la opinion publica y sus problemas-john dewey

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John DEWEY

La opinin pblica y sus problemas

Estudio preliminar y revisin por Ramn del Castillo

Ediciones Morata, S. L. C/Meja Lequerica, 12 - 28004 - [email protected] - www.edrnorata.es Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920

CAP~TULO PRIMERO

En busca del pblico

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Quien quiera percatarse de la distancia que puede mediar entre los "hechos" y el significado de stos, que se adentre en el campo del debate social. Muchas personas parecen suponer que los hechos llevan consigo sus propios significados. Basta con acumular los suficientes para que se nos revele su interpretacin. Se cree que la ciencia fsica confirma esta idea. Pero el poder de los hechos fsicos para imponer una creencia no reside en los simples fenmenos. Procede del mtodo, de la tcnica empleada en la investigacin y el clculo. Nadie se siente obligado jams por una simple serie de hechos a aceptar una determinada teora sobre su significado, siempre que se mantenga intacta alguna otra doctrina con la que pueda ponerlos en orden. Slo cuando se permite el libre juego de los hechos para que sugieran nuevos puntos de vista es posible cualquier cambio de conviccin importante respecto al significado. Aljese de la ciencia fsica todo su aparato de laboratorio y su tcnica matemtica, y la imaginacin humana podra dar rienda suelta a teoras interpretativas, aun suponiendo que los simples hechos brutos siguieran siendo los mismos. En cualquier caso, la filosofa social muestra una inmensa brecha entre los hechos y las doctrinas. Comprense, por ejemplo, los hechos de la poltica con las teoras existentes sobre la naturaleza del Estado. Si los investigadores se limitan a los fenmenos observados, la conducta de los reyes, los presidentes, los legisladores, los jueces, los responsables de mantener la ley y el orden, los asesores y dems funcionarios pblicos, es evidente que no ser difcil alcanzar un consenso. Contrapnganse a ste las diferencias que existen en lo que se refiere a la base, la naturaleza, las funciones y la justificacin del Estado, y obsrvese el desacuerdo al parecer irremediable. Si lo que uno busca no es una enumeracin de hechos, sino una definicin del Estado, se ver abocado a la polmica, a una mezcla de voces contradictorias. Segn una tradicin, que dice derivar de Aristteles, el Estado es la vida asociada y armonizada elevada a su mxima potencia; el Estado es a la vez@Ediciones Morata. S.L.

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la piedra clave del arco social y el propio arco en su totalidad. Segn otra visin, no es ms que una entre muchas instituciones sociales, con una funcin limitada pero importante: la de arbitrar en el conflicto de las otras unidades sociales. Todo grupo surge de un inters humano positivo y lo hace realidad: la Iglesia, los valores religiosos; los gremios, los sindicatos y las empresas, los intereses econmicos; etc. El Estado, sin embargo, no tiene un inters propio; su propsito es formal, como el del director de orquesta que no toca instrumento alguno ni produce msica, sino que acta para mantener al unsono a otros intrpretes que s la producen. Y segn una tercera visin, el Estado es la opresin organizada, a la vez una excrecencia social, un parsito y un tirano. Una cuarta dice que es un instrumento ms o menos ineficaz para evitar que los individuos se peleen demasiado entre ellos. La confusin aumenta cuando se entra en subdivisiones de estas diferentes opiniones y de las bases en que dicen asentarse. Segn una filosofa, el Estado es la cima y culminacin de la asociacin humana, y manifiesta la ms elevada realizacin de todas las capacidades especficamente humanas. La idea tuvo cierta pertinencia cuando se formul por primera vez. Se desarroll en una antigua ciudad-Estado, donde ser un hombre plenamente libre y ser ciudadano partcipe en el teatro, los deportes, la religin y el gobierno de la comunidad eran asuntos equivalentes. Pero la idea persiste y se aplica al Estado actual. Otra visin coordina el Estado con la Iglesia (o, en una de sus variantes, lo subordina ligeramente a sta), como brazo secular de la divinidad que mantiene el orden exterior y el civismo entre los hombres. Una teora moderna idealiza el Estado y sus actividades, y para ello toma prestados los conceptos de razn y voluntad, y los magnifica hasta que el Estado surge como la manifestacin objetivada de una voluntad y una razn que trascienden mucho de los deseos y los propsitos que se pueden encontrar entre los individuos o las uniones de individuos. Sin embargo, nuestro inters no est en escribir ni una enciclopedia ni una historia de las doctrinas polticas. De modo que nos detenemos con estos ejemplos arbitrarios de la proposicin de que poca es la base comn que se ha descubierto entre los fenmenos objetivos de la conducta poltica y la interpretacin del significado de estos fenmenos. Una forma de evitar este punto muerto es encomendar todo el tema del significado y la interpretacin a la filosofa poltica, diferenciada de la ciencia poltica. Entonces se podr sealar que la especulacin ftil es un compaero de toda filosofa. La moraleja es echar por la borda todas las doctrinas de este tipo, y ceirse a los hechos determinados de forma verificable. El remedio que se demanda con insistencia resulta simple y atractivo. Pero no es posible utilizarlo. Los hechos polticos no son ajenos al deseo y el juicio humanos. Cambiemos la opinin que los hombres tienen del valor de las actuales instituciones y formas polticas, y stas cambiarn en mayor o menor medida. Las diferentes teoras que caracterizan a la filosofa poltica no crecen fuera de los hechos que pretenden interpretar; son amplificaciones de factores seleccionados entre estos hechos. Unos hbitos humanos modificables y cambiantes sostienen y generan los fenmenos polticos. Estos.

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hbitos no estn, ni mucho menos, informados plenamente por el propsito razonado ni la decisin deliberada, pero se ajustan a ellos ms o menos. Unos grupos de hombres se dedican constantemente a atacar unos hbitos polticos y a intentar cambiarlos, mientras que otros grupos los apoyan y justifican activamente. As pues, es pura ficcin suponer que nos podemos ceir al de facto, y no plantear en ciertos puntos la cuestin del de jure: la cuestin de segn qu derecho, la cuestin de la legitimidad. Y este problema tiene su forma de desarrollarse hasta convertirse en una pregunta sobre la naturaleza del propio Estado. Las alternativas con que contamos no son la ciencia objetivamente limitada por un lado y la especulacin incontrolada por otro. La opcin est entre el ataque y la defensa ciegos e irreflexivos, por un lado, y la crtica exigente que emplea un mtodo inteligente y un criterio consciente, por otro. , Grande es el prestigio de las ciencias matemticas y fsicas, y bien que lo merecen. Ninguna metodologa permite librarse de la diferencia entre los hechos que son lo que son con independencia del deseo y el empeo humanos, y los hechos que en cierta medida son lo que son debido al inters y al propsito humanos, y que cambian cuando stos cambian. Cuanto ms sinceramente apelemos a los hechos, mayor es la importancia de la distincin entre los hechos que condicionan la actividad humana y los hechos que estn condicionados por la actividad humana. En la medida en que ignoramos esta diferencia, la ciencia social se convierte en pseudociencia. Las ideas polticas de Jefferson y de Hamilton no son simplemente unas teoras polticas que habiten en la mente humana, alejadas de los hechos de la conducta poltica estadounidense. Son expresiones de unas fases y unos factores escogidos de entre esos hechos, pero son tambin algo ms: concretamente, unas fuerzas que han configurado a esos hechos y que siguen pugnando por configurarlos en el futuro de una forma o de otra. Entre una teora del Estado que considere a ste como un instrumento para proteger a los individuos en los derechos que ya poseen, y otra que conciba que su funcin es la de propiciar una distribucin ms equitativa de los derechos entre los individuos, existe algo mas que una diferencia especulativa. Porque,las teoras las sostienen y las aplican los legisladores en el con. greso y los jueces en el estrado, y marcan una diferencia en los propios hechos posteriores. No pongo en duda que a menudo,se ha exagerado la influencia prctica de las filosofas polticas de Aristteles, de los estoicos, de Santo Toms, de Locke, de Rousseau, de Kant y de Hegel, en comparacin con la influencia de las circunstancias. Pero no se les puede negar una cierta medida de eficacia por las razones que a veces se dan; no se puede negar aduciendo que las ideas no tienen poder. Porque las ideas pertenecen a seres humanos que tienen cuerpo, y no existe separacin entre las estructuras y los procesos de la parte del cuerpo que atae a las ideas y la parte que realiza los actos. El cerebro y los msculos trabajan juntos, y la inteligencia de los hombres es un dato mucho ms importante para la ciencia social que su sistema muscular y sus rganos sensoriales.~

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su otra cara. Hay unos rganos estructurales que se manifiestan fisiolgicaNo es nuestra intencin hablar de las filosofas polticas. El concepode . I mente en las vocalizaciones, como los rganos del pjaro inducen al canto. "El Estado", como muchos conceptos que van precedidos d e m d e t e r Pero el ladrido de los perros y el canto de las aves bastan para demostrar que minad;eca la vez demasiado rgido y demasiado susceptible de discusin las tendencias innatas no generan el lenguaje. Para convertirse en lenguaje, como para que pueda utilizarse sin ms. Es un concepto al que esnidsfcil la vocalizacin innata requiere una transformacin mediante las condiciones aproximarse con un movimiento desde IosflanlcOs que con un ataque frontal. extrnsecas, tanto orgnicas como extraorgnicas o medioambientales, es I .En el-momento en que pronunciamos las palabras "El Estado", surge toda I . decir, mediante el aprendizaje y no slo mediante estmulos. No hay duda de I una serie de fantasmas intelectuales que nos nublan la visin. Sin quererlo . que el llanto del beb se puede describir en trminos puramente orgnicos, y sin darnos cuenta, la idea de "El Estado" nos lleva imperceptiblemente a pero el llorar y el gemido se convierten en un verbo o un sustantivo slo por considerar la relacin lgica mutua de diversas ideas, y nos aleja de los sus consecuencias en el comportamiento receptivo de los dems. Esta conhechos de la actividad humana. Es mejor, de ser posible, partir de esta ltima . . ducta receptiva adquiere la forma de la educacin y el cuidado, una y otra y ver si ello nos conduce a una idea de algo que resulte que implica el signo. .' dependientes de la tradicin, la costumbre y los patrones sociales. Por qu distintivo de lo que caracteriza a la conducta poltica. no postular un "instinto" de infanticidio igual que se postula el de orientacin e Nada hay de nuevo en este enfoque. Pero gran parte del asunto depende instruccin? O un "instinto" de abandonar a las nias y cuidar a los nios? de aquello que tomemos como punto de partida, y gran parte de que selecNo obstante, podemos abordar el razonamiento de una forma menos cionemos nuestro punto de partida para as llegar a decir que debera ser el mitolgica que la que se encuentra en la actual apelacin a un tipo u otro de Estado o para decir qu es. Si nos preocupamos demasiado de lo primero, es, instintos sociales. Las actividades de los animales, como las de los minerales probable que, sin ser conscientes de ello, hayamos adulterado los hechos y las plantas, guardan relacin con su estructura. Los cuadrpedos corren, seleccionados para llegar a un punto predeterminado. La fase de la accin, los gusanos se arrastran, los peces nadan, los pjaros vuelan. Estn hechos humana de la que no deberamos partir es aquella a la que se le atribuye una . as; es "la naturaleza de la bestia". Nada ganamos con insertar los instintos fuerza causal directa. No debemos buscar unas fuerzas de formacin del en el correr, el arrastrarse, el nadar y el volar, entre la estructura y el acto. Estado. Si lo hacemos, es probable que caigamos en la mitologa. Explicar Pero las condiciones estrictamente orgnicas que llevan a los hombres a junel origen del Estado diciendo que el hombre es un animal poltico slo es dar tarse, reunirse, asociarse y coordinarse son las mismas que conducen a otros un rodeo verbal. Es como atribuir la religin a un instinto religioso, la familia al animales a unirse en enjambres, manadas y rebaos. Al describir lo que hay afecto marital y paternal, y el lenguaje a la dotacin natural que impulsa a de comn en las uniones y fusiones humanas y de otros animales no conselos hombres a hablar. Estas teoras no hacen sino repetir en una llamada guimos llegar a lo que es distintivamente humano en las asociaciones humafuerza causal los efectos que hay que explicar. Hacen como el que atribuye la nas. Estos actos y estas condiciones estructurales pueden ser un factor sine evidente potencia del opio para adormecer a los hombres a su poder adorqua non de las sociedades humanas; pero tambin lo son las atracciones y mecedor. los rechazos que se manifiestan en las cosas inanimadas. La fsica, la qumiEsta crtica no es superflua. Lo que aqu est en juego, por el contrario, es ca y tambin la zoologa nos pueden hablar de algunas de7as condiciones sin el intento de derivar el Estado, o cualquier otra institucin social, a partr.de las cuales los seres humanos no se asociaran. Pero no nos proporcionan las unos datos estrictamente "psicolgicos". Apelar a un instinto gregario par? ,, condiciones suficientes de la vida en comunidad y de las formas que sta explicar las disposiciones sociales es un ejemplo manifiesto de cmoda fala; ado~ta. cia. Los hombres no avanzan juntos ni se renen en grandes masas como-lo d En cualquier caso debemos partir de los actos que se realizan, no de las no hacen las gotas de mercurio, y si lo hicieran, el~resultado sera un Estado causas hipotticas de esos actos, y considerar sus consecuencias. Adems, ni ningn otro modo de asociacin humana. Los instintos, llmense gregansdebemos introducir la inteligencia, o la observacin de las consecuencias mo, o afinidad, o el sentido de dependencia mutua, o la dominacin de un como tales consecuencias, es decir, en conexin con los actos de los que bando y la humillacin y el sometimiento de otro, en el mejor de los casos derivan. Ya que tenemos que introducirla, es mejor que lo hagamos a sabien!, explican todo en general y nada en particular. Y en el peor, el supuesto insdas y no que intentemos colarla de forma que engae no slo al oficial de [ tinto y la supuesta dotacin natural a los que se apela como fuerza causal en aduanas -el lector- sino a nosotros mismos. As pues, situamos nuestro 1, si mismos representan unas tendencias fisiolgicas que previamente se han punto de partida en el hecho objetivo de que los actos humanos tienen con1: configurado en unos hbitos de accin y de expectativas debido a las propias secuencias en los dems, que algunas de estas consecuencias se perciben, condiciones sociales que se supone deben explicar. Los hombres que han y que su percepcin requiere un esfuerzo de control de la accidn para asegu* vivido en clanes desarrollan un apego a la multitud a la que se han acostumrar unas consecuencias y evitar otras. Siguiendo esta pista, habr que seabrado; los nios que forzosamente han vivido en la dependencia desarrollan .. ! , lar que las consecuencias son de dos tipos: las que afectan a las personas hbitos de dependencia y sometimiento. El complejo de inferioridad se addirectamente implicadas en una transaccin, y las que afectan a otras distinquiere socialmente, y el "instinto" de ostentacin y de dominio no es ms que !,

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tas de las inmediatamente implicadas. En esta distincin encontramos-e'germen de la distincin entre lo privado y lo pblico. Cuando se reconocen las consecuencias indirectas y existe un esfuerzo por regularlas, surge algo que posee los rasgos de un Estado. Cuando las consecuencias de una accin se limitan, o se cree que estn limitadas, ante todo a las personas directamente implicadas en ese acto, la transaccin es privada. Cuando A y B mantienen una conversacin juntos, la accin es una trans-accin: ambos estn implicados en ella; sus resultados pasan, por as decirlo, de uno a otro. En consecuencia, uno, otro o ambos pueden verse beneficiados o perjudicados. Pero, presumiblemente, las consecuencias de beneficio o perjuicio no se extienden ms all de A y 8; actividad est entre ellos; es privada. Sin embargo, se la observa que las consecuencias de la conversacin se extienden ms all de los dos individuos directamente involucrados, que afectan al bienestar de muchos otros, que el acto adquiere una dimensin pblica, tanto si la conversacin se desarrolla entre el rey y su primer ministro, entre Catilina y quien le acompaa en la conspiracin, o entre mercaderes que planean monopolizar un mercado. As pues, la distincin entre privado y pblico en modo alguno es equivalente a la distincin entre indivJd@ly social, aun suponiendo que esta ltima tenga un significado preciso. Muchos actos privados son sociales; sus consecuencias contribuyen al bienestar de la comunidad o afectan a su estatus y' sus perspectivas. En un-sentido amplio, cualquier transaccin realizada deliberadamente entre dos o ms personas es de carcter social. Es una forma de conducta asociada, y sus consecuencias pueden influir en otras asociaciones. Un hombre puede servir a otros, incluso en la comunidad en su conjunto, al llevar a cabo una empresa privada. En cierto sentido es verdad, como afirmaba Adam Smith, que nuestra mesa de desayuno est mejor abastecida como efecto resultante de las actividades de granjeros, tenderos y carniceros que realizan negocios privados con el fin de obtener un beneficio privado, de lo que lo estara si se abasteciera partiendo de la filantropa o del espritu pblico. Las comunidades han recibido obras de arte y descubrimientos cientficos gracias al placer personal que personas privadas encontraron en la realizacin de estas actividades. Hay filntropos privados que actan de modo que las personas necesitadas o la comunidad en su conjunto se beneficien de los recursos de bibliotecas, hospitales e instituciones sanitarias. En resumen, los actos privados pueden ser socialmente valiosos por las conse-$ cuencias indirectas y por la intencin directa. Por consiguiente, no existe una conexin necesaria entre el carcter pri-' vado de un acto y su carcter no social o antisocial.-Adems, lo pblico-nose puede identificar con lo socialmente til. Una de las actividades ms regulares de la comunidad organizada polticamente ha sido la de librar guerras. Ni siquiera el ms belicoso de los militaristas aceptara que todas las guerras han sido socialmente tiles, ni negara que algunas han sido tan destructivas de los valores sociales que hubiera sido muchsimo mejor que no se hubiesen producido. Lalesic de la no equivalencia entre lo pblico y lo social, encualquier sentido loable de lo social, no se basa slo en el ejemplo de la guerra.

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No existe nadie, supongo, tan enamorado de la acci6n poltica como para decir que sta nunca ha sido Corta de miras, insensata o perjudicial. Existen incluso quienes dan por descontado que habr una prdida social all, donde los agentes pblicos hagan algo que las personas podran hacer con sus medios privados. Son muchos ms los que proclaman que medidas polticas concretas, sea la Ley seca, un arancel proteccionista o una interpretacin amplia de la Doctrina Monroe, resultan funestas para la sociedad. La realidad es que toda disputa poltica de peso gira en torno a la cuestin de si un determinado acto poltico es socialmente beneficioso o pernicioso. Del mismo modo que la conducta no es antisocial o no social porque se realice en privado, tampoco posee necesariamente un valor social porque la desarrollen unos agentes pblicos en nombre de lo pblico. La argumentacin no nos ha llevado muy lejos, pero al menos nos ha advertido de que no hay que identificar la comunidad y sus intereses con el Estado o la comunidad organizada polticamente. Y esta distincin nos puede preparar para considerar con mejor disposicin la proposicin ya avanzada: que la lnea entre lo privado y lo pblico debe trazarse sobre la base de la amplitud y el alcance de las consecuencias de aquellos actos que son tan importantes que se deben controlar, sea a travs de su constriccin o de su promocin. Distinguimos entre edificios privados y pblicos, escuelas privadas y pblicas, caminos privados y carreteras pblicas, bienes privados y fondos pblicos, personas privadas y funcionarios pblicos. Nuestra tesis es que en esta distincin se encuentra la clave de la naturaleza y la funcin del Estado. Es significativo que, etimolgicamente, "privado" se defina en oposicin a "funcionario"', de modo que la persona privada es la que carece de un puesto pblico. El pblico lo componen todos aquellos que se ven afectados por las consecuencias indirectas de las transacciones, hasta el punto en el que resulta necesario ocuparse sistemticamente de esas consecuencias. Los funcionarios son quienes vigilan y se ocupan de los intereses as afectados. Dado que quienes se ven afectados indirectamente no son partcipes directos de las transacciones en cuestin, es necesario determinar ciertas personas para que les representen y procuren que sus intereses se atiendan y se protejan. Los edificios, la propiedad, los fondos y otros recursos fsicos que intervienen en el cumplimiento de este cometido son una res publica, el mbito comn. El pblico, en cuanto organizado mediante los funcionarios y las instituciones materiales que se ocupan de las consecuencias indirectas extensivas y duraderas de las transacciones entre personas, constituye el Populus. ; Como bien se sabe, los organismos legales para proteger a las personas y las propiedades de los miembros de una comunidad y para reparar las injusticias que sufren, no han existido siempre. Las instituciones legales surgen de un perodo anterior en el que imperaba el derecho de autodefensa. Si una

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En el siglo xvi private se aplicaba a las personas que no tenan puestos pblicos o rangos oficiales, por ejemplo, a soldados rasos (privatesoldiers) o a los diputados que no tenan un 'cargo ministerial. (N. del R.)

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persona sufra algn dao, era ella quien deba decidir qu convena hacer para vengarse. Lesionar a otro y exigir un castigo por la lesin recibida eran transacciones privadas. Eran asunto de los directamente implicados, y a nadie ms le importaba. Pero la parte afectada obtena la ayuda incondicional de amigos y parientes, y lo mismo haca el agresor. De modo que las consecuencias de la disputa no quedaban confinadas en aquellos directamente implicados. Se producan, de hecho, grandes disputas y unas peleas sangrientas en las que podan intervenir muchas personas y durar varias generaciones. El reconocimiento de estos amplios y duraderos conflictos y del dao que causaban a familias enteras dio lugar a que surgiera un pblico. La transaccin dej de afectar en exclusiva a las partes directamente implicadas. Los afectados indirectamente formaron un pblico que tom medidas para salvaguardar sus intereses, y para ello se instaur el acuerdo mutuo y otros medios de pacificacin para dirimir los problemas. Estos hechos son simples y obvios. Pero parece que manifiestan en forma embrionaria los rasgos que definen a un Estado, sus organismos y sus funcionarios. El ejemplo ilustra lo que se quera decir al indicar que es una falacia intentar determinar la naturaleza del Estado en trminos de unos factores causales directos. Su punto fundamental tiene que ver con las consecuencias permanentes y amplias de una conducta que, como todo comportamiento, en ltima instancia tiene lugar a travs de la accin de seres humanos individuales. Del reconocimiento de unas consecuencias perniciosas nace un inters comn, cuya atencin exige ciertas medidas y ciertas normas, adems de la seleccin de unas personas que se conviertan en sus guardianes, sus intrpretes y, de ser necesario, sus ejecutores. Si la explicacin ofrecida va en buena direccin, dar cuenta del vaco ya mencionado que existe entre los hechos de la accin poltica y las teoras del Estado. Se ha buscado en un lugar inadecuado. Se ha buscado la clave de la naturaleza del Estado en el terreno de los agentes causales, en los individuos causantes de los actos o quiz en algn tipo de voluntad o propsito que operara por detrs de esos actos. Se ha querido explicar el Estado en trminos de autora. En ltima instancia, todas las decisiones deliberadas proceden de alguien en particular; los actos los realiza alguien, y todos los planes y todas las disposiciones son obra de alguien, en el sentido ms concreto de "alguien". En toda transaccin hay un John Doe y un Richard Roe *. Sin embargo, no hay accin de carcter pblico si la buscamos en el lado de quienes originan acciones voluntarias. Cierto John Smith y sus congneres deciden si cultivan o no trigo, y cunto dinero invertir, dnde y cmo invertirlo, qu carreteras construir y por las que viajar, si librar una guerra y, en ese caso, cmo hacerlo, qu leyes aprobar y cules obedecer y desobedecer. La verdadera alternativa a estos actos deliberados de los individuos no es una accin de carcter pblico: ms bien son todos

' Nombres de personajes ficticios que se utilizan en los procesos legales que implican a dos sujetos cuyos nombres no pueden determinarse. (N. del T.)

ellos actos ajenos a la reflexin, rutinarios o impulsivos, que tambin son obra de los individuos. Los seres humanos individuales pueden perder su identidad entre la muchedumbre, o en un acuerdo poltico, o en una sociedad annima, o en las votaciones. Pero esto no significa que un misterioso organismo colectivo tome decisiones, sino que algunas personas que saben lo que tienen entre manos se aprovechan de la fuerza de la masa para conducir a la muchedumbre a su manera, para manipular una maquinaria poltica, o para dirigir los asuntos de una empresa. Cuando el pblico constituido como Estado interviene en la configuracin de disposiciones sociales, como las de aprobar leyes, obligar a cumplir un contrato o conceder una licencia, sigue actuando a travs de sujetos concretos. Las personas son ahora funcionarios, representantes de un inters pblico y compartido. La diferencia es importante. Pero no es una diferencia entre los seres humanos individuales y una voluntad colectiva impersonal. Es una diferencia entre las personas en su carcter privado y en su carcter funcionaria1 o representativo. La calidad en cuestin no es la autora sino la autoridad, la autoridad de unas consecuencias reconocidas para controlar la conducta que genera y evita los resultados amplios y perdurables de la buena y la mala fortuna. Los funcionarios son, en efecto, agentes pblicos, pero agentes en el sentido de unos factores que hacen el trabajo de otros para determinar y poner de manifiesto las consecuencias que les afectan. Cuando mirarnos en el lugar equivocado, naturalmente no encontramos lo que buscamos. Lo peor de ello, sin embargo, es que al mirar donde no debemos, o sea, a las fuerzas causales en vez de a las consecuencias, el resultado de la observacin se vuelve arbitrario. No se comprueba. Se da rienda suelta a la "interpretacin". De ah la variedad de teoras opuestas y la falta de un consenso de opinin. Se podra afirmar a priori que el conflicto constante de las teoras sobre el Estado es en s mismo buena prueba de que el problema se ha planteado mal. Porque, como ya hemos sealado antes, los hechos fundamentales de la accin poltica, por mucho que los fenmenos varan enormemente segn el momento y el lugar, no quedan ocultos, por complejos que sean. Son hechos de la conducta humana accesibles a la observacin humana. La existencia de esa multitud de teoras del Estado contradictorias, tan desconcertante para esas propias teoras, se puede explicar perfectamente cuando se observa que todas ellas, pese a divergir las unas de las otras, surgen de un mismo error compartido: tomar el agente causal y no I;iis'consecuencias como el centro del problema. Con esta actitud y este postulado algunos, en efecto, encontrarn el agente causal en un impulso metafsico atribuido a la naturaleza; y entonces el Estado se explicar desde el punto de vista de una "esencia" del hombre que se realiza a s misma en su aspiracin por una Sociedad perfeccionada. Otros, influidos por otras ideas preconcebidas y otros deseos, encontrarn al autor necesario en la voluntad de Dios que, a travs de la humanidad cada, reproduce la imagen del orden y la justicia divinos que el material corrupto permite. Otros lo buscan en la confluencia de las voluntades de los individuos que se unen y, mediante contrato o promesa de lealtad mutua, crean un Esta-

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do. Y otros lo encuentran en una voluntad autnoma y trascendente encarnada en todos los hombres como un universal dentro de sus seres particulares, una voluntad que por su propia naturaleza interior impone el establecimiento de unas condiciones externas en las que sea posible que la voluntad manifieste aparentemente su libertad. Otros lo encuentran en el hecho de que la mente o razn es o un atributo de la realidad o la propia realidad, mientras lamentan que la diferencia y la pluralidad de las mentes, la individualidad, sea una ilusin atribuible al sentido, o sea meramente una apariencia que contrasta con la realidad monista de la razn. Cuando diversas opiniones nacen todas de un error comn y compartido, cada una es tan buena como cualquier otra, y las contingencias relativas a la educacin, el temperamento, el inters de clase y las circunstancias dominantes de la poca deciden cul se adopta. La razn entra en juego nicamente para encontrar una justificacin de la opinin que ya se haya adoptado, en vez de para analizar la conducta humana en relacin con sus consecuencias y para formular las consiguientes polticas. Es bien sabido que la filosofa natural slo progres de forma sistemtica despus de una revolucin intelectual que consisti en abandonar la bsqueda de causas y de fuerzas para pasar a analizar lo que ocurre y cmo ocurre. La filosofa poltica en gran medida an debe asumir esta leccin. La incapacidad para percatarse de que el problema est en percibir de forma exigente y minuciosa las consecuencias de la accin humana (incluidas la negligencia y la inaccin) y en establecer medidas y medios para ocuparse de estas consecuencias no se limita a la produccin de teoras del Estado opuestas e irreconciliables. Esta incapacidad ha producido tambin el efecto de pervertir las ideas de quienes, hasta cierto punto, perciban la verdad. Hemos afirmado que todas las decisiones y todos los planes deliberados son, en ltima instancia, obra de los seres humanos individuales. De esta observacin se han extrado conclusiones completamente falsas. Al seguir pensando en trminos de fuerzas causales, de este hecho se ha obtenido la conclusin de que el Estado, lo pblico, es una ficcin, una mscara de unos deseos privados de poder y posicin. No slo el Estado, sino la propia sociedad, han quedado pulverizados en un conglomerado de necesidades y voluntades sin relacin alguna. Como consecuencia lgica, el Estado se concibe, o bien como una pura opresin nacida de un poder arbitrario que se mantiene con el engao, o bien como la confluencia de fuerzas de hombres individuales para constituir una fuerza ms poderosa contra la que las personas individuales no pueden ejercer suficiente resistencia, una confluencia nacida de la desesperacin, ya que la nica alternativa es una guerra de todos contra todos, que genera una vida de lucha y desesperanza. De modo que el Estado surge o como un monstruo al que hay que destruir, o como un Leviatn al que hay que apreciar. Gracias a la falacia que reduce el problema del Estado a fuerzas causales, el individualismo se ha convertido en un ismo, en una filosofa. La doctrina es falsa, pero parte de un hecho. Los deseos, las decisiones y los propsitos residen en los seres individuales; de ellos, en su singularidad, procede la conducta que manifiesta deseo, intencin y resolucin. Pero slo la pereza intelectual nos lleva a concluir que, dada la forma del pensamientoEdiciones Morata. S.L.

y de la decisin individual, su contenido, su objeto, tambin es algo puramente personal. Aun en el caso de que la "conciencia" fuera la materia completamente privada que la tradicin individualista de la filosofa y la psicologa supone que es, seguira siendo verdad que la conciencia lo es de los objetos, no de s misma. La asociacin, en el sentido de conexin y combinacin, es una "ley" de todo lo que se conoce como existente. Los seres individuales actan, pero siempre lo hacen juntos. No se ha descubierto nada que pueda actuar de una forma completamente aislada. La accin de cada ser se produce a la par que la accin de los dems seres. Este "a la par" significa que la conducta de cada uno queda modificada por su conexin con los dems. Hay rboles que slo pueden crecer en el bosque. Las semillas de muchas plantas slo pueden germinar y desarrollarse bien en unas condiciones creadas por la presencia de otras plantas. La reproduccin tambin depende de las actividades de los insectos que propician la fecundacin. La vida de una clula animal est condicionada a lo que hagan otras clulas. Los electrones, los tomos y las molculas son un ejemplo de la omnipresencia de este tipo de conducta conjunta. No hay misterio alguno en el hecho de la asociacin, de una accin interconectada que afecta a la actividad de los elementos individuales. No tiene sentido preguntar cmo llegan a asociarse los individuos. El hecho es que existen y actan en asociacin. Si hay algn misterio en este hecho, es el misterio de que el universo es como es. Tal misterio no se podra explicar sin salir del universo. Y si hubiera que recurrir a una fuente exterior para explicarlo, algn lgico sin muchos reparos, con su propia simpleza, podra salir diciendo que, para poder explicar cualquier cosa que ocurriera en el universo ese elemento externo ya debera estar conectado con l. Seguiramos, pues, estando justo donde empezamos, o sea, en el hecho de la conexin como algo incuestionable. Hay, sin embargo, una cuestin discutible sobre la asociacin humana. No es la cuestin de cmo llegan a conectarse las personas o los seres individuales, sino cmo llegan a vincularse de un modo que aporta a las comunidades humanas unos rasgos tan diferentes de los que distinguen a las uniones de electrones, de los rboles del bosque, de los enjambres de insectos, de los rebaos de ovejas y de las constelaciones de estrellas. Cuando consideramos la diferencia, en seguida nos percatamos del hecho de que las consecuencias de la accin conjunta adquieren un nuevo valor cuando se observan. Porque el hecho de observar los efectos de la accin conjunta obliga a los hombres a reflexionar sobre la propia conexin; la convierte en objeto de atencin e inters. En la medida en que se percibe la conexin, todos actan tenindola en cuenta. Los individuos siguen pensando, deseando y fijndose objetivos, pero en lo que piensan es en las consecuencias que su conducta produce en la de los dems y en las que la conducta de los dems produce en ellos mismos. Todos los seres humanos tienen su primera infancia. Son inmaduros, indefensos, dependientes de las actividades de los dems. El hecho de que muchos de estos seres dependientes sobrevivan demuestra que otros cuidan

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de ellos y les atienden en un grado u otro. Los seres maduros y mejor equipados son conscientes de las consecuencias que sus actos tienen en los de los jvenes. No slo actan conjuntamente con stos, sino que lo hacen mediante un tipo especial de asociacin que manifiesta inters por las consecuencias de la propia conducta en la vida y en el crecimiento de los jvenes. La existencia fisiolgica continuada de los jvenes es slo una fase del inters por las consecuencias de la asociacin. Los adultos se preocupan igualmente de actuar de tal modo que los inmaduros aprendan a pensar, sentir, desear y comportarse habitualmente de una forma determinada. No es la menor de las consecuencias por las que se lucha la de que los jvenes aprendan a juzgar, planear y decidir asuntos desde el punto de vista de la conducta asociada y sus consecuencias. De hecho, ocurre con excesiva frecuencia que este inters se traduce en un esfuerzo para conseguir que los jvenes piensen y planifiquen como lo hacen los mayores. Basta este ejemplo para demostrar que, pese a que los seres individuales, en su singularidad, piensen, deseen y decidan, lo que piensan y se proponen, el contenido de sus creencias y sus intenciones, es un asunto proporcionado por la asociacin. El hombre no est meramente asociado de facto, sino que se convierte en un animal social a travs de la configuracin de sus ideas, sus sentimientos y su conducta deliberada. Lo que piensa, espera y se propone es el resultado de la asociacin y la relacin. Lo nico que oscurece y da un halo de misterio a toda la influencia de la asociacin sobre aquello que las personas individuales desean y por lo que actan es el esfuerzo por descubrir unas supuestas fuerzas causales especiales, originales y generadoras de la sociedad, sean los instintos, los dictados de la voluntad, una razn, prctica personal, o una razn prctica inmanente y universal, incluso una esencia y una naturaleza sociales por necesidad metafsica. Estas cosas nada explican, porque son ms misteriosas que los hechos que con ellas se pretende explicar. Los planetas de una constelacin formaran una comunidad si fueran conscientes de la conexin de las acciones de cada uno con las de los dems y supieran utilizar este conocimiento para dirigir la conducta. Hemos hecho una digresin al pasar de la consideracin del Estado al tema ms amplio de la sociedad. Sin embargo, este excurso nos permite distinguir el Estado de otras formas de vida social. Hay una vieja tradicin que considera que el Estado y la sociedad completamente organizada son lo mismo. Se dice que el Estado es la realizacin completa y global de todas las instituciones sociales. Cualesquiera que sean los valores que resulten de todas y cada una de las disposiciones sociales, se renen y se dice de ellos que son obra del Estado. El equivalente de este mtodo es el anarquismo filosfico, que rene todos los males que derivan de todas las formas de agrupamiento humano y los atribuye en masse al Estado, cuya eliminacin, en consecuencia, traera un futuro resplandeciente basado en una organizacin fraternal voluntaria. El hecho de que el Estado sea una deidad para unos y un demonio para otros es una prueba ms de los defectos de las premisas de las que parte el debate. Ambas teoras carecen por igual de justificacin.CC)Fdirinn~s Mnnta S 1

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Sin embargo, existe un criterio concreto con el que distinguir una vida pblica organizada frente a otros modos de vida comunitaria. Las amistades, por ejemplo, son formas de asociacin no polticas. 'Se caracterizan por una experiencia rica e inmediata del trato social fructfero. Los vnculos de amistad ayudan a experimentar algunos de los valores ms apreciados de la vida social. Sin embargo, slo las exigencias de una teora preconcebida podran llevar a confundir el Estado con ese tejido de amistades y afectos que es el principal vnculo de cualquier comunidad, o a sostener que la existencia del primero depende de ese tipo de vinculos. Los hombres tambin se agrupan para la investigacin cientfica, para el culto religioso, para la produccin y el goce artsticos, para el deporte, para impartir y recibir enseanza, para empresas industriales y comerciales. En todos los casos, una accin cornbinada o conjunta, que ha surgido de unas condiciones "naturales", es decir, biolgicas, y de la contigidad local, se traduce en la produccin de unas consecuencias especficas, es decir, en unas consecuencias distintas de las que producen las conductas aisladas. Cuando se aprecian estas consecuencias intelectual y emocionalmente, se genera un inters compartido y con ello se transforma la conducta interconectada. Cada forma de asociacin tiene su propia calidad y su valor peculiares, y nadie en su sano juicio confunde unas con otras. La caracterstica del pblico como un Estado surge del hecho de que todos los modos de conducta asociada pueden tener unas consecuencias extensivas y permanentes que involucran a otros que no son los directamente implicados. Cuando, a su vez, estas consecuencias son objeto de pensamiento y sentimiento, su reconocimiento supone una reaccin para recomponer las condiciones de las que surgieron. Hay que hacerse cargo de las consecuencias, ocuparse de ellas. Esta supervisin y regulacin no la pueden efectuar los agrupamientos primarios por s mismos. Porque la esencia de las consecuencias que exigen la presencia de un mbito pblico es el hecho de que se extiendan ms all de los individuos involucrados directamente en su produccin. Por lo tanto, si hay que atenderlas, tambin hay que establecer unas instituciones y unas medidas especiales; o, de lo contrario, algn grupo ya existente tiene que asumir nuevas funciones. El signo externo ms evidente de la organizacin de un pblico o de un Estado es, por tanto, la existencia de funcionarios. El gobierno no es el Estado, porque ste incluye al pblico as como a gobernantes con unas obligaciones y unos poderes especiales. El pblico, sin embargo, se organiza en y a travs de esos funcionarios que actan en nombre de sus intereses. As pues, el Estado representa un inters social importante, aunque especifico y limitado. Por eso, no resulta extrao que las exigencias del pblico organizado prevalezcan sobre otros intereses una vez que han entrado en juego, ni tampoco su total indiferencia y desconsideracin de los vnculos de amistad de, las asociaciones cientficas, artsticas y religiosas en la mayora de las circunstancias. Si las consecuencias de una amistad amenazan a la vida pblica, se la considera como una conspiracin; pero en la mayoria de los casos no es asunto ni preocupacin del Estado. De hecho los hombres se unen en una asociacin para realizar algn trabajo de manera ms provecho-

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sa o en defensa mutua. Cuando sus actuaciones exceden un determinado lmite, y otros que no participan de esa asociacin ven amenazadas por sta su seguridad o su prosperidad, inmediatamente se pone en marcha el engranaje del Estado. En algunas circunstancias pues, el Estado lejos de ser un agente absorbente e integrador, constituye la ms vaca y superflua de las instituciones sociales. No obstante, la tentacin de generalizar a partir de estos ejemplos y concluir que el Estado en general no tiene trascendencia alguna queda puesta en entredicho por un hecho obvio: cuando una conexin familiar, una iglesia, un sindicato, una empresa o una institucin educativa se comportan de forma que afecta a muchas personas ajenas a ellos mismos, los afectados forman un pblico que trata de actuar mediante las estructuras adecuadas y, de este modo, organizarse para introducir control o para dejar hacer. No conozco mejor manera de comprender los disparates que a veces se' proclaman en nombre de la sociedad organizada polticamente que recordar la influencia que ejercieron en la vida de la comunidad Scrates, Buda, Jess, Aristteles, Confucio, Homero, Virgilio, Dante, Santo Toms, Shakespeare, Coprnico, Galileo, Newton, Boyle, Locke, Rousseau y muchsimos otros, y a continuacin preguntarnos si realmente creemos que esos hombres fueron algo parecido a funcionarios del Estado. Cualquier planteamiento que ample el alcance del Estado hasta el punto de llevarnos a esa conclusin reduce el Estado a un nombre que acaba sirviendo para designar a cualquier tipo de asociacin. En el momento en que tomamos la palabra en un sentido tan amplio como ste, en seguida es necesario distinguir al Estado en su sentido poltico y legal habitual. Pero, por otro lado, si uno se siente tentado de eliminar o descartar al Estado, puede pensar en Pericles, Alejandro, Julio Csar y Augusto, Isabel, Cromwell, Richelieu, Napolen, Bismark y cientos de nombres como stos. Uno tiene la ligera sensacin de que todos ellos debieron de tener su propia vida privada, pero iqu pequea parece en comparacin con su labor como representantes de un Estado! Esta idea del Estado no exige ningn criterio dado sobre la adecuacin o la razonabilidad de cualquier acto, medida o sistema de carcter poltico. Las observaciones y las consecuencias estn sometidas al error y a la ilusin tanto al menos como lo est la percepcin de los objetos naturales. Los juicios sobre qu acometer para regularlas, y cmo hacerlo, son tan falibles como otros planes. Los errores se acumulan y se consolidan en leyes y mtodos de administracin que son ms perjudiciales que las consecuencias que originariamente pretendan controlar. Y, como demuestra toda historia poltica, el poder y el prestigio que se ocupan de dominar la posicin oficial convierten la norma en algo que hay que tomar y explotar por s mismo. El poder para gobernar se otorga por el accidente del nacimiento o por la posesin de unas cualidades que permiten a una persona obtener un cargo, pero que son irrelevantes para el desempeo de sus funciones representativas. Pero la necesidad que da lugar a la organizacin de la vida pblica mediante gobernantes e instituciones gubernamentales persiste y, en cierta medida, est encarnada en el hecho poltico mismo. El progreso que registra la historia poltica depen-

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de del poder iluminador de la idea que logra emerger de entre la masa de irrelevancias que la oscurecen y la desfiguran. Slo as tiene lugar una reconstruccin que proporciona rganos ms aptos para la realizacin de ciertas funciones. El progreso no es sistemtico ni continuo. El retroceso es tan peridico como el avance. La industria y los inventos tecnolgicos, por ejemplo, crean unos medios que alteran sustancialmente los modos de conducta asociada y cambian radicalmente la cantidad, el carcter y el lugar del impacto de sus consecuencias indirectas. Estos cambios son extrnsecos a las formas polticas que, una vez establecidas, se mantienen por su propia inercia. El nuevo pblico que se genera permanece muy embrionario, inorganizados porque no puede utilizar las instituciones polticas heredadas. Estas ltimas, si son demasiado complejas y estn demasiado institucionalizadas, obstruyen la organizacin del nuevo pblico. Impiden el desarrollo de nuevas formas de Estado que podran crecer rpidamente si la vida social fuera ms fluida, si se condensara menos en unos moldes polticos y legales fijos. Para formarse, la vida pblica ha de romper las formas polticas existentes. Es algo difcil de hacer, sin embargo, porque estas formas constituyen los medios habituales para instituir el cambio. El pblico que gener las formas polticas desaparece, pero el poder y el ansia de posesin sigue en mansosde los funcionarios y las instituciones que el pblico moribundo instituy. Esta es la razn de que frecuentemente slo una revolucin logre cambiar la forma de los Estados. Hasta hoy, la creacin de una maquinaria poltica y legal adecuadamente flexible y operativa ha escapado del ingenio del hombre. Una poca en que las necesidades de un pblico nuevo en formacin se ven frenadas por las formas establecidas del Estado es una poca propicia a un progresivo menosprecio y desinters hacia el Estado. La apata general, el abandono y el desdn se acaban traduciendo en el recurso a diversas formas rpidas de accin directa. A su vez, la accin directa se ve movida por intereses que la convierten en algo ms que un mero eslogan, intereses muy arraigados de clase que expresan una reverencia ciega a la "Ley y Orden" establecido del Estado. Sin embargo, por su propia naturaleza, un Estado es siempre algo que hay que analizar, investigar y buscar. Casi hay que rehacer su forma en el mismo momento en que se consolida. En consecuencia, el problema de descubrir el Estado no es un problema para investigadores tericos dedicados exclusivamente a examinar las instituciones ya existentes. Es un problema prctico de los seres humanos que viven en una asociacin mutua, un problema de la humanidad en general. Es un problema complejo. Exige capacidad para percibir y reconocer las consecuencias de la conducta de los individuos unidos en grupos y para seguirlas hasta su fuente y su origen. Implica seleccionar unas personas que acten de representantesde los intereses creados a travs de esas consecuencias percibidas, as como definir las funciones que van a tener y realizar. Requiere la institucin de un gobierno tal que quienes posean el renombre y el poder que acompaan al ejercicio de estas funciones los utilicen en bien del pblico, y no en su propio beneficio privado. No es de extraar, pues, que los Estados

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hayan sido muchos, no slo en nmero, sino tambin en tipo y clase. Porque ha habido innumerables formas de actividad conjunta, con sus distintas y correspondientes consecuencias. El poder para detectarlas ha variado especialmente con los instrumentos del conocimiento de los que se ha dispuesto. Los gobernantes han sido elegidos segn todo tipo de criterios. Sus funciones han variado, como han variado su voluntad y su celo para representar los intereses comunes. Slo las exigencias de una filosofa rgida pueden Ilevarnos a suponer que exista alguna forma o idea nica de Estado que los distintos y variables Estados en la historia hayan materializado con diversos grados de perfeccin. La nica afirmacin que se puede hacer es puramente formal: el Estado es la organizacin de la vida pblica realizada mediante los funcionarios para proteger los intereses que sus miembros comparten. Pero qu pueda llegar a ser lo pblico, cmo deban ser los funcionarios, y en qu medida lleguen a realizar su funcin adecuadamente, son cosas para cuyo descubrimiento debemos recurrir a la historia. No obstante, nuestra concepcin nos proporciona un criterio para precisar lo bueno que podra ser un Estado: el grado de organizacin de lo pblico que se consigue, y el grado en que sus funcionarios se constituyen como tales para desempear la funcin de velar por los intereses pblicos. No existe, sin embargo, una norma a priori que pueda determinarse y con cuyo seguimiento se genera un buen Estado. No existen dos pocas ni dos lugares con una misma vida pblica. Las condiciones hacen diferentes las consecuencias de la accin asociada y su conocimiento. Adems, varan los medios con los que un pblico puede conseguir que el gobierno sirva a sus intereses. Slo podemos decir formalmente cul sera el mejor Estado. En lo que se refiere a los hechos, a la organizacin y la estructura reales y concretas, no hay ninguna forma de Estado que se pueda considerar como la mejor: no, al menos, hasta que concluya la historia y se puedan analizar todas sus diversas formas. La formacin de los Estados ha de ser un proceso experimental. El proceso de ensayo puede avanzar con diversos grados de ceguera y de accidente, y a costa de unos procedimientos desordenados de hacer ajustes, de buscar a tientas, sin una idea precisa de qu es lo que quieren los hombres, y sin un conocimiento claro de qu es un buen Estado, ni siquiera cuando se alcanza. O puede avanzar de forma ms inteligente, guiado por el conocimiento de las condiciones que hay que satisfacer. En cualquier caso, sigue siendo un proceso experimental. Y como las condiciones de la accin, la indagacin y el conocimiento son siempre cambiantes, siempre hay que reintentar el experimento; siempre hay que redescubrir el Estado. A excepcin, una vez ms, de la afirmacin formal de las condiciones que hay que satisfacer, no tenemos idea de qu nos pueda deparar la historia. No es funcin de la filosofa ni de las ciencias polticas determinar qu debera o qu deba ser el Estado en general. Lo que s pueden hacer es ayudar a crear unos mtodos para que la experimentacin no tenga que avanzar a ciegas, a merced de las contingencias, para que pueda guiarse de forma ms inteligente, para que los hombres puedan aprender de sus errores y beneficiarse de sus xitos. La creencia en , la fijeza poltica, en la santidad de cierta forma de Estado consagrada por los@Ediciones Morata. S. L.

esfuerzos de nuestros padres y santificada por la tradicin, es uno de los escollos en el camino del cambio ordenado y dirigido; es una invitacin a la revuelta y la revolucin. El razonamiento, en su ir y venir, nos conduce al siguiente resumen. La accin conjunta, combinada y asociada es un rasgo universal de la conducta de las cosas. Esta accin tiene unos resultados. Algunos de los resultados de la accin humana colectiva se perciben, es decir, se observan sopesndolos. Luego surgen los propsitos, los planes, las medidas y los medios, para asegurar las consecuencias que se desean, y eliminar las que se consideran detestables. Esta percepcin genera un inters comn; es decir, los afectados por las consecuencias estn involucrados forzosamente en la conducta de quienes comparten con ellos la produccin de los resultados. A veces las consecuencias se limitan a los que intervienen directamente en la transaccin que las produce. En otros casos, se extienden mucho ms all de los directamente implicados en su produccin. De modo que, a la vista de las consecuencias, se generan dos tipos de intereses y de medidas de regulacin de los actos. En el primero, el inters y el control se limitan a los directamente implicados; en el segundo, se extienden a los que no participan de forma directa en la realizacin de los actos. As pues, si el inters que se genera por el hecho de estar afectado por las acciones en cuestin ha de tener alguna influencia prctica, el control sobre las acciones que producen esos efectos debe ejercerse por medios indirectos. Hasta aqu pues, tenemos propuestas que plantean cuestiones de hecho reales y establecidas. Pero luego proponemos nuestra hiptesis. Los afectados indirecta y seriamente para bien o para mal forman un grupo lo bastante distintivo como para exigir un reconocimiento y un nombre. El nombre escogido es El Pblico. Este pblico se organiza y se hace efectivo mediante los representantes que, como guardianes de las costumbres, como legisladores, como ejecutivos, jueces, etc., se ocupan de sus intereses especficos, utilizando para ello unos mtodos con los que se pretende regular las acciones conjuntas de los individuos y los grupos. Entonces, y en este sentido, la asociacin se procura a s misma una organizacin poltica, y nace algo que viene a constituir el gobierno: el pblico se constituye como un Estado poltico. La confirmacin directa de la hiptesis se encuentra en la constatacin de una serie de cuestiones de hecho observables y verificables. Estas constituyen las condiciones suficientes para explicar, segn dijimos, los fenmenos caractersticos de la vida poltica, o la actividad del Estado. Si as es, resulta superfluo buscar otra explicacin. En conclusin, slo cabra aadir dos aclaraciones. El enfoque que se acaba de proponer pretende ser genrico; por consiguiente es esquemtico, y omite muchos factores diferenciales, algunos de los cuales se tratarn en los captulos siguientes. El otro punto es que, en la parte negativa del razonamiento, en el ataque a las teoras que explicaban el Estado por unas fuerzas y unos agentes causales especiales, no se niegan las relaciones o conexiones causales entre los propios fenmenos. Es algo que evidentemente se da por supuesto en todos los puntos. Sin el nexo cau-

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sal no puede haber consecuencias ni medidas para regular el modo y la calidad de su frecuencia. Lo que se niega es la apelacin a unas fuerzas de ndole especial y externas a la serie de fenmenos conectados que son observables. Esos poderes causales no son de distinto tipo al de las fuerzas ocultas de las que tuvo que emanciparse la ciencia fsica. En el mejor de los casos, no son ms que fases de los propios fenmenos relacionados que luego se utilizan para explicar los hechos. Sea como sea, lo que se necesita para que la investigacin social sea fructfera es un mtodo que proceda sobre la base de las interrelaciones de los actos observables y de sus resultados. Este es en lo fundamental el mtodo que proponemos a continuacin.

CAP~TULO II

El descubrimiento del Estado

Si buscamos el pblico en el lugar errneo nunca encontraremos el Esta'do. Si no preguntamos cules son las condiciones que favorecen y dificultan la organizacin del pblico en un grupo social con unas funciones claras, nunca comprenderemos el problema que suponen el desarrollo y la transformacin de los Estados. Si no percibimos que esta organizacin equivale al equipamiento del pblico con unos representantes oficiales que se ocupen de sus intereses, perderemos la pista de la naturaleza del gobierno. Son stas las conclusiones alcanzadas en lo expuesto anteriormente, o lo que sugiere lo dicho hasta ahora. El lugar errneo en el que mirar, como veamos, es el reno del supuesto agente causal, de la autora, de unas fuerzas que se supone que producen un Estado gracias a una vis genetrix intrnseca. El Estado no surge como resultado directo de contactos orgnicos, al modo en que los hijos se conciben en el seno materno; ni por un plan deliberado, igual que se inventa la mquina; ni por efecto de algn espritu perturbador interno, sea una deidad personal o una voluntad absoluta metafsica. Cuando buscamos el origen de los Estados en fuentes como stas, una consideracin realista de los hechos nos impulsa a concluir que lo que finalmente encontramos no es ms que personas singulares, t, ellos, yo. Pero entonces, a menos que recurramos al misticismo, nos veramos abocados a afirmar que la idea de lo pblico se basa en un mito y slo se apoya en la supersticin. Hay muchas respuestas a la pregunta "Qu es el pblico?" Lamentablemente, muchas de ellas no son ms que reformulaciones de la pregunta. As pues, se nos dice que el pblico es una comunidad que forma un todo, y se supone que una comunidad considerada como un todo es un fenmeno evidente por s mismo y que se explica a s mismo. Sin embargo, en tanto que constituye un todo, una comunidad implica no slo una diversidad de vnculos asociativos que mantienen unidas a las personas de diferentes formas, sino una organizacin de todos los elementos por un principio integrado. Y esto es precisamente lo que estamos buscando. Por qu tendra que haber algo deS

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la midma naturaleza que una unidad integradora y reguladora? Si planteamos tal co a, est claro que la nica institucin que respondera a ella es la humanidad, no los asuntos que la historia muestra como Estados. La idea de una unive~salidad inherente en la fuerza asociativa se desvanece de inmediato ante I hecho evidente de una pluralidad de Estados, cada uno de ellos locaIizadJ con sus fronteras, sus limitaciones, su indiferencia e incluso su hostilidad hbcia otros Estados. Lo mejor que pueden hacer ante este hecho las filosofa monistas metafsicas es ignorarlo. 0, quiz como en el caso de Hegel y sus seguidores, puede construirse una filosofa mtica de la historia para suplir las deficiencias de una doctrina mtica del Estado. De ese modo, el espritu universal se sirve de cada nacin temporal y local, una tras otra, como vehcho para la objetivacin de la Razn y la Voluntad. C nsideraciones como stas refuerzan nuestra tesis de que la percepcin de la consecuencias que tienen una importante proyeccin ms all de las persdnas y las asociaciones directamente implicadas en ellas es la fuente de lo p lico; y que su organizacin en un Estado se efecta a travs del estableci iento de unas instituciones especiales que se ocupen de estas consecuenhias y las regulen. Pero estas consideraciones tambin ponen de manifiesto que los Estados reales poseen unos rasgos que ejemplifican la funcin que Aemos estipulado y sirven como elementos distintivos de todo lo que deba llamarse Estado. La explicacin de estos rasgos definir la naturaleza de lo pblico y el problema de su organizacin poltica, y servir tambin para verifidar nuestra teora. S/era difcil escoger un rasgo ms caracterstico de un Estado que el que acab mos de mencionar: la localizacin temporal y geogrfica. Existen asociaci nes cuyo mbito es demasiado estrecho y limitado para dar origen a un pbli o, de igual modo que existen asociaciones demasiado aisladas entre s para ormar parte de un mismo pblico. Parte del problema del descubrimiento de ud pblico capaz de organizarse como un Estado consiste en trazar las Ineas que separen lo demasiado cercano e ntimo de lo demasiado remoto y dese nectado. La contigidad inmediata, las relaciones cara a cara, tienen unasconsecuencias que generan una comunidad de intereses, unos valores com artidos, demasiado directos y vitales como para crear una necesidad de orga izacin poltica. Las conexiones dentro de una familia son familiares; o sea, na cuestin de contacto (acquaintance)e inters inmediatos. Los Ilamados 'lazos de sangre" que han influido en la demarcacin de las unidades socidles son en gran parte imputados sobre la base de la participacin directa en I S resultados de la accin conjunta. Lo que uno hace en familia afecta dire amente a los dems, y las consecuencias se aprecian en seguida e ntimamlente. Como solemos decir, "son asuntos de casa". Una organizacin espe~fica que se ocupe de ellas es superflua. Slo cuando ese lazo se ha ampliado a una unin de familias de un clan o unos clanes de una tribu, las consecubncias se hacen tan indirectas que se recurre a medidas especiales. La veci dad se constituye en gran medida segn el mismo patrn de asociacin que jemplifica la familia. La costumbre y las medidas improvisadas para abordar 14s emergencias especiales cuando se producen bastan para su regulacin.

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Considrese el pueblo de Wiltshire que tan bellamente describe Hudson: "Todas las casas comparten su centro de vida familiar con la vida de las aves y los animales, y los centros estn unidos unos a otros, conectados como una hilera de nios cogidos de la mano; todas juntas formando un organismo, alentado por un solo impulso, movido por una sola mente, como la serpiente multicolor que yace descansando, extendida toda ella en el suelo. Imagin la escena de un vecino de un extremo del pueblo ocupado en cortar con el hacha un duro tronco o un tocn, y accidentalmente se golpeara con el filo de su hacha en el pie, provocndose una grave herida. La noticia del accidente correra de boca en boca hasta el otro extremo del pueblo, a una milla de distancia; todos los vecinos no slo se enteraran en seguida, sino que tambin tendran una viva imagen mental de su paisano en el momento de su desgracia; la afilada hoja del hacha cayendo sobre su pie, la sangre roja saliendo de la herida; y, de algn modo, tambien la herida en su propio pie y el shock total en su cuerpo. Del mismo modo, todos los pensamientos y sentimientos circularan libremente de unos a otros, aunque no necesariamente por medio de la palabra; y todos seran partcipes en virtud de la afinidad y la solidaridad que unen a los miembros de una pequea comunidad aislada. Nadie sera capaz de tener un pensamiento o una emocin que resultaran extraos a los dems. El temperamento, el humor, la actitud del individuo y el pueblo seran los mismos"'. En esta situacin de trato directo, el Estado supondra una intromisin. Durante largos perodos de la historia humana, especialmente en Oriente, el Estado ha sido poco ms que una sombra que proyectan sobre la familia y la vecindad unos personajes remotos, erigidos en gigantes por las creencias religiosas. En estos casos, el Estado gobierna, pero no regula; porque su gobierno se limita a recibir los tributos y la deferencia ceremonial. Las obligaciones pertenecen a la familia; la propiedad la posee la familia. Las lealtades personales a los mayores ocupan el lugar de la obediencia poltica. Las relaciones entre marido y mujer, padres e hijos, hermanos mayores y menores, amigo y amigo, son los vnculos de los que procede la autoridad. La poltica no es una rama de la moral; muy por el contrario, est inmersa en la moral. Y por eso, todas las virtudes se resumen en la devocin filial. Las malas obras son culpables porque se reflejan en los ancestros y los parientes de quien las comete. Se conoce a los funcionarios, pero slo para rehuirlos. Someter a su juicio una disputa es una desgracia. La medida del valor del Estado remoto y teocrtico est en lo que no hace. Su perfeccin reside en su identificacin con los procesos de la naturaleza, en virtud de la cual las estaciones completan su ciclo constante, de modo que los campos, bajo el benfico gobierno del Sol y la lluvia, producen sus cosechas, y la vecindad prospera en paz. El grupo de parentesco ntimo y familiar no es una unidad social dentro de un todo integrador. Constituye, para casi todos los efectos, la propia sociedad. En el otro extremo estn los grupos sociales tan separados por ros, mares y montaas, por lenguas y dioses extraos, en donde lo que cada unoW. H. Hudson, A Travellerin Little Things, pgs. 110-112.

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de ellos hace no tiene unas consecuencias apreciables para los otros excepto en casos de guerra. Por consiguiente, no existe un inters comn, un pblico, ni necesidad ni posibilidad de un Estado integrador. La pluralidad de los Estados es un fenmeno tan universal y notorio que se da por supuesto. No parece que requiera explicacin. Pero, como hemos observado, supone una prueba difcil de superar para algunas teoras. La dificultad es insuperable, excepto cuando se parte de una limitacin imprevisible de la voluntad comn y de la razn que, se supone, son el fundamento ltimo del Estado. Es extrao, por decirlo moderadamente, que la Razn Universal sea incapaz de cruzar una cadena de montaas y que la corriente de un ro obstaculice la Voluntad Objetiva. La dificultad no es tan grande para muchas otras teoras. Pero slo la teora que reconoce en las consecuencias un factor decisivo puede encontrar en el hecho de una multiplicidad de Estados un rasgo corroborador. Todo lo que sea un obstculo para la extensin de las consecuencias de la conducta asociada, por justamente este mismo hecho, acta para establecer unas fronteras polticas. Esta explicacin y lo que explica resultan cosas bastante obvias. En algn punto intermedio entre las asociaciones que son estrechas, prximas e ntimas y las que son tan remotas que slo tienen un contacto infrecuente y casual, se extiende, pues, la competencia del Estado. No encontramos, ni debemos esperar encontrar, unas demarcaciones precisas e inalterables. Los pueblos y las vecindades se van constituyendo poco a poco como pblico poltico. Los diferentes Estados, a travs de federaciones y alianzas, pueden convertirse en un todo mayor que posea alguna marca caracterstica del Estado. Esta situacin, que debemos prever en virtud de la teora, la confirman los hechos histricos. La lnea sinuosa y cambiante que delimita la distincin entre un Estado y otras formas de unin social es, una vez ms, un obstculo en el camino de las teoras del Estado que implican, como su equivalente concreto, algo tan perfectamente delimitado como parece serlo el propio concepto. Sobre la base de las consecuencias empricas, parece ser sencillamente el tipo de cosa que cuadrara. Existen imperios fruto de la conquista cuyo gobierno poltico slo se ejerce a travs de las obligadas recaudaciones de impuestos y levas de soldados, y en los que, aunque se pudiera emplear la palabra Estado, los signos caractersticos de una vida pblica brillan por su ausencia. Existen tambin comunidades polticas como las ciudades-Estado de la antigua Grecia en las que la ficcin de una ascendencia comn es un factor vital, donde los dioses y los cultos domsticos se sustituyen por divinidades, templos y cultos de la comunidad: unos Estados donde persiste la intimidad del trato directo inmediato y personal de la vida familiar, pero tambin donde se aade el impulso transformador de una vida variada, ms libre y ms plena, cuyos asuntos son tan trascendentales que, comparados con ellos, la vida vecinal resulta provinciana, y la domstica, un aburrimiento. La multiplicidad y la transformacin constante de las formas que asume el Estado son hechos tan comprensibles con la hiptesis propuesta como la diversidad numrica de Estados independientes. Las consecuencias de la con-

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ducta conjunta difieren en tipo y variedad con los cambios de la "cultura material", especialmente los que se refieren a las materias primas, los productos manufacturados y, sobre todo, la tecnologa, las herramientas, las armas y los utensilios. Todos stos, a su vez, se ven afectados por los inventos en los medios de locomocin, transporte e intercomunicacin. Un pueblo que viva del cuidado de rebaos de ovejas y de ganado se adapta a unas condiciones muy distintas de las de un pueblo que deambule libremente, montado en caballos. Normalmente, una forma de nomadismo es pacfica; la otra, guerrera. Por as decirlo, las herramientas y los instrumentos determinan las ocupaciones, y stas determinan las consecuencias de la actividad asociada. As, al determinar esas consecuencias, esos medios instituyen unos pblicos con diferentes intereses, que exigen distintos tipos de conducta poltica para ocuparse de ellos. A pesar del hecho de que la norma que rige las formas polticas sea la diversidad, y no la uniformidad, la creencia en el Estado como una entidad arquetpica persiste en la filosofa y la ciencia polticas. De hecho se ha utilizado mucho ingenio dialctico en la construccin de una esencia o naturaleza intrnseca en virtud de la cual cualquier asociacin particular tiene derecho a reclamar para s la categora de Estado. La misma ingeniosidad se ha empleado para encontrar una explicacin convincente de las divergencias de este tipo morfolgico, incluso (y ste es el ardid preferido) para clasificar los Estados en un orden jerrquico de valor segn su aproximacin a una esencia definidora. La idea de que existe un patrn modelo que convierte a un Estado en un Estado bueno o autntico ha afectado tanto a la prctica como a la teora. Ms que cualquier otra cosa, es la causa responsable del esfuerzo por elaborar improvisadamente constituciones e imponerlas, ya hechas, a los pueblos. Lamentablemente, cuando se percibi la falsedad de esta idea, se sustituy por otra: la de que los Estados no se instituyen sino que "crecen" o se desarrollan, no se hace. Este "crecimiento" no significaba sencillamente que los Estados cambian. El crecimiento denotaba una evolucin a travs de etapas regulares hacia un fin predeterminado por algn impulso o principio intrnsecos. De ese modo, esta teora desalentaba el recurso al nico mtodo con el que se podan dirigir las alteraciones de las formas polticas, a saber: el uso de la inteligencia para juzgar las consecuencias. Igual que la teora que desplazaba, tambin presupona la existencia de una nica forma estndar que define el Estado como lo esencial y autntico. A partir de una falsa analoga con la ciencia fsica, se afirmaba que slo el supuesto de tal uniformidad del proceso aporta un tratamiento "cientfico" a la sociedad posible. La teora, por cierto, aliment el engreimiento de aquellas naciones que, al ser polticamente "avanzadas", suponan que se encontraban tan cerca de la cima de la evolucin que podan ceirse la corona de la categora de Estado. La hiptesis expuesta permite un tratamiento coherentemente emprico o histrico de los cambios en las formas y disposiciones sociales, libre de cualquier dominacin conceptual absoluta como la que es inevitable cuando se postula un Estado "autntico", tanto si se concibe como algo hecho delibera-

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damente, o como fruto de la evolucin por su propia ley interna. Los efectos de factores internos no polticos, industriales y tecnolgicos, y de sucesos externos, prstamos culturales, viajes, migraciones, exploraciones y guerras, modifican, sin duda, las consecuencias de las asociaciones preexistentes hasta el punto de hacer necesarias nuevas instituciones y nuevas funciones. Las formas polticas tambin estn sometidas a las alteraciones de tipo ms indirecto. El desarrollo de mejores mtodos de pensamiento permite observar consecuencias que quedaban ocultas a una visin que utilizaba herramientas intelectuales ms ordinarias. La perspicacia intelectual agilizada tambin hace posible la invencin de nuevos dispositivos polticos. La ciencia no ha desempeado realmente un gran papel. Pero las instituciones de los estadistas y de los tericos polticos de vez en cuando han penetrado en la actuacin de las fuerzas sociales de tal forma que se ha dado un nuevo giro a la legislacin y a la administracin. En el cuerpo poltico existe un margen de tolerancia, igual que ocurre en un cuerpo orgnico. Una vez asumidas ciertas medidas en modo alguno inevitables, siempre se produce un ajuste a ellas; y con esto se introduce una mayor diversidad en los estilos polticos. En resumen, la hiptesis segn la cual los pblicos llegan a constituirse por medio del reconocimiento de unas consecuencias extensivas, permanentes e indirectas de los actos ayuda a explicar la relatividad de los Estados, mientras que las teoras que los definen en trminos de una autoridad causal especfica implican un carcter absoluto que los hechos contradicen. El intento de encontrar mediante el "mtodo comparativo" unas estructuras que sean comunes a los Estados antiguos y modernos, a los occidentales y los orientales, ha supuesto un gran derroche de medios. La nica constante es la funcin de atender y regular los intereses que se acumulan como resultado de la compleja e indirecta interconexin de la conducta conjunta. As pues, concluimos que la diversificacin temporal y local es una marca primordial de la organizacin poltica, una marca que, cuando se analiza, constituye una prueba que confirma nuestra teora. Una segunda marca y evidencia se encuentra en el hecho, de otro modo inexplicable, de que el alcance cuantitativo de los resultados de la conducta conjunta genera un pblico que tiene necesidad de organizacin. Como ya hemos sealado, lo que hoy son delitos sometidos a la competencia y el fallo pblicos fueron en su tiempo unos conflictos privados, cuyo estatus era el que hoy poseen las ofensas que se hacen unos a otros. Una fase interesante de la transicin de lo relativamente privado a lo pblico, o ms exactamente, de la transicin de una esfera pblica limitada a otra mayor, se ve en el desarrollo de la Paz del Rey en Inglaterra. Hasta el siglo xii, la justicia la administraban principalmente los tribunales feudales y condales, por ejemplo, los tribunales de los hundreds'. Cualquier seor que tuviera un nmero suficiente de sbditos y arrendatarios tena la ltima palabra en las disputas e impona los castigos. La corte de justicia del rey no era ms que una entre muchas, y se ocupaba ante todo de los* Antiguas subdivisiones de los condados ingleses. (N. del T )

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arrendatarios y de los sirvientes de las propiedades y las dignidades de la realeza. Sin embargo, los monarcas quisieron aumentar sus ingresos y ampliar su poder y prestigio. Se idearon diversos artilugios y se crearon diferentes ficciones, con los que se ampli la jurisdiccin de los tribunales reales. EI mtodo consista en alegar que diversas infracciones, de las que antes se ocupaban los tribunales locales, eran infracciones contra la Paz del Rey. Luego el impulso centralizador creci hasta que la justicia del rey se hizo con el monopolio. El ejemplo es significativo. Una medida instigada por el deseo de incrementar el poder y el beneficio de la dinasta real se convirti en una funcin pblica impersonal por pura extensin. Lo mismo ha ocurrido repetidamente cuando unas prerrogativas personales se han convertido en procesos polticos normales. Algo parecido ocurre en la vida actual cuando ciertos negocios privados adquieren una "dimensin de inters pblico" debido a su alcance y proporcin. Un ejemplo opuesto es el de la transferencia de las creencias y los ritos religiosos, desde el mbito pblico al privado. Mientras la opinin dominante era que las consecuencias de la devocin y de la irreligiosidad afectaban a toda la comunidad, la religin era necesariamente un asunto pblico. La adhesin escrupulosa al culto tradicional era de la mayor importancia poltica. Los dioses encarnaban a los ancestros tribales o los fundadores de la comunidad. Concedan la prosperidad comunal cuando se les reconoca debidamente, y eran los causantes del hambre, la peste y la derrota en la guerra si sus intereses no se atendan con el debido celo. Naturalmente, cuando los actos religiosos tenan tan amplias consecuencias, los templos eran edificios pblicos, como el gora y el foro; los ritos eran funciones cvicas, y los sacerdotes, funcionarios pblicos. Mucho despus de que desapareciera la teocracia, la tergia segua siendo una institucin poltica. Incluso cuando cundi el escepticismo, pocos eran los que corran el riesgo de abandonar los ceremoniales. La revolucin social gracias a la cual la devocin y el culto se relegaron a la esfera de lo privado se atribuye a menudo al ascenso de la conciencia personal y la afirmacin de sus derechos. Pero este ascenso es precisamente lo que hay que explicar. La suposicin de que estuvo ah desde siempre sumergida y que, en algn momento, logr mostrarse a s misma, invierte el orden de los acontecimientos. Ms bien se produjeron unos cambios sociales, tanto intelectuales como en la composicin interna y en las relaciones externas de los pueblos, de forma que los hombres dejaron de relacionar sus actitudes de reverencia o de falta de respeto a los dioses con la buena o la mala fortuna de la comunidad. La fe y el agnosticismo seguan teniendo consecuencias graves, pero ahora quedaban confinadas a la felicidad temporal y eterna de las personas directamente afectadas. Frente a otras creencias, la persecucin y la intolerancia son tan justificables como la hostilidad organizada contra cualquier delito; la impiedad es la ms peligrosa de todas las amenazas a la paz y el bienestar pblicos. Pero los cambios sociales gradualmente impusieron, como una de las nuevas funciones de la vida de la comunidad, 10s derechos de la conciencia y la fe privada.

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En general, la conducta en asuntos intelectuales ha pasado' del reino pblico al privado. Este cambio radical, por supuesto, se impuls y justific apelando a la idea de un derecho privado inherente y sagrado. Pero, como en el caso de las creencias religiosas, es extrao, si se acepta esta razn, que la humanidad viviera durante tanto tiempo inconsciente por completo de la existencia del derecho. En realidad, la idea de una esfera puramente privada de la conciencia, donde nada de lo que ocurra tiene consecuencias externas, desde el principio fue un producto del cambio institucional, poltico y eclesistico, aunque, al igual que otras creencias, una vez establecida, ella produjo unos resultados polticos. La idea de que los intereses de la comunidad se atienden mejor cuando se permite abiertamente el juicio propio y la decisin personal en la formacin de conclusiones intelectuales, difcilmente podr haber surgido antes de que la movilidad y la heterogeneidad sociales hubiesen propiciado la instruccin y la invencin en materias tecnolgicas y en la industria, y hasta que los objetivos seculares se hubiesen convertido en magnficos rivales de la Iglesia y el Estado. Pese a todo, sin embargo, la tolerancia en cuestiones de juicio y creencia es en gran medida un asunto negativo. Convenimos en dejar a cada uno a su propio arbitrio (dentro de unos Irnites) ms por la constatacin de las consecuencias malignas que han resultado de la actitud opuesta, que por una profunda conviccin de su beneficio social positivo. Mientras esta ltima consideracin no se acepte ampliamente, el llamado derecho natural al juicio privado seguir siendo una racionalizacin ms que precaria del grado relativo de tolerancia que llegue a existir. Fenmenos como el Ku Klux Klan o como las medidas legislativas para regular la enseanza de la ciencia demuestran que la creencia en la libertad de pensamiento es an superficial. Si concierto una cita con el dentista o el mdico, la transaccin es bsicamente entre ellos y yo. Afecta a mi salud y a su bolsillo, su destreza y su reputacin. Pero el ejercicio de las profesiones tiene unas consecuencias tan amplias que la capacitacin tcnica y la licencia profesional de las personas que las ejercen se convierten en un asunto pblico. John Smith compra o vende una propiedad inmobiliaria. La transaccin la efectan l y otra persona. Sin embargo, la tierra es de importancia capital para la sociedad, y la transaccin privada est plagada de normas legales; hay que registrar las pruebas de la transferencia y la propiedad con un funcionario pblico en unas escrituras formalizadas pblicamente. La eleccin de pareja y el acto de la unin sexual son fenmenos ntimamente personales. Pero el acto tambin es condicin para la concepcin de unos hijos que, a su vez, son un medio de perpetuacin de la comunidad. El inters pblico se manifiesta en unas formalidades que son necesarias para hacer legal una unin y para su interrupcin legal. En una palabra, las consecuencias afectan a muchos ms de los directamente interesados en la transaccin. Se piensa a menudo que en un Estado socialista la formacin y disolucin de matrimonios dejara de tener una dimensin pblica. Es posible. Pero es posible que ese tipo de Estado tuviera que hacerse cargo, an ms que la comunidad actual, de las consecuencias que la unin entre hombres y mujeres tuvieran no slo en los nios,

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sino tambin en su propio bienestar y en su propia estabilidad del Estado. Ciertas normas se relajaran, pero tambin tendran que imponerse otras medidas estrictas referentes a la salud, la capacidad econmica y la compatibilidad psicolgica, como requisitos previos para el matrimonio. Nadie puede tener en cuenta todas las consecuencias de sus actos. Como norma, todo el mundo tiene necesidad de limitar su atencin y su previsin a las cosas que, como solemos decir, son de su incumbencia personal. Cualquiera que mirara en exceso hacia el exterior, cualquiera que intentara determinar en exceso el resultado de lo que se propone hacer, pronto se perdera en una irremediable y compleja maraa de consideraciones si no existieran algunas normas generales. El hombre de actitud ms generosa ha de trazar una lnea en algn punto, y se ve obligado a hacerlo respecto a todo lo que concierna a aquellos que estn estrechamente unidos a l. En ausencia de alguna regulacin objetiva, los efectos sobre esas personas son todo lo que, en un grado razonable, puede dar por seguro. Gran parte de lo que se llama egosmo no es ms que el resultado de las limitaciones de la observacin y de la imaginacin. De ah que, cuando las consecuencias conciernen a un gran nmero de individuos, a un nmero de ellos implicado de forma tan distante que una persona no puede lograr imaginarse fcilmente cmo se van a ver afectados, ese conjunto de individuos se constituye como un pblico activo. No ocurre slo que las observaciones combinadas de un nmero abarquen ms que las de una sola persona. Ms bien, lo que ocurre es que el propio pblico, incapaz de prever y calcular todas las consecuencias, establece ciertos diques y canales para que las acciones queden confinadas dentro de los lmites prescritos, y as tengan unas consecuencias medianamente previsibles. Por consiguiente, las normas y las leyes del Estado son mal entendidas cuando se toman como rdenes. En efecto, la teora de la "orden" de la ley comn y el derecho escrito es una consecuencia dialctica de las teoras que ya hemos criticado, las que definen el Estado en trminos de una causalidad antecedente y, ms especficamente, de las teoras que sostienen que la "voluntad" es la fuerza causal que genera al Estado. Si el origen del Estado es una voluntad, entonces la accin del Estado se expresa en las rdenes y las prohibiciones impuestas por su voluntad a las voluntades de los sbditos. Antes o despus, sin embargo, se plantea la cuestin de la justificacin de la voluntad que dicta las rdenes. Por qu la voluntad de los gobernantes ha de tener ms autoridad que la de los dems? Por qu deben someterse estos ltimos? La conclusin lgica es que, en ltima instancia, la base de la obediencia reside en una fuerza superior. Pero esta conclusin es una invitacin obvia a una confrontacin de fuerzas que revele dnde reside esa fuerza superior. De hecho, se suprime la idea de autoridad y se sustituye por la de fuerza. La siguiente conclusin dialctica es que la voluntad en cuestin es algo que est por encima de cualquier voluntad priyada o cualquier serie de estas voluntades: la "voluntad general" se impone. Esta es la conclusin a la que lleg Rousseau y la que, bajo la influencia de la metafsica alemana, se erigi en el dogma de una voluntad absoluta mstica y trascendental que, a su

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vez, si no pareca otra forma de referirse a la fuerza slo era porque se identificaba con la Razn Absoluta. La alternativa a una u otra de estas conclusiones es la renuncia de la teora de la autoridad causal y la adopcin de la teora de las consecuencias ampliamente distribuidas, que, cuando se perciben, crean un inters comn y la necesidad de unas instituciones especiales que se ocupen de esto. Las normas de la ley son, de hecho, la institucin de las condiciones en que las personas configuran sus disposiciones mutuas. Son estructuras que canalizan la accin; son fuerzas activas slo en la medida en que constituyan los mrgenes que delimitan el curso de la corriente; y son rdenes solamente en el mismo sentido en que esos mrgenes dirigen la corriente. Si los individuos no tuvieran establecidas unas condiciones en las que basar sus acuerdos mutuos, cualquier trato terminara en una nebulosa zona de vaguedad, o debera abarcar tantos detalles que sera impracticable e imposible de manejar. Adems, los acuerdos podran diferenciarse tanto unos de otros que de uno de ellos no se podra inferir nada sobre las posibles consecuencias de cualquier otro. Las normas legales establecen unas determinadas condiciones que, cuando se cumplen, convierten un acuerdo en un contrato. De esta forma, los trminos del acuerdo se canalizan dentro de lmites manejables, y es posible generalizar y prever de uno a otro. Slo las exigencias nos podrian hacer pensar que un acuerdo se lleva a cabo de una forma especfica y determinada porque existe una orden que lo dicta2. Lo que ocurre es que ciertas condiciones se establecen de tal forma que si una persona las cumple puede esperar determinadas consecuencias, mientras que si no lo hace no puede preverlas. Se arriesga y corre el peligro de que toda la transaccin quede invalidada en su perjuicio. No hay, de hecho, razn para interpretar de otra forma ni siquiera las "prohibiciones" del derecho penal. Las condiciones se establecen en relacin a las consecuencias que se podran derivar si se incumplen o infringen. Del mismo modo podemos establecer los resultados indeseables que se producirn si un ro rebasara sus mrgenes; si el ro fuera capaz de prever estas consecuencias y dirigir su conducta segn esta previsin, podramos decir metafricamente que los mrgenes dictan una prohibicin. Aunque sean dos tipos de consideraciones muy diferentes, nuestra teora explica tanto la dimensin arbitraria y contingente de las leyes como su posible identificacin con la razn. Hay muchas transacciones en las que lo ms importante consiste en que las consecuencias se determinen de alguna manera, en vez de que sea algn principio inherente el que las determine de una forma fija. En otras palabras, dentro de ciertos Imites es indiferente cules sean los resultados establecidos por las condiciones previamente acordadas; lo importante es que las consecuencias se puedan prever lo suficiente.

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El cdigo de circulacin, por ejemplo, suele tipificar un amplio nmero de normas. Otro tanto ocurre cuando la fijacin de la puesta de Sol o de una determinada hora como momento exacto en el que cometi un allanamiento de morada, otorga a esa accin un carcter ms grave. Por otro lado, las normas de la ley son razonables en el sentido de que algunos apelan a la "razn" como su fuente y origen basndose en lo que deca Hume3. Los hombres son cortos de miras por naturaleza, y esa miopa aumenta y se pervierte por la influencia