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La historiografía en inglés sobre los Andes. Balance de la década del 80. Charles Walker Una revisión de los libros publicados en inglés sobre historia andina durante la última década demuestra que fueron añ.os productivos y fructíferos. Se ha publicado una gran cantidad de libros, muchos de ellos novedosos e importantes. Aunque se ha investigado una variedad de temas, -las cajas reales, las monjas, los bandidos y los mineros, entre otros-, destaca la atención prestada a la historia rural y regional. En este ensayo nos proponemos revisar tal producción bibliográfica. No nos detendremos, sin embargo, en el nivel de la contribución que estos libros suponen: deseamos, además poner de relieve las buenas relaciones que se han establecido entre los historiadores de los países andinos y los del hemisferio norte. Sometemos a examen lo que consideramos una importante colaboración entre historiadores peruanos y peruanistas lograda a través de la superación de los chau- vinismos y prejuicios que se fundaban en gran parte en la ignorancia respecto del otro. La década del noventa plantea, pues, el reto de mantener y mejorar la recipro- cidad entre investigadores. Cabría esperar igualmente que los extranjeros continua- sen aportando interpretaciones y perspectivas novedosas y que planteasen nuevos temas de estudio(*). (*) Quisiera agradecer a lván Hinojosa, a Cristóbal Aljovín y Zoila Mendoza por sus sugerentes consejos y críticas. No. 2, diciembre 1991 513

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La historiografía en inglés sobre los Andes.

Balance de la década del 80.

Charles Walker

Una revisión de los libros publicados en inglés sobre historia andina durante la última década demuestra que fueron añ.os productivos y fructíferos. Se ha publicado una gran cantidad de libros, muchos de ellos novedosos e importantes.

Aunque se ha investigado una variedad de temas, -las cajas reales, las monjas, los bandidos y los mineros, entre otros-, destaca la atención prestada a la historia rural y regional. En este ensayo nos proponemos revisar tal producción bibliográfica. No nos detendremos, sin embargo, en el nivel de la contribución que estos libros suponen: deseamos, además poner de relieve las buenas relaciones que se han establecido entre los historiadores de los países andinos y los del hemisferio norte. Sometemos a examen lo que consideramos una importante colaboración entre historiadores peruanos y peruanistas lograda a través de la superación de los chau­vinismos y prejuicios que se fundaban en gran parte en la ignorancia respecto del otro. La década del noventa plantea, pues, el reto de mantener y mejorar la recipro­cidad entre investigadores. Cabría esperar igualmente que los extranjeros continua­sen aportando interpretaciones y perspectivas novedosas y que planteasen nuevos temas de estudio(*).

(*) Quisiera agradecer a lván Hinojosa, a Cristóbal Aljovín y Zoila Mendoza por sus sugerentes consejos y críticas.

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Crónicas Bibliográficas ----------------------

Aunque el teermino andino se desliza a menudo en este ensayo, nos referimos en la mayoría de los casos a libros cuyo tema es el Perú. No sólo enten­demos mejor la bibliografía sino que conocemos además el contexto en que se produjo y se sigue produciendo la historiografía, tema importante del ensayo. Cabe formular ciertas precisiones a las que se atiene nuestro trabajo. Nos guía una definición sumamente estricta, y sin duda restringida, de lo que es producción historiográfica. En este ensayo no revisamos ni trabajos de etnohistoria, -vienen a la mente los libros de Irene Silverblatt y Frank Saloman- ni aquellos que examinan el Perú contemporáneo, tema que suelen tratar con resultado desigual los "científi­cos políticos". Tampoco pretendemos ser exhaustivos; existen seguramente libros importantes que escapan nuestra relación. Cabe señalar finalmente que analizamos libros publicados en su mayoría en los Estados Unidos aunque haremos mención excepcional a libros británicos.

Creemos no exagerar cuando afirmamos que, en cuanto a lo producido, la historiografía en inglés sobre el Perú ha alcanzado durante la década pasada la calidad que caracteriza a aquellas que tratan de los demás países latinoamericanos. Si bien sobre México y Brasil se publica mucho más y hay trabajos estupendos, es también cierto que abunda la menor calidad. Más allá de esta constatación cuestio­nable, cobra importancia la pregunta en tomo a la excelente calidad de los trabajos sobre el Perú. Encontramos cuatro explicaciones principales: dos de ellas se vinculan con el talento y los intereses de cada historiador; las otras dos tienen que ver con el país mismo. En primer lugar, muchos de los historiadores que se dedicaron al Perú poseían virtudes tales que hubieran llegado a ser buenos historiadores en cualquier otro contexto. A fin de cuentas, el oficio de historiador se adquiere por la vía de una formación bastante individual. En segundo lugar, los buenos historiadores analizaron con gran seriedad los debates teóricos de las últimas décadas entre los cuales destacaban la discusión en tomo a la teoría de la dependencia, la renovación del marxismo y la incorporación de nuevos grupos sociales. Estas discusiones lejos de quedar en lo abstracto, fueron aplicadas a los hallazgos que ofrecían los archivos. Esta combinación de teoría y trabajo de campo, que apenas sí se halla en la disciplina de "estudios latinoamericanos" en los Estados Unidos caracteriza las obras de los mejores historiadores.

Resulta también necesario tener en consideración determinados factores pe­ruanos. La agitación y el tumulto que imperaron durante la década del setenta, época de formación e investigación de gran parte de los estudios revisados aquí, determi­naron que los trabajos de historia se juzgasen necesidad apremiante. Los debates y las luchas de la época, la reforma agraria, los movimientos campesinos y los esfuerzos en pos de la descentralización, por un lado, y, por otro la tendencia de los países andinos a ubicar las discusiones socio-políticas en términos históricos, tendencia que Alberto Flores Galindo constata, contribuyeron a la creación de un contexto propicio para el desarrollo de investigaciones históricas sobre el campo, las regiones y los movimientos sociales. En este sentido, el tercennundismo intelectual de la década del setenta y de inicios de la del ochenta se tradujo en importantes obras sobre el Perú.

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El cuarto factor, guarda estrecha relación con el punto arriba enunciado, el excelente ambiente historiográfico en el Perú contribuyó a que los historiadores extranjeros llevasen a cabo estudios de notable interés. En éste y otros países andinos, hubo y hay historiadores extraordinarios que prestaron su colaboración de una fonna u otra a los investigadores de fuera. Cabe mencionar entre ellos a Pablo Macera, a Alberto Flores Galindo, a Franklin Pease, a Heraclio Bonilla, a Manuel Burga y a Christine Hünefeldt. En todos los libros que revisamos aparecen frases de agradecimiento a éstos y otros científicos sociales. Pero se trató tan sólo de colabo­ración y ayuda individuales. El ambiente intelectual de las dos últimas décadas, sus importantes y encendidos debates.y las discusiones y pugnas políticas en cuyo marco la historia desempeñó un papel destacado alentaron indudablemente a muchos peruanistas. El debate en torno al balance sobre la historiografía peruan(ist)a de Heraclio Bonilla publicado en úi Revista, el Congreso de Historia de 1984 y los importanúsimos números de Allpanchis que editaba entonces Flores Galindo, "espacios" y eventos hoy desaparecidos servirán para ilustrar ese contexto

Se evitaron así situaciones típicas en las que suelen incurrir las relaciones entre intelectuales de Estados Unidos o Europa e intelectuales de América Latina. En aquellos países de escasa tradición historiográfica, el extranjero suele ser visto como un experto, lo que crea tensiones y suscita envidia. Por otro lado, cuando los extranjeros no aportan a los conocimientos y a los debates, no suele siquiera existir intercambio con los intelectuales del país. Esto no ocurrió en el caso del Perú. Algunos jóvenes historiadores extranjeros, de sólida formación y dispuestos a aprender y participar, encontraron un ambiente que estimulaba la creación y se vincularon con colegas nacionales tan capaces como generosos con sus conocimien­tos y su tiempo.

¿ Qué rasgos contri bu yen a la fonnación de un buen peruanista? Desde luego que la capacidad individual antes mencionada es primordial; la inteligencia, el interés, la paciencia y la creatividad para el trabajo en los archivos son índices de tal capacidad. Más allá de estos atributos mundanos, pensamos que un buen peruanista no sólo debe comprender su tema de estudio, siempre bastante limitado según las costumbres académicas al uso, sino que debe tener además una relación y compren­sión más vital de aquel tema. Un buen historiador deberá, pues, interesarse por la situación contemporánea, deberá establecer una comunidad, deberá aprender acerca de la vida social del Perú, etc. Si el interés del historiador (extranjero o nacional) en el país se acaba al cerrar el archivo en la tarde, el resultado final de su investigación será mediocre. Pensamos que un historiador que no se interesa por el presente y sobre todo uno que no tiene la capacidad para entender tal presente, difícilmente logrará analizar con creatividad y rigor el pasado.

Reconocemos que este argumento tan populista según el cual para un historiador extranjero una relación vital con el país de estudio resulta crucial en lo que a su investigación se refiere, no funciona necesariamente a la inversa: peruani­zarse no es garantía de convertirse en buen historiador. Sea como fuere, los histo­riadores cuyos trabajos consideramos en este ensayo demuestran tales vínculos: su conocimiento sobre el Perú es profundo y también lo es su preocupación por este

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país, una que supera los lfmites de su investigación. Por otro lado, los investigado­res extranjeros que no ven en el Perú sino un gran laboratorio y se limitan a consultar el archivo tienden a cambiar su tema de estudio y terminan por dedicarse a otro país(l). El Perú actual presenta una serie de obstáculos para el investigador, -los archivos están en huelga por lo menos tres meses al año mientras que muchas autoridades estatales juzgan que la documentación histórica forma parte de su patrimonio personal. En consecuencia, si el extranjero sólo busca archivos, rápida­mente optará por algún otro país, y apenas sí lo echarán de menos. Desgraciadamente algunos de los autores aquí reseñados también dejaron de investigar en el Perú.

Dentro de la tendencia predominante que marca la historia regional y rural, sobresalen tres obras: los libros de Karen Spalding sobre Huarochirí, el de Florencia Mallon sobre la sierra central peruana, y el de Brooke Larson sobre Cochabamba. Los tres han sido escritos por autoras entre las que existen notables coincidencias, una de las cuales es haber publicado importantes trabajos en castellano(2). También los libros comparten importantes características. En primer lugar, todos sacan provecho de importantes debates teóricos sobre la transición al capitalismo, el cam­pesinado como clase social, los modos de producción, la unidad doméstica y la re­presentación de grupos analfabetos y contribuyen a tales debates. Entre otros aportes, han ayudado superar la brecha tajante que existía entre historia económica e historia social, la primera cuantitativa y la segunda descriptiva. Además, los trabajos a los que nos referimos logran ser teóricos sin ser aburridos y sin olvidarse de los seres humanos: en Estados Unidos no todos superan la separación que oponen los trabajos empíricos a los teóricos, a los que distinguen la abundancia de citas eruditas y de un grado de especialización abrumador. A través del análisis de los grandes cambios -y continuidades- que se advierten a lo largo de décadas y siglos, y gracias a la atención especial que prestan al papel de las clases populares, los trabajos de Spalding, Larson y Mallon han puesto a prueba las grandes teorías sobre la historia andina y han contribuido a formular tales teorías desde una perspectiva muy humana.

Se trata pues de estudios cuyo enfoque opera "desde abajo". Los tres analizan un sector cuya ausencia en la historiografía ha sido notable: la población rural. Sin embargo, no se nos ofrece una visión idílica del campesinado como mera fuente de un folklore destruido por la modernización, no nos presentan un sector aislado de los grandes procesos políticos y económicos. Muy por el contrario, en las tres obras se considera al campesinado desde la perspectiva histórica: se estudia tanto las relaciones internas de la comunidad o aldea como aquellas que establecen con la sociedad mayor. Se demuestra incluso la trascendencia de los sectores populares rurales en grandes procesos tales como la creación del sistema colonial, la transición al capitalismo y, muy en especial, la formación del estado nacional.

Otra característica que distingue a estos tres volúmenes es el empleo de archivos nacionales. Demuestran, así, que es posible estudiar sectores olvidados por gran parte de la historiografía sin ir a España. Estos y otros libros publicados en inglés plantean muchas nuevas pistas metodológicas pues cada autora ha investiga­do en archivos poco frecuentados y ha aplicado nuevos enfoques en el análisis de los

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archivos más conocidos. Finalmente, los tres libros son estudios de larga duración: el de Spalding va desde la época prehispánica hasta la Independencia; Larson parte de la llegada de los españoles y se detiene a comienzos del siglo XX; y Mallon abarca desde la Independencia hasta 1940. Este enfoque contrasta con la tendencia general (muy empírica) en la historiografía de estudiar un espacio específico por un período muy limitado. Por el contrario el seguimiento de una región por más de un siglo permite detectar el impacto que ejercieron localmente las grandes transforma­ciones, superando así una visión estática del campo y sus pobladores.

Estas historiadoras, a través de sus libros y sus trabajos como profesoras, han influido en la historiografía latinoamericana tanto en Estados Unidos como en los países andinos. Han demostrado que es posible y necesario estudiar al campesi­nado desde una perspectiva de larga duración con la documentación nacional. A la vez, han demostrado que los estudios andinos pueden participar en los debates teóricos de las ciencias sociales y contribuir a tales debates, superando cierto provin­cialismo que caracterizaba a muchos de los estudios anteriores. Por último, en sus trabajos quedan demostradas las ventajas del intercambio intelectual y personal entre historiadores norteamericanos e historiadores nacionales.

Han aparecido otros libros importantes sobre historia rural o historia agraria, incluso demasiados como para ser resumidos. Al igual que los tres ya reseñados, el libro de SusanRamirez sobre Lambayeque estudia una región a lo largo de varios siglos. Aunque menos teórico que aquellos anteriormente discutidos, es un estudio muy riguroso sobre una zona no tan estudiada como el sur andino. Lamentablemente tenemos la impresión de que no ha recibido la atención que merece en el Perú. Michael Gonzales también contribuye al conocimiento del norte peruano; se dedica específicamente el funcionamiento interno de las haciendas a fines del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX. Sobre Arequipa, Keith Davies y Kendall Brown han publicado importantes estudios. Los trabajos de Nicholas Cushner sobre las propiedades jesuitas, tema que ha tratado también en el caso de otros países, empalman muy bien con los conocidos estudios de Pablo Macera. La tesis doctoral de Nils Jacobsen sobre la tenencia de tierra en Azángaro en el siglo XIX no tardará en convertirse en un importante libro. El libro que Erick Langer ha publicado recientemente sobre Chuquisaca combina un arduo trabajo de archivo con una seria atención a los debates teóricos en torno al campesinado, la resistencia y la transición al capitalismo.

Aunque todos estos libros merecen ser discutidos por separado, el rápido recuento indica los logros más importantes en la historia agraria andina. Las críticas que en los años sesenta y setenta denunciaban que nadie estudiaba el campo resultan hoy insostenibles. La cantidad de estudios permite ahora desarrollar trabajos más comparativos y sintéticos. ¿Cómo se explica el predominio de haciendas en unas zonas y no en otras?, ¿cómo se ha incorporado al campesinado al mercado de trabajo capitalista en diferentes regiones? son algunas líneas que podrían servir de eje para la comparación. Muchos historiadores podrían responder a estas interrogantes y plantear otras aprovechando los numerosos trabajos publicados durante los últimos años. En esta tarea de síntesis, trabajos como los de Manuel Burga y María Isabel

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Remy y Luis Miguel Glave constituyen importantes aportes. La atención al campo y al campesinado surgió paralelamente con el interés

por los movimientos sociales. Estos han sido abrumadoramente rurales en los Andes. En cuanto a la bibliografía sobre las diferentes formas de protesta en el campo, el libro de la historiadora peruana Scarlett O'Phelan, publicado primero en inglés en Alemania y luego en español en el Perú, se ha convertido en una obra de consulta básica sobre el siglo XVIII. En cuanto a las contribuciones de historiadores del hemisferio norte, lo más destacable es la antología editada por Steve Stem, felizmente traducida ya al castellano. Se reúnen en la colección notables trabajos de un gran número de historiadores y antropólogos de diferentes países. El volumen permite una puesta al día en cuanto a los estudios de las rebeliones, tanto en el nivel teórico como empírico. Los ensayos introductorios de Stem constituyen un extraor­dinario resumen de las diferentes corrientes y enfoques sobre los movimientos sociales, y se ocupan tanto de los debates teóricos a partir de la década del sesenta como de la producción en el Perú y Bolivia.

En cuanto a los artículos mismos que aparecen allí reunidos, se perciben varias tendencias. En los casos de Perú y Bolivia, se nota la gran atención a la rebelión de Tupac Amaro y la atención cada vez mayor que se le presta a la de Tupac Katari lo cual, no significa de ninguna manera que se trate de un tema saturado. La antología también incluye ensayos de Heraclio Bonilla y Florencia Mallon sobre la participación popular en la Guerra del Pacífico, un debate muy importante. En cuanto a Bolivia, y en contraste con el Perú, se destaca el énfasis en el siglo XX. En resumen, queda todavía mucho por estudiar sobre los movimientos sociales en los Andes, -rebeliones, épocas, y regiones desconocidas y otras que requieren nuevos enfoques-, sin embargo, el libro de Stem ubica muy bien el estado de las investiga­ciones, y sugiere a la vez nuevas pistas.

Steve Stem no sólo ha organizado esta antología. Su estudio sobre Huaman­ga en el primer siglo después de la llegada de los españoles es un libro fundamental para comprender la colonización "latinoamericana". El trabajo de Stem estuvo a la vanguardia de textos que estudiaron la conquista y otros "grandes acontecimientos" desde la perspectiva de los indígenas y otros grupos subordinados, superando en este caso interpretaciones "sensacionalistas" que sólo valoraron la conquista -como etnocidio o iluminación- sin acercarse a los mismos eventos y acciones y a los pensamientos de los indígenas. Su análisis de por qué los pobladores de Huamanga ayudaron a los españoles forma parte de una tendencia historiográfica cada vez más crítica de los Incas. Stem estudia con rigor el primer siglo colonial, dividiéndolo por épocas según los diferentes "sistemas" o formas laborales que vincularon a españo­les e indígenas y estudia al mismo tiempo las "herencias coloniales" tan di scutidas hoy. Poder acercarse a los esfuerzos, motivaciones y mentalidades de los grupos indígenas en los siglos XVI y XVII depende, por supuesto, de un meritorio trabajo en archivos. Más aún, narrar y analizar detalladamente un siglo de forma tal que concite el interés del lector en el espacio de menos de trescientas páginas es un logro poco común en los trabajos académicos.

El libro de Paul Gootenberg reinterpreta asimismo una época importante

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pero soslayada por los historiadores: la joven república. Sometiendo a examen gran parte de la historiografía dependentista de las décadas del setenta y el ochenta, Goo­tenberg analiza las luchas en torno a las políticas económicas y demuestra sobre todo que el librecambismo no predominó cuando se produjo la Independencia. Esto significa que no se le puede achacar a la apertura a la economía internacional la triste historia socioeconómica del Perú del siglo XIX. Tal vez el mayor mérito del libro de Gootenberg sea que demuestra la necesidad de tomar más en serio la historia política del siglo XIX e incluso la del siglo XX. El nuevo examen de los diferentes grupos que propone Gootenberg, (liberales y conservadores resultan hoy términos demasiado genéricos), debe incluir el análisis tanto de sus plataformas y sus bases sociales como del impacto que ejercen en la sociedad. Al igual que los otros libros importantes, el de Gootenberg nos mueve a volver a pensar la historia peruana, y ofrece nuevos caminos de estudio.

Podríamos seguir resumiendo buenos libros publicados en inglés durante la última década. Jeffrey Cole y Peter Bakewell han llevado a cabo importantes trabajos sobre Potosí, sobre todo acerca de la mano de obra empleada en esta gran mina. Nils Jacobsen y Hans-Jürgen Puhle han coeditado una antología sobre las economías peruana y mexicana a fines de la colonia que permite avanzar mucho en el estudio comparativo. El libro se publicó en Alemania, motivo por el cual no se trata de un volumen al que se puede acceder con facilidad. Lewis Taylor ha publicado un libro tanto serio como entretenido sobre el bandolerismo y las luchas políticas en las primeras décadas del siglo XX en Cajamarca. Por otro lado han aparecido libros que preferimos no elogiar . Los prejuicios ideológicos de Frederick Pike debilitan lo que pudo haber sido un gran libro. En el análisis que lleva a cabo del pensamiento de Victor Raúl Haya de la Torre, su esfuerzo por desprestigiar no sólo al APRA sino también a los nacientes grupos de izquierda se hace demasiado evidente y rebaja la seriedad del texto. Los libros de Peter Blanchard y de Luis Martin, el primero sobre historia del movimiento obrero y el segundo sobre la mujer en la colonia sencilla­mente defraudan al lector. Han aparecido, además, libros intermedios que no son ni muy buenos ni muy malos. Estos tienden a investigar un tema muy específico, y cumplen con aportar información relevante pero no ofrecen perspectivas ni ideas muy novedosas, tendencia común en el mundo académico de los Estados Unidos.

Al revisar esta producción historiográfica, llama la atención la clamorosa falta de traducciones al castellano. Creemos, aunque podemos estar equivocados, que de todos aquellos mencionados, sólo los libros de Stern están traducidos al español: el de Huamanga en edición de Alianza Editorial (y por lo tanto escasa y cara en el Perú) y la antología en una encomiable edición reciente del Instituto de Estudios Peruanos. Esto contrasta con la realidad en Brasil y México donde se traducen los mejores libros rápidamente. Aunque corren rumores sobre la inminente traducción de los libros del "trío" Spalding, Larson y Mallon, hasta ahora se trata sólo de rumores. Esta carencia tiene que ver con el deprimido mercado peruano en cuyo ámbito el libro constituye un lujo. En el caso de los textos académicos, el mercado nacional es limitado puesto que muchos de los virtuales compradores poseen ya un ejemplar en inglés. Además, los mismos autores muchas veces publican avances,

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capítulos o síntesis en revistas nacionales. Sin embargo, pensamos que es factible traducir más sin que las grandes editoriales sufran pérdidas económicas. En primer lugar, hace falta seguir insistiendo para lograr la aprobación de la ley del libro, estancada hace años en el Congreso, ley que contempla la reducción de precios. Segundo, se necesita más creatividad empresarial y una campaña agresiva encami­nada a asegurar la venta en el extranjero. Los libros escritos por científicos sociales conocidos pueden concitar gran atracción en otros países. Finalmente, muchas veces el autor puede asumir el costo de la traducción misma y subsidiar incluso el costo de la impresión. Ojalá que durante la década del noventa lleguen a manos de los lectores nacionales algunos de los libros reseñados aquí.

¿Qué temas hay aún por estudiar? Por un lado, no se han agotado las posi­bilidades en cuanto a la corriente predominante en la década del ochenta: la historia rural y regional. Hay muchas zonas que no han sido estudiadas, la selva y la costa sur, por ejemplo. Además, como se mencionó, la cantidad de estudios de historia regional permiten cada vez más trabajos sintéticos y comparativos(3). Aunque será difícil imitar los esfuerzos de Spalding, Mallon, Larson, et. al., hay aún mucho "campo" en esta línea. Esperamos que en la década del noventa aparezcan libros de historia regional y rural que inauguren perspectivas amplias y aprovechen la produc­ción historiográfica reciente.

Algunas de las preocupaciones de la "nueva historia social" que surge a partir de la década del sesenta reciben tan sólo ahora la atención adecuada en los países andinos tanto por parte de investigadores nacionales como de autores extranjeros. Nos referimos fundamentalmente al estudio de grupos subordinados, previamente soslayados por los historiadores. Diversos investigadores norteameri­canos y alemanes llevan a cabo actualmente importantes investigaciones sobre los artesanos, la plebe y las religiosas en la colonia, y sobre la clase obrera en el Perú. Existe una amplia y variada gama de grupos sociales que merecen ser estudiados.

En este sentido, se ha logrado mucho en cuanto al campesinado pero ya es hora de incorporar a otros sectores. Sin embargo, es necesario, como muchos han comentado, no aislar a estos grupos sino relacionarlos con el conjunto de la sociedad y analizar diferentes formas de consenso y control social. Sería sumamente útil estudiar la violencia y el control social desde diferentes perspectivas sin olvidar el análisis de diferentes tipos de relaciones que se fundan en el consenso. Se podría decir que en el Perú se han estudiado las diferentes clases sociales pero que aún falta estudiar con mayor detalle las relaciones entre tales clases. Estas deficiencias obedecen, en gran parte, a que los historiadores andinos (nacionales y extranjeros) se han preocupado relativamente poco por la teoría social, terreno hacia el cual los movería escaso interés.

Por otro lado, nos parece particularmente importante emprender nuevos ca­minos o volver sobre algunos temas actualmente abandonados. Si durante la última década se ha puesto énfasis en el campo, los campesinos, y los siglos XV al XIX , es importante también estudiar las ciudades, los intelectuales, y el siglo XX. La revisión de la bibliografía demuestra que son estos temas que los investigadores extranjeros han dejado de lado. No existe contradicción entre el tratamiento de estos

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temas y el énfasis en el campo: habría que estudiar las relaciones entre los intelec­tuales indigenistas y los movimientos sociales rurales; la cultura urbana vinculada con la migración interna; y el creciente acercamiento entre las urbes y el campo. Ojalá que la aparente "crisis" actual de la historiografía peruana produzca nueva de­rroteros como éstos. La historia política cuya mala fama se debe a un enfoque descriptivo que suele limitarse a las clases altas también merece nuevos estudios y análisis(4).

Durante la última década, los historiadores se han mostrado reticentes a hablar sobre civilizaciones y culturas. En primer lugar, estos términos se identifican con una historiografía muy tradicional. Segundo, uno de los acuerdos implícitos establecido en años recientes entre los científicos sociales es que en el caso de los países andinos no se puede ni se debe hablar de una cultura sino más bien de un sinnúmero de ellas. Por lo tanto, hubo un rechazo a interpretaciones que hacían hincapié en los elementos duraderos y vinculadores en la historia. Sin embargo, lo anterior ha significado una producción historiográfica muy segmentada o dividida: cada uno tiene su región, tema y época. Pensamos que habría que volver a un tipo de análisis que tomase en cuenta aspectos integradores de largo arraigo -positivos e incluso negativos; la violencia como constante, por ejemplo- un análisis que cuestionase lo que es el Perú más allá de sus estructuras económicas y políticas de corto plazo. Esto implica volver a la historia de las ideas y, como ya se mencionó, a la historia política. Tal análisis exige además la superación de las divisiones cronológicas entre las épocas prehispánica, colonial y republicana. Este esfuerzo podría dar sustento a los debates entre "hispanistas" y "andinistas" o apoyar una visión más dinámica que tomase en cuenta la creación de la sociedad peruana, e incluso la creación de su "historia", durante los últimos siglos.

EL FUTURO

En este ensayo hemos sugerido que la notable producción historiográfica peruana y el estimulante contexto de debate e intercambio en las décadas del setenta y el ochenta fomentaron los trabajos de los peruanistas. En consecuencia, una in­terpretación algo pesimista sobre la situación actual y venidera de los historiadores peruanos podría implicar a la vez un empeoramiento de las relaciones con los extranjeros y posiblemente un descenso en su propia producción. Esto significa que, por una serie de razones, el investigador extranjero no va a encontrar el ambiente estimulante que hubiese encontrado afios atrás. ¿Qué factores explican este posible deterioro en la producción historiográfica en el Perú?

Muchas de las figuras que encabezaron el intercambio entre extranjeros y nacionales ya no cumplen este papel: Alberto Flores Galindo falleció; Heraclio Bonilla, Christine Hünefeldt, y Scarlett O'Phelan trabajan fuera del Perú; Pablo Macera, por su parte, ya no representa a aquel brillante pensador público de las dos décadas pasadas. Siguen viviendo en el Perú importantes historiadores dispuestos a intercambiar ideas con extranjeros (Manuel Burga, Nelson Manrique, Franklin Pease, Luis Miguel Glave y Marisa Remy, entre otros, vienen a la mente) pero ya no

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existe el contexto que exisúa ni la riqueza de debates y publicaciones ni el sentido general de la importancia e incluso la urgencia de las investigaciones históricas .

. Esta situación refleja no sólo la '"falta de figuras' que se dice aqueja al fútbol nacional sino también la situación misma del país. En contraste con la década del setenta y de gran parte de la del ochenta, la izquierda no ejerce ya su monopolio sobre la creatividad y optimismo(5). Antes el consenso era general: explorar el país históricamente formaba parte de la creación de un nuevo Perú, uno más justo. Si en algunos casos tal postulado llevaba a trabajos de historia excesivamente ideologi­zados, es decir, panfletarios y simplistas, en otros tal planteamiento fue la base de brillantes investigaciones. La actual crisis de la izquierda y la situación terrible por la que atraviesa el país apenas sí contribuyen a forjar perspectivas entusiastas.

Desde luego que la crisis no sólo es política o espiritual. A los jóvenes investigadores les resulta difícil conseguir un empleo que les dé para vivir y que les permita investigar. Ser profesor en las universidades no constituye actualmente una opción: los pocos puestos que existen no suelen ser a tiempo completo y los salarios que se ofrecen resultan absurdamente bajos. Las ONGs (Organizaciones No Guber­namentales), refugio de trabajo para muchos jóvenes científicos sociales, tienen un límite de capacidad o de interés por la investigación. En casi todos los centros, se discute cómo dedicar los recursos (sobre todo humanos: el tiempo) de manera equilibrada a la promoción, la formación y la investigación. Pensamos que aunque muchos investigadores ligados a ciertas ONGs han logrado crear las condiciones necesarias para investigar, hasta ahora no encuentran, ni en Lima, ni en provincias, el espacio para enseñar. Hay una generación muy buena de jóvenes historiadores que difícilmente va a conseguir trabajos satisfactorios.

Una solución para muchos de ellos es estudiar afuera y la mayoría de ellos lo hace en los Estados Unidos. Durante los últimos años se ha visto una creciente preferencia por las universidades de este país y han quedado relegadas las de Francia, anterior centro de estudios superiores en el extranjero. Un gran número de jóvenes peruanos y bolivianos estudian incluso con los autores mencionados aquí. Creemos que esto puede ser un paso muy positivo. En primer lugar, casi todos salen a estudiar con becas. Es decir, les pagan por leer, escribir, e investigar, oportunidad inusual en sus países. En segundo lugar, estudiar afuera les da acceso a la producción historiográfica sobre y de otros países. Para el peruano o boliviano, estudiar sobre México o Brasil -y ni qué decir sobre Africa o el Medio Oriente- es virtualmente imposible en su país. Más aún, en los buenos programas tienen acceso a las discusiones teóricas: éste es el caso de los que estudian ya sea con Stem y Mallon en Madison, Wisconsin; con Larson y Gootenbcrg en Stony Brook; o en los otros programas sobresalientes de "estudios latinoamericanos".

Hacer un postgrado en Estados Unidos o Europa puede encerrar también ciertas desventajas. No todos los programas ni profeso res son buenos. Tal vez el mayor defecto en muchos casos sea el enfoque empiricista y la poca atención que se le presta a la teoría. Además, en el nivel personal muchos de los que estudian fuera -y no sólo historia- se sienten defraudados cuando regresan al Perú y descubren que sus estudios no les sirven para conseguir un puesto. Entonces parecería que haberse

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quedado a buscar una "vara" o "contactos" hubiera sido, desgraciadamente una mejor opción. Finalmente, son relativamente pocos los estudiantes 'que tienen la opción de estudiar fuera. Los estudios son demasiado caros como para costearlos sin becas y estas son muy limitadas. En fin, aunque apoyemos los esfuerzos por hacer un postgrado fuera, estamos conscientes de que salir no supone la solución ni de los grandes problemas nacionales ni específicamente la de aquellos que aquejan a los científicos sociales.

Teniendo en cuenta la difícil situación del Perú, es muy posible que la década del noventa no sea tan productiva como las anteriores y, sobre todo, que las relaciones entre nacionales y extranjeros no sean tan buenas. Primero, es probable que vengan menos investigadores. Debido a la violencia, hay cada vez menos becas, por otra parte, el mal estado de los archivos y las constantes huelgas desalientan a otros tantos. Segundo, la situación difícil a la que se enfrentan los investigadores nacionales y los trabajadores de los archivos tal vez haga que aumenten las tensiones con los extranjeros. Anteriormente los historiadores nacionales y los profesionales de los archivos y las bibliotecas se llevaba bien con el extranjero por una evidente reciprocidad: ellos confiaban en la historiografía peruana y, aunque sin lujos, sobrevivían. A medida que se deteriora la situación económica es mayor el contraste entre el extranjero becado, con computadora, asistentes y aire de adinerado, y el peruano o boliviano pauperizado. Por lo tanto, no estamos muy optimistas sobre las continuas buenas relaciones. La solución es seguir haciendo lo que los mejores pe­ruanistas siempre hicieron: interesarse de verdad por el Perú, hacer todo lo posible para contribuir a la conservación de los archivos y colaborar con los nacionales.

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Charles Walker 5107 S. Blackstone Ave.,# 1002

Chlcago, IL 60615 U.S.A.

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NOTAS

(1) Para este autor, hay indicios muy personales que hacen que les cobre rapidamente antipatía a ciertos "paisanos" inv.estigadores. Si son vegetarianos o, peor aún, abstemios, o si se quejan del supuesto exceso de sal o grasa en la comida peruana, se sabe que les va a ir mal y que una velada en compañía de ellos será decididamente aburrida. Si vienen a los Andes para so lucionar la pobreza o para demostrar que el Perú es un país injusto o machista, se puede predecir que su estudio será superficial .

(2) Entre sus publicaciones en castellano figuran Spalding, Karen, De indio a campesino, I. E.P., Lima, 1974; Larson, Brooke, Explotación agraria y resistencia campesina, CERES, La Paz, 1984 (2da. ed.); Mallon, Florencia y Rénique, Gerardo, Lanas y capitalismo en los Andes Centrales. Taller de Estudios Andinos. Serie: Anees Centrales , Nº 2. UNA. La Molina 1977.

(3) Magnus Momer ha publicado un trabajo global sobre historia andina que, sin embargo , no nos satisface.

(4) Este argumento está desarrollado en "La historia política del campes inado peruano: una tarea pendiente" ponencia presentada en el Quinto Congreso de Historiadores Latinoamericanos, Sao Paulo, Brasil, octubre 1990

(5) Esta situación se debe más a la crisis de la izquierda que a un resurgimiento de la derecha, que sigue poco preocupada por el trabajo intelectual y la creatividad artístic a.

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ADORNO, Rolena 1986

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