la historia social británica: memoria de una contribución colectiva - gutmaro gómez

19
119 Historia y Comunicación Social 2003, 8 119-137 ISSN: 1137-0734 La Historia Social Británica: Memoria de una contribución colectiva The British Social History: Report of a Collective Contribution Gutmaro GÓMEZ BRAVO El artículo describe las relaciones ideológicas, culturales, políticas y personales, y aque- llas influencias más específicas en la formación de la tradición historiográfica de los inte- lectuales marxistas británicos desde los años treinta hasta nuestros días. Centrado en la idea de un doble compromiso hacia el tiempo, el de la disciplina histórica y el de la acción política, se analiza esta doble dimensión en sus cuatro grupos principales: tradición labo- ral, historia popular, estudios culturales y estudios sobre el poder, ley, política y Estado. Líneas fundamentales de investigación en la historia contemporánea, conceptos, mode- los teóricos (continentales y británicos), polémicas y críticas, trazados como puentes hacia los nuevos campos de batalla de los noventa, perfectamente representados en las páginas de New Left Review. RESUMEN PALABRAS CLAVE Historia social Estudios culturales The article describes, from the thirties to our days, the ideological, cultural, personals and political relations and also the specific influences in the making of the historiography tra- dition of the british marxists intelligentsia. Based in the idea of a double compromise within time, historic discipline and political action, the article observed this double dimen- sion in their four main groups: labour tradition, people´s history, cultural studies and power, law-political and state studies. Fundamental investigation lines in contemporary history, key concepts, theoretical models (continentals and british), arguments and a self criticism, sketched as bridges to the nineties new zones of engagements, perfectly be on view in the New Left Review pages. ABSTRACT KEY WORDS Social History Cultural Studies SUMARIO 1. Del árbol de la libertad. 2. De la Historia del Trabajo a la del sindicalis- mo. 3. Impacto del culturalismo en la Historia Social. 4. La pervivencia de lo polémico en la interpretación del pasado. 5. La contribución colectiva. 6. Epílogo.

Upload: dasimen

Post on 02-Aug-2015

60 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Evolución de la historiografía marxista británica

TRANSCRIPT

119Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

ISSN: 1137-0734

La Historia Social Británica: Memoria de unacontribución colectiva

The British Social History: Report ofa Collective Contribution

Gutmaro GÓMEZ BRAVO

El artículo describe las relaciones ideológicas, culturales, políticas y personales, y aque-llas influencias más específicas en la formación de la tradición historiográfica de los inte-lectuales marxistas británicos desde los años treinta hasta nuestros días. Centrado en laidea de un doble compromiso hacia el tiempo, el de la disciplina histórica y el de la acciónpolítica, se analiza esta doble dimensión en sus cuatro grupos principales: tradición labo-ral, historia popular, estudios culturales y estudios sobre el poder, ley, política y Estado.Líneas fundamentales de investigación en la historia contemporánea, conceptos, mode-los teóricos (continentales y británicos), polémicas y críticas, trazados como puenteshacia los nuevos campos de batalla de los noventa, perfectamente representados en laspáginas de New Left Review.

RES

UM

EN

PALABRASCLAVE

Historia socialEstudios

culturales

The article describes, from the thirties to our days, the ideological, cultural, personals andpolitical relations and also the specific influences in the making of the historiography tra-dition of the british marxists intelligentsia. Based in the idea of a double compromisewithin time, historic discipline and political action, the article observed this double dimen-sion in their four main groups: labour tradition, people´s history, cultural studies andpower, law-political and state studies. Fundamental investigation lines in contemporaryhistory, key concepts, theoretical models (continentals and british), arguments and a selfcriticism, sketched as bridges to the nineties new zones of engagements, perfectly be onview in the New Left Review pages.

ABS

TRA

CT

KEY WORDS

Social HistoryCulturalStudies

SUMARIO 1. Del árbol de la libertad. 2. De la Historia del Trabajo a la del sindicalis-mo. 3. Impacto del culturalismo en la Historia Social. 4. La pervivencia de lo polémicoen la interpretación del pasado. 5. La contribución colectiva. 6. Epílogo.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

120Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

Pretender describir los elementos, personales, ideológicos y culturales que culminaronen el proceso de formación de una tradición historiográfica como la del denominado mar-xismo británico no es tarea fácil, pero lo sería algo más si en esta reflexión necesaria se pre-cisa la doble dimensión que el tiempo adquiere en su tratamiento e interpretación de la his-toria: el tiempo de la disciplina histórica y el tiempo del compromiso.

Como si de un desplegable se tratara, la obra colectiva de esta tradición puede situarse endiferentes planos pero no separarse de este vínculo construido sobre el tiempo, compuestode formas diferentes las unas de las otras pero unidas siempre en algún punto. En este sen-tido se puede aceptar de manera esquemática, como lo hiciera Harvey J. Kaye,1la existenciade distintas tendencias agrupadas sobre todo por su naturaleza temática, si bien introdu-ciendo algunos matices respecto a la pretensión inicial de Kaye:

En primer lugar, la tarea introductoria al contexto norteamericano de Los Historiadores

Marxistas Británicos, fue forzosamente una labor de síntesis optimista (que excluyó, porejemplo, a George Rudé); potenciaba directamente la idea de tradición compacta y conti-nuista que se separaba en algunos aspectos concretos y metodológicos pero se manteníaunida en lo esencial, la defensa del materialismo, a través de las generaciones.

Así, el enfrentamiento a todos los niveles que se produjo a raíz de la respuesta a los acon-tecimientos de 1956,2 en muchos sentidos catalizador de la primera nueva izquierda del

mundo,3 supuso para Kaye únicamente un desplazamiento en sus temáticas quedando delimi-tadas cuatro grandes corrientes en el seno de esta tradición teórica.

El problema radica en que esta clasificación excluía cualquier mención a la vinculaciónpolítica de estos historiadores, a su otro lazo con el tiempo, que aquí se considerará esencial.La mejor prueba de ello se encuentra en el carácter de las polémicas que trascendieron el

1 Kaye, Harvey. Los historiadores marxistas británicos; Prensas Universitarias, Zaragoza, 1989.2 Edward y Dorothy Thompson, Jhon Saville, Stuart Hall, Rodney Hilton y Raphael Samuel entre

muchos otros, hicieron pública su ruptura con el Partido. Otros como Dobb y Hobsbawm se mantu-vieron dentro, aunque pasaron a ser considerados como disidentes sospechosos primero, y condena-dos al ostracismo después (el propio Hobsbawm, a pesar de ser el encargado de la edición inglesa delas obras completas de Marx y Engels, nunca llegó a ser traducido al ruso).

Dorothy Thompson no pasó por alto el hecho de que gran número de los disidentes desempeñarael oficio de historiador: it is probably no accident (a favourite Party phrase) that many of those who led the

criticisms in 1956 were historians. All of us, when we issued the first discussion document, believed that we

could transform the British Party in the ligth of the revelations in Kruschev’s speech and the thaw in parts of

Eastern Europe: Some still think that Edward and John and the rest of us jumped the gun when we left, and

that a transformation might still have been possible. Certainly a number of the foremost critics (most of them

slightly older) stayed in until the CPGB congress of 1957 and presented a minority report of internal Party demo-

cracy. When this was defeated, they joined the rest of us on the outside. Thompson, Dorothy. On the Trail of the New Left, New Left Review n.º 215 (enero/febrero) 1996, p. 97.3 Anderson, Perry. The left in the fifties; New Left Review n.º 29 (enero/febrero) 1965, p. 18.

ámbito historiográfico y el suelo inglés; debates en torno a los cuales debutaron los miem-bros más destacados del Grupo de Historiadores del Partido Comunista Británico, que más tardefijarían la línea divisoria entre primera y segunda nueva izquierda, que ajustarían los alinea-mientos de centros y fundaciones afines a los diferentes modelos de planteamiento y supe-ración de la naturaleza de la crisis británica y la problemática en torno al uso de modelos parala historia. Debates que luego darían paso a un arduo conflicto sobre la teoría y en especial alas relaciones entre historia y sociología donde la generación más joven que había recibidofuertes y nuevos estímulos, de los científicos sociales norteamericanos al postestructuralis-mo francés, consiguió cuestionar algunos modos consagrados pero resucitando el espectrode enfrentamiento, posicionamiento y división que protagonizaron las polémicas de susantecesores, a través de las cuales ha fluido la transmisión del conocimiento y el quehacer detodo aquello por lo que son considerados miembros de una tradición.

Años más tarde, con la ocasión de coordinar junto a Keith Mclelland un homenaje a E. P.Thompson, Kaye reconoció la carga de acción que había entrañado la asimilación en losEstados Unidos de esta producción central de la tradición británica. Allí más radical que mar-xista, en parte porque en muchas ocasiones las categorías abstractas eran contrastadas a la luzde los hechos históricos bajo un prisma de acción (agency), movimiento y cambio que entra-ñaba una noción de clase más abierta a las agendas de identidad, etnicidad y género consoli-dadas ya en Estados Unidos, y sobre todo, porque su enseñanza histórica favoreció la recons-trucción de un relato común a la nueva izquierda estadounidense, una contraesfera pública4

basada en las tradiciones de la libertad que cruzaban por encima del planteamiento dominante en

la América de Reagan.

Hobsbawm alimentó esta percepción precisamente en una conferencia en los EstadosUnidos reconociendo el peso de las tradiciones libres anglosajonas pero matizando a la vez lavalidez de ciertas etiquetas:

Seguramente somos, todos nosotros, historiadores radicales, pero no creo que seamos la radical

history. Nos vemos a nosotros mismos -al menos yo lo hago- como parte de una corriente más amplia

de radical history, de izquierdas o populista que ha existido por mucho tiempo en la mayoría de los

países, y desde luego en Gran Bretaña y los Estados Unidos: del lado del pueblo contra los ricos y

poderosos, en oposición a los gobiernos y grupos dominantes, a favor de la razón en contra de la

superstición, crítica de la reacción. (...) yo he percibido mi trabajo... como una defensa y una conti-

nuación de la tarea de liberales-radicales,...socialcristianos... y fabianos... (...) nos vemos a nos-

otros mismos estando de su lado contra la reacción, y creo que ellos se hubiesen visto a sí mismos de

nuestro lado5.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

121 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

4 Harvey y MçLellanD, Keith ed, E. P. Thompson: Critical Perspectives. Polity Press, Cambrigde,1990, p. 245.

5 Hobsbaw, Eric. From social history to the history of society. Historical Studies Today, Nueva York,1986.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

122Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

Kaye reconocía seis años después de su primera síntesis la importancia del tiempo prác-tico, político, en una u otra forma de entender para estos historiadores cualquier proceso his-tórico o social, dentro y fuera de Gran Bretaña. Sin embargo, no ponderó lo suficiente el juegoque esta dualidad dio en la extensa labor, de la crítica literaria a la influencia en el PartidoLaborista, recogida durante décadas en las páginas de Past&Present, New Left Review oHistory Workshop, por no hablar de Penguin Books o Verso.

Pocos ejemplos hay en el mundo contemporáneo de un momento cultural tal protagoni-zado directamente por historiadores como para reducir sus debates a un conflicto entre labase y la superestructura, pero prácticamente todo el homenaje a Edward Thompson coordi-nado por Kaye giraba en torno a esta problemática y el concepto de clase entre unos más mar-xistas y otros menos marxistas (algo que en el ámbito español reprodujo parcialmente JuliánCasanova al sugerir esto mismo referiéndose a los grandes debates de la explicación marxis-ta del mundo anglófono como una cuestión, en suma, que se resume en la búsqueda de solución a

ese problema de la relación base-superestructura que tantos quebraderos de cabeza ha ocasionado a

los seguidores de Marx.6 Sin embargo, Casanova concibe historiográficamente, la división deopiniones y las líneas fronterizas del marxismo británico en relación a su recepción primeroy rechazo después de la teoría sociológica) justamente en un momento cuando menos deli-cado para las perspectivas de la historia social.

1. Del árbol de la libertad

1.º-La primera de las ramas anteriormente mencionadas, sobre todo por su grado decohesión en la formación del Grupo de Historiadores, estaría originada en los debates en tornoa Dobb y la transición del feudalismo y, como demostró R. Samuel7en su trilogía sobre elmundo comunista británico, se uniría a la cercanía educativa con que los jóvenes de enton-ces Hill, Hilton, Hobsbawm o Thompson interiorizaron los temas del Metodismo y el ViejoTestamento.

Básicamente suponía la aceptación del principio de una ascendencia ideológica y socialcomún, aunque también se ha sugerido que en la interpretación de algunas de las obras sub-yace un verdadero ajuste de cuentas con el puritanismo; pero Samuel, que durante muchotiempo había sido el miembro más joven del Grupo, no quería establecer motivaciones psi-cológicas en el origen de este fenómeno, sino más bien comparar, a través de la organizaciónde la vida y el tiempo de sus seguidores, al Partido Comunista Británico y a la Iglesia

6 Casanova , Julián,. La historia social y los historiadores. Crítica, Barcelona, 1997, p. 132.7 Three of the most widely-read Marxist historians writing today (Christopher Hill, E. P. Thompson and

Sheila Rowbotham) had a methodist or part-Methodist upbringing, being educated at leading Methodist scho-

ols, and it may well be that a study of personal formation would show many Marxist writers and historians

with a non-conformist or evangelical background only a generation away; en SAMUEL, Raphael., The Lost

World of British Communism. Part One, New Left Review n.º 154, (Noviembre-Diciembre) 1985, p.43.

Anglicana, y demostrar así la afinidad que conectaba el marxismo con el Puritanismo revo-lucionario inglés del siglo XVII a través del énfasis en el estudio de la Revolución Inglesa y laidentificación casi mesiánica que logran algunos de ellos sobre todo Cristopher Hill con lacausa gloriosa de 1640.

La necesidad inmediata de formar el Grupo, apareció en la discusión por la reedición de laobra de Morton, pero fue decisiva la influencia de Maurice Dobb y los debates en torno a suobra: Studies in the Development of Capitalism,8 que cohesionaron al Grupo y sirvieron comoaglutinante a través de la polémica desatada sobre la transición del feudalismo al capitalismo;el primero en intervenir, desde la revista norteamericana Science and Society fue Paul Sweezy,al que respondieron Cristopher. Hill y Rodney Hilton. Más tarde el debate giró en torno almodo de producción. En ese punto Dobb y el Grupo defendieron conjuntamente la impor-tancia de la batalla de la gente común separada a la fuerza de sus costumbres por el régimenexpansivo del capital, más que las categorías abstractas de formación y transición social, enconsonancia con las líneas programáticas de postguerra del Communist Party Great Britain,

aprobadas en 1951 en la ponencia The British Road to Socialism, que asumía la necesidad dereconstrucción del nacionalismo popular británico.

Ese fue el contexto y la función inmediata del Grupo y de todo intelectual del Partido (queestaba viendo como la estabilización de postguerra podía resquebrajar su momentáneoéxito): la reconstrucción histórica de las luchas populares que paradójicamente, sentaban lasbases para una reconstrucción del pasado en clave de lucha popular no exactamente fiel almodelo de lucha de clases.

Fue este planteamiento de ingente labor genealógica el que asumieron como una tareapropia de grupo, en el que influyó enormemente la figura de Dona Torr, miembro activo delPartido que transmitió su experiencia en el núcleo de los estudios laborales y, sobre todo, sulenguaje en el que el vocabulario marxista adquiría una dimensión muy cercana al lector (yaen 1934 había editado una obra sobre la correspondencia de Marx y Engels)9 a través de suinsistencia en dos ideas que calaron directamente en el Grupo: por un lado, su creencia en elperíodo de larga transición, el de los derechos perdidos, que situaban al período comprendidoentre el Siglo XVI y el XIX como el más largo en la historia de la democracia inglesa. Por otro,la importancia dada a la experiencia, a lo vivido desde su estudio biográfico de Tom Mann10.

La primera de ellas ofrecía el argumento perfecto para la reconsideración del pasadonacional, destacando sobre todo, su énfasis en la gente común que tomó cuerpo en estudiosque arrancan del tronco del fenómeno religioso hasta abordar la continuidad de ciertas tra-diciones, entre el mito y lo consuetudinario.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

123 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

8 Dobb , Maurice. Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, SigloXXI, Buenos Aires, 1971.9 Torr, Dona. Selected Correspondance, Londres, 1934.10 Torr, Dona. Tom Mann and his Times, London, Lawrence&Wishart, 1954.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

124Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

A partir de la tradición del inglés libre por nacimiento, Cristopher Hill construyó la teoría delyugo normando11, en la que se hacia visible por primera vez la línea de continuidad que esta-ban trazando entre las luchas del pasado y las del presente, con un marcado carácter dereconstrucción nacional bajo el prisma de la lucha de clases. Así, la obra de Hill recompusolos orígenes, seculares y religiosos, de la Revolución Inglesa no tanto en los discursos de losintelectuales de la lucha Puritana, sino en la voz de la gente corriente; los intelectuales sóloarticularían las ideas y aspiraciones de esta clase que convirtió la Guerra Civil en Revolución.

En la misma imagen de pueblo inteligente, consciente de sus demandas, se esmeróRodney Hilton en el ámbito del mundo agrario británico, si bien retrocediendo a la EdadMedia y a sus puntos de máxima tensión: las revueltas campesinas; donde hasta ahora sólo sehabía visto masa desorientada y enardecida por profetas, Hilton encontró los principios dearticulación de un movimiento de campesinos unidos en la defensa de sus intereses amena-zados. La Revuelta de 1381, no fue un simple motín, sino la primera manifestación de una viejademanda de reconocimiento de su status, derechos y libertades. Articulando todo tipo desentimientos y demandas contemporáneas, se generó una inequívoca conciencia de clase12

entre campesinos y artesanos (Hilton, al igual que hizo William Morris en The Dream of John

Ball, extrajo el término conciencia de clase a través de una visión, un sueño que encarnaba unasociedad perfecta).

El efecto directo de la política de apertura y búsqueda de coaliciones del C.P.G.B que dota-ba, como ya se ha mencionado, de un gran peso específico a los historiadores, fue proyectarla labor colectiva hasta los intelectuales no marxistas. Este fue el precedente inmediato, amediados de 1952, de la creación de Past&Present, revista que superaba el ambiente comu-nista ya que se aseguraba desde su primer número que no estaba dirigida exclusivamente ahistoriadores o marxistas (algo que aseguró dos años más tarde con la apertura editorial apersonas ajenas al ámbito del grupo; editada con el subtítulo de revista científica representó lafiel confianza que depositaron en la Razón en su anhelada búsqueda de postguerra.Políticamente, venía a plantear el deber moral, ya no sólo del intelectual, sino del conjuntode la sociedad desfavorecida, de tomar las riendas del presente a través de una gran coalicióncuyos antecedentes más remotos se encontraban en la historia de la gente común deInglaterra. Estéticamente y en alusión directa a la obra de Carlyle del mismo nombre, larevista quería dejar una puerta abierta al tipo de literatura y pensamiento crítico con el capi-

11 Hill, Cristopher. De la Reforma a la Revolución Industrial. 1530-1780; Ariel, Barcelona, 1980.12 Hilton, R. H. Peasant Movements in England before 1381. Economic History Review, n.º 11/2, 1949

citado en Hilton, R. H. The English Rising of 1381, New Society, Oxford, 1981, p. 173 donde sigue: «What

is remarkable is that way that their vision of a society of free and equal men and women fused with the ancient

peasant demand for freedom for status and tenure, in the formulation of a programme which, though entirely

capable o realisation, given the historical forces at work in the late middle ages, did challenge root and branch

the ideas of ruling class».

talismo de autores decimonónicos como Ruskin o Morris, a caballo entre el Romanticismo yel socialismo.

En el primer número de Past&Present y en el apartado de agradecimientos hay una refe-rencia directa a la Escuela de Annales y a su apuesta metodológica; aunque queríamos decir algo

diferente a ellos13. Como decía Hobsbawm, refiriéndose al mayor pesimismo de la escuelafrancesa a la hora de pensar el cambio social, no cabe duda que desde el principio resultaronmuy atractivos al Grupo, no sólo por considerar su objeto de estudio entre los siglos XV yXVIII, conectando así con los debates en torno a la transición, sino por su análisis del siste-ma de creencias, la identidad, la construcción de la nación etc aspectos que conocieron porprimera vez con la visita de Marc Bloch a Cambridge en 1930 para presentar La Sociedad

Feudal que constituyó su primera referencia contemporánea de ejemplo de obra histórica yde estructura social.

Ese mismo año, 1952, E.P. Thompson empezaba a escribir su primer libro, la biografía deWilliam Morris14, un estudio que recreaba todos los caminos que habían llevado a Morris alsocialismo, en un contexto de recuperación de su figura por parte del Partido Laborista, y queanticipaba algunas de las preocupaciones constantes de Thompson, como el sujeto o la claseen el contexto de análisis de la acción popular y el voluntarismo romántico. Categorías quefueron tratadas de forma muy diferente al enfoque que pronto empezaría a consolidarse ensu línea investigadora.

El propio Thompson en un epílogo realizado con motivo de los 20 años de la publicaciónde Morris, reconoció haber cometido errores a través del uso de la línea estalinista de investi-

gación15, y recordaba las contradicciones en el seno de los historiadores del Partido en tornoa la interpretación de la figura de Morris, y en general, sobre todo el Romanticismo inglés.

El camino iniciado en la reconstrucción en clave popular pronto chocaría con las fuentesradicales, la literatura y el republicanismo que corría por las tradiciones disidentes muchoantes que el marxismo llegara a Inglaterra.

2. De la Historia del Trabajo a la del Sindicalismo

2.º-Una segunda rama, colgaría de la precedente tradición del People’s History o HistoriaPopular, de cuya solidez y amplitud se nutrirían prácticamente todos, desde la historia deltrabajo más tradicional, el debate con los economistas en torno a la calidad de vida en laRevolución Industrial o los métodos experimentales del History Workshop. Igual o mayor soli-dez tiene en esta dirección la dedicación, apoyada desde una potente infraestructura de cen-

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

125 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

13 Hobsbawn , Eric. Entrevista sobre la Historia; Crítica, Barcelona, 2000, p. 184.14 Thompson, E. P. Williams Morris; Romantic to Revolutionary, Merlin Press, Londres, 1965. Hay

edición en castellano publicada por la Institució Valenciana D’Estudis e Investigació, 1988, Valencia.15 Thompson, E. P. The Case of William Morris, New Left Review n.º 99 (Septiembre/Octubre) 1976,

p. 25

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

126Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

tros propios, a los estudios del trabajo y los trabajadores; una Labour History, como la de loshermanos Webb, que no siempre tendría el mismo carácter conmemorativo de los estudiossindicales de las unions, ya que desde un principio volvió su mirada al mundo agrario, a losmovimientos prepolíticos (Hobsbawm, Rudé, Thompson) y enlazó con las resistencias de lagente común (Hill, Kiernan, Hilton) a la introducción del nuevo mundo industrial, hastahacer compatible una historia del ludismo o del cartismo con otra anónima, popular y demo-crática, concebida inicialmente por personajes como los Hammond que desde comienzos delsiglo se mostraron depositarios de las fuentes de la propia historia de la experiencia conobras como The Village Labourer (1911), auténtica primera página de una larga crónica de la tra-

gedia, como la definió Kaye16.A pesar de seguir la tradición de la historia laboral que les precedía, en muchos casos anti-

ciparon una ruptura de su marco y la apertura hacia la historia desde abajo, aunque lo másurgente era salir del dominio de la Historia Medieval y la historia tradicional británica. Era elmomento de la creación de un centro para los estudios del trabajo y los trabajadores: la Society

for the Study of the Labour Movement, de la que tres de sus fundadores eran miembros directoso vinculados al Grupo: Eric Hobsbawm, John Saville y Dorothy Thompson.

Pero es también del mundo sindical de donde sacarán las primeras lecciones prácticas enel oficio de historiador. Fueron los Hammomd con su trabajo directo en la Home Office Papers

(archivo en el que encontraría Thompson la mayoría de los manuscritos para La Formación oHobsbawm para Industria e Imperio entre otros) y su interpretación de la RevoluciónIndustrial, los que inspiraron la vía para el cambio de los estudios del trabajo, dominadohasta entonces por G.D.H.Cole y las tesis utilitaristas y radicales, el denominado paradigma

whig que muy pronto vendrá a ser depuesto.Entre 1952 y 1968, años en que concluye la etapa de formación de esta primera generación

de historiadores, se conciliaron sus inquietudes y las líneas de investigación marcadas desdeel amplio arco delimitado por la pareja Hammond o los hermanos Sidney y Beatrice Webbfundadores de la London School of Economics, desde la infraestructura laborista de los clubs ylas unions hasta la erudición y disciplina fabianas, pero con el toque definitivo de la batalla de

ideas y el giro hacia la historia popular que imprimió el Grupo de Historiadores del CPGB, antes ydespués de su disolución, finalmente consolidado por el marcado componente generacionaltras su experiencia en la II Guerra Mundial.

Tal vez el caso de Eric Hobsbawm sea el más representativo de esta renovación.Trabajadores17 constituyó su aportación primera al campo de los estudios laborales o laboris-

16 the experience of defeat. Kaye, H. J., E. P. Thompson, a critical perspective, p. 255, en Kaye, Harvey yMçLelland, Keith ed, E. P. Thompson: Critical Perspectives. Polity Press, Cambrigde, 1990.

17 Hobsbawn, Eric. Trabajadores. Estudios de historia de la clase obrera, Crítica, Barcelona, 1979. Eltítulo de la edición inglesa es más significativo: Labouring men. Studies in the history of labour,Weidenfield and Nicolson, Londres, 1964.

tas, decididamente al lado de Cole y los Webb en su alejamiento del estudio cronológico delmovimiento obrero. Short history of the British working class movement, publicado por elprimero en 1948, y tanto History of tradeunionism de 1894 o la posterior recopilación deescritos conocidos como Manuscritos Webb son sus referencias constantes, las síntesissobre las que se abrió camino la investigación de Hobsbawm muy pronto ampliada con suconstante actividad, marcada inicialmente por la labor genealógica y colectiva que habíadesignado la vía inglesa. Al igual que E.P. Thompson (que en realidad se inició con WilliamMorris) no sólo escudriñó las dimensiones intelectuales y populares de Paine y las luces ysombras del Metodismo (aunque él, a diferencia de otros miembros del Grupo, no hubieserecibido una educación metodista) sino que se encerró largas horas en los archivos para estu-diar aspectos muy diversos de finales del siglo XVIII o mediados del siglo XIX británicos,como las condiciones de vida y las costumbres, entrando de lleno en los debates del momen-to, pero elaborados en la misma categoría del trabajo. Así, por ejemplo, en los artículos deesta época compartieron relevancia los éxitos del ludismo con los sistemas tradicionales deorganización del trabajo migratorio o el artesanado ambulante, con los que constató el augede lo que más tarde se convirtió en la verdadera vértebra de unión de los clubs de artesanos más

antiguos18, el declive de esta forma en la década de 1840 y la superposición del nuevo sindica-

lismo, a través de un modo dinámico en la descripción narrativa de los cambios en las forma-ciones sociales o sus manifestaciones políticas y culturales, eminentemente al servicio deuna ideología pero muy dentro de la disciplina histórica.

A pesar de los profundos cambios, la búsqueda y renovación temática, la historia del labour

ha seguido siendo la perla de la corona de una tradición que ha mantenido vivo el estudio deltrabajo con entidad propia en su relación con los movimientos sociales sin continuar el pro-totipo conmemorativo y biográfico del tradicionalismo wigh, castigado definitivamente a tra-vés del desarrollo de los estudios culturales y el potenciamiento de las dimensiones simbóli-cas de la propia historia del trabajo.

3.„El impacto del culturalismo en la Historia Social

3.º-Estos fueron creciendo desde las nuevas líneas de investigación de las fuentes litera-rias inglesas y el énfasis en la cuestión cultural que desde la labor innovadora de RichardHoggart y Raymond Williams19 (y más tarde Thompson) impulsaron el bosque de los estu-dios culturales, que tuvo su momento más dulce a ambos lados del Océano con el intercam-bio desarrollado desde el Centro para Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad deBirmingham.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

127 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

18 Trabajadores, p. 59.19 Hoggart, Richard. The Uses of Literacy; Penguin Books, Middlesex, 1957.

Williams, Raymond. Culture and Society (1780-1950); Pelican, Harmondsworth, 1963.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

128Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

En 1957 Richardt Hoggart publicaba The Uses of Literacy como una primera incursión,desde el criticismo literario, al mundo de los refranes, a los giros del lenguaje y a su carácterritual, enfatizando otros signos cotidianos de los habitantes de Leeds, Manchester oSheffield, en una visión antropológica de la cultura que dominará la década de los 50 y partede los 60. Por primera vez, se analizó el impacto de la alfabetización masiva en la cultura, y ellugar en el proceso de cambio y transformación de la identidad de clase de los libros de tira-da masiva dirigidos a un público popular, anticipando el aluvión de análisis similares sobreel cine, el deporte, y el ocio en la sociedad de masas. Curiosamente publicado en una colec-ción como la de Penguin que inicialmente pretendía recuperar el estilo de New Left Books delos años treinta de literatura y pensamiento de calidad a un precio asequible, The Uses of

Literacy anticipaba el ensayo sobre fenómenos como el del best-seller y las colecciones debolsillo, abriendo el camino de la crítica estética y moral a la sociedad de consumo, que en losaños siguientes acogerá la televisión como producto estrella, y terminará configurando unadestacada generación en el nuevo criticismo anglosajón, encabezada por Terry Eagleton yFredric Jameson.

En torno al mismo nivel de lenguaje íntimo que consiguió desvelar Hoggart, RaymondWilliams, desde el recuerdo de su infancia en una familia de ferroviarios de Gales, centró suinvestigación en los lazos de comunidades que persistieron unidas de forma orgánica hastalos 50; en su primera obra en esta línea, Williams no dudaba en distinguir entre diferentesactitudes de clase (dentro y fuera del trabajo, en casa, en el pub) y lo que tradicionalmente sehabía definido como conciencia de clase. Pronto se dedicó a rastrear los orígenes, y sus nexosmás fuertes, de la clase obrera británica, y al hilo de un corporativismo netamente defensi-vo, comenzó a describir sus instituciones propias.

Las dos obras tienen un interés común en demostrar la vigencia de ciertas conductas pro-pias de la clase obrera, abriendo el debate de las nuevas identidades de las clases populares ytrabajadoras, pero también de sus actitudes de resistencia a ciertos cambios.

Esa fuerza, que seguía siendo la base mayoritaria del laborismo, se enfrentaba a los cam-bios producidos por la extensión del Estado del bienestar y al nacimiento del trabajador rico20.

Al aumento de la prosperidad que disfrutaba la población gracias al pleno empleo, el crecimiento

económico y la ampliación del sistema asistencial, se añadía ahora la preocupación por el nivel de

vida individual y familiar y el énfasis en el consumo privado, apoyado en una rápida expansión del

crédito al consumidor. Así fue cómo los trabajadores más prósperos y una parte considerable de la

clase media, comenzaron a preocuparse por la inflación, los intereses y la fiscalidad tanto o más que

por la expansión del Estado del bienestar o de la propiedad pública21.

20 Goldthorpe, J. y Lockwood, D. The affluent worker in the class structure; Cambrigde UniversityPress, Cambridge, 1968.

21 Bottomore, Tom. Ciudadanía y Clase Social, Alianza Editorial, Madrid, 1998, p. 116.

Igualmente, la historiografía que nos ocupa se estaba preparando para asimilar estas pers-pectivas a su objeto de estudio por excelencia, la clase obrera y el problema de pérdida deidentidad, iniciando un diálogo que protagonizará buena parte de los años siguientes, esti-mulando un excelente momento de creación de obra histórica como síntesis de una contri-bución colectiva excepcional. Pero en la discusión epistemológica, en la apuesta por unainterpretación histórica determinada, se encontraba, la misma búsqueda de identidad quereclamaban para la nueva clase obrera. El objetivo seguía siendo transformar la realidad, losmedios ya no podían ser los mismos, y desde luego, todo ello encarnaba la necesidad de revi-sar inevitablemente el marxismo.

A mediados de los 70 Raymond Williams definió culturalismo tanto como una teoría de la

cultura (social y material) como un proceso productivo de las artes, como los usos sociales de los sig-

nificados materiales de producción (del lenguaje como una práctica consciente hasta tecnologías

específicas de escritura)22.

Thompson, que siempre demostró la similitud en los enfoques y preocupaciones desus primeras obras y las de Williams (no en vano el trabajo sobre Morris tiene el mismoobjetivo que Culture and Society), nunca aceptó la etiqueta de culturalista, pero fue lafigura que más sistematizó las críticas al marxismo como sistema científico, a través dela reivindicación del pasado literario radical de autores como Milton, Cobbet, D.HLawrence, Carlyle, Ruskin o Morris, que inspirarían definitivamente un modo deescribir y concebir la historia que narraba los procesos de larga duración mediante el usode una serie de metáforas y el abandono de otras (como la base/superestructura);metáforas y usos culturales que servían como estimulante a la superación de las catego-rías clásicas de la historia del labour (ya no sólo se estudiaría el movimiento obreroorganizado sino que se ahondaría precisamente en sus orígenes prepolíticos y en lasconexiones con otro tipo de movimientos sociales e ideológicos); a pesar de su peculiarcarácter británico la crítica y la síntesis de este repaso o revisión no podían dejar debuscar al otro lado del Canal una teoría explicativa adecuada a su concepción de la cul-tura; y la encontraron en la obra de Antonio Gramsci, tanto en los propios aspectos desu reflexión de la vía británica al socialismo, donde se reflejaba para ellos el modelo deuna izquierda con fuerza y poder internos, como en la aplicación de sus categorías a lainterpretación histórica. Pero la introducción y el impacto de la obra de Gramsci es untema que prolongaría demasiado esta pretendida síntesis. Para su significación en elámbito crítico anglosajón, aunque más adelante se mencionará alguna otra de sus ver-tientes, baste decir que cristalizó tanto en las lecturas culturales como en las del poder,que fue utilizado como modelo para el estudio de las sociedades campesinas o para laformación de los bloques dominantes nacionales, que fue santificado primero y nega-

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

129 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

22 Williams, Raymond. Notes on marxism in Britain since 1945; New Left Review 100 (Noviembre1976-Enero 1977) p. 88.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

130Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

do después23. Hoy se puede apreciar un espectacular aumento de las interpretaciones políti-cas del mundo actual bajo una lectura de hegemonía que supone, muy a menudo, antiguosanálisis del imperialismo y una serie de ambiciosas abstracciones sobre el post-fordismo,donde la cultura de la comunicación de los 90 se muestra como forma emergente de produc-ción y consumo capitalista24.

Lo más inmediato fue el principio del fin del paradigma literario de Leavis y su nostalgiaaristocrática dominante en el enfoque e interpretación de los estudios británicos hasta bienentrados los años sesenta. La fuerza de la cultura más antropológica de Williams, Hall yHoggart, apoyada por los historiadores, terminó erigiéndose en un centro efectivo que hastahoy será un referente constante para este tipo de estudios: el Centro para los Estudios Culturales

Contemporáneos de la Universidad de Birminghan y su labor en la renovación constante de losmismos, desarrollando nuevos objetos desde el feminismo, la semiótica, la identidad perso-nal y colectiva, y múltiples visiones de la cultura urbana.

4. La pervivencia de lo polémico en la interpretaicón del pasado

4.º-Por último, a lo largo de más de medio siglo y con las naturales variaciones, no se handejado de hacer en esta tradición marxista británica obras concebidas desde el análisis delpoder o el Estado; representada sobre todo por Victor Kiernan, John Saville y PerryAnderson, y más recientemente por Philip Corrigan y Derek Sayer, sin olvidar que tuvo susinicios en los escritos de Hill sobre Iglesia-Estado y Puritanismo, el Thompson de Whigh and

Hunters o las Eras del propio Hobsbawm.Sin embargo fue la generación posterior, la que no había participado en la Segunda Guerra

Mundial, la que hizo suya la continentalización del pensamiento crítico británico que libera-ra del corporativismo a la intelligentsia británica, y para ello era esencial vencer el espléndidoaislamiento de su propia izquierda. El modelo de revista, de intelectual, de persona fue defi-nitivamente el enorme Sartre de entonces, pero el entramado político, académico y editorialpor el que se distribuyó la segunda nueva izquierda, introdujo numerosos autores, de Hegel atoda la Escuela de Frankfurt, ausentes del panorama británico, y sobre todo el pensamientosociológico.

Además de coordinar un largo trabajo para la traducción de las obras completas de Marx,con la ayuda de Hobsbawm, la generación que desde 1962 controlaba este entramado, inter-nacionalizó y proyectó su dimensión, la que conocemos hasta hoy; pero si anteriormente esteproceso se produjo en torno a debates más o menos especializados, desde mediados de los

23 El caso conocido más significativo de este recorrido desigual sobre Gramsci es el de PerryAnderson que escribió Las Antinomias de Antonio Gramsci en la polémica con Marxism Today y su fun-dador Stuart Hall.

24 Anderson, Perry. English Questions; Verso, Londres, 1992.

sesenta toda la new left se volcó en un proceso de divulgación del marxismo, clásico o con-temporáneo, del tercermundismo y los conflictos internacionales en clave de liberación.

Los dos efectos más importantes para su evolución posterior fueron la apertura hacia unaproducción intelectual cosmopolita (hasta el punto de relegar casi por completo la vida nacio-nal) y el puente que esta supuso para una tercera generación que contactaría con las nuevasperspectivas que irrumpen desde los primeros años 80.

El estudio del Estado y el poder, dentro de las diferencias de planteamientos tan distantescomo los niveles efectivos descritos por Weber o las categorías más extensivas usadas porFoucault, ha servido para mantener vivo el interés por el conocimiento y distribución de lasrelaciones de poder entre clases, instituciones y Estados, frente al dominio de los problemasplanteados desde abajo, aunque nunca se constituyó como alternativa a esta.

Es lógico que planteamientos inspirados en proyectos políticos distintos cuando noenfrentados, no compartieran los mismos presupuestos teóricos ni el mismo objeto de estu-dio; y más cuando el estudio del poder, sobre todo en su forma comparada, incorporó lasociología, la politología y la antropología en perjuicio de la historia, pero siempre existió uncontacto en ambas direcciones que recorre todo y cada uno de las grupos aquí mencionados.Por eso no es lícito plantear una perspectiva de análisis que base toda la tradición en una dia-triba entre la historia de los de arriba o la historia de los abajo; algo que, como ya dijera EllenM. Wood25 se hizo en los estudios de la new left norteamericana para adaptar allí las líneas ori-ginarias de los debates (aspecto que también acompañó la recepción de los debates enEspaña).

El caso de Perry Anderson tal vez siga siendo el más significativo en el afianzamiento deesta tendencia hasta nuestros días en la evolución de esta tradición, de la que sólo es posibleresumir aquí sus rasgos fundamentales.

Anderson siempre ha defendido la primacía del nivel político dentro de la preocupaciónde esta tradición por el cambio y su relación con el modo de producción, pero acercándosepaulatinamente a los planteamientos culturales para el cuestionamiento del actual orden decosas.

En la exposición de El Estado Absolutista afirmaba: La lucha secular entre las clases se resuel-

ve en último término en el nivel político de la sociedad y no en el económico o cultural. En otras pala-

bras, mientras las clases subsistan, la construcción y destrucción de los Estados es lo que cierra los

cambios básicos en las relaciones de producción26.

Del análisis y reinterpretación del pasado británico originarias de las tesis elaboradasjunto a Nairn salieron las ideas cuya fuerza y posibilidad de futuro práctico fueron evolucio-nando junto a las corrientes intelectuales de las últimas décadas constituyendo las claves de

25 Meikins Wood, Ellen. El Concepto de Clase en E. P. Thompson, Zona Abierta n.º 32 (julio-septiem-bre 1984), p. 48.

26 Anderson, Perry. El Estado Absolutista. Siglo XXI, Madrid, 1994, p. 5.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

131 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

132Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

estudio de Anderson, invariablemente acompañadas por una búsqueda metodológica queadecuara el materialismo histórico a la comprensión de fenómenos históricos contemporá-neos. Búsqueda iniciada en el proceso de formación histórica de las clases dominantes enGran Bretaña y su moderno Estado que concluyó con el diagnóstico de las carencias más gra-ves de la cultura británica desveladas por él y Nairn; Gramsci y la sociología se convertiríanasí en modelos paradigmáticos para suplir sus carencias históricas: construir una intelectua-lidad autónoma y comprometida dentro de una visión del mundo, social, histórica y dialécticaque se fue abriendo desde el marxismo continental y su acercamiento momentáneo alestructuralismo althusseriano hasta la sociología postweberiana.

Lo consiguió sólo parcialmente. Su salida de New Left Review coincidió con los primerospasos de las alianzas anti-Thatcher entre la izquierda laborista y el CPGB; el corporativismo,que tanto había criticado, hizo frente a la ofensiva, en la escalada de conflictividad social quesufrió la Inglaterra de los 80, de la nueva derecha. El neoliberalismo de casa coincidía con lallegada de las fórmulas semióticas y narrativas del otro lado del Canal y del Atlántico.Anderson se fue refugiando en la defensa de la sociología británica (Anthony Giddens,Michael Mann o W.G. Runciman que escribieron sus primeros artículos con Anderson alfrente de New Left Review), y en las tesis de autores como Gerald.A. Cohen.

Sin embargo, frente a este anquilosamiento político asegurado en el cerrojo a las contro-versias de las crisis del marxismo, el bagaje de Anderson ha aflorado, a lo largo de estas dosúltimas décadas, en la crítica al postmodernismo y en la vuelta a las cuestiones nacionales. Enla línea de la lógica cultural del capitalismo ha analizado también el concepto de postmoderni-dad hasta sus implicaciones más perversas. Previamente, había roto el silencio tras la caídadel Muro de Berlín; había escrito un ensayo refutando y demostrando las implicaciones de lateoría de Fukuyama y su fin de la historia, reisertándose, curiosamente, en la línea históricade la tradición del criticismo radical británico27 reconociendo el rotundo fracaso de suapuesta estratégica inicial, pero reivindicando al Gramsci de la resistencia moral y la innova-

ción política para estos tiempos.

5. La contribución colectiva

Todas, más que el peso determinante de alguna de ellas, han recibido el calificativo de tra-

dición por una apreciable contribución colectiva; en cada uno de sus libros, artículos o con-ferencias hay siempre algún tipo de mención a su etapa formativa, a su pasado y a su legadomás amplio, que se despliega a través de las relaciones profundas, tanto con elementos de lapropia tradición británica como con el marxismo continental, que marcaron su labor dereinterpretación histórica de la naturaleza histórica británica, europea y mundial. Una labor,

27 Los Fines de la Historia; Anagrama, Barcelona, 1997. Campos de Batalla; Anagrama, Barcelona.1998. English Questions; Verso, Londres, 1992. Zone of Engagement; Verso, Londres, 1992, y Los Orígenes

de la Postmodernidad; Anagrama, Barcelona, 2000.

tomada inicialmente del Manifiesto Comunista y del desarrollo del análisis histórico de lalucha de clases, que se iría forjando en la búsqueda política de lo popular y en la definitivacomprensión del materialismo histórico sometido a numerosas cuestiones teóricas y meto-dológicas, que darían forma a su concepción del proceso histórico-temporal. Pero que tal vezarrancaban de un propósito más sencillo de negación y reacción frente al status histórico delapolillado mundo académico inglés, y de su rancia, glorificada y conservadora historia deInglaterra. Veamos como lo recordaba recientemente Eric Hobsbawm:

Nuestra generación aprendió historia, durante los diez años siguientes a la guerra, en seminarios

regulares que reunían a historiadores amigos y militantes del Partido Comunista británico: el lla-

mado «grupo de historiadores comunistas», Christopher Hill, Maurice Dobb, Edward P. Thompson,

el medievalista Rodney Hilton, yo y otros. Durante esa época discutíamos de historia con especialis-

tas de otros países, muchos de ellos franceses. Yo tuve una considerable simpatía hacía la escuela de

los Annales, pero con una diferencia: ellos creían en una historia que no cambia, creían en las estruc-

turas permanentes de la historia; yo creo en la historia que cambia28.

La demolición de este edificio empezó por concluir con una Edad Media bucólica y armó-nicamente estructurada en tres estados, para desvelar un orden basado en la lucha entre cam-pesinos y señores. Los conflictos del siglo XVIII no fueron una simple guerra civil sino unarevolución burguesa29 conducida también por el pueblo, y el XVIII no sería más un siglo librede conflictos, sino de antagonismos culturales entre patricios y plebeyos30, lleno de experien-cias de lucha de clases sin clases31. Igualmente, la Revolución Industrial entrañaba no sólocambios socioeconómicos sino, en la lógica de conflictos entre capital y trabajo, un dramáti-co proceso de formación de clases determinado en gran parte por la acción participativa(agency) de los propios trabajadores, añadiendo, de esta manera, al análisis de la lucha de cla-ses la palabra resistencia a las ya existentes como rebelión o revolución, abriendo las puertas alanálisis de la experiencia que luego desarrollaría Thompson en La Formación de la clase obrera

en Inglaterra.

La historia de abajo-arriba, como ya interpretara Annales, supuso una historia alternativafrente a la propaganda de los vencedores, centrada en rescatar la acción y experiencia de losperdedores, de los sin voz y el silencio del trabajo, como quedó reflejado en el Prefacio a lasegunda edición de la obra:

Trato de rescatar al pobre tejedor de medias, al tundidor ludita, al «obsoleto» tejedor

manual, al «utópico», e incluso al iluso seguidor de Joanna Southcott, de la enorme prepo-

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

133 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

28 Hobsbawm, Eric. Entrevista sobre el Siglo XXI; p. 19.29 driven by struggles of the lower orders as well. Kaye, H. V., E. P. Thompson. A Critical Perspective.30 Thompson, E. P. Costumbres en Común, Crítica, Barcelona, 1993.31 Thompson, E. P. Tradición, revuelta y consciencia de clase, Crítica, Barcelona, 1979.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

134Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

tencia de la posteridad. Es posible que sus oficios artesanales estuvieran muriendo. Es posi-

ble que su hostilidad hacia el nuevo industrialismo fuese retrógrada. es posible que sus idea-

les comunitarios fuesen fantasías. Es posible que sus conspiraciones insurreccionales fuesen

temerarias. Pero ellos vivieron en aquellos tiempos de agudos trastornos sociales, y nosotros

no. Sus aspiraciones eran válidas en términos de su propia experiencia; y, si fueron víctimas

de la historia, siguen al condenarse sus propias vidas, siendo víctimas32.

Pero también desde abajo se llevó a cabo la función de redescubrir y ensamblar con la tra-dición demócrata-radical, en las que insertaron, bajo el prisma de la hegemonía, nociones delibertad, igualdad y comunidad. La apropiación de los términos de Gramsci (como oposiciónal leninismo o al reformismo según quién los usara), servirán para esa historia de las ideas polí-ticas que deseaba el nuevo marxismo británico; no una historia originada dentro únicamen-te de las cabezas de los intelectuales, sino en el epicentro mismo de la ideología popular endiálogo constante con la historia de las ideas y la propia política, que ocasionó buena parte delos debates enfrentados con los enfoques de los estudios del Estado, los grupos de presión yde poder33.

Siempre al lado de un acto institucional descubrirán uno popular; al lado de la Carta Magna

estará la revuelta de 1381. Al otro lado de las puertas del Parlamento del XVII estarán los leve-

llers, los diggers y los ranters. En el XVIII no sólo se oirá a Wilkes, sino a la ensordecedora mul-titud de Londres apoyando los derechos del inglés libre por nacimiento. Sonidos, que inte-rrumpieron el silencio de la tranquila y excepcional vida política británica, formados por loslemas de jacobinos, ludditas, cartistas y el Capitán Swing, como nudos entrelazados de una pri-mera clase obrera. La gran contribución, sin duda, de la tradición historiográfica marxista enel mundo anglosajón fruto de la acción conjunta de todas las anteriores, será el planteamien-to del ataque a los mitos sagrados que les precedieron, tanto de la derecha como de la izquier-da: desmontando también el paradigma whig que narraba la historia de Inglaterra como unproceso evolutivo continuo hacia la democracia, y ayudando a clarificar la presentación mar-xista de la historia en la que el desarrollo histórico era concebido en términos lineales, mecá-nicos y tecnoeconómicos; puede que esta no fuera su intención en los tiempos del Grupo, perosu persistencia en la importancia clave de lo histórico (y su defensa del oficio de historiador)en la concepción del materialismo histórico, unidos a la experiencia política, terminó porcristalizar. Y lo hizo antes al otro lado del Océano que del Canal: la mayoría de las experien-cias formativas clave se traspasaron y enriquecieron en los Estados Unidos, en un debate ini-

32 Thompson, E. P. La Formación de la clase obrera en Inglaterra, p. 17. 33 Outside Italy, nowhere more than in Britain have Gramsci’s writings exercised so prolonged, deep or

diversified an influence. ( )This ambivalence can be explained by the needs which his texts have serve to meet,

the gaps they have served to fill in the culture into which they enter. Forgacs, David. Gramsci and Marxism, in

Britain; New Left Review n.º 176 (julio-agosto) 1989, pp. 70-71.

ciado en torno a la transición del feudalismo en el que intervinieron Brenner o Wallerstein,en la dedicación a los estudios literarios, culturales y feministas de David Montgomery oEugene Genovese, y en la revisión del discurso público de la izquierda, a través de la cons-trucción de una nueva narrativa inspirada en los modelos de estructuración de clases, podery Estado, de las obras de Kiernan o Saville, introducidas y adaptadas al mundo americano porHarvey J. Kaye.

La contribución al mundo europeo no tiene el mismo carácter cultural, pero no cabe dudaque el ámbito de la historia social empezó a tener obras maestras allí donde no había llegadonunca, hasta el despropósito de confundir cualquier región minera o preindustrial con elYorkshire o el West Riding del Siglo XIX inglés. Las líneas de influencia se pierden entre lasde las tradiciones propias y el abanderado de la multidisciplinariedad, pero subsiste el mar-cado énfasis en el cambio histórico de la escuela marxista inglesa (desde su encuentro depostguerra y su particular existencialismo) y su discurso de acción, inscrito primero en labatalla de las ideas y más tarde en los usos y costumbres frente a categorías más abstractas, quereintroduce al sujeto en la historia, uniendo el objeto de estudio a su tradicional forma deentender la cultura, inscrita en una teoría marxista de peso específico en la historiografía porinfluencia directa de los escritos de Marx y Engels sobre la sociedad británica.

Lo realmente peculiar de esta tradición no es su particular interés en la búsqueda del suje-to colectivo inglés a través de sus linajes radicales, que arranca de su militancia comunista olaborista, sino su intención constante, a pesar de las vicisitudes, cambios y diferencias, detransformar en político cualquier tema de su agenda sin prescindir de los niveles de exigen-cia de la buena historia y la polémica creativa. Una agenda repleta de notas y citas contra latiranía del presente y su apisonadora de poder y falsificación; una agenda constantementeabierta a la crítica y a la posibilidad de réplica, como ha demostrado en la mayoría de susnúmeros New Left Review, para restaurar las dimensiones más vitales del descubrimiento delconflicto y la ilusión por la historia, hoy tanto o más necesarias que entonces, pero igual-mente eficaz en el sentir y el pensar de sus discípulos y continuadores que han incorporadoal ámbito de las ciencias sociales como una constante investigadora esta necesidad ética ymoral en el doble compromiso creativo hacia el tiempo.

6. Epílogo

Hoy, las líneas maestras de esta tradición siguen vivas gracias a un trabajo continuo y sos-tenido, que sigue llenando de contenidos el entramado de una cultura política que no hacesado de reflexionar sobre su propio papel y su relación con otros ámbitos. En este sentido,y a diferencia de otros grupos con voluntad reciente de mundializacion, esta tradición se hafortalecido en todo el mundo anglosajón y sus núcleos postcoloniales de una forma interna,como prolongación del giro cosmopolita y la atención a la periferia dados desde los sesenta,que permitió la paulatina incorporación de perspectivas, temas y autores que en la mismalínea de continuidad y discontinuidad del resto de los grupos, ha supuesto un referente con-

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

135 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

136Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137

tinuo para los debates de cambio de siglo y milenio y sus referentes occidentales, a pesar deacusar desapariciones tan notables como la de Edward Thompson.

Para ello ha sido fundamental el fortalecimiento de la editorial Verso Books y New Left

Review, que publican conjuntamente en el Reino Unido y los Estados Unidos, compartiendola exclusividad de autores como Tariq Ali, Benedict y Perry Anderson, Arrighi, Bourdieu,Grass, Johanna y Rober Brenner, Alexander Cockburn, Gerald A Cohen, Mike Davis, TerryEagleton, Frances Fox-Piven, Nancy Fraser, Norman Geras, Habermas, Catherine y StuartHall, Frigga Haug, Hobsbawm, Fredric Jameson, Michael Mann, Juliett Mitchell, FrancoMoretti, Laura Mulvey, Tom Nairn, Kate Soper, Goran Therborn, Dorothy Thompson,Wallerstein, Linda Weiss o Slavoj Zizek.

Past and Present sigue vinculada casi exclusivamente al mundo académico, como final-mente sucedió con el interesante proyecto de History Workshop tras la muerte de Samuel, perose ha transformado además en una fundación que asegura el peso de la investigación y ladivulgación históricas en el conjunto de la producción universitaria británica34.

Pero una vez mas, la publicación periódica que puede servir de modelo para observar loscambios a través de lo que piensan y escriben los hombres y mujeres, a pesar de la diferenciageneracional, es una New Left Review reeditada simbólicamente con el cambio de siglo en unanueva etapa con Perry Anderson al frente. Un periodo en el que la revista se erige en la mejorrepresentación de su propia historia y legado como instrumento y referencia para mantenerla capacidad explicativa de una realidad múltiple y cambiante que puede rastrearse en ladiversidad de cada uno de sus números.

Las diferentes visiones del mundo actual y su reordenamiento tras el fin de la guerra fría hasido din duda el tema mas frecuente en esta nueva época de la publicación, pero siemprealternando los aspectos que componen esta realidad y huyendo de monografias reducidas.New Left Review ha multiplicado sus escenarios. Ha pasado del imaginario intelectual sobre lasdiferentes interpretaciones del pasado siglo, de Arrighi a Hobsbawm por ejemplo, a la pro-blemática británica en la declaración de intenciones para clausurar una época y abrir nuevasvías que se enfrentaran a las lideradas por Blair y el nuevo sindicalismo, a la Selva Lacandona,al diálogo entre García Marquez y Marcos, en un primer numero muy particular, seleccio-nando y sintetizando además de la producción de los noventa y de toda la experiencia ante-rior, las pautas programáticas de la nueva época.

A pesar de que se han mantenido los análisis sobre las parcelas clásicas de la izquierda ylos coletazos de sus ultimas querellas, el abordaje de la problemática global ha ido constitu-

34 Past&Present sigue en la línea de la historia social de la que fue pionera en el Reino Unido; enunión con la Universidad de Birmingham se ha creado The Past&Present Society que mantiene aChristopher Hill como presidente, y a R. H. Hilton y a E. J. Hobsbawm como vicepresidentes de unaaventura editorial de 50 años.

yendo numero a numero un buen muestrario de la complejidad actual, de la necesaria suti-leza de sus análisis y de la posible respuesta al refugio contemplativo de los relativismos.

La critica vertida en su nueva etapa habla del capitalismo financiero desde los modelosanglosajones, de las actuales implicaciones políticas de las multinacionales, Robin Blackburnen The Enron Debacle (n.º 14), de la implicación de trabajadores y consumidores en los valo-res bursátiles, Rober Wade en Culling the World Bank (n.º 7), del fin de los modelos de bien-estar, John Grahl, Globalizazed Financed (n.º 8), y desde luego, mantiene dos de sus constan-tes desde su nacimiento, la critica cultural y el cosmopolitismo. La critica de Terry Eagleton,Capitalism anf Form (n.º 14) o Franco Moretti, Planet Hollywood, espacio y vida urbanas, SwenLutticken en Parklife, vida cotidiana, cine television… combinada con la teoría artística oarquitectónica.

En cuanto al ámbito internacional e internacionalista, la vocación de los esquemas, preci-samente culturales, del Said de Orientalism, se ha reproducido, sobre todo a partir del 11 deSeptiembre, en los artículos sobre las relaciones oriente-occidente, pero también ha proli-ferado una corriente, de Asia, India y America Latina fundamentalmente, que se acerca a losmismos procesos mundiales desde ópticas propias. Por ultimo, la revista, en la que hanescrito algunos de los portavoces de los nuevos movimientos sociales, Bove, Klein, Sellers,presenta una serie de debates y críticas en la estela de una preocupación teórica de la que hanformado y forman parte;

Luisa Passerini y Timothy Bewes Recollecting Europe, Christine Delphi, Feminism at a

Standstill, Peter Hallward, Mediocracy in France, Gunter Grass y Pierre Bourdieu, The

Progressive Restoration, o la extensa critica de Balakrishnan a Imperio de Hardt y Negri, sonalgunos ejemplos que desgraciadamente la editorial que tiene los derechos de distribuciónpara el mundo de habla hispana se ha olvidado con frecuencia.

Gutmaro Gómez Bravo La Historia Social Británica: Memoria de una contribusión colectiva

137 Historia y Comunicación Social2003, 8 119-137