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Alejandro Pantin R. Cuentos infantiles LA ISLA ENCANTADA Aventuras de Ernesto Mate y Roberto Pocho Las vacaciones estaban por llegar. Ernesto Mate y Roberto Pocho no se cansaban de hacer planes para disfrutarlas lo mejor posible, de tal manera que ya no se les ocurrían más proyectos para realizar en los casi tres largos meses que, en pocos días, comenzarían a correr. Entre los planes que tenían uno de los más importantes era construir una casa de madera en la mata de mango que estaba en patio trasero de la casa de Roberto Pocho. Afortunadamente para ellos la prima, Marisa Nahoria, con su vecina Lele Chuga, se iban a pasar las vacaciones completas en la playa, de tal manera que no había la posibilidad de que los molestaran durante la construcción del “fuerte aéreo”, como ya ellos lo llamaban. No era la primera vez que lo intentaban. En las vacaciones anteriores tuvieron un fracaso estruendoso en su intento de convertirse en constructores arbóreos. Cuando daban por terminado un sector del piso comprobaban, por propia experiencia, que no aguantaba mucho peso y así, más de una vez y cuando menos lo esperaban, las tablas cedían haciéndolos caer aparatosamente al suelo. Esto les provocaba gran frustración, además de chichones y rasguños de todo tipo. Para ellos la culpa la tenían, invariablemente Marisa Nahoria y Lele Chuga, las

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Alejandro Pantin R. Cuentos infantiles

LA ISLA ENCANTADA

Aventuras de Ernesto Mate y Roberto Pocho

Las vacaciones estaban por llegar. Ernesto Mate y Roberto Pocho no secansaban de hacer planes para disfrutarlas lo mejor posible, de tal manera que yano se les ocurrían más proyectos para realizar en los casi tres largos meses que, enpocos días, comenzarían a correr. Entre los planes que tenían uno de los másimportantes era construir una casa de madera en la mata de mango que estaba enpatio trasero de la casa de Roberto Pocho. Afortunadamente para ellos la prima,Marisa Nahoria, con su vecina Lele Chuga, se iban a pasar las vacaciones completasen la playa, de tal manera que no había la posibilidad de que los molestaran durantela construcción del “fuerte aéreo”, como ya ellos lo llamaban.

No era la primera vez que lo intentaban. En las vacaciones anteriorestuvieron un fracaso estruendoso en su intento de convertirse en constructoresarbóreos. Cuando daban por terminado un sector del piso comprobaban, porpropia experiencia, que no aguantaba mucho peso y así, más de una vez y cuandomenos lo esperaban, las tablas cedían haciéndolos caer aparatosamente al suelo.Esto les provocaba gran frustración, además de chichones y rasguños de todo tipo.Para ellos la culpa la tenían, invariablemente Marisa Nahoria y Lele Chuga, las

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cuales, por supuesto, no habían intervenido para nada en la construcción del “fuerteaéreo”. Lo único que hacían era mirar y hacer comentarios sarcásticos durante laconstrucción y, naturalmente, morirse de la risa cada vez que el piso cedía y algunode los dos aterrizaba violentamente en el suelo.

Esta vez no estarían ellas presentes molestando y estaban mucho mejorpreparados. Claro, como ellos decían, estaban más viejos (tenían ya once años) ytenían más experiencia. En esta oportunidad otro gallo cantaría.

Ese era uno de los proyectos.., pero habían otros. Por ejemplo, tenían laintención de explorar, minuciosamente, un ramal principal del sistema derecolección de aguas de lluvia que conectaba dos sectores de la zona donde vivían.Era un túnel bastante grande que les permitía caminar razonablemente derechos yde donde salía un pequeño caudal de agua. Tenía un aspecto lóbrego y tenebroso.Cuando se paraban en la entrada y gritaban hacia dentro sus voces adquirían untono como metálico, o de eco, que los llenaba de inquietud. Internarse en esanegrura, en donde, además había murciélagos, lagartijos, arañas y otras sabandijasrequería de una buena dosis de valor.

Hasta ahora no se habían atrevido a entrar pero este año eran, como ellos

decían, un año más viejos. Antes no lo habían hecho porque eran chiquitos, pero deeste año no pasaría.

Pensaban también fabricar un periscopio, pero no un periscopito piche comolos que se compran en las jugueterías, no… El de ellos sería un súper periscopio de,por lo menos, diez metros. Un artefacto así les permitiría espiar a los pájaros en susnidos, a los inquilinos sospechosos del tercer piso y cosas así.

También fabricarían un carropatín impulsado por un motor de tripa de carroentorchada, libre de contaminación y apto para alcanzar grandes velocidades. Endefinitiva, proyectos no faltaban. Era solo cuestión de esperar a que comenzaran

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las vacaciones y poner manos a la obra. Se convertirían en un auténtico dúodinámico capaz de enfrentar con éxito cualquier reto.

Así estaban las cosas cuando se produjo lo que, para ellos, fue una noticiabomba. ¡No se quedarían en su casa en las vacaciones! Las dos familias irían a unremoto paraje del interior, del cual ninguno de los dos había oído hablar. Todos losplanes, que habían elaborado con tanto cuidado, se quedarían en veremos. Sinembargo, a pesar de no poder realizar los proyectos fabulosos que habían planeado,los atraía la idea de ir a un lugar que, por lo que dijeron sus padres, era remoto,poco frecuentado y bastante misterioso.

La preparación del viaje fue laboriosa. No se trataba de llegar a un hotel cincoestrellas, ni dos, ni una. Harían campamento al aire libre, en tiendas de campaña,salchichas asadas en fogatas, lámparas de kerosene y para usted de contar.Definitivamente el cambio no era malo. El “fuerte aéreo” y el resto de susproyectos podían esperar. Según les explicaron sus padres la zona era boscosa, conclaros de sabana y un río, al lado del cual acamparían, y donde tenían la posibilidadde pescar y bañarse. Definitivamente pintaba mucho mejor que entrar en un túneloscuro y lleno de alimañas.

Por supuesto, los nuevos planes requerían de nuevos proyectos. Lo primerosería construirse, al no más llegar, unos buenos arcos con su respectiva provisiónde flechas, cerbatanas, cañas de pescar y todos los adminículos necesarios parasobrevivir en un ambiente hostil. Aunque Ernesto Mate tenía la capacidad depoder meterse en los bolsillos cosas tales como trompos, perinolas, yoyos,salchichas, ranas y un montón de cosas más que él consideraba indispensables,para esta oportunidad pensaba dejar todo eso en casa y equiparse con cosas másútiles como alambre, clavos, alicates, cabuyas, ranas y salchichas. Había que estarpreparado pera sobrevivir en el monte.

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La primera sorpresa que tuvieron fue lo lejos que quedaba el lugar que suspadres habían escogido para acampar. Sencillamente no llegaban nunca. El viaje lorealizaron las dos familias juntas en el mismo vehículo y, aunque era una camionetarústica bastante grande, tuvieron que acomodar el equipaje en el techo paradisponer de más espacio dentro del vehículo y así viajar más cómodos. Este fue elprimer motivo de regaño de los muchos que recibieron durante el viaje. ErnestoMate y Roberto Pocho no se explicaban por qué habían recibido una negativa tanrotunda cuando ellos propusieron, e insistieron, que todos irían mucho máscómodos si el equipaje viajaba dentro del vehículo y ellos en el techo. A pesar deque consideraban que sus argumentos eran irrebatibles tuvieron que aceptar, aregañadientes, ir dentro del vehículo y renunciar a la maravillosa experiencia quesupondría viajar en el techo.

A las dos horas de viaje los socios, como se llamaban ellos entre sí, ya estabanhartos del camino, del paisaje, del carro, del calor, de la conversación de sus papás yde una carretera que no acababa nunca. Además, no podían hacer nada paradistraerse porque todo parecía estar prohibido. Intentaron imprimirle un efecto deresorte a la camioneta brincando, en el último asiento de atrás donde viajaban, enforma rítmica, acompasada y con la mayor violencia posible. Efectivamente, elefecto resorte se produjo pero, inexplicablemente, no fue del agrado del resto de lospasajeros, es decir, de sus papás y fueron inmediatamente inmovilizados y, además,amenazados de fuertes represalias si se les ocurría volver a intentarlo.

Se quedaron un rato quietecitos. Aproximadamente, a los quince minutos depaz decidieron distraerse en una actividad perfectamente pacífica. Comenzaron asilbar una marcha compuesta por ellos titulada “marcha de los socios arbóreos”.Demás está decir que a ellos les parecía espectacular, pero, ni

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era espectacular, ni era bella, ni era marcha, ni era nada. Como cada unoquería que su silbido se oyera más que el del otro en cuestión de minutos lo quehabían armado era una barahúnda cacofónica espantosa. La reacción no se hizoesperar. Fueron conminados a callarse bajo la amenaza de que el próximo quesilbara sería arrojado por la ventana.

- Mamá, mi socio quiere hacer pipí. - .- ¿Pero será posible, no tenemos sinodos horas de viaje y ya van a empezar? Creo haberles dicho que fueran al bañoantes de salir.-

.- Si mami, pero tengo ganas otra vez. -Se orillaron, los muchachos resolvieronsu problema y continuaron viaje.

Cuando ya tenían cinco horas de viaje se pararon en un lugar de la carreteradonde se podía comer algo y de paso ir al baño. Por supuesto, todos hicieron ambascosas, incluyendo los mayores. Cuando reiniciaron el viaje los socios pasaron lossiguientes quince minutos tratando de que les explicaran por qué, para ellos hacerpipí era preciso que los papás tuvieran ganas. Si Ernesto Mate consideraba quetenía una discusión ganada era difícil hacerlo callar y generalmente estiraba lascosas hasta donde le fuera posible. Finalmente la mamá liquidó el asuntodiciéndole que no era cierto que a ellos les molestara que los niños hicieran pipí.Que esa era una necesidad natural que había que satisfacer y que nadie le estabanegando esa posibilidad a nadie, pero…- Ya, por favor, ¡Cállense!... y se callaron. Elviaje continuó y, a los cinco minutos, cuando ya los padres habían retomado el hilode la conversación los socios exclamaron. .- ¡Queremos hacer pipí! .- La únicaforma de resolver el asunto fue cuando el papá de Ernesto Mate dijo. .- Está bien,nos vamos a parar, pero van a hacer delante de nosotros y como yo vea, que por másque traten, no pueden hacer nada se van a quedar en el campamento por dos díasdentro de la tienda de campaña sin salir. .- ¡Vamos, empiecen! Nunca se aclaróbien si fue por pena de que los vieran, así tan directamente haciendo o por miedo alcastigo, el hecho es que dijeron que podían aguantar y continuaron viaje.

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Cuando, finalmente, llegaron al lugar del campamento, ya faltaba poco paraoscurecer, de tal manera que cuando los socios pidieron permiso para recorrer losalrededores y éste les fue negado se sintieron tratados con la mayor de lasinjusticias. La mamá tuvo que apelar a sus mejores reservas de paciencia yexplicarles que a esa hora, ya oscureciendo y en un lugar desconocido no podían, deninguna manera, alejarse del campamento. Era preciso familiarizarse con la zonaantes de que pudieran andar por su cuenta.

Al día siguiente salieron todos a dar una vuelta por los alrededores. Habíagran cantidad de garzas, pájaros raros, pericos e, inclusive vieron algunas babas enuna laguna cercana. Los socios estaban encantados y, ante tal profusión deanimales, comenzaron a hacer planes para montar un zoológico en su casa, planesque, por supuesto fueron rápidamente desaprobados por los adultos. No se podíancapturar animales silvestres y mucho cuidadito con intentar cazarlos o matarlos.La pregunta de los socios fue inmediata. .- ¿y por qué a los pescados si se los puedecapturar, matar y encima comérnoslos? .- ¡Eso es una injusticia con los pescados!.-

Cuando, en la tarde, los adultos se dedicaron a pescar, los socios decidierondefender los derechos de los peces y se dedicaron a torpedear la actividad pesquerade los adultos lanzando ramas, piedras y otros objetos con el fin de ahuyentar lapesca y así salvar a la mayor cantidad de peces posible. Ellos creían que suactividad, en defensa de los peces, no sería descubierta pues consideraban queestaban perfectamente ocultos, pero, no era así. Fueron descubiertos de inmediato.Con el fin de quitárselos de encima los padres decidieron llegar a una especie deacuerdo o de armisticio. Ellos les permitirían, siempre que no se alejaran mucho,que salieran, al día siguiente, a explorar por su cuenta a cambio de que no losmolestaran más y los dejaran pescar tranquilos

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Fue así que los socios, muy temprano en la mañana y después de oír todas lasrecomendaciones de prudencia que les hicieron, se fueron de excursión.

Sin duda salieron bien preparados. Llevaban sus arcos y flechas, cerbatanas,chinas, gorras, cantimploras y toda clase de herramientas en los bolsillos, entreotras cosas guarales, clavos, martillos, navajas que eran talleres ambulantes,salchichas, ranas, brújulas y todo lo que, eventualmente, pudieran necesitar.

Caminaron largo rato siguiendo el curso del río hasta que llegaron a una zonadonde se veía, a lo lejos, un bosque con aspecto bastante inquietante. Parecía sercomo demasiado grande y oscuro, los árboles se veían enormes y, por alguna razón,a pesar de su aspecto amenazador, al verlo se sentía la sensación de querer entrar enél. Como si el propio bosque estuviera invitando a ser visitado.

El espíritu aventurero de los socios pudo más que la prudencia y sin pensarlomucho decidieron acercarse para verlo con más detalle. Cuando estuvieron cercales pareció que era un bosque como cualquier otro, de manera que Ernesto Mate deuna vez propuso entrar para explorarlo. Roberto Pocho, no es que fuera máscobarde que su socio, pero si era definitivamente mas calculador y más prudente.

.- No socio, me parece mejor no entrar mucho, no sabemos que puede haberahí dentro.-

.- ¿Y qué puede haber? Entramos solo un poquito y ya, no seas gafo, vamosque no va a pasar nada. Todavía es tempranito y tenemos por delante muchas horasde luz, eso nos da tiempo para explorar un poco. Vamos…

Frente a argumentos tan contundentes no lo discutieron más y entraron.Estuvieron caminando un rato con gran dificultad debido a lo tramado que estaba lamaleza. Se vieron en la necesidad de usar los machetes que llevaban para poderseguir adelante y tratando de avanzar en línea recta. Periódicamente hacían uncorte en un árbol para así facilitar el camino de regreso. Todo iba de maravilla, elmonte ya no era tan espeso y podían abrirse paso con más facilidad. Estaban a

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punto de tomar la decisión de comenzar el regreso cuando se toparon con unalaguna. ¡Y que laguna! Era verdaderamente enorme. En el medio tenía lo queparecía ser una isla, aunque no estaban totalmente seguros pues podía ser que porla parte de atrás, que ellos no veían, se comunicara con tierra firme. En todo casono hicieron mucho por averiguarlo y Ernesto Mate, inmediatamente y sin vacilar,propuso hacer una balsa para llegar hasta allá. A Roberto Pocho la idea no le gustódemasiado pero la posibilidad de llegar hasta esa isla que parecía la de RobinsonCrusoe fue irresistible. Así fue como los socios se embarcaron en la construcción deuna balsa que les permitiera llegar hasta allá.

La experiencia adquirida como constructores arbóreos, haciendo el fuerteaéreo durante las vacaciones del año anterior, les permitió enfrentar la tarea conrelativa confianza. Tuvieron especial cuidado de que la balsa les quedara biensólida. Como la isla estaba a por lo menos trescientos metros, no era cuestión deque se les desarmara por el camino. Después de mucho cortar, clavar y sudarfinalmente se dieron por satisfechos se embarcaron y se alejaron de la orilla.Cuando ya estaban cerca de la mitad del camino vieron espantados que se estabanacercando caimanes por todos lados. Afortunadamente habían hecho un buentrabajo construyendo la balsa, era sólida y bastante grande por lo que los caimanesno intentaron atacarlos, pero estaban pendientes si, por casualidad, se hundíanpara darse tremendo atracón de muchachos. Estuvieron a punto de devolverse,pero siguieron adelante ya que estaban más cerca de la isla que de la orilla delbosque. Cuando llegaron tuvieron gran dificultad para bajarse de la balsa pues loscaimanes estaban haciendo todo lo posible para no perder su desayuno. Tuvieronque usar los remos para ahuyentarlos a palos para poder bajarse. Finalmente lolograron, amarraron bien la balsa a un árbol y se dispusieron a explorar la isla.

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Al no más comenzar a caminar ya notaron que todo era distinto. No habíamonte sino una especie de gramita de lo más bonita con distintos tonos de verde.Los árboles no formaban un bosque pues no había muchos. Se veían cargados deunas frutitas vistosas, de distintos colores y muy bonitas.

Mientras caminaban notaron que la grama crujía de una forma rara. Seagacharon para tocarla, agarraron una pajitas y no les notaron nada de raro, pero siles pareció que estaban buenísimas para hacer pitos de grama. Cuando se lasllevaron a la boca se percataron, en seguida, que no era grama sino galleta. ¡Lagrama era de galleta! Y riquísima además.

.- Socio, me podrás llamar glotón pero éste que está aquí no va a pelarsemejante boche.- Le dijo Ernesto Mate a Roberto Pocho.

.- Pues es mejor que empieces a comer ahora, o te dejaré sin nada-.Así, se convirtieron en dos especies de podadoras. Estuvieron rumiando por

un rato y luego continuaron curioseando todo. No tardaron mucho en notar que loque parecían tamarindos eran barras de chocolate, algunas de chocolate puro yotras de chocolate con nueces y pasitas. Había un arbolito que estaba cargado deunas frutitas parecidas a ciruelas, pero no, ¡No eran ciruelas, eran chupetas conpalito y todo! Un árbol daba chupetas rojas, otro anaranjadas, otro verdes. Inclusohabía uno que las daba de varios colores. Estaban tan asombrados que pensaronque habían llegado al cielo. En las cercanías corría un riachuelo y, como habíancomido tanto dulce decidieron tomar un poquito de agua. Al principio titubearonun poco pues se veía muy oscura pero la sed era mucha de modo que ahuecaron lasmanos y la probaron. ¡Increíble, no era agua! Era refresco, con hielitos y todo. Enun rincón, entre unas piedras, vieron una especie de telaraña enorme y compacta,por lo que Roberto Pocho comentó:

.- Detrás de semejante tela debe de haber una super araña. Claro, repusoErnesto Mate, .-no todo podía ser tan bueno. Tendremos que andar con cuidado-.

Cuando estaban por seguir su camino decidieron, con un palito, arrancar unpoquito de la tela. La verdad es que se veía demasiado bonita. Cuando la tocaron,

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notaron que no parecía tela de araña y cuando la probaron no salían de su asombro¡Era algodón de azúcar y no había ninguna araña! Había un lugar que parecía llenode cadillos y, por supuesto, no eran cadillos eran chicles. Así, fueron recorriendo laisla y encontrando golosinas y chucherías por todos lados. En un momento dadocomenzó a llover y lo que caía del cielo no eran gotas de agua sino cotufas.

Estaban a punto de regresar al campamento, para contarles a sus papás lo quehabían descubierto, cuando divisaron una pequeña cabaña.

Se pararon en seco. Nunca sospecharon que en la isla podía vivir alguien.Llevar a sus papás la noticia podía esperar. Primero tenían que averiguar quienvivía en allí.

Como en la isla todo era mágico se imaginaron que en la cabaña debía viviralgún duende o algo así, por lo que se acercaron con gran sigilo y tomando todaclase de precauciones lograron llegar hasta una de las ventanas y se asomaron.Vieron a un señor viejo, calvo y con una enorme barba blanca que estaba sentado enuna silla de caramelo comiendo un plato de grama, de tamarindo, de chocolate ychupetas de varios colores. Se quedaron como paralizados, aguantando larespiración para no hacer ruido.

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En ese momento y de repente alguien los agarró por el cogote, en formaviolenta y fuertemente, diciendo casi a los gritos: ¡¿Quienes son ustedes y comollegaron aquí?! Se quedaron mudos y como petrificados, aparte de que no les salíala voz tampoco se atrevían a responder.

.- ¡Goloso, Goloso! -. Gritó el viejo. .- Ven para que veas lo que encontré aquí,¡Apúrate! -. El que los estaba agarrando era un viejo igualito al que estabacomiendo dentro de la cabaña. Los socios sintieron que estaban perdidos. Ese par

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de viejos probablemente se los comerían. En ese momento el viejo que estabasentado a la mesa de caramelo se levantó y gritó.

.- ¿Se puede saber que diablos pasa Glotón? ¿A que viene tanto alboroto?

.- ¡Mira lo que encontré espiando por la ventana!Glotón estaba tan asombrado como Goloso. De paso, así se llamaban los dos

viejos Glotón y Goloso. Asomado por la ventana no podía creer lo que estabaviendo y le dijo a Glotón que los metiera dentro de la casa.

Una vez dentro los sentaron en dos taburetes, hechos con grandes cristales deazúcar Candy, y se dispusieron a interrogarlos.

.- Bueno, muchachos, ¿Se puede saber quienes son ustedes y como llegaronaquí?

.- Nosotros somos primos, mi nombre es Roberto Pocho y él es Ernesto Mate.No tenemos ninguna intención de molestarlos. Si quieren nos vamos ahora mismo.

La verdad, dijo Ernesto Mate, es que estábamos haciendo una excursión porel bosque y llegamos al lago donde está ésta isla. Nos dio curiosidad y decidimosexplorarla, pero no nos importa nada irnos.

.- Calma calma, dijo Goloso ¿Como es eso de irnos? Primero hay que aclararalgunas cosas, vamos por partes. ¿Cómo hicieron ustedes para llegar a la isla?

.- ¿Como que como hicimos? Contestó Roberto Pocho. De la única maneraque existe para alcanzar una isla, con una balsa que construimos. Tambiénpodíamos haber saltado, desde la orilla del bosque hasta la isla, con una garrocha ocolgándonos de un zamuro.

.- Muy gracioso, muy gracioso el carricito-. Dijo glotón. .-Nos da laimpresión de que ustedes piensan que les vamos a hacer daño. Quédensetranquilos. Les vamos a contar nuestra historia y eso les explicará por que estamostan interesados en saber como llegaron aquí y como piensan irse-.

Así fue como Glotón y Goloso explicaron a los socios que ellos eran hermanosgemelos, también habían tenido alguna vez once años y les gustaba hacerexcursiones. Encontraron la isla y también se hicieron una balsa, pero cometieronuna locura. ¡No amarraron la balsa a la orilla cuando se bajaron! Comoconsecuencia de ese descuido no pudieron salir más de la isla pues la balsa se lesfue, arrastrada por el viento, y fue así que se hicieron viejos comiendo puroscaramelos, chicles, chocolates y toda clase de otros dulces y chucherías.

.- Pero bueno, dijo Ernesto Mate, ¿Por que no se hicieron otra balsa y ya?

.- Porque no es así de fácil. En esta isla no hay madera, todo es de caramelo ylos dulces se derriten en el agua y la balsa se hunde.

.- Pero podían haberse ido nadando-. Dijo Roberto Pocho. .- Trescientosmetros no es mucho. Se necesita ser bien flojo para no intentarlo-.

.- Mira carricito, dijo Glotón, es la segunda vez que te quieres hacer el cómico.No es por flojera que no se puede atravesar a nado la laguna. Cuando ustedesestaban atravesando para llegar hasta aquí, ¿No vieron como estaba la laguna llenade caimanes feroces?

.- No solo caimanes hambrientos, dijo Goloso, además hay pirañas y todaclase de peces carnívoros que solo se encuentran en esta laguna. Si se te ocurrelanzarte al agua, para intentar llegar a la otra orilla, te puedo asegurar que, antes denadar 20 metros, ya habrías desaparecido. Es así como nos hemos visto forzados aquedarnos a vivir aquí-.

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.- ¡Que fino! Comentó Ernesto Mate. ¿Qué tiene de malo vivir en una islacomo ésta? Aquí puedes comer todos los dulces que quieras, no hay animalespeligrosos, todo es una belleza, a donde quiera que mires lo que ves son chocolates,cotufas, tortas, caramelos y toda clase de chucherías. ¡Yo me quedo!

Glotón y Goloso no estaban con ánimo para discutir. Lo que querían saber erasi los socios todavía conservaban la balsa que habían usado para llegar a la isla. Eralo que habían estado esperando toda la vida.

.- ¡Bueno ya! Ya está bueno de hablar pistoladas. Dígannos donde amarraronla balsa porque nosotros nos vamos ahora mismo y, además, nos los vamos a llevarcon nosotros. Cuando hablan de quedarse a vivir aquí no saben lo que estándiciendo. ¿Ustedes se imaginan lo delicioso que es un buen plato de sopa delentejas, unos espaguetis al pesto o a la boloña con una buena ración depeperoncini, una buena paella, un buen corazón de lomito, o simplemente unasCrepes Suzettes?

Mientras Glotón decía todo esto se lo veía como inspirado, como con un deseoinmenso de que fuera verdad. Goloso, por su parte, lo oía en un estado casi místico,con las manos jugando con su larga barba blanca, con los ojos viendo hacia el cielo ya punto de desmayarse. Ninguno de los dos podía creer que su largo cautiverio en laisla pronto llegaría a su fin.

Los socios, por su parte, no estaban muy convencidos. Les parecía increíbleque alguien pudiera querer abandonar una isla como esa, pero al final RobertoPocho, que generalmente era más prudente que Ernesto Mate, comentó.

.-Socio, la verdad es que Glotón y Goloso puede ser que tengan razón. Lo quepodemos hacer es irnos con ellos, nos vamos al campamento, contamos todo lo quehemos visto y venimos con nuestros papás mañana a llevarnos todas las golosinasque quepan en una balsa bien grandota que podemos construir.

.- Está pago socio, vamos a hacer eso. Además, podemos venir todos los añosy aprovisionarnos de suficientes dulces como para que nos duren hasta la siguientevacación. Por cierto ¿Amarraste bien la lancha?-.

Semejante pregunta hizo estremecer a Glotón y a Goloso. ¿Sería posible queeste par de carricitos hubieran cometido el mismo error que ellos?

.- ¿Están seguros de que amarraron bien su piazo’e lancha? Preguntaronaterrados.

.- ¡No! Contestó Roberto Pocho. La soltamos para que se fuera porquepensábamos irnos colgando de unos zamuros-.

.- ¡Pero dale con el mocosito este que no se cansa de j…fastidiar! ¿Seráposible? -.

Ya a estas alturas Glotón y Goloso estaban al borde de una crisis de nervios.No podían esperar más y comenzaron a apurar a los socios que, antes de irse,pensaban llenarse los bolsillos de la mayor cantidad posible de los mejores dulcesque pudieran encontrar. Una vez bien apertrechados de todas las golosinas posiblesemprendieron el regreso hacia la playa donde habían dejado la balsa. Solamentepor fastidiar caminaban despacito y distrayéndose con cualquier tontería. Elespectáculo de dos viejos, dando saltos alrededor de ellos como dos venados,tratando de apurarlos para acabar de llegar a la balsa, los llenaba de gozo por lasensación de poder que sentían al saberse dueños de la situación.

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Finalmente llegaron pero la lancha no estaba. A los dos viejos casi les da uninfarto. ¿Sería posible que ese par de muchachitos se estuvieran burlando de ellos?

.- Oigan bien par de enanos piojosos, mas les vale no andar con tomaduras depelo. Les advertimos que si la lancha no aparece nosotros, por lo menos por variosdías, vamos a comer carne y va a ser carne tiernita.

.- Es mas, dijo Glotón, el mamadorcito de gallo ese, que dice llamarse RobertoPocho debe quedar buenísimo a la parrilla.

Los más asombrados eran los socios. Ellos no estaban tratando de engañar anadie y no comprendían como era que la balsa no estaba en su sitio. Estabancompletamente seguros de que la habían dejado bien atada a un árbol de chupetasverdes que, en ese momento ellos creyeron que era de limón.

Cuando los viejitos oyeron eso les dijeron que en ese lugar nunca habíaexistido un árbol de chupetas verdes. Había un árbol así pero en otra playita queestaba un poco más allá. Ernesto Mate y Roberto Pocho se dieron cuenta enseguida de por qué se habían desorientado. Es que una hora antes habían llovidocotufas y eso había cambiado completamente el paisaje tapando todos los senderos.De cualquier manera, el haberse desorientado los hacia sentirse como unas ratas.¿Como era posible que a un par de excursionistas como ellos les pasara semejantecosa? La única explicación era que orientarse en un lugar de caramelos y dondepueden caer tempestades de cotufas, en vez de nieve, tenia que ser más difícil. Conese consuelo se dirigieron al lugar donde Glotón y Goloso decían que debía estar elarbolito de chupetas verdes. Llegaron y efectivamente allí estaba la balsa. Semontaron, atravesaron la laguna y llegaron a la orilla del bosque. Al no más llegarGlotón y Goloso saltaron de la lancha y dando gritos de alegría se internaron en elbosque corriendo como dos conejos. Desaparecieron entre los árboles en unsantiamén, dejando a los socios más que asombrados.

.- ¡que bárbaros! Comentaron. .- Ni siquiera se despidieron -. Claro, la verdades que después de estar por lo menos sesenta años en esa isla, lo más probable esque no van a parar de correr hasta encontrar un buen restaurante.

Se desentendieron de los viejos y se dedicaron a sacar la balsa del agua parapoderla usar al día siguiente cuando, seguro, regresarían con sus papás.Guardaron en sus bolsillos todas sus golosinas y emprendieron el regreso alcampamento.

Al llegar al campamento todavía era temprano y no había caído la noche, porlo que sus papás no se habían inquietado demasiado, aunque ya estaban empezandoa sentirse intranquilos. Como los vieron llegar tan agitados decidieron sentarse concomodidad a oírles sus cuentos. Demás está decir que, una vez oída toda la historia,los papás no pudieron menos que admirar la imaginación de los muchachos y, luegode muchas risas y muchas felicitaciones, por la gran aventura que habían tenido, losmandaron a asearse y a prepararse para la cena que pronto estaría lista.

Los socios estaban indignados. ¿Cómo era posible que no les creyeran? ¿Esosignificaba que no irían todos a la isla a buscar más caramelos?

Cuando estaban buscando la manera de convencer a sus papás de que estabandiciendo la verdad se dieron cuenta de que tenían los bolsillos llenos de exquisitecesde todo tipo. ¡Esa era la prueba! Ellos no habían traído ninguna de esas cosas y esotodos lo sabían. Tenían que haberlas traído de la isla. Ahora les creerían.

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Efectivamente, los mayores se quedaron sorprendidos por la profusión degolosinas que desparramaron los socios sobre la mesa. En alguna parte tenían quehaberlas comprado y ellos estaban necesitando comprar hielo, algo de café y algunasotras cositas que habían olvidado traer. Acompañarían pues a los socios hasta labodega donde, con seguridad, habían comprado todo ese corotero.

No podían creer que en semejante bosque existiera una bodega, pero, aregañadientes, entraron. Llegaron hasta la laguna, la que ahora, a los socios, no lesparecía tan grande. Es más, ni siquiera se veía ninguna isla, aunque si estaba labalsa en la orilla. Regresaron al campamento regañados y frustrados, pero por lomenos algo les había quedado, ¡Tenían los bolsillos atapusados de caramelos! Perola desgracia no había terminado. Cuando se fueron a poner los trajes de baño parabañarse en el río y se vaciaron los bolsillos para guardar el montón de caramelos,chicles y chucherías que habían traído de la isla no podían creer lo que sucedía. Enlos bolsillos no traían sino piedritas de colores.