la menstruación

8
LA MENSTRUACIÓN ACTO 1 (En el escenario, un hombre sentado en un sillón orejero lee el periódico. A su lado, una mesita con un café y una lamparita. Por lo demás, una mesa circular con dos sillas se encuentra al otro lado de la escena y un cuadro horrendo de una señora mayor decora la pared posterior de la escena. El hombre pasa tranquilamente las hojas, sin percatarse de que su mujer entra en escena. A partir de ahora podremos llamarles Alfredo y Carolina). Carolina: Cariño. Alfredo: Mh-mm Carolina: ¿Tu me ves más gorda? Alfredo: No, no, para nada. Estás lo suficientemente gorda como para que te vea. Carolina: ¿Estás diciendo que estoy gorda? Alfredo: No, estoy diciendo que estás en el peso perfecto, para que pueda verte pero no llegue a pensar en por qué tendré una foca en mi salón. Carolina: ¿Me estás llamando foca? Alfredo: Todo lo contrario. Carolina: Vamos a dejarlo, Alfredo, porque me parece que no te das cuenta de que me estás haciendo daño. Alfredo: ¿Qué hay para cenar? Carolina: No lo sé. Lo vas a preparar tú. (Se sienta en la mesa, coge un libro y sus gafas y comienza a leer).

Upload: santi-arroyo-agueero

Post on 29-Jul-2015

47 views

Category:

Education


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: La menstruación

LA MENSTRUACIÓN

ACTO 1

(En el escenario, un hombre sentado en un sillón orejero lee el periódico. A su lado, una mesita con un café y una lamparita. Por lo demás, una mesa circular con dos sillas se encuentra al otro lado de la escena y un cuadro horrendo de una señora mayor decora la pared posterior de la escena. El hombre pasa tranquilamente las hojas, sin percatarse de que su mujer entra en escena. A partir de ahora podremos llamarles Alfredo y Carolina).

Carolina: Cariño.

Alfredo: Mh-mm

Carolina: ¿Tu me ves más gorda?

Alfredo: No, no, para nada. Estás lo suficientemente gorda como para que te vea.

Carolina: ¿Estás diciendo que estoy gorda?

Alfredo: No, estoy diciendo que estás en el peso perfecto, para que pueda verte pero no llegue a pensar en por qué tendré una foca en mi salón.

Carolina: ¿Me estás llamando foca?

Alfredo: Todo lo contrario.

Carolina: Vamos a dejarlo, Alfredo, porque me parece que no te das cuenta de que me estás haciendo daño.

Alfredo: ¿Qué hay para cenar?

Carolina: No lo sé. Lo vas a preparar tú. (Se sienta en la mesa, coge un libro y sus gafas y comienza a leer).

Alfredo: (Tras una larga pausa, mira a su mujer y se da cuenta de que no bromea). Ah, pero que lo dices en serio.

Carolina: Pues claro. ¿Cómo si no?

Alfredo: Ah, no sé. Yo pensé que esto sería como cuando castigas a un niño sin cenar pero luego siempre le levantas el castigo.

Carolina: Bueno, pues yo no te levanto el castigo. Y no es que te deje sin cenar, es que como no hagas la cena, no cenas.

Page 2: La menstruación

Alfredo: Qué rara estás últimamente, Carolina, amor. (Cierra el periódico, se levanta y se estira). Esto, te iba a preguntar…

Carolina: ¿Si?

Alfredo: Si. Que estaba yo pensando… la cocina… ¿por donde queda, más o menos?

Carolina: Al fondo a la derecha.

Alfredo: Gracias amor (sale y se oye su voz en off). Cariño.

Carolina: Dime, querido.

Alfredo: Creo que esto es el baño.

Carolina: Cosas peores has cocinado.

Alfredo: (Que vuelve a entrar). Pues o me dices dónde está la cocina o no vamos a cenar hoy ya.

Carolina: Es esa sala del fondo. Y al entrar, no te alarmes si ves una especie de armario gris que está frío. Se llama nevera. Y esa cosa que verás detrás de la puerta, un palo con un bigote en la parte de abajo, lo llaman cepillo. ¿Necesitas que te los presente?

Alfredo: No creo que haga falta. Gracias. ¿Algo más que deba saber?

Carolina: Bueno, si dejas mucho rato el dedo encima de esa cosa roja y naranja que hay en la zona negra de la encimera, probablemente sientas calor, pero si quitas la mano se pasa.

Alfredo: Perfecto. Bueno, allá voy. (Entra como si emprendiera una expedición a Atlantis, sin tener ni puta idea de dónde se está metiendo). Amor.

Carolina: Si, cielo.

Alfredo: (En off, claro). No sabía que teníamos tele en la cocina.

Carolina: Porque no la tenemos. Se llama microondas.

Alfredo: (off) Entendido.

Carolina: Me alegro, amor.

Alfredo: (off) Bueno, no me has dicho lo que quieres cenar.

Carolina: ¿Sabes qué es un huevo frito?

Alfredo: (off) Claro.

Page 3: La menstruación

Carolina: Vale. Pues quiero un risotto de gambas con bechamel de foie. Y una mousse de trufa de postre.

Alfredo: (off) Oído cocina. Dame diez minutitos y estamos cenando. (Treinta segundos de pausa en los que la mujer sonríe al oír cacharrear a Alfredo en la cocina). Cariño, eso se cuece o…

Carolina: Prueba.

Alfredo: (off) Muy bien. (Otros tantos segundos de pausa). Carol.

Carolina: Dime.

Alfredo: (off) ¿Tú sabes dónde está el teléfono?

Carolina: Aquí. ¿Por qué?

Alfredo: (Entrando, algo nervioso). No, porque me acabo de acordar de que tenía que llamar a miguel.

Carolina: Ah, muy bien. Está ahí, en la mesita.

Alfredo: (Se acerca, lo coge, sonríe forzadamente a Carolina y sale. Se oye su voz en off intentando susurrar). ¿Si, Telepizza? (Pausa). Una mediana. (Pausa). ¿Tienen de risotto? (Pausa). No, gilipollas no soy. (Pausa). ¿Pero tienen de risotto o no? (Pausa). ¿Qué me vaya a dónde? (Pausa). De acuerdo. Pues entonces de bechamel de foie. (Pausa). Pero no grite, que me va a oír mi mujer. ¿Tiene de jamón y queso? (Pausa). Bueno, pues ya me inventaré algo. No tarden. (Pausa). Si, yo también te quiero. (Pausa). Un besito de esquimal, si. (Pausa). No, cuelga tú. (Pausa). No, tú. Ay que tonto. (Pausa). Hasta ahora.

Carolina: ¿Cómo va eso, amor?

Alfredo: (Off). Perfecto. Ya tengo todo cocido, ahora voy a freírlo y lo preparo. No te impacientes, amor mío.

Carolina: Los hombres no aprenden. Creen que nos engañan, que nos seducen y nos tienen locas. Creen que nos encanta que cocinen para nosotras aunque no tengan ni idea. Los hombres han aprendido muy rápido su papel de acomodados y no lo quieren soltar. De vez en cuando, les da un algo en la cabeza que les hace levantarse e intentar hacer la cena o planchar. Los hombres son decididamente unos machistas. Y las mujeres también, no lo duden. Pero a lo largo del tiempo, las mujeres más avanzadas diseñaron un método de control, de venganza. Durante una semana de cada cuatro, las mujeres nos vamos de vacaciones y nuestro lugar lo ocupa una persona especial. Se diferencia de nuestro yo normal en cuatro cosas: pequeñas hemorragias ocasionales, ligeros cambios de humor, alteraciones hormonales y un instinto asesino totalmente disparado. Este método vengativo e inmisericorde se denominó menstruación. Y casualmente (mira el reloj y el calendario y se levanta) me toca a mi irme de vacaciones. Os dejo con Alfredo y con mi menstruación. (Sale por un lado, poniéndose las gafas de sol y un sombrero. Oscuro)

Page 4: La menstruación

ACTO 2

(Todo empieza como el acto anterior, exceptuando que Carolina, cuando entra, en vez de presentar su estado habitual, guarda un cercano parecido con la niña del exorcista. Totalmente despeinada, con los ojos inyectados en sangre, un camisón blanco medio roto y cubierto de sangre, se dirige hacia Alfredo y le habla).

Carolina: Cariño.

Alfredo: Mh-mm.

Carolina: ¡¿Puedes hacer el favor de mirarme cuando te hablo, pedazo de tarugo insensible?!

Alfredo: Claro, mi amor. (Levanta el periódico hacia ella para seguir leyendo mientras la mira). Mh-mm.

Carolina: ¡PERO ESTÁS LOCO DE REMATE! ¡TU MUJER TE ESTÁ HABLANDO Y QUIERE QUE LA ESCUCHES!

Alfredo: Si yo te escucho. Cuéntame.

Carolina: (Se vuelve loca de repente, se lanza contra Alfredo, le quita el periódico y lo destroza en mil pedazos delante de él). Ahora mejor.

Alfredo: Muy bien (la mira, cruza brazos y piernas y asiente). Tú dirás.

Carolina: ¿Tú me ves gorda?

Alfredo: (Aparte). Aquí es cuando las mujeres se piensan que la vamos a cagar, pero ésta ya me la sé. (A Carolina). NOOOOO, MI AMOR. ¿Pero qué cosas dices? Anda, anda. Pero si estás en los huesos. Mira, siéntate que te voy a hacer la cena. (Se levanta y le cede su asiento a ella. Mientras se va por un lado, hace gestos exagerados pero silenciosos de victoria, alegría y regocijo). ¿Qué te apetece, mi amor?

Carolina: Un huevo frito. No, no, no. Un arroz tres delicias. No, no, no. Un filetito de pollo a la plancha. No, no, no. Unas espinacas al vapor. No, espera. CHOCOLATE.

Alfredo: Perfecto. ¿Lo quieres de alguna forma en especial?

Carolina: Si. Fundido. Pero no líquido.

Alfredo: Muy bien. Tú relájate que te lo llevo ahora.

Carolina: Vale. (Coge el teléfono y saca del libro que tiene una hoja de papel que es la factura del teléfono. Fijándose en ella, marca en el teléfono y espera a que se lo cojan).

Page 5: La menstruación

Hola. (Pausa). Si, pero antes dígame quién es usted. (Pausa). Paula. Muy bien. ¿Sus apellidos? (Pausa). López Ramos, muy bien. (Sonriendo macabramente al creer que ha descubierto una amante de su marido). Es por una encuesta, si me permite cinco minutitos. (Pausa). Muy bien, allá vamos. ¿Está usted casada? Ahá. ¿Y le ha sido infiel a su marido alguna vez? Entiendo. ¿Con un hombre casado? Afirmativo. Muy bien, última pregunta. Si usted tuviera que morir, ¿cuál de estas opciones elegiría? A- Mordedura de cobra; B- Ahogamiento en accidente de coche. C- Aplastamiento por piano. La A, perfecto. Pues muchas gracias y que tenga un buen día. (Cuelga). Alfredo.

Alfredo: (En off). Dime, Carol.

Carolina: A ti siempre te habían gustado las serpientes, ¿verdad?

Alfredo: (off) Sí. ¿Por qué lo dices?

Carolina: Porque había pensado que quizá sea buena idea comprar una. Una cobra estaría bien.

Alfredo: (Entra con el chocolate). Me alegro amor. Qué feliz me hace que compartas mis intereses.

Carolina: Este chocolate está líquido. ¡Y además es 80%, no negro 100%! ¡¿ACASO PRETENDES MATARME?!

Alfredo: No, mi amor. Perdona por equivocarme. Ahora mismo te preparo otro.

Carolina: Déjalo. Tú no me comprendes. Jamás podrás satisfacerme.

Alfredo: Siento oír eso.

Carolina: (Se levanta del sillón, enternecida). Perdóname amor, me he pasado. Eres lo mejor que tengo, me haces muy feliz y no quiero hacerte daño.

Alfredo: Me alegra oír eso.

Carolina: ¡DIOS MÍO, ERES UN INSENSIBLE! ¡ABRO MI CORAZÓN Y DICES QUE TE ALEGRAS! ¡OJALA TE MUERAS CON TODAS TUS AMANTES Y UNA COBRA! ¡ME VOY A LLORAR! (Sale corriendo)

Alfredo: (Que se dirige al público ahora). Las mujeres se equivocan en una cosa. Sí que hemos descubierto su truco. Pero gracias al tiempo, nos hemos hecho inmunes. (Se acerca al sillón y de debajo del cojín saca otro periódico). Puede que esta semana al mes sea algo más agitada, pero merece la pena. Es lo que le añade sal a la vida, un poquito de emoción. Las mujeres creen que lo pasamos mal cuando están así, pero se equivocan. Esto nos causa los mejores momentos, cuando en el bar, comentamos las mejores jugadas de nuestras esposas menstruales. Las mujeres dicen que ser mujer es un suplicio, entre otras muchas razones, por la menstruación, y que los hombres tenemos mucha suerte. Qué quieren que les diga. (Se sienta en el sillón, cruza las piernas y abre el periódico). Tienen toda la razón.