la máquina divina y su perversión extra moral
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Texto de la condena del propio hombreTRANSCRIPT
Santiago Chávez ArroyaveHermenéutica
5 Cuatrimestre.
La máquina divina y su perversión extra moral.
Antiguamente los Dioses, dueños de lo que suponemos universo, se reunieron para decidir el
futuro del hombre después de haber comido del fruto prohibido, el cual, le dio conocimiento; un
conocimiento tan cegador que le era imposible voltear a ver al exterior y a uno mismo.
Al ver esto, los Dioses comprendieron que el hombre se había condenado-trágicamente- a una
dicotomía irreconciliable: 1) Podía quedarse ciego por la eternidad (con todas las consecuencias
que conlleva) o 2) Le podían dar la vista como ilusión, alejándolo de la verdad por el resto de sus
días. Inclinándose por la segunda opción, los Dioses le regalaron al hombre una máquina divina;
una figura amorfa, tridimensional y hueca por dentro. En ella podría ir depositando el mundo
ordenadamente- en principio- simplemente por supervivencia; es decir, le regalaron “el concepto”
como lo conocemos ahora. En un principio, el hombre insertó en la máquina divina figuras
primarias (triángulo, círculo, octágono, esfera) y por insuflo divino balbuceó dentro de la máquina
algunos sonidos articulados y asoció. Poco a poco el hombre creyó conocer todo, y si comer del
fruto prohibido fue una condena, el “creer conocer” fue la sentencia.
Al no bastarse con la naturaleza, el hombre creó y creyó en él mismo, lo que derivó en una
perversión de la máquina divina. No solo se ocupaba en depositar dentro de la misma, sino,
también en combinar, destruir, jerarquizar y someter. Los Dioses asustados intentaron destruir la
máquina, pero ya era demasiado tarde, ellos mismos se encontraban dentro de su propia maquina
a disposición del hombre.
Llegó el día en que el hombre tuvo que ponerle nombre a la máquina y la nombró VERDAD. De
pronto la máquina amorfa llamada VERDAD se convirtió en un monstruo gigante y abominable y se
tragó al hombre. Ahora, se encuentra encerrado, condenado y destinado a convivir con lo que él
mismo creó y pervirtió.