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La Muchacha de los Ojos de Oro Por Honoré de Balzac

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LaMuchachadelosOjosdeOro

Por

HonorédeBalzac

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I

FISONOMÍASPARISINAS

Unodelosespectáculosquemásespantopuedecausares,sindudaalguna,el aspecto general del vecindario parisino, gente feísima de ver y de colorquebrada, gente amarilla y curtida. ¿Noes acasoParís un campoamplísimoque trastorna continuamente una tempestad de intereses bajo la que gira eltorbellino de una cosecha de hombres que la muerte siega con mayorfrecuencia que en otros lugares y vuelven a nacer en idéntica estrechez,hombrescuyosrostrosenrevesadosytortuososrezumanportodoslosporoselalma, los deseos, los venenos que preñan sus cerebros, no ya rostros, sinomáscaras, máscaras de flaqueza, máscaras de fuerza, máscaras de miseria,máscarasdealegría,máscarasdehipocresía,todasellasexhaustas,todasellasimpregnadasdelasmarcasindeleblesdeunaanhelanteavidez?¿Quéansían?¿Orooplacer?

Unos cuantos comentarios referidos al alma de París pueden aclarar lacausadesufisonomíacadavéricaquesolotienedosedades, la juventudolacaducidad: juventud lívida y descolorida, caducidad que quiere aparentarjuventudconafeites.Alveraestosdesenterrados,losforasteros,quenotienenobligación alguna de cavilar, notan de entrada un impulso de asco a esacapital, extenso taller de goces, de la que pronto tampoco podrán zafarse ydonde se quedan de buen grado para desfigurarse en ella. Bastarán pocaspalabrasparaaportar la justificaciónfisiológicade la tezcasi infernalde losrostros parisinos, pues si a París se le da el nombre de infierno no esúnicamente por chanza.Dé el lector esa palabra por cierta. Todo humea enParís, todo arde, todo reluce, todo hierve, todo se quema, se evapora, seextingue, vuelve a prender, chisporrotea, crepita y se consume.Nunca hubovidamásardienteencomarcaalguna,nimásabrasada.Estanaturalezasocial,siempre en estadode fusión, parecedecirse, tras rematar cadaobra: ¡Vamosporlasiguiente!,talycomolohacelapropianaturaleza.Delamismaformaquelanaturaleza,estanaturalezasocialtienequeverconinsectos,floresdeundía,bagatelas,cosasefímeras,yporsucrátersalentambiéndespedidosfuegoy llamas. Es posible que, antes de analizar las causas que prestan unafisonomíapeculiaratodasycadaunadelastribusdeestanacióninteligenteycambiante, debamos indicar cuál es elmotivo general que priva de color ytornapálidos,cárdenosymásomenoscetrinosalosindividuos.

Afuerzadeinteresarletodo,alparisinoacabapornointeresarlenada.Nohay sentimiento que prevalezca en su rostro, que el roce desgasta y que sevuelvegriscomoelyesodelascasassobreelquecaentodasuertedepolvosy

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humos.Pues,indiferenteayeraloquevaaexaltarlomañana,elparisinovivecomounniño,tengalaedadquetenga.Detodorumorea,detodoseconsuela,detodosechancea,todoloolvida,todoloquiere,todoloprueba,portodoseapasiona,todoloabandonadespreocupadamente:susreyes,susconquistas,sugloria,suídolo,bienseadebronceobiendecristal,delamismaformaquedesecha lasmedias, los sombreroso la fortuna.EnParísnohaysentimientoqueresistaelsurtiderodelascosas,yesamismacorrienteimponeunaluchaqueaflojalaspasiones:allíelamoresundeseo,yelodiounaveleidad;nohaymás pariente verdadero que el billete de mil francos, ni más amigo que elMontedePiedad.Tangeneralizadadesidiadasusfrutosy,tantoenlossalonescuanto en la calle, nadie sobra, ni nadie es realmente útil ni completamentenocivo,nilostontosylosbribonesnilaspersonasdetalentoyprobidad.Todosetolera:elgobiernoylaguillotina,lareligiónyelcólera.Aestagentetodosleparecenbien;peroanadieechademenos.¿Quiénreina,pues,enesatierraqueno tieneni conductamoral,ni creencias,ni sentimientoalguno,perodedondesalenyadóndevanaparartodoslossentimientos,todaslascreenciasytodas las conductas? El oro y el placer. Que considere el lector estas dospalabrascomounaluzyrecorraconellaestagranjauladeyeso,estacolmenade arroyos negros, y deambule por los vericuetos del pensamiento que lamueve, la enardece y la labra. Que preste atención. Que se fije primero enquienesnadatienen.

Elobrero,elproletario,elhombrequetienequemoverlospies,lasmanos,la lengua, la espalda, el brazo único, los cinco dedos para vivir es, porsupuesto,quienmásdeberíaescatimarelprincipiovital;perovamásalládesus fuerzas, unce a sumujer a unamáquina, agota a su hijo y lo ata a unengranaje.Elfabricante,esehilosecundario—vayaustedasabercuál—que,cuandosemueve,poneenmarchaaquienes,consusmanossucias,torneanydoran las porcelanas, cosen las levitas y los vestidos, adelgazan el hierro,desbastanlamadera,tejenelacero,solidificanelcáñamoyelhilo,satinanlosbronces, festonean el cristal, imitan las flores, bordan la lana, doman loscaballos, trenzan los arneses y los galones, cortan el cobre, pintan loscarruajes,recortanlosolmosviejos,embobinanelalgodón,ahuecanlostules,corroen el diamante, bruñen los metales, convierten en láminas el mármol,pulimentan los guijarros, acicalan el pensamiento, colorean, blanquean yennegrecen todo, ese jefe adjunto, decía, llegó y le prometió a este gentíohechodesudoryempeño,deestudioydepaciencia,unsalarioexcesivo,oraen nombre de los caprichos de la ciudad, ora a la voz de mando de esemonstruo cuyo nombre es Especulación. Y entonces esos cuadrúmanosempezaronapasarse lasnochesenvela,apadecer,a trabajar,ablasfemar,aayunar, a caminar; todos se excedieron para ganar el oro que los fascina.Luego,despreocupadosdelporvenir,ávidosdegoces,contandoconsusbrazoscomocuenta el pintor con la paleta, tiran el dinero los lunes, comograndes

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señores de un día, en esas tabernas que tienen encerrada la ciudad en unaceñidamuralladecieno,elcinturóndelaVenusmásimpúdica,continuamentedoblado y desdoblado, en donde se pierde, lo mismo que en el juego, lafortunaperiódicadeestagentetanferozparaelplacercomososegadaparaeltrabajo.¡Asípues,durantecincodíasesaparteactivadeParísnosabequéeselreposo!Espresadeademanesquelaobliganaretorcerse,crecer,adelgazar,palidecer,brotarenmilsurtidoresdevoluntadcreadora.Después,sugustoysu descanso consisten en un fatigoso desenfreno, oscuro de piel, negro degolpes, lívidodeborracherasoamarillodeindigestión,quenodurasinodosdías,perorobaelpandemañana,elsustentodelasemana,losvestidosdelamujerylospañalesdelniño,ambosvestidosdeandrajos.Esoshombres,quenacieronsindudaparaserhermosos,puescualquiercriaturaposeeunabellezarelativa, se alistaron desde la infancia bajo el mando de la fuerza, bajo elimperiodelmartillo,delacizalla,delahilatura,ynotardaronenvulcanizarse.¿NoesacasoVulcano,feoyfuerte,elsímbolodeestafeayfuertenación,desublimeinteligenciamecánica,pacientecuandoletocaserlo,pavorosaundíaal siglo, inflamable como la pólvora, a quien el aguardiente da alas para alincendiorevolucionarioyquees,enfindecuentas,lobastanteocurrenteparaincendiarseconunapalabracapciosaque,paraella,siempreequivaleaoroyplacer?Siconsideramosqueincluyeatodoslosquetiendenlamanoenesperadeunalimosna,unsalariolegítimooesoscincofrancosquerecibetodasuertedeprostituciónparisina,esdecir,cualquiercantidadbienomaladquirida,esepueblo cuenta con trescientos mil individuos. ¿No es probable que, si nohubiera tabernas, todos losmartes derrocaría al gobierno?Afortunadamente,losmartesestepuebloestáembotado,duermelamonadesuplacer,notieneya un céntimo y vuelve al trabajo y al pan solo, con el acicate de unanecesidaddeprocreaciónmaterialque,paraél,seconvierteenhábito.Cuenta,noobstante,estepueblo,consus fenómenosvirtuosos, sushombrescabales,susNapoleonesdesconocidos,quesonprototipodesufuerzallevadaalamásaltaexpresiónycompendiansualcancesocialenunaexistenciaendonde laacciónyelpensamientosecombinannotantoparaaportarlealegríacomopararegularlaaccióndeldolor.

El azar creó un obrero ahorrativo, el azar lo dotó de pensamiento, pudomiraralporvenir,conocióaunamujer,seviopadre,ytrasunoscuantosañosdedurasprivaciones,semeteenunmodestonegociodemercería,alquilaunatienda. Si ni la enfermedad ni el vicio lo detienen en ese camino suyo, siprospera,heaquíelcroquisdesuexistencianormal.

Y, antes que nada, salude el lector a ese rey de la acción parisina, quesometióeltiempoyelespacio.Sí,quesaludeaesesercompuestodenitratodesosaygasquesurtedehijosaFranciaensusnocheslaboriosasy,dedía,multiplicaporvariassuindividualidadparadarservicio,gloriayplacerasusconciudadanos. Ese hombre resuelve el problema de prestar, a un tiempo,

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atenciónsuficienteaunagentilesposa,asuhogar,aLeConstitutionnel,asuoficina,asuservicioenlaGuardiaNacional,alTeatrodelaÓperayaDios,peroparaconvertirenpecuniaLeConstitutionnel, laoficina,elTeatrode laÓpera,laGuardiaNacional,yalaesposayaDios.Saludeellector,enfin,aunacopiadorirreprochable.SelevantatodoslosdíasalascincoysalvacomounpájaroladistanciaqueseparasudomiciliodelacalledeMontmartre.Hagavientoo truene, lluevaonieve, llega aLeConstitutionnely espera allí parahacerse cargode los periódicos cuyo reparto le compete.Recibe con avidezesepanpolítico,locogeylotransporta.Alasnueveestáenelsenodelhogar,lediceunachanzaasumujer,lerobaunbuenbeso,paladeaunatazadecaféyriñeasushijos.Alasdiezmenoscuarto,sepersonaenlaJuntadeDistritoy,allí, posado en un sillón como un loro en la percha, disfrutando de buenatemperatura a expensas de la villa de París, inscribe hasta las cuatro de latarde, sinconcederlesniuna lágrimaniuna sonrisa, los fallecimientosy losnacimientosdetodoundistrito.LadichayladesdichadelbarriopasanporsuplumilladelamismaformaqueelespíritudeLeConstitutionnelviajabahaceunratosubidoensushombros.¡Nadaselehacegravoso!Caminarecto,sacaelpatriotismoyahechodelperiódico,nolellevalacontrariaanadie,protestaoaplaudecon todoelmundoyvivecomounagolondrina.Comoestáadospasos de su parroquia, puede, en caso de ceremonia importante, dejar en supuestoaunsupernumerarioeiracantarunréquiemjuntoalpupitredelcorodelaiglesia,alqueperteneceycuyomejoradornoyvozmásimponenteesélendomingosyfestivos,dondetuerceconenergía laanchabocaparaatronarcon un jubiloso Amén. Se queda libre a las cuatro del servicio oficial yaparece,paraprodigar amanos llenas alegríaybuenhumor, enel comerciomásfamosodel’ÎledelaCité.Dichosasumujer,puesnoledatiempoaserceloso;esmáshombredeacciónquedesentimientos.Asíque,nobienllega,galantea a las dependientas, cuyas vivaces miradas atraen a no pocosparroquianos,sesolazaentre laropa, laspañoletas, lamuselinaa laquedanformatanhábilesoperarias;o,conmayorfrecuencia,antesdecenar,atiendeauncliente,copiaunapáginadeldiarioolellevaalagentejudicialalgúnefectoatrasado. A las seis, un día de cada dos, está, fiel, en su puesto. Barítonoinamovibledeloscoros,acudealTeatrodelaÓpera,dispuestoasersoldado,moro,prisionero,salvaje,campesino,sombra,patadecamello,león,demonio,genio, esclavo, eunuco, negro o blanco, siempre experto en la creación degozo,dolor,compasión,asombro,enlanzargritosinvariables,encallarse,encazar,enpelear,enrepresentaraRomaoaEgipto;peroessiempre,inpetto,mercero. A las doce de la noche, vuelve a ser buenmarido, hombre, padretierno;semeteenellechoconyugal,conlaimaginacióntensaaúndebidoalasformasdecepcionantesdelasninfasdelaÓpera,yhacedeesemodoredundaren provecho del amor conyugal las depravaciones del mundo y losvoluptuososmovimientosde las piernasde laTaglioni.Y, por fin, si es que

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duerme, duerme deprisa y despacha el sueño con la misma premura quedespachalavida.¿Noesacasoelmovimientohechohombre, laencarnacióndelespacio,elProteodelacivilización?Esehombreloresumetodo:historia,literatura, política, gobierno, religión, arte militar. ¿No es acaso unaenciclopedia viva, un atlas grotesco, siempre enmarcha, como París, y quenunca descansa? Es todo piernas. No hay fisonomía que pueda conservarsepuraconsemejantes trabajos.Esposiblequeaalgunos filósofosconbuenasrentaslesparezcamásfelizqueelmerceroelobreroquemuere,viejoya,alostreinta años, con el estómago encallecido por las dosis progresivas deaguardiente.Uno semueredegolpey el otro sevamuriendoal pormenor.Comosifueranotrastantasgranjas,asusochoocupaciones,asushombros,asu garganta, a sus manos, a su mujer y a su comercio les saca hijos, unoscuantosmilesdefrancosylamáslaboriosadichaquehayafraguadonuncaelcorazóndeunhombre.Esafortunayesoshijos,oloshijosenqueparaélseresumetodo,seconviertenenpresadelmundosuperior,alquellevasudineroyasuhija,oasuhijo,educadoenuninternadoyque,másinstruidoqueelpadre, alza a mayor altura las ambiciosas miradas. El hijo menor de unmodestodetallistaaspiraconfrecuenciaaseralguienenelEstado.

Esta ambición nos lleva el pensamiento a la segunda de las esferasparisinas. Suba el lector un piso y vaya al entresuelo; o baje del desván yquédeseenelcuarto;enresumen,introdúzcaseentrelagentequetienealgo;elresultadoesaquíelmismo.Loscomerciantesalpormayorysusdependientes,los empleados, la gente de banca pequeña y probidad grande, los pillos, lasalmasenpena, losencargadosy losmozos, lospasantesdel agente judicial,del procurador y del notario, los miembros, en fin, activos, pensantes,especulativosdeesapequeñaburguesíaquemuelelosinteresesdeParísyvelapor su grano, acapara los víveres, almacena los productos que fabrican losproletarios, entonela la fruta del Sur, los pescados del océano, los vinos detodoslostaludesalosquemimaelsol,quealargalasmanoshaciaOrienteyse trae de allí los chales que desdeñaron los turcos y los rusos, que va acosecharhastalasIndias,seacuestaparaesperarlaventa,aspiraalbeneficio,descuenta losefectos,hacecircularycobra todos losvalores, embalaalpormenorParísentero, lotraslada,estáalacechodelasfantasíasdelainfancia,espía los caprichos y los vicios de la edad madura, les saca el jugo a susenfermedades, pues bien, todos los miembros de esa burguesía, sin beberaguardientecomoelobreroysinirarevolcarseenelcienodelastabernasdelasafueras,abusantambiéndesusfuerzas,tensanenexcesoelcuerpoconelcorajeyelcorajeconeltiempo,seconsumendedeseos,sequebrantanenidasyvenidasprecipitadas.Enellos,latorsiónfísicaacontecebajoellátigodelosintereses,bajoelmayaldelasambicionesquetorturanalasescalassuperioresdeestaciudadmonstruosa,delamismaformaqueladelosproletariosacaecióbajoelpéndulocrueldelosproductosmaterialesqueansíaincesantementeel

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despotismodelyoloquieroaristócrata.Tambiénaquí,enconsecuencia,paraobedeceraeseamouniversal,elplaceroeloro,hayquedevorarel tiempo,exprimir el tiempo, sacar más de veinticuatro horas del día y de la noche,perderlosnervios,matarse,vendertreintaañosdeancianidadpordosañosdeundescansoenfermizo.Soloelobreromuereenelhospital,cuandoyasehaconsumadosuúltimoplazodeencanijamiento,mientrasqueelciudadanodeclasemediaseempecinaenviviryvive,peroenestadodecretinismo;nosloencontramos con el rostro desgastado, chato, viejo, sin luz en los ojos, sinfirmezaenlaspiernas;ysearrastraconexpresiónpasmadaporelbulevar,esecinturóndeVenusdesuamadaciudad.¿Quéqueríaelburgués?Elyesquerodelguardianacional,unpucheroinmutable,unsitiodecenteenelcementeriode Le-Père-Lachaise y, para la vejez, algo de oro legítimamente ganado. Ellunessuyoeseldomingo;sudescanso,elpaseoencochedealquiler,lasalidaalcampodurantelaquelamujerylosniñostraganpolvojubilosamenteoseachicharranalsol;su tabernade lasafueraseseldueñodel restaurantecuyavenenosacena tenga fama,oalgúnbailede familiaenelque seasfixiaunohastalasdocedelanoche.AalgunospánfiloslosasombraelbailedeSanVitoquepadecenlasmónadasquenosmuestraelmicroscopioenunagotadeagua,pero ¿qué diría elGargantúa deRabelais, ese personaje de sublime audaciaincomprendida, qué diría ese gigante caído de las esferas celestiales si seentretuvieraencontemplarelmovimientodeestasegundavidaparisina,unodecuyosprocederesheaquí?¿Conoceel lectoralgunasdeesascasetasfríasenveranoysinmáshogarqueunaestufillaeninvierno,sitasbajoelampliocasquetedecobrequehacedecubiertaalmercadocentraldeltrigo?Laseñoraestáallídesdeporlamañana,essubastadoraalpormayordelmercadoyganaeneseoficiodocemilfrancosalaño.Elseñor,cuandosehalevantadoyalaseñora,semeteenunoscurogabineteendondehacepréstamosacortoplazoycon usura a los comerciantes del barrio. A las nueve, está en la oficina depasaportes,dondeesunodelosjefesadjuntos.AúltimahoradelatardeestáenlataquilladelThéâtreItalienodecualquierotroteatroqueellectortengaabien escoger. A los niños los dan a criar fuera y regresan a casa para ir alcolegiooauninternado.Elseñory laseñoravivenenuntercero,notienenmásqueunacocinera,danbailesenunsalóndedocepiesporochoiluminadoconquinqués;perodotanasuhijaconcientocincuentamilfrancosyseretiranaloscincuentaaños,edadenlaqueselosempiezaaverenlaÓpera,enlospalcos de tercer piso; en un coche de punto en Longchamp; o, con ajadoatuendo,todoslosdíassoleados,enlosbulevares,quesonlaespalderadeesosfrutos.Losaprecianenelbarrio,elgobiernolosquiere,sonlosaliadosdelaaltaburguesía.A lossesentaycincoañosal señor leconceden lacruzde laLegióndeHonoryelpadredesuyerno,tenientedealcaldedeundistrito,loinvita a los saraos que da. De esas tareas de toda una vida sacan, pues,provecho unos hijos a quienes esta clase media tiende de forma fatal a

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encumbrarhastalaaltaburguesía.Todasycadaunadelasesferasarrojanasísufrutoalcompletohacialaesferasuperior.Elhijodelricoabacerosehacenotario,elhijodelcomercianteenmaderaacabademagistrado.Nohayniundientequenoencajeenelcorrespondienteengranajey todoelloestimulaelmovimientoascendentedeldinero.

Henosyapueseneltercercírculodeesteinfiernoqueesposiblequehallealgúndíaa suDante.Eneste tercercírculo social, algoasí comounvientreparisinoquedigierelosinteresesdelaciudadyendondeéstossecondensanbajo esa forma a la que se da el nombre de negocios, un agrio y biliosomovimiento intestinal hace bullir y remueve a la muchedumbre deprocuradores, médicos, notarios, abogados, negociantes, banqueros,comerciantes poderosos, especuladores y magistrados. Se hallan ahí másmotivosaúnparaladestrucciónfísicaymoralqueencualquierotrositio.Casitodas esas personas viven en estudios infectos, en pestilentes salas deaudiencia,endiminutosgabinetesconrejas;sepasaneldíadobladosbajoelpesode losnegocios, se levantan al albaparanoperder el compás, paranoconsentir que los desvalijen, para ganarlo todo o para no perder nada, paraembargaraunhombreoeldinerodeesehombre,paraenjaretarodesenjaretarun negocio, para sacarle partido a una circunstancia esquiva, para mandarcolgaroparaabsolveraunhombre.Laspaganconloscaballos,losagotan,noles dan cuartel, les envejecen también a ellos las patas antes de tiempo. Eltiempo es su tirano, no les llega, se les escabulle; no puedenni alargarlo niencogerlo.¿Quéalmapuedeseguirsiendogrande,pura,moralygenerosay,porconsiguiente,quérostrosiguesiendohermosoeneldepravadorejerciciode una profesión que fuerza a soportar el peso de las miserias públicas, aanalizarlas, sopesarlas, calibrarlas, someterlas a talas regulares? Personasasí…¿dóndedejanelcorazón?Nolosé;peroenalgunapartelopondrán,siesquelotienen,antesdebajartodaslasmañanashastalohondodelaspenasquecompungen a las familias. No existen misterios para ellos, contemplan elenvés de la sociedadde la que son confesores, y la desprecian.Ahora bien,hagan lo que hagan, a fuerza de habérselas con la corrupción, le cogenaversiónyseafligen;o,porcansancio,porsecretotrato,sedesposanconella;y,porúltimo,nolesquedamásremedioquevolverseindiferentesacualquiersentimiento,pueslasleyes,loshombresylasinstitucioneslosobliganavolarcomograjillas por encimade los cadáveres tibios aún.El hombrededineropesaatodashorasalosvivos;elhombredeloscontratospesaalosmuertos;elhombredeleypesalaconciencia.Comosevenenlaobligacióndehablarcontinuamente,todossustituyenlapalabraalaidea,lafrasealsentimiento,yel alma se les vuelve laringe. Se desgastan y se desmoralizan. Ni el grannegociante,nieljuez,nielabogadoconservanelrectosentido:yanosienten,aplican las normas, que fuerzan las especies. Los arrastran sus torrencialesexistenciasynosonnimaridos,nipadres,niamantes;resbalanentrineopor

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las cosas de la vida y, a todas horas, viven al empuje de los negocios de laurbe. Cuando regresan a casa, los requieren para ir al baile, a la Ópera, afiestas donde conseguirán clientes, conocidos, protectores. Todos comen deformadesmesurada,juegan,trasnochan,ylosrostrosseponenllenos,chatos,enrojecidos. A tan tremendo gasto de fuerzas intelectuales, a contraccionesmoralestanmúltiples,contraponennoelplacer,cosaenexcesodesvaídaysincontraste alguno, sino el desenfreno, desenfreno secreto y pavoroso, puestienen todo a su disposición y dictan la ética de la buena sociedad. Suestupidezrealseocultatrasunacienciaparticular.Entiendendesuoficio,peroignorancuantonoperteneceaeseoficio.Enconsecuencia,parasalvaguardarelamorpropio,loponentodoenteladejuicio,criticanamásymejor;pareceque dudan y en realidad son papanatas, anegan el entendimiento en susinterminables debates. Casi todos adoptan sin mayores complicaciones losprejuiciossociales,literariosopolíticos,paraahorrarseelteneropinión,delamisma forma que colocan las conciencias a buen recaudo de la ley o deltribunaldecomercio.Seponenprontoencaminodeserhombresnotablesysetornanmediocresyreptansobrelaseminenciasdelmundo.Yselesve,porlotanto,enlacaraesaagriapalidez,esostonosfalsos,esosojosveladosyconojeras,esasbocascharlatanasy sensualesen lasqueelobservador reconocelos síntomasdel pensamientobastardeadoy las vueltas quevadandopor elcircodeunaespecializaciónquematalasfacultadesgeneradorasdelcerebro,el don de ver a lo grande, de generalizar y de deducir. Casi todos seengurruñanenelabrasadorhornodelosnegocios.Yporesounhombrequesehaya dejado atrapar en la trituración o en el engranaje de esas gigantescasmaquinariasnopuedellegarasergrande.Siesmédico,opocohapracticadolamedicinaoesunaexcepción,unBichatquemuerejoven.Sialgolequedadegrannegociante,encarnacasiaJacquesCœur.¿AcasoejercióRobespierre?Danton era un vago que estaba a la espera. Pero ¿quién, por lo demás, haenvidiadonunca las figurasdeDantonyRobespierrepormuyaltanerasquefuesen? Esos afanosos por excelencia atraen el dinero y lo acumulan paraaliarseconlasfamiliasaristocráticas.Silaambicióndelobreroeselhombredeclasemedia,aquívuelvenadarselasmismaspasiones.EnParís,lavanidadresumetodaslaspasiones.Elprototipodeestaclasepodríaserbienelburguésambicioso,quien,trasunavidadeangustiasymaniobrascontinuassecuelaenel Consejo de Estado igual que una hormiga se cuela por una rendija, biencualquier redactor de periódico, hábil en intrigas, a quien el rey nombrasenador, quizá para vengarse de la nobleza, bien cualquier notario que hallegado a teniente de alcalde de su distrito, personas todas a quienes losnegocioshanplanchadoyque,sialcanzansumeta, laalcanzanmatados.LoquesellevaenFranciaeslaentronizacióndeloscarcamales.Napoléon,LuisXIV, solo los grandes monarcas quisieron siempre gente joven para querealizasensuspropósitos.

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Porencimadeesaesfera,vivelasociedaddelosartistas.Perotambiéneneste caso los rostros, marcados con el sello de la originalidad, estánquebrantados, con nobleza, pero quebrantados, cansados, sinuosos. Losartistas de París, a quienes agobia la necesidad de producir, rebasan susonerosos caprichos, los fatiga un genio devorador, los acosa el hambre deplaceres,pretendentodosrecuperarconexcesivosafaneslaslagunasqueabriósuperezaeintentanenvanoconciliarlavidasocialylafama,eldineroyelarte.Ensuscomienzos,elartistaandasiempresinresuellobajolaopresióndelacreedor; sus necesidades engendran deudas y sus deudas les quitan susnoches.Tras el trabajo, el placer.El cómico interpreta supapel hastamedianoche, estudia por la mañana, ensaya a mediodía; al escultor lo encorva elpeso de la estatua; el periodista es un pensamiento enmarcha, igual que elsoldadoenguerra;elpintordemodanopuedecontantotrabajo,elpintorsinocupaciónseconsumelasentrañassinotaensílagenialidad.Lacompetencia,las rivalidades, las calumnias asesinan esos talentos. Los hay que,desesperados,bajanrodandolosabismosdelvicio;losdemásmuerenjóveneseignoradosporhabersecobradoelporvenirdeantemanoydemasiadopronto.Pocosrostrosdeesos,primitivamentesublimes,siguensiendohermosos.Porlo demás, la refulgente belleza de esas caras nadie la comprende nunca.Unrostrodeartistaessiempreexorbitante,siempresehallamásalláomásacádelosrasgosadmitidosparaesoquelosestúpidosllamanelidealdehermosura.¿Quépoderlosdestruye?Lapasión.TodapasiónseresuelveenParísendospalabras:oroyplacer.

¿Norespiraellectorahora?¿Nonotapurificadoselaireyelespacio?Aquíni tareas ni penalidades. La remolineante voluta del oro ha alcanzado lascumbres. Desde lo hondo de los tragaluces donde comienzan sus canalillosdesdelohondodelastiendecillasdondelodetienenraquíticasataguías,desdeelsenodelasfactoríasodelasoficinasdeenvergaduradondesedejaponerenbarras,bajoformadedoteodeherencia,venidodelamanodelasdoncellasopor las manos huesudas del anciano, llega como un surtidor hacia la castaaristocrática,dondebrilla,sedespliega,chorrea.Pero,antesdedejaratrásloscuatroámbitosenquesesustentan losgrandespropietariosparisinos,¿noesacasomenester, tras lasyacitadascausaséticas,deducir lascausas físicasyllamarlaatenciónsobreunapestesubyacente,pordecirlodealgúnmodo,queobra incesantemente en los rostros del portero, del tendero, del obrero yseñalar una influencia deletérea cuya corrupción no esmenor que la de losadministradoresparisinosquetienenlatoleranciadeconsentirquepersista?Sielairedelascasasdondevivelamayoríadelosburguesesesrepugnante,sielambientedelascallesescupecruelesmiasmasentrastiendasdondeelaireseenrarece,sepaellectorque,ademásdeesapestilencia,lascuarentamilcasasde esta urbe tienenmetidos los pies en inmundicias que el poder no se hapropuestoaúncercardeverdadconmurosdehormigónpara impedirqueel

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cieno más fétido se filtre por el suelo, envenene los pozos y le conservesubterráneamenteaLuteciasucélebrenombre.MedioParísduermeentrelasemanaciones pútridas de los patios, de las calles y de los albañales. Perolleguemos a los amplios salones ventilados y dorados, a los palacetes conjardín,alasociedadrica,ociosa,dichosayconrentas.Lavanidadmarchitaycarcomeallílosrostros.Nadarealhayenesoslugares.¿Buscarelplacernoeshallarelhastío?Lagentedemundoextenúamuyprontosunaturaleza.Comosolosededicanafabricarsealegría,notardanenabusardesussentidosdelamisma forma que el obrero abusa del aguardiente. El placer es igual quealgunas sustancias médicas: para conseguir de forma constante los mismosefectos, hay que doblar la dosis; y en la última van la muerte o elembrutecimiento. Todas las clases inferiores se agazapan ante los ricos yacechan sus gustos para convertirlos en vicios y aprovecharlos al máximo.¿Cómoresistirsealashábilesseduccionesqueseurdenenestepaís?PoresotieneParíssustheriakisparaquieneseljuego,lagastrolatríaolascortesanasson un opio. Por eso pueden verse muy pronto en esas gentes gustos y nopasiones, fantasiosos caprichos novelescos y amores frioleros. Reina ahí laimpotencia;nohayyaahíideas,sehanido,igualquelaenergía,enmelindresde gabinete, en monerías femeninas. Hay mozalbetes de cuarenta años,sesudosdoctoresdedieciséis.LosricoshallanenParísingenioyaelaborado,ciencia ya masticada, opiniones ya expresadas, que los dispensan de teneringenio, ciencia u opiniones. En ese mundo, la sinrazón va a la par de ladebilidadyellibertinaje.Sonavarosconeltiempoafuerzadeperderlo.Quenadiebusqueahímásafectosqueideas.Traslosabrazosseocultaunahondaindiferencia; y tras la cortesía, un continuo desprecio. Nunca se ama alprójimo. Gracias superficiales, muchas indiscreciones, comadreos y, sobretodo, lugares comunes, tal es la base de la lengua que hablan; pero esosdesdichadosdichososaseguranquenosereúnenparadecireidearmáximasalestilodeLaRochefoucauld,comosinoexistierauntérminomedio,conelqueyadioelsigloXVIII,entrelodemasiadollenoyelvacíoabsoluto.Sialgunoshombres que merecen la pena recurren a bromas sutiles y ágiles, nadie lasentiende; no tardan en cansarse de dar sin recibir, se quedan en sus casas ydejan que en su terreno imperen los necios. Esta vida hueca, esta esperacontinuadeunplacerquenunca llega,estehastíopermanente,esta inanidadde lamente, del corazón y del cerebro, esta hartura del gran sarao parisinoaparecen en los rasgos y fabrican esos rostros de cartón, esas arrugasprematuras,esafisonomíadelosricosendondehacemuecaslaimpotencia,endondesereflejaeloroydedondehahuidolainteligencia.

EstaperspectivadelParísespiritualdemuestraqueelParísfísiconopuedesersinoloquees.Estaciudadcondiademaesunareinaque,siemprepreñada,tieneantojosirresistiblementerabiosos.Paríseslacabezadelorbe,uncerebroquerevientadegenialidadydirigelacivilizaciónhumana,ungranhombre,un

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artistaquecreasincesar,unpolíticoconvisiónsegunda,yno lequedamásremedio que tener las arrugas del cerebro, los vicios del gran hombre y loscaprichosfantasiososdelartistayestardevueltadetodocomoelpolítico.Ensufisonomíasesobreentiendenlagerminacióndelbienydelmal,elcombateylavictoria;labatallaéticade1789,cuyastrompetasresuenanaúnentodoslos rincones delmundo; y también el abatimiento de 1814. ¡Esta ciudad nopuede,pues,sermásética,nimáscordial,nimáslimpiaquelacalderamotrizdeesosestupendospiróscafosqueadmiramoscuandocortanlasaguas!¿NoesacasoParísunsublimebajelcargadodeinteligencia?Sí,suescudodearmases uno de esos oráculos que se permite a veces la fatalidad.LaVILLADEPARÍStieneelpalomayortododebronceyesculpidoconvictorias;yelvigíaesNapoleón.Ciertoesquelanavecabeceaytieneunbalanceo,perorecorreelmundo,hacefuegoenélporlascienbocasdesustribunas,surcalosmaresdela ciencia, boga por ellos a toda vela, vocea desde lo alto de las gavias porbocadesussabiosysusartistas:«¡Adelante!¡Seguidme!».Llevaabordounagigantesca tripulaciónque se complace en adornarla connuevosbanderines.Grumetesychiquillosqueríenentrelasjarcias;lastredecompactaburguesía;obreros y marineros embreados; en los camarotes, los felices pasajeros;elegantes midshipmen fuman puros asomados a la batayola; y luego, en latilla, sussoldados, sus innovadoresosusambiciosos,abordaránen todas lasorillas,pidiendo,altiempoquederramansuvivofulgor,famaqueesplaceroamoresqueexigenoro.

En consecuencia la exorbitante agitación de los proletarios, enconsecuencialadepravacióndelosinteresesquemuelenalaclasemediayala burguesía, en consecuencia las crueldades del pensamiento artista y losexcesosdeeseplacerquelosgrandesbuscansintregua,explicanlahabitualfealdad de la fisonomía parisina. Solo en Oriente brinda la raza humanaespléndidosbustos;mas son efectodel constante sosiegoquemuestran esospenetrantes filósofosdepipas largas, depiernas cortas, de torsos cuadrados,que desprecian elmovimiento, que los horripila, mientras que en París, losBajos, los Intermediosy losAltos corren, saltanyhacencabriolas, pues losazotaunadiosa inmisericorde, laNecesidad:necesidaddedinero,de famaodediversión.Porlotanto,unrostrolozano,descansado,degraciosoencantoyjovendeverdadeslamásextraordinariadelasexcepciones:pocasvecesnostopamosconél.Siveellectoralguno,seráabuenseguroeldealgúnclérigojoven y fervoroso; o el de algún buen sacerdote cuadragenario de triplepapada; o el de alguna joven de costumbres puras, como se crían aún enciertas familias burguesas; o el de alguna madre de veinte años rebosantetodavíadeilusiones,queamamantaasuprimogénito;oeldealgúnmuchachorecién llegado de provincias y encomendado a una viuda devota de buenafamiliaqueno ledaniuncéntimo;oquizáeldelmozodealgúncomercio,queseacuestaamedianoche,muycansadotrashaberdesenrolladoyvueltoa

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enrollarelpercalyselevantaalassieteparadisponereltenderete;o,muchasveces, el de un hombre de ciencia o de poesía que vive como unmonje ymantieneunidilioconunaideahermosa,quenodejadesersobrio,pacienteycasto;oeldealgúnneciosatisfechodesupersona,quesenutredeestupidez,estámássanoqueunamanzanaysiemprependientedesonreírseasímismo;o el de algúnmiembro de la feliz y fofa raza de los paseantes ociosos, lasúnicaspersonasrealmentefelicesdeParísyquepaladean,hora trashora,sumovediza poesía. No obstante, existe en París una fracción de seresprivilegiados a quienes les aprovecha este movimiento excesivo de lasfabricaciones, de los intereses, de los negocios, de las artes y del oro. Esosseres son lasmujeres. Pormás que tengan tambiénmil causas secretas que,más en su circunstancia que en las otras, les arruina la fisonomía, se dan,dentrodelmundofemenino,tribusdichosasypequeñasquevivenaloorientalypuedenconservarlabelleza;peroaesasmujerespocasvecesselasveapiepor lacalle; seescondencomoplantas rarasquenoabren lospétalos sinoadeterminadas horas y constituyen auténticas excepciones exóticas. Sinembargo,Parísestambiénysobretodotierradecontrastes.Sibienesciertoque no abundan los sentimientos auténticos, también se dan, como en todaspartes,noblesamistadesyabnegacionessinlímite.Enelcampodebatalladelosinteresesydelaspasiones,delamismaformaqueenesascongregacionesenmarchadonde triunfaelegoísmo,dondea todosycadaunono lesquedamásremedioquedefendersesoloasímismos,yquellamamosejércitos,dalaimpresióndequelossentimientossecomplacenenestarcompletoscuandosemuestranysonsublimesporyuxtaposición.Otrotantosucedeconlosrostros.En París, a veces, en la alta aristocracia, se ven acá y acullá algunas carasdeliciosas demuchachos, fruto de una educación y unos hábitos totalmenteexcepcionales.A la juvenilhermosurade lasangre inglesasuman la firmezadelosrasgosmeridionales,elingeniofrancés,lapurezadelaforma.Elfuegode lamirada, la deliciosa rojez de los labios, el lustroso negro del delicadopelo, la tezblanca,elcortede rostrodistinguido losconviertenenhermosasflores humanas, un espléndido espectáculo sobre el apelotonado fondo detodaslasdemásfisonomías,empañadas,avejentadas,ganchudas,gesteras.Poresolasmujeresadmiranenelactoaesosjóvenesconelmismoplacerávidoconqueloshombresmiranaunamuchachabonita,decente,encantadora,alaque adornen todas las prendas virginales con las que se complace nuestraimaginación en engalanar a la muchacha perfecta. Si esta rápida ojeada alvecindariodeParíshapermitidohacersealaideadecuántoescaseaunrostrorafaelescoydelaapasionadaadmiraciónquenopuedepormenosdeinspiraraprimeravistaenestaciudad,yahabremosjustificadoelinterésprincipaldenuestra historia. Quod era demostrandum, esto era lo que estaba pordemostrar, si es que resulta lícito aplicar las fórmulas de la escolástica a lacienciadelascostumbres.

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Seda,pues,elcasodequeunadeesashermosasmañanasdeprimaveraenquelashojasaúnnoestánverdes,perosíyaabiertas;enqueelsolempiezaaincendiarlostejadosyelcieloestáazul;enqueelvecindariodeParíssaledesus alveolos y acude a zumbar por los bulevares y se desliza como unaserpiente de mil colores por la calle de La Paix camino de Les Tuileries,celebrando laspompasdelhimeneoquereanuda lacampiña;enunodeesosdíasalegres,decíamos,unjoven,tanhermosocomoloeraeldía,vestidocongusto,demodalessueltos,y—revelemoselsecreto—unhijodelamor,elhijonatural de lordDudleyyde la célebremarquesadeVordac, discurría por elpaseo principal de Les Tuileries. Aquel Adonis, llamado Henri de Marsay,habíanacidoenFrancia,adondevinolordDudleyacasaralajoven,yamadredeHenri,conungentilhombreentradoenañosapellidadoDeMarsay.Aquellamariposadesteñiday casi extinta reconoció como suyoal hijo a cambiodelusufructo de una renta de cien mil francos que debía corresponderle endefinitivaalhijoputativo.NolesaliómuycaroesteexcesoalordDudley:lasrentasfrancesasvalíanalasazóndiecisietefrancosconcincuentacéntimos.Elanciano gentilhombre falleció sin haber conocido a sumujer. La señoraDeMarsaysecasóluegoconelmarquésdeVordac;pero,antesdeconvertirseenmarquesa, no hizo gran caso ni a su hijo ni a lord Dudley. De entrada, laguerraquesedeclaróentreFranciaeInglaterraseparóaambosamantes,ylafidelidadpeseatodoniestabaniestaránuncademodaenParís.Además,loséxitosdemujerelegante,bonitayuniversalmenteadoradaatolondraronenlaparisina el sentido materno. No estuvo más pendiente lord Dudley de suprogenituradeloqueloestuvolamadre.Latempranainfidelidaddeunajovenalaqueamabaconpasiónesposiblequeleinfundieraciertaaversiónportodocuantodeellaprocedía.Porlodemás,esposibletambiénquelosvaronesnoquieransinoaloshijosconlosquehantrabadoamplioconocimiento,creenciasocialdelamayorimportanciaparalatranquilidaddelasfamiliasyqueestánenlaobligacióndenutrirtodoslossolteros,demostrandoquelapaternidadesunnoblesentimientoquecríanenestufalasmujeres,loshábitosylasleyes.

ElpobreHenrideMarsaynohallóunpadre,entrelosdosquetenía,másque en aquel que no tenía obligación de serlo. La paternidad del señor DeMarsay fue,porsupuesto,muy incompleta.Enelordennatural, loshijosnotienenpadresinoenbrevesocasiones;yelgentilhombreimitóalanaturaleza.El buen hombre no habría vendido el apellido si no hubiera tenido vicios.Despilfarró, pues, sin remordimientos, en los garitos y se bebió en otroslugares los pocos semestres que el tesoro público pagaba a los rentistas.Entregóademásalniñoaunahermanaanciana,unaseñoritaDeMarsayquelocuidó mucho y le dio, sacándolo de la magra pensión que les pasaba suhermano,unpreceptor,uncuraquenoteníadondecaersemuerto;éstecalibróelporvenirdel jovenydecidiócobrarsede loscienmil francosde renta lasatenciones que tuviera con su discípulo, con quien acabó por encariñarse.

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Aquel preceptor resultó, por casualidad, ser un sacerdote auténtico, uno deesos hombres de la Iglesia hechos para llegar a cardenales en Francia o aBorgias tocados con la tiara. Le enseñó al niño en tres años lo que habríantardadodiezenenseñarleenel internado.Luego,aquelgranhombre,quesellamaba padreDeMaronis, completó la educación de su alumnohaciéndoleestudiar la civilización en todas sus facetas; lo nutrió con su experiencia, lehizoirmuypocoalasiglesias,cerradasalasazón;lopaseóavecesentrelosbastidores del teatro y, en ocasiones más numerosas, por casa de lascortesanas;desmontódelantedeél,piezaporpieza,lossentimientoshumanos;leenseñópolíticaenel focode lossalones,endondesecocíaporentonces;pusonúmeroalasmaquinariasdelgobiernoeintentó,porafectoaunanobleformade ser, descuidada,pero rica en esperanzas, ser el viril sustitutode lamadre. ¿No es acaso la Iglesia la madre de los huérfanos? El alumnorespondió a tantos desvelos. Aquel hombre digno murió siendo obispo, en1812, con la satisfacción de dejar bajo la capa del cielo a un niño con elcorazón y el ingenio tan bien formados a los dieciséis años que podía darlesopasconhondaaunhombredecuarenta.¿Quiénhabríaesperadoencontrarseuncorazóndebronceyunespíritualcoholizadobajolamásseductoradelasapariencias externas que dieran nunca los pintores antiguos, esos artistasingenuos, a la serpiente del paraíso terrestre? Y esto no es nada. Además,aquella buena pieza vestida de morado había proporcionado a su hijo deelección unas cuantas amistades de la buena sociedad parisina que podíanequivaler,encuantoarentabilidad,entrelasmanosdeljoven,aotrascienmillibras.Y, por fin, este sacerdote vicioso pero político, incrédulo pero sabio,pérfidoperoafable,débilenaparienciaperocontantovigorenlasideascomoen el cuerpo, le fue de tanta utilidad cierta a su alumno, se mostró tancomplaciente con sus vicios, calculó tan bien todas las fuerzas, fue tanpenetrante cuando hubo que hacer algún descuento de efectos humanos, tanjovenenlamesa,yenlamesadejuegodeFrascati,yen…vayanustedesasaberdónde,quealagradecidoHenrideMarsayloúnicoqueloenternecíaya,en1814,eraverelretratodesuqueridoobispo,puesnopudolegarleotrobienmueble aquel prelado, admirable prototipode esos hombres cuyagenialidadsalvará a la Iglesia católica, apostólica y romana, a la que ponen en uncompromiso en este momento la debilidad de sus nuevos miembros y laancianidaddesuspontífices;perotalloquierelaIglesia.LaguerracontinentalimpidióqueeljovenDeMarsayconocieraasupadreverdadero,cuyoapellidoes dudoso que supiese. Como niño abandonado que era, tampoco conociómuchomás a la señoraDeMarsay. Y, como es natural, echómuy poco demenosasupadreputativo.EncuantoalaseñoritaDeMarsay,laúnicamadreque tuvo,mandóque le construyeranen el cementeriodeLe-Père-Lachaise,cuandomurió,unatumbapequeñaydemuybuenaapariencia.MonseñorDeMaronisleteníagarantizadoaesaanticuadapartidariadelapapalinaunode

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losmejores lugares en el cielo, de forma tal que, al ver que se alegraba demorirse,Henrilededicólágrimasegoístasyempezóallorarlaporlástimadesí mismo. Al ver este dolor, el sacerdote secó las lágrimas de su discípulocomentándole que la buena mujer tomaba el rapé de una forma muyrepugnanteyseestabavolviendotanfea, tansordaytanaburridaqueHenridebería estarle agradecido a la muerte. El obispo se había ocupado de queemancipasen a su discípulo en 1811. Luego, cuando lamadre del señorDeMarsaysevolvióacasar,elsacerdoteescogió,enunconsejodefamilia,aunode los probos acéfalos que había seleccionado él en el confesionario, y leencargóqueadministrase lafortuna,cuyasrentasdestinaba,efectivamente,alasnecesidadesdelacomunidad,perocuyocapitalnoqueríatocar.

A finales de 1814, Henri de Marsay no tenía, pues, en el mundosentimiento obligatorio alguno y se hallaba tan libre como un pájaro sincompañera. Aunque tenía veintidós años cumplidos, apenas aparentabadiecisiete. Sus rivales más exigentes solían considerarlo el muchacho másapuestodeParís.Desupadre,lordDundley,habíasacadolosojosazulesmástiernamentedecepcionantes;desumadre,lacabelleranegramásopulenta;deambos, una sangre limpia, un cutis de doncella, una expresión dulce ymodesta, un talle esbeltoy aristocráticoyunasmanosmuyhermosas.Verlounamujer y volverse loca por él era todouno; concebía por él unode esosdeseos,yasabeellector,quehincaneldienteenelcorazón,peroqueseechanal olvido por imposibilidad de satisfacerlos, porque lamujer por lo generalcareceenParísdetenacidad.Pocasdeellassedicen,comohacenloshombres,elJEMAINTIENDRAIdelacasadeOrange.Trasesavitallozanía,ypesealagualímpidadelosojos,Henriteníaelvalordeunleónylahabilidaddeunsimio.Cortaba una bala a diez pasos con la hoja de un cuchillo;montaba acaballodeformatalqueconvertíaenrealidadlafábuladelcentauro;conducíacon elegancia un carruaje de guías largas; era raudo como Cherubino yapacible como un cordero; pero sabía ganarle a un hombre de los barriosexterioreseneltremendojuegodesavateoeneldelbastón;además,tocabaelpiano de forma tal que podíameterse a artista si le ocurría una desgracia ytenía una voz por la que Barbaja le habría dado cincuenta mil francos portemporada. Por desdicha tan halagüeñas prendas las empañaba un vicioespantoso: no creía ni en los hombres ni en lasmujeres ni enDios ni en eldiablo.Lacaprichosanaturaleza lohabíacolmadodedonesenunprincipio;uncuralohabíarematado.

Para que esta aventura pueda entenderse hay que añadir aquí que lordDudleysetopócomoesnaturalconmuchasmujeresdispuestasasacarlemásdeunejemplardetandeliciosoretrato.Susegundaobradearte,dentrodeestegénero,fueunamuchacha llamadaEuphémie,nacidadeunadamaespañola,criadaenLaHabanaydevueltaaMadrid juntoconuna jovencriollade lasAntillas; traía consigo los ruinosos gustos de las colonias, pero,

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afortunadamente, estaba casada con un caballero español viejo ydesmedidamente rico,donHijos,marquésdeSanReal,quien,desdeque lastropasfrancesasocuparonEspaña,sefueaParísyvivíaenlacalledeSaint-Lazare. Tanto por despreocupación cuanto por respeto a la inocencia de lostiernosaños,lordDudleynoadvirtióasushijosdelosparentescosquelesibadejandopordoquier.Esésteunlevedefectodelacivilización,quetienetantasventajasquenoquedamásremedioqueperdonarlelascalamidadesacambiodelosbeneficiosquebrinda.LordDudley,yconestodejamosyadetraerloacolación,fueen1816arefugiarseaParís,paraeludirlaspersecucionesdelajusticia inglesa que, deOriente, solo ampara lasmercancías. El lord viajeropreguntóquiéneraaqueljoventanguapocuandoconocióaHenri.Y,aloírelnombre,dijo:«Ah,esmihijo.¡Quédesgracia!».

Taleralahistoriadelmuchachoque,amediadosdelmesdeabril,en1815,recorría con aire indolente el paseo principal de Les Tuileries, de lamismaformaque todos los animalesque, conscientesde su fuerza, caminancon elempaquedesusosiegoysumajestad;lasburguesassevolvíaningenuamentepara seguir mirándolo; las otras mujeres no se volvían, esperaban a quevolviera y grababan en la memoria, para recordarla cuando hiciera falta,aquella cara exquisita que no habría desentonado en el cuerpo de la máshermosadeellas.

—Pero¿quéhacesporaquíendomingo?—lepreguntóaHenri,alpasar,elmarquésdeRonquerolles.

—Tengopescaenlared—respondióeljoven.

Eseintercambiodepensamientosconstódedosmiradassignificativas,sinque ni Ronquerolles ni DeMarsay dieran muestras de conocerse. El jovenobservabaa lospaseantesconesaprestezade laojeadayeloídopropiadelparisinoqueparece,deentrada,quenivenioye,peroqueloveylooyetodo.Enaquelmomentoseleacercóunjovenylecogióelbrazoconconfianzaaltiempoqueledecía:

—¿Quétal,miqueridoDeMarsay?

—Puesmuybien—respondióDeMarsayconesaexpresiónaparentementeafectuosa,peroque,entre los jóvenesparisinos,nodemuestranada,nienelpresenteniparaelporvenir.

Pues,efectivamente, los jóvenesparisinosnoseparecena los jóvenesdeningunaotraciudad.Sedividenendoscategorías:eljovenquetienealgoyeljovenqueno tienenada;oel jovendecabeza llenayeldebolsillosvacíos.Peroqueentiendabienel lectorqueaquínosestamosrefiriendonadamásaesosindígenasquellevanelgratísimotrendevidadeloselegantes.Síquehayalgunosotrosjóvenes,perosetratadeniñosquetardanmuchoencaerenla

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cuentadequéeslaexistenciaparisina,quenodejanuncadeembaucarlos.Noespeculan; estudian, empollan, dicen los demás. Y, finalmente, podemostoparnos aún con algunos jóvenes, ricos o pobres, que profesan en algunascarreras y perseveran en ellas sin traspiés; son algo así como el Émile deRousseau,carnedeciudadano,ynuncaaparecenpor labuenasociedad.Losdiplomáticoslosllaman,groseramente,inocentones.Séanloono,incrementanel número de esos seres mediocres cuyo peso tiene agobiada a Francia.Siempre están presentes, dispuestos a amasar el mortero de los asuntospúblicosoprivadoscon la ramplonapaletade lamediocridad, jactándosedesu impotencia que llaman buenas costumbres y probidad. Esos a modo deprimeros premios sociales infestan la administración, el ejército, lamagistratura, lascámaras, lacorte.Mermanyachatanlanaciónyson,comoquiendice,enelcuerpopolítico,unalinfaquelosobrecargaylovuelvefofo.Estaspersonashonradasllamanalagentedetalentoinmoralopícara.Sibienesciertoquelospícaroscobranporsusservicios,almenosprestanservicios,mientrasquelosotrosperjudicanylamultitudlostieneporsospechosos;pero,afortunadamente para Francia, la juventud los estigmatiza sin tregua con elapelativodebeocios.

Es, pues, lógico que creamos que son muy diferentes entre sí esas doscategoríasdejóvenesquellevanunavidaelegante,laamablecorporaciónalaquepertenecíaHenrideMarsay.Perolosobservadoresquenosequedanenlasuperficie de las cosas no tardan en convencerse de que las diferencias sonsolodeconcienciayquenadaresultatanengañosocomounabonitacorteza.Noobstante,todosseanteponenalrestodelmundo;hablanamásymejordelascosas,deloshombres,deliteratura,debellasartes;noselescaedelabocael Pitt y Coburgo del año; interrumpen una conversación con un chiste;ridiculizan la cienciay al científico,despreciancuantonoconoceno cuantotemen; además, se sitúan por encima de lo que sea, nombrándose juecessupremos de todo. Todos ellos abusarían de la credulidad de sus padres yestaríandispuestosallorarenelregazodesusmadreslágrimasdecocodrilo;pero, por lo general, no creen en nada, difaman a las mujeres o fingenmodestiay,enrealidad,obedecenaunacortesanadetresalcuartooaalgunavieja. A todos por igual los tiene cariados hasta los huesos el cálculo, ladepravación,cualquieransiabrutaldeiramás;y,sibienatodoslosamenazaelmaldepiedra,silossondearanlesencontraríanlapiedraenelcorazón.Ensu estado normal, tienen todos una apariencia externa gratísima, recurrencontinuamentealaamistadysontodosanimadosporigual.Lamismazumbaprevaleceensuscambiantesjergas;apuntanalapeculiaridadenlosatuendos,tienenporblasóndehonrarepetirlasnecedadesdeesteoaquelactordemoda,ydebutanconquienseaechandomanodeldesprecioylaimpertinenciaparallevarse, por decirlo de alguna manera, la primera baza del juego; peromalhayaquiennosepadejarsereventarunojoparareventarleslosdosaellos.

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Pareceque losdejasen indiferentespor igual lasdesdichasde lapatriaysusepidemias devastadoras. Para concluir, todos tienen gran parecido con lapreciosaespumablancaquecoronalacrestadelastempestades.Seacicalan,cenan,bailaneldíadelabatalladeWaterloo,duranteelcóleraoduranteunarevolución. Y, finalmente, gastan todos lo mismo; pero aquí empiezan loscaminos paralelos. De esa fortuna flotante y gratamente despilfarrada, unoscuentan ya con el capital y los otros lo están esperando; tienen losmismossastres,perolasfacturasdeéstosestánporpagar.Además,siunos,semejantesacedazos,recibentodasuertedeideassinquedarseconninguna,losotroslascomparanyasimilancuantasmerecenlapena.Sibienéstoscreenquesabenalgo, no saben nada y lo entienden todo, se lo prestan todo a quienes nadanecesitan y no ofrecen nada a quienes necesitan algo, aquéllos estudian ensecreto lospensamientosdelprójimoe invierteneldinero tanbiencomoloscaprichos,ainteréselevado.Unosnotienenyaimpresionesdefiarysualma,igualqueunespejocuyoazoguesehaperdidoconeluso,noreflejayaimagenalguna; losotrosahorranlossentidosy lavidaaunqueparezcaquelosestántirando por la ventana, como hacen los primeros. Éstos, fiándose de unaesperanza,seentreganencuerpoyalma,sinconvencimiento,aunsistemaquetieneelvientoafavorynavegacontracorriente,peropasandeunbrincoaotraembarcación política cuando la primera va a la deriva; los otros calibran elporvenir, lo sondean y dan a la fidelidad política la consideración que losinglesesdanalaprobidadcomercial:ladeunfactordeéxito.Peroallídondeeljovenquetienealgohaceunchisteydiceunafraseingeniosaacercadelamudanza del trono, el que nada tiene hace un cálculo público o una bajezasecreta y va amás sin dejar de dar apretones demano a los amigos. Unosnunca piensan que los demás tengan facultades, tomanpor nuevas todas lasideasqueselesocurrencomosielmundosehubieracreadolavíspera,tienenunaconfianzailimitadaensímismosynotienenenemigomásdespiadadoquesus propias personas. Pero los otros van armados con una desconfianzacontinua de los hombres, a quienes estiman por lo que valen, y con lasuficientehonduraparatenerunpensamientodemásquelosamigosaquienesexplotan;asíque,porlasnoches,conlacabezaenlaalmohada,sopesanaloshombrescomounavarosopesalasmonedasdeoro.Unossetomanamalunaimpertinencia intrascendenteydejanque les tomenelpelo losdiplomáticos,que los obligan a actuar tirando del hilo principal que mueve a esasmarionetas:elamorpropio;mientrasquelosotrossehacenrespetaryescogena sus víctimasy a sus protectores.De esta forma, undía, quienesno teníannadatienenalgo;yquienesteníanalgo,notienennada.Éstosconsideranquesus amigos, que han conseguido una posición, son unos arteros y unoscorazonesviles,perotambiénlosconsideranhombreslistos…«¡Quélistoes!…» es el tremendo elogio que le hacen a quien ha llegado a algo,quibuscumqueviis,alapolítica,aunamujeroaunafortuna.Hay,entreellos,

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algunos jóvenesque interpretanesepapel,desdeelprincipio,condeudas;y,por descontado, son más peligrosos que los que lo interpretan sin tener uncéntimo.

El joven que se llamaba a sí mismo amigo de De Marsay era unatolondrado, llegado de provincias, y a quien los jóvenes que estaban porentonces de moda enseñaban el arte de pegarle enormes pellizcos a unaherencia, pero él tenía un buen trozo de tarta por comerse en su ciudad deorigen, un asentamiento sólido. Era sencillamente un heredero que habíapasadosintransicióndesusraquíticoscienfrancospormesatodalafortunapaterna y que, si no tenía el ingenio suficiente para darse cuenta de que sereíandeél,síteníaeltinosuficienteparapararsealllegaralosdosterciosdesucapital.AcababadedescubrirenParís,acambiodeunoscuantosbilletesdemilfrancos,elvalorexactodelosarnesesyelartedenorespetardemasiadolos guantes que llevaba, deoír sabias reflexiones acercadel salario quehayquepagarlesaloscriados,ydeenterarsedequéestipendioeramásventajosoacordar de antemano con ellos; tenía mucho empeño en poder hablarelogiosamentedesuscaballosydesuperrodelosPirineos;enreconocerporel atuendo, la forma de caminar, el calzado, a qué categoría pertenecía unamujer;enestudiarel juegodelécarté;enacordarsedeunascuantaspalabrasdemoda;yenconquistar,mediantesupasoporlabuenasociedadparisina,laautoridadnecesariaparaimportarmásadelanteaprovinciaselgustoporeltéy las cuberterías de plata de estilo inglés y conseguir para sí el derecho dedespreciarcuantolorodeaseduranteelrestodesusdías.DeMarsaysehabíahecho amigo suyo para utilizarlo en sociedad, de la misma forma que unespeculadoratrevidoutilizaaunempleadodeconfianza.Laamistad, falsaoverdadera, de DeMarsay era una posición social para Paul de Manerville,quien, por su parte, se creía muy listo al explotar a sumanera a su amigoíntimo.Vivíadentrodel reflejodesuamigo,semetíacontinuamentebajoelparaguas de éste, se ponía sus botas y se doraba con sus rayos. Cuando secolocaba junto aHenri, o incluso cuando caminaba a su lado, parecía estardiciendo: «Que no se meta nadie con nosotros, que somos unos auténticostigres».Solíapermitirsedecircontonofatuo:«SilepidieraaHenritalocualcosa,tengoconéllaamistadsuficienteparaquelohiciese».Peroseguardabamuy mucho de pedirle nunca nada. Lo temía; y su temor, aunqueimperceptible,salpicabaalosdemásyleveníabienaDeMarsay.«MenudoesDeMarsay—decíaPaul—.Vaya,vaya,yaveréis.Seráloquequieraser.NomeextrañaríaverloundíadeministrodeAsuntosExteriores.Nohaynadaquese le resista.»Y, además, hacía conDeMarsay lo que el caboTrim con sugorro,convertirloenunretoperpetuo:«¡PreguntadaDeMarsayyyaveréis!».

O bien: «El otro día estábamos de caza De Marsay y yo; ¡no queríacreermeysaltéunmatorralsinmovermedelcaballo!».

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Obien:«EstábamosDeMarsayyyoencasadeunasmujeresypalabradehonorqueyo…»,etcétera.

De forma tal que a Paul de Manerville solo se lo podía colocar en lacategoríadelagran,lailustreylapoderosafamiliadelosinocentonesquevanamás.Habíadellegarconel tiempoadiputado.Demomento,noerani tansiquieraunjoven.SuamigoDeMarsaylodefiníadelasiguienteforma:«MepreguntáisquéesPaul.SiesquePaul…esPauldeManerville».

—Me extraña, querido—le dijo a DeMarsay— que andes por aquí endomingo.

—Ibaapreguntartelomismo.

—¿Unaintriga?

—Esposible.

—¡Vaya!

—Atitelopuedodecirsinponermipasiónenuncompromiso.Y,además,unamujerquevieneendomingoaLesTuileriesnovalenadadesdeelpuntodevistaaristocrático.

—¡Ja,ja!

—Callaono tedigonadamás.Te ríesdemasiadoalto,vanapensarquenoshemos excedido en el almuerzo.El juevespasado,me andabapaseandoporaquí,por la terrazadeLesFeuillants, sinpensar loquesediceennada.PeroalllegaralaverjadelacalledeCastiglione,porlaquepensabairme,medidebrucesconunamujero,mejordicho,conunajovenquesinosemeechóenlosbrazosfueporqueladetuvo,creo,notantoeldecorocuantounodeesospasmosprofundosquedejansin fuerzabrazosypiernas,bajanpor laespinadorsalyseparanenlaplantadelospiesparadejarloaunoclavadoalsuelo.Hecausadoconfrecuenciaimpresionesdeésas,algoasícomounmagnetismoanimal que se vuelve fortísimo cuando aparecen afinidades como átomosganchudos.Pero,miqueridoamigo,noeranniunasombroniunamuchachavulgares.Desdeunpuntodevista espiritual, su caraparecíadecir: «¡Cómo,aquíestás,idealmío,serdemispensamientos,demissueñosdelanocheydela mañana! ¿Cómo es que estás aquí? ¿Por qué esta mañana? ¿Por qué noayer?Tómame,soytuya,etcétera…».¡Bien,medigoparamisadentros,unamás!Asíquemepongoapasarlerevista.¡Ay,queridoamigo,desdeunpuntodevisto físico, ladesconocidaeselsermásadorablementemujerquenuncahayaconocido!Perteneceaesavariedadfemeninaquelosromanosllamabanfulva,flava,lamujerdefuego.Ydeentradaloquemásmellamólaatención,algodeloqueaúnestoyprendado,fuerondosojosamarilloscomolosdelostigres:unamarillodeoroquereluce,orovivo,oroquepiensa,oroqueama¡y

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quesetequieremeterenelbolsillodelchalecoporencimadetodo!

—Pero si nos la sabemos de memoria, amigo mío —exclamó Paul—.Viene a veces.Es lamuchachade los ojos de oro.Ése es el nombre que lehemos puesto. Una joven de unos veintidós años que vi por aquí en lostiemposenqueestaban losBorbones,peroconunamujerquevalecienmilvecesmásqueella.

—¡Cállate,Paul!Esimposiblequemujeralgunasobrepaseaesamuchachaquepareceunagataquequieravenirarestregárseleaunoenlaspiernas;unamuchachablancaconpelorubioceniza,delicadaenapariencia,peroquedebedetenerhilosdealgodónenlatercerafalangedelosdedosy,corriéndoleporlas mejillas, una pelusilla blanca cuya línea, luminosa en un día de sol,empiezaenlasorejasysepierdecuelloabajo.

—¡Ay,laotra,miqueridoDeMarsay!Tieneunosojosnegrosquenohanlloradonunca,peroqueabrasan;unascejasnegrasquesejuntanyledanunaexpresióndedurezaquedesmientelareddeplieguesdeloslabios,enlosqueunbesonosedemora,unoslabiosardientesylozanos;uncutismorojuntoalqueunhombresecaldeacomoalsol;pero¡siesquesepareceati,tedoymipalabradehonor!

—¡Laestáshalagando!

—Unacinturaarqueada,laesbeltacinturadeunacorbetahechaparacorreryqueseabalanzasobreelmercanteconimpetuosidadfrancesa,lomuerdeylohacenaufragarenunsantiamén.

—Pero¡bueno,querido,amíquémásmedaesaaquiennohevisto!—siguiódiciendoDeMarsay—.Desdequellevoestudiandoalasmujeres,soloen mi desconocida, en sus senos virginales, en sus formas ardientes yvoluptuosassemehaplasmadolaúnicamujerconlaqueyohesoñado.Eseloriginaldeesapinturadelirantequesellamamujeracariciandoasuquimera,lamáscálida,lamásinfernalinspiracióndelgenioantiguo:unapoesíasantaqueprostituyeronquieneslacopiaronparafrescosymosaicos,paraunmontóndeburgueses,quenovenenesecamafeo sinoundijey se lo cuelgande lacuerdadelasaboneta,siendoasíqueeslamujerentera,unabismodeplaceresporelquerodamossinllegaralfinal,siendoasíqueesunamujeridealque,aveces,vemosenlarealidad,enEspaña,enItalia,casinuncaenFrancia.Puesbien, he vuelto a ver a esa muchacha de los ojos de oro, a esa mujer queacaricia a su quimera, la he vuelto a ver aquí, el viernes. Tenía elpresentimientodequealamañanasiguientevolveríaalamismahora.Nomeequivocaba.Mecomplacíenseguirlasinquemeviera,enestudiaresaformadecaminarindolentedemujerociosa,peroencuyosmovimientosseintuyelavoluptuosidad dormida.Y es el caso que se dio la vuelta,me vio, volvió aadorarme, de nuevo se sobresaltó y se estremeció. Entonces me fijé en la

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auténtica dueña española que la cuida, una hiena a quien algún celoso hapuesto un vestido, cualquier diablesa bien pagada para celar a esa dulcecriatura…Ay,yentoncesladueñamehizosentirmealgomásqueenamorado,mevolvícurioso.Elsábado,nadie.Asíquehemeaquíhoyparaesperaraesamuchacha, cuyaquimera soy,y sinmás aspiracionesquebrindarmea ser elmonstruodelfresco.

—Ahíviene—dijoPaul—;todoelmundosevuelveparaverla…

LadesconocidaseruborizóylecentellearonlosojosaldivisaraHenri;loscerróypasódelargo.

—¿Ydicesquesefijaenti?—exclamóPaulcontonodechanza.

La dueña miró fijamente, con atención, a los dos jóvenes. Cuando ladesconocida yHenri se cruzaron de nuevo, lamuchacha lo rozó y sumanoestrechó la del joven. Luego se volvió y sonrió apasionadamente; pero ladueñaselallevabaatodaprisahacialaverjadelacalledeCastiglione.Losdos amigos siguieron a la muchacha admirando el torneado espléndido deaquelcuelloalqueseuníalacabezaconunacombinacióndelíneasvigorosasy en el que se enderezaban con fuerza unos cuantos ricillos cortos. Lamuchacha de los ojos de oro tenía ese pie de bonito tobillo, estrecho,arqueado, que tantos atractivos brinda a las imaginaciones de paladarexquisito. Iba, por ello, elegantemente calzada y llevaba un vestido corto.Duranteel trayecto, sevolvióa ratosparamirardenuevoaHenriyparecióseguir demala gana a la vieja, de la que parecía a la vez señora y esclava:podíamandarquelamolieranapalos,peronopodíadespedirla.Ysenotaba.Losdosamigosllegaronalaverja.Doslacayosdelibreaestabanbajandoelestribodeuncupédebuengusto,quelucíaescudosdearmas.Lamuchachadelosojosdeorofue laprimeraensubirysepusodel ladodesdeelquese lapodría ver cuando diera la vuelta el coche: puso lamano en la ventanilla yagitóelpañueloahurtadillasde ladueña, sin importarleelquédiránde loscuriososeindicándoleaHenri,afuerzadepañuelo:«Sígame»…

—¿Hasvistoalgunavezusarmejorelpañuelo?—lepreguntóHenriaPauldeManerville.

Luego,viendouncochedepuntoqueyasemarchaba,trashabertraídoaunascuantaspersonas,lehizounaseñaalcocheroparaqueesperase.

—Sigaaesecupé,veaporquécallevayenquécasasemeteyseganarádiezfrancos…Adiós,Paul.

El cochede punto siguió al cupé.El cupé semetió en la calle deSaint-Lazareyenunodelospalacetesmáshermososdelbarrio.

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II

UNABUENAFORTUNASINGULAR

DeMarsaynoeraunatolondrado.Cualquierotrojovenhabríaobedecidoal deseo de informarse en el acto acerca de una muchacha en quien seplasmaban tan bien las ideas más luminosas que la poesía oriental haexpresadosobrelasmujeres;pero,demasiadohábilparacomprometerdeesaformaelfuturodesubuenafortuna,ledijoalcochedepuntoquesiguieraporla calle de Saint-Lazare y lo llevara de vuelta a su palacete. A la mañanasiguiente,suprimerayudadecámara,denombreLaurent,mozoastutocomounFrontindelaantiguacomedia,estuvoesperando,porlasinmediacionesdela casa en la que vivía la desconocida, la hora de entrega de lacorrespondencia. Para poder espiar a gusto y rondar el palacete, habíacomprado in situ, según suelen hacer los policías que quieren ir biendisfrazados, los pingos de un carbonero e intentado apropiarse de sufisonomía. Cuando pasó por fin el cartero que cubría aquella mañana elserviciode la calle deSaint-Lazare,Laurent fingióque era un recadero conapurosparaacordarsedelnombredeunapersonaalaqueteníaqueentregarunpaqueteyconsultóalcartero.Éste,engañadodeentradaporlasaparienciasypor aquelpersonaje tanpintorescoenmediode la civilizaciónparisina, loinformó de que el palacete en donde vivía lamuchacha de los ojos de oropertenecía a don Hijos, marqués de San Real y grande de España. Pordescontadoquealcarboneronoleinteresabaelmarqués.

—Elpaquetequellevoesparalamarquesa—dijo.

—Estáfuera—respondióelcartero—.SeledesvíanlascartasaLondres.

—Asíquelamarquesanoesunajovenque…

—¡Vaya!—dijoelcartero,interrumpiendoalayudadecámaraymirándoloatentamente—.Esustedtanrecaderocomoyobailarín.

Laurent le enseñó unas cuantas monedas de oro al funcionario de lacarraca,queempezóasonreír.

—Mire,asíescomosellamalapresaquequierecazar—dijosacandodelacarteradecuerounacartaquellevabasellodeLondresyenlaqueestabaescritalasiguientedirección:

ParalaseñoritaPaquitaValdés

CalledeSaint-Lazare,mansiónSanReal

París

contrazosalargadosymenudosqueanunciabanunamanodemujer.

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—¿LeharíaustedascosaunabotelladevinodeChablis,acompañadadeunsolomillosalteadoconsetasy,deprimero,unascuantasdocenasdeostras?—preguntóLaurent,quequeríaganarselavaliosaamistaddelcartero.

—Alasnueveymedia,cuandoacabeelservicio.¿Dónde?

—Enlaesquinade lacalledeLaChaussée-d’Antinyde lacalleNeuve-des-Mathurins,enAu-puits-sans-vin—dijoLaurent.

—Mire,amigo—dijoelcarteroalayudadecámaraalreunirseconélunahora después de la referida entrevista—, si su amo está enamorado de esajoven,menudatareaseestáechandoencima.Dudoqueconsiganustedesverla.Llevo de cartero en París diez años y he tenido oportunidad de fijarme enmuchos sistemasdepuertas.Peropuedodecir, desde luego, sin temoraquemedesmientaningunodemiscompañeros,quenohaypuerta tanmisteriosacomoladelseñordeSanReal.Nadiepuedeentrarenelpalacetesinnoséquésantoy seña; y fíjeseque lo eligieron conpatiodelantey jardíndetrásparaevitarcualquiercomunicaciónconotrascasas.Elporteroesunespañolviejoque no dice nunca ni palabra en francés, pero que se fija en la cara de laspersonascomosifueraVidocq,paraestarsegurodequenosonladrones.Enelcasodequealguien,unamante,unladrón,ousted,ynoesquequierafaltarle,pudiera engañar a ese encargado de la primera mirilla, pues se encontraríaustedenlaprimerasala,quesecierraconunapuertaacristalada,dondeestáunmayordomorodeadodelacayos,perroviejoaúnmásfieroymáshoscoqueelportero.Sialguiencruzalapuertacochera,elmayordomoencuestiónsale,loesperaenelperistiloylosometeauninterrogatoriodignodeuncriminal.Yamehapasadoamí,quesoyunsimplecartero.Metomabaporunseminariodisfrazado—dijo, riéndose el chiste de la confusión con emisario—. Y encuanto a los criados, no espere sacar nada en limpio de ellos, los tengopormudos, nadie en el barrio les conoce elmetal de voz; no sé qué salario lespaganpornohablarypornobeber;elcasoesquenohayquienpeguelahebraconellos,bienporquetemanquelosfusilen,bienporquepuedanperderunasumaenormesicometenunaindiscreción.SisuseñorquierelosuficientealaseñoritaPaquitaValdésparapasarporencimadetodosesosobstáculos,puededarporseguroquenopodrámásquedoñaConchaMarialva,ladueñaquelaacompañayqueselameteríadebajodelasfaldasantesquesepararsedeella.Esasdosmujeresparecequevancosidasjuntas.

—Todo esto que me cuenta usted, estimable cartero —siguió diciendoLaurenttrashaberpaladeadoelvino—,meconfirmaenalgodeloqueacabodeenterarme.Pormihonraquecreíqueseestabanburlandodemí.Lafruteradeenfrentemehadichoquedenoche soltabanpor los jardinesunosperroscuyacomidaestácolgadadepostes,deformatalquenopuedenllegaraella.Esosmalditosanimalescreenpuesquequienespudieranentraríanbuscandolacomida de ellos; y los harían pedazos.Me dirá usted que se les puede tirar

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albóndigasdecarne,pero,alparecer,estánadiestradosparanocomermásquedelamanodelportero.

—ElporterodelseñorbaróndeNuncingen,cuyojardínlindaporlapartede arriba con el de lamansión SanReal,me lo ha dicho, efectivamente—añadióelcartero.

«Bienestá,miseñorloconoce»,sedijoLaurent.

—¿Sabe—prosiguió,mirandode reojoalcartero—quesirvoaunseñorque no es hombre que se arredre y, si se lemetiera en la cabeza besarle laplanta de los pies a una emperatriz, a ella no le quedaríamás remedio queaguantarse? Si lo necesitara, cosa que le deseo porque es generoso,¿podríamoscontarconusted?

—Yalocreo,señorLaurent.MeapellidoMoinot.Seescribetalcual,comosifuerayoungorrión:M-o-i-n-o-t,Moinot.

—Efectivamente—dijoLaurent.

—Vivo en la calle deLesTrois-Frères, en el númeroonce.En el quintopiso—siguiódiciendoMoinot—;tengomujerycuatrohijos.Siloquequierende mí no sobrepasa lo que permite la conciencia ni mis obligacionesadministrativas,puesyalosabe,dispongandemí.

—Esustedunbuenhombre—dijoLaurent,dándoleunapretóndemanos.

—Seguramente Paquita Valdés es la amante del marqués de San Real,amigo del rey Fernando. Solo un carcamal español, un cadáver de ochentaaños,escapazdetomarunasprecaucionesasí—dijoHenricuandosuayudadecámaralecontóelresultadodesuspesquisas.

—Señor —dijo Laurent—, a menos que llegue en globo, nadie puedeentrarenesepalacete.

—¿Eresunnecio?¿AcasohacefaltaentrarenelpalaceteparaconseguiraPaquitapuestoquePaquitapuedesalir?

—Pero,señor,¿yladueña?

—Yalapondremosabuenrecaudoporunoscuantosdíasaladueñaesa.

—¡PuesentoncesconseguiremosaPaquita!—dijoLaurent,frotándoselasmanos.

—Bellaco—contestóHenri—;tecondenaréaquetehagasuyolaConchasillevaslainsolenciahastaelpuntodehablarasídeunamujerantesdequelahayaconseguidoyo.Ocúpatedevestirme,quetengoquesalir.

Henriestuvounratosumidoenjubilosasreflexiones.Digámosloenelogiodelasmujeres, lograbaatodaslasquesedignabadesear.Y¿quéhabríaque

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pensar de una mujer sin amante que hubiera sabido resistirse a un jovenarmadodehermosura,queeselingeniodelcuerpo;armadodeingenio,queesuna gracia del alma; armado de fuerzamoral y de fortuna, que son los dosúnicospoderesverdaderos?Pero,altriunfarcontantafacilidad,DeMarsaynopodíapormenosdehastiarsedesustriunfos;enconsecuenciallevabadosañosmuyhastiado.Cuandosesumergíaenlavoluptuosidad,volvíaalasuperficiecon más arena que perlas. Había llegado, de la misma forma que lossoberanos,aimplorarlealazaralgúnobstáculoquehubieraquevencer,algunaempresaqueleexigieradesplegarsusfuerzasespiritualesyfísicas,inactivas.Aunque Paquita Valdés le brindaba la maravillosa conjunción de lasperfeccionesdelasquehastaahoranohabíagozadoHenrisinoporseparado,eracasi inexistenteenélelatractivodelapasión.Unasaciedadconstante lehabíaaflojadoenelcorazónelsentimientodelamor.Igualquelosancianosylas personas de vuelta de todo, no tenía ya sino caprichos extravagantes,gustosruinosos,fantasíasque,trassatisfacerlas,noledejabanrecuerdoalgunoenelcorazón.Enlosjóveneseselamorelmásbellodelossentimientos;hacequelavidaflorezcaenelalma,abreconsupodersolarlasinspiracionesmáshermosas y los nobles pensamientos quede ellas proceden: las primicias decualquiercosatienenunsabordelicioso.Enloshombres,elamorseconvierteen pasión: el vigor lleva al abuso. En los ancianos, se torna vicio: laimpotenciaconducealoextremoso.Henrieraauntiempoanciano,hombreyjoven.Parahacerlerecuperarlasemocionesdeunamorauténtico,necesitaba,igualqueLovelace,aunaClarissaHarlowe.Sinelreflejomágicodeesaperlaimposibledeencontrar,nopodíayasentirsinopasionesagudizadasporalgunavanidad parisina, o el compromiso consigo mismo de llevar a una mujerdeterminada a determinado grado de corrupción, o aventuras que leaguijoneasen la curiosidad. La relación de Laurent, su ayuda de cámara,acababadedarleunvalortremendoalamuchachadelosojosdeoro.Habíaque reñir una batalla con algún enemigo secreto que parecía tan peligrosocomohábil;y,parasalirvictorioso,nosobrabaningunadelasfuerzasdelasque podía disponerHenri. Iba a interpretar esa antigua comedia eterna, quesiempre será nueva, y cuyos personajes son un viejo, una joven y unenamorado: don Hijos, Paquita, De Marsay. Laurent no era, desde luego,menos que Fígaro, pero la dueña parecía incorruptible. ¡Y, de esa forma, elazarapretabamáselnudode laobravivade loquenunca lohicieraningúnautordramático!Pero¿noesacasoelazarhombredegraningenio?

«Haráfaltaandarconcienojos»,sedijoHenri.

—¿Yqué?—ledijoPauldeManerville,segúnentraba—.¿Enquépuntoestamos?Vengoaalmorzarcontigo.

—¡Bien está! —dijo Henri—. ¿No te escandalizarás si me aseo en tupresencia?

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—¡Estásdeguasa!

—Nosestamosquedandocontantascosasdelosinglesesahoramismoquepodríamosvolvernoshipócritasypudibundoscomoellos—dijoHenri.

Laurent le había colocado delante a su señor tantos utensilios, tantosmuebles diferentes y tantas cosas bonitas que Paul no pudo por menos dedecir:

—Pero¡vasatardardoshoras!

—¡No!—dijoHenri—.Dosymedia.

—Bueno,pues,yaqueestamosentrenosotrosyquenoslopodemosdecirtodo,explícameporquéunhombretansuperiorcomotú,porqueeressuperior,fingellevarasusmáximasconsecuenciasunafatuidadque,enél,nopuedesernatural. ¿Por qué pasarse dos horas y media lustrándose cuando basta conmeterseuncuartodehora enunbaño,peinarse enun santiaményvestirse?Venga,cuéntametusistema.

—Mucho tengo que quererte, mi querido tarugo, para poner en tuconocimiento ideas tanelevadas—dijoel joven,aquienenesemomento leestabancepillandolospiesconuncepillosuavefrotadoenjabóninglés.

—Esqueyo teheconsagradoelafectomássincero—respondióPauldeManerville—ytequiero,altiempoqueteconsiderosuperioramí…

—Yahabrásnotado,enelsupuestodequeseascapazdepercatartedeunhechoespiritual,quealasmujereslesgustanlosfatuos—siguiódiciendoDeMarsay, sin respondermás que con unamirada a la declaración de Paul—.¿Sabesporquélesgustanlosfatuosalasmujeres?Amigomío,losfatuossonlos únicos hombres que se cuidan. Ahora bien, ¿cuidarse demasiado no esacasodecirqueunocuidaensupersonaelbienajeno?Elhombrequenoseperteneceasímismoesprecisamenteelqueengolosinaalasmujeres.Elamores ladrón en esencia. No menciono ese exceso de limpieza que las vuelvelocas.Cítamesolounaquehayasentidopasiónporunadán,pormásquefuerahombrenotable.Sipasóalgunavez,habráqueachacárseloaantojosdemujerpreñada,aesasideaslocasquelepasanporlacabezaatodoelmundo.Yencambio he visto cómo dejaban plantadas a personas muy notables por suincuria.Unfatuoqueseocupadesíseocupadeboberías,decositasmenudas.¿Yquées lamujer?Unacositamenuda,unconjuntodeboberías.¿Nose latiene ocupada durante cuatro horas con dos palabras dichas sin ton ni son?Tienelaseguridaddequeelfatuovaaestarpendientedeella,puestoquenotieneen la cabezacosas trascendentes.Nunca ladescuidarápor atender a lafama,laambición,lapolítica,elarte,esasgrandesramerasqueellatieneporrivales. Y, además, los fatuos tienen el valor de ponerse en ridículo paraagradar a lamujer; y el corazónde lamujer rebosade recompensaspara el

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hombreridículoporamor.Y,porfin,unfatuonopuedeserfatuomásquesitiene algún motivo para serlo. Las mujeres son quienes nos conceden esegrado.¡Elfatuoeselcoroneldelamor,tieneéxitoenlasaventurasgalantesyun regimiento demujeres a sumando!Mi querido amigo, en París todo sesabeyunhombrenopuedeserfatuodebalde.Tú,quenotienesmásqueunamujer,yquequizáaciertasalnotenersinouna,intentahacerteelfatuo…nisiquiera harás el ridículo, estarás muerto. Te convertirías en un prejuicioandante, en uno de esos hombres inevitablemente condenados a hacer unaúnicacosa,siemprelamisma.Equivaldríasanecedad,delamismaformaqueel señor de La Fayette equivale a América; el señor de Talleyrand, adiplomacia;Désaugiers,acanción;yelseñordeSégur,aromanza.Sisesalendesugénero,nadiecreeyaquevalganadaloquehacen.Asíescomosomosen Francia, siempre soberanamente injustos. Es posible que el señor deTalleyrandseaungranfinanciero,queelseñordeLaFayetteseauntiranoyDésaugiers, un administrador. Si al año siguiente tuvieras cuarentamujeres,públicamente solo te atribuirían una. La fatuidad, por tanto, amigo Paul, esindicio de que se ha conquistado un innegable poder sobre la raza de lashembras. A un hombre al que aman varias mujeres se lo considera concualidades superiores y hay entonces una rebatiña para conseguir al pobreinfeliz.Pero¿creesquenotienetambiénsuimportanciagozardelderechodellegaraunsalón,demiraratodoelmundoporencimadelacorbataoatravésdeunmonóculoypoderdespreciaralhombremássuperiorsillevaunchalecopasado de moda? ¡Laurent, me estás haciendo daño! Después de almorzar,Paul,iremosaLesTuileriesaveralaadorablemuchachadelosojosdeoro.

Cuando, trashaberalmorzadoespléndidamente, losdos jóveneshubieronrecorridolaterrazadeLesFeuillantsyelpaseoprincipaldeLesTuileries,nose toparonporparte alguna con la sublimePaquitaValdés, por cuentade lacualhabíaallícincuentadelosjóvenesmáselegantesdeParís,todosoliendoaalmizcle, todosdecorbataalta, conbotas,conespuelas,blandiendo la fusta,caminando,hablando,riendoydándoseatodoslosdemonios.

—Compuestosysincaza—dijoHenri—,perosemehaocurridounaideaestupenda. Esa joven recibe cartas de Londres. Hay que comprar oemborrachar al cartero, quitarle el lacre a la carta, leerla, por descontado,meter dentro una notita amorosa y volverla a lacrar. El tirano viejo, crudeltiranno,nopuedepormenosdeconocera lapersonaqueescribeesascartasquevienendeLondresyyanodesconfíadeella.

Alamañanasiguiente,DeMarsayvolvióapasearsetomandoelsolporlaterraza de Les Feuillants y vio a Paquita Valdés; la pasión ya la habíaembellecidoasusojos.Seturbómuymuchoconaquellaspupilascuyosrayosparecíandelamismaclasequelosquelanzaelsolycuyoardorresumíaeldeese cuerpo perfecto en el que todo era voluptuosidad. DeMarsay ardía en

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deseosderozarelvestidodeaquellaseductoramuchachacuandosecruzaban,al pasear;mas sus intentos eran siempre vanos.Hubo unmomento, cuandohabía rebasadoya a la dueña y aPaquita para poder hallarse del lado de lamuchacha de los ojos de oro cuando se diera la vuelta, en que Paquita, nomenosimpaciente,seacercóconrapidezyDeMarsaynotóqueleapretabalamanodeunaformaalaveztanprestaytanapasionadamentesignificativaquele pareció que le había dado un chispazo eléctrico. Le brotaron en aquelmomento del corazón todas las emociones de la juventud. Cuando los dosenamoradossemiraron,Paquitaparecióavergonzada;bajólamiradaparanoverleotravezlosojosaHenri,peroselefuehaciaabajoparamirarlospiesyel talle de aquel a quien las mujeres llamaban antes de la revolución suvencedor.

«Estamuchachaserámiamante,estádecidido»,sedijoHenri.

Yendoenposdeellahastaelextremodelaterraza,porlapartedelaplazadeLuisXV,divisóalancianomarquésdeSanReal,quepaseabaapoyadoenelbrazodesuayudadecámara,caminandocontodaslasprecaucionesdeungotosoydeuncaquéctico.DoñaConcha,quenosefiabadeHenri,hizoquePaquitasecolocaseentreellayelanciano.

«Bah,ati—sedijoDeMarsay,conunamiradadedesprecioaladueña—,sinohayformadehacertecapitular,yatedormiremosconunpocodeopio.EstamosaltantodelamitologíaydelafábuladeArgos.»

Antes de subir al coche, la muchacha de los ojos de oro cruzó con suenamoradounascuantasmiradascuyaexpresiónnodejabalugaradudasyqueentusiasmaronaHenri; pero ladueña sorprendióunade ellasy ledijounaspalabrasvehementesaPaquita,quesemetiódegolpeenelcupéconcaradedesesperación.Paquita estuvounos días sin ir aLesTuileries.Laurent, que,obedeciendoórdenesdesuseñor, fueamontarguardiaen las inmediacionesdelpalacete,supoporlosvecinosquenilasdosmujeresnielancianohabíansalido desde el día en que la dueña sorprendió unamirada entre la joven aquiencustodiabayHenri.Eldebilísimovínculoqueuníaaambosenamoradosyasehabíarotopues.

Pocos días después, sin que nadie supiera por qué medios, De Marsayhabíacumplidosupropósito;teníaunselloyceraidénticosalselloylaceraque llevaban las cartas enviadas desde Londres a la señorita Valdés, papelsemejante al que usaba el corresponsal y, además, todos los utensilios y loshierrosnecesariosparaponerlossellosdecorreosinglesesyfranceses.Habíaescrito la siguiente carta, a laquedio todos los rasgosdeuna carta enviadadesdeLondres:

QueridaPaquita,nointentarédescribirleconpalabraslapasiónquemehainspirado.Si,paradichamía,escompartida,sepaqueheencontradoelmedio

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paramantenerunacorrespondenciaconusted.MellamoAdolphedeGougesyvivoenelnúmero54delacalledeL’Université.Silavigilandemasiadoparaquepuedaescribirme,sinotienenipapelnipluma,losabréporsusilencio.Porlotanto,simañana,entrelasochodelamañanaylasdiezdelanoche,noha arrojado una carta por encima de la tapia de su jardín al del barón deNuncingen,endondealguienestaráalaesperatodoeldía,unhombrequemeescompletamente fiel lehará llegardos frascos, a lamañanasiguientea lasdiez,porencimadelatapia,atadosaunacuerda.Paseeustedporallíhaciaesahora.Enunode los frascoshabráopiopara dormir a suArgos; bastará condarleseisgotas.Enelotro,habrátinta.Elfrascodelatintaestátallado,elotroes liso. Ambos son lo bastante planos para que los pueda esconder en elcorpiño.Cuantollevoyahechoparapoderescribirmeconusteddebeindicarlecuántolaamo.Silecabendudasdeello, leconfiesoqueparaconseguirunacitadeunahoraestaríadispuestoadarlavida.

«Y se creen cosas así esas pobre criaturas—se dijoDeMarsay—. Perotienenrazón.¿Quénospareceríaunamujerquenosedejaseseducirporunacartadeamoralaqueacompañancircunstanciastanprobatorias?»

LacartalaentregóelcompadreMoinot,cartero,alamañanasiguiente,aesodelasocho,alporterodelamansiónSanReal.

Para estarmás cerca del campo de batalla,DeMarsay fue a almorzar acasadePaul,quevivíaenlacalledeLaPépinière.Alasdos,cuandolosdosamigos se estaban contando entre risas los reveses de un joven que habíapretendido llevar el tren de vida de una existencia elegante sin una fortunasólidayleestabanpronosticandounfinal,elcocherodeHenrifueabuscarasu señor y le presentó a un personaje misterioso que quería a toda costahablarle personalmente.Era el tal personaje unmulato que, por descontado,habríaservidodeinspiraciónaTalmapara interpretarelpapeldeOtelosi lohubieraconocido.Nuncarostroafricanoexpresómejorlanoblezadentrodelavenganza,larapidezdelasospecha,laprontitudenlaejecucióndeunaidea,lafuerzadelmoroysuinfantilirreflexión.Losojosnegrosteníanlafijezadelosojosdeunavedepresay losengarzaba,comosideunbuitrese tratase,unamembranaazuladadesprovistadepestañas.Enlafrente,estrechaybreve,habíaalgoamenazador.Estabaclaroqueaquelhombresehallabasometidoalyugodeunúnicopensamiento.Suconvulsobrazonolepertenecía.Loseguíaun hombre a quien todas las imaginaciones, desde las que tiritan enGroenlandiahasta lasquesudanenNuevaInglaterra,concebiránal leerestafrase:Eraunhombredesdichado.Alverestafrase,todoelmundolointuiráylosupondrásegúnlasideasparticularesdecadapaís.Pero¿quiénsefiguraráaquelrostroblanco,arrugado,rojoenlasextremidadesyaquellabarbalarga?¿Quién verá aquella corbata amarillenta y hecha un cordel, aquel cuello decamisa seboso, aquel sombrero tan usado, aquella levita verdosa, aquel

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pantalón hecho una pena, aquel chaleco enroscado, aquel alfiler de oro deimitación,aquelloszapatossucísimoscuyoscordoneshabíanestadoaremojoenelbarro?¿Quiénloconcebiráentodalainmensidaddesumiseriapresentey pasada? ¿Quién? Solo un parisino. El hombre desdichado de París es elhombretotalmentedesdichado,puesesaúncapazdelcontentoquelepermitesabercuándesdichadoes.ElmulatoparecíaunverdugodeLuisXIquellevaraaunhombrealahorca.

—¿Dedóndehansalidoestosdosbribones?—dijoHenri.

—¡Demontre!Yhayunoquemedaescalofríos—dijoPaul.

—¿Yquién eres tú, quepareces elmás cristianode los dos?—preguntóHenri,mirandoalhombredesdichado.

El mulato siguió con la mirada clavada en aquellos dos jóvenes, comohombrequenooyeranada,pero,noobstante, intentaseadivinaralgoporlosademanesyelmovimientodeloslabios.

—Soy escribano e intérprete.Vivo en el Palacio de Justicia yme llamoPoincet.

—Bien.¿Yéste?—ledijoHenriaPoincetseñalandoalmulato.

—No losé, solohablaalgoasícomoundialectoespañolymeha traídoparapoderentenderseconustedes.

ElmulatosesacódelbolsillolacartaquelehabíaescritoHenriaPaquitayselaentregó.Henrilaarrojóalfuego.

«Bueno,estoyaparecequevatomandoforma»,sedijoHenri.

—Paul,déjanossolosunmomento.

—Le he traducido la carta —siguió diciendo el intérprete cuandoestuvieron a solas—.Después de traducírsela, se fue a no sé dónde. Luegovolvióabuscarmeparatraermeaquí,prometiéndomedosluises.

—¿Quétienesquedecirme,mequetrefe?—preguntóHenri.

—No le he traducido eso de mequetrefe —dijo el intérprete mientrasesperaban la respuesta del mulato—. Dice, señor —añadió, tras haberescuchadoaldesconocido—,quetieneustedqueestarmañanaporlanochealasdiezymediaenelbulevardeMontmartre,juntoalcafé.Veráallíuncochey se subirá en él diciendo a la persona que estará esperando para abrirle laportezuela lapalabra cortejo, unapalabra españolaparadecir enamorado—añadióPoincet,lanzándoleunamiradadeenhorabuenaaHenri.

—¡Bien!

El mulato quiso darle dos luises, pero De Marsay no lo consintió y

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recompensó al intérprete; mientras le pagaba, el mulato soltó unas cuantaspalabras.

—¿Quédice?

—Me avisa—respondió el hombre desdichado— de que si cometo unasolaindiscreción,meestrangulará.Esunchicomuyagradableytienemuchapintadesercapazdehacerlo.

—Estoysegurodeello—dijoHenri—.Loharíatalycomolodice.

—Dice además—siguió el intérprete— que la persona que lo envía leruegaausted,porustedyporella,queactúeconlamayordelasprudencias,porquelospuñalesquependensobresuscabezaslescaeríanenelcorazónsinquehubierapoderhumanoquepudieseampararlos.

—¡Esohadicho!Tantomejor,asíserámásdivertido…Pero¡siyapuedesentrar,Paul!—legritóasuamigo.

Elmulato,quenohabíadejadodemiraralenamoradodePaquitaValdésconatenciónmagnética,sefue,seguidodelintérprete.

—Por fin;heaquíunaaventurabiennovelesca—sedijoHenrialvolverPaul—.Afuerzadetenerarteyparteenunascuantas,alfinhedadoenesteParísconunaintrigaalaqueacompañancircunstanciasgravesypeligrosdeprimeracategoría.¡Ah,diantre,yquéatrevidassevuelvenlasmujeresconelpeligro!Estorbaraunamujer,pretenderponerle trabas¿noesacasodarleelderecho y el valor para cruzar en un segundo barreras que tardaría años ensaltar? ¡Salta, salta, encantadoramuchacha! ¿Morir? ¡Pobre niña! ¿Puñales?¡Imaginaciones de mujeres! Todas sienten la necesidad de dar a valer susbagatelas. ¡Y, además, ya nos lo plantearemos, Paquita, ya nos loplantearemos, hermosa! El diablo me lleve, ahora que ya sé que esapreciosidad,esaobradeartedelanaturaleza,esmía,laaventurahaperdidolagracia.

Pese a la ligereza de la frase, el hombre joven había vuelto altemperamentodeHenri.Paraesperarhastaeldíasiguientesinpadecer,echómano de placeres desmedidos: jugó, cenó y volvió a cenar con los amigos,bebiócomouncosaco,comiócomounalemányganódiezodocemilfrancos.SaliódeLeRocherdeCancalealasdosdelamañana,durmiócomounniño,sedespertóa lamañanasiguientecomounarosaydebuencolorysevistióparairaLesTuileries,conlaintencióndemontaracaballo,despuésdehabervisto a Paquita, para hacer apetito y cenar mejor y, así, consumir mejor eltiempo.

Alahorafijada,Henriestuvoenelbulevar,vioelcocheydioelsantoyseñaaunhombreque lepareció ser elmulato.Aloír lapalabra, elhombre

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abriólaportezuelaybajóprestamenteelestribo.HenriseviotransportadoporParís a tal velocidad y sus pensamientos le dejaron tan poca facultad parafijarseenlascallesporlasquepasabaquenosupodóndesedeteníaelcoche.El mulato lo introdujo en una casa cuya escalera estaba cerca de la puertacochera.Aquellaescaleraeraoscura,ytambiénelrellanoenelqueHenrituvoque esperar durante el tiempoque elmulato tardó en abrir la puerta de unavivienda húmeda y nauseabunda, sin luz, y cuyas habitaciones, que apenasiluminabalavelaquesuguíahallóenelrecibidor,leparecieronvacíasymalamuebladas,comolasdeunacasacuyosmoradoresestándeviaje.Reconociólasensaciónqueleproporcionabala lecturadeunadeesasnovelasdeAnneRadcliffe en las que el protagonista cruza por las salas frías, oscuras einhabitadas de cualquier lugar triste y desierto. Por fin, el mulato abrió lapuertadeunsalón.Elestadode losmueblesviejosy lascolgaduras tazadasqueornabanlahabitaciónledabanaspectodesalóndecasademalanota.Eralamisma pretensión de elegancia y lamisma conjunción de objetos demalgusto,depolvoydemugre.EnunsofátapizadodeterciopelodeUtrechtrojo,junto a una chimenea que humeaba y cuya lumbre estaba enterrada en lascenizas, sehallabaunamujervieja,bastantemalvestida, tocadaconunodeesosturbantesquesabeninventarlasmujeresinglesascuandolleganaciertaedad y tendrían un éxito tremendo enChina, donde el perfecto ideal de losartistas es la monstruosidad. Aquel salón, aquella mujer vieja, aquel hogarfrío, todo habría congelado el amor si no hubiera estado allí Paquita, en unconfidente,conunavoluptuosabata,libreparalanzarmiradasdeoroyllamas,libreparaenseñarelpiearqueado,libreparasusademanesluminosos.Aquellaprimera entrevista fue lo que son todas las primeras citas entre personasapasionadasquesalvanrápidamentelasdistanciasysedeseanardientementeaunque no se conozcan. Es imposible que no aparezcan al principio ciertasdiscordanciasentanviolentasituación,hastaelmomentoenquelasalmasseentonan juntas. Si el deseo da atrevimiento al hombre y lo predispone a norespetar nada, en cambio, so pena de no ser mujer, la amante, por muyextremoso que sea su amor, se asusta al hallarse tan pronto en la meta yenfrentada con la necesidad de entregarse, cosa que para muchas mujeresequivaleacaeraunabismoencuyofondonosabenquésevanaencontrar.Lafrialdadinvoluntariadeesamujercontrastaconsuconfesadapasiónyfuerzauna reacción en el amante más prendado. Esos pensamientos, que confrecuencia flotan comovapores en torno a las almas, les dan, pues, algo asícomouna enfermedad pasajera.En el dulce viaje que dos seres emprenden,cruzando lashermosas comarcasdel amor, esemomentoes comouna landaque hay que cruzar, una landa sin brezos, ora húmeda ora caliente, llena dearenas abrasadoras, interrumpida por pantanos, y que lleva a los risueñosbosquecillos tapizadosde rosasdonde sedesplieganel amory sucortejodeplaceres en alfombras de delicadas plantas. Suele suceder que al hombre

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ocurrenteloaquejeunarisaestúpidaquelesirvederespuestaparatodo;selequeda el ingenio como embotado bajo la helada compresión de sus deseos.Entraríadentrodeloposiblequedosseresigualmentehermosos,ocurrentesyapasionadosdijerandeentradaloslugarescomunesmássandios,hastaquelacasualidaddeunapalabra,eltemblordeciertamirada,latransmisióndeunachispa,loshagadarconlafeliztransiciónquelosconduzcaalsenderofloridopor el que no se camina, sino que se rueda, aunque sin bajar.Tal estado deánimovasiempreajustadoalaviolenciadelossentimientos.Dosseresquesetienen un amor endeble no sienten nada así. El efecto de esta crisis puedetambiéncompararsealqueproduceel fuegodeuncielopuro.Lanaturalezaparece,aprimeravista,cubiertaconunvelodegasa,elazuldelfirmamentoparecenegro,laluzextremaseasemejaalastinieblas.TantoenHenricomoenlaespañolahabíaunaviolenciaigual:yesaleydelaestáticasegúnlacualdosfuerzas idénticasseanulanalencontrarsepodríaser tambiénciertaenelreinodeloespiritual.Elembarazodelmomentocreciósingularmentetambiénporlapresenciadeaquellamomiavieja.Elamorseasustaoseregocijacontodo; para él, todo tiene un sentido, todo es un presagio dichoso o funesto.Aquella mujer decrépita estaba allí como un desenlace posible y era larepresentación de la aterradora cola de pescado con la que los simbólicosgeniosgriegos rematarona lasQuimerasya lasSirenas, tan seductoras, tandecepcionantes por la parte de arriba como lo son todas las pasiones alprincipio.AunqueHenrieranounhombredurodepelar,porqueesaexpresiónessiempreunaburla,sinounhombredeextraordinariafuerza,unhombretangrandecomosepuedesercuandonosetienencreencias,elconjuntodetodasaquellascircunstanciaslosobrecogió.Porlodemás,loshombresmásfuertesson,pornaturaleza, losquemásse impresionany,enconsecuencia, losmássupersticiosos, si esque sepuede llamar supersticiónalprejuiciodelprimerimpulso, que es una previsión del resultado hallada en las causas que seocultanaotrosojos,peroquelossuyosven.

Laespañolaaprovechabaaquelmomentodepasmoparacederaléxtasisdeesaadoracióninfinitaqueseapoderadelcorazóndeunamujercuandoamadeverasysehallaenpresenciadeunídoloesperadoenvano.Susojoseranpuraalegría, pura dicha, y brotaban chipas de ellos. Era presa del hechizo y seembriagaba sin temor de una felicidad mucho tiempo soñada. Le parecióentonces tan maravillosamente hermosa a Henri que toda aquellafantasmagoríadeharapos,devejez,decolgadurasrojasy tazadas,deesterasverdesdelantedelossillones,quelosbaldosinesrojosmalfregados,quetodoaquellujoinválidoyenfermizodesaparecióenelacto.Elsalónseiluminó,novioyasinoatravésdeunanubealaespantosaharpía,quietaymudaenelsofárojo,yencuyosojosamarillossetraicionabanlossentimientosservilesqueladesgracia inspiraoque son frutodeunviciodelque se es esclavocomoseestá bajo el dominio de un tirano que nos embrutece bajo el flagelo de su

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despotismo. Tenían sus ojos el brillo frío de los de un tigre enjaulado queconocesuimpotenciayseveobligadoatragarselasansiasdedestrucción.

—¿Quiénesesamujer?—lepreguntóHenriaPaquita.

PeroPaquitanorespondió.LeindicóaHenriporseñasquenoentendíaelfrancés y le preguntó si hablaba inglés. De Marsay repitió la pregunta eninglés.

—Eslaúnicamujerdelaquepuedofiarme,aunqueyamehayavendidoalguna vez —dijo Paquita tranquilamente—. Mi querido Adolphe, es mimadre,unaesclavacompradaenGeorgiaporsurarabelleza,aunquedeéstaquedeahorapocacosaya.Nohablamásquesulenguamaterna.

Elcomportamientodeaquellamujer,ysudeseodeadivinar,porlosgestosde su hija y de Henri, lo que sucedía entre ellos, le quedaron aclarados derepentealjoven,ylaaclaraciónlohizosentirseasusanchas.

—Paquita—dijo—,asípues,¿nuncaseremoslibres?

—¡Nunca! —dijo ella con expresión triste—. E incluso tenemos pocosdías.

Bajó los ojos, semiró lamano y echó cuentas en los dedos de lamanoderecha con los dedos de la mano izquierda, mostrando así las manosmáshermosasquehubieravistonuncaHenri.

—Uno,dos,tres…

Contóhastadoce.

—Sí—dijo—,tenemosdocedías.

—¿Yluego?

—Luego—dijo,quedándoseensimismadacomounamujerque se sientedébilanteelhachadelverdugoymueredeantemanodeuntemorquelaprivade laespléndidaenergíaque lanaturalezanoparecíahaberleconcedidomásque para acrecentar la voluptuosidad y convertir en poemas sin fin losmásgroserosplaceres—,luego—repitió,selequedóperdidalamiradaypareciócontemplaralgúnobjetolejanoyamenazador—nolosé—añadió.

«Estamuchachaestá loca», sedijoHenri,quecayóa suvezenextrañasreflexiones.

Paquita le pareció absorta en algo que no era él, igual que una mujersometidaporigualalimperiodelremordimientoydelapasión.Quizáteníaenel corazón otro amor, que olvidaba y recordaba por turnos. A Henri loasaltaron miles de pensamientos contradictorios. Aquella muchacha seconvirtió en un misterio para él; pero según la contemplaba, con la sabia

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atención del hombre de vuelta de todo y hambriento de nuevasvoluptuosidades, igualqueaquel reydeOrientequepedíaque lecreasenunplacer,sedespantosa,deesosqueembarganlasalmasgrandes,HenriadvertíaenPaquitalamásricacombinaciónque,paraelamor,sehubieracomplacidoen formar la naturaleza. El presunto funcionamiento de aquellamaquinaria,dejandoaparteelalma,habríaasustadoacualquierhombrequeno fueraDeMarsay;perolofascinótanricacosechadeplaceresprometidos,tanconstantevariedad en la dicha, el sueño de cualquier hombre y que cualquier mujeramorosa también ambiciona. Lo sacó de quicio lo infinito convertido enpalpable y trasladado a los más extremosos goces de la criatura. Vio todoaquelloenesamuchachaconmásclaridaddeloquelohabíavistonunca,pueselladejabaquelamiraseconcomplacencia,dichosadequelaadmirasen.LaadmiracióndeDeMarsay se convirtió enuna furia secreta y la desvelóporcompleto al lanzar una mirada que la española entendió como si estuvieraacostumbradaarecibirotrassemejantes.

—¡Situvierasqueserdealguienmásquemía,memataría!—exclamóél.

Aloír estapalabra,Paquita se cubrió el rostro con lasmanosy exclamóingenuamente:

—Virgensanta,¿enquémehemetido?

Se levantó y fue a arrojarse sobre el sofá rojo, hundió la cabeza en losharaposquelecubríanelsenoasumadreylloró.Laviejaacogióasuhijasinsalir de su inmovilidad, sin darle muestras de nada. La madre tenía, en elmáximogrado,esacircunspecciónde lospueblossalvajes,esa impasibilidaddelaestatuariaconlaquefracasalaobservación.¿Queríaonoasuhija?Nohay respuesta. Tras aquella máscara germinaban todos los sentimientoshumanos,losbuenosylosmalos,ydeunacriaturaasísepuedeesperartodo.Sumirada iba despacio de los hermosos cabellos de su hija, que la cubríancomounamantilla,alrostrodeHenri,queescrutabaconindeciblecuriosidad.Parecía preguntarse por qué sortilegio se hallaba en aquel lugar, por quécaprichohabíahecholanaturalezaaunhombretanseductor.

«¡Estasmujeresseestánriendodemí!»,sedijoHenri.

Enaquelmomento,Paquitaalzólacabezayledirigióunadeesasmiradasquelleganhastaelalmaylaabrasan.Aéllepareciótanhermosaquesejuróquehabíadeposeeraqueltesorodebelleza.

—MiPaquita,¡sémía!

—¿Quieres matarme? —preguntó ella, medrosa, trémula, inquieta, perovolviendoaélporunafuerzainexplicable.

—¡Matarteyo!—dijoélsonriente.

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Paquita lanzóungritode temory ledijoalgoa lavieja,quien lescogióresueltamentelamanoaHenriyasuhija,estuvomuchoratomirándolasylassoltóasintiendoconlacabezadeformaespantosamentesignificativa.

—Sémía ahora estanoche, ahoramismo, sígueme,nomedejes. ¡Así loquiero,Paquita!¿Meamas?¡Ven!

En un segundo le dijo mil palabras insensatas con la velocidad de untorrente que brinca entre rocas y repite el mismo sonido bajo mil formasdiferentes.

—¡Eslamismavoz!—dijoPaquitamelancólicamente,sinqueDeMarsaypudiera entender a qué se refería—.Y… elmismo ardor—añadió—. Puesbien,sí—dijoluegoconunaentregayunapasiónquenadapodríaexpresar—.Sí,peronoestanoche.Estanoche,Adolphe,nolehedadosuficienteopioalaConcha,podríadespertarseyyoestaríaperdida.Enestemomento,todalacasacreequeduermoenmicuarto.Vendentrodedosdíasalmismositioydi lamisma palabra al mismo hombre. Ese hombre es mi padre putativo.Christemiomeadoraymoriríapormíbajotorturasinquelearrancasenunapalabra en perjuicio mío. Adiós —dijo aferrándose al cuerpo de Henri yenroscándoseentornocomounaserpiente.

Loestrechóportodosladosauntiempo,lellevólacabezabajoladeella,leofrecióloslabiosyletomóunbesoquelesdiotalvértigoaambosqueDeMarsaycreyóqueseabría la tierrayPaquitagritó:«Vete»,conunavozqueanunciabadeformabastanteclaracuánpocodueñaeradesímisma.Peroseloguardótododentroysiguiógritándole:«Vete»,mientrasloconducíadespaciohacialaescalera.

Allí,elmulato,aquienseleencendieronlosojosblancosalveraPaquita,lequitólaantorchadelasmanosasuídoloyllevóaHenrihastalacalle.Dejólaantorchaenelportal,abriólaportezuela,hizoqueHenrisubieradenuevoalcoche y lo llevó al bulevar de Les Italiens con maravillosa celeridad. Loscaballosparecíantenereldemonioenelcuerpo.

ADeMarsaylaescenaleparecíaunsueño;perounodeesossueñosque,según se desvanecen, dejan en el alma una sensación de voluptuosidadsobrenatural,quecualquierhombrepersiguetodalavida.Unúnicobesohabíabastado.Ningunacitahabíatranscurridodeformamásdecentenimáscasta,nimásfríaquizá,nienlugarmásespantosoenlotocantealosdetalles,nianteunadivinidadmásodiosa,puesaquellamadreselehabíagrabadoaHenrienla imaginación como algo infernal, acurrucado, cadavérico, vicioso,salvajemente feroz, que la fantasía de los pintores no había intuido aún.Nunca, efectivamente, cita alguna le había exasperado más los sentidos, lehabía revelado voluptuosidades más atrevidas, había hecho brotar mejor elamordesunúcleocentralparaexpandirseentornoahombrealgunocomouna

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atmósfera.Fuealgosombrío,misterioso,dulce,tierno,cohibidoyexpansivo,unacópuladeloespantosoylocelestial,delparaísoydelinfierno,quehizoaDe Marsay sentirse como ebrio. Estaba fuera de sí; pero tenía categoríasuficientepararesistiralaembriaguezdelplacer.

Parapoderentenderbiensucomportamientocuandoestahistorialleguealdesenlace,esnecesarioexplicardequéformaselehabíaensanchadoelalmaaunaedadenquelosjóvenessuelenachicarsealmezclarseconlasmujeresoalestardemasiadopendientesdeellas.Habíacrecidograciasaunconcursodecircunstancias secretas que lo revestían de un inmenso poder desconocido.Aquel joven llevaba en lamano un cetromás poderoso que el de los reyesmodernos,puesacasi todos los traban las leyesensusmínimasvoluntades.DeMarsayejercíaelpoderautocráticodeldéspotaoriental.Peroaquelpoder,quedeformatanneciaejercenenAsiahombresembrutecidos,lomultiplicabapordiez la inteligencia europeay el ingenio francés, lamásaguday lamásacerada de todas las herramientas intelectuales. Henri podía hacer cuantoquisieraeninterésdesusplaceresyvanidades.Aquellainvisibleacciónsobreelmundodelabuenasociedadlohabíainvestidodeunamajestadverdadera,perosecreta,sinénfasis,que lo tenía replegadoensímismo.YdesímismoteníanolaopiniónquedesípodíatenerLuisXV,sinolaquepodríatenerelmásorgullosode los califas, de los faraones, de los Jerjes, que se creíanderazadivinacuandoimitabanaDiosvelándoseantesussúbditossopretextodeque sus miradas acarreaban la muerte. De esta forma, sin remordimientoalgunoporseralavezjuezyparte,DeMarsaycondenabafríamenteamuertealhombreoalamujerquelohubieranofendidogravemente.Aunquelasmásdelasvecesladictasecasialaligera,lasentenciaerairrevocable.Unerroreraunadesdichasemejantealaquecausaelrayocuandocaesobreunaparisinafeliz,quevaenuncochedepunto,envezdefulminaralcocheroviejoquelallevaaunacita.Enconsecuencia,laguasaamargaeintensaquecaracterizabala conversación del joven solía asustar por lo general: a nadie le apetecíairritarlo.A lasmujeres les gustan de forma prodigiosa esas personas que seautoproclaman bajás, parecen ir acompañadas de leones y de verdugos ycaminan rodeadasdeunaparatoso terror.Ello redunda, enesoshombres, enseguridadenelcomportamiento,altaneríaenlamirada,conciencialeonina,entodo locualseplasma,para lasmujeres, laclasede fuerzacon laque todassueñan.AsíeraDeMarsay.

Dichosoenaquelmomentoanteelporvenirqueloesperaba,volvióaserjoven y flexible y, al ir a acostarse, no pensaba sino en amar. Soñó con lamuchachadelosojosdeorocomosueñanlosjóvenesapasionados.Huboenelsueño imágenesmonstruosas, rarezas insondables, llenas de luz y que dejanvermundos invisibles,perode formasiempre incompleta,pues se interponeun velo que cambia las condiciones ópticas. Al día siguiente y al otrodesapareció, sin que nadie pudiera saber dónde había ido. Su poder solo le

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pertenecía merced al cumplimiento de determinadas condiciones y,afortunadamenteparaél,duranteesosdosdíasfuesoldadorasoalserviciodeldemonio, cuya existencia con poderes de talismán poseía. Pero a la horafijada,porlanoche,enelbulevar,estabaelcoche,quenosehizoesperar.ElmulatoseacercóaHenriparadecirleenfrancésunafrasequeparecíahaberseaprendidodememoria:

—Meha dicho ella que si quiere venir tiene que dejar que le vende losojos.

YChristemioleenseñóunabufandadesedablanca.

—¡No!—dijoHenri,cuyaomnipotenciaserebelódepronto.

Yquisosubir.Elmulatohizounaseñayelcocheechóaandar.

—¡Sí!—gritóDeMarsay,rabiosoporquedarsesinunadichaquesehabíaprometido.Porlodemás,sedabacuentadelaimposibilidaddecapitularanteunesclavocuyaobedienciaeratanciegacomoladeunverdugo.Y,además,¿eraeneseinstrumentopasivoenquiendebíarecaersuira?

Elmulatosilbó,elcocheregresó.Henrisubióatodaprisa.Yaseestabanagolpando bobaliconamente en el bulevar unos cuantos curiosos. Henri erafuerte.Quisodejaralmulatoconunpalmodenarices.Cuandopartióelcochea galope tendido, le cogió lasmanos para someterlo y poder conservar, trasdomeñar a su vigilante, el ejercicio de sus facultades y saber dónde iba.Intentonainútil.Losojosdelmulatorelampaguearonenlasombra.Elhombrelanzógritosqueelfurorhacíaexpirarenlagarganta,seliberó,rechazóaDeMarsay conmano de hierro y lo clavó, por así decirlo, al fondo del coche;luego, con lamano libre, sacóunpuñal triangular al tiempoque silbaba.Elcocherooyóelsilbidoysedetuvo.Henriestabadesarmadoynolequedómásremedio que doblegarse; alargó la cabeza hacia la bufanda. Aquel gesto desumisión aplacó aChristemio, quien le vendó los ojos con un respeto y uncuidadoquedabanfedeunasuertedeveneraciónhacialapersonadelhombrea quien su ídolo amaba. Pero, antes de tomar esa precaución, se habíaguardadoelpuñalcondesconfianzaenunbolsillolateralysehabíaabrochadohastalabarbilla.

«¡Habríasidocapazdematarmeelmequetrefeeste!»,sedijoDeMarsay.

Elcochevolvióarodaratodaprisa.AunjovenqueconocíaParístanbiencomo Henri le quedaba un recurso. Para saber dónde iba, le bastaba conaplicarsemuchoy contar, por el númerode arroyosque cruzasen, las callespor delante de las cuales iban a pasar en los bulevares mientras el cochesiguierauncaminorecto.PodíaasídarsecuentadeporquécallelateraliríaelcochebienhaciaelSena,bienhacialaselevacionesdeMontmartre,yadivinarelnombreo lasituaciónde lacalleendondemandasepararelguía.Pero la

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emoción violenta que le había causado la lucha, la rabia que le infundía sudignidad puesta en entredicho, las ideas de venganza a las que estabaentregado, las suposiciones que le sugería el minucioso cuidado que poníaaquellamuchachamisteriosa en hacerlo llegar hasta ella, todo le impidió laatencióncieganecesariaparalaconcentracióndelainteligenciaylaperfectaperspicaciadelrecuerdo.Eltrayectoduróalrededordemediahora.Cuandoelcoche se detuvo, no rodaba ya sobre adoquines. El mulato y el cocherocogieronaHenrideunabrazada,loalzaronenvolandas,locolocaronenalgoasí comounas angarillas y lo transportaron cruzandoun jardín, cuyas floresolió,ytambiénelaromapeculiardelosárbolesydelavegetación.Reinabaunsilenciotanprofundoquepudooírelruidodealgunasgotasdeaguaalcaerdelashojashúmedas.Losdoshombreslosubieronporunaescalera,lohicieronlevantarse, lo condujeron a través de varias habitaciones llevándolo por lasmanos y lo dejaron en un cuarto cuyo ambiente estaba perfumado y cuyagruesa alfombranotóbajo lospies.Unamanodemujer lo empujóhasta unsofáyledesatólabufanda.HenrivioaPaquitaanteél,peroaPaquitaentodosuesplendordemujervoluptuosa.

LamitaddelgabineteendondesehallabaHenritrazabaunalíneacirculardegrácilsuavidad,queseoponíaa laotraparte,perfectamentecuadrada,encuyocentrorelucíaunachimeneademármolblancoyoro.Habíaentradoporuna puerta lateral que ocultaba un rico tapiz que hacía de portier y estabaenfrentedeunaventana.Laherraduraseornabaconunauténticodivánturco,esdecir,uncolchóncolocadoenel suelo,perouncolchónanchocomounacama, un diván de cincuenta pies de perímetro, de casimir blanco queanimabanunasborlasdecintas,desedanegraypunzó,dispuestasenrombos.El respaldodeaquellagigantescacamaasomabavariaspulgadasporencimade losnumerososalmohadonesque lahacíanaúnmás suntuosaconelbuengustodesusadornos.EstabaaquelgabinetetapizadodeuntejidorojosobreelquehabíancolocadounamuselinadelasIndiasacanaladacomounacolumnacorintia,concanaladurasdebultoycavadas,alternativamente,queacababanporarribayporabajoenunastirasdetelapunzóenlasquehabíadibujadosarabescosnegros.Tras lamuselina, elpunzó se tornaba rosa, amorosocolorqueserepetíaenlascortinasdelaventana,queerandemuselinadelasIndiasforrada de tafetán rosa y adornadas con flecos punzómezclados con flecosnegros.Eltapizadodelasparedessujetaba,adistanciasigualesparailuminareldiván,seisbrazosdeplatasobredoradaencadaunodeloscualeshabíadosvelas.Eltecho,decuyocentrocolgabaunaarañadeplatasobredoradamate,resplandecíadeblancura,ylacornisaeradorada.LaalfombraparecíaunchaldeOriente,seveíanenellaesosmismosdibujosyrecordabaalaspoesíasdePersia en donde la habían tejido manos de esclavos. Los muebles estabancubiertosdecasimirblancorealzadoconadornosnegrosypunzó.Elrelojdesobremesa,loscandelabros,todoerademármolblancoyoro.Laúnicamesa

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quehabía teníapor tapeteunchaldecasimir.Elegantes jardinerasconteníanrosasdetodaslasespecies,floresoblancasorojas.Elmínimodetalle,enfin,parecía fruto de un primor amoroso. Nunca se había ocultado con mayorcoquetería la riqueza para parecer elegancia, para expresar la gracia, parainspirarvoluptuosidad.Enaquellugartodohabríacaldeadoalmásfríodelosseres.Lasaguasquehacíaeltapizadodelapared,cuyocolorcambiabasegúnladireccióndelamirada,volviéndoseblancodeltodoorojodeltodo,hacíanjuegoconlosefectosdelaluz,queseinfiltrabaenlosdiáfanoscañutosdelamuselina,engendrandovaporosasapariencias.Elalmasientenose sabequéapegoporelcolorblanco,elamorsecomplaceenelcolorrojo,yeloroexaltalaspasiones,tieneelpoderdehacerquesecumplansusfantasías.Porlotanto,todocuanto, inconcretoymisteriosoen sí, llevadentroelhombre, todas lasinvoluntariassimpatíasdesusafinidadesinexplicadassehalagabanallí.Habíaenaquellaarmoníaperfectaunconciertodecoloresalqueelalmarespondíaconpensamientosvoluptuosos,indecisos,flotantes.

Fueenunvaporosoambientecargadodeperfumesexquisitosdondeseleapareció a Henri Paquita, llevando una bata blanca, descalza, con flores deazaharenelpelonegro,arrodilladaanteél,adorándolocomoaldiosdeaqueltemplo adonde se había dignado acudir. Aunque De Marsay estabaacostumbrado a ver los refinamientos del lujo parisino, le sorprendió elaspecto de esa concha, semejante a aquella en que nacióVenus. Bien fueraefectodelcontrasteentrelastinieblasdelasquesalíaylaluzqueleinundabaelalma,bienfueraporunarápidacomparaciónentreaquelescenarioyeldelaprimeraentrevista,notóunadeesassensacionesdeliciosasqueprocedendelapoesíaauténtica.Aldivisar,enelcentrodeaquel recintonacidode lavaritamágicadeunhada,alaobramaestradelacreación,aaquellamuchachacuyocutis de cálidos tonos, cuya piel suave, pero que doraban levemente losreflejos del color rojo y no sé qué vapor amoroso, resplandecía como sidevolviera los rayos de las luces y de los colores, su ira, sus deseos devenganza, su vanidad herida, todo cesó. Como un águila que cae sobre lapresa, la ciñó en un abrazo, se la sentó en las rodillas y notó con indecibleembriaguez la voluptuosa presión de aquellamuchacha cuyos encantos, tanopulentamentedesarrollados,lorodearonconsuavidad.

—¡Ven,Paquita!—dijoenvozbaja.

—¡Habla!Hablasintemor—ledijoella—.Esteretiroseconstruyóparaelamor.Tanambiciosoeseldeseodeconservarlosacentosylasmelodíasdelavozamadaqueningúnsonidosaledeél.Pormuyaltosquefueranunosgritosnopodríanoírsemásalládeestasparedes.Aquíesposibleasesinaraalguienysusquejasseríanenvano,igualquesiestuvieraenmediodelGranDesierto.

—¿Quién,pues,haentendidotanbienloscelosysusnecesidades?

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—Nuncamepreguntesnadaacercadeeso—respondióella,desanudandocon ademán increíblemente gentil la corbata del joven, sin duda para verlebien el cuello—. ¡Sí, aquí está este cuello que me gusta tanto! —dijo—.¿Quierescomplacerme?

Estapregunta,cuyaentonacióntornabacasilasciva,arrancóaDeMarsaydelensimismamientoenque lohabía sumido ladespótica respuestaconquePaquitalehabíaprohibidocualquierpesquisaacercadelserdesconocidoquesecerníacomounasombrasobresuscabezas.

—¿Ysiyoquisierasaberquiénreinaaquí?

Paquitalomirótemblorosa.

—Así que no soy yo —dijo él, levantándose y liberándose de aquellamuchacha, que cayó con la cabeza hacia atrás—. Quiero ser el único allídondeesté.

—¡Asombroso!¡Asombroso!—dijolapobreesclava,presadelterror.

—Pero¿porquiénmetomas?¿Vasacontestarme?

Paquitaselevantódespacio,conlosojosllorosos,fueasacardeunodelosdos muebles de ébano un puñal y se lo tendió a Henri con un ademán desumisiónquehabríaenternecidoauntigre.

—Dame una fiesta como dan los hombres cuando aman —dijo— y,mientrasduermo,mátame,porquenotepuedoresponder.Óyeme:estoyatadacomouninfelizanimalasuestaca;measombrahaberconseguido tenderunpuentesobreelabismoquenossepara.Embriágameyluegomátame.Ay,no,no—dijojuntandolasmanos—.¡Nomemates!¡Megustavivir!¡Lavidaestanhermosaparamí!Soyesclava,perotambiénsoyreina.Podríaembaucartecon palabras, decirte que solo te amo a ti, probártelo, aprovecharme demimomentáneo imperio para decirte: «Tómame como se disfruta, al pasar, delaroma de una flor en el jardín de un rey». Luego, tras haber desplegado laastutaelocuenciadelamujerylasalasdelplacer,trashabercalmadomised,podríamandarquetearrojasenaunpozoendondenadietehallaríayqueseconstruyóparasatisfacerlavenganzasintenerquetemerladelajusticia,unpozollenodecalqueseprenderíaparaconsumirte,sinqueencontrasenniunaparceladetuser.Tequedaríasenmicorazón,míoparasiempre.

Henrimiróalamuchachasintemblar,yaquellamiradalibredetemorlacolmódealegría.

—¡No,noloharé!Aquínohascaídoenunatrampa,sinoenuncorazóndemujerqueteadora.Yamíesaquienarrojaránalpozo.

—Encuentro todo esto prodigiosamente divertido —dijo De Marsayexaminándola—.Peromeparecesunabuenachica,conuncarácterpeculiar.

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Pormi fe de hombre de bien que eres una charada de carne y hueso cuyasoluciónmeparecedifícildeencontrar.

Paquitanoentendiónadadeloqueledecíaeljoven;lomirócondulzuraabriendo unos ojos en los que se pintaba tanta voluptuosidad que nuncapodríansernecios.

—Anda, amor mío —dijo ella volviendo a la primera idea—, ¿quierescomplacerme?

—Harécuantoquieraseinclusoloquenoquieras—respondióriendoDeMarsay,que recuperó sudesenvolturade fatuoal tomar ladecisióndedejarque lo arrastrase el curso de la aventura sin mirar ni hacia atrás ni haciadelante.Quizácontabaademásconsufuerzaysusavoir fairedehombredebuenas fortunas para dominar pocas horasmás tarde a aquellamuchacha yenterarsedetodossussecretos.

—Bueno—dijoella—,puesdéjamearreglarteamimanera.

—Ponmeagustotuyo—dijoHenri.

Paquitafuealegrementeasacardeunodelosdosmueblesunvestidodeterciopelorojo,conelquevistióaDeMarsay;luegolepusoenlacabezaungorrodemujery loarropóenunchal.Mientrasseentregabaaesas locuras,hechas con infantil inocencia, reía con risa convulsa y parecía un pájaroaleteando;peronoveíanadamásallá.

Aunqueesimposibledescribirlasinauditasdeliciasquehallaronestasdoshermosascriaturas,quehabíahechoelcieloenunmomentoderegocijo,quizásíesnecesariotraduciratérminosmetafísicoslasimpresionesextraordinariasycasifantásticasdeljoven.LoquemejorsabenreconocerquienessehallanenlasituaciónsocialdeDeMarsayyvivencomovivíaéleslainocenciadeunamuchacha.Pero,¡cosaextraña!,lamuchachadelosojosdeoroeravirgen,sí,pero,desdeluego,noerainocente.Launióntansorprendentedelomisteriosoyloreal,delasombraydelaluz,delohorribleydelohermoso,delplacerydelpeligro,delparaísoydelinfierno,queyahabíaaparecidoenestaaventura,seprolongabaenelsercaprichosoysublimeaquienDeMarsaydominabaasugusto.Másalládelomássabidoenvoluptuosidadrefinadísima,decuantopudierasaberHenrienlotocantealapoesíadelossentidosalaquellamamosamor, llegaron los tesoros que desplegó aquellamuchacha cuyos ojos comosurtidoresnoincumplieronningunadelaspromesasquehacían.FueunpoemaorientalenelqueirradiabaelsolqueSadiyHafezpusieronensussaltarinasestrofas. Solo que ni el ritmo de Sadi ni el de Píndaro podrían expresar eléxtasis rebosante de confusión y el estupor que se adueñaron de aquellamuchacha deliciosa cuando se disipó el error en que unamano de hierro lahabíahechovivir.

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—¡Muerta!—dijo—.¡Estoymuerta!Adolphe,llévamealfindelatierra,aunaislaendondenadiesepaqueestamos.¡Quenuestrahuidanodejerastro!Nos seguirían hasta el infierno. ¡Dios! Ya llega el día. Vete corriendo.¿Volveréavertealgunavez?Sí,mañana,quierovolveraverte,aunqueporesadichatuvieraquemataratodoscuantosmecustodian.Hastamañana.

Lo estrechó en un abrazo en que estaba el terror de la muerte. Luego,apretóunresortequedebíadecorresponderaunacampanillaysuplicóaDeMarsayquesedejasevendarlosojos.

—¿Ysiahorayanoquisiera?¿Ysiquisieraquedarmeaquí?

—Seríascausadequemurieraantes—dijoella—.Porqueahorayaestoyseguradequemoriréporti.

Henri se sometió.Enelhombrequeacabadesaciarsedeplacerhayunapendientequebajahaciaelolvido,nosesabebienquéingratitud,undeseodelibertad,uncaprichodesalirapasear,untoquededesprecioyquizádeascopor su ídolo; hay, en resumidas cuentas, inexplicables sentimientos que lohaceninfameeinnoble.Lacertidumbredeeseafectoconfuso,perorealenlasalmasalasquenoiluminaesaluzcelestialniperfumaesebálsamosantodedonde nos viene la pertinacia del sentimiento, fue sin duda lo que dictó aRousseaulasaventurasdelordÉdouardconlasqueconcluyenlascartasdeLanueva Héloïse. Si bien está claro que Rousseau se inspiró en la obra deRichardson, no esmenos cierto que se distanció de ella enmil detalles quedejanenesemonumentounamaravillosaoriginalidad; se lo recomendóa laposteridadconelevadasideasqueesdifícilinferirmedianteelanálisiscuando,durantelajuventud,seleeesaobraconelpropósitodehallarlacálidapinturadelmásfísicodenuestrossentimientos,mientrasquelosescritoresseriosylosfilósofosnuncausanlasimágenesmásquecomoconsecuenciaonecesidaddeundilatadopensamiento;ylasaventurasdelordÉdouardsonunadelasideasmáseuropeamenteexquisitasdeesaobra.

Sehallaba,pues,Henribajoelimperiodeesesentimientoconfusodelquenadasabealamorverdadero.Hastaciertopuntoerannecesarioslapersuasivasentenciadelascomparacionesyelatractivoirresistibledelosrecuerdosparavolverloallevaraunamujer.Elamorverdaderoimperasobretodograciasalamemoria.¿Puedeacasoamarseaesamujerquenohaquedadograbadaenelalmaniporelexcesodeplacerniporlafuerzadelsentimiento?SinsaberloHenri,Paquitasehabíaafincadoporesosdosmedios.Peroenaquelmomentoen que no sentía sino el cansancio de la dicha, esa deliciosamelancolía delcuerpo, poco podía analizarse el corazón mientras recordaban los labios elsabor de las más vivas voluptuosidades que nunca hubiera desgranado. Seencontró, con las claras del alba, en el bulevarMontmartre, miró con ojosvacuoscómoescapabanelcocheyloscaballos,sesacódospurosdelbolsillo,

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encendióunoenelfaroldeunabuenamujerquevendíaaguardienteycaféalosobreros,aloschiquillosdeloshuertanos,atodaesapoblaciónparisinaqueempiezaavivirantesdequeamanezca;luegosefue,fumandoelpuroyconlas manos metidas en los bolsillos del pantalón, con una despreocupaciónrealmentepocohonrosa.

«¡Quécosa tanbuenaesunpuro!Deestoesde loqueunhombrenosecansaránunca»,sedijo.

¡En aquellamuchachade losojosdeoropor la que andaba loca aquellatemporada toda la juventud elegante deParís casi ni pensaba!La idea de lamuerte, que habíamencionado ella entre placeres y había ensombrecido envariasocasiones lafrentedeaquellabeldadqueteníaquever,porsumadre,conlashuríesdeAsia;conEuropa,porsueducación;conlostrópicos,porsunacimiento, le parecía uno de esos engaños con los que todas las mujeresintentanhacerselasinteresantes.

«Es de La Habana, del paísmás español del NuevoMundo; así que hapreferido fingir terrorquepasarmepor lasnarices sufrimientos,dificultades,coqueteríaoeldeber,comohacentodaslasparisinas.Juroporsusojosdeoroquemeestoycayendodesueño.»

ViouncochedepuntoparadoenlaesquinadeFrascati,esperandoaunoscuantosjugadores.Despertóalcochero,hizoquelollevaraacasa,seacostóysedurmióconelsueñodelosgranujasque,porunacuriosapeculiaridadalaque aún no ha sacado partido ningún canzonetista, resulta ser tan profundocomo el de la inocencia. Quizá se deba a un efecto de este refrán: Losextremossetocan.

III

LAFUERZADELASANGRE

Aesodelasdocedelmediodía,DeMarsaysedesperezóaldespertarseynotó la acometida de una de esas hambres caninas que todos los soldadosveteranos pueden recordar que sintieron al día siguiente de la victoria.Vio,pues, con agrado que allí estaba Paul de Manerville, pues, en esacircunstancia,nohaynadamásagradablequecomeracompañado.

—¿Ybien?—ledijosuamigo—.Estábamospensandotodosquetehabíasencerradoparadiezdíasconlamuchachadelosojosdeoro.

—¡Lamuchachadelosojosdeoro!Yanimeacuerdodeella.Tengocosasmejoresquehacer,afemía.

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—Ajá,conquetehaceseldiscreto.

—¿Por qué no? —dijo De Marsay riéndose—. Mi querido amigo, ladiscreción es el más hábil de los cálculos. Mira… Pero no, no te diré nipalabra. De ti nunca aprendo nada y no estoy dispuesto a regalarte, singananciaalguna, los tesorosdemipolítica.Lavidaesun ríoque sirveparacomerciar.Porlomássagradoquehayenelmundo,porlospuros,juroquenosoy un profesor de economía social puesta al alcance de los bobos.Almorcemos.Salemásbaratodarteunatortilladeatúnqueobsequiarteconmicerebro.

—¿Túechascuentascontusamigos?

—Querido—dijoHenri,quepocasvecesseprivabadeunaironía—como,noobstante,podríaocurrirte,comoacualquiera,quenecesitasesdiscreciónycomotequieromucho…sí,tequiero…Tedoymipalabradehonordequesisolo necesitases un billete de mil francos para no levantarte la tapa de lossesos,aquíloencontrarías,porqueporahítodavíanohemoshipotecadonada,¿verdad, Paul? Si mañana te batieses, mediría la distancia y cargaría laspistolasparaquetematasensinfaltaralasnormas.Y,porfin,siacualquieraque no fuera yo se le ocurriera hablar mal de ti cuando tú no estuvieraspresente,tendríaquehabérselasconesecaballeromuyrudoquellevodentro.Esoesloqueyollamounaamistadatodaprueba.Bien,puescuandonecesitesdiscreción, muchacho, has de saber que existen dos clases de discreción:discreción activa y discreción negativa. La discreción negativa es la de lostontosque recurrenal silencio, a lanegación, a la expresiónenfurruñada, ladiscreción de las puertas cerradas, una impotencia auténtica. La discreciónactivaoperaconafirmaciones.Siestanoche,enelCírculo,dijera:«¡Pormifede hombre de bien, la muchacha de los ojos de oro no vale lo que me hacostado!», cuando me fuera todo el mundo exclamaría: «¿Habéis oído alpresumidoesedeDeMarsayquequerríahacernoscreerqueyahaconseguidoa lamuchacha de los ojos de oro?Lo hace para librarse de sus rivales. ¡Esmuyhábil!».Perounaastuciaasíesvulgarypeligrosa.Pormuygrandequesea la estupidez que soltemos, siempre habrá algunos bobos capaces decreérsela. La mejor discreción es esa a la que recurren las mujeres listascuandoquierenquenosospechensusmaridos.Consisteencomprometeraunamujerporlaquenotenemosinterés,oalaquenoqueremos,oquenohemosconseguido, para preservar el honor de aquella a la que queremos bastantepararespetarla.Esoesloquellamolamujer-pantalla.Ah,aquíllegaLaurent.¿Quénostraes?

—OstrasdeOstende,señorconde.

—Algúndíasabrás,Paul,quédivertidoesjugarconlagentehurtándoleelsecretodenuestrosafectos.Notounplacerinmensoallibrarmedelaestúpida

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jurisdicción de lamasa, que nunca sabe ni lo que quiere ni lo que le hacenquerer, que confunde los medios con los resultados, que tan pronto adoracomo maldice y tan pronto ensalza como destruye. Qué dicha imponerleemocionesyqueellanonoshagasentirninguna,domeñarlaynoobedecerlenunca. Si de algo podemos sentirnos orgullosos, ¿no es acaso de un poderadquirido por nuestros propios medios, del que somos a un tiempo causa,efecto, principio y resultado? Pues bien, no hay hombre alguno que sepa aquiénamo,niloquequiero.Esposiblequesesepaaquiénaméyloquequise,delamismaformaqueseconocenlosdramasyaconcluidos;pero¿dejarquealguien me vea las cartas?… Debilidad… Engaño. No sé de nada másdespreciablequelafuerzadelaqueseburlalamaña.Meinicio,sindejardedivertirme, en el oficio de embajador, y eso en el supuesto de que ladiplomacia sea tan difícil como la vida. Que lo dudo. ¿Eres ambicioso?¿Quieresllegaraalgo?

—Pero,Henri,nometomeselpelo.Comosinofueralobastantemediocreparallegaratodo.

—¡Bien,Paul!Sisiguesburlándotedetimismo,prontopodrásburlartedetodoelmundo.

Tras almorzar, De Marsay empezó, cuando llegó al puro, a ver losacontecimientos de la noche con una luzmuy singular. Como les sucede amuchas mentes preclaras, su perspicacia no era espontánea; no calaba deinmediatoenelfondodelascosas.Comotodosloscaracteresdotadosconlafacultaddevivirmuchoenelpresente,desacarleeljugo,comoquiendice,yde devorarlo, su visión segunda precisaba de algo así como el sueño paraidentificarseconlascausas.AsíeraelcardenaldeRichelieu,loquenoexcluíaenélesedondepreverlonecesarioparaconcebirlascosasgrandes.ContabaDeMarsay con todos esos requisitos, pero no utilizó al principio sus armassinoenprovechode susgoces,yno llegóa serunode lospolíticosdemáscalado de estos tiempos hasta que no se saturó de los placeres en los quepiensade entradaun jovencuandocuenta conel oroy conel poder.Así seendurece el hombre: desgasta a la mujer, para que la mujer no puedadesgastarlo.Enaquelmomento,pues,sediocuentaDeMarsaydequehabíasido juguete de lamuchacha de los ojos de oro al ver, en conjunto, aquellanoche cuyos placeres no habíanmanado sino gradualmente para acabar porderramarse de forma torrencial. Pudo entonces leer en aquella página, deefectotanbrillante,eintuirsusentidooculto.LainocenciameramentefísicadePaquita,supasmadojúbilo,algunaspalabras,oscurasalprincipioyclarasahora,quese lehabíanescapadoenmediodeaquel júbilo, todoledemostróque había ejercido de amante en lugar de otra persona. Como no le eradesconocida ninguna de las corrupciones sociales y sentía completaindiferenciaportodosloscaprichosylosteníaporjustificados,porelhecho

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mismodequeeraposiblesatisfacerlos,noloescandalizóelvicio;loconocíacomo se conoce a un amigo, pero se sintió herido por haberle servido desustento. Si sus presunciones eran atinadas, lo habían ultrajado en lo mássensibledesuser.Bastóconesasospechaparaqueseenfurecieraysoltóelrugidodeuntigredelquesehubieraburladounagacela,elgritodeuntigrequesumabaalafuerzadelanimallainteligenciadeldemonio.

—Pero¿quétepasa?—ledijoPaul.

—¡Nada!

—Noquerríayo,sitepreguntasensiteníasalgocontramí,quecontestasescon un nada como ése, porque seguro que teníamos que batirnos al díasiguiente.

—Yoyanomebato—dijoDeMarsay.

—Esomeparecemástrágicoaún.¿Asesinas?

—Estásdisfrazandolaspalabras.Ejecuto.

—Querido amigo —dijo Paul—, esta mañana tienes unas bromas muynegras.

—¿Qué quieres? La voluptuosidad lleva a la ferocidad. ¿Por qué? Loignoro;ynosoylosuficientementecuriosoparaindagarlacausa.Estospurosson estupendos. Sírvele té a tu amigo. ¿Sabes, Paul, que llevo una vidaembrutecida?Vasiendohoradebuscarundestino,deemplearlasfuerzasenalgo que merezca la pena vivir. La vida es una comedia singular. Estoyasustado;meríodelainconsecuenciadenuestroordensocial.Elgobiernolescorta la cabeza a unos pobres infelices que han matado a un hombre y dapatenteaunosseresqueliquidancadainvierno,enelámbitodelamedicina,aunadocenadejóvenes.Laéticaestáinermecontraunadocenadeviciosquedestruyenlasociedadyquenadapuedecastigar.¿Otrataza?Palabradehonordequeelhombreesunbufónquebailaalaorilladeunprecipicio.Noshablande la inmoralidaddeLas relacionespeligrosasydenoséquéotro libroquetiene nombre de doncella de servicio; pero existe un libro horrible, sucio,espantoso, corruptor, siempre abierto, que nunca cerrará nadie, el gran librodel mundo, por no mencionar otro libro mil veces más peligroso, que secomponedetodoloquesedicealoídoentrehombresotraselabanicoentremujeres,porlanoche,enelbaile.

—Henri,nocabedudadequeteestápasandoalgoextraordinarioysenotapeseatudiscreciónactiva.

—¡Sí! Mira, tengo que despachar el tiempo hasta esta noche. Vamos ajugar.Alomejortengoladichadeperder.

DeMarsay se levantó, cogióunpuñadodebilletesdebanco, los enrolló

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dentrodelapetaca,sevistióyaprovechóelcochedePaulparairalCírculodelosForasterosendonde,hastalahoradelacena,consumióeltiempoenesasemocionantesalternativasdepérdidaygananciaquesonelúltimorecursodelas constituciones fuertes cuando no les queda más remedio que actuar envacío.Porlanoche,volvióalpuntodecitaysedejódebuengradovendarlosojos.Luego, con esa firmevoluntadque solo loshombres realmente fuertestienen la facultad de concentrar, puso atención y aplicó la inteligencia enadivinarporquécallespasabaelcoche.TuvoalgoasícomounacertidumbredequelollevabanporlacalledeSaint-Lazareysedeteníanenlapuertecitadel jardín de lamansiónSanReal.Cuando cruzó, como la vez anterior, esapuertaylopusieronenunasangarillas,que,sinduda,llevabanelmulatoyelcochero, comprendió, al oír crujir la arena bajo los pies, por qué tomabanprecaucionestanminuciosas.Habríapodido,sihubieseestadoenlibertad,osihubieraidocaminando,cortarlaramadeunarbusto,mirarquétipodearenaselehabíaquedadopegadaalasbotas;mientrasque,si lotransportabanporlos aires, como quien dice, hasta un palacete inaccesible, su buena fortunateníaqueserporfuerzaloquehabíasidohastaentonces:unsueño.Pero,paramayordesesperacióndelhombre,solopuedehacercosasimperfectas,yaseaparabien,yaparamal.Todassusobrasintelectualesofísicasllevanelsellodeladestrucción.Había llovidounpoco, la tierraestabahúmeda.Por lanochehayaromasvegetalesmuchomásfuertesqueduranteeldía.Henrinotó,pues,el perfume de la reseda al recorrer el paseo por el que lo llevaban. Aquelindiciohabíadeiluminarloenlasinvestigacionesqueseprometíahacerparalocalizar lamansión en que se hallaba el gabinete de Paquita. Se fijó de lamisma forma en los rodeos que los porteadores dieron por la casa y creyópoderrecordarlos.Sevio,igualquelavíspera,enlaotomanayantePaquita,queleestabadesatandolavenda;perolaviopálidaycambiada.Habíallorado.Arrodillada como un ángel orante, pero como un ángel triste y hondamentemelancólico,lapobremuchachanoteníayanadaqueverconelcurioso,conelimpaciente,conelsaltarínserquehabíasubidoaDeMarsayasusalasparatransportarlo al séptimo cielo del amor.Había algo tan auténtico en aquelladesesperaciónqueelplacervelabaqueelterribleDeMarsaynotóensufuerointernoadmiraciónporaquellanuevaobramaestrade lanaturalezayolvidómomentáneamenteelinterésprincipaldeaquellacita.

—Pero¿quétesucede,Paquitamía?

—Querido—dijo ella—, sácame de aquí estamisma noche.Méteme enalgúnsitiodondenopuedandecir,alverme:«ÉstaesPaquita»;dondenadieconteste:«Hayaquíunamuchachadeojosdoradosypelolargo».Enesesitiotedarécuantosplaceresdeseesrecibirdemí.Luego,cuandoyanomeames,nodirénadaynodeberássentirremordimientoalgunosimeabandonas,puesun día pasado a tu lado, un día nada más, durante el que te habré estadomirando,habrásidoparamílomismoqueunavidaentera.Pero,simequedo

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aquí,estoyperdida.

—No puedo irme de París, niña—contestó Henri—. No soy mi propiodueño;meuneunjuramentoalasuertedevariaspersonasquesonmíasdelamismaformaqueyosoydeellas.PeropuedoprepararteenParísunasiloalquenollegaráningúnpoderhumano.

—No—dijoella—;teolvidasdelpoderfemenino.

Nunca frase pronunciada por una voz humana expresó de forma másabsolutaelterror.

—¿Quiénpodríallegarhastatisimeinterpongoentretúyelmundo?

—¡Elveneno!—dijoella—.YasospechadetidoñaConcha.Y—añadió,dejandocorrerlaslágrimas,quelebrillaronalbajarporlasmejillas—esmuyfácildarsecuentadequeyanosoylamisma.Pues,bien,simeabandonasalairadelmonstruoquemedevorará,hágasetusantavoluntad.Peroven,queennuestro amor estén todas las voluptuosidades de la vida.Además, suplicaré,lloraré,gritaré,medefenderé,quizámesalve.

—Pero¿aquiénimplorarás?—dijoél.

—¡Silencio! —siguió diciendo Paquita—. Si consigo gracia, quizá seamercedamidiscreción.

—Damemivestido—dijoinsidiosamenteHenri.

—No, no—respondió ella con vehemencia—, sigue siendo lo que eres,unodeesosángelesquemehabíanenseñadoaaborreceryenquienesnoveíasinomonstruos,siendoasíquesoislomáshermosobajolacapadelcielo—dijo, acariciándole el pelo a Henri—. No sabes lo estúpida que soy. No heaprendidonada.Llevodesdelosdoceañosencerrada,sinhabervistoanadie.Nosénileerniescribir,solohabloinglésyespañol.

—¿YcómorecibesentoncescartasdeLondres?

—¿Mis cartas? ¡Mira, éstas son!—dijo ella, yendo a sacar unos cuantospapelesdeunaltojarrónjaponés.

Le alargó aDeMarsay unas cartas en las que el joven vio con sorpresaunascuriosasfigurassemejantesalasdelosjuegosjeroglíficos,trazadasconsangreyqueeranlaexpresióndefrasesapasionadísimas.

—Pero —exclamó él, admirando aquellos dibujos jeroglíficos fruto deunoshábilescelos—estásbajoelimperiodeungenioinfernal.

—Infernal—repitióella.

—Pero¿cómopudistesalir…?

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—Ah—dijoella—.Deahívienemipérdida.ColoquéadoñaConchaentreel temordeunamuerte inmediataodeuna ira futura.Sentíaunacuriosidaddemoníaca, quería romper el círculo de bronce que habían trazado entre lacreación y yo; quería ver cómo eran los jóvenes, pues no conozco máshombresquealmarquésyaChristemio.Nuestrococheroyellacayoquenosacompañasonunosancianos.

—Pero¿noestaríassiempreencerrada?Tusaludexigía…

—Ah—repusoella—,paseábamos,perodenocheyporelcampo,aorillasdelSena,lejosdelagente.

—¿Noteenorgullecesdequeteamenasí?

—No—dijoella—.¡Yano!Aunquecolmada,estavidaocultanoessinotinieblassilacomparamosconlaluz.

—¿Aquéllamaslaluz?

—¡Ati,mihermosoAdolphe,ati,porquiendaríalavida!¡Todaslascosasapasionadas que me han dicho y que inspiraba, las siento por ti! Hubomomentosenquenoentendíanadadelaexistencia,peroahorasécómonosamamos;y,hastaahora,solomeamaban,yonoamaba.Lodejaríatodoporti;llévamecontigo.Siasíloquieres,tómamecomounjuguete,perodéjameestaratuladohastaquemerompas.

—¿Nololamentarás?

—Niporunmomento—dijo,dejandoleerensusojos,cuyotonodeorosiguiópuroyclaro.

«¿Esamíaquienprefiere?», sedijoHenripara susadentros.Y, aunquevislumbrabalaverdad,sehallabaentoncesdispuestoaperdonarlaofensaenfavordeaquelamortaningenuo.«Enfin,yaverémásadelante»,pensó.

AunquePaquitanoledebíaenabsolutocuentasdelpasado,desdeelpuntode vista deHenri elmínimo recuerdo era un crimen.Tuvo, pues, las tristesfuerzas de conservar un pensamiento propio, de juzgar a su amante, deestudiarla al tiempo que se entregaba con abandono a los placeres másestimulantes que nunca ideara ninguna Peri, bajada de los cielos, para suamado.EracomosiaPaquitalahubierancreadoparaelamor,conunmimoespecialde lanaturaleza.Deunanocheaotra,sugenialidadfemeninahabíahecholosprogresosmásveloces.Pormuchoquefueraelvigordeljoven,pormuchaquefuerasudespreocupaciónenmateriadeplaceres,pesealasaciedaddelavíspera,hallóenlamuchachadelosojosdeoroeseharénquesabecrearlamujeramantea laqueunhombreno renuncia jamás.Paquita respondíaaesapasiónporelinfinitoquesiententodosloshombresgrandesdeverdad,esapasiónmisteriosa que de forma tan dramática se expresa en Fausto, que de

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formatanpoéticasetraduceenManfred,yquemovíaadonJuanarebuscarenelcorazóndelasmujeres,conlaesperanzadehallarenélesepensamientosin límites en cuya búsqueda parten tantos cazadores de espectros, que lossabioscreenentreverenlaciencia,yquelosmísticosnohallansinoenDios.La esperanza de poseer por fin al Ser ideal, con el que la lucha podía serconstantesinserfatigosa,arrobóaDeMarsay,quien,porprimeravezdesdehacíamucho,abrióelcorazón.Relajólosnervios,sederritiósufrialdadenelambientedeaquellaalmaardorosa,salieronvolandosusdoctrinastajantes,yladicha lecoloreó laexistencia, talycomoestabacoloreadoaquelgabineteblancoyrosa.Alsentirelaguijóndeunavoluntadsuperior,sedejóarrastrarmás allá de los límites enquehabía encerrado la pasiónhasta entonces.Noquisoquelosuperaseaquellamuchachaaquienunamorartificial,comoquiendice, había formado de antemano para las necesidades de su alma; y hallóentoncesenesavanidadqueimpelealhombreaservencedorentodofuerzasparadomeñaraaquellamuchacha;perotambién,proyectadomásalládeesalíneaenqueelalmaesdueñadesímisma,seperdióporellimbodeliciosoqueel vulgo llama de forma tan necia los espacios imaginarios. Fue tierno,bondadosoycomunicativo.VolvióaPaquitacasiloca.

—¿YporquénonosvamosaSorrento,aNiza,aChiavari,apasarasítodalavida?¿Quieres?—ledecíaaPaquitaconvozpenetrante.

—Pero¿quénecesidadtienesdepreguntarmesiquiero?—exclamóella—.¿Tengovoluntadacaso?Solosoyalgoexternoatiparaserunplacerparati.Siquieresescogerunretirodignodenosotros,Asiaeslaúnicacomarcaenqueelamorpuedaextenderlasalas…

—Tienesrazón—siguiódiciendoHenri—.VámonosalasIndias,dondelaprimaveraeseterna,dondelatierranodanuncasinoflores,dondeelhombrepuededesplegarelboatodelossoberanossinquesecritiquecomosucedeenlos necios países en que se quiere implantar la ramplona quimera de laigualdad.Vamosaesaregiónenqueseviveentremultituddeesclavos,enqueel sol ilumina siempre un palacio que no deja de ser blanco, en que sesiembran perfumes en el aire, en que los pájaros cantan el amor y dondemorimoscuandoyanopodemosamar…

—¡Y donde se muere juntos! —dijo Paquita—. Pero no nos vayamosmañana,vámonosahoramismo;nosllevaremosaChristemio.

—Afemíaqueelplacereselmáshermosodesenlacedelavida.VamosaAsia;pero,parairnos,niña,necesitamosmuchooro;y,parateneroro,hayquearreglarlosasuntos.

Paquitanoentendíaesospensamientos.

—¡Orohayaquíenmontonesasídealtos!—dijolevantandolamano.

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—Noesmío.

—¿Yquémás da?—siguió diciendo ella—.Si lo necesitamos, vamos acogerlo.

—Notepertenece.

—¿Pertenecer?—repitióella—.¿Acasonomehastomadotú?Cuandolohayamoscogido,nospertenecerá.

Élseechóareír.

—¡Pobreinocente!Nosabesnadadelascosasdeestemundo.

—No,peroestosílosé—exclamóellaatrayendoaHenrisobresucuerpo.

EnelprecisomomentoenqueDeMarsayseestabaolvidandode todoyconcebíaeldeseodeadueñarseparasiempredeaquellamujer,leasestaron,enmedidodesualegría,unapuñaladaque,porprimeravez,leatravesódeparteaparte el corazónmortificado.Paquita, que lohabía alzadovigorosamente envilocomoparacontemplarlo,exclamó:«¡Ay,chiquilla!».

—¡Chiquilla!—exclamóeljoven,conunrugido—.Ahorasétodoaquellodeloqueaúnqueríadudar.

Se abalanzó hacia elmueble en el que se guardaba el puñal. Felizmenteparaellayparaél,elarmarioestabacerrado.Conaquelobstáculo,lecreciólarabia; pero recobró la calma, fue a buscar la corbata y se acercó a ella conexpresión tan ferozmente significativa que, sin saber de qué crimen eraculpable,Paquitaentendióqueletocabamorir.Fueentonces,deunsolosalto,hasta el extremo de la habitación para evitar la lazada fatal queDeMarsayquería colocarle alrededor del cuello.Hubo una lucha. Por ambas partes, laflexibilidad,laagilidad,elvigorfueronparejos.Paraconcluirlapelea,Paquitaletiróalaspiernasasuamanteunalmohadónquelohizocaeryaprovechólatregua para apretar elmuelle que ponía enmarcha una alarma.Apareció derepente el mulato. En un abrir y cerrar de ojos, Christemio saltó sobre DeMarsay,lotiróalsuelo,lepusounpieenelpechoconeltalónapuntandoalagarganta.DeMarsaycomprendióque,siseresistía,bastaríaconunaseñaldePaquitaparaqueloaplastaraalinstante.

—¿Porquéqueríasmatarme,amormío?—ledijoella.

DeMarsaynorespondió.

—¿Enquétehedisgustado?—ledijoella—.Habla.Vamosaaclararlo.

Henri siguió con la actitud flemática del hombre fuerte que se sabevencido: porte frío, callado,muy inglés, que anunciaba la conciencia de sudignidad con una resignación momentánea. Por lo demás, ya se le habíaocurrido,pesealaira,quenoeraprudentecomprometerseantelajusticiapor

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mataraaquellamuchachadeimprovisoysinhaberpreparadoelcrimenparatenerlaseguridaddequedarimpune.

—Amadomío—siguiódiciendoPaquita—,háblame;¡nomedejessinunadiós de amor! No querría guardar en el corazón el espanto que acabas deimprimir en él. ¿Vas a hablar o no?—dijo dando una rabiosa patada en elsuelo.

DeMarsaylerespondióconunamiradaquequeríadecirdeformatanclaramorirásquePaquitaseabalanzóhaciaél.

—Bien está. ¿Quieres matarme? ¡Si mi muerte puede ser de tu agrado,mátame!

LehizounaseñaaChristemio,quelequitóelpiedeencimaaljovenysefue,sinqueselenotaseenlacarasiteníabuenaomalaopinióndePaquita.

—¡Éseesunhombre!—dijoDeMarsay,señalandoalmulatoconsombríoademán—.Nohaymásdevociónqueladevociónqueobedecealaamistadsinjuzgarla.Tienesenesehombreaunamigoverdadero.

—Te lo daré si quieres —respondió ella—; te servirá con la mismadevociónquesientepormísiselopido.

Esperóunapalabraderespuestayañadióconacentorebosantedeternura:

—Adolphe,dimeunapalabraamable.Prontovaaserdedía.

Henrinorespondió.Aqueljoventeníaunatristevirtud,puesseconsideraque es una cosa grande todo cuanto se asemeja a la fuerza y los hombresdivinizan con frecuencia algunas extravagancias. Henri no sabía perdonar.Saberdarmarchaatrás,queespordescontadounadelasfinurasdelalma,erapara él un contrasentido. Su padre le había transmitido la ferocidad de loshombres del Norte, que tiñe en gran medida la sangre inglesa. Eran taninquebrantablessusbuenossentimientoscomolosmalos.LaexclamacióndePaquitahabíasidoparaéltantomáshorrorosacuantoquelohabíadestronadodeltriunfomásdulcequenuncahubierahechocrecersuvanidaddehombre.Sehabíanexaltadoenéllaesperanza,elamorytodoslossentimientos,todoselehabíaincendiadoenelcorazónyenlainteligencia;luego,unvientofríohabía apagado esas antorchas encendidas para iluminarle la vida. Paquita,estupefacta,solotuvo,ensudolor,fuerzaparadarlaseñaldelapartida.

—Esto ya no vale para nada —dijo, tirando la venda—. Si ya no mequiere,simeodia,todohaterminado.

Esperóunamirada,nolaobtuvoysedesplomómediomuerta.Elmulatolelanzó a Henri una ojeada tan tremendamente significativa que hizoestremecerseporprimeravezenlavidaaaqueljovenaquiennadienegabaeldondeuna infrecuente intrepidez:«Sino laquieresbien, si ledaselmenor

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disgusto,temataré».Esoeraloquequeríadeciraquellarápidamirada.LlevóaDeMarsay con atenciones casi serviles por un corredor al que daban luzunasventanascondenadasy, al cabodel cual, salióporunapuerta secretaauna escalera disimulada que llevaba al jardín de la mansión San Real. Elmulatolohizocaminarconprecauciónporunpaseodetilosquedesembocabaenunapuerta pequeñaquedaba a una calle desierta en esosmomentos.DeMarsaysefijóbienentodo;elcocheloestabaesperando;estavez,elmulatono loacompañó;y, enelmomentoenqueDeMarsay sacó lacabezapor laventanilla para ver de nuevo los jardines y el palacete, se topó con los ojosblancos de Christemio, con quien cruzó una mirada. Fue una provocaciónmutua,undesafío,elanunciodeunaguerradesalvajes,deunduelodondenotenían cabida las pautas ordinarias, en donde la traición y la perfidia eranmedioslícitos.ChristemiosabíaqueHenrihabíajuradomataraPaquita.HenrisabíaqueChristemioqueríamatarloantesdequeélmataseaPaquita.Ambosseentendieronalasmilmaravillas.

«Laaventuraseestácomplicandode formabastante interesante», sedijoHenri.

—¿Dóndevaelseñor?—preguntóelcochero.

HenrilemandóquelollevaseacasadePauldeManerville.

Durantemásdeunasemana,Henrifaltódesucasa,sinquenadiepudierasaberniloquehizoenesetiemponienquésitioestuvo.Esteretirololibródelafuriadelmulatoyacarreólapérdidadelapobrecriaturaquehabíapuestotodalaesperanzaenaquelaquienamabacomonuncaserhumanoamóenlatierra.Elúltimodíadeesasemana,alrededordelasoncedelanoche,Henrillegó en coche a la puertecita del jardín de la mansión San Real. Loacompañaban tres hombres. Estaba claro que el cochero era amigo suyo,porqueseirguióenelpescantecomohombreque,atentocentinela,quiereoírelmenor ruido.Unode losotros tres sequedópor fuerade lapuerta, en lacalle; el segundo, de pie en el jardín, apoyado en la tapia; el último, quellevabaenlamanounmanojodellaves,acompañóaDeMarsay.

—Henri—ledijosuacompañante—,noshanvendido.

—¿Quién,mibuenFerragus?

—Noduermentodos—respondióeljefedelosDevorantes—;porfuerzaalguiendelacasanihacomidonihabebido.Mira,fíjateenesaluz.

—Tenemoslosplanosdelacasa.¿Dedóndeviene?

—No necesito plano para saberlo —respondió Ferragus—; viene deldormitoriodelamarquesa.

—Ah —exclamó De Marsay—. Seguramente habrá llegado hoy de

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Londres.¡Habíaestamujerdequitarmeinclusomivenganza!Pero,sisemehaadelantado,miqueridoGratien,laentregaremosalajusticia.

—¡Escucha!Yaestáelasuntorematado—dijoFerragus.

Ambos amigos prestaron oído y les llegaron unos gritos débiles quehabríanenternecidoaunostigres.

—Aesamarquesatuyanoselehaocurridoquelosruidossaldríanporeltubo de la chimenea —dijo el jefe de los Devorantes con risa de críticoencantadodehaberdescubiertounfalloenunaobrabienhecha.

—Solonosotrossabemospreverlotodo—dijoHenri—.Espérame,quieroir a ver qué está pasando ahí arriba para estar al tanto de la forma en quesolventan sus riñas domésticas. En nombre de Dios, me parece que la estáasandoafuegolento.

De Marsay subió ágilmente la escalera que ya conocía y reconoció elcaminodelgabinete.Alabrirlapuerta,sintióelescalofríoinvoluntarioquelecausaversangrederramadaalhombremásdecidido.Elespectáculoqueselebrindóalavistaledio,porcierto,másdeunmotivodeasombro.Lamarquesaera mujer y había calculado su venganza con esa perfección en la perfidiacaracterísticadelosanimalesdébiles.Habíadisimuladolairaparaestarseguradelcrimenantesdecastigarlo.

—¡Demasiadotarde,amadomío!—dijolamoribundaPaquitacuyosojospálidossevolvieronhaciaDeMarsay.

La muchacha de los ojos de oro expiraba sumergida en sangre. Queestuvierantodaslasantorchasencendidas,quesenotaseunperfumeexquisitoyreinaraciertodesordenendondelamiradadelhombredebuenasfortunasnopodía por menos de reconocer locuras que comparten todas las pasiones,proclamaba que la marquesa había interrogado hábilmente a la culpable.Aquel aposento blanco en donde tanto destacaba la sangre, revelaba unprolongado combate. Las manos de Paquita habían dejado huella en losalmohadones.Sehabíaaferradoalavidapordoquier,sehabíadefendidopordoquier,ypordoquierlahabíanherido.Conlasmanosensangrentadas,habíanluchado sin duda durante mucho rato, había arrancado jirones enteros delcortinaje acanalado.Paquitadebíadehaberpretendido treparhasta el techo.Seveíanlasmarcasdelospiesdesnudosporelrespaldodeldiván,porencimadelcualhabíacorridosinduda.Aquelcuerpoquesuverdugohabíadeshechoapuñaladasdecíadequé formaencarnizadahabíapeleadoporunavidaquetancaralehacíalaexistenciadeHenri.Yacíaenelsueloy,almorir,lehabíamordidolosmúsculosdelempeinealaseñoradeSanReal,queaúnllevabaelpuñal chorreando sangre en la mano. La marquesa tenía el pelo arrancado,estaba cubierta demordiscos, algunos de los cuales sangraban, y el vestido

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desgarrado la mostraba casi desnuda y con los pechos arañados. Estabasublime. El rostro ávido y furioso aspiraba el olor de la sangre. La bocajadeanteseguíaentreabiertayno lebastabanpara respirar lasventanasde lanariz.Hayanimalesenfurecidosquesearrojansobreelenemigo,lomatany,sosegados con la victoria, parecen haberlo olvidado todo.Otros dan vueltasalrededordelavíctimaylacustodian,portemoraquevenganaarrebatárselay, semejantes al Aquiles de Homero, dan nueve veces la vuelta a Troyaarrastrandoalenemigoporlospies.Asíeralamarquesa.NovioaHenri.Paraempezar,teníatancompletaseguridaddeestarsolaquenotemíaquehubieratestigos; y, además, estaba demasiado ebria de sangre caliente, demasiadoenardecidaporelcombate,demasiadoexaltadaparafijarseenParísenterosiParíshubieraformadouncircoasualrededor.Nohabríanotadocaerelrayo.NisiquierahabíaoídoelúltimosuspirodePaquitaypensabaque lamuertapodíaoírlaaún.

—¡Muere sin confesión! —le decía—. Ve al infierno, monstruo deingratitudynoseasyasinodeldemonio.¡Tusangremedebesporlaqueaélle has dado! Muere, muere, padece mil muertes, he sido demasiadobondadosa,tehematadoenunmomento;habríaqueridoquepadecierastodoslosdolorescuyolegadomedejas.¡Yovoyavivir!Yvivirédesgraciada.¡MeveoreducidaanoamaryasinoaDios!

Lacontempló.

—Estámuerta—sedijo,trasunapausa,volviendoensíconviolencia—.¡Muerta!¡Ay,voyamorirmededolor!

La marquesa quiso arrojarse sobre el diván, bajo el agobio de unadesesperaciónqueladejabasinvoz.YeseademánlepermitióentoncesveraHenrideMarsay.

—¿Quiénerestú?—ledijocorriendohaciaélconelpuñalenalto.

Henri le detuvo el brazo y pudieron así ambosmirarse cara a cara.Unaespantosa sorpresa hizo que les corriera a los dos por las venas una sangrehelada; y les temblaron las piernas como a caballos asustados. Pues,efectivamente,nohabríansidomásparecidosentresídosMenecmos.Dijeronauntiempolamismafrase:

—SupadredebedeserlordDudley.

Yambosasintieronconlacabeza.

—Erafielalasangre—dijoHenri,señalandoaPaquita.

—Tenía tanpocaculpacomopuede tenerse—añadióMargaritaEufemiaPorraberil, que se abalanzó sobre el cuerpo de Paquita lanzando gritos dedesesperación—. Pobre niña. ¡Ay! Querría reanimarte. He hecho mal,

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perdóname. ¡Paquita!Hasmuerto. ¡Yyoestoyviva!Lamásdesdichadasoyyo.

EnaquelmomentoaparecióelhorriblerostrodelamadredePaquita.

—Vasadecirmequenome lavendisteparaque lamatase—exclamó lamarquesa—.Yaséporquésalesdetucubil.Telapagarédosveces.Calla.

Fueacogerunabolsadeorodelmuebledeébanoylaarrojócondesdénalos pies de la anciana. El sonido del oro consiguió trazar una sonrisa en lainmóvilfisonomíadelageorgiana.

—Llegoatiempoparaayudarte,hermanamía—dijoHenri—.Lajusticiatereclamará…

—Nada—respondiólamarquesa—.Solounapersonapodíapedircuentasdeestamuchacha.YChristemiohamuerto.

—¿Y estamadre—preguntóHenri, señalando a la vieja—no te exigirádineroyasiempre?

—Esdeunpaísdondelasmujeresnosonseres,sinocosasconlasquesehaceloquesequiere,sevenden,secompran,sematan,esdecir,queseusanpara los caprichos de la misma forma que usáis aquí los muebles. Por lodemás, tiene una pasión ante la que capitulan todas las demás y que habríadestruido por completo el amor materno si hubiera querido a su hija, unapasión…

—¿Cuál?—dijoconprestezaHenri,interrumpiendoasuhermana.

—¡Eljuego,delqueteguardeDios!—lerespondiólamarquesa.

—Pero¿quiéntevaaayudar—dijoHenri,señalandoalamuchachadelosojosdeoro—paraquitartodoslosrastrosdeestaextravaganciaquelajusticianotetoleraría?

—Tengo a su madre —respondió la marquesa, señalando a la viejageorgiana,aquienhizounaseñalparaquenosefuera.

—Volveremosavernos—dijoHenri,quepensabaenlopreocupadosquedebíandeestarsusamigosysentíanecesidaddeirse.

—No,hermanomío—dijoella—.Novolveremosavernosnunca.MevoyaEspañaaingresarenelconventodelosDolores.

—Eresaúndemasiadojovenydemasiadohermosa—dijoHenritomándolaentrelosbrazosydándoleunbeso.

—Adiós—dijo ella—. No hay consuelo para la pérdida de lo que nosparecióelinfinito.

Page 60: La Muchacha de los Ojos de Oro - epedagogia.com.br€¦ · humos. Pues, indiferente ayer a lo que va a exaltarlo mañana, el parisino vive como un niño, tenga la edad que tenga

Ochodíasdespués,PauldeManervilleseencontróconDeMarsayenLesTuileries,enlaterrazadeLesFeuillants.

—Bueno,¿yquéhasidodenuestrahermosamuchachadelosojosdeoro,grandísimobribón?

—Hamuerto.

—¿Dequé?

—Delpecho.

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