la niña que de ciudad padecía

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La niña ya no quiere jugar, el sol no quiere tomar, al parecer la alegría ya no se le da. Un día hacia los cerros su mirada decidió apuntar e hipnotizada y encantada vio un ave que de a poco se atrevió a cruzar, este ave pronto a su ventana hubo de llegar y la niña sintió la extraña necesidad de su ventana abrir de par en par. Al acercarse la toma por sorpresa que ante nunca haber sentido la necesidad de su ventana abrir no logró resultado alguno ni ser humano al que recurrir. Oye una voz, es nuevamente su madre avisándole que a la mesa debe pasar -qué predicamento en el que me encuentro al no poder este ave alcanzar- exclamó la niña. Su madre vuelve a llamar y la niña no tiene más remedio que desistir en su lucha y encontrar consuelo en su sueño donde nadie es dueño. Los días pasaban y su inquieta mente no paraba, aquel ave de mil colores que volando cerca de su ventana se encontraba sería el mejor recuerdo de todos, en eso concuerdo. Al pasar los días el sonido de su aleteo y los colores brillantes que este irradiaba se sienten todavía muy cerca de aquella ventana, la niña inmersa en otro tipo de actividades no predijo lo que traerían las festividades, la lluvia incesante de noviembre le dice que no es tiempo para que ella juegue, más al cesar la lluvia estrepitosa la niña sintió deseosa de mirar por su ventana donde vio al ave majestuosa. Esta vez a esa ventana ha de llegar, sin importar lo que su madre pueda decir ella toma fuerzas y como el ave echa a volar. Abre su ventana con las fuerza que nunca tuvo y de seguir a ese ave no se contuvo, a la montaña dio a parar ¡qué paisaje tan particular!

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Cuento acerca de una niña que sufre de una enfermedad muy particular...

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Page 1: La niña que de ciudad padecía

La niña ya no quiere jugar, el sol no quiere tomar, al parecer la alegría ya no se le da. Un día hacia los cerros su mirada decidió apuntar e hipnotizada y encantada vio un ave que de a poco se atrevió a cruzar, este ave pronto a su ventana hubo de llegar y la niña sintió la extraña necesidad de su ventana abrir de par en par. Al acercarse la toma por sorpresa que ante nunca haber sentido la necesidad de su ventana abrir no logró resultado alguno ni ser humano al que recurrir. Oye una voz, es nuevamente su madre avisándole que a la mesa debe pasar -qué predicamento en el que me encuentro al no poder este ave alcanzar- exclamó la niña. Su madre vuelve a llamar y la niña no tiene más remedio que desistir en su lucha y encontrar consuelo en su sueño donde nadie es dueño. Los días pasaban y su inquieta mente no paraba, aquel ave de mil colores que volando cerca de su ventana se encontraba sería el mejor recuerdo de todos, en eso concuerdo. Al pasar los días el sonido de su aleteo y los colores brillantes que este irradiaba se sienten todavía muy cerca de aquella ventana, la niña inmersa en otro tipo de actividades no predijo lo que traerían las festividades, la lluvia incesante de noviembre le dice que no es tiempo para que ella juegue, más al cesar la lluvia estrepitosa la niña sintió deseosa de mirar por su ventana donde vio al ave majestuosa. Esta vez a esa ventana ha de llegar, sin importar lo que su madre pueda decir ella toma fuerzas y como el ave echa a volar.Abre su ventana con las fuerza que nunca tuvo y de seguir a ese ave no se contuvo, a la montaña dio a parar ¡qué paisaje tan particular!

Page 2: La niña que de ciudad padecía

Ante esta invitación que el ave le propuso, la niña no se pudo negar y contrario a lo que siempre hacía no la quiso rechazar. El día en el que se decide al ave seguir, era un día como los otros igual de gris, su profesora de etiqueta la aguardaba pero la niña decide no ir en vez prefiere subir a la montaña donde una gran recompensa la esperaba. Mientras por los arboles subía la mirada del ave fija sentía, recorrió caminos inciertos y de vez en cuando tuvo algunos tropiezos. Camina y camina hasta llegar al claro donde como en un sueño el lugar le parece conocido incluso sabiendo que allí nunca había ido. Al regresar su cara ve al ave muy clara y tras haber recorrido todo ese camino decide sentarse buscando alivio. La lluvia había dejado su rastro por el prado pero a la niña no le importó encontrar su vestido mojado, mamá siempre le decía que no era de señoritas la ropa ensuciar pero no había caso si al ave quería alcanzar. Emprende nuevamente su camino y para su sorpresa todo huele a fresa, a ciprés, a yerbabuena, en fin le huele por primera vez a naturaleza. Los campos son cada vez más verdes y llenos de colores, algo que ella nunca antes pensó saber era que no todo era color marrón, gris ni negro y para ella esto era un consuelo. Caminos resbalosos, llenos de animales extraños y alguno que otro bicho raro era lo que ella tuvo que pasar, rasgando su vestido, arruinando su peinado y perdiendo todas aquellas reglas de etiqueta que le habían enseñado, miró atrás y vio la ciudad con sus carros y su gente sin alma, por un momento pensó que quería volver a ese tipo de calma, el ave un ruido hizo y esto la hizo volver al camino.

Page 3: La niña que de ciudad padecía

Siente el susurro del viento como si la llamara y advierte lo grande que es el bosque en aquella montaña, tras caminar y caminar parece que a un lugar mágico va a llegar. El ave nuevamente hace su aparición y la niña agradece a la vida por haber tomado la decisión, el bosque es hermoso y descubre allí que su vida entera en este lugar quiere vivir. No más etiqueta, no más carros ni polución ella decide dejar toda esta adicción. El ave desaparece pero la niña al mirarse en el rio fuertemente exclama -¡El reflejo del ave era el mío!- y es allí donde entiende que estuvo siguiendo al ave que dentro de ella siempre ha vivido solo que la sociedad se lo había cohibido. Regresa a la ciudad viendo por primera vez lo vacía que esta es y decide que al bosque siempre ha de volver.

La niña de ciudad padecía pero cada vez que llovía el alma le volvía y cada vez que el viento su cabello mecía ella sus alas extendía.La niña de ciudad padecía no porque fuera una niña de ciudad que padecía sino porque era de ciudad de lo que la niña padecía.

FIN

Camila Arenas Ávila