito.

Y en todos los esfuerzos de este tipo por reconocer y controlar los hábitos mentales, la primera y única dificultad real es la de superar la inercia preliminar de la mente para combatir el hábito subjetivo. El cerebro se acostumbra a pensar de un cierto modo, funciona siguiendo un surco y cuando se pone en acción, se desliza por el camino tan gastado y familiar; pero una vez se le saca del surco, es sorprendente con qué facilidad puede ser dirigido. Al principio tendrá tendencia a volver a su antiguo modo de funcionar mediante una operación irracional mecánica, pero el surco pronto se rellena y aunque después podemos ser capaces de utilizar el antiguo camino si queremos, ya no estamos limitados a ello.

Para concluir esta breve nota sobre hábitos mentales, vuelvo a dirigir mi atención particularmente a aquellos muchos que dicen: “Estoy contento como estoy”. A ellos les digo, en primer lugar, si estáis contentos de ser esclavos de vuestros hábitos en lugar de ser dueños de vuestra propia mente y vuestro propio cuerpo, nunca os podréis dar cuenta de la herencia maravillosa que es vuestra por derecho por el hecho de haber nacido como hombre o mujer inteligente y racional. Pero digo, en segundo lugar, y esto es importante para el mundo entero y no está confinado a vuestro círculo íntimo: “¿Que hay de los niños?” ¿Estáis contentos de robarles su herencia como quizá os fue robada a vosotros por vuestros padres? ¿Queréis enviarlos al mundo mal equipados, dependiendo de preceptos y hábitos incipientes, incapaces de controlar sus propios deseos y ya metidos en el camino de la degeneración física? Felizmente, creo que se están proporcionando los medios de alterar la inercia. La cuestión de la Eugenesia o la ciencia de la cultura racial está siendo debatida por hombres y mujeres serios y el problema completo de la degeneración física contemporánea aparece en la mente pública. Este es el problema que me ha causado ansiedad durante muchos años y que es el responsable principal de la edición de este libro y en el siguiente capítulo lo trataré relacionado con la teoría del control consciente progresivo que he descrito en las páginas anteriores.

1.7 Cultura de raza y educación infantil¿De que forma tratar el cuerpo; de que forma tratar la mente; de que forma manejar nuestros negocios; de que forma crear una familia; de que forma conducirse como un ciudadano; de que forma utilizar aquellas fuentes de felicidad que la naturaleza provee? ¿Cómo utilizar todas nuestras facultades con la mayor ventaja (...); cómo vivir completamente? Y esto, siendo lo más importante que nos es indispensable aprender, es, consecuentemente, lo más importante que la educación tiene que enseñar. Prepararnos para la vida completa es la función que la educación tiene que desempeñar.

HERBERT SPENCER, Educación

Cada niño llega al mundo con una predisposición para ciertos hábitos y además, el niño de hoy día no nace con el mismo desarrollo del instinto que era la herencia congénita de sus antepasados hace cien o incluso cincuenta años. Muchos niños modernos, por ejemplo, nacen con desventajas físicas reconocibles que son consecuencia directa del deterioro gradual del funcionamiento respiratorio y vital de sus progenitores.

Durante muchos meses, variando el periodo según el sexo y la habilidad del individuo, los procesos vitales y los movimientos son, a efectos prácticos, independientes de cualquier control consciente y el infante humano permanece en esta condición de desamparo y dependencia mucho más tiempo que cualquier

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otro animal. Los hábitos que el niño evidencia durante este periodo prolongado, son aquellas predisposiciones hereditarias que pronto son desarrolladas por las circunstancias y el ambiente, los hábitos de usos musculares, de funcionamiento vital y de adaptabilidad. Si fuera posible analizar las tendencias de un niño cuando tiene, digamos, doce meses de edad, pronto podríamos gobernar la ciencia de la herencia que actualmente es tan experimental e incierta en sus deducciones; pero las potencialidades del niño permanecen escondidas en los misteriosos agrupamientos y ordenaciones de sus células y tejidos, escondidas fuera del alcance de cualquier análisis. El niño es nuestro material; podemos moldearlo de la forma deseada dentro de ciertos amplios límites. Pero incluso en el nacimiento es diferente de otros niños; nuestros límites pueden ser amplios, pero son fijos. Sin embargo, dentro de estos límites nuestra capacidad para lo bueno y lo malo es muy grande.

Hay dos métodos por los que el niño aprende. El primero y en los primeros años predominante, es el método de la imitación; el segundo es por instrucción preceptiva o directamente administrada, positiva o negativa.

Respecto al primer método, los padres de cualquier clase admitirán el hecho no sólo de que los niños imitan a aquellos que están con ellos durante aquellos años plásticos tempranos, sino que los primeros esfuerzos del niño por adaptarse a las condiciones que le rodean, se basan casi exclusivamente en la imitación. Pues a pesar de los muchos miles de años durante los cuales ha existido alguna forma de civilización, ningún niño ha nacido todavía con instintos hereditarios tendientes a hacerle encajar en cualquier sociedad en particular. Su lenguaje y modales, por ejemplo, son enteramente modelados según el habla y los hábitos de aquellos que lo tienen a su cuidado. El niño descendiente de cien reyes hablará el lenguaje y adoptará los modales de los barrios bajos si se cría entre estas compañías; y el hijo de un aborigen australiano hablaría la lengua inglesa y se comportaría, con ciertas limitaciones, como un niño civilizado si creciera entre gente inglesa.

Nadie niega este hecho; ha sido demostrado y aceptado, más ¿cuán a menudo intentamos hacer una aplicación práctica de este conocimiento? Aunque la ciencia de la herencia es aún experimental e indeterminada, ninguna persona razonable puede dudar a partir de este y otros ejemplos que, por lo menos en la vasta mayoría de los casos, la influencia de la herencia puede ser prácticamente erradicada. Personalmente, veo con mucha claridad a partir de mi propia observación que cuando se analizan las características del padre y de la madre y se comprenden sus faltas y sus virtudes, una formación apropiada de los niños prevendrá las mismas faltas y alentará las mismas virtudes en sus hijos.

Para apreciar al máximo el efecto de la formación en los niños, debemos recordar que las primeras tareas, gustos o antipatías del infante empiezan a desarrollarse durante los primeros dos o tres días después del nacimiento. Mucho antes de que el niño tenga un mes de edad, se han desarrollado los hábitos que tienden a convertirse en hábitos fijos y si estos hábitos no son dañinos, se desarrollarán bien y mucho. El primer sentido desarrollado es el del gusto, un sentido que se desarrolla muy rápidamente y necesita la atención más cuidadosa. La alimentación artificial es en sí misma un peligro muy serio, pero cuando esta alimentación está en manos de personas descuidadas o ignorantes, el peligro se incrementa un centenar de veces. Un ejemplo de esto es la idea corriente de que debe añadirse a la leche cantidades considerables de azúcar. Esto se hace a menudo para inducir al niño a comer contra su deseo natural. Pudiera ser que el niño sufriera algún leve desarreglo interno y el remedio de la Naturaleza ha sido afectar al niño con una aversión por la comida para dejar descansar al estómago. Entonces, la madre irreflexiva tienta al niño con el azúcar y podrían aparecer todo tipo de problemas internos. Pero en un caso como éste, se alienta el gusto por una cosa en particular como el azúcar y aparte del daño directo que puede resultar de ello, el hábito se convierte en el amo del niño y puede gobernarlo toda su vida; de hecho, el niño es arrojado al mundo de la esclavitud del sentido del gusto.

Desdichadamente, en el noventa por ciento de los casos, se permite a los niños hasta la edad de seis o siete años, adquirir gustos muy determinados por cosas dañinas. Las mujeres no son educadas para la maternidad, no piensan ni prestan a estos asuntos la atención que se merecen y de ahí que no entiendan los principios más elementales sobre el futuro bienestar de su prole en asuntos tales como la alimentación y la guía sensorial. No se enseña a los niños a cultivar el gusto por los alimentos saludables y nutritivos sino que sus hábitos incipientes son tentados y alentados por adicciones tales como la del azúcar que he citado más

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concretamente.

En este momento, conozco a un niño de cinco años cuyo gusto ya está pervertido por el método, o falta de método, que he indicado. A este niño le disgusta la leche salvo que se le añada una cantidad indebida de azúcar, no comerá alimentos como budín de leche o pan moreno y le desagrada mucho la nata. Es casi imposible hacer que el niño coma vegetales de ningún tipo, pero siempre está dispuesto a comer grandes cantidades de carne y dulces. El niño ya sufre de malnutrición y serios desarreglos internos. Lo último mejoraría mucho tomando diariamente pequeñas cantidades de aceite de oliva, pero sólo con grandes dificultades puede inducirse al niño a tomarlo. Si vive con sus padres los próximos diez años, se convertirá en un chico débil y afligido y sufrirá las peores formas de problemas digestivos y funcionamiento imperfecto de los órganos internos.

A propósito de esto, recuerdo haber oído una pregunta hecha a mi amigo el Dr. Clubbe de Sydney por un especialista londinense que le preguntaba cuál era, en opinión del Dr. Clubbe, la causa primaria del desarreglo del funcionamiento natural del mecanismo muscular y del sistema respiratorio de un niño. Dio la respuesta sin titubeo: “envenenamiento tóxico como resultado de la alimentación artificial”. La lógica de esta respuesta será rápidamente apreciada por el profano, cuando considere la interdependencia de todas las partes del sistema, pues en este caso, los centros nerviosos conectados con el aparato sensorial de los órganos digestivos controlan también los procesos respiratorios. En consecuencia, cuando la acción de estos centros está amortiguada como resultado del envenenamiento tóxico, hay una pérdida de actividad en el proceso de la respiración, con el consecuente desajuste de aquellas partes del mecanismo muscular más próximamente implicadas y así, el mecanismo completo queda desencajado.

Así vemos que en tales casos, el perjuicio empieza muy pronto en la vida del niño y continúa y se exagera con cada paso de su desarrollo. Incluso en la niñez, la orden y la coerción entrarán en juego. Cuando el niño llora, poco esfuerzo se pone usualmente en descubrir la causa. A menudo se calma al niño paseándolo en brazos arriba y abajo de la habitación. Es maravilloso lo pronto que el infante empieza a asociar algunos rudimentos de causa y efecto. El niño indebidamente alentado, pronto aprenderá a llorar cuando desee ser mecido y mimado y así es como se asientan rápidamente los fundamentos de la inducción a la sensación.

Pero en cuanto el niño llega a la edad de la observación, sus hábitos empiezan a desarrollarse más rápidamente. Hemos admitido que un niño imita las costumbres de sus padres o niñeras en la manera de hablar y no nos paramos a considerar aún que también imitará nuestro porte, nuestra ejecución de actos musculares, incluso nuestra forma de respirar. Esta facultad para la imitación y la adaptación es una fuerza maravillosa y la tendríamos a nuestra disposición si tan sólo nos parásemos a considerar cómo podríamos utilizarla correctamente. La vasta mayoría de malos hábitos adquiridos por los niños resultan de su imitación de los modelos imperfectos que se les presentan. ¿Pero cuántos padres intentan poner un buen modelo a sus hijos? ¿Cuántos aprenden a erradicar sus propios defectos de postura y porte para así poder ser mejores ejemplos para el niño? ¿Cuántos al elegir una niñera se tomarán el trabajo de seleccionar una chica a quien les gustaría que imitaran sus hijos? Muy, muy pocos. Y la razón es simple. En primer lugar, ellos no se dan cuenta del efecto dañino del mal ejemplo y, en segundo lugar, la gran mayoría de los padres tiene tan poca percepción de la certeza de este asunto que son incapaces de elegir a una chica que sea un buen espécimen de la humanidad y son subliminalmente inconscientes de sus propios encorvamientos y defectos.

Los niños aceptan también los defectos de sus padres como normales y admirables. El chico de doce o catorce años nunca sueña, por ejemplo, que el estómago protuberante de su padre no sea otra cosa que la condición propia de la mediana edad y a menudo, sin duda se imagina a sí mismo en el momento en que llegara a la misma condición. Llegará un momento en que cosas como esta (me refiero a la anormalidad del padre) serán consideradas una desgracia. Entonces, ¿qué podemos esperar de unos padres que en el momento presente son tan ineptos, tan incapaces de enseñar a sus propios hijos el abecedario de la vida física? Y puedo hacer notar aquí que este principio tiene una aplicación más amplia que la de la guardería; también sirve en relación con el modelo de bienestar físico impuesto por los maestros tanto en la escuela primaria como en la secundaria. No necesito elaborar este tema. La iniquidad de permitir a los niños ser entrenados en ejercicios

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físicos en nuestros internados, por ejemplo, por un maestro que obviamente es físicamente incapaz, es suficientemente notorio.

El meollo de toda la cuestión es que estamos progresando hacia el control consciente y aún no nos hemos dado cuenta de todo lo que este progreso connota. Como la civilización va volviéndose cada vez más la condición natural, los niños evidencian cada vez menos sus instintos salvajes originales. Al principio de la vida se enfrentan a dos males si se desarrollan en el plano subconsciente. Si son educados bajo los viejos métodos educativos, se vuelven cada vez más dependientes de sus instructores; si lo son bajo los métodos más recientes de “libre expresión” (a los que me referiré extensamente enseguida), son abandonados a los caprichos de las direcciones imperfectas e inadecuadas de los mecanismos subconscientes, que son la herencia de un funcionamiento psicofísico gradualmente deteriorado de todo el organismo.

En tales condiciones, no es posible para el niño dirigir la guía y poder cinestésicos esenciales para una libre expresión satisfactoria o, ciertamente para cualquier otra forma satisfactoria de expresión de sus potencialidades latentes. Si se me permite utilizar un símil, es igual que esperar que un automóvil demuestre sus potencialidades cuando se ha provocado tal interferencia en sus partes esenciales como para dirigir mal o disminuir los impulsos correctos de la maquinaria.

El niño de hoy, una vez que ha salido de su primera etapa de absoluta dependencia y antes de haber sido educado y constreñido a ciertos hábitos mentales y físicos, es la cosa viviente más moldeable y adaptable. En esta etapa, la potencialidad completa del control consciente está presente, pero sólo puede ser desarrollada mediante la erradicación de ciertas tendencias o predisposiciones hereditarias. Desdichadamente, el procedimiento usual es introducirle ciertos hábitos sin la mínima consideración de causa y efecto, e insistir en estos hábitos hasta que se han vuelto subconscientes y han abandonado la región de la guía inteligente.

Pondré como ejemplo de esto el caso del ambidiestro. Partimos del supuesto, y la superstición es tan antigua que no se puede encontrar el origen, de que un niño debe aprender a depender de la mano derecha, para descuido de la izquierda. Esta superstición se ha introducido tan profundamente en nuestras mentes mediante la repetición, que ha sido incorporada al lenguaje. “Diestro” significa admirable y “siniestro” es una cualidad desfavorable e incluso podemos encontrar actualmente gente ignorante que dice que nunca confiaría en una persona zurda. Como resultado de esta actitud y de la regla absoluta subyacente de que un niño debe aprender a escribir y utilizar el cuchillo sólo con la mano derecha, el número de personas ambidiestras se limita a los pocos que, por algún accidente inicial, utilizaron su mano izquierda con preferencia y fueron luego enseñados a utilizar la derecha. En mi muy amplia experiencia, no recuerdo haber oído a un padre o madre decir, por ejemplo: “Este niño puede convertirse en un artista o un pianista y puede entonces necesitar desarrollar la sensibilidad y poder de manipulación de la mano izquierda al igual que la derecha”, aunque he conocido muchos casos en los que se ha tenido que dedicar mucho tiempo y esfuerzo a adquirir los usos de la mano izquierda más tarde en la vida, casos tales como los de personas que sufren el calambre del escritor y dependen para vivir de su habilidad en usar un lápiz.

He citado este ejemplo de la habilidad diestra porque muestra la flexibilidad del mecanismo físico en la vida temprana y la forma en que atolondradamente la constreñimos a algún método de trabajo, incluso sin pararnos a pensar si ese método es bueno en sí mismo o si es uno adaptado a las condiciones de vida en las que el niño crecerá. Imponemos una regla rígida de vida física y perspectiva mental al niño. No estamos convencidos de que la regla sea la mejor o incluso que sea una buena regla. A menudo sabemos, o sabríamos si consideráramos el asunto un momento, que en nuestro propio cuerpo la regla no ha funcionado particularmente bien, pero es la regla que nos fue enseñada y la pasamos, sea por precepto o soportando nuestras imperfecciones para la imitación; ¡y entonces nos preguntamos cuál es la causa de la degeneración física predominante!

Lo que se pretende con estos métodos educativos es inculcar las lecciones acumuladas y consecuentemente correctas, derivadas de la experiencia pasada. Es cierto que la lección varía según la religión, el color político y social de los padres y el maestro, pero en general, la intención sería suficientemente lógica si pudiéramos suponer por principio que cada generación empieza en el mismo punto, en otras palabras, suponer que un niño nace con las mismas potencialidades, la misma capacidad mental y ciertamente el mismo organismo físico, tanto si nace en el siglo dieciséis como en el veinte.

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E incluso tan recientemente como hace sólo cien años, tal suposición podía tener trazas de razón. Pues los cambios eran tan ligeros y se habían desarrollado tan lentamente como para llamar poco la atención. Garantizando condiciones similares de parentesco y crianza, las diferencias entre el niño del 1800 y el del 1700 apenas se notaban.

No obstante, esta afirmación no se aplica al niño de 1917. Durante muchos años ha habido intranquilidad e insatisfacción en el mundo educativo. Se han elegido nuevos métodos, en su mayor parte sobrepuestos a los más antiguos e incluso se han hecho experimentos más atrevidos, experimentos que pretendían eliminar viejas tradiciones y bagajes. Todos estos intentos hace tiempo que han fracasado, en mi opinión; y una razón del fracaso se ha debido al hecho de que los educadores como cuerpo, han sido incapaces de reconocer la verdad obvia de que el niño del siglo veinte no puede ser juzgado con los viejos criterios.

Esta verdad es tan evidente para mí que dudo de la necesidad de demostrarla. Me parece increíble que nadie de mi generación no se dé cuenta de la diferencia extraordinaria entre los que crecieron con el y los niños de nuestra actual civilización. Podría dar una docena de ejemplos de esta diferencia, pero uno deberá ser aquí suficiente. Sin embargo, es un ejemplo peculiarmente típico. Pues recuerdo, y mi experiencia no ha sido en modo alguno anormal, la facilidad con que los niños de mi generación aprendían los usos de las herramientas corrientes. En cierto sentido se podría decir que habían heredado una cierta habilidad en el manejo de cosas como un martillo, un cuchillo o una sierra. Hoy muchos padres quedan muy impresionados si un niño de entre dos años y medio y seis años de edad puede utilizar uno de estos útiles con una muestra razonable de eficiencia. He conocido padres y madres representantes del progenitor medio actual, que encuentra cualquier ejemplo de esta eficiencia en sus propios hijos una cosa casi alarmante y verdaderamente algo de lo que presumir ante sus conocidos y amigos.

Tristemente la diferencia real va mucho más allá de lo que este efecto superficial parecería indicar en un principio. Los primeros intentos del niño moderno de emplear sus dotes físicas en actos comunes y necesarios tales como andar, correr, sentarse o hablar, están muy por debajo del nivel de capacidad que yo recuerdo de hace una generación. El nivel de potencialidad cinestésica ha disminuido. Elementos que no intentaré describir a menos que sea tentado en el campo fascinante de la teoría evolutiva, han intervenido muy sorprendentemente en los pasados treinta años y el resultado más evidente de esta intervención ha sido el cambio notable en la eficiencia subconsciente del niño moderno.

Así, incluso desde el nacimiento del infante, nuestro problema no es precisamente el mismo de los antiguos educadores; y esta diferencia congénita primaria entre los niños de las dos generaciones, ha sido y sigue siendo, exagerada en los parvularios de las clases independientes, tanto en Inglaterra como en Norteamérica. (Sin duda en otros países de Europa se están produciendo los mismos efectos, pero prefiero hablar sólo de lo que he observado y estudiado de cerca yo mismo.) Hay todavía una tendencia a quitarle toda responsabilidad e iniciativa al hijo de padres ricos. Las niñeras primero y las institutrices después, hacen todo lo posible por relevar al niño del esfuerzo. Ni siquiera se le permite que invente sus propios juegos. Se le proporcionan juguetes en cantidades inacabables, juegos caros, ingeniosos que no necesitan de la imaginación para transformarlos en los modelos reducidos de motores, trenes o animales que se manufacturan para representarlos y alguien, algún adulto, está siempre a mano para distraer al niño y enseñarle como jugar. Debo poner en cursiva lo absurdo de la última frase. ¿Pues qué significa esta enseñanza, si no es que se intenta sustituir la idea infantil del juego por la del adulto? En mis tiempos, cualquier ladrillo viejo hacia el papel de un tren o un caballo y en el acto mental necesario para ver la realidad bajo tan inflexible apariencia, se ejercitaba mi imaginación. Entonces, los otros niños de mi época y yo, crecíamos insatisfechos con un substituto tan pobre y a medida que progresábamos en experiencia, las imaginaciones estimuladas encontraban expresión inventando y haciendo réplicas mejores de las realidades de nuestra experiencia infantil. Y nos desarrollábamos con el ejercicio. Teníamos nuestras pequeñas responsabilidades y nos enseñábamos a nosotros mismos no sólo cómo jugar sino cómo adaptar nuestro juego actual al gran asunto de la vida social. ¿Pero qué equipo se proporciona al niño que nunca tiene un momento independiente a lo largo de su carrera preescolar? ¿Cómo puede un niño así esperar tener éxito en la vida, si de repente la fortuna que espera heredar de sus padres se perdiera o desviara? Todo el mundo conoce la respuesta. Podemos ver los resultados en cualquier gran ciudad de la civilización moderna, en los barrios pobres de Londres y en el Bowery de Nueva York. Unas pocas generaciones con esta

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educación y habríamos tenido una raza diferenciada tan inútil como las hormigas cuidadoras de esclavos.

Pero aunque este método petrificante de enseñanza y supervisión aún se practica, ya ha tenido lugar la reacción contra él en Inglaterra y Norteamérica. Tristemente, esta reacción ha sido demasiado violenta, como suelen ser tales reacciones. Del extremo de no permitir al niño la oportunidad de ejercitar el pensamiento y acción independientes, hemos pasado al extremo opuesto al adoptar el principio conocido como “Libre expresión”, un principio que puede demostrar no ser menos dañino que la sobre-supervisión. De hecho, en lo que a la expresión física del niño concierne, los métodos de la “Libre expresión” aún son más peligrosos que los de la escuela opuesta.

En Inglaterra, este movimiento hacia la “Libre expresión” no ha llegado a cristalizar en una propaganda definitiva, aunque un número de padres concienciados, pero tristemente inexpertos, está intentando adoptar el principio en su propio hogar. El Prefacio del Sr. Shaw a su Bodorrio, argumenta la teoría del método clara y convincentemente. Su afirmación principal es la siguiente: “¿Qué es un niño? Un experimento. Un fresco intento de producir el primer hombre perfecto; es decir, hacer divina la humanidad. Y ustedes invalidarán el experimento si hacen el menor intento de malograrlo con alguna imagen fantástica de nosotros mismos...” Eso representa, naturalmente, una actitud idealista y en la Gran Bretaña, cada padre propenso al idealismo que lee el Prefacio del Sr. Shaw en “Padres e Hijos” intenta poner enseguida la teoría en práctica. Si se persiste en la teoría, las consecuencias serán desastrosas; y aunque en muchos casos los padres se dan cuenta de su error por experiencia práctica antes de que el niño llegue a la edad de siete años o cosa así, algunos casos que he visto demuestran todos con demasiada claridad, que incluso a la edad de siete años se ha hecho mucho perjuicio; los errores y malos hábitos se han establecido tanto que a veces es muy difícil erradicarlos.

Y en Norteamérica este perjuicio aún ha ido más lejos. Se han establecido las escuelas llamadas “libres” que, aunque puedan diferir en los detalles de sus métodos, se basan en los mismos principios subyacentes. Hasta donde yo he examinado la teoría y práctica de estas escuelas, sus propósitos son:

1. Liberar al niño en lo posible de interferencia exterior y cortapisas.

2. Colocarlo en el ambiente correcto y entonces proporcionarle los materiales y permitirle actividades con las que pueda “expresarse libremente”.

Ahora, en primer lugar esto presupone que el niño tiene el poder de expresarse adecuada y libremente si se le deja solo; segundo, que a través de esta expresión el niño puede educarse a sí mismo. Cualquiera que haya seguido mi argumentación y las citas de casos reales hasta este momento, entenderá hasta que punto ambas suposiciones son falacias; pero el asunto es tan importante que no vacilo en exponer más evidencia para establecer mi objeción a este método nuevo y peligroso.

Empezaré llamando la atención sobre el lado práctico de dos de los canales de autoexpresión, sobre los que se insiste en particular en las escuelas en las que se practica la nueva moda, concretamente la danza y el dibujo. Un amigo mío siempre se refiere a ellas como las dos Des, una referencia explícita a estas dos formas de condenación cuando se emplean como fundamentales en la educación.

El método del “Libre expresionismo” consiste en asociar la música a la primera de estas artes. Ahora, como todo el mundo sabe, música y danza son estimulantes que provocan una agitación emocional más fuerte en las razas primitivas que en las más altamente evolucionadas. Ningún borracho en nuestra civilización alcanzará jamás el estado de anestesia y completa pérdida de autocontrol al que llega el salvaje bajo la influencia de estos dos estímulos. Pero en las escuelas en las que he sido testigo de las actuaciones de los niños, he visto los primeros comienzos de esa locura que es el éxtasis del salvaje. En relación con esto, la música es un estímulo artificial y es uno muy potente. Y aunque los estímulos artificiales pueden ser permisibles en ciertas formas de placer buscadas por el adulto disciplinado y razonable, son incitaciones insólitamente peligrosas para usarlas en la educación de un niño de seis años.

¿Necesito defender aún más mi descripción de la música como un estímulo artificial y poderoso? Se informó durante la guerra de que los alemanes habían recurrido a la influencia del alcohol y de las drogas para lanzar a los hombres al ataque. Pero sabemos que en guerras primitivas, podían conseguirse grandes

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efectos mediante la música, efectos que conducían a los guerreros a los excesos más delirantes. Y sin duda, si el sonido de la música hubiera podido hacerse oír sobre el terrible estruendo de los cañones que precede a un avance moderno, el viejo estímulo habría sido preferido por los alemanes a la administración de drogas. Cuando es así, he oído que las bandas de música se utilizan siempre que es posible. Hombres y mujeres adultos admitirán que pueden “emborracharse” con la música; con “emborracharse” quiero decir que las emociones del subconsciente se excitan hasta tal punto que toman el control, hasta dominar por completo las facultades del razonamiento. El alcohol produce este resultado mediante la paralización parcial de los cilios periféricos, la música y la danza mediante la exaltación de la totalidad del sistema cinestésico. En el último caso, no obstante, no pueden producirse malos efectos en primera instancia, sin el consentimiento razonado o sumisión del sujeto. Los salvajes y los niños pequeños aún no han aprendido a negar este consentimiento.

Y aparte de esta cuestión de la intoxicación (a la que de pasada, no todo individuo es susceptible), estos esfuerzos desenfrenados y desorientados para danzar demuestran ser probablemente extremadamente dañinos. He visto como se tocaba en el piano un aire y luego otro, con la intención de que estos cambios transmitieran una forma diferente de estímulo con cada aire y admito que los niños respondían de acuerdo con los poderes cinestésicos más o menos limitados de que disponían. Pero para mí era bien obvio que todos esos pequeños danzantes estaban más o menos imperfectamente coordinados; que la idea proyectada desde el centro ideo-motor perdía constantemente la dirección apropiada; que estaban haciendo esfuerzos subconscientes que provocaban que los pequeños cuellos hicieran el trabajo que deberían hacer las pequeñas espaldas; que estaban deprimiendo la laringe dañinamente en sus esfuerzos por respirar adecuadamente, haciendo que tanto la inspiración como la espiración se hiciera a través de la boca abierta en lugar de a través de la nariz; y que los jóvenes y todavía flexibles espinazos estaban siendo curvados gradualmente hacia atrás acortándose la estatura, cuando la condición completamente opuesta era esencial incluso para un resultado estéticamente satisfactorio.

Y cuando nos damos cuenta de que los maestros testigos de estas lecciones, ignoran completamente las condiciones físicas ideales apropiadas para los niños y así son funestamente inconscientes de los peligrosos defectos que estos esfuerzos por danzar están iniciando, debemos admitir que el coste de alentar esta forma particular de libre expresión así practicada, pesa más que ninguna ventaja imaginable.

Por ejemplo, he aquí un caso que me llegó directamente. Me trajeron una niña de seis años de edad para un examen cinestésico y vi que se encontraba realmente en una condición física excelente. Entonces fue enviada a la escuela, donde ella se interesó por la danza. En esa escuela, la danza se consideraba una forma de libre expresión y se alentaba a los niños a hacer sus propios movimientos, sin dirigirlos. Se tocaban diferentes aires a los que se esperaba que el niño reaccionara y la niña de mi ejemplo sintió gran placer en esta parte de su trabajo escolar y dedicó mucho de su tiempo a ello, hasta que se consideró que se expresaba con mucha más libertad que ninguno de los otros niños, en la forma de arte que ella había escogido. Puedo señalar que uno de los principios esenciales de estas escuelas de libre expresión es permitir al niño elegir su propia actividad y dedicarse a practicarla tanto tiempo como desee.

No obstante, su madre empezó a estar insatisfecha al cabo de un tiempo con la condición general de su hija. Empezaron a manifestarse distorsiones físicas curiosas y en cierto modo alarmantes, siendo la más notoria una tendencia a inclinar la cabeza a un lado, una tendencia que ella no era capaz de rectificar. Finalmente, la madre me trajo de nuevo a la hija para que la examinara.

Pero hacia menos de un año que yo había considerado que la niña era un ejemplo inusual de coordinación física correcta. Cuando volví a verla, se encontraba en una condición poco mejor que la de una degeneración congénita. Toda aquella coordinación fluida de sus mecanismos musculares había desaparecido y en su lugar encontré tendones rígidos, músculos tensos y, lo peor de todo, hábitos incorrectos de guía-control, entre ellos el hábito de gobernar los músculos del cuerpo y las piernas tensando músculos del cuello que no tienen ninguna relación. (Aprovechando la ocasión puedo señalar de pasada, que el cuello del ser humano es a menudo el indicador de controles inadecuados y erróneos. Hay buenas razones de por qué debía ser éste el caso, a priori, pero resultan demasiado técnicas para

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este libro.) Otro defecto particular más era debido a tensar y acortar los músculos superiores de los muslos donde se unen al torso, un defecto que tendía a encorvar y acortar la estatura de la niña. Finalmente, el cambio más significativo de todos, la niña que un año antes era charlatana, atrevida y hablaba con claridad, era ahora tímida y vergonzosa y musitaba las palabras tan mal que tuve dificultades para poder entenderla.

Tenemos pues el caso de una niña, que empezando en la mejor condición física posible, fue colocada en lo que se consideraba el ambiente correcto y se le permitió el ejercicio de la libre actividad. Y yo afirmo que el resultado dañino era tan inevitable que cualquiera con experiencia real podría haberlo pronosticado con casi absoluta certeza.

La segunda “D” ominosa es dibujar y ésta entra en otra categoría de condenación, ya que los efectos implicados son más mentales que físicos, aunque estos últimos aparecen tanto con las poses dañinas e incorrectas adoptadas por los niños al estar sentados a la mesa, como con las direcciones falsas de los centros ideo-motores de las que sólo unas pocas alcanzan los dedos esenciales que sostienen o más a menudo, agarran grotescamente el lápiz. Puede parecer poca cosa para el profano, que un niño intente guiar el lápiz moviendo su lengua, pero para el experto esta confusión de funciones es un indicativo de problemas subconscientes inacabables.

Voy a describir el procedimiento práctico de cierto tipo de clases de “dibujo libre”. En las mesas o pupitres de diferentes partes del aula, se colocan lápices, papel y los bártulos usuales, con la esperanza de que el niño pueda sentirse tentado a utilizarlos para dibujar. Entonces, un día, un alumno coge un lápiz y hace un intento de dibujar, otro sigue su ejemplo y así sucesivamente hasta que todos los alumnos han hecho algún tipo de esfuerzo en esta dirección.

Ahora, el acto de dibujar es en el último análisis, un proceso mecánico que concierne al manejo de los dedos y a la coordinación de los músculos de la mano y del antebrazo en respuesta a ciertas imágenes virtuales concebidas en el cerebro y proyectadas imaginativamente sobre el papel. Y para ello, el grado de funcionamiento de los dedos y la mano humanos depende enteramente del grado de desarrollo cinestésico del brazo, torso y articulaciones; de hecho, del grado de coordinación del organismo completo. Por tanto, no es sorprendente que difícilmente uno de estos niños más o menos defectuosamente coordinados, tenga alguna idea de cómo sujetar un lápiz de forma que domine la libertad, poder y control que le permitirán hacerse justicia a sí mismo como dibujante.

Cualquier observador atento y aplicado que vea el movimiento y posición de los dedos, mano, muñeca, brazo, cuello y cuerpo en general de estos niños durante los diferentes intentos de dibujar líneas rectas o curvas, no podrá dejar de notar la falta de coordinación entre estas partes. Los dedos probablemente intentarán efectuar las tareas del brazo, los hombros estarán encorvados, la cabeza girada a un lado. En resumen, las energías están siendo proyectadas a partes del mecanismo corporal que tienen poca o ninguna influencia en la ejecución del deseado acto de dibujar y el mero despilfarro de la proyección de tales energías por sí solo, es casi suficiente para anular el propósito pretendido.

Pero ya he dicho lo suficiente para demostrar que ninguna expresión libre puede surgir por estos medios. El impulso correcto puede estar en la mente del niño, pero no tiene la habilidad física para expresarlo. Ni un solo niño moderno entre diez mil nace con el don de dibujar, lo que llamamos, “por naturaleza” y un niño excepcional hará esta tarea con más facilidad si se le guía sabiamente en sus primeros intentos.

Pero mi objeción principal a esta enseñanza del dibujo, es que estimula la ensoñación infructuosa. Dibujar es un arte y conocemos algunas de las características que se imputan habitualmente a los artistas, aunque muchos de los artistas más grandes han estado ejemplarmente libres de ellas. Estas características son: excentricidad, falta de equilibrio, poder de autohipnosis y una irracionalidad general. Además, seguro que nunca puede insistirse demasiado en que el artista tiene éxito a pesar de estos impedimentos para la expresión y no gracias a ellos. Estas características que he enumerado son productos colaterales del genio artístico. Se desarrollan gracias a concepciones erróneas y concentración exagerada en una actividad creativa en particular; y una y otra vez en la historia del mundo, estos

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productos colaterales han arruinado, incapacitado y desgraciado a los hombres de verdadero genio.

Por consiguiente, si puedo juzgar por mi experiencia en esta forma de libre expresión, se estimula al niño a practicar la excentricidad como un medio de obtener el don de dibujar, que por principio es lo mismo que intentar criar caballos de pulmones débiles porque se ha notado que ciertos caballos muy rápidos han resultado ser más bien deficientes en esto. Estimular la excentricidad no es criar un genio y el genio mismo es más libre y más creativo cuando no se ve estorbado por la excentricidad. Al menos valoremos un poco el razonamiento de causa y efecto.

Esto respecto a mis dos “Des”, pero mi crítica general del experimento de la “Libre expresión” no termina aquí. Pues debo confesar que me he asustado al ser testigo del trabajo que se ha estado haciendo en estas escuelas. He visto niños de diferentes edades entreteniéndose (un tanto inadecuadamente en un buen número de casos) dibujando, danzando, haciendo carpintería, etc., pero difícilmente una sola vez he visto un ejemplo de uno de estos niños utilizando sus mecanismos físicos de forma correcta o natural. Insisto en el uso de la palabra natural incluso aplicada a actividades relativamente artificiales tales como dibujar o hacer carpintería. Pues hay un modo correcto, es decir, más efectivo de sostener y utilizar un lápiz o una herramienta de carpintero. Pero los niños que he visto, generalmente estaban sentados o de pie en posiciones de la peor ventaja mecánica y la forma en que sostenían sus lápices o sus herramientas demostraba muy claramente que hasta que su manejo de tales instrumentos no fuera el correcto, no podrían esperar producir nada más que los más chapuceros resultados. Peor aún, estos niños estaban desarrollando hábitos físicos que evolucionarían en la mayoría de los casos en verdaderas enfermedades físicas. Un niño que elige guiar su lápiz con fútiles movimientos de su cabeza, lengua y hombros puede estar preparando el camino a enfermedades de tan largo alcance que su origen a menudo se pierde de vista.

Como ejemplo de esto, tuve recientemente el caso de un niño de tres años y medio de edad, que sufría de reflejos del miedo. Cuando un extraño entraba en la habitación estando el niño presente, éste lloraba y se aferraba a su madre o niñera. En la playa, después de pedir que le dejaran bañarse con otros niños, se asustaba al acercarse al agua. Y exhibía terrores irracionales de muchas otras formas que, de acuerdo con el diagnóstico general común en tales casos, se presuponía eran la causa de su retraso general, un síntoma notable especialmente en su habla, pues sólo era capaz de articular unas pocas palabras y estas muy imperfectamente.

Mi primer examen suyo reveló el hecho de que carecía del control apropiado de sus labios y lengua y de una función física interna, esta última principalmente de noche. Y mi tratamiento demostró con determinación que la falta de control en estos particulares era la causa directa de su condición psicofísica. Tratado en una base de guía-control consciente, reeducado y coordinado, el niño hizo un rápido avance y progresó hacia una condición que se aproximaba mucho más a la que se podría llamar normal que la que él había experimentado desde el nacimiento. Los reflejos del miedo estaban cada vez menos sujetos a la excitación, creció menos irritable, su carácter estaba más controlado y exhibía mucho menos a menudo las explosiones en llanto.

He citado este ejemplo para demostrar que los efectos psíquicos extraños pueden surgir de causas puramente físicas aparentemente, aunque verdaderamente el complemento de lo psicofísico está tan unificado que es imposible dividirlo en componentes y colocarlas en un plano u otro. En el caso de este niño, la causa primaria del problema era probablemente congénita, pero problemas iguales y mayores pueden surgir a partir de defectos originales mucho menores si el hábito inicial se fortalece y cristaliza con el uso, como me temo será el caso si se deja al niño desarrollarse en las líneas de los defensores de la libre expresión. Es bien cierto, por ejemplo, que en el caso que acabo de referir, ninguna cantidad de actividad “libre” podría haber librado al niño de sus limitaciones mientras aún existiera la influencia causada por sus malas coordinaciones.

Pero seguro que he proporcionado evidencia suficiente para probar mi posición en contra de este último desarrollo en educación. En un mundo ideal en el que los niños nacieran con capacidades ideales, la tesis del Sr. Shaw podría tener algún peso. En este mundo rápidamente cambiante del siglo veinte, necesitamos, mucho más que nunca antes, un sistema que guíe y dirija al niño durante sus primeros años. Esto no implica una contradicción con lo que he dicho antes referente al

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método de supervisión constante. La corrección necesaria de las faltas físicas y mentales que yo defiendo es una cosa completamente diferente del intento de moldear un niño a una forma preconcebida particular. Sólo insistiría en que los niños de hoy día, nacidos con débiles poderes de control instintivo, necesitan absolutamente ciertas instrucciones concretas con las que guiarse a sí mismos antes de que puedan ser abandonados a la actividad libre. Y estas direcciones deben estar basadas en un principio que ayudará al niño a emplear sus diferentes mecanismos de la forma más ventajosa en sus actividades cotidianas. Estas direcciones implican la no-interferencia con lo que el niño tiene que expresar; representan meramente el cultivo y desarrollo de los medios por los cuales puede encontrar la libertad adecuada y satisfactoria para sus potencialidades.

Es cierto que los principios anteriores deben implicar e implicarán ciertas prohibiciones, pero si seleccionamos las esenciales que tratan con la raíz en la causa del mal en lugar de con los efectos, hacemos innecesarias las continuas amonestaciones y “regañinas” que representan uno de los vicios del viejo sistema, un vicio del que ha surgido el objetivo de la nueva educación para liberar al niño.

Para resumir este aspecto de la educación infantil, creo que considerados en su totalidad, los métodos de los viejos educadores con sus prohibiciones concretas y sus instrucciones exactas, eran menos dañinos que los extremos de la escuela moderna que basarían sus modelos educativos en las reacciones instintivas del niño. Admito que los métodos más antiguos fallaban por una razón, porque el sistema era llevado demasiado lejos; otra razón es que los preceptos y prohibiciones se basaban en la tradición, el prejuicio y la ignorancia en lugar de en un principio científico dictado por la razón. Pero los nuevos métodos fallan porque están fundamentados en una presunción completamente errónea que es una falacia demostrable. ¿Puede defenderse ningún método que esté expuesto a tal acusación?

Dé a un niño control consciente y le dará equilibrio, el punto de partida esencial de la educación. Sin este equilibrio, que no es el resultado al que apuntan ni los viejos ni los nuevos métodos educativos, pronto quedará agarrotado y retorcido por su entorno. Pues aunque usted puede elegir el entorno de un parvulario o una escuela, pocos hay ciertamente que puedan elegir su entorno apropiado en el mundo entero. Pero dé al niño el equilibrio y el control razonado de su ser físico y le preparará para todos y cada uno de los modos de vida; tendrá maravillosos poderes de adaptación a cualquier entorno que pueda rodearle. Y si él es uno de esos individuos excepcionales que, por algún raro don de la naturaleza o por alguna fuerza de la personalidad, son capaces de doblegar la vida a sus propias necesidades, puede estar bien seguro de que en lugar de haber suprimido su poder de libre expresión, usted habrá fortalecido y perfeccionado precisamente aquellas habilidades que permitirán al genio sacar todo lo que es mejor y más grande en él.

Mi última acusación contra los defensores de la libre expresión es que ellos mismos no son libres. Muchos propagandistas y maestros muestran una intolerancia inexcusable hacia los exponentes de los viejos sistemas. De hecho están demasiado constreñidos en su actitud mental como para dejar jugar a su imaginación. Han ido de un extremo al otro y así han perdido el camino de la gran vía central que es lo suficientemente amplia como para dar cabida a todas las tendencias de opinión.

Para concluir este comentario sobre el nuevo método, voy a dejar claro que yo mismo soy un gran defensor de la libre expresión, bien entendida. Pero estoy convencido por la larga observación y experimentación, de que el niño sin educar no tiene el poder adecuado de libre expresión. Hay ciertas leyes mecánicas y demás, deducidas de incontables siglos de experiencia humana, leyes que sólo en rarísimos casos son seguidas inconscientemente por el niño natural de hoy día. (Unos de estos casos raros que ha llegado a mi conocimiento recientemente, es el del jugador de billar George Gray. Soy de la opinión de que el principio mecánico de la posición adoptada por él, podría demostrarse científicamente que está tan cerca de la perfección para su propósito particular como ninguna posición podría estarlo. Y al observarle he visto que el Sr. Gray manifiesta en su juego el desarrollo cinestésico más notable y controlado que yo haya visto nunca. ¿Pero cuántos George Gray ha producido el mundo hasta ahora?)16

16 Gray escribió sobre la postura en su Red Ball Play (1911): “Para mi mente, el punto esencial es el perfecto equilibrio del cuerpo, soportando ambas piernas el mismo peso (...).

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Hace veintidós años en Australia, estaba yo enseñando lo que aún creo que es el verdadero significado de la “libre expresión”. Mis alumnos entonces venían a verme para que les diera clases de expresión oral y dramática. Ahora, según los métodos antiguos, se habría enseñado a estos alumnos a imitar a su maestro con toda exactitud en las expresiones vocales y faciales, en el gesto, en la forma de producir la voz; y a simple vista habría sido evidente para cualquiera habituado a los modos y métodos de los maestros, dónde había recibido su formación cada alumno. Además, se enseñaba a los alumnos educados por estos métodos, a interpretar cada poema, escena o pasaje exactamente de la forma considerada correcta por sus respectivos maestros.

Mi propio método, que en ese tiempo era considerado muy radical y subversivo, consistía en dar a mis alumnos algunas clases de reeducación y coordinación en una base de guía-control consciente y así yo proporcionaba al recitador, actor o artista potencial los medios de utilizar de forma más ventajosa sus poderes de expresión vocal, facial y dramática, gesticulación, etc. Entonces él podía permitirse desarrollar sus propias características con seguridad. Podían ser necesarias unas pocas sugerencias, como para la interpretación, pero la forma individual era la suya propia. Ningún alumno mío podía ser señalado como representante de alguna escuela de expresión concreta, aunque la mayoría de ellos podía ser reconocido por la confianza y libertad de sus actuaciones.

Y en relación con esto, puede ser interesante para mis lectores saber que en 1902-3 decidí probar los principios que yo defendía y con este fin organicé representaciones de Hamlet y de El mercader de Venecia, para las que hice un entrenamiento especial en las líneas que acabo de indicar, de hombres y mujeres jóvenes, ninguno de los cuales había aparecido previamente en una representación pública de ningún tipo fuera la que fuere. Entrene a estos jóvenes en los principios de la guía-control consciente, principios que entonces había desarrollado y practicado. Naturalmente, mis amigos y críticos pronosticaron una exhibición maravillosa de “miedo escénico” la noche de la primera representación, pero de hecho ninguno de mis jóvenes estudiantes dio la menor muestra de tal terror. En el momento en que estuvieron listos para salir a escena, la idea del “miedo escénico” les parecía meramente absurda. Me dijeron que no entendían en que consistía tal condición. ¡Y a pesar de que yo no permitía que hubiera apuntador las noches de representación en público! Veo esto como una de las demostraciones públicas más convincentes que he hecho de dirección y autopoder maravillosos que puede conseguirse inculcando estos principios.

Pues debe observarse que envié a estos principiantes a la representación, capaces de expresar sus propias individualidades. Si se les hubiera restringido o encajonado con una serie inacabable de “Noes”, confinando sus actuaciones con un conjunto de reglas rígido, la mayoría de ellos, casi con certeza, se habría venido abajo en los dos primeros minutos. Por otro lado, no es difícil imaginar el caos que habría sucedido de enviarlos al escenario sin entrenamiento de ningún tipo, ejemplos pobres, desamparados, ignorantes de lo que ellos suponían era la libre expresión.

Lo anterior es un ejemplo de educación sólo en la esfera del arte, pero sirve como excelente muestra de las necesidades esenciales de la educación en general, en lo concerniente al niño. Debemos dar al niño de hoy como al del futuro, como fundamento educativo, un dominio de sus propios sistemas cinestésicos tan completo como sea posible, para poder dar el grado más alto posible de “libre expresión” en todas las esferas de la vida y en todas las formas de actividad humana. Debemos construir, coordinar y reajustar la máquina humana para que pueda estar a punto. Todos estamos acostumbrados a la expresión “a punto” referida al automóvil y cuando queremos gobernar la mejor expresión de esta máquina, nos aprovechamos del proceso de “puesta a punto” del mecánico experto. Y como el organismo humano es una máquina, como dice Huxley, debemos recordar que si queremos que exprese sus potencialidades adecuadamente, debe estar “a punto”. Esto representará lo que consideramos que es aquella condición satisfactoria de los sistemas cinestésicos del niño que le permitirán expresarse libre y adecuadamente. Esto constituye los “medios por los cuales” de la expresión libre y completa, de la adaptabilidad al entorno siempre cambiante de la vida civilizada y de todo lo que estos dos factores esenciales connotan.

En esta explicación sobre la cultura racial y la formación de los niños, he permanecido casi exclusivamente en los primeros años de la infancia. Pero tengo mucho

Una vez conseguido el equilibrio del cuerpo, entonces bajo la cabeza tan próxima al taco como sea posible. Para ello, naturalmente, es necesario doblar las piernas.”

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que decir en el futuro sobre la cuestión de la educación primaria y secundaria, es decir, de los chicos y chicas en la escuela en las edades entre, digamos, los siete y los dieciocho años. Nadie que haya leído hasta aquí con atención y haya intentado seriamente comprender mi punto de vista, será ahora capaz de argüir que la cuestión de la educación, seglar o religiosa, no sea de mi competencia, pues lo mental y lo físico están combinados tan inextricablemente que no podemos considerar el uno sin el otro; pero a riesgo de ser acusado de repetirme, estableceré brevemente mi posición sobre esto una vez más, como sigue:

Quiero enunciar los postulados:

1. La guía-control consciente, como un universal, deben ser el fundamento de la educación futura.

2. Educación y civilización, tal como se han manifestado hasta el presente, no puede decirse que hayan obligado al hombre a avanzar adecuadamente desde los planos inferiores a aquellos superiores de la evolución satisfactoria, en los que sus instintos animales salvajes no dominarán sus tendencias transcendentes en ninguna circunstancia o en respuesta a ningún estímulo, ni lo pondrán en comunicación con su razón.

3. El género humano progresará mediante lentos procesos continuos de una etapa evolutiva a otra. Particularmente, éste será el caso cuando pase de su etapa subconsciente animal a etapas más altas conscientes y razonadas, durante cuyos procesos desarrollara un nuevo subconsciente (cultivado, no heredado) bajo la guía de la conciencia, así como un control incrementado que mantendrá sus tendencias animales en jaque.

4. El progreso evolutivo desde la infancia a la adolescencia y también a través de las vicisitudes de la vida que le siguen, queda determinado por el proceso adoptado, siendo el progreso proporcional al grado de eficacia de este proceso y que este principio de la evolución se aplica igualmente a una nación.

5. Los mecanismos desarrollados subconscientemente (guía-control subconsciente) funcionan satisfactoriamente durante aquellas etapas de nuestra evolución próximas al plano más o menos animal.

6. Los viejos métodos moderados de educación no son incompatibles con la cultura y el desarrollo en el plano subconsciente animal.

7. Los principios de “libre expresión” no pueden obtener resultados satisfactorios mientras los mecanismos del sujeto estén operados por la guía-control subconsciente heredada.

Por esta importante razón, toda ayuda al desarrollo progresivo debe ajustarse al principio de la proyección de ordenes de guía-control en la dirección o direcciones correctas, con el empleo simultáneo de posiciones de ventaja mecánica, independientemente de la corrección o no del resultado inmediato. El resultado puede ser insatisfactorio hoy y mañana o durante la próxima semana, pero si se emplea la posición de ventaja mecánica y se mantienen en mente las órdenes y controles en la dirección correcta y se proyectan una y otra vez, un complejo nuevo y correcto tarde o temprano reemplazará al antiguo defectuoso, y quedará establecido permanentemente.

8. Los mecanismos controlados conscientemente (guía-control consciente) son esenciales para el desarrollo y progreso satisfactorios del hombre a etapas superiores de su evolución y para aquel funcionamiento vital adecuado continuado de su organismo físico o mental necesario en estas etapas avanzadas, en las que una más rápida adaptabilidad al entorno rápida y permanentemente cambiante, y el poder de ver y comprender las nuevas ideas, son las demandas urgentes de una civilización que avanza.

9. Los mecanismos controlados conscientemente son esenciales para inculcar con éxito el principio de “libre expresión” y todo lo que esto connota en Educación.

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La guía-control consciente, como fundamento en educación, gobierna los fundamentos de la “libre expresión”. Las palabras “libre” o “libertad” se utilizan aquí con su significado real, no con la acepción corriente. Me refiero al punto de vista que le hace a uno preguntar: “¿Existe realmente la verdadera libertad?” Pues sabemos que no podemos tener libertad sin cortapisas, lo mismo que no podemos tener armonía psicofísica sin antagonismo.

Se dice que la mayoría de la gente no reconoce enseguida la línea divisoria entre tragedia y comedia, y éste es también el caso respecto a lo llamado libertad y libertinaje. Este es el peligro al que se enfrentan en este momento las nuevas democracias del mundo y sus riesgos se incrementarán mil veces en el futuro próximo, cuando tengan que superar aquel periodo crítico de reajuste que debe seguir a la actual crisis mundial.

En este asunto de la educación, admito que soy un iconoclasta. Me gustaría echar abajo los ídolos de la tradición y establecer nuevos conceptos. En nada vemos con mayor evidencia el efecto dañino del convencionalismo que en este asunto de la enseñanza. Habitualmente hablamos de formar la mente infantil. Originalmente era una expresión feliz y aún conservamos su apropiada intencionalidad cuando aplicamos la palabra a su uso en la horticultura.

El jardinero verdaderamente forma la joven vegetación. La lleva hacia la luz y el calor y la pone en las condiciones más apropiadas para su desarrollo.

Y así, en la enseñanza, primero será esencial cultivar los usos de mente y cuerpo y no, como ocurre a menudo, descuidar el instrumento del pensamiento y la razón inculcando reglas fijas que nunca han sido comprobadas. De nuevo, cuando en la mente del niño ya se han formado ideas que son evidentemente erróneas, el maestro debe tomarse el trabado de comprender estas ideas preconcebidas y para manejarlas, no debe intentar encubrirlas sino erradicarlas en lo posible antes de enseñar o exponer la idea nueva y correcta. Digo “enseñar o exponer” y quizá la última palabra es la que expresa mejor lo que quiero decir, pues por enseñanza yo entiendo la colocación de hechos, a favor y en contra, delante del niño para así apelar a sus facultades de razonamiento y a sus poderes latentes de originalidad. Se le debe permitir pensar por sí mismo y no deben embutírsele las ideas de otra gente o un solo aspecto de un tema controvertido. ¿Por qué no deberían formarse los poderes de inteligencia del niño? ¿Por qué deberían ser estos aturdidos al forzarle a aceptar las ideas preconcebidas y las costumbres que han sido transmitidas generación tras generación sin examinarlas, sin razonarlas, sin indagar su certeza o su origen? La mente humana de hoy día está sufriendo de parálisis parcial por este método de forzar estos principios irrazonables y anticuados en la inteligencia joven y moldeable.

El sistema educativo en sí mismo es gravosamente inadecuado y nocivo, como saben todos los educadores que piensan; pero la decisión sobre la necesidad de ejercicio físico y “respiración profunda” en nuestras escuelas ha añadido otro mal. Quiero decir aquí deliberadamente que los muchos sistemas de formación física adoptados generalmente, muestran un menosprecio casi criminal del método racional y de la comprobación que puede demostrar que la práctica es insana y perjudicial.

Hace algunos años, escribí en la Pall Mall Gazette (14 de marzo de 1908):Simplemente señalaré que en nuestras escuelas y en el ejército, los seres humanos están realmente desarrollando deformidades gracias a los ejercicios respiratorios y físicos. Tengo frente a mí un libro sobre ejercicios respiratorios utilizados en el ejército y cualquier persona razonablemente versada en Fisiología y Psicología y sabiendo que son inseparables en la práctica, entenderá enseguida, por qué producen tanto daño. Tómese indistintamente a oficiales o a soldados. En mayor o menor grado, se cultivan los pechos altos indebidamente protuberantes (desarrollo de un enfisema), las espaldas metidas indebidamente (lordosis), los cuellos tiesos, los tórax rígidos y otras excentricidades físicas. Por esta razón, son tan evidentes en el ejército los problemas de corazón, las venas varicosas, el enfisema y la respiración por la boca (durante el ejercicio). Como esté es un asunto de importancia nacional, estoy preparado para dedicar el tiempo necesario a demostrar a las autoridades (médicas u oficiales) relacionadas con el ejército, las escuelas o los sanatorios, que la “respiración profunda” y los ejercicios físicos en boga, están haciendo mucho más mal que bien y están poniendo los cimientos de un problema mucho más grave en el futuro. La verdad es que todos los ejercicios que implican “respiración profunda” provocan una exageración de la coordinación muscular defectuosa ya presente, de forma que aunque se erradique un mal hábito, se cultivan muchos otros, a menudo más dañinos.

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Y de nuevo, en mi artículo Por qué respiramos incorrectamente (noviembre de 1909), escribí:Voy a aclarar esto explicando que el hombre que respira incorrecta e inadecuadamente lo hace así como consecuencia inmediata e inevitable de las condiciones anormales y dañinas de ciertas partes del cuerpo. El hombre que respira correcta y adecuadamente, lo hace así como consecuencia inmediata e inevitable de las condiciones normales y saludables de esas mismas partes. De ahí se sigue que si las condiciones presentes en el segundo hombre pueden ser inducidas en el primero, podrá entonces, pero no de otra forma, respirar correcta y adecuadamente. Y el proceso mediante el cual se consigue esto, es simplemente un reajuste de las partes del cuerpo por un uso nuevo y correcto de los mecanismos musculares gracias al agente directivo del nivel de la conciencia. Este cambio trae consigo una ventaja mecánica apropiada de todas las partes implicadas y causa, gracias al empleo correcto de la maquinaria relativa, tal expansión y contracción de la cavidad torácica como para dar su oportunidad a la presión atmosférica. Ahora tenemos aquí (a) el agente directivo del nivel de la conciencia y (b) el uso de los mecanismos musculares, provocando la combinación ciertas expansiones y contracciones y siendo el resultado lo que se conoce como respiración. Por tanto, se verá en seguida que el acto de respirar no es la parte primaria o incluso la secundaria del proceso, el cual es en realidad la reeducación de los sistemas cinestésicos asociados a las posturas del cuerpo y a la respiración correctas y a la que se hará referencia como tal universalmente en el futuro próximo. De hecho, obtenida la perfecta coordinación de las partes como requiere mi sistema, la respiración es una operación subordinada que se efectuará por sí sola.

Hoy mantengo cada una de estas palabras. Cientos de soldados cada año han de dejar el ejército británico por culpa del problema cardíaco directamente producido por el “pecho de sargento militar” y sus tensiones y rigideces concomitantes. No hace mucho, El Sr. Punch mostraba un dibujo de un niño paseando a caballo con su entrenador y respondiendo aquella pregunta de protocolo de cómo saludaría a un personaje real: “Como hacen los soldados; ¡llevándome la mano al sombrero y mirando como si yo fuera a reventar!”17 Ciertamente un detalle que indica de que lado sopla el viento.

Los mismos soldados empezarán una larga marcha con el pecho “bien puesto” y envarado. La tensión de la marcha los lleva más tarde inevitablemente a una posición cabizbaja más fácil, que hace posible que continúen y a pesar de ser tan mala, no es positivamente tan dañina como la tensión de la otra postura.

Compare la actitud física libre, suelta, pero más saludable del marinero en tierra con la del soldado “gallardo” contoneándose por el pueblo como un palomo buchón en honor del regimiento. Es el equipo de marineros el que está listo y es más efectivo para el trabajo duro.

Y hace algunas semanas (ahora años) vi con espanto, en un popular periódico ilustrado, una fotografía verdaderamente patética de una clase de escolares con espaldas cóncavas y sacando pecho con toda la apariencia de palomas buchonas enojadas. Y el director era alabado por su celo en producir tales resultados mediante la “respiración profunda”.18

Yo preguntaría, ¿es verosímil viendo esto que la posición correcta en pie de un hombre o una mujer en consideración a la salud, sea tal que necesite mantener una tensión verdadera? Es absurdo y estoy convencido de que el único resultado posible de la aplicación de tales principios es el caos completo, físico y mental.

Volviendo a mi teoría general de la formación, espero no detallar demasiado en algunas direcciones concretas, pero mi ejemplo de la habilidad diestra tiene su aplicación. Por un lado deseamos sacrificar la razón por una tradición y convención como esta; por otro lado, por una idea no experimentada y posiblemente

17 Nota de CF: PUNCH O LA CENCERRADA DE LONDRES, 5 de junio de 1912.Criado: “Ahora señorito Jack, si nos encontráramos con algún miembro de la Familia Real, ¿cómo le saludaría?”Niño: “Como hacen los soldados; ¡llevándome la mano al sombrero y mirando como si yo fuera a reventar!”

18 Una fotografía publicada hace pocos años en un periódico, representa a un alumno de una escuela pública de Londres, realizando ejercicios de respiración profunda. En otra fotografía de una escuela pública londinense puede verse a este muchacho trabajando en clase. Desafortunados chicos como los aquí mostrados, simplemente están desarrollando deformidades. Por suerte, un cambio a mejor está teniendo lugar finalmente en la calistenia escolar.

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ilógica. La defensa del último sacrificio se basa generalmente en la necesidad del entusiasmo o bien la necesidad de proceder mediante un sistema de prueba y error. Bien, afirmaré que nadie es un mayor entusiasta que yo mismo, pero no permitiré que mi entusiasmo domine a mi razón. Espero escribir algún día una narración de cómo llegue a la elucidación práctica de mis principios del control consciente y cuando lo haga, demostraré bien llanamente como uno de los mayores peligros, sino el mayor, contra los que he tenido que luchar, era mi propio entusiasmo. Este es tan vívido y vehemente hoy como lo fue hace veinte años, pero yo no habría deducido mis principios si hubiera permitido que mi entusiasmo dominara la razón. De nuevo, para el argumento a favor de la necesidad de empirismo, admito también que mis propios métodos han sido y aún son, experimentales en ciertas direcciones. Pero respecto al movimiento de la “Libre expresión”, afirmo que el error ha sido suficientemente demostrado en la práctica y además debo insistir en que no tenemos justificación para experimentar con los niños. Yo nunca lo he hecho, por cuanto me he dado cuenta de que el error puede ser irreparable. ¿Podría cualquier fallo ser más gravoso a la conciencia humana que aquel por el cual, quizá inconscientemente, otra vida humana se hubiera torcido?

Por consiguiente, en defensa de mi cliente más importante, el niño de esta última generación, exijo que no recurramos a ninguno de los extremos peligrosos que amenazan su bienestar físico y mental. Por un lado debemos evitar meterle ideas fijas, con las cuales podríamos estrechar su mente, pues sé que cuando se le limita, confiriéndole deliberadamente nuestros propios hábitos mentales, los efectos llegan tan lejos que nos gusta llamarlo “formación del carácter”. Por otro lado, no tenemos justificación para abandonarlo enteramente a sí mismo. Mientras que tiene el derecho a elegir dentro de ciertos límites, él no tiene, desgraciadamente, los recursos para elegir en sus primeros años. No necesitamos constreñirle a elegir entre esto o aquello, pero debemos educarle de forma que le proporcionemos el poder de la elección. En el encantador trabajo del Sr. Allen Upward, La nueva palabra, que ya he citado, dice: “Dé permiso al niño para crecer. Dé permiso al niño para vivir. Dé permiso al niño para esperar y esperar de verdad (...). Él es el demandante en este caso. Digo que él es el género humano... y su derecho por nacimiento es la verdad”. Y a esto yo añadiría: “ Dé permiso al niño también, para aprender. Dele la oportunidad de aprovecharse de todo el conocimiento que ponemos darle de nuestra experiencia. Ciertamente, su derecho por nacimiento es la verdad, pero debemos ayudarle a hacer el descubrimiento.”

Dedicarse a pensar más en serio en este asunto sería un trabajo a tiempo completo. En esta breve descripción, no puedo detenerme en los muchos aspectos de la alimentación, la ropa y el entrenamiento físico apropiados y en todos los demás puntos que debemos considerar. Los sistemas cinestésicos implicados en los movimientos y posturas corporales correctos y saludables, han sido pervertidos por los hábitos engendrados en las aulas escolares gracias a la sujeción impuesta en un momento en el que la actividad natural debería haber sido animada y científicamente dirigida, y en las posiciones encogidas provocadas por el trabajo de escritorio inútil e irracional.

Y puedo indicar en relación con esto, que continuamente me preguntan, tanto los amigos como los corresponsales desconocidos, cuál es mi opinión sobre el tipo correcto de silla, asiento, pupitre o mesa a utilizar para prevenir los malos hábitos que se supone que estas piezas de mobiliario han causado en las escuelas. En mis respuestas he intentado demostrar que el problema está siendo atacado desde el ángulo equivocado.

Consideremos el problema a la luz del sentido común. Suponga, por ejemplo, que hubiera una silla ideal, alguna disposición maravillosa de ángulos, cavidades y soportes perfectos que casi mágicamente rectificaran o previnieran cada fallo en el mecanismo físico del niño. Suponga además que el niño se encontrara muy cómodo y reposado sentado en esta silla ideal. Entonces, ¿cómo podría él evitar sufrir las torturas de todo aquello que es incómodo al ir en coche o sentarse en su propia casa o visitando a un amigo o yendo de merienda al río o al bosque? No se me ocurre otra cosa que cuando se haya encontrado esa silla ideal, nuestro niño tendrá que llevarla con él a todas partes donde vaya.

En segundo lugar, ¿cómo sería posible que esta silla ideal se adaptara milagrosamente a todas las edades y tipos de niño? ¿Vamos a tratar a los niños como moldeables trozos de arcilla para encajarlos en el modelo de nuestra silla ideal; o vamos a estudiar y medir cada individuo para construirle una silla a su medida

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cada año, digamos, hasta que sea adulto?

No, lo que necesitamos hacer no es educar nuestro mobiliario escolar, sino educar a nuestros niños. Dé al niño la habilidad de adaptarse dentro de límites razonables a su entorno y no sufrirá incomodidad ni desarrollará malos hábitos físicos, cualquiera que sea la silla o forma que le dé para sentarse. Digo, “dentro de limites razonables”, pues obviamente sería absurdo esperar que un niño de Brobdingan usara una silla liliputiense. Pero no malgastemos tiempo, meditación o inventiva valiosos diseñando muebles, cuando con una pequeña inversión en esos tres dones, podemos enseñar al niño a conseguir su propio control consciente y superar todas las probables limitaciones impuestas por las herramientas de la escuela ordinaria.

Pues el problema a resolver en la educación es el mismo problema que necesita solución en las esferas social, política, religiosa, industrial, económica, ética, estética y demás de la actividad humana progresiva. En cada esfera de la vida, hemos dado durante años a los “efectos” el significado de “causas” y hemos hecho notables intentos de corregir las cosas sobre esta base errónea. En el caso de la educación, se han reconocido ciertos síntomas como más o menos dañinos y toda la culpa se le ha echado al método o métodos de educación implicados.

Al menos durante medio siglo, se concebía al trabajador social en la línea de dar dinero, comida y ropa al pobre en un intento de mejorar su condición. Los males de esta falsa política se los encontraban de forma práctica; actualmente el objetivo del trabajador social es dar al pobre los “medios por los cuales” avanzar en general y conseguir dinero, ropa y comida por su propio esfuerzo.

El mismo principio es el apropiado al tratar con los niños. Hasta ahora los educadores les han dado lo que ellos consideraban que necesitaban. Lo que debemos hacer en el futuro es darles los “medios por los cuales” podrán ellos mismos satisfacer sus necesidades y dirigir su propio avance.

La adopción de nuevos métodos es un procedimiento que siempre necesita la debida y apropiada consideración de la cosa, persona o personas a quienes se van a aplicar. La investigación en estas líneas probablemente habría revelado la causa real de las dificultades a afrontar en la educación del niño de hoy día, que es que el proceso de la vida civilizada ha cambiado gradualmente la condición psicofísica que tenía el niño al nacer. En este proceso se ha ganado y perdido mucho. Desde el punto de vista del educador, las pérdidas han sido enormes comparadas con las ganancias, pues los sistemas cinestésicos que son lo más importante, se han deteriorado por el intento del hombre de pasar de las etapas inferiores (animales) a las superiores del plano evolutivo dependiendo de un organismo controlado subconscientemente.

Aún tengo mucho más que decir sobre este tema de la educación y espero tener una oportunidad en el futuro inmediato de elaborar mis métodos y de exponerlos para que puedan ser aplicados práctica y universalmente. Pero si con estas pocas indicaciones puedo despertar algún interés en este problema mundial, habré hecho algo para su solución. Es un problema muy urgente en el momento presente y se está haciendo más urgente cada día. Todo lo que hemos hecho hasta este momento es imponer una regla u otra a los niños como en un experimento, pues todas las reglas han sido rígidas en su imposición a pesar de no ser científicas en su concepción. En lugar de estas reglas, yo busco un ideal que creo que es comparativamente fácil realizar. Yo busco y ya veo, un método de formación de nuestros niños que les hará dueños de sus propios cuerpos; espero que llegue el día en que el niño será enseñado y formado de tal forma que cualesquiera que sean las circunstancias que le rodeen después, será capaz sin esfuerzo de adaptarse al ambiente y será capaz de vivir su vida disfrutando de perfecta salud física y mental. Pues, como ya he indicado, el hombre ha progresado hacia etapas de la civilización más altas y más complejas. Ha continuado cambiando sus hábitos de vida y estando aún lejos de la etapa más alta alcanzable, continuará cambiando. Cuanto más se aleje de la etapa incivilizada primitiva de su evolución, menos probable es que tenga la oportunidad en la rutina cotidiana de su vida, de ejercitar la maquinaria física, que los controles del instinto prevendrían que funcionara imperfectamente. El “control consciente” capacitará al hombre para adaptarse con prontitud a las condiciones cambiantes de la vida. Nadie que mire este mundo del último día con ojos sagaces, puede dejar de ver que los cambios tienden a volverse más rápidos y más radicales que nunca antes en la historia del progreso

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mundial. Miramos a la meta y es mejor buscar la más alta y no contentarse con menos, pero al mismo tiempo es necesario que consideremos el detalle práctico de nuestro viaje. Lo que sigue en las partes 2ª y 3ª puede parecer trivial en comparación con el gran esfuerzo que he descrito, pero se trata de la trivialidad del detalle esencial.

Quiero indicar el camino con más claridad aún y mostrar como cada hombre y cada mujer puede aprender a andar por él.

1.8 Niveles evolutivos y su influencia en la crisis de 1914

1.8.1 Crisis mundialEn los capítulos previos, he tratado brevemente los fundamentos en los que se basa toda nuestra estructura de educación y civilización y he intentado señalar las diferentes tendencias desarrolladas por el individuo en la batalla por progresar sobre esa base. Al mismo tiempo, he indicado que en lo que yo confío es en el único fundamento verdadero sobre el que el género humano, en una etapa de civilización, puede progresar y evolucionar a una condición en la que impere todo el tiempo, la libertad de aquellas cualidades limitadoras, opresoras y degradantes que pertenecen a las esferas animales de la existencia.

Me parece que la presente crisis mundial19 indica que éste es el momento psicológico de hacer una amplia aplicación de mis principios, aunque mi lector pueda considerar que no debo entrar en los campos discutibles de la hipótesis en un trabajo que ha sido dedicado hasta este momento, a los argumentos extraídos casi enteramente de las experiencias personales y la observación.

He tratado los fundamentos empleados en el desarrollo del niño y del adulto y he postulado que el progreso evolutivo desde la infancia hasta la adolescencia y a través de las vicisitudes de la vida que le siguen, está determinado por el proceso adoptado, siendo el progreso proporcional al grado de eficacia de este proceso y que este principio evolutivo se aplica igualmente a una nación.

Entonces nos incumbe a nosotros considerar los diferentes procesos adoptados por las diferentes naciones para calibrar exactamente sus diferentes etapas evolutivas y sus posibilidades de crecer y desarrollarse hacia el verdadero progreso individual y nacional.

Tras siglos de esfuerzo en la dirección del progreso según procesos bien definidos, basados en principios aprobados educativos, religiosos, económicos, políticos, industriales, éticos y estéticos, y tras un siglo de un progreso sin precedentes en el reino de las artes y las ciencias, nos enfrentamos al espectáculo, en una nación supuestamente civilizada, de una cinestesia pervertida que se ha puesto de manifiesto con tal muestra de instintos salvajes, que nos presentaría ante los ojos de un universo más desarrollado, como inmersos en las profundidades de la barbarie.20

Durante los últimos tres años, la gente de todo el mundo se ha horrorizado y conmovido por acontecimientos que incluso hace cuatro años eran considerados imposibles en la etapa de civilización alcanzada entonces. En consecuencia, encontramos que un esfuerzo especial y serio se está haciendo para resolver problemas de vital importancia, dirigido al futuro desarrollo y el cultivo de las potencialidades del género humano.

Por lo tanto es esencial reconocer que hemos alcanzado un punto en el proceso llamado civilización que será registrado como uno de los más críticos y vitales en la historia del mundo.

19 Este capítulo fue escrito al final de la guerra de 1914-1918, pero el análisis hecho en él es aún fundamentalmente válido para la crisis de nuestro momento presente.20 Nota de FMA: Cuando releo esto en 1945, los periódicos van llenos de las brutalidades indescriptibles de los campos de concentración alemanes.

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Niveles evolutivos y su influencia en la crisis de 1914

En este momento, las grandes naciones europeas están emergiendo del conflicto entre fuerzas más terrorífico que se recuerda.

Los acontecimientos de estos años de guerra deben influenciar nuestra opinión presente y futura del valor de nuestros principios educativos, políticos, morales, sociales, industriales, religiosos y demás, en lo que al progreso del hombre concierne, cuando pasa del plano animal de su evolución a aquellos planos superiores para los que sin duda está destinado.

Las conclusiones así alcanzadas, influenciarán tanto el futuro bienestar del género humano, que los hechos que se deducen de estas conclusiones demandan la más seria atención y estudio por parte de cada ser humano.

Es por tanto esencial que hagamos un serio esfuerzo por descubrir lo fundamental. En relación con esto debemos considerar la evidencia disponible concerniente a la causa o causas de este conflicto en Europa, que ha sacudido nuestro alardeado avance en la civilización hasta sus mismas raíces. ¿Qué significa este recrudecimiento de la barbarie, visto con una mentalidad abierta y sin prejuicios en relación con el futuro de aquellos principios que por sí solos producen el crecimiento mental, físico y espiritual del género humano en la civilización progresista?

Esto significa un tremendo choque de fuerzas opuestas, un conflicto desesperado entre las gentes poco evolucionadas del mundo al igual que contra las razas más evolucionadas, la batalla del idealismo abierto de miras y móvil por la supremacía del individuo contra una mente estrecha, rígida, el automatismo material que perpetúa la supresión del individuo y la obliteración de su razón en el supuesto interés del Estado.

Demos entonces un vistazo comparativo general a las fuerzas psicofísicas que compelen la vida de las naciones civilizadas primitivas hasta la crisis.

En naciones primitivas. Las fuerzas que compelen son principalmente físicas y subconscientes. Lo más esencial de la vida depende casi enteramente de la fuerza bruta. Las experiencias cotidianas afilan los instintos salvajes y las pasiones desatadas, para un desarrollo automático que se opone al cultivo de la facultad de adaptación a nuevos entornos. Incluso las esferas del valor están limitadas y cuando se enfrentan a lo inusual, estas gentes tiemblan como cobardes y huyen llevados por el pánico a lo desacostumbrado, como en el caso de los negros en los estados sureños de EE.UU. cuando los hombres del Ku-Klux Klan les perseguían montados a caballo vestidos de blanco. [Se dice que a FM le contaron la película “Nacimiento de una nación” y de ahí sacó esa interpretación de las persecuciones de negros.]

En naciones civilizadas. Las fuerzas que compelen se han vuelto cada vez menos físicas y menos subconscientes que en el caso de las naciones primitivas, pero el avance desde lo físico a lo mental y desde lo subconsciente a lo consciente, no ha sido adecuado o suficientemente amplio como para establecer los principios mentales y conscientes como principales fuerzas que compelen al progreso de la nación o incluso del individuo. Lo esencial de la vida no depende de la fuerza bruta y las experiencias cotidianas cada vez están menos asociadas a factores que producen el desarrollo de los instintos salvajes y las pasiones desatadas o al desarrollo automático. Pero la experiencia ha demostrado que las naciones civilizadas no han logrado superar con resultados satisfactorios, las ordalías de la adaptación al entorno siempre cambiante de la civilización. Las esferas del valor están aún más limitadas y cuando de repente la gente se encuentra cara a cara con lo inusual e inesperado, exhibe aún una tendencia al pánico y a perder el control. El progreso hecho por las naciones civilizadas desde la etapa primitiva hasta el presente no lo ha sido según líneas comprensivas. El resultado ha sido que la mayoría de las actividades de la nación se han limitado y en aquellas pocas actividades en que se inclina hacia el aperturismo, la libertad se ha vuelto licenciosa y ha llevado a la sobrecompensanción. Esta condición era sobradamente dañina al estar aplicada al individuo y al esfuerzo individual, quedando el individuo más o menos frenado por la opinión colectiva; pero al ser aplicado a la nación y al esfuerzo nacional, aquella nación que ignoraba la opinión de las otras naciones, se desarrollaba sin freno y la decisión nacional de sofocar al individuo en cuerpo y alma, cuando eso parecía servir al bienestar del Estado, constituía la fuerza más poderosa para prevenir el progreso en el plano evolutivo.

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Pues esta decisión, una vez convertida en el resultado de la concepción nacional, arrastró consigo el más perjudicial e imposible de todos los procesos mentales en la esfera del verdadero avance evolutivo. En primer lugar, la decisión nacional era el resultado de una concepción nacional errónea, consecuencia de lo que yo he llamado, a falta de un nombre mejor, “premisas manufacturadas”.

Las premisas manufacturadas son las precursoras de deducciones infundadas y engañosas (un embobecimiento de la razón) y necesitan el cultivo de una forma de autohipnosis que es fatal para el progreso nacional o individual.

Una poca gente observadora notó este hábito peligroso incluso en la literatura de la nación alemana y miró con vivo interés su cultivo en todas las esferas de actividad en años recientes. Esto explica el pasmoso fracaso del juicio alemán en todos los asuntos de importancia nacional e internacional, de la imposibilidad de las gentes de la nación de ver nada desde otro punto de vista más que el suyo propio, de su crasa estupidez en calibrar la psicología de las otras naciones y particularmente la de la nación británica.

En lo anterior hay asuntos fundamentales que merecen consideración. Deben ocupar la atención de toda la gente pensante que quiera hacer una contribución a la elevación del género humano y al establecimiento de un nivel de guía-control razonada que haría impensable otro conflicto bárbaro y por tanto imposible.

Naturalmente, cada nación tiene preparadas unas cuantas razones humanitarias para justificar su locura. Autoprotección, una mirada altruista hacia los derechos de las naciones más pequeñas, un sentido del alto deber hacia el género humano al completo, todas estas excusas han sido argüidas para explicar el único principio que ha arrastrado a esta o aquella nación a la vorágine. Y cada una de las naciones seguramente debe haber apelado a la libertad como excusa en un momento u otro, siendo la libertad uno de esos términos adaptables que pueden ser usados para significar casi cualquier cosa. Antes de la guerra, Alemania sostenía su derecho a la “libertad” de expansión, un uso defensivo de la palabra que difícilmente tiene nada en común con su uso en el momento presente.

Por otro lado, filósofos, economistas, psicólogos, expertos comerciales y el gran público han estado ocupados con una docena de teorías diferentes sobre las causas primarias de la guerra. Hemos oído hablar mucho de odio racial, de rivalidad comercial, de altas intrigas comerciales y políticas y una docena de otras influencias, y todas ellas han sido expuestas en un momento u otro como la razón única del presente cenagal de sangre y furia. Claro, tenemos tantas razones entre las que elegir que podemos estar bien seguros de que posiblemente ni una sola de ellas puede permitirnos una explicación completa y adecuada.

Pero aún iré más lejos. Pues manteniéndome en un terreno que yo considero lógicamente inamovible, si admitimos, como parece ser la única conducta sensible, que algo de todas estas razones y excusas ha alcanzado las condiciones para producir tales resultados terribles, aún debemos buscar alguna explicación de la situación precedente que hizo posible estas condiciones. De hecho, todas nuestras razones son meros efectos y estamos buscando a tientas la causa primaria entre los fenómenos resultantes. Nunca podremos resolver nuestro problema por un método como éste. Deberíamos igualmente esperar encontrar el origen de un niño diseccionando sus extremidades a intestinos. Nuestra única esperanza es cambiar nuestro punto de vista, cesar nuestro tonto examen de los detalles que están justo delante de nosotros e intentar ver nuestro problema en los amplios términos de uno que puede permanecer detrás y ver la vida transcurrir a través de los siglos.

Sabemos demasiado bien que ciertas manifestaciones mentales y físicas de cualquier persona, en todas las esferas de la vida, dan la pista absoluta para su carácter, para sus propósitos en la vida, sus ideales y, lo más importante, para la etapa que ha alcanzado en el proceso llamado evolución.

De pasada yo señalaría que la educación tal como se entiende en general, incluso cuando implica los métodos más al día, no significa necesariamente progreso en el plano evolutivo, al igual que la habilidad como lingüista no indica necesariamente un alto nivel intelectual.

Esto se aplica también a la mayoría de las artes y particularmente a aquellas que implican música y danza. Con ciertos límites, a menor etapa evolutiva, mayor atracción por la música y la danza.

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Niveles evolutivos y su influencia en la crisis de 1914

Cuando revisamos la historia y el progreso general de la humanidad, nos encontramos con que los instintos y rasgos del animal (principalmente la fuerza bruta) predominan en ciertas etapas. Si retrocedemos lo suficiente, nos encontramos con una etapa en la que siempre eran predominantes.

Por tanto, un examen de la proporción de progreso de las naciones en el plano evolutivo se encontrará en su tendencia y deseo de avanzar más allá de aquella etapa en la que predominan las fuerzas mentales y físicas, que sólo deben pertenecer como instintos heredados a los animales y salvajes; y teniendo esto en cuenta, si echamos un vistazo a la historia, ideales, hábitos de vida, perspectiva mental y tendencias generales de la nación alemana, se demostrará concluyentemente que esta gente autohipnotizada se aproximaba demasiado a los animales inferiores y a los salvajes en su modo y objetivos principales de la vida.

Los grandes y nobles ideales y objetivos del género humano de progresar hacia las etapas más altamente evolucionadas, fueron arrojados por la borda por los principios irracionales, brutales e innobles que ayudan al envilecimiento de las potencialidades que elevan al hombre, y lo mantienen esclavizado en la etapa cruel y poco evolucionada de las criaturas primitivas. Que alguna nación o naciones deban adoptar deliberadamente como mayores ideales y propósitos, la fuerza bruta en todos sus horribles aspectos, profanación de mente, cuerpo y espíritu por el Estado, justificación de instintos y actos criminales si se emplean en favor del Estado, destrucción, violación y saqueo, asesinato y tortura para aterrorizar a civiles inocentes; en pocas palabras, que deban adoptar el principio brutal de que “el poder es correcto” en aquella forma especial nacional que se ha manifestado en el último medio siglo y se ha dirigido hacia lo que se conoce como “militarismo”, todo esto es con seguridad, prueba positiva de que han progresado, pero poco, en la etapa evolutiva ascendente desde la etapa ocupada por la bestia bruta y el salvaje. El aspecto criminal del ultraje estimado por todos aquellos seres humanos bien pensantes, está intensificado por el hecho de que las naciones que perpetraron el acto estaban entre las más prósperas del mundo y disfrutaban, como extranjeros, de los mismos privilegios que los sujetos de aquellas naciones de cuya hospitalidad y confianza abusaron.

Las naciones que soportan el fragor de la batalla contra esta explosión de instintos y deseos brutales primitivos, hace tiempo que han alcanzado una etapa de su evolución que hace los métodos de Atila impensables. Si se ven forzados a la guerra, la dirigen en el plano evolucionado del humano y no en el del animal. Tratan a sus prisioneros como hombres honorables y les ofrecen una consideración comprensible dentro de su poder. Antes de esta guerra, los ideales y propósitos de estas naciones eran las antítesis de aquellas de sus poco evolucionados enemigos y eran ideales y propósitos dirigidos al derecho de vivir en paz con todas las demás naciones. Se proponían la reducción de armamentos y hacían demostración práctica de sus intenciones. Abrieron sus puertas y sus mercados a sus actuales enemigos y les ayudaron gratuitamente en cada asunto en todas las esferas de actividad. No tenían el deseo de rebajar los ideales y principios dirigidos al ennoblecimiento del género humano, no tenían el deseo de dominar el mundo por la fuerza bruta y establecer un sistema de vida y una forma de conducta que convirtiera al individuo en un mero autómata irrazonable sin corazón, de mente rígida, que se comporta como un animal y no se atreve a reclamar siquiera que su alma es suya.

Durante muchos años antes de la crisis de 1914, escuchábamos las vocingleras explosiones de los profesores alemanes y de otras autoridades educadas de aquella nación, sobre su superioridad sobre las otras naciones. Se nos pedía que creyéramos que ciertos individuos de aquella nacionalidad habían alcanzado el nivel del superhombre. Esta gente desafortunada y engañada ha estado maldecida durante algún tiempo con esta obsesión.

Los hombres y mujeres pensantes de otras naciones escuchaban y se sorprendían cuando se hacían estas afirmaciones sobre los superhombres y después de examinar la evidencia expuesta para apoyar estas afirmaciones, quedaron convencidos de que no estaban justificadas. El estupendo fracaso de los supuestos superhombres en cada esfera de actividad física y mental en la presente guerra, demuestra la certeza de estas convicciones.

Parece concebible que los superhombres podían así haber guiado y dirigido toda la energía nacional de Alemania de tal modo que se fuera reduciendo cada vez más (como la mente alemana), hasta quedar concentrada casi exclusivamente en la concepción estúpida de la dominación del mundo por Alemania. Con este fin, la

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energía nacional fue repartida principalmente en dos direcciones: INDUSTRIA COMERCIAL Y MILITARISMO.

1.8.2 Industria comercial y militarismoUno de los mayores rasgos de la primera fue el desarrollo extraordinario de la maquinaria, lo que exigía para su prosecución con éxito que el individuo estuviera sujeto a los sistemas más dañinos de entrenamiento automático.

Las partes normalizadas de la máquina hacían demandas que tendían a estereotipar la máquina humana. Las limitaciones mentales y físicas de la actividad humana, alcanzaron el máximo. El poder continuar trabajando bajo tales condiciones dependía de un proceso de deterioro en el individuo. Estaba siendo lenta pero firmemente privado de la posibilidad de desarrollo. La misma esencia del hombre fue aplastada para sostener un proceso industrial que había de proveer las fibras de la máquina de guerra, de soportar aquella maldición llamada militarismo y la desmoralización de Alemania vino principalmente de las concepciones de la nación sobre el militarismo que, en el primer y último análisis, soportan la peor manifestación de aquellos instintos salvajes y pasiones desatadas asociados con las etapas más inferiores del primitivo desarrollo racial.

Los horribles resultados de la suma total de la locura nacional que lo anterior representa se nos revelan ahora, pues para Alemania este militarismo constituía un plan rígido, un sistema y una filosofía mundial.

Alemania está convencida, contra toda evidencia, de que su plan, sistema o filosofía es tan innegablemente correcto como para constituir uno absoluto. Como nación no tiene movilidad ni equilibrio. Está influenciada por una idea tonta, la perfección de su propia “Kultur” (una palabra que se traduce más apropiadamente como civilización que con la palabra “cultura” con el sentido que se utiliza en Inglés o Castellano). De hecho, Alemania está tan mal coordinada que es incapaz de seguir el verdadero mandato de la razón, como un individuo dominado por una idea fija.

Pues el problema es que si se reprime la razón tanto tiempo que pierde su poder de denegación, debe haber perdido su poder de control. La “idea” original formulada en la mente consciente se ha hundido tanto en el subconsciente, que no puede cambiarse excepto bajo la influencia de algún poder exterior más fuerte. Durante casi cincuenta años, Alemania ha estado inculcando un sistema rígido y mentalmente desmoralizador en sus escuelas, institutos, universidades, en su vida cívica y política, y ahora sufre (como el monomaníaco debe sufrir en la vida privada) de su particular forma de locura.

Incluso en la dirección de su gran campaña, esta debilidad suya ha empezado a derrotarla. Ha perdido el poder de adaptabilidad en asuntos militares. Repite los errores de su plan original, a pesar de los ejemplos inacabables que han proporcionado sus antagonistas occidentales de que aquel plan puede ser mejorado muy considerablemente. Sin duda el Alto Mando puede darse cuenta en algunos ejemplos, de la debilidad del viejo método en condiciones que han sido modificadas inmensamente desde agosto de 1914, pero son incapaces de cambiar en un año o en una década, el efecto de sus propias enseñanzas sobre los millones de soldados alemanes. Por ejemplo, el ataque en masa ha demostrado ser un fracaso desastroso (una sola ametralladora bien situada puede derrotarlo), pero los soldados alemanes no avanzarían en un ataque diseminado. Han aprendido a depender de la proximidad de sus camaradas. Separe a un batallón alemán y nunca tendrá confianza ni coraje.

Volviendo ahora a mi única razón como causa de la presente guerra, siento que la explicación ya ha sido expuesta. Al consentir que una nación sea educada y entrenada como lo ha sido Alemania, tarde o temprano la explosión es inevitable. Si tenemos en medio de nosotros a un individuo que sufre de una idea fija, con el tiempo se volverá intolerable para nosotros. Nunca en la historia del mundo, el pensamiento y la tendencia a la organización han sido más fluidos de lo que fueron en los primeros años del siglo veinte. Sin embargo, una nación grande y poderosa interferió con nosotros cada vez, impidiendo el flujo del pensamiento liberal por

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su obsesión con ideas sobre su propia grandeza y la omnipotencia de su máquina militar. Aun así, las otras naciones europeas se adaptaron dentro de los límites de las demandas de este mecanismo rígido situado en medio de ellas. Y podría ser que estos mismos poderes de paciencia y adaptabilidad aceleraran la crisis. Fueron vistos por los monomaníacos alemanes como signos de debilidad y exactamente igual que su propio filósofo Nietzsche que se volvió loco por concentrarse en su propio tema invariable, así finalmente Alemania cruzó los límites de la cordura, imbuida por la loca creencia en su propia omnipotencia. Corrió frenética por las amplias calles europeas y aún así no se dio cuenta de su propia locura. Me pregunto seriamente si la presente generación alemana llegará a algún reconocimiento apropiado de aquella locura. Alemania ha permitido a un hábito mental volverse fijo; y éste ha caído en los reinos de su subconsciente. Debemos tratarla como a una loca, pero nunca más compadecerla.

1.8.3 PosdataSe me ha sugerido que el tema tratado en este capítulo, escrito especialmente en 1918 para la edición ampliada de este libro, “fecha” demasiado como para ser aplicado a los acontecimientos y condiciones del momento presente. Soy bien consciente de los cambios en la perspectiva general que los acontecimientos de amplitud mundial han forzado en nosotros en muchas esferas de la vida desde que se escribió el capítulo; no obstante, con la excepción de ciertas omisiones y alteraciones pequeñas que se han hecho en el texto en reconocimiento de esta perspectiva cambiada, ha sido reimpreso en su forma original por las razones siguientes:

1. Los acontecimientos recientes han demostrado que yo estaba ampliamente justificado al hacer las predicciones de este capítulo, a saber, que la naturaleza del elemento humano en Alemania y la actitud hacia ella del elemento humano en las otras naciones, era tal que conduciría inevitablemente a una crisis ulterior y quiero reafirmar aquí mi convicción de que si no se adoptan medios para llevar a cabo un cambio básico en las reacciones del ser humano individual en todos los países, debe esperarse una repetición de la trágica frustración presente del esfuerzo humano.

2. La misma esclavitud autoimpuesta del hábito que domina el pensamiento y las acciones del género humano, tanto individual como nacional entre los años 1914-1918, aún domina la reacción humana, como se ha puesto de manifiesto en los años que acaban de pasar, 1939-1945. Esta forma de esclavitud se ha manifestado especialmente en la persistencia de ciertos rasgos dañinos, que conducen a la fijación, tanto nacional como internacional, a la histeria de masas y quizá lo más significativo de todo en relación con esto, en la dirección-juicio, que ha sido tan equivocada y mal asesorada en el tema de los valores relativos sobre las relaciones humanas y las actividades del hombre en general, que ha frustrado sus esfuerzos mejor intencionados en casi todos los campos de actividad.

Como los argumentos, conclusiones y predicciones establecidos en los siguientes extractos han quedado justificados por los acontecimientos mundiales, creo que el lector puede encontrarlos interesantes:

British Medical Journal, 18 de junio de 1932. Extracto de la carta al editor del Dr. Peter Macdonald, de York:...El dominio del hombre sobre las cosas (el vapor y los explosivos, los átomos y el espacio), ha ido más deprisa que su poder sobre sí mismo para usar este dominio sabiamente. No se necesita ninguna prueba de ello tras las trágicas condiciones del mundo de hoy y por eso, a Alexander, que con el tiempo será reconocido como trabajador pionero en establecer el control consciente del uso de sí mismo, se le dará su lugar en la historia como el profeta que es, a condición, bien incierta, de que la civilización dure tanto.

The Medical Press and Circular, 18 de julio de 1945. Extracto de un artículo titulado “Sabiendo como parar”, del Dr. Wilfred Barlow:

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Niveles evolutivos y su influencia en la crisis de 1914

Al enseñar al individuo a mantener la armonía y la estabilidad frente a toda la estimulación del mundo moderno, Alexander busca poner en acción la única facultad que nos distingue del resto de la vida orgánica, la habilidad de parar y elegir; busca reinstalar esta arma de defensa única, la capacidad para decir no. La pérdida de la habilidad para decir no es responsable de la inestabilidad y desarmonía que caracteriza al hombre moderno tanto en la guerra como en la paz; pues la guerra no es más que una acentuación del mundo rauco, estimulante del tiempo de paz, un mundo que nos envía un centenar de órdenes y direcciones diferentes en un solo día, direcciones conflictivas que hace esencial para nosotros discriminarlas y elegir.

El control consciente y constructivo del individuo, capítulo 1.17:... me aventuro a predecir que antes de que podamos ovillar la madeja terriblemente enredada de nuestra presente existencia, debemos llegar a un PARO total y volver a la vida simple y consciente, creyendo en la unidad como base todas las cosas y actuando en forma práctica de acuerdo con las leyes y principios implicados.

En medio de una tragedia mundial como la que estamos presenciando en el momento presente, una tragedia que parece haber aumentado de intensidad en lugar de disminuir desde la declaración del Armisticio y el trabajo de los constructores de la paz, seguro que corresponde a cada individuo parar (lo digo en todo su sentido), reconsiderar cada partícula de supuesto conocimiento, particularmente del conocimiento “psicológico”, derivada de su educación general, de su formación religiosa, política, moral, ética, social, legal y económica, y preguntarse a sí mismo simple y directamente: “¿Por qué me creo estas cosas? ¿A través de qué proceso de razonamiento llegué a estas conclusiones?”

FIN DE LA PRIMERA PARTE

2ª parte: Guía-control conscienteEducación

La educación es posible gracias a que el cuerpo es una máquina. Educación es la formación de hábitos, una superinducción de una organización artificial sobre la organización natural del cuerpo; así aquellos actos que primero requieren un esfuerzo consciente, con el tiempo se hacen inconscientes y mecánicos.

HUXLEYReeducación

La (RE)educación es posible gracias a que el cuerpo es una máquina. (RE)educación es la formación de hábitos (NUEVOS Y CORRECTOS), una (REINSTALACIÓN DE LA CORRECTA) organización artificial sobre la organización natural del cuerpo; así aquellos actos que primero requieren un esfuerzo consciente, con el tiempo se hacen inconscientes y mecánicos.

F. M. ALEXANDER

2.1 Introducción a la segunda parte

En la primera parte de este volumen me he esforzado por explicar el principio general en que se basa mi trabajo. Ahora presentaré mi proposición desde un ángulo ligeramente diferente, para asegurar una visión más clara de ella, esto es, la trataré a la luz de su aplicación práctica a los actos de la vida cotidiana.

Confío poder hacer algo para convencer a los hombres y mujeres pensantes de que el control consciente es esencial para el progreso satisfactorio del hombre en la

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Introducción a la segunda parte

civilización y que el uso dirigido apropiadamente de tal control permitirá al individuo estar de pie, sentarse, caminar, respirar, digerir y de hecho vivir con el mínimo gasto posible de energía vital. Esto asegurara el mayor grado de resistencia a la enfermedad. Cuando se alcance esta etapa deseable de nuestra evolución, podría no oírse nunca más el lamento por el deterioro físico.

Expondré mis afirmaciones y mi argumento principal tan concisa, precisa e intrépidamente como sea posible. En una segunda parte he añadido algunas notas y comentarios más digresivos que confío satisfarán las muchas peticiones que he recibido de aclaración de ciertos puntos de la edición anterior de este libro.

Mi experiencia de los últimos cincuenta y un años me capacita para establecer mis convicciones en términos que no admiten ninguna duda o incertidumbre. Mis conclusiones sobre la cuestión urgente de la decadencia física no han estado formuladas con prisa. Son las deducciones de una larga serie de resultados llamativos y hechos observados y, francamente, las considero tan importantes que no puedo dudar al comunicar mi mensaje en un tono que a alguno podría parecer que peca de exceso de confianza. ¡Pues adelante!

2.2 Sinopsis de la reivindicación1. Mi primera reivindicación es que la guía psicofísica mediante control consciente, al ser aplicada como un principio universal para “vivir”, constituye una prevención segura de enfermedades mentales o físicas, malformaciones y pérdida de eficiencia general. Comúnmente se considera que estas condiciones vienen provocadas por males de la civilización como la limitación de la energía y por esa pérdida de las llamadas “condiciones naturales” que la civilización ocasiona.

Creo seriamente que el reconocimiento inteligente de los principios esenciales para la guía mediante control consciente, es esencial para el completo desarrollo mental y físico de la raza humana. La debida consideración convencerá incluso al escéptico de que si el género humano ha de evolucionar a niveles más altos de perfección mental y física, debe guiarse por estos principios. Por si solos conducirán a los hombres y mujeres de hoy al más alto nivel de bienestar, permitiéndoles abordar con efectividad los problemas cotidianos en el mundo del pensamiento y la acción, ampliando gradualmente la línea divisoria que separa el género humano civilizado del reino animal.

No hay ninguna esfera de actividad humana, de sentimiento humano o filosofía en la que la adopción de los principios de la guía y control conscientes no traiga inestimables beneficios.

En el presente, muchos instintos subconscientes que esclavizan al reino animal, al salvaje y al semisalvaje, mantiene al hombre en cautiverio. Pondré un ejemplo. Animales y salvajes se desequilibran inmediatamente cuando tienen una experiencia inusual, como por ejemplo, cuando ven pasar un tren expreso por primera vez. Tal experiencia nueva provocará que el animal más bravo quede abrumado por un miedo tan fuerte que momentáneamente suspenderá su guía instintiva normal. Lo mismo ocurre con el salvaje, que quedará igualmente desequilibrado por una experiencia de este tipo. En muchas esferas de la vida normal, el salvaje al igual que el animal, depende de los principios de la guía instintiva que actúan con equilibrio perfecto en circunstancias habituales. No obstante, enfrentados a lo inusual es incapaz de alcanzar repentinamente los requerimientos de un nuevo entorno. Para alcanzarlos necesita la guía consciente razonada que es el resultado del hábito del control consciente y marca la línea divisoria entre el reino animal, en el que el instinto es la guía, y el reino humano, cuyos miembros están en comunicación con la razón.

Las limitaciones e imperfecciones mentales y físicas de los hombres y mujeres de hoy día, les hace imposible cubrir satisfactoriamente la gran mayoría de las necesidades de su ambiente presente y los hace bien incapaces de sacar el mejor provecho de sus capacidades en cualquier nuevo ambiente. Estos principios de guía instintiva, ni siquiera perfectamente equilibrados como en el caso del salvaje y del animal, son miserablemente insuficientes para alcanzar las condiciones del

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Sinopsis de la reivindicación

mundo moderno con su entorno siempre cambiante. Hombres y mujeres aún se fían de estos instintos, en detrimento de sus logros mentales y físicos.

2. Mi siguiente reivindicación es que las limitaciones e imperfecciones descritas antes, así como el cáncer, la apendicitis, bronquitis, tuberculosis, etc., muy a menudo se permite que permanezcan sin erradicar y frecuentemente sin detectar y así se desarrollan como consecuencia del fracaso en reconocer que la causa real del desarrollo de tales enfermedades se encuentra en las ideas preconcebidas erróneas de las personas inmediatamente implicadas, ideas que afectan al organismo de la forma descrita en la primera parte de este libro.

La única experiencia que el hombre o mujer corriente tiene del uso de las diferentes partes del organismo humano es a través de su subconsciente. El resultado es una dirección subconsciente que en la persona imperfectamente coordinada se basa en las malas experiencias y en las ideas preconcebidas erróneas antes mencionadas. No es de extrañar pues, que tal dirección sea errónea y lleve al desarrollo de defectos e imperfecciones serias. Con esta dirección errónea, incluso el intento de efectuar una acción simple de acuerdo con el hábito subconsciente está cargado de peligro; pues invariablemente afecta de forma perjudicial a las otras partes del organismo del sujeto que nada tienen que ver con el acto o actos particulares pretendidos. Por ejemplo, en la persona controlada subconscientemente, el intento de alargar el cuello va precedido invariablemente por un movimiento de los ojos en dirección hacia arriba o hacia abajo. El mal uso de los ojos de esta forma u otra similar es, demasiado frecuentemente, el predecesor de lo que eventualmente se convierte en un hábito establecido, a menudo causante de una tensión innecesaria e indebida de los ojos que seriamente empeora su deficiencia y que en la forma corriente de vida lleva al tratamiento específico de estos órganos. No obstante, es obvio que lo que se necesita en tal caso es la erradicación de la idea preconcebida errónea y de los hábitos dañinos, para así eliminar gradualmente la tensión indebida e innecesaria sobre los órganos de la vista. Esto les permitirá recuperar su eficiencia perdida y es casi seguro que el tratamiento específico de cualquier tipo según las líneas ortodoxas será innecesario. Como consecuencia de la guía equivocada, las energías mal dirigidas no se limitan a una parte del organismo. Afectan a las manos, brazos, hombros, piernas, tórax, caderas, rodillas, tobillos y otras partes del organismo, provocando frecuentemente tensión e interfiriendo en el funcionamiento de los diferentes órganos y finalmente, dañándolos seriamente. Para apoyar esta segunda reivindicación, aportare los siguientes argumentos:

(a) Hasta ahora poca o ninguna atención en una base psicofísica práctica se ha prestado a la influencia vital y dañina de esta dirección deficiente (de origen subconsciente) y de las ideas preconcebidas erróneas y a la postura defectuosa asociada con esto. Bajo tales influencias, el sujeto difícilmente puede dejar de cultivar una actitud mental errónea hacia la vida en general y hacia el arte de vivir (evolucionar satisfactoriamente), especialmente respecto a la causa primaria de los defectos que pueden estar presentes o pueden eventualmente desarrollarse, pero también respecto a las leyes esenciales sobre la erradicación de estos defectos.

(b) Debido a la falta de distinción entre acciones razonadas (conscientes) y no razonadas (subconscientes o parcialmente conscientes), el sujeto sufre de varias formas de engaños mentales y físicos, notablemente respecto a los actos físicos que ejecuta. Como inciso señalaría que si esto es cierto para los actos ordinarios de la vida cotidiana, ¡cuánto más lo será para aquellos actos físicos que puedan ser necesarios para cubrir las demandas de algún nuevo entorno! Como llamativo ejemplo de engaño en los actos físicos, consideremos el caso de un hombre que cree que está simplemente venciendo lo que él considera inercia esencial, cuando en realidad está luchando contra la resistencia de la excesiva acción muscular antagonista ejercida por él mismo, una resistencia de la que no es consciente. En todos los casos como éste hay un conflicto constante entre dos grandes fuerzas, una (subconsciente) destinada a ejercer poderes directivos supremos durante las etapas primitivas de la evolución humana, la otra (consciente) destinada a reemplazar a esta dirección limitada y demostrando ser finalmente la guía fiable a través de las etapas siguientes y hasta la etapa más alta del gran modelo evolutivo que conduce al disfrute completo de las potencialidades del hombre. Debe recordarse que la primera queda firmemente establecida durante siglos de dirección subconsciente, manteniendo la dirección indiscutible hasta que el primer indicio de guía consciente razonada llega en su forma más tosca a molestar su poder, un poder

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Sinopsis de la reivindicación

que está destinada a derrocar un día. En la etapa presente de nuestro progreso mental y físico, el conflicto continúa con la energía incrementándose gradualmente y mientras se mantiene el conflicto, el sujeto es influenciado primero en una dirección por los dictados de su subconsciente (llamado por unos “instinto”, por otros “intuición”) y luego en otra por los poderes conscientes despertados en él, que está gradual pero lentamente desarrollando. Desgraciadamente, no se da cuenta verdaderamente del significado real de este conflicto. Al mismo tiempo, el sujeto siente sin duda la fuerza de estas dos influencias como energías conflictivas, pero sólo de una forma confusa, misteriosa. Es dominado primero por una fuerza y luego por la otra, como ocurre cuando oímos a un hombre o una mujer decir: “Bueno, parece que esto es lo que hay que hacer, pero siento que no debo hacerlo”.

Muy a menudo el sujeto hace lo que siente en lugar de lo que parece ser correcto y, además con mucha frecuencia, lo primero es lo correcto. Esto no es sorprendente visto que el instinto subconsciente está mucho más desarrollado en nosotros que la facultad consciente. Pero otorgando al subconsciente toda la importancia que se merece, nos vemos forzados a reconocer sus serias limitaciones en el modo de vida (la civilización) con su siempre cambiante entorno que el progreso humano necesita. Debemos tener un principio de guía sin estas limitaciones, que nos permita adaptarnos más rápidamente a los nuevos ambientes que son inevitables en el avance de la civilización hacia su meta legítima.

Debemos tener algo más razonado y definido que lo ofrecido por la dirección subconsciente y así llegamos a la necesidad de la guía razonada. Hasta el presente, ninguna de estas formas de dirección alcanza realmente la mente como una idea tangible definida concebida conscientemente. Esto es así debido a los principios fundamentales sobre los que se ha construido la dirección subconsciente y como consecuencia de la condición rudimentaria de la guía consciente. Además, el sujeto aún no ha hecho ningún intento de analizar estas dos fuerzas, de cuyos funcionamientos particulares tiene apenas un conocimiento confuso. El principio fundamental que llamamos evolución necesita que cada ser humano sea capaz de hacer este análisis, para así poder diferenciar entre los impulsos que surgen de su subconsciente (instinto-inhibición) y las concepciones creadas por su mente consciente que razona.

El sujeto cultivará entonces el hábito de distinguir entre las acciones razonadas y las no razonadas y finalmente esto tenderá a la prevención de los engaños mentales y físicos en todas direcciones, especialmente respecto a los actos físicos en entornos antiguos o nuevos.

(c) Mientras permanezcan estos engaños, el sujeto continuará efectuando acciones malas o perjudiciales, pues mientras su actitud mental establecida hacia estas acciones permanezca sin cambio, él creerá que las está efectuando de la forma correcta. Debido a su involuntaria y por su parte irreconocible equivocación, muchas malformaciones e ineficiencias quedan establecidas, las cuales tarde o temprano pueden conducir a una enfermedad definida. El popular concepto erróneo sobre la responsabilidad del sujeto en el asunto, lo lleva comúnmente a sentir pena por los defectos inevitables, cuando es de la mayor importancia que reconozca que es su responsabilidad y sólo suya. Él debe darse cuenta de que tales defectos surgen de su propia falta y son la consecuencia de su ignorancia u obstinado descuido.

Una vez que esta nueva actitud mental queda firmemente establecida, hay esperanza para la afligida persona y tendrá la satisfacción de saber que está trabajando por su propia salvación siguiendo las líneas prácticas del sentido común, libre de simpatía perniciosa, cara a cara con los hechos reales y estimulada por un principio que no puede dejar de asegurar los mejores esfuerzos en la dirección correcta, de los que toda persona ordinaria es capaz.

(d) Es esencial, en la necesaria reeducación del sujeto mediante guía-control consciente, que en todos los casos debería mantener en mente los “medios por los cuales” y no el “fin”. Mientras se conserva en la mente el “fin”, el acto muscular o la serie de actos siempre se efectuarán de acuerdo con el modo establecido por los viejos hábitos. Cuando la mente consciente del sujeto aprende correctamente cada etapa de las series esenciales para los “medios por los cuales”, pueden romperse los viejos hábitos y cada acción muscular puede ser dirigida conscientemente hasta que las nuevas y correctas sensaciones de guía han establecido los nuevos hábitos apropiados, los cuales a su vez se volverán subconscientes, pero en un plano evolutivo más alto.

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Sinopsis de la reivindicación

En efecto, estos nuevos hábitos aseguran las condiciones que dan una nueva vida y mantienen en un alto grado de eficiencia, a cada órgano del cuerpo, siendo las funciones automáticas reacciones a las energías controladas conscientemente. Mediante mi sistema de conseguir la posición de “ventaja mecánica”21, se hace posible un sistema perfecto de masaje interno natural, como nunca antes ha sido obtenido por los métodos ortodoxos, un sistema que es extraordinariamente beneficioso al romper la acumulación tóxica; así se evitan males que surgen de la autointoxicación.

La posición de ventaja mecánica, que puede ser o no una posición normal, es la posición que da al maestro la oportunidad de producir rápidamente con sus propias manos, una condición de coordinación en el sujeto. Tal coordinación proporciona al alumno una experiencia del uso apropiado de una parte o partes, en cuyo uso imperfecto puede encontrarse la causa primaria de los defectos presentes. Con la repetición de tales experiencias del uso apropiado de su organismo, se capacita al alumno para reproducir la sensación y para emplear los mismos principios de guía en la vida cotidiana. El colocar al alumno en lo que ordinariamente se consideraría una posición anormal (de ventaja mecánica) proporciona al maestro la oportunidad de establecer los principios de guía mental y física que capacitan al alumno al cabo de un corto tiempo para repetir la coordinación con la misma perfección en una posición normal.

En relación con esto, mantengo que cualquier caso de apendicitis incipiente puede ser tratado con éxito con estos métodos. Además, cuando se ha conseguido esta posición de ventaja mecánica mediante el empleo de los primeros principios de guía-control consciente, un tórax rígido puede recuperar la movilidad, sin importar la edad del sujeto, y la extensión y contracción torácicas completas pueden adquirirse y mantenerse con el mínimo esfuerzo. Durante el proceso práctico mediante el cual se establecen gradualmente la elasticidad torácica y la capacidad torácica máxima, el cuerpo del sujeto se reajusta al mismo tiempo y se inculcan los principios mentales que le permitirán mantener las condiciones mejoradas en la postura y coordinación que están quedando establecidas y que aseguraran la presión abdominal normal y necesaria en la dirección correcta, constituyendo así una forma natural de masaje de los órganos digestivos que será mantenida durante las acciones ordinarias de la vida cotidiana.

3. Soy capaz de reajustar y enseñar a los demás a reajustar la máquina humana con las manos; amoldar el cuerpo a su hechura apropiada y con un alumno de mentalidad abierta es posible eliminar muchos defectos en pocos minutos, como por ejemplo, cambiar completamente la producción de la voz, su calidad y potencia.

4. Al dictar los principios de la guía-control consciente, no estamos tratando con una epidemia de una degeneración física o mental, sino con una etapa del progreso de la raza humana desde el dominio subconsciente e instintivo hasta el consciente y razonado del mecanismo humano en su totalidad. En otras palabras, estamos alcanzando una etapa en el proceso de la civilización en la que se están haciendo demandas que no somos capaces de cubrir satisfactoriamente y con las graves consecuencias que pueden verse en cada acción, consecuencias de las que sólo podemos escapar abandonando aquellos primitivos modos de guía que se aproximan demasiado a los del reino animal en que las mayores potencialidades del ser humano permanecen latentes.

La sugerida adopción de la guía-control consciente como principio universal, en las líneas hasta ahora descritas, nos permitirá movernos lentamente, pero

21 Puede darse un ejemplo práctico simple de lo que significa obtener la posición de ventaja mecánica. Siéntese el sujeto lo más atrás posible en una silla. El maestro, habiendo determinado cuales son las órdenes necesarias para el alargamiento de la columna, la liberación del cuello (es decir, la laxitud natural precisa) y otras condiciones deseables para el caso particular entre manos, pedirá entonces al alumno que recite esas órdenes mentalmente, a la vez que le asiste con el diestro uso de sus manos. Entonces, sosteniendo con una mano uno a dos libros contra el respaldo interior de la silla, confiará al alumno el recitar mentalmente las órdenes necesarias para mantener y mejorar las condiciones presentes, mientras él, con la otra mano colocada sobre el hombro del alumno, le hará inclinar el cuerpo gradualmente hacia atrás hasta que su peso sea soportado por el respaldo de la silla. Los omóplatos, naturalmente, descansarán contra los libros. Esta posición es una de las que yo utilizo y, a falta de un nombre mejor, me refiero a ella como una posición de “ventaja mecánica”.

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Sinopsis de la reivindicación

aumentando gradualmente la velocidad, hacia aquellas esferas psicofísicas más altas que separaran los reinos animal y humano mediante un profundo abismo y entonces el género humano disfrutará las bendiciones que serán el resultado natural de las capacidades completamente desarrolladas.

2.3 El argumentoLa marcada tendencia hacia la degeneración física entre hombres y mujeres de todas las razas civilizadas, ha sido tema constante de fisiólogos, terapeutas y otros especialistas; se han aportado explicaciones interminables para justificarla y se han sugerido incontables remedios para contrarrestarla. En esta cuestión, como en las partes de la Medicina y la Cirugía, la tendencia general de la mente humana siempre es hacia un tratamiento de síntomas epidémicos, hacia vagas generalizaciones en el diagnóstico y el tratamiento de síntomas individuales, donde el término “individual” en este caso se refiere a un sufridor específico o a una clase de enfermedades relacionadas entre sí, hacia la observación de los efectos en lugar de las causas.

Como reacción contra este método largamente aceptado de tratar los síntomas individuales mediante tratamiento diferenciado, ha surgido una gran diversidad de los llamados “curadores mentales”, cuyos métodos a priori y falta de sistema claramente concebido, han llevado sus esfuerzos al descrédito. Tales eran las condiciones que hace unos veinte años yo intentaba entender, creyendo (como aún hago) que la totalidad de la raza humana se encontraba en algún gran punto de inflexión psicofísico de su historia, y que si la verdadera naturaleza de esta etapa evolutiva podía ser comprendida, podría y debería ser posible dirigir la progresión física y mental del hombre, y así combatir y con el tiempo eliminar, un millar de males que parecen no tener equivalente en el mundo de los animales inferiores, salvo en casos muy excepcionales.

Al embarcarme en esta indagación, me di cuenta desde el principio que no estaba tratando con una epidemia mundial, sino con una etapa de progreso y que era esencial, por tanto, que descartara definitivamente todas las teorías que defendían implícita o explícitamente, una vuelta a condiciones similares. La evolución no conoce tal retorno a la extinción. La especie deben ir hacia delante hacia la perfección triunfante o ceder el sitio a un ejemplar autocontrolado más dominante, más completo.

Ahora, si el hombre como animal, con un cuerpo animal que difiere poco en estructura anatómica de otras familias del orden de los primates, está físicamente diferenciado todavía por una susceptibilidad a la enfermedad y la degeneración corporal, que salvo en casos muy excepcionales, encuentra poco o ningún paralelismo en los animales inferiores, debemos determinar la causa primaria de tal diferenciación. La solución al problema que comúnmente se alega y que ha encontrado soporte en el grupo de los que en Inglaterra y en Estados Unidos se llaman a sí mismos “eugenistas”, no puedo aceptarla como universal. Esta teoría se apoya principalmente en la afirmación de que en la comunidad humana, la batalla física por la existencia ha dejado de tener efecto, que a los ineptos se les permite producir descendencia igual que a los aptos y que debemos sustituir la selección natural impuesta por las circunstancias que son fatales para el débil, por una selección arbitral para mantener la alta eficiencia del ejemplar natural. Aunque siento simpatía por muchos de los principios eugenistas, rechazo esta teoría como una universal. Es inconsistente con el gran e inspirado ideal del progreso de la raza humana hacia la perfección mental y corporal. Si creemos en la idea de un propósito que dirige la vida, extendiéndose a cada generación sucesiva y expresándose en términos de experiencia humana; en otras palabras, si creemos en cualquier teoría científica del desarrollo, en cualquier gran modelo de progreso, es imposible aceptar una teoría que supone la carencia de adaptabilidad del cuerpo físico del hombre para medrar en las condiciones que se han desarrollado a su alrededor o para entrar en su reino verdadero y natural de salud perfecta. Si postulamos que un tercio de la humanidad civilizada es inepta para continuar la raza, sólo podemos concluir que la evolución física del hombre he resultado ser un fracaso y que la raza está condenada finalmente a la extinción. Y en el último análisis, es inconcebible que el primer instinto y deseo de reproducción pueda ser gobernado por los dictados de cualquier pequeño grupo de hombres, o incluso que tal método, si fuera posible, pudiera producir algún resultado altamente

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El argumento

deseable.

Porque mi posición es firme sobre que el cuerpo del hombre civilizado es capaz no sólo de continuar con la lucha por la existencia, sino también de aumentar a una más alta potencialidad. Así, volviendo al punto de la diferenciación entre el hombre y los animales inferiores, estoy ahora convencido de que debemos buscar la causa de esta degeneración física, no en la presión de las nuevas circunstancias de la vida, sino en el progreso de una etapa del ser a la siguiente. Mantengo que para descubrir la solución de este doble problema de la enfermedad universal y de su remedio universal, debemos mirar a este desarrollo enorme del poder del razonamiento y a la concienciación y reconocimiento de los medios por los cuales poder obtener el efecto deseado. Pues el animal y las razas inferiores del género humano no efectúan los actos físicos mediante ningún proceso de razonamiento. Son esclavos de aquella extraña ley directiva que gobierna los mecanismos curiosamente ingeniosos de la flor que aseguran la fertilización cruzada, no menos que los mamíferos superiores lo son de las reglas de las sociedades gregarias, ley para la que no hemos encontrado un término mejor que el de instinto. Es este “instinto” el que guía todos los mecanismos musculares nerviosos de la estructura anatómica del animal y al que se atribuyen todos los procesos funcionales. Pero en la economía física del género humano, este instinto está en realidad en guerra e incluso esta siendo controlado y substituido, por la razón directiva, consciente.

El número de acciones instintivas del hombre se vuelve incluso más limitado, (1) como resultado de un completo cambio de hábito y (2) más notoriamente, como resultado de una evolución mental que le impulsa continuamente a buscar una causa para cada acción, a analizar y esforzarse por comprender las fuentes secretas de su ser. Además, la civilización con sus numerosos problemas de la vida y su perpetua interacción de personalidades, necesita incluso en las minucias de la acción física, un razonamiento constante, una adaptación deliberada y comparativamente rápida al entorno, que el instinto es bien incapaz de proporcionar. Así que el cuerpo completo del hombre es un conjunto dirigido por dos gobernadores cuyos dictados no son invariablemente consistentes uno con el otro; y frecuentemente se desobedece a un gobernador por culpa del otro. Ciertamente, este hecho resulta obvio cuando se le toma en consideración, pero hemos de determinar la posible consecuencia. Hay tres alternativas. La primera, una vuelta a la guía única del instinto, es impensable. La segunda, continuar con este gobierno dual, es precisamente la condición que nos ha conducido a los males que estamos buscando como remediar. Queda la tercera, a saber, que la evolución física del hombre apunta a progresar siguiendo la vía de la guía-control consciente, razonada. Fue esta última conclusión la que hace más de veinte años me llevó a investigar y practicar los medios por los cuales podía conseguirse esta guía-control consciente, así como a aplicarla a la erradicación y prevención de los males humanos y al mantenimiento del cuerpo en un alto nivel de perfección física.

2.4 Los procesos de guía-control conscienteLa formulación del método de la guía-control consciente surge en la práctica de un estudio íntimo de los usos imperfectos de los mecanismos mentales y físicos del organismo humano. Como se ha demostrado, como la guía-control consciente es necesaria y está siendo practicada por lo general, ineficientemente por cada hombre y mujer civilizados, debería ser esencial entender su principio enteramente. El método se basa primero en la comprensión de los usos coordinados de los mecanismos musculares y segundo, en la aceptación completa de la hipótesis de que todos y cada uno de los movimientos pueden ser dirigidos y controlados conscientemente.

Por tanto, al reeducar al individuo, el primer esfuerzo debe ser dirigido hacia la educación de la mente consciente. Las palabras “reeducar” y “reeducación” tienen un significado específico. En el individuo, los procesos normales de educación en el uso de la estructura anatómica son dirigidos subconscientemente, ciertos instintos dominan ciertas funciones, mientras otras funciones son deliberadamente dirigidas. Los efectos de este proceso fortuito tienen que ser elaborados y destruidos a la vez, según los defectos establecidos por el mal uso de los mecanismos y el primer paso en la reeducación es el establecimiento en la mente del

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Los procesos de guía-control consciente

alumno de la conexión que existe entre causa y efecto en cada función del cuerpo humano.

En la ejecución de cada acción muscular mediante guía-control consciente, hay cuatro etapas esenciales:

1. la concepción del movimiento requerido;

2. la inhibición de las ideas preconcebidas que subconscientemente sugieren la manera en que debe hacerse el movimiento o la serie de movimientos;

3. las nuevas órdenes mentales conscientes que pondrán en acción el mecanismo muscular esencial para la ejecución correcta de la acción;

4. los movimientos (contracciones y extensiones) de los músculos que llevan a cabo las ordenes mentales.

El proceso de reeducación consiste en el establecimiento de estos principios y con el propósito de ilustrarlo, podemos tomar un ejemplo típico de un paciente que no ha tenido ninguna experiencia con ellos.

Un hombre musculoso, bien plantado, que desarrolla una ocupación sedentaria durante las horas laborales y practica ejercicio más o menos violento durante su tiempo libre, empieza a padecer indigestión crónica con todos sus problemas concomitantes. Se queja de que los ejercicios físicos del gimnasio ya no le hacen ningún bien, pero parece pensar que si abandona su trabajo de oficina (una imposibilidad económica para él), puede recuperarse.

Supongamos que se le pide que se ponga firme y haga una “respiración profunda”. Se observará que inmediatamente, él hace movimientos que tienden a retardar la acción apropiada de los procesos respiratorios en lugar de promover tal acción. Por ejemplo, es casi seguro que al intentar hacer el movimiento que se le pide, tensará los músculos del cuello, echará la cabeza atrás, curvará la espalda, sacará el estómago y tomará aire, sorbiendo el aire hasta los pulmones audiblemente. Tensará indebidamente los músculos sobre toda la superficie ósea del tórax, produciendo una rigidez torácica más o menos dañina en el momento exacto en que se necesita el máximo de movilidad. ¿Cómo podría ser otro el resultado? Pues al decir al alumno que haga una “respiración profunda”, el maestro parte del supuesto de que el alumno puede hacerla. ¿Pero por qué lo supone? ¿Qué guía tiene el alumno para seguir las instrucciones aparte de su propia guía reconocidamente errónea? Digo “reconocidamente” errónea pues afirmo que la condición del alumno, junto con el hecho de que él y el maestro juzgan necesario remediarla, es equivalente a este reconocimiento. Tal respuesta a estas órdenes es tan común, casi tan universal, que la certeza de la afirmación puede ser comprobada con cualquier individuo medio. Ahora, los errores de esta respuesta no necesitan ser establecidos hasta ahora. En cada caso de mi experiencia han demostrado ser explicación suficiente para el problema de los órganos digestivos. El examen del sujeto revelara el ahuecamiento de la espalda con la protuberancia de la pared abdominal que lo acompaña, mientras los músculos abdominales carecerán de la energía y tono necesarios para el mantenimiento de la eficiencia de los órganos digestivos. Ahora, al tratar este caso, muchas partes del organismo requerirán reajuste. La columna vertebral debe ser enderezada y alargada, la capacidad torácica media incrementada permanentemente para dar juego libre a los órganos internos y debe romperse el hábito firmemente establecido de respirar sorbiendo aire hasta los pulmones.

Es esencial en este momento señalar que ningún sistema de ejercicios físicos alterará la condición presente del sujeto en lo que a estas faltas se refiere, pues todos los ejercicios serán dirigidos bajo la mala concepción primaria sobre el uso de los músculos implicados en el reajuste y coordinación del organismo.

Podríamos ahora seguir al individuo a lo largo de las cuatro etapas de la inculcación de los principios del control consciente. En primer lugar es necesario que él pueda comprender con claridad las faltas que intentamos remediar. No tendrá el menor valor ninguna condescendencia tácita por su parte con un tratamiento cuyos procesos no entienda. Debe aceptar completamente el principio en detalle. En segundo lugar, se le debe enseñar a reconocer sus concepciones erróneas que dan como resultado movimientos erróneos y esto es así, tanto si las concepciones son conscientes como inconscientes. También se le debe enseñar a inhibir y

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Los procesos de guía-control consciente

finalmente, a erradicar estas ideas preconcebidas y las órdenes mentales o series de órdenes que las siguen. Sólo entonces puede él dar las órdenes de guía correctas como se describe a continuación.

En tercer lugar, debe aprender entonces a dar las órdenes mentales correctas a los mecanismos implicados y debe haber una diferenciación clara en su mente entre dar la orden y ejecutar el acto ordenado y llevado a cabo por medio de los músculos. La totalidad de los principios de volición e inhibición están implícitos en el reconocimiento de esta diferenciación. Entonces, para volver al ejemplo considerado, supondremos que yo he pedido al alumno que dé la orden a la columna vertebral de alargarse y al cuello de relajarse. Si en lugar de meramente formar y mantener este deseo en su mente, él intenta efectuar físicamente estos actos, invariablemente tensará los músculos del cuello y acortará la columna ya que estos son los movimientos asociados habitualmente en su mente con alargar la columna, y los músculos se contraerán de acuerdo con las viejas asociaciones. En efecto, se verá que en éste como en todos los otros casos, debe hacerse hincapié en que deben considerarse los medios y no el fin. Cuando lo que se mantiene en mente es el fin, el instinto o los hábitos que se han tenido durante mucho tiempo, siempre intentan conseguir el fin por los métodos habituales. La acción se ejecuta por debajo del nivel de la conciencia en sus diferentes etapas y sólo alcanza el nivel de la conciencia cuando el fin se consigue con los “medios por los cuales” correctos.

En cuarto lugar, cuando las órdenes de guía correctas han sido practicadas y dadas por la mente (un resultado conseguido gracias a la atención y la instrucción del maestro), los músculos implicados entrarán en juego en combinaciones diferentes bajo el control de la guía consciente y un acto razonado ocupará el lugar de la serie de movimientos habituales y sin pensar que han provocado la deformación del cuerpo. Y debe recordarse claramente, que la totalidad de la antigua series de movimientos ha sido relacionada recíprocamente y compactada en la secuencia indivisible y rígida que ha seguido invariablemente a la orden mental concreta que ponía en marcha el tren; por ejemplo, una orden como “póngase recto”.

Dejando este ejemplo específico, voy ahora a considerar los principios generales implicados. Primero el método de enseñanza.

Cualquiera que haya tenido experiencia, personalmente o delegada, de los muchos “métodos” y “sistemas” de enseñar a respirar, hablar, cantar, educación física, golf, esgrima, etc., debe haber notado que mientras que los fracasos de estos métodos son muchos, los éxitos son comparativamente pocos.

Naturalmente que los pocos éxitos son debidos a una aptitud natural excepcional, si bien el maestro da una explicación de aquellos casos más halagüeña para él mismo y prefiere no considerar con demasiada atención su promedio de fracasos. La verdad es que todos estos sistemas se vienen abajo porque el alumno, al intentar adoptarlos, siempre se guía por su dirección subconsciente y se ve forzado a depender demasiado de la llamada aptitud natural. Cuando la guía mediante control consciente y la razón substituyan a la guía por el instinto, seremos capaces de desarrollar nuestras potencialidades al completo.

Mi propio análisis del asunto es que el método de enseñanza, por regla general, está completamente equivocado debido a una mala concepción fundamental y un análisis completamente inexacto, dando como resultado una premisa falsa. Los defectos del alumno son tratados comúnmente por sus efectos y no por sus causas. No se reconoce que cada acción defectuosa es el resultado de una idea preconcebida errónea del ejecutor, ejercida consciente o inconscientemente, y de las órdenes que la siguen directa o indirectamente. Ni tampoco se entiende que un alumno bajo la influencia de tales ideas preconcebidas erróneas, no puede hacer ningún progreso real hasta que se le hace darse cuenta de que es él mismo quien realmente está produciendo la acción defectuosa. El maestro no da suficiente importancia al hecho de que el alumno a menudo está completamente equivocado respecto a sus propias acciones, estando bajo la ilusión de que está haciendo una cosa cuando a menudo está haciendo lo contrario.

No puede hacerse ningún progreso real en la superación de las faltas, hasta que el alumno conscientemente cesa de querer o cesa de hacer estas cosas que ha estado queriendo o haciendo en el pasado y que le han llevado a cometer las faltas que van a ser erradicadas. “No haga esto sino esto otro”, dice el maestro que trata con

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los efectos. En otras palabras, se supone que la acción defectuosa por parte del alumno puede ser corregida “haciendo algo diferente”. El maestro acepta y predica esta doctrina sin siquiera analizar el defecto hasta su causa original en el deseo humano, el motor de todo el mecanismo. Él olvida que al “hacer algo distinto”, el alumno debe usar la misma maquinaria que, por hipótesis, está trabajando imperfectamente y que debe guiarse en su acción por las mismas concepciones erróneas sobre hacerlo bien o mal. Ni el maestro ni el alumno parecen recordar que saber si la práctica está bien o mal requiere un juicio. El juicio es el resultado de la experiencia. Experiencia mala o equivocada significa que el juicio es malo o equivocado, mientras que experiencia correcta significa buen juicio.

El hecho concreto de que el alumno esté acosado por los defectos y necesite ayuda, demuestra que sus experiencias cinestésicas son incorrectas e incluso dañinas y como su juicio sobre la base cinestésica ha sido construido sobre tal experiencia falsa, el juicio demostrará estar peor dirigido y ser menos firme.

Por tanto, nos vemos forzados a eximir en el futuro a la sensación de su guía en esta vieja esfera de asociaciones. No podemos negar que estamos acosados por los defectos, que incluso cuando se ha despejado el camino para su erradicación, no podemos seguir ese camino a nuestro antiguo modo de proceder, porque nuestras guías en forma de percepciones sensoriales (sensaciones), experiencia general y juicio no son merecedores de confianza y nos guiarán de tal modo que, incluso si tenemos éxito en erradicar algún defecto específico, se verá que en el proceso hemos cultivado otros que son igual de malos o incluso peores que el original.

Me parece también que eso llamado práctica, raramente esta dirigido por un análisis razonado sobre un plan razonado. El maestro ni analiza ni instruye con precisión. Le pide al alumno meros actos imitativos, no razonados. Esto hace la práctica a menudo fútil para la persona imperfectamente coordinada y hace la enseñanza a la vez coja e inadecuada.

Respecto a esta cuestión del método de la imitación, frecuentemente he tenido que señalar a los alumnos de voz que ciertos efectos y capacidades que esperan adquirir en unas pocas lecciones, son el resultado de un conocimiento consciente apropiado por mi parte de los “medios por los cuales” se produce la voz. Para conseguir estos resultados, deben estudiar y dominar los mismos principios, pero nunca podrán reproducirlos mediante una serie de actos de imitación divorciados del conocimiento de los procesos implicados y de la destreza en usar estos procesos. No hay ningún camino fácil a nada que valga la pena y el método imitativo de enseñanza me parece pura charlatanería.

La posición del maestro y del alumno es muy irremediable dado que sus puntos de vista están aún en el plano subconsciente y las condiciones física y mental de nuestro tiempo, consideradas a la luz de los métodos educativos adoptados en el pasado, proporcionan abundantes pruebas de ello.

El lector puede alegrarse de que lo anterior sea una representación fiel de nuestra posición actual. Puede regocijarse porque estas fuerzas tremendas exigen que si él quiere progresar, debe abandonar el plano subconsciente del crecimiento y desarrollo animal y adoptar el plano consciente razonado de guía-control mediante el cual el género humano puede alcanzar aquellos planos altamente evolucionados para los que sus potencialidades latentes y sin desarrollar le equipan.

Me esforzaré ahora en describir los métodos de enseñanza que deberían adoptarse para pasar con éxito de la guía-control subconsciente al consciente, en el esfuerzo por eliminar defectos y deficiencias y desarrollar y establecer centros y sensaciones de guía correcta.

La guía-control consciente defendida aquí, lo es en una base amplia y general y no en una base específica. El control consciente aplicado de forma específica es impensable, excepto como resultado del principio aplicado primariamente como un universal. Por ejemplo, el control consciente de los movimientos de un músculo o una extremidad en particular, tal como lo practican los atletas y otras personas, es de poco valor práctico en la ciencia de vivir. El control especifico de un dedo o del cuello o de las piernas debe ser primariamente el resultado de la guía-control consciente del mecanismo del torso, particularmente de las acciones musculares antagonistas que producen aquellas coordinaciones más grandes y correctas pensadas para controlar los movimientos de las extremidades, cuello, mecanismo respiratorio y la actividad general de los órganos internos.

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Para describir el método de enseñanza necesario para ello, indicaré el procedimiento que debería adoptarse para intentar ayudar a un alumno en el que la tensión indebida de los músculos de un lado del cuello provoca que la cabeza sea estirada hacia abajo hacia ese lado. Por el método ordinario, se le dice al alumno que relaje y enderece el cuello y él y su maestro se aplican con devoción a este fin. Esta tentativa podría tener más o menos éxito, mayormente poco éxito. Si consiguen eliminar el problema específico, es casi seguro que se habrán cultivado nuevos defectos durante el proceso. En cualquier caso, la orden del maestro de relajar y enderezar el cuello es incorrecta y primariamente el resultado de una suposición equivocada. Parte de una premisa falsa que lleva a falsas deducciones. El alumno y su maestro decidieron que algo estaba mal y que por lo tanto, tenía que hacerse algo específico para corregirlo. Se mantenía en la mente el “fin” y no los “medios por los cuales”.

El punto de vista correcto es: algo está mal en el uso del mecanismo psicofísico de la persona implicada. ¿Es esta imperfección o defecto, un resultado directo o indirecto de la propia dirección y acción de esta persona, o es el resultado de alguna influencia exterior a ella misma y fuera de su poder de control? Puede demostrarse con determinación que sus imperfecciones o defectos son debidos enteramente a causas que surgen directa o indirectamente de sus propias ideas y actos.

Por tanto es obvio que el orden correcto de procedimiento para maestro y alumno es primero que el alumno aprenda a prevenirse a sí mismo de hacer las cosas equivocadas que causan los defectos o imperfecciones y luego, como consideración secundaria en el procedimiento, que aprenda el modo correcto de usar los mecanismos mentales y físicos implicados.

Si hay algún tirón muscular indebido en cualquier parte del cuello, casi seguro que es debido a la coordinación defectuosa en el uso de los músculos de la columna vertebral, la espalda y el torso en general, cuya corrección significa la erradicación de la causa real del problema.

Este principio se aplica a la pretendida erradicación de todos los defectos o usos imperfectos de los mecanismos mentales y físicos, en todos los actos de la vida cotidiana, en juegos como el críquet, fútbol, billar, baloncesto, golf, etc. y en la manipulación física del piano, violín, arpa y todos los instrumentos parecidos.

El lector no debe olvidar que las concepciones mentales son los estímulos del centro ideo-motor que pasa las órdenes de guía subconscientes o conscientes al mecanismo. Al tratar con defectos o imperfecciones humanas, debemos considerar las concepciones subconscientes heredadas asociadas a los mecanismos implicados y también las concepciones que serán las precursoras de las órdenes de guía ideo-motoras conectadas con el uso nuevo y correcto de los diferentes mecanismos.

Para establecer con éxito la última (concepción correcta), debemos primero inhibir la primera (concepción incorrecta) y proyectar desde el centro ideo-motor las nuevas y diferentes órdenes directoras que influenciarán los complejos implicados, erradicando gradualmente la tendencia a emplear los incorrectos y construyendo firmemente aquellos que son correctos y fiables.

Por tanto, se comprenderá que si eliminamos la concepción establecida y asociada a nuestros defectos e imperfecciones, esto significa que estamos eliminando realmente nuestro subconsciente heredado y todos los usos defectuosos del mecanismo psicofísico conectados con ello.

En nuestras tentativas siguiendo estas líneas, al comienzo nos enfrentamos con la dificultad de la rigidez mental. Las ideas preconcebidas y los hábitos de pensamiento sobre los usos de los mecanismos musculares, son sólo el primero y no el único obstáculo para la enseñanza del control consciente. Muchas de estas ideas preconcebidas son legado del instinto, otras surgen de las prácticas habituales iniciadas por una comprensión errónea de los usos del mecanismo, otras de nuevo por la imitación consciente o inconsciente de las incorrecciones de los demás. En este último caso, puede señalarse que aunque estamos siempre quejándonos de la degeneración del hombre civilizado, los ejemplares expuestos para la imitación consciente e inconsciente del niño son casi siempre especímenes

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defectuosos.

Por tanto, estas ideas preconcebidas y hábitos de pensamiento deben ser destruidos y como las reacciones de la mente debidas al cuerpo y del cuerpo debidas a la mente son tan íntimas, a menudo es necesario destruir estas ideas preconcebidas efectuando actos musculares para el sujeto, en su lugar; es decir, el instructor debe mover las partes en cuestión del sujeto mientras este procura inhibir todos los movimientos musculares. No obstante, sería imposible describir el método con todo detalle en este lugar, debido a la variabilidad extraordinaria de los casos presentados, no habiendo dos que exhiban precisamente los mismos defectos. En líneas generales, es evidente que los malos usos deben ser diagnosticados por el instructor, a quien puede rogársele que use considerable ingenio y paciencia al corregir las faltas y sustituir la orden general que inicia la antigua serie de movimientos habituales viciosos, por las órdenes mentales correctas. El hábito mental debe ser atacado primero y este hábito mental usualmente yace por debajo del nivel de la conciencia; pero puede ser alcanzado mediante la introspección y el análisis y mediante la ejecución de actos habituales por métodos distintos de los habituales, esto es, mediante actos físicos efectuados conscientemente como resultado de la concepción consciente y de la dirección consciente de la mente.

Hablando en general, se descubrirá que el alumno es bien incapaz de analizar sus propias acciones. Dígale a un joven golfista que ha apartado la vista de la bola o que ha ladeado el cuerpo y él estará seguro, de todo corazón, de que usted está equivocado. La persona imperfectamente equilibrada no tiene una percepción correcta de lo que está haciendo realmente. En este asunto aparentemente simple del porte o postura del cuerpo me encuentro en nueve de cada diez casos con una rigidez22 dañina que es asumida bien inconscientemente. Cuando les es indicada y físicamente demostrada, casi invariablemente la niegan indignados. Le pido a un nuevo alumno que ponga los hombros atrás y la cabeza adelante y él conformemente pondrá ambos atrás o adelante. Le digo a un nuevo alumno que está acortando su columna y al intentar alargarla, invariablemente la acortará aún más. Es una acción sobre la que él no ha aprendido ni practicado un control de ningún tipo. Simplemente sus sensaciones le engañan y es incapaz de dirigir sus acciones. Por lo tanto, al enseñarle yo no le ordeno realmente alargar su columna haciendo ninguna acción explícita, sino que le hago recitar las órdenes correctas de guía y después de colocarlo en una posición de ventaja mecánica, soy capaz mediante manipulación, de proporcionar, directa o indirectamente según sea el caso, la flexibilidad y extensión deseadas.

Naturalmente el proceso se repite hasta que el alumno consigue un nuevo sentido cinestésico del uso nuevo y correcto de las partes, que se vuelve apropiadamente coordinado y el hábito correcto queda establecido. Entonces él no volverá a encontrar fácil hacer que su maquinaria física funcione como lo hacía antes de que la falta fuera así erradicada efectivamente.

Frecuentemente tengo que tratar casos de lesiones o desviaciones congénitas o adquiridas. Protesto contra la actitud mental de considerar estos males incurables y fuera del control del paciente, como la actitud mental de la persona que le dice al sufridor: “Pobre hombre”, y le induce a repetir y quedar dominado por esta fórmula paralizante. El hecho a lamentar es que las ideas erróneas del alumno sobre “causa” y “efecto” y el funcionamiento de sus propios mecanismos son los que sustentan esta condición y así, subconsciente pero muy efectivamente, él mismo está realmente causando y manteniendo el problema. Mi método es hacer un examen y luego aplicar pruebas para descubrir la causa o causas reales (a saber, las ideas preconcebidas erróneas) y descubrir la cantidad mínima de control que queda y, a partir de ahí, desarrollar una condición de salud de la totalidad del organismo por el procedimiento simple y práctico que paso a paso efectúa los cambios físicos y mentales deseados. Entonces, como el sanador por la fe, doy mucha más importancia a la actitud mental del paciente; a diferencia de él, en lugar

22 Mientras escribía estas páginas, un alumno me trajo un ejemplo muy llamativo aunque trivial de “rigidez” mental. Un bombero en servicio en un teatro había olvidado desbloquear las salidas de escape. Cuando era severamente reprendido, alegó que un ayudante de dirección le había enviado a otra parte del teatro en el momento en que él habitualmente abría las salidas de escape. La noche siguiente, el ayudante de dirección le ordenó hacer el mismo cambio en su rutina, a lo que el hombre respondió: “No me pida que haga eso, señor. Olvidé las salidas de escape ayer noche y seguro que las volveré a olvidar si usted me hace dar estas vueltas. Ya ve señor, he hecho el recorrido de la otra forma tanto tiempo que cuando hago un cambio parece que pierda la memoria.”

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de negar la existencia del mal, hago que el alumno busque su causa conmigo. Entonces le explico que su propia voluntad (no la mía ni la de otra voluntad superior) efectuará el cambio deseado, pero que primero debe ser dirigida de forma racional para producir una manifestación física y debe ser ayudada por un principio mecánico sencillo y la manipulación apropiada. De esta forma, se construye una confianza razonada y permanente en el alumno en lugar de una confianza histérica espuria capaz de caer tan repentinamente como surgió. Por ejemplo, no permitiré a mis alumnos cerrar los ojos durante su trabajo, a pesar del alegato constante de que pueden “pensar mejor” o “concentrarse” mejor con los ojos cerrados, pues por regla general, encuentro que esto se convierte en un intento de autohipnosis. Entonces les hago esforzarse en ejercitar sus mentes conscientes todo el tiempo. Como ya he dicho, sigo manteniendo y estoy preparado para demostrar que la mayoría de los defectos físicos han aparecido por la acción de la propia voluntad del paciente operando bajo la influencia de ideas preconcebidas erróneas y los engaños consecuentes, ejercitados conscientemente o, más a menudo, subconscientemente y que estas condiciones pueden ser cambiadas por este mismo deseo dirigido por una concepción correcta inculcada por el maestro.

Puedo dar detalles de un caso interesante relacionado con esto.

Un actor bien conocido se cayó durante un ensayo y se lesionó un brazo tan gravemente que era incapaz de levantarlo más de cinco o seis pulgadas desde el costado sin dolor intenso. Consultó a muchos médicos sin alivio y llevaba seis semanas incapacitado cuando fue enviado a verme.

Diagnostiqué el caso como una incapacidad subjetiva, deseada subconscientemente. Naturalmente, lo último que yo quiero decir es que estaba “afectado” en el sentido usual; todos los intereses y el carácter del paciente hacían esto imposible.

Le pedí que levantara el brazo.

“No puedo”.

“Pero inténtelo, por favor”.

Lo hizo y la causa de su problema quedo patente para mí inmediatamente. Él estaba usando el mecanismo muscular del brazo y del cuello de tal modo que hacía una gran tensión sobre el músculo lesionado, una tensión tal que ciertamente habría sido dañina para un brazo normal y que era la causa de su intenso dolor. Por ejemplo, él estaba ejerciendo fuerza suficiente para levantar un saco de harina, ¡y su aspecto era como si se le hubiera pedido que hiciera tal esfuerzo! Estaba tensando todos los músculos que debería tener relajados y actuaba al mismo tiempo, como actúa habitualmente la persona subconscientemente controlada de hoy día cuando ocurre algo inusual. Para expresar el asunto en términos de mi tesis, él actuaba de acuerdo con la influencia de una guía subconsciente que mucho antes había perdido el nivel de exactitud del instinto poseído por sus antepasados primitivos, mientras que nada había sido dado o cultivado por él en esta etapa civilizada para compensar su perdida. La “cura” era tan simple como para parecer ridícula. Yo había diagnosticado que los músculos tensados subconscientemente eran la causa del problema. Mis esfuerzos se dirigieron a obtener la acción correcta del brazo con el mínimo de tensión. Esto se hizo mediante manipulación y dándole las órdenes de guía que proporcionarían el uso correcto de las partes implicadas. En diez minutos él fue capaz de levantar el brazo con muy poco dolor y volvió a su trabajo profesional inmediatamente y sin recaída. Obsérvese que la relajación no fue producida por una orden preliminar de relajar, una acción que conlleva procesos de los que él no tenía verdadera conciencia y sobre los cuales, por tanto, él no tenía control. Obsérvese además, que esta demostración es mucho más efectiva para el tratamiento de accidentes similares posteriores y para el propio desarrollo y control generales que ninguna “sugestión” hipnótica de que no había dolor.23

23 Esta observación experimental es tan interesante para nosotros porque ha demostrado que la duración de los efectos de la sugestión hipnótica es ampliamente superada por la de la sugestión en el estado de vigilia y esta a su vez por la de la enseñanza y práctica regulares. Pero esto es explicable psicológicamente: la sugestión hipnótica obtiene sus

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No niego, pues esto sería contrario a la evidencia, que los sanadores se dan maña en quitar el dolor; pero aparte del peligro de eliminar meros síntomas (esto es, quitar las señales de peligro naturales y dejar el peligro sin tocar), sus métodos tienen la limitación obvia de ser repugnantes para muchos y haber caído en cierto descrédito entre aquellos que de ningún modo están entre los tipos humanos menos capaces, realizados y precavidos.

Otro caso muy interesante fue el de un hombre que tartamudeaba y vino a mí en busca de ayuda. Todos los tartamudos tienen sus pequeños acompañamientos peculiares del defecto principal. El suyo era el hábito dañino de mover su brazo arriba y abajo desde el codo en cuanto intentaba hablar. Le pregunté por que lo hacia y me respondió que sentía que le ayudaba a hablar. Le expliqué y demostré que esto era un engaño, que este movimiento del brazo era en realidad un impedimento y no una ayuda. Él vio que una cantidad considerable de energía mental y física, que debería haber estado transportada a los mecanismos y órganos del habla, estaba siendo desviada al brazo que podría ser amputado sin interferir en modo alguno con aquellos procesos mentales y mecánicos de los que dependía por completo su capacidad de hablar. Quedo convencido por estos argumentos y dio a entender su buena voluntad en esforzarse en seguir mis instrucciones. Le ayude a establecer una base de control consciente que funcionara y mejoró su coordinación en general.

Entonces le hice la siguiente petición:

“Quiero que usted proyecte órdenes a estas coordinaciones acabadas de desarrollar. Entonces usted prevendrá el emplear sus brazos como ayuda al hablar y en sus intentos generales de guía consciente en privado. En público quiero que adopte el siguiente modo de proceder:

1. Cuando una persona le hable a usted, haciendo una pregunta o intentando de cualquier modo empezar una conversación, usted debe como principio primario rehusar responder diciendo mentalmente No. (Esto frenará las viejas órdenes subconscientes, el mal hábito de mover el brazo. Esto constituye la inhibición de los viejos errores antes de intentar hablar.)

2. Entonces dé las órdenes nuevas y correctas a sus coordinaciones generales y dirija los “medios por los cuales” del acto del habla correcta y controlada.

3. Haga de esto un principio vital.”

Quizá debo añadir aquí que convencí a este alumno mediante demostraciones prácticas, de que malgastaba la energía dirigida a su brazo y la dirigía mal; que si esta energía fuera dirigida correctamente a las coordinaciones apropiadas relativas al mecanismo de la respiración y el habla, el proceso representaría la diferencia entre los intentos correctos e incorrectos en la dirección del control finalmente satisfactorio de la respiración y el habla. En este caso particular, se consiguió el fin deseado en pocas semanas.

La persona observadora debe haber notado el singularmente escaso control físico ejercido por el adulto medio fuera del estrecho ámbito de sus acciones de la rutina cotidiana. Por ejemplo, en el reino del deporte consideremos el swing del golf. Un novato o incluso un jugador con alguna experiencia, “dirige” cuidadosamente la bola y se le enseña a balancear el palo arriba y de nuevo abajo en la misma órbita, sin mover la cabeza o balancear el cuerpo. El profesional ha preparado el terreno; el tiro parece la más simple de las acciones; pero, la mayoría de las veces falla lamentablemente. Y el jugador, nueve de cada diez veces, no

resultados únicamente gracias a la intensidad del estímulo aislado y de la huella cerebral que deja detrás, lo que tiene una ligera conexión anormal con la totalidad del mecanismo asociativo del cerebro. En cambio, la instrucción regular se basa en la fuerte implantación asociativa del estímulo y la huella cerebral que deja detrás, con la actividad normal del cerebro, es decir, en lo polifacético de las conexiones nerviosas y sus efectos reproductores; mientras que en el primer caso la huella se borra con más o menos facilidad, en el segundo, el estímulo simpático reproductivo que la acompaña, aumenta y preserva el resultado obtenido así como el efecto sobre las otras funciones corporales que dependen de él.

BERTHOLD KERN, El tratamiento psíquico de la enfermedad

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Los procesos de guía-control consciente

tiene la menor idea de qué ha interferido con su golpe.

Este es un ejemplo muy corriente del fracaso en conseguir el fin deseado en aquellos que dependen únicamente de la dirección subconsciente. Incluso el entrenado y experimentado golfista tiene periodos en los que reconoce que está “fuera de juego” o “en mala forma”, momentos en los que su habilidad le abandona porque él no puede registrar conscientemente el método que le permite jugar bien cuando lo usa instintivamente.

No obstante, en lo que al novato concierne, el hecho obstinado al que se enfrenta es que es prácticamente imposible para la persona corriente, seguir instrucciones como balancear el palo arriba y de nuevo abajo en la misma órbita, etc. con precisión y exactitud. En el primer intento, el alumno puede acertar, por pura suerte. Puede incluso tener un segundo acierto y un tercero y así sucesivamente. Pero tales casos son muy raros. Por otro lado, puede empezar mal y a los pocos días conseguir una serie de aciertos. Aprovecharé para señalar que esto puede aplicarse en mayor o menor medida a la mayoría de los jugadores de golf experimentados. Todos sabemos que variar es humano. Pero no debería haber un abismo tan alarmante entre lo mejor y lo peor en nosotros. Esto es muy grave desde el punto de vista mental. Hace temblar la confianza en nosotros mismos hasta las mismas raíces de nuestros fundamentos mentales y físicos. Tales experiencias tienen un mal efecto incluso sobre las emociones en general y la persona implicada desarrolla irritación, mal carácter y otros rasgos indeseables en un momento (el tiempo de ocio y placer) en que debería haber una ausencia total de estas condiciones dañinas.

Enseguida se admitirá que durante nuestros intentos en este o cualquier otro juego, la condición mental del ejecutor debe ser acorde con una forma placentera y saludable de ejercicio al aire libre.

Pero volvamos a los obstáculos en el camino de la ejecución correcta de un acto que requiere “balancear el palo arriba y de nuevo abajo en la misma órbita”. Estos surgen principalmente de la tendencia de la gran mayoría a curvar y acortar la columna indebidamente y por otra parte, a interferir con las condiciones correctas del sistema muscular de la espalda, la columna y el tórax al ejecutar ciertos actos físicos.24 Estas tendencias son particularmente marcadas cuando se utilizan los brazos en movimientos como el “balanceo hacia abajo” para dar el golpe siguiendo el “balanceo hacia arriba” preparatorio. Consecuentemente, ni una persona entre mil es capaz de mantener durante el descenso del palo aquellas condiciones de la espalda y la columna presentes durante el ascenso. La consideración de estos puntos indicará que para “balancear el palo arriba y de nuevo abajo en la misma órbita”, es esencial que se mantenga la posición de la columna, particularmente en lo que respecta a su longitud y la posición relativa durante el movimiento arriba y abajo. Naturalmente que otras condiciones son necesarias, pero no puedo tratar más que uno o dos de los factores principales.

La guía y control mentales correctos son necesarios para asegurar el uso apropiado de brazos y piernas. Naturalmente, tales guía y control deben ser conscientes. Además, si estas extremidades han de ser controladas por aquella guía y coordinación que dirigirán su empleo exacto en todo momento dentro de límites razonables, esta guía y control mentales deben coordinarse con una posición y longitud apropiadas de la columna y con los usos musculares correctos del torso que las acompañan.

Las anteriores son algunas de las dificultades fundamentales que acosan en el golf al instructor y al alumno. Aquellos que hayan tomado lecciones admitirán que los métodos de enseñanza ordinarios no logran superar estas dificultades satisfactoriamente. De hecho ni siquiera se las toma en consideración. El método de

24 Un experimento simple servirá para demostrar este acortamiento debido, por ejemplo, al aumento de la curvatura lumbar. Coja una cartulina de unos 15 cm de longitud y colóquela plana sobre una mesa o contra la pared. Con un lápiz dibuje líneas sobre la mesa o la pared lo más próximas posible a los bordes superior e inferior de la cartulina. Quite la cartulina y curve ligeramente la parte inferior aproximadamente a unos 3 cm del borde inferior. Colóquela de nuevo tocando la línea inferior dibujada pero manteniendo la curvatura de la cartulina y verá que esta ya no alcanza la línea superior dibujada. Si una condición similar ocurre en el ser humano, significa un acortamiento de la estatura.

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Los procesos de guía-control consciente

enseñanza ortodoxo mantiene como objetivo el fin y no los medios por los cuales. Depende de dar órdenes según el principio de “obtención del fin”, como por ejemplo, la orden “balancear el palo arriba y de nuevo abajo en la misma órbita”, sin considerar los “medios por los cuales”; esto es, sin asegurarse de que el alumno es capaz de mantener una posición apropiada de la columna y de la espalda y de usar las extremidades correctamente durante la ejecución de tales actos físicos. En otras palabras, el maestro debe primero averiguar si su alumno está razonablemente bien coordinado en aquellos usos musculares de su organismo que son esenciales para seguir apropiadamente las instrucciones necesarias para efectuar los actos físicos definitivos que necesitan coordinación en el uso del cuerpo y las extremidades humanas.

Si no se hacen estas comprobaciones, el principiante perderá mucho tiempo valioso, disipará sus energías, sufrirá preocupación e incertidumbre innecesarias y se volverá indebidamente aprensivo en su intento de conseguir siquiera un nivel muy moderado de destreza fiable para jugar a golf u otros juegos a los que se pueda dedicar.

Si empleamos, como fundamento de la enseñanza, los principios de guía-control consciente en una base de reeducación y coordinación general, deberían acumularse las siguientes ventajas:

1. Se hará que el alumno reconozca sus defectos específicos en el empleo de su organismo mental y físico en las actuaciones físicas.

2. Cuando el alumno ha reconocido estos defectos, puede ser enseñado a inhibir los movimientos equivocados y su maestro puede ayudarle a obtener lenta pero correctamente, las experiencias necesarias en el uso correcto de aquellos mecanismos musculares que le permitirán tarde o temprano, gobernarlos apropiadamente sin la ayuda del maestro y emplearlos con exactitud y precisión en su juego de golf y otras actuaciones físicas.

3. En el swing de golf en consideración, debe primero proporcionarse al alumno las experiencias correctas en el uso de sus mecanismos musculares del torso y las piernas, con los brazos colgándole naturalmente a los costados.

4. Entonces se le proporcionarán las experiencias correctas con el uso de los brazos al “levantar el palo”. Cuando pueda ejecutar este acto sin interferir con las condiciones satisfactorias del torso y las piernas, pueden proporcionársele las experiencias correctas de “bajar el palo”, pero sin intentar golpear la bola. Esta última parte del acto completo no debe ser intentada hasta que el alumno este familiarizado con los diferentes movimientos descritos en 1, 2, 3 y 4.

5. Cuando finalmente hace el intento de golpear la bola, la idea a mantener en mente es la de repetir las experiencias como una unidad (en otras palabras, los “medios por los cuales”) y no la idea de dar el golpe. Si el alumno mantiene el “fin” (es decir, dar el golpe) en la mente, entonces retrocederá a todos sus viejos hábitos subconscientes en el uso de su organismo mental y físico, mientras que si en cambio mantiene su mente en los “medios por los cuales” (sus nuevas experiencias correctas) pronto o temprano las pondrá en práctica correctamente y dará el golpe con una exactitud y precisión que le proporcionará el máximo de satisfacción y placer.

Conozco personalmente a una persona25 que empleando los principios del control consciente que yo defiendo, montó y condujo una bicicleta pendiente abajo sin contratiempo al primer intento y el segundo día la condujo 48 km de ida y 48 km de vuelta entre el tráfico normal. Esta misma persona fue también capaz de defenderse aceptablemente la primera vez que cogió un florete. En cada caso se le explicaron los principios relativos y ella miró con atención una exhibición, primero analizando las acciones y los medios por los cuales, luego reproduciéndolos en un plan comprendido con claridad. Esto, me parece, debería ser un logro humano normal, no anormal. Al igual que un gato por puro instinto, la primera vez que ensaya un salto evalúa su potencia y la distancia con exactitud, así, con más razón y mayor facilidad, el sujeto humano utilizando el intelecto controlado conscientemente y experiencia similar en lugar del instinto, debería ser capaz de dirigir

25 Nota de CF: Esa persona es el propio F. M. Alexander.

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Los procesos de guía-control consciente

sus capacidades para un fin preciso, con menos tensión física y menos repetición física frecuente, es decir, “práctica”.

En relación con esto, se me ha preguntado a menudo la diferencia entre instinto e intuición. Defino instinto como el resultado de las experiencias psicofísicas subconscientes del hombre acumuladas en todas las etapas de su desarrollo, que continúa con nosotros hasta que, individual o colectivamente, alcanzamos la etapa del control consciente; mientras que la intuición es el resultado de las experiencias psicofísicas razonadas conscientemente durante el proceso de nuestra evolución.

El sustantivo “subconsciente” no es más que una fórmula de nuestros hábitos de vida. Mantengo firmemente que cuando hayamos alcanzado la etapa del control consciente en la civilización y con ello hayamos establecido hábitos nuevos y correctos, un subconsciente nuevo y correcto quedará establecido.

Sería beneficioso que volviera a hacer hincapié aquí en mi punto de vista sobre la suprema importancia del control consciente.

Como he señalado, el control consciente es imperativo porque el instinto en nuestra civilización que avanza, fracasa grandemente en cubrir las necesidades de nuestro complejo entorno. Sin control consciente, el sujeto o paciente podría saber que tiene defectos, podría saber además cuales son esos defectos, podría incluso saber a que mejora explícita aspira y con todo, podría ser bien incapaz de lograr el fin deseado mediante la imitación o el método de enseñanza ortodoxo y tradicional.

En cambio, con control consciente el desarrollo (desenvolvimiento), la educación (extensión) y la evolución verdaderos son posibles siguiendo líneas intelectuales contrarias a las antiguas líneas ortodoxas y engañosas, mediante procesos razonados, analizados, entendidos y dirigidos explícitamente. El control consciente capacita al sujeto, una vez reconocido un defecto, a encontrar y aplicar rápidamente el proceso terapéutico.

Es mi opinión, confirmada por la investigación y práctica de casi veinte años, que la herencia suprema del hombre de la guía-control consciente está al alcance de cualquiera que se tome el trabajo de cultivarla. Que no se trata de una doctrina esotérica o culto místico, sino de una síntesis de proporciones completamente razonables que puede ser demostrada de forma puramente teórica y verificada en la práctica común.

Consideraré ahora con gran extensión un caso característico para aclarar estos puntos diferentes de la teoría y práctica.

M. H., un joven de catorce años de edad, me fue enviado por un especialista de garganta muy conocido.26 Había extraído dos nódulos de las cuerdas vocales del muchacho y le había dado un tratamiento especial en una clínica durante un mes, pero sin ninguna mejoría satisfactoria. La madre vino a verme con el chico y estuvo presente durante mi tratamiento. Vi que sus intentos de hablar producían un murmullo ronco acompañado de contracciones nerviosas de varias partes del cuerpo y de contorsiones faciales, todo esto producido por las concepciones erróneas dejadas intactas por el maestro anterior, como la cantidad de esfuerzo necesario para hablar. En sus lecciones anteriores, le había dicho que intentara mejorar la pronunciación de sonidos y palabras simples, sin analizar o indicarle los medios incorrectos que él había utilizado previamente con este fin. Hizo todos sus esfuerzos para seguir las indicaciones de su maestro, de acuerdo con sus ideas preconcebidas originales y su experiencia anterior. Empleaba sus mecanismos musculares del mismo modo (incorrecto) y toda su conciencia y sus propias direcciones explícitas e implícitas eran exactamente las mismas que habían sido antes.

Al abrir la boca imperfectamente, su maestro le había ordenado abrir más la boca. Pero el alumno no había reconocido que no había abierto la boca lo suficiente, ni había habido ningún análisis por parte del maestro del fracaso del alumno al abrir la boca (una cosa que parece simple, pero por hipótesis no es nada simple para el paciente) ni de las contorsiones concomitantes y la reacción automática. Igual que decir: “Has estado hablando mal, ahora habla bien”, y llamar a esto una lección,

26 El “especialista de garganta muy conocido” es probablemente el Dr. Scanes Spicer.

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como ciertamente se le habría llamado en la era victoriana, a: “Abre mucho la boca, habla alto y no hagas movimientos nerviosos”. Maestro y alumno no deben trabajar para el “fin”, sino que deben trabajar los “medios por los cuales”. Y este descubrimiento de los “medios por los cuales” que son distintos en los diferentes sujetos y no están establecidos en una fórmula general, sólo pueden ser el resultado de la observación entrenada y la investigación y experiencia cuidadosas y pacientes. En la práctica, la ansiedad de este alumno en particular por hablar en la línea de sus viejas ideas preconcebidas, cuando nada se había hecho para eliminarlas, había hecho sus muchas lecciones infructuosas y había puesto en acción la antigua serie habitual de acciones irrelevantes y entorpecedoras.

Entonces, mi propio tratamiento es: primero observar, analizar y proporcionar un funcionamiento apropiado de la maquinaria en general (la naturaleza no funciona por partes sino como una totalidad); luego indicar la primera orden de guía u órdenes a poner en juego por parte del alumno, a saber, la inhibición de la tensión de los músculos que hacen funcionar la mandíbula inferior. Se debe hacer entender al alumno claramente que esto no implica ninguna acción por su parte, sino que él sólo necesita recordar las correctas órdenes inhibitorias y emplearlas según instrucciones concretas. Cuando él hace esto, su resultado es la liberación de su mandíbula, permitiéndome moverla por él con mi mano. Esto le proporciona por primera vez, la sensación cinestésica correcta relacionada con la acción de su mandíbula y le queda claro de una vez por todas, que la acción deseada es posible perfecta y fácilmente. Los tirones y contorsiones subconscientes indicadas una por una son inhibidas pacientemente por el alumno, a veces directamente, pero más a menudo por el uso explícito bajo mi dirección, de órdenes de guía que gradualmente coordinan y remedian la totalidad del sistema erróneo de la acción muscular del alumno. Se inhiben una por una las acciones y reacciones incorrectas, el apretar el cuello, el tirón hacia atrás de la cabeza, la tensión de la mandíbula inferior, el “sorber” aire profundamente, los tirones de las extremidades, las muecas; y entonces, en el lado positivo, se van fabricando gradualmente las acciones correctas, como la abertura libre y controlada de la boca, la respiración suave y “neumática”, la postura recta y equilibrada, la pronunciación clara y la correcta articulación.27

Los cerebros del alumno y del maestro están funcionando todo el tiempo. No se utiliza “hipnotismo” o autosugestión, pero las direcciones confiadas, diestras, pacientes y explícitas del maestro tenderán a eliminar la agitación y vaguedad y el consecuente desperdicio de esfuerzo mental y físico.

Incluso el análisis del proceso más simple es capaz de parecer indebidamente complejo. Este caso puede quedar brevemente establecido en el lado práctico. Cuesta veinte lecciones romper los malos hábitos y otras veinte efectuar una cura completa y permanente.

Respecto a un acto tan simple como abrir la boca, debe hacerse hincapié en dos o tres factores: primero, la tendencia a someterse a las ideas preconcebidas erróneas; segundo, los engaños del alumno respecto a pensamiento y acción; tercero, una confianza perniciosa en la sensación que ha estado basada únicamente en la experiencia de la acción defectuosa.

Por ejemplo, hay muy pocos hombres que al decirles que abran la boca, no echen la cabeza atrás con la idea de levantar la mandíbula superior alejándola de la inferior. Ellos no observan o discurren que la inhibición de las órdenes subconscientes que hacen que los mecanismos mantengan la boca cerrada, provocará una relajación de la tensión muscular que permitirá a la mandíbula caer. De hecho suele estar caída en el caso de ese tipo de idiota que habitualmente está con la boca abierta; también es comúnmente conocido que en el boxeo, un golpe en la cabeza lo suficientemente fuerte para hacer perder el sentido, hace que la mandíbula del boxeador perjudicado caiga por sí misma y permanezca caída durante un tiempo considerable.

Cuando le pido a un alumno que me deje mover su mandíbula inferior apartándola de la superior, aumenta instintivamente la tensión que mantiene la mandíbula inferior en el sitio. Como he señalado frecuentemente, un enorme desperdicio añadido de energía esta involucrado en estas tensiones constantes e irracionales.

27 Como ya he explicado en la primera parte, la inspiración no es sorber el aire hasta los pulmones, sino una afluencia instantánea inevitable de aire debida al vacío parcial provocado por la expansión automática del tórax.

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Pero el asunto se vuelve gravemente dañino en, digamos, acciones como cantar y hablar, pues cuando se abre la boca con este dispendio de fuerza inconsciente y absurdo, se endurece el cuello indebidamente, la cabeza se tira atrás, la laringe se deprime indebida y dañinamente y todo eso en la posición más desfavorable para la buena vocalización. Como durante años he señalado y demostrado en mi propia consulta, de estas tensiones mal valoradas surgen las diferentes formas de problemas de garganta y oído que son tan comunes y que tan frecuentemente desafían el tratamiento médico corriente o el extraordinaria y altamente especializado en este tema. Induciendo una concepción apropiada del método correcto de abrir la boca, puedo dominar en el paciente y lo que es más importante, enseñarle a dominar el mismo una condición libre en la que la laringe tienda a estar ligeramente elevada y relajada en lugar de apretada y deprimida; entre tanto, seguramente seguirá a esto y con un mínimo de esfuerzo, una mayor movilidad de los músculos faciales y de aquellos de los labios y lengua tan esenciales para la buena y clara pronunciación y vocalización.

Este es el método de enseñanza del proceso del control consciente de los mecanismos musculares resumido al máximo. Ahora voy a hacer una consideración igualmente breve de los efectos de este método. Hablando en términos generales, he visto que los primeros efectos inmediatos son una estimulación y un aumento de eficiencia generales de todo el organismo. Esto no es difícil de entender. Pues parece que en la vida que lleva el hombre civilizado se hace tan poca demanda sobre los músculos aparte de los pocos ejercitados comúnmente y a estos se les exige comparativamente tan poco esfuerzo, que sobreviene una lentitud general con el consiguiente estancamiento, cuyo resultado son los efectos observados de autointoxicación. Al romper con los viejos hábitos musculares, los mecanismos musculares son puestos en pleno funcionamiento, las toxinas que se han acumulado se rompen y alteran y la vitalidad aumenta, una sensación de poder y eficiencia enormemente mejorada siguen como consecuencia. Aparte de esto y hablando aún en términos generales, veo que aumentan los poderes de resistencia contra el ataque de las enfermedades infecciosas y (posiblemente el efecto mayor, pues garantiza las propiedades de permanencia del cambio obtenido) aparece una capacidad para comprobar la formación de cualquier mal hábito incipiente muscular o mental. Esto último es, en mi opinión, de la mayor importancia pues demuestra el poder del individuo, una vez que estos principios de guía-control consciente son dominados, de ser el amo de su propio cuerpo.

De los efectos específicos conseguidos mediante la inculcación de estos métodos, no puedo hablar con extensión, pero puedo dar una lista de alumnos que han sido ayudados por mí y cuyos resultados me han sorprendido a menudo. Estos incluyen casos diagnosticados por médicos prominentes de Inglaterra, Australia, los Estados Unidos de América, como parálisis, varices, tuberculosis, asma, adherencias pulmonares, hemorragia congénita y otras malformaciones, efectos de la parálisis infantil, muchas variedades de problemas de garganta, nariz y oído, fiebre del heno, estreñimiento crónico, apendicitis incipiente y colitis; y en ningún caso que haya estado bajo mi supervisión personal, he descubierto ninguna recaída que no fuera curable por unas pocas instrucciones nuevas en los principios enunciados. Mirando al futuro y al desarrollo y elaboración de este método, preveo una raza que estando educada en las líneas de lo que yo he llamado “guía-control consciente”, estará eminentemente bien preparada para enfrentarse a cualquier circunstancia que las civilizaciones del futuro puedan imponer. Las mentes y cuerpos como los de una raza así, serán adaptables a cualquier ocupación que pueda estarles destinada. Para aquellos que han estado educados según estos principios, ningún ejercicio físico severo es una necesidad, pues no tienen depósitos de grasa en el sistema en los que las toxinas puedan acumularse y a ellos pertenecerá la entera y completa dirección de sus organismos físicos. Confío en que esta psicoterapia práctica y en ningún modo visionaria o sin experimentar, substituirá con el tiempo los métodos restringidos y de ensayo de la terapia somática y sinceramente espero que los grandes beneficios que estos principios confieren, no sean confinados a una sola raza o pueblo. Las maravillosas mejorías en la salud mental, a menudo consideradas “milagrosas” por los no iniciados, que se han producido en adultos, dejan entrever las potencialidades de eficiencia que pueden desarrollarse en los niños de la nueva raza.

Es esencial que las gentes civilizadas comprendan el valor de su herencia, que resulta del largo proceso evolutivo que los capacitará para gobernar los usos de sus propios mecanismos físicos. Gracias a la conciencia y la aplicación de una inteligencia que razona, el hombre puede colocarse fuera del alcance de los poderes de toda enfermedad y de las discapacidades físicas. Este triunfo no se conseguirá durmiendo, en trance, en sumisión, en parálisis o en anestesia, sino en una

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Los procesos de guía-control consciente

conciencia y comprensión clara, con los ojos abiertos, razonable, deliberada de las maravillosas potencialidades poseídas por el género humano, la herencia trascendente de una mente consciente.

2.5 Guía-control consciente en la prácticaEl género humano no puede adaptarse rápidamente a las condiciones siempre cambiantes impuestas por la civilización, mientras permanece bajo la guía de la mente subconsciente. Un nivel apropiado de perfección mental y física implica una adaptabilidad que hace fácil al hombre cambiar de una ocupación en la que emplea cierto conjunto de músculos, a otra que conlleva acciones musculares totalmente diferentes. Bajo la guía subconsciente presente, tal fácil transferencia, la más pequeña, es probablemente un raro acontecimiento.

Con el propósito de hacer una demostración, supongamos un hombre que se ha dedicado toda su vida al trabajo de oficina, al que repentinamente se le pide que se convierta en un labrador y que haga bien su nuevo trabajo en un tiempo razonable. Este es un ejemplo extremo, pero el argumento se aplicaría igualmente bien a un caso menos extremo. Como está controlado subconscientemente, atacará el problema a través de su sentido de la sensación (con sus sensaciones) y competirá directamente por el “fin” deseado. No hará una estimación razonada de los “medios por los cuales” podría tener éxito. Como preliminar al acto de labrar, no considerara las demandas particulares que se harán a las diferentes partes de su organismo, ni tomará en consideración las leyes elementales esenciales para un uso apropiado del arado como un instrumento a ser controlado en su área legítima. Su mente esta fija desde el principio en el objetivo, en el acto de arar. Sólo mira al fin que desea conseguir.

Así agarrará las estevas de su arado, pondrá los caballos en movimiento y se alegrará de ver que el arado se mueve más o menos por la tierra, principalmente menos, pues encuentra difícil mantener la reja dentro de la tierra y hacer el surco recto. Cuando lo consiga, casi seguro que será arrastrado de un lado a otro por los movimientos del arado, afectados por la tierra dura o suelta con que se encuentra al avanzar. Él no mantiene unos principios de guía razonados conscientes en su mente. Sus esfuerzos son simplemente subconscientes, en un esfuerzo fortuito por obtener el fin pretendido.

Para mantener su propio equilibrio y el trabajo eficiente del arado, muy probablemente tensará indebidamente los músculos que precisamente no deberían estar tensos y relajará aquellos que deberían hacer la mayor parte del trabajo. La tensión de los músculos del brazo casi seguro que será demasiado grande y el uso general de los músculos equivocados tenderá a destruir el equilibrio apropiado en lugar de mantenerlo. Así vemos que en el momento en que él empieza su nuevo oficio (por el que sin duda se habrá felicitado a sí mismo pensando que le proporcionará la salud perfecta), inmediatamente empieza a cultivar hábitos nuevos y dañinos durante su tarea cotidiana. Se vuelve un labrador mal coordinado, imperfectamente guiado, precisamente igual que antes era un clérigo mal coordinado e imperfectamente guiado. Cuando se adoptan los principios del control consciente razonado, el hombre que lleva una vida sedentaria será capaz de hacer el oficio del labrador sin ningún miedo a cultivar hábitos dañinos. Además, conseguirá pericia en arar en la décima parte del tiempo que el hombre controlado subconscientemente necesita para conseguir la mitad de la maestría.

Veamos como se habría puesto a ello desde el punto de vista de la guía-control consciente razonada. Actuando bajo los principios de guía del control razonado y consciente, considerará primero los “medios por los cuales” podría conseguir su objetivo, en lugar del objetivo mismo. Se tomará tiempo para considerar los factores a superar. Sería obvio para cualquiera que se tomara el trabajo de mirar a otro hombre con el arado, que gran parte de la manipulación apropiada es necesaria para mantener la reja en la tierra y hacer un surco recto. La manipulación requiere primero que el labrador mantenga el equilibrio en circunstancias muy variadas. Esta consideración le dejará claro que su cuerpo debe permanecer comparativamente estable y sostener las piernas y brazos como el tronco del árbol lo hace con las ramas, estando el cuerpo lo más perpendicular posible a la línea que el surco debe tener. Seria evidente para él que el “dar y tomar” de las

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articulaciones de brazos y piernas son los principales factores de movimiento que deben acoplarse a los variados movimientos de las estevas del arado. Sus altamente entrenadas sensaciones de guía no le permitirán hacer más tensión física con ninguna parte del sistema muscular que la absolutamente necesaria y sólo los músculos particulares mejor adaptados para el control de su equilibrio y del arado serán reclamados en el uso especial. Por ejemplo, cuando la esteva izquierda del arado es forzada hacia arriba y la derecha hacia abajo por el arado que es llevado a una posición inclinada hacia la derecha, el brazo izquierdo del labrador se doblara por la muñeca, codo u hombro y el derecho se estirará para mantener su equilibrio y el control general sin fuerza ni interferencia innecesarias con la posición apropiada del tronco. Naturalmente, el brazo izquierdo debe ejercer una presión hacia abajo sobre la esteva izquierda y el derecho debe tender a estirar de la esteva derecha hacia arriba para enderezar el arado de nuevo hasta su posición más eficaz en el surco. La pierna izquierda debe estar ligeramente doblada por la rodilla y la pierna derecha debe mantenerse recta y firme. De este modo el labrador ejercería su control máximo en la dirección correcta con el mínimo esfuerzo y libre de tensión dañina. Quedará claro con este ejemplo que en la etapa controlada conscientemente de desarrollo psicofísico, hombres y mujeres serán capaces, sin miedo a daño mental o físico, de adaptarse de golpe a cualquier circunstancia extraña o inusual en la que se encuentren. Actuarán frente a lo desacostumbrado o inesperado en la dirección de sus mentes razonables conscientes, antes de que ningún dictado surgido de su mente subconsciente pueda tomar posesión de ellos. Al igual que serán capaces de cambiar sus hábitos a voluntad mediante el razonamiento consciente, para ser hoy un clérigo, mañana un labrador que razona, así serán sorprendidos de repente por aquel mismo razonamiento consciente y juicio exacto que le sigue. Ya he llamado la atención sobre la conducta de los animales y de los hombres y mujeres en las etapas más inferiores de la evolución cuando se enfrentan a algún fenómeno al que no están acostumbrados; como quedan aterrorizados e inmóviles y se traicionan a sí mismos. Tal condición de la mente no incluye ningún elemento de control o razonamiento y apenas debe ser recalcada en este punto, la gran importancia de la reeducación de hombres y mujeres civilizados para alcanzar una condición en la que el control y la razón son los factores principales. Por todas partes se ve la destrucción, el desperdicio, la pérdida de vidas humanas y de energía humana que es la consecuencia directa de una civilización basada en la acción subconsciente.

Es nuestro deber ahora sobreponer una nueva civilización fundada en la razón en lugar de en las sensaciones y las emociones relajadas, en la guía-control consciente en lugar de en el instinto. El salvaje se aterroriza cuando se produce un eclipse solar; se arrodilla ante la madera y la piedra, estremeciéndose de miedo ante cualquier profanación de alguno de sus dioses de juguete. Se aproxima mediante el instinto a cualquier cosa que no tenga lugar en su limitado ámbito de experiencia, lo que podría defenderle, pero que más bien le traiciona. Hoy día, la mayor parte del género humano carga con las responsabilidades normales de una vida guiada por las mismas fuerzas imperfectas. Los hombres han aprendido el significado de muchas cosas que para el salvaje eran inescrutables, pero revelan la misma falta de control al enfrentarse a lo desconocido. Los hombres encolerizados replicarán de una forma que a la luz de la reflexión les parece tonta e inadecuada. Esta es una experiencia cotidiana. En los momentos de calma siguientes, piensan en las “cosas que ellos deberían haber dicho”, las cosas que deberían haber hecho, que es una simple indicación del hecho de que en el momento crítico sus emociones les dominan mientras su razón y control están de vacaciones. La persona controlada subconscientemente cae inmediatamente en un estado de pánico cuando se enfrenta a cualquier emergencia que representa algún peligro.

En tales circunstancias muchos se autohipnotizan y en este estado se encontrarán absolutamente fuera de comunicación con su razón. Como ejemplo de esto, puede citarse el comportamiento de la gente desequilibrada en un incendio. Al intentar salvar algunas de sus posesiones antes de escapar, es muy probable que tiren por la ventana artículos que seguro que se romperán en pedazos en su caída. El hombre que tira por la ventana el reloj del salón y carga con la alfombra no es una figura de ficción. Su acción representa el tipo de comportamiento que podría esperarse de una persona descontrolada en una emergencia así. El siguiente ejemplo de mi propia experiencia puede resultar interesante en relación con esto.

Llegué tarde una noche a un gran hotel en un conocido pueblo minero en una de las Colonias. Se me dijo que no quedaba ninguna habitación libre, pero que si no me importaba compartir una habitación de dos camas con los dos hijos menores del propietario, podría descansar esa noche. Aquellos que tengan alguna

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Guía-control consciente en la práctica

experiencia sobre los pueblos mineros en la “fiebre del oro”, reconocerán mi buena fortuna. Ocho almas cansadas durmieron aquella noche sobre la mesa de billar y no recuerdo cuantos tuvieron por cama el duro y sucio suelo de la misma habitación. Un gran amigo mío residía en el hotel. Era un hombre de considerable educación y según todos los que lo conocían, era un erudito poseedor de un fino intelecto. El último consejo que recibimos del propietario antes de que se retirara fue: “Asegúrense de cerrar su puerta”. Tras una larga charla con mi amigo, nos fuimos muy tarde a la cama. Recordando el consejo de mi hostelero, eché el cerrojo a la puerta, apagué la luz y casi inmediatamente caí en un sueño profundo. Al cabo de una hora fui despertado por el sonido del crepitar de la madera quemándose y el rugir de las llamas. Me di cuenta de que el hotel estaba en llamas y casi inmediatamente las lenguas de fuego alcanzaron mi habitación por la parte alta de las paredes de madera y empezaron a lamer el techo del dormitorio.

Lo primero que pensé fue en los dos niños que dormían en la habitación. Abrí la puerta y colocando a uno bajo mi brazo izquierdo empecé a buscar al otro. Para entonces, la habitación estaba llena de humo, así que llevé al primer chico afuera y volví para buscar al otro en la densa humareda. Evidentemente, había saltado de la cama medio dormido pues lo encontré bajo la cama. Sujetándolos a los dos bajo mis brazos, me precipité escaleras abajo y corrí con ellos a la habitación de su padre. Este saltó de la cama y llamando a sus empleados, procedió enseguida a tomar medidas para extinguir el fuego. Yo, naturalmente, me precipité hacia la habitación de mi amigo, le desperté y tras encender su vela, le vi saltar al suelo, le dejé y procedí a dar la alarma general. Entonces me uní a los que estaban luchando con las llamas, que al rato fueron extinguidas con éxito. Mis lectores serán capaces de juzgar por esta narración el tiempo transcurrido entre la visita a la habitación de mi amigo y la completa extinción del fuego. Cuando todo hubo acabado, mire alrededor para intercambiar unas palabras con mi amigo y me sorprendí de no encontrarle entre los que me rodeaban. Volví a su habitación y me sorprendí al encontrármelo completamente vestido. Cuando entré en la habitación, estaba abrochándose con calma los botones del chaleco como cualquier otra mañana en la que no tuviera nada que temer. Estaba autohipnotizado en lo concerniente a sus posibilidades de quemarse vivo e incluso se había afeitado.

Puede darse miles de ejemplos de comportamiento similar en circunstancias inusuales y la lista bien podría completarse con la ahora famosa historia sobre el fracaso de Carlyle en mantenerse en “comunicación con su razón” en la ocasión en que Henry Taylor cayó enfermo. Se enteró de la noticia y estuvo ansioso por ayudar a su amigo. Sólo podemos pensar que estaba bajo el dominio de su subconsciente cuando se precipitó hacia Sheen con lo que quedaba de un frasco de medicamento que había ayudado a la Sra. Carlyle, sin saber para que servía en particular ese medicamento o la causa de la enfermedad de su amigo.

El director general de una de las mayores empresas que operan en Gran Bretaña y Norteamérica, me fue enviado por su asesor médico para que lo tratara. Habíamos discutido frecuentemente las tendencias y características psicológicas de los jóvenes a propósito de hacer carrera en el mundo de los negocios. Un día, después de una charla sobre este tema en el que ambos estábamos interesados, me informó de que siempre había lugar en su firma para el tipo apropiado de joven y me insinuó que si yo conocía a alguno, estaría encantado de que se lo enviara. Pocas semanas antes, se me había pedido que me interesara en un joven al que yo no conocía. Se lo mencioné a mi alumno y me dijo: “Dígale al joven que me escriba y le daré una cita”. Así se hizo y esta es la narración del joven de la entrevista:

“Visité al Sr.__ y ciertamente me insultó. Cuando entré en su oficina, me pidió que me sentara mientras él terminaba una carta. Al cabo de unos cinco minutos, saltó de repente de su silla, caminó hacia mí y golpeando con fuerza una mesa junto a mí, gritó: '¿Qué demonios sabe usted sobre negocios?'” El joven continuó: “Naturalmente, yo estaba tan nervioso que no podía ni ordenar mis pensamientos y estaba tan confuso que no pude responder las siguientes preguntas. Me dijo que no tenía ninguna plaza que me conviniera”.

Le dije: “Mi querido joven, ¿por qué permitió que el Sr.__ le insultara? ¿Por qué no protestó y le aseguró que usted no podía permitirle que le hablara de ese modo?”

“Estaba tan trastornado por su ataque repentino y no esperaba ser tratado de ese modo.”

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Guía-control consciente en la práctica

Repliqué: “Precisamente por eso, usted quedó estupefacto por lo inesperado. Pero espero que esto le servirá de lección. El Sr.__ sólo estaba poniéndolo a prueba y él quiere hombres que sean capaces de tratar con acontecimientos y situaciones inesperadas en su negocio. Si usted hubiera protestado instantáneamente por sus maneras, tendría ahora una colocación en su firma, porque usted habría superado satisfactoriamente su prueba.”

En esta etapa de la evolución que podría ser definida como puramente animal, los poderes del instinto en situaciones habituales son bien notables y esto es debido al hecho de que el animal, en ciertas condiciones de peligro, hará lo correcto para escapar. Por otro lado, como prueba de las limitaciones del instinto, sólo tenemos que citar al noble y subconscientemente controlado avestruz, tan astuto en sus movimientos y tan listo en tantos sentidos, pero que cuando se enfrenta con un peligro muy fuera de lo común, entierra su cabeza en la arena y permite a su perseguidor que lo mate. Los poderes del instinto son indudablemente limitados en el reino animal, en el género humano incivilizado y en todas las etapas evolutivas en las que el control consciente es el principio de guía. Quizá éste es el hecho que pesa más que ningún otro en el ascenso y caída de naciones y razas, pues aún ninguna comunidad ha cultivado y desarrollado una conciencia nacional en comunicación con la razón. La psicología de las naciones es un asunto demasiado extenso para tratarlo aquí, pero lógicamente, si los principios de la guía-control consciente como los he descrito aplicados al individuo, fueran más adelante adoptados para el crecimiento de una nación, es impensable que esta verdaderamente pudiera sufrir deterioro.

Actuaría en todas las crisis de acuerdo con los dictados de la razón y, guiada por un juicio nacido de la experiencia comprobada, sería suprema.

2.6 Guía-control consciente: aprehensión y reeducaciónLa persona corriente puede exhibir un control nervioso y un equilibrio completos durante las experiencias habituales y el logro de las diferentes necesidades mentales y físicas hechas durante el transcurso de la vida corriente, pero cuando se enfrenta repentinamente con lo inesperado o lo desconocido, muestra aprensión y pérdida de control indebidas, incluso cuando la nueva experiencia puede no implicar ningún terror real para ella. El hecho es que se ve sumida en el pánico por los efectos de la nueva experiencia. Es mentalmente incapaz de considerar los “hechos del caso”, pues lo inusual deja completamente fuera de uso su poder de razonamiento y ella queda reducida al nivel del animal o el salvaje aterrorizados. Esto demuestra que no hemos alcanzado la etapa evolutiva en la que empleando las facultades de razonamiento, seremos capaces de salvar cualquier emergencia con control y calma y hacer lo correcto en el momento psicológico. El abogado verdaderamente listo saca ventaja de esta debilidad humana y cuando contraataca procede a desequilibrar al testigo mediante un ataque inesperado en una línea nueva. Si el abogado hace bien su elección en relación con esto, con seguridad alcanzará su objetivo con el testigo que no ha aprendido a enfrentarse a lo inusual con juicio razonado. Se pondrá nervioso y el abogado difícilmente puede fracasar en conseguir desconcertarle.

No obstante, voy a señalar que el abogado puede ser cazado en su propia trampa si el testigo adopta una forma de procedimiento que sea nueva para su rival. Sería meramente cuestión de quien se adelanta primero. Por ejemplo, en un caso de especial interés en el que yo estaba presente, ocurrió lo siguiente. Aprovechando la ocasión debo mencionar que el abogado y el testigo tenían un amigo común a través del cual se habían intercambiado mensajes descorteses antes de encontrarse en la corte. Naturalmente, ambos estaban en guardia. El abogado empezó diciendo: “Ahora Sr.__, podría sugerir...” y cometió el error desafortunado de repetir esto mismo la segunda vez, a lo que el testigo observó calmadamente: “Podría recordarle que está usted aquí para hacer preguntas, no sugerencias”. El abogado quedó bien estupefacto por un momento. Esto distrajo su control habitual y permitió a sus sentimientos dominar su juicio y durante el resto del caso, no pudo recuperar su equilibrio y puso tanta atención a intentar recuperar al testigo que olvidó muchos puntos de gran valor para su caso y el veredicto fue a favor de sus oponentes.

La sustracción de la Copa del Club de Caza de su emplazamiento en Ascot Race Course, es un ejemplo mordaz de la aplicación práctica del conocimiento de la debilidad de hombres y mujeres en la dirección indicada. Alguaciles y empleados de los fabricantes de la copa estaban a cargo de asegurar su seguridad y además,

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Guía-control consciente: aprehensión y reeducación

siempre había montones de gente alrededor de ella. Para cualquier persona corriente, habría parecido absolutamente imposible llevarse un artículo tan voluminoso sin ser descubierto. A pesar de este hecho, fue substraído de su emplazamiento y sacado de los terrenos de Ascot. Quien llevó a cabo este plan con éxito, debe haber sido un psicólogo muy avanzado, un hombre que conocía demasiado bien la debilidad de sus congéneres. Presumiblemente, sabía que debía hacerse algo inesperado para atraer y distraer durante un tiempo considerablemente largo a los alguaciles que guardaban la Copa, para que el ladrón pudiera ponerse a bastante distancia con el premio, antes de que se notara su sustracción. Se nos explicó que un grupo de hombres provocó un altercado, que se intercambiaron palabras acaloradas seguidas de golpes, sin duda a una señal acordada. El ladrón contaba con el hecho psicológico de que era improbable que los alguaciles usaran su razón y así conservaran su autocontrol y continuaran mirando la Copa frente a este inesperado acontecimiento y así, durante la distracción tuvo lugar el robo.

Debe ser obvio que hay un malvado desperdicio de este maravilloso poder de razonamiento, cuando la confianza se coloca en un subconsciente automático que permite la suspensión de nuestro sentido común y trastorna nuestro equilibrio, reduciendo así nuestro ámbito de utilidad. Por tanto, si realmente hemos de progresar en el futuro, la guía subconsciente debe ser substituida por una guía razonada y consciente que pueda salvaguardarnos en circunstancias inusuales y en momentos críticos. Pues con el progreso real en una base firme, debemos esperar un gran incremento de los “momentos críticos” y las “circunstancias inusuales” y nuestra evolución debe ser en aquellas líneas que nos permitirán salvarlos con calma y sentido común, haciendo lo correcto que este último sugerirá. Este fracaso en la acción razonada es tan común entre la gente educada como entre la ignorante y que esto sea así es una acusación muy seria contra nuestro sistema educativo actual y que tal como está constituido actualmente, no ofrece ninguna solución real al problema que pueda aplicarse a los hombres y mujeres del futuro.

Tome como ejemplo una forma muy predominante de debilidad humana, a saber, nuestra actitud mental respecto a las preocupaciones simples, sean reales o imaginarias. Es un hecho psicológico interesante que hay millones de personas con mucha educación que han cultivado sin querer lo que podría llamarse el “hábito de preocuparse”. Este hábito es la consecuencia directa de la falta de uso de nuestras facultades de razonamiento, como me ha quedado demostrado concluyentemente en mi larga experiencia profesional por el hecho de que la gente que sufre de este modo, se preocupa exactamente en el mismo grado cuando la causa ha sido eliminada que cuando es una realidad presente. Puedo oír decir a mis lectores: “Pero la persona no esta convencida de que la causa haya sido eliminada”. En la experiencia a la que me refiero, estaba absolutamente convencida y en mi próximo libro tendré la oportunidad adecuada, espero, para explicar con extensión considerable esta condición mental que parece tan extraordinaria e irrazonable.

Este es uno de los defectos mentales más difíciles que puede pedírsele a un maestro que erradique, porque demuestra que la persona así afligida está dominada por un subconsciente construido por el engaño y la aprensión indebida sin relación alguna con el sentido común o el hecho real. Otro ejemplo de desestimación del juicio razonado me queda demostrado constantemente por la actitud mental de mis alumnos cuando vienen por primera vez a clase. En el esfuerzo por efectuar algún acto particular, por simple que sea, muchos alumnos exhiben un grado de aprensión completamente desproporcionado al punto a resolver. Esto hace casi imposible el progreso y provoca considerable angustia. No es mi intención tratar cualquiera de los complejos ejemplos con los que me encuentro en mi experiencia diaria con alumnos inteligentes y educados, sino meramente establecer algunos de los muchos ejemplos simples de las dificultades que retrasan seriamente el progreso de la gente bien pensante mientras sigue algún tratamiento.

Naturalmente, un maestro se ve forzado a señalar al principio que esto o aquello está mal. Con demasiada frecuencia el alumno muestra entonces distintos signos de aprensión innecesaria. Como esta condición es la característica que más retrasa cualquier trabajo educativo, durante años le he dedicado una atención especial en mi propio trabajo y cada vez he hecho un intento de prevenirla esforzándome en poner al alumno en “comunicación con su razón”. Hay muchos y ampliamente diferentes medios para este fin en las primeras etapas de la reeducación, a cuya descripción podría dedicarse fácilmente un libro entero, pero aquí es suficiente con hacer una mención en forma general. Empiezo señalando que esperamos que diferentes cosas estén mal, que este hecho no es motivo de preocupación o aprensión, visto que con certeza, pueden ser corregidas. Llamo la atención sobre el hecho evidente de que un alumno va a ver a un maestro porque algo está mal. Esa debe ser

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Guía-control consciente: aprehensión y reeducación

la idea primaria pues en caso contrario la ayuda del maestro es superflua. Entonces, ¿por qué preocuparse al descubrir los defectos o errores y dárselos a conocer a uno? Seguro que esto es algo que debe provocar placer en lugar de preocupación. En otras palabras, si tenemos imperfecciones y defectos, buscamos ayuda porque somos conscientes de su existencia, porque queremos saber definitivamente cuales son para poder tener la oportunidad de erradicarlos. El sentido común dicta que debemos buscar un maestro que pueda detectar estos defectos y diagnosticar su causa; y una vez hecho esto, al alumno está mucho más predispuesto a sentirse satisfecho cuando el maestro puede asegurarle su erradicación y a eso seguirá inmediatamente un cambio en la actitud mental. Pero tanta gente está fuera de comunicación con su razón, que son necesarios días de reeducación para establecer una base de trabajo apropiada.

Ahora, para llevar a cabo la ejecución correcta de cualquier acto mediante los principios de mi sistema de enseñanza, no es necesario al principio pedirle al alumno que haga ningún esfuerzo físico especial. Este hecho debe eliminar inmediatamente cualquier causa de preocupación o aprensión, pero en muchos casos no lo hace. Cuando éste es el caso, el maestro debe explicar que la razón por la que el alumno es incapaz de efectuar el acto correctamente es que él cree que hay algo que el mismo debe hacer físicamente, cuando de hecho es necesario todo lo contrario. Él está haciendo lo equivocado. Obviamente, el alumno debe empezar entonces dejando de hacer lo erróneo, no esforzándose ciegamente en hacer lo correcto. El proceso es éste: aprensivamente el alumno intenta hacer lo que él cree que su maestro quiere que haga. Las viejas órdenes subconscientes erróneas siguen sus caminos usuales y antes de que se dé cuenta, está efectuando el acto del antiguo modo erróneo. Por tanto, debe aprender a inhibir estas órdenes subconscientes cuya consecuencia es la tensión física indebida y el uso imperfecto de sus músculos. Pero en lugar de utilizar la inhibición, el alumno aumenta sus dificultades renovando sus esfuerzos en la antigua base de corregir lo que se le dice que está mal y en realidad, emplea una fuerza incrementada de acuerdo con su propia estimación de la cantidad necesaria de esfuerzo para efectuar el acto. ¿Y por qué así? Principalmente porque el ser humano corriente ha perdido el hábito de la inhibición y porque se guía por su sensación, la guía menos fiable para esto.

Cuando se le explica a un alumno así que la inhibición es el primer paso en su reeducación, que su miedo aprensivo a poder estar haciéndolo mal y su intenso deseo de hacerlo bien son los secretos de su fracaso, invariablemente se esforzará por prevenirse a sí mismo de hacer nada, usualmente haciendo fuerza en sentido contrario. Y así el alumno crea una segunda fuerza dañina que, unida a la primera, sólo sirve para aumentar la tensión física indebida y para intensificar la ya exagerada condición de aprensión. El principio fundamental en la reeducación de un sujeto así, es la prevención de esta aprensión indebida e innecesaria. El alumno no debe intentar remediar ningún defecto “haciendo algo” físicamente de acuerdo con su percepción sensorial, que es consecuencia de sus ideas preconcebidas erróneas y su experiencia psicofísica incorrecta. Su poder de razonamiento está dominado por la sensación donde el sí mismo psicofísico está implicado, así que no puede siquiera intentar efectuar ningún acto físico salvo el que él siente que está bien, a pesar del hecho de que mediante sus facultades de razonamiento y la demostración práctica sabe que su sensación le desorienta y es la consecuencia de sus ideas preconcebidas erróneas. Debemos entonces hacerle entender que muy frecuentemente en reeducación, el modo correcto de efectuar un acto se siente como el modo imposible. Sólo hay un modo de superar la dificultad. El debe reconocer que guiarse por su vieja percepción sensorial (sensación) es peligrosamente erróneo y debe ser enseñado a recuperar su perdido poder inhibitorio y a desarrollar la guía consciente. El maestro con sus manos, debe mover el cuerpo del alumno por él en el acto particular requerido, para así proporcionarle la experiencia cinestésica correcta de la ejecución del acto.

Para el no iniciado, esto puede parecer un asunto simple, pero si el lector lo pone a prueba, no me será necesario convencerle de que es bien lo contrario en la mayoría de los casos. Esto no es sorprendente cuando uno se da cuenta de que tan pronto como el maestro pone sus manos sobre el alumno e intenta moverlo, éste a su vez entra en contacto con su sensación errónea y engañosa, la sensación dominante en la persona controlada subconscientemente en tales circunstancias. Mi experiencia ha demostrado que el alumno en principio actuará exactamente del mismo modo si yo intento efectuar el acto por él, que si le hubiera pedido a él que lo hiciera sin mi ayuda. El alumno es exactamente igual de aprensivo como resultado de una cosa como de la otra y en el estado de aprensión en que se encuentra, es imposible mental y físicamente tratarlo desde el punto de vista de la reeducación. Esta hechizado por todo tipo de miedos mentales y hará esto o aquello

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Guía-control consciente: aprehensión y reeducación

incorrectamente. Si le menciona que él ha hecho cierta cosa cuando usted coloca sus manos sobre él, él hará la próxima vez un esfuerzo físico para prevenirse a sí mismo. Naturalmente, esto es uno de los peores errores que un alumno puede hacer. Esto generalmente va acompañado de mucha más tensión y aprensión que cuando él hacía el acto indicándole usted que era incorrecto. El trabajo reeducativo empieza realmente aquí y toma semanas, es más, a veces meses llevar al alumno a una etapa de su coordinación en la que realmente estará de nuevo en comunicación con su razón. Con estos hechos delante, presiento que mi lector defenderá conmigo la necesidad de adoptar principios que crearán hábitos nuevos y correctos y erradicarán la aprensión y el miedo innecesarios de las almas de los seres humanos. Con este fin, debemos romper las cadenas que los han sujetado tanto tiempo a ese plano mental directivo que pertenece a las etapas primitivas de su evolución. La adopción de la guía-control consciente (la herencia suprema del hombre), debe llegar a continuación y su resultado será una raza de hombres y mujeres que dejarán atrás a sus ancestros en toda esfera conocida y entrarán en nuevas esferas hasta ahora no soñadas por la gran mayoría de la gente civilizada de nuestro tiempo. Entonces, el mundo hará en un siglo el mayor progreso en la evolución hacia una verdadera civilización que el que ha hecho en los tres siglos anteriores.

2.7 Errores y engaños del individuoYa se ha hecho referencia con frecuencia, a los engaños, errores y malas concepciones individuales de naturaleza más o menos dañina asociados a nuestros esfuerzos mentales y físicos en los diferentes aspectos de la vida cotidiana. Quiero ahora llamar la atención especialmente sobre aquellos que podría decirse que tienen una relación más estrictamente personal, que aquellos a los que nos hemos referido hasta ahora y que no han sido completamente reconocidos a pesar del hecho de que son los predecesores de malos hábitos inusualmente dañinos y persistentes. Las malas concepciones, errores y engaños individuales a los que me refiero, son señalados en los casos siguientes. Son el resultado directo de los intentos más loables de conseguir algo considerado necesario para el bienestar vital, algo que parece esencial para tener éxito en la vida, algo que se sentía que era un valioso logro en la vida. Entre estos incluiré:

1. el intento de efectuar algún cambio considerado necesario en el aspecto o en el uso de una parte o partes del organismo físico y de ocultar o cambiar alguna peculiaridad, debilidad o defecto psicofísico supuesto o real;

2. la adhesión al razonamiento erróneo frente a la evidencia incuestionable que revelaba los errores de tal razonamiento, respecto al modo de proceder adoptado en el intento de prevenir o “curar” ataques de enfermedad y dolor o experiencias desagradables;

3. la decisión de que cierta condición está presente y la conclusión precisa, como su grado de nocividad o la extensión de su efecto general sobre el organismo o su influencia sobre la conducta cotidiana en la vida;

4. el intento de remediar lo que el sujeto considera falta de concentración;

5. el intento de obtener beneficio mediante la relajación como consecuencia del reconocimiento de la tensión indebida de los mecanismos musculares, no sólo en los actos físicos sino también durante el intento de descansar sentado en una silla, acostado en la cama o el sofá, etc.;

6. la detección por parte del sujeto de los síntomas que siempre son considerados serios y que necesitan su inmediata erradicación y futura prevención. La concepción original sobre esto esta influenciada por experiencias subconscientes torcidas e incorrectas y consecuentemente, hay una visión estrecha y pervertida de las condiciones presentes. El método del “único carril mental” está funcionando y por tanto, el modus operandi adoptado por el sujeto se basa en premisas falsas. Los síntomas se consideran causas y además, el propósito principal del sujeto en la práctica es alcanzar el “fin” deseado y no el debido y apropiado análisis meditado de los “medios por los cuales” que asegurarán aquel “fin”.

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Errores y engaños del individuo

La lectura de los historiales de los casos siguientes servirá para llamar la atención sobre el hecho poco reconocido, pero de gran importancia, de que los intentos del género humano de ayudarse a sí mismo en una base subconsciente en las esferas indicadas provocan que viva en una zona peligrosa creada por él mismo. Además, todas y cada una de las nuevas experiencias en aquellas actividades en las que se hacen intentos en las esferas que podrían denominarse preventivas y curativas, amplían gradual pero firmemente el área de esta zona.

Lo anterior puede aplicarse a un ámbito muy amplio de malos hábitos en todo el organismo, tales como:

1. el cultivo de malos hábitos como consecuencia de la energía mal dirigida y los engaños mentales que provocan desórdenes y defectos en los ojos, oídos, nariz y garganta, etc.;

2. el desarrollo del hábito peligroso de no escuchar instrucciones, opiniones, ninguna advertencia o argumento que puestos en práctica serían contrarios al hábito subconsciente psicofísico asociado a algún defecto, peculiaridad u otra condición anormal;

3. el desarrollo de sobrecompensaciones en alguna dirección, como decimos, “caiga quien caiga”;

4. estar dominado peligrosamente por una “idea fija” por la cual el sujeto lucha por conseguir un “fin” sin la consideración adecuada y segura de los “medios por los cuales” correctos o de las posibles consecuencias para él del cultivo de defectos durante este proceso.

2.7.1 CASO I: Un intento de ocultar un cuello delgadoLa esposa del sujeto le insinuó que la delgadez de su cuello le hacía parecer muchos años mayor que su edad real. Esto ocupó su mente durante algún tiempo y fue preocupándose cada vez más por el comentario de su mujer. Sentía que debía buscar un remedio práctico, pero en el plan que ideó pensó solo en el “fin” que tenía en perspectiva, que era ocultar lo que él creía que era una parte fea e insatisfactoria de su anatomía. Concibió la idea llevar el cuello de la camisa lo más alto posible y al no quedar satisfecho con el resultado, dio un segundo paso muy dañino en el plan de ocultación. Fue el cultivo deliberado del hábito de acortar su cuello hasta que la parte inferior de la mandíbula quedara sobre el borde superior del cuello de la camisa, mientras la cabeza era echada atrás hasta que la parte inferior posterior de la cabeza presionara la parte posterior del cuello de la camisa. Desde su punto de vista, había encontrado un remedio satisfactorio y el cuello delatador estaba finalmente oculto a la vista.

En las posiciones de pie, sentado y caminando, estos usos o mejor, malos usos, de los músculos del cuello se convirtieron pronto en un hábito muy firmemente establecido que acabó asociado a una tendencia general al acortamiento del cuello y la columna vertebral, mientras interfería con las coordinaciones musculares de la totalidad del organismo gradual y dañinamente.

Algunas de mis impresiones en la primera entrevista fueron:

1. el exagerado movimiento ondulante de su cuerpo al caminar;

2. la presión de la parte inferior de la mandíbula y de la parte inferior posterior de la cabeza o parte superior del cuello sobre el cuello de la camisa;

3. la marcada curvatura lumbar de la columna vertebral con el usual acortamiento de la estatura y la pared abdominal protuberante. Flacidez dañina de los músculos abdominales y estancamiento general de las vísceras abdominales;

4. los caídos arcos de los pies; un pie le causaba un dolor muy considerable al estar de pie o andando;

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Errores y engaños del individuo

5. aquel color de la piel y condición de los ojos que indican serios desórdenes internos;

6. mantenía la parte superior del pecho inusualmente alta (estilo paloma buchona); el tórax estaba dañinamente rígido;

7. la condición mental aprensiva en sus propios asuntos personales y también en su contacto con los asuntos prácticos de la vida.

Sus consejeros médicos fueron unánimes declarando que sufría de desórdenes nerviosos y digestivos, y él no logró conseguir ninguna mejoría durante los muchos años de tratamiento. Con sus propias palabras, él “había ido empeorando de año en año”, hasta llegar a estar a menudo demasiado nervioso para cruzar una calle con un tráfico ordinario y sus miedos sobre esto se incrementaban con frecuentes ataques de vértigo en los que casi perdía el equilibrio. Se quejaba de una dolorosa dilatación después de comer y sufría mucho de insomnio.

2.7.2 CASO II: Un intento de ocultar su estatura al entrevistarse con representantes de actores de menor estaturaEs bien sabido en círculos profesionales que hay una idea predominante en la mente de los representantes de actores de que deben ser más altos que los actores a quienes representan. El actor al que me refiero en este ejemplo, descubrió que había perdido muchos contratos lucrativos por ser más alto que el representante de actores con quien había acordado entrevistas personales. Debo mencionar que él tenía un buen físico y gozaba entonces de buena salud. Es obvio que un actor debe esforzarse por prevenir la pérdida de buenos contratos en su profesión y como su altura era el único impedimento para sus deseos y necesidades, sólo consideraba su problema desde este punto de vista. Ni por un momento se le había ocurrido que pudiera producirse un daño físico o mental. Con esta “única idea” en mente, buscó el remedio y pronto decidió que debía entrenarse a sí mismo para utilizar su mecanismo de forma que pudiera acortar su estatura durante las entrevistas en las que buscaba contratos profesionales. Tuvo éxito en esto, pero desdichadamente la guía-control subconsciente no tiene en cuenta los “medios por los cuales” a utilizar. Su idea meramente era la de hacer un esfuerzo para conseguir el “fin” deseado y realmente nunca fue consciente de los medios concretos que utilizaba finalmente. Simplemente concibió la idea de estar de pie de forma que le hiciera parecer tan bajo o incluso más que la persona con la que se entrevistaba. Era bien ignorante de los verdaderos acontecimientos mecánicos y nunca había creído necesario mejorar su conocimiento de estos procesos de la mayor importancia. Este hombre vino a pedirme ayuda cuatro o cinco años después de empezar a adoptar esta forma de estar de pie durante las entrevistas. Había estado sufriendo entonces durante considerable tiempo de pérdida de voz, agotamiento general y desórdenes nerviosos y digestivos. En una ocasión, experimentó una crisis mental y física que sus consejeros médicos llamaron “agotamiento nervioso”.

Algunas de mis impresiones en la primera y siguientes entrevistas fueron:

1. la indebida y dañina curvatura lumbar de la columna vertebral con la correspondiente presión intraabdominal;

2. la indebida y dañina depresión de la laringe y sus anexos;

3. el exagerado sonido de su respiración en los esfuerzos vocales y dramáticos;

4. la rigidez indebida del tórax y una capacidad torácica mínima;

5. la falta de control mental en cualquier intento de reeducación y coordinación psicofísicas;

6. una perspectiva mental pesimista con ataques recurrentes de depresión;

7. en las posiciones de pie y caminando, mantenía las caderas demasiado hacia delante, las articulaciones de las rodillas estaban apretadas demasiado atrás y

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el ángulo del torso en las caderas estaba dañinamente inclinado hacia atrás con una tendencia general, como decimos, a acortar la espalda.

2.7.3 CASO III: Una idea fija sobre un modo definitivo de proceder adoptado después de pasar una enfermedad de una semana en cama

Esta dama desarrolló ciertos síntomas por primera vez. Entonces decidió un método de sentido común práctico para tratarlos que sin duda hubiera sido el correcto a largo plazo. El día siguiente a sus primeros esfuerzos en este sentido, sus sensaciones le decían que estaba mucho peor, de hecho que estaba realmente muy enferma y que los últimos síntomas eran peores que aquellos que había esperado eliminar y finalmente prevenir. Decidió que el remedio que había intentado había sido en realidad la causa del problema adicional, sin haber remediado finalmente los síntomas originales. El remedio consistía en una actividad mental y física. Por tanto, llegó a la conclusión de que esta nueva fase de su enfermedad había sido producida realmente por el intento que había hecho de combatir sus síntomas mediante métodos simples, pero activos. Esta conclusión se volvió en ella una idea fíja.

Al discutir el asunto, me expuso los hechos precedentes. Dijo que ella les había prestado la debida consideración y como consecuencia de sus experiencias había llegado a la conclusión de que el verdadero remedio debía ser irse a la cama y permitir al desorden seguir su curso. Esta experiencia desafortunada hizo que ella siguiera manteniendo la idea de que tan pronto como sintiera alguno de los síntomas que precedieron el primer ataque, debía irse a la cama enseguida para “prevenir”, como ella dijo, “la posibilidad de aumentar la severidad del ataque”. Estaba absolutamente convencida de que no debía hacer ningún esfuerzo mental o físico para eliminar o resistir el desorden como había hecho con ocasión del primer ataque. Se había decidido por el camino fácil de la inactividad y la no-resistencia. Una vez que la conciencia encontró una excusa a la que agarrarse por la que la “caracterización” mental y física verdaderamente suplicaba, ella quedo sentenciada y esta tendencia subconsciente influyó realmente en sus conclusiones. No es sorprendente que después de seguir tal dirección equivocada durante seis meses, los ataques se volvieran más frecuentes y graves a pesar de la ayuda médica, y los periodos durante los cuales ella guardaba cama y que ella consideraba necesarios para su recuperación, se volvieron cada vez más largos. Pero la característica peor en su caso era su creciente incapacidad para hacer un esfuerzo real en dirección a la salud. Estaba verdaderamente desarrollando su tendencia a permitir que las cosas siguieran su curso, estaba cultivando el grave hábito de ser guiada y controlada por lo que ella “sentía” en lugar de por su razón. Sus parientes llegaron finalmente a la conclusión de que su condición psicofísica era grave y se me pidió que expresara mi opinión desde este punto de vista.

De entrada, sospeché de alguna perspectiva mental incorrecta y dañina, y tras unas pocas clases conseguí afianzar la admisión del hecho por parte de la alumna. Una revisión de su concepción mental puede resultar interesante y quizá de gran valor para mis lectores, pues muestra que durante todo el tiempo que esta existió, sus posibilidades de erradicar permanente estos síntomas eran nulas. El procedimiento completo constituía una prostitución de aquellas fuerzas físicas, mentales y espirituales que son inseparables y absolutamente esenciales a aquella condición del organismo humano que llamamos buena salud. Esta dama sufría de un funcionamiento inadecuado de los órganos vitales asociado a la buena digestión y la adecuada eliminación y responsable de ellas. Esto quedó concluyentemente demostrado por los resultados originados por un método de tratamiento psicofísico que restauró el funcionamiento adecuado tras la erradicación de la concepción mental a la que me he referido antes.

Entonces, la situación era la siguiente:

Se reconocían ciertos síntomas que eran resultado del estancamiento de los órganos que necesitaban un aumento de actividad en funcionamiento. De hecho, resultaron ser tales que habrían remitido más o menos con un paseo diario de kilómetro y medio aproximadamente, de forma continuada. Por tanto, el efecto de quedarse en cama durante días sólo era una medida paliativa. Pero como consecuencia de sus primeras impresiones debidas a su sensación pervertida cuando

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adoptó como remedio medidas activas, ella tomó la decisión definitiva en contra de su adopción de estas en el futuro; de hecho, ella se negó rotundamente a hacer un segundo intento del método activo. En los intervalos libres de achaques, esa idea única era mantenida en mente rígidamente de modo que al reconocer el más ligero síntoma, se iba a la cama y permanecía en ella. Incluso consideraba cualquier otro modo de proceder dañino. Estas ideas se convirtieron en una obsesión. Ella cada vez estaba menos en comunicación con su razón y el hecho de que admitiera que los ataques se volvían más frecuentes y los síntomas más serios no le hicieron abandonar el tratamiento de cama a favor de algún otro. El hecho es que sus emociones y sensaciones habían tomado el control, en lugar de seguir siendo factores secundarios a la razón.

Es posible dar cientos de ejemplos de casos como estos y hay que llamar la atención especialmente sobre el hecho de que el principio de la idea única para enfrentarse a las dificultades de la vida es la causa real de estos graves resultados. Por ejemplo, si en el Caso I hubiera mantenido en mente los “medios por los cuales” ocultar su cuello y hubiera observado cuidadosamente el efecto sobre la totalidad de su organismo de sus intentos sobre este particular, ciertamente habría llegado a la conclusión de que el cuello delgado, natural en su caso, era preferible a los males explícitos que estaba cultivando inconscientemente. Ni él ni su mujer detectaron ninguno de los numerosos defectos que se desarrollaron durante el proceso de ocultación del cuello. Por otro lado, ambos se daban cuenta de que él estaba perdiendo gradualmente la salud y había llegado a un estado que sus consejeros médicos consideraban grave. Naturalmente, ni por un momento se conectó la influencia del proceso de ocultación del cuello con sus problemas y desórdenes en aumento. Su formación mental únicamente había sido en la línea de trabajar por un “fin” (“método de la vía única”) en lugar de mantener en mente los “medios por los cuales”.

Él nunca había dudado ni por un momento de la falibilidad de la percepción sensorial de su organismo. Creía firmemente que en cuanto decidía efectuar un cambio en el yo físico, podía conseguirlo mediante el empleo de sus principios de guía subconsciente. No sabía que estos factores instintivos eran engañosos y no-fiables como agentes directivos.

Si puede despertarse el interés del lector por todo esto, se originarán beneficios de total importancia incluso en las esferas más simples de la vida cotidiana. Además, los problemas más difíciles de la vida serán considerados sensiblemente, sin miedo a los resultados desastrosos que ahora son tan comunes.

2.8 Notas y ejemplosDesde que este libro fue publicado en este país, he recibido un flujo sostenido de cartas de los lectores interesados, profanos y profesionales, que han sido de gran valor para mí. En esta correspondencia, aparecen una y otra vez tres cuestiones pertinentes y me veo forzado a inferir que (a) estos puntos son de especial interés para mis lectores y (b) no he sugerido ninguna explicación satisfactoria de ellos mediante la aplicación de los principios generales que he expuesto. Por tanto, me parece que en esta edición podría estar bien tratar estas cuestiones y otros asuntos varios que surgen de ellas para beneficio de futuros lectores.

Las tres cuestiones principales, dos de las cuales aparecen en el ochenta por ciento de las cartas que he recibido, son estas:

1. ¿Cuál es la posición de pie correcta y cuál es la posición de ventaja mecánica?

2. ¿Cómo aplicará el lector los principios del control consciente expuestos aquí, a los malos hábitos específicos como la permisividad, ya sea con el tabaco, el alcohol, alimentos concretos, etc. o a la cura de enfermedades como el asma, tuberculosis, estreñimiento, mala curvatura de la columna vertebral, apendicitis?

3. ¿Qué signos externos de mejoría se notarán durante el tratamiento, y hay razones científicas para estos resultados? En relación con esto, se me ha pedido muchas veces que dé detalles de algunos de mis casos más llamativos y representativos.

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Notas y ejemplos

Trataré estas cuestiones sucesivamente y dedicaré a cada una de ellas tanto espacio como sea posible.

2.8.1 ¿Cuál es la posición de pie correcta y cuál es la posición de ventaja mecánica?Creo que el hombre corriente es bien capaz de olvidar que no puede asumir una posición de equilibrio estable y una posición que asegure una movilidad perfecta, si sus pies no están situados para proporcionar a la vez tanto una posición estable como un pivote y fulcro verdaderos. La base más perfecta se obtiene colocando los pies formando un ángulo de aproximadamente cuarenta y cinco grados entre sí. En todas las demás posiciones erectas (los defectos se exageran al disminuir este ángulo), se verá que hay una tendencia a curvar y acortar la espalda y a sacar el estómago y si se hace algún esfuerzo para evitar estos errores en la postura, tales esfuerzos darán como único resultado (a menos que los pies sean llevados a la posición correcta) una actitud tensa, incómoda e inestable. No obstante, no es posible expresar por escrito la postura correcta de pies y piernas en la posición de pie ideal y por tanto, adjunto cuatro fotografías que han sido tomadas precisamente con este propósito (publicadas por primera vez el 22 de octubre de 1910) y que muestran con mucha claridad no sólo la posición correcta de los pies, el problema fundamental, sino también como la totalidad del cuerpo de la persona queda con ello aparejado. (Figura 9).

Pero una vez comprendida esta posición ideal, el trabajo de conseguirla aún ha de ser acometido por cada individuo. Sobre esta tarea, no puedo hacer nada mejor que citar mi artículo de julio de 1908 titulado Por qué la “respiración profunda” y los ejercicios de educación física hacen más mal que bien, en el que se verá claramente que la posición ideal varía ligeramente según las idiosincrasias de la persona implicada. El pasaje en cuestión es el siguiente:

… en primer lugar, permitir a un alumno adoptar por sí mismo una cierta posición de pie, significa que está dando únicamente a sus propias percepciones y sensaciones la responsabilidad de conseguir la coordinación de la que depende tal posición de pie, una responsabilidad que son bien incapaces de soportar. Las percepciones y sensaciones de todo aquel que necesita reeducación respiratoria y física, no son fiables en absoluto... Es el maestro quien debería tener la responsabilidad de dar ciertas órdenes detalladas, cuya ejecución literal asegurará al alumno cuál es entonces la posición de pie correcta para él. Recalco esto último porque ninguna posición estereotipada puede ser correcta para todos y cada uno de los alumnos. Cuando una persona emplea las diferentes partes del cuerpo de tal forma que se puede hablar de su “posición dañina al estar de pie o caminar”, sólo haciendo que la maquinaria física recupere gradualmente el funcionamiento correcto y armonioso, cambiando así la posición de vez en cuando, puede impedirse el daño serio y asegurarse resultados satisfactorios. Además podría señalar que al intentar asumir la “posición de pie apropiada” de partida, el alumno inevitablemente pone una tensión severa en el cuello, allanado así el camino para los desórdenes de garganta, oído y vista.

Por ejemplo, sea el caso de un chico que se encorva mucho y combina un hundimiento por encima y por debajo de las clavículas con unos omóplatos anormalmente salientes. Si se le dice que “esté de pie recto”, hará enseguida un esfuerzo físico indebido para cumplir la orden dada tan toscamente, con el resultado de que tirará los hombros hacia atrás-arriba, los omóplatos aún sobresaldrán más y elevará y expandirá indebidamente las partes frontal y superior del pecho. También habrá un estrechamiento, un hundimiento y una flojedad de la región torácica dorsal inferior y posterior, con el abultamiento fijo y la rigidez de la pared frontal del pecho, la curvatura indebida de la columna lumbar, el acortamiento del cuerpo y la tensión dañina de los brazos y el cuello correspondientes, en lugar de haber un alargamiento, anchura y firmeza de la espalda con la libre movilidad de las paredes del pecho dando como resultado la curvatura normal de la región lumbar y el alargamiento comparativo de la columna vertebral. Con los brazos colgando verticalmente, la posición relativa de esa parte del tórax en la que están situados los pulmones, se vería colocada por delante de los brazos en lugar de estar, como debería ser, entre ellos. En tal posición, el chico se siente desamparado y se cansa rápidamente debido a la coordinación imperfecta y cualquier intento de acostumbrarlo a esta posición erecta terminará dando como resultado un deterioro en lugar de una mejoría.

Pero el estrechamiento y arqueamiento de la espalda explicados antes, son exactamente lo contrario de lo requerido por la naturaleza y de lo conseguido con la reeducación, coordinación y reajuste, a saber, el ensanchamiento de la espalda y una posición más normal y alargada de la columna. Además, si estas condiciones

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Notas y ejemplos

de la columna se aseguran primero, el cuello y los brazos no se tensarán nunca más y se erradicarán los demás defectos.

Para evitar los males enunciados en los dos últimos postulados, el maestro debe colocar él mismo al alumno en una posición de ventaja mecánica,28 desde la cual el alumno, simplemente recitando mentalmente las órdenes que le dictará el maestro, puede asegurar la postura específicamente correcta para sí mismo, aunque él aún no es consciente que cuál es esa postura.

Ulteriormente elaboré el mismo punto en Por qué respiramos incorrectamente (noviembre de 1909)29 y de este artículo citaré ahora otro pasaje que se apoya directamente en algunos puntos importantes implicados, a saber:

... no puede existir nada parecido a una “posición de pie correcta” para todas y cada una de las personas. La cuestión no es la posición correcta sino la coordinación correcta (es decir, de los mecanismos musculares implicados). Además, cualquiera que haya adquirido el poder de coordinarse correctamente, puede reajustar las partes de su cuerpo para cubrir las necesidades casi de cualquier posición, mientras dirige siempre los movimientos adecuados y correctos del aparato respiratorio y el control vocal perfecto, un hecho que demuestro diariamente a mis alumnos. El continuo reajuste de las partes del cuerpo sin la indebida tensión física es de lo más beneficioso, como lo demuestra el alto grado de salud y la larga vida de los acróbatas. Es un hecho significativo que el caso opuesto sea el de los atletas, demostrando que la tensión muscular indebida no conduce a la salud ni a la longevidad.

A partir de lo que acabo de decir, resultará bien evidente que el principio primario involucrado en conseguir una posición de pie correcta, es colocar los pies en aquella posición que asegure su mayor efecto como base, pivote y fulcro y por lo tanto, coloque las extremidades y el tronco en aquella posición en la que puedan ser correctamente influenciados y ayudados por la fuerza de la gravedad. Debería observarse que el peso del cuerpo descanse principalmente sobre el pie de detrás y debería permitirse a las caderas ir lo más atrás posible sin alterar el equilibrio consecuencia de la posición de los pies y sin adelantar el cuerpo deliberadamente (figuras 9a y 9c). Este movimiento empieza en el tobillo y afecta particularmente a las articulaciones de tobillos y caderas. Al inclinar el cuerpo hacia delante, no debe haber curvatura en la columna o el cuello; desde las caderas hacia arriba, las posiciones relativas de todas las partes del torso deben permanecer sin cambios. Al asumir la posición, es necesario además que cada persona lleve a cabo el alargamiento apropiado de la columna y el adecuado ensanchamiento de la espalda. Lo último necesita el debido entrenamiento psicofísico tal como está explicado en los dos extractos citados antes.

Como acabo de explicar, esta posición de pie es fisiológicamente correcta como factor primario del acto de caminar. Se echa el peso mayoritariamente sobre el pie de detrás y eso permite doblar la otra rodilla y levantar el pie delantero; al mismo tiempo, el tobillo y el pie de detrás deberían doblarse para que todo el cuerpo se incline ligeramente hacia delante, permitiendo así entrar en acción a la fuerza propulsora de la gravedad.

Ciertamente, la fisiología completa de caminar es perfectamente simple una vez que se comprenden estos principios fundamentales. Realmente se reduce a los movimientos primarios de permitir al cuerpo inclinarse hacia delante desde el tobillo en el que se soporta el peso y luego prevenir caerse permitiendo que el peso pase a su vez al pie que ha sido adelantado. Este método tan simple como parece, no es sin embargo, el adoptado usualmente. Por ejemplo, la desventaja mecánica mostrada en lo conocido como “paso rodante”, un paso que es bastante común, es absolutamente imposible cuando se siguen cuidadosamente las instrucciones dadas. Y el efecto sobre la totalidad del mecanismo mecánico de la persona implicada queda demostrado por el hecho de que cuando los principios de coordinación producidos por este método quedan establecidos, hay una tendencia constante del torso a alargarse, mientras que la tendencia usual (debida a la posición de pie errónea y las coordinaciones incorrectas que le siguen), es la de acortar el torso.

Casi todas las personas que examino u observo en el acto de caminar, emplean una tensión física innecesaria en el proceso, de tal modo que hay la tendencia a

28 Véase también la nota 21 del capítulo 2.2.29 Nota de CF: Capítulo 1.14 de Artículos y Conferencias, 1995.

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Notas y ejemplos

acortar la columna y las piernas presionando (si pudiera expresarlo familiarmente) contra el suelo en lugar de aligerar la presión alargando el cuerpo y echando el peso hacia delante y moverse ligera y libremente. Como consecuencia del “acortamiento” y “presión hacia abajo” a la que acabo de referirme, las gentes civilizadas se están volviendo cada vez más unas pies planos. La persona coordinada apropiadamente emplea la cantidad de tensión debida, de tal modo que la tendencia de la columna y las piernas es a alargarse y el equilibrio es tal que la presión indebida contra el suelo esta ausente y hay una ligereza y libertad en los movimientos de esta persona que es bien notable. La persona con pies planos sólo ha de establecer estas condiciones para recuperar el arco natural del pie plano.

Quizá no podemos encontrar un ejemplo mejor de la necesidad de aplicar los principios del control consciente a estas proposiciones fundamentales y esenciales de estar de pie, caminar y correr, que en las fotografías tomadas a Dorando en las que aparece cuando estaba haciendo sus últimos esfuerzos terribles por alcanzar la cinta al final de la Maratón de Londres en 1908. Se le ve desesperadamente preocupado y cualquiera que fuera el control consciente de sus mecanismos musculares que pudiera haber obtenido antes, en este momento se ve que estaba completamente dominado por el control subconsciente (o subjetivo), que estaba fuera de “comunicación con su razón”. Como vemos en estas fotografías, su cuerpo está echado hacia atrás desde las caderas, sus brazos están extendidos delante de él y sus piernas están dobladas hacia delante por la rodilla. En consecuencia, está obligado a usar casi toda su fuerza física para evitar caerse hacia atrás. Está peleándose contra un tremendo tirón gravitatorio que lo está arrastrando lejos de la meta. Si Dorando, magnífico atleta como era él sin duda, hubiera sido entrenado en los principios del control consciente, tal actitud hubiera sido imposible para él, incluso estando cansado y exhausto. Pues si él no hubiera estado controlado subconscientemente, habría empleado su sentido común en este momento y habría actuado de acuerdo con la guía de su mandato. Es en estos momentos críticos cuando tenemos necesidad urgente del control de la razón, pues es entonces cuando sufrimos más por la pérdida del equivalente animal: el instinto.

Dorando podría haber abusado de sus músculos hasta su máxima capacidad, pero si hubiera estado controlado conscientemente, se habría inclinado hacia delante y no hacia atrás y mientras tuviera la fuerza necesaria (pero una parte muy pequeña de la fuerza que estaba gastando en realidad) para prevenir caerse de bruces, aquella fuerza gravitatoria le habría arrastrado en lugar de apartarlo del objeto de su hazaña, como era realmente el caso. Resumiendo, habría sido capaz de hacer el mejor, en lugar del peor uso de sus poderes.

Errores como el que vemos exagerado en este ejemplo, se encontrarán en el porte de mucha gente hoy día y el hecho es de gran importancia para los médicos. Se recomienda constantemente a los pacientes que hagan el ejercicio de caminar, aunque en muchos casos ese ejercicio hace indudablemente más daño que bien. En mi opinión es muy esencial que todos los médicos dedicaran más atención a este tema del que le están dedicando en el momento presente, para que ellos puedan estar en la posición de advertir cuáles de sus pacientes se beneficiarán con el ejercicio de caminar y cuáles de ellos agravarán los problemas que les hacen sufrir, haciéndolo. Pues creo que debería ser evidente que los buenos efectos del aire libre y el ejercicio suave quedarán prácticamente anulados si el paciente sólo puede obtenerlos exagerando y perpetuando los defectos que le han llevado a la prescripción.

Estas mismas reglas son aplicables en principio a los actos de sentarse y levantarse desde una posición sentada. Muy poca gente tiene la concepción mental correcta de los “medios por los cuales” efectuar estos actos o del uso correcto de las partes que deben ser empleadas en su ejecución y esto a pesar del hecho de que estamos haciendo estos actos continuamente y con tal aparente facilidad desde nuestro punto de vista. Si le pide a cualquiera de sus amigos que se siente y observa sus acciones de cerca, notará que en casi todos los casos hay un aumento de tensión muscular indebida en el cuerpo y en las extremidades inferiores; en muchos casos se utilizan también los brazos. No obstante, por regla general la acción más llamativa es la alteración en la posición de la cabeza, que se echa atrás mientras se tensa y acorta el cuello. Ahora describiré el método correcto, pero debe recordarse que es inútil dar al mecanismo muscular lo que aquí llamo “órdenes”, hasta que se hayan erradicado el hábito original y el principio de concepción mental conectado a esta acción. Por ejemplo, si antes de dar cualquiera de las “órdenes” siguientes, el experimentador ya ha fijado en su mente que ejecutará el acto de sentarse como él sabe hacer ese acto, esta sugestión pondrá en acción

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Notas y ejemplos

inmediatamente todas las antiguas coordinaciones viciosas y las nuevas órdenes nunca influenciarán los mecanismos a los que están dirigidas, porque aquellos mecanismos ya se utilizarán imperfectamente y se mantendrán en su vieja rutina por la fuerza de la sugestión acostumbrada. Entonces, libere primeramente a la mente de la idea de sentarse y considere el ejercicio y cada orden independientemente de la consecuencia final que ocasionan. En otras palabras, estudie los “medios” no el “fin”. En segundo lugar, colóquese en la posición de pie ya descrita como correcta, con la parte posterior de las piernas casi rozando el asiento de la silla. En tercer lugar, ordene al cuello relajarse y al mismo tiempo, ordene a la cabeza ir hacia delante-arriba. (Note que “ordenar” a los músculos del cuello relajarse no significa “permitir caer a la cabeza hacia delante sobre el pecho”. La orden sugerida es meramente una prevención mental de la idea preconcebida errónea.) En cuarto lugar, conserve en mente claramente la idea general de alargar el cuerpo que es una consecuencia directa de la tercera serie de órdenes. Y en quinto lugar, ordene simultáneamente a las caderas moverse hacia atrás y a las rodillas doblarse, actuando rodillas y caderas como goznes. Durante este acto debe darse la orden mental de ensanchar la espalda. Al completar esta orden, el experimentador se encontrará sentado en la silla. Pero no ha acabado aún, pues su cuerpo estará inclinado hacia delante, si él no frustra todo el acto en este momento dando sus viejas órdenes para colocarse en posición vertical. Entonces, en sexto lugar (y esto es de gran importancia), deténgase un instante en la posición en la que caerá en la silla si las instrucciones anteriores han sido seguidas correctamente y entonces, después de ordenar al cuello relajarse y a la cabeza ir hacia delante-arriba, a la columna alargarse y a la espalda ensancharse, vaya atrás en la silla a una posición vertical utilizando las caderas como un gozne y sin acortar la espalda, atiesar el cuello o echar la cabeza hacia arriba.

El acto de levantarse es meramente reverso al anterior. Ponga los pies atrás de forma que uno esté ligeramente bajo el asiento de la silla, permita al cuerpo moverse hacia delante desde las caderas, siempre manteniendo en mente la libertad del cuello y la idea de alargar la columna. Permita a todo el cuerpo ir hacia delante hasta que el centro de gravedad caiga sobre los pies, es decir, hasta la postura en la que si la silla fuera retirada en este momento usted permanecería equilibrado en la posición de una persona haciendo el “baile de la rana”, entonces, ejercitando los músculos de las piernas y la espalda, enderece las piernas en las caderas, rodillas y tobillos hasta alcanzar la posición erecta perfectamente.

Si usted cuida de experimentar con un amigo este acto de levantarse, observará que en el movimiento efectuado por una persona imperfectamente coordinada, ocurren siempre los mismos malos movimientos: tender a acortar el cuello, curvar la columna indebidamente, acortar el cuerpo y hacer sobresalir la pared abdominal.

Esto completa la idea de coordinación respecto a estar de pie, caminar y sentarse y los ejercicios indicados en las explicaciones que he hecho resultarán ser sobradamente de ayuda, como primer paso hacia un uso apropiado y saludable de los mecanismos musculares en estos actos simples de la vida cotidiana.

2.8.2 ¿Cómo se aplicarán los principios del control consciente a la cura de malos hábitos específicos o a la cura de enfermedades específicas?

La siguiente carta es un ejemplo típico:Querido Sr.,

He leído su libro La herencia suprema del hombre con mucho interés y espero que me perdonará si me aventuro a señalar una dificultad que se me ocurre y que probablemente se le presenta al lector ordinario.

Es esta: ¿De qué forma se propone aplicar el principio del “control consciente” en un caso concreto, sea para vencer un hábito como el de fumar, por poner un ejemplo común, o en el caso de desórdenes funcionales como el estreñimiento? Me parece que la gran atracción de la mayoría de la gente por los populares libros sobre lo llamado

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Notas y ejemplos

“Nuevo pensamiento”, es que exponen reglas claras y precisas que pueden ser puestas en práctica, de forma que el lector sabe lo que debe hacer para estar a salvo. Pero confieso que soy incapaz de captar cómo recomendaría usted afrontar la consecución de sus principios. Sería de gran ayuda para mí y sin duda para otros, si pudiera explicarme esto y probablemente en el trabajo más extenso que usted contempla, esto se hará más completamente.

Entre tanto, no obstante, si no es pedir demasiado, le estaría extremadamente agradecido si usted pudiera muy amablemente, indicar el método que usted propone por el cual poder aplicar los principios en casos como los que he sugerido...

Ahora, puedo estar cometiendo una injusticia con el autor de esta carta, pero me inclino a clasificarle entre los muchos investigadores que parecen confiadamente esperar un milagro. En mi introducción he dicho: “En este volumen no se encontrará ninguna mención a caminos fáciles, panaceas o grandes remedios”, aunque estoy seguro de que algunos de mis lectores habrán imaginado, sin embargo, que por algún medio maravilloso, pueden ser curados pensando en ello, a pesar de todo lo que he escrito respecto a ese procedimiento. En un parágrafo de la carta citada antes, veo un bonito ejemplo del deseo de apoyarse en algún método mecánico. Leemos: “la gran atracción (...) por los populares libros sobre lo llamado 'Nuevo pensamiento', es que exponen reglas claras y precisas que pueden ser puestas en práctica”. Es cierto que yo no he expuesto ningunas “reglas claras y precisas” que puedan servir para cada forma imaginable de problema físico y mental, como hacen los exponentes del “Nuevo pensamiento” y de la “curación por la fe”, y creo que la razón debería ser suficientemente evidente, pues en mi experiencia nunca he encontrado dos casos exactamente iguales y las instrucciones detalladas que pudiera exponer para A podrían ser extremadamente perjudiciales para B o C.

No obstante, como veo que es necesaria alguna explicación más, bosquejaré los principios generales que abarcan la regla de aplicación, por muy diverso que sea el método en la práctica.

En primer lugar, todos los malos hábitos específicos, como la permisividad con la comida, bebida, tabaco, etc. evidencian una falta de “control” en cierta dirección y el mayor número de desórdenes específicos, tales como el asma, tuberculosis, cáncer, enfermedades nerviosas, etc. indica una interferencia con las condiciones normales del cuerpo, falta de control y funcionamiento imperfecto de los mecanismos humanos con desplazamientos de las diferentes partes de aquel mecanismo, pérdida de vitalidad y su inevitable concomitante, una menor actividad del funcionamiento de todos los órganos vitales. Cuando el sujeto ha llegado a esta condición, los hábitos dañinos quedan establecidos y el grado de resistencia a la enfermedad queda seriamente disminuido.

Para recuperar la salud normal y la potencia en tales casos, lo que yo he llamado “reeducación” es un imperativo absoluto. Este tratamiento empieza, prácticamente en todos los casos, mediante instrucciones en los factores primarios relativos a la erradicación de ideas preconcebidas erróneas relacionadas con los malos hábitos y la coordinación mental y física correcta más simple. Las partes desplazadas del cuerpo deben ser devueltas a sus posiciones apropiadas mediante reeducación en el uso correcto y controlado de los mecanismos musculares. En este proceso, la sangre se purifica, la circulación mejora gradualmente y todas las acumulaciones perniciosas son eliminadas por el masaje interno que es causa y efecto de la actividad vital incrementada por tal reeducación.

Así, la primera etapa en la erradicación de los malos hábitos y desórdenes se alcanza cuando quedan establecidas las condiciones de salud mejoradas. No debe olvidarse que en este proceso de reeducación se da gran valor educativo al control mental. En la ruptura definitiva de las coordinaciones maliciosas o círculos viciosos que han quedado establecidos, se da un nuevo impulso a ciertas funciones intelectuales que habían sido dejadas fuera de juego. La acción refleja que está estableciendo condiciones mórbidas, sólo puede ser controlada y alterada por un deliberado reconocimiento del proceso de guía que la va a substituir y estos nuevos impulsos tienen para la mente consciente , analógicamente, el mismo efecto que el producido sobre el cuerpo por el masaje interno al que se ha hecho antes referencia. Las viejas acumulaciones del pensamiento subconsciente son dispersadas y se deja espacio para nuevas concepciones y comprensiones.

Cuando se ha superado la primera etapa, es igual de fácil casi en cualquier momento de la vida, establecer “buenos” hábitos (“buenos” según el examen de toda

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Notas y ejemplos

nuestra experiencia y conocimiento) como “malos” hábitos. Malos hábitos significa, en el noventa y nueve por ciento de los casos, que la persona implicada ha consentido y se ha permitido intencionadamente, a menudo por ignorancia, ciertas sensaciones, probablemente pensando poco o nada en los males resultantes que pueden originarse de sus concesiones al dominio de los pequeños placeres. Esta relajación descuidada de la razón hace, en primer lugar, el doble de difícil llevar el mando cuando la indulgencia se ha vuelto un hábito. La sensación ha ocupado el trono tan débilmente defendido por la razón y una vez que la sensación ha obtenido el poder, es el más despiadado de los autócratas. Si hemos de mantener la sucesión que es nuestra herencia suprema, debemos antes arrebatar el poder al usurpador y luego restablecer nuestra soberanía, nunca más torpe e indiferente al bienestar de su reino, sino activa, vigilante y atenta a los males resultantes de su vieja política de laissez-faire.

Encuentro que mucha gente parece creer que los principios del control consciente son algún tipo de magia que debe funcionar gracias a algún encantamiento adecuado. Parecen creer que podemos conseguir el control consciente de, digamos, las glándulas secretoras, que podemos ser capaces de dar una orden para secretar más o menos bilis o jugos gástricos, al mando de la mente objetiva. Si tal cosa fuera posible y si yo pudiera dotar a cualquier persona de tal poder mañana, yo sabría perfectamente que si lo hiciera así, estaría firmando la pena de muerte de esa persona; yo podría exactamente igual darle una dosis de veneno. Volviendo a mi metáfora del dictador soberano, usted podría igualmente esperar que un rey ordenara y dirigiera los detalles de las vidas privadas de sus súbditos como espera que la mente consciente ordene y dirija directamente cada función del cuerpo. Si el rey ordena leyes buenas y justas, su política prosperará; los detalles de la organización deben ser dejados a los oficiales inferiores. En el cuidado del cuerpo la organización esta allí, apta y perfectamente ajustada para sus funciones y cuando el poder director del control consciente ha ordenado leyes sanas que deberán establecer la paz y la prosperidad en la asamblea, la organización por fuerza trabajará en armonía para sus fines idóneos y apropiados. Por otro lado, es muy peligroso menospreciar el poder del control consciente que, si bien no debe ser forzado prematuramente ni hacer que se inmiscuya en las funciones automáticas, de ningún modo debe ser infravalorado o limitado.

Por ejemplo, aunque podría no ser posible controlar directamente cada parte por separado de las vísceras abdominales, podemos controlar directamente los músculos de la pared abdominal que encierra las vísceras, y para reducir un abdomen protuberante podemos controlar muchos otros músculos, especialmente aquellos de la espalda que, cuando son empleados y coordinados apropiadamente, ampliando y alterando el tamaño de la espalda, dejarán espacio para el estómago salido, le permitirán ocupar la posición natural de la que ha sido desalojado y así proporcionarán una vez más libre juego a las funciones naturales de las vísceras, que han estado retorcidas y pellizcadas por las posiciones forzadas que han tenido que asumir. Aquí vemos que aunque el control consciente no afecta mediante un proceso de mando directo las funciones automáticas inferiores, es muy peligroso suponer que tales funciones quedan fuera del alcance de mis métodos.

Este peligro fue expuesto ante mí cuando leí en el British Medical Journal de diciembre de 1909, un artículo sobre una faceta de mi enseñanza, aportada por el Dr. S__,30 un antiguo alumno mío.

En este artículo, el Dr. S__ dice:La educación del hombre no siempre demanda instrucción consciente; en ausencia de circunstancias desfavorables, puede aprender mediante la imitación inconsciente de buenos modelos.

Ahora, esto no puede demostrarse que sea falso, pero al mismo tiempo es extraordinariamente desorientador, como voy a demostrar y es igual de eficaz que prescribir champaña y uvas de invernadero a un paciente pobre.

En primer lugar, debemos recordar y el mismo Dr. S__ ha admitido el hecho, que la normalidad es la más rara de las situaciones. Los expertos médicos se

30 “Dr. S__” era el Dr. Scanes Spicer en Addenda de 1911.

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Notas y ejemplos

encuentran con que su más constante fuente de error en el diagnóstico surge de la predisposición a suponer condiciones normales en pacientes cuyas economías internas y coordinación muscular están, de hecho, bien lejos del nivel ideal de proporción e interdependencia. Además si el experto en Fisiología falla en advertir las distorsiones que están trastornando toda la economía, ¿qué institución será nombrada la autoridad suprema que seleccionará los “buenos modelos” para la imitación inconsciente?

En segundo lugar, hemos de contar con el factor psicológico que determina a su vez la cuestión de la validez de la imitación inconsciente. Este factor es la verdad demostrable de que la imitación inconsciente en novecientos noventa y nueve casos entre mil, se fija en las faltas del imitado y desconsidera las virtudes. En la larga experiencia reeducando a muchos profesionales de la escena, hombres y mujeres, en este país, he tenido abundantes oportunidades para observar los métodos del “sobresaliente” destinados a “imitar” a su titular, y mi experiencia invariable ha sido que la imitación subconsciente siempre se ha evidenciado en la reproducción de los errores más prominentes del actor o actriz. La lectura intelectual del papel, las inflexiones de voz más sutiles y los más finos detalles del gesto son pasados por alto y el “sobresaliente” reproduce el “amaneramiento”, todos los trucos obvios del habla, maneras y gesto que son los factores menos esenciales en la verdadera lectura del papel. De nuevo, mi experiencia en casos de tartamudeo me ha demostrado con mucha claridad, especialmente entre chicos y jóvenes, que en la gran mayoría de los casos el tartamudeo empezó con la imitación de otro chico. No encontramos chicos tan aptos para imitar a uno de sus compañeros que hable particularmente bien.

Pero esta imitación de un fallo del habla es subconsciente y no siempre se corregirá naturalmente y la razón de esto quedara clara con una pequeña consideración. Ponga a un hombre a trabajar en una pieza elaborada e intrincada de maquinaria. Dígale que si mueve un conmutador aquí y una manivela allá, se producirán ciertos efectos y se obtendrán ciertos resultados deseados. Los movimientos son simples y el hombre será capaz de controlar el funcionamiento de la máquina por sí mismo con facilidad y acertadamente. Pero supongamos que alguna parte esencial de la máquina está desajustada y que la máquina en lugar de funcionar suave y fácilmente, empieza a saltar e hipar. Nuestro presunto operador está perdido inmediatamente. Ve que algo está mal y que hay una fricción obvia donde antes iba suave; el ruido ha substituido al silencio; pero él no sabe nada sobre el funcionamiento de la máquina salvo los movimientos elementales del conmutador y la manivela en cuyos usos ha sido entrenado. Ahora, él puede hacer estos movimientos una y otra vez; pero la máquina aún da trompicones y nuestro operador bien perdido, no puede hacer nada para eliminar estos defectos. Se ve obligado a permitir a la máquina continuar funcionando mal, si es que funciona.

El chico que hemos puesto como ejemplo de tartamudeo, que ha copiado algún defecto de otro chico y se ha encontrado con que este defecto se ha hecho permanente, está exactamente en la misma posición que el desmañado operador de nuestro ejemplo. Este chico conoce los usos ordinarios de su máquina vocal, que hasta hora ha producido resultados normales, pero no conoce la máquina lo suficiente como para repararla cuando está desajustada; no puede controlar la maquinaria de modo que esta pudiera recuperar su eficiencia previa de una vez. Pero exactamente igual que el operador desmañado podría ser instruido en el mecanismo completo que está supervisando y podría entonces parar la máquina cuando cualquier fallo se hiciera evidente, descubrir la fuente del defecto y corregirlo, así cualquier persona que ha sido instruida en los principios del control consciente será capaz de detectar y detener cualquier error en su mecanismo vocal o en cualquier otro mecanismo corporal, incluso si aquel defecto se originó por debajo del nivel de la conciencia.

Estos notables ejemplos constituyen una analogía firme y segura de los principios de la imitación inconsciente en su aplicación a la Fisiología. Es un hecho que el hombre o mujer perfectamente coordinado, ofrece menos signos a imitar por el observador ordinario que el hombre o mujer que muestra un defecto obvio, igual que el hombre o mujer perfectamente vestido se hace notar menos que aquella gente que muestra alguna exageración en el vestir para atraer la atención. Si actualmente fuéramos capaces de poner el modelo griego ante nuestros hijos, sólo seríamos capaces de mostrarlo ocasionalmente y los poderes de imitación inconscientes del niño calibrarían mucho más rápidamente los defectos notables con los que estará por fuerza en contacto durante la mayor parte de su vida despierta. En un mundo perfecto, la imitación inconsciente no sería capaz de ejercer una mala influencia, y podríamos muy bien dedicarnos a la concepción de un

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Notas y ejemplos

mundo así, pero nunca lo alcanzaremos por ningún otro medio que estos principios de construcción o reconstrucción consciente, razonada, deliberada, sobre los cuales yo he basado la totalidad de mi teoría y práctica.

Y finalmente, hay todavía un peligro grave a tener en cuenta, incluso pudiendo encontrar métodos suficientes en nuestra presente civilización de los que poder aprender mediante imitación inconsciente. Debemos recordar que durante el avance de la civilización, el género humano ha perdido la facultad que llamamos instinto, la facultad que guió al género humano en estado natural y que aún guía al mundo animal inferior. Durante nuestro avance desde esta condición primitiva, el gran defecto en nuestra formación mental, física y educativa ha sido el fracaso en reconocer que la vida civilizada es el lecho de muerte del instinto y que en la vida civilizada, la educación del hombre siempre debe exigir la instrucción consciente. Pues vemos que es en los momentos críticos cuando los hombres fracasan en aprovechar la oportunidad. En un caso como el de Dorando ya citado, vemos como un atleta perfectamente entrenado, un hombre capaz del magnífico esfuerzo que hizo en la gran carrera de la Maratón, fue privado de la victoria por su dependencia en el momento crítico del control inconsciente como opuesto al control consciente que es la tesis de La herencia suprema del hombre. Y cada día se nos recuerda que en momentos críticos, en la crisis de un debate, cuando repentinamente se nos exige decidir sobre una cuestión del momento o cuando nos enfrentamos a un peligro físico aterrador, los hombres “pierden la cabeza” y fracasan. Es especialmente en estos momentos, en las crisis de la vida, cuando los hombres que han sido educados en los principios del control consciente serían capaces de actuar con la misma razón y sentido común que caracteriza sus actos físicos y mentales en los momentos ordinarios de la vida. Si hubieran confiado en la imitación inconsciente, aún dependerían hasta cierto grado, del instinto.

Sin embargo, antes de terminar con la cuestión II, voy a tratar específicamente dos de las enfermedades predominantes de nuestro tiempo, es decir, la curvatura de la columna vertebral y la apendicitis y demostraré como los principios que he enunciado juegan un papel particular en la prevención y cura de estas dos graves dolencias.

2.8.2.1 Mala curvatura de la columna vertebralUn espinazo perfecto es el factor más importante para prevenir aquellas condiciones y usos de la máquina humana que trabajan juntos por la buena salud, aunque comparativamente hay poca gente que no sufra en alguna forma o grado, quizá muy inconscientemente, de una mala curvatura de la columna.

La actitud presente hacia esta señal tan seria de degeneración física sería motivo de burla si no fuera porque el asunto es de una importancia casi trágica y puedo citar en relación con esto una carta mía aparecida en la Pall Mall Gazette el 14 de marzo de 1908.31 Después de tratar sobre otros asuntos diversos que no necesitan ser reproducidos aquí, citaba los siguientes ejemplos de los resultados de nuestra presente actitud:

… en nuestras escuelas y en el ejército, los seres humanos están realmente desarrollando deformidades gracias a los ejercicios respiratorios y físicos. Tengo ante mí un libro sobre ejercicios respiratorios utilizados en el ejército y cualquier persona razonablemente versada en Fisiología y Psicología y sabiendo que ambas son inseparables en la práctica, entenderá enseguida por qué producen tanto daño. Tómese indistintamente a oficiales o a soldados. En mayor o menor grado, se cultivan los pechos altos indebidamente protuberantes (desarrollo de enfisema), las espaldas metidas indebidamente (lordosis), los cuellos tiesos, los tórax rígidos y otras excentricidades físicas. Por esta razón, son tan evidentes en el ejército los problemas de corazón, las venas varicosas, el enfisema y la respiración por la boca (durante el ejercicio). Como éste es un asunto de importancia nacional, estoy preparado para dedicar el tiempo necesario a demostrar a las autoridades (médicas u oficiales) relacionadas con el ejército, las escuelas o los sanatorios que la “respiración profunda” y los ejercicios físicos en boga, están haciendo mucho más mal que bien y están poniendo los cimientos de un problema mucho más grave en el futuro. La verdad es que todos los ejercicios que implican “respiración profunda”, provocan una exageración de la coordinación muscular

31 Nota de CF: Capítulo 1.10 de Artículos y Conferencias, 1995.

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Notas y ejemplos

defectuosa ya presente, de forma que aunque se erradique un mal hábito, se cultivan muchos otros, a menudo más dañinos.

En relación con esto, sólo es necesario señalar los graves efectos de los ejercicios de “respiración profunda” y de educación física que causan desórdenes de garganta y oído, que siguen a la depresión indebida y dañina de la laringe (la compresión de las estructuras de la garganta), ocurriendo esa depresión con cada inspiración y por regla general, con cada espiración. Esta desorganización y la consiguiente tensión en la zona de la garganta, siempre se encuentran exageradas y tienden gradualmente a incrementarse en la gente que sufre de asma, bronquitis y fiebre del heno y la eliminación de los factores causantes de esta tensión y desorganización significa un gran alivio y un progreso gradual hacia la erradicación de estos desórdenes; pero naturalmente, todos los problemas orgánicos deberían ser eliminados en tales casos.

Pero podría decir además que no he examinado hasta ahora ningún método de educación física o respiración que no haya tendido a producir con el tiempo alguna forma de mala curvatura de la columna lumbar directamente dañina. Y nunca he examinado un caso de (supuesta) cura de la mala curvatura espinal, en el que la parte frontal del pecho no haya sido alterada dañinamente y muy a menudo, deformada gravemente. La idea original en el diagnóstico de la mala curvatura espinal que ha llevado a los métodos que producen estos resultados, es “que la actividad de los músculos es necesaria para mantener la columna en posición erecta y en consecuencia, la causa primaria de la escoliosis debe ser buscada entonces, en una función anormal de los músculos que influencian la columna”. Esta es la teoría miopática de Eulenburg, una autoridad cuyos dictados han tenido una influencia importante en la práctica médica.

El error de defender los ejercicios físicos de cualquier tipo, como se entienden en general, en el tratamiento de la curvatura espinal es incluso mayor en el caso de Juan Pérez, que cité en la primera parte de esta obra y a cuyo caso hay que referirse de nuevo en relación con esto. También aquí se trata de la cuestión del reconocimiento consciente correcto y es mucho más notable en el caso de la curvatura espinal que en el ejemplo tratado anteriormente, un caso en el que no había una especial deformación y en el que los ejercicios de tensión muscular que yo deprecaba no trabajaban para acentuar una marcada malformación estructural.

Los factores importantes relacionados con la curvatura espinal son estos:

(a) la columna doblada o curvada y por tanto acortada;

(b) la capacidad interna reducida de la cavidad torácica.

Simplemente, debe prestarse primero atención a enderezar y alargar la columna curvada y acortada. Esto puede hacerlo un manipulador experto que sea capaz de diagnosticar las ideas preconcebidas erróneas de la persona implicada y hacer que el alumno las inhiba mientras emplea la posición de ventaja mecánica. Y esto puede hacerse sin pedirle al alumno que efectúe ni un solo acto de lo que él entiende como físico. Además, si el maestro da las órdenes de guía correctas al alumno y el alumno no hace ningún intento de mantenerse a sí mismo o misma en la posición alargada, se producirá no obstante, un uso tal del mecanismo muscular que asegurará que el torso se mantenga en una posición correcta. Anteriormente la conciencia sobre la acción correcta era errónea, una mera ilusión y los mecanismos musculares han trabajado para echar el cuerpo abajo. La realidad es que en las antiguas condiciones mórbidas que han producido la curvatura, los músculos proporcionados por la naturaleza para el funcionamiento correcto de las partes implicadas habían sido desactivados y el único propósito del método reeducativo que defiendo, es volver a poner en juego estos músculos, no mediante ejercicios físicos, sino por el empleo de una posición de ventaja mecánica y la repetición por parte del alumno de las órdenes mentales de inhibición y guía correctas y de la manipulación y dirección correctas por parte del maestro, hasta que los dos factores psicofísicos se conviertan en un hábito psicofísico establecido.

Durante este proceso de reeducación, el factor (b) no ha sido olvidado. Considerarlo un poco demostrará que cualquier alteración en el espinazo, necesariamente debe afectar la posición y funcionamiento de las costillas. (Bien podría tenerse en mente la analogía de la quilla de una barca y las costillas que se sujetan a ella, para que la siguiente explicación quede clara.) Se verá que como los tejidos musculares mantiene separadas las costillas (análogamente a la borda de la barca),

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Notas y ejemplos

doblar la columna no alabeará las costillas si no se aplica una gran fuerza, fuerza suficiente como para romper el tejido muscular. Pero es evidente igualmente que debe haber algún juego en las costillas para que puedan ajustarse por sí mismas a la nueva posición. Este juego se efectúa en el cuerpo humano (y sería efectuado mecánicamente en las costillas de una barca si poseyeran la suficiente elasticidad) mediante la aproximación de las puntas de las costillas “falsas” y las “flotantes”, es decir, aquellas costillas inferiores que no están sujetas al hueso esternón. Este aplanarse la curva de las costillas y la aproximación de sus extremos libres entre ellas, reduce la cavidad torácica, igual que en nuestro ejemplo de la barca se reduciría su capacidad si estrecháramos la distancia entre las cuadernas por la fuerza. Por otro lado, vemos que incrementando la capacidad torácica y aumentando así la distancia entre los extremos de estas costillas, estamos aplicando un principio mecánico que por la acción inversa tiende a enderezar la columna.

Estas dos acciones, la reeducación de los “Sistemas cinestésicos” y el incremento de la capacidad torácica que aplica un poder mecánico mediante los músculos y costillas para el enderezamiento de la columna, son ambas aspectos de la misma idea central y no son actos separados ni divisibles.

2.8.2.2 ApendicitisEl predominio de la apendicitis siempre me ha parecido una de las pruebas más llamativas de la ineficacia de los métodos actuales de mirar la enfermedad. A veces me pregunto por qué permitimos que se establezcan unas condiciones tan malas como para necesitar extirpar el apéndice. Naturalmente, es bien sabido que la operación se efectúa frecuentemente cuando las condiciones no justifican tales medidas extremas, pero no obstante, han llegado a mi conocimiento casos y no precisamente entre las clases sin educación, en los que los síntomas se han ido agravando tanto a lo largo de los años por los hábitos de vida dañinos, que se ha hecho necesaria la operación mayor. Afortunadamente, hay una parte de la profesión médica que se opone, en campos específicos, a la extirpación del apéndice salvo en casos extremos y esta oposición y la evidencia alegable como la comparativa facilidad con la que puede evitarse la condición exagerada y la curación completa del problema por medios naturales, están haciendo mucho por limitar el ámbito de estos campeones del bisturí que nunca están contentos si no pueden diseccionar el cuerpo vivo.

No puede haber discusión ni sombra de duda de que cuando la estructura completa está apropiadamente coordinada y el ajuste del cuerpo es correcto y está controlado según los principios que he enunciado, es prácticamente imposible tener apendicitis. La causa del problema es el ajuste imperfecto del cuerpo que permite o fuerza a las vísceras abdominales a desplazarse y caer. La primera consecuencia de esto es un cambio de presiones y la pérdida del masaje natural interno, presente en condiciones normales. Esto lleva al estreñimiento, entre otros síntomas y permite la acumulación gradual de venenos tóxicos.

Cuando el problema ya se ha puesto en evidencia y hay alguna posible inflamación del apéndice y sensibilidad en esa región, no es en ningún modo demasiado tarde para aplicar mis métodos. Las nuevas coordinaciones, que en tales casos podrían conseguirse muy deprisa y establecerse más tarde, enseguida eliminan las presiones internas incorrectas y permiten un reajuste natural de las vísceras y ayudan a una rápida recuperación de la condición saludable y normal grandemente acelerada por el masaje interno.

Respecto a este último tratamiento, al que ya me he referido antes en este capítulo, puedo mencionar que muchos alumnos me han preguntado si yo utilizo el masaje interno en mi sistema de reeducación. En mi apartado sobre la Teoría y práctica de la reeducación respiratoria, incluido en la tercera parte, se verá que yo utilizaba esta descripción, como dije, a falta de otra que fuera suficientemente comprensible, pero que el propio principio es lo más importante.32

32 Lo siguiente también aparecía en Addenda terminando el parágrafo anterior: “Como he escrito, estoy discutiendo este tema con el presidente de la Asociación Médica Británica y le he pedido permiso para presentarle las particularidades de un sistema que creo es la forma más eficiente de masaje interno conocida hoy, una forma que no parece que vaya a ser superada en el futuro.”

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Notas y ejemplos

Cuando se coloca a un paciente o alumno en la posición de ventaja mecánica a la que tan a menudo he tenido ocasión de hacer referencia, el manipulador puede garantizar el movimiento máximo de las vísceras abdominales en estricto acuerdo con las leyes de la naturaleza y obtendrá al mismo tiempo un funcionamiento máximo de todos los órganos internos. De este modo, las acumulaciones de productos ajenos se disipan, se alivia el estreñimiento y las vísceras más o menos colapsadas (la causa de todo el problema) se restauran a sus lugares apropiados y recuperan sus funciones naturales.

Como se verá, todas estas cosas son factores esenciales para la prevención y cura de la apendicitis y podría añadir que la aplicación de estos principios en un gran número de casos en los que el médico ha recomendado una operación, ha demostrado concluyentemente el valor de estos para el individuo y para la raza.

La apendicitis, como la gripe, es probablemente casi imposible en el estado natural; es una de las consecuencias de la civilización y de los mecanismos controlados subconscientemente y es posible sólo gracias a las condiciones que hemos desarrollado; y estos problemas y enfermedades adventicios continuarán apareciendo y haciendo su trabajo de destrucción hasta que se reconozca en general la necesidad de sustituir las fuerzas parcialmente reemplazadas que en una etapa salvaje hacen imposibles estas enfermedades, por el control consciente.

2.8.3 ¿Qué signos externos de mejoría se notarán durante el tratamiento?Los signos de mejoría son múltiples y necesariamente varían según la naturaleza del defecto original, pero estableceré aquí algunos de los más característicos, tal como aparecen generalmente en los casos típicos.

En primer lugar, vemos que los defectos característicos del cuerpo, ya sean desplazamientos de alguna parte o partes del mecanismo muscular (en algunos casos incluso desplazamiento de los huesos) o defectos en la postura que provoca alguna tensión inusual sobre un músculo o más comúnmente, sobre un grupo de músculos que no están hechos para soportar tal tensión, todos tienen algunos defectos relacionados con ellos que podrían ser observados por el entendido, como ciertas peculiaridades y anormalidades visibles. Y debemos poner atención particular en relación con esto, al hecho de que estos signos externos están relacionadas con los defectos internos. Ni el signo externo ni los defectos internos son, desde ningún punto de vista, consecuencia uno del otro. La causa original es alguna coordinación o alguna concepción de una función erróneas o imperfectas; el defecto interno y la señal externa son igualmente una consecuencia y un indicador para nosotros.

Como naturalmente debemos esperar, el manual de señales principal se encontrará en la cara. Para mí, éste es el más valioso documento sobre el que están escritas muchas curiosas, intrincadas, a veces alarmantes confesiones. La expresión de los ojos, la mueca de los labios, el dibujo de la frente y los rasgos más pronunciados de los flexibles músculos faciales, son todos señales que el experto podría leer y, para responder la pregunta directamente, uno de los primeros signos externos de mejoría se encontrará en la relajación de la expresión forzada y antinatural resultado de estas contorsiones. Debería ser obvio que no puedo establecer aquí en detalle las contorsiones sintomáticas que acompañan los variados defectos internos, pero uno podría notarse como ejemplo de los demás, aunque distinto.

El caso en cuestión era uno de dilatación del corazón y como tal me fue enviado por un amigo médico y de hecho, aunque éste era el síntoma más alarmante, no era más que uno de los muchos que surgían de causas profundamente establecidas. Al respecto podría indicar que la columna vertebral estaba curvada hacia adentro, cuando el paciente estaba de pie tenía las piernas indebida y muy anormalmente endurecidas, y mantenía la parte superior del pecho muy dañinamente alta; este último síntoma era la influencia que producía lo que en realidad era un efecto terciario, aunque en este caso el más amenazador, a saber, la dilatación del corazón. Ahora, este paciente mostraba ciertas marcas muy curiosas en la cara: primero una expresión general de tensión en los músculos de ojos y mejillas y en segundo lugar, cuatro mellas o huecos muy marcados en la frente. Ciertamente había aquí marcas que el experto podría leer y fue extremadamente interesante

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Notas y ejemplos

notar, a medida que mi tratamiento progresaba y el paciente recuperaba el uso apropiado del cuerpo y la consiguiente vuelta a la salud perfecta, primero la desaparición de la expresión de tensión de los músculos de ojos y cara y en segundo lugar, el gradual relleno de las cuatro marcas de la frente. En este caso, los síntomas originales eran tan marcados que los amigos del paciente comentaron todos el cambio de expresión durante el proceso del tratamiento.

Sin embargo, la cara no es en modo alguno el único indicador. Muchos defectos, al forzar los músculos del cuello y la garganta, conducen a una alteración en la calidad y potencia de la voz. Además, la forma de moverse sin lograr expresar el propósito en la acción muscular, la torpeza, intento indirecto de efectuar un acto sencillo, son ayudas para el diagnóstico tanto del defecto original como del progreso de la cura al volver a su funcionamiento natural y fácil.

También generalmente, observamos un aclaramiento de la piel y de los ojos mientras los defectos son erradicados, mejorías que son debidas a la mejor circulación y la calidad mejorada de la sangre, factores que producen un poder continuamente incrementado en el organismo para purificarse a sí mismo no sólo a través de los intestinos y riñones, sino también a través de la piel.

Finalmente, podríamos notar una mejoría general en el físico, en el porte del cuerpo, en la apariencia general de control razonado coordinado.

Otra prueba curiosa e interesante de que la persona coordinada está alcanzando el control consciente de los usos de su cuerpo, se obtiene observando sus manos cuando caen a los costados en la posición que le llega naturalmente. Puede decirse que hay tres etapas principales a observar en la evolución del hombre en este particular, aunque los grados son muchos y quizá no siempre estrictamente progresivos. La primera etapa puede ser observada en los salvajes inferiores, los hotentotes, los aborígenes australianos y muchas razas en un estado primitivo de desarrollo. Tales ejemplos están de pie con el cuerpo echado atrás desde las caderas, el estómago protuberante y (aquí está la prueba) con las palmas de las manos hacia delante, los codos curvados en los costados, los pulgares apuntando hacia afuera del cuerpo. La segunda etapa es la mostrada en el ciudadano medio de hoy día, quien esta de pie por lo general con las palmas de las manos pegadas al cuerpo, sus codos hacia atrás, los pulgares hacia delante. En la tercera etapa, la persona coordinada apropiadamente está de pie con el dorso de las manos hacia delante, los pulgares hacia dentro y los codos ligeramente doblados hacia atrás. Este es un curioso pero poco conocido examen que, según mi experiencia, nunca ha fallado como indicador de la coordinación muscular imperfecta.

Creo que ahora he respondido con detalle suficiente la en cierto modo amplia intención de estas tres cuestiones, pero para terminar citare un punto más que ha surgido.

Es la cuestión de por qué la gran mayoría de hombres y mujeres respiran desde el estómago o desde la parte superior del pecho y así permiten, entre otros males, que el arco costal se estreche y las costillas flotantes queden apretadas y forzadas. En el caso de muchas mujeres, no puede haber duda de que esto es debido al uso de corsés apretados, que confinan sus costillas y hacen un gran daño general al constreñir el juego natural de las funciones vitales. Pero otra y en mi opinión la causa primaria, es la práctica común de enfajar al niño inmediatamente después de nacer y mantenerlo así aprisionado durante muchos meses de la infancia. La idea de esta práctica es prevenir la hernia en niños varones que estarían sujetos a ataques violentos de llanto o tos, pero la cuestión de la relativa apretura u holgura de estas fajas es dejada en manos de una niñera que, en la gran mayoría de casos, piensa que para “mayor seguridad” hay que llevar al niño innecesariamente apretado. Obviamente, los hábitos primitivos se conservan toda la vida si no son rotos por alguna influencia externa. La adaptabilidad de los organismos jóvenes es tal que el funcionamiento del aparato respiratorio se reajusta rápidamente; pero los males que gradualmente se acumulan en éste y casos similares, no se nos muestran por lo general hasta mucho más tarde en la vida.

Otra causa es cualquier ajuste imperfecto del mecanismo muscular, un error que podría deberse a la educación incorrecta, a la imitación inconsciente o a circunstancias cualesquiera que siempre están presentes en el niño en el sistema fortuito de educación física que obtiene en nuestras guarderías y escuelas.

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Notas y ejemplos

Y con esta nota bien podría concluir el capítulo, pues ningún argumento que pueda adelantar en favor de la consideración cuidadosa de los principios que he expuesto, puede tener tanta fuerza y lógica como el examen más superficial del físico de los niños en nuestras escuelas y de los adultos en nuestras calles. Verdaderamente estamos sufriendo, no sólo en Gran Bretaña sino en los continentes europeo y americano, del fracaso en reconocer que el hombre ya no es un animal natural, cuyos hábitos de vida dependían del desarrollo de la facultad del instinto y que todos los sistemas de educación física (¡y qué diversos son!) deben necesariamente fracasar si no toman en consideración aquel primer y último factor esencial, el uso libre y consciente de la mente que razona y controla.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

3ª parte: Teoría y práctica de un nuevo método de reeducación respiratoriaPublicado por primera vez en marzo de 1907

Cualquiera que dude en expresar lo que él cree la verdad más grande, a menos que esto sea demasiado adelantado para su época, puede tranquilizarse mirando sus actos desde un punto de vista impersonal (...). Por algo siente él simpatía por algunos principios y repugnancia por otros. Con todas sus capacidades, aspiraciones y creencias, él no es un accidente sino un producto de su tiempo. Debe recordar que mientras que él es un descendiente del pasado, es un progenitor del futuro; y que sus pensamientos son como niños nacidos de él, que no podría descuidadamente dejar morir.

HERBERT SPENCER

3.1 IntroducciónPodría interesar a mis lectores saber que el método que he creado es el resultado de una experiencia práctica y única, pues mi conocimiento fue conseguido:

1. mientras intentaba en vano erradicar defectos vocales y respiratorios personales, mediante sistemas reconocidos;

2. mientras ponía en práctica después, ciertos principios originales que me permitieron erradicar estos defectos;

3. mientras hacía demostraciones personales de la aplicación de estos principios desde un punto de vista respiratorio, vocal y que proporciona salud.

Primero impartí el método así desarrollado a pacientes recomendados por médicos durante los diez años previos a junio de 1904. En esa fecha lo di a conocer a los principales médicos londinenses, quienes tras investigarlo, decidieron que el método era, como un doctor dijo: “el más eficiente conocido (por él)”. El método sirve para:

En Educación:

1. la prevención de ciertos defectos citados más adelante;

2. el uso adecuado y correcto de los mecanismos musculares relativos a la respiración.

En Reeducación:

1. la erradicación de ciertos defectos citados más adelante;

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Introducción

2. la coordinación en el uso de los mecanismos musculares relativos a la respiración.

El resultado (2) no es sólo para hacer aquella función eficiente, sino también para asegurar aquella actividad normal y aquel masaje natural de los órganos internos tan necesarios para la actuación adecuada de las funciones vitales y la conservación de una condición apropiada de salud.

F. MATTHIAS ALEXANDERLondres, enero de 1907

3.2 Teoría de la reeducación respiratoriaLas condiciones artificiales de la vida civilizada moderna, entre las cuales está la falta comparativa de ejercicio gratuito al aire libre, conducen al uso inadecuado de la potencia respiratoria. La permisividad con hábitos dañinos de alimentación y postura ha hecho que estos mismos hábitos, gracias a la herencia y a la imitación inconsciente, se vuelvan la “segunda naturaleza” en la gran mayoría de los adultos de hoy día y frecuentemente en los niños, incluso de temprana edad.

Se interfiere enormemente con el vigor normal en la acción de las partes que componen los mecanismos respiratorios; se produce una relajación nerviosa general y la acción se vuelve débil, blanda permanentemente.

Ciertos músculos de los mecanismos torácicos que deberían llevar el mando en la ejecución de los movimientos respiratorios, permanecen completamente inertes en gran parte de la vida, mientras otros, que nunca fueron propuestos por la naturaleza para monopolizar este acto particular, sino sólo para servir como alivio o recambio, son utilizados ellos solos para el acto de respirar.

De ahí surge una condición en la que la postura, la simetría del cuerpo, las elegantes curvas normales de toda la estructura, sufren una alteración y cambio.

Se reducen la capacidad y movilidad del tórax (el pecho), se cambia su forma (particularmente en la región lumbar, las clavículas y los costados inferiores del pecho) de un modo dañino y se desplazan las vísceras abdominales, mientras que al corazón, los pulmones y otros órganos vitales se les permite descolgarse de su posición normal. El inadecuado espacio libre del tórax (lo que significa una disminución explícita de la “capacidad vital”) y el desplazamiento de los órganos vitales dentro de él, son los factores que más entorpecen la actividad natural de las partes implicadas, que por tanto son incapaces de efectuar sus funciones completa y naturalmente. En estas circunstancias, los cambios químicos naturales en el organismo humano no pueden ser los adecuados.

La grave interferencia con los procesos circulatorios y la inadecuada oxigenación de la sangre evita que el sistema sea nutrido y limpiado de impurezas, pues la acción de los procesos de excreción estará impedida y la totalidad del organismo lenta pero continuamente se irá cargando de materia extraña que tarde o temprano causara síntomas agudos de enfermedad.

Se comprenderá en seguida que los defectos enumerados producen un deterioro explícito en la condición de los diferentes órganos del cuerpo y es bien conocido que el poder de resistencia a la enfermedad de un órgano depende de lo adecuado que sea su poder de funcionamiento, que a su vez depende de la adecuada actividad.

Existen registros de que los médicos chinos ya empleaban ejercicios respiratorios en el tratamiento de ciertas enfermedades, dos mil años antes de Cristo. Por tanto es obvio que la gente implicada había alcanzado:

1. una etapa de su evolución que corresponde a la de nuestro tiempo, es decir, que necesitaba reeducación;

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Teoría de la reeducación respiratoria

2. una etapa de observación de causa y efecto similar al de hoy, que los llevaba a ver la necesidad de la reeducación. Tal reeducación es esencial para recuperar las condiciones naturales presentes al nacer en cualquier bebé normal, aunque gradualmente deterioradas bajo las condiciones de la vida moderna.

En los últimos años, los siguientes miembros de la profesión médica han precisado el valor inestimable del cultivo y desarrollo del mecanismo muscular y sus conclusiones han surgido de los resultados prácticos conseguidos por la reeducación respiratoria combinada con el tratamiento médico apropiado.

3.2.1 Opiniones médicas sobre el efecto dañino de la interferencia con los procesos respiratorios y el uso inadecuado de ellos

El Sr. W. Arbuthnot Lane, cirujano del Hospital de Guy, en su conferencia publicada en The Lancet, el 17 de diciembre de 1904, página 1697, arguye que la reducción de la capacidad respiratoria es un factor importante en la disminución de actividad de todos los procesos vitales del cuerpo y que en primera instancia, la inadecuada ventilación y oxigenación es el resultado de una grave alteración en los mecanismos abdominales y después esta ventilación insuficiente daña los procesos digestivos.

El Dr. Hugh A. McCallum, en su conferencia clínica sobre "Visceroptosis" (descolgamiento de las vísceras), publicado en el British Medical Journal el 18 de febrero de 1905, página 345, señala que el noventa por ciento de las mujeres que sufren de neurastenia (agotamiento de la fuerza nerviosa) son víctimas de la visceroptosis y que las condiciones presentes son la mala postura de pie, el uso imperfecto de la zona inferior del tórax y la falta de tono del sistema muscular abdominal lo que lleva a la presión intraabdominal defectuosa. También menciona que el Dr. John Madison Taylor de Filadelfia y Keith de Inglaterra, fueron los dos primeros en señalar que el origen de esta enfermedad empieza en una mala posición y uso del tórax.

En un artículo editorial de The Lancet del 24 de diciembre de 1904, página 1796, aparece este pasaje:Cualesquiera que sean las causas, es cierto que un número creciente de habitantes de la ciudad sufren de estreñimiento y atonía del colon y que las purgas, enemas y masajes no son capaces de prevenir su progreso del estreñimiento a la coprostasis.

3.2.2 ConvalecientesEl valor de la reeducación respiratoria en el tratamiento de los convalecientes fue señalado recientemente (1905) por M. Siredey y M. Rosenthal en un escrito leído en una reunión de la Sociedad Médica de Hospitales francesa.

Un extracto de The Lancet del 18 de febrero de 1905, página 463, dice lo siguiente:Dijeron que la insuficiencia respiratoria era una de las causas de debilidad general que aparece después de una enfermedad aguda. Era fácilmente reconocible por los síntomas siguientes, que el paciente presentaba, a saber, insuficiencia torácica mostrada por la ausencia o deterioro del movimiento del tórax, y la insuficiencia diafragmática mostrada por la inmovilidad o retroceso del abdomen durante la inspiración, una condición encontrada junto con la pseudopleurisis de las bases de los pulmones.

La reeducación respiratoria era, en su opinión, el tratamiento especifico para la insuficiencia respiratoria. En el caso de los convalecientes, producía constantemente un efecto triple progresivo, a saber, expansión del tórax, diuresis e incremento de peso. Promovía en grado notable, la recuperación de las funciones vitales que seguía a la

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Teoría de la reeducación respiratoria

enfermedad aguda y la salud general de los pacientes mejoraba rápidamente. Debía combinarse con otras formas de tratamiento, lo que aumentaba la acción de este último.

El asunto de prevenir la acción defectuosa y recuperar la apropiada llama claramente la atención. Lo siguiente permitirá al lector entender definitivamente lo que es necesario, es decir,

1. En la Prevención. La inculcación de una actitud mental apropiada hacia el acto de respirar en los niños, seguida de aquellas instrucciones detalladas necesarias para la práctica correcta de ejercicios respiratorios tales que mantendrán el uso adecuado y apropiado de los órganos respiratorios.

2. En la Recuperación. Un cuerpo que posee uno u otro o todos los defectos citados previamente, necesitará reeducación para erradicar los defectos provocados por los malos hábitos, etc. y para recuperar una condición apropiada. Como el mecanismo respiratorio ordinariamente está controlado inconscientemente, para recuperar la eficiencia completa en su uso es necesario proceder mediante control consciente hasta que vuelvan las condiciones normales. Después, sobrevendrá el control inconsciente perfeccionado, como existía antes del deterioro respiratorio y físico.

3.3 Errores a evitar y hechos a recordar en la teoría y práctica de la reeducación respiratoriaCada facultad adquiere la idoneidad para su función efectuando su función; y si su función la efectúa un agente substituto, no tiene lugar ninguno de los ajustes naturales requeridos, sino que la naturaleza se deforma para ajustarse a los arreglos artificiales en lugar de a los naturales.

HERBERT SPENCER

Cualquier cosa que sirva para mejorar puede volverse de efectos dañinos por la aplicación necia o el uso inapropiado, y muchas autoridades han hecho referencia a este hecho en relación con los ejercicios respiratorios. Para guiar a mis lectores, detallaré algunos de los resultados dañinos originados por el intento de hacer lo que se conoce como “respiraciones profundas” durante la práctica de ejercicios respiratorios y físicos, según las instrucciones establecidas y el principio defendido en reconocidos sistemas de respiración.

Para empezar voy a señalar que la educación respiratoria o la reeducación respiratoria no saldrá bien si la mente del alumno no está enteramente imbuida con los verdaderos principios que se aplican a la presión atmosférica, el equilibrio del cuerpo, el centro de gravedad y a las posiciones de ventaja mecánica en las que las expansiones y contracciones alternadas del tórax están implicadas. En otras palabras, es esencial tener una actitud mental apropiada hacia la educación o reeducación respiratoria y los actos específicos que constituyen los ejercicios englobados en ella, junto con un conocimiento y un empleo práctico apropiados del verdadero movimiento primario en todos y cada uno de los actos.

Podría advertir que reconocí este factor y lo puse en uso práctico hace más de veinte años, pero ha sido bien pasado por alto o descuidado en otros sistemas formulados antes y desde entonces. De hecho, cuando presenté mi método a importante médicos londinenses, admitieron rápidamente el valor de este factor tan importante y expresaron su sorpresa de que a pesar de su importancia ni siquiera hubiera sido defendido previamente, visto que desde un punto de vista práctico es tan esencial, no sólo en la erradicación de errores o defectos respiratorios (reeducación), sino también en la prevención de ellos (educación).

Entonces, una actitud mental apropiada, repito, es lo más importante. De su desatención surgen muchos defectos serios ordinariamente encontrados en el mecanismo respiratorio de la gente civilizada, que son todos ellos exagerados con la práctica de los “ejercicios respiratorios” acostumbrados.

1. “Sorber” o “boquear”. Si se hace la “respiración profunda” a través de la nariz, se producirá un ruidoso “sorbido” y un colapso de las aletas nasales; y si se

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Errores a evitar y hechos a recordar en la teoría y práctica de la reeducación respiratoria

hace por la boca, un ruido entrecortado. Al alumno no se le ha dicho que si el tórax se expande correctamente, los pulmones enseguida se llenaran de aire por la presión atmosférica, exactamente igual que se llena un fuelle al separar las asas.

Es un hecho bien conocido y muy deplorable que muchos instructores de ejercicios respiratorios y físicos les dicen realmente a sus alumnos que para tomar una mayor cantidad de aire deben “sorber”.

Peor aún, muchos médicos son culpables de instruir de forma semejante a sus pacientes y al hacer una demostración personal de cómo debe hacerse una “respiración profunda”, “sorben” ruidosamente y producen un colapso de las aletas de la nariz, echan la cabeza atrás y desplazan el centro de gravedad. Naturalmente, sólo es necesario recordarles la ley de la presión atmosférica aplicada a la respiración y enseguida reconocen su error.

Tal estado de cosas sirve para mostrar que la ignorancia lamentable prevalece incluso en el siglo veinte en relación con una función tan esencial como la respiración y pensando en ello debemos darnos cuenta de la gravedad de una situación que, desde algunos puntos de vista, es realmente patética.

La mayoría de la gente, al pedirle que haga una “respiración profunda”, procederá a (utilizo las palabras dichas por miles de personas con las que he experimentado) “sorber aire dentro de los pulmones para expandir el pecho”, cuando en realidad, la expansión apropiada del pecho como movimiento primario, hace que las aletas de la nariz se dilaten y los pulmones se llenen instantáneamente de aire debido a la presión atmosférica, sin ningún descenso dañino de presión.

2. Durante este dañino acto de “sorber” se verá que:

(a) se deprime indebidamente la laringe; también el diafragma.

La tensión indebida provocada por este antinatural apretar la laringe y sus accesorios, es sin duda el mayor factor causante de los problemas de garganta, especialmente en lo que a los profesionales de la voz concierne. Esto ha sido demostrado abundantemente por el examen práctico que he hecho durante los pasados doce años. En relación con esto podría mencionar mi éxito en Londres con eminentes miembros de la profesión dramática y vocal, enviados a mí por sus consejeros médicos.

(b) se alza indebidamente la parte alta del pecho y en la mayoría de los casos también los hombros;

(c) se mete indebidamente la espalda en la región lumbar;

(d) generalmente se saca el abdomen y hay un desarreglo anormal de la presión intraabdominal;

(e) se echa la cabeza demasiado atrás y a la vez, el cuello se tensa y acorta indebidamente cuando debería estar perfectamente libre de tensión;

(f) se expanden indebidamente partes del pecho mientras se contraen otras partes que deberían expandirse, particularmente la espalda en la región lumbar;

(g) hay una caída indebida de la parte alta del pecho durante la espiración, lo que aumenta dañinamente la presión intratorácica y así hay un estancamiento de sangre en las venas de finas paredes y en las aurículas y se estorba la acción del corazón;

(h) la indebida depresión de la laringe evita la colocación y movimientos naturales apropiados de la lengua, la abertura adecuada y correcta de la boca para formar la cavidad de resonancia necesaria para la vocalización de la “A” verdadera.

Es bien sabido que la lengua esta sujeta a la laringe y por tanto, cualquier presión indebida de esta última debe necesariamente interferir con los

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Errores a evitar y hechos a recordar en la teoría y práctica de la reeducación respiratoria

movimientos libres y correctos de la primera.

(i) se echa la cabeza atrás para abrir la boca.

Este es un error común, incluso entre los cantantes profesionales; pero considerar por un momento los movimientos de la mandíbula, desde un punto de vista anatómico, demostrará que debería moverse hacia abajo sin esfuerzo y que no es necesario mover la cabeza atrás para efectuar la apertura de la boca bajando la mandíbula, ya que de hecho, el último movimiento se efectuará más rápida y perfectamente si la cabeza permanece recta sin alterar la postura.

Todo usuario de la voz debería aprender a abrir la boca sin echar atrás la cabeza. Aquellos que consigan establecer este hábito obtendrán muchos y variados beneficios.

Es bien conocido que la práctica de ejercicios de “educación física” ha provocado enfisema y se ha sugerido que los ejercicios respiratorios antinaturales también han sido responsables de esa condición. Hago referencia a esto porque quiero demostrar que no sería posible causar un enfisema por el método de educación y reeducación respiratorias que he formulado.

El enfisema puede ser causado por:

1. la reducción de la elasticidad de las celdillas y tejidos pulmonares resultante de la expansión indebida de los pulmones y de ser mantenidos demasiado tiempo en esta posición de expansión;

2. la presión intratorácica indebida sobre los alvéolos, durante un intento de espiración o de algún acto físico, que permanecen llenos de aire como consecuencia de la forma de salir el aire de los pulmones temporalmente cerrados por la aproximación de las cuerdas vocales y las bandas ventriculares.

Si se observan los principios fundamentales de mi método, estas condiciones no pueden presentarse durante la práctica de los ejercicios y por lo tanto, el enfisema no sólo no puede producirse, sino que incluso es probable que se remedie si existía previamente.

En primer lugar, la tendencia indebida a expandir cualquier parte o partes del tórax en particular, con exclusión de las otras partes, se previene con las detalladas instrucciones personales dadas sobre cada ejercicio al aplicarlas a los defectos o peculiaridades individuales del alumno. Además, las ventajas mecánicas en la postura del cuerpo y la del pecho asumida en estos ejercicios, hace que sean ejecutados con un mínimo de esfuerzo y conducen a una expansión uniforme y controlada de la totalidad del tórax. No hay, como ocurre a menudo, una expansión indebida de una parte del pecho, mientras otras partes que deberían compartir esa expansión, están siendo contraídas, una condición que ocurre, por ejemplo, cuando el diafragma se deprime indebidamente en la inspiración. En este último caso hay un hundimiento por encima y debajo de las clavículas, ahuecamiento de la región lumbar de la espalda, protuberancia indebida del abdomen, desplazamiento de las vísceras abdominales, reducción de la altura, depresión indebida de la laringe y el centro de gravedad se envía demasiado atrás.

La característica sorprendente en aquellos que han practicado ejercicios respiratorios ordinarios es una expansión lateral indebida de las costillas inferiores, cuando están presentes muchos o todos los defectos anteriores. Esta expansión excesiva da una amplitud indebida a la parte inferior del pecho y hay miles de niñas que presentan consecuentemente, un aspecto de matronas. Los ejercicios respiratorios impartidos por maestros de canto son particularmente efectivos en provocar esta condición indeseable y dañina.

El principio de guía que debe ser invariablemente mantenido en mente tanto por el maestro como por el alumno, es el de asegurar con el mínimo de esfuerzo, el uso perfecto de las partes componentes de los mecanismos implicados en la respiración y la vocalización. Entonces, tarde o temprano, deberán seguir la movilidad,

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Errores a evitar y hechos a recordar en la teoría y práctica de la reeducación respiratoria

poder, velocidad, control absoluto y manipulación artística adecuadas.

La mayoría de la gente (tanto maestros como alumnos), al pensar o practicar ejercicios respiratorios, tienen una idea fija, a saber, la de provocar una gran expansión del pecho, cuando su apropiada y adecuada contracción es igualmente importante. Ciertamente hay muchos casos en los que el movimiento de espiración necesita más atención que el de inspiración.

La observación cuidadosa demostrará que aquellos que toman aire “sorbiendo” o “boqueando” siempre experimentan una gran dificultad en el control respiratorio al hablar y cantar o durante la ejecución de ejercicios respiratorios. Esto sigue siendo cierto tanto si el aire se expele por la boca o por las fosas nasales y es debido al uso imperfecto del mecanismo torácico y la consecuente pérdida de ventaja mecánica a la que ya me he referido, al final de la inspiración.

Por lo tanto, el poder natural y poderoso de controlar el aire está ausente y su ausencia causa la aproximación indebida de las cuerdas vocales y probablemente de las bandas ventriculares en el esfuerzo por prevenir el escape del aire; aire que una vez liberado en estas condiciones es después de eso controlado inadecuada e imperfectamente.

En el uso vocal hay un aumento considerable de esta falta de control respiratorio, deprimiéndose la parte superior del pecho más rápida y forzadamente durante la vocalización.

Esto no ha de sorprendernos, pues si la ventaja mecánica es esencial para la apropiada expansión del tórax al introducir el aire, es igualmente esencial para el poder de control durante la espiración; y si durante la espiración la parte superior del pecho esta cayendo, esto demuestra claramente que la ventaja indicada no está presente.

3.4 La práctica de la reeducación respiratoriaAl observar el método de la Naturaleza, vemos que en todas partes se obtienen vastos resultados acumulando acciones diminutas.

HERBERT SPENCER

3.4.1 El hábito en relación con las peculiaridades y defectosLas peculiaridades o defectos mentales y físicos de hombres y mujeres, son el resultado del hábito heredado o adquirido y el observador más casual se ha dado cuenta de que ciertas peculiaridades o defectos son característicos de los miembros de una familia en particular, como por ejemplo, en relación con las posturas de pie y sentada, el estilo de caminar, la posición de los hombros y de los omóplatos, el uso del brazo y el uso de los órganos vocales al hablar, etc.

Tales peculiaridades o defectos familiares son adquiridos inconscientemente por los niños, a menudo volviéndose más pronunciados en la segunda generación, siendo tales adquisiciones para bien o para mal según sea el caso. No obstante, me limitaré a enumerar aquellas con una mala tendencia, pues la comprensión de los malos hábitos es esencial para la consideración de los principios educativos adoptados en mi método de reeducación física respiratoria.

Las peculiaridades o defectos principales pueden ser ampliamente indicados como:

1. una actitud mental incorrecta hacia el acto respiratorio;

2. falta de control y uso impropio e inadecuado de las partes componentes de los diferentes mecanismos del cuerpo, extremidades y sistema nervioso;

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La práctica de la reeducación respiratoria

3. postura incorrecta del cuerpo y del pecho y de resultas de esto, los defectos consiguientes en las posturas de pie y sentada, la interferencia con la posición normal y la forma de la columna vertebral así como de las costillas, el arco costal, los órganos vitales y las vísceras abdominales.

La reeducación cuando una u otra o todas estas peculiaridades o defectos están presentes, significa la erradicación de los malos hábitos existentes y lo siguiente indicará algunos de los principios principales sobre los que se basa el método de enseñanza de esta reeducación:

(a) en lo que a la maquinaria humana concierne, la naturaleza no trabaja por partes sino que lo trata todo como una totalidad;

(b) se inculca de una vez por todas una actitud mental apropiada hacia la respiración, para que así todos y cada uno de los actos respiratorios en la práctica de los ejercicios sea el resultado directo de la voluntad, habiendo primero indicado definitivamente al alumno los movimientos primario, secundario y demás necesarios para efectuar apropiadamente tales actos.

Podría resultar interesante mencionar que los doctores en Medicina W. Marcet, F.R.S. y Harry Campbell, B.S. de Londres son de la opinión de que tal voluntad hace una demanda directa sobre los poderes respiratorios, muy alejada de todo esfuerzo físico y con la gran ventaja de que al contrario que este último, no aumenta la producción de productos residuales ni tiende a causar rigidez torácica, retrasando así más o menos los movimientos del pecho. Los experimentos hechos por el Dr. Marcet demuestran que la duración del poder de un hombre para mantener la contracción muscular necesaria para levantar un peso un número determinado de veces, depende de lo que soporten los centros mentales que causan el acto de la voluntad más que de la potencia muscular. Se cita un ejemplo de un hombre que levanto un peso de 4 libras 203 veces y que después de descansar y efectuar movimientos respiratorios forzados, levantó el mismo peso a la misma altura 700 veces.

Sobre el desarrollo muscular y la expansión pectoral, el Dr. Harry Campbell en su libro sobre respiración ha examinado el caso de Sandow.33 Su conclusión resultará interesante. Señala que Sandow decía ser capaz de aumentar la medida del pecho 35 centímetros y medio, es decir, de 122 cm a 157 centímetros y medio de circunferencia. El Dr. Campbell expresó entonces la opinión de que este aumento es casi enteramente el resultado del engrosamiento de los grandes músculos de alrededor del pecho y que más probablemente, el aumento de su estructura ósea pectoral (tórax) no es más que de 5 o 7 centímetros, visto que su “capacidad vital” es sólo de 4,5 litros.

(Durante los últimos diez años, he llamado la atención de los médicos sobre lo engañoso de las mediciones del pecho ordinarias y de los males forjados por el entrenamiento físico y la posición de “firmes” en boga en el ejército y también sobre los efectos dañinos del entrenamiento en nuestras escuelas, donde se hace adoptar una postura a los desafortunados niños que es exactamente la del soldado, cuya característica llamativa es el ahuecamiento indebido y dañino de la columna lumbar y los numerosos defectos que son inseparables de esta postura antinatural.)

Hay tal mejora inmediata en la pose del cuerpo y del pecho cualesquiera que sean las condiciones (exceptuando naturalmente, los defectos estructurales organizados), que queda asegurada una ventaja mecánica valiosa en los movimientos respiratorios y esta mejora gradualmente con la práctica, hasta que el hábito queda establecido y se obedece la ley de la gravedad concerniente al cuerpo humano, como es debido.

La ventaja mecánica aludida es de un valor particular, pues significa la prevención de la caída indebida y dañina de la parte superior del pecho al final de la espiración, que siempre está presente en aquellos que practican los acostumbrados ejercicios respiratorios, siendo entonces el alumno privado de la ventaja

33 Sandow (1867-1925). El titular original dice: “Foto (de Sandow) que muestra el notable poder de la expansión pectoral, que todos pueden poseer siendo educados y entrenados por los mismos métodos”. (Eugen Sandow, Life is Movement, 1919). Las medidas del pecho en discusión fueron mencionadas por primera vez por Sandow en su Strength and How to Obtain It (1905).

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mecánica tan esencial para la ejecución apropiada del siguiente acto de inspiración.

Sigue entonces el debido aumento en los movimientos de expansión y contracción del tórax hasta que estos movimientos son los adecuados y están perfectamente controlados.

Además, estas expansiones son movimientos primarios para asegurar el aumento de la capacidad del pecho necesario para conseguir las oscilaciones normales de la presión atmosférica, sin disminuir indebidamente esa presión, o en otras palabras, proporcionan la oportunidad de llenar de aire los pulmones, mientras las contracciones vencen la presión atmosférica y fuerzan al aire a salir de los pulmones y al mismo tiempo, constituyen el poder controlador de la velocidad y duración de la espiración.

Se previene la disminución excesiva y dañina de la presión del aire en el tracto respiratorio y el consecuente colapso de las aletas nasales, regulando la velocidad respiratoria con la que los pulmones de llenan por la presión atmosférica.

El valor de esto se entenderá enseguida al recordar que tal disminución, que siempre está presente en el modo de respirar “sorbiendo”, causa el colapso de las aletas de la nariz. También tiende a producir la congestión de la membrana mucosa del tracto respiratorio en el sistema del que sorbe, estableciendo el catarro y sus males consiguientes, tales como los desórdenes de garganta, pérdida de voz, bronquitis, asma y otros problemas pulmonares.

Desde la primera lección, el efecto sobre el área esplácnica es tal que se drena la sangre en mayor o menor grado desde ella hasta los pulmones y entonces se distribuye uniformemente a otras partes del cuerpo. La presión intraabdominal aumenta en mayor o menor grado y hay una tendencia gradual al establecimiento permanente de las condiciones normales.

Se desaprobará el uso de fajas o corsés como tratamiento del abdomen protuberante en lugar de la adopción de medidas prácticas para eliminar la causa. Este soporte de la pared abdominal es artificial y dañino, pues tiende a hacer los músculos más flácidos. Debería reeducarse el mecanismo respiratorio, pues esto significará una reeducación o fortalecimiento de los soportes que la naturaleza ha proporcionado. En otras palabras, el hundimiento por encima y debajo de las clavículas y el ahuecamiento indebido de la columna lumbar, los mayores factores que causan indirectamente la protuberancia del abdomen, son eliminados y queda establecida una condición normal de los músculos abdominales. Esto significa una mejoría muy decisiva en la figura y la salud general.

La mejoría de las condiciones abdominales (la posición mejorada de las vísceras abdominales y el desarrollo de los músculos abdominales), es proporcional a la de los movimientos respiratorios, un hecho que puede comprenderse rápidamente cuando señalo que los movimientos de las partes son interdependientes. Si está presente la distensión defectuosa del área esplácnica, se verá que el diafragma está indebidamente bajo en la respiración; y cuando hay una depresión excesiva del diafragma en la respiración, hay una interferencia con el centro de gravedad por el desplazamiento hacia delante y el arqueamiento compensatorio hacia atrás en la región lumbar.

Después de un tiempo, hay tal mejoría en el uso de las partes componentes del mecanismo que la inspiración podría, si se desea, quedar asegurada por la depresión del diafragma, mientras que al mismo tiempo, la condición en el área esplácnica mejora realmente.

La mejoría en el intercambio respiratorio queda asegurada por el aumento gradual de las expansiones y contracciones del tórax, que incrementa la aireación de los pulmones, el abastecimiento de oxígeno y la eliminación de CO2.

La cantidad de aire residual en los pulmones aumenta mucho y siempre que el aire espirado es convertido en una vocal susurrada controlada durante la práctica de los ejercicios respiratorios, se incrementan mucho los beneficios, especialmente aquellos derivados de la duración prolongada del aire en los pulmones y de la

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La práctica de la reeducación respiratoria

presión intratorácica apropiada necesaria para forzar el abastecimiento adecuado de oxígeno a la sangre y la eliminación de la cantidad debida de CO2.

El empleo de estos sonidos susurrados significa el uso apropiado de los órganos vocales en una forma de vocalización poco asociada a los malos hábitos ordinarios y aquella coordinación perfecta de las partes implicadas que es inseparable de la vocalización susurrada controlada.

Hay un rápido aclaramiento de la piel, volviéndose la cara blanca un color natural, y hay una reducción de grasa en el obeso al quemarse esta con la aportación extra de oxígeno.

Esta reducción en peso y talla es a menudo muy notable, así como el desarrollo de los flácidos músculos de la pared abdominal y la mejora consiguiente en la actividad de las partes implicadas.

3.5 Observaciones finalesLo precedente servirá para llamar la atención sobre los efectos beneficiosos y a largo plazo de aquello a lo que me he referido, a falta de un término más satisfactorio y comprensivo, como reeducación respiratoria.

Es un método que sirve para el mantenimiento y recuperación de aquellas condiciones físicas poseídas por todo niño normal cuando nace, cuya presencia asegura un nivel apropiado de salud, la resistencia adecuada a la enfermedad y una potencia de reserva que, si apareciera una enfermedad grave, serviría para cambiar el curso en el momento crítico hacia la recuperación. Asegurar tal condición a una generación significaría la regeneración de la raza humana tal como hoy está constituida; y no tengo dudas en establecer que los resultados conseguidos durante los últimos veinte años y particularmente, durante los últimos trece años en Londres en cooperación con importantes médicos, justifican mi afirmación de que la aplicación práctica de los principios de este nuevo método educativo y reeducativo será inestimable para superar las desventajas y malos hábitos de nuestra vida civilizada artificial y que estos principios demostrarán ser el gran agente para detener con éxito la degeneración física del género humano.

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Apéndices

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Apéndice A: TEXTO DE LA EDICION DE 1910 DE La herencia suprema del hombre, OMITIDO EN EDICIONES POSTERIORES

A.1 “Una Posdata”Había completado mi primer borrador de este pequeño volumen y estaba ocupado haciendo ciertas correcciones y añadidos, cuando recibí el número del British Medical Journal, fechado el 18 de junio de 1910. Los contenidos de este número están dedicados casi exclusivamente a la consideración de la curación mental (y por la fe), con artículos aportados por médicos ingleses tan conocidos como Sir Clifford Allbutt, Sir Henry Morris, H. T. Butlin y William Osler. La coincidencia era notable, pues encontré en este número un epítome de la actitud general hacia la terapia mental, abarcando desde una concepción que yo sólo puedo considerar primitiva, hasta el análisis más destacado y científico; pero el verdadero punto de coincidencia se encontraba en una reseña de un volumen de cincuenta y ocho páginas (Die psychische Krankenbehandlung in ihren Wissenschaftlichen Grundlagen de Berthold Kern, Berlín 1910) de un profesor alemán, un volumen que constituía también el tema de un artículo de fondo. Fue necesario tan sólo un breve estudio de este número del British Medical Journal para convencerme de que debía dedicar otro capítulo a su consideración, pues llegaba como la confirmación más apta de la intención general de mi trabajo y mis escritos, y servirá ahora para ilustrar el hecho de que incluso la más académica de las profesiones va tanteando lentamente por el camino en la dirección que me he esforzado por indicar en esta obra, sin el gravamen de aquel lenguaje complicado y aquellos métodos de pensamiento con los que el escritor científico encubre cautamente su expresión.

Además, la prensa diaria comentó este simposio de opinión médica, en muchos casos extensamente, y no me sorprendió encontrar que los métodos comparativamente lúcidos del periodismo exigían que los escritores debieran en algunos casos pedir una explicación sobre la intención general de estas expresiones médicas y estuvieran fuertemente inclinados a preguntar por qué, si se había tenido conocimiento de curas indudables, no se había hecho ningún intento de aproximarse a las numerosas teorías para encontrar alguna proposición o hipótesis fundamental que pudiera ser aplicada universalmente. Naturalmente, no podíamos esperar que el profano descubriera la pista perdida en la reseña y en el artículo de fondo al que me he referido antes, pues ambas noticias estaban redactadas en términos científicos y circunspectos, y la utilización de titulares en la prensa diaria ha afectado tanto el sentido general de la proporción, que la declaración más alarmante pasa desapercibida si no está suficientemente anunciada y destacada por los recursos de imprenta y redundancias de lenguaje superlativas. Pero antes de echar mano de alguna declaración de estos puntos de vista del profesor Kern que están tan alarmantemente de acuerdo con aquellos que yo he expresado públicamente antes,34 examinaré brevemente una o dos de las opiniones dadas por aquellos médicos eminentes cuyos nombres he dado.

Sir Clifford Allbutt, quien admite empezar a estar “dolorosamente consciente” de que sus reflexiones son”tentativas y no convincentes”, vuelve a caer en los viejos terrenos religiosos a priori y encuentra su argumento principal en las influencias del “Solaz, Reanimación y Reajuste”. Es sinceramente consciente de la generalización al aplicar su teoría y la siguiente cita ilustra con fuerza suficiente cómo se ha visto obligado a rechazar las posibilidades de una hipótesis más amplia al adherirse a una concepción limitadora. Así, al hablar de las fuerzas religiosas, dice:

En el lado espiritual, los fenómenos genuinos incuestionables de Conversión apuntan a tales cambios, a nuevas corrientes tan rápidas y voluminosas como para hacer oscilar al sistema fuera de su posición de equilibrio previa y desplazarlo a alguna distancia mayor. Y si desgraciadamente el nuevo equilibrio es demasiado a menudo transitorio, si es demasiado a menudo el límite de viejos hábitos, arrastra el sistema de nuevo a su posición ordinaria original e inferior, aunque en muchos casos la nueva

34 También en mi folleto “Reeducación de los sistemas cinestésicos”, Londres 1908. (Capítulo 1.12 de Artículos y Conferencias, 1995.)

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posición se mantiene permanentemente.

Aquí la debilidad inherente recae en la frase que he puesto en cursiva. El lector que ha seguido mis argumentos a través de este pequeño trabajo, verá enseguida que el método de curación por la fe o conversión de Sir Clifford Allbutt, no afecta generalmente a la mente objetiva en su relación con las funciones corporales. El cambio del hábito no es permanente en la mayoría de los casos e incluso en los restantes en los que persiste una nueva perspectiva, no es más que un cambio de un hábito a otro, no estando el nuevo hábito bajo control consciente objetivo más que el antiguo.

Sir Henry Morris encuentra una base de “sugestión” común a todas las teorías de mesmerismo, hipnotismo, magnetismo animal, curación mental, curación por la fe y Ciencia Cristiana y define “sugestión” como “la influencia fortalecedora de una idea”, pero es analítico en lugar de sintético. Estoy de acuerdo con mucho de lo que escribe, especialmente en lo relacionado con lo que él llama ”la Mentira Creativa”, la declaración o sugestión infundadas que se convierten en la base de una moda, un miedo o un credo, según sea el caso; pero todo el artículo, aunque erudito, es principalmente destructivo y materialmente inútil y bajo todo ello yace aparentemente, aquella concepción del “subconsciente” que yo he intentado debatir en mi tercer capítulo.

El Dr. H. T. Butlin, aunque está dispuesto a admitir que “un caso de enfermedad orgánica verdadera puede ser curado” (la cursiva es mía), parece que siempre ve la fe como el agente y por esta razón no voy a discutir aquí su artículo, ya que caerá bajo el examen general de lo que debe ser entendido por ese vago término de “fe” y la misma crítica se aplica también a la contribución del Dr. William Osler.

Un resumen de este y otros artículos de médicos prominentes puede encontrarse en la cita siguiente de uno de nuestros principales periódicos matutinos: “La tendencia general del pensamiento científico y médico se aleja cada vez más de las teorías materiales precisamente ahora, y donde hace pocos años la profesión médica al completo recusaba firmemente considerar cualquier forma de tratamiento cuyos factores esenciales no pudieran ser manejados en forma de aparatos o medidos en la balanza como las drogas, encontramos ahora que el péndulo del pensamiento médico vuelve a las ideas de la curación mental y espiritual”. No puedo sino expresar mi admiración por la dirección en que se establece el movimiento pendular y expresar a la vez mi pesar por estar éste retenido por todos los viejos impedimentos y la rigidez de las ideas preconcebidas académicas y los métodos científicos. Podemos ver con suficiente sencillez en este simposio de opinión que, casi en contra de su deseo, la profesión médica ha sido forzada a admitir que curaciones que en tiempos más ignorantes se habrían llamado milagrosas, han sido efectuadas por agentes mentales, que incluso enfermedades orgánicas como el cáncer han sido eliminadas sin operaciones o el uso de drogas. Pero además, temerariamente, hay una inclinación hacia alguna antigua forma de explicación. La fe, la sugestión, la idea del subconsciente que es otra forma de alma o espíritu, son expuestas para explicar aquellas cosas que parecen inexplicables para las hipótesis puramente materiales; pero no he encontrado ninguna teoría en los artículos que he puesto de ejemplo, que exponga alguna explicación de los fenómenos que razonablemente debe suponerse explican estos variados orígenes; ni uno sólo de estos eminentes articulistas ha sido capaz de señalar con el dedo algún factor común.

Aún así, nos enfrentamos a una palabra que es dominante y por su repetición puede producir un efecto sobre la mente de todos los lectores, ya sea de este número del British Medical Journal o de las variadas noticias que desde entonces han aparecido en la prensa diaria. Esa palabra es “fe” y debido a que es tan prominente y tan poco comprendida, me parece esencial que dé alguna explicación sobre ella a la luz de mis propios principios.

En primer lugar, es quizá muy necesario que señale que la fe en este sentido, no necesita estar aliada a ninguna idea o credo religioso. Es cierto que es la forma que nos es más familiar en la curación mental, y las asociaciones que se agrupan alrededor de la palabra misma, comúnmente nos inducen a conectarla con las ideas que han tenido tan amplia y general influencia en el pensamiento del género humano en todas las etapas de la civilización. Pero ahora tenemos abundante evidencia frente a nosotros de que en la curación, lo que es de primera importancia es la actitud de la mente, y que la fe es tan efectiva cuando se dirige hacia la persona del sanador, una droga o las propiedades médicas que supuestamente posee un vaso de agua pura, como cuando se dirige a una creencia en algún agente

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supremo. Este hecho es indiscutible y es sólo porque la última forma de fe está tan ampliamente extendida, por cuanto la propia esencia de todas las religiones necesita que se ejercite esta cualidad, que este agente ha efectuado un número bien desproporcionado de curas con respecto a aquellas conseguidas por la fe en algún objeto puramente material. Por tanto, lo que yo aquí entiendo por fe es su ejercicio en el sentido más amplio sin ninguna restricción de credo.

Hasta donde podemos analizar lo que llamamos un acto de fe en los procesos mentales, parecería ser operativo en dos direcciones. La primera es puramente emocional. El paciente, creyendo de todo corazón que va a ser librado de su dolor o enfermedad por algún agente supremo o material, experimenta una sensación de profunda liberación y alegría. Él entiende y cree que sin esfuerzo por su parte será curado por un milagro aparente y el efecto sobre él es el de producir una fuerte felicidad emocional aunque evanescente. En esto tenemos un exacto paralelismo entre el paciente cuya curación es física y material y el converso cuya cura es espiritual. Ahora es conocido ampliamente por los científicos y por la profesión médica en general, que esta condición de felicidad es una condición ideal para el sufridor, que no sólo es la condición mental que más ayuda sino que realmente produce cambios químicos en la constitución física, los cambios más saludables para producir una condición vital de la sangre y de ahí en los organismos.

La segunda dirección en que este acto de fe opera es en romper todo un conjunto de hábitos mentales y sustituirlos por un conjunto nuevo. Los nuevos hábitos pueden o no ser beneficiosos de partida, aparte del efecto producido por el estado emocional (que difícilmente es mantenido durante un largo periodo), pero incluso así, la ruptura de los viejos hábitos de pensamiento produce tal efecto, que en algunos casos influenciará el arreglo completo de las células que forman los tejidos y disipará una condición mórbida como el cáncer.

Así vemos que esto llamado acto de fe es puramente material en su acción y no hay ninguna razón por la que debamos recurrir a ello para producir los mismos y mayores efectos. Algunos objetores podrían preguntar quizá, por qué debemos intentar desechar el acto de fe, si indudablemente produce estas condiciones ideales en algunos casos. La respuesta es obvia. La curación por la fe es peligrosa en su práctica e incierta en sus resultados. Es peligrosa porque en la mayoría de los casos, los que la profesan buscan en primer lugar aliviar el dolor, lo que puede hacerse dejando la enfermedad misma sin tocar y, como ya he señalado en este ejemplar, en tales casos la enfermedad continuará y eventualmente matará al paciente, incluso aunque él pueda ser capaz de vencer al dolor. La curación por la fe es incierta en sus resultados porque además del peligro que acabo de mencionar, meramente sustituye un hábito de pensamiento incontrolado por otro. Al principio el nuevo hábito, por ser nuevo, puede proporcionar un cambio a una condición mejor, pero si permanece se volverá a su vez estereotipado y puede conducir finalmente a una condición mórbida exactamente igual que el antiguo hábito mental que ha sustituido. Por estas razones que creo son suficientemente tajantes, deseo seriamente ver dejadas de lado todas las concepciones presentes que rodean esta profesión de la curación por la fe, para que podamos llegar a un proceso sano y razonado de terapéutica mental. Volvamos ahora por un momento a los pronunciamientos del profesor Kern.35 Omitiendo los aspectos filosóficos de su teoría, empezaré citando un pasaje de la tercera columna del artículo en la página 1499 el número al que he hecho referencia, como sigue:

... desechando cualquier teoría de interacción ingenua, él (profesor Kern) mantiene firmemente que hay en acción una transformación continua de los procesos mentales en corporales durante toda nuestra vida. “Los procesos mentales, después de haberse desarrollado, hacerse familiares y habituales, se vuelven automáticos y finalmente puramente corporales y mecánicos.”

Sobre este punto creo que ya he insistido suficientemente y necesito interrumpir mi cita sólo para recalcar la similitud de pensamiento entre las opiniones del profesor Kern y aquellas que yo había expresado antes de leer esta noticia. Llegamos ahora a la cuestión del tratamiento que el escritor expone así:

35 Desdichadamente, no he sido capaz de conseguir ninguna traducción al Inglés del trabajo citado antes y por tanto debo confiar en la muy competente exposición del primer redactor y del articulista publicada en el British Medical Journal, del 18 de junio de 1910.

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Volviendo a la aplicación de su teoría de la terapia mental, el profesor Kern discute los medios o métodos de la psicoterapia, la naturaleza de su acción y las indicaciones y condiciones para su empleo. Primero con respecto a las medidas terapéuticas y aceptando el hecho de que el punto de aplicación de la psicoterapia es la vida ideal, el profesor Kern establece firmemente que una clara distinción entre terapia psíquica y somática es imposible, visto que las series corporales y mentales son al final iguales y que la terapia psíquica debe por tanto confiar en el empleo de medios físicos de uno u otro orden. La única diferencia entre psicoterapia y somatoterapia recae en el hecho de que la primera pretende ajustar e influenciar la conciencia del sujeto, mientras que la última no lo hace. Por tanto, entre los medios terapéuticos el profesor Kern incluye todos los estímulos... que son capaces de poner en acción a algunas o inhibir a otras, vías neurocerebrales que, ya sea por uso racial o individual, han adquirido ciertas asociaciones y valores memoriales o emocionales y que vistos subjetivamente, son de carácter consciente o mental. Se observará que el uso que es también la esencia de la recolección, proporciona al profesor Kern no sólo la guía para los medios de la psicoterapia, sino también la explicación fundamental de su acción; es decir, la psicoterapia debe actuar mediante el empleo de estímulos físicos elegidos definida y cuidadosamente, que excitan los complejos neurocerebrales poseyendo valores conscientes marcados y particularmente emocionales de servicio al individuo.

Esto es, con muy pocas excepciones, meramente una afirmación científica de la teoría que yo he expuesto y necesito sólo confirmar el parecido mediante una nota más del libro del profesor Kern, esta vez una traducción de un corto pasaje proporcionado por el autor del artículo de fondo del British Medical Journal:

No tenemos aquí mera coordinación ni mero paralelismo, sino transformación. La antítesis supuesta, la diferencia de clase entre procesos mentales y corporales se desvanece en nuestras manos y su naturaleza idéntica nos impele irresistiblemente si somos suficientemente sin-prejuicios y no estamos autodecepcionados por concepciones falsas, tales como “pensamiento inconsciente” y cosas por el estilo.

Parece entonces que la teoría del profesor Kern es la misma en todo lo esencial a aquella que yo he sostenido durante muchos años, sobre la cual he basado los principios de mi práctica y que por tanto, he sometido a la única prueba. Mi experiencia durante diecisiete años ha sido sin duda pequeña y quizá no puede proporcionarse una prueba mejor del trabajo con éxito de la teoría al aplicarse a los hechos de la vida física, que la edición de este ejemplar y mi propio encarecido deseo de que los principios y detalles de mis métodos deban ser dados a conocer más ampliamente en un futuro próximo.[El último parágrafo de esta posdata termina el capítulo 2.4, “Los procesos de guía-control consciente” (“Es esencial...”) Alexander también cita al profesor Kern en este mismo capítulo, en la nota 23.]

A.2 Folleto de 1908: “Reeducación de los sistemas cinestésicos”Diciembre de 1908

Las doctrinas de la acción antagonista y la ventaja mecánicaEn el proceso de crear una coordinación, un factor psicofísico proporciona una posición de rigidez mediante la cual las partes móviles son mantenidas en el modo en que su función es llevada a cabo.

Este factor psicofísico constituye también una condición estable y firme que permite al Agente Directivo de la esfera de la conciencia discriminar la acción de los agentes cinestésicos y de movimiento, que debe mantener sin ninguna interferencia o discontinuidad.

La condición completa que así obtiene, es denominada por ello, “acción antagonista” y la actitud de rigidez, esencial como factor en el proceso, se llama la posición de “ventaja mecánica”.

Presentación de principios y leyes ejemplificados en el método del Sr. F. Matthias Alexander de reeducación de los sistemas cinestésicos (percepción sensorial

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Apéndices

del movimiento muscular) relativos al desarrollo de un bienestar físico robusto36

Mediante este proceso de reeducación, se hace una instalación efectiva de los sistemas musculares reflejos implicados gracias a la creación de un poder directivo inteligente por parte del individuo, eliminando así una cinestesia tosca e inútil que debe considerarse pervertida o deformada, y estableciendo una de función válida y segura.

Mediante el empleo preliminar y temporal de un grupo de ejercicios de naturaleza ideo-motriz, se asegura gradualmente la inducción de una actividad sensoriomotora automática, mediante la cual los movimientos y posturas corporales correctos y saludables son siempre seguros sin más atención por parte del individuo, excepto aquella que un muy breve ejercicio diario pudiera demandar.

Para explicar el propósito así definido y el modo en que se alcanzará ese propósito, la observación del estudiante se dirige a los siguientes postulados:

1. que cuando en el ser humano hay presentes defectos en el equilibrio del cuerpo, en la pose del pecho, en el uso de los mecanismos musculares y en el equilibrio, la condición así evidenciada es una rigidez indebida de partes de los mecanismos musculares asociada con la flacidez indebida de otras. Esta rigidez indebida se encuentra siempre en aquellas partes de los mecanismos musculares que son forzadas a efectuar deberes distintos de los pretendidos por la naturaleza y están consecuentemente mal adaptados para su función.

Herbert Spencer escribe:Cada facultad adquiere la destreza para su función efectuando su función; y si su función es efectuada por un agente substituto, no tendrá lugar ninguno de los ajustes naturales requeridos, sino que la naturaleza se deformará para ajustarse a los arreglos artificiales en lugar de hacerlo a los naturales.

2. que es esencial al iniciar la reeducación, producir la relajación de las partes indebidamente rígidas de los mecanismos musculares para asegurar el uso correcto de las partes empleadas inadecuadamente y mal coordinadas.

En una publicación previa (julio de 1908), “Por qué los ejercicios de respiración profunda y educación física hacen más mal que bien”, he explicado ampliamente que los ejercicios físicos tal como se entiende hoy día la educación física, en realidad aumentan en los sujetos defectuosos, esa rigidez cuya eliminación es de importancia primaria y vital.

3. que todo esfuerzo consciente ejercido en tentativas de acción física causa, en la gran mayoría de la gente de hoy, tal tensión del sistema muscular implicado como para conducir a la exageración en lugar de a la erradicación de los defectos ya presentes.

Podría citar como ejemplos de tales defectos, el mal equilibrio del cuerpo y la mala pose del pecho, el equilibrio inestable (por ejemplo, la incapacidad de mantener el equilibrio durante movimientos simples), el esfuerzo excesivo o el uso incorrecto de partes aisladas del sistema muscular (tales como el apretar hacia abajo continuamente las estructuras de la garganta por la tensión colocada sobre la laringe y la depresión indebida de ese órgano) y la ejecución de funciones por una parte que otra desempeña más apropiadamente (como cuando los brazos y el cuello se endurecen al efectuar actos que en propiedad necesitan la coordinación perfecta de los mecanismos musculares de la espalda. Los cuellos y brazos rígidos de la gente de hoy día son signos y síntomas externos del desarrollo imperfecto y la falta de coordinación del sistema muscular de la espalda y la columna vertebral. Tal condición aún es alentada y desarrollada día a día en los niños de nuestras escuelas.)

36 Nota de CF: Empezaba con la cita de Huxley y el párrafo que inicia la Segunda Parte de este libro.

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Apéndices

4. que un esfuerzo directamente consciente en la ejecución de los ejercicios empleados en las etapas tempranas de la reeducación (a) implica que el alumno confía en sus propias falsas sensaciones (es decir, él está dándose cuenta de sus sensaciones) como guía para la correcta ejecución de tales ejercicios, guía que las sensaciones incoherentes y a menudo absolutamente desorientadoras del sujeto imperfectamente coordinado no tienen el poder de dar; y (b) produce, como resultado de la tensión inducida por tal esfuerzo, la rigidez torácica y la falta de aliento, una haciendo imposible la correcta ejecución de los ejercicios y la otra interfiriendo con las fuerzas de control implicadas.

5. que es dañino para el maestro y el alumno igualmente, si al último se le hace adoptar, durante los ejercicios, lo que usualmente se considera la posición de pie correcta. Es obvio que la misma posición no puede ser correcta para todo ser humano, ni incluso para todos los que están bien coordinados.

Por ejemplo, considere el caso de un chico que va muy encorvado y combina un hundimiento por encima y debajo de las clavículas con los omóplatos anormalmente salidos. Si se le dice que “se ponga recto”, él hará enseguida un esfuerzo físico indebido para cumplir la orden dada tan toscamente, con el resultado de que los hombros serán echados hacia atrás-arriba, los omóplatos aún sobresaldrán más y las partes frontal y superior del pecho se elevarán y expandirán indebidamente. También habrá un estrechamiento, un hundimiento y una flojera de la zona dorsal inferior y torácica posterior con las correspondientes sacar hacia fuera fija y rigidez de la pared frontal del pecho, el arqueado indebido de la columna lumbar, el acortamiento del cuerpo y el dañino endurecimiento de brazos y cuello; en lugar de una completa, amplia y firme espalda con la libre movilidad de las paredes del pecho, con el resultado de una curvatura normal de la región lumbar y el alargamiento comparativo de la columna vertebral. Con los brazos colgando en vertical, la posición relativa de esa parte del tórax en la que están situados los pulmones se verá por delante de los brazos en lugar de estar, como debería ser, tras ellos. En tal posición, el chico se siente desamparado y se cansa rápidamente debido a la coordinación imperfecta y cualquier intento de acostumbrarlo a esta postura erecta dará finalmente como resultado deterioro en lugar de mejoría.

Ahora, el estrechamiento y arqueado de la espalda al que ya me he referido, es exactamente lo contrario de lo que requiere la naturaleza y a lo obtenido en la reeducación, a saber, el ensanchamiento de la espalda y una posición más normal y extendida de la columna vertebral. Además, si se aseguran primero estas condiciones de la espalda, el cuello y los brazos no se envararán más y se erradicarán los otros errores.

6. que para prevenir los males enunciados en los últimos dos postulados, el maestro debe colocar él mismo al alumno en una posición de ventaja mecánica, desde la cual el alumno, mediante la mera repetición de las órdenes que el maestro le dictará, puede asegurar la postura específicamente correcta para él, aunque no es consciente, todavía, de cual es esa postura.

Añado un ejemplo simple de lo que quiere decir ventaja mecánica. Siéntese al alumno lo más atrás posible en la silla. El maestro, habiendo decidido las órdenes necesarias para asegurar la elongación de la columna vertebral, la libertad del cuello (es decir, la laxitud natural precisa) y otras condiciones para el caso particular entre manos, pedirá entonces al alumno que las recite mentalmente, a la vez que le proporciona ayuda con el diestro uso de sus manos. Entonces, sosteniendo con una mano uno a dos libros, según convenga, contra el respaldo interior de la silla, confiará al alumno el recitar mentalmente las órdenes necesarias para mantener y mejorar las condiciones presentes, mientras él, con la otra mano colocada sobre el hombro del alumno, le hará inclinar el cuerpo gradualmente hacia atrás hasta que su peso sea soportado por el respaldo de la silla. Los omóplatos, naturalmente, descansarán contra los libros.

7. que las órdenes que dictará el maestro y recitará el alumno mentalmente, son de dos clases:

a. concernientes a la inhibición precisa

b. concernientes a la ejecución precisa

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Apéndices

Podría explicar brevemente (a) estableciendo que el maestro tendrá que manejar los movimientos incorrectos efectuados inconscientemente. Estos movimientos que aparecen en el momento en que él dicta las órdenes necesarias para producir la coordinación de las diferentes partes del mecanismo, se sustentan por sí mismos y se vuelven primarios e impiden la ejecución de los movimientos correctos y coordinados como se ordenaban. Por lo tanto, es tan necesario ordenar la inhibición de los actos efectuados incorrecta e inconscientemente como dar órdenes que asegurarán el uso coordinado de los mecanismos involucrados. Por lo tanto, cuando el maestro ha descubierto los errores cometidos inconscientemente por el alumno cuando empieza a recitar las ordenes correctas, dirigirá la atención a ellos y dará la orden precisa relativa a lo que no se va a hacer, por ejemplo, el mal hábito particular, quizá de toda la vida. Esta orden negativa debe preceder a todas las órdenes positivas. En otras palabras, la orden u órdenes relativas a lo que no se va a hacer, han de ser consideradas primarias y aquellas relativas a lo que se va a hacer, secundarias.

8. Que para asegurar los resultados deseados, es esencial enseñar al alumno a recitar las órdenes dictadas, no hacer ejercicios, es decir, dedicar su atención a comprender las instrucciones de su maestro, aquellos medios por los cuales obtendrá lo que necesita y no, como él será capaz de hacer, concentrar sus pensamientos en el fin buscado. Las órdenes con necesariamente anteriores a su ejecución y si aquellas dictadas por el maestro son correctas para el caso particular entre manos, la realización mental por parte del alumno, irá seguida automáticamente de su correcta ejecución, una asociación coordinada con los impulsos ideo-motores.

No obstante, es importante recordar que al recitar las órdenes dictadas por su maestro, el alumno sin formación no las asentirá simplemente, sino que creerá que las ha efectuado de la forma deseada. Es más, aunque su actitud mental pudiera ser correcta y también su recitación de las órdenes, el hábito de toda la vida demostrará ser demasiado fuerte y él no estará contento hasta que sea consciente de las impresiones, por muy falaces que estas puedan ser, de que él ha cumplido las instrucciones recibidas. Naturalmente, esto significa que él está confiando de nuevo en su propio juicio imperfecto, volviendo así a sus viejos malos hábitos. Ahora, él no debe dar su propia interpretación a las instrucciones dadas por el maestro, pues tal interpretación saldría de las sensaciones erróneas que él estaba acostumbrado a experimentar en su estado de imperfectamente educado, ni debe, al principio, hacer ningún esfuerzo por quedarse satisfecho sobre si el ejercicio ha sido efectuado correctamente. Hasta que sus poderes de percepción muscular reconozcan infaliblemente las nuevas coordinaciones musculares correctas, él debe ser guiado únicamente por su maestro y debe aprender a recitar las instrucciones que recibe sin intentar (tal como él lo entiende) llevarlas a cabo. Con un alumno que está mentalmente receptivo y que emplea adecuadamente su poder de inhibición previamente a la recitación correcta de las órdenes, un maestro hábil casi puede hacer milagros. Con el tiempo, el alumno coloca su sistema muscular entero bajo el control de su voluntad consciente, dirigiéndose a sí mismo sólo de acuerdo a la sugerencia suministrada por las órdenes del maestro.

Mucho se ha oído durante los últimos años del deterioro físico y se han hecho múltiples sugerencias sobre sus causas y los remedios a adoptar. El asunto es sencillo.

Los sistemas cinestésicos implicados en los movimientos y posturas corporales correctos y saludables se han desmoralizado por los hábitos engendrados en el aula escolar mediante la limitación forzada en un tiempo en que la actividad natural debería haber sido animada y dirigida científicamente y en las posiciones agachadas necesarias para un trabajo de escritorio inútil e irracional. Los sistemas muscular y nervioso, los mecanismos de existencia física se han deteriorado por la falta de actividad de las maneras correctas y por el fracaso del flujo circulatorio, viciado por su incapacidad de asegurar la cooperación plena de las funciones respiratorias del todo importantes, para mantener la actividad metabólica dadora de salud.

El método de reeducación de los sistemas cinestésicos implicados en el desarrollo y la continuación asegurada del bienestar físico vigoroso que está aquí

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Apéndices

explicado, es ofrecido como un medio efectivo y racional de eliminar los efectos de aquellos modos de existencia erróneos de niños y adolescentes a los que se ha hecho referencia, ya que ello asegura la ejecución, por cada parte del mecanismo muscular, de su propia función específica con la apropiada coordinación con las demás partes.

Apéndice B: UN CASO DE HISTORIAL DE Conscious Control (1912), OMITIDO EN EDICIONES POSTERIORESEn relación con esto, puedo dar detalles significativos de uno de los casos más interesantes al que he tenido el privilegio de ayudar, el de una mujer, A. C., que tenía 32 años de edad cuando vino a verme, tullida de nacimiento, que nunca había andado sin ayuda hasta que fue tratada por mí con mi método durante muchos meses.

Durante los seis años anteriores a venir a verme, ella había estado al cuidado de uno de los especialistas ortopédicos más conocidos de Londres. El tratamiento incluía llevar bárbaros “hierros” día y noche y un aún más bárbaro montaje de pesadas pesas movidas con poleas y sujetas a los pies de la paciente para evitar la contracción automática de las piernas de la que sufría la paciente entre otras cosas. Le quité los hierros y el tratamiento de tortura fue suspendido sine die. La paciente, ahora una alumna, es capaz de andar sin ninguna ayuda todo lo que quiera (aún imperfectamente en marzo de 1912, pero que incuestionablemente lo hará). También ha tenido una mejoría mental sorprendente. [En Conscious Control esta era la frase que empezaba por “Mi método...” (aquí en el capítulo 2.4, dentro del segundo párrafo después del ejemplo del bombero).]

Apéndice C: TEXTO OMITIDO EN LA EDICIÓN DE 1946, PERO QUE APARECÍA EN LAS EDICIONES DE 1918 Y 1941

C.1 Octavo parágrafo del capítulo 1.8, tal como apareció impresoEn este momento, las grandes naciones europeas están emergiendo del conflicto de fuerza más terrorífico nunca recordado, mientras en Norteamérica, una tierra de paz, se está siendo testigo del conflicto de opinión probablemente más amargamente debatido nunca, experimentado sobre la conducta, política y deber de la nación estadounidense en lo concerniente al Viejo Mundo.(Esto fue escrito antes de la intervención estadounidense en la guerra.)

C.2 Texto que aparecía al final del apartado 1.8.2 (tras el párrafo “Volviendo ahora...” y antes de la posdata del capítulo 1.8)Entonces, ¿puede uno dudar razonablemente de que la nación alemana sufre de alguna forma de autohipnosis ante la evidencia de la casi patética creencia aparentemente puesta aún en la campaña de “horror”? El propio pueblo alemán está asustado (un síntoma inevitable de ciertas formas de monomanía) de las horribles artimañas que ellos mismos están utilizando y ninguna evidencia puede convencerles del hecho de que el plan de aterrorizar a sus enemigos no sólo falla sino que pende sobre sus cabezas. Ni las incursiones nocturnas del zeppelín ni con las incursiones diurnas marítimas intimidan a Londres (hablo por experiencia). Los habitantes de Londres no se amilanan bajo estas terribles aflicciones ni piden la paz; al contrario, cada incidente horrible despierta de nuevo su determinación de prevenir, si es posible, una repetición de tal salvajismo en la historia del mundo. Cualquier nación cuerda ha debido darse cuenta de este hecho hace dieciocho meses; Alemania, ciega y rígida en el trance de su propia autohipnosis, aún se tambalea hacia su propia destrucción.

En la dirección opuesta, es interesante notar los métodos británicos. En su caso, no podemos encontrar un esfuerzo claro por la centralización y la organización. La

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Apéndices

política general de la nación tanto interior como internacional, tenía aquel aire casual citado comúnmente como una característica del método inglés en general. Vemos una casi completa incapacidad para gobernar o incluso dirigir aquel país de Irlanda aún en gran parte regido subconscientemente. Presenciamos los más asombrosos desatinos de la política relativa a los países extranjeros (véase la cesión de Heligoland de Lord Salisbury a Alemania en 1890, la maniobra de Gladstone de la primera guerra de los Bóers y una docena de otros ejemplos) e incluso relativa al tratamiento de las propias colonias británicas mientras los sistemas educativos y administrativos internos eran el resultado de un método de prueba y error que a veces era bien desastroso.

Los británicos poseen una clase particular de empirismo. Están preparados para reírse y criticar sus propios defectos. Por ejemplo, admiten bien fácilmente que ellos “patinaron” en la guerra de los Bóers y que se han equivocado una y otra vez (más destructivamente en Gallipoli) en la actual campaña. Su crítica de la rigidez de sus propios métodos militares, es una prueba de que, si la crítica es a veces justificada, la gente en casa (sí, y el nuevo ejército fuera) nunca ha sido infectada por aquella rigidez. Pero de verdad, aquella rigidez de la disciplina poco se observa ahora en el campo de batalla. Y lo poco que ha afectado al plan de campaña británico y francés, puede juzgarse por el hecho de que cualquier nueva estrategia de cierta importancia durante la guerra, tanto si es de método como de invención mecánica, ha sido producida por Francia y Gran Bretaña. Ahora, desde el punto de vista alemán, esta adaptabilidad a las circunstancias sería declarada, a priori, como una que llevaría al desastre. Le pregunto a Norteamérica, ante la evidencia proporcionada por los campos de batalla de Francia, ¿qué método parece ser el mejor para alcanzar finalmente el éxito?

C.3 Texto aparecido antes (y en lugar de) la posdata del capítulo 1.8Anteriormente en este capítulo, separé a Norteamérica del resto del mundo. Y la razón para hacer esto es que veo esta gran nación de los Estados Unidos como aún en su primera infancia desde mi punto de vista. Tengo una gran confianza en el futuro de Norteamérica. Veo que tiene potencialidades y oportunidades como ninguna otra nación ha tenido nunca. Sus posibilidades de control mediante la razón son ilimitadas. Pero al mismo tiempo, debo hacer una advertencia muy seria a cada lector norteamericano de este libro. Pues ya he visto la imitación de ciertos hábitos de pensamiento, hábitos que si persisten, se sumergirán profundamente en el subconsciente nacional y resultarán ser fuente de peligro para el cuerpo político.

Mi deseo para América es que debe preservar lo más posible su mentalidad abierta. Recientemente ha entrado en la Gran Guerra por razones que todo hombre y mujer bien intencionado aplaude y respeta. Confío en que salga de ella con el mismo equilibrio y poder de elección, para que así, cuando tenga que volver a sus propios asuntos, a las cuestiones de la educación, el gobierno y de sus intereses comerciales, sea capaz de formar una mente nacional, suficientemente cuerda y fuerte para controlar el gran cuerpo nacional.

No hay mejor ambición posible que esta. La antigua ambición de dominación, sea comercial o militar, se derrota a sí misma por su gran exageración. Tales ambiciones aumentan hasta que se vuelven superpesadas e incluso si pudieran ser alcanzadas, el resultado no sería más que una decadencia como la que siguió al Imperio Romano.

Pero proporcionando el poder de coordinación y autocontrol a la raza, como una unidad, comparable al equilibrio de un hombre sabio y saludable, esa nación sería libre, con la mayor libertad que la historia puede recordar y para una nación así pocas cosas serían imposibles. Se convertiría en la maestra del mundo por la fuerza de su razón y ejemplo. Inauguraría la llegada de una humanidad más grande y savia.

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Apéndices

C.4 Nota al pie a la frase “Así vemos...” en el cuarto párrafo del capítulo 2.5Merece una nota en relación con esto que durante los últimos dos años, los hospitales ingleses se han llenado de casos de hombres que antaño acostumbrados a ocupaciones sedentarias, se han “venido abajo” con el entrenamiento militar.

Apéndice D: EXTRACTOS DE CRÍTICAS A La herencia suprema del hombre (1910)El libro del Sr. F. Matthias Alexander debe ser leído con interés y atención. Los capítulos sobre “Formación de los niños” deberían ser leídos por todos los padres.

Daily TelegraphEs un libro que trastorna las propias concepciones. Su razón calmada, convincente produce y deja una impresión. Además la tesis es tan simple que es difícil creer que la idea principal no nos haya sido siempre familiar. En primer lugar (el Sr. Alexander) examina las concepciones vagas que han crecido alrededor de esa entidad engañosa, el sí mismo subjetivo o subliminal; y las disipa cruelmente. Ataca la raíz de nuestro sistema educativo y formativo y empieza con el niño de dos años de edad.

Westminster GazetteEste es un libro que ciertamente debe ser leído por todos aquellos interesados en la eugenesia, en la educación y en ese problema del deterioro físico que es una característica tan marcada de la edad. Su orientación sobre la eugenesia, la educación y la preparación física es tratada con mucha claridad y concisión en el presente volumen y con una ausencia de tecnicismos que la hace perfectamente inteligible para el lector medio.

The Occult ReviewEl Sr. F. Matthias Alexander proporciona al mundo el resultado de su propio pensamiento y experiencia en La herencia suprema del hombre. Su primer artículo de fe es el cultivo del control consciente del cuerpo como opuesto a subconsciente. El libro apela a la mente del profano mediante su suave racionalidad y su estricta adhesión al sentido común y debería estar en las manos de todo pensador, como una contribución valiosa a la discusión general de cómo vivir mejor en estos días.

The GentlewomanUna interesante y sugestiva protesta contra algunas concepciones corrientes y especialmente, contra la moderna tendencia de recalcar la influencia del subconsciente. Lo importante es aspirar al control consciente completo de cada función del cuerpo y el Sr. Alexander arguye que esto puede ser conseguido sin los peligros e incertidumbres del tratamiento hipnótico y sugestivo.

Christian WorldUn pequeño tratado bien escrito que defiende poderosamente la subordinación de cada función del cuerpo al control de la mente consciente... Recompensará el estudio cuidadoso tanto por su excelente estilo literario como por la información indudablemente valiosa que trasmite sobre los métodos físicos de tratamiento.

Birmingham PostUna intrépida y sobrecogedora teoría de la meta final de la evolución, que, siendo sorprendente, es eminentemente razonable y persuasiva.

Morning LeaderEl Sr. F. Matthias Alexander diserta sobre terapia mental. Su teoría es desarrollada de un modo excesivamente atractivo.

The ScotsmanUn libro que puede ser leído con interés en cualquier época y especialmente en la presente, cuando el asunto del deterioro físico es expuesto tan frecuentemente... Tiene que ver con la respiración y los ejercicios físicos, mediante los cuales pueden eliminarse las peculiaridades o defectos mentales y físicos de hombres y mujeres... El Sr.

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Apéndices

Alexander tiene mucho que decir sobre los hábitos de pensamiento y del cuerpo y sobre la formación de los niños.

The FieldLa originalidad está impresa en este pequeño libro, que tiene un mensaje que dar en interés del individuo y de la raza. La razón para emprender la tarea de escribir el libro es “el aterrador deterioro físico que cualquier observador inteligente puede ver”; los sistemas de educación física existentes son insatisfactorios para el escritor y también se opone a la idea de luchar contra las enfermedades mediante las vacunaciones “hasta que nuestros cuerpos se vuelvan esterilidades deprimidas y enervadas, incapaces de acción por su propia cuenta.” ¿Cuál es el remedio del autor? Él ha desarrollado una teoría propia; ha dejado de lado intrépidamente las apreciadas ideas favoritas de los científicos en general (incluso su subconsciente o subliminal es diferente del de Myers) y ha llegado a creer “que a medida que los poderes intelectuales del hombre aumentan, progresamos en la dirección del control consciente. El control gradual de la evolución por parte del niño que ha producido, siempre ha señalado hacia este fin y gracias a ello y sólo así, puede la raza humana continuar disfrutando al completo de sus poderes físicos y sin mermar ni una fracción de su ideal intelectual progresivo.” Explica extensamente el principio del control consciente y al hacerlo proporciona a sus lectores un par de buenos capítulos. La parte final del libro (que los padres harían bien en leer) es más práctica.

The Theosophist

Apéndice E: CRÍTICA DE La herencia suprema del hombre: “SALUD E HIGIENE, UNA TESIS REVOLUCIONARIA”, The Onlooker, 22 de octubre de 1910

“Estamos hechos espantosa y maravillosamente”. Debemos soportar el hecho hoy, cuando millares de cultos y terapias afirman su pretensión de dirigir nuestro bienestar corporal o mental como nunca antes. Curiosamente, muchos de nuestros mentores tienden a concentrar su atención en un aspecto de nuestro ser dual o en el otro. Aparentemente no se le ha ocurrido ha ningún partido intentar combinar ambas necesidades. Similarmente, la mayoría de nosotros aceptamos la sentencia salmista con conformidad complaciente.

Entretanto, continúa nuestro deterioro físico como raza, o así aturde nuestros oídos por todos lados.

Estoy inquieto por estas consideraciones después de leer un libro escrito por un hombre que ha tenido el valor y la determinación de pensar y razonar por sí mismo. Como muchos hombres que insisten en pensar por sí mismos y no seguir la huella excavada por la ortodoxia y la autoridad, él resulta incómodo porque su libro empuja al lector fuera del acostumbrado sendero trillado mental. Le da qué pensar y pensar por nosotros mismos en asuntos que nos concierten tan íntimamente es precisamente el esfuerzo que la mayoría de nosotros, por formación y temperamento, evitamos a toda costa.

En muchos aspectos, el ejemplar del Sr. Alexander (como lo llama él mismo), La herencia suprema del hombre, es revolucionario. Va en contra de nuestras concepciones autorizadas; contra nuestra aceptada filosofía de la vida. Su asalto es tan vigoroso, su desafío es tan urgente que deja al lector por un momento un poco ofuscado. Luego, la lucidez de su estilo y la lógica insistente de su argumento prevalecen y el lector empieza a estudiarlo y a maravillarse. Entonces empieza a desear tener la oportunidad de estudiar el trabajo completo que el autor promete.

Entretanto, este primer plazo es suficiente para seguir. Su importancia me parece que recae en el hecho de que este es el primer intento siguiendo líneas científicas, de poner en armonía los métodos en conflicto de la terapia física y la psíquica, para sustituir el antagonismo entre las a menudo incompatibles reclamaciones del tratamiento físico y mental, por la cooperación.

El Sr. Alexander ha estado practicando en Londres durante muchos años. Su tratamiento ha ganado el apoyo de muchos médicos de reputación. Tengo conocimiento de primera mano del notable beneficio derivado de su tratamiento en casos de lo menos prometedores. Estas consideraciones probablemente no me

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Apéndices

habrían afectado mucho si no hubiera tenido la oportunidad de estudiar la teoría y los principios en los que se basa su tratamiento por mí mismo. Al publicar este libro, su autor ha dado un paso intrépido. De acuerdo con la más estricta ética de la profesión médica, que muchos practicantes autorizados parecen más aficionados a sermonear que a practicar, ha proporcionado al mundo los elementos esenciales de sus métodos en un sencillo lenguaje inteligible para el que lo lea. Con esta acción, él ha absuelto su práctica de toda sospecha de charlatanería.

Volvamos por un momento a la tesis cardinal de la que depende toda la teoría y práctica del autor. En una palabra, él afirma que el hombre civilizado se ha salido hoy del círculo de la evolución en el que estaba. Es una afirmación estupenda y el autor la defiende con argumentos que demandan atención. En virtud del desarrollo de su intelecto, la raza humana, afirma, en muchos aspectos se ha liberado a sí misma de las leyes de la evolución impresas en el resto del mundo natural. Las salvaguardas de su civilización artificial son tan fuertes que tienden en su caso a modificar y adaptar muchas de las leyes naturales de la selección, hasta donde nosotros las entendemos. Su existencia hoy está “desentonada” con la Naturaleza, por mucho que pueda apetecerle volver a la “vida simple” de sus ancestros comedores de nueces. En esto recae a la vez su riesgo presente y su esperanza futura. El peligro es que la raza humana ha perdido su equilibrio físico, el reposo, el balance justo que la Naturaleza mantiene en el mundo material; la esperanza es que la misma fuerza mental que le permitió avanzar hasta este punto ventajoso de peligroso aislamiento, puede mostrarle el camino para adaptarse a sí misma a estas condiciones extrañas. Literalmente, ya no sabe cómo mantenerse a sí misma en equilibrio estable sobre sus propios pies. Ha de aprenderlo de nuevo.

Por tanto, en lugar de educación física o terapia puramente psíquica como salvaguarda contra el deterioro generado por una existencia artificial, la teoría del Sr. Alexander indica un sistema que yo sólo puedo describir como tratamiento psico-fisiológico, mediante el cual el intelecto consciente o poder de la voluntad puede ser entrenado para controlar las funciones subconscientes de la mente y el cuerpo. Ciertamente, es una gran proposición. Pero la aplicación de su teoría en la práctica es tan fascinante y sugestiva que espero tener la oportunidad de referirme a ella de nuevo.(Se publicó un segundo artículo sobre la tesis de Alexander, “Salud e higiene, un argumento a favor de la reeducación”, la semana siguiente en The Onlooker.)

Apéndice F: EXTRACTOS DE CRÍTICAS Y VALORACIONES DE La herencia suprema del hombre (1918)He aquí un gran trabajo... El intrépido título del libro está justificado por su contenido y además no hay nada en él infundado en hecho e inducción, nada que creerse a ciegas, nada potencialmente dañino. El autor simplemente ha sistematizado el sentido común...

The Chicago Evening Post, 16 de junio de 1918Los padres estarán especialmente interesados en los capítulos “Cultura de raza y educación infantil”... El atleta podrá aprender no poco de este libro, sobre cómo manejarse a sí mismo en el deporte. El golfista valorará sus páginas y lo que ellas contienen sobre la posición de ventaja mecánica y la luz que arrojan mediante iluminación indirecta, sobre los problemas que le acosan cuando pierde el juego y por qué no mejora su juego. El labrador no debe estar menos interesado en la posición de ventaja mecánica que el golfista. Sin embargo, el hombre como trabajador intelectual, es el que más gana de todos ellos.

Profesor RICHARD MORSE HODGE, D.D.... El libro está lleno de ideas interesantes, fructíferas y valiosas. Lo que dice sobre la educación de la juventud parece completamente racional.

VICTOR S. YARROS del Chicago Daily News, 20 de marzo de 1918... El Sr. Alexander ofrece una tesis bien original relativa a todos los problemas de la vida, la educación y la evolución, a las deficiencias de la civilización como las indicadas por la presente gran guerra. Sus discusiones respiran una gran reverencia y una actitud religiosa hacia el cuerpo. Cuando tal actitud religiosa hacia el cuerpo se vuelva más general, tendremos una atmósfera favorable para asegurar el control consciente al que se insta.

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Apéndices

J.E. OSTER, The American Political Science Review, Vol. XII, 1918La herencia suprema del hombre es una argumentación a favor del control consciente del organismo humano como opuesto a los métodos psicoterapéuticos corrientes que apelan a la parte subconsciente de la mente, es decir, a la sensación en lugar de a la razón... El articulista no puede entrar en los métodos prácticos de tratamiento del autor, que están meramente sugeridos en este libro. Con el tacto y experiencia personal del autor, evidentemente se han encontrado con un notable éxito. Copiarlos al por mayor sería una violación de la petición fundamental del autor, a saber, “establecer comunicación con la razón” como contra el hábito y el prejuicio. El articulista simpatiza con el principio general del libro.

J.E. BOODIN, The American Journal of Sociology, Vol. 24, 1918-19Uno de los mejores libros para el golfista principiante y para el experto, es La herencia suprema del hombre, de F. Matthias Alexander. He aquí un hombre que estudió el control consciente y nos lo ha dado a nosotros en forma de libro para que podamos entender realmente lo que se pide de nosotros... Su libro debe estar en la biblioteca de todos los golfistas principiantes. Es justo lo que la mayoría de golfistas necesitan y es algo que realmente vale la pena pasar a la posteridad.

JOHN DUNCAN DUNN, The Golfer’s Magazine, 1920Ciertamente, su libro La herencia suprema del hombre me ha interesado y estimulado mucho. Siempre he creído desde el lado de la filosofía y más en general de la psicología, en el poder organizativo de las ideas y la dependencia de éste para la formación de hábitos de pensamiento. Poner estos en armonía con un modelo racional de vida en lugar de tenerlos demasiado fortuitamente, creo que es el propósito principal de toda educación. No tendremos una reforma real en la educación mientras los maestros no crean en esto con todo su corazón y su mente. Su trabajo me parece importante tanto por introducirlo desde un nuevo lado como (más específicamente) desde el lado del sistema cinestésico, de cuyo control efectivo debe depender la eficiencia de todos los hábitos de pensamiento.

Profesor J. H. MUIRHEAD, M.A., LL.D.El libro del Sr. Alexander hace mucho más que señalar el camino del vigor corporal y el equilibrio; abre infinitas perspectivas de posibilidades para el rápido progreso de la especie humana mediante una aclaración de nuestros procesos intelectuales y una aceleración de nuestra vida espiritual completa.

Profesor JAMES HARVEY ROBINSON

No me siento inclinado a sostener que todas sus ideas sean nuevas o que su libro, que refleja claramente la genial exuberancia de su autor, no pudiera haber sido arreglado mejor; o que sea necesario aceptar todas las reflexiones filosóficas que acompañan la exposición de su sistema. En cualquier caso, nadie interesado en el progreso humano puede permitirse pasar por su plan sin considerar cuidadosamente su naturaleza y en qué se apoya....El Sr. Alexander describe en su libro lo mejor que puede, la manera en que da las clases de control consciente y al mismo tiempo remodela así el cuerpo para que el paciente finalmente sea capaz de trasladar sus nuevas aspiraciones a la conducta cotidiana. Él reconoce que lo psíquico y lo físico siempre están actuando recíprocamente entre sí, a veces obviamente, usualmente inconscientemente. Uno ha de inhibir su rutina muscular familiar y bien inconsciente, para dejar sitio a la nueva y bien planeada coordinación consciente. Me parece que la invención fundamental del Sr. Alexander es haber dado con la manera efectiva de hacer esto. Primero se le muestra a usted su incompetencia general para disociar y controlar sus movimientos; luego se le dan ciertas órdenes fundamentales relativas a la relajación del cuello, la posición de la cabeza, el alargamiento del cuerpo y el ensanchamiento de la espalda. Sin embargo, al principio estas no son más que meras aspiraciones y se le prohíbe hacer ningún intento por efectuarlas muscularmente, por la sencilla razón de que sus viejos hábitos no le permitirán hacerlo. Todavía no sabe usted realmente qué es relajar el cuello, alargar el cuerpo o ensanchar la espalda; pero puede cultivar la esperanza de conseguir estas proezas con el tiempo. El Sr. Alexander ha descubierto mediante la experiencia, que las órdenes desnudas, si se repiten a menudo, no sólo tienden a eliminar de cuajo las viejas tensiones y torsiones nocivas, sino que tienen una influencia positiva esencial en promover la sustitución por la nueva y correcta coordinación.

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Apéndices

El Sr. Alexander procede entonces literalmente a remodelar al paciente, primero sentado y luego de pie. Dedica su atención principal al cuello, bajando al tórax y al abdomen, pero vigilando que las piernas de uno estén adecuadamente relajadas. Presionando, empujando, estirando, alargando y reajustando, todo muy suave y persuasivamente, da forma a su espalda que ahora renace, alejándose de vez en cuando para echarle un vistazo a distancia, como un escultor debe contemplar el progreso de su trabajo. Este proceso tiene aparentemente un efecto doble: gradualmente aumenta su discriminación muscular y al mismo tiempo, las coordinaciones correctas que él hace tienden a mantenerse y finalmente se vuelven habituales. Lentamente descubre usted que las sensaciones en su espalda y su control consiguiente están aumentando. Se sienta y levanta usted cada vez con mayor facilidad y satisfacción. Aprende usted a discriminar y separar los actos musculares; a darse a usted mismo una serie larga de órdenes y a efectuarlas una por una, sin involucrar más que las coordinaciones necesarias y correctas: sujetar una silla sin implicar a los músculos de la parte superior del brazo o del hombro, manejar las piernas sin usar los músculos abdominales o contraer el cuello.

“La piedra filosofal”, del profesor JAMES HARVEY ROBINSON, The Atlantic Monthly, abril 1919

Apéndice G: CRÍTICA DE La herencia suprema del hombre (1918), “CEDIENDO EL CUERPO”, POR RANDOLF BOURNE en The New Republic, 11 de mayo de 1918

El Sr. Alexander casi necesita la deliciosa “Introducción” del profesor Dewey para justificar su propia exuberancia filosófica. Pues sin esa ratificación, el lector se ve obligado a preguntarse cómo el autor de La herencia suprema del hombre ha sido capaz de poner su mente en ese estado de delicado equilibrio y armonía en el cual él puede poner los cuerpos de otras personas mediante su sistema de guía y control muscular consciente. La práctica parece más significativa que la filosofía. El Sr. Alexander parece haber demostrado en Australia, en Inglaterra y últimamente en su trabajo con escuelas experimentales en este país, que posee una rara intuición fisiológica y una técnica de reeducación del cuerpo para acabar con los malos hábitos musculares en los que se cae inconscientemente y que impiden la autoexpresión y son a menudo causa de graves desarreglos funcionales. El propio profesor Dewey testifica el exitoso trabajo de la técnica en casos concretos. Se inhiben los antiguos movimientos musculares cuyos errores los “ejercicios físicos” ordinarios sólo refuerzan, y luego se producen los movimientos correctos mediante dirección consciente de la voluntad. El cuerpo se convierte en un instrumento genuino y la espontaneidad, la autoexpresión se convierten por primera vez en términos inteligibles.

¿Pero no es un error, cuando usted tiene una intuición y poder pragmáticos tan valiosos, dejarse llevar por el entusiasmo de una filosofía cósmica y evolutiva que no podría, por su naturaleza, ser la mitad de persuasiva que la técnica misma? El Sr. Alexander insiste en presentar esta técnica como el síntoma de una guía-control consciente que será el siguiente paso de la humanidad en la evolución. Han de superarse los antiguos días inconscientes y la manipulación inteligente reinará en su lugar. ¿Pero la tarea que él sugiere no es un poco aterradora? Pues si este nuevo paso en la evolución significa algo, lo que significa es que cada ser humano independientemente debe rehacer sus coordinaciones corporales. Y el secreto de este rehacer recae, debemos concluir, casi exclusivamente en la rara intuición y destreza del Sr. Alexander. Si la escuela debe esperar hasta que cada uno de sus niños haya aprendido la guía-control consciente, el siguiente paso evolutivo se retrasará mucho. La aplicación de la idea del Sr. Alexander a los vastos problemas de la evolución social y a las deficiencias de la civilización, muestra un atento oído moderno. ¿Pero seguiremos pensando en la evolución como un camino a lo largo del cual el género humano se mueve como sólida falange adelante y arriba para siempre? ¿No es el género humano, si es que es algo, un ejército penoso y rezagado, oscilando todo el camino entre el cielo y el infierno, entre racionalidad e instinto, entre logro y futilidad? ¿Será nunca otra cosa? ¿Es una era de guerra mundial, en la que los hombres de estado están resultando ser tan ciegos e inútiles como las masas manipuladas, el momento más convincente para lanzar así una filosofía de control consciente? Por deseo, voluntad, rebelión, sí; pero no la anticipación de que empezamos una nueva era de inteligencia humana. El Sr. Alexander cree que la guerra es el producto del exceso de confianza en la guía instintiva en los asuntos humanos. ¿Es esto más plausible que la teoría del Dr. Jung de que hay una revolución del “inconsciente colectivo” contra una era de

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Apéndices

excesivo control racional y deliberado?

La filosofía es un terreno peligroso de arenas movedizas. El instrumentalismo del profesor Dewey le ha echado una mano al Sr. Alexander, pero apenas le ha salvado de llegar al fondo. Tiene una técnica fisiológica que aparentemente es una clase de psicoanálisis inverso, desenredando los nudos psíquicos mediante el control de los órganos finales físicos. Se trabaja la unidad y equilibrio del cuerpo para producir la integración y armonía de la mente. La herencia suprema del hombre es la habilidad de controlar las circunstancias de su propia vida. Pero la idea empírica y la práctica del Sr. Alexander son demasiado valiosas como para envolverlas en una filosofía que no está tan vigorosamente integrada e inteligentemente guiada como el sistema muscular que él diestramente dirige hacia el funcionamiento perfecto.

R. B.

Apéndice H: VALORACIÓN DE La herencia suprema del hombre (1918), POR EL Dr. A. C. BARNESEn la regeneración de las instituciones norteamericanas que la guerra mundial ya ha empezado, no se podría llevar a cabo un movimiento más importante que la adopción del sistema del Sr. Alexander como parte integral de un plan educativo nacional. Este debe empezar tan pronto como los niños comienzan su vida escolar, ya que es el único modo en que puede asegurarse el establecimiento de los buenos hábitos de cuerpo y mente en la época más impresionable de la vida. En los grados más avanzados de la escuela, una aplicación apropiada del sistema Alexander produciría un mejor tipo de individuo, infinitamente más receptivo a los estudios que tienen por objeto el desarrollo del cuerpo, la mente y el carácter. Que este temprano uso del sistema dará como resultado la práctica eliminación de las múltiples enfermedades mentales y físicas que tienen su origen en las plásticas infancia y adolescencia, es una creencia fundada en el pensamiento recto y la amplia experiencia.

Debido a la falta de una concepción científica en la práctica educativa moderna, hoy el trabajo del Sr. Alexander concierne principalmente a los adultos, que son las víctimas de los malos hábitos de cuerpo y mente. A aquellos que han seguido los argumentos en La herencia suprema del hombre y que los han relacionado con los avances de la Psicología y la Fisiología, les invade un tremendo sentimiento de admiración por el genio del Sr. Alexander al traer a su servicio práctico tal vasto acopio de hechos establecidos, reconocidos como científicamente serios, pero casi enteramente ignorados en la práctica. Despojar a los desarrollos científicos de la psicología normal y anormal de su bagaje técnico, hacer disponible el valioso aspecto de cada una de las variadas contribuciones controvertidas en esos campos y aportar nuevos hechos, no es una tarea pequeña. Pero incluso ese logro no es tan importante como la técnica que el Sr. Alexander ha desarrollado a lo largo de veinte años de experimentación y mediante la cual los hechos establecidos de la psicología normal y anormal se hacen reales, al contribuir a la reeducación de seres humanos gravemente desorganizados.

La técnica utilizada por el Sr. Alexander es científicamente seria en que se vale de leyes conocidas de la Fisiología comprobadas mediante medios físicos aceptados en la terapéutica moderna. Pero como el uso de los colores en la pintura, naturalmente que los resultados de éxito brillante se deben en gran medida a aquella destreza y conocimiento producto de la larga experiencia y de la sensibilidad nativa del artista.

El principio anunciado del Sr. Alexander de la “guía-control consciente” está lejos de ser una teoría aislada. Es precisamente la clave de toda psicoterapia moderna y es así debido a que la teoría y la experiencia están de acuerdo respecto a su validez y a que es demostrable. En lo que el Sr. Alexander ha ido más allá incluso que el más renombrado de los trabajadores del campo de la psicología anormal, al menos en el servicio a la humanidad afligida, es que él pone en uso el conocimiento de que el cuerpo y la mente no son separables como entidades sino que trabajan en coordinación como una entidad y él emplea los medios de una técnica

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Apéndices

fisiológica científica para proporcionar la cooperación armoniosa de mente y cuerpo que hace al individuo equilibrado, sano y cuerdo. Es evidente que el sistema de Alexander hallará un lugar importante en los currículos de los colegas médicos progresistas por sí mismo.

Dr. A. C. BARNES

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