la lit argentina en tiempos de whatsapp

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    CUADERNOS DE LITERATURA VOL. XX N.39 ENERO-JUNIO 2016

    ISSN 0122-8102 PGS. 16-27

    La literatura argentina en

    tiempos del WhatsApp(notas para un usonacional del debate)

    Argentinian Literature in the WhatsApp Era (Notes for a National Use of Debate)

    A literatura argentina em tempos do WhatsApp (anotaes para um uso nacionaldo debate)

    Edgardo H. BergU N I V E R S I D A D N A C I O N A L D E M A R D E L P L A TA , A R G E N T I N A

    Profesor Regular Adjunto Exclusivo de Literatura y Cultura Argentinas I

    y Literatura y Cultura Argentinas IIe Investigador (categora IIpor

    SPU) de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Magster en Letras

    Hispnicas. En 2001, obtuvo el premio de la Fundacin Antorchas por

    el ensayoPoticas en suspenso: migraciones narrativas en Ricardo Piglia,

    Andrs Rivera y Juan Jos Saer(Biblos, 2002). Es coautor deRicardo

    Piglia: un narrador de historias clandestinas (UNMdP, 2003) y autor

    deEl sentido de la experiencia: literatura, memoria y testimonio en la

    Argentina de los 90 (Editorial Acadmica Espaola, 2012). Coordin

    como editor y compilador los libros grupalesPapeles en progreso: usos

    y relectura de la tradicin en la literatura argentina (UNMdP, 2010) y

    Papeles en progreso II: usos y relectura de la tradicin en la literatura

    argentina (UNMdP, 2013). Correo electrnico: [email protected]

    Artculo de reflexin

    Una primera versin de este trabajo fue ledo en las Jornadas Homenaje a RicardoRojas: cien aos dando ctedra, desarrollado entre el 13 y el 14 de agosto del 2013,Facultad de Humanidades, Departamento de Letras, CELEHIS, UNMdP.Documento accesible en lnea desde la siguiente direccin: http://revistas.javeriana.edu.co

    doi : 10.11144/Javer iana.cl20-39.latw

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    ISSN 0122-8102 PGS. 17-33

    La literatura argentina en tiempos del WhatsApp(notas para un uso nacional del debate)

    Resumen

    Se trata de pensar a travs dedos textos narrativos brevesy actuales, a saber Casa

    con diez pinos (2005) deFabin Casas y Una visita alcementerio (2013) de SergioChejfec, el estado actual de laliteratura argentina a partir delos debates dominantes y losmodos de asimilar o desplazarlas tradiciones culturales (sudisolucin), generando de estemodo una disputa por la nocin

    de contemporaneidad.Palabras clave:literatura;autonoma; postautonoma;tradiciones; contemporaneidad

    Abstract

    The idea is to think, by means oftwo short current narrative texts-Casa con Diez Pinos (2005),

    by Fabin Casas, and Una Visitaal Cementerio (2013), by SergioChejfec- about the current statusof Argentinian literature, fromthe predominant debates and theways cultural traditions (theirdissolution) are assimilated ordisplaced. In this way, we aregenerating a discussion on thenotion of contemporaneity.

    Keywords:literature; autonomy;post-autonomy; traditions;contemporaneity

    Resumo

    Trata-se de pensar atravs dedois textos narrativos breves eatuais, a saber Casa con diez

    pinos (Casa com dez pinheiros,2005) de Fabin Casas e Unavisita al cementerio (Visitaao cemitrio, 2013) de SergioChejfec, o estado atual daliteratura argentina a partirdos debates dominantes e osmodos de assimilar ou deslocaras tradies culturais (suadissoluo), gerando deste modo

    uma disputa pela noo decontemporaneidade.

    Palavras-chave:literatura;autonomia; ps-autonomia;tradies; contemporaneidade

    RECIBIDO: 17 DE MARZO DE 2015. ACEPTADO: 24 DE ABRIL DE 2015. DISPONIBLE EN LNEA: 01 DE ENERO DE 2016

    Cmo citar este artculo:

    Berg, Edgardo. La literatura argentina en tiempos del WhatsApp (notas

    para un uso nacional del debate). Cuadernos de Literatura20.39 (2016):16-27. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.cl20-39.latw

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    A Joca que supo ver

    en la entrega de una cita

    nuestro dilema crtico

    Desde Ezequiel Martnez Estrada, pasando por Jorge Luis Borges,Nicols Rosa, Josefina Ludmer, Juan Jos Saer o Ricardo Piglia, para nombraralgunos nombres propios, la literatura argentina siempre se ha pensado por fuerade liturgias y cnones ms o menos convencionales; ms an, ya sea partiendode los gneros o atravesando su propia constitucin, ha sido vista, en ms de unaocasin, y desde distintas modulaciones e inflexiones crticas, bajo la incertidum-

    bre de su forma, siempre inacabada y por hacer, acannica, podramos decir conMijal Bajtn (283-300). Ya sea postulando la extranjera radical de nuestra litera-tura (donde la literatura gauchesca y los relatos de los viajeros ingleses son la caray la cruz de una misma letra), o pervirtiendo la intempestiva oposicin estradiana(literatura nacional/literatura argentina) bajo el magisterio de Gramsci, al oponerlo estadual (cuyo germen tendra claros visos coloniales) con la formacin pau-latina de un grupo de escrituras nacionales (en forma de islotes o archipilagos)que erosionan el peso de la ley (la ley del gnero, la ley del estado, entre otras) y

    subvierten la frontera en tanto determinacin de una comarca, constituyndoseen una zona o regin intersticial (as pues se talla la idea de lo paraxial comongulo de luz que irradia la barroca escritura transplatina de Nicols Rosa). Obien, para hablar de algunas formulaciones ms conocidas, sea por caso Bor-ges, que adelantndose como lector avangardea Gilles Deleuze o prefigurandosus fieles y no tan fieles discpulos, cuando postula la respuesta poltica de laliteratura argentina, una literatura siempre menor, quiero decir descentrada eirreverente de los cnones y crestomatas occidentales; y ms ac Piglia, uniendola poltica borgeana con los usos nacionales de los gneros, retomando as, si se

    quiere, al heterodoxo borgeano que fue Rodolfo Walsh junto a la voz oraculary por momentos nietszcheana de Martnez Estrada (Hudson es para Estrada loque Gombrowicz es para Piglia, para decirlo brevemente). O Juan Jos Saer y sushiptesis de una literatura sin atributos, en su mencin devota y admirativa deRobert Musil. Un Saer nunca del todo ponderado por la crtica en sus ensayosliterarios y que quizs habra que leerlos junto a su exquisita y discreta poesa (envoz baja como la de Juan L), sus experimentales y breves narraciones o sus nove-las (esas que fundaron una comunidad regida por la amistad y el dilogo); quiero

    decir esos ensayos saereanos deberan ser pensados como fluentes o recodos deun mismo ro (claro est, como sabemos, nunca volveremos del mismo modo al

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    atravesarlo o nunca ser el mismo, luego de habernos sentado y escuchado, casial pasar, el lento crepitar de la lea frente al ro, sobre el gaucho o campero vientodel convite literario).

    Me gustara proponer una hiptesis de lectura rpida. Un debate posiblesi me permiten. Juan Jos Saer, en estos ltimos aos, ha venido a ocupar en losdebates crticos y en las vindicaciones o impugnaciones de las escrituras actualesel lugar que antao ocupaba Jorge Luis Borges. No tiene, claro est, la formade un debate sesentista, de voz estentrea y altisonante que en cada gesto deescritura o libelo muestra y demuestra su ideologa (pensemos en el gritero dealta voz en David Vias y en la juvenil y no tan juvenil desacralizacin contor-nista de Borges impregnada por la prosa sartrista y los estertores mundiales de

    la Nueva Izquierda); ms bien, en su resolucin escrituraria, la polmica tomaprestada ciertas formas actuales de la cultura de masas (las inflexiones y los ticslingusticos del nuevo periodismo deportivo, en formato Ol,cierta construccinde escenas propias de los reality shows, o regulaciones argumentativas y na-rrativas cercanas al falso documental o a la crnica biogrfica no autorizada ensu versinMuch Music). No estoy hablando de intensidades ni de potencias deescritura, ni tampoco de un escritor (Saer) que supo dialogar con los efectos dela escritura borgeana (ms all de los registros o el peculiar uso de los gneros

    en cada uno, ni del punto y ni la proliferacin, ni de la in-tensidad y la exten-sin como formas de arpegiar el estilo de cada uno) y (Saer) pudo escribir lasnovelas que Borges dejaba de lado. Ms bien, estoy tratando de pensar cmoSaer es visto por sus contemporneos, ya sea como un sedimento de posiblesproyeccciones literarias o como un nombre propio condenado histricamente alos proyectos modernos y acorralado por una ideologa de la literatura cercanaa una potica negativa (aqu Adorno suele ser una perfecta llave o ganza quelos crticos usan a destajo para clausurar su proyecto de escritura enfrentada ala cultura de masas); o, en su certera demonizacin, un producto narrativo tan

    artificial y gastado como la lucha por imponerlo como un cnon indispensablede la literatura argentina (pensemos en la obstinada ria sin cuartel ms tarde oms temprano de Gramuglio, Piglia, Rosa y Sarlo y de las revistas que cobijaronalgunas notas de abigarrada defensa; me refiero obviamente a la revistaLos librosy a su continuacin enPunto de Vista). Curioso destino en la contemporaneidadde alguien que tard dcadas en ser ledo y que siempre se mantuvo aparte yajeno a los modelos literarios establecidos.

    En este sentido, quisiera verbalizar una serie de asociaciones y desplaza-

    mientos que podran funcionar como hiptesis rpidas de investigacin o comoinstantneas de conocimiento. Voy a tomar dos relatos breves. Ambos relatos,

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    tienen una sintaxis dispar y contrapuesta pero, sin embargo, son co-ocurrentesen su objeto de destino. Un texto por momentos miope, otro a veces oblicuo.Se trata, en un primer caso, de leer un texto sobre un plano liso y sin ramifica-

    ciones, resolviendo la intriga por el trueque nominal o la rbrica numismticaintercambiable. Y cuando el relato no tenga ms que decir, porque las palabrasenmudecen, se emborrachan o indigestan despus de tanta satrica cata, es opor-tuno el cierre con una cancin y si es un bluesmejor. En el otro caso, habra queseguir el curso del ro saereano y detenerse en sus meandros, ramificaciones odeslices. Y las pisadas errantes de los personajes bien podran pensarse en co-rrelacin con las advenedizas y excntricas peregrinaciones que en su recorridoreclama el relato. Se podra decir que de liturgias devotas o exhumaciones vio-

    lentas estamos hablando.El primer relato es Casa con diez pinos de Fabin Casas y pertenece al

    volumenLos Lemmings y otros (2005)1. La crtica ms reciente, salvando algunosdesmedidos esfuerzos locales, ha vinculado la produccin potica de Casas (seapoesa, sea narrativa) con una serie de obras de escritores surgidos en los 90yque han hecho de la vindicacin de Ricardo Zelarayn y del distanciamiento odevaluacin de la obra de Saer una proclama o un estandarte poltico. El ingresoen los debates crticos todava hoy, salvo raras excepciones decamos, no ha sa-

    bido preguntarse de qu modo ingresa o cmo se lee la produccin del escritorentrerriano, autor entre otros textos de La gran salina del libroLa obsesin porel espacio (1972), La piel de caballo (1974-1975) oRoa criolla (1984). Una poesay una prosa polirrtmica que hace ingresar una poltica del habla (bables locales,regionales o de clase) a partir de los contrapuntos y ritmos entrecortados muycercana a la experimentacin formal de la vanguardia y bajo el aura lacaniana delgrupo Literalde los setenta. Y ese debate, en muchos casos, se ha mantenido,ms bien, como una suerte de poltica del nombre propio o como una monedaintercambiable de la devaluada obra de Juan Jos Saer. Entre devaluaciones y

    procesos inflacionarios podramos decir2.

    1 Los leminoso lemminison un grupo de roedores miomorfos conocidos vulgarmente con elnombre de lemmings. Habitan en algunas regiones de Eurasia y en el norte del continenteamericano, en las tundras, en la taiga y en praderas rticas y se alimentan principalmente dehierbas, races y frutos. Este mamfero construye tneles y pozos que le sirven como madrigue-ra y depsito para realizar el aprovisionamiento de alimentos.

    2 En su reciente libro,Poticas impropias: escrituras argentinas contemporneas, Nancy Fernndezanaliza la des-lectura y el descrdito del nombre propio de Saer conjuntamente con la apropia-cin del nombre propio de Zelarayn como nombre propio faro de las nuevas generaciones de

    escritores. Sin embargo, como bien afirma la crtica argentina, el despojo lingstico o esttico, elmaldecir deliberado, la pronunciacin maldicha, los errores fnicos u ortogrficos no alcanzan

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    En un reciente ensayo, Mario Cmara sostiene que Martn Gambarotta (elautor del libro de poemasPunctum, entre otros), al narrar sus orgenes como es-critor, se refiere a la novela Glosade Juan Jos Saer de quien, segn sus palabras,

    ya haba ledo y admirado El limonero real, Cicatrices, Nadie nada nunca yLamayorpara afirmar que su personaje central, ngel Leto, se le haba hecho untanto lejano, un tanto ridculo y afectado (Casas 282)3. En el caso de Fabin Casas,Saer forma parte de un incidente, de una pregunta que le hace el protagonista delrelato, Sergio Narvez, periodista cultural de la editorial Normas (no confundir elsujeto de la enunciacin con el sujeto emprico o autor real, aclara con su cmi-co gesto pedaggico y populista el narrador del relato), al autor de Comas y mscomas yPara una literatura sin botulismos, luego que el Gran Escritor, que vive

    en Pars y viene de visita solo una vez por ao a la Argentina, recitara su cantinelao kata literaria (Borges, Macedonio, Juan L, Faulkner, Onetti, Musil, Joyce yKafka). Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia podra decirsiguiendo los tics mediticos de Casas. Dice el texto: () le pregunt si le gustabaRicardo Zelarayn. Zelarayn?, me dijo. Es un autor argentino?. Le dije ques. Se qued pensativo un rato largo, mirando la mesa, la tacita blanca de caf. EraAnatoli Karpov pensando qu pieza mover. Despus agach la mente, se durmi,ronc, pedorre (45). Quizs la pregunta correcta que tendra que haber hecho

    Sergio Narvez, dentro del spleendel relato, es si, como Haroldo Conti, el GranEscritor alguna vez escuch aLed Zeppelin.No haber ledo a Zelarayn es sinnimo para Casas de no haber ledo poesa

    y, por lo tanto, de ser un analfabeto literario. La crtica por pretender ser dema-siado joven para no morir y siguiendo al autor de Tuca uOcio, ha ocultado estedilema (qu es lo que se lee de Zelarayn y cules son los efectos en las escriturasactuales) o ha silenciado el tambin registro oral y potico en las novelas de Saer,ms all de las disimetras y poticas bien diferenciales en el uno y en el otro.

    para pensar en una dimensin de ruptura con las herencias culturales recibidas (tradiciones). Eneste sentido, la historia cultural siempre oficia como filtro y catalizador de las nuevas experien-cias literarias y estticas. Zelarayn, ms que intentar torcer las normas de una gramtica, msbien propiciaba, a travs de la experimentacin y la politizacin del margen, la utopa de unapalabra secreta y maldita. Si en muchos casos las escrituras contemporneas estn demasiadocerca del lenguaje despojado y pasajero presente visiblemente en los comentarios y los estilosdelFacebooky elTwitter,tampoco suponen un desafo a las reglas que norman los circuitos deproduccin y circulacin del arte. En qu consiste lo publicable y aquello que no lo es?, se

    preguntaba hace un tiempo Roland Barthes en Deliberacin(365-380).3 Vase Tres dcadas de poesa argentinacompilado por Fondenbrider (238).

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    El ttulo del relato de Casas, como sabemos, hace una obvia referencia auna cancin del grupo Manal que pertenece al lbum homnimo de 19704. Bajo laestela, si se quiere, de Cream(el tro formado por Eric Clapton, Jack Bruce y Gin-

    ger Baker), el longplayfue editado por el sello Mandioca, bajo la tutela de Jorgelvarez. Casa con tres pinos es la sexta cancin del lbum compuesta por losricoteros Javier Martnez, Claudio Gabis y Alejandro Medina (no olvidemos que

    Ricota fue el primer nombre del grupo antes de su entrada a la industria discogr-fica, una forma nativa de homenajear y al mismo tiempo parodizar al tro de bluesingls de mediados de los aos 60). La cancin de Manal ya haba aparecidocitada en los aos setenta, en una novela de Haroldo Conti, ms precisamenteen la novelaEn vida (1971). Luego de haberse escapado de la alienante rutina de

    su trabajo, la sede de una revista de publicidad, y en unos de sus vagabundeospor la ciudad de Buenos Aires, Oreste Antonelli escucha por unos altoparlantesla cancin, entremezclada por el ruido urbano que lo atormenta. Pero lo que enConti formaba parte de una potica cercana a la beat generationque haca delnomadismo crnico una forma de protesta y rebelin con las formas injustas yalienantes de la cultura capitalista, podramos decir, en Casas forma parte de unaexhibicin irnica para cerrar la conversacin y cambiar de tema. El relato par-dico del fracaso literario del Gran Escritor, luego de la presentacin de su obra

    por un guapo discpulo en un caf literario (cualquier similitud con Alan Paulses pura coincidencia) se muda en la historia distpica y retro-folk del escritoractual. En un caf, el caf de Norman, mientras Narvez reparte y desparramaa las muchachas presentes los inditos poemas del Gran Escritor comienza asonar la cancin y Casas reproduce la letra completa, entrecortada por el ruidoy el dilogo de los parroquianos. El relato Casa con diez pinos nos recuerdapor momentos a Asis en sus transgresiones mdicas del pcaro urbano en Floresrobadas en los jardines de Quilmes (1980) (basta pensar en la inscripcin de lossoportes verbales del habla popular de capas medias urbanas y ciertos cliss del

    periodismo deportivo, los episodios picarescos que destronan el campo cultural;

    4 La cancin, se suele afirmar, est inspirada en un lugar real, una casa quinta situada en la localidadde Monte Grande, al sur de la ciudad de Buenos Aires. Con cinco pinos a cada lado de la entrada,ese inmueble haba sido alquilado por el pintor Roy Mackintosh, con la idea de hacer una de lasprimeras comunidades hippies de la poca. A la casa concurran artistas como Tanguito, PajaritoZaguri, Norberto Anbal Napolitano (Pappo o El Carpo), Miguel Abuelo y Javier Martnez, entreotros. Durante el da, los visitantes ocupaban el parque de una hectrea componiendo msica,pintando o dibujando. Por la noche se juntaban en la casa y se mostraban sus obras. En ese

    contexto bohemio Martnez compuso la cancin. Casa con diez pinos, editado en el Manal(1970) y, aos despus, en el lbum doble y compilatorio tambin llamadoManal (1973).

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    quiz la foto que Marcelo Zalim, narrador personaje de la novela, obtiene deBorges en un mingitorio, al mejor estilo de un paparazzi, sea el mejor ejemplo),y por momentos a los juegos pardicos de Osvaldo Soriano (aunque en Soriano

    habra que decir que la parodizacin del texto social presupone una relecturade la historia nacional o un paso de la pica a la comedia, humana, demasiadohumana y en clave nacional). O, un poco ms cerca, el relato asume, si se quiere,la forma de la historia de unstar systemen declive, al modo de Historia de Teller(1991) de Jorge Lanata, una estrella de rock decadente y ya viejo, como el autor de

    Agua viva, en el cuento de Casas, que entre el sudor y la asfixia se preocupa porel xito en el mercado y del porcentaje de ventas de un escritor mexicano,autorde libros de autoayuda.

    El otro relato es de Sergio Chejfec y forma parte de una de las nueve historiasque componen su ltimo libro, Modo linterna, publicado recientemente por laeditorial Entropa. El cuento se llama Una visita al cementerio y como los otrosrelatos del volumen se mueven tensos en la inmadurez de la forma (Gombrowicz),entre la ficcin, la crnica testimonial y el ensayo especulativo. Se trata de una ca-minata entre pares (un novelista, un ensayista, un telogo y ms tarde se le agregaun msico) por Pars y una expedicin a la tumba de Juan Jos Saer. Si bien lospersonajes del cuento pierden referencialidad y asoman como conceptos puros

    o alegoras, desrealizacin que es habitual en la novelstica del autor, podemossuponer (casi con riesgo de traducir los genricos) que parte de una experienciareal. El trayecto y la expedicin, si se quiere, dan forma a una breve y microscpicacomedia humana cuyo sentido del final se retrasa y se demora, en banales rodeos ynimias conversaciones peregrinas. El nombre propio o la llegada al Crematoriumqueda aplazada o en segundo plano. Modo linterna, sabemos, es una aplicacinde la telefona celular pero tambin una disposicin reticular, una forma de mirar;o para decirlo mejor: la microscopa de una glosa que persiste como un resplandorcrepuscular. Un ojo que mira puntualmente y recoje a modo de homenaje la forma

    de la persistente intriga saereana (un grupo de amigos que comparten una camina-ta por la ciudad, la forma del dilogo como forma de aplazar una experiencia, unnarrador un poco afuera del cuadro que escucha el intermitente crepitar de las pa-labras que van y vienen y sostiene con maestra los pases de registros y las instanciasde enunciacin para recordar brevemente lo imborrable deLa vuelta completa o dela propia Glosa). Aplazar el encuentro y leer a contraluz la borroneada inscripcinfuneraria es tambin dar vida a esa forma que se mueve como un destino literario,como un paseo o una caminata nunca acabada del todo.

    Hace poco vi una pelcula del director hngaro Bla Tarr. La pelcula se llamaEl caballo de Turn (2011) y como su ttulo lo indica hace referencia a una ancdota

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    sobre la vida de Friedrich Nietszche. Contada a partir de una voz en off y con unextraordinario plano-secuencia inicial, refiere un incidente personal del filsofoquien al ver un cochero fustigando al caballo que se niega a avanzar, se compadece,

    abraza al animal y llora. En realidad lo que la voz en offcuenta (el incidente en lavida de Nietszche antes de su locura y encierro definitivo en Turn) sirve de basepara la apertura de la primera secuencia narrativa donde se ve un anciano con sucarro tirado por un caballo hasta llegar a la casa que comparte con su hija, un parajeinhspito y solitario donde el sigiloso y por momentos disonante silbido del vientoes el nico elemento perturbador de esas pobres tierras. La pelcula se divide enseis partes que se corresponden a igual nmero de das consecutivos en la vida delos protagonistas, durante los cuales se repiten ms o menos las mismas acciones de

    su penosa vida cotidiana: la mujer va a buscar agua al pozo, viste a su padre y cocinalas papas que son ingeridas con las manos. Los dos protagonistas estn casi siempreen silencio. Las palabras cobran importancia slo cuando intervienen agentes exter-nos: el inquietante discurso del visitante de la morada anunciando la ruina de unavecina ciudad, los gritos de los gitanos que se acercan para sacar agua del pozo o seexaltan ante el pretendido y finalmente frustrado rapto de la muchacha, la lecturaen voz alta que hace la hija de un libro obsequiado por extraos (unaBiblianegra ysin estrellas) o cuando la voz en off inserta espordicamente comentarios sobre los

    repetitivos hechos. El caballo deja de alimentarse, el pozo se seca, las brasas se con-sumen, la luz del sol deja de brillar. Una misma pieza musical aparece y desapareceen variadas intensidades y acompaa largos planos-secuencias en blanco y negroque nos interrogan sobre ese tiempo de la espera. La incgnita que plantea el filmees lo que viene despus. Qu forma tendr esa historia?5

    5 Tomo prestadas algunas reflexiones del ltimo ensayo de Jacques Ranciere a propsito de laproduccin cinematogrfica del realizador hngaro Bla Tarr. Detenindose en el filme El

    caballo de Turn(2011), Ranciere afirma: El ltimo film, dice Bla Tarr. No entendemoscon ello el film del fin de los tiempos, la descripcin de un presente ms all del cual ya no hayms futuro que esperar. Ms bien es el film antes del cual no es posible regresar: el que lleva elesquema de la repeticin interrumpida a sus elementos primarios y la lucha de cada ser contrasu destino a su ltimo punto de apoyo y que, al mismo tiempo, hace de cualquier otro filmesencillamente un film ms, un injerto ms del mismo esquema en otra historia. Haber hechosu ltimo film no es entrar forzosamente en el tiempo en que ya no es posible filmar. El tiempodespus del final es ms bien aquel donde se sabe que en cada nuevo film se plantear la mismapregunta: por qu hacer un film ms sobre una historia que, en su principio, es siempre lamisma? Podramos sugerir que es porque la exploracin de las situaciones que esa historiaidntica puede determinar es tan infinita como la constancia con la que los individuos se dedi-

    can a soportarla. La ltima maana es todava una maana previa y el ltimo film todava es unfilm ms. El crculo cerrado est siempre abierto (84-85).

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    En nuestra poca de comunicaciones rpidas y veloces, de informacinintempestiva y fulminante, la gravitacin de la tecnologa vinculada a los nuevosmodos de circulacin y recepcin de la cultura nos hace ver la literatura del pre-

    sente como si hubiese entrado en un nuevo estadio o se encaminara veloz a supropia disolucin.

    El quiebre epistmico que significaron las vanguardias histricas en lacontemporaneidad hacen saltar por el aire el engao de la pura autonoma (yconsecuentemente de la post-autonoma). La literatura y el arte en general noslo se definen histricamente por sus fluencias trans-genricas, ni por sus mi-graciones y prcticas de fusin discursivas, ni tampoco por la escenificacin yla teatralizacin de los nuevos soportes mediticos. En tanto inscripcin de su

    propia incompletud (work in progress) y como experiencia de lo comunicable, laliteratura, en ms de una ocasin, ha sido definida por fuera de sus dominios. Ycomo sabemos, en distintos momentos y perodos histricos, su real eficacia so-cial ha sido, la mayora de las veces, mediata y extempornea. Qu puede haberen los sucesivos anuncios acerca de la desaparicin de la literatura sino ciertasmetamorfosis en sus modos de escritura-lectura?

    O como me sugiri Jorge Wolff, preanunciado en el acpite inicial de estasnotas, la respuesta que apuesta a la verificacin de lo inverificable est en las pala-

    bras que escribi Giorgio Agamben acerca de lo contemporneo:() contemporneo es aquel que tiene la mirada fija en su tiempo, para perci-bir no la luz sino la oscuridad. Todos los tiempos son, para quien experimenta

    la contemporaneidad, oscuros. Contemporneo es, justamente, aquel que

    sabe ver esta oscuridad, y que es capaz de escribir mojando la pluma en las

    tinieblas del presente. (62-63; traduccin propia).

    Es verdad, el hombre pudo no haber escrito nunca y por ende no haberledo jams. El chat, los emails, la aplicacin del WhatsApp, los formatos egocn-

    tricos y por momentos autistas delFacebook, los tweetsy las actuales tecnologasde comunicacin inciden en nuestra vida cotidiana y articulan nuevas formas deexperiencia pero suelen ocultar las intrigas y los misterios de la escritura. Si sequiere, una forma de decir.

    Obras citadas

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    Asis, Jorge.Flores robadas en los jardines de Quilmes. Buenos Aires: Losada, 1980.

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